Resumen
Esta comunicación pretende ser una aportación a la comprensión del modo en
que se construye la identidad en el niño adoptado considerando la multiplicación
de matrices familiares en las que se inscribe su desarrollo.
Este paso por las distintas matrices, desde su experiencia primera de abandono, y
las posteriores vivencias de aceptación, rechazo o indiferencia en las nuevas rela-
ciones vinculares, dejará tras de sí un mosaico de personajes internos a cuyas exi-
gencias el niño tratará de responder, desarrollando una multiplicidad compleja de
roles defensivos o de supervivencia.
Para este abordaje, tomo como base el desarrollo teórico de Pablo Población, su
constructo de personaje (Población, 2005) y su consideración del origen del mis-
mo en los roles de poder construidos por el niño a partir de los primeros roles
defensivos, desarrollados para responder a las demandas de la madre, en primer
lugar, y del padre en segundo lugar (estructura cuaternaria), roles manipulativos
que se convierten en la base de la mayoría de las dificultades de relación y de
falta de espontaneidad.
Palabras clave: Adopción, Identidad, Matrices, Escena interna, Roles de poder, Per-
sonaje.
Introducción
El fenómeno de la adopción en España, especialmente la adopción internacional,
ha experimentado un crecimiento vertiginoso en los últimos años. En la última
década han llegado a nuestro país más de 40.000 niños y niñas, procedentes de
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rincones tan diferentes y lejanos del planeta como China, la Federación Rusa,
Etiopía, India, Colombia o Nepal.
Como consecuencia, también son cada vez más los estudios e investigaciones
que tratan de atender y explicar, con el ángulo más o menos abierto desde lo
intrapsíquico hasta lo macrosistémico, las implicaciones individuales, familiares y
sociales de esta realidad que es enormemente rica y compleja. Y cada vez surgen
nuevas preguntas.
El objetivo de la adopción es dar una familia a un niño que, por distintos motivos,
no puede crecer y ser atendido por su familia de origen. Desde el punto de vista
psicodramático, se trata una “rematrización” profunda, que implica un camino
largo y muchas veces apabullante para los padres adoptivos, que a su vez traen
consigo sus propias heridas, muchas de ellas abiertas en el mismo proceso hacia
la paternidad.
Sabemos que los niños han vivido situaciones difíciles, que han sufrido un aban-
dono, que traen consigo su historia, sus vivencias y recuerdos, conscientes o in-
conscientes, sus huellas culturales, sus legados familiares. También sabemos que
necesitarán, de un modo u otro, volver sobre sus pasos y reconstruir su historia
para tratar de comprender quienes son.
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Pero, ¿qué ocurre si admitimos que no somos uno, sino cien mil? Tomo esta pre-
gunta de mi maestro, Pablo Población, como punto de partida para tratar de en-
granar, desde la luz y la riqueza que ofrece el modelo psicodramático, una pers-
pectiva más amplia del modo en que se construye la identidad en el adoptado,
considerando la complejidad de matrices en las que se va a desarrollar y crecer, y
las desconcertantes contradicciones que va a vivir en sus experiencias de amor,
rechazo o indiferencia en cada una de ellas.
En el desarrollo evolutivo del niño, este proceso puede convertirse en una vía sa-
na y necesaria de crecimiento y confianza en sus propios recursos, o en un hecho
doloroso y patógeno, generador de miedos y dificultades, en función de la esce-
na interna que se configura en ese momento.
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Población, P., (1989) «La escena primigenia y el proceso diabólico», II Reunión Nacional de la
AEP, publicado en Informaciones Psiquiátricas, n° 115, 1er Trimestre
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Marrone, M. (2001) “La teoría del apego. Un enfoque actual”. Ed. Psimática. Madrid.
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demandas, de modo que interiorizará una estructura vincular agresiva, inconsola-
ble o autosuficiente que dirigirá después hacia sí mismo y hacia el entorno, con-
dicionando su posición ante otras relaciones a lo largo de la vida.
Naturalmente, siempre habrá existido una proporción de amor, sin la cual la su-
pervivencia sería inviable. Del mismo modo, cabe la posibilidad de que en esa
primera escena haya predominado una relación de aceptación y valoración a la
que después han sobrevenido otras circunstancias, si bien en todo caso habrá
una experiencia de abandono que, junto al tiempo de institucionalización, va a
significar siempre una herida profunda.
A partir de estos roles defensivos, comenzarán a gestarse los roles de poder, que
el niño aprenderá a utilizar, de un modo más o menos consciente, para manipular
al entorno, convirtiéndose en las raíces de lo que Población ha denominado “el
personaje”5, que, como veremos más adelante, acaba por convertirse en la base
de la mayoría de los conflictos internos y de relación.
5
Población describe el constructo de personaje en su libro “Manual de Psicodrama diádico” como
un falso yo que ahoga y cubre a la persona y que es sostenido por la utilidad que ha tenido para
obtener determinados beneficios emocionales y en las relaciones.
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le ayudaron a sobrevivir, no sirvieron para evitar el abandono en la vivencia del
niño, que experimentará el doloroso fracaso en su lucha por ser aceptado.
Sin duda, el niño ha aprendido a manejar una parte importante de estos roles en
la disciplina del orfanato, pero ahora experimenta con perplejidad la respuesta
que obtiene de ellos en este nuevo entorno. De un momento a otro, la eficacia de
sus acciones se ha multiplicado poderosamente y ahora es capaz de conseguir
con gran facilidad toda la atención, cuidados y contemplación de una familia que
ha andado un largo y costoso camino, a veces de muchos, muchos años, hasta
convertirse en sus padres.
En esta nueva relación, los padres, llenos de ilusión, temores y dudas, se muestran
dispuestos a hacer cualquier cosa por él, pero también se sienten impacientes,
asustados, debatiéndose entre el deseo de conocer y amar a su hijo real, y la ur-
gencia de colmar sus expectativas y fantasías, seguramente alimentadas por un
entorno que, de forma más o menos explícita, les observa con cierta extrañeza y
desconfianza.
Ante ellos, el niño, aún perseguido por la sombra de la fragilidad de todo lo co-
nocido hasta el momento, necesita sentirse poderoso, capaz de manejarles a su
antojo. Descubrirá tal vez que puede derretir a mamá con solo correr a acurrucar-
se en sus brazos, o que papá se llena de orgullo cuando imita sus gestos y expre-
siones, señas indiscutibles de la identidad familiar.
En este momento, las lianas que van conformando el personaje, se dibujan o ma-
tizan, cristalizando en roles que implican un manejo en el área del poder, y que
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pueden tomar diversas formas, como el niño bueno, el seductor, el frágil, el líder,
el desafiante… roles con los que tratará de mantener su lugar en la nueva familia.
Tomo de nuevo de Poblacíón6 una de las nociones que me han resultado más
reveladoras en la comprensión de la identidad y también más útiles en mi prácti-
ca clínica. Se trata de la concepción de la familia, no como una estructura ternaria,
constituida por la madre, el padre y el hijo, sino como una cuaternidad, es decir,
como una estructura vincular en la que se encuentran en relación cuatro elemen-
tos: el padre, la madre, y los respectivos roles desarrollados por el hijo frente a
cada uno de ellos, y que Población denomina el hijo del padre y el hijo de la ma-
dre. Tal como lo expresa gráficamente quedaría constituido del siguiente modo:
P M
Hp H
m
Desde este planteamiento, el niño desarrolla diferentes roles para atender a las
demandas de la madre, en primer lugar, y del padre, en segundo lugar, tomando
distintas posiciones ante las que cada uno de ellos responde a su vez, en un pro-
ceso de circularidad.
Por ejemplo, podemos imaginar al niño que responde ante una madre salvadora,
incansable en su entrega, mostrándose dependiente, enfermizo y vulnerable. Este
niño frágil, hijo de la madre, sin embargo puede tomar una postura de autoexi-
gencia y logro en los estudios ante el padre, un hombre cariñoso pero a menudo
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Población, P. "Herida, poder y cuaternidad. Una contribución a la comprensión psicodramática
de la estructuración de la identidad" XXII Reunión Nacional de la AEP (A Coruña, 2007)
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ausente, que suele mantenerse al margen de los asuntos familiares y del que es
difícil conseguir atención.
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un modo u otro como auxiliares de estos hasta que entran en escena los
nuevos padres.
FO FA
Mb Pb Ma Pa
I, Ac
HMb HPb
HI, HAc
HO HA
HMa HPa
MB= Madre biológica, PB= Padre biológico, Ma= Madre adoptiva, PB= Padre adoptivo
I=Institución, Ac=Familia Acogida
HMb=Hijo de la madre biologica, HPb=Hijo del padre HMa = Hijo de la madre adoptiva,
biológico, HI=Hijo en la institución, HAc=Hijo en la
familia de acogida HPa= Hijo del padre adoptivo
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Hay un factor más que debemos considerar y que expreso gráficamente en la
discontinuidad de las líneas de relación con la familia biológica y el niño de ori-
gen.
Cuando un niño nace y crece en una misma familia, su estructura vincular, ya sea
positiva o negativa, suele permanecer estable a lo largo del tiempo. El niño adop-
tado, en cambio, experimentará un salto abrupto, encontrándose de forma súbita
en una realidad formal y vincular totalmente nueva.
Referencias
Marrone, M. (2001) La teoría del apego. Un enfoque actual. Madrid. Ed.
Psimática.
Población Knappe, P. (1989) La escena primigenia y el proceso diabólico. II
Reunión Nacional de la AEP. Informaciones Psiquiátricas, 115.
Población Knappe, P. (2007) Herida, poder y cuaternidad. Una contribución
a la comprensión psicodramática de la estructuración de la identidad. XXII
Reunión Nacional de la AEP. A Coruña.
Población Knappe, P. (2010) Manual de Psicodrama Diádico: Bipersonal,
individual, de la relación. Bilbao. Desclee de Brouwer.
Población Knappe, P. (2011) Persona y personaje. Revista Vínculos (segun-
da etapa), 4.
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