La arquitectura de Rogelio Salmona construye ciudad a partir de la generación de espacio
público, donde la actividad prevalece sobre la función particular de cada edificio. Es posible afirmar que el arquitecto logra esto a partir de un estilo adquirido donde los espacios abiertos son la característica principal en cada una de las composiciones y que cumplen doble función. La primera, generar transiciones con el fin de comunicar pero a su vez aislar el espacio funcional del edificio, que en este caso es la sala de lectura y los recintos interiores que la rodean, de tal forma que se implanta en el habitante un rito desde el momento de llegada hasta el encuentro con el vestíbulo. Juan pablo Aschner en el libro “Contrapunto y confluencia en el concierto arquitectónico”, aborda los conceptos de errancia y recorrido, para explicar el contraste entre circulaciones y permanencias, indica lo siguiente: “La biblioteca Virgilio Barco puede entenderse como un movimiento continuo que tiene ritmo y forma. La tensión del espacio radica en las variaciones del ritmo. Es el paso de espacios que estimulan la movilidad mediante recorridos dirigidos- espacios que apuntan màs hacia la condición de caminos que de lugares- a espacios que estimulan el estar, la detención y la contemplación.” (Aschner, 2008: 73).
El segundo cometido es la de albergar a cada habitante que quiera detenerse a contemplar el
paisaje, quizá leer, dibujar o cualquier otro tipo de actividad. La sensibilidad de Salmona al momento de generar espacios en cualquier parte del lugar, usando elementos particulares o tomando decisiones sencillas, permiten tomar esta decisión al sujeto que habita el edificio, tal y como lo indica Manrique en su articulo: “Toda la biblioteca es un lugar para los mortales; en los patios, salas de lectura, auditorios, salas de exposiciones o en la cafetería tienen la posibilidad de encontrarse con otros mortales, de relacionarse. Sin embargo también, si así lo quieren, se pueden encontrar son sigo mismos en lo que Bachelard llamó rincones y Salmona convirtió en parte del lenguaje de su arquitectura. Los rincones están en las ventanas profundas de las salas de lectura, en los antepechos que se ensanchan en las cubiertas y algunas circulaciones, para permitir algunas estancias largas o cortas, pero en definitiva íntimas. También hay rincones en la cubierta transitable, entre los volúmenes que desde una vista lejana aparecen como remate del edificio.” (Manrique, 2011: 8).