Docente en Neurociencias
Conceptos de Neurosicoeducación II
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Conceptos de Neurosicoeducación II
Este apunte integra diferente material que amplia conceptos sobre el valor de
jugar, el descanso, las emociones y el estrés.
A partir del juego los niños y adultos logran prepararse y superar distintos
desafíos planteados a lo largo de la vida.
El análisis detallado de toda actividad con fin lúdico demuestra que, además del
placer, intervienen otros factores tales como la dimensión significante del
mismo. Es decir, el desarrollo de los aspectos sociales, el simbolismo, la
capacidad intelectual, la capacidad comunicativa, la emocional y la motriz.
Mediante el juego el niño establece relación con el mundo que lo rodea: a
través de él se expresa y es posible acercarse a su mundo interior. Por tal
motivo, los psicólogos infantiles le conceden al juego vital importancia tanto en
el campo del diagnóstico como en el terapéutico.
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A medida que crecen los niños tienen la posibilidad de crear universos enteros
de realidad que les permiten construir su subjetividad, conocer el mundo,
relacionarse con otros, experimentar procesos internos placenteros y/o
dolorosos. En definitiva, logran comenzar a desarrollarse y vivir.
Los adultos ―que obviamente han sido niños― conservan en cierta medida la
idea de que jugar es una actividad más dentro del repertorio conductual. Por
ello la insistencia de los sociólogos en que el factor diversión está casi
omnipresente en todas las facetas de la sociedad y el ocio, y en que los adultos
necesitan jugar de vez en cuando en busca de distracción, diversión, emoción e
incluso aprendizaje.
Normalmente, los circuitos de recompensa del encéfalo son estimulados por las
conductas que tienen un valor de supervivencia, tales como ingerir alimentos,
beber agua, mantener una temperatura corporal adecuada, la actividad sexual
o las intervenciones sociales y familiares. Sin embargo, estas zonas de
recompensa también pueden ser activadas por otras conductas.
Esto puede llevar a que el jugador muestre un disminuido control del impulso,
sin poder resistir jugar, a pesar de las cuantiosas consecuencias negativas. De
este modo, se intensifica cada vez más la demanda y la tensión, que solo se
compensa con el juego.
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Esta conducta tiene también
una base neurobiológica. El
sistema de recompensa en el
cerebro (vía mesolímbica) se
vuelve crónicamente
sobreexcitado, tanto que
conduce a una contra-
regulación cerebral y, como
protección ante una
sobreexcitación perjudicial,
reacciona con un estímulo de
recompensa cada vez menor, hasta el acostumbramiento (neuroadaptación), o,
el caso de experimentar nuevamente la deseada sensación, apostando, por
ejemplo, cantidades más altas, o jugando más frecuentemente.
Para evitar esta posibilidad es importante asociar las actividades lúdicas con
momentos únicos y compartidos como vivencias educativas capaces de valorar
las distintas conductas ante los juegos, donde la simple diversión valora la
destreza o el ingenio aplicado para superar dificultades, o donde recreación y
docencia concluyen como las opciones más sensatas para prevenir potenciales
vicios o pasiones desenfrenadas.
Jugar es, por encima de todo, una actitud vital; una manera concreta de
abordar la vida: libre, placentera y gratuita: nos identifica como personas y
define. El adulto que juega, igual que el niño, está más preparado para abordar
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de modo creativo los viejos y nuevos retos, con más defensas ante la
frustración y una manera más sana de expresar sus sentimientos y emociones.
Los homo sapiens sapiens somos una especie que cuando llega a la adultez
necesita dormir alrededor de ocho horas, ya que durante este lapso de tiempo
pasamos por diferentes etapas. Al iniciar el descanso aparecen ondas lentas en
el cerebro que se ven a lo largo de la noche interrumpidas por espacios de
ondas típicas de cuando estamos despiertos. En esta etapa de actividad
eléctrica intensa se produce un movimiento ocular rápido característico que es
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conocido como sueño REM, por sus siglas en inglés (rapid eye movement). Esto
significa que se está soñando, organizando, consolidando y descartando
información (durante estos momentos el cuerpo permanece inmóvil).
Para ampliar este estudio se realizó otro para medir el nivel de atención y
concentración ante una tarea. En esta oportunidad los participantes ―mientras
se les observaba la actividad de sus cerebros a través de una resonancia
magnética funcional― debían oprimir en ciertos momentos una tecla haciendo
caso omiso a las imágenes de fondo que aparecían en la pantalla de la
computadora.
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Nuevamente los gráficos tenían carga emocional positiva, negativa y neutra.
Luego de una noche sin descanso, al igual que en la investigación anterior,
todas las imágenes les producían distracción, mientras que si estaban bien
descansados las neutras no afectaban el rendimiento.
Asimismo, se encontró en
los escáneres que la
diferencia podía notarse en
la amígdala cerebral, un
área asociada con la
detección y valoración de
las señales emocionales de
nuestro entorno. Mal
dormido el cerebro experimenta una respuesta similar ante todos los estímulos
entrantes ―incluso los neutrales― que lo llevan a un proceso cognitivo
incorrecto, a sentir ansiedad y, por ende, a estar emocionalmente en estado de
alerta.
Si todas las personas tendemos a dormir menos horas cada día, y si todos nos
vemos afectados por esta poco sana "tendencia" actual, no debe extrañarnos
que nos veamos más molestos, enojados, reactivos, tomando decisiones
erradas y sin poder poner de manifiesto nuestras funciones ejecutivas (aquellas
que nos permiten ver a largo plazo, ser conscientes de las consecuencias de
nuestros comportamientos, monitorear y modelar nuestra conducta, entre otras
cosas).
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que se puede dejar para más adelante, no es una buena idea o tal vez sea una
decisión de un cerebro mal descansado.
Para concluir, otra consecuencia del dormir poco es que el cerebro no puede
limpiar la memoria a corto plazo para dejar espacio para nueva información, ya
que una noche sin dormir reduce la capacidad de asimilar conocimientos.
http://www.telam.com.ar/notas/201606/150288-adolescentes-horas-
duermen.html
Los resultados del trabajo afirman que los más chicos duermen más que los
más grandes, por esa razón apenas el 9,9% de los niños de entre 11 y 12 años
duerme menos de siete horas.
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En tanto, esa poca cantidad de horas de sueño afecta al 22,7% de los
adolescentes de entre 13 y 14 años y al 32,3% de la franja que va de los 15 a
los 16.
Un dato es revelador: los más afectados por el déficit de sueño son los de
“estrato social medio”, ya que el 30,9% de esos chicos duerme menos de seis
horas por día, 10 puntos porcentuales por encima de los de bajos recursos
(20%) y del sector de mayores ingresos (21,1%).
“Las ocho horas seguidas permiten que puedan ocurrir las dos fases del sueño:
en la primera parte, la fase NO MOR (sin movimientos oculares rápidos), que es
en la que se registra una suerte de mantenimiento del sistema nervioso; y la
fase MOR (movimientos oculares rápidos) que es la que posibilita la fijación de
todo lo que se aprendió durante el día”, explicó el neurocirujano y docente de la
UCA, al frente de varias investigaciones de la Asociación Educar.
Por esa razón, recalcó, que “es importante no interrumpir o reducir las ocho
horas seguidas de sueño ya que, si dormimos menos horas seguidas, la
segunda fase no se cumple”.
La siesta "es útil para reparar el cansancio del día pero no sirve para completar
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las ocho horas que se durmieron a la noche”, explicó Rosler, y aclaró que “nada
reemplaza el sueño a nivel aprendizaje”.
El “duatlón que se produce durante el sueño” da lugar a una primera fase para
“que el sistema nervioso recupere su stock a través de la fabricación de nuevos
neurotransmisores, y membranas de neuronas”, precisó.
Bibliografía:
van der Helm E, Yao J, Dutt S, Rao V, Saletin JM, Walker MP. REM Sleep Depotentiates
Amygdala Activity to Previous Emotional Experiences. Current Biology, Volume 21, Issue 23,
p2029–2032, 6 December 2011. DOI: http://dx.doi.org/10.1016/j.cub.2011.10.052.
Chee MWL, Tan JC, Zheng H, Parimal S, Weissman DH, Zagorodnov V, Dinges DF. Lapsing
during Sleep Deprivation Is Associated with Distributed Changes in Brain Activation. The Journal
of Neuroscience, 21 May 2008, 28(21): 5519-5528; doi: 10.1523/JNEUROSCI.0733-08.2008.
Dumay N. Sleep not just protects memories against forgetting, it also makes them more
accessible. Cortex. 2016 Jan;74:289-96. doi: 10.1016/j.cortex.2015.06.007. Epub 2015 Jul 27.
PMID: 26227582.
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van der Werf YD, Altena E, van Dijk KD, Strijers RL, De Rijke W, Stam CJ, van Someren EJ. Is
disturbed intracortical excitability a stable trait of chronic insomnia? A study using transcranial
magnetic stimulation before and after multimodal sleep therapy. Biol Psychiatry. 2010 Nov
15;68(10):950-5. doi: 10.1016/j.biopsych.2010.06.028. Epub 2010 Aug 21. PMID: 20728874.
“La vida causa los mismos contratiempos y las mismas tragedias tanto a los
optimistas como a los pesimistas, pero los primeros saben afrontarlos mejor”.
Martin Seligman
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Teniendo esto en cuenta, es importante que los padres y docentes muestren
una actitud positiva en pos del beneficio de enseñar el optimismo: hay que
alimentar el formar redes del pensamiento positivo.
Invitar a los niños a que valoren todos los días de sus vidas, poniendo una
actitud positiva y valorando, también, las situaciones difíciles puesto que
éstas pueden resultar aprendizajes muy ricos.
Brindarles las herramientas para que sepan afrontar sus propios retos,
dejando que sean ellos los que resuelvan a la medida de sus posibilidades.
Cada edad tiene sus desafíos. Del mismo modo, hay que dejar que se
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equivoquen, para que puedan aprender y que desarrollen la capacidad de
demorar la gratificación.
El sentirse amado es muy importante para ser feliz. Las familias y docentes
deben expresar el amor con gestos cariñosos como abrazos, besos y
caricias.
Para lograr que los niños sean alegres y optimistas, los padres y docentes
deben poner toda su voluntad en el objetivo. Y cuanto más temprano comience
esta labor mucho mejor. Ésta es una tarea de años y lo ideal sería que llegada
la pubertad y adolescencia los encuentre fortalecidos. Es sabido que la
adolescencia es un período de desequilibrio emocional, por lo que es,
justamente, en esta etapa cuando más hay que asegurarse de brindar un
ambiente positivo, comprensivo y alegre.
Ojalá podamos comprender que todas las situaciones ―las felices y las que no
lo son tanto― nos ocurren porque son inherentes a la vida del ser humano.
Ojalá vivamos cada experiencia como la posibilidad de aprender, de volvernos
más sabios, más inteligentes... Con redes neuronales sólidas de pensamiento
positivo que activan el circuito de recompensa natural del cerebro, hecho que
nos hará más felices y permitirá que ayudemos a otras personas a que también
puedan serlo.
Bibliografía:
Seligman, Martin, “Learned Optimism.” New York, NY: Pocket Books. 1998.
Goleman, Daniel, “The Brain and the Emotional Intelligence: New Insights”, Kindle Edition,
2012.
Goleman, Daniel, “Emotional Intelligence: Why It Can Matter More Than IQ”, 1996.
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Damasio, Antonio, “El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro humano.” Editorial
Crítica. 2006.
Si alguien nos preguntara qué cosas nos hacen reír, diríamos que escuchar
chistes, ver humoristas, una película, una serie, un video de YouTube, etc.
Todo esto sería cierto, ya que existe una variada y amplia industria dedicada a
que disfrutemos de reírnos. Sin embargo, Robert Provine, profesor de psicología
y ayudante de dirección del programa de neurociencias de la Universidad de
Maryland, EE.UU., encontró que en una reunión con amigos nos reímos un 30%
más, sin necesitar de otros estímulos.
Esta expresión no se limita a los humanos, ya que los primates y las ratas
también se ríen. Asimismo, parece estar relacionada con sentirnos y demostrar
que somos parte de un grupo y con revelarles a los otros cuánto nos agradan.
Entre los investigadores que le dan un alto valor social a la risa se encuentra la
neurocientífica Sophie Scott, del University College de Londres, quien en sus
trabajos observó no solo los cerebros de los voluntarios, sino también los
movimientos de la caja torácica y la vocalización que genera una carcajada.
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involuntaria ―surge y no la podemos evitar― y otra social ―nos permite
demostrar nuestro agrado hacia otra persona―. La primera de ellas es más
larga y aguda, ya que se expulsa con fuerza el aire de los pulmones, además de
hacer sonidos muy especiales y característicos, mientras que no sucede lo
mismo con la de tipo social.
Para pasar por la vivencia de lo pegadiza que es la risa, y también escuchar sus
sonidos, puedes ver el siguiente:
video: www.youtube.com/watch?v=7bN8aD5J7g8
En los trabajos del University College de Londres para poder observar qué
generan ambos tipos de risas se escanearon los cerebros de los voluntarios a
través de una resonancia magnética funcional (IRMf). Los participantes solo
debían escuchar los sonidos emitidos, provenientes de risas reales y sociales, u
otros ruidos distractores.
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Otros trabajos como los realizados en el Centro de Neurociencias Cognitivas de
la Universidad de Duke, EE.UU., muestran que recordamos más a las personas
sonrientes, ya que esto genera en nuestro cerebro sensaciones de confianza y
seguridad. Cuando se observan rostros alegres, la corteza orbitofrontal
(relacionada con el circuito de placer cerebral) y el hipocampo (vinculado con la
memoria) muestran mayor actividad.
Esta respuesta se debe a que nuestro cerebro es sensible a las señales sociales
positivas. Detectar rápidamente a los amigos o personas amigables fue una
excelente estrategia de supervivencia para nuestros antepasados, por lo que
sonrisa aún se mantiene como un signo de amistad.
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Asimismo, investigadores de la Universidad de Oxford publicaron en la
prestigiosa Royal Society B:
Biological Sciences los resultados
de una investigación qué presenta
cómo el reír a carcajadas libera
endorfinas. Estos
neurotransmisores son secretados
por la glándula hipófisis, y tienen
un efecto de tipo opiáceo similar a
la morfina. Por ello se los conoce
como opiáceos naturales,
generadores de un estado de euforia, que a su vez alivian el dolor. Además, la
risa libera dopamina, un neurotransmisor relacionado con los estados de
bienestar y alegría.
Permite manejar mejor las tensiones. Los grupos que ríen juntos se
conducen mejor bajo estrés, ya que esta respuesta biológica no solo es una
señal de aceptación, sino un medio para sentirnos mejor.
Y tal como dijo Charles Chaplin: “No hay día más perdido que aquel en que no
hemos reído”.
Bibliografía:
McGettigan C, Walsh E, Jessop R, Agnew ZK, Sauter DA, Warren JE, Scott SK. Individual
differences in laughter perception reveal roles for mentalizing and sensorimotor systems in the
evaluation of emotional authenticity. Cereb Cortex. 2015 Jan;25(1):246-57. doi:
10.1093/cercor/bht227. Epub 2013 Aug 22. PMID: 23968840.
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positive and negative facial expressions. Laterality. 2009 May;14(3):256-72. doi:
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Dunbar RI, Baron R, Frangou A, Pearce E, van Leeuwen EJ, Stow J, Partridge G, MacDonald I,
Barra V, van Vugt M. Social laughter is correlated with an elevated pain threshold. Proc Biol Sci.
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21920973.
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March 2015, Volume 26, Issue 1, pp 28-43. doi: 10.1007/s12110-015-9225-8.
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