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Teorías de Valor

Debate Juan Ramón Rallo vs. Diego Guerrero


Contenido
Utilidad marginal ................................................................................................................................. 7
Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (I): La subjetividad ..................................................... 7
Subjetividad ................................................................................................................................. 7
Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (II): La superfluidad ................................................. 13
Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (III): Inconsistencia lógica ........................................ 18
Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (y IV): El alcance limitado ........................................ 23
Valor Trabajo ..................................................................................................................................... 26
Valor Trabajo, réplica a Diego Guerrero (I): Pasos uno y dos ....................................................... 26
Igualdad en el intercambio y en el mercado ............................................................................. 26
Los coeficientes ......................................................................................................................... 28
Diego Guerrero se defiende .............................................................................................................. 31
Respuesta a 47 objeciones de Diego Guerrero ............................................................................. 34
1) “Lo cierto es que, realmente, la utilidad no se deriva del consumo, sino la consecución de
los fines del actor”..................................................................................................................... 34
2) “Las ‘acciones’ de estas personas [se refiere a las austeras] no les son útiles en absoluto
(pues no se dirigen a consumir, sino a alcanzar fines distintos del consumo) y la pregunta
pertinente será, pues, ¿por qué actúan? .................................................................................. 34
3) “Es un "hecho" objetivo que el valor es subjetivo” .............................................................. 34
4) “El problema es que el valor NO es mensurable” ................................................................. 35
5) “Partiendo del error de la necesidad de medición, Guerrero continúa…” ........................... 35
6) “El valor se otorga en función del valor "esperado", es siempre "ex ante"; no se
experimenta nada, sino que se espera experimentar” ............................................................. 36
7) “Imaginemos un stock de cinco unidades… Cuando consuma una de ellas, el stock se
reducirá en una unidad y, por tanto, el valor marginal aumentará” ........................................ 36
8) “el sujeto no necesita cuantificar su placer. Lo único que requiere es ser capaz de
discriminar cuáles son los fines prioritarios para modular su acción en consecuencia. No
necesita ni constancia ni un patrón de medición. Basta con que su acción sea, en todo
momento, la mejor, la más adecuada” ..................................................................................... 37
9) “Aunque no pueda cuantificarlo, sé que me gusta más la carne que el pescado. ¿Cuánto
más? Lo ignoro, pero ello no imposibilita mi conocimiento acerca de mis preferencias.” ...... 38
10) “Yo doy cinco euros por un libro porque considero que el valor del libro es superior al de
los cinco euros. No doy cinco euros porque considere que el valor del libro son "cinco euros";
en ese caso, ¿para qué efectuar el intercambio?” .................................................................... 39

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11) “se adquirirán unidades mientras el valor del fin adicional conseguido a través de una
nueva unidad sea mayor que el valor del fin marginal al que se renuncia” ............................. 39
12) “Los empresarios que puedan pagar mayores rentas (por esperar percibir un mayor
precio) y ACIERTEN, serán los que triunfarán en el mercado. Ésa es la competencia típica del
proceso de mercado” ................................................................................................................ 40
13) “Repetimos: sólo es necesario conocer la jerarquía de nuestros fines, algo que el actor
conoce en cada instante perfectamente” ................................................................................. 40
14) “Como hemos explicado, el proceso de mercado opera de otra forma; pagan a los
factores sus productividades marginales descontadas sobre las ventas de los productos a un
precio anticipado” ..................................................................................................................... 40
15) “Si yo elijo A a B es porque prefiero A a B, ¿y qué significa preferir? Que A me proporciona
mayor utilidad que B” ............................................................................................................... 41
16) “La curva de demanda es siempre decreciente, no por preferencias reveladas concretas,
sino por la utilidad marginal decreciente” ................................................................................ 41
17) “Lo único que realmente necesitamos saber para todo ello [es decir, para determinar la
curva de demanda] es lo siguiente: a) el valor es la significación de un fin, b) la unidades
iguales de un mismo medio permiten conseguir fines de una menor importancia
(ordinalismo), c) por tanto, los medios adicionales, al estar afectos a fines menos
importantes, tendrán un valor decreciente (utilidad marginal decreciente).”......................... 42
18) "Sin utilidad marginal la demanda de agua y alimento serían infinitas" ............................ 42
19) “Guerrero confunde los términos. Su descripción no explica por qué la demanda tiene
pendiente negativa, sino el denominado efecto renta. En pocas palabras, el efecto renta viene
a decir que toda rebaja del precio de un bien ocasionará una expansión de la demanda con
cargo al nuevo poder adquisitivo. Esto es, si el precio baja de 100 a 50, me ahorro 50 euros
que ahora puedo gastar y antes no........................................................................................... 43
Sin embargo, el efecto renta presupone las curvas de demanda con pendiente negativa, no
las explica.”................................................................................................................................ 43
20) “Imaginemos un señor cuyo sueño vital es viajar a la luna, sin embargo no tiene suficiente
dinero para ello aunque renuncie a todos los placeres de la vida actual. Sin embargo,
imaginemos que se produce un descenso en el precio de todas las mercancías, de manera
que, al final, renunciando a casi todos sus bienes, puede viajar a la luna. Ello no iría en contra
de la ley de la demanda; el hecho de que bajara el precio de todo y disminuyera su cantidad
demanda sería perfectamente lógico.”..................................................................................... 44
21) “Imaginemos que un señor compra un bien "a causa de su elevado precio". La ley de la
demanda y la utilidad marginal no dejan de aplicarse por el hecho de que, al caer el precio, el
señor deje de comprar ese bien; y es que la causa que fundamentaba su adquisición ha
desaparecido. Aunque físicamente es el mismo bien, en la apreciación subjetiva del individuo
no (no sirve al fin, por ejemplo, de fardar ante sus amigos de poder adquisitivo).” ................ 44

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22) “si los bienes Giffen refutaran la ley de la demanda, como hemos dicho, su demanda
debería aumentar conforme su precio sube, lo cual es simplemente absurdo” ...................... 45
23) “sin utilidad marginal decreciente, la demanda de los bienes con una elevada utilidad
sería infinita” ............................................................................................................................. 45
24) “Al final, negar la utilidad marginal decreciente es equivalente a negar la existencia de
fines en la acción humana. Si existen fines estos tendrán que ordenarse de mayor a menor
importancia para el sujeto, habida cuenta de la escasez de medios y tiempo. Por tanto, si
negamos esa jerarquía estamos señalando que todos los fines son igualmente relevantes
(esto es, igualmente irrevelantes) y que la acción humana no es teleológica, sino aleatoria,
reactiva o dirigida.” ................................................................................................................... 45
25) “Pero claro, si la revolución marginalista hubiera ocurrido un poco antes, el marxismo ni
hubiera nacido” ......................................................................................................................... 47
26) “En otras palabras, cuando yo adquiero una unidad adicional, el valor de todas las
restantes unidades disminuye. ¿Por qué? Sencillamente porque las unidades son
intercambiables y, por tanto, ya no hay última unidad, sino un stock de unidades que
permiten satisfacer hasta determinado fin (fin marginal). Por ejemplo, si yo tengo cuatro
sacos de cereales y el último lo dedico a alimentar a los cerdos, el valor de un saco de
cereales es el de alimentar a los cerdos. Si adquiero un nuevo saco para darlo a los más
necesitados, el valor de un saco -de cualquier saco- pasa a ser el de alimentar a los pobres.
Todo ello aunque yo imprima en cada saco una etiqueta diciendo "Destinado al consumo
humano", "Destinado a alimentar a los cerdos", etc... Y es que, si me roban el saco destinado
a alimentar a mi familia, no por ello moriré de hambre, simplemente dejaré de ser caritativo
con los pobres.”......................................................................................................................... 47
27) “Lo importante es el valor que influye y determina la acción, no la satisfacción
experimentada una vez se haya actuado” ................................................................................ 47
28) “Tenemos tres modalidades de formación de los precios en una economía libre.
Negociación inter partes, el comprador fija el precio, el vendedor fija el precio. En la
negociación inter partes, comprador y vendedor negocian un precio para el intercambio.
Obviamente, este precio se situará entre el valor del fin inmediatamente anterior al que
satisface el bien en cuestión para el comprador (de manera que si el precio se fija en una
cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de mayor valor obligaría al comprador a
declinar la oferta) y el valor del fin inmediatamente superior al que satisface el bien en
cuestión para el vendedor(de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que
sirva para conseguir fines de menor valor obligaría al vendedor a declinar su oferta).” ......... 48
29) “Cuál será el precio final es imposible de determinar para la ciencia económica; es más,
no le interesa. Estamos ante cuestiones puramente históricas, no teóricas. Basta con afirmar
que la transacción tendrá lugar entre esos dos límites, o no será.” ......................................... 49
30) “Por último, el modo más frecuente de formación de precios en las economías capitalistas
es el appreisement empresarial, esto es, el vendedor propone un precio y los consumidores

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demandan en función de ese precio. En estos casos, el precio de las transacciones que se
realicen, como es lógico, no podrá superar la utilidad marginal del comprador. Si el vendedor
fija un precio superior a ésta, no venderá los productos, se quedará con todos ellos. Por
tanto, el correcto appreisment empresarial está estrechamente relacionado con fijar un
precio inmediatamente por debajo de la utilidad marginal de los compradores a los que
aspire.” ...................................................................................................................................... 49
31) “En todo caso, podemos sacar una conclusión común para los tres tipos de formación de
precios: la propiedad privada es previa al precio. Tanto el comprador como el vendedor
tienen que ofrecer algo a cambio de otro algo. Sin propiedad privada, el comprador no puede
renunciar a nada para adquirir una determinada cantidad de productos.” ............................. 50
32) “De ahí, que en ausencia de propiedad privada, no existan unidades marginales y, por
tanto, ni precios, ni costes, ni necesidad de limitar la demanda. No es posible una asignación
eficiente de los recursos ya que, como puso de manifiesto Mises, sin precios de mercado no
es posible el cálculo económico. ............................................................................................... 50
33) “Y es que, ¿qué son acaso los costes sino precios?”........................................................... 51
34) “Es posible que muchos, la gran mayoría, de los empresarios fijen sus precios añadiendo
un cierto interés a los costes” ................................................................................................... 53
35) “pero ello en ningún momento significa que los precios se fijen en función de los costes,
ya que precisamente el empresario confía en pagar esos costes porque supone que las ventas
de sus productos le permitirán pagar a los factores productivos y obtener un cierto interés. Si
las apreciaciones son erróneas (es decir, si el precio que espera que los consumidores paguen
para poder financiar la producción supera la gran mayoría de las utilidades marginales de los
consumidores), entonces el empresario no podrá pagar los salarios, los intereses y las rentas.
Quebrará a menos que reduzca el precio. Y si al reducir el precio puede dar salida a la
producción pero no puede pagar a sus factores productivos tanto como prometió (esto es,
más de lo que les pagarían en otros usos alternativos), la producción se paralizará.” ............ 55
36) “Por tanto, la utilidad marginal sigue gobernando el valor de los bienes y servicios. Si el
empresario paga más a los factores productivos que su productividad marginal, la empresa
quebrará. Si les paga menos, simplemente no podrá contratarlos (pues otro empresario los
contratará pagándoles un poco más hasta su productividad marginal). Y la productividad
marginal es una productividad en términos de valor, esto es, sobre los ingresos adicionales
que proporcionan; el ingreso viene determinado por el precio; y la utilidad marginal domina
el precio.” .................................................................................................................................. 56
37) “Es curioso como los marxistas pretenden endosarnos que los empresarios determinan el
precio y, en cambio, no aplican esa misma lógica a los trabajadores. Si los que ofrecen las
mercancías fijan, a través de sus costes, los precios en el mercado, los trabajadores, que
ofrecen su trabajo, deberían fijar a través de su coste psicológico su salario.” ....................... 57
38) “¿qué es la productividad marginal sino el valor de los bienes adicionales producidos que
se destinarán a la venta? ¿Y cuál será, pues, para el empresario el valor de esos bienes sino el

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precio al que se puedan vender? Por tanto, la productividad marginal será el ingreso adicional
que proporcionarán los trabajadores al empresario.”.............................................................. 57
39) “Böhm-Bawerk solía poner un ejemplo bastante ilustrativo. Imaginemos una locomotora
que tiene cuatro vagones. ¿Por qué se mueven los vagones? Porque la locomotora se mueve.
Ahora bien, muchos podrían decir, ¿por qué se mueve el cuarto vagón? Aparentemente
porque se mueve el tercero; es decir, estarían explicando los precios (cuarto vagón) en
función de los costes (primer, segundo y tercer vagón) y no de la utilidad (locomotora). No
obstante, el problema sigue en pie. ¿Por qué se mueve el tercer vagón? Porque se mueve el
segundo. ¿Y por qué se mueve el segundo? Porque se mueve el primer. Pero, ¿por qué se
mueve el primero? Aquí los defensores de la teoría del precio-coste no tienen respuesta; la
locomotora mueve el primer vagón que a su vez mueve a los restantes. La utilidad es el
determinante último de los precios.” ....................................................................................... 59
40) “la observación de que el precio suele coincidir con la suma de los costes tiene una
explicación muy sencilla. Ya hemos visto cómo se fija el precio de los factores productivos.
Imaginemos que, por distintos motivos (por ejemplo, una mejora tecnológica) el precio final
de un producto es muy superior a la suma de sus costes. Si ello es así, aparecerán beneficios
extraordinarios. En otras palabras, o bien el propio empresario o bien otros empresarios,
tendrán incentivos para ampliar la producción de esos productos, rebajar el precio y
disminuir los beneficios extraordinarios. Al final, pues, cuando el valor del producto final
supera a la utilidad de los factores productivos, o bien parte de esos factores productivos se
retiran a otras líneas productivas (con lo cual se incrementa la productividad de los restantes)
o bien se incrementa el número de productos finales (con lo cual el precio del bien se
reduce).”.................................................................................................................................... 59
41) “Como ya hemos explicado, son los empresarios quienes crean los precios de los bienes
de consumo y las rentas de los factores productivos” ............................................................. 61
42) “debo coincidir con Guerrero que la economía neoclásica descansa en mediciones
corruptas que le impiden contemplar que la parte más importante del capitalismo no es el
"consumo" sino toda la estructura de bienes de capital que tiene que ser continuamente
amortizada y rediseñada a través del cálculo y la función empresarial.” ................................. 61
43) “Pensémoslo un momento. El aluminio se extrae de la mina para, en última instancia,
venderse en forma de automóvil. En teoría, hasta que no se vendiera el automóvil, los
mineros no deberían poder cobrar, ya que el automóvil todavía no se ha "realizado"
(vendido). Los distintos salarios que perciben antes de que su trabajo sea "útil" para el
consumidor suponen un "adelanto" del empresario, un préstamo de dinero” ....................... 62
44) “En cualquier caso, pues, vemos que el appreisement empresarial, al basarse en la
correcta anticipación de la utilidad marginal de los consumidores, sigue controlando el
proceso de mercado.” ............................................................................................................... 63

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45) “Es indistinto que compras se realizan por placer y cuáles por necesidad para sobrevivir.
¿Es que caso la supervivencia no es también útil para el ser humano? ¿Es qué la supervivencia
no es, de hecho, el primer fin de todo ser humano no suicida?” ............................................. 64
46) “incluso aunque los consumidores fueran autómatas de los capitalistas, el precio se
determinaría por la utilidad marginal de los capitalistas” ........................................................ 64
47) “La utilidad marginal, para desgracia de todos los marxistas, sigue siendo la principal
explicación para la formación de los precios. No hay vuelta de hoja; sólo ciertos prejuicios
arrogantes impiden reconocerlo.” ............................................................................................ 65

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Utilidad marginal
Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (I): La subjetividad

El economista marxista Diego Guerrero pretenden refutar la teoría de la utilidad marginal en su


libro Competitividad: Teoría y Política (ver el epígrafe A.3. La teoría del valor basada en la utilidad
marginal). Sin embargo, me temo que el intento resulta vano.

En su opinión, la teoría del valor basada en la utilidad marginal acarrea cuatro problemas
fundamentales: la subjetividad, la superfluidad, la inconsistencia lógica y el alcance limitado. Por
su extensión dividiremos el asunto en varios posts, donde iremos tratando cada una de las cuatro
críticas

Subjetividad

La primera apreciación que realiza Guerrero es la siguiente: El cambio más perceptible cuando se
pasa del ámbito de las teorías basadas en el trabajo y la actividad laboral de la sociedad a las
teorías que encuentran su fundamento en el principio de la utilidad o del placer experimentados
en las actividades de consumo de la población consiste en pasar del campo de lo objetivo -ámbito
natural de la ciencia- al de lo puramente subjetivo

Lo cierto es que, realmente, la utilidad no se deriva del consumo, sino la consecución de los fines
del actor. El consumo puede no ser la finalidad del actor y, por tanto, no es correcto su inicial
afirmación. Pensemos en las personas austeras o en las que disfrutan de su actividad laboral. Si el
sr. Guerrero fundamenta el valor en el placer proporcionado por el consumo, habrá que concluir
que las "acciones" de estas personas no les son útiles en absoluto (pues no se dirigen a consumir,
sino a alcanzar fines distintos del consumo) y la pregunta pertinente será, pues, ¿por qué actúan?

Pero además, la siguiente afirmación acerca de pasar del ámbito objetivo al subjetivo también es
falaz. Y es que el subjetivismo no elimina la objetividad de la ciencia, sino que la reafirma. La
economía obtiene su objetividad reconocimiento la subjetividad del valor; y es que es un "hecho"
objetivo que el valor es subjetivo. La economía no se pregunta por las "motivaciones" de ese valor,
precisamente porque el ámbito de la formación de los fines en la mente humana corresponde a la
psicología.

Y es éste un punto que Guerrero parece no entender: Si nos movemos en el ámbito de los
sentimientos psicológicos, o de las sensaciones experimentadas por sujetos individuales, parece
que nos deslizáramos necesariamente fuera de la objetividad o intersubjetividad necesarias para
el análisis científico. Por muy importante que sea el ámbito de lo subjetivo -y a él se refieren
sentimientos tan decisivos en la vida humana como el amor, la amistad, el placer, el dolor, etc.-,
no se puede, precisamente por su naturaleza subjetiva, y no-intersubjetiva, pretender alcanzar
objetividad científica ni realizar medidas exactas que trasciendan el ámbito de las puras
valoraciones individuales

¿Es que acaso esos sentimientos no son "hechos" tan objetivos como las "cantidad" de trabajo que
pueda incorporar un bien? No sólo eso, la economía no pretende explicar el valor en sí mismo,
sino las consecuencias de la acción humana dirigida por esos valores. El análisis científico de la

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economía no necesita más que estudiar estas implicaciones lógicas y necesarias del
comportamiento humano.

El problema es que el valor NO es mensurable; la voluntad de reducir el valor a un stándard


supone una contradicción flagrante en tanto la utilidad de ese stándard adquiere un "valor". El
valor no puede medirse a través del valor. No hay unidad de valor, en ningún caso. De hecho,
como ya digo, para el desarrollo de la teoría económica, los datos "concretos" le resultan
irrelevantes: "La praxeología estudia la acción humana como tal, de modo genérico y universal. No
se ocupa de las circunstancias particulares de medio en que el hombre actúa ni del contenido
concreto de las valoraciones que le impulsan a realizar determinados actos.

Y en este caso podemos volver a afirmar que la naturaleza subjetiva del valor en todos los
individuos es lo que, a su vez, nos permite configurarlo como una categoría del ser humano y, por
tanto, de donde adquiere su carácter intersubjetivo.

Partiendo del error de la necesidad de medición, Guerrero continúa: En consecuencia, cuando


alguien pretende relacionar el valor de una mercancía con el placer que experimenta su
consumidor al consumir la última unidad consumida de la misma (ésta es la definición más usual
de la utilidad marginal), la primera pregunta que viene a la mente es: ?en qué unidades se mide
ese placer? Por muchos intentos que haya habido en sentido contrario, es evidente que resulta
completamente imposible encontrar una unidad de medida objetiva para algo que por definición
es un sentimiento puramente subjetivo. Ni siquiera el propio sujeto que se supone experimenta
este placer dispone de medio alguno para cuantificar de forma constante y no arbitraria su placer.

Aquí hay una secuencia de saltos lógicos importantes. Primero, Guerrero demuestra no haber
entendido nada cuando habla de valor "experimentado" "al consumir". El valor es lógicamente
previo al acto de consumo, y es que nadie consume sin valorar la acción de consumo. El
consumidor no está esperando a otorgar valor a un bien hasta que lo consume; esto es absurdo. El
valor se otorga en función del valor "esperado", es siempre "ex ante"; no se experimenta nada,
sino que se espera experimentar. Segundo, por ello mismo hablar del consumo de la "última
unidad" es un sinsentido.

Imaginemos un stock de cinco unidades; si la caricatura (no intencionada) que Guerrero efectúa de
la utilidad marginal es que el valor se otorga conforme se consume, ¿cuál sería la unidad marginal?
Cuando consuma una de ellas, el stock se reducirá en una unidad y, por tanto, el valor marginal
aumentará. De manera que cada unidad tendría valor por sí misma y la paradoja del agua y los
diamantes quedaría sin resolver.

Pero me temo que ningún defensor serio de la utilidad marginal propuso tal dislate. Como hemos
dicho, el valor se otorga en función de los fines. Si ello es así, un mayor número de unidades
permite satisfacer un mayor número de fines que, necesariamente, ocuparán una posición
jerárquica, de mayor a menor importancia. Una nueva unidad permite acceder a un nuevo fin,
menos importante que el anterior y, en tanto las unidades son intercambiables (sino estaríamos
hablando de bienes económicos distintos; nuevamente contemplamos la importancia de la
subjetividad), cada una de las unidades tendrá para el individuo una utilidad igual al fin marginal
para cuya consecución son necesarias. Cuando se consume una unidad, no sólo desaparece la
unidad, sino también el fin para el cual servía. Si satisfacemos primero el fin menos importante, las
cuatro unidades restantes incrementarán su valor, ya que el fin marginal tendrá ahora un mayor

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valor que antes; pero si acariciamos primero el fin más importante, el valor de las unidades no
variará, ya que el fin marginal seguirá siendo el mismo.

Tercero, Guerrero vuelve a introducir, torpemente, la necesidad de medición. Vamos a dar un


paso más y a recordar el carácter "ordinal" de las comparaciones de utilidad. Al actor valora "más
o menos" un fin que otro; un medio le resulta "más o menos" útil, pero de aquí no se sigue ni la
posibilidad ni la necesidad de medición. A es mayor que B, pero no cinco o dos veces mayor;
simplemente es más importante porque me satisface más.

Cuarto, precisamente por ello, el sujeto no necesita cuantificar su placer. Lo único que requiere es
ser capaz de discriminar cuáles son los fines prioritarios para modular su acción en consecuencia.
No necesita ni constancia ni un patrón de medición. Basta con que su acción sea, en todo
momento, la mejor, la más adecuada.

Guerrero cree posible vencer estas dos últimas objeciones a través del siguiente argumento: Pero
antes de continuar en la crítica hay que hacer frente a una posible objeción contra la misma.
Frente a quien pudiera pensar que este tipo de crítica a la utilidad marginal podría evitarse
acudiendo a una concepción ordinalista, en vez de cardinalista, de la utilidad, habría que alegar
que, si bien es verdad que en el caso de las teorías ordinalistas nadie pretende cuantificar
expresamente las cantidades absolutas de placer que experimenta el consumidor, lo cierto es que
sí se supone posible y necesaria una cuantificación implícita de la misma, por lo que la crítica
fundamental realizada en el párrafo anterior también es extensiva a esta versión de la teoría.

Ninguna cuantificación es necesaria, si por cuantificar se entiende medir y por medir utilizar un
patrón constante. Lo único que requiere el actor, como ya hemos dicho, es saber si aquel fin le
proporcionará mayor satisfacción que aquel otro. Para ello no es necesario una medición, basta
una comparación interna de satisfacciones esperadas. Aunque no pueda cuantificarlo, sé que me
gusta más la carne que el pescado. ¿Cuánto más? Lo ignoro, pero ello no imposibilita mi
conocimiento acerca de mis preferencias. El significado de ordinal es simple y sencillo: el primero
antecede al segundo, ¿en función de que razón matemática? Ninguna, simplemente va antes.

A continuación Guerrero da un nuevo salto de trampolín: En efecto: con independencia de otra


línea de crítica ligada a la parcialidad del fundamento que se reivindica en estas teorías -ya que la
utilidad sólo interviene para determinar la forma de la función de demanda del mercado, que
luego debe completarse con la correspondiente función de oferta para determinar el valor de
equilibrio de dicho mercado-, lo primero que hay que tener en cuenta es que la demanda total o
agregada de mercado es la suma de las demandas individuales, y que, con independencia de los
problemas ligados a la agregación de estas últimas, lo decisivo es que las demandas individuales
resultan en rigor imposibles de obtener.

Aquí hay dos críticas, una de pasada y otra que empieza a integrar el argumento de guerrero.
Primero, Guerrero afirma que la utilidad sólo determina la "forma" de la función de demanda con
el objetivo de determinar el "valor" de equilibrio. Cuidado con los conceptos; el precio no es valor,
ni siquiera una medición del mismo. El precio es una "relación" de intercambio según la cual
ambas partes subjetivamente creen estar recibiendo más de lo que están dando. Por tanto,
difícilmente puede ser el valor de ninguna de ellas, pues no se intercambian iguales, sino
desigualdades. Yo doy cinco euros por un libro porque considero que el valor del libro es superior

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al de los cinco euros. No doy cinco euros porque considere que el valor del libro son "cinco euros";
en ese caso, ¿para qué efectuar el intercambio?

Aparte, hay una contradicción de fondo en decir que la utilidad determina la forma de la
demanda. La única utilidad del actor es la marginal, ya lo hemos dejado arriba claro. Si ello es así,
la utilidad dependerá de las unidades que pueda adquirir y éstas, a su vez, dependen del precio
que, a su vez, depende de la demanda cuya forma teóricamente determina esa utilidad. Caemos
en un razonamiento circular. La demanda no tiene una forma preestablecida; la demanda es una
consecuencia de la utilidad y del coste de oportunidad. Para el actor individual no hay más:
confronta el valor de los fines futuros satisfechos con el coste de satisfacerlos (es decir, con los
otros fines a los que tendrá que renunciar). Para ello se emprende un proceso de negociación con
la otra parte quien, a su vez, efectúa el mismo análisis. Atendiendo a los distintos estadios de la
negociación, la demanda será mayor o menos atendiendo a la contraprestación exigida.

En las sociedades modernas, esa contraprestación monetaria se mantiene estable por un tiempo,
de manera que los consumidores calculan cuáles serán los fines a los que renunciarán a cambio de
pagar el precio estipulado. Si éste es desbocado (esto es, el valor de los fines a los que se renuncia
es mayor al de los que se espera conseguir con ese medio), la demanda caerá (se adquirirán
unidades mientras el valor del fin adicional conseguido a través de una nueva unidad sea mayor
que el valor del fin marginal al que se renuncia) y los precios se modificarán.

Segundo, como hemos visto, no existe algo así como "demanda agregada" de mercado; eso son
simplificaciones neoclásicas tan erróneas como nocivas. Las demandas no se agregan cruzándose
con la oferta. El proceso de mercado es mucho más complejo. Requiere un proceso de negociación
entre las partes que puede darse a través de la argumentación o de la propuesta de un precio. En
todo caso, el empresario no podrá mantenerse por mucho tiempo en el mercado si no consigue
producir aquello que realmente valoran los consumidores. Y es que el empresario tendrá que
pagar a los factores productivos la productividad marginal descontada de la venta de ese bien. Si el
bien no llega a venderse (por ser su precio demasiado elevado), sus costes superarán a sus
ingresos y cerrará.

Los empresarios que puedan pagar mayores rentas (por esperar percibir un mayor precio) y
ACIERTEN, serán los que triunfarán en el mercado. Ésa es la competencia típica del proceso de
mercado.

Por último, Guerrero sostiene que su simplificación anterior sobre la utilidad marginal no se
sostiene (algo que ya hemos visto sin necesidad de recurrir a sus argumentos). Sin embargo, a
efectos dialécticos, vamos a considerar las subsiguientes objeciones como afrentas a una teoría de
la utilidad marginal "correctamente" entendida. ¿Por qué no puede basarse la demanda del bien
en la utilidad esperada de los medios adquiridos?

cada persona (sea consumidor efectivo o no) debería conocer en cada momento una de estas dos
cosas: 1) o bien el quantum de placer absoluto (medido en alguna unidad constante por lo que se
refiere a sí mismo) que le proporcionaría cada una de las unidades sucesivas potencialmente
consumibles, y por tanto la totalidad de las mismas, del bien en cuestión

Como hemos dicho, ningún individuo necesita conocer el valor cardinal de sus fines, ni mucho
menos de todos de ellos de manera agregada. La utilidad marginal simplemente establece que el

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valor de los medios irá reduciéndose conforme se persigan fines menos valorados hasta que
llegará un punto en el que, adquirir una unidad adicional de ese medio, supondrá renunciar a
otros fines que jerárquicamente se valoran más (de nuevo, cuánto más es una cuestión irrelevante
para poder guiar la acción humana y, en concreto, para poder demandar).

2) o bien, si se renuncia a la perspectiva cardinalista, a cuanto equivale, o equivaldría, en términos


de placer, el consumo de cada unidad del bien x en relación con el consumo de otras o las mismas
cantidades de cualquier otro bien y (dando por descontado que este y se extiende de hecho a la
totalidad de los demás bienes existentes).

Me temo que Guerrero no abandona en absoluto la perspectiva cardinalista, al seguir buscando


"equivalencias" de valor. Repetimos: sólo es necesario conocer la jerarquía de nuestros fines, algo
que el actor conoce en cada instante perfectamente (lo cual no significa que permenezcan
constantes), no su relación con otros fines. La relación entre un kilo de carne y 500 gramos es de 2
a 1. Esto nos resulta irrelevante para determinar si un fin es más apetecido que otro. Y, también
conviene recordar, que Guerrero reduce inconvenientemente el ámbito del valor al "consumo". Lo
que realmente necesita saber el actor es si el fin A que habilita el medio x es más importante que
el fin B que habilita el medio y. Nada de relaciones entre hipotéticos consumos.

Obviamente, atacando un muñeco de paja, Guerrero afirma que: Esto no se sostiene y no sólo por
razones de falta de realismo: dado que los gustos y sentimientos de los consumidores varían
constantemente, la sola existencia de precios estables de las mercancías sería una prueba en
contra de la racionalidad de una teoría así, porque para obtener este resultado se tendría que dar
la coincidencia de que a cada cambio en la función individual de utilidad de un sujeto habría de
corresponder un cambio igual pero de signo opuesto en la función de algún otro sujeto para que,
al unirse ambas en la función de demanda de mercado, esta última curva cruzase, ceteris paribus,
a la función agregada de oferta precisamente en el mismo exacto lugar en que lo hacía
anteriormente

Primero, la hipótesis de que los gustos de los consumidores "varían constantemente" es


demasiado arriesgada y, sobre todo, innecesaria. Pretender falsar la hipótesis de "gustos
cambiantes" a través de la siguiente hipótesis "precios estables" es del todo lamentable. Uno
esperaría un razonamiento teórico más aplicado, pues ¿en qué momento hemos abandonado la
teoría para ponerse a hablar de la realidad que uno cree observar? En realidad, la estabilidad de
precios es una superchería tremenda, pero ésta es otra discusión.

Segundo, las variaciones individuales de la utilidad no dan lugar, como parece sugerir Guerrero, a
variaciones del precio, precisamente porque entonces los pequeños cambios (compro una unidad
más) darían lugar a grandes alteraciones (subo el precio, con lo cual la utilidad marginal de los
restantes miles de consumidores queda por debajo). No es necesario que a cada cambio
inidivudial le corresponda otro cambio individual en sentido opuesto para que los precios se
mantengan constantes. Como hemos explicado, el proceso de mercado opera de otra forma;
pagan a los factores sus productividades marginales descontadas sobre las ventas de los productos
a un precio anticipado y, si el empresario acierta en su cálculo y en su anticipación, obtendrá un
interés por la inversión en factores productivos. En caso contrario cosechará pérdidas que lo
alejarán del mercado.

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De hecho, incluso los monumentales cambios de utilidad pueden NO dar lugar a una modificación
de los precios; sin embargo, la consecuencia de esta mala gestión empresarial será su quiebra. Es
decir, la utilidad marginal determina los precios, pero no a través de un mecanismo
computerizado y funcionalista, sino del appreisement empresarial.

Hasta aquí la primera objeción de Guerrero a la utilidad marginal, esto es, el problema de la
subjetividad del valor. Como hemos visto, todas las objeciones eran más bien endebles y no han
supuesto problemas considerables salvo para una caduca ideología neoclásica. La utilidad marginal
correctamente entendida, tal como fue propuesta por sus impulsores, sigue siendo tan correcta
como entonces.

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Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (II): La superfluidad

Continuamos analizando las críticas de Guerrero a la utilidad la marginal, en concreto, la segunda:


superfluidad.

Para Guerrero: A los que consideran que la concepción ordinalista de la utilidad supone cierto
paso adelante sobre la concepción cardinalista habría que recordarles además que por esta vía de
los avances incrementales se ha llegado tan lejos en las aportaciones realizadas desde dentro de la
lógica de esta teoría como para hacer del concepto mismo de utilidad algo completamente
superfluo. Esto es lo que ha sucedido en el cuerpo de la teoría neoclásica del valor al menos desde
1938, año en que Paul Samuelson creara la "teoría de la preferencia revelada", haciendo
innecesaria la utilización de concepto de utilidad alguno (si bien es verdad que manteniendo
básicamente los mismos supuestos de racionalidad y comportamiento de los consumidores que en
las versiones anteriores) para derivar curvas decrecientes de demanda.

Antes que nada hay que explicar qué entiende el profesor Samuelson por preferencia revelada. Si
tenemos dos bienes, A y B, y observamos que el individuo escoge A antes que B, eso significa que
"revela" su preferencia por A. La idea, a pesar de ser de Samuelson, es bastante buena. De hecho
coincide en buena parte con el concepto rothbardiano de "preferencia demostrada".

Sin embargo, entre ambos existe una diferencia fundamental que hace del análisis de Samuelson
un juguete defectuoso y "sin utilidad" (salvo para gente como el profesor Guerrero que quieran
utilizarlo en sus fines manipuladores en contra de la utilidad marginal).

Samuelson asume una constancia de preferencias en las elecciones del consumidor, de manera
que si prefiero A a B, seguiré prefiriendo A a B. Rothbard no va tan lejos, de ahí que su concepto
de preferencia demostrada siga siendo válido. Para el economista austriaco, la única manera de
conocer cuáles son las preferencias de los individuos es observando sus elecciones. Una vez hecha
la elección entre A y B podremos decir, solamente, que el individuo prefirió A a B en ese justo
momento.

La diferencia es importante porque nos ayudará a ver parte de los errores de Guerrero. Primero,
no se puede atribuir la preferencia revelada de Samuelson como una consecuencia lógica de un
avance sin rumbo en la superación del cardinalismo. Que el cardinalismo sea falso, no implica que
el ordinalismo también lo sea o que deba ser sustituido por cada nueva idea más reciente.

Segundo, aun en el caso de la preferencia revelada, el concepto de la utilidad NO es superfluo en


absoluta. Si yo elijo A a B es porque prefiero A a B, ¿y qué significa preferir? Que A me proporciona
mayor utilidad que B. En caso contrario, si la utilidad no siguiera siendo un concepto fundamental
para explicar los fenómenos económicos habría que fundamentar la elección otros supuestos o,
simplemente, decir que se trata de elecciones aleatorias.

Tercero, la preferencia revelada, como ya hemos visto, no sirve para establecer curvas de
demanda; al menos curvas de demanda capaces de efectuar predicciones apodícticas sobre la
elección futura. Dado que no hay constancia entre las utilidades, no podemos afirmar que lo que
ocurrió seguirá ocurriendo. Puede tener su función para derivar curvas de demanda históricas,
estudiando qué decidieron consumir los individuos, pero no como instrumento teórico.

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Cuarto, precisamente por ello la elección concreta nos resulta de poco interés en la teoría
económica. La preferencia demostrada de Rothbard sólo es un elemento de observación y de
determinación de la elección a posteriori. La teoría económica es a priori, trata de las
implicaciones lógicas y abstractas del ser humano. La curva de demanda es siempre decreciente,
no por preferencias reveladas concretas, sino por la utilidad marginal decreciente, esto es, tal
como se incrementa el precio la cantidad demanda de bienes se reduce porque el coste de
oportunidad en concepto de fines alternativos supera la consecución de los fines conseguidos a
través de ese bien.

Lo único que realmente necesitamos saber para todo ello es lo siguiente: a) el valor es la
significación de un fin, b) la unidades iguales de un mismo medio permiten conseguir fines de una
menor importancia (ordinalismo), c) por tanto, los medios adicionales, al estar afectos a fines
menos importantes, tendrán un valor decreciente (utilidad marginal decreciente).

En realidad, para un viaje así no hacían falta tales alforjas: si de lo que se trataba era de derivar
una curva de demanda de mercado con pendiente negativa, sólo hubiera hecho falta aplicar el
nuevo instrumental matemático y gráfico que se generalizó en la profesión económica desde
finales del siglo pasado al razonamiento económico que se utilizaba con anterioridad como
consecuencia de las enseñanzas de los clásicos y de Marx. Porque para los clásicos estaba fuera de
duda que la demanda -aunque ellos no usaran esta terminología- tendría que ser una función
negativa o decreciente del precio.

¿Es todo ello superfluo como asegura Guerrero? Difícilmente. Sin utilidad marginal la demanda de
agua y alimento serían infinitas, no habría división del trabajo ni especialización. La utilidad
marginal es el punto de partida de toda la ciencia económica; fue el punto de inflexión y cambio.
Los economistas clásicos, aun con sus grandes aportaciones, estuvieron siempre obsesionados por
resolver la paradoja del agua y los diamantes, lo cual distorsionó en buena medida todo su
desarrollo teórico subsiguiente.

Es más, la cuestión no es cuántas alforjas hacen falta para llegar a determinadas conclusiones, sino
cuál es la verdad. La ciencia económica tiene que llegar a conclusiones certeras y realistas. Tiene
que desentrañar cuáles son las consecuencias de la acción humana en general.

Pero es curioso cómo Guerrero pretende demostrar la pendiente negativa de la demanda sin
recurrir a la utilidad marginal decreciente: Y ello porque, estando el mercado de un determinado
producto dispuesto a absorber la cantidad x al precio p como resultado de una práctica de
conducta habitual y estable de sus consumidores -consumidores que, no debe olvidarse, no
siempre son los individuos, sino que la mayor parte de las veces son empresas-, cualquier rebaja
del precio desde p hasta p' produciría que, ceteris paribus, la renta liberada en el consumo de la
misma cantidad x al nuevo precio p' habría de traducirse en un aumento en la cantidad
demandada de la mercancía en cuestión, aunque sólo fuera porque parte de esa renta, o más
exactamente de la fracción consumida de la misma, se destinaría a dicha mercancía (incluso si a
escala social se hiciera en una proporción inferior a la precedente)
Guerrero confunde los términos. Su descripción no explica por qué la demanda tiene pendiente
negativa, sino el denominado efecto renta. En pocas palabras, el efecto renta viene a decir que
toda rebaja del precio de un bien ocasionará una expansión de la demanda con cargo al nuevo
poder adquisitivo. Esto es, si el precio baja de 100 a 50, me ahorro 50 euros que ahora puedo
gastar y antes no.

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Sin embargo, el efecto renta presupone las curvas de demanda con pendiente negativa, no las
explica. Es decir, si la demanda no tuviera pendiente negativa, ¡una reducción del precio supondría
una reducción de la demanda!

Conviene, antes de seguir, hacer una matización sobre los bienes Giffen. En economía neoclásica,
la ley de la demanda según la cual un aumento del precio produce una reducción de la cantidad
demandada, es generalmente malinterpretada. Según los neoclásicos, una reducción del precio
produce dos efectos: efecto sustitución y efecto renta. El efecto renta ya lo hemos explicado, el
efecto sustitución señala que, dado que el precio de ese bien ha disminuido, se ha abaratado
también respecto a otros bienes, con lo cual tenderá a incrementarse la demanda de ese bien,
disminuyendo la de otros. Agregando el efecto sustitución y el efecto renta, generalmente,
tenemos un incremento de la demanda ante disminuciones del precio.

Pero, a veces, el efecto renta puede ser negativo. Es el caso de los denominados bienes inferiores;
si yo compro un bien por mi poca renta, la reducción del precio de ese bien me enriquece y ello
podría provocar que migrara a otros bienes de mayor calidad. Por ejemplo, si el pollo tiene un
precio de 1000, yo tengo una renta de 10000 y antes la consumía entera comprando diez pollos, si
ahora el precio cae a 200, puede que decida comprar solamente cinco pollos y un faisán con un
precio de 9000.

Generalmente, el efecto renta es insuficiente para vencer el efecto sustitución, pero cuando esto
sucede estamos ante los bienes Giffen, esto es, bienes cuya curva de demanda es positiva (cuanto
menor es su precio, menos consumo).

En realidad, esto supone una incomprensión de la ley de la demanda, por asentarla sobre la
constancia de las valoraciones.

Primero, como hemos dicho, es la existencia y dominio de los medios la que nos permite dirigirnos
hacia los fines. Un medio adicional, permite conseguir el fin marginal. De la misma manera, el
aumento de nuestra riqueza nos permite alcanzar fines que antes no podíamos. En este sentido, el
efecto renta puede ser suficientemente grande como para habilitar nuevos fines que no son
marginales, sino muy importantes. Imaginemos un señor cuyo sueño vital es viajar a la luna, sin
embargo no tiene suficiente dinero para ello aunque renuncie a todos los placeres de la vida
actual. Sin embargo, imaginemos que se produce un descenso en el precio de todas las
mercancías, de manera que, al final, renunciando a casi todos sus bienes, puede viajar a la luna.
Ello no iría en contra de la ley de la demanda; el hecho de que bajara el precio de todo y
disminuyera su cantidad demanda sería perfectamente lógico.

Segundo, en muchos casos una disminución del precio puede suponer una modificación de la
visión subjetiva del producto. Imaginemos que un señor compra un bien "a causa de su elevado
precio". La ley de la demanda y la utilidad marginal no dejan de aplicarse por el hecho de que, al
caer el precio, el señor deje de comprar ese bien; y es que la causa que fundamentaba su
adquisición ha desaparecido. Aunque físicamente es el mismo bien, en la apreciación subjetiva del
individuo no (no sirve al fin, por ejemplo, de fardar ante sus amigos de poder adquisitivo).

Tercero, la ley de la demanda, como todas las leyes económicas, relacionan hechos visibles con
hechos no visibles, con hechos que no han ocurrido. Si hoy baja el precio y mañana disminuye la

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cantidad demandada, en ningún caso ello contradice la ley de la demanda. Las valoraciones
pueden haber cambiado.

En conclusión, si los bienes Giffen refutaran la ley de la demanda, como hemos dicho, su demanda
debería aumentar conforme su precio sube, lo cual es simplemente absurdo. El empresario
incrementaría su beneficio colocando precios astronómicos que todas las personas (o al menos
aquellas para las que el bien fuera tipo "Giffen") estarían dispuestas a pagar. La existencia de
bienes Giffen sería, pues, como un mágico conjuro que obligaría a ciertas personas a entregar todo
su patrimonio a cambio del bien Giffen.

Por tanto, estamos donde al principio. El efecto renta no prueba la ley de la demanda, sino que lo
requiere. Ya hemos dicho que sin utilidad marginal decreciente, la demanda de los bienes con una
elevada utilidad sería infinita. Cuanto más alto fuera el precio más estaríamos dispuestos a
consumir, ello nos llevaría, probablemente, a que la cantidad adquirida para todos y cada uno de
los bienes fuera 1. Y es que, ante cualquier precio, el consumidor SIEMPRE estaría dispuesto a
pagar más (hasta el límite de su renta) para adquirir los bienes.

Obviamente, ello sería así "sólo" desde el lado de la demanda, pero la ley de la utilidad marginal
decreciente también opera en el caso de la oferta. Las cantidades sucesivas de bienes que tiene el
empresario son valoradas cada vez menos (de todas formas, tengamos presente que la reducción
de utilidad puede ser prácticamente nula, pero existe).

Si no existiera la utilidad marginal decreciente en el caso de la oferta, el empresario nunca estaría


dispuesto a vender sus mercancías, sino solamente a acumularlas, ya que cada mercancía
adicional le proporcionaría mayor utilidad. Por tanto, la conclusión es que no habría transacción
económica.

Al final, negar la utilidad marginal decreciente es equivalente a negar la existencia de fines en la


acción humana. Si existen fines estos tendrán que ordenarse de mayor a menor importancia para
el sujeto, habida cuenta de la escasez de medios y tiempo. Por tanto, si negamos esa jerarquía
estamos señalando que todos los fines son igualmente relevantes (esto es, igualmente
irrevelantes) y que la acción humana no es teleológica, sino aleatoria, reactiva o dirigida.

Tendríamos que pensar, por tanto, que Guerrero cuando pretende convencernos de que la
utilidad marginal no existe lo hace "por casualidad"; podría estar escribiendo o cavando agujeros,
no tiene preferencias. Es más, no le importaría haber abandonado su escritorio y autoflagelarse,
ya que existe una indiferencia absoluta.

Y es que, si existen fines, estos tendrá que clasificarse. Y si se clasifican, los medios adquirirán una
importancia atendiendo a los fines (más o menos importantes) que permitan conseguir. Los
adicionales medios se dirigirán, pues, a fines menos importantes (pues no tiene sentido pensar
que los medios iniciales de los que dispondremos los dirigiremos a los fines que consideramos
menos importantes).

Todo esto no es superfluo y requiere alguna alforja más de las que Guerrero está dispuesto a
reconocer. Pero claro, si la revolución marginalista hubiera ocurrido un poco antes, el marxismo ni
hubiera nacido. Quizá por ello algunos están obsesionados con enterrarlo. Pero, siguiendo los
consejos de Bujarin, primero deberían estar obsesionados en entenderlo

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Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (III): Inconsistencia lógica

Seguimos con la crítica a Diego Guerro en relación con su supuesta "refutación" de la utilidad
marginal. En los dos posts anteriores examinamos sus objeciones basadas en la subjetividad y la
superfluidad. Ahora estudiaremos su "incosistencia lógica".

Se pregunta Guerrero: ¿cómo podría ser la utilidad marginal el fundamento último del precio si
aquélla consiste en el placer experimentado por el sujeto en el consumo de la última unidad, y
todo el mundo sabe que, al menos en esta forma social que llamamos capitalismo, para poder
consumir con carácter general cualquier mercancía primero hay que haberla comprado y, por
tanto, pagado su precio?

Aquí Guerrero, por un lado, confunde utilidad con satisfacción a posteriori y, por un lado, ignora el
proceso de mercado. Primero, como ya dijimos, la utilidad no consiste en ningún placer
experimentado, sino en la expectativa de placer. Todas las unidades, al ser perfectamente
intercambiables, tendrán la utilidad del fin marginal. No sólo eso, ya dijimos que cabía la existencia
de utilidad sin consumo.

En otras palabras, cuando yo adquiero una unidad adicional, el valor de todas las restantes
unidades disminuye. ¿Por qué? Sencillamente porque las unidades son intercambiables y, por
tanto, ya no hay última unidad, sino un stock de unidades que permiten satisfacer hasta
determinado fin (fin marginal). Por ejemplo, si yo tengo cuatro sacos de cereales y el último lo
dedico a alimentar a los cerdos, el valor de un saco de cereales es el de alimentar a los cerdos. Si
adquiero un nuevo saco para darlo a los más necesitados, el valor de un saco -de cualquier saco-
pasa a ser el de alimentar a los pobres. Todo ello aunque yo imprima en cada saco una etiqueta
diciendo "Destinado al consumo humano", "Destinado a alimentar a los cerdos", etc... Y es que, si
me roban el saco destinado a alimentar a mi familia, no por ello moriré de hambre, simplemente
dejaré de ser caritativo con los pobres.

Y todo ello sin perjuicio de que, una vez realizadas todas las acciones, obtenga más satisfacción en
haber ayudado a los pobres que en haber alimentado a mis animales. Lo importante es el valor
que influye y determina la acción, no la satisfacción experimentada una vez se haya actuado. En
caso contrario explicaríamos los precios a partir de acciones que todavía no han acontecido.

Por otro lado, Guerrero ignora cómo funciona el mercado. Cierto es que la utilidad determina el
precio pero que, a su vez, el precio sirve para determinar la utilidad, pues un precio más bajo
permite adquirir una mayor cantidad de productos y, por tanto, provocará una menor utilidad
marginal. Sin embargo, aunque Guerrero así lo sugiera, el razonamiento circular es inexistente.

Tenemos tres modalidades de formación de los precios en una economía libre. Negociación inter
partes, el comprador fija el precio, el vendedor fija el precio. En la negociación inter partes,
comprador y vendedor negocian un precio para el intercambio. Obviamente, este precio se situará
entre el valor del fin inmediatamente anterior al que satisface el bien en cuestión para el
comprador (de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir
fines de mayor valor obligaría al comprador a declinar la oferta) y el valor del fin inmediatamente
superior al que satisface el bien en cuestión para el vendedor(de manera que si el precio se fija en
una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de menor valor obligaría al vendedor a
declinar su oferta). Cuál será el precio final es imposible de determinar para la ciencia económica;

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es más, no le interesa. Estamos ante cuestiones puramente históricas, no teóricas. Basta con
afirmar que la transacción tendrá lugar entre esos dos límites, o no será.

Otra forma, menos común -salvo en casos de ofertas públicas- es que el comprador fija el precio
que está dispuesto a pagar. En ese caso, el primer vendedor que sea capaz de ofrecerle el bien en
cuestión a ese precio efectuará la transacción. Como es obvio, puede que ningún comprador
pueda satisfacer tal demanda. En ese caso, el potencial comprador deberá incrementar el precio
que está dispuesto a pagar, ¿hasta qué límite? Nunca la utilidad del dinero que ofrezca podrá ser
superior a la del fin que le permite satisfacer el bien que quiere adquirir. Por tanto, los precios que
se formen estarán en función de la utilidad marginal del comprador (y si no se forman precios, ese
bien estará dominado por la utilidad marginal del vendedor que será superior al precio ofertado
por el comprador).

Por último, el modo más frecuente de formación de precios en las economías capitalistas es el
appreisement empresarial, esto es, el vendedor propone un precio y los consumidores demandan
en función de ese precio. En estos casos, el precio de las transacciones que se realicen, como es
lógico, no podrá superar la utilidad marginal del comprador. Si el vendedor fija un precio superior
a ésta, no venderá los productos, se quedará con todos ellos. Por tanto, el correcto appreisment
empresarial está estrechamente relacionado con fijar un precio inmediatamente por debajo de la
utilidad marginal de los compradores a los que aspire. No sólo eso, como inmediatamente
veremos, también se fundamenta en fijar una correcta remuneración para los factores productivos
asociados con el proceso de producción.

En todo caso, podemos sacar una conclusión común para los tres tipos de formación de precios: la
propiedad privada es previa al precio. Tanto el comprador como el vendedor tienen que ofrecer
algo a cambio de otro algo. Sin propiedad privada, el comprador no puede renunciar a nada para
adquirir una determinada cantidad de productos. De ahí, que en ausencia de propiedad privada,
no existan unidades marginales y, por tanto, ni precios, ni costes, ni necesidad de limitar la
demanda. No es posible una asignación eficiente de los recursos ya que, como puso de manifiesto
Mises, sin precios de mercado no es posible el cálculo económico.

En cualquier caso, Guerrero extrae dos consecuencias de su inicial malinterpretación de la utilidad


marginal. La primera es que si se quiere una definición verdaderamente general de la utilidad
marginal, es decir completamente independiente de, y previa a, el precio de la mercancía, habría
que decir que es el placer que el consumidor potencial imputa a la última unidad de mercancía
potencialmente consumida cuando se plantea y valora las diferentes alternativas abstractas que se
le ofrecen, desde consumo 0 a consumo infinito.

Salvo en el matiz restrictivo de "consumidor", podemos decir que Guerrero entiende


relativamente bien la idea de utilidad marginal. Es de extrañar, por tanto, que hasta ahora se haya
limitado a atacar sus falsas interpretaciones de la misma. ¿En qué quedan las críticas precedentes
si en este punto Guerrero modifica, en el camino correcto, la idea de utilidad marginal que
previamente había atacado? ¿No sería necesario volver a iniciar el ataque en lo referente a la
"subjetividad" y "superfluidad"? ¿O es que acaso los conceptos han dejado de importar?

Pero, lo interesante es la segunda consecuencia: Pero, en segundo lugar, ahora se comprende por
qué razón la teoría neoclásica del valor no puede renunciar al lado de la oferta en su
fundamentación de los precios mercantiles, pues, al ser conscientes de la contradicción lógica que

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supone hacer depender lo previo (el precio) de algo que es posterior (el consumo), no tiene otro
remedio que recurrir al coste de producción para explicar el nivel del precio.

Lo siento pero no existe contradicción alguna, salvo en la teoría de Guerrero. Primero, porque a
vuelto a las andadas, ¿no habíamos quedado que hablábamos de expectativas de consumo o de
consumo potencial? ¿Cómo va a ser el consumo potencial posterior al precio? Segundo, porque
recurrir al coste para explicar el precio sí es una contradicción lógica. Y es que, ¿qué son acaso los
costes sino precios?

Volvamos ahora al tercer método de formación de los precios que ya hemos explicado: el
empresario propone y la demanda se fija en función del appreisement. Es posible que muchos, la
gran mayoría, de los empresarios fijen sus precios añadiendo un cierto interés a los costes, pero
ello en ningún momento significa que los precios se fijen en función de los costes, ya que
precisamente el empresario confía en pagar esos costes porque supone que las ventas de sus
productos le permitirán pagar a los factores productivos y obtener un cierto interés. Si las
apreciaciones son erróneas (es decir, si el precio que espera que los consumidores paguen para
poder financiar la producción supera la gran mayoría de las utilidades marginales de los
consumidores), entonces el empresario no podrá pagar los salarios, los intereses y las rentas.
Quebrará a menos que reduzca el precio. Y si al reducir el precio puede dar salida a la producción
pero no puede pagar a sus factores productivos tanto como prometió (esto es, más de lo que les
pagarían en otros usos alternativos), la producción se paralizará.

Por tanto, la utilidad marginal sigue gobernando el valor de los bienes y servicios. Si el empresario
paga más a los factores productivos que su productividad marginal, la empresa quebrará. Si les
paga menos, simplemente no podrá contratarlos (pues otro empresario los contratará pagándoles
un poco más hasta su productividad marginal). Y la productividad marginal es una productividad
en términos de valor, esto es, sobre los ingresos adicionales que proporcionan; el ingreso viene
determinado por el precio; y la utilidad marginal domina el precio.

A pesar de todo ello, Guerrero concluye que ha sido posible hacer creer a muchos ingenuos que
son los consumidores no sólo quienes determinan la cantidad consumida sino también quienes
codeterminan el precio de las mercancías de acuerdo con el principio de su máxima utilidad.

Por supuesto, los consumidores no eligen la cantidad que quieren consumir. Creo que pocos
economistas afirman eso. Simplemente se afirma que la utilidad marginal determina el precio;
pero la utilidad no es algo exclusivo de la demanda, sino también de la oferta.

Es curioso como los marxistas pretenden endosarnos que los empresarios determinan el precio y,
en cambio, no aplican esa misma lógica a los trabajadores. Si los que ofrecen las mercancías fijan,
a través de sus costes, los precios en el mercado, los trabajadores, que ofrecen su trabajo,
deberían fijar a través de su coste psicológico su salario.

La realidad es muy otra. Ningún trabajador estará dispuesto a ofrecer su trabajo a no ser que el
salario ofrecido supere el coste de oportunidad de su tiempo de trabajo (esto es, la utilidad que
obtendría durante el tiempo en que está trabajando en caso de que no lo hiciera). Pero tampoco
ningún empresario pagará al trabajador más que su utilidad marginal, que normalmente viene a
coincidir con su productividad marginal (tenemos que considerar que, en ocasiones, hay factores
afectivos en la relación contractual; por ejemplo, mi padre puede contratarme pagándome más

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que mi productividad; un empresario puede apiadarse de un hombre que lleva 40 años trabajando
en su empresa y no rebajarle tanto el salario como debiera...).

Por tanto, nuevamente, de manera necesaria, el salario se fijará entre esos dos límites. Pero, como
ya hemos visto, ¿qué es la productividad marginal sino el valor de los bienes adicionales
producidos que se destinarán a la venta? ¿Y cuál será, pues, para el empresario el valor de esos
bienes sino el precio al que se puedan vender? Por tanto, la productividad marginal será el ingreso
adicional que proporcionarán los trabajadores al empresario. Pero ese ingreso, como también
hemos dicho, depende del precio que, a su vez, no puede superar la utilidad marginal de los
consumidores que adquieren los productos.

De la misma manera, ningún empresario estará dispuesto a vender la mercancía por debajo de sus
costes, pero ningún comprador estará dispuesto a adquirirla por encima de su utilidad. La
diferencia es que el vendedor terminará desapareciendo si no satisface la demanda, esto es, si no
rebaja el precio ligeramente por debajo de la utilidad marginal de los compradores.

Explicar, como pretende hacer Guerrero, el precio en función de los costes tiene las incoherencias
lógicas que ya hemos apuntado: los costes son precios y, por tanto, esos precios están pendientes
de explicación.

Böhm-Bawerk solía poner un ejemplo bastante ilustrativo. Imaginemos una locomotora que tiene
cuatro vagones. ¿Por qué se mueven los vagones? Porque la locomotora se mueve. Ahora bien,
muchos podrían decir, ¿por qué se mueve el cuarto vagón? Aparentemente porque se mueve el
tercero; es decir, estarían explicando los precios (cuarto vagón) en función de los costes (primer,
segundo y tercer vagón) y no de la utilidad (locomotora). No obstante, el problema sigue en pie.
¿Por qué se mueve el tercer vagón? Porque se mueve el segundo. ¿Y por qué se mueve el
segundo? Porque se mueve el primer. Pero, ¿por qué se mueve el primero? Aquí los defensores de
la teoría del precio-coste no tienen respuesta; la locomotora mueve el primer vagón que a su vez
mueve a los restantes. La utilidad es el determinante último de los precios.

Aquí hay que matizar dos puntos: el papel de la productividad marginal y por qué en muchas
ocasiones el precio final coincide con la suma de sus costes.

Primero, si la productividad marginal de los factores productivos es muy baja, los precios serán
más altos, pues habrá menos productos disponibles y, por tanto, la utilidad marginal será mayor.
Si súbitamente los precios del petróleo se doblan, lo que ocurre es que sufrimos una escasez de
petróleo. Algunos fines tendrán que abandonarse y la cantidad de medios destinados a otros
tendrá que reducirse. Si ello es así, los precios subirán; podemos producir menos que antes, todo
es más caro y somos más pobres.

Pero insisto, el precio del petróleo sigue dominado por su utilidad marginal. El petróleo se
demanda para dar satisfacción a ciertos fines. Precisamente el fin marginal de entre esos fines
determinará su precio. Y esto implica que si hoy olvidáramos cómo utilizar el petróleo para
satisfacer nuestros fines, su precio sería nulo, por muy poca que fuera su oferta.

Segundo, la observación de que el precio suele coincidir con la suma de los costes tiene una
explicación muy sencilla. Ya hemos visto cómo se fija el precio de los factores productivos.
Imaginemos que, por distintos motivos (por ejemplo, una mejora tecnológica) el precio final de un

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producto es muy superior a la suma de sus costes. Si ello es así, aparecerán beneficios
extraordinarios. En otras palabras, o bien el propio empresario o bien otros empresarios, tendrán
incentivos para ampliar la producción de esos productos, rebajar el precio y disminuir los
beneficios extraordinarios. Al final, pues, cuando el valor del producto final supera a la utilidad de
los factores productivos, o bien parte de esos factores productivos se retiran a otras líneas
productivas (con lo cual se incrementa la productividad de los restantes) o bien se incrementa el
número de productos finales (con lo cual el precio del bien se reduce). En todo caso, el resultado
será que la suma de los costes más el interés será igual al precio.

Nuevamente, pues, comprobamos que la "inconsistencia lógica" sólo está del lado de Guerrero y
de sus prejuicios. Pretender explicar el precio a partir de los costes, cuando los costes no son más
que precios, simplemente vuelve a plantear el problema inicial. La utilidad marginal sigue
explicando perfectamente estos procesos de mercado, a pesar de que Guerrero sea incapaz de
entenderlos o, como hemos visto en este artículo, mienta descaradamente sobre su desarrollo
teórico; acaso para refutar teorías que ningún marginalista sostiene.

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Utilidad marginal, réplica a Diego Guerrero (y IV): El alcance limitado

La última parte de su crítica viene referida al "alcance limitado" de la utilidad marginal. Como en
breve comprobaremos, no resultaba necesario incidir en este punto porque sus argumentos ya
han sido suficientemente tratados en los posts anteriores. Aun así, reiteraremos los errores de
Diego Guerrero.

Es curioso como Guerrero, profundamente inseguro de la solidez de sus críticas anteriores,


comienza diciendo: Incluso en el caso de que todas las críticas anteriores no fueran válidas.
Efectivamente no lo son. La venda antes de la herida, pero después de la metedura de pata.
Veamos qué nos ofrece Guerrero como argumento definitivo:

Incluso en el caso de que todas las críticas anteriores no fueran válidas, aún quedaría una
importante crítica a la que tendrían que hacer frente los teóricos de la utilidad. En realidad, todo
su argumento se sostiene en parte porque se supone que al otro lado del mercado (frente a las
empresas que constituyen la oferta) están los consumidores como colectivo de sujetos que
experimentan placer.

Bueno, aquí cabe recordar algunas cosillas. Básicamente que el proceso de mercado se basa en el
appreisement empresarial y que esta fijación de precios serán exitosa en tanto sirva a los
consumidores, esto es, en tanto el precio que tengan que pagar no supere a su utilidad marginal.
El empresario no es un sujeto pasivo o reactivo, sino el verdadero protagonista del mercado.
Como ya hemos explicado, son los empresarios quienes crean los precios de los bienes de
consumo y las rentas de los factores productivos; pero no se trata de una creación caprichosa, sino
que queda subordinada a la correcta satisfacción de los fines del consumidor.

Pero debe tenerse en cuenta que, puesto que existe un mercado para cada mercancía, sea ésta
final o intermedia, y dado que el producto interior bruto de cada país, o PIB, representa tan sólo el
volumen de las llamadas transacciones "finales" de la economía, esta variable macroeconómica
básica deja fuera el valor de todas las transacciones "intermedias", que cuantitativamente
representan la mayor parte del total (en torno a un 60% como mínimo) y que se caracterizan
precisamente por que en ellas no aparecen por ninguna parte los consumidores utilitaristas de la
teoría neoclásica.

En este punto debo darle totalmente la razón a Guerrero. Las medidas de Contabilidad Nacional
como el PIB o el PNB, bajo el argumento de evitar la doble contabilización, dejan fuera de sus
mediciones la mayor parte de la economía; esto es, todo el proceso de ahorro e inversión
empresarial en capital circulante que todavía no han devenido bienes de consumo finales.
Guerrero cita el ahorro y reinversión empresarial en bienes intermedios en torno al 60%. Es muy
posible que sea superior, quizá del orden del 70% (atendiendo a las mediciones que efectúa Mark
Skousen de su Renta Social Bruta).

¿Cuál es el objetivo de la Contabilidad Nacional? Obviamente hipertrofiar el papel y el peso del


consumo en la economía. De representar, en realidad, poco más del 30%, gracias al PIB alcanza
magnitudes del 66%. Esta manipulada realidad resulta harto útil a los keynesianos para reclamar
medidas políticas que estimulen la "demanda agregada", como incrementos del gasto público o
reducciones del tipo de interés. Si el consumo representa la mayor parte de la economía, parece
lógico que sea su motor.

23
Por tanto sí, debo coincidir con Guerrero que la economía neoclásica descansa en mediciones
corruptas que le impiden contemplar que la parte más importante del capitalismo no es el
"consumo" sino toda la estructura de bienes de capital que tiene que ser continuamente
amortizada y rediseñada a través del cálculo y la función empresarial.

Sin embargo las conclusiones que de este hecho saca Guerrero son muy insatisfactorias: Resulta,
pues, que sólo en un 24% del total de las transacciones posibles está presente el famoso y
soberano consumidor final de la teoría neoclásica, y sólo en esa pequeña minoría de casos podría
éste aplicar su particular calculadora funcional-utilitarista para obtener el pretendido máximo
placer.

Son este tipo de afirmaciones las que demuestran que Guerrero no entiende ni una coma de cómo
funciona el mercado. Ya lo explicamos en el tercer posts, pero lo repetiremos brevemente.

El empresario establece un precio de mercado al que espera vender una cierta cantidad de
mercancías; en ese sentido, paga a los factores productivos de acuerdo con su productividad
marginal en la obtención de esos ingresos. El consumidor, aun cuando intervenga sólo como
revisor final, sigue determinando el proceso de mercado, pues las malas evaluaciones sobre su
utilidad dan al traste con todos los negocios previamente emprendidos.

De la misma manera, los bienes intermedios de capital atraviesan distintas etapas hasta
convertirse en un bien de consumo. Desde que se empieza a aplicar el trabajo en, por ejemplo,
una mina de aluminio, hasta que éste se convierte en un coche, pueden pasar varios meses. Cada
empresario está especializado verticalmente en una etapa de ese proceso: uno extrae el mineral,
otro lo convierte en aluminio, otro le da la forma deseada, otro el color apetecido, otro lo
transporta hasta la planta de ensamblaje... En cada estadio productivo, los precios de un
empresarios suponen los costes de otro; el hecho de que los precios aumenten conforme el
aluminio se va aproximando a su destino final (el automóvil) simplemente refleja la realidad
denominada "interés".

Conforme se acerca al fin último, el medio se valora en más. De hecho, ha transcurrido un período
de tiempo durante el cual los distintos empresarios han ido pagando a los trabajadores "sin que el
coche se haya vendido todavía". Pensémoslo un momento. El aluminio se extrae de la mina para,
en última instancia, venderse en forma de automóvil. En teoría, hasta que no se vendiera el
automóvil, los mineros no deberían poder cobrar, ya que el automóvil todavía no se ha "realizado"
(vendido).

Los distintos salarios que perciben antes de que su trabajo sea "útil" para el consumidor suponen
un "adelanto" del empresario, un préstamo de dinero cuya maduración se obtendrá con la venta
del producto (más el interés acumulado durante todo el tiempo).

Imaginemos que el precio de estos bienes intermedios se vuelve excesivamente caro (porque por
ejemplo un fabricante de chapas de aluminio deja de ser eficiente), el vendedor final de
automóviles tendrá o bien que reducir beneficios (incluso quebrar), o bien aumentar el precio de
los automóviles (con lo cual reducirá sus ventas hasta el punto de que, si no sigue satisfaciendo a
los consumidores, no podrá recuperar la inversión inicial en factores productivos) o bien cambiar
de proveedor a uno más barato. Normalmente, si la última opción está en pie, será la que se

24
adoptará. El proveedor ineficiente quebrará por despilfarrar recursos para el consumidor. En caso
de que el vendedor final y el proveedor ineficiente se aliaran contra los consumidores, estos no
tendrían más que acudir a otro vendedor de automóviles que no tenga tratos especiales con
proveedores ineficientes.

En cualquier caso, pues, vemos que el appreisement empresarial, al basarse en la correcta


anticipación de la utilidad marginal de los consumidores, sigue controlando el proceso de
mercado. Por un lado, la remuneración de los factores productivos (trabajo y tierra) se fija en
función de la productividad marginal sobre el montante de ingresos esperado y, por otro, el precio
de los bienes de capital se determina conforme la utilidad marginal de los "clientes
empresariales", que a su vez, viene limitada por que ese precio al entrar como coste contable no
supere su precio final de consumo (que como ya hemos visto viene determinado por la utilidad
marginal de los consumidores).

Por último, Guerrero echa mano de un argumento típicamente galbraithiano rebozado con
retórica marxistoide: Pero cabría todavía añadir otra duda: de este 24%, ?qué porcentaje
representan realmente las compras "de placer" y qué porcentaje se lleva a cabo por
consideraciones totalmente ajenas e independientes de ese sentimiento (como son las compras
que se hacen por obligación o necesidad, entre ellas las necesarias para costear la reproducción de
la propia fuerza de trabajo como mercancía), en cuyo caso si bien no se atenta contra la utilidad sí
que se pone en entredicho que lo útil, lo funcional para la reproducción del sistema económico y
social en su conjunto y en cuanto tal, pueda identificarse sin más con lo placentero y el óptimo
social?.

La utilidad marginal no supone una teoría acerca del placer o la necesidad, sino de la mejora de las
situaciones previas. Uno puede mejorar su situación y aun así sentirse un desgraciado. Estos casos
competen a la psicología no a la economía. Es indistinto que compras se realizan por placer y
cuáles por necesidad para sobrevivir. ¿Es que caso la supervivencia no es también útil para el ser
humano? ¿Es qué la supervivencia no es, de hecho, el primer fin de todo ser humano no suicida?

No vamos a extendernos en refutar el supuesto determinismo publicitario de las compras del


individuo -cuya crítica, por otro lado, puede consultarse aquí; insisto, aun en ese caso, la utilidad
marginal sería el principio válido (incluso aunque los consumidores fueran autómatas de los
capitalistas, el precio se determinaría por la utilidad marginal de los capitalistas).

Hemos visto, pues, a lo largo de estos cuatro artículos que Guerrero ha sido incapaz de
comprender los fundamentos de la subjetividad y del proceso de mercado. Creyendo primero que
la utilidad se fijaba en función de placeres experimentados (y por tanto posteriores a la acción que
motivó la adquisición), que los costes determinan los precios (cuando los costes SON precios) y
que la soberanía del consumidor queda en entredicho por el simple hecho de que el proceso
previo a la maduración en bienes de consumo final suponga la mayor parte de la economía
"productiva".

La utilidad marginal, para desgracia de todos los marxistas, sigue siendo la principal explicación
para la formación de los precios. No hay vuelta de hoja; sólo ciertos prejuicios arrogantes impiden
reconocerlo.

25
Valor Trabajo
Valor Trabajo, réplica a Diego Guerrero (I): Pasos uno y dos

Después de criticar la supuesta "refutación" de Diego Guerrero a la teoría de la utilidad marginal


decreciente, pasemos ahora a examinar su alternativa: la teoría del valor trabajo.

Del artículo enlazado sólo nos interesa la primera parte y el apéndice cuatro (en el link enlazado,
por desgracia, no está el apéndice 4 del que sí dispongo merced al artículo completo que me ha
enviado Guerrero como supuesta respuesta a mis críticas), sólo aquí aparece propiamente la
teoría del valor trabajo. Las restantes partes del artículo son derivación de éstas y, además, han
sido tratadas de manera bastante superficial por Diego Guerrero. En la primera parte, Guerrero
procede a demostrar la teoría del valor en tres pasos. Hoy criticaremos los dos primeros pasos
criticando su desarrollo argumental.

Básicamente, para quienes no hayan leído jamás nada acerca de la teoría del valor trabajo, el
autor quiere probar que el valor de cambio de las mercancías (su precio) depende de la cantidad
de trabajo socialmente necesario para su producción y que está incorporado en ellas. Para
demostrarlo recurre a un argumento bastante simple: pongamos que un piano se intercambia por
10 guitarras. Si ello es así, el precio del piano debe ser igual al de diez guitarras guitarras, con lo
cual, si dividimos el precio de un piano por el de una guitarra, obtendremos un coeficiente que nos
dará la equivalencia entre los pianos y las guitarras. Ese coeficiente, en este caso, será de uno a
diez (un piano a cambio de diez guitarras).

La cuestión, por tanto, reside en interpretar ese coeficiente (esto es, que una guitarra vale lo que
la décima parte de un piano o que un piano vale como diez guitarras). Dado que una operación
similar (la división entre el precio de dos mercancías) puede efectuarse con todos los bienes del
mercado, la interpretación del coeficiente tendrá que pasar por encontrar una característica
común a todas ellas (¿qué tienen en común las guitarras con los pianos para que al dividirlos nos
dé un cierto coeficiente?). Según Guerrero, podemos estar tentados a decir que la masa, el peso o
el volumen, sin embargo, en ese supuesto, los servicios no entrarían en la categoría de bien
económico. De esta manera, llegamos a la conclusión de que la única característica común a todas
las mercancías es que han sido producidas por la fuerza del trabajo humano. Y de esta manera tan
sencilla, la fuente del producto se convierte en fuente de valor.

Básicamente esta es la tesis central del artículo que coincide con la teoría marxista ya refutada por
Böhm-Bawerk (por mucho que Guerrero se niegue a reconocerlo). Desde luego, Guerrero no entra
de lleno en el espinoso tema de la transformación, piedra de toque del economista austriaco.
Siendo ello así, pasemos a criticar su análisis.

Igualdad en el intercambio y en el mercado

La primera deficiencia grave de la teoría de Guerrero es el supuesto de que las mercancías se


intercambian por igualdades. Yo compro 10 manzanas y entrego 5 peras porque el valor de ellas es
el mismo (sólo así puede entenderse las ecuaciones que plantea Guerrero). Esto no tiene ningún
sentido ya que si yo valoro IGUAL las peras que las manzanas, no hay motivo alguno para efectuar

26
el intercambio. Sólo porque yo valoro MÁS las manzanas que las peras, estoy dispuesto a entregar
cinco de MIS peras a cambio de 10 de SUS manzanas.

Por supuesto, Guerrero argüirá que yo estoy haciendo referencia al valor de uso y no, como él y
Marx, al de cambio (precios). Sin embargo, aquí hay que recordar que, como el propio Guerrero
reconoce en el apéndice 4 en referencia a la utilidad "social": [es el] presupuesto necesario del
valor y del valor del cambio, y razón por la cual Marx arranca su obra diciendo que la mercancía ya
es en sí un valor de uso. Sin valor de uso no hay valor de cambio. El problema es que aquí
entramos en una razonamiento circular; si las mercancías se siguen intercambiando entre
igualdades en sus valores de cambio, ello significa que el valor de uso es irrelevante (ya que el
valor de uso puede cesar, pero el intercambio continuar). Y si lo que gobierna (el presupuesto
necesario) el valor de cambio sigue siendo el valor de uso (la utilidad) entonces los intercambios
no tienen nada que ver con las ecuaciones de sus valores de cambio, o de sus precios, sino con las
desigualdades de los valores de uso de las mercancías intercambiadas. Por tanto, o el marxismo
asume la irrelevancia de los valores de uso o la igualdad de valores de cambio no se sostiene.

En otras palabras, que el precio de un CD sea de 20 euros no significa que vaya a intercambiar mis
20 euros por ese CD, por mucho que el valor de cambio de un CD sean 20 euros y el valor de
cambio de un euro una 1/20 parte de un CD. Sólo lo haré si valoro MÁS el CD (valor de uso) que
mis 20 euros (valor de uso). Los valores de cambio están necesariamente dominados por los de
uso; al asumir que el intercambio se realiza en función de igualdades en los valores de cambio se
asume, a su vez, la irrelevancia de los valores de uso y, en cierta medida, su igualdad (en cuanto a
irrelevancia en el proceso de mercado).

Además, hay otro problema incluso anterior. Dice Guerrero en relación a las mercancías que: Cada
tipo de mercancía específico (supongamos que haya, por ejemplo, dos millones de tipos
diferentes) se distingue de todos los demás, por definición y que Pero al mismo tiempo las
mercancías están en el mercado -lo cual es un hecho (fenómeno) totalmente real-, y esto, de
alguna manera, iguala entre sí.

Primero, el bien económico SÓLO es bien económico en tanto sea útil y escaso (y la escasez,
lógicamente, sigue siendo un elemento subjetivo: para mí -para mis fines- el cacao no es en
absoluto escaso, pues no lo utilizo en absoluto, aun cuando sea físicamente escaso). Sólo cuando
el ser humano establece un fin y descubre un medio "escaso" merecerá la consideración científica
de "bien económico". Por tanto, el valor de uso, como reconoce Guerrero, es presupuesto del de
cambio -no es irrelevante- pero además lo gobierna. En tanto el valor de uso desaparezca, el de
cambio también lo hará. En tanto el valor de uso disminuya, el de cambio también lo hará por
debajo de lo que lo hubiera hecho.

Segundo, precisamente por ello no podemos hablar de que existe una igualdad entre las
mercancías (están en el mercado) que nos sirve para encontrar un componente idéntico (han sido
producidas por el trabajo humano) en todas ellas. Esa igualdad que se predica surge de la utilidad
y perdura en tanto perdure la utilidad. Volviendo al ejemplo anterior, para mí el cacao no está en
MI mercado (a no ser, obviamente, que le encuentre finalidades especulativas, cosa que por ahora
no ha sucedido). Si ese desagrado por el cacao empieza a extenderse, por mucho que la cantidad
de trabajo socialmente necesaria para producir barras de chocolate se mantenga, la cantidad de
intercambios con respecto al cacao disminuirá y, por tanto, o el empresario del cacao disminuye su
producción (si bien no está obligado a hacerlo, o no tiene por que ser un buen empresario para

27
hacerlo) o el precio caerá. Vemos, pues, cómo la utilidad de cada individuo afecta al monto de
ventas del empresario y, por tanto, a sus beneficios. Si los beneficios caen, deberá reducir costes,
pero no necesariamente costes laborales (pensemos en una situación donde exista una especial
escasez de capital) para poder reducir el precio. En ningún momento hemos necesitado aludir
"necesariamente" a la reducción del trabajo socialmente necesario (el marxismo suele considerar
la depreciación del capital como el añadido del "trabajo congelado" al precio del producto final,
pero la depreciación es una idea netamente económica que depende de la dotación de reservas
para amortizarla; si yo decido dotar reservas cuando la máquina está totalmente depreciada,
difícilmente puedo señalar que haya incluido algún tipo de valor a los productos producidos hasta
entonces. De la misma manera, si un empresario vende la máquina una vez amortizada totalmente
-durante el primer año de s vida útil-, ya no puede considerarse que disminuya la depreciación y
por tanto la fuerza de trabajo incluida en los productos porque, a excepción de los cambios
intertemporales de valor, esa máquina ya está totalmente amortizada y su depreciación se ha
concentrado en los primeros años).

Tercero, Guerrero no puede eludir en este punto aceptar la utilidad marginal decreciente. El aire
es útil (por tanto su presupuesto para el valor de cambio termina aquí), pero no es escaso
(económicamente). En otras palabras, nadie está dispuesto a comprar o vender aire porque la
utilidad de una unidad adicional (esto es, el valor del fin marginal que pasaría a satisfacer esa
unidad adicional) es nulo. Sin embargo, siguiendo los presupuestos de Guerrero nada debiera
evitar que el aire se embotellara y se vendiera en el mercado, de manera que adquiera también
valor de cambio. Si el aire es útil y es transformado a través del trabajo (embotellamiento), se
intercambiará en función del trabajo socialmente necesario para la producción de una "botella de
aire" (y no me estoy refiriendo, obviamente, a bombonas de oxígeno que sí reciben un especial
tratamiento y proporcionan oxígeno allí donde es ESCASO -bajo el agua por ejemplo-, sino a
botellas de plástico llenas de aire que nos lo puedan proporcionar allí donde no lo es -ahora
mismo, por ejemplo). ¿Por qué no ocurre? No porque la botella de aire no sea útil (en un mundo
extraordinariamente contaminado podría serlo), sino porque AQUÍ y AHORA no sirve para
satisfacer ningún fin o, al menos, ningún fin importante. En otras palabras, dado que la aparición
de un medio adicional se dirige a la satisfacción de un fin marginal (aquel que no podía satisfacerse
antes por insuficiencia de medios), y dado que los fines podrán ordenarse de mayor a menor
importancia, los medios adicionales tendrán la utilidad (descontando el interés) de los fines
marginales. En caso cotnrario, AQUÍ y AHORA deberíamos estar encantados y dispuestos a
comprar botellas de aire embotelladas, intercambiándolas por productos que incorporen una igual
fuerza de trabajo que el embotellamiento.

Los coeficientes

OIro fallo considerable que comete Guerrero es la interpretación de los coeficientes. Recordemos.
Si un piano tiene un precio de 1000 euros y una guitarra de 100, entonces, dividiendo
piano/guitarra, tenemos una relación de 10 a 1, es decir, un coeficiente Apg=10 o Agp=0,1 (los
subíndices dan muestra de la división, pg significa piano/guitarra y gp guitarra/piano). Esto
significa que hay un componente idéntico en el piano y la guitarra en relación de 10 a 1. Y en este
punto, Guerrero sostiene que los economistas tienen dos alternativas: a) O bien se dice que cada
uno de los aij tiene el valor que tienen ("valor" entendido aquí como "magnitud") simplemente
"...porque sí". b) porque ésa es la relación numérica exacta determinada por el cociente real de las

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cantidades realmente existentes de una cierta, específica, determinada, propiedad concreta que
está presente en esa medida en cada una de las dos mercancías comparadas en el mercado

Lógicamente, Guerrero sigue la altenartiva b), añadiendo que la "propiedad concreta que está
presente en esa medida en cada una de las dos mercancías" es el trabajo humano. Aquí hay que
hacer varios comentarios.

Primero, como el propio Guerrero reconoce, los coeficientes son valores relativos, derivados de
valores absolutos. La cuestión, por tanto, es cómo aparecen esos valores absolutos. En ese
sentido, el argumento de Guerrero tiene que ser que los coeficientes están predeterminados.
Dadas las condiciones sociales de producción, sólo esos coeficientes eran posibles. Pero,
nuevamente, las condiciones de producción no son un dato objetivo e irreductible; las condiciones
de producción se adaptan a las necesidades de los consumidores. El hecho de que no se produzcan
diariamente Torres de Marfil de 50 metros hace que el número de guitarras sea más abundante y,
por tanto, su precio menor (Si cada día produjéramos una Torre de Marfil, la cantidad de recursos
disponibles para otras producciones sería mucho menor y, por tanto, también la producción). Si
los coeficientes estuvieran predeterminados por las condiciones sociales de producción (el tiempo
de trabajo socialmente necesario para producir una guitarra), en ese caso, poco importaría su
cantidad para determinar su precio. Si tenemos un stock de un millón de guitarras en toda España,
su precio será el mismo que si tenemos solamente una (esta es la única conclusión que puede
derivarse de una teoría que rechaza la utilidad marginal y entroniza el valor trabajo), en otras
palabras, su coeficiente con respecto a los pianos seguiría siendo de 10 a 1.

Si ello no fuera así, es decir, si el precio no fuera independiente de la cantidad (recordemos que el
valor se incorpora en CADA mercancía según el tiempo socialmente necesario para producirLA) ,
entonces la relación de una mercancía con respecto a otra ya no guardaría un coeficiente
constante a las condiciones sociales de producción (al trabajo socialmente necesario para
producirlas) y, en definitiva, los coeficientes no estarían predeterminados sino que se derivarían
temporal y lógicamente de la división de los valores absolutos. Y ello, claro está, arruinaría el
argumento de Guerrero.

Recordemos, para resumir, que el valor queda determinado por las cantidades realmente
existentes de una cierta, específica, determinada, propiedad concreta que está presente en esa
medida en cada una de las dos mercancías. Esas cantidades son cantidades de trabajo que son
independientes, en cada unidad, de la cantidad global de producción; sobre el precio no influye la
cantidad de productos, sino el trabajo incorporado. Sea cual sea los componentes de la producción
global de una sociedad, el precio de cada mercancía seguirá siendo el mismo. Los coeficientes son
a priori (haciendo abstracción de las condiciones concretas de producción), independientes de las
producciones y las cantidades concretas de cada bien.

Por supuesto esto es ridículo. Si la cantidad no influyera sobre el precio, la demanda de una
mercancía sería infinita. Si yo estoy dispuesto a intercambiar 10 guitarras por un piano, seguiré
estándolo cuando tenga sólo diez guitarras y ya 100 pianos. Ello significa que cada individuo
terminaría acumulando aquella mercancía que más valora (aquellos para los que tocar la guitarra
fuera su fin prioritario, acumularían millones y millones de guitarras). Así, los intercambios
terminarían y la división del trabajo desaparecería. Pero, sobre todo, es rídiculo en términos
teóricos. Decir que la cantidad no influye en el precio, como ya hemos visto antes, significa señalar

29
que el valor de uso (utilidad) es irrelevante en la determinación del precio. Los seres humanos no
actúan sino que son gobernados por los coeficientes.

Segundo, el reto que lanza Guerrero es irreal y simplista. Que el mercado tienda a ofrecer precios
iguales para las mercancías simplemente se sigue del arbitraje. Pero previo a ese arbitraje -que da
lugar a suculentos beneficios empresariales- sí se produce un diferencial de precios. Por ello
mismo, el coeficiente no expresa nada, sino simplemente una relación de intercambio. El precio no
subsume características de los objetos, sino de la mente de los sujetos. Por ello, son las
valoraciones subjetivas las que gobiernan los coeficientes y no al revés. Que yo intercambie un
piano por diez guitarras simplemente expresa que valoro más (no igual) las diez guitarras que mi
piano, esto es, que las guitarras se dirigen hacia fines más elevados que el piano.

El "misterio" de la propiedad común a ambas mercancías que busca Guerrero no es tal. Si los
precios se expresan en oro, o en euros, la propiedad común a ambos bienes es el dinero.
1000/100=10. ¿Qué expresa el coeficiente de 10? ¿Cuál es la propiedad común que permite
dividirlos? Su expresión en la misma UNIDAD monetaria (aunque hoy no tocaremos este tema, si
que conviene para el próximo post tener presente la palabra "unidad"). Si multiplico el coeficiente
10 por 100, me da el precio del piano: la propiedad común es el dinero.

Pero, ¿cuál es la propiedad común en los intercambios directos, esto es, en una sociedad sin
dinero? ¿Cómo puede ser que divida un piano entre diez guitarras? ¿Cuál es su esencia? En este
caso, puedo dividir 10 entre 1 porque expreso guitarras y pianos en relaciones numéricas. 10 a 1,
significa eso, 10 es el resultado de sumar 10 veces uno. Por lo tanto, si multiplico una guitarra por
10 me da como resultado una de las partes del intercambio que YA se ha realizado (es decir, las
diez guitarras cambiadas por "un" piano).

Sin embargo, ambos procedimientos tiene poco de objetividad. Las unidades son también
subjetivas y definidas por la mente del sujeto. Todo el mundo ve una guitarra y no millones de
moléculas. Todo el mundo ve un carton de leche y no 1000 ml de leche. Sin embargo, si el sujeto
necesitara 500 mililitros de leche (por ejemplo para un experimento) su "unidad" marginal no sería
el cartón, sino 500 mililitros de leche. En otras palabras, hacemos abstracción y operamos con
números, esa es la propiedad común que nos permite dividir guitarras por pianos y ordenadores
por vacas. (Marx diría que operamos con trabajo "en abstracto" pero como veremos en el próximo
post esto simplemente no existe).

Hasta aquí la crítica a la igualdad de las mercancías y a sus coeficientes. En el próximo post
analizaremos el tercer punto de la primera parte del post de Guerrero, que consiste en ofrecer
tres argumentos (empírico, lógico y teórico-histórico) para probar la teoría del valor trabajo. Como
veremos, y como ya hemos visto, todo carece por completo de sentido.

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Diego Guerrero se defiende

Resulta que Diego Guerrero me ha contestado en una serie de mails

Nos detendremos ahora en su primer mail. Pasemos a analizar sus puntos:

a) el trabajo es lo único que determina el valor del 99% de las mercancías: las que se pueden
reproducir en masa sin límites.

Bueno, el error de esta teoría he empezado ya ha esbozarla aquí. Simplemente recordaré algunos
de los errores típicos de Guerrero que ya destaqué en mi post sobre la utilidad marginal pero a los
que no ha dado cumplida respuesta.

Primero, la teoría económica no tiene que explicar solamente el valor de las mercancías, sino de
toda acción humana. Ello incluye no sólo los servicios, sino especialmente las acciones que no
estén relacionadas con la obtención de mercancías (por ejemplo el tiempo de ocio).

Segundo, en todo caso, el trabajo determinará el valor de cambio de las mercancías, pero incluso
los marxistas se ven obligados a reconocer la existencia de un valor de uso (utilidad) que sirve
como fundamento al de cambio. Si ello es así, la cuestión que se plantea es, obviamente, si todas
las mercancías de una misma especie serán intercambiadas por el mismo consumidor por la
misma cantidad de bienes. Me explico. Si yo intercambio 1 euro por una botella de agua (es decir,
si el precio de una botella de agua es de un euro y estoy dispuesto a pagarlo), la teoría marxista
dirá que, una vez eliminado el velo del dinero, estoy intercambiando mercancías que incorporan
un trabajo equivalente a una botella de agua. Sin embargo, ¿por qué no estoy dispuesto a adquirir
100 botellas de agua? Al fin y al cabo, si las botellas de agua no pierden valor conforme se
incrementa la cantidad adquirida, cuando compre una debería estar dispuesto a comprarlas todas.

Los marxistas sólo pueden señalar que, a partir de cierto número de botellas de agua, ésta deja de
ser útil y, por tanto, dejan de intercambiarse. No obstante, el problema sigue en pie, ¿por qué ha
dejado de ser útil? Porque las cantidades sucesivas se dirigen a fines menos valorados. Por tanto,
las unidades adicionales de un bien reciben un valor de uso (utilidad) menor. Con lo cual,
difícilmente el precio de una mercancía puede venir determinado por el trabajo incorporado, si la
utilidad (y por tanto, la disponibilidad de ofrecer dinero) disminuye conforme aumenta su
cantidad.

Y es que una persona está dispuesta a pagar una menor cantidad por las unidades sucesivas y, por
tanto, los empresarios sólo estarán preparados para vender en caso de que el valor que el
consumidor atribuye al precio sea inferior al valor que atribuye al bien. Y si los consumidores no
están dispuestos a pagar por una producción excesiva, es evidente que el empresario será incapaz
de recuperar la cantidad de dinero que ha adelantado a los factores productivos para su
producción. Es decir, inevitablemente sus costos superarán sus ingresos y se verá abocado a la
quiebra.

b) la excepción son las mercancías cuya oferta es inamovible: en este caso su precio lo determina
exclusivamente la demanda. Por ejemplo, los cuadros de un pintor muerto, una botella de
Chateau Yquem de 1800 o las acciones de Inditex o Telefónica que haya en el mercado en el
momento T.

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¡Toma ya! Este párrafo es para enmarcar. Primero, la oferta de todo bien es siempre
temporalmente inamovible. En este segundo de tiempo hay X mercancías en el mercado, ni una
menos ni una más. Guerrero parece asumir que la oferta de ciertos bienes es absolutamente
flexible.

Obviamente no es así, la producción tiene lugar con mucha anterioridad al momento de la venta y,
de hecho, la producción dependerá, entre otras cosas, de la atracción de capital que, casualmente,
Guerrero hace depender únicamente de la demanda (las acciones de Inditex).

Es decir, la producción depende no solamente de la cantidad de trabajo, sino de capital. Guerrero


hace depender el precio del capital (y por tanto su oferta) de la demanda. Por tanto, la cantidad de
bienes que determinará la flexibilidad de la oferta que, a su vez, da paso a que el intercambio se
determine por la cantidad de trabajo incorporado, depende ¡de la demanda! Es curioso cómo
incluso por esta vía el marxismo languidece.

c) Los monopolios pueden afectar los precios de mercado por encima de los precios reguladores
(p. de producción y p. directos), pero primero hay que estudiar cómo se forman dichos precios
reguladores: todo hay que hacerlo por orden, y la ciencia se basa en este sistema ordenado. Por
otra parte, no debe confundirse monopolio con gran empresa. La concentración y centralización
del capital ha hecho que las empresas sean muchísimo más grandes ahora que en el pasado, pero
(casi) todas ellas siguen compartiendo entre sí de acuerdo con las leyes económicas capitalistas y,
en particular, de acuerdo con la ley del valor (trabajo).

Los monopolios aumentan el precio por encima del que se fijaría en el libre mercado,
precisamente por su exclusividad y poder de negociación. Sin embargo, incluso en los monopolios
legales, fijan su precio en función de la utilidad marginal y no del valor trabajo como dice
Guerrero. Si un monopolio fija un precio por encima de la utilidad marginal de los consumidores,
estos no lo adquirirán. Es decir, la demanda caerá y, por tanto, los ingresos del monopolio. Hay
que señalar en este punto que el hecho de que el precio supere la "utilidad marginal de los
consumidores" no significa que un cierto precio supere la utilidad marginal de TODOS los
consumidores, sino sólo en el de algunos consumidores (que disminuirán su adquisición).

¿Y qué significa que la utilidad marginal del precio supere a la de los productos a adquirir? Pues
que el fin que puede conseguir con el dinero tiene un mayor valor que el que podría conseguir con
los bienes que ofrece el monopolio. Esto tampoco es equivalente a señalar que el consumidor
dejará de comprar cualquier bien al monopolio: precisamente, cuando disminuye las cantidades a
comprar, la utilidad de las unidades aumenta y, por tanto, no es improbable que supere a la del
precio. Pero en todo caso la demanda disminuirá, precisamente por la utilidad marginal
decreciente.

En cuanto a la utilidad, no tiene ningún papel en la determinación de los precios. Lo que los
neoclásicos entienden realmente por utilidad marginal del consumidor es el precio mismo: si
alguien compra algo de 10 euros es que su utilidad marginal son 10 euros, y si compra algo de 20,
lo mismo. Se trata de una pura tautología.

Los neoclásicos pueden decir lo que les plazcan, están casi más equivocados que usted. Sospecho
que no se ha leído mis posts en los que le criticaba, o dejaría de haberme tachado de neoclásico y,

32
sobre todo, de atribuirme argumentos carentes de sentido. Repito, si la utilidad de una manzana
es igual a la utilidad de su precio, entonces el intercambio pierde sentido (¿para qué intercambiar
para quedarme igual?). Es decir, la utilidad de un bien no son los 10 euros (si alguien compra una
manzana por 10 euros significa que la utilidad de la manzana es SUPERIOR a la de los 10 euros),
sino, como su nombre indica, la aptitud que el actor le atribuye para la satisfacción de sus fines.

Los precios se fijan al cruzar utilidades, esto es, yo te doy algo que valoro menos que lo que tu me
das, y viceversa. Son relaciones históricas de intercambio y no mediciones del valor, entre otras
cosas porque el dinero (unidad en la que se suelen expresar los precios) también es valorado y,
por tanto, caemos en un razonamiento circular.

lo único que pueden decir es que cuando el consumidor A compra algo de 10 euros está
demostrando que su utilidad marginal es como mínimo 10 euros (pero podrían ser 20 ó 100), y al
comprar otra cosa de 20 euros, su utilidad marginal es como mínimo 20 euros (pero podrían ser
1000 ó 15). Por tanto, A puede pagar 10 euros por una mercancía que le ofrece una utilidad
marginal menor, igual o mayor que B, por la cual pagó 20 euros. Y lo mismo ocurre con los
consumidores B, C, D... Entonces, ¿de qué sirve la utilidad marginal en la teoría del valor?

La utilidad es ordinal, se trata de una jerarquía de acciones. Yo prefiero A a B, elijo entre A o B


atendiendo a mis preferencias. Pero estas preferencias no son cardinales, sino ordinales. No tiene
sentido pretender cuantificar la utilidad, nadie puede hacerlo (ni siquiera el propio actor), no hay
ninguna unidad de utilidad. Lo único que sabemos es si tal acción es preferida a otra. Sin embargo,
Guerrero sigue sin entender nada y dice que "cuando el consumidor A compra algo de 10 euros
está demostrando que su utilidad marginal es como mínimo 10 euros". ¿Y cuál es la utilidad de un
euro? ¿Cómo pretender medir la utilidad a través de otras utilidades que, además, son variables?
¿Cómo pretender medir las jerarquías? Los 10 euros también son valorados conforme a la utilidad
marginal, por tanto, lo correcto es decir que cuando alguien compra un bien que tiene un precio
de 10 euros, está demostrando que, para el actor, la utilidad marginal de ese bien es superior a la
utilidad marginal de los diez euros y ello es así porque el bien se dirige a un fin más apetecido que
al que podrían dirigirse los 10 euros.

La cuestión no es sólo esa. Sabemos apodícticamente que la segunda unidad de ese bien será
valorada menos que la primera (no después de consumirla, sino ante la expectativa de hacerlo).
Por tanto, si sigue dispuesto a pagar 10 euros por esa segunda unidad, ello se deberá a que el fin
que conseguirá con esa segunda unidad sigue siendo más valorado que el que puede conseguir
alternativamente con diez euros. Obviamente las comparaciones intersubjetivas de utilidad siguen
siendo imposibles, como se encargó de recordarle Robbins a Pigou, dado que el valor es ordinal. La
utilidad marginal, aunque Guerrero no lo sepa, nos sirve para explicar: a) porque un individuo
valora un bien A más que otro B, aún cuando esté seguro de que valoraría más la primera unidad
de B que la de A, b) porque la demanda de un bien no es infinita, c) la imputación d) y, sobre todo,
el origen del valor.

La utilidad marginal se asienta perfectamente sobre el estudo praxeológico de la acción humana,


de la economía. Disciplina en la que Guerrero todavía aparece en una fase muy principiante y
acientífica. Le convendría no sólo leer, sino entender a Böhm-Bawerk. Se habría ahorrado perder
mucho tiempo; al menos, claro está, si su objetivo es el de desarrollar la ciencia económica y no el
de difundir propaganda marxistoide.

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Respuesta a 47 objeciones de Diego Guerrero

En otro mail Diego Guerrero critica mis posts sobre la utilidad marginal (en el anterior sólo repetía
las típicas letanías fracasadas de la teoría del valor trabajo) a través de 47 breves comentarios. En
general, los comentarios no pasan de reflexiones propias de Cruz y Raya o Los Morancos, sin
entrar en la cuestión. Aun así, daremos respuesta; en este post a las 17 primeras y en los dos
siguientes a las 30 restantes. Mi texto original irá en azul y la "respuesta" de Guerrero en cursiva.

1) “Lo cierto es que, realmente, la utilidad no se deriva del consumo, sino la


consecución de los fines del actor”

¿El que tiene un euro sólo puede tener fines por valor de un euro?

Ignoro cómo ha leído Guerrero mis textos; entendiéndolos desde luego no. Primero, el dinero no
mide el valor, el dinero es valorado. Difícilmente un bien que puede cambiar de valor puede servir
de unidad estándard (es como si cada día el "metro" pudiera tener una longitud pero no
tuviéramos forma de saberlo). No sólo eso, dado que el valor es ordinal, no existe medición
posible. Segundo, el dinero no la única manera de conseguir los fines del autor, una de las críticas
que le hice a Guerrero fue, precisamente, reducir el ámbito del valor sólo a las mercancías. Quien
sólo tiene un euro sólo podrá adquirir mercancías con precio de un euro, pero quizá esa mercancía
se dirija a fines muy valorados; o, desde luego, puede perseguir fines muy valorados cuyo medio
no pase por el dinero. Por ejemplo salir de paseo, hablar con un amigo, o tomar el Sol.

En ninguno de estos casos se consume nada (salvo que entendamos que se consume tiempo,
aunque más bien el tiempo se emplea de una manera determinada). Por tanto, mi crítica a
Guerrero, que no ha entendido, sigue en pie.

2) “Las ‘acciones’ de estas personas [se refiere a las austeras] no les son útiles en
absoluto (pues no se dirigen a consumir, sino a alcanzar fines distintos del consumo) y
la pregunta pertinente será, pues, ¿por qué actúan?

Aquí confunde consumo con compra, como es habitual en los utilitaristas. Un austero puede
disfrutar consumiendo su música, sus libros o su televisión. Pero los consume en casa, no en el
mercado. Para recibir utilidad no hace falta comprar compulsivamente.

Desde luego que no, ni siquiera hace falta consumir. Puse el ejemplo de las austeras no para
justificar la compra, sino para ilustrar mi punto anterior, esto es, que la utilidad no se deriva del
consumo, sino de la aptitud de los medios (que puede ser el propio trabajo) para conseguir los
fines del actor. Una persona puede disfrutar reflexionando, ¿qué consumo está practicando ahí?
¿Cómo explica esa acción humana? Más bien parece que quien tiene estrechas miras de la
actividad humana es Guerrero, no un servidor.

3) “Es un "hecho" objetivo que el valor es subjetivo”

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La valoración que hace el sujeto es subjetiva, of course, pero el precio es objetivo, y es ese precio
objetivo el que interesa a la teoría del valor mercantil.

El precio es objetivo, pero el precio no es valor, sino una ratio de intercambio que ha surgido en
función de unas valoraciones previas. La formación del precio no puede disociarse de los valores
subjetivos. La acción humana se guía en función de esas valoraciones y es precisamente la acción
humana la que engendra los precios. Los precios son un resultado de la acción, y la acción es
conducida por los valores subjetivos. Por tanto el valor es previo al precio y queda enteramente
determinado por éste; sin esa gradación de preferencias las acciones variarían de tal manera que
los precios variarían inevitablemente. Opinar lo contrario resulta equivalente a decir que los
precios no tienen nada que ver con la acción del hombre; es independiente a ésta, son los precios
los que dirigen la acción. Pero aquí caemos en una contradicción, ¿no decíamos, incluso Guerrero,
que el valor era subjetivo? Entonces, ¿cómo puede el actor seguir un curso de acción que
considera inútil y perjudicial?

En definitiva, el tipo de hombre que tenemos con el esquema marxista no es el de un actor, sino el
de un autómata que reacciona a los precios. Lo cual es simplemente absurdo, en tanto una buena
parte de las acciones humanas nada tienen que ver con los precios (y habría que suponer que los
precios siempre han estado ahí, creados por Dios y no por los hombres).

4) “El problema es que el valor NO es mensurable”

Ése es el problema de la teoría utilitarista. El valor objetivo sí se puede medir y de hecho se mide.

El valor no puede medirse. Guerrero debería explicar cuál es la unidad de medición del valor. ¿La
moneda? ¿Cómo puede un bien cuyo valor cambia ser una unidad estándard? Si cada día el metro
tuviera una longitud distinta, ¿qué tipo de medición sería esa? Simplemente afirmaríamos que
esta distancia mide esta distancia, pero nada más. Y, a diferencia de las magnitudes físicas, el valor
no es una magnitud, sino una jerarquía.

5) “Partiendo del error de la necesidad de medición, Guerrero continúa…”

¿Pero qué coño de teoría del valor es una teoría que considera un error medir los valores? ¿Se
imaginan una teoría del mundo físico que no quiera medir las cosas que analiza? Pues bien, el
mundo social es un subconjunto del mundo físico.

La incapacidad de Guerrero de distinguir entre física y economía es sintomático de las malas


conclusiones a las que llega. Si la economía está en el mundo físico y todo lo que está en el mundo
físico puede analizarse a través de los métodos cientistas de la física, entonces la economía es un
subconjunto de la física. Grandioso. El problema ahora es, ¿qué tipo de ciencia física es aquella
que no puede medir el amor, la esperanza, o la pereza? Vaya, qué cosas. La física queda refutada
por el hecho de que el amor se haya en el mundo físico y no puede medirse. Lástima.

En realidad, la economía tiene que ver con las ideas, con las impresiones que el ser humano tiene
del mundo físico. Son esas impresiones las que determinan la acción y por tanto las decisiones
relevantes para la economía. Todo lo demás es irrelevante. Por ejemplo, ¿qué relevancia

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económica tiene que en el universo físico pueda existir una civilización extraterrestre con un
progreso infinitamente mayor al nuestro? Ninguna. Si lo ignoramos y no están a nuestro alcance,
como si no existieran. Si bien, desde un estudio físico de la economía deberíamos tenerlo en
cuenta, ya que aprovechan recursos cada vez más escasos. Recursos de los que no tenemos ni
constancia pero que existen. ¿Ciencia económica?

6) “El valor se otorga en función del valor "esperado", es siempre "ex ante"; no se
experimenta nada, sino que se espera experimentar”

Eso será el valor imaginario de los utilitaristas o la valoración subjetiva. Pero el valor o precio
objetivo no se otorga por nadie: se determina objetivamente por las relaciones sociales que se
expresan en el trabajo fragmentado de las diferentes empresas capitalistas. ¿Qué tendrá que ver
que Fulano aprecie mucho o poco una pluma que le dejó su padre en herencia? El mercado la
valora objetivamente de otra manera y por otras razones.

Nuevamente Guerrero muestra su completo desconocimiento de la economía. Ya he explicado el


proceso de appraisement empresarial consistente en la fijación de un precio al que cree puede
retribuir a sus factores productivos y al que conseguirá un interés mayor que invirtiendo el capital
en proyectos alternativos. De todas formas, el precio no es el valor, conviene insistir.

El valor guía la acción humana y ésta el precio. Los precios no se forman sin intervención de la
acción. Imaginemos que hoy todo el mundo aprecia la mercancía X, y se producen 1000 unidades.
Pero, al día siguiente, la gente deja de apreciar esa mercancía (por ejemplo, porque se ha
anunciado que es cancerígena). Las "relaciones sociales que se expresan en el trabajo
fragmentado de las diferentes empresas capitalistas" siguen siendo las mismas, pero su precio se
hundiría. La razón es que nadie estaría dispuesto a pagar un precio tan elevado como antes
(porque la utilidad marginal del precio anterior superaría a la utilidad marginal actual del
producto).

De la misma manera el ejemplo de la pluma es malísimo. Si Fulano es propietario de la pluma y la


aprecia mucho, las relaciones de producción de ESA pluma en el mercado son irrelevantes. Fulano
exigirá un precio mucho más alto por la pluma que si no tuviera un valor sentimental. Si nadie
valora más la pluma que el precio que exige Fulano, ésta no se venderá y Fulano se quedará con
ella. No habrá precio de mercado para esa pluma.

7) “Imaginemos un stock de cinco unidades… Cuando consuma una de ellas, el stock se


reducirá en una unidad y, por tanto, el valor marginal aumentará”

Estos utilitaristas no sólo no saben qué es la producción sino tampoco el consumo. En la realidad se
están consumiendo continuamente unidades de los stocks existentes de las diferentes mercancías,
y sin embargo su valor no cambia… mientras no varíen las condiciones de producción (trabajo).

Buen intento de manipulación, el problema es que puedo poner el párrafo entero. Yo dije en
realidad: "Imaginemos un stock de cinco unidades; si la caricatura (no intencionada) que Guerrero
efectúa de la utilidad marginal es que el valor se otorga conforme se consume, ¿cuál sería la
unidad marginal? Cuando consuma una de ellas, el stock se reducirá en una unidad y, por tanto, el

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valor marginal aumentará. De manera que cada unidad tendría valor por sí misma y la paradoja del
agua y los diamantes quedaría sin resolver."

Pero bueno, poco más podemos esperar de él. Veamos, al consumir una unidad de un stock de
cinco unidades, la utilidad puede aumentar... o no. Si el fin al que doy satisfacción no es el menos
valorado de los que el stock me permitía, obviamente no variará. En caso de que satisfaga el fin
menos valorado, la utilidad de una unidad de las cuatro que me quedan sí que aumentará, dado
que la unidad marginal servirá para satifacer el fin marginal que es más valorado que el fin que
acabo de satisfacer.

Pero, de todas formas, la crítica de Guerrero no se sostiene. Claro que se están consumiendo y
produciendo unidades cada día... y su valor no cambia (esto es discutible, no voy a entrar en
análisis históricos que no me interesan, pero vamos, creer que siempre que se produce un cambio
de precio se debe a las condiciones objetivas de producción es ingenuo). Esto se debe a que la
necesidades satisfechas sólo lo están temporalmente y, al cabo de un tiempo, vuelven a emerger.
En el caso de los alimentos es evidente. Pero en el del resto de bienes más o menos duraderos
también; una vez depreciados hay que volver a consumir. Como los ritmos de depreciación de
cada bien son distintos, los empresarios tienen una demanda continua de bienes, incluso
duraderos.

Pero lo que viene a decir Guerrero es: si las necesidades que cubren los cinco sacos fueran
satisfechas de una vez para siempre con el consumo de los sacos, su precio no variaría. Lo cual es
absurdo, pues nadie querría adquirir más sacos, por mucho que las condiciones de producción no
hubieran cambiado.

8) “el sujeto no necesita cuantificar su placer. Lo único que requiere es ser capaz de
discriminar cuáles son los fines prioritarios para modular su acción en consecuencia.
No necesita ni constancia ni un patrón de medición. Basta con que su acción sea, en
todo momento, la mejor, la más adecuada”

Aparte de la jerarquía de necesidades, que nadie cuestiona y que no tiene nada que ver con cómo
se forman los precios, podemos preguntarnos: “Vale, cada cual compra lo más adecuado en cada
momento, o incluso no lo compra porque no tiene dinero, pero ¿se puede saber qué tiene eso que
ver con los precios? Fulanito se compra un Mercedes porque es lo más adecuado para él, y yo me
compro un 600 porque es lo más adecuado para mí? Aparte de que es una manera curiosa de
hablar, ¿qué tiene eso que ver con los precios de ambos coches?”

Guerrero no es capaz de captar todas las interrelaciones de la economía, y es una pena, porque
parece que le pone interés. Veamos, todo el mundo podría comprar un mercedes siempre que
ahorrara lo suficiente. En una economía primitiva esto podría suponer estar 20 años fabricándolo
(suponiendo que supieran cómo), ya que habría que extraer los metales, fundirlo, modelarlos...
Trabajo exclusivo en un Mercedes que debería ser "apoyado" a través de un fondo de subsistencia
que permitiera al individuo consumir mientras se dedica a producir el mercedes. En una economía
moderna, significa satisfacer las necesidades de los consumidores y abstenerse a consumir otros
productos hasta haber ahorrado lo suficiente como para comprarlo. Si todo el mundo quisiera
comprar un Mercedes -y ésta fuera su prioridad- se experimentaría una recolocación de los
factores productivos, tanto trabajo como capital, hacia la producción de Mercedes, lo cual

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incrementaría sobremanera su número. Sin embargo, esto provocaría la disminución de la
producción de otros bienes y servicios.

Dado que la gente no quiere consumir solamente Mercedes sino una amplia gamma de otros
bienes y servicios, ¿qué sentido tendría ampliar la producción cuándo los Mercedes se quedarían,
al precio actual, sin poder venderse? Sólo se incrementarían los costes sin elevar los ingresos, ya
que para colocar los correspondientes Mercedes adicionales en el mercado debería reducirse su
precio. Ésta es la significación que tiene la utilidad marginal en la fijación del precio. Si el
empresario de Mercedes amplía la producción deberá reducir el precio, o en caso contrario
consumirá parte de su capital en pérdidas. Si la gente realmente quisera consumir más Mercedes
(es decir, si estuviera dispuesta, o bien a producir más, o bien a consumir una cantidad menor de
bienes de los que consume ahora), la producción de Mercedes se ampliaría, reduciendo las de
otros productos (que no podrían pagar el superior precio por los factores productivos que se
quedaría Mercedes precisamente porque no podrían incrementar los precios de sus productos
habida cuenta que la utilidad marginal de los consumidores con respecto a ellos es menor).

9) “Aunque no pueda cuantificarlo, sé que me gusta más la carne que el pescado.


¿Cuánto más? Lo ignoro, pero ello no imposibilita mi conocimiento acerca de mis
preferencias.”

Vale, voy a mirar el prospecto de una medicina reciente: incluye, entre otras cosas,
“carboximetilalmidón de sodio” y “silicato alumínico magnésico”, dos mercancías que por supuesto
tienen precio en el mercado (si no lo creéis, preguntádselo a GlaxoSmithKline). ¿Cuál prefiero? Yo lo
ignoro, pero a lo mejor Rallo sí lo sabe. En cualquier caso, esta sabiduría nada tiene que ver con los
precios. Y recuerden que hay como dos millones de mercancías presentes (sin contar con que otros
utilitaristas insisten en que las mercancías son distintas para cualquier punto del tiempo, cualquier
diferente contingencia, etc.)

Pocos, más bien ningún, consumidor adquirirá los medicamentos en función de sus componentes
(salvo algún experto que sepa diferenciar sus efectos). Sin embargo, las empresas farmacéuticas sí
saben cómo producir los medicamentos. De la misma manera, las empresas que les provean los
componentes (en caso de que sean distintas) valoraran las materias primas que sean necesarios
para fabricarlos en función de sus usos alternativos (o utilidad directa). ¿Y de qué dependen esos
usos alternativos? Precisamente de los fines (marginales) de los consumidores. Imaginemos que el
"silicato alumínico magnésico" (sé que voy a decir una burrada muy gorda) sirve para producir
Mercedes. Su propietario puede vendérselo a la farmacéutica o la empresa Mercedes. ¿De qué
dependerá su elección? De quien pague más por ese componente. ¿Y de qué dependerá la
disposición al pago de Mercedes o la farmacéutica? De cuanto estén dispuestos a pagar los
consumidores por sus productos, esto es, de su utilidad marginal.

Si el silicato alumínico magnésico es muy escaso y su utilidad en la producción del último coche
Mercedes que se espera que se venda es mayor que su contribución a la producción del primer
medicamento, entonces irá a parar a Mercedes. Y, por supuesto, esas utilidades depeden de la
valoración de los consumidores.

En otras palabras, no es necesario que los consumidores valoren todos y cada uno de los
componentes de un bien que adquieren (de hecho no lo hacen a menos que ese componente sea

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relevante para la funcionalidad del bien, esto es, para la satisfacción del fin que persiguen: por
ejemplo, un coche de papel sería mucho menos valorado que uno de chapa), ésa es tarea de los
empresarios que, cuando son capaces de pagar un mayor precio por las materias primas al esperar
vender los productos por un cierto precio, consiguen hacer afluir las materias primas y los factores
productivos.

10) “Yo doy cinco euros por un libro porque considero que el valor del libro es superior al
de los cinco euros. No doy cinco euros porque considere que el valor del libro son "cinco
euros"; en ese caso, ¿para qué efectuar el intercambio?”

No se entera. El problema no es ése. La cuestión es que, siendo lo que dice así para cualquier
mercancía, ¿por qué vale más un coche que un zapato? ¿Qué determina esos valores diferentes?
(Dejo de lado que la afirmación de que todo el mundo sale ganando con el intercambio es sólo una
forma de ensalzar la economía capitalista sin ningún fundamento, ya que uno de los problemas del
capitalismo es que impide a la gente intercambiar y adquirir cosas que necesita y que en otro
sistema podría obtener; los parados por ejemplo no intercambian dinero por las cosas que no
compran porque el mercado de trabajo los expulsó de su empresa).

Claro que el problema es ése. Los bienes no se intercambian por igualdades de valor, sino por
desigualdades. ¿Por qué vale más un coche que un zapato? Para producir un coche los
consumidores tienen que renunciar a muchos más bienes y servicios que en el caso de un par de
zapatos, esto significa que sólo se producirán coches cuando su disponibilidad a adquirirlos sea
más elevada que la del resto de bienes. El empresario puede producir un coche, pongamos, a 6000
euros de coste y los consumidores están dispuestos a pagar 7000, por tanto se vende y se
establece ese precio. En cambio, para producir un par de zapatos los costes son mucho menores,
quizá 30 euros. Puede que la disponibilidad al pago de los consumidores sea de 1000 por un par de
zapatos (o más), sin embargo, en una industria con semejantes márgenes de beneficio afloraría
rápidamente la oferta y haría disminuir su precio. Esto no significa dar validez a una teoría del
valor-coste, ni mucho menos. Los costes no son más que precios y, esos precios se pagan en
función de los usos marginales a los cuáles puede dirigirse la producción que, como hemos dicho
más arriba, depende de la disponibilidad a pagar de los consumidores (que será mayor cuanto
mayor sea su utilidad marginal).

Para ampliar la producción de automóviles habría que adquirir factores productivos de otras líneas
productivas, lo cual incrementaría los costes, y para vender esos coches adicionales habría que
disminuir el precio, lo cual probablemente disminuiría el ingreso.

11) “se adquirirán unidades mientras el valor del fin adicional conseguido a través de
una nueva unidad sea mayor que el valor del fin marginal al que se renuncia”

Si me compro una barra de pan con el euro que tengo es que el aprecio o necesidad que tengo de
ese pan es mayor que el de, por ejemplo, un periódico. Pero eso no explica por qué valen lo mismo
en el mercado.

Básicamente digo lo mismo que lo que acabo de explicar. Por qué el pan y el periódico valen lo
mismo (en caso de que así sea) en el mercado ya lo hemos explicado en el caso del coche y del

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zapato. Los bienes a los que se ha de renunciar para producir periódicos o panes son bastante
reducidos (en comparación con, por ejemplo, la producción de automóviles), lo cual hace que sus
proveedores tengan que aceptar un precio más bajo y, por tanto, los vendedores puedan expandir
la demanda de sus bienes a través de la reducción del precio. Si los proveedores tuvieran ofertas
mejores por su productos, los panaderos tendrían que pagar más para producir pan y, en
consecuencia, si no quieren quebrar, incrementar el precio. El punto importante que valida la
teoría de la utilidad marginal es que, precisamente, si ese incremento del precio del pan supera la
utilidad marginal de los consumidores, el panadero dejará de vender y quebrerá (o disminuirá el
tamaño de su negocio), de manera que esos factores productivos quedarán liberados y afluirán a
otras producciones.

12) “Los empresarios que puedan pagar mayores rentas (por esperar percibir un
mayor precio) y ACIERTEN, serán los que triunfarán en el mercado. Ésa es la
competencia típica del proceso de mercado”

Al revés: triunfarán los que, ofreciendo la misma calidad, lo puedan hacer a un coste inferior. O
bien los que, ofreciéndolo al mismo precio, dan un producto de mayor calidad. Porque el cliente se
rige por la relación calidad/precio, pero esto, que es válido para todas las mercancías, no explica el
diferente valor de cada una de ellas.

¿Y por qué deberían aceptar los proveedores de factores productivos los precios más bajos?
Obviamente, de entre aquellos que consigan adquirlos, triunfarán los que tengan menores costes.
Pero los adquirirán aquellos que puedan pagar una mayor renta: y podrán pagarla los que esperen
un precio de venta mayor por sus productos. Es decir, Guerrero confunde la economización con el
appraisement de los factores productivos. Sólo los bienes cuya utilidad marginal se espera
superior se producirán, lo cual también significa que se producirán en la cantidad adecuada, dado
que una cantidad superior disminuiría su utilidad marginal y será incapaz de retribuir (y retener) a
los factores productivos.

13) “Repetimos: sólo es necesario conocer la jerarquía de nuestros fines, algo que el
actor conoce en cada instante perfectamente”

Insiste en lo del “carboximetilalmidón de sodio”… Pues vale.

Como ya hemos visto, el argumento del "carboximetilaldimón de sodio" es una parida


monumental. Pero bueno, estamos hablando con un marxista.

14) “Como hemos explicado, el proceso de mercado opera de otra forma; pagan a los
factores sus productividades marginales descontadas sobre las ventas de los productos
a un precio anticipado”

¿Cuáles son las respectivas productividades marginales del “carboximetilalmidón de sodio” y el


“silicato alumínico magnésico”. Sencillamente no “producen” por separado. Sólo producen juntos,
en la mezcla específica de la medicina correspondiente a la que van a parar gracias al trabajo.

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Precisamente, la productividad "marginal" se refiere a la productividad de una unidad adicional de
"silicato alumínico magnésico" y no a la productividad DEL "silicato alumínico magnésico" como
una totalidad. Efectivamente no producen por separado, por tanto, el empresario sólo adquirirá
uno y otra cuando haya podido adquirir ambos. Si, por ejemplo, es incapaz de comprar el
carboximetilalmidón de sodio, no se planteará adquirir el silicato alumínico magnésico y, en todo
caso, el precio que estará dispuesto a pagar el empresario por ambos no podrá superar el precio al
que espera vender el fármaco (no tenemos en cuenta el interés para simplificar), que a su vez
dependerá de la utilidad marginal de los consumidores.

15) “Si yo elijo A a B es porque prefiero A a B, ¿y qué significa preferir? Que A me


proporciona mayor utilidad que B”

…O que no tengo dinero para comprar B, o que no conozco la existencia de B, etc. En cualquier caso
nada de esto explica por qué los precios son precisamente los que son.

No, si yo elijo A a B es porque, dadas las circunstancias presentes, prefiero A a B (si no conoces de
la existencia de B, difícilmente puedo elegir A a B, cuando B no entra en mis cálculos). Ello no
significa tampoco que esa persona sea irrelevante: sus acciones siguen comandadas por el valor y,
por tanto, modificará la estructura de mercado. Por ejemplo, podría trabajar más (con lo cual
influirá en su salario), ahorrar más (con lo cual influirá en el tipo de interés) o buscar nuevas
oportunidades de negocio (con lo cual influirá sobre los restantes negocios). De la misma manera,
si el empresario B se vuelve más eficiente, podría facilitar una rebaja del precio de B que permita a
ese consumidor (que obviamente es tenido en cuenta) adquirir el bien B antes que A en caso de
que así lo prefiera.

Pero, en todo caso, repito: si yo elijo A antes que B se debe a que la elección de A en este
momento es la más adecuada. Si no tengo dinero para adquirir B, podría no haber adquirido A
para ahorrar y adquirir B, pero no lo hago por multitud de posibles factores: preferencia temporal,
concurrencia de otros costes (por ejemplo, si sólo podré adquirir B si renuncio a A y, además,
trabajo más)...

16) “La curva de demanda es siempre decreciente, no por preferencias reveladas


concretas, sino por la utilidad marginal decreciente”

Primero decía que no se puede medir cardinalmente la utilidad, ni era necesario hacerlo, y ahora
va y mide nada menos que su derivada (eso es la utilidad marginal): ¿En qué quedamos?

Ya le he dedicado un post a este tema. La derivada, matemáticamente, es una aproximación a la


utilidad marginal, pero NO es la utilidad marginal. Es increíble que Guerrero lo equipare de una
manera tan acientífica. Hablar de utilidad marginal implica necesariamente hablar de derivadas y,
por tanto, de medición. Error gravísimo.

Pero además, parece que Guerrero tampoco se ha aprendido el temario neoclásico. Las funciones
de utilidad neoclásicas no expresan valores, sino grados. Son susceptibles de transformaciones
monotónicas, esto es, agregarlas, restarlas, multiplicarlas o dividirlas sin que afecte a la posición
jerárquica del bien. En otras palabras, lo importante de la función f(x)=2x y de la función f(y)=3y,

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para los neoclásicos, es que una unidad del bien y tiene una utilidad ordinalmente mayor que una
unidad del bien x. Los propios neoclásicos dicen que la utilidad no es 3 o 2, sino que 3 expresa una
superioridad jerárquica a 2 (esto es, puede ser 3 o 24; 24 no expresaría que y es 12 veces más
valorado que x, sino sólo que es más valorado).

Otra cosa es que el arsenal matemático en economía llegue al absurdo, pero esta es otra cuestión.

17) “Lo único que realmente necesitamos saber para todo ello [es decir, para
determinar la curva de demanda] es lo siguiente: a) el valor es la significación de un fin,
b) la unidades iguales de un mismo medio permiten conseguir fines de una menor
importancia (ordinalismo), c) por tanto, los medios adicionales, al estar afectos a fines
menos importantes, tendrán un valor decreciente (utilidad marginal decreciente).”

Como el medio es el dinero, lo que dice Rallo es que un euro no vale lo mismo que otro euro. ¿No
sabe que a los capitalistas y al mercado les da igual un euro que otro? No, no lo sabe.

No, el caso del dinero es completamente distinto. Lo explico aquí. Es un bien líquido y su utilidad
marginal decrece, en consecuencia, muy despacio. Es evidente que Guerrero no ha entendido el
concepto de liquidez tratado por Menger; otro fallo que el marxismo debería haber corregido.

18) "Sin utilidad marginal la demanda de agua y alimento serían infinitas"

¿Por qué? ¿Acaso Rallo, cuando sale a cenar se empazurra y atiborra permanentemente? ¿Acaso
cena tres o mil veces al día? Las necesidades humanas son limitadas, lo que ocurre es que el
capitalismo limita más las de unos humanos que las de otros.

Es discutible que los fines humanos sean limitados, entre otras cosas porque la inexistencia de
fines significaría el fin de la acción y, por tanto, del mismo ser humano. Lo que es evidente es que
los medios para satisfacer nuestras necesidades sí lo son. Precisamente porque esos medios son
limitados tenemos que economizarlos y precisamente porque tenemos que economizarlos (es
decir, tengamos que distribuirlos entre fines más y menos importantes) otorgaremos mayor valor
a aquellos medios que se dirijan a los fines prioritarios.

Es curioso que pueda sostenerse que el valor depende de las condiciones de producción, obviando
que un incremento de la cantidad del bien necesariamente lo dirige hacia fines inferiores y, por
tanto, hacia fines menos valorados. ¿Qué ocurre cuando el trabajo necesario para producir un
bien no varía pero su cantidad aumenta (por dirigir mayor número de trabajadores a tal empresa)?
¿Seguirá siendo idéntico el precio? Es decir, Guerrero sugiera que los consumidores seguirán
adquiriendo la misma cantidad de bienes que antes y al mismo precio. Ahora nos dice que los
consumidores se saturan, ¿y qué ocurre entre la satisfacción y la saturación? ¿Acaso no pueden
estar dispuestos a comprar una mayor cantidad de bienes en caso de que su precio sea
ligeramente inferior? En otras palabras, ¿acaso el precio de un bien se mantendrá cuando su
cantidad aumente (suponiendo que la valoración de los consumidores no cambia)? Guerrero
parece suponer que sí, lo cual es absurdo pues implica no integrar la inexistencia de una demanda
infinita.

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¿Quién querrá adqurir mercancías adicionales cuyo precio (coste) sea superior a la satisfacción
que le proporciona? Y si nadie quiere comprarlas, ¿acaso su precio permanecerá igual? En la
práctica se nos dice, como ya hemos visto, que las personas intercambian sus bienes en función
del trabajo incorporado y no de sus necesidades. Ya que, en otro caso, se daría cuenta el autor de
que las necesidades modulan la producción y, por tanto, el precio.

19) “Guerrero confunde los términos. Su descripción no explica por qué la demanda
tiene pendiente negativa, sino el denominado efecto renta. En pocas palabras, el efecto
renta viene a decir que toda rebaja del precio de un bien ocasionará una expansión de
la demanda con cargo al nuevo poder adquisitivo. Esto es, si el precio baja de 100 a 50,
me ahorro 50 euros que ahora puedo gastar y antes no.

Sin embargo, el efecto renta presupone las curvas de demanda con pendiente negativa,
no las explica.”

Nadie duda de lo que ya Marx llamaba la ley de la demanda (la forma decreciente de esa curva).
Pero la teoría laboral del valor permite entender por qué el cambio técnico y la productividad
creciente del trabajo rebajan con el tiempo la curva de “oferta a largo plazo” (es decir, el precio de
producción marxiano) y por qué, sea cual sea la demanda, el precio baja como consecuencia. Pues
bien: esos cambios en la oferta son la base real del efecto renta.

¿Nadie duda de la curva de demanda negativa? ¿Y cuál es su fundamento? Precisamente que los
nuevos medios se dirigen a fines decrecientemente satisfactorios. Y es la existencia de esos fines
decrecientemente satisfactorios lo que explica la organización de la producción, y no "las
condiciones técnicas" que son posteriores a la expectativa de esos fines. En otras palabras, el
empresario comienza su negocio en aquellos sectores que sean valorados por los consumidores -y
en la extensión en que sean valorados. Por ejemplo, no podrá detraer factores productivos de
otros negocios donde son más valorados. "Las condiciones de producción", por tanto, son un
resultado de ese valor decreciente de los consumidores. No hay condiciones previas, pues no
existe organización productiva sin expectativa de ganancia y no existe expectativa de ganancia sin
utilidad. Y no existe utilidad sin utilidad marginal decreciente.

Es más, en tanto esos valores cambien, "las condiciones productivas" que, según Guerrero,
explican el precio y los intercambios se verán modificadas. Por ejemplo, si hoy dejamos de valorar
los ordenadores (por la razón que sea) desaparecerán del mercado, aun cuando las condiciones de
producción no hayan variado. Y esas condiciones, acto seguido, se verán modificadas, incidiendo
sobre otras condiciones de producción de otros sectores. ¿Y en qué medida incidirán? En la
medida en que los consumidores valoren los bienes y servicios resultados de esas actividades. Por
ejemplo, no se invertirá un excesivo número de trabajadores en un sector que haga incrementar el
número de mercancías (y por tanto reducir su precio) hasta un punto en que los costes (de
oportunidad) superen a los ingresos.

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20) “Imaginemos un señor cuyo sueño vital es viajar a la luna, sin embargo no tiene
suficiente dinero para ello aunque renuncie a todos los placeres de la vida actual. Sin
embargo, imaginemos que se produce un descenso en el precio de todas las mercancías,
de manera que, al final, renunciando a casi todos sus bienes, puede viajar a la luna. Ello
no iría en contra de la ley de la demanda; el hecho de que bajara el precio de todo y
disminuyera su cantidad demanda sería perfectamente lógico.”

Aquí confunde Rallo el desplazamiento a lo largo de la curva de demanda con el desplazamiento de


la curva de demanda hacia la izquierda. Si fuera un estudiante mío, lo suspendería.

Agradezco no haber sido alumno de Guerrero, especialmente por su escaso bagaje teórico.
Difícilmente puedo confundirlo cuando estoy diciendo que los efectos sustitución y renta NO van
contra la ley de la demanda: es decir, el desplazamiento a la izquierda de la curva de demanda
individual del resto de bienes de la economía (a excepción del viaje a la Luna) ha habilitado a
nuestro consumidor poder pagar el precio para viajar a la Luna (esto es, desplazarse a lo largo de
su curva de demanda individual para ir a la Luna). Por tanto, no sé quién es el confuso.

Lo que vengo a destacar es que la existencia de medios habilita la satisfacción de los fines y, por
tanto, puede inducir a cambios en la acción humana y a restricciones sobre los otros fines. Si yo
oriento mi vida a viajar a la Luna, es evidente que tendré que sufrir un entrenamiento, una
disciplina y un ahorro mucho mayor que quien aspira a mantener una vida rutinaria. Desde un
principio conformo mi vida de ese modo y mi objetivo es conseguido de manera gradual. Pero a
veces hay cambios bruscos: yo puedo no contemplar la posibilidad de ir a la Luna (por pensar que
no es factible), pero, de repente, serlo. En ese caso, mi estructura de consumo se vería modificada.

21) “Imaginemos que un señor compra un bien "a causa de su elevado precio". La ley de
la demanda y la utilidad marginal no dejan de aplicarse por el hecho de que, al caer el
precio, el señor deje de comprar ese bien; y es que la causa que fundamentaba su
adquisición ha desaparecido. Aunque físicamente es el mismo bien, en la apreciación
subjetiva del individuo no (no sirve al fin, por ejemplo, de fardar ante sus amigos de
poder adquisitivo).”

Ídem. Ahora la curva se desplaza a la izquierda porque han variado los gustos. Da igual que lo
consideremos como uno de los efectos Veblen o no.

Precisamente por eso. Es increíble cómo algunos pueden llegar a contradecir por no entender qué
se está diciendo. Si la imagen que tiene del bien ha variado, la curva de demanda se desplaza a la
izquierda: es otro bien y, por tanto, corresponde otro tipo de demanda (menor, por haber perdido
una de sus características importantes). La ley de la demanda relaciona la cantidad con el precio,
"ceteris paribus", es decir, manteniendo el resto de factores constantes. Si yo digo: "que cambien
los factores no refuta la ley de la demanda, basada en la constancia de factores", ¿cómo puede
Diego Guerrero acusarme de no entender que la ley de la demanda se basa en la constancia de
factores?

Quiero matizar, simplemente, que estoy hablando en términos neoclásicos. Ni siquiera la cláusula
"ceteris paribus" merece una consideración científica.

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22) “si los bienes Giffen refutaran la ley de la demanda, como hemos dicho, su demanda
debería aumentar conforme su precio sube, lo cual es simplemente absurdo”

En efecto, absurdo “simplemente”, es decir sin necesidad de creerse el artificio de la utilidad


marginal.

Supongo que Guerrero llega a este punto dándose cuenta de que no ha entendido nada. Claro que
los bienes Giffen son absurdos, en eso coincidimos. Y precisamente porque son absurdos, no
sirven para refutar la utilidad marginal decreciente, como muchos han intentado.

23) “sin utilidad marginal decreciente, la demanda de los bienes con una elevada
utilidad sería infinita”

Negar la utilidad marginal decreciente como fundamento de la curva de demanda no significa ni


implica afirmar una supuesta ley de la utilidad marginal creciente. Aquí da Rallo un salto lógico.
Sencillamente, la derivada de la utilidad no se puede calcular. Saber que tres periódicos dan más
utilidad que dos, y dos más que uno, no informa nada sobre la utilidad marginal. La utilidad, tanto
objetiva como subjetiva, existe; pero la utilidad no se deriva matemáticamente como tampoco se
derivan el amor, la amistad o la pereza.

Aquí volvemos a otro de los típicos errores de Guerrero que ya tratamos en el punto 16 y en un
post anterior. La utilidad marginal NO es absurda por el hecho de que no exista la derivada de la
utilidad, en todo caso sería absurda la derivada como instrumento matemático para aproximar la
utilidad marginal.

Y por supuesto que negar la utilidad marginal decreciente significa negar la curva de demanda
negativa. ¿Por qué acaso debería decrecer la demanda conforme aumenta el precio? O dicho de
otra forma, ¿por qué debería aumentar cuando disminuye? Si yo no admito que la cantidad
adicional de un bien disminuye su valor (por dirigirse hacia fines inferiores), ¿puedo admitir que la
utilidad de los bienes disminuye? Y si lo admito, ¿en qué debo basarla sino en la cantidad y, más
concretamente, en la progresiva reducción del valor de los fines a los que se dirigen?

24) “Al final, negar la utilidad marginal decreciente es equivalente a negar la existencia
de fines en la acción humana. Si existen fines estos tendrán que ordenarse de mayor a
menor importancia para el sujeto, habida cuenta de la escasez de medios y tiempo. Por
tanto, si negamos esa jerarquía estamos señalando que todos los fines son igualmente
relevantes (esto es, igualmente irrevelantes) y que la acción humana no es teleológica,
sino aleatoria, reactiva o dirigida.”

Ya he explicado que la jerarquía de necesidades es un hecho. Pero no explica los precios. Primero,
dicha jerarquía existía en sociedades en las que no había precios, y existe y existirá siempre. Pero
para explicar los precios se necesita otra cosa. Si A prefiere la carne al pescado, y B al revés, ¿qué
tiene que ver eso con la formación de los precios?

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¿No existían precios? Parece que Guerrero se refiere a precios más o menos estables. Precios han
existido siempre, desde el comienzo del intercambio. Cuando dos mercancías se intercambian se
hacen por "un precio". Si yo vendo mi finca por 1000 vacas, el precio de mi finca son esas 1000
vacas, y el precio de una vaca 1/1000 de finca. Ahí tenemos el precio, basado precisamente en la
utilidad (como implícitamente parece reconocer Guerrero, esto es, que la jerarquía guiaba los
intercambios cuando no existían precios). No conviene, pues, confundir precio con "ratio estable"
y mucho menos con "ratio monetaria". El precio es una relación histórica de intercambio que, en
las sociedades modernas, generalmente puede expresarse en dinero. Sin embargo, no olvidemos
que todos los precios son reversibles: si una Coca-Cola vale un euro, estoy diciendo que también
se ha vendido, o se espera vender, un euro por una Coca-Cola.

Los precios estables surgen con el appraisement empresarial. No necesariamente son ratios de
intercambio pasados (esto es, no necesariamente suponen una serie histórica de intercambios),
sino que son ratios a las que se espera intercambiar en el futuro (cuando sí devendrían ratios
históricas de intercambio).

Por tanto, pensar que esta jerarquía sí existe pero que no tiene nada que ver en los intercambios
y, en consecuencia, en la determinación de esas ratios llamadas precios es del todo ingenuo. Por
otro lado, ya explico en los puntos 10 y 11 la razón de los precios en relación con esta jerarquía de
preferencias. También lo expliqué más detalladamente en el proceso de appraisement empresarial
aquí: los factores productivos se van dirigiendo hacia las finalidades más importantes (es decir, en
función de su productividad marginal, calculada de acuerdo con la utilidad marginal de la
producción), el precio suele fijarse como agregación de los costes más el interés (si bien, todo el
empresario tiene en cuenta antes de emprender un negocio la posibilidad de vender a unos
precios determinados por la utilidad marginal) y la utilidad marginal determina el éxito o fracaso
de ese producto. Sin embargo, no olvidemos que los costes agregados dependen, a su vez, de la
utilidad marginal de otros bienes.

Pongamos un ejemplo numérico muy simple pero que ayudará a entenderlo. Tenemos el producto
A y el producto B. El producto A es más valorado que el B, y necesitamos para su producción pagar
unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 700. Por otro lado, el producto B necesita pagar unas
rentas al trabajo de 300 y al capital de 200. Supongamos que no hay interés, el precio al que
venderá A será 1000, si el consumidor sólo está dispuesto a pagar hasta 900, quebrará. Si en
cambio, están dispuestos a pagar hasta 1000 (o más) se mantendrá en el negocio. ¿Qué ocurre con
sus costes? En principio, si sus trabajadores son perfectamente sustituibles con los de B, las rentas
al trabajo tenderán igualarse (lo cual en muchos casos es un supuesto poco realista), ya que podrá
contratar a los trabajadores de B pagándoles un poco más. Es por ello que asumimos que serán
idénticas.

Con la especialización los trabajadores de A tienen a percibir el producto marginal de su trabajo,


sin especialización, obviamente, se percibe el producto del trabajador marginal (esto es, del último
trabajador que pueda contratarse siendo sustituible), allá donde esté. Por tanto, indirectamente el
producto B determina los costes de A. ¿Pero de qué dependen los costes de B? De su propia
productividad. El empresario B puede pagar a sus trabajadores 300, porque espera que el
consumidor le pague 500 por su producto. Por tanto, el valor del trabajo viene determinado por el
producto marginal. Nuestro caso no variaría en caso de que los trabajadores de A estuvieran
absolutamente especializados (y no fueran sustituibles). En ese caso tendríamos dos productos

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donde los trabajadores cobrarían según sus productividades y éstas quedan determinadas por el
valor del producto (valor atribuido por los consumidores según la utilidad marginal decreciente).

25) “Pero claro, si la revolución marginalista hubiera ocurrido un poco antes, el


marxismo ni hubiera nacido”

El marginalismo es anterior al marxismo, y no debe confundirse con el utilitarismo. El gran Cournot


era marginalista pero no utilitarista sino defensor de la teoría del valor de Ricardo. Lo que hacen
Marx y sus buenos discípulos, como Rubin, es desarrollar ideas perfectamente compatibles con
Cournot.

Marx escribió El Capital en 1867. Jevons y, sobre todo, Menger, sus Principios en 1871. Por
supuesto hablo de utilidad marginal decreciente.

26) “En otras palabras, cuando yo adquiero una unidad adicional, el valor de todas las
restantes unidades disminuye. ¿Por qué? Sencillamente porque las unidades son
intercambiables y, por tanto, ya no hay última unidad, sino un stock de unidades que
permiten satisfacer hasta determinado fin (fin marginal). Por ejemplo, si yo tengo
cuatro sacos de cereales y el último lo dedico a alimentar a los cerdos, el valor de un
saco de cereales es el de alimentar a los cerdos. Si adquiero un nuevo saco para darlo a
los más necesitados, el valor de un saco -de cualquier saco- pasa a ser el de alimentar a
los pobres. Todo ello aunque yo imprima en cada saco una etiqueta diciendo
"Destinado al consumo humano", "Destinado a alimentar a los cerdos", etc... Y es que, si
me roban el saco destinado a alimentar a mi familia, no por ello moriré de hambre,
simplemente dejaré de ser caritativo con los pobres.”

Dejando aparte que queda clara la concepción social de Rallo al hacer explícito que para él vale
más el cereal con que se alimenta a los cerdos que el que sirve para alimentar a los pobres –y que,
por tanto, si a él le roban el saco no se morirá el de hambre él sino los pobres–, el principal punto
de interés es que no sale de la misma idea de siempre. Este hombre es un hombre de una sola idea.
Vale: el último saco se valora menos que el primero, así como el último litro de agua más que el
primero, etc. Pero ¿qué determina lo que valen el agua y el saco en el mercado? No puede ser un
simple principio tan general y banal como el que usa él.

Dejando aparte que no Guerrero no entienda que quizá el cerdo pueda servir para alimentar a mi
familia o a los propios pobres una vez engordado, y dejando aparte que si me roban a mí los
pobres pueden tener otras fuentes de aprovisionamiento, ya he explicado largo y tendido cómo
todo esto determina el precio. Simplemente deprimente que Guerrero haya sido incapaz de
pensar en ello, de manera especial cuando se lo explico largo y tendido en los cuatro primeros
posts.

27) “Lo importante es el valor que influye y determina la acción, no la satisfacción


experimentada una vez se haya actuado”

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¿Y cuál es el valor que influye y determina la acción? El precio, claro está. Luego es el precio,
determinado por las cantidades de trabajo, lo que determina las utilidades subjetivas, y no a la
inversa.

Esto es simplemente acientífico. Los precios son un resultado de la acción, no la acción de los
precios. Lógicamente toda acción va antes que el precio, por tanto estos no pueden determinar la
acción, sino que tienen que surgir de ella. La utilidad de comer caviar, para mí, es independiente
de su precio. Que yo ahora no pueda comer caviar no significa que sea del todo inútil,
simplemente significa que el coste de consumirlo ahora supera a sus beneficios. ¿Y cómo se
determinan los costes y los beneficios sino a través de las utilidades?

28) “Tenemos tres modalidades de formación de los precios en una economía libre.
Negociación inter partes, el comprador fija el precio, el vendedor fija el precio. En la
negociación inter partes, comprador y vendedor negocian un precio para el
intercambio. Obviamente, este precio se situará entre el valor del fin inmediatamente
anterior al que satisface el bien en cuestión para el comprador (de manera que si el
precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de mayor valor
obligaría al comprador a declinar la oferta) y el valor del fin inmediatamente superior
al que satisface el bien en cuestión para el vendedor(de manera que si el precio se fija
en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de menor valor obligaría al
vendedor a declinar su oferta).”

El valor relevante para el vendedor es el que le permite obtener la tasa media de ganancia sobre
sus costos de producción (cantidades de trabajo). Los capitales reguladores lo establecen, digamos,
al nivel de 17 euros (si fuera superior, la rentabilidad sería superior a la media, esto atraería a más
capitales y el incremento resultante en la oferta haría bajar el precio de nuevo a 17). Los “valores”
de los diferentes consumidores pueden ser los que sean, por ejemplo 17, 28, 345 o 1562. Lo único
que sabemos es que son superiores a 17 y que el precio, según Rallo, se mueve entre esos límites.
Pues no: al final el precio se fijará en 17, y por tanto es el trabajo el que determina el precio, y no
las utilidades de los diferentes consumidores.

Lo cierto es que el tipo de interés del mercado determina la composición de los capitales. Pero el
tipo de interés, nuevamente, depende de la utilidad y, en concreto, de la utilidad intertemporal (o
preferencia temporal). Si yo no quiero o no necesito consumir hasta dentro de un año, puedo
emprender un proceso indirecto de producción mucho más productivo cuya maduración llegue
dentro de un año. Eso me permitirá exceder el valor inicial invertido en un % (imaginemos que
invierto 10 euros y al cabo de un año produzco 20, en ese caso el interés sería del 100%).
Lógicamente, allí donde el interés sea superior, afluirán los capitales, lo cual hará reducir el interés
y lo incrementará de allí donde se hayan ido. La cuestión, con todo, es qué determina ese interés.
En el ejemplo que he puesto, invierto 10 euros durante un año y produzco 20, tenemos tres
elementos: la utilidad de la inversión inicial, el tiempo de maduración y la utilidad de la inversión
final. En los tres casos, hablamos de utilidades y de valores subjetivos.

Por ejemplo, si no estoy dispuesto a esperar un año, valoraré mucho más los productos que
maduren a, digamos, un mes, de manera que, por ejemplo, su valor sea 50. Esto provocará que el
capital se concentrará en estos productos, yéndose de los productos que maduren a un año (hasta

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el punto de que la descapitalización podría ser completa si las rentabilidades en los períodos
anteriores a un año siguen superando la del 100%).

Por otro lado, si el precio del producto es inferior a la utilidad marginal, por supuesto, como ya
hemos comentado, existirá una tendencia a que el precio se mueva alrededor de esa utilidad
marginal. Precisamente por la competencia y por la propia incapacidad del empresario para hacer
pagar a los consumidores precios superiores a su utilidad marginal.

Pero, en todo caso, vemos cómo Guerrero sigue siendo incapaz de explicar el fundamento del
valor. En este caso, también el del interés.

29) “Cuál será el precio final es imposible de determinar para la ciencia económica; es
más, no le interesa. Estamos ante cuestiones puramente históricas, no teóricas. Basta
con afirmar que la transacción tendrá lugar entre esos dos límites, o no será.”

No hay ciencia económica si no puede medir la realidad que constituye su objeto. Rallo pretende
criticar la teoría laboral del valor, que es una teoría sobre cuáles son los precios de mercado, ¡con
una teoría que afirma que no hace falta saber cuáles son los precios de mercado! ¡Bonita teoría del
valor!

Critico la teoría laboral por ser acientífica, por basarse en predicciones imposibles (pues no
podemos determinar el estado futuro del conocimiento y, por tanto, cuáles serán las valoraciones
de los consumidores hacia productos que quizá ni existan) y porque la economía es una ciencia
teórica, relacionada con las implicaciones lógicas de la acción, y no con sus manifestaciones
concretas. Los datos de mercado son objeto de estudio por parte de la historia económica (estudio
realizado a través del bagaje instrumental conferido por la teoría económica).

30) “Por último, el modo más frecuente de formación de precios en las economías
capitalistas es el appreisement empresarial, esto es, el vendedor propone un precio y
los consumidores demandan en función de ese precio. En estos casos, el precio de las
transacciones que se realicen, como es lógico, no podrá superar la utilidad marginal del
comprador. Si el vendedor fija un precio superior a ésta, no venderá los productos, se
quedará con todos ellos. Por tanto, el correcto appreisment empresarial está
estrechamente relacionado con fijar un precio inmediatamente por debajo de la
utilidad marginal de los compradores a los que aspire.”

Está claro que se refiere al appraisement, que como todo el mudo sabe tiene el mismo origen
etimológico que price, precio. Lo interesante es que reconoce que el modo normal es éste. Por
tanto, él mismo reconoce que la empresa fija el precio a su coste en trabajo (incluida la ganancia
proporcional al capital) y los compradores comprarán más o menos según sus gustos y renta (que
Rallo llama utilidad, preferencias, etc.).

En ningún momento lo he negado. Y, por cierto, alguien que dice haber refutado a Böhm-Bawerk,
pues supongo que para refutar hay que leer y para leer entender. Y si se ha leído y entendido a
Böhm-Bawerk debería saber que nunca se opuso a la ley de costes, tal y como la hemos expuesto

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reiteradamente en nuestros artículos. Sin embargo, en ningún momento se sigue que el valor
dependa del trabajo (algo que Böhm consideraba con razón totalmente absurdo), ya que sigue
dependiendo de la utilidad, tanto en su modulación como en el origen de sus costes.

31) “En todo caso, podemos sacar una conclusión común para los tres tipos de
formación de precios: la propiedad privada es previa al precio. Tanto el comprador
como el vendedor tienen que ofrecer algo a cambio de otro algo. Sin propiedad privada,
el comprador no puede renunciar a nada para adquirir una determinada cantidad de
productos.”

Muy profundo todo esto. Qué iluminador.

Y muy poco iluminador Guerrero, claro.

32) “De ahí, que en ausencia de propiedad privada, no existan unidades marginales y,
por tanto, ni precios, ni costes, ni necesidad de limitar la demanda. No es posible una
asignación eficiente de los recursos ya que, como puso de manifiesto Mises, sin precios
de mercado no es posible el cálculo económico.

Dos cosas. Primero: marginal significa adicional. Por lo visto, los hombres de Altamira, en donde no
había precios de mercado, no sabían distinguir entre un bisonte y dos, o tres, etc. Y segundo:
después de la lata que nos ha dado diciendo que no hace falta calcular y que la ciencia económica
no puede calcular precios, ahora llega, agarra y dice que su maestro Mises ya demostró que hacen
falta los precios para calcular. Desde luego Rallo no le serviría de mucha ayuda.

Primero, es curioso cómo Guerrero modifica los términos. Yo no he dicho que sin precios de
mercado no haya unidades marginales, sino que sin propiedad privada no las hay. ¿Razón? Tengo
todos los recursos naturales rodeándome, incluido el espacio interesteral. Dado que la propiedad
nace de la apropiación, si no ha habido este proceso de dominación y de puesta en disponibilidad,
no puedo incorporar mis medios a mis fines y, por tanto, no existen fines marginales. Una vez
realice la acción de apropiación sí puedo hablar de marginalidad y de valor, hasta entonces no. Un
bisonte sólo es valorado cuando se domina de alguna forma (bien cazándolo o poseyendo el
terreno por donde se mueve). Mientras tanto, sólo valoraré mi conocimiento sobre la existencia
del bisonte, mi información. Pero no el bisonte en sí. La cuestión es simple: hasta que no
determino sobre qué medios puedo actuar, la única escasez que conozco es la temporal y, por
tanto, sólo por ésta estoy limitado (de ahí que las sociedades primitivas no tengan el más mínimo
respeto por el medio ambiente, cosa que también sucede en ausencia de propiedad privada).

Segundo, yo no he dicho que no hace falta calcular, sino que la ciencia económica no se ocupa de
hacerlo. Otra cosa muy distinta es que los empresarios y los individuos tengan que realizar tal
tarea para continuar prosperando, esa es una conclusión que también alcanzamos a través de la
ciencia económica, aun cuando ésta no pretenda conocer los precios anticipadamente. Lo cual,
dicho sea de paso, sólo puede ser así: si la ciencia económica afirmara la posibilidad de conocer los
precios, siempre y en todo lugar, el cálculo económico sería posible. Por cierto, Mises defendía

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esto mismo, otra prueba de que Diego Guerrero sólo conoce la Escuela Austriaca a través del forro
de los libros.

33) “Y es que, ¿qué son acaso los costes sino precios?”

Por supuesto, pero detrás de esos precios está la base de esos precios, y de eso estamos
discutiendo, de si la base son los costes laborales objetivos o las pajas mentales de los
consumidores.

El desprecio de Diego Guerrero a los deseos de los consumidores queda patente. Es por ello que
desde el marxismo se pretende ningunearlos y que se adapten a sus precios. El consumidor no
tiene ninguna importencia, actúa en función de los parámetros asignados por el Comité Central de
Planificación.

Con todo, esta objeción sigue teniendo nula base. Primero, recordemos que la afirmación inicial de
Guerrero a la que respondo es: al ser conscientes de la contradicción lógica que supone hacer
depender lo previo (el precio) de algo que es posterior (el consumo), no tiene otro remedio que
recurrir al coste de producción para explicar el nivel del precio. Ahora parece que el coste de
producción también es un precio y que, por tanto, no hay problema en recurrir al precio para
explicar el coste de producción. La de vueltas que puede un marxista dar para no reconocer que ha
caído en un razonamiento circular.

Los costes de producción siguen siendo precios que necesitan de explicación y, por tanto, la critica
inicial de Guerrero entra en contradicción con su matización posterior. De todas formas ya
expliqué a Guerrero que la teoría de la utilidad marginal no hace depender el precio del consumo,
sino de las valoraciones de los consumidores que son anteriores a la acción que acepta, rechaza o
modifica una cierta estructura de precios.

Segundo, no existe nada así como un coste laboral objetivo, entre otras cosas porque ese coste
sigue siendo, como reconoce Guerrero, un precio pendiente de explicación. Vemos otra vez cómo
Guerrero no puede escapar a su contradicción y vuelve a hacer depender lo previo (el precio) de
los posterior (los costes). Relean, por favor, la frase de Guerrero que está siendo objeto de crítica
para comprender una vez más el absurdo que alcanza: "Por supuesto que los costes son precios,
pero hay que explicar la base de los precios, que son unos costes que acabamos de decir que eran
precios". Genial, digno de Marx, de Karl y de Groucho.

Tercero, el pretendido "coste laboral objetivo" que Guerrero quiere convertir en la base de su
teoría de precios, simplemente, es un onanismo mental irreal. La noción de coste necesariamente
hace referencia a un uso alternativo del recurso que no podrá realizarse (fines a los que se
renuncia): allí donde la escasez no existe no hay coste (¿cuál es el coste de respirar?). Si, por
ejemplo, compro una tonelada de papel por 1000 euros para editar un periódico, computaré esa
tonelada, cuyo precio eran 1000 euros, como un coste de producción de mis periódicos, cifrado en
1000 euros. ¿Por qué supone eso un coste? Simplemente, porque podría haber gastado esos 1000
euros en bienes alternativos (reformar el edificio, contratar a más trabajadores, comprar papel
reciclado, irme de vacaciones, incrementar los dividendos a mis accionistas...). Lo que gasto en
papel no lo puedo gastar en otros proyectos. Por ello, si después de gastar ese dinero en un papel
que adquirimos para producir periódicos, no recuperamos los 1000 euros, hemos perdido dinero:

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he gastado el papel (que es un medio para producir periódicos, que son un medio para obtener
ingresos adicionales) en un bien que los consumidores no valoraban lo suficiente, y también he
gastado mi dinero en proyectos que no me han servido para conseguir mis fines.

Por otro lado, el precio de 1000 euros supone mi coste, pero ¿qué había establecido que el papel
tuviera un precio de 1000 euros? Pues, o bien porque a su propietario le proporcionaban un uso
directo inferior al valor que atribuye a los 1000 euros, o que esperaba obtener de otros
compradores un precio inferior a 1000 euros.

[Por cierto, nota al margen, vemos en este caso cómo opera la utilidad marginal en un supuesto
muy sencillo. Un vendedor con varios compradores: la transacción se realizará a un precio
comprendido entre la valoración mínima de los folios por parte del vendedor (si se le paga menos
de lo que valora los folios no venderá), y entre la valoración máxima de los folios por parte del
consumidor (si tiene que pagar más, no comprará). Y, en este punto, el valor es fijado entre el
comprador marginal y el vendedor marginal. El comprador ha elevado lo suficiente el precio como
para que los 1000 folios le sigan proporcionando utilidad y, en cambio, no se la proporcionen a sus
compradores competidores. Si ahora suponemos que el vendedor saque 1000 folios más a la venta
y nuestro comprador no los quiere comprar, es evidente que el vendedor tendrá que rebajar el
precio para venderlos (ya que hemos dicho que a 1000 euros nadie más querría comprar) hasta,
por ejemplo, 950 euros. Pero, claro está, si el vendedor vende a 950 los 1000 últimos folios,
también tendrá que vender los 1000 primeros (ya que en realidad son perfectamente
intercambiables) y, por tanto, los dos consumidores pagarán 950 por los 1000 folios. Es decir, en
este caso, un vendedor y dos consumidores, el precio se sigue fijando entre el comprador marginal
y el vendedor marginal]

En el caso de los trabajadores, este hecho no cambia. Primero, el empresario estará dispuesto a
pagarles hasta su productividad marginal; no más. Y la productividad marginal queda definida
como la contribución del trabajador adicional a los ingresos del empresario. Es decir, el empresario
no puede disociar la producción extra con la expectativa de vender esa producción extra. En otras
palabras, deberá atender a los precios que están dispuestos a pagar los consumidores para
adquirir todos sus productos (en nuestro ejemplo de los folios, si el empresario se empeñara a no
rebajar su precio a 950 cuando disponía de 2000 folios, 1000 de ellos se hubieran quedado
invendidos). Por tanto, desde el punto de vista del empresario el límite máximo del salario viene
determinado por su expectativa de ingreso (que a su vez viene determinada por la utilidad
marginal de los consumidores). ¿Y desde el punto de vista del trabajador? En tanto el trabajo le
supone un coste (especialmente temporal; pero recordemos que nuestra definición de coste parte
de la utilidad, esto es, aquellos fines a los que debe renunciar), para decidirse a trabajar deberá
valorar en más la retribución (el salario) que los fines a los que renuncia por trabajar.

La coste original y último de todo trabajo es el tiempo de ocio. Dado que nadie trabaja porque sí,
siempre somos capaces de encontrar una actividad alternativa que hubiéramos realizado en caso
de no tener que trabajar (aunque fuera el simple reposo). Por tanto, el coste original del trabajo es
el valor que atribuimos a los fines que perseguimos durante nuestro tiempo de ocio (reposo,
mantenerse en forma física, hablar con los amigos...). Sin embargo, el hombre necesita recurrir al
trabajo, y puede hacerlo de una doble manera: o bien trabaja para sí mismo (esto es, se dedica a
buscar los medios para sus fines) o establece una relacción contractual por el que alquila su
tiempo (trabajo por cuenta ajena).

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Pues bien, en este sentido, el coste para un empresario que pretende contratarme puede ser
triple: el del valor de mi tiempo de ocio, el de la utilidad que conseguiría trabajando para mí
mismo, el de la utilidad que conseguiría trabajando para otro empresario (es decir, básicamente el
salario). De estos tres posibles costes, el coste que considerará el individuo será el que le
proporcione más utilidad; así, supongamos que el que le proporciona una mayor utilidad sea el
salario de un empresario que le paga 1000 euros al mes. Si nuestro empresario quiere contratarlo
tendrá que mejorar semejante oferta. Por tanto, el límite mínimo en la fijación del salario será la
utilidad que atribuya el trabajador al tiempo al que tendrá que renunciar en caso de que trabaje.
En otras palabras, hemos demostrado que el límite máximo del salario viene fijado por la
productividad marginal del trabajador y el mínimo por los usos alternativos del tiempo por parte
del trabajador. Así pues, el salario se situará entre esos dos límites, en un punto que resulta
imposible de determinar ex ante.

Sin embargo, es incorrecto hablar de coste objetivo como hace Guerrero, tanto por coste como
por objetivo. Primero, el límite mínimo al que hemos hecho referencia no es todavía un coste, sólo
lo será en caso de que el individuo decida renunciar a ese uso del tiempo. Por tanto, Guerrero
vuelve a hacer depender lo que es posterior (el coste) de lo que es previo (el salario). En este caso,
sólo cabe hablar de la utilidad que para el individuo tiene ese tiempo de trabajo u ocio. Segundo,
aun cuando fuera coste, tendríamos al menos otro límite que influye tanto como el inferior y éste
es la productividad marginal. Por tanto, los intentos de Guerrero de establecer los precios ex ante
no tienen sentido y están abocados al fracaso, ya que el salario necesariamente se moverá entre
esos dos límites. Tercero, el supuesto coste no podría tener nada de objetivo. No sólo porque
resulta imposible fijarlo con anterioridad, sino también porque depende totalmente de las
valoraciones subjetivas del trabajador: cuanto valora el uso alternativo de su tiempo (bien ocio o
trabajo).

Así pues, hemos visto como en la determinación de los salarios sigue actuando la utilidad
marginal. El límite máximo lo determina la productividad marginal que depende de la utilidad
marginal de los consumidores, y el límite mínimo depende de la utilidad para el trabajador tanto
del tiempo al que tendría que renunciar como del salario y las condiciones de trabajo que se le
proponen.

34) “Es posible que muchos, la gran mayoría, de los empresarios fijen sus precios
añadiendo un cierto interés a los costes”

Confunde interés y ganancia. Es típico de estos economistas porque creen que en el equilibrio a
largo plazo la ganancia es 0.

Como hemos visto, los costes dependen de la utilidad marginal. Para muchos empresarios el valor
de una unidad adicional de producción equivale al ingreso marginal (esto es, el ingreso que
pueden obtener con ella) que dependerá de los costes más un cierto interés (pero, recordemos,
que tanto el coste como el interés procede de la utilidad). Y sí, digo interés y no ganancia. Por
supuesto, muchos otros empresarios fijarán los precios esperando obtener una ganancia o
beneficio, pero todos lo harán esperando obtener, al menos, el interés. Si no lo hicieren serían
descapitalizados (no podrías evitar la depreciación). Por ello, no confunde interés con ganancia,
pero la obtención del interés es un caso mucho más general de la actividad empresarial.

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El beneficio es siempre de carácter extraordinario, consiste en una suma monetaria que supera al
interés del resto de negocios, de manera que el capital afluirá (aun cuando estamos hablando de
un monopolio) y los beneficios desaparecerán, absorbidos por el interés. Voy a explicarlo
brevemente con un ejemplo numérico, pero antes hay que tener claro qué es el interés. El interés
es un porcentaje, reducir el interés no significa reducir los beneficios contables, sino sólo la
rentabilidad. Por ejemplo, un interés del 3% de 1000, es 30, mientras que un interés del 20% de
100 es 20. Obviamente, el tipo de interés es mayor en un caso, pero no la remuneración en
términos absolutos.

Pues bien, tenemos dos casos. Uno donde existe competencia directa y otro donde no. En el
primero, si una empresa descubre un nuevo producto, sus beneficios se incrementarán.
Supongamos que pasa a ganar 2000 euros al año, sobre un capital invertido de 10000 €. Esto
supone un interés del 20%. En cambio, en las restantes industrias el interés de sus capitales es del
5% (por ejemplo, tienen invertidos 100 € y ganan 5). En este caso, es evidente que muchas
empresas afluirán a producir lo mismo que la anterior y eliminarán sus beneficios. Al final, sólo
quedará el interés, esto es, la retribución mínima para permanecer en el negocio. Por cierto,
conviene hacer notar que unos beneficios contables gigantescos pueden suponer esta retribución
mínima. Imaginemos una gran empresa cuyo capital esté valorado en 100 millones de euros. A un
interés del 5%, sus beneficios serían de 5 millones de euros.

Segundo caso, no hay competencia directa. Aquí Guerrero dice que la ganancia no se eliminará, lo
cual es falso. Estamos en el mismo caso que antes. La empresa gana 2000 euros sobre 10000, pero
ninguna puede hacerle la competencia directa (quizá porque se guarde la fórmula bajo llave). En
este caso, la empresa comenzará a acumular el capital de otras partes de la economía. Los
inversores querrán invertir en ella y su producción aumentará. Así, otras partes de la economía se
descapitalizarán y esta empresa aumentará su acumulación. Así, imaginemos que la empresa
incrementa su capital hasta 25000 y sus beneficios en 2500. Por su parte, el interés en el resto de
las empresas ha aumentado hasta el 10% (hay que pensar que la reducción del capital no reduce
equivalentemente sus ventas, y por ello, al reducir el capital en menor medida que los beneficios
contables, la rentabilidad se incrementa). En este caso, la empresa innovadora terminaría
percibiendo el interés del mercado del 10%. Por tanto, sus beneficios habrian sido absorbidos por
el interés.

Simplementos tres matices. Primero, ausencia de competencia directa no significa monopolio.


Primero, porque es cada consumidor quien tiene que determinar si dos empresas compiten
directamente por la satisfacción de sus fines (puede haber gente para quien Coca Cola y Pepsi
sean competencia directa, o incluso Coca-Cola y Lanjarón). Segundo, la razón por la cual la
reducción del capital no supone una reducción equivalente de los beneficios no es ni más ni menos
que la utilidad marginal. Mientras que la cantidad se reduce, la utilidad de cada uno de esos
productos se incrementa y, así, el precio también lo hace. De esta manera, la menor producción
no supone una reducción proporcional de los beneficios, pues en parte se ve compensado por el
mayor precio que estarán dispuestos a pagar los consumidores. Tercero, interés y beneficio
contablemente reciben el mismo tratamiento, y son los beneficios contables. Con todo, desde el
punto de vista de la teoría económica, como hemos visto, hay que distinguirlos.

En todo caso, vemos cómo Guerrero desconoce el proceso de mercado, y confunde interés con
ganancia.

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35) “pero ello en ningún momento significa que los precios se fijen en función de los
costes, ya que precisamente el empresario confía en pagar esos costes porque supone
que las ventas de sus productos le permitirán pagar a los factores productivos y
obtener un cierto interés. Si las apreciaciones son erróneas (es decir, si el precio que
espera que los consumidores paguen para poder financiar la producción supera la gran
mayoría de las utilidades marginales de los consumidores), entonces el empresario no
podrá pagar los salarios, los intereses y las rentas. Quebrará a menos que reduzca el
precio. Y si al reducir el precio puede dar salida a la producción pero no puede pagar a
sus factores productivos tanto como prometió (esto es, más de lo que les pagarían en
otros usos alternativos), la producción se paralizará.”

El capitalista fija los precios al precio medio que determinan las condiciones (técnicas y sociales)
laborales existentes y la ganancia media. Si a ese precio no cubre costes, se debe a que otros
capitalistas más eficientes sí los están cubriendo. Por tanto los primeros tenderán a desaparecer y
los segundos irán absorbiendo una cuota creciente del mercado. Todo esto se rige por la ley del
valor-trabajo.

Obsérvese además algo típico: poco a poco, en su exposición, estos economistas se van olvidando
de los rollos mentales de las cabezas de los consumidores y terminan por fijarse en lo que importa:
las condiciones objetivas de trabajo. No les queda otra

Como hemos visto, estas apreciaciones son falsas. Primero, las condiciones técnicas y sociales no
determinan ningún precio medio, ya que ese "coste objetivo del trabajo" es un precio. Segundo,
como hemos comentado otras veces, es la acción humana la que crea tanto las condiciones
sociales como los precios y las crea atendiendo a sus valoraciones y prioridades. Tercero, no hay
nada malo en que los capitalistas más eficientes (esto es, los que economizan mejor los recursos y,
por tanto, sirven mejor a un mayor número de consumidores) alcacen mayor cuota de mercado.
Cuarto, sin embargo, dado que el número de capitalistas no es fijo y que, como hemos visto, el
capital no se mueve por valores absolutos, sino por rentabilidades relativas, ninguna casta podrá
perpetuarse en el mercado. Por ejemplo, si yo consigo transformar un capital de 10 € en 20, los
inversores empezarán a proporcionarme el capital (ya que daré rentabilidades mucho mayores
que otros empresarios). Quinto, el crecimiento excesivo de los empresarios les impide calcular tan
adecuadamente como a los pequeños empresarios, por ello estos últimos tendrán mayores
facilidades para proporcionar rentabilidades superiores. Sexto, en todo caso, si las empresas
crecieran desbocadamente, tendrían el mismo problema que el socialismo: no podrían calcular y,
por tanto, se hundirían.

Y ninguno de estos procesos viene determinado por la mística del valor-trabajo. En todos casos,
hablamos de servir a los consumidores; el éxito o fracaso de una empresa depende enteramente
de esto. Y sus costes, como ya hemos visto detalladamente, también. Así, que no sé a qué viene lo
de "olvidarse de los consumidores". ¡Cómo si toda la estructura productiva no dependiera de la
satisfacción de sus deseos! ¡Cómo si las rentas a los factores productivos que paga un empresario
no lo hace con la expectativa de poder vender sus productos computando estas rentas al interés
vigente en el mercado!

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36) “Por tanto, la utilidad marginal sigue gobernando el valor de los bienes y servicios.
Si el empresario paga más a los factores productivos que su productividad marginal, la
empresa quebrará. Si les paga menos, simplemente no podrá contratarlos (pues otro
empresario los contratará pagándoles un poco más hasta su productividad marginal). Y
la productividad marginal es una productividad en términos de valor, esto es, sobre los
ingresos adicionales que proporcionan; el ingreso viene determinado por el precio; y la
utilidad marginal domina el precio.”

La productividad marginal de cualquier factor aislado es cero. Si la empresa farmacéutica adquiere


un kilo más de “carboximetilalmidón de sodio” del que se puede mezclar con el “silicato alumínico
magnésico” para hacer una pastilla más, entonces esa unidad adicional de “carboximetilalmidón
de sodio” no produce nada.

La capacidad analítica de Guerrero sorprende. Primero, la productividad marginal de un factor


aislado NO es cero, eso supondría afirmar que el ser humano es un vegetal, y si es un vegetal no
sólo será cero en el caso del trabajo aislado. Segundo, el hecho de que la productividad marginal
de una unidad aislada sea muy pequeña, no significa que el de esa unidad no aislada lo sea o que
no exista. Por ello, los empresarios esperan que ese trabajador les proporcione unos ingresos
superiores a su salario (cuya determinación ya hemos estudiado). Tercero, la marginalidad va
acompañada de la unidad de referencia. Es dudoso que una pastilla sea la referencia para una gran
farmacéutica. Ni siquiera es posible que lo sea una caja de pastillas. En estos casos, es el
empresario quien efectúa los cálculos en función de sus unidades marginales. En ese caso, puede
que la unidad marginal sea una tonelada de pastillas. Sobre esos términos se efectuará el cálculo
(así también, tantas toneladas de "carboximetilalmidón de sodio" serán las unidades para las que
se calculará su productividad marginal en relación con la produccion de una tonelada de pastillas
que se espera vender a un determinado precio).

Por ello he señalado antes que el cálculo en las empresas pequeñas es mucho más preciso que en
las grandes, porque las unidades de referencia suelen ser más pequeñas y, por tanto, se tienden a
minimizar costes. Con todo, hay que tener presente, claro está, que el menor despilfarro que
efectúa una empresa pequeña por un cálculo más preciso, puede quedar, y normalmente queda,
desplazado por la superior economización que una empresa grande puede realizar con una
estructura de capital más desarrollada.

Por último, el como ya hemos destacado en los posts anteriores, el hecho de que para producir
una tonelada más de un producto se necesite la concurrencia de dos factores productivos
insustituibles, en absoluto implica la imposibilidad de obtener la productividad marginal. Por
ejemplo, si yo espero vender un kilo de A por 100 euros y para obtener A necesito adquirir B y C,
queda claro que la productividad de B y C tiene un valor de 100 euros. Si yo adquiero B por 10,
estaré dispuesto a pagar hasta 90 por C. Si, en cambio, no puedo adquirir B y C por menos de 100
(puede que B me coste 1 euro, pero C 100), entonces no adquiriré B y C, su productividad marginal
no superará la de sus costes (esto es, usos alternativos).

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37) “Es curioso como los marxistas pretenden endosarnos que los empresarios
determinan el precio y, en cambio, no aplican esa misma lógica a los trabajadores. Si los
que ofrecen las mercancías fijan, a través de sus costes, los precios en el mercado, los
trabajadores, que ofrecen su trabajo, deberían fijar a través de su coste psicológico su
salario.”

Los empresarios no determinan el precio a su antojo. Eso lo creen los teóricos del capitalismo
monopolista, como Lenin, no Marx. El precio lo determinan las condiciones objetivas de producción
y trabajo, es decir la explotación y la competencia entre capitalistas rivales que tienen que luchar
por su supervivencia y por su enriquecimiento por medio de la misma arma fundamental siempre:
la acumulación, que es lo que les permite a algunos reunir (o no) las condiciones técnicas precisas
para producir más barato que los demás. Por tanto, tampoco los trabajadores fijan su salario, sino
wue éstos se determinan por esas mismas condiciones objetivas e impersonales.

Como ya hemos explicado, las condiciones de producción ni son objetivas ni, mucho menos,
pueden disociarse del valor y de la utilidad marginal. Por otro lado, vuelve a caer en un
razonamiento circular, si antes nos decía que los precios dependían de los "costes laborales
objetivos", ahora nos señala que los salarios (esto es, los costes laborales objetivos del
empresario) se fijan por una "condiciones objetivas e impersonales". Esto no es economía,
estamos ante una teología, un catecismo, un credo. ¿Cómo pueden existir unas condiciones de
producción sin una remuneración para el capital y el trabajo? Es simplemente ridículo.
Precisamente, dependiendo de la remuneración, esas condiciones "objetivas" se modifican. Si los
salarios aumentan, el fondo de subsistencia se reduce y llegamos a una estructura de producción
menos capitalizada. No sólo eso, también dependiendo del salario, el trabajador decidirá o no ser
contratado para tal empresa. Y, en ese sentido, las condiciones objetivas se verán modificadas por
las condiciones y apreciaciones subjetivas. No existe objetividad más allá de la actitud que los
actores tomen con respecto a esa objetividad.

Por tanto, no tiene sentido hablar de condiciones objetivas, sin referirnos a los valores que son los
que construyen, a través de la acción, esas condiciones de producción. Y no tiene sentido decir
que esas condiciones fijan los salarios porque, como ya hemos visto, influyen dos límites, uno
determinado por la productividad y otro por la utilidad marginal del trabajador.

38) “¿qué es la productividad marginal sino el valor de los bienes adicionales


producidos que se destinarán a la venta? ¿Y cuál será, pues, para el empresario el valor
de esos bienes sino el precio al que se puedan vender? Por tanto, la productividad
marginal será el ingreso adicional que proporcionarán los trabajadores al empresario.”

A la producción de riqueza (no confundir con el valor) contribuyen todos los factores unidos (unidos
por cierto en un proceso de trabajo organizado). Por tanto, la productividad marginal (en valores
de uso) de cierta cantidad de trabajo, junto a cierta cantidad de “carboximetilalmidón de sodio”,
de “silicato alumínico magnésico” y de los demás componentes que entran en la pastilla, es
precisamente la pastilla. Por tanto, no puede sorprender que el valor de la pastilla sea el valor de la
pastilla. Cuál sea éste, los austriacos no lo explican ni pueden ni podrán hacerlo nunca.

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Esto es, de nuevo, completamente acientífico. El hecho de que la producción se realice
conjuntamente, no significa que no puedan realizarse incrementos o reducciones marginales en
los factores productivos. Por ejemplo, cuando tengo contratados a 1000 trabajadores, ¿contrataré
a uno adicional? ¿De qué dependerá? Pues obviamente de su productividad marginal y del precio
mínimo que quiera cobrar. Si sus pretensiones superan a su productividad no lo contrataré.

En otras palabras, la productividad marginal se plantea la imputación de los ingresos que tienen
que ver específicamente con un factor de producción adicional. Parece que Guerrero se
sorprenda, quizá será que nunca ha oído hablar (ni, por supuesto, habrá estudiado) de la
contabilidad de costes. Ni, por supuesto, tampoco sabrá qué son los rendimientos decrecientes,
esto es, la productividad marginal decreciente resultado de incrementar un factor manteniendo
los restantes inalterados.

La cuestión, por tanto, es: ¿cuántas pastillas más obtendré si contrato a un nuevo trabajador?
Obviamente, si las pastillas deben estar formadas por una cierta composición, el número será el
mismo, pero no así su velocidad (lo cual es fundamental a efectos del interés). Por tanto, la
cuestión será, ¿con cuánta rapidez adicional obtendré las pastillas si contrato a un nuevo
trabajador? ¿Es esto irrelevante? Obviamente no. Un simple ejemplo, si al contratar a un nuevo
trabajador obtengo 1000000 pastillas un mes antes, y suponiendo un precio de 1 euros por
pastilla, mis beneficios contables serán de cien mil euros. Dado que los he obtenido un mes antes,
podré capitalizarlos también un mes antes, lo cual, puede suponer, a un interés anual del 10%,
alrededor de 8000 adicionales al mes. Por lo tanto, no estamos ante un asunto baladí.

También, un trabajador puede suponer una mejora en la eficiencia productiva (sobre todo, en caso
de ingenieros o directores), de manera que su productividad marginal vendría a equivaler a la
riqueza adicional creada.

Por no hablar, claro está, del caso más habitual: esto es, que el empresario valore la productividad
marginal de un trabajador y del número necesario de materias primas que necesita para
incrementar la producción. Así, si por ejemplo sabe que ese trabajador puede producir 500 mesas
en un mes, y que podrá vender esas mesas por 100 euros en el mercado, su productividad
marginal tendrá un valor de 50 mil euros, ahora bien, dado que tendrá que proporcionarle las
materias primas, por ejemplo, por valor de 40 mil euros, su productividad marginal será, a la
postre, de 10 mil euros. Tengamos en cuenta que muchos otros factores de producción
(especialmente el capital) no se han incrementado.

Por último, los austriacos claro que explicamos el valor de la pastilla o de la mesa. Si, por ejemplo,
los consumidores no están dispuestos a pagar más de 50 euros por una mesa (o sólo 100
consumidores están dispuestos a pagar 100 euros por una), es evidente que el precio o será
menor o no será. El trabajador tendrá que ver reducido su salario a su productividad marginal y,
en caso de que esa reducción le suponga cobrar menos que en otra empresa donde los salarios
sean superiores, abandonará la producción y la producción de mesas se paralizará. ¿Cuál será el
precio de las mesas? Pues vendrá determinado entre el margen del coste marginal de las mesas y
la disponibilidad al pago del consumidor marginal. Un precio más bajo supondría reducir la
producción (pues no cubriría los costes) y un precio más alto impediría al consumidor marginal
adquirirla. Y, en todo caso, la demanda de factores productivos, para alcanzar una cierta
producción, dependerá del precio al que se espera vender y de la cantidad que, a ese precio, se
espera vender. Y tanto el precio como la cantidad dependerán de la utilidad marginal.

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39) “Böhm-Bawerk solía poner un ejemplo bastante ilustrativo. Imaginemos una
locomotora que tiene cuatro vagones. ¿Por qué se mueven los vagones? Porque la
locomotora se mueve. Ahora bien, muchos podrían decir, ¿por qué se mueve el cuarto
vagón? Aparentemente porque se mueve el tercero; es decir, estarían explicando los
precios (cuarto vagón) en función de los costes (primer, segundo y tercer vagón) y no
de la utilidad (locomotora). No obstante, el problema sigue en pie. ¿Por qué se mueve el
tercer vagón? Porque se mueve el segundo. ¿Y por qué se mueve el segundo? Porque se
mueve el primer. Pero, ¿por qué se mueve el primero? Aquí los defensores de la teoría
del precio-coste no tienen respuesta; la locomotora mueve el primer vagón que a su vez
mueve a los restantes. La utilidad es el determinante último de los precios.”

Habrá que rebautizar a la teoría utilitarista del valor como teoría “ferrocarrilera”. El tren se mueve
porque los trabajadores lo hacen moverse, y lo hacen con la ayuda de medios de producción que
también construyeron y pusieron y ponen en movimiento otros trabajadores. Teoría laboral pura.

La locomotora se mueve porque los trabajadores la hacen moverse, genial. ¿Pero por qué la hacen
mover y en qué dirección? Precisamente la mueven en la dirección de la satisfacción de sus
necesidades, esto es, la locomotora sigue siendo la utilidad que determina el curso de la acción.
Claro que en este caso Guerrero no ha expiclado nada; decir que los trabajadores la mueven no
resuelve su razonamiento circular. ¿Qué determina los costes (precios) sino la utilidad? ¿Los costes
laborales objetivos? ¿Las condiciones objetivas de trabajo? ¿Y qué son los costes laborales si no
precios? ¿Y cuáles son las condiciones del trabajo si no aquellas determinadas de acuerdo con las
valoraciones y utilidades de los agentes? ¿Es qué los trabajadores van a producir algo que no
quieren? ¿Es qué los trabajadores van a vender una cantidad de mercancías a un precio superior al
que los consumidores están dispuestos a comprarlas? ¿Es qué van a renunciar a su ocio para
trabajar en una tarea que no dará frutos? ¿Es qué su ocio no lo valoran y no le asignan una
utilidad? Teoría de la utilidad marginal pura. Eso sí, habrá que rebautizar la teoría del valor trabajo
como la "teoría del ferrocarril averiado".

40) “la observación de que el precio suele coincidir con la suma de los costes tiene una
explicación muy sencilla. Ya hemos visto cómo se fija el precio de los factores
productivos. Imaginemos que, por distintos motivos (por ejemplo, una mejora
tecnológica) el precio final de un producto es muy superior a la suma de sus costes. Si
ello es así, aparecerán beneficios extraordinarios. En otras palabras, o bien el propio
empresario o bien otros empresarios, tendrán incentivos para ampliar la producción
de esos productos, rebajar el precio y disminuir los beneficios extraordinarios. Al final,
pues, cuando el valor del producto final supera a la utilidad de los factores productivos,
o bien parte de esos factores productivos se retiran a otras líneas productivas (con lo
cual se incrementa la productividad de los restantes) o bien se incrementa el número
de productos finales (con lo cual el precio del bien se reduce).”

Sustituyendo su expresión “supera a la utilidad de los factores productivos” por la correcta “supera
el valor de los factores productivos”, casi llega a explicar la cosa. Precisamente Marx explicó que el

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capital invertido en los medios de producción es constante, porque ese valor reaparece en el output
sin crecer; pero el valor invertido en salarios en variable, porque el valor que crea el trabajo directo
es superior al valor que cuesta reproducir a los portadores de esa capacidad de trabajo directo.
Cuando los utilitaristas terminan hablando de los costes y la oferta, se vuelven más realistas y no
tienen más remedio que reconocer a su pesar la teoría laboral. Lo que ocurre es que se empeñan
en seguir usando su especial terminología.

Guerrero sigue, una vez más, sin entender la interrelación de todo el sistema productivo. Ya
hemos explicado con bastante profusión por qué los costes no son más que precios y éstos a su
vez relaciones históricas de intercambio formadas en virtud de la utilidad de las partes
contratantes. En ese párrafo no afirmo otra cosa que los factores productivos se ubican en las
líneas productivas más valoradas o, en otras palabras, se ubican allí donde son más valorados. La
forma originaria de este fenómeno es el valor y la utilidad, no obstante, cuando el empresario y los
factores productivos, actuando conforme a sus valoraciones, efectúan las correspondientes
transacciones en el mercado (en la forma que hemos explicado en los anteriores posts), aparecen
los precios de mercado que, lógicamente, siguen la misma lógica que las valoraciones de los
individuos. Allí donde los costes monetarios superan el precio, el negocio desaparece; allí donde el
precio supera en mucho los costes monetarios, afluyen los factores productivos, incrementando la
producción, reduciendo el precio y aumentando el valor de los factores productivos (y, por tanto,
el coste). No tiene nada de particular y produce sonrojo ajeno que Guerrero sea incapaz de
aprehenderlo.

Por otro lado, las palabras de Guerrero sobre la constancia del capital sólo demuestran, por
enésima vez, su escaso nivel como economista. Precisamente, si de alguna manera no podemos
caracterizar al capital es por su constancia. A diferencia de los factores de producción originarios
(la tierra y el trabajo), el capital se define por su no permanencia, esto es, por su continua
depreciación. La estructura de capital de la sociedad va modificándose continuamente
dependiendo del grado de ahorro, esto es, de la preferencia temporal y de los valores concretos
de cada tipo de bienes. Como también explicamos en el post anterior, si en un negocio los
beneficios contables se incrementan por encima del interés, el capital comenzará a afluir allí
donde la rentabilidad es mayor, reduciéndola como consecuencia. Todo esto supone detraer
capital de un sitio y colocarlo en otro, es decir, amortizar una inversión y, a continuación,
emprender otra más rentable.

El problema es que la amortización no siempre es rápida. Lo es en las inversiones a corto plazo,


pero no en las de largo. ¿Qué significa una inversión a largo plazo? Que yo invierto HOY mis
ahorros en un proceso productivo que madurará al cabo de mucho tiempo, o, en otras palabras,
que yo adelanto mis ahorros para financiar un proyecto que hasta que no madura no es rentable
(pensemos que mientras una empresa construye edificios, compra máquinas, contrata
trabajadores... no está produciendo, sino que lo hará cuando esos nuevos factores productivos se
pongan en marcha). En otras palabras, mi capital se hallará inmovilizado durante mucho tiempo
hasta que pueda recuperarlo junto con el correspondiente interés. Por eso, la plusvalía no es, en
absoluto, como dice Guerrero, un valor creado por el trabajo, sino un excedente que pertenece al
capital en concepto de interés por el adelanto de fondos y recursos que ha realizado al
empresario.

Diego Guerrero, por supuesto, es incapaz de comprender esto, dado que su esquema mental le
obliga a pensar que el trabajo es el fruto del valor. No sé da cuenta de que el valor es una

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circunstancia subjetiva que en absoluto tiene que ver con las condiciones técnicas. Ni el capital es
constante ni, por tanto, las condiciones técnicas lo son. Es más, el trabajo necesita de recursos
exteriores (ahorro) para conseguir fines lejanos en el tiempo. Pensemos en los obreros que sacan
carbón de las minas para venderlo a la industria metalúrgica, ¿cuándo queda en realidad liberado
el capital invertido en las minas? No cuando una empresa compra el carbón, sino cuando los
productos que produce con las unidades de carbón que ha adquirido, son comprados por los
consumidores. Por tanto, difícilmente puede el trabajo ir más allá de la producción inmediata
(hand-to-mouth) sin un capital circulante que lo financie.

Y, por último, no deja de ser gracioso que Diego Guerrero siga creyendo que el valor de la
mercancía "trabajo" se regule también según el tiempo necesario para su producción (o re-
producción). Aquí hay un pequeño problema de circularidad: se afirma que el valor del trabajo se
fija en función del valor de las mercancías que sirven para sustentar o reproducir ese trabajo, sin
embargo, ¿no habíamos dicho que el valor de todas las mercancías se fijaba en función del del
trabajo? ¿Cómo puede ser que las mercancías que sirvan para reproducir al factor trabajo
establezcan su valor si esas mercancías son valoradas en función de ese trabajo que aun no tiene
valor?

41) “Como ya hemos explicado, son los empresarios quienes crean los precios de los
bienes de consumo y las rentas de los factores productivos”

Entonces, ¿por qué seguir llamando a vuestra teoría Teoría de la utilidad marginal del consumidor
y no Teoría de la utilidad marginal del capitalista?

Simplemente porque el capitalismo se basa en las relaciones contractuales libres y el hecho de que
un empresario fije un precio, no significa que el consumidor vaya a estar dispuesto a pagar ese
precio. Con lo cual, si el capitalista fija un precio por encima de la utilidad marginal del
consumidor, en caso de que quiera recuperar la inversión en capital que ha realizado para
producir los bienes que ofrece a la venta, tendrá que rebajar su precio. En caso contrario, como ya
hemos dicho antes, quebrará. Sus costes superarán sus ingresos y saldrá del mercado. Por eso el
consumidor sigue siendo soberano, porque el capitalista inmoviliza su capital y sólo es capaz de
liberarlo a través del intercambio de sus productos por dinero, esto es, a través del intercambio de
bienes poco líquidos (bienes producidos) por bienes muy líquidos (dinero). Si el tenedor de esa
liquidez no está dispuesto a intercambiarla por el producto ofrecido por el empresario (al precio
fijado por él), entonces no habrá intercambio y la inversión del capitalista quedará totalmente
inmovilizada e iliquida, con un stock de bienes cuyo único valor lo poseen ante la expectativa de
ser realizadas (esto es, vendidas a cambio de dinero) en el mercado. En otras palabras, si no rebaja
el precio para conseguir vender sus mercancías, toda su inversión, incluyendo sus productos,
carecerán por completo de valor (al menos hasta que decida rebajar el precio). Ese es el poder del
maléfico capitalista sobre el consumidor. Ya lo vemos.

42) “debo coincidir con Guerrero que la economía neoclásica descansa en mediciones
corruptas que le impiden contemplar que la parte más importante del capitalismo no
es el "consumo" sino toda la estructura de bienes de capital que tiene que ser
continuamente amortizada y rediseñada a través del cálculo y la función empresarial.”

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Coño. Creía que era imposible que coincidiéramos en algo. Algo debe de estar mal.

No se me caen los anillos por decir cuándo Guerrero acierta. Lástima que sólo haya podido decirlo
una vez.

43) “Pensémoslo un momento. El aluminio se extrae de la mina para, en última


instancia, venderse en forma de automóvil. En teoría, hasta que no se vendiera el
automóvil, los mineros no deberían poder cobrar, ya que el automóvil todavía no se ha
"realizado" (vendido). Los distintos salarios que perciben antes de que su trabajo sea
"útil" para el consumidor suponen un "adelanto" del empresario, un préstamo de
dinero”

Pero si el coche lo compra una autoescuela donde estudia un fontanero que necesita sacarse el
carnet para poder trabajar en una empresa de fontanería, los mineros no deberían cobrar hasta
que el fontanero se apruebe el examen, o incluso hasta que la caldera que repare el fontanero
funcione correctamente, o incluso, en caso de que la reparación vaya destinada a un hotel, no
deberían cobrar hasta que el cliente del hotel, que podría ser Rallo, tome un baño calentito
suficientemente a gusto. ¡Todo sea por la integración vertical! Y qué buenos son los capitalistas,
por cierto, que adelantan dinero gratis a los trabajadores.

Uno de los párrafos más lamentables de Guerrero desde el punto de vista de la comprensión de la
ciencia económica. Primero, yo no he hablado de cuando debería cobrar el trabajador, sino de
cuando puede cobrar. El hecho de que exista división del trabajo no significa que las relaciones
productivas más primarias queden alteradas. Si un individuo quiere construir el solo un coche y,
para ello, empieza extrayendo los materiales pertinentes de las minas, ¿cuándo obtendrá su
remuneración? Cuando haya terminado el coche, lo cual puede suponer un período de varios
años. En otras palabras, desde un punto de vista estrictamente económico, la inversión en minería
(salvo la destinada para vender carbón al consumidor) no madura hasta que los productos que
ayuda a fabricar lleguen hasta los consumidores finales. Y dado que sólo cuando los consumidores
finales paguen, puede considerarse que todo el trabajo precedente ha tenido utilidad, sólo en ese
momento los trabajadores podrían cobrar por su trabajo. Por supuesto, esto no sucede porque el
capitalista anticipa los fondos a los trabajadores. Segundo, este anticipo no es gratuito, porque
precisamente se cobra el interés o, lo que los marxistas llaman, la plusvalía: el capitalista ofrece
bienes presentes a los trabajadores (los salarios que paga el capitalista son bienes que él no podrá
adquirir hasta que venda las mercancías que han producido los trabajadores) a cambio de bienes
futuros (cuando los productos terminen de producirse y se vendan a cambio de dinero). Tercero,
todo esto no tiene nada que ver con la integración vertical, simplemente recuerda que la
estructura de capital, pese a la división del trabajo, sigue siendo unitaria, pues el destino final de
todo capital es amortizarse, esto es, desinmovilizarse a través de la creación de un valor superior
al inicialmente invertido (y ello con independencia de cuantas empresas haya entre la inversión
originaria y el consumidor).

Para verlo claramente con un ejemplo. Si yo cultivo un cereal empezando con la siembra, pasarán
varios meses hasta que pueda recoger ese cereal. Durante todos esos meses tendré que comer
algo, y ese algo será el capital (ahorro). Hasta que no coseche, toda la inversión en capital
circulante (esto es, los bienes con los que me he alimentado mientras el cereal estaba creciendo)
no ha producido fruto alguno, sólo he consumido capital ante la expectativa de que ello redunde

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en una mayor producción futura (en lugar de dedicarme a recoger frutas de los bosques, hand-to-
mouth, cultivo los cereales que me proporcionarán un mayor cantidad de bienes en el futuro a
cambio de haber estado durante un período de tiempo sin producir nada directamente).

Pero demos un paso más allá. Imaginemos que el agricultor se asocia con otro individuo de la
siguiente manera: el nuevo socio producirá un tractor partiendo de cero, lo cual incrementará
muchísimo la productividad del agricultor, de manera que al final se repartirán la nueva cosecha al
50%. Pues bien, el constructor del tractor no podrá cobrar por el tractor hasta que su socio, el
agricultor, obtenga la cosecha y le pague con la maduración de la inversión. Mientras tanto, el
constructor tendrá que pedir dinero prestado (pagando un interés) o consumir sus propios ahorros
(dejando de percibir un interés). Queda claro, pues, que el pago del interés es la inedulible
consecuencia de la existencia de capital: si no se paga interés, el capital afluye a financiar
proyectos que incrementarán la producción una vez maduren. Si el agricultor consumiera el dinero
ajeno sin pagar interés, ese capital no podría utilizarse en incrementar la producción de otros
bienes, y si consume sus propios ahorros no podrá dedicarlos a financiar la ampliación de otros.

En cualquier caso, comprobamos que la división del trabajo en nada altera la estructura unitaria
del capital, como parece creer Guerrero. Por ello, precisamente, el capitalista anticipa sus fondos a
los trabajadores para que, una vez madure la inversión, obtenga el correspondiente interés. Todos
salen ganando: los trabajadores porque les pagan la piel del oso antes de cazarlo, y el capitalista
porque adquiere la piel del oso.

44) “En cualquier caso, pues, vemos que el appreisement empresarial, al basarse en la
correcta anticipación de la utilidad marginal de los consumidores, sigue controlando el
proceso de mercado.”

O sea, que los capitalistas conocen la utilidad que experimentan los consumidores, saben a quién le
gustan las cañas, a quién las cocacolas…, y cuánto más una cosa que otra… Delirios.

Es curioso como los marxistas niegan a los empresarios la capacidad para conocer las necesidades
de los consumidores y, en cambio, consideran que la planificación estatal será tan racionalmente
perfecta que no tendrá problemas para ello. Mire Sr. Guerrero, simplemente piense una cosa:
cada vez que un consumidor compra un producto (un coche, una libreta, una barra de pan, un
cepillo de dientes o un ordenador), alguien antes ha tenido que pensar que querría comprarlo
para ponerse a producirlo y ofrecerlo a la venta. Y estamos hablando de una anterioridad de
meses, incluso años. Por tanto, es falso que los empresarios no anticipen las necesidades de los
consumidores; si no lo hicieran quebrarían (como sucede durante una crisis económica cuando el
Banco Central los induce a malinvertir).

Esto no significa creer que los empresarios conocen las necesidades de los consumidores, entre
otras cosas porque la utilidad no puede medirse. El appraisement es un proceso de anticipación,
no de conocimiento. ¿Y qué se anticipa? La disposición del consumidor a pagar una cierta suma
monetaria por un bien que yo puedo producir anticipando unas rentas X. No es necesario que el
empresario conozca las valoraciones del resto de los bienes y las utilidad marginales que expresan
los costes, le basta con la intuición de que podrá vender una cantidad Y a un precio Z, con lo cual
podrá recuperar las rentas anticipadas a los factores productivos más un cierto interés.

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Claro que los empresarios pueden fracasar, y muchas veces fracasan. Pero precisamente este
fracaso no refuta sino que reafirma la soberanía del consumidor y la utilidad marginal decreciente.
Cuando los empresarios anticipan mal, desaparecen. Es decir, no se efectúan transacciones donde
el consumidor tenga que pagar más por un producto que su utilidad marginal, simplemente,
cuando el coste del precio a pagar (esto es, el valor que atribuye a los fines que ya no podrá
realizar con ese precio) supera al valor del fin que contribuye a conseguir ese bien, entonces no
habrá transacción y el empresario se quedará sin vender, como ya hemos explicado antes.

45) “Es indistinto que compras se realizan por placer y cuáles por necesidad para
sobrevivir. ¿Es que caso la supervivencia no es también útil para el ser humano? ¿Es
qué la supervivencia no es, de hecho, el primer fin de todo ser humano no suicida?”

Vale. Supongamos que todo el mundo hace cosas útiles en el mercado, hasta los inútiles. Entonces
cualquier comportamiento de los consumidores es compatible con los precios existentes, mientras
no cambien las condiciones de trabajo. Por tanto no hay manera de comprobar científicamente la
teoría que propone Rallo porque cualquier posibilidad real es compatible con la hipótesis. Todo ello
es señal de que las experiencias valorativas subjetivas no inciden en los precios. Como mucho
pueden pretender explicar, junto a la oferta, cuánto desean comprar los consumidores a los precios
determinados por las cantidades de trabajo. Pero no dichos precios, que es de lo que se trata aquí.

El reduccionismo de Guerrero le lleva al error. Obviamente todo el mundo, ex ante, realiza


acciones útiles y racionales, en caso contrario actuaría de forma distinta. Sin embargo, ello no
significa que la acción humana esté exenta de error y que luego de haber actuado nos
arrepintamos por haberlo hecho de esa manera. Por otro lado, que todas las acciones sean útiles
ex ante para el actor no significa que todas sus acciones sean útiles para los consumidores ya que
esto en última instancia depende de sus fines.

Partiendo de este error, la cadena "lógica" que sigue Guerrero se corta. Los precios existentes son
derivados del comportamiento de los consumidores y, de hecho, a través de sus acciones, al
comprar o no hacerlo, determinan la estructura de precios existente. Los inútiles fracasan, pues
utilizan recursos que podrían haber sido utilizados para satisfacer necesidades más urgentes que
las que lo están haciendo. Por tanto, no son las condiciones de trabajo las que determinan los
precios, sino al revés: el valor y los precios determinan las condiciones de trabajo. En tanto unas
condiciones de trabajo ofrezcan unos productos a un precio mayor que la utilidad marginal de los
consumidores -o de una cantidad significativa de ellos- esas estructuras desaparecerán y el trabajo
y el capital migrará hacia otras estructuras productivas modificando las condiciones de trabajo.

46) “incluso aunque los consumidores fueran autómatas de los capitalistas, el precio se
determinaría por la utilidad marginal de los capitalistas”

Coño. Procedamos a rebautizar de nuevo la teoría. Propongo “Teoría del valor basada en la
utilidad marginal del consumidor, el capitalista y las locomotoras” (por aquello de dejar de lado el
carboximetilalmidón de sodio y el silicato alumínico magnésico).

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Obviamente la utilidad de los capitalistas influye en la determinación de los precios a través de
varias vías. Primero, los capitalistas también son consumidores. Segundo, también son
trabajadores y, por tanto, la utilidad marginal influirá en su jerarquía de decisiones y en el modo y
cantidad de su trabajo. Tercero, la utilidad determinará, así mismo, el montante de beneficios que
ahorren reinvirtiéndolo, o que pasen a consumir. Cuarto y principal, son los que anticipan el dinero
y, por tanto, conforman la estructura productiva y de capital de una sociedad, lo que se traduce en
que son los responsables de todo el flujo de bienes y servicios que en este momento esta presente
en el mercado (cuantía, calidad, composición...), lo cual obviamente influye en los precios.

Pero, de todas formas, mi comentario no iba en ese sentido. Aún cuando los consumidores fueran
títeres en manos de los capitalistas, sería la utilidad marginal de los capitalistas la que
determinaría cómo usar a los consumidores en la determinación del precio. Por tanto, incluso por
esta vía, la utilidad marginal sigue siendo la determinante de los precios.

47) “La utilidad marginal, para desgracia de todos los marxistas, sigue siendo la
principal explicación para la formación de los precios. No hay vuelta de hoja; sólo
ciertos prejuicios arrogantes impiden reconocerlo.”

Punto final y conclusión/resumen por mi parte:

En esta versión de la utilidad marginal, se llama “utilidad marginal” (también podrían llamarlo
deseo marginal, amor marginal o cualquier otra pijotada) del vendedor al precio de producción del
capitalista (o sea, la suma del coste y la ganancia media), lo cual es precisamente lo que dice la
teoría laboral. Y se llama utilidad marginal del consumidor a algo que puede variar entre ese nivel
objetivo e infinito, ya que la valoración subjetiva no tiene límites. Como lo que cuenta es el último
que compra (o sea, aquél para quien su supuesta “utilidad” coincide con el precio), a la postre
afirman estos autores que el precio, formado según ellos por la utilidad de las dos partes del
mercado, es el que ya decía que era la teoría laboral del valor. Para esta conclusión no hacía falta
gastar tanta tinta.

Con matices, Guerrero tiene razón en que la utilidad marginal para el empresario vendrá
determinada por la suma de sus costes más el tipo de interés. Podríamos citar dos excepciones a
esta regla: la primera, cuando existen beneficios extraordinarios por haber entrado en un sector
novedoso o por satisfacer las necesidades de los consumidores de un modo distinto a los
anteriores y, por tanto, donde la inversión inicial es mucho más rentable que el tipo de interés; y
segundo, todas las actividades de caridad privada, donde el interés no es monetario, sino
psicológico y donde, precisamente, hay una reducción del valor monetario inicial de la inversión
(en tanto se formula como una donación).

Sin embargo, yerra completamente y demuestra no haber entendido NADA cuando afirma que la
utilidad marginal del consumidor se mueve entre "ese nivel objetivo" (esto es, el precio resultado
de sumar los costes) e infinito. Olvidemos el matiz importante de que la utilidad es ordinal (y
Guerrero, por deformación marxista, sigue tratándola cardinalmente) y centrémonos en el
disparate que está sugiriendo el profesor universitario. ¿La utilidad marginal de los consumidores
necesariamente tiene que estar por encima del precio final de los productos? Si eso fuera así, los
consumidores SIEMPRE estarían dispuestos a adquirir los productos, de manera que no habría

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empresarios ineficientes. Lo único que haría rebajar el precio sería la competencia, y no la propia
utilidad marginal del consumidor.

Con esta idea de la utilidad marginal no me extraña que Guerrero la tome como absurda. Pero
absurda es su torcida idea, no la solidez teórica de la utilidad marginal. Precisamente porque la
utilidad marginal puede ser inferior a la del precio de los empresarios, es porque estos pueden
quedarse sin vender, sin capacidad para recuperar la inversión adelantada y, por ello, forzados a
salir del mercado. Precisamente porque la utilidad marginal del consumidor depende de sus fines
y NO de la estructura de precios existente en el mercado, esta estructura varía de acuerdo con las
preferencias de los consumidores.

Guerrero sigue sin comprender la teoría de la utilidad marginal decreciente. Los precios son
resultados de la acción humana, dirigida por las valoraciones humanas que no se encuentran
atadas a ningún precio. De hecho, es lógicamente incoherente: si el valor va antes que el precio,
¿cómo puede el precio sentar la base mínima del valor?

Por tanto, lo importante no es, como dice ingenuamente Guerrero, que el precio coincida con "el
último que compra", ya que sólo con que se adquiera una unidad, el precio necesariamente
coincidirá con el último que compra; sino que el precio no refrene a demasiados consumidores de
adquirir el producto ya que, en ese caso, no se podrán financiar los costes en los que se ha
incurrido para producirlo. Si el precio supera la utilidad marginal de demasiados consumidores,
estos no adquirirán el producto y los ingresos serán incapaces de hacer frente a los costes.

Por ello, en el capitalismo se puede producir siempre que los ingresos superen a los costes, esto
es, siempre que estos satisfaciendo más fines -o fines más importantes- (ingresos) que fines
estamos dejando escapar (costes). Pero ello sólo puede determinarse a través de la utilidad
marginal decreciente que sigue siendo la base de la teoría científica del valor. Y esto no tiene nada
que ver con una teoría laboral del valor que afirma que el valor de los consumidores depende de la
cantidad de trabajo incorporada en los productos.

A lo largo de estos posts hemos mostrado las deficiencias de Diego Guerrero en relación con la
teoría del valor. No conviene olvidar que la teoría del valor no es un asunto baladí dentro de la
ciencia económica, sino que constituye su mismo corazón. El marxismo tiene un corazón
económico podrido porque su teoría del valor no se sostiene por ningún lado. Los marxistas son
incapaces de entender las complejas interrelaciones del sistema económico movidas,
precisamente, por el valor y la utilidad. Y es que como dice otro destacado marxista: la ley del
valor es una ley humanista, una ley que hace del hombre y de su trabajo el centro de la economía,
la sustancia social que le da unidad a todo ese mundo. Con centros tan disparatados uno
difícilmente puede sorprenderse del desarrollo de la teoría económica marxista. Una catástrofe.

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