Anda di halaman 1dari 17

«Dcciilnic, hcnnnno escu dero : este vuestro fcñor .

¿no es u no rie
quien an<!;\ impresa \ina historin que se llama EL IN'CF.NIOSO HIDALGO
DON QL'UOTF, nr. LA MANCHA, que liene por señora de su alma a una
tal Dulcinea de! Toboso?» (II, 30). :_•

Para la 12¿¡lü£i'' T"*^ ^^'^ habla, el Caballero es un arUii,


guo conocido, un per sonaje literari o y^ una persona qu e
en vcu lad vivc^ cicl mismo m odo que rJoii Quijote era y aí
en'la~¡Tnm'era parte un liidalgo de la iMancba y una pro-H
yccción literaria de los libros caballerescos. Los temas tra^J
dicionales do la literatura se funden ahora con la viven
cia de esos tcma.s"; cT as un to del l ibro vien e entonces <i ser
To (]uc cllibrocra y, adem<ás, la vivencia de quien lia incor
porado su materia poética en su misma vida. £1 Quijote i.
es, entre otras cosas, la contextura do Ins palnbrn.s del au
tor Cervantes con !ns del otro «autor» Cide Hamete B-e^^
.•fcciñiL y rjrr/o di: ¡n ¡xi'tahra escrita. Jns,ngclb_^Nunca antes se.habia construido la literatura sobre
ia conciencia de las vivencias"litérinas, y üsañdotal mo-
Se hn hahlacio muclio fie las íuenjcs literarias del QMÍ- ,ilivo como una función estructurante. Nos parece ahora" sen
¡oír.dely prnccío
'tro muy pnc^dc !n presencia
creador y función
de la obra. Leer o dehaber
los libros
leído, dcn-
cs- cillo y evidente, pero era - precis o ^observ arloT"" '•" ,
^ Ei personaje se nos da en una doble perspectiva : la de;
ciiliir o c>tar cscribinndo son tareas de muchos de los per ,0;los ñcíossucesivos que va réáTIzando i^l contenid-^), y ia'•
sonajes que pueblan las páginas del Quijote, tarcas sin las ij\¿e ¡a forma de su iiersonálid ad (e^conü ñ'críle) . Esta úlíi- i
cuaics no existirían alguno s de ellos . La palab ra, escrita su ma apar ece como un a cxistenciji migra_toria, eman ada de i
giere y sostiene c! proceso de la vidaj'y717vF|^c_gpr¿iiori_a_ la materia vivilicante de unos libros, o pasando a través |
la Vid a; no dcscmocña misión decorativa o ilustrado ra, s-n o de las interpretaciones de otras personas —o de otras pa- •
Tpie ap.arccc articulada con el existir ir/ismo de las ])crso- labras escritas. Gincs de Pasair.onte (I, 22) es para los
nas. Diríaítio^ en vi-ía de cl!o que el 2üi¿£Í£__££ "" libro oíros galeotes Gincsilio de Paropilia, aunque él no acepte
TiTj'i.-Mbí ',• dcduídibi (ic la activa materia í¡£_jíJros librosT^La esta versión de su per son a; !a ¡iverdad» de lo que Cines
•"iifTTrnrT^ p ar ' c ema na cs"clKn"a!iiic"nle de lo s l ib ro s leíd o?' por sea se encontrará, según él, en su íiuycnte vida, escrita por
^1 )nn Qui i^)tc;" JTt' scgb nff f es, a su vez, ema nac ió n íTc Ta él en un libro manuscrito (¡uc dejó <(cmpeñado en la cár-
pTTmTMri'l [lu r; no se limita ' a' segu ir n arr an íb j n uev os su- ceb en tloscicntos reales», y tan l}ucno, capic miol año para
rc<":-, sino que iiicnrpora en la vidn del personaje la cnn- ¡Mz^.rülo (le Tornn's y paia tndñs cuantos de aquel géi'icro
cic n' ia de hab er sido aip iclLa yf'^miIIJ ldg en un lib ro. Ll . se han escrito o escribieren». «Y ¿está acabado?» —pregun
!)(!!! íbiijiitfr de \í\ segund a"jTartc se contin úa" n sí mismo • tó Don Quijote. "¿Cómo puede estar acabado,—respondió
\- a la iuli-i piTlarió íi Htcrnria de Cic le líam et e; a riuiencs \ é!— si aún no está acabada m.i vida?» Se vive aquí, por
b) C'iünccn aiiDia, el Lanaiicro se irs aparece como persona cnnsiguicníe, desde, en o a través del libro. El continjnte_
(!/» rarn c v ¡¡uce o y como i ¡gura iuu r.an odi tcra ria: do ia vi cia is u forma y conciencia) y el contenido (s us ac -
cir.n(:gj__j;e confunden armoniosamente como una meiodTa
« l'u'.!¡,\hl.. cu Asoninnlr, San Juan de Pucrln Ríco^ mini. 3, - musical V su acompañamiento.
T.-íics íb.icncias no se dejan captar en cerradas categorías
racionales, n¡ se agotan en las absíraccioritís que pretenda Don Quijote, con su locura, .e s' a menudo sup erior a sus :
mos imponerles. Ya vimos antes cómo fallaba el intento de contrarios .racion alistas por su sentido moral y p or su : es-'
resolver a Don Quijote "en «idealismo» y a Sandio en «ma píritu;.. Raras veces un t ema anduvo t an cerca del e s t u - ¡
terialismo», por(]ue ambas íiguras se nps escapan al inten di o pro blem ático de lar eal id ad' Qo nt em- '
tar encerrarlas en tales conceptos. Unamuno resolvió a Don poránea». (Mimesis, 1950,. pág., 313.)' Auerbach —sabio
Quijote en la forma de vida para él más grata —¡la busca a inteligente— olvidó, siguiendo una'mala'costumbre, incluir'
de lo eterno, sin parar mientes en la insignificancia de lo la realidad de la vida en el concepto de realidad.' Unamuno y'
concreto y convcncionnl—-; pero debió sentir la impresión otros pu3Íeron_en_s_us__j^üicios un elemento de rn'agia sobfé-l
de que el Quijote es un libro que ee cuenta y se liace n_8Í nTuTITalTlñres ¡)aj;fi.ceria comQ_^„£l i2m/'o/e se hubiera creadm
mismOj,_j;_jen___dDnde no todo" acontece siempre de acuerdo „a ai mÍ3mo._j_. • ••i- : n v ' ! - . .
con la idea de Unamynp acerca del Caballero mancliego; ^""Cervantes, por primera vez, fundó su construcción imai.
Tesuhndo rie"T5tii impresión fué la extraña idea de ser Cer ginativa sobre la percepción de las vivencias yacentes baja>
vantes inferior a su libro, pues «mostró en sus demás tra- las acciones pasionales o virtuosas,-y no sobre acciones ¿
"E ájó sla endeblez "de su' ingenio y cuan por debajo estaba, peripecias ya objetivadas. Ni tampoco se limitó a exponer,
en el orden natura! de las cosas, de lo que para contar las siis sentimientos u opiniones. Su problema'no era «la rea-(
hazañas del Ingenioso Ifiíjalgo y tal'cual él las contó, se lidad contempo ránea», pues el centro de s u atención era la í
requería» '. . fluyente realidad del estarse dando cuenta del propio existir, |
in cl uy en ío en ello el estar escrib iendo ; -'por eso pide se le
^"^ No ha sido U nam uno el único en disociar el Quijote y ¿en gracias con motiv o de no haber escrito 'ciertas cosas,
su autor, tratado a veces como un pobre ignorante («inge
y apare ce así con su des pie rta co ncien cia de .csía£__Qflini;'
nio lego»), incapaz de percibir la grandeza de su propia
nando entre lo que quiere y lo que no quiere escribir. O si
creación *. El motivo de tan manifiest o error es fácil de
. se Toma otra direcci ón, ob sérvese cómo lo interes ante no es
Tmllar: el lector se incorpo ra al movimien to y dirección dc "^ si c! yelmo es bacía, o la bacía yelmo;- el interés del escri--i
vida de cunnfo en el libro se hace y acontece; ee interesa íor y el nuestro se concentran en la presencia y funciona-/
en las motivaciones y en el modo de obrar, tanto como en miento de la interpretación /í como 5, o de 5 como A, per
lo hecho y acontecido, es decir, se deja arrastrar por su vi ceptible en la manif iesta • concie ncia de q uien es , formulan
vencia de lo vivido en el libro. Según sea la forma y el^
dichas interpretaciones, como si la mano y la intención que
•grado de su sensibilidad,-asi entrará elJecror7~t'í'.sus per ña^- mueven la esnada interesaran más que los golpes asestados
crarñeñtc. en el mismo .uiego dé* í5~S£flJ¿iÍD-Xer-yaji-úi»a. Erich por aquélla. Se nota aquí, como en otros tantos casos, la
Auerliach hubiese deseado (para citar un notable ejenqilo) necesidad flX prprígnr ^\ sentido de ios vocablos^ y no dejar
que las posibilidades del personaje Don Quijote hubieran los ir a la buena de Dios. Para hablar con fundamento de,
sidu utilizadas para más altos fines, «tanto m,ás, cuanto que «imitación de la realidad» —segiin hace Auerbach— habría
que comenzar por definir rigurosamente el sentido de am.bos
1 yiilíi (le Don Quijote y Sancho, cap. final.
2 F. Koilrígiicz ¡M arín, erudi to conieníarl or del Quijote, se deja
término s. ' • ' • .'
j)rciu!cr en el vériigü del cslüo ccrviiniino. e ¡nconscicnicMienle BC La posibilidad inmediata del Quijole yace en la decisión
riiuJe a ¡u idcu do no iiaher jilena conexión enlre libro y aiilor:
«Don Qiiijoio, para su aulor ... no fué Bino un guíelo de buen la- de poner en paréntesis las acciones, pasiones y virtudes,
Icnlo, extraviado ridícid anionlc ]in r la locura ; lo mejor, ¡o más y de, en cambio, iluminar vivamente el proceso de su estarse'
espiritual del héroe, las delicailas excelencias del alma, estaban en motivand.a^Fué asi tiesplazada la perspectiva habitual del
el lii>ro, sí; pero sii ¡¡rojiio fHiiIre no acertó a verlas... Somos los liaCjxdmi-jie liter atu ra; en su l ugar aparecen vías que llevan
Iqttores los ([ue liemos descubierto lo mejor del tesoro del gran
libro» (.\'itcvn edición critica, 1928, VI, '113).
hacia una continuidad <ie movimientos, fluencias y sentires.
Ya no hay aquí bloques de realidad idealizada y escindida Quijote eludió.tanto ]a solución rcli«;iosa..,CQm.Q_la_KeiiH¿ríca
del proceso íenüinenológico de estar existiendo. Unainuno ^y^'^TTTga^hujjg^del beatus ///eJ}Qrocían(L^
huljiera jdeseado un Don Quijote más homo géneamen te bus- ^""""Tir aúFor concentró"sus preferencias sobre los alejados de
cador jlo etern idad ; Aucrb ach echaba d e menos un «estluíi o la vida ciudadana, voluntaria u obligadamente (Don QuP
prübIcnTáITc(r~(Io~Ta realidad contemporánea». Pero a Cer jote, galeotes, desesperados de amor, -bandidos, etc.), y los
vantes no le interesaba llegar a niíjg.ún resultado; si Don hizo vagar por el libre aire de los campos, o demorarse en
Quijote iiubiese de verasJogradp_ a Pu lcinea, el [lien.univer- las ventas, como en un punto de momentáneo reposo para
sal, o la bienaventuranza eterna, allí hubieranTTénecid^ él sus existencias in(¡uieta5 o incitadas. El ambiente domésti-
como escritor y la literalura.~cérvantina. . '^ co y sedenta rio, las realid ades qui etas c inconmovi bles, o
I £1 Quijote expresa la ma nera cervantina de i maginar se I 60 eluden, o a¡)arecen como leve telón de fondo (bosques,
"Ilos coinos del estarse viviendo, y únicamente en esc s"cntid(5i florestas, praderas) sobre el cual jfroyectar el continuo mo- !
f^-(^"^/^^c seria obra subjetiva y autobiográfica. Fuera de \ vimiento del vi vi rá >. '
eso, el contenido del Quijote y los liechos de la vida de su El espacio vital del Quijote, concebido como una oquedad \
aut or no guar dan relació n. "A~vece3 se desliza e n el curs o ' d e oscura indistinción ,, fué vivamente ilu min ado en las zo - '.
^ do la obra algún destello (aquel «ta! Saavedra») de estarse ' ñas supremas e ínfimas de su peñjcña. Percibimos de esa
sintiendo existir su autor, y se ve entonces cómo puede ser realidad tácita lo que la eleva hasta un «summum», o lo •
concebida la CjOrrelación entre el autor y su estupenda obra. que la deprime hasta cualquier hondonada-de inferioridad. '
Intentar romper los enlaces entre ambas es una tarea' ca El labrador del Toboso, recordado en la nota, se mani
rente de sentido. El autor —vigía alerta de su propio exis
tir— infundió en sus personajes mayores el gusto y el arte fiesta en el vuelo po ético de su cantar ,' y en el ásper o rui
do del arrast re de su. arad o. Tal ascensión y tal descenso
do comunicarnos, con voz clara y vibrante, qué acontecía
emanan de la violenta tensión del propósito artístico, escin
i';níro y en torno del castillo interior en el cual desempe
dido en direcciones de signo contrario en cuanto a su con
ñaban la dublé función de castellanos y de despiertos ve
tenido estimativo. Tan (imáxima» es la belleza de Dulcinea
ladores.
como la mons truos a fealdad de Mari tor nes ; amb as rebasan,
por arriba o por abajo, la región media (estática, no incita
• Debiéramos ampli ar nuestra visión del Quijote en forma da) en que solemos vivir, y que aquí se nos escamotea. Todo,
' tal, que c! conjun to y los detalles se ensambl aran ent re sí. lo qu£_£n_j;L(^'-"/'ü¿^-efi-estructural-^xÍ5te_ea-CuaDL&.ptraídorYi.
El j)r().^cnV;rTecíiiefrrTa~scT'"?csarrollado en !a iio"Tgirra~(Ie~un dirigido .por—un-extremo.. límite; £rL_££e—^ü¿ g^^o-proc eso /
libro y no en las breves ])áginas de este ensayo. De todas sB-armo nizan J3 _ incitació n. _eLxunil 30_y—l a—meta.
suertes, habremos de decir cuanto sea indispensable para
iuiccr inteligible la función do la palabra escrita dentro de
^ Como es sabiilo, Don Quijole fué llevado o. Barcelo na como
la c.MAxiíain.Tiy dff la obra capital de Cervantes. rcsiilludo (ic lu exlcniü inílncncia del pcdcblre Quijole do .-vvflla-
Sus contemporáneos cultivaron ampliamente el tema de ncilj, y ¿lun así la vi^iúri de la ciudad es puraincnle abbtfjcla. La
la huida del mundo —morada tan infeliz como vacia de visiia al Toboso (II, 9) acontece de noclie, y la villa de Dulcinea '
rclil idad , y "coñTjjaracia muy a me nu do con el vien to, el hu se resuelve en una r..jravil!osa sinfonía do sonidos nocturnos, o en
el indistin to ¡leríil de nl^ún edific io: nDe cua ndo en cuando re
mo, el cristal o el sueño. Lo único seguro y en verdad buznaba un jumento, gruñían ¡iiiercü?, mayaban gatos... Aijuel bullo
; ajjdc cib le era el f utu ro má s allá de la mtJcrrer~t ^ervaTi1es i gjiíniiu y bOuibra i¡ue de.-Mle aquí be descubre la debe de hacer c!
i (HÍ-ÜHÍH_4ÍJÍnl*^-^-J£ i'íl'l-i^—-''-^^ Ja_ urgenci a \ jialacio lie Dulci nea^. La [)crbOna del yañán ma ñan ero se manificbla '
en "cl ruido que hacía el arado, que arrastraba jior el suelo», y en
i dQ.c¿cajjar_i3jn_jngra^ inmediato, se liberó 1 su cantar del romance ".Mala la hubisteis franceses, en esa de Ron-
I de .el!.','. siii^ sajTTTeJ . _ca!npo de ln":;ptrraTmrTmr-h-nniano. E l ccbvallesi).
i ' \
La fecunda oquedad de que emerge esta gran lú% de liu-
los pueb los," los gran des, los caballe ros, •'los prel ado s, los
manidnd no se srcinó en los desengaños personales del au
clérigos, los frailes , todos «están' amargos, • desgus tados, y
tor, los cuales, por sí solos, nunca hubiesen engendrado
alterados contra Su Majestad»; •' '••• -';:;-' ,;'•'••'•
una construcción de tan múltiples y vastas dimensiones.
Años después decía e n uno de sus'serm ones "el pred ica
No basta tampoco recurrir ni vacío de mundo creado por
do r regi o Alonso _de Cabreraj_^_ «Nues tros ' abue los, seño 
las negaciones de la corrosiva literatura ascética, o por la
res, se lamentaban de que Granada se hubiese ganado a
angustia religiosa posterior al concilio de Trento, por ¡a
los moros, porque ese día se mancaron ios caballos, y en
lucha por la dhonra», por la angustia de tener que ser limpio
mohecieron las corazas y lanzas , y se 'pudrieron las ad ar
de sanprc, etc. ¡^ may or o bra secular de E spañ a ^exppeía^^a
gas, so acabó la caballería tnn señalada de'Andalucía, y
^^_JÍ^J^ljlÍlÍ£idí^-^'--l3'~£I^ ac/ezff _ jd c^ x i slir_enj 4nJcL_o ca5.o ^
mancó la juventud y sus gentilezas tan valerosas y- cono-
,^l23~P]íaña hcrojca^e^^uida solTre su fe en el valor, idén-
ti,C5 a íarrímaencia aeJj^p£r¿onnlicTad"~VÓ^^
iNo es>oession para citar mas textos. Ln ellos se siente \
£n_DiosYrcnicr7eY se identifícilíarr^coH laTé'írT'lá per-"'
dcc!n>HT el esfuerzo béiico-heroico^ Lunj^seotlm í^to.. qu e, aú n
sona. absolutamente sumij^aj^i^flin existir persona!, sin enlac'5
^ ' p ^ ^cÓm 'ó'j ioj izo nt'e ^espl.t o^^
con cosas o-pensamientos objetivaclos. Don QuijotS maldice
mflyoTeT^el Ouijole. El inmortal Hi dal go- da' pausa a .su
las armas de fuego con toda la furia de que él es capaz, puea
'Hemencia, y p rofiere las nobles y encendidas razon es del
privan de eficacia a! hombre esforzado y equiparan al vao
elocue nte discur so de las' Arm as y las'L etras: . .i
liento con el falto de ánimo. En este ocaso de la España
heroica aún alternan Ins luces bermejas e incitantes con aDc tal manera y por tan buenos términos iba prosiguiendo en .
la bcüeTia desmay ada de los grises eva ji^ cen tes : «Yo, San- su plática Don Quijote que obligó a que por entonces ninguno de los
clio, iiaci para vivirTiñuriendo7rrYo~hasta agora no sé lo que que escuchán dole estaban le tuvie se, por loco; antes, como todos los
conquisto a Juerza de mis trabajos... Ya en los nidos de más eran caballeros, a quien son anejas las armas, le escuchaban de
muy buena gana.»-- i - •
antaño no liay pájaro s hogaño» (l í, 59, 58, 74) ' "
! Cervant es ¡personalizó y unlv ersalizó genialm ent e el tema /
del vacíq a ng ust io so del vi yir esp_a.ñ_"l,^un. tema q ue éi no/ P La palabra viva del Caballero Triste difunde ahora vida
habi'n inventado, pues existía en los ánimos v venía expre-'f incitan te:' ' • > '•'. . • •' :. •. •• ' .• ' . • '•
sándósc^^dcsdc el instante en que la n.ación se unificó a aEstoy por^'dec ir que e¡ alma me .pesa de haber tomado este
laíztlc la toma dc.Granníla y se hizo, definitivamente impo- ejercicio de caballero andante en edad ¡an detestable como lo es
silile la convivencia de cristianos, judíos y moros. Durante^ estn en que ahora vivimos; porque aunque a mí ningx'in peligro me
c! rnsi medio siglo Ve reina do de Felipe 11 (i ¿2B ), el país pono miedo, todavía me pone recelo pensar si la pólvora y el estaño
me han de qui tar la ocasión de h acerm e famoso.n •-
se sintió infeliz y s¡n"rumbo para sus únicas posibles acüvi^
} dadcs. ' , Para hacer más patente la profunda razón que asiste a
\a en I5P>0 el pad re Pe dr o de Riv ade ney ra •—-biógrafo \ Don Qu ij ot e, - ; • •'• ,.,•••:• V r.' !-.- ^r;- -. ;•- • .
' de Ignacio de Loyola— ha bía escrito co nfidencialmente al
caidcnal don Gaspar de Quiroga, consejero del rey y gran «el Cura le dijo que tenía mucha razón en cuanto había dicho en
favor de las armas, y que él, aunque letrado _x.^&r!lÁi¡oda^_-.-eslviha. de
inquisidor, que los soldados habían perdido su brío comba su mesnio parecer» (I, 37, 38) S . • \
tivo de resultas de su desamor por el rey, y que era por
tanto peligroso enviarlos a pelear contra los portugueses: 1 La significación vital del tema, y la manera en que aquí se
(i\ co los corazon es muy tro cad os de lo q ue solían en el integra en el vivir de las personas, relega a plano muy secundario
c! herhn de que el debate entre las . '\rmas y las Letras fuera medie
aninr y afición, y deseo de la gloria y honra de su rey»; val, hunuini-*!.-!, rrnart;nlisla, o lo que sea.
' Ca]íallciiia„ y togado s coincide n en if^ndir cuk o a In su- laso y de Camocns, y vestidas «de fino brocado» y de «ri
prema majestail del liej-jo¿smo héli£a, en un bien armoniza quísimos faldellines de tabí de oro». A seguida de tan su
do conceitantc, como en el caso antes citado de «tantas le blime y pastoril aventura, un tropel de toros bravos y de
tras tiene un no como un JÍ». Cuando esto acontece, el esti mansos cabestros pasa «sobre Don Quijote y sobre Sancho
lo del Quijoc-c nos hace bien patentes los últiinos funda Panza, Rocinante y el rucio, dando con todos,ellos en íie-
mentos de su arte y de su humanidad. rra, echándoles a rodar por el suelo». No osaron «volver a
Un estilo así construido sobre lejanas perspectivas y so-"^ f^ desped irse do la A rcadia fingida o verdadera-)^.
brc i lusio nes, iTá^cTF^stií. po f^ üe rz a' extr eniadc3,"~hui dizo, a > Multitu d de otros ejemplos, innecesario s aho ra, confir\
tono co n la clave de J uera, de^lü i nme dia to en (\\\Q se insiii-i man ser así el -grden esü Hstico de la ob ra, y _i^ rr^' s& ..ex-
r a c l coiUacto con lo cotJ cliano e ine rte^ con cuaiitp no aícc - —prestírPlayTiguTas mayores dcl.,.Caballero-.y_jjel-,JEscude£p,
tff,. & JA , Íxiaiii lüi¿ iLi3 ^3 té, ..afee t a d o ^ b r, ^Üa; se-e imi fia . los ya--strr"'cmíéxiorr'esencial.cQn.,loi,^tiempos-rnedievales.J(iun)> *-
térm ino s medio s j^ se_si)l¡ citaji lo_s, extre nio s.Jí mjte s. Inicia cab'anej;o_j aun» escudero). El intenso relieve del estilo_ex-
el Huíalgü-Caballero su peregrinación mayor por los ca^ Jsíremista se integra con los huecos creados ])or el estilo elu-
minos del mundo (I, 2); recorre durante todo un día e3;_ i sivo (som eras alusiones o conscientes su presiones) L. No
jjacios indeterminados^ <(S¡n aconíecerle cosa que de contar se nsciigrda el riopobre del lue:ar de la _ Mjinch a_en d on de
íueseij'^^YtísüToek^sivcr^; mira «a todas partes por ver si moraj¿a--el-44i4al-ga>.^ el exac^o_jioxabje—d&-_é5te, porque'
descul)n"rm~áTg^j}_rn:^//7/i7_A alguna majada de pasíoresi> r\<'importa poco,a nuestro cuento» (I. 1). No se describe en
—<^lilo de lím ites extre mo3._^ ¿P or qué n o s e espera q ue j/detallo iñ casa de Don Di ego de~Mirand a (II, JL 8) ; «al
aparezca una aldea, o un poblado cualquiera (cortijo, al trad uct or. de esta historia le pareció pasar estas y otras se
quería), y sólo se busca un castilIo__señorial (límite supre mejantes menudencias en silencio, porque no venían bien
mo) o^ jjna jnajj3Ld.a -.jle_pas iores ( lími te ín fimo)? La vent a N con el propósito principal de la historia».- Por el mismo
que sale al paso es vista como «una estrello! (lejanía), que motivo__sg deja en su tiniebla la aldea del Toboso, y en
no a los portales ['el establo de Belén'], sino a los alcázares ^ vacía clarid ad la g ran Barcelona., El au tor .no s pid e «ala-
de su redención le encaminaba». La intención creadora deO banzaT7TO~-por lo quo cocribfTrgiñó" parTfo que ha dejado de^
artist a ab re su comj)ás hast a un máxi mo^^ y ._coji_él_trazíi, ^escribir)i (II, 4-1). Es insólito que'una-obra de arte expreset
las ¡incas que presiden a la factura del" Quijote: ^eh|sjjón con tanfirme concTeñcía""!o que su autor quiso y no quiso !
-i lú -l od a realidad__jTeii_lra,_y. afnnO'^T bn ^m df>_ jj^__i'iitim 3l ' hacer, es d(^cir, su concie ncia de estar hacién do la. .:!
f^otitCrn!a-A>--4rr-biminnny^r!f^(^ b-Hrfiiá^-nn hlp dpm^. P'Jl_bj W^ •i- _^Cervantes era, sin somb ra: de'du da,-, buen católi co,. pues \
ta el siielo en donde se_jHjjrijda_j9^rncnos--val¡oso_.-=:la.j¡ier-l la españolidad se formó-sobre aquélla creencia'frente a la
cía, el vicio o la'fealdad^ Q_^" donde exista lo extrasocial, 1 /dé lo s mor os y jud íos. 'Se preocupa, a veces, con extrañ a in-
lo sin cabida en la ciuda^.?funa partida de bandoleros n <)^y' J sistencia, por ajustarse.-a la OTtodoxTa de sii tiempo cóíT'untj
Jnajuda de sol¡t¿Irios pastores'), . ^ rneticuiIcLSÍjia.d_liL_veces cómica) que no hallamos en ojigs es-
Pertinazmente corre esla forma de estilo a todo lo largo' / critores ^. Cervantes temía que su-irreprimible tendencia a es-
del Quijoie. Las galeras del puerto de Barcelona «se des Icindir cuanto existe en un sublime y un ínfimo no le arras
cubrieron llenas de flámulas y gallartletcs, <¡ue treinolnban trara a descomponer la religión (por lo menos, lo externo
al viento y besaban y barrían el «¿'a/r» (II, 61). Don Qui-
jutc, fij^ura su¡)rcnia, es armado cal)allero por el ventpro ' Flaubc rl dice, aludiemlo al Quijote: uCornmc on voit cea roiilcs
apijcar¿i(Tó^ Juan FüToñieguc el /urdo^ y por Jn»; prn^iilu irEspugne qui ne sont nulie parí clécrites» (citado por J. Onega
y Casscl ). . • .. . '
tas. ^1 Hidalg o se encontra rá (II, 58) con unas bellísimas 2 A\ preparar la batalla entre Don Quijote y el lacayo Tosilüb,
doncellas, disjniestas a representar unas églogas de Garci- el Duque mandó quitar los hierros a las lanzas, pues «no perniitia
y eclesiástico de ella) en modo inadmisible y peligroso. La el «arriba»: En la misma situación de interioridad se baila
Ütcrnliira española fue libérrima en censurar a frailes y el «millón de avemarias» respecto de la sublimidad caballe
a monjas y en su trato con las cosas divinas, justamente resca del Hidalgo manchego. Otros ejemplos pudieran aña
por ñcn!iri:!!í como' un nsilnto muy familiar y ]iropio, por no dirse pnra dc mpstri ir__gii cJn_mnt crin religiosa sirvió, lo m i s ^
saber cómo existir fuera de ellas. Pero, que sepamos, nadie mo_q iicJla_£ rofana, para J¿5_j iLap¿ 5ÍlQs p.stilísíirns ¿nT r"' ]
se ¡)ermitió, como Cervantes hizo en la primera edición tor, slg—anáiogo en la literatllca-IdeTEspafa. Es probable
del Quijote, linccr jqiui_íd4i¿jy3e_j:ezam_iinlj2ii^^ que, a fin de compensar talés~"áudacias, Cervantes —cons
niírrias^ usando_x..omn rnsario-cgtf^a—gnm—lira de las fal- 1 ciente o inconscientemente— esmaltara de notas y salveda-;
das_jlc_hT^_cnr!2Jsa)> (í, 26), que es de imaginar no esta-/. des piad osas much as zonas de su lib ro. . ;:•
ria muy limpia. Tan sarcástÍ£a^ bromafué. corregida enJ Pero eL^gí^-^e4ig.ioso ha caído también denír£_ae__j5i
!-\ sc gu n( |a ^c d id 6 n _^ I6Q 5. Cirañcro'' '^óosecmos las re- ygluD-taj—elu.siva del aiijor, ^n for ma qu e tam po co ha lla mo s
daccioncssrcmaTcs de Cervantes (según acontece con dos ^n otros escritores. Dice Don Quijote efi el discurso de ks>
<lc sus novelas ej empl ares), el ^texto impre so está llen o de Armas y las Letras que no habla «de las letras divinas, que
numerosa s rectificaciones de tipo ecles iástic o jy mo ral. E sW tienen po r blanco llevar, y • encam inar las almas al ciel o;,
.significa que Cervantes' articulaba los temas ecl^sTasticos, que a un fin íoTisir, fin comiO éste ninguno' otro se le puede
loj rpjgmn qnp'Jji5_j)rofnnl?sr~"Q5ZH53--p^"ñ 7>?~PxiZf;j^^ \ igualar» (I, 37), en lo cual, tal vez sin quererlo Cervantes,
J opuesto valor. En el encuentro con las imágenes de San . vie^ne a coin cidir co n Mo nta ign e, sólo interesad_o__e n_Jos
I JorgcTSanMartín, Santiago y San Pablo —según ya dije— asiintQ5^-d6l44TVuiiiia_aL_alcance de. la. exp eri enc ia .hu ma na :; ,
traía irónica o humorísticamente n los tres primeros, mientras ' «La doc trin e'd ivi ne .'tie nt ifii eux', son rang^.a part comme
habla de l último con grave y profunda emoció n: «caballero reine et do'minatrice ...• .Les rai son s-di vin es se-co nsid éren t '
andante por la vida, y sanio a pie quedo por la muerte, tra- plus'vénérablement'et révéramment-seules et en leur style .
bajatlor incansable en la viña del Señor, doctor de las gentes^- qu'ap pariées' aux'd iscours bum.ains»':('f5Jíní,jI, 56) K • :\
a quien sirvieron de escuela los cielos, y de catedrático y -. La" versión cómica del. vol unt ario .apa rtam ient o de los te -\
maestro que le'e nseña se, el mism o Jesucristo» (II, 58). San = . mas religiosos aparece en eLinsi|tentej«m££_¿e_¿aji£lii^^
• Pab lo fue todo es pírit u, en t anto q ue los restant es santos nuH:;;g3r^eRaí^/lecida hacerse cabalifirn "^ In divinn»- «¿Qué
n caballo se mezclaron demasiado con los asuntos de este
mundo. Snn Jorge "llainóse don San Jorge, y fué además "1 h! propósito- de- mar.renix__inilcramente aparte lo d iv in ov lo
defensor uc tlonccllas». San Martin aparece «partiendo la hi!maiu)__se_jTi^jlilÍesta_jui--textos de otras obras cerv¥ntinis. El Li-.
cajK'i con el pob re, y le da la mit ad ; y debía de ser enton cenciado Vidriera, «de los titereros decía mil males: decía que era
ces invierno, que si no él se la diera toda, según era de gente vagabunda y que trataba con indecencia de las cosas divinas,
caritativo)!. En las batallas contra los moros han visto a porque con las figuras que .mostraban en sus retablos vohiínn la
dn'oción en rúa, y que les nconlccía envnsar en un costal todas
Santiaco "visiblemente en ellas, derribando, aíropcllando, o las más figuras del Tcstamicnto Viejo y Nuevo, .y sentarse sobre
dcsíruycníio v mata ndo ' los agarenos escua drones» . Estos él a comer y beber en los bodegones y tabernas; en resolución,
tres santos representan el «abajo» del cual es San Pablo decía que se- maravillaba de cómo quien podía no les ponía per
petuo silencio en sus retablos, o los desterraba del reino» (El Li-
cencindo Vidriera). Este sentimiento de fjue el arte religioso es pro
¡a rri-liainh'..!. de qv.c c! fc preciaba, que aquella batalla fuese con pio de la Iglesia, y no debe salir- do ella,-se oponía a las costuní--
innlo ric"=(;"Y peligro de las viilas" ; se limita a darles campo bres y a la misma armazónr'de la vida tradicional de España, fun
franco, aunque ello ..ih.i contra ci decreto del santo Concilio, que dada en la indistinción entre -cielo y tierra. Tal sentimiento y la
prohibe tnlcs dc^aÍÍOH" ( H, 56). idea que lo apoya descubren el aspecto erasmista, inteleclualista,
' La uliraex[)re?ividad, la acumulación devocablos, suele dela renacentista (o como quiera, llamarse) de- Cer^-antes. Dícese en el
tar un pcnllilo doble ii oblicuo (ironía o cautela defensiva). anónimo Diálogo entre Silenia.y Selanio: «No metiendo la mano
será de mí si a mi amo se le da antojo de ser arzobispo?» vcncias de lecturas caballerescaS f-pastorile s o hist óri cas; in
(I, 26). «Yo estaba entonces temblando si le venía en vo terviene la poesía culta^jeí Romancerü.,_e-Jiicluso-abj:jta-r-ftUr
luntad de ser de la Iglesia, por no liailarnie suficiente de RÍojsaJ" de s abo r érasmist n, como Luz del alma, de Felipa
, tener beneficios en ella» (í í, 13). Dentro _dcl gatolicismo de Méaeses_(antes analizada), apartpjie_jiiim£CíJaas_jCÍia3-i)í
' ^pañol.JLa—oasición de CeryaiilC3—no fué rnmn ]^~ AÍ-. tni}n bücas. Se alu^e_al teatro de Lone de Vega, respecto del cua
\e l autor toma las necesarias distancias. Na da dé ello es az al]
j La marcha frenética hacia losupremo yliacia lo ínfimo / •/ni elemento decorativo o redundante. Cervante^sentía la ob'
no esjun proceso artificial, de «arte poética» superpuesto a la/ I scsLQn..deJa_4ialal]ra_escrita, poética, docta o ££lÍG:iosa,_e-in-'
obra, sino una disposición vitalmente encarnada en su exis-' J y.ecta_§u^snvia incitante en unas vidaj_que de otro modo-Jio
tg" mJ¿jiüi^y_jCiLyo naciinienTo~""y~]K^ coñtcmplañTflL-fl i. í liubieacn salido de su inerte insip;nÍTicancia. Nada tiene esto
iCada_paso ^ ^n virTud de Inci taci ones orientadas en uno u que hacer con la cuestión de las «fuentes literarias», ni con lo
• otroseñíiüo, las personas alzan su vuelo o se desploman. Sin gue Cervantes hubies e o no leído person alment e. •.
qu"c'"podamos" mencionar ahora todos los esíimulos vitales á El Qiíijo¿e_ debe su existencia tanto a una tradición de^
J)rcsen£c£^_cn__cl_J2i¿i,/!£2Ít', es eviilcnie qun !n {in!ñT)rn (tnnín I íoüTia¿_y--4^¿w^£aaJjj^i-7rnos, co.mo o una trñdrción dc ln nn e-
csciilii como lialjladü) y el amor a lajjglkza liumaiiJLJiíLi]^'^- ' fira3_di3__ac£.__viv'ida lu íiternlura —un punto de vista este i'il-
tacan conio los más eficaces incitadores. 7 timo que era~mdisj)cnsable inco rporar a nuestras observa -
Sorp-rende que Unamuno, tan buen iluminador de ciertos | rciones cervantinas. Al Hidalgo manchego le afecta en gra
aspectos del Quijote, no se diera cuenta de la furición__£ue-j, do e.xtremo la lectura de aquellos libros, pero no es menos,
aquL-4cs£Dipe¿an_j£s libros^. Don
prenta porque «(!esea1??~^áber Quijote visita unaim-li
cómoTLÍese»_jPJT-^2)T—IJorv'\ cierto que fenómenos
personajes. Los libros de aparec
la misma índoleno acontecen
en, aquí a otros'
como realidadgsl
Qui¡ü_tey~~Don~Die,s:o poseen buena s bibli otecas; se ernitg n' fríamente objetwad ag con tales :o cual es .relatos o i de as ;!
juicios~sobre el valor de los libros y de sus traducciones: son,, vistos, como -expresión- dp-. 1n vivencia válorat iva del~i
alp:unos son _haTraH"os en maletas olvidadas; hay quienes ts^J i una persona q ue, se" singul ariza al ha cer paten te su viven^^^
criben libros7~e"stán_gscrn)iendolós o "píéñsán hacerlo, en 7! ,cia. Se°;un'..eL,.Cuxa. ^ios volúmenes leídos por Alonso
serjo^jD burlescamente. El Quijote es_uiLa_¿miLa.xt.ura d&-vi- QuiiafKuqde habían vue lto el juicio» ( I, 32); el Vei ite ro
I BÍentg_de otro modo, porque a él le ocasionan otros efec
ni aljrgam.'o la lengua a los hombres dedicatios al servicio y culio tos: «Cuando es tiempo de la siega, se recogen aquí ¡as
divino, (¡uc de cslui y de la ¡leríección de aii vida y venlura no fiestas muchos segadores, y siempre hay alguno (¡ue sabe
puedo, dcijo ni quiero tratar, sino de lo que es de las tejas abajo».
(V. ADOLFO DE CASTrio, Varias obras inéditas de Cervantes, Ma- leer, el cual coge uno de estos libros en las manos, y ro
tirid, J874, ¡)ág. xxvii.) No creo posible atribuir a Cervantes este déamenos de él más de treinta, y estámosle escuchirndo con
valioso diálo go; pero hay en el ideas y posiciones frente a la vida tanto gusto, que nos quita mil can as; n lo menos, de mí
muy próximas a las suyas. sé decir quo cuando oyó decir aquellos furibundos y terri-,
^ Unos cabal leros aragoneses que conocen a Don Quijote pers o
nalmente y a través de su historia, "aquí le tenían por discreto y bles golpes que los caballeros pegan, que me toma gana de
«TIIÍ se les deslizaba por mentecato, sin saber determinarse qué grado hacer otro tanto, y que querría estar oyéndolos noches y
¡¿ darían entre la discreción y la locura» (11,59). Claro está que días.» Cada cual habla de la feria según__le__va_en_elia, y el
discreci ón y locura podrán, a su vez, escindi rse en valor máximo y ' libro se identlTica con la experiencia vital de cada uno. La
mínimo, aunque con ello seguimos sin salir del mismo sistema
valoralivo. Ventera-qiiTstCfá que la lectura se prolongara por muy otros j
^ Lii su comentario a la Vida de Pon Quijote y Sancho se salta motiv os: «Nunca tengo buen rato en mi casa sino aquel!
el capítulo de l escnilinio en la lilirería del Hidalgo: «Trata d e que vos estáis escuchand o leer; que estáis tan embobado ,
libros y no de vida. Pasémoslo ¡lor alto.» que no os acordáis de rei'iir ])or entonces.» Maritornes re-
ducc el libro a su imagen de «la señora debajo de los na Para un europeo plenament e, articul ado co n la tra di dó 'n '
ranjos abrazada con su caballero», lo cual le sabe a «cosa de greco-occidental un libro es un'libro y un hombre cs^un
mieles». La bija de la Ventera, una recatada doncella, por homb re; no puede ocurrírsele,.p or tanto, forjar la realidad
cuya sensibilidad tal voz se filtraron algunas novelas pasto «ceníáurica» del «libro-hombreado» o del'.«hombre-librea
riles, no gusta ((de los golpes de que mi padre gusta, sino do» como un fenómeno normal y sin toques de ma^ia o
de las Innicntacioncs que los caballeros hacen cuando cs- do alegoría, Rabelais (no • ciertamente falt o de fantasía)
táfi ausentes de sus señora s; que en verdad' que algunas amonton a los libros m ás sabios :de G reci a\y • Roma sob re
veces me iiacen llorar, de compasión que les tengo». la mesa del voraz Ga rga ntú a: Aristóteles, Polibio, Galeno,
Los libros, por con_su;uien¡8, son lo que de e!lj25_£3_vivi- Heliodor o, Plin io, etc., a fin de que el joven .educa ndo co
ílo_poFIca?iT~lccTor. La literatura 6e__personaliza y el vivir nozca y aprenda «la veríu, propriété, eíficace et nalnre de
indÍNiiiluni_ha_ce sentir su ]TósTDlé~J¡mRnsión poptira —tal es tout ce que leur était servi á table». Con tal propósito, «fai-
la Tuenlc de la inrnñrriiil.ible bcllp^w—dfii -Quijdle. El Veii-v saient souvent, pour plus étre assurés, apporter les. livres
tero se o¡)one a que sus lib ros sean qu em ad os ; cree dé susdits á table» (I, 18). Montaigne, hombre occidental tam
íni modo en su verdad, que Dorotea susurra al oído de^ bién de máximo rango, retirado n la soledad de su biblioteca,
Cardc nio: (¡Poc o le fal ta a nuestro h uésped para hacer ¡a dice así: «Je ne cherche aux livres qu'á m'y donner du piai-
segunda parte de Don Quijote.» Libros, personas o cosas sir par un honnesíe amus emen t; ou, si j'estudi e, je n'y cher
carecen de realidad esencia!, fijamente determinable. En" che que la science qui traicte de la connoissance de moi
e' Quijote (y en gen eral ac ont ece lo -mismo en la vida ^vlii esmes» (II, 10). Para el europeo, el lib ro ha sido eLíér-_/
c'spnñoln) no ,C3 ,real lo racionaL.-SÍag_Jn dndo en contextura min o obje tivad o de Tu~pF Q.satmern s^^€^^^ 5íf^^ y ,no°i
C0J3 el vivir personalizado. Verdad o mentira son Tluencias"- un'7iin7mlgjriíñ~7^i&mig-o-p ^91.,f^ ^•'^ ^"!^^^ ^^H
remansadas en la experiencia personal que en cada caso 3mjor_o_de antip atía. . ••-•^
les sirva de contenido y de garantía. Hemos de habérnoslas I L.llibro, caballeresco o pastoril, se integra en ciertas vi^j
con juicios de valor y no con juicios lógicos. La j¿zón_,eslÁy-l /dasj3et~T^tr
¿/e^igy-y--e^--ega—niTET^r^ susci ta a rm o -1
o no cMn, en las perso nas, no en la rea lida d objet ivada de ( I nías o "polémicas, segurr~s^an las otr as vid as en ias ~aja les T
los pensamientos. -v I /ontiriú¿~reT|ejandose \ Xo mismio acon tece a! ob jet o ba - j
rigu7?rrr~aqlir los libros p or ser inagotab le arsenal de cía de ITarbero (!, 25), vuelt o yelmo de Mam bri no o bac i-
"•'')' ^ÍSl- XJI2iiM£l~ill5.n£}Íi?-- '^'' d'eslizarse éstas en otros
vida?, nünreccrá a nuestra vista, y para nuestro encanto, la 1 Dicanios al nnso que $ólo con este criteri o de vital izacio ncs
pam a infit iila d e lo humiano :_ vida5_divertida¿,_jiLela xLi:¿lÍcas, personalizadas podemos liallar sentido a la cuestión de si el Quijote
apa si n n ¡íTÍTi V"'TuTÍTTenj£s^_s£n^^ XLco^nle- filé o no escrito contra los libros de caballerías. La sentencia en
que se expresa que el autor escribe contra aquellos libros existe
nido dcTTihro so miil(¡plica_j20_r la c\'penjrri£Ía__de_]£s afcc- dentro del Quijote como todo lo demás de él, y BU renlidud depen
l:!(l(is ñor lM,~"0"TcnoT7 rTfií^^ esenc ial de Inn derá do la situación vilni en quo BC encarne. El Cura quisiera que
cxir.iMO fciTrTñi"cn"frcs que jjLJTainijrn escrita__sca sentida como marlos todos, pero alguien siente quo Anindís «es el, mejor de todos
"rcalid.-úLiin imada, viirdi/.ndo, y no cf^mo simple exprés i ó n los libros quo de eslc género se hon compucFto, y así, como a único
en s\i arte, se debe perdonar. —Así es verdad— dijo el Curau (I, 6).
7 de fantasías o co nocimii.'ntos d ista nci ada s del le_ rt£r. Los E! mismo encarnizado enemigo de la literatura caballeresca dice
l¡l)rns inlervicncn nqui a rauí-a de su vUalidnd contagiosa, do l'alrnerín. de Inglaterra: «Esa palma de Inglaterra se guarde y
y no por ser (idcjn -silns de .culturn<>. En u na p ala br a, el se conscrs'e como cosa única, y se haga para ello otra caja como
Qiiijoic no PC cnlictiijc v\\ su rcah'dad últuna si lo manlcne- la que halló Alejandro en los despojos de Darío, que la diputó
mos-TT^üfatdTr-rrr el circulo'citricTo do~Tá~l4l&lQrin de, Qixj- pora guardar en ella las obras del poeta Homeroa (I, 6). Así, pues,
aun cuando supusiésemos que el propósito de] autor tenga alguna
vez realidad como un juicio lógico-moral, la verdad es que en se-
yelmo, según sea la vida en la cual le acontezca linllaise ^arC estrecliamenle ligado con la .creencia de ser la palabra-
instalado. Nadie asoma por allá para decir gravemente que, jonteniJoK' y^Tr ansm isor de una- revelafii¿rLJ.La idea de Iq
según la lógica y el buen sentido, aquel gravísimo pleito "^cT^Toii r<iVe[a^j-ETr"libfSJ sagrados es oriental-y no OCCH
y G1 caótico alboroto que desencadena son un completo dental. De la conjunción del espíritu hebreo y del pensai
absurdo. De acuerdo con la misma ontología vital, Don neoplatónico en Filón Hebreo surgió la creencia en el logos]
Quijote será alternativamente loco, cuerdo, iünlo^^.j)ayJso, palabra como espíritu emanado y creante: • «El verbo-logoa
bestia, magnífico orador, firme o vacilante en la conciencia se hizo carne y ha bitó entre, nosotros.» Comprim iendo eii
(!c sí mismo, según sea la contextura vital en que se linlle n£- - sucintas razones lo que exigiría mayor desarrollo, linútc-
liculado. El autor ya se curó en 8nlud_¡_j^_iijiiJ^íUi--cíflro '"^monos a recordar el ])a¡)el del libro como realidad luimnnn
^'quo él crn ]:iadrahrro^no padre de j7mrn,uii"'C- l'^l criterio dentro de la literat ura árabe. : .,
vaíornlivo dc~cada uno sera entonces "el único posible cri \ blay un cuento en Las mil y una noches titulado EL li-
terio para determinar qué sea la «verdad» de este caso MbrgjmügL:£uSt~c:ñiía Har-ún al-Rusdrí^^e siente deprimido
bumano. Para los muchaclios de la calle, Don Quijote será • y angust iad o, y Giafar le dice: (<Cua,nilonue£tra__aiiiia no
un divertido esperpento; un tonto para el boto Eclesiásti j/se alcgra_coíLli'^'lcza del cielo, ni con los jardjncs, ni con
co; un paradigma de la m ás noble y desesperada angustia ( ^^ dulzuxa_dfiJa2Knsa, ni coirTa visTa~(]c lasTlores. no que
para quienes sean capaces de sentirla. Sansón Carrasco jada otro remeJia--¿iniL_c.l libro, pues el_nTÍ¿ hermoso jardín
cree que «está su salud en su reposo» y en dejar de ser jes un ;i«fKwd£L_]|eno de libros.» Comenzó el monarca a leer
Don Quijote; don Antonio Moreno no lo estima así: «¿No /u n o de ellos, y «sulJitamente le entró tal risa que se cayó;
veis, señor, que no podrá llegar el provecbo que cause la
cordura de Don Quijote a lo que llega el gusto que da al
to suelo.
que se Siguió
le mojóleyendo y comenzó
la. barba, a verter
y a través de ellalágrimas, tan-'
quedó moja
con sus desvarios?» (II, 65). En este--m&yTrrrtr-rrpcrfo¡io--doj I do el libro que tenía en sus rodillas» ^ Lo anterior no es'
tciTTas_axjoiÓ£ÍcfJ3 —eso es Quijote
el — ya se plantea el pro una anécdota, sino algo que sólo adquiere sentido en cone
blema de si hay que ponerse de parte de la liebre que sufre xión con .la forma de vida en que se articula la literatura
o del lobo que se la come. ára be: el ((dentro» de la vida sería un correlato de las cir
Sentir los libros como realidad viv^^ nnimnda^ mmimi. cunstancias exteriores que se integran en la experiencia vi
calue-e-ifl^útente c.i un fenómeno humano de-Ixailirión orien- tal. Dice Masudi, escritor de la primera mitad del siglo X:
^.((El nmjgo me jo rj 'm ^s ^s ^g ur o^ ^ Según que lo
guiíia que uqiicl penetra en el eis'.cma de acción-reacción rie la olira,
se somete al régime n de lodo lo denri ás. Lo^ tales ubres se rán desees, süs^fiTarnTcstacioj^e:? li^ gnmntan. sus nuevaI~Qbscr-
rnal£s_j 2££a_ji ]£imgi__ ypara' oirosnoj__n_narece~rá7¡ como valiosos o vac].onj3~Té~rccrean; te cla_, secún [il quieras pr.p.cfpjns for-
desdcn ^hlM_ 4i4r^ __£]__C urT]2Z pal^^ s_e¿u^n va- tific^antes y ayudas maravillosas. Te ofrece, a la 'vez, el co-
n'cn'TaA ^'ivencias. tic Sus lectores. CuaiiiTo 0on yuijóTcdecTara: miea^Q_y__eL, fin, poco o mucho; allc^á^i&-qu«—e-éiú lejos a
"Va me son odiosas ton'as las historias profanas de la andante caha-
lien'a" (II, /'I), eso significa que está muriéndose, y que su alma lo que está cerca de ti, el pasado al presente... Es un muer
deja de enu'tir destellos. «Una de las señales por donde conjeturaron to c]jüe_te habla~en nombre de los muertos v que te tr.aft el
se moría fué el haber vuelto con tanta facilidad de loco a cuerdo», lenguaje de los vivos. Es un íntimo que <^e nlegm mn tu nlo-
pues ser absolulnmcnie loco o cuerdo eignifica no vivir. Tal es el gría,'que duerme con tu sueilo y no te habla sino de lo que
úlliiuo sentido del Quijote. Los inclinados a tratar lógicamente de
asuntos vitales seguirán dis cutiendo; mas el asunto es análo go a le asurada... Fortifica tu corazón, sostiene tu espíritu y au-^
¡irelcnder dclerniinur en qué lugar nació y murió este máximo héroe
del e.xislir: «Cuyo lugar no quiso poner Cide llám ete ¡lun tualmen ie,
por dejar que todas las viü.is y lugares de la Mantlia cünlendicscu 1 El morisco que Ice por vez priníc ra el manu scri to de Cide
entre sí por ahijárside y tenérsele por suyo.» líamete, «leyendo un poco en ¿1 se comenzó a reín» (I, i)).
menta fu sab er. .. Dios .ha dicl m: «Lee en nomb re de tu nifiquo «herir» y «conversar con-alguien» (kalán, kállam),
Señor generoso. El es quien hn enseñado al hombre el uso y que ¡calima sea «ve rbo, logos divino».^ La lectura d el libró
del qa'lim ['pluma, escritura'] y todo lo que ignoraba (Al do Lan zarote. y la rein a-Gi nebr a ocasiona el be so funesto
corán, XCVi, 3-5). En esas palabras que El ha enseñado do Paolo a- Fran cesc a- en la. •,Divina Comedia:' «Galeotto
mediante el qalinu, según El nos revela, se nos dice que la fu il libro e chi lo escrisse» (v, 137),-pues.Galeotto actúa
gcncrosidafl es uno de los atributos divinos» ^ en aquel libro como tercero para el amor de ambos amantes,
C El tema del libro como amigo del hombre aparece en la y sus palabras se infunden como fuerza animadora en el
I poes ía" fícT ju dí o cíTTclTan'o do n 5c m To b ("mediado s del s_i- vivir do quienes las leen \ y los despliega en una bellísima
i^b"^i[Y^7~^"Tq-m;---j'tt—sin rctrrciieÍA-a4—^jien divino de—]a y poé tic a per sp ect iv a. ' . •. . : •••••.•- •• . :
''prdnbra escrita. Pero esta palabra, llena de virtudes efica I • Es caracterí sticamente esp añola la'preo cupació n por no-
ces y transmisibles a la vida de cada uno, es, en último I ta r "los^ efec tos de ia l<>rrnra yn ^1 pro rpc o vit gl f|p.],¡^ p^^
término, un reflejo del logos divino. Para Filón Hebreo ' sona sTüon Galao r <(Jué movido a gran deseo de ser caba
(conleríinoráuco de Cristo), ((cí Logos sagrado y divino es llero» por haber leído «en unos antiguos libros... de los
in palabra interior y revelada que el hombre piadoso oye hechos antiguos que los caballeros en armas pasaron» (Ama-
en el secrolo de su alma, y que forma la enseñanza de las dÍ5, I, 5). La Celestina, no bien publicada (1499), afectó a
cosas divinas, es decir, cl culto y la filosofía. Filón designa sus lectores de tal modo, que el autor hubo de reflejar
con la mistna palabra y considera como el mismo ser, la
los deseos de aquéllos en las'sucesivas~"redacciones de-la
yfuerza que iinpulsa
la palabra divina alrevelada;
mundo (el logos en el sentidoque
por sorprendente estoico)
pa rez tragico media: «Esta preséri te obra ha seyd o'i nstr ument o'de
lid o conti enda a- su s lectores" p'ára" pone rlo s' en • differen-
ca, este doble sentido es lo que forma la esencia de la no
cias, dando cada une?'sentencia.'sobre 'ella^o'ja¿or de su
ción del logos» '. ((Las poten cias in terme diar ias, an áloga s
'voluntad.)) Fernando'de Rojas'declara''cómo ha'sido vivida
al logos, participan con Dios en la creación del hombre,
su obra y 'cu an variamente'-' fué ' int erp ret ada 'Y valor ada;
mczcia de bien y de mal» (Ib'uL, pág. 99). . •,
algunos «querían qué se alargase en el proceso de su de-
'"' La tradición orienta l de la vida española hizo posible que 1 leyíe de estos amantes, sobre lo cual fué muy importunado,
c! tcjrLa_I1g~ta'~lccUíra cié To sj ib ro s, como fuent e de bi enes / de manera que acordé, aunque contra mi voluntad, meter
¿' de mnlcSj existiese en la vida española y penetrará^rñás segunda vez la mano en tan extraña lavor e tan agena de mi
•tnrdc en las páginas ácliyinjoie en una luiTTra—qtre'~rfó~ha-
facultad». iS'o hay, pues, un corte limpio entre el ser de la
i! 1 arnA= P'T In l.iArni7¡ra del rc^to de Europa'' sirTrrTñüv rarai
obra y las vivencias de quien es la leen ; los lectores inter-
ívez. S icn^jrcjqjH jJiallcmos en ía ' literatura de Occid ení ^que
vicnon en la redacción de La Celestina, no m.uy inferior'al
In inciianion do un l¡m^ó~T5cn£nrrmjxau
Qiiijalñ en cuanto n BU valor nrtíslico, como más tnvdo los
. inrjHTTJíT^^SígCówIISgiiil^^ cl 1
lectores de la Primera Parte de la novela cervantina inyec
. m_m2iiív No es un azar que en árabe una misma"jíaTabra sig-
tarán su s vivencias en la "Segunda.
La acclór\_¿p\ i'^""0;:;~(|¿li¿ioso o profano)en_ la vida ijel
^'íJ 1 MArouní, Lrs prnirics d'or. Texte et tratiuction par C. Barbier lector es tema muv presente enias íeTras de¡ siglo xvi. Iznkz^
.(le Mcynani, i'nn's, 186;, vnl. VA, págs. 136-138.
- 1^. iinKiüK.n, I.es idees philosophiqnes et 'reUgieiises de Philon cío de Loyóla vivió en su mocedad muy a tono con ei espíritu
d'A'icxnndrie. Y-ág. 101.
3 Cuaiiili) Ins íii(')sní(js medieval es llama ban a la natiirale za el
«libro (le i^io?", pc pervían de una tncláíora (!c abolengo, oriental; ComiO a los dantólogos italianos les repugna confesar que Dante
pero e<<i3 idea, por de contado, no «e personaliza en la experiencia fué a veces afectado por el Oriente, este y otros fenómenos análogos
vital del fibjsoío. no han sido ii-'tados, ni seguramente lo serán en el futuro.
• • 4
de los libros de caballciíns, que «era muy curioso y aniif^o 'Conocidp es''ét~grTnT-HiX[iijo de la lectura en In formaciónt /
de leer». El azar puso en sus manos una vida de Cristo y mística de (^^resa de Xesús-:')«jamás osaba comenzaj^-^utencc
un Flos Sunctorunu «No solamente comenzó a gustar, mas oraciáa-4-'niecírnrtT6TT~TTrtsTTca'"| sin urLlibro:-^que tanto temiíi '
también a trocársele el corazón y querer imitar y obrar lo mi alma estar sin él en oración, como si.con<mucha gentej
que leía» '. Durante algún tiempo conviven en él la persona fuera a pelear» (Vida, cap. iv). Surgía en torno a la Santa)
que era y la que aspiraba a ser aquel gran incitado, toda como una obsesión , el tema de la palab ra escri ta; una lier J
vía indeci so entre los valores terr enos y los celestial es; «de mana de orden le refirió qu e «había ve nido ' a ser monj a
aquí se siguió una lumbre y sabiduría soberana, que Núes- • por- sólo leer lo que dice el Evan gel io: 'mu cho s son los lla
tro Seiíor injundió en su entendimiento» ^. mados y_ poco s los escogi dos'» (cap. Iil). , ; . ' • • • - •
Vienen al recuerdo inmediatamente ¿a.T Confesiones de En todas partes fueron perseguid os los, Ijbros ju zgados
San A;j\|qtíi3, el gran romano-semita, mas no tengo espacio perniciosos a causa de las" doc tr in as 'o ideas "que encerra
para cxj)oner las semejanzas y grandes diferencias entre ba n; pe ro lo pe¡;uTTa7__deLf7igln \v i es pa ño l fué la atcnciQf^"
su caso y los que ahor a nos int ere san ; tanto como de los trestada n la acción vital de la letra inT[)resa_.inhre_lQj_lec-
libros, el logos vino a él a través de la palabra viva de su .jTc^T^^ •dástacaUa-IóZiiJcrza comunicativa de in—pxtiabra—
madre. Mas-en-la—Espaüa del siglo xvi los libros son ya más jWiri_JX!I£-los '''-rorcs-QTOS deTeSosTiterarios. ¿e alude
seres vivientes, animados de bueno y mal espíritu. Ignacio' a la_nimQ£alidad "o pernici'osldac ljle laJ opra a _trav js de_su
1 e"ia ¿^í>m/fl¿io/2T~C/íTfxrt¡-Trct3yo--esp+i4t-u-je'ig'^i bebió y eficacia par a ihfiltraxs£- -£ll_otras e xist enci as. Los li br os _dá '
p?gó a las entrañas. De manera que la vida de Ignacio caballciia¿—iáftí¿£^'ea a las mjl]eres Hacas de sienes a caer
(como me decía un siervo de Dios) no era sino un perfec- en error es .-.libidinosos»; con ellos «el diab lo cmUauca e
tísimo dibujo de todo lo que aquel libro contiene» (pág. 30). emoelésa y entreíTer7e~los necios» (Gonzalo Fernández de
Pero la virtud del libro puede ser repelente, de signo nega Oviedo). El libro de caballerías acaza los ánimos de las
tivo, como lo eran las novelas caballerescas para don Die don cel las »; la~s «/¡ccen iír T/í írT e su~fni ieíud coñTo^cTTíIegí)
go de Miranda. Ignacio lee'el De milite Chrisliano, de Eras-
mo, y siente «una cosa muy nueva y maravillosa, y es que a la. j)óTvm^a^r~{5I iI^Z5'^"^SI^) - ^ doñceTIa lect ora de sea
en tomando este libro de Erasmo en las map.os y comen user ótta-Oriana como allí y verse servHja"3'e~0Tfó~7\ma-
zando a leer en é!, justamente se !e comenzaba a entibiar dís»._Los mozos, ucnceñdulos con c'P3cseo~ñ~anrrirl, no tra
el fervor y a enfriársele la devoción. De suerte que le pa tan sino cómo deshonrarán la doncella y afrentarán la
recía que no era el mismo después de la lición que antes "casada» (Francisco Cervantes de Salazar). «Y ¿qué efecto
de ella» (pág. 30) . ¿Cótno hubi eran sido posibles tal fenó  ha de hacer en un mediano entendimiento un disparate
meno y su expresión^ sin ochocientos años t!e tradición is- compuesto a la chimenea en invierno por el juicio del otro
lá.mica en España? que lo soñó?» Algunos objetan que «allí aprenden osadin
(y valor '^^njn_\n^ rirmn=, nrin'rvM'y"^"''^'^'" para con~Ias dn-
mas, fid eli dad j¿_J¿£rx!.a^l—en—stts tr at os » (F ra y Pe tlr o iMulón
^ Vónsü su uViíJjii, por PEDIIO DE RIVADENEIRA, enBiblioteca de I de.jlIIiaixieX «Su doct rin a, incfía la se nsua lida d a pecar, y
Autores Españoles, LX, 11.
- Ignacio proccilc en cierto modo como más tarde Don Quij ote: ^ l a x a el esp íri tu TTjTélT~"VnrriT7''X^^\iTfÓru^^ Guc vii ráj . La s
ir.iila a lua santos ( pág. 17) cuino el Hidalgo a .Aniadís; tiene su Lo rt es ae \ alL'uIoTTc! e nT Sp S piden al rey q ue pro hiba loa
Dulcinea a lo divino (17); vela sus amias (13); sale como Don libros de caballerías, dado que ulosjTiancebosy~~(Iúnce'
Quijote (18). Ignacio se hallaba bajo la <¡(H)le incitación de las llarfr'ü_es_vaiiecense yji¡txjjmansc_en dfirta manera a los
arnuis y de la religiosidad. Don Quijote pone su mira en la gloria
secular exclusivamente. SegiJn hemos dicho, huye del mundo sin casos que leen»^ En 1531 se prohibió el envío a las InJias
saür de él. esparjolas_del~"7iz;)c<f;'5 y obra's nn;í1ngn<;, »nni-qn(> p^!f__p-^
mnl ejercicio para los indios», per temerse se transmitiera el arte cuando observad ores agudo s y 'audaces se decidie
a eÜQg ia'YJrrñcTconTLahva y "cxTutlclF"^ ' ' ron a contemplar, a «convivir» dicha intususcepción de un
Holgaría citar muchos otros tcxt(» para Iiacer ver que logos incitante desde dentro de la vida del sujeto que la
padece o experimenta, no desde fuera, como un predicador
/ >^nju^I^ll2 axLcolTS iIZcrr csa^acagirvna''ifXTa mTK^ " de moralidades. El imaginarse una vida se vuelve asi des-
cia (le lo pecaminoso se opone la de la santidad (libro de , cripción cargada de sentimiento .biog ráfico y lírico, y lo
cahalicrías, Flos SaacConnn) ^. Tras las doctrinas, dadas antes puramente genérico va concretándose en una expenen-
por supuestas, surge la visión de quienes viven o no con cla .co ncr eta e in div idu ali zad a. ^TET lector geñ'e rico de fTBFos "
forme a ellas, y por tanto la moral se vuelve predica. Al die caballerías, sentid_g__coijio ¡TgerTcTiclménte»- incitado, se
desplazarse el interés por la teoría moral al interés por la torna entonces un señor Alonso'Quijano. que mora_en_ci£rto
experiencia moral, se abre un vasto horizonte a todo po Iijgar de la Mjmcli a K La p rim era y muy tosca util ización
sible creador de personalidades literarias, de experiencias de'tales posiEüidades aparece en el anónimo Entremés • de
huninnas, en donde vengan a encontrarse los incitaciones ¡os romances, en don de un pers ona je buf o, Barto lo, 1 ."-
emanadas de un «logos» y la simpatía o resistencia de
quien lo recibe. Al contrario de lo que hemos solido pen «De leer el Romanc ero • Í'.' •
sar, c 1 se r m,p n eo, d i d |c t ic o de las letra_¿españoJas_¿n;vió de . • ha dado en ser cabnl iero, - . . ' •,
vcliícuJo__ai a r [e'^U aTIza d o .""pefs'oñahza do ^y-j p. a r a vi i! q s g "d e. • por imit ar los roma nce s; . . •;•
' ' ' y enti endo' que a pocos lances ' • .;;
Ccrvn¡ilcs^.2£|(]£roF~o~er~GT?co.
cioso Tíesolver
y didáctico en relranes, predicas, el significa
etc., no estil o senten • • será loco verda dero'^ . • < . :•' ':
abarcar la totalidad de la cuestión. La experiencia moral es
el medio en donde se combinan las llamadas venidas de P Lo nuevo de'esta situación literaria no es que una lectuA
fuera con las posibilidades de la persona, mientras ésta ra mudara meramente el curso de una" vida, sino que en la|
orienta su vivir iiacia un futuro deseado o soñado, y se ^:. '• ' • • • : - - y ! ^'""[r- • ' • '>• : • '

sicnic a ¡a vez reprimido por las demandas de su existir portanle y srcinal en la literatura española. Ya La'Celestina (1499)
previo '-. Tal concepción de la vida se hizo fecunda para ofrece de ello ejemplos muy destacados. ••'':•..••:'. ". "• • ' .
. . 1 La época estaba cargad a de posibili dades, sólo en espera de un
genio que las desarrollara. oEl sevillano Alonso de Fuentes, en' la
' Hrfi.Tcncias bi'üliográíic as a esos textos se Iiallarán en M. ME - Suma de philosophia natural (1547), traza ia scm.blnnza de un doliente,
Ní'NnFz Y Pri.AYO, Orígenes de la novela, í, CCLX y siga. No hemos precursor del hidalgo mancheso, que se sabía de memoria todo el
' atrniüiin liasl.i nhnra al fenómeno vital reneja<lo en esas críticas, Pnlmerín de Oliva, y no se hallaba sin él aunque lo sabía de coro.»
clin'ins jinr tndos nosotros como si fueran -eco He tendencias racio- En 1500, un estudiante de Salamanca, een lugar de leer sr.s liciones,
nnli"itas (crosmistas), o destinadas «a poner trabas a! cultivo de la leía en un libro de caballerías; y como hallase en él que una de
íienpiliiüdnfi y f.inlasía puramente mundanas» (v. mi Pensamiento aquellos famosos caballeros estaba en aprieto por unos villanos, le
itc Ccn r.nics, p/íft. 26). Lo que interesa ahora es mosirar que quie vantóse de donde estaba, y tomó .un montante, y comenzó a ju
nes así h.ihhihnn (je los libros de caballerías habían posado, o po garlo por el aposento y esgrim ir en ei ai re ; y como, lo sintiesen sus
dían pn'^nr, por la misma 'cij se de expericncta que cen sura ban: e! compañeros, acudieron a saber lo que era, y él respondió: Dé¡enme
ilinbk)—luuiin de carne se mete a fraile. Rccorticmos que el CüTa vuestras mercedes, que leía esto, y defiendo a este caballero. ¡Qué
. n o ge n!rev!.^ n qü enij x ni a Ámadís ni q Palmerín, y que ]os,_ lástima! ¡Cuál le traían estos villnnosh (ADOLKO DE CASTno, Varias
c-cmariiL muy bien a a mbos. obras inéditas de Cervantes, p.íg. 130.)
•^ La lit erat ura c!<pnñola no posee en realidad nada que valga ^ V. ADOLFO DE CASTRO, Varias obras inéditas de Cervantes,Ma
como un Ristcmn de moral, objctivnílo en principios, y com]iarabie a drid, 1874, pág. LU. R. .MENÉ.NDEZ PIDAL, «Un aspecto en la elabora
Cuillaiimo !)u Vair, Kxhonnlion á la vie civile; Picrre Ciiarron, De la ción del Quijote», en De Cervantes y Lope de Vega, 1940, excelente
íngrssc. etc. y penetrante estudio, que enfoca la cuestión desde otros puntos de
•^ Qui/ií sea el tema del «e star se viviendo uno mismo» el más im- -vista.
iilii ii IIIIHIHII iiji Hiiii *i'i in IH III VI VI KI III II ni KI IIH IIII III KI y i|iil iiilt i*
(jiorioniijü u püríona), o lo conexo con la intención crea
ín i:iinli:niii¡iiit dcadu i-.l )J!IIIIO iiciilral, u hlii rclievcrt, tiu BU dora y bien nrticulndn del poeta-novelista ^ i
existencia. Esto es lo decisivü, la que imjjorla a la lite- Cuand o el auto r comienza a dar vida, en; un estilo deci
l ratur a. / sivo, a la fluente figura de Don Quijote, dice que jívcriguar
»| El tema bá sic o (Inl Quíjntr. es la vida como ílucncia^^d si su nombr e era Quijada, Quesada o Quejana- «imp orta
' reflejo (le la¿ incit acio nes f[)alaljia ChCr ila o liahh ula. niiio- poco a nuestro cuento; basta que en>la narración de.él
rcá, rii}uezas,^|jü¿ihi!it!adrs de diversión, etc.) sobre el cauce , no se salga un punto de la verdad» (I, 1), o sea de la acer-(
4^1^^in¿t:-jJ¿^^Kla uno. Lo dado, las realidades inmutables Lacla fluencia del proceso artístico, devenido real como va\
y objetivadas frente al correr mismo de las vidas, no jue Jor, ño'como objetividad, o reahdalTextrahteraria. Tor eso
ga papel esencial en el libro máximo de España. El Entre la mujer do Sancho se llama de distintos modos, y al final
més de los Romances y la ti'adición de trastornos ocasiona- del libro, el-Hidalgo de la Mancha se líama Quijano, y no
-düs por la lectura de la novela caballeresca penetraron aqui . ninguno de los tres nombres mencionados al principio. Ta
al servicio de aí|uel tema fundamental. El estilo descansa so-I les inconsecuencias no son olvidos ni torpes descuidos, sino
brc el suj)U(;slo de ser toda realidad iuimana o material algo - resultad o do no impor tar mucho lo que obje tivam ente sea
transeúnte, ((transiente», un estar transido de efluvios, ema- lo que aquí a'i)ñTccc existiendo. Lstn tecnica^como el an-
TrpóBTlIet~ira£Ii7áTisino del novelista del siglo xrx. En uno
nadus de alguna vida personaT, o estilizada ya en literatura.
da los cas os prop uesto s .a Sanch o duran te su go bier no, se
jLa QOjicicncia de sentirse vivir-xs el cimiento en donde se
[aj inc .n P ^íi TlT lli mlT r f^^rTlTuTTT^y pn rñn^l:^ntn fln/^T^ £)on
•dice que «si alguno jurare verdad'"déjenle pasar; y si di
jere mentira, mue ra por el lo ahorcado» (I I, . 51). Verd ad
Quijote so siente ser Do'n"T)uijoFc7~y--4tíegíi--Al&hso Quija-
nu (((fui Don Quijote, y soy agora Alonso Quijano el Bue es aquí veracidad
Preguntó respectoa de
Don Quijote uno mismo.
la cabeza encantada si ((fué ver
no» ); Sancb o tiene • conciencia de ser una irreduct ible y
dad o fué si/eño lo one yo cuento que me pasó en la cueva
desnuda persona, un cauce firme para las más varias fluen-. da Montesinos», y la respuesta fué: (diay muc ho que decir,
cias. " J e todo tienen • {l\, 62). En aquella aventura aparece, en
Hace años intenté interpretar el Quijote con criterios ex efecto, la verdad.de los sueños, y también la de qujen los
cesivamente occidentales, y creí que a CeivaiilSLJS-J^^^^' vive y la de quienes la reviven a su modo al oírla referir.
saba^en^ocasiones determinar cuál fuera larcalidad yacente Tan disparejos fenómenos se articulan en la experiencia
bajo la í!uctuacioñ~HeKis apariencias. Mas no es el proble- vital del tiempo, í ndice aqu í de los. límites extremos e ntre
j ma ce la verdad o del error lógicos ¡o que al autor preocu- los cuales va tejiéndose, como en una lanzadera, el estilo
j pa, sbio_Jia¿g£__sentir cómo la realidad eás¡erniix£__u.n as- de esta novela. El tiempo intemporal de la ilusión jioética
_ pecto.4lc_Ja_jex|2eTÍencia de quien_]a_cstá vivieníio. El voca- (Anmdis, etc.) sería al ticnqio sentido como circunstancia
^y.o ((experiencia» nosc~rclTére entonces a nada racional o actual, como el límite suj)remo de la aspiración asccndeivte
3c¡i^rit!f!co. Cervantes conocía sin duda (y lo hice ver en
El ¡)ens(untento de Cervantes) la cuestión debatida en las
1 Ya en La Cnlatca, ¡irimcra olira de Ceivantes (1585), quedaba
])oét;cas renacentistas acerca de la diferencia entre la ver bien ilustrado cale puni ó: uTus verda dera s razones y no fingidas ¡la -
dad potjtica (universal) y !a verdad histórica (particular). labrasu (libro I). Dice el paslor Lenio, eneniiiíO encarnizado del amor
^Ias lo nuevo en—el—(JlL^ío^g consistió en hacer valer comq_ —lin desamorado—, que su o¡)inión adversa a Cupido se funda «en cien
'^•erJader^>-4xx—a-ulcnti^ainente enlazacio con u na _ex peri enci a cia averiguada, la cual ... por traer ella consigo la verdad, me obligo
a suátentarlau. Af^as tan dcbaniorada persona acaba por rendirse u!
K- i '.a l,--v—f^6^-(:x—ikjiUlllLnailí) ljir__llll_-piiaccs,0 cogn(3S£ hrvQ ^ amor,, y Hura y se desesp era como t antos otros pasto res y past oras. La
Verdadero sería~~!o implícito en el electivo vivir (Je alguien verdad de su vivir desmiente así la seiidoverdad de sus razonamientos.
(Dulcinea) es al límite ínfimo de lo poéticamente desvalora con mucha facilidad y sin peso alguno,•señal que les hizo
do (Maritornes ) ^ imaginar que Don Quijote se quedaba dentro... Sancho llo
La aventura de la cueva de Montesinos (ÍI, 22-23) se raba arriargamente y tiraba con mucha priesa por desen
encuadra en nori(;infv» pfp^j.^ag ¿Q esnacio y tiem po: «Te gaña rse; pero llegando a su parecer a po co más de ochen
nían descolgadas las cien brazas de xoga», hasta no poder ta brazas, sintieron peso.» Sacan ai Caballero, el cual come
dar más cuerda a Don Quijote. «Se detuvieron como media abundantemente con Sancho y el Primó, y comienza su re
hora, a\ cabo del cual espacio volvieron a recoger la soga lato: «Lns cuatro de la tarde serían cuando el sol, entre
>— nubes cub ierto, con luz escasa y. templados rayos, d io lu
1 Cnxo scnicjnnlc cconlcce en La Calatea rcfipcclo de la nnclón (¡c gar a Don Quijote pnrn que, sin calor y pesadumbre, con
f^s pür if) . Fa ,c i. csXilo—lúdc2^ !e loe nmor cs pa glo rü rs ("CiTians «nflail aa y tase ü sus dos clarísimos oyentes lo que en la cueva de
•^ hirn (tsrriias» ]o^ iinrrió CerTanTeal . no cah ía m enci ona r como rcsü - Montesinos había visto.» Aparte del calor (que pudieran
tladcs aclualcs a Sevilla o a Alcalá de Henares, presentes en expre evitar con cualquiera de los recursos convencionales tan
siones elusivas como «en las riberas del Betis», o «en las riberas del
ínmo<;n lle nar es» (lib . I). Ma s ya en esa ob ra se manif iest a el jjT^tenlo frecuentes en el Quijote), &s lícito pensar que una claridad
d c^j)j)nncr gaa—rrpión friíirpfi a^.TAii|Tr^m a de ja_jKiético, al e j atl a g atenuada convenía más que el sol deslumbrante de la Man
ñTnbn^^ic Ift-Xíjericncia prosaica c¡erivTvn^~"cSiurrano. F^r eso reciben cha al cuento de lo vivido entre las dos luces de la poesía
nnm iuTS nQ_xn.r;laTñrif;os los Ji le ar e? de renjTJj2p_]de~T ^3"~pasrores. sil ua- soñada^ y de la crítica im plac able qu e la pone en riesgo.
(lnscji_Ja_D_eriferia de In ^ soci eda d urb ana , eludiiía~y~evITafraT"'ñi"rroyo
de ids Palmas, snio del Concejo, fuente de las r¡zarras»~T1ib. I), que Montesinos y el Caballero dialogan sobre el su.ceso narra
contrastan con «la famosa Cómpluío» (Alcalá) y Mantua Carpctana do en ei Romancero; Mont esino s • sacó el corazón de su
(Madrid) en el libro 11. Surge, en cambio, la geografía contemporá amigo Durandart e para i llevar lo • a la-s eño ra. Belerma-n o
nea, con definida precisión, al ser tratados los temas de lucba y pa con una daga, sino con-((uri puñal más agudo que una lez
sión vividos por el auio r o por otros españ oles: Jerez, Milán , Ñapóles,
í'crp iñán , Catal uña, el virrey de Barcelon a (¡ib. II) : La Coleta, Gaeta^
na». La figura épica' sale de su nebulosa poética y se mues-
las islas entre África c Italia (lib. IV). La vivencia del_h!par Reo-\ tra ahí viviendo su propio cuento, y¿^.sí puede^^nlazar^con
práíicn secxjTrcsa en lina i¡ oira forma sepimaca el intento arll^llco; j, el vivir "de quienes' ~seT7anan'' TueFa xe to do ámb ito iluso-
chisivocn cuanto a las ciudades, preciso al pensar en la libertad ó^f "rio. Sanclio observa inmediatamente (ya que Montesinos se
]nS-j:^Xi¿EsrTr~cñpjaTiñt\o 'cmr~tñ~TSrTcicrtcTa~~pcfTñr,a\ ael auto r; tema
heroico y dolorn^^o de las navegaciones o de las piraterías de ¡os
le hace accesible), que «debía ser el tal puñal de Ramón
turcos. / \ esta' incita ciones tiebemos algun as de In s página s más. rít- do Hocee,' el Sevillano». Rep lica. Don Quijote —con med io
nnfinnirn'e beüas i!c [,a Cniníea: «La hermosa ritiera cic Genova, l'cna cuerpo fuera de su ensueño—que «no sería de ese puñalero,
de adnrnados jardines, blancas casas y relumbrantes chopileics, que Ramón de Hoces jué ayer, y lo de Pioncesvailes, donde ncon-
l'.crldüs por los rayos del sol reverberaban con tan enccmiidos rayos .
que npen.TS dejan mirars''. Todas estas cosas que desde la nave se
ícció esta desgracia (una palabra de hoy y vulgar), ha mu
ndrnlinn pudicrart causar contento, como le causaban a todos los que chos añosv. A Montesinos le admira que siendo «tan cierto
en la nave ¡bnn. sino a mi, que me era ocasión de más pesadu.mbre.» como ahora es de día, que Durandarte acabó los de su vida
(La lie ilcr a de Genova es vivida por unos de un mod o, por otros de en mis bra zos ... ,. ¿cómo ah ora se queja y suspira de cuan
oiro, ni más ni menos que los libros lie cabullerías, o todas las demás do en cuantío, como si estuviese vivo?» Durandarte se des
cosas de nucs;ro inundo.) «Una noche me acuerdo—-y aún es bien que
nic acuerde, pues en cüa comenzó a amanecer mi día—que estando liza, desde el eterno presente de su existencia p>ocíica, a un
sosegado el mar, quietos los vientos, las velas pegadas n los árboles, ahora de nosotros. No bnstaría.'con pensar que se trata de
y los marineros sin cuidado alguno, por diferentes partes riel navio obtener un elec to cómico -o-gro tesco, • porque nuestra risa ,
tendidos, y el timonero casi dormido por la bonanza que había y por o sonris.R, al leer estas páginas no es como la brotada al
la qu e !•] ricln !c a seg ura ba, en med io de este silenci o, y en medio
de mis imaginaciones ... sentado en el castillo de popa, tomé el laúd leer las estrofas de Boiardo, Pulci o Ariosío, en donde sen
y couii-ncó a canlnr...n (lib. V). Complemcnlese lo anterior con lo no- timos la crítica racional de aquellos eximios poetas. Cer
lado por J. 1!, .Avalle-Arce, Ln novela pastoril, 1959, ¡lág. 201. vantes crea su escena tínica linciendo confundir una en
°^^^' ^ü^yil£D'^'3 Jel tiempo intemporal y la del tiempo ac-' go, de cotonía, nuevo». Y esto es.Don Quijote, no Sancho,
JÜisL-iilcl mismo n)odo que Don Quijote bB cniía en 3an- quien lo ref ier en • . . . -.i -.; ,/.u .,• :•:. : . • •• •
cho ALjé¿lii,eaJa4rieí;iEü-m4a--iffFggT-a€4<u^ de la-tkíencia de sus u . La vivencia del,t¡einpo,~por—consiguient e, |se halla orgá-
^das_^ La creación literaria es aquí un mundo de vidfi A nlcnnreñlo articulada con la ..estrucfiiffí totn]:^(\p.\- (TüTj^te.
en donde las vivencias siguen un libre v cnlrela/.ndo curso, A esta sazón dijo el Primo:-, «—Yo no-se, •señor; Don Qui
V en el nuc no se ingiftrp |iptpr-f)o^ppAamp.iin n] y-o-;o^n.TljAt<^/^ jote, cómo vuesa merced en. tan.poco espacio.de tiempo
del au tor ^- Cuando Cenmates se in troduce peraoruLUncnte como lia estado allá abajo haya visto tantas cosas y hablado
en su obra. se~ran3muta a si mtsrrTo en materia pojilica. y respondido tanto. —¿Cuánto ha que bajé? —preguntó Don
Montesinos viv e su propio enc anton ucnto : uNos tiene Quijote. —Poco más de una hoia —respondió Sancho. —Eso
aquí encantados el sabio iMerlín ]ia muchos años; y oun- no puede ser —replicó Don Quijote—, porque allá me ano
que pasan de quiíiienlos, no se ha muerto ninguno de nos checió y amaneció, y tornó a anochecer ya amanecer tres i
otros.» Al deslizarse en el liem¡x) de ahora, el personaje veces; de modo que, a mi cuenta, tres días he estado en i
se encuentra en ¡os comienzos del siglo xvn, sitúa la fe aquellas partes remotas y escoiídidas a la vista nuestra.)) |
cha en que le aconteció pasar de persona a personaje en el Sancho piensa «que como todas las cosas que le han suce
siglo XI, época del Cid y de Alfonso Vi, limite del liorizon- dido son por encantamiento, quizá lo que a nosotros nos
te épico-históricü para el español de entonces. La exactitud parece una hora debe de parecer allá tres días con sus no
"de tal creencia no n os impor ta; el hecho es que Montesi ches» (II, 23). ' i . . . i-. -s . .i' '
nos se sienta encuadrado entre un ayer y un hoy, y como La diferencia en la estimación del tiempo, exprés a dQen_^
una eterna intemporalidad, todo al mismo tiempo. El Mon uñ parece, se funda en el mismo criterio vital que permite^
tesinos eterno se transmuta en el Montesinos temporal, sjr? al oEIeto mTFHTlIce sob re Ta'c'a'E'ezá del barb ero or a' :
como el Caballero de la Triste Figura en la persona invita /ryéTmo de Mambrino, ora bacía de afeitar. Diríase entonces"
da por Sancho a satisfacer sus necesidades más elementa que todo ello es puro y arbitrario relativismo, o caprichosa""
les; como la daga Jcl romance en el puñal de Ramón de fantasmagoría; pero si fuer a así, el Quijote no seria la
Hoces ; como la canción del labriego del Toboso con el di s obra inmortal que es. La vacijación de este juego de pare
corde ruido de su arado a l arrast rars e por el suelo; como la ceres se vuelve sólida finríeza, no como realidad lógica,!
Dulcinea del sueño quijotesco con la Dulcinea de la cueva ^•^^s+nocmño valor de existencia qu"e se noa itnp5íTérXk_ieali-j
de Montesinos, que manda pedir prestados a su amador , dad del estilo.del Quijote yace en la articulación vital de
(im.edia docena de reales sobre este falderiin que aquí trni- s^4J_yü|Q¿£s; ías creencias . estas o £RJTrélÍH-s—ac nos liacen
aceptables en ir'medida~qire son creídas, vividas, puf quie-
^ .'\riosto refiere que .angélica, el , nes'Tñ^Ji'rma auténtica las enlazan con su existir. Ue iógi-
camente a?Eitrarias, pasan a ser vitalmente válidas, y las
((fior virginal cosi avea salvo,
Come ie lo porlo del ir;3!erno alvou. aceptamos no como una farsa y un juego, sino como se
acepta todo lo que aparece siendo así como debe ser. Nues
Y añade el poeta: tra estima, nuestro goce artístico y, en último término, nues
tra convicción, procede de la «convicción», de la integridad
üForse era ver, ma non pero credibile
A cln del scnso sno josse si¡;r.ore'> (I, 55, 56). de cuantos hablan y viven en esas páginas. F,l fundamento
Aií se ¡lercibe el ahiiino que separa a Cer\'antcs de sus uftiea- '^ Ya en el Poema del Cid (11-10), el primo de las hijas del Cid
íesu ilalianas, y se siente la distancia entre la Italia greco-europea y —amarradas a un árbol, u-¿otaíias por sus maridos y muertas de sed—
la España cristiano-ishiinica. V.u mi libro í.n realidad hislórtca de les irae HKUU en el único r-ccipicnte que poaeín: un sombre ro nuevo,
España he explicado lo que eslo quiere liecir. acabado de comprar en Valencia. . - .j^"
de !n ii.vcrdildiL-i3c los tres días pasados por Don Qiü'jnffi ". Pudiera ilustrarse cuanto'antes se ha dicho con un breve
en la ciicvjL-y de la h ora de la espera d e San ch o, jiax:£_««-
examen del tem.a que denominaría «las burlas veras». Al
!a f:f¿nirtnrr[ totnl. birn integrada, de! existir de la Perso-_
lanzarse a vagar por las sendas del mundo, el Caballero y
m,_JT_n2_^^'"JÍÍlI.''^'' n "" ir tin on f '^Qm O '¡nO .,nCC_es Ídadf_V_J l_p
su Escudero actúan como incitación para cuantos los con
. rnnxn_ .aiiiLlrnrin rgr;ric]iO. El Quijote es una bella arquitec
templan o l os tratan; se torn an así materia de burla, de
tura, una bien acordada sinfonía de evidencias vaLiosa_3^,
admiración, de respeto, de piedad, de enojo o de una cu-'
que valen en . cua nto existen, y existen en c uan to valen , j
riosidad borrosa o indeterminada. Sancho se'refleja en muy
i El pcraQ,naÍ£jilei¿r_io_sc__dc3_dobla en u na per son a q ue «vive»
^v ar ia s formas .al afectar las vi das de su se.ñox, Ide. su mu jer:.
su _cxislencia literaria, v quienes~TF7rprggmim"TnÉi"Í0'TTVFñr
!i?do 6u hija, de Tomé Cecial,-de Ricote, de los Duques, c e'
iñ"~3Í735^-"cñ~''e^~'?ouTe""lTrm^ñiJó.ri. De ahí la TncaTcuTnble
?" Do.ña Rodríg uez, del Eclesiástico • -^ d el . mis mo mo do . quo .
eficacia de! Quijote cuando, durante el Romanticismo, pudo
: Don Quijote, la ínsula, Clavíleño, Dorot ea, etc. ,, producen;
' surgir la novela irioderna, en la cual los personajes centrales
en Sancho muy, varias reacciones, y parece res.' Pues bien, •
son lo que sean, y son además una proyección poética de sí
mismos (ci buen «ncre Goriot» de Balzac es un fabricante lo m ism o a con tece ' a las bu rl as regnciiadas_'jQ_i ci-uelfy, 'tan"\
de fideos y, una re enca rnac ión d el impru dent e y desespera frecuen tes .en e ste lib ro ^ sobre to do em'l a S egunda Paj^tej
do «King Lea r»; el Julicn Sorel, e n Le rouge et le noir sten- en "dofrdFTÍ^áutoT^Tvida_2os_TTn¡l2g. Q£rde_l-a-Pr4mer*. Esto s '
diíaliano, es el chico del aserradero de maderas y ademiás ^episodro33oeberr~fmIcTTo a la tracHci_ón^Jjujlli;,S(lá.:iiií_ia lite- ;
una proyección del héroe del Memorial de Santa Elena, et ratura italiana, tan ^am ili ar p ara, Cervantes. Pe ro los te mías ,
cét era) . • • • . , ,•• • . . . italianos de farsa y escepticismo sueien ser unidimtensionales,,'
sin que modifiquen su carácter las'glosas moralizantes que ,
Las_valencias vitales no postulan ninguna conclusión ob- n veces se le superpon gan. Las-.si tuacion es, en .ei Quijote'.
jclivablc (como en Caiderón, «el delito mayor del hombre son di sti nta s. Na da liax _Q] ij "fsrsa»"" que_iaa-jV!TÍsodin&»j ¿..^
es haber nacido... Que toda la vida es sueño, y los sueños efímeíix_gol£Í_erno de SancKo.. Llévanle un a' noch e a ron
sucr los s on)!). Nos h allamos ante una p olaridad inte grad a dar su ínsula, a fin de lo gr arm ate ria buf a'co n. que henchir-,
e-a las fnnuns de existir, iwp^ñ hacia lo supremo, caída ha - la ociosa vacuidad del señor Duque.' Mas he' aquí que mien
cia lo ínfimo. Ln tal polaridad se da y «realiza» este vivir, tras la ronda se inventa quehaceres ficticios,-surge uno que,
al nro}Tct£!jj^_cii_iMM;Sr}cctivas inagoTaT5tesT~GBTTa7rres~!Tó~Te no lo es; una linda mozuela se escapa de casa, en compa--
enfrentó CLon_cl_m'^í'^do épico para subjetívarlo en cornTcuIacL., nía de un hermano, para romper su aburrido encerramien-.
diiTrsión alegre oj^vrixahÚR^ZJIa. épica y todo" lo oemás í to; topan con la ronda, qu e para eilos no es asunto de',
valen aquí como incitantes dirigidos a aümeñfar^Iá'arrriente'^"^ broma, sino muy grave trance. La hermosa doncella confie-'.
polarÍ7n(rn"'T|Trc dTscilÍTe__cntre'"eT ((cnamoraoo» v~eí «des sa su trav esur a: «quisi era yo ver el mu nd o, o .a lo m.enos
amo ra do'ñTTTt^í^aí/"'^^ "^ fiTé-'m^-Tl'ejoae'^ seT escrit o « coní j el pueblo d onde nací.» Hab ían llegado ~ hasta ella palab ras
íra>) los libros ¿c caballerías. Al formularnos esa cuestión incitantes acerca del mundo exter ior y desconoc ido: «Cuan-,
enfocamos la obra cervantina desde una categoría lógica do oía decir que corrían toros y jugaban cañas, y se re
y racion al que no le convi ene en mod o algu no. La_jir av' 1 presentaban comedias, preguntaba a m.i hermano, que es
zón» do Don Ou i i ote se halla excl uei vam entc en su voluiv; !j un año menor que yo, que me dijese qué cosas eran aquéllas,
tad do heroísmo, en su señorial cortesía y en su bondad [ y otras muchas que yo no he visto ; él me lo decla raba;
inago taL lc, iicch.as cviücntc3~~Tra el m iam b pTTTJjgsg^J^g s" ^ por los mejores modos que sabia : pero todo era encen
existir. El Quijote est^á_jxs£al¿ardo;;:p2T7TB^ derme más el deseo de verloii (II, 49). Esta bella audaz,
que cTTiombrc crcñ, sostiene, hace problemáticos y difunde victima del tedio, encierra el germen de una Madamie Bo-
con su misma vida . \ . \ , ,\ /- vary. Mas no es eso lo que ahora interesa. El maestresala
del gobernador —una oi)aca figura en la comedia bufa de
la ronda— queda embelesado al contemplar la hermosura
de aquella niñ a: «Habí ase sentado en el alma del Maestre
sala la belleza- de k doncella, y llegó otra vez su lantcrna
¡}ara verla de nuevo.» L a incitad a, incit a. La noche siguie n
te fué de inso mni o para el po bre Maestr esala : «la pas ó sin
dormir, ocnjjado el pensamiento Qri el rostro, brío y belle
za de la disfrazada doncella» (II, 51). ¿Burlas, veras? En
último termino, no es tan absurda In idea de que huestes
de encantadores andan por ahí acechando nuestros meno
res pasos.
Recordemos la descomunal ba]alla entre Don Quijote y
el lacayo Tosilos (II, 36), en doilde éste renuncia a la pe
lea para casarse de veras con la maltrecha hija de Doña
Rodríguez. El Duque «quedó suspenso y colérico en extre
mo» (lo cual tampoco es una broma), mientras la mucha
cha declara su preferencia por <íser mujer legítima de un
lacayo» y «no amiga de un caballero». Mencionemos, como •
último ejemplo (entre los varios que pudieran allegarse),
el episodio de la cabeza encantada en la casa de don An
tonio Moreno (II, 62), quien hubo de poner término a un
juego que tanto le divertía, iUemiando no llegase a los oí
dos de las despiertas centinelas de nuestra Fe», es decir,
del Santo Oficio de la Inquisición. «Los señores inquisi
dores le mandaron que la deshiciese y no pasase más ade
lante.» Las bromas, las burlas y In^ fnrans «ft inrlnyen den-
t¿oJi3_/1 a p'oTIüTdaT~dc^^
'' ^lcrrlTiTiij3Tr-i¿aífio lna_Jii?trfn'irT!rX!TTío~los castiüos-majadas do
pastores, cornxr-BTitdTTea~^=Tosca labriega—• j~aymQ—&©«^
I ^Qur jtrt« Álon.sn Qiii jnnn p.LB:Heno..-

Anda mungkin juga menyukai