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APUNTE N° 1

DERECHO CIVIL III

TEORÍA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES. CONCEPTO Y FUENTES

Prof. Dr. Rodrigo Barría Díaz

Universidad Alberto Hurtado


APUNTE N° 1: TEORÍA GENERAL DE LAS OBLIGACIONES.
CONCEPTO Y FUENTES

I. INTRODUCCIÓN. DERECHOS REALES Y DERECHOS PERSONALES O CRÉDITOS

Antes de proporcionar un concepto de las obligaciones, debemos recordar y tener


presente dos ideas fundamentales:

 En primer lugar, que los derechos patrimoniales se clasifican en derechos


reales y derechos personales o créditos. El Código Civil en el artículo 576
expresa que “las cosas incorporales son derechos reales o personales” y, en las
disposiciones siguientes, define a los derechos reales como aquellos “que
tenemos sobre una cosa sin respecto a determinada persona” (art. 577), y a los
derechos personales como “los que sólo pueden reclamarse de ciertas
personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído
las obligaciones correlativas...” (art. 578). El estudio de los derechos reales
pertenece a la Teoría de los Bienes, en tanto que los derechos personales
deben estudiarse a propósito de la Teoría de las Obligaciones. La doctrina
clásica confronta los derechos reales y los personales, señalando varias
diferencias entre ellos, siendo las más importantes las siguientes:

1. En los derechos reales existe una relación de persona a cosa; en cambio, en los 1
personales, la relación es entre dos sujetos determinados, el acreedor y el
deudor.
2. En cuanto a su contenido, los derechos reales confieren un poder jurídico
inmediato sobre la cosa; en cambio, en los derechos personales, el titular
(acreedor) sólo puede obtener el beneficio correspondiente mediante un acto
del obligado (deudor). En el derecho real existe una relación directa entre el
titular del derecho y la cosa en que se ejerce, en cambio el derecho personal se
caracteriza porque en él no existe una relación directa entre el titular del
derecho y la cosa, sino un vínculo jurídico entre personas.
3. En cuanto a la forma de adquirir ambos tipos de derechos, los reales se
adquieren por la concurrencia de un título y de un modo de adquirir. En cambio,
en los derechos personales, basta el título.
4. Los derechos reales son derechos absolutos en cuanto al titular le corresponde
una acción persecutoria y restitutoria, dirigida al reintegro de la cosa y
ejercitable frente a cualquier persona. Los derechos personales, en tanto, son
derechos relativos porque sólo se pueden exigir del deudor.
5. Los derechos reales sólo los puede crear la ley, quedando vedado a las partes
establecerlos, situación distinta a la de los derechos personales en que las
partes, en virtud del principio de la autonomía de la voluntad, pueden generar


Apunte preparado por el profesor Dr. Rodrigo Barría, Facultad de Derecho de la Universidad Alberto
Hurtado.
cualquier tipo de derechos personal sin más limitación que la ley, el orden
público o la moral.

 En segundo lugar, que las nociones de derecho personal o crédito y obligación


son correlativas, ambas representan las dos caras de una misma moneda. No
es posible concebir una sin la otra, de modo que, en definitiva, se hablará de
derecho personal o de obligación, según que la relación entre los sujetos se
mire desde el punto de vista del acreedor (titular de un crédito) o del deudor
(obligado en esa relación). Así lo deja en evidencia el artículo 578. Esto implica
que al estudiar la Teoría de las Obligaciones, y a pesar de lo que su nombre
pudiera hacer pensar, lo cierto es que se analiza un fenómeno jurídico relativo
tanto a los derechos personales como a las obligaciones correlativas a estos.

II. CONCEPTO DE OBLIGACIÓN

Tradicionalmente se define la obligación como el vínculo jurídico entre dos personas


determinadas -deudor y acreedor- en virtud del cual el primero se encuentra en la
necesidad jurídica de dar, hacer o no hacer algo en favor del segundo (René Abeliuk,
René Ramos).

Fernando Fueyo ha dicho que tradicionalmente las definiciones que la doctrina ha


dado de la voz obligación tienen en común la subordinación del deudor hacia el
acreedor, en un plano inclinado en que los derechos son todos del acreedor, y los 2
deberes corresponden todos al deudor. Agrega que la tendencia actual es a corregir
este criterio absolutista, reconociéndose derechos al deudor y la imposición de
deberes al acreedor. Ello lo lleva a definir la obligación como “una relación de derecho
entre dos o más personas, en cuya virtud una parte tiene el deber jurídico de satisfacer
una prestación determinada en favor de otra, a la vez que el derecho a que el poder
del acreedor no se exceda en sus límites, y a ser liberada al tiempo del cumplimiento, y
la otra parte la facultad de exigir tal prestación, aun coercitivamente, a la vez que el
deber de no excederse en su pretensión”.

El concepto de obligación forma parte de una noción más amplia, que es la de relación
jurídica. Esta última constituye una vinculación entre personas en virtud de la cual a
una o a varias de ellas se les atribuye uno o más derechos subjetivos y a otras un
deber jurídico. Así, entre ambas ideas existe una relación de género a especie: toda
obligación constituye una relación jurídica, pero no toda relación jurídica constituye
una obligación. Por ejemplo, el derecho que como hijo tiene una persona a exigir el
derecho de alimentos a sus padres es una relación jurídica pero sus padres no tienen
una obligación en el sentido que la estudiamos en este curso, sino que tienen un
deber jurídico. En este sentido, la noción de obligación se diferencia también de la de
deber jurídico, puesto que esta también es más amplia que la idea de obligación. En el
ejemplo propuesto, entre los padres y sus hijos existe un relación jurídica, en virtud de
la cual los primeros tienen un deber jurídico -proporcionarle alimentos a su hijo-, pero
este deber no constituye una obligación y, por lo tanto, no existe una relación
obligatoria.
Por otra parte, en la relación jurídica van envueltos derechos subjetivos, esto es,
aquellos derechos que se le reconocen a los sujetos de derecho con el objeto que a
través de ellos puedan satisfacer determinados intereses, los cuales pueden ser de
distinta naturaleza: de la personalidad, personalísimos, patrimoniales. Dentro de estos
últimos están los reales y los personales o créditos, que son los que se estudian en
este curso. En otras palabras, el estudio de las Obligaciones se refiere a una forma
específica de derechos subjetivos, que son los personales, en tanto que una relación
jurídica puede comprender cualquier otro tipo de derecho subjetivo.

Características de las Obligaciones

1. Es un vínculo entre dos o más sujetos de derecho.


2. Es un vínculo jurídico, lo que implica que está respaldado y protegido por el
ordenamiento jurídico.
3. Este vínculo jurídico pone a uno de los sujetos en la necesidad jurídica de dar,
hacer o no hacer algo en favor del otro.
4. Es un vínculo jurídico entre personas determinadas. Por ello es que, por
ejemplo, el respeto que todas las personas deben al derecho de propiedad del
que una persona es titular es un deber jurídico y no una obligación.

El Derecho de las Obligaciones en Chile

En términos generales, el Derecho de Obligaciones es aquel que trata y regula las


obligaciones. El Código Civil chileno trata a las obligaciones principalmente en el Libro 3
IV, denominado “De las obligaciones en general y de los contratos”. Las influencias
que tuvo en cuenta Andrés Bello para redactar este Libro fueron variadas,
destacándose las instituciones provenientes del Derecho Romano, con las
modificaciones introducidas por los juristas medievales y por el Derecho Canónico; el
Código Civil francés y la influencia que en este tuvieron los juristas franceses clásicos
(Jean Domat, Robert Pothier); y, finalmente, las ideas liberales de mediados del siglo
XIX, como el respeto a la autonomía de la voluntad y a la libertad contractual. Pero, por
sobre todo, la mayor influencia tenida en vista por Bello para redactar fue, sin duda, el
Código Civil francés.

Elementos de la Obligación

1. Los sujetos de la obligación: acreedor y deudor.


2. Un elemento objetivo: el objeto de la obligación o prestación.
3. Un vínculo jurídico.

1. Sujetos de la obligación: acreedor y deudor

Los sujetos de toda obligación son el acreedor y el deudor. El acreedor es el titular del
derecho personal o crédito en virtud del cual puede exigir del deudor una determinada
prestación. El deudor es quien debe dar, hacer o no hacer algo en favor del acreedor,
es decir, quien debe algo.
Esta distinción no siempre es absoluta. Así, en los contratos bilaterales, que son
aquellos en que las partes se obligan recíprocamente (artículo 1439), ambas partes
tendrán el carácter de acreedoras y deudoras de sus respectivos derechos y
obligaciones. Ej: en el contrato de compraventa el vendedor es deudor del comprador
en cuanto debe entregarle la cosa vendida, pero también es su acreedor puesto que
tiene derecho a que se le pague el precio de la cosa.

Ambos sujetos tienen que ser personas determinadas o a lo menos determinables. No


obstante, hay casos excepcionales en que los sujetos no están determinados, pero se
trata de situaciones en que el sujeto activo o pasivo es determinable en el momento
de exigirse el cumplimiento de la obligación. Esto ocurre, por ejemplo, en las llamadas
obligaciones ambulatorias o propter rem, en que resulta obligado a satisfacer la deuda
quien tenga la calidad de dueño o poseedor de la cosa al tiempo de exigirse su
cumplimiento. En ellas el deudor no es tal personalmente, sino en cuanto tiene
derechos sobre la cosa, de manera que si cesa su relación con ella, deja de estar
obligado. Por ejemplo, así ocurre con los gastos comunes en la copropiedad
inmobiliaria, por cuanto el dueño del departamento responde aun de aquellos
anteriores a su adquisición del dominio, de manera que estará obligado sólo mientras
sea dueño.

Lo anterior es aplicable al sujeto pasivo de la obligación. El sujeto activo estará


indeterminado en todos aquellos casos que se consideran como de declaración
unilateral de voluntad, como por ejemplo, en la promesa de recompensa, una de cuyas 4
posibilidades reglamenta el art. 632 respecto de las especies perdidas. Si el dueño ha
ofrecido un premio a quien lo encuentre, el denunciador elegirá entre el premio de
salvamento y la recompensa ofrecida. Si hace esto último, adquiere en ese momento
la calidad de acreedor, que anteriormente estaba indeterminada (Abeliuk).

Tanto el deudor como el acreedor pueden ser una o varias personas, por cuanto el
artículo 1438 señala que cada parte de un contrato puede ser una o muchas
personas.

2. El objeto de la obligación

El objeto de la obligación es la prestación a que se obliga el deudor. Consiste en un


determinado comportamiento, positivo o negativo, que éste asume en favor del
acreedor. Empleando el lenguaje del artículo 1438, es lo que el deudor debe dar,
hacer o no hacer.

La prestación debe reunir las siguientes características: a) debe ser física y


jurídicamente posible; b) debe ser lícita; c) debe ser determinada o a lo menos
determinable.

Que sea posible quiere decir que se debe poder realizar. En caso contrario nos
encontramos ante la imposibilidad de la prestación, que puede ser absoluta, cuando
la prestación no puede cumplirse bajo ningún respecto, o relativa, cuando
objetivamente no hay imposibilidad pero para el deudor no es realizable la prestación.

Que la prestación sea lícita significa que no debe estar prohibida por la ley ni ser
contraria a las buenas costumbres o al orden público (artículo 1461, inciso tercero).

Que sea determinada es lo mismo que decir que la prestación tiene que estar
precisada, identificada; y que sea determinable significa que pueda llegar a definirse
sin necesidad de un nuevo acuerdo de las partes (así ocurre, por ejemplo en las
obligaciones alternativas, arts. 1499 y ss.). El artículo 1461 refiriéndose a las
obligaciones de dar (o de entregar), nos dice que cuando lo que se debe es una cosa
“la cantidad puede ser incierta con tal que el acto o contrato fije reglas o contenga
datos que sirvan para determinarla” (inciso segundo).

La naturaleza diversa de la prestación (dar, hacer o no hacer) origina una clasificación


de las obligaciones, las que pueden ser de dar, hacer o no hacer, como se verá más
adelante.

3. Vínculo Jurídico

Para que exista una obligación entre acreedor y deudor es necesario un vínculo jurídico
que ligue a ambas partes. Ese vínculo jurídico, como lo ha desarrollado la doctrina
alemana, tiene dos facetas: la deuda y la responsabilidad. La primera consiste en el
deber jurídico de realizar una prestación (dar, hacer o no hacer). La responsabilidad, 5
por otra parte, consiste en que el acreedor tiene derecho a exigir el cumplimiento de
esa prestación o que se le compensen los perjuicios que le cause el eventual
incumplimiento de esta por parte del deudor.

Este vínculo jurídico presenta algunas características. En primer lugar, este vínculo
nace de las llamadas “fuentes de las obligaciones”, que veremos a continuación. Por
otra parte, que se trate de un vínculo jurídico significa que nos encontramos ante una
relación protegida por el derecho objetivo, lo que hace la diferencia entre obligación y
otros deberes, como los morales. El medio de protección que el ordenamiento
proporciona son las acciones personales.

Se trata, además, de un vínculo excepcional, puesto que lo normal es que las personas
no se encuentren obligadas entre sí. Por ello es que, de acuerdo al art. 1698, quien
alegue la existencia de una obligación deberá probarla.

Finalmente, el vínculo jurídico entre las partes es eminentemente temporal. Su


duración puede ser más o menos extensa, pero siempre tendrá una duración limitada,
a diferencia de los derechos reales que son permanentes mientras su titular tenga la
cosa sobre el cual recae. Esta característica se debe a que las obligaciones
constituyen una limitación a la libertad de las personas y el ordenamiento jurídico
busca suprimir los obstáculos a la libertad o que duren lo menos posible.
III. LAS FUENTES DE LAS OBLIGACIONES

Se han definido las fuentes de las obligaciones “como los hechos jurídicos que dan
nacimiento, modifican o extinguen las relaciones de derecho y las obligaciones”
(Fernando Fueyo). También se ha dicho que “se llaman fuentes de las obligaciones los
hechos jurídicos que les dan origen” (David Stitchkin).

Clasificación

El artículo 578 al definir los derechos personales o créditos, hace una primera
clasificación, al expresar que éstos sólo pueden reclamarse de ciertas personas, que,
por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído las obligaciones
correlativas. De esta forma, las fuentes de los derechos personales, y de las
obligaciones correlativas, serían un hecho del deudor y la ley.

Pero como el hecho del deudor cubre distintas hipótesis, el artículo 1437 ha precisado
que “Las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades de dos o más
personas, como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario de la
persona que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos los
cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra
persona, como en los delitos o cuasidelitos; ya por disposición de la ley, como entre los
padres e hijos de familia”.

Finalmente, el art. 2284 enumera como fuentes de las obligaciones a los 6


cuasicontratos, a los delitos y a los cuasidelitos civiles.

En resumen, para nuestro Código Civil, las fuentes de las obligaciones son:

a) El contrato, definido en el art. 1438 como el acto por el cual una persona se obliga
para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa. Ej: la compraventa, el
arrendamiento, el mandato.

b) El cuasicontrato, esto es, un hecho voluntario no convencional y lícito que genera


obligaciones. Ej: la comunidad, la agencia oficiosa.

c) El delito, es decir, un hecho ilícito realizado con la intención de provocar un daño a


la persona o propiedad de otro. Ej: una persona que voluntaria e intencionalmente
golpea a otra.

d) El cuasidelito, que es un hecho ilícito realizado sin la intención de provocar un daño


a la persona o propiedad de otro. Ej: una persona que descuidadamente atropella con
su automóvil a un peatón que no vio cruzar la calle por estar pendiente de su celular; y

e) La ley.

En el período más antiguo del Derecho Romano las únicas fuentes de las
obligaciones fueron el contractus y el delictum. En la época clásica, la primera
clasificación que se conoce es la que dio Gayo en las Institutas. Señaló sólo dos
fuentes de obligaciones: el contrato y el delictum. Sin embargo, el propio Gayo
evidencia más adelante en su obra la insuficiencia de esa clasificación al analizar el
pago de lo no debido, que es un cuasicontrato. Así, la obligación de devolver lo recibido
indebidamente no nacería ni de un contrato ni de un delito. Posteriormente, en otra
obra atribuida a Gayo se señaló que las obligaciones nacían del contrato, de los delitos
y de ex variis causarum figuris, siendo esta última una categoría residual.

En el Derecho Romano postclásico, Justiniano retomó la clasificación dada por Gayo


en las Institutas, pero distinguió dentro de las ex variis causarum figuris aquellas que
se acercaban más a los contratos y aquellas que se acercaban más a los delitos. Así,
nacieron las figuras del quasi ex contractu y el quasi ex maleficio.

Posteriormente, en el Derecho Bizantino, la cuatripartición justinianea sufrió una


importante modificación, consistente en que las expresiones del texto original quasi ex
contractu y quasi ex delicto fueron sustituidas por ex quasi contractu y ex cuasi delicto.
A partir de entonces las fuentes de las obligaciones son ya cuatro figuras
independientes: los contratos, los cuasicontratos, los delitos y los cuasidelitos.

Esta clasificación en cuatro categorías domina toda la doctrina tradicional


prácticamente hasta nuestros días. Únicamente los juristas de la Escuela del
Derecho Natural Racionalista (Hugo Grocio y Jean Domat) intentaron someterla a una
revisión, señalando que las fuentes de las obligaciones son tres: el contrato, el delito y
la ley. De hecho, fue Grocio quien por primera vez postuló a la ley como una fuente 7
separada de las obligaciones.

Finalmente, en la codificación francesa, el autor que más influyó en esta materia fue
Robert Pothier, quien se basó en la clasificación cuatripartita de Justiniano y
agregó la ley, por influencia de la Escuela del Derecho Natural Racionalista. Así, la
clasificación clásica o tradicional era la vigente en la época de la dictación del Código
Civil francés, desde el cual pasó a nuestro Código

Esta clasificación de las fuentes es clásica, sin perjuicio de lo cual ha sido objeto de
fuertes críticas. Principalmente se señala que sólo la voluntad y la ley pueden generar
obligaciones. En los cuasicontratos, los delitos o cuasidelitos, las obligaciones nacen
porque así lo establece la ley. Sin embargo, siguiendo la misma lógica, habría que
concluir que también en el caso de los contratos, éstos generarían obligaciones porque
así lo establece la ley, con lo que las fuentes quedarían reducidas exclusivamente a
ésta última, por lo que esta crítica debe tomarse con moderación.

Por otra parte, se ha criticado a esta enumeración por no corresponder a los modernos
criterios de fuentes de las obligaciones, al excluir a otros fenómenos jurídicos que no
reúnen las características de las figuras del art. 1437, pero que también tienen la
aptitud de generar obligaciones. A continuación veremos dos de estas fuentes no
previstas en el Código Civil: la voluntad unilateral y el enriquecimiento sin causa.
La voluntad unilateral como fuente de la obligación

Por voluntad unilateral como fuente de obligación se entiende el acto unilateral


emanado del deudor que es suficiente para obligar a éste. Esta doctrina sostiene que
una persona puede por su sola voluntad transformarse en deudor, sin que intervenga
la voluntad de otra. Porque si el acreedor toma parte en la generación de la obligación
habría contrato, mientras que en la declaración unilateral la mera voluntad del deudor
lo coloca en la categoría de tal. Es de todos modos necesaria la intervención del
acreedor que acepte su derecho, ya que nadie puede ser obligado a adquirir éstos
contra su voluntad, pero la obligación no nace cuando el acreedor acepta o ejerce su
derecho, sino desde el momento en que ha sido creada por la voluntad unilateral de
quien se obliga. Por la misma razón, una vez que la obligación ya ha nacido, no puede
ser normalmente revocada en forma unilateral por el deudor.

La idea de la voluntad unilateral como fuente de las obligaciones es una creación de la


doctrina alemana (Kuntze, Siegel). Los autores franceses se resistieron en un
comienzo a aceptar que la manifestación unilateral de voluntad pudiera ser fuente de
las obligaciones, pues estimaban indispensable un acuerdo de voluntades pero,
finalmente, terminaron aceptando la innovación, en razón de que en los textos
positivos se encuentran casos de obligaciones generadas por la sola voluntad del
deudor.

En algunos Códigos se reconoce valor vinculante a la promesa unilateral. Así ocurre


con el Código Civil alemán, el Código suizo de las Obligaciones, el Código Civil italiano 8
de 1942.

La idea dominante en nuestro país es que el Código Civil, en general, no acepta la


voluntad unilateral como fuente de obligaciones. Se fundamenta esta opinión en el
hecho que Bello siguió la doctrina de Pothier recogida en el Código de Napoleón, quien
era manifiestamente partidario del origen convencional de las obligaciones. Sin
embargo, existe consenso entre los autores en cuanto a que en el Código habría un
caso puntual de obligación nacida de una declaración unilateral de voluntad: se trata
del caso del artículo 632, inciso segundo, relativo a la promesa de recompensa al que
denuncie el hallazgo de una especie al parecer perdida.

La jurisprudencia nacional en forma reiterada ha sostenido que no hay más fuentes de


obligaciones que las que indica el artículo 1437. No obstante, hay fallos recientes que
aceptan que la sola voluntad del deudor pueda ser fuente de obligaciones. Así, se ha
fallado que el pagaré es una forma de título de crédito que genera obligaciones para
quien lo emite, por el solo hecho de hacerlo.

El enriquecimiento sin causa

El enriquecimiento sin causa es una figura que cumple una doble función, basado en
la equidad:
1. Es un principio jurídico, en virtud del cual el derecho rechaza que alguien se
enriquezca a expensas de otro sin una causa que lo justifique.
2. Es una fuente de obligaciones, a lo menos en teoría, de acuerdo a la cual se le
entiende como una atribución patrimonial sin justificación, de modo que se
impone la obligación de restituir.

Para que exista enriquecimiento sin causa (o enriquecimiento injustificado, como


también se le llama en doctrina) se requiere la concurrencia de cuatro elementos:

1. Enriquecimiento de un sujeto: es decir, cualquier ventaja, beneficio o provecho


adquirido. Debe entenderse en un sentido amplio, que incluye cualquier tipo de
bienes, materiales o inmateriales, corporales o incorporales. Incluso el
enriquecimiento puede entenderse no solo como un aumento de patrimonio,
sino en la evitación de un gasto.
2. Empobrecimiento de otro sujeto: es la persona afectada por el enriquecimiento
que exige la restitución de lo que le corresponde. El empobrecimiento puede
asumir muchas formas: como la pérdida de una cantidad de dinero, la pérdida
de un derecho, la obligación de soportar una deuda, etc. Este requisito es
exigido tradicionalmente por la doctrina nacional, que en esta materia sigue a la
francesa. Sin embargo, hoy en día se ha impuesto fuertemente, especialmente
en Europa, que para que haya enriquecimiento sin causa basta el solo
enriquecimiento, sin que el afectado deba, efectivamente, sufrir una pérdida en
su patrimonio.
3. Correlatividad entre enriquecimiento y empobrecimiento: esto quiere decir que 9
el enriquecimiento debe producirse a costa del empobrecimiento y este, en
consecuencia, debe tener su causa en el enriquecimiento. Respecto de este
requisito es válido el alcance hecho en el numeral anterior.
4. Ausencia de causa o justificación para el enriquecimiento: este requisito
consiste en la falta de una causa legítima, ajustada a derecho, que autorice el
enriquecimiento. Si este deriva de un acto jurídico válido, no estamos frente a
un enriquecimiento sin causa.

El efecto del enriquecimiento sin causa entendido como una fuente de obligaciones,
consiste en que da derecho a obtener la restitución, en la medida que se verifiquen los
requisitos expresados. El mecanismo a través del cual se puede solicitar la restitución
es la llamada acción in rem verso. Ahora bien, la posibilidad de ejercer esta acción
depende de las siguientes circunstancias:

1. El Código Civil no contiene una regla especial que regule el enriquecimiento sin
causa ni el ejercicio de la acción in rem verso.
2. Lo que sí hace el Código es establecer una serie de normas que,
implícitamente, buscan respetar este principio. Por lo tanto, esas normas tienen
una acción específica que no requiere basarse en un principio general. Ej: las
normas que imponen la obligación del comprador de pagar la cosa y del
vendedor de entregarla. En estos casos se aplican esas acciones específicas.
3. En consecuencia, la acción in rem verso se aplicará en forma subsidiaria en
todos aquellos casos en que no exista una acción especial en el Código Civil o
en una ley especial que restituya a las partes a su situación patrimonial original.

En nuestro ordenamiento el enriquecimiento sin causa es plenamente aceptado como


principio que informa diversas reglas del Código Civil. Como ya se dijo, en su carácter
de fuente de obligaciones no hay una norma general que la establezca como tal y los
arts. 578, 1437 y 2284 no lo mencionan. Sin embargo, la doctrina suele sostener que
se trata de una verdadera fuente de obligaciones.

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