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LA INSTITUCIÓN Y LAS INSTITUCIONES

condición psíquica de lo incorporado y del deposite, es el trasfondo


del proceso, pero no podría ser indiferente al proceso
mismo. Por estos dos procedimientos es como el sujeto es sujeto
de la institución y la institución consiste en una doble función
psíquica: de estructuración y de receptáculo de lo indiferenciado.
Una tercera zona de trabajo y de investigación se abre al
tomar en consideración el espacio psíquico propio de la vida
institucional. Se admitirá aquí que, para cumplir sus funciones
específicas, no psíquicas, la institución tiene que movilizar
formaciones y procesos psíquicos, y que los que ella contribuye
a formar, o que recibe en depósito (y que con ello determina),
serán solicitados de manera muy particular. Se admitirá, sobre
todo, que la vida pulsional produce y mantiene formaciones
psíquicas originales para sus propios fines. Esto significa que
se trata de formaciones que corresponden a la doble parte
constituyente y apropiante de ella.
Estas formaciones originales, mixtas, no son necesariamente
formaciones compuestas o formaciones de compromiso, aunque
pueden asumir este valor en la dinámica y la economía psíquica
compartida y común que exige y que administra el hecho institucional.
Estas formaciones constituyen la posibilidad de espacios
psíquicos conocidos y compartidos. Suponen la construcción,
utilización o regulación de un aparato psíquico de enlace, transmisión
y transformación, cuyo prototipo he elaborado en el
concepto (que me satisface por su capacidad metafórica) de
aparato psíquico grupal (o del agrupamiento). El concepto de
aparato psíquico del agrupamiento permite pensar el ordenamiento
específico de la realidad psíquica del sujeto singular con
el conjunto intersubjetivo del que forma parte y al que da consistencia.
Desde ese momento se organizan dos niveles lógicos que
el análisis debe tomar en consideración y de los cuales debe dar
cuenta: el de la realidad psíquica del sujeto singular y el de la
realidad psíquica que emerge como efecto del agrupamiento. Las
formaciones originales que se producen en esta relación, que un
enfoque diferencial tiene que poder caracterizar como las del
agrupamiento de familiares, del agrupamiento de extraños o de
la institución, tienen todas como rasgo específico el hecho de
que articulan los espacios y las lógicas en parte heterogéneas: los
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que rigen la realidad psíquica del sujeto singular y la realidad
psíquica producida por el conjunto.
Lo que llamo aparato psíquico del agrupamiento, alianzas
inconscientes y cadena asociativa grupal son construcciones
destinadas a dar cuenta de las formaciones y procesos psíquicos
inconscientes movilizados en la producción del vínculo y del
sentido. Se podrá poner a prueba la validez de esta hipótesis a
propósito de aquello que, en las instituciones, funciona como el
organizador psíquico inconsciente, como el síntoma compartido
o como el significante común.
Tales formaciones aseguran la articulación entre la economía,
la dinámica y la tópica del sujeto singular, por una parte, y
la economía, la dinámica y la tópica psíquicas formadas por y
para el conjunto.
Freud nos introdujo en este procedimiento en varias ocasiones;
subrayaré dos de ellas que esclarecen mi propósito. La
primera en 1914, en el texto sobre el narcisismo: la concepción
que propone del ideal del yo es precisamente la de una de estas
formaciones intermediarias o bifrontes que retienen mi atención.
Escribe: "El ideal del yo abre importantes perspectivas para la
comprensión de la psicología de las masas. Además de su aspecto
individual, este ideal tiene un aspecto social: es el ideal que
reúne una familia, una clase, una nación". La segunda es cuando,
en Psicología de las masas y análisis del yo nos propone el paradigma
del síntoma compartido y del significante común que
proporciona la base de las identificaciones histéricas en las instituciones
de jovencitas. Tales formaciones tienen por efecto el
reforzamiento narcisista de la parte y del conjunto, proporcionan
las referencias identificatorias y el rasgo común {der einziger
Zug) de las identificaciones imaginarias mutuas.
Quisiera subrayar que la perspectiva que trazo no opone por
principio el individuo y la institución (o el grupo), como el
elemento y el grupo. Apunta más bien a investigar las articulaciones
en los espacios psíquicos y a detectar allí los efectos del
inconsciente. Esto importa no localizar el inconsciente en el
espacio del sujeto singular (o del individuo en tanto tal, para
retomar la fórmula freudiana) sino en los lugares liminares
donde se producen los pasajes constitutivos de la realidad
psíquica: por consiguiente, y para una parte todavía desconocida.
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en las formaciones del vínculo inter y transubjetivo o en los
espacios a-subjetivos del cuadro institucional.
Si me coloco del lado del sujeto singular, la oposición del
elemento y el conjunto constituye, y eventualmente divide, su
espacio psíquico. Cada sujeto singular logra, en mayor o menor
medida, hacer coexistir y satisfacer las exigencias económicas,
dinámicas y tópicas de las lógicas cruzadas del individuo que
persigue su propio fin y de la cadena a la que está sujeto.
Formaciones y procesos heterogéneos. La institución vincula,
reúne y administra formaciones y procesos heterogéneos:
sociales, políticos, culturales, económicos, psíquicos. Lógicas
diferentes funcionan allí en espacios que se comunican e interfieren.
Esta es la razón de que puedan inmiscuirse y prevalecer,
en la lógica social de la institución, cuestiones que provienen del
nivel y de la lógica psíquicos. Esta constituye, además, el lugar
de una doble relación: del sujeto singular con la institución y de
un conjunto de sujetos ligados por y en la institución.
En este sentido, si bien me parece legítimo considerar que
todo emergente psíquico posee a priori un valor de síntoma significativo
para el conjunto institucional, considero que el nivel
donde aquél se origina y la función no psíquica que cumple
quedan siempre por establecer, como una cuestión abierta. Es
posible que ciertos problemas políticos se expresen en el registro
del síntoma psíquico. Pero sería arriesgado desconocer que precisamente
un trabajo de los conjuntos heterogéneos dotados de
espacios psíquicos comunes consiste en reducir lo heterogéneo en
beneficio de lo homogéneo, sostener el principio de la causa
única y de la función del Ideal, reducir la desviación y la disonancia
cognitiva, privilegiar las funciones metonímicas en las relaciones
de la parte con el todo, del elemento con el conjunto, reducir
los embrollos de la heterotopia al espacio uniforme de la
isotopía. En este trabajo son empleados todos los procesos
productores de indiferenciación y de homogeneización, y el ojo
advertido aprende a reconocer los elementos heteróclitos conglomerados
o yuxtapuestos, como lo que en arquitectura se llaman
"reempleos", huellas de monumentos desarmados y utilizados en
la edificación nueva. De la misma manera, en las instituciones
una gran parte de las cargas psíquicas está destinada a hacer coinREALIDAD
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cidir en una unidad imaginaria estos órdenes lógicos diferentes y
complementarios, para hacer desaparecer la conflictividad que
contienen. Las instituciones fomentan la sinergia de todas estas
cargas y de todas las formaciones que producen la ilusión de la
coincidencia y mantienen la relación isomórfica entre los individuos
y su grupo, hasta que la irrrupción violenta de lo reprimido
o lo negativo hace volar en fragmentos los pactos inconscientes
que sellan el consenso y, disociando el ensamblamiento del
grupo, revela las lógicas distintas que estaban disimuladas en las
formaciones comunes, tan necesarias para el sujeto singular como
para el conjunto de donde procede y que él compone.
Por el contrario, la capacidad de las instituciones para tolerar
el funcionamiento de los niveles relativamente heterogéneos,
para aceptar las interferencias de lógicas diferentes, constituye la
base de su función metafórica. Esta capacidad posibilita la constitución
de un espacio psíquico diferenciado; restituye la perspectiva
y el espesor de una historia cuyos actores son también
ellos de órdenes diferentes, así como un palimpsesto inscribe,
sin borrarlos totalmente, los trazos de las escrituras sucesivas.
El trabajo psicoanalítico con las instituciones puede tener
como objetivo, y a veces como efecto, restablecer esta capacidad
metafórica. Estas proposiciones habrán puesto suficientemente
en evidencia, según espero, la sobredeterminación, la plurifuncionalidad,
la diversidad de las escenas psíquicas que la institución
hace funcionar. La institución es un polítopo, un múltiplo
con muchos espacios heterogéneos que mantiene unidos de una
manera a veces inextricable.
La multiplicidad de los niveles lógicos, de las economías y
de las dinámicas que se desarrollan produce diferentes efectos:
efectos de administración o de transferencia entre, por ejemplo,
el nivel del sujeto singular y el del conjunto, conjunto que a su
vez puede implicar ensambles de formación (grupo, institución)
o montajes paralelos (familia, institución); efectos de conflictualidad
o de reducción de la desviación entre los objetivos o los
medios de las instancias constitutivas del conjunto (institución,
organización, grupos de sujetos, sujeto singular); o efectos de
sinergia y de ensamble ordenados o invertidos de los niveles.
En el trabajo con las instituciones nos vemos enfrentados a
esta sobredeterminación, a esta politopía, a estas formaciones
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psíquicas originales, algunos de cuyos efectos expondré ahora.
Una parte esencial del trabajo sobre el sufrimiento psíquico que
deriva de la vida institucional versa sobre el montaje de un
dispositivo apto para neutralizar algunos de estos espacios, con
el fin de que los efectos de resistencia, mediante el desplazamiento
en el polítopo, la reutilización de enunciados caducos, la
confusión de los niveles lógicos, puedan ser detectados y
produzcan efectos de análisis.
II. FORMACIONES INTERMEDIARIAS Y ESPACIOS COMUNES
DE LA REALIDAD PSÍQUICA
Intentaré, pues, analizar, en función de las relaciones cruzadas
que supongo entre espacios psíquicos parcialmente heterogéneos
(si el grupo es como un sueño, el sueño no es el grupo, ni el
grupo un sueño) y entre espacios psíquicos y espacios no psíquicos
(la institución está atravesada por órdenes diferentes, a los
cuales corresponden lógicas diferentes: sociales, políticas,
psíquicas), la doble articulación entre esos espacios interferentes
que resultan vinculados por el hecho institucional. De todas
maneras, mi trabajo se centrará ante todo en las formaciones y
los espacios psíquicos comunes que la institución fomenta,
produce y administra, a partir de las cargas que ella exige de sus
sujetos. Recíprocamente, los intereses y los beneficios que éstos
encuentren allí, el sufrimiento y el goce que experimenten en
ello, tendrán que igualmente ser evaluados.
Este análisis podría desarrollarse tomando en cuenta las
estrategias de desviación de las cargas psíquicas y de los medios
institucionales en beneficio de algunos de sus componentes o de
la institución considerada como un todo. Esto implicará dar
cuenta de los derivados y las desviaciones que componen, no sin
algunos intentos perversos, ciertos aspectos de la dinámica institucional.
Será dar cuenta de las fuerzas opuestas que operan
sobre la institución: unas trabajan para unificar, esencialmente
por medio del desarrollo de la función del ideal, de representaciones
de la causa única, de sinergias de carga libidinal; otras
trabajan en favor de la diferenciación y la integración de elementos
distintos en unidades cada vez mayores; otras, por el contraREALIDAD
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rio, promueven el retorno a lo indiferenciado, la reducción de las
tensiones; otras, por fin, la destrucción y el ataque.
Pero un análisis de esta naturaleza, que aclara aspectos
fundamentales de la vida psíquica en la institución, presenta el
riesgo de dejar de lado la economía cruzada de las cargas psíquicas
que ligan, en el interior del agrupamiento institucional, el
interés de las partes y el del conjunto que constituyen y del cual
reciben su existencia, o por lo menos, aspectos fundamentales de
su existencia.
Formaciones psíquicas intermediarias entre el sujeto singular
y los otros. Procederé a este análisis utilizando un número
restringido de conceptos que tienen en común el designar
formaciones intermediarias entre el espacio psíquico del sujeto
singular y el espacio psíquico constituido por su agrupamiento
en la institución. Tales formaciones, cuya indagación apenas ha
sido iniciada, son aquellas formaciones psíquicas originarias que
no pertenecen como propiedad ni al sujeto singular ni al grupo,
sino a la relación entre ellos. Un ejemplo lo constituye lo que
Freud designa desde 1913 {Tótem y tabú) hasta 1921 {Psicología
de las masas y análisis del yo) el Mittler o Vermittler: el
ministro, jefe, conductor o leader cumple funciones psíquicas de
intermediación y encarna esta función.5 Lo mismo vale para el
portavoz o portapalabra (E. Pichon-Riviére).
Un rasgo constante y determinante de estas formaciones es
su carácter bifronte, la reciprocidad que inducen entre los
elementos que las ligan, la comunidad que consolidan mediante
pactos, contratos y consenso inconscientes; articulan de esa
manera las relaciones del elemento y el conjunto en figuras
diversas: de ensamble, de inclusión mutua, de co-inherencia o de
inversión continua (según el modelo de la banda de Moebius).
Procediendo de esta manera, limitaré provisionalmente el
campo de mi trabajo, con la esperanza de que indirectamente
serán aclaradas las funciones psíquicas de la instituciones y la
5 El lector puede consultar un artículo en el que analizo la categoría del
intermediario en el pensamiento de Freud, de Winnicott y de Roheim, e intento
definir su empleo en el campo intrapsíquico y en el espacio psíquico del
grupo (Kaes, R. 1985; y accesoriamente 1983).

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