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Teniendo en cuenta las lecturas de Castells y Laclau, realiza una reflexión sobre los nuevos

retos del progresismo por venir en América Latina en cuanto a la construcción de liderazgos
capaces de permear emotivamente a los nuevos electores.

Propuesta

Comúnmente se asocia las neurociencias a las expresiones del conservadurismo continental e


incluso, algunas de sus referencias más importante – como Facundo Manes o Fernando
Sánchez Zilly en Argentina – están directamente enlazados a las estructuras partidarias de las
nuevas derechas y hasta en la reproducción de discursos cercanos al progresismo aparecen las
marcas del esencialismo adjudicado a las preocupaciones científicas sobre la actividad cerebral
y las implicancias políticas de las emociones1. Si el aporte más interesante de Ernesto Laclau es
la objeción a la política como una práctica sobredeterminada por la economía y la pregnancia
de sus ideas en el ciclo progresista de América Latina, por los menos en los debates sobre el
populismo, no han sido suficientes para construir perspectivas sobre la disputa de un espacio
cedido a las derechas. Alejandro Rozitchner2 sintetiza que las bases filosóficas políticas del PRO
son: la positividad, cercanía y futuro, mientras que las izquierdas se disputan el sentido
hegemónico de “lo verdaderamente” real y construyen identidades a partir de esto. Casi a
contramano de Laclau, en su país de origen, la campaña presidencial del Frente para la Victoria
del año 2015 impugnaba el programa económico y político del macrismo y construía su
discurso en base a los logros sociales y económicos del kirchnerismo. Esto constata que a pesar
de sus lecturas, el dominio del economicismo sobre las prácticas populistas se solidificaban
como hegemónicas en el mismo espacio nacional - popular. Íñigo Errejón3 sostiene que existe
un desdeñamiento particular del progresismo o las izquierdas con algunos elementos,
vinculados a la cultura popular en el caso que él refiere, que son “regalados” al dominio
simbólico de atribuciones reaccionarias y conservadoras; y si bien les atribuye un componente
“aristocratizante” en América Latina podríamos plantear que el proceso es inverso: sin lugar a
dudas los procesos de “despolitización” operan como dinámicas de privatización de los
conflictos y una captura de “la política” como una institucionalización extrema. En nuestro
continente, la crisis – o paréntesis – del neoliberalismo ha reforzado ciertas narrativas épicas
acerca de “lo político” (las movilizaciones populares de Argentina en Diciembre del 2001, las
Guerras del Agua (2000) y del Gas (2003) en Bolivia, entre otros) y sobre los cuales se ha
construido una retórica progresista, destituyente de la tecnocracia y del neoliberalismo.

Ahora bien, las oleadas de retroceso posicional de estas fracciones progresistas y la avanzada
de las llamadas “nuevas derechas” lejos de instar a la reflexión sobre los espacios vacíos –
como las implicancias políticas de las emociones – han cedido sobre las explicaciones
economicistas (“la ascendente clase media que piensa como “clase alta”) y ahistóricas (una
concepción de la historia continental como cíclica). Desde allí emerge uno de los desafíos del

1
https://www.pagina12.com.ar/59356-las-neurociencias-respaldan-la-jerarquia-de-los-sexos
2
ROZITCHNER, A.; PEÑA, M. (comps) (2013) Estamos. Una invitación abierta. Editorial Planeta. Buenos
Aires.
3
ERREJÓN GALVÁN, I. (2015). La construcción de un sujeto popular. Revista Teknokultura, Vol. 12(1), 39-
53.
progresismo latinoamericano, y los aportes de Castells sirven para construir nuevos marcos de
convergencia a la hora de “comunicar”. Sin lugar a dudas, hay una tentativa – de fácil acceso
aunque simplista – de poder atribuir las derrotas políticas, más que electorales, a la casuística
de promesas a futuro o bien estructuras partidarias aceitadas electoralmente. Sin embargo, en
América Latina cabe poner atención a lo que se denomina “crisis de representación”, en tanto
interrogación del mismo objeto. Tal como planteamos previamente, Alejandro Rozitchner
sostiene que otro de los valores políticos de su partido en “cercanía”; que propone la tarea de
indagar sobre si el “que se vayan todos” continuó ordenando, aunque sea simbólicamente, la
política en América Latina. Gabriel Vommaro4 reúne algunos textos elaborados desde la misma
revisión de las trayectorias del partido gobernante en Argentina, y plantea que el diagnóstico
sobre la “crisis de representación” no es un fenómeno ante lo que atribuyen como “apatía” del
kirchnerismo, sino “el 2001” como fisura entre “los políticos”, como un sector privilegiado por
las regalías del Estado y las prácticas militantes partidarias tradicionales en Argentina, y la
“gente común”. El macrismo, y en general las derechas latinoamericanas, fueron capaces de
amalgamar una composición social y política diversa y distinta entre sí en una retórica anti –
populista, potenciando aquellos recursos emocionales como la indignación y la rabia frente a
las prácticas de corrupción en el gobierno.

En la actualidad es necesario comprender los escenarios en los cuales se traza la gramática de


la acción social. Luego de lo que se decretó como el fin de los populismos en Latinoamérica, la
tracción en la articulación de ciertos actores de la sociedad civil y la atracción – o seducción –
de otros actores sociales y políticos configura un nuevo escenario, que trasciende al sistema de
partidos en su conjunto. En la Argentina, el movimiento de mujeres y los feminismos que
visibilizaron y masificaron los reclamos por la violencia machista con grandes movilizaciones,
desde el año 2015, recientemente han conseguido la media sanción de la Ley por el Aborto
Lega, Seguro y Gratuito en el país. El debate, tanto en el Congreso como en instancias de
organización social, ha puesto de relieve la condición de invisibilidad y naturalización de las
prácticas de violencia hacia las mujeres en todo espacio social. Su capacidad de atracción de
nuevos sectores y el advenimiento de nuevas identidades sociales, alrededor del feminismo,
han alimentado a los partidos políticos a interpelar sus propias lógicas de funcionamiento y
han contribuido al debate ideológico y político de la sociedad en su conjunto. Sin lugar a
dudas, se configura como una de las múltiples dimensiones de disputa por el sentido de la
política y resulta transversal al vigente sistema de partidos en la Argentina. Quizás, para la
construcción de liderazgos progresistas resulta urgente incorporar estas demandas a los
programas de partidos y la visibilización de la igualdad en las campañas electorales. Tal es así,
que Cristina Fernández de Kirchner – alejada de las reivindicaciones del movimiento feminista
durante su gestión – ha podido romper con las distancias, que incluso construyó el propio
macrismo entre “los políticos” y la “gente común”, incorporando en su lenguaje y en sus
intervenciones en el Senado el conjunto de demandas que reclaman los movimientos sociales
y políticos actualmente.

4
VOMMARO, G. (2017) La Larga Marcha De Cambiemos. La Construcción Silenciosa De Un Proyecto De
Poder. Siglo XXI Editoriales. Buenos Aires.

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