INTRODUCCION
Señor Jesús, me presento ante ti sabiendo que me llamas y que me amas tal como soy.
"Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo
de Dios" Jn. 6,69
Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la última cena y continúa
como comunión y donación de todo lo que eres.
Aumenta mi FE. Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos envías, quiero llegar al
Padre para decirle mi SÍ unido al tuyo. Contigo ya puedo decir: Padre nuestro.
Con esta FE ayúdame a iluminar las distintas situaciones de mi vida personal, familiar,
comunitaria.
Vos sos mi ESPERANZA, mediador, hermano y amigo. Mi corazón se llena de gozo y de
esperanza al saber que vives "siempre intercediendo por nosotros" Heb. 7,25
Quiero sentir y valorar las cosas como vos. Porque vos sos el centro, el principio y el fin
de todo. Apoyado en esta ESPERANZA, quiero vivir y transmitir al mundo los valores
evangélicos que tú me enseñaste.
Quiero AMAR COMO VOS, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres. Quisiera
decir como San Pablo: "Mi vida es Cristo". Flp. 1,21. Mi vida no tiene sentido sin ti.
CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, quiero adorarte con una actitud sencilla de
presencia, silencio y espera, que quiere ser también respuesta a tus palabras: "Quédense
aquí, velando conmigo" Mt. 26,38
Vos superás la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso
quiero aprender a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un
silencio de amigo.
El Espíritu Santo que infundiste en mi corazón se traduce en actitud agradecida y sencilla,
y en el gesto filial de quien se alegra con tu sola presencia, tu amor y tu palabra.
En mis noches oscuras, siento tu presencia; muchas veces sin experimentar la
consolación en mi corazón, pero consciente de que tu amor no es una sensación, sino
que es certeza de saberte presente en mi caminar.
Me diste a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón.
Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Mamá.
Ayúdame a ser parte de tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu
Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos, sobre todo en mi
comunidad y familia.
Amén.
INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO
Cuando buscamos la soledad y nos encontramos con nosotros mismos sólo estamos
escarbando en el vacío. Porque nuestra interioridad sólo tiene vida y hermosura si allí
está presente el Espíritu Santo, y si nos dejamos cambiar por él.
Sin esa luz del Espíritu Santo, terminamos confundiendo a Dios con nuestros
pensamientos, con nuestras confusiones, con nuestros sentimientos tan cambiantes. Y
Dios es mucho más que todo eso, mucho más.
Si queremos ser verdaderamente profundos, busquemos al Espíritu Santo.
MOMENTO DE PERDON
Ya más calmo y sereno por la presencia del Espíritu Santo en el corazón, es bueno pedir
al Señor perdón por mis ofensas y reflexionar sobre mi actitud con quienes me ofenden.
¿Sé perdonar de corazón a mis hermanos? Cuando ofendo a alguien, ¿me disculpo tan
rápido como quisiera que se disculpen conmigo?
En el Padrenuestro Jesús nos enseñó a decir “perdona nuestras ofensas, como nosotros
perdonamos a los que nos han ofendido” Mt. 6,12.
Entonces, ¿soy merecedor del perdón de Jesús?
Cuanto más misericordioso es el Señor. Él siempre está dispuesto a darnos una nueva
oportunidad. Él es “lento para la ira y grande en misericordia” Sal. 103, 8.
Por eso quiero pedirte Jesús que respondas a mi corazón tal como lo hiciste con Pedro.
“Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.
Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus
siervos.
Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.
A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que
tenía, para que se le pagase la deuda.
Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y
yo te lo pagaré todo.
El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y
asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes.
Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia
conmigo, y yo te lo pagaré todo.
Mas él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su
señor todo lo que había pasado.
Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné,
porque me rogaste.
¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de
ti?
Entonces su señor, enojado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le
debía.
Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada
uno a su hermano sus ofensas”. Mt 18, 21-35
Señor, te pido perdón por las veces en que actúe como ese servidor despiadado. Ten
compasión de mí y enséñame a perdonar sinceramente a mi prójimo.