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INTELIGENCIA ÉTICA Y DISCERNIMIENTO MORAL.

Docente: LUIS ORLANDO RUIZ MENDOZA.

Nada más urgente para la sociedad que contar con gente ética que obre en consecuencia con los
dictados de la conciencia, orientada por los principios y valores naturales que guían el
comportamiento humano, que impulsan a la persona a hacer el bien. La ética es algo propio de la
condición humana. Tenemos algo en común que no depende de nosotros, ni podemos cambiarlo.
Aunque quisiéramos no tenerlo, está presente como algo imborrable. Somos seres corporales,
racionales, espirituales y éticos. Ser ético es una característica natural del hombre, que la hemos
tenido desde siempre, y es condición esencial de los seres humanos.

Pero resulta que la vida diaria está llena de situaciones y dilemas en que está comprometida la ética.
A cada momento tenemos que elegir, decidir y actuar por algo que nos parece que está bien o evitar
algo que está mal. Si no lo pensamos nosotros otros nos lo dicen. Y todos los días también nos
damos cuenta que, al decidir, no solo están en juego unos pensamientos sobre lo que está bien o lo
que está mal, sino que está en juego la conciencia y ella nos corrobora lo que hicimos o nos
confronta con ella. Y en cualquier caso, nos sentimos bien o mal, es decir, que el componente
emocional es inevitable.

La inteligencia ética es la capacidad de advertir racional y emocionalmente la conveniencia de hacer


el bien y realizarlo efectivamente a través del comportamiento, teniendo en cuenta todas las
circunstancias que concurren en él. “Lo que caracteriza a la inteligencia ética, como a todas las
inteligencias prácticas es que tienen que demostrarse no sólo en el razonamiento sino también en
la acción. Y se demuestra dando lugar a acciones que nos permiten conseguir el bien”. Así, la
inteligencia ética nos ayuda a hacer buen uso de la intelig4ncia racional, a buscar el bien, a ser
buenos, a dirigirnos hacia la felicidad, y por eso ella integra tanto aspectos racionales como
emocionales y de acción. Por tanto, la gran inteligencia es también ética, la que tiene que resolver
los problemas, gestionar las emociones y organizar las motivaciones.

ACTUAR CON INTELIGENCIA ÉTICA.

La inteligencia ética une el sentido del deber y la búsqueda del bien compatible con el placer. Lleva
a actuar más por la norma que obliga, por la libre elección de un modo de hacer las cosas. Es una
ética integralmente dirigida a la acción que ayuda a la realización de la persona como persona y a
su inserción en la comunidad. Al ser una inteligencia totalizadora (holística) conecta la autoestima
con la empatía, con la adecuada relación con el otro. No es ser bueno para sí, sino hacer el bien a
los demás desde la acción propia. Es, ante todo, actuar bien, sabiendo por qué y sintiendo (captando
emocionalmente) el valor y la rectitud de la acción que es acción personal, integrada en el ser
personal consciente de su obrar y de sus consecuencias.

Entender la inteligencia ética es afirmar que es la capacidad de tomar decisiones que produzcan
como resultado un obrar bien, de acuerdo con la conciencia y con los principios morales. Esta
inteligencia está muy vinculada a principios y valores, a distinguir lo verdadero de lo falso y a la
orientación al bien común
Así como la inteligencia racional nos impulsa a mantener una conexión con el mundo real tratando
de captar su verdad, la inteligencia emocional lo hace con nuestro mundo afectivo, y la inteligencia
ética lo hace integrando lo racional y lo emocional dirigido a la consecución de un bien. La
inteligencia no puede permanecer a nivel de un análisis teórico en términos de deber ser de lo que
dicen las normas éticas; es incorporación vital en la que se da una aproximación de los principios y
normas, en la que un papel decisivo de la conciencia que se ilustra debidamente sobre los motivos
de la acción y libremente actúa indicando la dirección adecuada, como lo hace la brújula,
acompañada de la acción correspondiente.

La inteligencia ética parte de ser primero una capacidad de examen de conceptos que
razonablemente se pueden aplicar a una situación, que pasan por la correspondiente deliberación
y luego se hace sobre ellos una elección y se toma una decisión. No es simplemente la capacidad de
emitir juicios teóricos sobre la realidad supuesta, sino afrontar los problemas reales en su dimensión
ética para sentir sus tensiones y resolver sus dilemas que ellas traen. De ahí que se enriquece el
compartir la experiencias con otros.

Podemos afirmar que la inteligencia ética ofrece unas ventajas a quien las desarrolla en forma
sistemática, bien de orden personal, bien de orden corporativo: facilita la consistencia de las
decisiones. Hay mayor coherencia en la actuación. Refuerza la acción por motivos intrínsecos
(interiores que producen satisfacción personal), y trascendentes (servicio, amistad, solidaridad).
Fomenta la integridad personal en la conducta, y evita dicotomías o doble moral. Facilita la
conformación de una cultura ética a nivel corporativo. Por último, impulsa el liderazgo de la
ejemplaridad

Para la inteligencia ética es inseparable la razón de obrar bien y vivir de un determinado modo o el
practicar lo que se debe hacer. La ética es para la vida, no es un curso mental o una imposición de
una serie de conceptos etéreos, sino algo para encarnar y practicar en libertad. Como dice Peter
Singer en su obra ética para vivir mejor (2001):”el problema es que las personas consideran la ética
como un sistema de reglas que nos prohíben hacer ciertas cosas, pero no la consideran como la base
para pensar en cómo vivir bien o en cómo hemos de vivir”. De ello podemos concluir como decía
Nietzsche quien tiene un porque para vivir, encontrará siempre el cómo.

Finalicemos esta reflexión diciendo que la inteligencia ética lleva a desarrollar una sensibilidad moral
para detectar aquellas situaciones en las que está en juego la valoración de la conducta en términos
de bien o de mal, teniendo en cuenta las circunstancias que en ella ocurren.

DISCERNIMIENTO MORAL.

Como lo señalábamos en el punto anterior la inteligencia ética tiene como función examinar y
deliberar desde la conciencia las decisiones propias de nuestros actos con el fin de mantener y
promover el bien común individual y colectivo. Cuando nos referimos al discernimiento hablamos
de la capacidad que tiene el hombre de distinguir y diferenciar una cosa o situación de otra.

El discernimiento moral se entiende como el proceso para llegar a juicios o decisiones de moral, es
decir, está en relación con las motivaciones, las decisiones y fallos que integran el proceso de
elaborar juicios y decisiones morales. En otros términos, se entiende por la dinámica del
discernimiento moral como el aportar aquellos fundamentos de los que se puedan servir las
personas en su discernimiento y razonamiento para que tomen decisiones de forma madura y
consecuente con sus convicciones en cada momento en que se encuentren, sin negar las dificultades
y las perplejidades de la existencia concreta, buscando arraigar la vida moral en la dimensión
personal y espiritual.

En tal razón, hay que insistir en un enfoque de la moral que sea comunicable y compartible en la
sociedad pluralista. Cabe preguntarse entonces ¿Cómo buscar en constante dialogo los valores
morales en los que es posible una convergencia moral? ¿Cómo colaborar en una sociedad pluralista
para buscar en común los valores y los criterios morales que nos humanizan a todos, e impidan
nuestra deshumanización y puedan ser formulados y reformulados paulatinamente con expresiones
cada vez compatibles y comunicables entre personas de diversas tradiciones, ideologías, culturales
y religiosas?

Estos presupuestos exigen una fuerza moral personal, entendida ésta como el ser capaz de decidir
responsablemente desde la conciencia, como búsqueda de una moral con manos y pies para
caminar junto con las personas en el proceso de toma de decisiones. Es optar por una moral de
dialogo, en vez de una moral de manuales y recetas; una moral de la persona libre, orientada a la
verdad y al bien. Discernimiento moral implica guiar con auténtica sinceridad, en el que
confrontamos dilemas angustiosos, conflictos delicados o simplemente situaciones dudosas, que
conlleva a determinar ¿Con qué criterios juzgar y decidir? ¿Cómo aplicar una norma o principio?

Discernimiento moral como ya lo habíamos dicho es el proceso mediante el cual la razón moral llega
a juicios y decisiones morales. Este influye en el modo de ver las cosas, de percibir la realidad, de
evaluarla. Engendra en la persona unos hábitos de pensar y actuar, que repercute en el modo de
emitir juicios morales y tomar decisiones. Aquí entra en juego el papel de un pensar honesto que
pregunta, analiza, interpreta, sintetiza provisionalmente, vuelve a preguntar y no cesa de buscar
creativa y críticamente las respuestas.

Esto es mucho más importante que un pensar reducido a razonar y argumentar, o aplicar principios
automática y deductivamente. Es el caso de los manuales tradicionales de moral, encontramos
numerosos principios, pero su utilización a ciegas no aumenta la capacidad de pensar crítica y
creativamente. Se da aquí más importancia a los procesos que a las soluciones, a las preguntas y a
la dinámica que conllevan, más que a las respuestas finales.

Syneidesis en griego significa “conciencia”; Sindéresis es la capacidad de discernir el bien y el mal,


la cual traducida al latín “conscientia = conciencia, es la que nos dice que debo hacer esto o aquello
y me remuerde por haber hecho lo que no debía. Esto nos permite afirmar que la dignidad de la
persona humana implica y exige la rectitud de la conciencia moral.

La conciencia moral comprende la percepción de los principios de la moralidad (sindéresis), su


aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico de las razones y los
bienes, y en definitiva el juicio formado sobre los actos concretos que se van a realizar o ya se han
realizado. El hombre tiene el derecho de actuar en conciencia y en libertad a fin de tomar
personalmente decisiones morales. Ante la necesidad de decidir moralmente, la conciencia puede
formular un juicio recto de acuerdo con la razón y con la ley, o por el contrario, un juicio erróneo
que se aleja de ella. Por consiguiente, la conciencia moral es un juicio de la razón por el que la
persona humana reconoce la calidad moral de un acto concreto.
Hay una tendencia a entender la conciencia de un modo excesivamente reducido y estrecho, por
ejemplo: como si fuera un juez (énfasis en los procedimientos), o como un semáforo (que me frena
o me da luz verde), o como si fuera una señal de alarma (para emergencias), o como un índice o
catalogo en el que buscar que es lo que está prohibido o permitido por la ley (criterio extrínseco), o
como una fuente de ansiedades (los escrúpulos), o como una manera de nombrar o “bautizar” con
buenas intenciones malas acciones (las mal llamadas mentiras piadosas para excusarse).

Existen tres maneras desacertadas de tomar una decisión moral: 1. Cuando descuidamos los
principios (hechos) que iluminan la situación y caemos en el situacionismo. 2. Cuando descuidamos
lo problemático de la situación y caemos en el legalismo de las normas o en el tradicionalismo de la
mera repetición de lo que siempre se ha dicho y hecho. 3. Cuando descuidamos la conciencia de las
personas y cedemos al autoritarismo, que es, en realidad, una mezcla de la intransigencia en los
principios y el irracionalismo de la autoridad no justificada (caso Venezuela).

Cuales son entonces los pasos para realizar un verdadero discernimiento moral?: necesitamos: 1.
Unas actitudes básicas con las que confrontamos la situación (los hechos). 2 unos datos concretos
que nos informen sobre ella. 3. Una reflexión honesta sobre esos datos. 4. Unas ayudas por parte
de otras personas que nos guíen y acompañen en el proceso de deliberación y elección. 5. Una toma
de decisión de acuerdo con la propia conciencia, con riesgo de equivocarse, pero con
responsabilidad.

Finalmente, tanto el discernimiento moral como la conciencia moral pueden permanecer en la


ignorancia o formar juicios erróneos. Estas ignorancias y estos errores no están exentos de
culpabilidad. “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable,
todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta siempre” SÓCRATES.

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