Johannes Hessen
A continuación se presenta un resumen sobre la obra de Johannes Hessen “La teoría del Conocimiento”
Este libro es una introducción a los problemas que el conocimiento plantea.
1. La esencia de la filosofía:
La teoría del conocimiento es una disciplina filosófica. Etimológicamente, la palabra filosofía viene del griego y
significa “deseo de saber, de conocimiento”. El filósofo trata de conocer, de saber.
Existen varias explicaciones sobre lo que es la filosofía de acuerdo a diferentes definiciones dadas por importantes
filósofos. Sócrates intenta hacer de toda acción humana una acción consciente, un saber. Platón es el Discípulo de
Sócrates, pero el no sólo se dirige a los objetos prácticos, valores y virtudes sino también al conocimiento científico.
Por lo tanto, la filosofía se presenta como una autorreflexión del espíritu sobre sus supremos valores teóricos y
prácticos, sobre los valores de lo verdadero, lo bueno y lo bello.
La filosofía de Aristóteles presenta un aspecto distinto, se dirige al conocimiento científico y a su objeto: el ser. En el
centro de su filosofía se halla una ciencia universal del ser, la metafísica. Esta ciencia nos instruye acerca de la esencia
de las cosas, las conexiones y el principio último de la realidad.
Mientras la filosofía socrático-platónica se presenta como una “concepción del espíritu”, la de Aristóteles como una
concepción del universo.
Según Cicerón, la filosofía se presenta como “la maestra de la vida, la inventora de las leyes, la guía de toda virtud”.
Descartes, Spinoza y Leibniz revelan la misma dirección hacia el conocimiento del mundo objetivo. La filosofía se
presenta como una concepción del universo. Kant revive lo Platónico y vuelve a tomar el carácter de la autorreflexión.
Aparecen la crítica de la razón pura, la crítica de la razón práctica, que trata la esfera del valor moral, y la critica del
juicio la cual hace de los valores estéticos objeto de investigaciones críticas. Con Kant también se presenta la filosofía
como una reflexión del hombre culto sobre su conducta valorativa.
En el siglo XIX revive el tipo aristotélico en Schelling y Hegel. La renovación consiste en la eliminación de todos los
elementos materiales y objetivos. Conduce por una parte a ensayos de una metafísica inductiva y una filosofía de la
intuición.
Elementos en el concepto esencial de la filosofía: “concepción del yo” y “concepción del universo”. La filosofía es
ambas cosas, una concepción del yo y una del universo.
Cuando la conciencia filosófica se dirige al macrocosmos, tenemos la filosofía en el sentido de una concepción del
universo. Cuando se dirige al microcosmos tenemos la filosofía en el sentido de una concepción del yo.
Habiendo repasado todo esto se puede definir la esencia de la filosofía como una autorreflexión del espíritu sobre su
conducta valorativa teórica y práctica, y a la vez una aspiración al conocimiento de las últimas conexiones entre las
cosas, a una concepción racional del universo.
La filosofía es un intento del espíritu humano para llegar a una concepción del universo mediante la autorreflexión
sobre sus funciones valorativas teóricas y prácticas.
La filosofía se distingue de toda ciencia por su objeto.
La filosofía, el arte y la religión buscan dar una interpretación de la realidad, lo que las diferencia es el origen de esta
concepción. La concepción filosófica del universo brota del conocimiento racional, pretende tener una validez
universal y ser susceptible de una demostración racional.
La filosofía tiene dos caras: una mira a la religión y al arte; la otra a la ciencia. Tiene de común con aquellos la dirección
hacia el conjunto de la realidad.
2. La posición de la teoría del conocimiento en el sistema de la filosofía:
La filosofía, como reflexión sobre la conducta teórica (ciencia), es teoría del conocimiento científica, teoría de la
ciencia. Como reflexión sobre la conducta práctica del espíritu (valores), la filosofía es teoría de los valores. La filosofía
en tercer lugar, es teoría de la concepción del universo. Por lo tanto la filosofía se divide en tres partes: Teoría de la
ciencia, Teoría de los valores y Concepción del universo.
La concepción del universo de divide en metafísica y en teoría del universo. La teoría de los valores, se divide en
teoría de los valores éticos, estéticos y religiosos (ética, estética, filosofía de la religión). La teoría de la ciencia se
divide en formal y material. A lo formal se le llamará “lógica” y a lo material: teoría del conocimiento.
La lógica investiga las formas y leyes más generales del pensamiento humano y la teoría del conocimiento se dirige a
los supuestos materiales más generales del conocimiento científico.
La teoría del conocimiento pregunta por la verdad del pensamiento, es decir por su concordancia con el objeto. Por
lo tanto, también puede definirse como teoría del pensamiento verdadero y también llamado la ciencia filosófica
fundamental.
La teoría del conocimiento se divide en general y especial. La primera investiga la referencia del pensamiento al
objeto general. La segunda hace tema de investigaciones críticas los principios y conceptos fundamentales en que se
expresa la referencia de nuestro pensamiento a los objetos.
3. La historia de la teoría del conocimiento
La teoría del conocimiento como disciplina autónoma aparece por primera vez en la edad moderna. Como el
verdadero fundador de la teoría del conocimiento dentro de la filosofía se presenta a Emmanuel Kant con su obra
“La crítica de la razón pura” la cual trata de dar una fundamentación crítica del conocimiento científico de la
naturaleza. La filosofía de Kant se llama también Trascendentalismo o criticismo.
TEORÍA GENERAL DEL CONOCIMIENTO
• El enfoque gnoseológíco es una especulación sobre el conocimiento humano. A diferencia del método
psicológico este enfoque busca captar las características esenciales y generales del fenómeno del conocimiento. El
fenómeno del conocimiento se considera como una capacidad de la conciencia.
• De acuerdo con el método fenomenológico, en el conocimiento se enfrentan la conciencia y el objeto, o sea
el sujeto y el objeto del conocimiento, estos elementos forman una relación indisoluble: la del conocimiento, aunque
siempre estarán separados uno del otro, es decir, la relación entre los dos principios, es al mismo tiempo una
correlación. El sujeto sólo es sujeto para un objeto y el objeto sólo es objeto para un sujeto. O sea que se trata de
una correlación irreversible. Ser objeto es totalmente diferente de ser objeto. La función del sujeto consiste en
aprehender al objeto, y la del objeto en ser aprehensible y aprehendido por el sujeto.
De acuerdo con Hessen el objeto no es conducido al ámbito del sujeto, sino que permanece trascendente a él. Lo
que cambia mendiante la función del conocimiento, no es el objeto, sino el sujeto. En él aparece un algo que contiene
las propiedades del objeto, aparece la imagen del objeto.
En el acto del conocimiento el objeto ejerce un predominio sobre el sujeto. El objeto es el que determina, el sujeto
es determinado. Debido a esto el conocimiento también puede definirse como una determinación del sujeto por el
objeto. De acuerdo a lo anterior se puede decir que el sujeto actúa receptivamente, lo cual no quiere decir pasividad.
Por el contrario, en el conocimiento puede hacerse referencia a una actividad y espontaneidad del sujeto, las que se
dirigen no al objeto sino a la imagen del objeto. La receptividad frente al objeto y la espontaneidad frente a la imagen
del objeto, son absolutamente compatibles en el sujeto.
Cuando determina al sujeto, el objeto se muestra independiente de él, trascendente a él. Los objetos se dividen en
reales e ideales. Los objetos reales se refieren a todo lo que percibimos por la experiencia externa o por la interna, o
a lo que puede inferirse de ellas. Los objetos ideales se presentan como irreales, como meramente pensados. No
obstante, éstos también poseen un ser o una trascendencia en sí mismos, según el parecer epistemológico. Por
ejemplo, las leyes de los números. Aunque son irreales, se nos presentan como algo determinado y autónomo en sí
mismas.
El concepto de la verdad está intimamente ligado con la esencia del conocimiento. Sólo el conocimiento cierto es
conocimiento verdadero. Un “conocimiento falso” es un error, una ilusión. Pero la verdad del conocimiento es una
relación que consiste en la concordancia de la “imagen” del conocimiento con el objeto. El objeto en sí mismo no es
ni verdadero ni falso, en cierto modo se encuentra más allá de la falsedad o la verdad.
El análisis del fenómeno del conocimiento envuelve cinco problemas:
1. ¿El sujeto puede aprehender al objeto realmente? Esta es la cuestión de la posibilidad del conocimiento
humano.
2. ¿El origen y fundamento del conocimiento humano está en la razón o en la experiencia? Esta es la cuestión
del origen del conocimiento?
3. ¿Cuál de las dos interpretaciones del fenómeno del conocimiento es la verdadera: el objeto determina al
sujeto o es al revés, el objeto es determinado por el sujeto? Esta es la cuestión de la esencia del conocimiento
humano.
4. ¿Existe otra especie del conocimiento humano además del conocimiento discursivo racional? Esta es la
cuestión de las formas del conocimiento humano.
5. ¿Existe un pensamiento verdadero? Esta es la cuestión del criterio de la verdad.
ACTIVIDAD 1.
La naturaleza de la ciencia
SÓCRATES.- Si tuviese un interés particular, Teodoro, por los de Cyrene, te preguntaría lo que allí pasa, y me
informaría del estado en que se hallan los jóvenes que se aplican a la geometría y a los demás ramos de la filosofía.
Pero como quiere con preferencia a los nuestros, estoy más ansioso de conocer quiénes, entre nuestros jóvenes,
ofrecen mayores esperanzas. Hago esta indagación por mí mismo, en cuanto me es posible, y además me dirijo a
aquellos, que cerca de los cuales veo que la juventud se apresura a concurrir. No son pocos los que acuden a ti, y
tienen razón, porque lo mereces por muchos conceptos, y sobre todo por tu saber en geometría. Me darías mucho
gusto si me dieras cuenta de algún joven notable.
TEODORO.- Con el mayor gusto, Sócrates, y para informarte, creo conveniente decir cuál es el joven que más me ha
llamado la atención. Si fuese hermoso temería hablar de él, no fueras a imaginarte que me dejaba arrastrar por la
pasión; pero, sea dicho sin ofenderte, lejos de ser hermoso, se parece a ti, y tiene, como tu, la nariz roma y unos ojos
que se salen de las órbitas, si bien no tanto como los tuyos. En este concepto puede hablar de él con confianza.
Sabrás, pues, que de todos los jóvenes que he estado en relación, y que son muchos, no he visto uno solo que tenga
mejores condiciones. En efecto, a una penetración de espíritu poco común une la dulzura singular de su carácter, y
por cima de todo es valiente cual ninguno, cosa que no creía posible y que no encuentro en otro alguno. Porque los
que tienen como él mucha vivacidad, penetración y memoria, son de ordinario inclinados a la cólera, se dejan llevar
acá y allá, semejantes a un buque sin lastre, y son naturalmente más fogosos que valientes. Por el contrario, los que
tienen más consistencia en el carácter, llevan al estudio de las ciencias un espíritu entorpecido, y no tienen nada.
Pero Teetetes marcha en la carrera las ciencias y del estudio con paso tan fácil, tan firme y tan rápido, y con una
dulzura comparable al aceite, que corre sin ruido, que no me canso de admirarle y estoy asombrado de que en su
edad haya hecho tan grandes progresos.
SÓCRATES.- Verdaderamente me das una buena noticia. ¿Pero de quién es hijo?
TEODORO.- Muchas veces he oído nombrar a su padre, mas no puedo recordarle. Pero en su lugar he aquí al mismo
Teetetes en medio de ese grupo que viene hacia nosotros. Algunos de sus camaradas y él han ido a untarse con aceite
al estadio que está fuera de la ciudad, y me parece que después de este ejercicio vienen a nuestro lado. Mira, si lo
conoces.
SÓCRATES.- Le conozco, es el hijo de Eufronios de Sunio; ha nacido de un padre, mi querido amigo, que es tal como
acabas de pintar al hijo mismo; que ha gozado, por otra parte, de una gran consideración, y ha dejado a su muerte
una cuantiosa herencia. Pero no sé el nombre de este joven.
TEODORO.- Se llama Teetetes, Sócrates. Sus tutores, a lo que parece, han mermado algún tanto su patrimonio, pero
él se ha conducido con un desinterés admirable.
SÓCRATES.- Me presentas a un joven de alma noble. Dile que venga a sentarse cerca de nosotros.
TEODORO.- Lo deseo. Teetetes, ve aquí cerca de Sócrates.
SÓCRATES.- Sí, ven, Teetetes, para que al mirarte vea mi figura, que según dice Teodoro se parece a la mía. Pero si
uno y otro tuviésemos una lira, y aquél nos dijese que estaban unísonas, ¿le creeríamos desde luego o examinaríamos
antes si era músico?
TEETETES.- Lo examinaríamos antes.
SÓCRATES.- Y si llegáramos a descubrir que es músico, daríamos fe a su discurso; pero si no sabe la música, no le
creeríamos.
TEETETES.- Sin duda.
SÓCRATES.- Ahora, si queremos asegurarnos del parecido de nuestras fisonomías, me parece que es preciso averiguar
si Teodoro está versado o no en la pintura.
TEETETES.- Así lo creo.
SÓCRATES.- Y bien, dime, ¿entiende Teodoro de pintura?
TEETETES.- No, que yo sepa.
SÓCRATES.- ¿Tampoco entiende de geometría?
TEETETES.- Al contrario, entiende mucho, Sócrates.
SÓCRATES.- ¿Posee igualmente, la astronomía, el cálculo, la música y las demás ciencias?
TEETETES.- Me parece que sí.
SÓCRATES.- No hay que hacer mucho aprecio de sus palabras, cuando dice que hay entre nosotros, por fortuna o por
desgracia, alguna semejanza respecto a nuestros cuerpos.
TEETETES.- Quizá no.
SÓCRATES.- Pero si Teodoro alabase el alma de uno de nosotros por su virtud y sabiduría, el que oyera este elogio
¿no debería apurarse a examinar al hombre por él elogiado, y descubrir sin titubear el fondo de su alma?
TEETETES.- Seguramente, Sócrates.
SÓCRATES.- A ti corresponde, mi querido Teetetes, manifestarte en este momento tal cual eres, y a mi examinarte.
Porque debes saber que Teodoro, que me ha hablado bien de tantos extranjeros y atenienses, de ninguno me ha
hecho el elogio que acaba de hacerme de ti.
TEETETES.- Quisiera merecerlo, Sócrates, pero mira no sea que lo haya dicho en chanza.
SÓCRATES.- No acostumbra a hacerlo Teodoro. Así no te retractes de lo que acabas de concederme, so pretexto de
haber sido una pura chanzoneta lo que dijo; porque en este caso sería necesario obligarle a venir aquí a prestar una
declaración en regla, que no sería seguramente por nadie rehusada. Así pues, atente a lo que me has prometido.
TEETETES.- Puesto que así lo quieres, es preciso consentir en ello.
SÓCRATES.- Dime, ¿estudias la geometría con Teodoro?
TEETETES.- Sí.
SÓCRATES.- ¿También la astronomía, la armonía y el cálculo?
TEETETES.- Hago todos mis esfuerzos par cultivar estas ciencias.
SÓCRATES.- Y yo también, hijo mío, aprendo de Teodoro y de cuantos creo hábiles en estas materias. A la verdad,
conozco bastante los demás puntos de estas ciencias, pero me falta uno de poca importancia, sobre el cual estoy
perplejo, y que deseo examinar contigo y con los que están aquí presentes. Respóndeme, pues: aprender, ¿no es
hacerse más sabio en lo que se aprende?
TEETETES.- Sin duda.
SÓCRATES.- ¿Los sabios no lo son a causa del saber?
TEETETES.- Sí.
SÓCRATES.- ¿Qué diferencia hay entre éste y la ciencia?
TEETETES.- ¿Qué este?
SÓCRATES.- El saber. ¿No es uno sabio en las cosas que se saben?
TEETETES.- Sin duda.
SÓCRATES.- Por consiguiente, ¿el saber y la ciencia son una misma cosa?
TEETETES.- Sí.
SÓCRATES.- He aquí justamente mis dudas, y no puedo formarme por mi mismo una idea clara de lo que es la ciencia.
¿Podremos explicar en qué consiste? ¿Qué pensáis de esto y quién de vosotros lo dirá el primero? El que se engañe,
hará el burro, como dicen los niños cuando juegan a las pelotas, y el que sobrepuje a los demás, sin cometer ninguna
falta, será nuestro rey y nos obligará a responder a todo lo que quiera. ¿Por qué guardáis silencio? ¿Os inoportuno,
Teodoro, a causa de mi afición a la polémica y del deseo que tengo de empeñaros en una conversación, que puede
haceros amigos y hacer que nos conozcamos los unos a los otros?
TEODORO.- Nada de eso, Sócrates. Invita a algunos de estos jóvenes, porque yo no tengo ninguna práctica en esta
manera de conversar, ni estoy ya en edad de poder acostumbrarme, mientras que es conveniente a ellos, que sacarán
mucho más provecho que yo. La juventud es susceptible de progreso en todas direcciones. No dejes a Teetetes, ya
que has comenzado por él, pregúntale.
SÓCRATES.- Teetetes, ¿entiendes lo que dice Teodoro? Supongo que no querrás desobedecerle, ni en esta clase de
cosas es permitido a un joven resistir a lo que le prescribe un sabio. Dime, pues, decidida y francamente lo que
piensas de la ciencia.
TEETETES.- Hay que responder, puesto que ambos me lo ordenáis.
Pero también, si me equivoco, vosotros me corregiréis.
SÓCRATES.- Sí, si somos capaces de eso.
TEETETES.- Me parece, pues, que lo que se puede aprender con Teodoro, como la geometría y las otras artes de que
has hecho mención, son otras tantas ciencias; y hasta todas las artes, sea la del zapatero o la de cualquier otro oficio,
no son otra cosa que ciencias.
SÓCRATES.- Te pido una cosa, mi querido amigo, y tú me das liberalmente muchas; te pido un objeto simple y me
das objetos muy diversos.
TEETETES.- ¿Cómo? ¿Qué quieres decir, Sócrates?
SÓCRATES.- Nada, quizá. Sin embargo, voy a explicarte lo que yo pienso. Cuando nombran el arte del zapatero,
¿quieres decir otra cosa que el arte de hacer zapatos?
TEETETES.- No.
SÓCRATES.- Y por el arte del carpintero, ¿quieres decir otra cosa que la ciencia de hacer obras de madera?
TEETETES.- Sí.
SÓCRATES.- Pero el objeto de mi pregunta, Teetetes, no e saber cuáles son los objetos de las ciencias, porque no nos
proponemos contarlas, sino conocer lo que es la ciencia en sí misma. ¿No es cierto lo que digo?
TEETETES.- Tienes razón.
SÓCRATES.- Considera lo que te voy a decir. Si se nos preguntase qué son ciertas cosas bajas y comunes, por ejemplo,
el barro, y respondiéramos que hay barro de olleros, barro de muñecas, barro de tejeros, ¿no nos pondríamos en
ridículo?
TEETETES.- Probablemente.
SÓCRATES.- En primer lugar, porque creíamos con nuestra respuesta dar lecciones al que nos interroga, repitiendo
el barro y añadiendo los obreros que en él se empeñan. ¿Crees tú que, cuando se ignora la naturaleza de una cosa,
se sabe lo que su nombre significa?
TEETETES.- De ninguna manera.
SÓCRATES.- Así pues, el que no tiene idea alguna de la ciencia, no comprende lo que es la ciencia de los zapateros.
TEETETES.- No, sin duda.
SÓCRATES.- La ignorancia de la ciencia lleva consigo la ignorancia del arte del zapatero y de cualquier otro arte.
TEETETES.- Es cierto.
SÓCRATES.- Por consiguiente, cuando se pregunta lo que es la ciencia, es ponerse en ridículo el dar por respuesta el
nombre de una ciencia, puesto que es responder sobre el objeto de la ciencia, y no sobre la ciencia misma, que es a
la que se refiere la pregunta.
TEETETES.- Así parece.
SÓCRATES.- Eso es tomar un largo rodeo, cuando puede responderse sencillamente y en pocas palabras. Por ejemplo,
a la pregunta: ¿qué es el barro? Es muy fácil y sencillo responder, que es tierra mezclada con agua, sin acordarse de
los diferentes obreros que se sirven de él.
TEETETES.- La cosa me parece ahora fácil, Sócrates. La cuestión es de la misma naturaleza que la que nos ocurrió
hace algunos días a tu tocayo Sócrates y a mí en una conversación que tuvimos.
SÓCRATES.- ¿Qué cuestión, Teetetes?
TEETETES.- Teodoro nos enseñaba algún cálculo sobre las raíces de los números, demostrándonos que las de tres y
de cinco no son conmensurables en longitud con la de uno, y en seguida continuó así hasta la de diez y siete, en la
que se detuvo. Juzgando, pues, que las raíces eran infinitas en número, nos vino al pensamiento intentar el
comprenderlas bajo un solo nombre, que conviene a todas.
SÓCRATES.- ¿Habéis hecho ese descubrimiento?
TEETETES.- Me parece que sí; juzga por ti mismo.
SÓCRATES.- Veamos.
TEETETES.- Dividimos todos los números en dos clases: los que pueden colocarse en filas iguales, de tal manera que
el número de las filas sea igual al de unidades de que cada una consta, las hemos llamado cuadrados y equiláteros,
asimilándolas a las superficies cuadradas.
SÓCRATES.- Bien.
TEETETES.- En cuanto a los números intermedios, tales como el tres, el cinco y los demás, que no pueden dividirse
en filas iguales de números iguales, según acabamos de decir, y que se componen de un número de filas menor o
mayor que el de las unidades de cada una de ellas, de donde resulta que la superficie que la representa está siempre
comprendida entre lados desiguales, a estos números los hemos llamado oblongos, asimilándolos a superficies
oblongas.
SÓCRATES.- Perfectamente. ¿Qué habéis hecho después de esto?
TEETETES.- Hemos comprendido, bajo el nombre de longitud*, las líneas que cuadran el número plano y equilátero,
y bajo el nombre de raíz**, las que cuadran el número oblongo, que no son conmensurables por sí mismas en longitud
con relación a las primeras, sino sólo por las superficies que producen. La misma operación hemos hecho respecto a
los sólidos.
SÓCRATES.- Perfectamente, hijos míos, y veo claramente que Teodoro no es culpable de falso testimonio.
TEETETES.- Pero, Sócrates, no me considero con fuerzas para responder a lo que me preguntas sobre la ciencia, como
he podido hacerlo sobre la longitud y la raíz, aunque tu pregunta me parece de la misma naturaleza que aquélla. Así
es posible que Teodoro se ha equivocado al hablar de mí.
SÓCRATES.- ¿Cómo no? Si, alabando tu agilidad en la carrera, hubiese dicho que nunca habría visto joven que mejor
corriese, y en seguida fueses vencido por otro corredor que estuviese en la fuerza de la edad y dotado de una ligereza
extraordinaria, ¿crees tú que sería por esto menos verdadero el elogio de Teodoro?
TEETETES.- No.
SÓCRATES.- ¿Y crees que, como antes manifesté, sea cosa de poca importancia el descubrir la naturaleza de la ciencia,
o por el contrario, crees que es una de las cuestiones más arduas?
TEETETES.- La tengo ciertamente por una de las más difíciles.
SÓCRATES.- Así pues, no desesperes de ti mismo, persuádete de que Teodoro ha dicho la verdad, y fija toda tu
atención en comprender la naturaleza y esencia de las demás cosas y en particular de la ciencia.
TEETETES.- Si sólo dependiera de mis esfuerzos, Sócrates, es seguro que yo llegaría a conseguirlo.
SÓCRATES.- Pues adelante, y puesto que tú mismo te pones en el camino, toma por ejemplo la preciosa respuesta
de las raíces, y así como las has abarcado todas bajo una idea general, trata de comprender en igual forma todas las
ciencias en una sola definición.
TEETETES.- Sabrás, Sócrates, que he ensayado más de una vez aclarar este punto, cuando oía hablar de ciertas
cuestiones que se decía que procedían de ti, y hasta ahora no puedo lisonjearme de haber encontrado una solución
satisfactoria, ni he hallado a nadie que responda a esta cuestión como deseas. A pesar de eso, no renuncio a la
esperanza de resolverla.
SÓCRATES.- Esto consiste en que experimentas los dolores del parto, mi querido Teetetes, porque tu alma no está
vacía, sino preñada.
TEETETES.- Yo no lo sé, Sócrates, y sólo puedo decir lo que en mí pasa.
SÓCRATES.- Pues bien, pobre inocente, ¿no has oído decir que yo soy hijo de Fenarete, partera muy hábil y de mucha
nombradía?
TEETETES.- Sí, lo he oído.
SÓCRATES.- ¿Y no has oído también que yo ejerzo la misma profesión?
TEETETES.- No.
SÓCRATES.- Pues has de saber que es muy cierto. No vayas a descubrir este secreto a los demás. Ignoran, querido
mío, que yo poseo este arte, y como lo ignoran, mal pueden publicarlo; pero dicen que soy un hombre extravagante
y que no tengo otro talento que el de asumir a todo el mundo en toda clase de dudas. ¿No has oído decirlo?
TEETETES.- Sí.
SÓCRATES.- ¿Quieres saber la causa?
TEETETES.- Con mucho gusto.
SÓCRATES.- Fíjate en lo que concierne a las parteras, y comprenderás mejor lo que quiero decir. Y sabes que (...).1
a. Colóquese en el lugar de Platón, en cuanto autor del diálogo, y ensaye tres posibles finales al mismo:
• Uno en donde ninguno de los interlocutores alcanza de manera satisfactoria una definición de la ciencia en
la cual ambos concuerden e, incluso, se involucre a Teodoro.
• Otro final en donde se encuentre una definición satisfactoria al menos para Sócrates, pero de la cual no esté
muy convencido Teetetes. En este caso, por supuesto, usted deberá explicar por qué Teetetes no estaría de acuerdo
con la definición de Sócrates, y en donde Sócrates de las razones necesarias para afirmar la definición de ciencia que
usted le ha atribuido.
• En el otro final tanto Sócrates como Teetetes concuerdan en una definición de ciencia. Teodoro, a lo lejos,
refunfuñará diciendo que también está de acuerdo. Pero usted deberá establecer los argumentos necesarios para
demostrar que ambos tienen suficientes razones para acordar la definición de ciencia que usted les atribuye.
b. Consulte el diálogo y con base en su lectura, usted se dará cuenta que el prosigue. En el interrogatorio que Sócrates
continúa planteándole a Teetetes, menciona algunas opiniones de la tradición griega con respecto a la definición de
ciencia, con las cuales naturalmente Sócrates no está de acuerdo, pues utilizan perspectivas diversas para establecer
el carácter de la ciencia. Por ejemplo, menciona a Protágoras con la hipótesis del “hombre como medida de todas las
cosas”, pero también otras posiciones diferentes. A partir de esta constatación desarrolle de manera personal las
siguientes actividades:
¿Qué es lo que, según el diálogo, sostiene Protágoras en torno a la definición de ciencia, y por qué razones
Sócrates no concuerda con dicha definición y busca argumentos para refutarla?
Contando con la información procesada en los numerales anteriores, escriba ahora tres páginas cuyo título,
entre otros, podría ser el siguiente: “El concepto de ciencia argumentado por Platón en boca de Sócrates en el
Teetetes o de la ciencia”. Si este título no le gusta, y en verdad hay razones suficientes para no estar de acuerdo con
él, elija otro, pero sin perder de vista el propósito de la sistematización que va a realizar con base en la información
precedente. El informe se socializará en el Grupo.
GLOSARIO DE TÉRMINOS
CIENCIA: conocimiento exacto y razonado, explica los hechos por el descubrimiento de las leyes que los rigen, explica
las cosas y desembaraza el espíritu de lo imprevisto y de lo inteligible.
CONOCIMIENTO: acción de conocer, inteligencia, entendimiento, adquisición, conservación y elaboración de la
lógica.
EDAD MEDIA: tiempo transcurrido entre el siglo V y el XV de nuestra era.
EMANCIPACIÓN: acción de liberarse ideológicamente de alguna premisa.
EMPÍRICO: que se basa en la experiencia, sin teoría ni razonamiento.
ESTÉTICO: relativo a la belleza.
ESTRUCTURA: disposición de las diversas partes de un todo.
EXPERIENCIA: conocimiento que se adquiere desde la práctica y la observación.
HERMENÉUTICA: arte de interpretar los textos.
INVESTIGACIÓN: ir tras algo, diligenciar para descubrir una cosa, registrar, indagar.
OBJETIVIDAD: lo que existe realmente fuera del sujeto que lo conoce.
OBJETO: cualquier cosa que se arroja a la vista y afecta los sentidos.
PROBLEMA: cuestión que se trata de resolver por medio de procedimientos científicos.
PROCESO: evolución de una serie de fenómenos.
PREGUNTA: interrogación que se hace para que sea contestada por alguien que sabe acerca del tema.
PRIORI: lo admitido como evidente con anterioridad a toda experiencia y fundándose solo en la razón pura.
RAZÓN: facultad por medio de la cual puede el hombre discutir y juzgar.
SABER: conocer, tener habilidad para una cosa.
SINTAXIS: parte de la gramática que estudia las funciones y el orden de las palabras, la que admite las figuras de
dicción.
SEDIMENTOS: materia que se precipita al fondo de un líquido.
SUJETO: persona, individuo, ser del cual se enuncia alguna cosa.
TEORÍA: conocimiento especulativo puramente racional, explicación de un fenómeno.
VERDAD: calidad de lo que es cierto, conformidad de lo que se dice con lo que existe, sinceridad, buena fe.