El 20 de junio de 2002, se da una gran movilización convocada por la FTV y la CCC que marchó a
Plaza de Mayo, en reclamo de trabajo y cambio de rumbo económico. Convergieron piqueteros,
ahorristas y asambleístas.
El jefe de gabinete Alfredo Atanasof cuestionó la legitimidad de los cortes y subrayó la tensión
entre los problemas de los que protestaban y el derecho a circular del resto de la población. Las
organizaciones que agrupaba el Bloque Piquetero Nacional definieron un plan de acción ambicioso
y desafiante para el 26: “Corte de rutas de todo el país, toda la movilidad, todo para recuperar la
dignidad, por el laburo, por cooperativas, por emprendimientos, por fábricas recuperadas”. El
bloqueo a la capital afectaría todos los accesos a la ciudad.
Las autoridades abandonaron el discurso “de tolerancia” y destacaban la importancia del derecho
a circular.
Existían divergencias al interior del gobierno y del Partido Justicialista. La posición tolerante
respecto de la protesta social se erigía, al menos discursivamente, como alternativa a la violencia
extrema desplegada por el gobierno de De la Rúa. En el gobierno había dos líneas: halcones y
palomas. Dado que “las palomas” fueron el grupo triunfante en esta disputa, los relatos que
circulan presentan versiones de quienes quieren manifestar que estuvieron con la represión.
Duhalde buscaba comprometer el apoyo de los gobernadores. Por otro lado, el secretario de
Seguridad Interior, Álvarez, fue increpado por su supuesta pasividad por algunos gobernadores.
Sectores de los cuales participaba el ministro de Defensa Horacio Jaunarena y el jefe del ejercito
Brinzoni, sostenían la idea de no permanecer en una posición de pasividad frente a la protesta
social. Había dentro de las altas esferas del gobierno de Duhalde, diferencias respecto a cómo
responder ante la protesta social.
Desde el sector halcón, la ministra de Trabajo Graciela Camaño, criticó el anuncio de realización
de nuevos piquetes en Capital y alrededores. Por su parte Álvarez estaba a favor del “derecho
ciudadano a reunirse y manifestarse públicamente, incluyendo el derecho a la protesta social
pacífica”. Impulsó el criterio de no criminalizar la protesta social. Verbitsky atribuía a Álvarez, ser
el funcionario que pugnaba para que la peor crisis económica y social de la historia no
desemboque en una gran tragedia.
Cafiero, Ministro de Seguridad, expresó que “algunos funcionarios y ministros del gabinete
echaban nafta y señalo al jefe de gabinete Atanasof.
Los términos “halcones y palomas” se refieren a posiciones políticas más o menos proclives a
ejercer abiertamente la violencia. La noción de “identidades relacionales” de Evans-Pritchard
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(1997), nos permite pensar las posiciones respecto de la protesta social como construcciones
contrastativas, antes que como programas de acción esencialmente violentos o no violentos.
Esta teoría relacional identifica a los grupos políticos como identidades contrastativas y a sus
valores como relativos. Se ven sociedades segmentadas en grupos, cuyas identidades y
pertenencias se definen según el enfrentamiento u oposición resptecto de los otros.
Tras la represión del 26 de junio de 2002, el esquema de intervención policial en las protestas
que se consolidó y que fue el modelo del gobierno de Nestor Kirchner, fue denominado “disuasión
sin violencia”. Había despliegue de agentes y ostentación de recursos orientada a imponer la
autoridad y a evitar el choque frontal.
Los piquetes anunciaron acciones de protesta para el 26 de junio. El gobierno insistía en que no se
permitiría el corte y las organizaciones que cortarían igual. Los halcones sostenían que los cortes
del 26 significaban un serio riesgo para la gobernabilidad y la continuidad de la gestión interina de
Duhalde. En el gabinete argumentaban que el gobierno no soportaría el costo de una represión
para desalojar la Plaza y un eventual acampe resultaría muy desgastante para su ya limitada
legitimidad. Querían apelas a la “Ley de Defensa de la Democracia” que habilitaba el
procesamiento de referentes sociales por delitos graves y la eventual participación de las fuerzas
armadas en alguna intervención. La Secretaría de Inteligencia elaboró un informe que circuló por
el gabinete y fue clave para que el gobierno se inclinara por la posición halcones.
Las organizaciones piqueteras pretendían cortar los accesos a la Capital, para aislarla y lograr de
este modo un paro general en Capital. Y dentro de este esquema Puente Puerredon era el
epicentro.
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Las decisiones logísticas para la movilización del 26 implicaron discusiones al interior de las
organizaciones, especialmente respecto de quiénes debían movilizarse y con qué estrategias de
seguridad.
Frente a la expectativa de enfrentar una represión, una de las decisiones era movilizar solamente
“el aparato de seguridad” o apostar por la seguridad que aportan la masividad y la visibilidad.
Aunque algunas columnas limitaron su participación a los jóvenes, la apuesta general fue por la
masividad. La movilización incluyó viejos, doñas y críos.
El “Plan A” del Bloque Nacional Piquetero implicaba cortar las vías de acceso sur al puente. Subir
por los distintos brazos del puente obligando a la policía a dividir sus fuerzas. El “Plan B” implicaba
que se conformarían con bajar y cumplir el objetivo de bloquear los accesos a la Capital desde
abajo.
La represión del 26 de junio de 2002, conocida como “La Masacre de Avellaneda” fue reconstruida
durante el juicio oral de 2005-2006.
A las 11:45 la columna Verón había ocupado la bajada del Puente Pueyrredón y el tránsito ya no
podía avanzar.
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La otra columna encabezada por el Bloque Piquetero, avanzó desde Plaza Alsina hasta el puente
por la avenida Mitre. Ante la escasa resistencia policial para unirse con la columna Verón, el
Bloque Piquetero avanzó contra la policía.
La disposición de la policía evidencia que el objetivo del operativo no era solo impedir que se
cortara el puente.
Cuando los piqueteros avanzaron, la policía encabezada por el comisario Fanchiotti comenzó la
represión: golpes , avance de Infantería, gases y disparos. Dos grupos de policía atacaron a los
manifestantes con municiones de plomo por la Avenida Pavón. Sobre estas calles cayeron los
primeros heridos por balas de plomo. En este momento ya se habían reposicionado las líneas de
las fuerzas de seguridad y avanzaban hacia los piqueteros. Maximiliano Kosteki recibió una herida
en el pecho, que le causó la muerte unos minutos después en la estación Avellaneda. Los disparos
de munición de plomo causaron también numerosos y graves heridos.
La represión siguió muy lejos del puente y llegó hasta Plaza Alsina donde también hubo heridos
de bala. La formación de Infantería continuaba su avance ordenado y violento por Pavón. Algunos
manifestantes intentaron refugiarse en la Estación Avellaneda. Kosteki llegó con vida hasta la
estación ayudado por compañeros. Lo recostaron en el suelo para pedir asistencia médica porque
estaba muy débil. Se escucharon disparos dentro de la estación, y Darío Santillán, referente de la
Verón que se encontraba organizando el repliegue indicó a sus compañeros que abandonaran a
Kosteki. Santillán y otro joven permanecieron con Kosteki.
El joven que estaba junto a Santillán huyó con los tiros y gritos de la policía. Santillán se mantuvo
junto a Kosteki hasta que uno de los policías con su escopeta en alto se le acercó casi a un metro.
En ese momento se paró para huir y apenas estuvo de pie y dio dos pasos, recibió un impacto de
perdigones de plomo en su baja espalda a cortísima distancia.
Santillán calló lentamente herido sobre el piso. Los policías lo insultaron y lo patearon. Lo
arrastraron a la vereda. Otros policías acomodaban los rastros que habían dejado y levantaban los
cartuchos de sus disparos.
Cuando los homicidios se conocieron en los medios, el gobierno insistió con la versión de la
posible acción subversiva. Duhalde respaldó la versión falaz de los hechos trazada por los
halcones de su gobierno.
Fanchiotti afirmó que había encontrado a los manifestantes muertos al ingresar a la Estación. Ese
día la versión oficial reunió el discurso de halcones y palomas que inculparon a los piqueteros por
las muertes. Álvarez incluso dijo que los manifestantes tenían armas de fuego.
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Diferentes periodistas recuerdan haber recibido en las redacciones llamados de funcionarios de
gobierno y voceros de prensa que relataban la versión sobre la violencia letal piquetera.