EXPERIENCIAL
Una vez que los participantes están claros acerca de las metas del cliente en el tratamiento y
han acordado una manera de trabajar para alcanzar estas metas, entonces se pueden
empezar a mover hacia la fase media de la terapia. Durante esta fase los terapeutas se
concentran en facilitar la conciencia y el entendimiento de los clientes en su experiencia
interna y los procesos específicos involucrados en su generación para ayudarles a volverse
más aceptantes de si mismos, resolver sus problemas interpersonales, hacerse concientes
acerca de sus estilos característicos de funcionamiento, y formular cursos alternativos de
acción. Así, en las últimas etapas, se espera que los clientes y los terapeutas hayan
desarrollado un sentido de confianza y colaboración acerca de las tareas de la terapia que
ayudarán a los clientes a resolver sus problemas (Horvath & Greenberg, 1994; Horvarth &
Luborsly, 1994)
Durante las primeras etapas del tratamiento, los terapeutas experienciales se esfuerzan en
facilitar el compromiso y la colaboración en la tarea molar de la terapia, la de experienciar.
Esto consiste en que los clientes se focalicen en su experiencia interna y que la representen
simbólicamente para si mismos y para los terapeutas. Otra tarea durante esta fase es el
establecimiento de un ambiente seguro y de sentimientos de confianza entre los
participantes de manera que los clientes puedan comprometerse en la tarea de experienciar
plenamente y sin impedimentos. (Greenberg y cols., 1994; Lietaer, 1990; Watson &
Greenberg, 1994). Si el vínculo es débil, o si el acuerdo sobre las tareas y las metas de la
terapia son pobremente negociaciones entre los participantes, entonces, pueden ocurrir
rupturas en la alianza terapéutica. Las rupturas durante la fase inicial pueden incluir la
dificultad de los clientes de prestar atención dentro de si mismos para focalizar en su
experiencia interna, sentirse inseguros con sus terapeutas, cuestionar la utilidad de la
terapia, y tener expectativas divergentes de las del terapeuta acerca del rol de éste en la
terapia.
Las condiciones de seguridad se mantienen dentro del ambiente terapéutico si los terapeutas
interactúan con los clientes abierta y honestamente y negocian un entendimiento común de
las experiencias de sus clientes. Para conseguir esto efectivamente, los terapeutas necesitan
estar en contacto con su propia experiencia interna durante la sesión. Además, ellos
necesitan ser capaces de percibir claramente qué está ocurriendo en la relación entre los
participantes, y responder desde una base de auto-conciencia, tan abierta y
espontáneamente como sea posible, sin cargar al cliente o, por otro lado, dañar la relación.
Una serie de problemas y rupturas pueden emerger en la formación de una buena alianza de
trabajo en las primeras etapas de la terapia. Estos pueden incluir, primero, a los clientes
teniendo dificultad para volcarse hacia su interior para descubrir y representar su
experiencia en nuevas formas. Esto puede ser el resultado de un gasto continuo de energías
hacia fuera, como evidenciando una cualidad de relato externo, o debido a la disminución o
constricción de la energía, evidenciado por una cualidad de relato más limitada. Segundo,
los clientes pueden cuestionar el propósito y el valor de comprometerse en terapia, y verla
como inefectiva en ayudarles a conseguir sus metas. Tercero, clientes más sofisticados,
aunque convencidos de la utilidad y el valor de la terapia, pueden tener expectativas que
difieren de las de sus terapeutas. Estos clientes pueden dudar acerca de la pertinencia de
varias técnicas. Algunos pueden desear que sus terapeutas experiencialmente orientados
pudiera interpretar su experiencia o alertarlos sobre patrones de conducta, mientras que
otros pueden desear que sus terapeutas introduzcan intervenciones más activas para facilitar
más rápida y más fácilmente el acceso a su experiencia interna.
Si durante las primeras sesiones, el uso del terapeuta de reflejos y metáforas no ha sido
exitoso en promocionar la tarea general de la terapia (que los clientes accedan y representen
su experiencia interna) entonces ellos pueden recurrir a una serie de intervenciones para
facilitar el desarrollo y la mantención de la colaboración de los clientes. Los terapeutas
pueden asegurar la cooperación y la colaboración de sus clientes en la tarea de la
exploración interna, primero, usando la meta-comunicación, y segundo, implementando
tareas especificas para asistir a los clientes a dirigir su atención internamente.
Para ilustrar, en el siguiente ejemplo, una cliente pregunta cómo hablar acerca de su
depresión podría ser útil. Su terapeuta intenta proveer una explicación y asegurar el acuerdo
de la cliente para comprometerse en ciertas tareas.
Cliente: No veo como es que hablar contigo acerca de esto podría ayudar mucho… Quiero
decir, estoy enojada con mi esposo pero tengo que guardármelo hasta el punto en que siento
que voy a explotar.
Terapeuta: Quizás puedas usar esto como un lugar para expresar tu rabia de un modo
seguro sin que repercuta negativamente en ti. ¿Qué opinas?
Cliente: Bueno, que tengo que perder… Tengo que hacer algo, se que no puedo continuar
con esto.
Los clientes que están inundados por sus sentimientos y respuestas afectivas pueden más
fácilmente dirigir su atención hacia su interior y comprometerse en una búsqueda
experiencial interiormente dirigida con sus terapeutas. En contraste, aquellos clientes que
están más externamente focalizados, y que están menos concientes y menos sintonizados
con sus reacciones e interacciones con otros en su entorno, necesitan más asistencia para
dirigir su atención interiormente. Tales clientes a menudo despliegan una cualidad de relato
externalizada indicando que ellos están más interesados en actuar en el mundo que en
reflexionar y formular nueva experiencia. Con aquellos clientes, los terapeutas pueden usar
pueden usar la tarea de Focusing (Gendlin, 1982) pidiéndoles que se sintonicen dentro de
sus sensaciones corporales u otros aspectos de su ambiente interior. Esto redirige la
atención de los clientes interiormente y les provee una fuente alternativa de información
que yace dentro de si mismos en lugar del mundo externo.
Otra tarea que les provee a los clientes un prototipo o modelo de trabajo del tipo de
actividades en las cuales comprometerse para trabajar productivamente en psicoterapia
experiencial es la exploración de reacciones problemáticas (Greenberg y cols., 1994; Rice
& Saperia, 1984). Como una ayuda para que los clientes se focalicen en si mismos, los
terapeutas pueden sugerir un ejercicio como tarea para la casa para que los clientes se
observen a si mismos entre sesiones, para determinar si se encuentran a si mismos actuando
o reaccionando de una manera que los confunda o que los deje perplejos. Por ejemplo, una
cliente puede observar que ella se pone intensamente furiosa después de una interacción
con un miembro de su familia sin entender que la ha llevado a esa respuesta.
Las reacciones confusas del cliente pueden ser exploradas usando el despliegue evocador
sistemático para facilitar la recolección y la reexperienciación de sus experiencias sobre la
situación y sus sentimientos en el momento de la sesión. Después que está escena ha sido
evocada vividamente, se anima a los clientes a dirigir su atención interiormente y
simbolizar su sentido subjetivo interno en palabras para proveer un entendimiento de sus
sentimientos, reacciones, necesidades, y metas en las situaciones. Como resultado de esta
exploración, los clientes ganan entendimiento de sus reacciones en situaciones particulares
y empiezan a percibir vínculos entre los eventos, sus sentimientos, y sus conductas
(Greenberg y cols., 1994).
Una vez que un ambiente seguro de trabajo ha sido establecido y los clientes están claros
acerca de la tarea general de la terapia experiencial y han desarrollado un foco de
indagación para ayudar a explorar sus dificultades, las intervenciones activas se
implementan más frecuentemente. Durante esta fase, los terapeutas escuchan activamente
las declaraciones de los clientes que sirven como indicadores que señalan que están
luchando con problemas específicos en diferentes puntos de la sesión. Por ejemplo, los
terapeutas pueden notar que los clientes están siendo auto-críticos, expresando persistentes
malos sentimientos acerca de otros significativos, o más generalmente cuestionando su
conducta en situaciones específicas. Después de confirmar su entendimiento de lucha de los
clientes, el terapeuta les sugiere a éstos comprometerse en intervenciones terapéuticas
específicas designadas para facilitar la resolución del problema específico que está
preocupando actualmente (Greenberg y cols., 1994; Rice & Greenberg, 1984).
Hay dos objetivos primarios en esta etapa. Lo primero es desarrollar un foco de indagación
para ayudar a los clientes a explorar problemas cognitivos-afectivos específicos que están
interfiriendo con su funcionamiento actual. El segundo objetivo es elevar el arousal
emocional para promover el acceso a, y la expresión emocional de su experiencia interna
durante la sesión. Esto es perseguido, en conjunto con el objetivo de la primera fase de
tratamiento, mantener y profundizar los sentimientos de confianza (Greenberg y cols.,
1994; Watson & Rennie, 1994). Los sentimientos de confianza y seguridad necesitan
desarrollarse tanto interpersonalmente, entre los clientes y los terapeutas, como intra-
personalmente, dentro de los clientes, si ellos han de comprometer exitosamente en las
tareas durante esta fase.
Para los clientes para los cuales las terapias de larga duración son más apropiadas, dos
distintos focos de trabajo tienden a emerger, una en la cual la relación se vuelve una
preocupación central, y la otra en la que los clientes son focalizados internamente,
persiguiendo su propia senda interna y resolviendo problemas específicos en otros
dominios con la ayuda de las intervenciones de tareas específicas (Rennie, 1993; Watson &
Greenberg, 1994). Consecuentemente, durante la fase media de la terapia, puede haber
rupturas en la alianza de trabajo respecto de la implementación de intervenciones activas
así como también de asuntos relacionales más generales. La naturaleza de las dificultades
que pueden emerger durante la fase media de la terapia, que se relacionan o bien con las
tareas o con el vínculo terapéutico, son en parte determinadas por la relativa duración de la
terapia y los asuntos específicos con los cuales el cliente está lidiando.
Las rupturas respecto de las dificultades relacionadas con las tareas durante esta fase
pueden consistir en los clientes rehusándose a comprometerse en ciertas actividades. Esto
puede ocurrir por una serie de razones. Primero, los clientes pueden estar inseguros de
experienciar sus sentimientos en la sesión, por ejemplo, cuando se les pide que imaginen a
un otro significativo. Segundo, los clientes pueden estar asustados de perder el control en la
sesión o pueden tener una sensación de que el proceso es demasiado rápido o abrumador.
Tercero, los clientes pueden estar reacios de comprometerse en las tareas porque ellos no
las perciben como relevantes para sus metas, tales como construir la escena donde ellos
experimentan sus reacciones problemáticas usando un lenguaje concreto y vivido; o, ellos
pueden encontrar que las actividades requeridas en ciertas de ciertas tareas son muy
artificiales y planificadas, y sentirse tontos realizándolas, por ejemplo, cuando se les pide
hablar hacia una silla vacía.
Las rupturas de la relación terapéutica que emergen durante la fase media a menudo
reflejan un quiebre en la confianza y la colaboración. Algunos clientes pueden ser sensibles
a las diferencias de poder en la situación terapéutica, por ejemplo, algunos hombres que
tienen problemas con mujeres en posiciones de autoridad y poder, pueden tener dificultades
para trabajar con terapeutas mujeres. Alternativamente, clientes viejos pueden ver a los
terapeutas jóvenes como demasiado inexpertos, y otros clientes pueden sentir que sus
terapeutas los están frustrando deliberadamente y rehusándose a responder a sus
particulares y dificultosas situaciones de vida y necesidades. Por ejemplo, un cliente se
quejó que su terapeuta era como un gobernante de la monarquía y él, el cliente, un súbdito
más bajo, por quien el terapeuta solo simulaba preocupación. Otra cliente reprochó a su
terapeuta por ser despreocupado. Ella sentía que dejaría de existir en cualquier momento
que dejara la oficina del terapeuta y que ella no tenía ninguna importancia dentro de su
esquema de cosas. Consecuentemente, ella estaba reacia a hablar de ella misma para no
aumentar su sensación de abandono.
En algunos casos, las rupturas en la alianza son claras, cuando los clientes se rehúsan a
comprometerse en las tareas. Sin embargo, las rupturas no son siempre inmediatamente
evidentes para los terapeutas. Numerosos investigadores han observado que las rupturas en
la alianza a menudo son procesos encubiertos dentro de los clientes, de los cuales el
terapeuta está inconciente y acerca de los cuales los clientes no hablan libremente (Rennie,
1993; Rhodes, Hill, Thompson & Elliot, 1994; Watson & Rennie, 1994). A veces, cuando
la alianza está rota, a menudo los clientes defieren de los requerimientos del terapeuta.
Por ejemplo, en un estudio en los cuales los clientes estaban explorando reacciones
problemáticas, todos ellos reportaron en una entrevista después de sus sesiones que
mientras realizaban la tarea, ellos habían cuestionado silenciosamente los requerimientos de
sus terapeutas de pintar un dibujo de la escena en la cuales ellos experimentaban sus
reacción. Aquellos que subsecuentemente vieron la intervención como productiva y como
proveyendo a la sesión con velocidad y dirección, la juzgaron como valiosa. Esto tuvo un
impacto positivo en sus alianzas con sus terapeutas, y ellos fueron capaces de
comprometerse en su exploración más productivamente que aquellos clientes que
continuaron sintiéndose confundidos e internamente resistentes, pero lo que no sorprende,
es que este último grupo falló en resolver sus reacciones problemáticas (Watson &
Greenberg, 1994; Watson & Rennie, 1994).
Los terapeutas experienciales necesitan mostrar una elevada sensibilidad y estar altamente
sintonizados a posibles rupturas cuando implementan las tareas y ser más directivos del
proceso terapéutico. Cuando ellos perciben disarmonías o posibles rupturas en la alianza,
ellos tienen una serie de cursos alternativos de acción. Primero, ellos deben volverse más
empáticos y respondientes hacia sus clientes, enlenteciendo o interrumpiendo las
intervenciones activas y usar reflejos en lugar de ellas. Los clientes deben ser animados a
hablar acerca de su reticencia y a darle voz a sus preocupaciones de modo que sus
terapeutas puedan tener un mejor entendimiento de sus metas y necesidades en diferentes
puntos de la sesión. Los miedos y preocupaciones de los clientes son reconocidos como
legítimos y vistos como proveyendo a ambos participantes información acerca de las
experiencias de los clientes en la terapia y sus maneras de experienciar en general. Los
terapeutas experienciales están preocupados de reducir la sensación de amenaza o
vulnerabilidad de los clientes en la sesión. Al responder empáticamente a las
preocupaciones de los dientes, los terapeutas pueden romper la sensación de aislamiento, a
diferencia de otros en su ambiente. Además, la reducción en la ansiedad interpersonal que
sigue de ser entendido y validado por otro lleva a la habilidad de tolerar un gran monto de
ansiedad intrapersonal.
La validación y el reconocimiento de los terapeutas hacia las preocupaciones de sus clientes
es importante en términos de la tarea general de la terapia experiencial, esto es, que los
clientes atiendan y usen su propia experiencia subjetiva como una fuente vital de
información acerca de su ambiente. Más aún, es importante en términos de mantener un
ambiente de trabajo seguro y de establecer confianza interpersonal e intrapersonal. Al
representar sus preocupaciones simbólicamente en palabras, los clientes usan sus
experiencias internas como dato, y hacen sus miedos concretos y conocidos, lo cual tiene el
efecto tanto de contenerlos como de exponerlos para una examinación y reevaluación más
profunda. Las condiciones de seguridad se potencian y mantienen si los clientes perciben a
sus terapeutas como dispuestos y capaces de ver sus preocupaciones como legítimas.
Un segundo paso correctivo que los terapeutas experienciales realizan es indagar si hay
algo en su propia conducta o interacciones con sus clientes que pueda contribuir a que los
clientes se sientan reacios o incómodos durante la sesión. Por ejemplo, una cliente que se
había comprometido con dificultad en la tarea terapéutica al comienzo de la terapia reportó
sentirse presionada al principio en una de sus sesiones. Su terapeuta indagó si había algo
que ella estuviera haciendo que hiciera que la cliente se sintiera así.
Terapeuta: Te sientes presionada… ¿Como si tuvieras que actuar de alguna manera aquí?
Me pregunto si hay algo que yo esté haciendo que contribuya a esos sentimientos.
Cliente: No, a menudo me siento así justo antes de empezar. Tengo que hacerme el tiempo
para estar aquí así que no quiero perderlo.
Es especialmente importante para los terapeutas ser comprensivos y respetuosos cuando los
clientes les reprochen por fallas que ellos perciben, por ejemplo, estar insensibles o
indispuestos. Cuando los clientes develan sus descontento, enojo, y frustración, los
terapeutas experienciales intentan estar completamente presentes y reconocer los
sentimientos de sus clientes hacia ellos. Al mismo tiempo, ellos deben reafirmar sus límites
en términos de los que ellos pueden hacer por sus clientes. Sin embargo, como expertos en
sus propias experiencias y en el interés de promocionar su crecimiento y autonomía, los
sentimientos de los clientes de sentirse malentendidos o confundidos en tareas particulares
son reconocidos como genuinos. Los puntos de vistas de los clientes tienen supremacía
dentro de la relación, con los terapeutas experienciales intentando diluir y aminorar
cualquier desequilibrio de poder, así como también tratando de ser muy cuidadosos al no
criticar a sus clientes por su reticencia a colaborar. Esto es posible, en parte, porque los
terapeutas experienciales no tienen un interés particular en ningún punto de vista, o
solución para sus clientes.
Si los clientes sienten que sus terapeutas han actuado de maneras que han exacerbado sus
sentimientos de miedo y reticencia, pueden ser exploradas alternativas para hacerlos sentir
más confortables. A menudo, sencillamente estar disponible a compartir los propios
sentimientos de distrés, entenderlos y reconocerlos puede aminorarlos, haciendo
innecesarios remedios más concretos. Al lidiar honestamente con la relación en el aquí y el
ahora, y al reconocer su propia contribución a los quiebres de la alianza, los terapeutas
experienciales facilitan ampliamente a que sus clientes encuentren su propia voz y que se
sientan respetados y valorizados.
La tercera forma en que los terapeutas experienciales lidian con rupturas en la alianza
durante la fase media de la terapia es implementar intervenciones de tareas para los miedos
y las preocupaciones de los clientes. De esta manera el terapeuta ayuda a los clientes a
expresar sus miedos y a confrontar cualquier dificultad que ellos estén experimentando en
la sesión. Por lo tanto, si el cliente reporta que se está quedando en blanco en un punto
difícil de la sesión, su terapeuta le puede pedir que permanezcan con el estar en blanco,
para focalizarlo, y para hablar desde ese estado a fin de obtener un mejor sentido de lo que
le está pasando. Al focalizar al cliente sobre su sensación de estar en blanco durante la
sesión, el terapeuta le demuestra que él está en control del proceso, así como también la
utilidad de estar en contacto con su experiencia interna. Esto provee al cliente con un
insight adicional sobre sus propios procesos internos, respuestas y conductas en varias
situaciones.
La cuarta forma en que los terapeutas experienciales usan para asegurar la colaboración de
sus clientes es por medio de la meta-comunicación acerca de las técnicas y metas de la
terapia. Si los terapeutas explican el propósito de las intervenciones especificas y cómo
éstas pueden potenciar el proceso de los clientes en la sesión, ellos pueden estar más
dispuestos a proceder. Más aún, los terapeutas le aseguran a los clientes que ellos son libres
de detener el proceso en cualquier momento, y que ellos permanecen siendo los mejores
jueces de lo que es tolerable para ellos para soporten en la sesión. Esto sitúa el locus de
control en los clientes, permitiéndoles sentirse más confiados en que el proceso no está
saliéndose fuera de control con ellos en el asiento de pasajeros.
Caso de Ilustración.
La cliente presentaba dos posturas muy diferentes en el tratamiento. Una postura era
sumamente racional, analítica y demandante. Mientras que la otra era infantil, emocional y
atormentada. Ella despreciaba sus emociones considerándolas disruptivas. Uno de los
principales temas que emergió durante la terapia fue que ella tenía dificultades para ser
asertiva en sus relaciones interpersonales más cercanas y con personas de autoridad.
También encontraba que se estaba volviendo severamente depresiva, muy frecuentemente,
y sin razón aparente.
En la quinta sesión, después que la cliente dice que estaba ambivalente acerca de asistir a la
sesión, el terapeuta adopta una forma empática y reflectiva de reconocer los sentimientos de
la cliente, y luego sugiere que ellos se comprometan en la tarea de las dos sillas para
comprender y representar la ambivalencia de la cliente acerca de estar en terapia más
profundamente involucrada. La cliente expresa su incomodidad al comienzo de la sesión.
Cliente: Oh, no quiero. Sólo quiero levantarme e irme a algún otro lugar ahora mismo. Me
siento realmente en conflicto.
Terapeuta: Puedes separar las dos partes, la parte que quiere estar aquí y la que quiere salir
arrancando. ¿Puede el lado agitado decirle al lado que quiere estar aquí qué es lo que le está
agitando?
La cliente ha articulado que ella está dividida entre comprometerse en la terapia y detener
el proceso. El terapeuta sugiere que se comprometan en un diálogo de las dos sillas para
desarrollar y entender los dos lados del conflicto más profundamente.
Cliente (silla 1): Esto va a cambiar las cosas y tú no vas a ser la misma. Tengo como
manejarlo de la manera en que las cosas están ahora pero no se si lo podré manejar de la
manera en que las cosas serán después de esto.
Terapeuta: Así que tienes miedo del cambio. ¿Puedes decirle a ella algunas de las cosas que
te asustan?
Cliente (silla 1): He estado trabajando para lidiar con todo esto, y ahora tengo miedo de que
vaya a desaparecer.
Terapeuta: Ven aquí… (A la silla 2). ¿Qué pasa cuando la oyes decir a ella que está
asustada…que resultará destruida destruida?
Cliente (silla 2): Bueno, pienso que lo está, y yo estoy asustada de eso también, y lo
lamento.
Terapeuta: Así que lo lamentas, también. (A la silla 1) ¿Qué es lo que sientes cuando ella
expresa tristeza de que tu desaparezcas?
Cliente (silla 1): No siento rabia, más bien molesta y resignada. Ella va a hacerlo de todos
modos.
El terapeuta anima a la cliente a chequear sus reacciones internas a las diferentes partes del
diálogo para determinar sus necesidades y el impacto de sus diversas declaraciones.
Terapeuta (a la silla 2): ¿Qué pasa cuando oyes este lado diciendo ‘me siento atrapada e
incapaz de controlarte?
Cliente (silla 2): (Solloza) Se que es eso lo que estoy haciendo, pero algo saldrá. No voy a
destruirlo todo por completo. Desearía que ella no estuviera tan asustada de eso.
Terapeuta (a la silla 1): ¿Qué pasa cuando le oyes decir que algo saldrá?
Terapeuta (a la silla 1): ¿Qué necesitas de ella mientras ella hace esto?
Cliente (silla 1): Necesito saber que esto valdrá la pena y que ella mantendrá algunas cosas,
como mis ideas.
Terapeuta: Así como tu visión… tu intelecto. Cambio a la otra silla… (A la silla 2) ¿Qué
pasa cuando tu oyes decir ‘salva a estas partes de mi y cuídalas’?
Cliente (silla 2): No se que decir, pero trataré… Son importantes para mí también.
Terapeuta: Así que tu valoras esos aspectos también. (A la silla 1) ¿Qué pasa cuando le
oyes decir eso?
Cliente (silla 1): Me siento más calmada... También la separación está desapareciendo un
poco.
Siendo despreciativa de sus emociones cuando ella empezó la terapia, al término ella había
integrado estos dos aspectos en conflicto de su personalidad dentro de un todo más
funcionante. Después de esta sesión, la cliente fue capaz de comprometerse en al terapia
más fácilmente y examinar su depresión más detenidamente. Subsecuentemente, ella fue
capaz de identificar los antecedentes de su depresión y de determinar maneras alternativas
de ser en ciertas situaciones para apropiarse sus síntomas depresivos.
Conclusión.
A fin de que los clientes se comprometan en las tareas de la terapia, ellos tienen que
sentirse seguros tanto interpersonalmente, en la presencia de sus terapeutas, así como
también dentro de ellos, como se ha ejemplificado con la cliente descrita aquí. Una meta
importante es lograr que los clientes recuperen su fortaleza y se vuelvan más empoderados
durante las sesiones de modo que ellos puedan efectuar los cambios necesarios para
resolver sus dificultades por las cuales ellos buscaron tratamiento, con los terapeutas
actuando como aliados y guías para facilitar los procesos efectivos de los clientes durante
las sesiones.
Para alcanzar estas metas, los terapeutas experienciales no intentan localizar las rupturas en
la alianza históricamente como una función de las relaciones tempranas de lo clientes. En
lugar de eso, las rupturas son vistas como reflejos certeros de lo que está ocurriendo en el
aquí y el ahora entre los participantes. Los terapeutas experienciales intentan ser
óptimamente sensibles todo el tiempo y especialmente cuando detectan rupturas en la
alianza. En estos momentos, ellos buscan entender cómo ellos pueden haber contribuido a
que los clientes se sintieran perturbados o reticencias durante la sesión. Ellos también
pueden emplear la meta-comunicación para explicar y revelar sus intenciones y metas, para
determinar si ella encajan con las metas y las intenciones de los clientes, y para negociar un
entendimiento compartido. Finalmente, ellos implementan tareas específicas designadas
para reparar los quiebres y las rupturas en la alianza en puntos específicos de la terapia.
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[1] Nota del Traductor: El Despliegue Evocador Sistemático es una técnica que se utiliza
para esclarecer las reacciones problemáticas de los clientes en situaciones concretas. Con
ella se busca, a través de la visualización paso a paso de la situación particular, identificar
los activadores emocionales que han provocado la reacción problemática, así como también
las implicaciones de significado relevantes para el sí mismo en dicha situación (Greenberg,
Rice & Elliot, 1993). Cabe señalar, para los lectores no relacionados con la terapia
experiencial, que las posibilidades del Despliegue Evocador Sistemático guardan cierta
similitud con la técnica de la Moviola propuesta en la Terapia Procesal Sistémica Post-
Racionalista de Vittorio Guidano (1994).
Traducción: Luis Robles Campos (2009).
Psicólogo, Universidad de Tarapacá, Arica – Chile.
Fousing Trainer acreditado, Focusing Institute, New York.
luisrobles1977@gmail.com
CONSULTA PARTICULAR
PSICOTERAPIA CENTRADA EN LA PERSONA/EXPERIENCIAL
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