1 Sajid Herrera Mena, “La herencia gaditana. Bases tardío-coloniales de las municipalida-
des salvadoreñas, 1808-1823”. (Tesis doctoral, Universidad Pablo de Olavide, 2005).
2 Ibíd., pp. 106-107.
3 Los estudios de historia local en México muestran cómo las municipalidades se con-
virtieron en bastión de los intereses locales; señalan, además, las determinantes que
subyacían detrás de estos y que podían responder a familias, comunidades étnicas o
redes de poder de alcance regional. Véase, por ejemplo, Antonio Escobar Ohmstede, “La
conformación y las luchas por el poder en las Huastecas, 1821-1853”, Secuencia, no. 36
(1996); Guy Thompson, “Agrarian Conflict in the Municipality of Cestzalán (Sierra de
Puebla): The Rise and Fall of “Pala” Agustín Dieguillo, 1861-1894”, Hispanic American
Historical Review, 71, no. 2 (1991); y Raymond Buve, “Caciquismo, un principio de
ejercicio de poder durante varios siglos”, Relaciones, xxiv: 96 (2003). Para una vi-
sión más general sobre América Latina, basada sobre interesantes casos de estudios,
véase: Antonio Escobar Ohmstede, Romana Falcón y Raymond Buve (eds.), Pueblos,
comunidades y municipios frente a los proyectos modernizadores en América Latina,
siglo xix, 1a ed. (México: cedla- El Colegio de San Luis, 2002).
4 Escobar Ohmstede, “La conformación y las luchas por el poder en las Huastecas, 1821-
1853”, pp. 6-7.
5 Véase Arturo Taracena, “Nación y República en Centroamérica (1821-1865)”, en Identi-
dades nacionales y Estado moderno en Centroamérica, (ed.) Jean Piel y Arturo Tarace-
na (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica-flacso, 1995).
6 Véase Andrés Townsend Ezcurra, Las provincias unidas de Centroamérica: Fundación
de la república, 1a ed. (San José: Editorial Costa Rica, 1973); Eugenia López Velás-
quez, San Salvador en la anexión centroamericana al Imperio del Septentrión, 1a ed.
(San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, concultura, 2000); y Mario
Vásquez Olivera, “La división auxiliar del Reyno de Goatemala. Los intereses mexi-
canos en Centroamérica, 1823-1824”. (Tesis de maestría, Universidad Autónoma de
México, 1997).
Ahora bien, no debe pasarse por alto una cuestión importante: los cam-
bios habidos en el mundo hispánico hubieran sido inconcebibles sin la
invasión francesa y la concomitante abdicación real. Estos hechos acele-
raron de manera admirable el curso de los eventos. Las transformacio-
nes del régimen político español fueron en buena medida “forzadas” por
7 François-Xavier Guerra, “Los orígenes socioculturales del caciquismo”, Boletín de la
Academia Nacional de la Historia, no. 327 (1999), p. 251. La excepcionalidad de las
circunstancias que rodearon a las Cortes de Cádiz, los avatares del proceso revolucio-
nario hispánico y la participación de las elites americanas es demostrada por François-
Xavier Guerra y Marie-Danielle Démelas-Bohy, “Un procesus révolutionnaire méconnu:
L’adoption des formes representatives modernes en Espagne et en Amerique (1808-
1810)”, Caravelle, no. 60 (1993), pp. 21-40.
8 Una interesante discusión sobre los procesos de independencia en América y sus im-
plicaciones para la historia del siglo xix se encuentra en Anthony McFarlane, “Issues
in the History of Spanish American Independence”, en Independence and Revolution
in Spanish America: Perspectives and Problems, (ed.) Anthony McFarlane y Eduardo
Posada-Carbó (Londres: Institute of Latin American Studies, 1999).
Pero contrario a las expectativas de los pueblos, desde los primeros años
de vida independiente fue evidente que el gobierno central, más exacta-
mente el poder ejecutivo, iba a esforzarse no solo por controlar el accio-
nar del poder municipal, sino para hacer que éste ejecutara muchos de
los proyectos del gobierno central. Paradójicamente, en el contexto de
Cádiz, en la independencia, en la anexión al imperio de Iturbide y en las
constituyentes, los pueblos y las municipalidades jugaron importantes
papeles que seguramente fortalecieron su sentido de identidad y auto-
nomía, contra los que iba a concentrarse el accionar del poder central.
26 Héctor Lindo Fuentes, La economía de El Salvador en el siglo xix, trad. Knut Walter Ben-
jamin, 1a ed. (San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2002), pp. 86-101.
27 Ibíd., p. 87.
Dos personajes marcan las historia salvadoreña entre 1841 y 1871. Ge-
rardo Barrios y Francisco Dueñas, ellos marcan los puntos extremos
del mapa político salvadoreño del periodo. A su alrededor se agruparon
otros líderes políticos y militares, pueblos y comunidades indígenas y
ladinas. En realidad, son las cabezas visibles de agrupamientos político-
ideológicos aún por comprender. Los epítetos para ellos abundan; basta
decir que Barrios ha sido visto como “mártir de liberalismo salvadoreño”
y Dueñas como “conservador y clerical”. Cualquier calificativo es solo
una simplificación burda de sus personas y de los ideales e intereses que
representaron. Un estudio exhaustivo de sus carreras políticas reduciría
los méritos de uno y las taras de otro y terminaría por demostrar que era
más lo que compartían que sus diferencias.
presidencia cambió de manos 42 veces, y 19 veces más entre 1861 y 1899. En este
cálculo la duración de cada periodo presidencial se reduce a poco más de un año. Sin
embargo, debe considerarse que Ching incluye las presidencias de Francisco Dueñas
(1863-1871) y Rafael Zaldívar (1876-1885) que duraron mucho más que cualquier otra.
En todo caso, la inestabilidad política es evidente. Erik Ching, “From Clientelism to Mili-
tarism: The State, Politics and Autoritarism in El Salvador, 1840-1940”. (Tesis doctoral,
University of California, 1997), p. 131.
35 Virginia Tilley, Seeing Indians. A Study of Race, Nation, and Power in El Salvador, 1a.
ed. (University of New México Press, 2005), pp. 124-125.
36 Incluso la última consideración se presta a matices. En junio de 1857, Gerardo Barrios,
jefe del último contingente de tropas salvadoreñas enviadas a Nicaragua, se levantó
contra el presidente Rafael Campo. Incumpliendo una orden que le mandaba poner en
cuarentena a sus tropas para evitar la propagación del cólera morbos, desembarcó en
Acajutla dirigiéndose a San Salvador. La intentona fracasó y Barrios debió rendirse. La
peste se propagó rápidamente y cobró la vida de importantes personas, como Isidro
Menéndez y José María San Martín. Entre junio y julio de ese año murieron más de
2,300 personas, al grado que en San Salvador los cadáveres debieron ser incinerados,
pues no había posibilidad de sepultarlos. Una muestra del impacto de la peste se apre-
cia en el departamento de Santa Ana; su población en 1857 era de 72,350 habitantes,
para 1858 descendió a 65,275. Aún siendo cautos con la rigurosidad de los datos, es
evidente el impacto de la epidemia. Véase, Estadística general de la república de El
Salvador (1858-1861), 2a ed. (San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos,
1990), p. 109. Para un estudio de la conspiración de Barrios, véase: Carlos Gregorio Ló-
pez Bernal, “Implicaciones político-sociales de la campaña contra los filibusteros en El
Salvador: Las acciones de Gerardo Barrios”, en Simposio Internacional Filibusterismo y
destino manifiesto en las Américas (Liberia, Costa Rica, 2007).
37 Véase: Héctor Lindo Fuentes, “La introducción del café en El Salvador”, en Tierra, café
y sociedad, (ed.) Héctor Pérez Brignoli y Mario Samper (San José: flacso, 1994). Un
informe del capitán francés P. Cousnier, fechado en abril de 1850, decía: “California ha
venido a dar al comercio marítimo del océano Pacífico una actividad hasta ahora des-
conocida; una población inmensa que acude, parte por el Cabo de Hornos, parte por el
istmo de Panamá, ha venido a transformar en necesidad lo que hasta hoy no había sido
más que un sueño: las vías de comunicación”. Informe del señor P. Cosnier, capitán
de la fragata La Sérieuse, en el Golfo de Fonseca, a 5 de abril de 1850. Archives du
Ministere des Affaires Étrangeres, Paris. correspondance politique, Amerique Centrale,
vol. 9, 1849-1850, M Fourcade, fol. 159-168. En adelante amae.
las dos décadas siguientes.38 Pero una indagación más minuciosa deja
ver que en los decenios de 1850 y 1860 los gobernantes salvadoreños
fueron construyendo un andamiaje institucional básico, para el cual
usaron elementos que retomaron del orden colonial y otros que crea-
ron a partir de las necesidades que enfrentaban. Buena parte de ese
fundamento institucional fueron leyes con las cuales se buscó ordenar
y disciplinar a una población aún renitente al control. En ese sentido,
es clave la “Recopilación de leyes” realizada por Isidro Menéndez en
1854 y publicada al año siguiente, la cual supuso el ordenamiento y
depuración del ingente y heterogéneo marco legal heredado del Anti-
guo Régimen.39
42 Tan tarde como 1896, la municipalidad de San Martín podía exigir a todo vecino mayor
de edad “una semana de trabajo personal o su equivalente en dinero para terminar
las obras de introducción de aguas.” agn, Fondo Leyes y códigos, caja 9. Anuario de
legislación de la República de El Salvador, 1893, pp. 62-63.
43 En 1852 se dio un decreto estableciendo que “Todo aquel que aprehenda a un desertor
veterano será premiado con cinco pesos que en moneda corriente y de gastos militares
deberá entregarle el Tesorero jeneral en esta capital, o los administradores de alcabalas en
los departamentos.” agn, Gobernación de San Vicente, Libro en que constan las comuni-
caciones que se dirigen al Ministerio General, 1852. En 1897, el jornalero Laureano Torres,
de San Miguel, fue capturado por deber 11 pesos de 14 que había recibido por adelantado
del finquero Antonio Rosales. Además de lo adeudado, también pagó cuatro reales que el
señor Rosales reconoció al vecino que hizo la captura. “Diligencias promovidas por el Dr.
Don Antonio Rosales a efecto de que se libre orden de captura contra Laureano Torres por
ser quebrador de sus trabajos,” agn, San Miguel 1898, Legajo 35, # 13.
Los estudios históricos han hecho más énfasis en los cambios políticos,
económicos e ideológicos. En algunos casos se ha hecho referencia a los
cambios culturales en el medio urbano, pero no se ha prestado suficien-
te atención a la cuestión cultural en sentido amplio; es decir, no se ha
estudiado hasta qué punto esas transformaciones alteraron el modo de
vida de los indígenas y campesinos.46 Las reformas liberales supusieron
el choque entre dos modelos de vida que, a pesar de sus evidentes di-
ferencias, hasta entonces habían convivido sin demasiados sobresaltos.
Los indígenas mantenían cierta autonomía, al tiempo que participa-
ban con relativo éxito en la economía y la política.47 Sin embargo, entre
1871 y 1890, sus espacios de participación corporativa se redujeron; la
privatización de las tierras comunales tuvo nocivos efectos, no tanto en
su condición económica, sino en su cohesión étnica, pero sobre todo
46 Una notable, pero insuficiente excepción son los trabajos de Rodolfo Cardenal, El poder
eclesiástico en El Salvador, 1871-1931, 1a ed. (San Salvador, El Salvador: uca Edito-
res, 1980), caps. 5 y 7; y Santiago Montes, Etnohistoria de El Salvador, 2 vols. (San
Salvador: Dirección de Publicaciones, 1977).
47 Véase Lindo Fuentes, La economía de El Salvador en siglo xix y Aldo Lauria-Santiago,
Una república agraria. Los campesinos en la economía y la política de El Salvador en el
siglo xix, trad. Márgara Zablah de Simán, 1a ed. (San Salvador: Dirección de publica-
ciones e impresos, 2002).
48 Ejemplo de ello, son los trabajos de David Joaquín Guzmán, Teodoro Moreno, José An-
tonio Cevallos, Esteban Castro y otros. Todos ellos pugnaron por “civilizar” y ladinizar al
indio, como única vía para sacarlo de la “postración” en que, según ellos, vivía. Véase,
Carlos Gregorio López Bernal, “El pensamiento de los intelectuales liberales salvadore-
ños sobre el indígena, a finales del siglo xix”, Boletín afech, no. 41 (2009).
49 Una interpretación interesante y sugerente sobre esta faceta de la vida política de-
cimonónica aparece en los trabajos de Sonia Alda Mejía, “Revoluciones y el “sagra-
do derecho de insurrección de los pueblos” en Centroamérica, 1838-1871; Pactismo
y soberanía popular,” en iii Congreso de historiadores latinoamericanistas (adhilac)
(Pontevedra, 2001).
50 Para una interpretación novedosa sobre la relación sistema fiscal, poder y construcción
del Estado en El Salvador, véase, Antonio Acosta, “Hacienda y finanzas de un estado
oligárquico. El Salvador, 1874-1890”, en Estado, región y poder local en América Latina,
siglos xix-xx, (ed.) Pilar García Jordán (Barcelona: Publicaciones y ediciones de la
Universidad de Barcelona, 2007).
51 Lindo Fuentes, La economía de El Salvador en siglo xix, pp. 192-193. En la memoria
de hacienda de 1874 se puede apreciar la lectura que entonces se hacía sobre los pro-
ductos de exportación: “El consumo del Añil puede disminuirse por el descubrimiento de
tintes que lo vayan reemplazando y tal vez llegue su precio a ser tan poco remunerativo
como el de la cochinilla y a desaparecer las rentas que de él proceden; pero en cambio
tenemos por delante el halagüeño porvenir del café cuyo cultivo se aumenta notable-
mente en la República, prometiendo por su buena calidad y la abundancia con que se
produce llegar a ser un ramo pingüe de nuestra riqueza agrícola”. José Larreynaga,
“Memoria de Hacienda y Guerra”, (San Salvador: Imprenta Nacional, 1875), p. 6.
52 Lindo Fuentes, La economía de El Salvador en siglo xix, pp. 223 y 229. Similares
consideraciones hace Robert G. Williams, States and Social Evolution. Coffee and Rise
of National Governments in Central America (The University of North Carolina Press,
1994), pp. 205-239.
55 Véase: Lindo Fuentes, La economía de El Salvador en siglo xix, pp. 260-264; y Carlos
Gregorio López Bernal, “Tiempo de liberales y reformas”, en El Salvador; la república,
(ed.) Alvaro Magaña (San Salvador: Fomento Cultural, Banco Agrícola, 2000), tomo i,
pp. 173-190.
56 Mariano Fernández, gobernador de Sonsonate, al Ministro de lo interior, 4 de febrero de
1871. agn, Fondo Quemados, Gobierno político departamental de Sonsonate, caja 3,
1867-1886.
57 agn, Fondo Quemados. Gobierno Político Departamental de San Vicente, caja 2, año
1872.
58 Antonio Grimaldi, ministro de lo interior, al gobernador de San Vicente, 10 de mayo de
1872. Ibíd. En febrero 1879 se pedía al gobernador de San Vicente investigar quiénes
eran los responsables de suspender las líneas del telégrafo e imponerles una multa.
agn, Fondo Quemados, Gobernación Departamental de San Vicente, caja 1, año 1879.
59 Informe de la Gobernación del Departamento de Cabañas, Diario Oficial, 4 de octubre
de 1881, p. 316.
60 Carlos Gregorio López Bernal, Tradiciones inventadas y discursos nacionalistas: El ima-
ginario nacional de la época liberal en El Salvador, 1876-1932, 1a ed. (San Salvador:
Editorial Universitaria, 2007).
Conclusiones
El periodo estudiado abarca más de un siglo, y está marcado por dos
reformas: las borbónicas de finales del xviii, y las liberales del último
tercio del xix. Las primeras fueron un intento orientado a fortalecer el
régimen colonial, por lo cual podrían verse como ancladas en el pasado.
Sin embargo, a la vez que oxigenaron la dominación española, pusieron
las bases para escenarios futuros. Efectivamente, resulta imposible expli-
car la independencia o el enfrentamiento entre las elites guatemalteca
y salvadoreña y el mismo ordenamiento territorial regional sin hacer
alusión a las reformas borbónicas.