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¿Por qué la libertad no es amada?

Niall Ferguson

Damas y caballeros

Antes que nada, quisiera agradecer a Caminos de la Libertad por este


maravilloso premio: “Una vida por la libertad”. Me siento muy honrado.

Desde que, como estudiante, comencé a entender el significado de libertad, he


tratado de dedicar mi vida a ella.

Lo que ha significado en la práctica ha sido pensar, enseñar, escribir y hablar en


público. No puedo realmente decir que he peleado por la libertad, en la forma
que mi abuelo lo hizo en la Segunda Guerra Mundial.

Ni he sabido lo que es no ser libre, en la forma en que mi esposa Ayaan Hirsi Ali
lo experimentó como una niña en Somalia y Arabia Saudita.

He sido muy afortunado.

De cualquier modo, también sirven de algo aquellos que solo escriben y hablan.
Y esta noche quisiera ofrecer algunas palabras sobre la libertad. En particular,
quisiera reflexionar sobre el hecho de que la libertad no es amada.

Si lo único que usted hubiera leído fuera a los grandes pensadores de la


Ilustración, se le perdonaría si pensara que ya para estas fechas -2014- la
libertad sería universal.

Sin embargo la realidad es que, a pesar de que indudablemente se han dado


grandes avances en cuanto a las libertades económicas, cívicas y políticas,

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desde los días de Adam Smith e Immanuel Kant, la humanidad aún tiene un
largo camino por recorrer.

De hecho, en muchas partes del mundo, la libertad va en retroceso.

En términos de libertad económica, como el reporte anual “Libertad económica


en el mundo” muestra, la mitad de los países califican con un 7 en una escala
del 1 al 10, cuatro países califican con menos de 5 – de los cuales dos son
países de Latinoamérica: Argentina y Venezuela.

En términos de libertad política, las cifras son aún más alarmantes. El “World
Justice Project” evalúa las instituciones políticas y legales de una forma similar a
la del Fraser Institute, solo que en su base de datos 0 es el mínimo y 1 es el
máximo.

Más de 20 países tienen una calificación menor a 0.5 en la defensa de


“derechos fundamentales”.

Más de 30 países tienen una calificación menor a 0.5 en poner límites al poder
del gobierno (Nicaragua es el 5to peor) y en justicia civil (Venezuela, Bolivia y
México están entre los peores 10)

Más de 40 países tienen una calificación menor a 0.5 en la aplicación de


regulaciones.

Y 50 países califican por debajo de la mitad en “ausencia de corrupción”,


mientras que más de 50 reprueban las pruebas de “apertura de gobierno” y
“justica criminal”.

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Es interesante que gran parte de los países obtuvieran una calificación por
encima de 0.5 para “orden y seguridad”. Solo siete obtuvieron menos: Paquistán,
India, Colombia, Nigeria, Uganda, Rusia – y México

¿Qué nos dice esto? El bajo desempeño de la libertad ya no puede solamente


explicarse por el hecho de que muchos países del mundo son gobernados por
dictadores. Desde el final de la guerra fría cada vez son menos los países que
no cuentan con elementos de democracia en sus sistemas, incluso si – de
Caracas a Moscú - suele existir una miserable caricatura de libertad política.

No, la realidad es que, en muchos países del mundo, es muy fácil convencer a
las personas de votar en contra de la libertad. Como el gran pensador Francés
Alexis de Tocqueville evidenció hace más de siglo y medio, en un mundo de
democracia creciente, generalmente se tenderá a votar más por la igualdad que
por la libertad. Y siempre será más fácil movilizar personas en el nombre de
alguna identidad colectiva u otra – sea ésta económica o tribal o nacional o
sectaria – a favor de políticas que generalmente son perjudiciales para la libertad
del individuo.

En pocas palabras, la libertad no es amada como debería de serlo. Y eso hace


que la vida sea todo un reto para aquellos que instintivamente la amamos y
queremos compartir sus beneficios con el resto de la humanidad.

Permítanme ahora decir unas palabras más sobre México, este maravilloso país
que visité por primera vez en 1981, cuando tenía 17 años.

Soy uno de esos observadores extranjeros que han sido impresionados por la
determinación del gobierno Mexicano actual para implementar un ambicioso

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programa de reformas. No hay muchos líderes políticos en el mundo hoy, con
una lista de cambios constitucionales y legislativos más larga que la del
presidente Enrique Peña Nieto.

Pero también soy uno de esos observadores externos que reconocen los
grandes obstáculos que aún existen para alcanzar una libertad plena en materia
económica y cívica en México hoy, y por lo tanto que existen grandes retos que
un gobierno reformador enfrenta cuando intenta implementar un programa.
Reformar es algo de lo que se habla poco y que rara vez se ha hecho antes en
México. Pero el ranking del Fraser Institute muestra el pequeño progreso que se
ha logrado y el largo camino que queda. Ser el país 91 de 152 en la tabla de la
libertad económica no algo de lo que se deba alardear. Es aún más triste darse
cuenta que, desde 1995, la calificación de México del Fraser Institute ha subido
solo 5%.

Como he mencionado antes, el World Justice Project pone a México aún más
cerca del fondo de sus rankings mundiales de orden, seguridad y justicia civil.

Otra fuente clarificadora es la base de datos de los “Indicadores de gobernanza


global”, que se producen bajo el auspicio del Banco Mundial. Estos sugieren que
México ha logrado un progreso mínimo desde que estos datos se comenzaron
recopilar en 1996. De hecho, los indicadores de control de la corrupción y
violencia política en 2012 volvieron a los mismos niveles de 16 años antes.

Sin embargo creo que esto no debería descorazonarnos. Ni deberían los


mexicanos volver al habitual fatalismo que tienen sobre el futuro de su país.

En lugar de eso, necesitamos aprender las siguientes lecciones sobre libertad y


el predicamento de los regímenes liberalizadores.

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La primera es que, como dije, la libertad no es amada.

La segunda, que le sigue a esa, es que las reformas que intentan aumentar la
libertad son, al menos inicialmente, muy poco populares.

La tercera es que cuando esas reformas producen resultados, usualmente éstos


ocurren algunos años después de haberse promulgado y que muchas veces no
son los amantes de la libertad sino sus oponentes los que cosechan esos
beneficios.

Nadie nunca voltea hacia atrás y pregunta dónde estaría el país si la oposición
hubiera estado en el poder y las reformas no hubieran sido implementadas.

Todo esto significa que cualquier líder que busque reformas económicas serias
se está embarcando en una tarea por la cual no recibirá agradecimientos.
Incluso Margaret Thatcher, quien lograra cambiar por completo el país donde yo
nací y quien es uno de los líderes más notables de los 1980, fue objeto de las
injurias de la izquierda después de su muerte. Ronald Reagan – un desregulador
que es recordado cariñosamente aún por los Demócratas – es la excepción a la
regla.

Denle un vistazo a la lista de países que han mejorado más su calificación del
Fraser Institute desde 1995: entre 48% y 98% comparados con el insignificante
5% de México.

Aquí está la lista:


Ruanda
Rumania
Ucrania
Guinea-Bissau
Sierra Leona

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Nigeria
Zambia
Bulgaria
República Democrática del Congo
Siria

De esos diez, dos son claramente beneficiarios de su integración a la Unión


Europea. El resto son, en distintos grados, altamente inestables. De hecho, siete
de los ocho que quedan recientemente han experimentado, o se encuentran en
medio de alguna forma de guerra civil.

En contraste, los países que no han hecho nada para mejorar su calificación de
libertad económica, pero que han ido hacia atrás 5% o más, incluyen a
Luxemburgo, Singapur, Nueva Zelanda y Estados Unidos.

¿Quiere esto decir que la búsqueda de libertad es una causa perdida en el siglo
XXI? Al contrario, países como Nueva Zelanda y Estados Unidos pueden
dormirse en sus laurels precisamente porque siglos de libertad económica los
han hecho parte de los más ricos del mundo.

La verdadera lección en el camino hacia la libertad no es una especie de


“Autobahn” alemana sin límite de velocidad. Por supuesto que siempre existe
algo atractivo sobre la idea de liberalización como una loca carrera que debe ser
tomada a 100 millas por hora. Pero los resultados de esa “terapia de shock”,
para cambiar la metáfora, pueden causar una verdadera conmoción; pregúntenle
a cualquier ruso.

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Más bien, yo creo, es que los verdaderos caminos hacia la libertad son los como
los caminos de mi historia favorita de Jorge Luis Borges, “El jardín de senderos
que se bifurcan”

El autor imagina un laberinto-cum-novela diseñado por un imaginario sabio


chino, Ts’ui Pên, en el cual “el tiempo se bifurca perpetuamente hacia
innumerables futuros”. El Escribe:
Me detuve, como es natural, en la frase: Dejo a los varios porvenires (no
a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan. Casi en el acto
comprendí; el jardín de los senderos que se bifurcan era la novela
caótica; la frase varios porvenires (no a todos) me sugirió la imagen de la
bifurcación en el tiempo, no en el espacio… En todas las ficciones, cada
vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y
elimina las otras; en la del casa inextricable Ts'ui Pên, opta--
simultáneamente--por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos
tiempos, que también proliferan y se bifurcan... En la obra de Ts'ui Pên,
todos los desenlaces ocurren; cada uno es el punto de partida de otras
bifurcaciones.

La clave para el éxito de cualquier país que intente mejorar sus instituciones
económicas, sociales, y políticas es estar consciente de estos caminos que se
bifurcan y, aún más importante, educar a su gente para que lo comprendan, en
cada paso en el proceso de las reformas, hay bifurcaciones: decisiones difíciles.

No siempre es fácil saber que camino tocar. La mayoría de las veces, el camino
que se ve más fácil es el equivocado.

Pero mientras más conscientes estemos de que estamos en un jardín de


senderos que se bifurcan – y mientras más podamos recordar los senderos no
tomados e imaginar a dónde nos hubieran llevado – tendremos mayores
posibilidades de llevar nuestro camino, cuidadosa y pragmáticamente, lejos de

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falsas utopías que en realidad significan servidumbre y hacia aquel destino
malquerido de la libertad que sabemos que es la mejor esperanza para la
humanidad.

Gracias.

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