La novela La muerte en Venecia de Thomas Mann, trata la historia del escritor Gustav von
Aschenbach y cómo unas vacaciones en Venecia terminan por modificar su concepción en
torno a la creación artística, impulsado este cambio por la intensa pasión que desarrolla
hacia un hermoso muchacho. La comprensión de la creación Artística de Gustav, es en el
comienzo del libro sumamente rígida y establece una relación entre la belleza misma y la
moral. No obstante, a medida que la historia avanza, esta comprensión sufre un cambio
violento y belleza y moral se disocian.
De esta forma, los personajes de sus obras encarnan esta moralidad, generando así empatía
e identificación en el público que vive su día a día de la misma manera esforzada que él:
“Aschenbach era el poeta de […] todos estos moralistas de la acción que […] a fuerza de
exigir a la voluntad y de administrarse sabiamente, logran producir […] la impresión de los
grandioso” (Mann 19). De manera que su obra no ha llegado a la grandeza por su
magnificencia sensible y poética, sino por su arraigo a la vida real, esforzada y dura, de
quien se sobrepone a sus limitaciones y consigue sus metas: “[…] casi todas las cosas
grandes que existen son grandes porque se han creado contra algo […]. Eso era […] la
fórmula de su vida y de su gloria, la clave de su obra” (Mann 17,18).
Sin embargo, una vez en Venecia y a causa de la presencia casi divina de Tadrio, el amor y
el trance que este le provoca, generan en Aschenbach la llamada de la inspiración poética
súbita- “[…] solo la belleza es al mismo tiempo divina y perceptible. Por eso es el camino
de lo sensible, el camino que lleva al artista hacia el espíritu” (Mann 96) -, transmitiendo la
certeza de que aquella imagen gloriosa impulsará en él, a su vez, la prosa más magnífica
que jamás ha escrito: “Jamás […] había visto tan claramente que Eros alienta en ella (la
palabra) […] unas páginas de selecta prosa […]” (Mann 64).
Finalmente, en la reflexión que realiza cuando falta poco para su muerte, esta nueva visión
de belleza y arte, del poeta mismo, se articula. Eros es el guía del camino de la belleza, que
es a su vez “el camino del hombre sensible al espíritu […]” (Mann 63). La pasión y el amor
son sus principales motores, que implican, a la vez, la necesidad de caos, de extravío:
“¿Comprendes que necesariamente hemos de extraviarnos, que hemos de ser
necesariamente concupiscentes y aventureros delos sentidos?” (Mann 97). Así, el deseo
causado por la inocencia y la forma ideales de Tadrio, conducen a la embriaguez necesaria
para la experiencia sublime de la creación poética.
En conclusión, es posible afirmar que a pesar del destino fatal que conlleva la experiencia
intensa y pasional de Aschenbach, su vivencia mediada por Tadrio genera en él una
liberación tan violenta, que le hubiese sido imposible volver a su estado de control y
estructura anterior. Su alma se libera y la creación, por primera vez, bulle en él. Así, su vida
exterior parece alcanzar, por fin, la pasión y las aventuras que antes solo se encontraban
dentro de su obra.
2) Miguel de Unamuno: Niebla
De modo similar ocurre con Rosario. Augusto también crea una imagen mental errónea de
Rosario y lo que él significa para ella. En su mente él se siente totalmente superior a la
chica e incluso intenta realizar sus experimentos de análisis de mujeres en ella -al igual que
con Eugenia, para fracasar totalmente-. No obstante, Rosario pareciera tener una idea
mucho más clara de las relaciones que están comenzando a llevar y termina por considerar
a Augusto loco, principalmente porque este parece exagerar cosas que para ella son
mundanas, como se ve en el capítulo XXIV: “Sentía deseos de huir, porque ella se decía:
«Cuando uno empieza a decir o hacer incongruencias no sé adónde va a parar. Este hombre
sería capaz de matarme en un arrebato de locura.» […] «Decididamente, no está bueno»,
pensó ella y sintió lástima de él” (Unamuno 100). Todo ello, al igual que con Eugenia,
termina por dejarlo humillado, sobre todo después de la burla de Mauricio, que deja el
patetismo que Augusto refleja al mundo -en contraste con su dignidad interior- de
manifiesto.