RESUMEN
En el presente trabajo examinaremos el primer escrito del
joven Schelling de 1795, Vom Ich als Princip der Philosophie
oder über das Unbedingte im menschlichen Wissen, a la luz
de la intención programática de desarrollar una “ética a la
Spinoza”. Este propósito no sólo implica ir más allá de la
intención metodológica de la filosofía crítica de inspiración
kantiana, sino que busca atender también de manera plena a la
exigencia humana de alcanzar un saber incondicionado, que
vaya más allá de los presupuestos metodológicos y temáticos
tanto del criticismo como del dogmatismo precrítico. Para
atender a este llamado del idealismo, el joven filósofo buscó
armonizar el clamor de la libertad con la naturaleza de lo
absoluto, según Spinoza. Pero esta armonía no la encontró en
el despliegue de una simple exigencia teórica, sino más bien
en la plena realización práctica de aquello que concebimos
y experimentamos como lo incondicionado. Esta realización
se cumple en la articulación del yo, lo absoluto y la libertad.
La realización de esta articulación determinó el rumbo y las
posibilidades de la filosofía en el siglo XIX.
*
Pontificia Universidad Javeriana. Recibido: 30.06.11 Aceptado: 28.10.11
Universitas Philosophica 57, año 28: 87-122
julio-diciembre 2011, Bogotá, Colombia
ABSTRACT
In this paper we examine the young Schelling’s first letter
of 1795, Vom Ich als Princip der Philosophie oder über
das Unbedingte im menschlichen Wissen, to the light of
the programmatic intention of developing an “ethics à la
Spinoza”. This aim not only involves going beyond the
methodological intent of a critical philosophy of Kantian
inspiration, but also seeks to fully address the human need
to reach an unconditioned knowledge, beyond both thematic
and methodological assumptions of criticism and pre-critical
dogmatism. In order to respond to this call of idealism,
the young philosopher sought to harmonize the clamor of
freedom with the nature of the absolute, following Spinoza.
But this harmony was not found in the unfolding of a simple
theoretical exigency, but rather in the full practical realization
of what we think and experience as the unconditioned. This
harmony is fulfilled through articulating the self, the absolute
and freedom. Such a fulfillment determined the direction and
possibilities of philosophy in the nineteenth century.
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Según Dieter Henrich, la modernidad alcanza su máximo desarrollo cuando se logra
articular el despliegue de la autoconciencia con la exigencia de alcanzar un sistema anclado
en un cierto monismo renovado. Para alcanzar esta articulación un paso decisivo fue el
impulso dado por el joven Schelling a este proyecto (1982: 145).
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Reinhard Lauth ha demostrado de manera clara cómo el joven Schelling ya desde un
principio buscaba, inspirado inicialmente en las intuiciones fundamentales de la Doctrina
de la ciencia, llevar el proyecto filosófico-trascendental kantiano a su máximo desarrollo.
Consideraba, para ello, que si la idea de la causalidad del Yo absoluto era ya la idea de un
poder absoluto, se hacia necesario entonces que el Yo absoluto fuera un principio inmanente
en el cual la libertad y la naturaleza fuesen idénticos. En este sentido, la conciencia de
la libertad se erigía como el único principio viable para desplegar un auténtico sistema
monista (1975: 21).
Para el joven Schelling, las tres Críticas de Kant son entonces el punto de
partida insuperable de una verdadera filosofía. Pero, según su peculiar punto
de vista, sus resultados no están todavía correctamente fundamentados: “aún
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Podemos decir, siguiendo en este punto a Walter Schulz, que en Schelling el idealismo
alemán alcanzó de manera ejemplar su máximo acabamiento (1955: 42). Igualmente, el
mismo Heidegger considera que en el ejercicio especulativo de Schelling, desarrollado
en su famoso tratado sobre la libertad humana, la metafísica propia del idealismo alemán
alcanzó su máximo nivel de despliegue (1991: 1).
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Para llevar a cabo esta separación, el joven Schelling emprendió una lectura renovada
de la obra de Platón. En esta empresa un papel decisivo lo jugará su esfuerzo por captar
el espíritu de la filosofía platónica a partir de la lectura e interpretación del Timeo (Franz,
1996: 221).
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Nos referimos aquí al famoso texto Aenesidemus, oder über die Fundamente der
von. Herrn Professor Reinhold in Jena geliferten Elementar-Philosophie. Nebst einer
Vertheidigung des Skepticismus gegen die Anmassungen der Vernunftkritik (Enesidemo o
sobre los fundamentos de la filosofía de los elementos, comunicada en Jena por el señor
Profesor Reinhold. Junto con una defensa del escepticismo contra las pretensiones de la
Crítica de la razón), publicado por Gottlob Ernst Scchulze (1761-1833). Johann Gottlieb
Fichte hace una reseña crítica de esta obra publicada en la Gaceta literaria general de Jena
entre el 11 y 12 de febrero de 1794. De cierta manera con esta recensión crítica se dio inicio
al movimiento de discusión y reivindicación de la obra de Kant comúnmente conocido
como el Idealismo alemán (Horstmann, 2000: 118).
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El examen de cómo es esto posible es el eje problemático de la investigación emprendida
por el joven Schelling en 1794 en su texto Sobre la posibilidad de una forma de la filosofía
en general. Debemos tener presente aquí que esta investigación asume el problema
de la unidad de la filosofía como una ciencia suprema que es capaz de preguntar por la
determinación de sus propias proposiciones supremas dadoras de unidad a todo saber
posible. Sin duda, esta tarea se identifica de manera clara con la autocomprensión más
clásica de la filosofía como metafísica (Baumgartner, 1975: 45).
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La idea central que anima filosóficamente a Schelling consiste en “elevar la idea de lo
incondicionado a la determinación fundamental de toda filosofía” (Schulz, 1955: 28).
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Peetz ha señalado de manera acertada cómo la crítica de Jacobi a la comprensión kantiana
de la racionalidad le permitió al joven Schelling buscar una determinación distinta de la
naturaleza de la libertad humana, que fuera más allá del concepto formal de la autonomía,
inspirado en Kant o Fichte, y de su mero reconocimiento inmediato en el sentimiento
humano. Este nuevo punto de partida determina el camino seguido por Schelling incluso
en su famoso ensayo sobre la esencia de la libertad humana de 1809, en el cual Schelling
arregla cuentas con la crítica de Jacobi a las posibilidades de construir un sistema unificado
de la razón, pues en este sistema se puede reconocer con toda claridad que “la libertad es,
por tanto, la autoactividad del hombre como un ser inteligible” (1995: 19).
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Como lo ha indicado ya Annemarie Pieper, en su proyecto de realizar una “Ética a la
Spinoza”, Schelling buscaba contraponerse de manera decisiva a Spinoza, al mismo tiempo
que intentaba repensar el proyecto ético kantiano llevándolo a su realización efectiva:
“esta ética estaba planeada ya como una replica a la ética de Spinoza, es decir, Schelling
no quería desarrollar un sistema contrapuesto radicalmente a la ética de Spinoza, sino
interpretar aquellos principios fundamentadores en el sentido del criticismo, de modo
que los postulados dogmáticos inaceptables para una filosofía de la libertad pudiesen ser
sustituidos por la exigencia moral que corresponde a la autocomprensión práctica de la
filosofía crítica” (1977: 556). Llevar a la realidad esta filosofía práctica es precisamente la
intención del joven Schelling en su bosquejo de una “Ética a la Spinoza”.
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Las tesis fundamentales desarrolladas por Jacobi en su famoso texto Sobre la doctrina
de Spinoza en cartas al señor Moses Mendelssohn son las siguientes: 1) El espinosismo
es ateísmo. 2) La filosofía cabalística como filosofía no es otra cosa más que espinosismo
no desarrollado o de nuevo enredado. 3) La filosofía leibniz-wolfiana no es por lo
menos tan fatalista como el espinosismo; y regresa a la investigación constante de las
proposiciones fundamentales de lo último. 4) Cada camino de demostración conduce al
fatalismo. 5) Nosotros queremos demostrar progresivamente, en situaciones idénticas, sólo
las semejanzas (correspondencias, verdades necesariamente condicionadas). Cada prueba
presupone entonces ya algo demostrado cuyo principio es revelado. 6) El elemento de todo
conocimiento humano y eficacia es la fe (2000: 216-223).
11
Para Jacobi el nihilismo es “aquella experiencia mental de la nulidad de una existencia
temporalmente eterna, de una duración sin fin (endloser Fortdauer)” (Cruz, 1993: 16).
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En cierto sentido Jacobi fue un catalizador del inconformismo vital con el ambiente
kantiano que dominaba a la universidad de Tübingen (Pätzold, 2005: 25).
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Para Spinoza, la substancia es “aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello
cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa” (1984: I, definición
III). Teniendo en cuenta esta definición, resulta claro para Spinoza que a la “naturaleza
de una substancia pertenece el existir” (1984: I, proposición VII), y que, por tanto, “toda
substancia es necesariamente infinita” (1984: I, proposición VIII).
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Para el joven Schelling es tarea fundamental de la filosofía alcanzar una identidad no
relacional y substancial (Frank, 1995: 51-52).
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Más tarde, en su famosa filosofía de la identidad intenta determinar este problema
asumiendo tanto metodológica como conceptualmente el modelo neoplatónico del descenso
a partir de la idea. En este contexto, el yo absoluto es comprendido como la identidad
absoluta desde la cual emergen todas las diferencias y hacia la cual se debe regresar para
afirmar su unidad y armonía vital (Baumgartner, 1996: 39-40).
hay en general objeto; y que, por tanto, muy poco puede llegar a ser objeto
para sí mismo. La autoconciencia presupone el peligro de perder el Yo”
(Vom Ich, 1975: 1, 180).
Como podemos ver, este último paso marca de manera muy clara la
diferencia entre el absoluto schellingniano y el Yo fichteano. Schelling
excluye de la libertad absoluta del yo toda autoconciencia, porque ella es
la condición absoluta de toda autoconciencia. Para la razón discursiva, el
yo absoluto ni es asible a través de conceptos, ni es demostrable en un
proceder argumentativo. En este sentido, el modo de ser del Yo absoluto
es, según Schelling, asequible en su inmediatez sólo en una intuición
intelectual que se diferencia completamente de la intuición sensible como
también del conocimiento mediado conceptualmente.
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Esta absoluta identidad es un éxtasis que suspende no sólo las determinaciones espaciales,
sino ante todo la determinación última del tiempo. Esta comprensión de la identidad extática
del absoluto es un elemento que siempre estará presente en el largo recorrido filosófico de
Schelling (Challiol-Gillet, 1998: 5).
con ello Schelling se aproxima aquí a la noción spinocista del “amor dei
intellectualis” y a la certeza inmediata de la fe en Jacobi. Con su formulación
de la intuición intelectual Schelling busca determinar no sólo la posibilidad
de las categorías, como el mismo Fichte lo había intentado antes, sino indicar
también la autopresencia del absoluto.
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En este punto se hace necesario recordar que para Spinoza “la substancia absolutamente
infinita es indivisible” (1984: I, Proposición XIII). Y teniendo en cuenta este monismo
absoluto, resulta claro entonces que “no puede darse ni concebirse substancia alguna
excepto Dios” (1984: I, proposición XIV).
filosóficos del dogmatismo, por un lado, y del criticismo, por el otro, indica
más bien la separación entre la filosofía y el absoluto.
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El sentido de lo práctico resulta aquí particularmente revelador: no se trata tanto de
comprender el absoluto como de realizarlo en la realidad. Keiji Nishitani ha demostrado
de manera clara que si es posible —como lo indica Schleiermacher— alcanzar una cierta
“intuición de lo infinito en lo finito”, es decir, una intuición del universo, dicha intuición
debe ser comprendida como un despertar a la realidad, o mejor aún, como “una realización
real de la realidad” (1999: 41). Como podemos ver, esta comprensión sugerente de la
naturaleza de la intuición intelectual resulta ser muy cercana a la noción schellingniana de
la intuición extática de lo absoluto.
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Este sobrepasar es ya asumido como la obligación más propia de las cosas finitas (Wetz,
1996: 108).
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Recordemos en este punto que el mismo Spinoza reconoce que el conocimiento que se
alcanza en el tercer género de conocimiento puede ser considerado como beatitud, ya que
“el amor intelectual del alma hacia Dios es el mismo amor con que Dios se ama a sí mismo,
no en cuanto que Dios es infinito, sino en la medida en que puede explicarse a través de
la esencia del alma humana, considerada desde la perspectiva de la eternidad, es decir, el
amor intelectual del alma hacia Dios es una parte del amor infinito con que Dios se ama a
así mismo” (1984: V, proposición, XXXVI). Gracias a esta inclusión este amor hacia Dios
es tanto conocimiento como goce eterno.
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Teniendo ahora como punto de partida a Spinoza, más bien que a Kant, Schelling
buscará en su proyecto de alcanzar una Identitätsphilosophie generar una cierta amalgama
conceptual y metodológica entre platonismo e idealismo. De Giordano Bruno tomará la
idea fundamental de la unidad de todas las contraposiciones (Beierwaltes, 1980: 208).
nuestro joven filósofo sostiene que “ambos sistemas proceden, por lo tanto,
necesariamente de la identidad absoluta, sólo que el criticismo proviene
inmediatamente de la identidad absoluta del sujeto y sólo mediatamente de
la concordancia del objeto con el sujeto; al contrario, el dogmatismo parte
inmediatamente de la identidad de un objeto absoluto y mediatamente de
la coincidencia del sujeto con el objeto absoluto” (Philosophische Briefe
über Dogmatismus und Kriticismus, 1975: 1, 328).
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Este es el problema abordado por Schelling de manera clara en sus famosas Investigaciones
filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados de
1809. Para Schelling, si se entiende de manera adecuada el panteísmo, no es necesario
concluir de manera tajante la negación de la libertad, pues “la inmanencia en Dios y la
libertad se contradicen tan poco, que precisamente sólo el ser libre, y hasta donde es libre,
es en Dios, y el no libre, hasta donde no es libre, es necesariamente fuera de Dios. Por
insuficiente que sea en sí misma una deducción tan general para los observadores más
profundos, sin embargo ésta ya pone en evidencia que la negación de la libertad formal no
está necesariamente ligada al panteísmo” (Philosophische Untersuchungen über das Wesen
der menschlichen Freiheit und die damit zusammenhängenden Gegenstände, 1965: VII,
347). En este contexto, Schelling busca demostrar ahora que la libertad y un sistema del
absoluto no se excluyen mutuamente (Hennigfeld, 2001: 34).
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La tensión entre un sistema absoluto de la razón y la libertad se puede plantear en los
siguientes términos: “el único sistema posible de la razón es el panteísmo, pero éste conduce
inevitablemente al fatalismo” (Philosophische Untersuchungen über das Wesen der
menschlichen Freiheit und die damit zusammenhängenden Gegenstände, 1965: VII, 338).
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En el Sistema del idealismo trascendental Schelling concibe que el arte es “el órgano
general de la filosofía” (System des trascendentalen Idealismus, 1965: II, 452). Siguiendo
la motivación de Schiller en su proyecto de una educación estética del hombre, Schelling
considera que el arte es “la cumbre de la filosofía” (Wetz, 1996: 96).
Por otro lado, esta estimación del arte en el que debe encontrar su
expresión el absoluto, es también un miembro unificante entre los amigos.
Para Schelling es claro que la divinización hölderliana de la naturaleza
conducía, necesariamente, a una ruptura con Fichte. Por otra parte, el
pensamiento del hein kai pan no autoriza la naturaleza concebida como
mera materia del deber moral, sino que demanda, más bien, una entrega
que aspira a la totalidad, pues para Hölderlin “ser uno con el todo esa es
la vida de la divinidad, ese es el cielo del hombre. Ser uno con todo lo
viviente, volver, en un feliz olvido de sí mismo, al todo de la naturaleza,
ésta es la cima de los pensamientos y las alegrías, ésta es la sagrada cumbre
de la montaña, el lugar del reposo eterno donde el mediodía pierde su calor
sofocante y el trueno su voz, y el hirviente mar se asemeja a los trigales
ondulantes” (Hyperion, 1998: 1, 614-615).
Referencias
Fuentes
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