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INTRODUCCIÓN.

En todas las sociedades humanas que han generado un Derecho propio la primera forma de éste fue la de Derecho
consuetudinario. La formación de este Derecho consuetudinario se enraíza en la naturaleza racional y social del hombre.
La formación de la regla consuetudinaria en la sociedad internacional está en relación directa con los rasgos básicos de
esta sociedad. Si la hemos caracterizado como una integrada por sujetos independientes e insolidarios, aunque forzados
a una convivencia, la costumbre en sus peculiaridades y origen, refleja bien esos caracteres. La regla consuetudinaria
surge del consentimiento de los sujetos directamente obligados por ella. Es decir, para sus redactores, la costumbre no
era tanto fuente, esto es, agente creador de la regla, sino más bien expresión del necesario consentimiento.
DEFINICIÓN.
Costumbre: Hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por tradición o por la repetición de los mismos actos y
que puede llegar a adquirir fuerza de precepto.

Costumbre internacional: Ley no escrita, considerada como vinculante por su uso y puesta en práctica a través del
tiempo, fuente de la ley internacional
LA COSTUMBRE.
El Derecho Internacional se adapta. No hay tiempo definido para considerar una conducta como Costumbre. Usualmente
se considera un período de 12 a 13 años.
ELEMENTOS DE LA COSTUMBRE
La norma consuetudinaria se establece a través de una cadena de actos de determinada condición que reciben el nombre
de precedentes. Un acto sólo es precedente en el sentido propio cuando contenga en si dos elementos:
Elemento material o de repetición (diuturnitas) : La primera condición de los actos, en su aspecto material, es que sean
imputables a un Estado. Recientemente se plantea también el problema de si la referencia genérica a la práctica
internacional» no deberá incluir a los actos de las organizaciones internacionales. No parece que haya objeción de principio
para que las organizaciones internacionales, en su actividad externa puedan contribuir, junto a los Estados, con su práctica
en la formación de reglas consuetudinarias en aquellas materias.
El elemento espiritual (opinio iuris). De ordinario los hombres al hacer o al omitir algo en determinadas circunstancias
manifiestan con ello una determinada voluntad. Ha sido frecuente en construcciones doctrinales presentar a la opinio iuris
como la convicción por parte de los Estados que actúan de cumplir con ello un deber jurídico. Con razón se ha hecho
observar la incongruencia de esta explicación. Si la opinio iuris sive necesitatis es necesaria para crear la norma jurídica
consuetudinaria, que es resultado de ese actuar, difícilmente se puede afirmar que los Estados actúan bajo esa convicción.
Se llegaría al absurdo de afirmar de que un error de Derecho tiene fuerza normativa.
Los Estados tienen la facultad de crear colectivamente normas consuetudinarias que después les obligan jurídicamente.
¿De dónde le viene a los Estados esta facultad? La explicación de que les ha sido concedida por el Derecho internacional
consuetudinario lleva al absurdo, porque entonces se entra en el circulo vicioso de afirmar que los Estados tienen la facultad
atribuida por el Derecho consuetudinario de crear Derecho consuetudinario. Los actos por los que los Estados crean norma
consuetudinaria internacional no pueden tener otra motivación que la convicción de que tales comportamientos están
necesariamente exigidos por la adecuada ordenación de intereses. Es la apreciación que ellos hacen de esa necesidad
existencial, y no simplemente de la conveniencia de tal práctica, la que da categoría jurídico positiva al uso arraigado nacido
de tal convencimiento.
CARACTERÍSTICAS DE LA COSTUMBRE INTERNACIONAL
La costumbre Internacional posee dos características:
La Generalidad y Flexibilidad. En cuanto a la primera de ellas, la generalidad, no es suficiente la actuación de uno o varios
Estados para formarla, sino que tiene que participar la mayoria de ellos en su formación. Sin embargo algunos doctrinarios
y la misma Corte Internacional de Justicia aceptan la existencia de costumbre regionales. En lo que se refiere a la
flexibilidad se dice que a diferencia del derecho escrito, carece de rigidez, por lo que se dice que la flexibilidad a diferencia
del derecho escrito, carece de rigidez, por lo que va evolucionando con la realidad y adaptándose a las nuevas
circunstancias.
CLASIFICACIÓN DE LA COSTUMBRE COMO FUENTE DE DERECHO INTERNACIONAL.
Carece de sentido en el orden jurídico internacional la clasificación en el Derecho interno de la costumbre por relación a la
ley: costumbre conforme a ley, al margen de la ley y en contra de la ley. La norma escrita en el Derecho internacional es
convencional y no legal. Pero es que, además, la costumbre no es fuente subsidiaria, sino autónoma. Tratado y costumbre
se complementan y derogan recíprocamente. Ambas fuentes tienen el mismo origen: el consentimiento de los Estados.
La clasificación en el Derecho internacional de la costumbre está en función de su ámbito de aplicación: costumbres
generales o universales, costumbres regionales y locales o bilaterales.
Las de carácter general obligan en principio a todos los Estados, pero si alguno se ha opuesto sistemáticamente a su
existencia, el mandato que se deriva de ella no le es oponible. El conjunta de las reglas generales forma lo que se entiende
por Derecho internacional común o Derecho internacional general.
Las costumbres regionales o locales reducen su ámbito de aplicación a un grupo determinado de Estados que parece
estar determinado por su proximidad geográfica y, o por su contigüidad o vecindad. Desde un punto de vista práctico el
interés de éstas parece más bien modesto, pero se corresponde con una tendencia actual en la comunidad internacional
cual es el fenómeno de la regionalización.
NATURALEZA JURÍDICA
En cuanto a su naturaleza jurídica de la costumbre internacional, es difícil, establecer la fuerza obligatoria de la misma.
Para algunos autores la costumbre es una especie de acuerdo tácito de los Estados, posición adoptada por los positivistas,
en tanto que para otros su obligatoriedad hay que buscarla en una especie de conciencia jurídica colectiva, tesis de la
historia historicista. Para las modernas tendencias sociológicas, la costumbre surge de la vida en sociedad, es un hecho
social y como tal se impone.
FORMAS DE DEROGACIÓN DE LA COSTUMBRE EN EL DERECHO INTERNACIONAL.
La ocupación de territorios: su afectividad; era necesario la presencia del Estado se manifestase mediante el ejercicio
real de las atribuciones soberanas. Este requisito, que comenzó a ser admitido a partir del siglo XVII, encontró su
consagración definitiva en el siglo XIX, principalmente en el acta final de la conferencia de Berlín, de 1885. Esta conferencia
reconoció que para la ocupación fuese valida era necesario que fuese efectiva, pero, además, añadió un nuevo requisito:
la notificación de carácter convencional, a diferencia de lo anterior que era consuetudinario.
La disposición del acta final de la Conferencia de Berlín, relativas a los requisitos de la ocupación, fueron expresamente
derogadas por el articulo 13 de la convención de Saint Germain, 1919 (convención que revisa el Acta General de Berlín,
del 26 de febrero de 1885, y el Acta General y Declaración de Bruselas, del 2 de julio de 1890, firmada en Saint Germain,
el 10 de septiembre de 1919). Sin embargo, esta derogación debe entenderse valida únicamente para la notificación, que
era de Conferencia de Berlín no había hecho mas que recoger, pero que era una norma consuetudinaria.
Relación entre costumbre y tratado. El carácter autónomo e independiente de una y otra fuente jurídica, les sitúa en
relación de concurrencia y por tanto de conflicto y de complementariedad. Una determinada institución internacional esté
regido en parte por reglas escritas y por reglas no escritas. En la relación de oposición, la costumbre puede derogar al
tratado, y el tratado, ciertamente, puede derogar a la costumbre.
El interés mayor de la relación entre tratado y costumbre está en la forma en que el tratado es instrumento de codificación
de reglas consuetudinarias. El tratado no sólo es instrumento necesario, sino único en esta tarea de clarificación y
sistematización del Derecho internacional común. La denominada «legislación internacional» no es otra cosa que la
sistematización de normas consuetudinarias en proyectos de acuerdos internacionales que los Estados después ratifican.
Tanto la costumbre como el tratado son normas dispositivas, dependen de la voluntad de las partes que las crean.
Ninguna norma consuetudinaria puede derogar una norma de ius cogens. Se presenta la delicada cuestión de saber
si una norma de ius cogens puede prevalecer contra otra de la misma índole. Aparentemente las normas de ius cogens son
de aplicación acumulativa, salvo que una de ellas pierda su carácter imperativo. Si ambas tienen carácter coactivo y
colisionan en un caso real, como por ejemplo la prohibición del uso de la fuerza y la autodeterminación de los pueblos, la
cuestión se mantiene incierta. Probablemente pueda juzgarse que no es licito violar una norma imperativa.

CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA


es el órgano judicial principal de la Organización de las Naciones Unidas. La Corte desempeña una doble misión: el
arreglo conforme al derecho internacional de controversias que le sean sometidas por los Estados, y la emisión de
dictámenes sobre cuestiones jurídicas que le sometan los órganos u organismos del sistema de Naciones Unidas que
tengan autorización para hacerlo.

Artículo 38
1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias que le sean sometidas, deberá
aplicar:
a. las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas expresamente reconocidas por
los Estados litigantes;
b. la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho;
c. los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas;
d. las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones, como medio
auxiliar para la determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el Artículo 59.
2. La presente disposición no restringe la facultad de la Corte para decidir un litigio ex aequo et bono, si las partes así lo
convinieren.

Dados los acontecimientos vividos en los últimos días, muchos se preguntan ¿Cuál debe ser el papel del
derecho internacional en la difícil situación que afronta el vecino país?

Los principales detractores de la diplomacia y la existencia de normas, suelen ser los mismos que creen que las
vías de hecho son la mejor forma de solucionar esta crisis; aquellos que consideran que, si no hay una invasión
militar, el derecho internacional no es efectivo.
La situación de Venezuela, hace que surjan dudas sobre la eficacia de la diplomacia, cuando pareciera que el
Gobierno puede hacer lo que quiera con su pueblo y sus instituciones, mientras que a la comunidad
internacional no le queda más alternativa que ser un convidado de piedra ante el terrorífico espectáculo de la
destrucción de una nación. Un actor impávido, que tiene que observar desde la barrera los abusos de un régimen
que está en el poder. Ante esta incertidumbre ¿Se podría pensar que el derecho internacional o la
comunidad mundial no pueden hacer nada por Venezuela?

(Lea también: 'Con nueva resolución, OEA pone contra las cuerdas a Venezuela')

Los recientes sucesos parecen demostrarnos que sí se puede hacer algo. El Tribunal Supremo de Justicia
amenazó con destruir, del todo, la herida democracia venezolana borrando de un plumazo la
institucionalidad del Estado que reposa en la división de sus poderes, acabando con la representación
popular y dejando de una vez por todas claro, que Venezuela no es nada más que una burda dictadura incapaz
de discutir y generar consensos. Frente hechos tan graves, la respuesta de la comunidad internacional fue tan
unánime y contundente que sacudió los cimientos del mismo chavismo, llevando incluso a que miembros claves
del oficialismo, pidieran públicamente a la corte reconsiderar el fallo proferido, obligándola a echar atrás su
decisión.

Eso demostró que la presión de la comunidad internacional si tiene un efecto en los poderes venezolanos,
que por más ciegos y sordos que sean, sí se estremecen por la manera como el mundo los ve. La
Comunidad de naciones, demostró estar dispuesta a rechazar las acciones del oficialismo para evitar la
degradación de la profunda e indigna crisis que golpea al hermano pueblo.

La reacción en contra del actuar del Tribunal Supremo de Justicia, permite que quienes desconfían de la eficacia
del derecho internacional y la diplomacia sientan que, a través de ellas, puede haber una luz de esperanza para
evitar que un gobierno déspota como el de Maduro, cometa abusos.

Quienes creen que la solución no está en el marco del derecho, suelen ser los que consideran que una acción
popular violenta, derivada de una confrontación entre el pueblo y las fuerzas oficiales, son la única o la mejor
alternativa para frenar la violación a los derechos de ciudadanos, periodistas, opositores, en una palabra –
venezolanos–. La indignación que nos generan los abusos, no debe hacernos olvidar que la historia le ha
enseñado a la humanidad con letras de sangre, que donde se deja de lado el derecho, no queda más que la
violencia. Dejar de confiar en las reglas y principios que regulan la comunidad internacional para solucionar
esta situación, no haría más que lanzar a su pueblo a una guerra civil en la que perderíamos todos.

Reconocer que sus actos constituyen una violación a los principios democráticos, es el primer paso para
tomar medidas que permitan corregir esas actuaciones. Que el mundo entero le diga al Gobierno venezolano
al unísono que tiene presos políticos, que tiene que convocar a elecciones, que no es un régimen democrático,
que está matando a su pueblo de hambre, que no puede seguir violando la libertad de prensa, y que tiene que
permitir y proteger a quienes critican su desempeño. Solamente eso, llevará a que Nicolás Maduro no pueda
seguir negándolo y tenga que afrontarlo.

También tienen que servir, para establecer un mecanismo de disuasión bajo el cual, el Gobierno de Maduro
tenga la certeza que no va estar para siempre en el poder, que algún día se logrará el cambio, y en ese momento
los que hoy abusan de su autoridad, tendrán que responderle al pueblo y al mundo, por no haber actuado acorde
con lo dispuesto en su Constitución y los principios generales del derecho.

Más temprano que tarde, Venezuela tendrá una transición de la destrucción de la institucionalidad que hoy vive
a la reconstrucción de una verdadera democracia, en la que se respeten los derechos de todos, a ser y a pensar
distinto. En ese momento, el futuro les demostrará que quienes hoy actúan sin límites, tendrán que responder
por lo que han hecho.

El cambio que necesita Venezuela, no puede ser impuesto por la comunidad internacional, porque con
esa imposición se generaría más división y violencia al interior de su sociedad. El cambio debe ser logrado
por el mismo pueblo, rodeado por la comunidad internacional, que ayude a Venezuela a recuperar su
democracia.

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