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SHAYLA BLACK

SU
SECRETARIA
VIRGEN
Maestros del Ménage 6
ARGUMENTO

Tres jefes decididos…


Tate Baxter, Eric Cohen y Kellan Kent son socios de uno de los
bufetes de abogados más respetables de Chicago. Pero estos tres
maestros en la sala del tribunal también comparten una sociedad en
el dormitorio, satisfaciendo las más oscuras necesidades de sus
sumisas noche tras noche. Todo estaba bien hasta que contrataron a
Annabelle Wright como secretaria.
Una hermosa secretaria…
Belle estaba segura de que había conseguido el premio gordo con
su trabajo, pero en el último año, los tres magníficos abogados se han
convertido en mucho más que sus jefes. Son sus amigos, sus
protectores, y en los sueños de Belle, también son sus amantes. Pero
ella les ha dado su corazón a todos, así que ¿Cómo puede elegir solo
uno?
Una noche inolvidable…
Cuando sus jefes la acompañan a una boda, las bebidas y el baile
se convierten en juegos previos y fantasía. Entre besos calientes, Belle
admite su inocencia. La sorpresa se convierte en contención y los
ánimos se caldearon. Con el corazón roto y poco dispuesta a
separarles, Belle deja la empresa y huye a Nueva Orleans.
Eso conduce al peligro.
Resuelta a restaurar la casa de su abuela, espera poder seguir
adelante sin los hombres. Entonces Kellan, Tate y Eric aparecen en su
puerta, buscando otra oportunidad. Pero algo siniestro está actuando
en la ciudad de la media luna y su mirada se fija en ella. Antes de
que el trío pueda reclamarla para siempre, podrían tener que salvar
su vida.
Capítulo 1

Annabelle Wright tomó un sorbo de champán y miró a su mejor amiga mientras se


preparaba para el "gran día", una profunda sensación de déjà vu se instaló en ella.
—¿No hemos hecho esto antes?
En la última boda que Kinley Kohl planeó, fue secuestrada y llevada hasta Alaska
por tres hombres súper sexys. Por suerte, salvaron a Kinley del capullo de su novio
que, como se vio después, hizo su dinero mediante el tráfico de diamantes de sangre
y gestionaba otras rentables estafas mientras le hacía un corte de mangas al FBI.
Asimismo, no le habían importado unos cuantos asesinatos sólo por diversión. El trío
de chicos que se llevó a Kinley antes de su boda con el tiempo la hicieron suya, por lo
que ser secuestrada le salió bien.
Kinley sonrió mientras ahuecaba el velo que había seleccionado.
—Oh, hemos estado aquí antes. Esperemos que esta boda no tenga el mismo
drama como la última. Por si acaso, he tratado de convencer a Dominic que
necesitábamos seguridad adicional, pero él me lanzó esa mirada. Ya sabes, la mirada
Dom Dom.
Belle no podía dejar de reír. Dominic Anthony era dueño de parte de Anthony
Anders, una de las empresas de seguridad más importantes del país. También era un
Dom en la comunidad D/s. Y sí, había visto esa mirada en particular, la que pretendía
transmitir a Kinley que era mejor hacer lo que quería el Dom, y rápidamente. Belle
vislumbró con frecuencia una expresión muy similar en Kellan Kent. Cuando él
ponía sus ojos azules en ella, ansiaba caer de rodillas y cumplir cada una de sus
exigencias. Por desgracia, esa mirada de Kellan no estaba usualmente dirigida a ella.
—Creo que estamos a salvo esta vez.
—Probablemente es así —coincidió Kinley con un suspiro relajado—. Todo el
mundo que me odia está disfrutando de una agradable larga estancia en la cárcel. Me
enteré que Becks consiguió que la apuñalaran. Aunque se las arregló para vivir. Oh,
bueno, tal vez la próxima vez.
Ser casi asesinada por su ex novio y su hermana había hecho que Kinley se
volviera un poco sedienta de sangre. Belle no podía culparla. Ella también quería su
sangre y desgracia, después de descubrir lo cerca que estuvieron de acabar con su
mejor amiga. Meses más tarde, pensar en ello seguía provocándole temblor. Pero
antes del final feliz, el primer instinto de Belle fue precipitarse al lado de Kinley y
ayudar en todo lo que pudiera. Kellan se lo prohibió.
Tú no vas a ninguna parte, Belle. Si lo intentas, te ataré y azotaré el culo tan fuerte que
nunca olvidarás la sensación de mi mano en tu piel. Eric, Tate, y yo nos encargaremos de esto.
Incluso meses después, su orden no tenía sentido. A diferencia de Eric y Tate, Kell
casi nunca la llevó a almorzar o mostró más que un interés pasajero en ella.
Cuando preguntó por qué no podía ayudar a salvar a su mejor amiga de tres
secuestradores, él frunció el ceño y se alejó en dirección a su ordenador. Porque no te
quiero herida, Belle. Yo te protegeré. Incluso de mí mismo.
Sólo le había parecido oír la última parte ya que él murmuró en voz baja, pero ese
momento fue un punto de inflexión. Mientras Kellan pensaba que amenazarla con un
azote era lo peor que podía hacer, Belle se vio obligada a enfrentar la verdad: que no
quería pasar toda su vida sin saber lo que se sentía al tener las manos de Kellan sobre
ella. O las de Eric. O las de Tate. Pero ahora así lo parecía.
Se obligó a dejar los pensamientos sensibleros de lado.
—Dallas ha sido buena contigo. —Un poco de tristeza se deslizó en su voz. Desde
que Kinley se mudó con Dominic y los hermanos Anders, Law y Riley, no tuvo
mucho tiempo para su mejor amiga. Y ahora Kinley estaba embarazada. Aunque
todavía no se le notaba, sin embargo, Belle sabía que Kinley pronto estaría absorta en
todas las cosas del bebé. No ayudó el que ella viviera en Chicago y su posición como
empleada de confianza en Baxter, Cohen, y Kent consumía todo su tiempo.
Últimamente, ella estuvo pensando en cambiar eso. No podía imaginar no estar cerca
del niño de Kinley.
Belle simplemente había pensado que a estas alturas tendría uno suyo. O por lo
menos estaría pensando en comenzar su propia familia. Pero no estaba ni siquiera
cerca.
—Te extraño —dijo Kinley, tirando de ella para un abrazo.
—Yo también te extraño —admitió Belle, con los ojos llorosos. Ella realmente no
podía recordar un momento en que Kinley no hubiera sido su mejor amiga. Incluso
cuando asistieron a diferentes colegios y comenzaron sus carreras a unos pocos
cientos de kilómetros de distancia, siempre se tuvieron la una a la otra. Ahora todo
entre ellas era... diferente—. Me estoy cansando de echarte de menos. Tal vez debería
mudarme más cerca.
Kinley se apartó con un movimiento de su pelo rubio, sus cejas formando una V
de preocupación
—¿Lejos de Chicago? ¿Lejos de tus hombres?
Belle tomó otro largo sorbo de su cóctel y se obligó a tragar la amarga verdad.
—Ellos no son míos, Kinley. Nunca lo serán.
Kellan Kent, Eric Cohen y Tate Baxter eran magníficos abogados, pero ella
trabajaba para ellos. Eran sus jefes, no sus amantes. El hecho de que albergara
fantasías con ellos no significaba que alguna vez sintieran lo mismo. De hecho,
después de un año entero trabajando juntos, ni uno de ellos había dado un paso.
Belle ahora dudaba que alguna vez lo hicieran. Al parecer, su lugar estaba detrás de
un escritorio, no en sus brazos.
Ella habría sido feliz con cualquiera de ellos. Entonces descubrió que preferían
compartir las mujeres. Ese conocimiento le dio a su libido un tremendo impulso. Sí,
al principio se sorprendió, pero después de algunas consideraciones, aquello se
transformó en una extraña sensación. Los tres se convirtieron en una especie de
familia poco común, cada uno dependía de los demás para mantener el equilibrio.
No se podía imaginar a uno sin los otros dos.
Lamentablemente, aunque compartían mujeres, simplemente no parecían
inclinados a compartirla. O incluso a tocarla. El dolor que causó esa terrible verdad
se volvió demasiado difícil de soportar. Esta noche era su último intento. No sabía
cómo tener mejor aspecto. Si no se sentían atraídos por ella esta noche, entonces
definitivamente se había terminado.
Kinley frunció el ceño.
—Yo no sé nada de eso. Veo la forma en que te miran.
Belle también lo veía. O más bien pensaba que lo había visto. Cuando Kinley
estuvo en peligro y ellos temieron que ella fuera a meterse en eso, los tres entraron en
modo hombre de las cavernas súper-protector. Había sentido sus ojos en ella. Eso le
dio esperanzas. Pero tan pronto como el problema pasó al olvido, de nuevo volvieron
a tratarla como a una compañera de trabajo. Claramente, no querían perder una
secretaria realmente eficiente.
—Estás dándole demasiada importancia —insistió Belle—. Son perezosos. No
quieren tener que contratar a otra persona. Deberías ver al becario que trajeron. Es el
hijo de algún juez. Constantemente dice “tío” y le gusta su... ejem, refresco a base de
hierbas. No tengo ni idea de cómo ese chico va a conseguir aprobar la facultad de
derecho.
—No cambies de tema. Y deja de engañarte a ti misma. —Kinley se volvió a
colocar el pequeño velo, esponjándolo hacia fuera otra vez—. ¿Por qué no hablas con
ellos y les dices lo que necesitas? Los Doms no pueden leer tu mente.
—No estoy en el estilo de vida.
Kinley se entregaba a sus tres Doms en el dormitorio. Desde que comenzó en esa
trayectoria, se había vuelto muy directa sobre el aspecto de la comunicación D/s.
—Además, eso no es normal en las citas vainilla. Debería ser capaz de hacer
pucheros como cualquier otra mujer, y luego comer helado y poner música de chica
cabreada cuando no me salgo con la mía.
—Mocosa. —Kinley le guiñó un ojo—. Pero veo a través de tu sarcasmo. Estás
completamente interesada en su dominio. Y sé que te gustan.
¿Gustar? Belle estaba segura de que estaba enamorada de ellos.
Kellan era el macho alfa, todo poder y protección. Él lo tenía todo bajo control y
siempre la hacía sentir segura. Eric era el encantador, adecuado y divertido y era
realmente agradable estar cerca de él. Ella iba a almorzar o cenar con él a menudo, y
hablaban de películas, deportes, sucesos actuales, y de la vida. Era una mezcla
atractiva de atletismo y carisma. Y luego estaba Tate. Él creía que era el paria social
del grupo, pero Belle lo veía como el brillante empollón que se había convertido en
un tío macizo. La mitad del tiempo, ella se reía de las cosas escandalosas que salían
de su boca porque él no tenía filtro alguno. Eso también significaba que tendía a ser
el más honesto. Cuando le dijo que se veía hermosa, Belle le creyó. La otra mitad del
tiempo que pasó con él, a menudo la derribó con su asombrosa inteligencia. Su
mente la fascinaba tanto como su cuerpo.
Al parecer, todos sus sentimientos eran unilaterales.
—No creo que sea una buena idea, Kinley. Han tenido oportunidades y las han
pasado por alto. No son tímidos y si estuvieran interesados... lo sabría. En cambio,
los veo salir con otras mujeres. Me duele. —Belle sólo admitiría eso a su mejor amiga.
El dolor en su pecho se había convertido en algo real, físico—. No creo que pueda
más. Verte tan feliz, sabiendo lo que podría ser la vida, no puedo quedarme aquí en
el limbo, deseando y esperando. Tengo que seguir adelante.
Kinley le tomó la mano, sus dedos enredándose con los de Belle.
—¿Quieres que les lance pasteles de barro? Funcionó con Tommy Harte.
Belle se rió, recordando cómo Kinley venció al chico que se había burlado de ella
en cuarto. Pero ya no eran niños, y la venganza no haría que esos tres abogados la
amaran.
—Es una buena oferta, pero como he dicho, estoy pensando que es hora de seguir
adelante. No estoy haciéndome más joven.
Tenía veintiséis años y apenas había sido besada.
Kinley le apretó la mano, con los ojos muy abiertos.
—¿Todavía eres...?
—¿Virgen? —Belle frunció el ceño, tratando de no sentir vergüenza.
Se dijo que no tenía ninguna razón de tenerla. Tal vez fuera raro para los demás.
La mayoría de las chicas de veintiséis años tenían un par de amantes en su haber,
pero Belle era exigente con todo. Una vez se pasó tres meses para decidir sobre las
cortinas adecuadas para poner sobre la pequeña ventana en su cuarto de baño. No
iba a tomar un amante sólo para evitar que otros se rieran de ella. Esa parte de su
vida, o falta de ella, no le importaba a nadie.
—¿No crees que te lo hubiera dicho si lo hubiera hecho? —preguntó Belle—.
Aunque no recibí una llamada telefónica tuya hasta semanas después de que te
acostaste con tus chicos.
—Perdí mi virginidad durante un secuestro. Se llevaron mi teléfono o juro que te
habría llamado inmediatamente—. Kinley hizo el gesto de llamar—. Vamos, Gigi.
El Yorkshire de Kinley ladró un poco y saltó de su lugar cómodo en el bolso Prada
de Kinley. El perro tendía a viajar en cualquier bolsa de diseñador que Kinley
llevaba. El muy mimado chucho se estiró y bostezó antes de saltar a la otomana y
echarse. No hizo ni un movimiento mientras Kinley colocó el pequeño velo en su
cabeza.
Ese era un perro bien entrenado.
El sonido de los ladridos flotó a través de la puerta que se abrió y Dominic
Anthony entró. Se veía sofisticado con su pelo negro ingeniosamente revuelto y el
esmoquin perfectamente adaptado, pero el efecto estaba de alguna manera arruinado
por los tres cachorros que se retorcían en sus brazos.
—Kinley, cariño, sabes que te amo y quiero que tengas un buen día, pero voy a
matar a los cachorros ahora. Voy a hacer que sea rápido. No sentirán nada.
—¡No lo harás! Esos bebés dulces son la prueba del amor de Gigi y Butch.
—Son pruebas de que deberíamos haber castrado a nuestros malditos perros.
Número Dos se ha cagado en mis zapatos. Tres ha mordisqueado las cortinas de la
habitación del novio, así que estamos pagando por eso. Y Uno se comió una pastilla
de jabón, y luego estuvo quejándose por todas partes. Prométeme que nuestros hijos
no van a ser tan destructivos. —Puso a los cachorros abajo y ellos de inmediato
comenzaron a lanzarse por toda la habitación, en busca de travesuras.
—Sin promesas —dijo Kinley con una sonrisa descarada—. Tienes unos siete
meses antes de que comience el caos. Sin embargo, puedo prometer que no voy a
tener una camada. Sólo uno de momento. Y me aseguraré de que no se haga caca en
tus zapatos. Sabes, es realmente un signo de afecto, a ellos les gusta tu olor.
—¿Sí? A mí no me gusta el de ellos —se quejó Dominic—. Ahora que están
destetados, es el momento de encontrar hogares felices. —Poniendo una mano en el
estómago de Kinley, la besó, luego suspiró—. Y ahora tengo que limpiarme los
zapatos. Maldición. No te comas las condenadas cortinas de nuevo, Tres. Son caras.
Mientras el perrito ladraba, Dominic sacudió la cabeza y se fue.
Kinley y Gigi parecían totalmente acostumbradas al caos que les rodeaba. Belle
observó como los cachorros continuaron explorando la habitación, la nariz primero.
—¿Uno, Dos y Tres?
—Los chicos no me dejan que les ponga nombre porque piensan que voy a querer
quedármelos. —Acarició a su perro suavemente—. Gigi ahora ha sido castrada por lo
que no habrá más pequeñas sorpresas de cuatro patas. Pero voy a encontrar a estos
tres las mejores casas de todos los tiempos.
Belle esperaba que Kinley pudiera hacer milagros. Los pobrecitos no encontrarían
a nadie dispuesto a encargarse de ellos a primera vista. Eran una mezcla extraña de
Yorkshire y lo que demonios fuera Butch, el enorme perro de Dominic. En resumen,
eran unos cachorritos muy feos.
Pero ella tenía algo en común con ellos. También estaba buscando un nuevo
hogar. A pesar de que se había instalado en su apartamento de Chicago, de alguna
manera, nunca se había sentido como en casa.
Volvió a pensar acerca de la carta que recibió un mes antes. Había estado
posponiendo abordar la cuestión, ya que en la empresa tuvieron grandes casos a los
que hacer frente. No podía dejar a sus jefes en la estacada. Después estuvo
demasiado cansada por las recientes lluvias, demasiado asustada para renunciar hoy
cuando ellos mañana podrían cambiar de opinión. Encontró casi todas las excusas
para no sacudir el barco.
Pero observar a Kinley con sus maridos le aseguró a Belle que este barco
necesitaba ser movido. Había tratado de echar el ancla en Chicago... pero estaba claro
que era el momento para flotar en otros lugares.
—¿No es una novia hermosa? —Kinley levantó a Gigi y se quedó mirando su
angulosa carita canina. El maldito perro llevaba un vestido de novia.
Belle quería a Kinley, pero a veces, su mejor amiga estaba completamente loca.
—Sip. Vamos a seguir con esto. Al menos hay barra libre en esta boda, ¿verdad?
Con suerte la recepción no sería todo pienso para mascotas.
—Por supuesto —Kinley rió—. Sé que una boda perruna es una tontería, pero
Dominic, Law, y Riley insistieron en una ceremonia rapidita en las Vegas para
nosotros, pensaron que podrían escaquearse de una gran fiesta. ¡Ja! Puedo estar
haciendo una mujer honesta de mi Yorkshire, pero esa recepción va a ser para mí.
Tenemos un bar completo, y esos hombres van a bailar.
Belle tenía que concedérselo a su amiga. Kinley sabía cómo salirse con la suya.
—Bueno, voy a estar a tu lado.
Terminaron de prepararse y reunieron a los perros. Belle no podía dejar de pensar
que hasta el perro se iba a casar antes que ella.
Sin duda era hora de un cambio.

* *
—Estamos en una maldita boda de perros. Volamos desde Chicago para ver a dos
putos perros ladrar sus votos. Por favor dime que alguien más ve lo ilógico que es
esto. —Tate Baxter negó con la cabeza mientras miraba a la feliz “pareja”.
Gigi y Butch estaban sentados en los lugares de honor en la elaborada recepción,
cuencos de plata frente a ellos. Él a menudo se maravillaba de las locuras que las
personas hacían por sus mascotas. Nunca tuvo una, no vio la razón. Cuando quería
compañía, entraba en la habitación de Eric. Eso había provocado algunas situaciones
incómodas, ya que nunca vio ninguna razón particular para llamar primero.
—Lo es —estuvo de acuerdo Eric.
Tate se recostó en su silla en la mesa que compartía con sus dos amigos, todavía
seguía sacudiendo la cabeza.
—Pospuse preparar un caso importante esta noche para venir a este evento.
Bueno... más o menos. El caso estaba en su ordenador portátil, por lo que podría
fácilmente hacerlo en el viaje en avión de vuelta a casa mañana, pero ese no era el
tema. Desde luego, no vino porque tuviera gran deseo de ver casarse a dos perros.
—No exactamente —corrigió Eric—. Viniste por la misma razón que yo.
Queríamos estar donde estaba Belle. Pero bueno, esto terminó siendo la boda más
divertida que puedo recordar. El novio trató de tirarse a la novia en medio de la
ceremonia. Y justo en frente de sus tres hijos ilegítimos —bromeó—. ¿Y viste que uno
de los cachorros se meó en el pastor?
Kellan dejó la cerveza sobre el inmaculado mantel blanco delante de él,
sacudiendo la cabeza.
—No te engañes. Esta fiesta no era para los perros. Kinley en gran manera es la
estrella. Ella quería su gran boda y así es como la consiguió. Yo diría que se ha
ganado una buena paliza, pero Dominic ha sido blando.
Tate luchó duro para no poner los ojos en blanco. Kellan era inflexible. Se tomaba
toda la cosa de Dom demasiado en serio, si alguien le preguntaba. Lo que no hacían.
Y eso fue un error, porque era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta
de que le gustaba dominar sexualmente a una mujer, pero que necesitaba una mujer
que se hiciera cargo de él cuando perdía las pautas sociales o se olvidaba de ponerse
zapatos a juego, o cosas por el estilo.
—Tranquilo, está embarazada y están siendo indulgentes.
Law Anders estaba en la pista de baile con su esposa, balanceándose con la música
y con una gran sonrisa mientras se frotaba contra Kinley. El baile fue un misterio
para Tate durante años, hasta que Eric le explicó que en realidad era sólo una excusa
para que un chico frotara su pene por toda una chica y no ser abofeteado. Después de
eso, Tate vio totalmente la lógica y entendió por qué los hombres se tomaban la
molestia con el baile. Realmente ahora lo disfrutaba.
Mientras miraba a su alrededor, Tate buscó a Belle, esperando una oportunidad
para frotar su pene sobre toda ella. Dentro de la chica sería incluso mejor. Lo que
Belle permitiera.
Un año, dos meses y cuatro días. Cuatrocientos treinta días en total, pero odiaba
calcular su tiempo juntos de esa manera. Le deprimía. Diez mil seiscientas veintidós
horas no era mucho mejor, teniendo en cuenta que era el tiempo que pasó sin sexo.
Porque ese era el tiempo que pasó desde que puso los ojos por primera vez en
Annabelle Wright. Ella entró en su despacho con su currículum vítae en la mano, y él
sólo la miró, estupefacto. No creía en el amor a primera vista, pero encontró lujuria
en esa única mirada. Oh sí. Le echó una mirada a la diosa que solicitaba trabajo y
supo exactamente por qué había ido al gimnasio cinco veces a la semana desde que
cumplió diecisiete años.
¿Pero amor? Le costó una semana entera de consideración antes de decidir que se
había enamorado de Belle. Después de todo, él era un hombre cuidadoso, le gustaba
pensar las cosas.
—La indulgencia conduce al caos. Dominic va a lamentar el día que dejó que esa
sub corriera libremente. —Kellan frunció el ceño hacia Kinley.
Tate simplemente dirigió su mirada hacia la pista de baile.
—¿Quién es ese?
La mirada de Kellan se disparó directamente a la pista de baile y frunció el ceño.
Belle bailaba con un simio grandote cuya sonrisa parecía demasiado amable. Se
veía hermosa en su vestido de cóctel color esmeralda. Su cuello en V y las ajustadas
líneas del cuerpo que mostraban cada una de sus curvas. No era una mujer alta, pero
esos sexy zapatos negros que llevaba hacían que sus piernas se vieran deliciosamente
largas. Tate no tenía ni idea de cómo las mujeres mantenían el equilibrio en esos altos
tacones finos. Sin embargo, estaba bastante seguro que se verían geniales envueltos
alrededor de su cuello.
Lo único que no le gustaba de la manera en que se veía Belle era la expresión de
animación que mostraba ante el idiota que la agarraba. Entonces ella se echó a reír,
un sonido que siempre provocaba cosas extrañas en su interior.
Eric golpeó una mano grande en la espalda.
—Tranquilo, amigo. Ese es Cole Lennox, un investigador privado aquí en Dallas.
Hemos utilizado su empresa antes. Está felizmente casado, no creo que esté tratando
de hacer avances con nuestra chica.
A Tate todavía no le gustaba.
—¿Por qué no está bailando con su propia esposa?
Fue lo suficientemente racional para saber que los celos era una respuesta
completamente ilógica en esta situación. Técnicamente, Belle no era suya. Ella nunca
fue a una cita real con él. Habían ido a comer exactamente cincuenta y dos veces
durante el año pasado, pero hablaron sobre todo de trabajo. La llevó a la hora feliz
quince veces, donde ella siempre pedía tónicas de vodka, Cîroc o Grey Goose con
media rodaja de lima. Seguían hablando sobre el trabajo. Y del clima. Sin embargo,
nada de eso contaba porque ella le trataba como a un colega, no como a un novio. No
la había besado o dejado claras sus intenciones, así que no tenía derecho a estar
celoso de que Belle bailara con otro hombre. Por una vez, a él no le importaba no ser
coherente.
Kellan señaló al otro extremo de la pista.
—No puede, su hermano está bailando con ella, son gemelos y he oído que
comparten.
—¿En serio? —Tate se incorporó y lanzó una mirada desafiante a Kell y Eric —.
Estoy viendo un patrón aquí. Los gemelos Lennox se casaron con la misma chica.
Esos tres magnates del petróleo de allí tienen una sola mujer, y todos vimos al trío de
príncipes reales caminar con su novia. Demonios, todo el consejo de Anthony Anders
decidió casarse con la misma mujer. ¿Y eso no puede funcionar para nosotros?
Explícalo.
Ese fue el argumento que Tate oyó de Eric y especialmente de Kellan durante el
último año, desde la noche en que se sentaron en la oficina y cada uno admitió que
estaba loco por su nueva secretaria, asistente administrativa, jefa de personal. Belle
había cambiado su título más de una vez. Se oponía al término de secretaria, pero
Tate pensó que eso era sexy.
Kellan suspiró, volviéndose hacia él.
—El hecho de que funcione para otras personas, no significa que funcionara para
vosotros dos.
—¿Nosotros dos? ¿En serio? ¿Todavía vas a jugar de esa manera? —Desafió Eric—
. Dime que no la quieres, también.
Kellan entornó los ojos. Tate hizo un estudio casi científico de sus amigos en un
intento de entenderles realmente. Kellan tenía cuatro expresiones principales que
utilizaba como máscaras. Ésta en particular, Tate la había llamado “capullo terco”.
Kellan la utilizaba mucho.
—Por supuesto que la quiero. Nunca lo he negado. Es una mujer hermosa, por no
hablar de encantadora, amable, y muy inteligente. Si yo estuviera interesado en
casarme de nuevo, estaría sobre ella. Pero no lo estoy, y dudo que Belle sea el tipo de
mujer que tiene sexo sin ataduras.
—Quiero ataduras. —Tate necesitaba dejar eso brutalmente claro porque sus
compañeros parecían olvidarlo constantemente. Deberían tomar notas durante sus
conversaciones como él hacía a menudo. Pero, de nuevo, nadie le pidió su opinión—.
Quiero ser enredado en todas sus cuerdas. Ella es la única. Entiendo que lo que
queremos es inusual, aunque en realidad no parece de esa manera hoy. Juraría que
los perros son la única relación no ménage en esta sala. Belle puede sorprenderse de
que todos la queramos, pero no va a alucinar. Le parece bien el matrimonio de
Kinley.
Eric suspiró.
—Tal vez, pero debemos tener cuidado. No ha salido con nadie desde que
comenzó a trabajar con nosotros.
Tate lo sabía muy bien ya que estuvo atento a ella. Con suerte, Belle nunca sabría
el alcance de su observación debido a que lo que hizo era algo ilegal. Y posiblemente
un poco acosador.
—Hay alguna razón para eso —continuó Eric.
¿No lo pillaban?
—Debido a que está esperando a que hagamos un movimiento.
—O que solo está trabajando duro y no está lista para sentar la cabeza —señaló
Kellan—. Es joven, hombre.
—No es como si fuéramos viejos.
Al menos Tate no se sentía viejo. Tenía treinta y dos años. Teniendo en cuenta que
el promedio de vida de un varón americano era de setenta y seis años, eso no sonaba
viejo. Entonces hizo los cálculos y se dio cuenta de que tenía recorrido un cuarenta y
dos por ciento de su aceptada esperanza de vida. Cuarenta y dos por ciento, se
acercaba a la mitad. Cuando lo vio de esa manera, se sintió viejo. Se negó a perder
otro segundo.
—Eso es todo. —Tate se puso de pie y se arregló la corbata—.Voy a entrar.
Dios, esperaba verse medio decente porque a menudo llevaba la ropa arrugada y
no se daba cuenta. Probablemente todavía estaría usando protectores de bolsillo si no
se hubiera convertido en un buen amigo de Eric en secundaria.
Le dio clases de álgebra II al atleta, y Eric le enseñó que los vaqueros no debían ir
por encima de los tobillos. Fueron un dúo extraño, el atleta y el empollón. Pero su
relación significaba más para él que cualquier otra. Sus padres eran intelectuales fríos
que le dijeron que falló al no ir tras logros académicos, porque sí, estudiar derecho en
Harvard fue un paseo. Sus hermanos se preocupaban más de sus experimentos que
de la familia. Así que Tate y Eric se pegaron como hermanos, y Kellan se juntó con
ellos después de la universidad para formar el trío unido.
Pero Tate ahora se dio cuenta de que necesitaba más. Necesitaba a Belle. Ellos
también, pero estaban completamente en Babia... Bueno, ella tenía que venir primero.
—Voy a hacerlo. Voy a ofrecerle mi pene.
La cabeza de Eric golpeó la mesa y gimió.
—Amigo, ¿cómo vas a conseguir alguna vez tener sexo?
Bueno, no era experimentado pero al menos era honesto.
—Belle ya tiene mi corazón. Me gustaría que también tuviera mi pene ¿Es eso
mucho pedir?
—Si se lo preguntas de esa manera, te dará un tortazo —señaló Kellan.
La frustración brotó y se sentó de nuevo.
—Maldita sea, es por eso que tenemos que ir tras ella como un paquete. Yo no soy
bueno en las cosas suaves.
—Por cosas suaves, se refiere a cualquier tipo de comunicación real con una mujer.
—Eric puso los ojos en blanco.
Ellos perdieron totalmente el punto.
—Me comunico bien, sabrá lo que quiero y cómo lo quiero.
—Lo cual es precisamente la razón por la que Belle sabrá dónde va a querer darte
el siguiente cachete. —Kellan negó con la cabeza—. Esto podría ser una mala idea,
pero no hace daño bailar con ella. ¿Puedes hacerlo sin pedirle que tome tu pene en
matrimonio?
No estaba completamente seguro, su pene tenía mente propia.
—Voy a tratar de manejar la situación.
—Bien. Vamos, entonces. Voy a hablar con Eric —Kell suspiró—. Creo que
realmente necesitamos encontrar la manera de manejarla. No puedo soportar la idea
de otro incómodo viaje de vuelta en el avión. Ella no me habló en todo el vuelo. El
enfoque de no intervención no está funcionando. Tengo la sensación de que está casi
lista para tirar la toalla y dejarnos. —Los ojos de Kellan se estrecharon súbitamente.
—Y ese imbécil no está casado. Ve. Asegúrate de que no pone las manos en Belle.
La mirada de Tate voló hacia ella. Efectivamente, un tipo estaba interceptando a
Lennox. Él miró de reojo hacia abajo a Annabelle, luego miró directamente sus tetas.
Esas tetas eran suyas, maldita sea. Por lo menos tenía pensado que esas tetas le
pertenecieran a él. Bueno, un tercio de ellas de todos modos.
—Buscad una solución porque voy a hacer un movimiento hacia el final de la
noche, y si me dejáis esto a mí, se podría ir todo al infierno.
Sabía que era el idiota social del grupo, pero era el único completamente honesto
consigo mismo. Belle era la única para ellos tres. Le hacía sentirse como la mejor
versión de sí mismo, le animó a que le importara un comino lo que pensaran los
demás, le ayudó a no dejarse pisotear, y no le dio otra opción más que amarla. Sin
duda, el mundo real pensaría que Eric, Kell y él eran monstruos por amar a la misma
mujer, pero el mundo real apestaba. Según ellos, él fue un friki la mayor parte de su
vida. ¿Y qué? Tenían su círculo de amistades, y todos tenían una relación similar con
sus propias esposas, para hacerles sentirse normales.
De cualquier manera, no iba a dejar que Belle se le escapara de entre los dedos. Él
tenía un coeficiente intelectual a nivel de genio, pero descubrió algo que sus padres y
hermanos no: Su intelecto no significaba nada si no tenía gente a quien amar,
aquellos que realmente lo amaban recíprocamente. Un Premio Nobel no le
mantendría caliente por la noche, no le daría algo por lo que vivir.
Pero ella sí.
Tate la miró por un momento, amando la manera en que la luz jugaba con el color
café de su piel. Belle sonrió a su pareja de baile, su expresión iluminaba todo el
maldito mundo.
Ella era suya, y él estaba cansado de esperar. Ya era hora de comenzar realmente
su vida y eso significaba que era hora de reclamarla.
Joder, esperaba no pisarle los pies.
Capítulo 2

Kellan observó a Tate tomar torpemente a Belle en sus brazos, tratando de


encontrar su ritmo. No tenía ni idea de bailar, pero sin duda lo intentaba. Belle no se
vio afectada por sus movimientos atropellados. Ella le ofreció una sonrisa brillante y
lo siguió con la gracia de una mujer que movía su cuerpo fácilmente y bien.
Se movería de esa manera en la cama, reaccionando a cada toque de su pareja con
gracia sensual. Lo seguiría, dejando que la guiara, permitiendo que su Dom tomara
el control de la situación para darle máximo placer.
Él daría cualquier cosa para ser ese Dom.
—No le puedo contener mucho más tiempo —dijo Eric, inclinándose sobre la
mesa—. La verdad es que no quiero. Estoy con Tate en esto. Es hora de averiguar lo
que hay entre nosotros.
Kellan estaba bastante seguro de que algo fuerte les conectaba a ellos y a
Annabelle Wright. El lazo invisible femenino que tiraba de él, incluso cuando trató
de romper los lazos, era lo que más temía.
Nunca deseó a una mujer como deseaba a Belle, ni siquiera a su propia ex mujer.
Ese deseo iba mucho más allá de lo físico. Quería el derecho de protegerla y poseerla,
ser su mejor amigo, amante, confidente y apoyo. Quería conocerla por dentro y por
fuera. En resumen, quería ser su todo. Kell suspiró. Cabrón. Conocía sus estrictos
límites y el matrimonio era uno de ellos. No podía pasar por lo mismo de nuevo, la
primera vez fue un desastre. No había razón para pensar que conseguiría algo mejor
la segunda.
Belle se merecía a alguien que pudiera amarla sin vacilación y confiar en ella con
todo su corazón. Kell había perdido enormes trozos suyos con el paso de los años.
Belle era dulce, valiente, inteligente y divertida. Y leal, admitió. Todo lo que quería
en una mujer. Y nunca confiaría por completo en la chica por causas ajenas a ella.
Belle se merecía algo mejor.
Eric observó bailar a su mejor amigo. Kellan volvió a mirar al gran bobo con un
movimiento de cabeza. Tate se elevaba sobre Belle alrededor treinta centímetros, sus
largos brazos envueltos alrededor de su pequeña figura. Su 48 no era precisamente
de lo más ágil o ligero, pero de alguna manera Belle y él se veían bien juntos. Se veía
correcto. Kell sabía que debería estar feliz por Tate y Eric, y lo estaba, pero verles
crear su “felices para siempre” iba a doler.
Aún así, les quería, por lo que se haría a un lado. Kell se lo debía, después de todo
ellos le salvaron.
Los tres fueron juntos a la escuela de derecho. Para entonces, Eric y Tate ya se
habían convertido en un equipo, arreglándoselas para seducir mujeres a diestro y
siniestro.
Después de la graduación, Kell se casó y pensó que había encontrado su futuro.
Luego todo se vino abajo. Lo siguiente que supo Kellan es que huyó de DC sólo para
encontrarse durmiendo en el sofá de mierda de Eric y Tate en una zona mala de
Chicago. No pasó mucho tiempo antes de que les empezara a enseñar cómo
administrar realmente una oficina, porque mientras ellos eran grandes abogados,
resultaron ser pésimos hombres de negocios.
A Kell le alivió tener algo que ofrecerles. A cambio de su amistad, por ser las
únicas personas en el mundo dispuestas a acogerle cuando estuvo hundido.
¿Realmente iba a verles establecerse con Belle y no unirse a ellos?
—Tate pensó en reclamarla dos semanas después que ella vino a trabajar para
nosotros, lo sabes. —Eric se echó hacia atrás, inclinándose negligentemente contra su
silla mientras observaba a la pista de baile—. La habría abordado con buenas
intenciones, pero probablemente hubiera dicho algo terriblemente estúpido que la
habría hecho huir. ¿La única razón por la que no lo intentó? Estaba preocupado por ti
y sabía que ella también te gustaba, pero no quería hacerlo mal y avergonzarte.
También sabía que no estabas preparado.
—Oh, dudo que esperara a alguien más que a ti. —Tate era la otra mitad de Eric. A
veces Kell se preocupaba de no ser más que el añadido, el que arbitraba cuando era
necesario. Aunque aparentemente opuestos, Tate y Eric tenían una conexión casi
psíquica que Kell no entendía completamente.
Eric frunció el ceño en su dirección.
—¿Yo? He estado preparado. Y confía en mí, no retrasó el ir detrás de Belle porque
estuviera preocupado por avergonzarme. Lo hace todo el tiempo sin importar lo
mucho que deseo estrangularle. Pero él te admira, de hecho me dijo que eras muy
inteligente.
Kellan resopló. Tate no creía que nadie fuera inteligente.
—Estaba siendo sarcástico.
—No lo estaba siendo. Tate puede ser un zoquete a veces, pero es honesto. Sabe
muy bien que nos salvaste.
Hace años, pero Tate era un poco como un elefante. Nunca olvidaba.
—Pusisteis demasiado dinero en efectivo en la propiedad. No teníais un buen
sistema de facturación o las cuentas pendientes de pago en orden. Sólo vine y
gestioné mejor el dinero.
—Nos salvaste. Pensábamos que éramos la hostia después de graduarnos. Éramos
unos arrogantes pero tú supiste qué hacer.
Él solo ajustó algunos procesos e hizo algunas llamadas a los banqueros que
conocía para renegociar algunos préstamos. Entonces, se unió a la empresa.
—Yo no tenía trabajo y no iba a encontrar uno en DC. Arreglé los problemas de la
empresa tanto para vosotros como para mí.
—Somos un equipo. —Eric puso una mano en su brazo, un gesto familiar que
Kellan había llegado a ver como afecto real—. Trabajamos juntos entonces. Vamos a
trabajar juntos ahora. Sé que probablemente nunca pensaste que ibas a terminar en
una relación ménage, pero mira a tu alrededor. Puede funcionar. Dios, hombre,
especialmente para ti.
—¿Por qué carajo dijiste eso?
Eric no reculó. Era una de las razones por las que seguían siendo amigos. Eric veía
a través de sus gilipolleces y no permitía que Kell le empujara.
—Porque si te quedas solo, morirás de esa manera. Es posible que tengas sexo,
pero nunca realmente vas a dejar entrar a una mujer.
Eso no era nada que no supiera ya.
—¿Queréis a Belle?. Lo respeto, pero no tengo ningún interés en sentar la cabeza.
Estuvo allí. Lo hizo. Consiguió que le arrancaran el alma del cuerpo y que se le
mearan encima.
—No creo que le vayas a dar a cualquier relación el tiempo suficiente para crecer
sin nosotros. Pero si Tate y yo manejamos el trabajo pesado al principio, puedes
suavizarte lo suficiente como para darte cuenta de que no todas las mujeres son como
tu ex esposa. No tienes que comprometerte ahora. Tate y yo nos haremos cargo de
ella hasta que estés listo.
Eric le estaba ofreciendo las llaves del reino. Sexo con la mujer por la que estaba
loco, y sin una pizca de responsabilidad por lo que no se acercaría demasiado. De esa
manera, ella no podría romperle el corazón. ¿Qué más podía pedir?
Miró hacia la pista de baile a tiempo para verla girar en su dirección. Se rió de algo
que dijo Tate. Dios, su vitalidad hacía de ella la mujer más bella de la habitación. Sus
labios estaban curvados hacia arriba y sus ojos brillaban. Su bondad venía desde el
interior. Todo en ella le obligó a mirarla. Belle disfrutaba de la vida de una manera
que él nunca hizo. Kellan podría haber crecido con todos los privilegios imaginables,
pero no creía que jamás hubiera sonreído de alegría en la forma en que ella lo hacía.
Tate bajó la mirada hacia ella y el hijo de puta sonrió. Era un empollón
empedernido de primera categoría que diseccionaba cada situación y sin reparar en
los sentimientos de nadie. Pero el hombre prácticamente se derretía cuando estaba
cerca de Belle. Desde que entró en su vida, ella le sugirió a Tate que dejara de
estudiarlo todo hasta el fondo y simplemente disfrutara de la vida. La
transformación no fue de la noche a la mañana, pero después de un poco de
entrenamiento de Belle y un montón de pensamiento consciente, él se relajó hasta
volverse casi humano.
Hacía un año, Eric trabajaba cada hora del día. Belle le instó a deshacerse de la
mentalidad de su padre de que ser nada menos que el número uno simplemente le
hacía un perdedor. Ella lo ayudó a perdonarse por casi haber fracasado poco después
de que Tate y él abrieron el bufete. Después de unos meses de escucharla, el peso
lentamente se levantó de sus hombros. Ahora, incluso se tomaba un día de
vacaciones de vez en cuando.
Tenían todas las razones para amar a Annabelle.
Ella le dijo algo a Tate que le hizo reír. Entonces él envolvió su mano en la suya y
la guió fuera de la pista de baile cuando la música se desvaneció. Alguien golpeó
suavemente un tenedor contra un vaso de vino para llamar la atención de la
multitud.
A medida que la pareja se acercaba, Eric se inclinó hacia Kell con un susurro.
—Todo lo que digo es que eres bienvenido a unirte a nosotros. Nos ayudaste
cuando estábamos en problemas, hombre. Déjanos ayudarte. Tate y yo nos
encargaremos de todo. Vamos a instalarla en nuestra casa. Todo lo que tienes que
hacer por ahora es ser amable y aparecer para el sexo.
Su casa era grande, de dos pisos, parecía preparada para niños y una esposa y
toda esa mierda residencial a la que Kell renunció mucho tiempo atrás. Lo invitaron a
alojarse en una de las habitaciones vacías, pero él necesitaba su propio espacio.
Demonios, eso era lo que él mismo había dicho. La realidad era que no quería
rondar por esa gran casa con todas sus promesas silenciosas burlándose de él.
Barbacoas en el patio trasero, cenas familiares, y niños jugando. Eric y Tate se
dirigían hacia un destino que no podía manejar. Sería beneficioso para todos si se
mantenía aparte.
¿Pero y si podía tener algunas noches robadas con ella? No solo, por supuesto.
Respetaría totalmente su derecho sobre ella. Después de todo, ellos se encargarían
financiera, mental y emocionalmente de Bella. Kellan se limitaría a ser la persona que
le llevara placer momentáneo.
Belle se dejó caer en la silla de al lado. Se había sentado en la mesa de honor
durante la cena, pero tan pronto como el baile comenzó, volvió con ellos.
—Vamos, chicos. Parece que Kinley va a ir a por todas. Rezad para que no me
pida brindar por los novios. No tengo ni idea de lo que voy a decir.
Pero se le ocurriría algo. Joder, si Kinley le pidiera que les diera una serenata a los
perros, Belle se levantaría y cantaría porque no tenía miedo.
—Antes de bailar más, quería invitar a la dama de honor a que se pusiera de pie
para decir unas pocas palabras acerca de la novia y el novio y su hermoso amor el
uno al otro. —Kinley señaló con la cabeza hacia su mesa.
La novia estaba dormida, acurrucada en su silla. El novio se rascaba la oreja
mientras miraba hacia la habitación.
Belle suspiró, pero se puso de pie.
—De acuerdo entonces. Mi amiga está loca y voy a hablar de amor perruno. Un
día más en mi descentrada vida.
Él observó como Belle cruzaba la habitación hacia Kinley y tomó el micrófono.
—El amor viene en muchas formas. Gigi y Butch...
Ella continuó, hablando de adoración, respeto y compromiso.
—Tate tiene razón. Creo que debemos ir —dijo Eric—. ¿Qué dices?
—¿En serio? —Cuando él asintió con la cabeza, los ojos de Tate se abrieron como
platos—. Gracias a Dios. Fui a la pista de baile y empezamos a hablar. No podía
pensar en nada que decir, excepto lo mucho que admiraba la simetría de su rostro. Le
di porcentajes como prueba de lo simétrica que era su cara porque extrapolé
mediciones de sus fotos. Era eso u ofrecerle mi pene.
Eric suspiró largo y duro.
—Será un milagro si ella acepta.
Kell asintió en silencio. Pero si Belle lo hacía, él podría tener un par de noches de
felicidad. Sus amigos la podrían cobijar bajo su protección y cuidado. Se asegurarían
de que no le hacía daño a Belle.
—De acuerdo. Si vamos a acercarnos a ella, tendremos que formular un plan de
juego pronto. No más porcentajes o números, Tate. Juguemos esto suave y fácil. Ella
no sabrá lo que la golpeó.

* *
Eric se quedó mirando a Belle dos horas más tarde, deseando que hubieran tenido
la oportunidad de planear su derribo y preguntándose por qué demonios perdieron
tanto tiempo. Mientras se balanceaban con la música, ella suspiró y apoyó la cabeza
en su hombro. ¡Se veía tan perfecta en sus brazos!
Por supuesto, pensaba que todo en ella era perfecto, por lo que no le debía
sorprender. Lo que también se sentía correcto era el hecho de que sus dos mejores
amigos estaban esperando entre bambalinas para continuar con la seducción. Bueno,
estaba Kellan. Estaba bastante seguro de que Tate todavía estaba planeando ofrecerle
su cháchara en un discurso extrañamente formal que haría encoger a Eric.
Afortunadamente, Belle conocía bien a Tate. Probablemente sólo se reiría.
—Kinley está tratando de conseguir que me quede uno de esos horribles
cachorros. —Arrugando la nariz, Belle miró hacia la mesa principal.
Eric había visto a las criaturas antes mencionadas. Esas tres pequeñas cosas
causaron estragos durante toda la noche. Los hermanos Anders estuvieron tratando
desesperadamente de contenerles y controlarles, pero esos cachorros retozaban por
todas partes, ladrando y masticando una mezcla inquietante de cortinas, comida del
buffet, y zapatos que alguien se había quitado para bailar.
—Sólo dile no.
Belle frunció el ceño.
—Es difícil decirle que no a Kinley. Y no es como si tuviera una alocada vida
plena, tal vez debería pensar en una mascota.
Ella no tenía que pensar en nada, excepto en que dentro de poco tendría tres
amantes que requerirían la mayor parte de su atención. Él tenía toda la intención de
tenerla instalada en la casa que compartía con Tate durante la semana, con suerte sin
un bicho revoltoso.
—Tal vez más tarde. En este momento, tienes que pensar en algo más importante.
Sus magníficos ojos oscuros se abrieron.
—¿Como qué?
Eric tomó aire tonificante. Era el momento de ver si podía llevar al testigo adonde
él quería que fuera.
—Quiere decir que debes pensar en tu futuro, Belle. ¿Qué es lo que realmente
quieres de la vida?
Incluso mientras se movía con él, pudo verla reflexionando en sus palabras.
—He estado dando a esto algún pensamiento, en realidad.
Eso le animó.
—¿Sí?
—Bueno, ya que has leído mi currículum vitae, sabes que fui al Instituto Pratt en
Brooklyn para el diseño de interiores. Últimamente, he estado pensando en ejercitar
lo que sé.
Sus palabras lo lanzaron a un bucle. ¿Qué tenía que ver el diseño con el amor de
su vida?
—¿Estamos hablando de decoración?
Sí, había sabido desde el momento en que ella entró en las oficinas de Baxter,
Cohen, y Kent que no iba a ser feliz como su secretaria para siempre, pero pensó que
se quedaría un poco más. Y pensaba que esta noche, después de la boda, incluso si se
trataba de una unión perruna, tendría el romance en su mente.
—Sí. Siempre me ha gustado el diseño de viviendas especialmente. Incluso cuando
era niña y estábamos viviendo en un apartamento de dos habitaciones, sólo mi
madre y yo, pensaba en todas las maneras en que podría hacerlo bonito. La gente es
más feliz cuando su entorno es eficiente y encantador. Me gusta escuchar los
problemas de los clientes con el espacio, entonces hacerlo más funcional y elegante.
Sabía que Belle fue al Instituto Pratt y consiguió una licenciatura en arte, pero
nunca se preguntó donde estaba concentrada. Eric estuvo demasiado ocupado
mirando sus tetas para hacerlo. Ahora eso lo consumía. Ella era preciosa y tan
genuina que le dolía a veces. Él debía saber más acerca de sus necesidades, pasado,
sueños y deseos. Apostaría que Tate lo sabía todo, hasta el último detalle.
—¿Qué edad tenías cuando tu padre murió?
Su expresión no cambió en absoluto.
—Once. Me gustaría recordar más acerca de él. Mi madre era el ama de llaves de
la familia Kohl.
Los padres de Kinley. Sabía que Annabelle creció con la familia Kohl en su casa de
piedra rojiza en el Upper East Side de Manhattan. Vio la buena vida, pero en realidad
no fue parte de ella porque Belle vivió en las dependencias del servicio.
—¿Es así como os convertisteis en tan buenas amigas?
Era obvio, pero haría cualquier pregunta si eso la mantenía en sus brazos.
Ella asintió.
—Crecimos juntas. A pesar del dinero de su familia, también la enviaron a la
escuela pública. A menudo teníamos las mismas clases, pero nadie podía separarnos
después de la escuela. Mi madre nos preparaba tentempiés, mientras hacíamos
nuestros deberes juntas.
Ella tenía una expresión ansiosa.
—¿Por qué dejaste Nueva York? — él frunció el ceño.
—Conseguí un trabajo en una empresa de diseño aquí en Chicago, pero se fue a
pique menos de un mes después de ser contratada. Yo estaba colgada sin dinero.
Apenas podía permitirme mi mierda de apartamento y tenía un centenar de miles de
dólares en préstamos de la universidad para pagar. Pensé en regresar a Manhattan,
pero simplemente no podía volver fracasada. Así que empecé a buscar otros trabajos.
Fui asistente de un director general por un tiempo y aprendí la función
administrativa antes de tener que dejarlo.
Sí, él se preguntaba acerca del breve trabajo que aparecía en su currículum. Tenía
sus sospechas sobre la forma en que terminó.
—¿Tuviste que dejarlo? ¿Por qué?
—Mi jefe decidió que mi trabajo debía ser más íntimo...
¿Estaba diciendo lo que él pensaba?
—Repítelo otra vez.
Annabelle suspiró.
—Me persiguió alrededor de su escritorio y me dijo que debería hacer la mayoría
de mi trabajo sobre mi espalda con las piernas abiertas.
Por lo que el gilipollas la había acosado sexualmente, tal como él sospechaba.
Joder. Joder. Joder. La cólera hizo estragos en Eric. Sin embargo, ¿no era eso
prácticamente lo mismo que había estado pensando en pedirle a Belle? A pesar de
que no imaginó tener que perseguirla. Esperaba que ella simplemente quisiera abrir
las piernas para él.
Bueno, demonios. ¿Ahora qué?
—Esa es una mirada escalofriante. —Pero Belle no pareció siquiera un poco
asustada mientras buscaba en su rostro. Luego sus labios se curvaron en una
sonrisa—. Guau, son siempre los más callados.
Eric retrocedió. ¿Había adivinado lo que estaba pensando?
—No soy callado.
A veces, él era el único chico en la oficina que hablaba. Cuando Tate se ponía
obsesivo y Kellan comenzaba a cavilar, Eric tenía que encontrar la correcta
bienvenida o palabras tranquilizadoras para sus clientes.
—Seguro que lo eres. Oh, puedes ser comunicativo y social, pero ocultas más.
Kellan le gruñe al mundo, y mientras el león no me explique cómo consiguió esa
espina en la pata, es obvio que está herido. Y sin ningún tipo de filtro, Tate no tiene la
menor idea de cómo ocultar lo que está sintiendo. Pero tú... —Ella lo estudió, con una
expresión casi burlona—. Eres el que no puedo precisar con claridad.
Tate era tan bueno ocultando sus sentimientos que Belle le dio crédito ya que aún
no se había dado cuenta de lo loco que estaba por ella. Eric esperaba que no lo hiciera
antes de que estuviera demasiado metida como para asustarse por la marca personal
del interés de Tate.
—Soy un libro abierto, corazón.
—¿De verdad? Entonces, ¿por qué vas en plan hombre de las cavernas conmigo?
—¿Hombre de las cavernas? Estoy bailando como Astaire. No gruño o rujo al
hablar.
—Tal vez no, pero parecías a punto de matar a alguien. Nunca te había visto así.
Eres generalmente suave como la seda, incluso cuando estás enfadado.
Debido a que fue muy cuidadoso a su alrededor.
—No me gusta la idea de algunos viejos verdes tratando de utilizar su posición
para conseguir llevarte a la cama.
Kellan tenía mil y una razones propias y Tate no sabría cómo seducir verbalmente
siquiera a una puta para que se quitara la ropa, pero Eric estaba nervioso por todo el
asunto “jefe”. Nunca lo admitiría, pero era una de las razones por las que no hizo un
movimiento, junto con el factor de Tate... y lo que probablemente vería como un
“ménage sorpresa”. A pesar de las múltiples razones para no ir tras ella, Eric vio sólo
una verdadera razón por la que debería, porque no podía soportar la idea de no
saber nunca lo que significaba hacer el amor con ella.
—Bueno, os encontré, y ahora no tengo nada de qué preocuparme. No tenéis que
follar a la secretaria. Ya os habéis pasado por la piedra a la mitad de la población
femenina de Chicago.
¿Era amargura lo que detectaba? Belle había tomado un par de copas de vino.
Siempre estaba controlada, muy refinada y tranquila.
Eric consiguió reírse.
—Ciertamente, no estamos siquiera cerca de la mitad.
Ella se encogió de hombros poniendo los ojos un poco en blanco.
—No importa. ¿Cuándo empezasteis Tate y tú a compartir a vuestras amigas?
Fue la primera vez que reconoció que sabía que tomaban juntos a las mujeres. Tal
vez el ménage no sería una sorpresa después de todo. ¿Se había imaginado... o
prestado atención? Eric no estaba seguro. Belle hizo la pregunta sin una pizca de
desdén, sonando simplemente como un amigo preguntándole a otro sobre una
curiosidad.
La esperanza comenzó a retumbar a través de su organismo. Era bueno en leer el
lenguaje corporal, para ver el significado oculto debajo de simples palabras. A
diferencia de Tate, la mayoría de los seres humanos no solo se lanzaban por ahí.
Dejaban el tema a un lado. Hacían preguntas, igual que lo hizo Belle.
—Estábamos en la escuela secundaria.
—¿En serio? ¡Cielos!, en la escuela secundaria yo estaba preocupada por los finales
y si me habían invitado o no al baile de graduación.
Él se preguntó si no habría sido lo suficientemente inteligente como para haberla
visto en ese entonces. Probablemente no. Era muy tonto. No le importaba nada más
allá del siguiente partido, la próxima fiesta, el siguiente polvo.
—Bueno, no me preocupaba lo suficiente acerca de los finales, por lo que terminé
conociendo a Tate.
—Pensé que proveníais de diferentes círculos sociales.
—Totalmente, el padre y la madre de Tate eran académicos, profesores de la
universidad cercana. Sus hermanos estaban todos metidos en la ciencia. Yo era un
deportista tonto. Mi padre conducía un camión. Mi madre era camarera. Todo lo que
quería era ser quarterback en la NFL. —Parecía divertido ahora. Había llegado tan
lejos del camino estrecho que una vez le pareció su única forma de salir de la
existencia de clase media-baja que detestó. Su padre le enseñó a desear aquello más
que nada.
Ella sacudió la cabeza como si no pudiera imaginar.
—¿Qué pasó?
—Álgebra II. Fui enviado al banquillo porque estaba suspendiendo matemáticas el
semestre de otoño de mi tercer año. Mi madre, en realidad, se alegró porque tuve la
segunda conmoción cerebral esa temporada. —Todavía podía oír a sus padres
discutiendo, mientras estaban de pie en su habitación del hospital. Su madre insistió
en que dejara el fútbol en ese momento, y su padre le preguntó en qué demonios más
era bueno su hijo.
El propósito se volvió cuestionable cuando su grado de Álgebra II descendió por
debajo del aprobado y fue enviado temporalmente al banquillo. Al necesitar un tutor,
conoció a Tate, un bobo de primer orden. Por alguna razón, algo entre ellos hizo clic,
y empezaron una amistad que conformó el resto de su vida.
—¿Aprobaste? —Ella le lanzó una pequeña sonrisa de curiosidad que casi parecía
coqueta.
Nunca olvidaría como se sintió cuando el señor Zimmer le aprobó ese examen
final.
—Terminé con un notable. Seguí con cálculo. Pasé del grupo de aprobados a las
categorías de honor y fui a la universidad con una beca. Doy gracias a Tate por eso.
Me enseñó que era inteligente.
—¿Y qué le enseñaste tú?
—Que era más que la suma de sus conocimientos. —Fue el primer amigo
verdadero de Tate—. Sus padres me odian hasta el día de hoy porque creen que lo
llevé al lado oscuro, en otras palabras, las chicas.
—¿Lo hiciste? —Annabelle parecía divertida.
—No. Tate siempre estuvo interesado en las mujeres. Sólo que no creía tener
posibilidades. Le ayudé a mejorar sus posibilidades.
—¿Compartiendo chicas con él?
—Al principio no. Para empezar, comenzamos a trabajar juntos después de la
universidad. Le enseñé cómo vestir. Todavía no he sido capaz de impartir cualquier
nivel de charla tranquila con él, pero es genial. No estoy seguro de saber qué hacer
con un Tate que no metiera la pata tres veces al día.
—Me gusta lo honesto que es. —Se balanceó cuando la música cambió a un ritmo
más lento—. Siempre puedo confiar en lo que dice porque no tiene ganas de mentir.
Por supuesto, esto también significa que cuando le pregunté si me veía gorda con
unos tejanos, conseguí un porcentaje. Me dijo que sólo parecía un tres por ciento más
gruesa y luego pasó a explicar cómo el corte de los pantalones vaqueros añadía
ligeramente un poco de imagen visual. No entendí su cálculo, pero dejé de comprar
pantalones vaqueros de corte recto de todos modos.
Ese era Tate en pocas palabras.
—Él no tenía intención de hacer que te sintieras mal.
—No lo hizo. También dijo que dadas mis dimensiones relativas, un bajo
porcentaje de cambio en la masa corporal perceptiva no disminuía mi atractivo.
Eric no pudo evitar reírse. Así era como Tate le diría a una mujer que él pensaba
que era sexy.
Vio a su amigo, estaba justo al lado de la pista de baile, obviamente,
observándolos y esperando. ¿Belle estaría impactada por lo que querían?
—Me alegro de que todo funcionara para vosotros dos. Simplemente no funciona
así para mí. Creo que podría ir de nuevo a diseño. —Ella dijo las palabras en voz tan
baja que se tuvo que esforzar para escucharla.
—¿Qué quieres decir? ¿Además? —Ella ya trabajaba bastantes horas. Si ellos
estaban en la oficina, solía quedarse también. No estaba seguro de cómo iba a
trabajar en un hobby.
—No. Estoy pensando en hacer un cambio. Supongo que debería advertir a los
chicos. Esto ya no es lo que quería hacer con mi vida. No es que no me guste mi
trabajo, y todos sois geniales, pero necesito algo más. Te observo a ti, a Kell, y a Tate.
Tenéis un propósito. Estáis haciendo lo que alimenta vuestra alma. Necesito
encontrar algo así para mí.
Él tuvo que esforzarse para no parar en medio de la pista de baile.
—¿Me estás diciendo que vas a renunciar?
Eso no tenía que suceder. Eric trató de no entrar en pánico. La necesitaban cerca.
Nada funcionaría si no la veían todos los días. Ahora, él podría no verla en absoluto.
¿Cómo demonios había sucedido esto?
—No, no voy a renunciar. Es decir, aún no. Necesito encontrar el valor para
encontrar otro trabajo de diseño o ponerme por mi cuenta. Guau, me acabo de dar
cuenta de cómo he sonado de mercenaria. No estoy tratando de usaros. Como he
dicho, me gustáis los tres. Sólo necesito una carrera que me guste. —Belle fue la que
se detuvo, sus pies parecieron plantarse en el suelo debajo de ella. Su hermoso rostro
se retorció con pesar—. No debería haber dicho nada. Toda esta boda tiene
lanzándome a una fiesta de compasión. Por favor, no me despidáis.
Se sentía como si hubiera sido lanzado en medio de un huracán. ¿Un minuto ella
renunciaba, y al siguiente él iba a despedirla? Eric sintió que su control se escurría.
Mierda, tenía que recomponerse. No podía confiar en el impulsivo de Kellan. Y Tate
no conocía las palabras “control emocional” aunque le golpearan en la cara. En algún
lejano lugar en su cabeza, Eric sabía que estaban todos en problemas si lo perdía,
pero no era capaz de evitarlo.
—¿Por qué diablos iba a despedirte?
Ella sacudió la cabeza y habló lentamente, como si se diera cuenta de que estaba
luchando para seguirle el ritmo.
—Porque te acabo de decir que voy a dejaros con el tiempo. Podrías pensar que es
una buena opción reemplazarme ahora.
—No tengo ningún interés en sustituirte. Pero me sorprende que no te estemos
haciendo feliz, creía que sí. —Se ocupaban de ella en todos los sentidos en que les
dejaba. Se aseguraron de que llegara a casa de forma segura por la noche. Bajo el
pretexto de la curiosidad de Tate sobre los motores de combustión, consiguieron que
un mecánico le arreglara su viejo cacharro porque no podían encontrar la manera
para que aceptara el regalo de un coche nuevo.
—No eres tú —aseguró en voz baja—. Esto no es lo que quería hacer con mi vida.
Por muchas razones, es que... no creo que pueda estar verdaderamente satisfecha con
esta situación.
La ira comenzó a vibrar a través de su sistema. La trataban como a una maldita
reina. Dirigía la oficina. Cuando Belle quiso reemplazar la máquina de café por una
máquina de capuchino porque le gustaba un café con leche por la tarde, ellos
compraron una máquina que Starbucks envidiaría. No le había gustado la alfombra.
Sí, dos días después ya no estaba y se gastaron miles de dólares en algo que ella
llamó cerezo brasileño. Incluso le permitieron escoger el pavimento.
—¿Crees que vas a encontrar mejores jefes en otra parte? ¿Quieres correr el riesgo
de ser contratada por otro idiota que te persiga alrededor de su escritorio? —De
repente ansiaba una pelea.
Belle sacudió la cabeza.
—Cariño, yo no estaba hablando de la situación de trabajo. No. Los tres sois unos
jefes maravillosos. No podría pedir más. —Belle extendió la mano, ahuecando sus
dedos alrededor de su mejilla—. Tienes esa cosa del movimiento involuntario del ojo.
Respira profundamente y cálmate.
Cuando se enfadaba mucho, aparecía un molesto tic sobre su ojo izquierdo. El
hecho de que ella pudiera verlo sólo le molestó más.
Belle pasó las yemas de sus dedos por encima, su voz lenta y calmante.
—Mira, todo el mundo piensa que Kell es el enfadado, pero tú cargas mucho en el
interior. Vas a explotar un día, Eric. Me gustaría que simplemente lo dejaras salir.
En un abrir y cerrar de ojos, su ira se convirtió en una moneda de diez céntimos,
transformándose en algo tierno. Ella le entendía. Necesitaba eso de Belle. Demonios,
él la necesitaba. Lo calmaba. Le escuchaba.
Él se acercó y le tomó la mano entre las suyas.
—No quiero que te vayas, Belle. Voy a hacer casi cualquier cosa para hacerte feliz
para que te quedes con nosotros.
Con ella tan cerca, podía sentir la sedosa suavidad de su piel de caramelo, el calor
de su cuerpo, y no se pudo contener.
—No es sólo sobre el trabajo, Eric. Sí, quiero ser creativa y utilizar mi título, pero
también quiero lo que vosotros tenéis —admitió ella, su voz vulnerable—. Una
pequeña familia.
La tomó de los hombros y la llevó tan cerca como se atrevió.
—Eres una parte muy importante de nuestra familia, Belle. No vamos a funcionar
sin ti.
Dios, se había pasado el último año trazando cómo hacerla el centro de sus vidas,
pero ahora podía ver la facilidad con la que ella ya había encontrado su camino. Si
Belle se iba, estarían destrozados.
Ella sacudió su cabeza.
—No puedo ser solo la secretaria, Eric. Me duele mucho.
Tan pronto como las palabras salieron, ella estrechó su mano sobre su boca con un
jadeo.
—¿Qué significa eso? —Exigió.
Belle se tambaleó hacia atrás, justo fuera de su alcance.
—Nada. He bebido demasiado y debería callarme. Es hora de irme a la cama y
dejar esta idiotez. Tenemos una reunión en la mañana. Te veré luego.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia el borde de la pista de baile. Tate observaba con
el ceño fruncido y se abrió paso entre la multitud.
—¿Qué diablos hiciste? —exigió Tate, alzando la voz—. Se supone que debes ser el
portavoz, pero ella estaba llorando.
Kellan, por suerte, no vino moviéndose pesadamente como un oso grandullón. En
vez de eso, siguió a Belle.
Eric observó mientras ella caminaba a la carrera en sus tacones de aguja hacia las
puertas del salón de baile, sus caderas se movían con ese balanceo resuelto que
conocía tan bien. Joder, incluso cuando huía de él, le ponía duro.
—Vamos. —Instó a Tate a seguir a Kellan.
Tenían que pasar esta confrontación en un lugar privado porque su baile con Belle
había demostrado que era hora de mostrarle el lugar al que pertenecía. ¿Belle
pensaba que no era un miembro de esta pequeña familia? Por Dios, cuando
terminara, Eric prometió que comprendería que ella era el centro de la misma. Por la
mañana, se habría asegurado totalmente de que no tenía más preguntas acerca de
renunciar a su trabajo o iniciar una nueva familia aparte de ellos. Si quería entrar en
el diseño, podría muy bien hacerlo en su edificio. Le pondrían una oficina en la que
pudiera estar cerca de ellos todo el tiempo. Pero de ninguna maldita manera la
dejaría ir.
—Explica lo que acaba de ocurrir. —Tate hizo un gesto hacia el pasillo por el que
ella acababa de desaparecer, Kellan siguiéndola como un lobo acechando a una
particularmente jugosa presa.
Pero eran un equipo y necesitaban llevarla juntos.
—Vamos. Te lo explicaré por el camino. —Eric se dirigió hacia las puertas.
Sintió a Tate unirse a él, al igual que había estado haciendo desde que eran
adolescentes.
—Es el momento, ¿no es así? —Una sonrisa bobalicona se dibujó en el rostro de su
mejor amigo.
¿Para iniciar su futuro con Belle?
—Oh sí. Es la hora.
Capítulo 3

Belle tuvo que hacer un esfuerzo para respirar. Dios, acababa de hacer el ridículo
completo y absoluto. ¿Qué había estado pensando? Culpó al alcohol, pero era
mentira. Tomó exactamente dos vasos de vino durante toda la noche. El licor no
confundió su cerebro o la convirtió en un caos emocional. No, la boda lo hizo. No los
votos caninos, sino ver a Kinley con sus hombres, los hermanos Lennox con su
esposa compartida, por no mencionar al muy unido grupo James y a la cariñosa
familia real con su bonita novia. Ver todo ese amor en la sala y darse cuenta de que
nada de eso era para ella trajo el dolor a su corazón.
Su plan para captar su atención por completo esta noche fracasó. Había elegido su
ropa muy cuidadosamente, seleccionó un vestido que esperaba que fuera bien con su
tono de piel y un corte que abrazaba sus curvas. Con la esperanza de que finalmente
la vieran como una mujer —su mujer— se compró unos Prada blancos y negros que
le complicarían el presupuesto por meses. Casi sucumbió a la tentación de seguir el
consejo de Kinley y decirles lo que quería, sobre todo cuando estuvo en la pista de
baile con Eric... pero había perdido los nervios. Si supieran lo que quería,
¿simplemente la compadecerían o abiertamente se reirían?
Cuando la noche se prolongó y varias bellezas solas miraron a sus jefes, Belle fue
incapaz de mirar. No podía soportar la idea de verlos ligar para pasar la noche. No,
ella no creía que se hubieran fijado en cualquier otra mujer, mucho menos tratado de
llamar la atención de nadie, pero unos hombres tan sexys no tenían por qué hacerlo.
Antes del final de la fiesta, alguna delgada les haría un guiño, y los tres
probablemente desaparecerían con ella. Y Belle sabía que se le rompería el corazón.
Se dirigió por el pasillo hacia su habitación. Estaba atrapada siendo algo entre una
hermana pequeña y una empleada para ellos. Nunca fingieron querer más. No le
prometieron nada. Le ofrecería una disculpa a Eric por la mañana. Eran los mejores
jefes que alguien pudiera tener, pero ella se había quejado. No es de extrañar que él
lo entendiera mal. Debía pensar lo peor de ella, y no podía culparlo. El pensamiento
sólo hizo que las lágrimas vinieran con más fuerza.
—¿A dónde crees que vas?
Kellan. Incluso sin darse la vuelta, lo sabía. Su voz la detuvo en seco.
Belle no podía mirarlo mientras tenía lágrimas en los ojos. Gracias a Dios por la
máscara resistente al agua, pero todavía sería capaz de notar que estaba llorando. Sin
lugar a dudas, eso presentaría problemas. Rugiría, y ella no tenía el corazón o la
energía para responder.
—Estoy cansada, Kell —dijo sin enfrentarse a él—. Ha sido un día largo. Voy a mi
habitación. Estaré preparada para la reunión de la mañana.
Por favor, que se vaya. Por favor. Por favor.
No hubo suerte. Kellan se movió en silencio, pero Belle sintió el momento en que
entró en su espacio.
—Mírame.
Le costó un mundo no obedecerle y darse la vuelta. Cuando utilizaba esa voz con
ella, deseaba muchísimo someterse. De hecho, cuando le hablaba de esa manera,
haría casi cualquier cosa para complacerle. Belle cerró los ojos y sacó la fuerza para
rechazarlo.
—Por favor, Kell. Sólo quiero ir a la cama.
—¿Qué te dijo Eric? Date la vuelta, mírame y dime lo que pasó para que pueda
solucionarlo.
Mierda, él no se iría. Debería haberlo sabido. Si seguía caminando por el pasillo, la
seguiría. Era un perro con un hueso, especialmente cuando ponía su Dom interno a
rodar. Belle debería ser feliz de estar tratando con él a solas y no con todo el trío.
Todos eran abogados y muy buenos en el interrogatorio.
Inspiró profundamente y rogó que no pareciera tan malo como temía. Dejando
escapar un suspiro y tratando de ocultar su expresión derrotada, se dio la vuelta. Su
corazón cayó cuando vio a Eric y Tate salir del salón de baile en su dirección. Las
puertas se cerraron detrás de ellos, amortiguando la música. El pasillo se quedó algo
demasiado cerca del silencio.
—Dime ahora lo que te ha dicho. —Kellan frunció el ceño con ferocidad. Su
expresión, probablemente debería haber logrado que echara a correr para
esconderse, pero sabía que nunca le haría daño físicamente. Emocionalmente, él era
“napalm”.
—Nada. Eric no hizo nada malo. Estoy cansada y de mal humor —Belle suspiró y
esperaba poder escapar de esto sin pelearse con los tres. O que lo hicieran entre ellos.
Los chicos estaban muy unidos, pero cuando lanzaban el guante, sus discusiones
eran legendarias—. Yo soy quien dijo algo. ¿Podemos dejarlo estar?
—Ella va a dimitir. —Eric tomó su lugar a un lado de Kellan. Tate se puso de pie
como un centinela en el otro.
Los gloriosos ojos azules de Kellan refulgieron.
—¿Dimitir?
Tate sacudió la cabeza y dio un paso adelante.
—¿Por qué? ¿Qué hicimos?
Annabelle deseó no haber abierto su bocaza.
—No es nada que hiciera alguno de vosotros. Quiero ser diseñadora de interiores.
Es lo que estudié en la universidad, pero he hablado demasiado pronto. No voy a
dimitir mañana. Es algo que planeo hacer más adelante. Sólo pensé que deberíais
saberlo.
Ahí. Belle podría tratar de fingir que era algo futuro, no urgente. Pero ahora
parecía evidente que estaban más preocupados por ella profesionalmente que
románticamente, tendría que irse pronto.
—Si ese es el caso, ¿por qué lloras? —Kellan extendió un brazo para evitar que
Tate se adelantara.
Belle deseó ser una de esas mujeres que podían apagar y encender sus emociones,
pero nunca fue buena en ocultar lo que estaba sintiendo. En este momento, era una
tristeza profunda porque nunca sería suya.
—Solo me he emocionado con la boda.
—¿Por una boda de perros? —preguntó Kellan, con voz suave.
—Sí, fue hermosa a su manera —insistió ella, esperando que él lo dejara estar.
Kell le sostuvo la mirada, con los ojos entrecerrados.
—Esa es la mentira número uno. Voy a llevar la cuenta, Belle, y debes esperar el
castigo si continúas.
¿Castigo? Mientras resoplaba sorprendida, los estudió. Se encontraban a su
alrededor en un semicírculo, Kell en el medio, mientras que Eric y Tate se acercaron
para flanquearla. Los tres hombres tenían expresiones severas, y ella tuvo un
pequeño destello instintivo de miedo. De repente, se sorprendió de lo sola que estaba
con ellos y lo grandes que se cernían. No era una pequeña duendecilla, pero por el
momento, estos hombres la hicieron sentir como un conejo rodeado de leones
hambrientos.
¿Qué diablos era esa mirada? Belle no lo sabía, pero absolutamente seguro de que
ahora no estaban mirándola como si fuera una especie de empleada díscola.
Dio un paso atrás.
—Sólo es que he bebido demasiado. Ya sabes cómo se pueden poner las chicas de
lloronas cuando están borrachas.
Kellan negó con la cabeza.
—Esa es la mentira número dos. Te observé toda la noche, tomaste exactamente
dos vasos de Chardonnay y comiste toda la cena. También bebiste varios vasos de
agua. Tú misma te estás cavando un agujero, amor.
Belle trató de dar un paso atrás para alejarse del descontento Dom. De repente,
Tate se cernió detrás de ella, cortando su ruta de escape. El calor de su cuerpo la
cubrió, enviando escalofríos por su espina dorsal. ¿Cómo la rodeó sin que Belle se
diera cuenta?
—Dos horas son más que suficiente para contrarrestar los efectos del alcohol —
agregó Tate—. Teniendo en cuenta tu peso corporal y la ingesta normal de 0,23 litros
al día, no debes estar sintiendo siquiera un ligero mareo. Estoy seguro de que estás
por debajo del límite legal, así que eres perfectamente capaz de hablar de forma
racional y tomar decisiones.
Tomaba una copa de vino cada noche cuando llegaba a casa del trabajo. Sólo un
vaso, pero eso era probablemente suficiente para asegurar que dos en una noche no
tendrían mucho efecto sobre ella.
—¿Cómo sabes cuál es mi ingesta normal?
Él se encogió de hombros.
—Creo que lo has mencionado una o dos veces.
Tate nunca creía, sabía. Su anterior miedo de que eran indiferentes se desvaneció,
transformándose ahora en confusión. ¿Cómo sabía Tate sus hábitos en casa?
Se volvió de nuevo a Kellan.
—Estuviste demasiado ocupado como para controlarme toda la noche, por lo que
no sabes muy bien lo que bebí.
—Incorrecto. Nunca estoy demasiado ocupado para observarte. También le di una
propina a uno de los camareros para que te vigilara —explicó Kellan sin nada de
vergüenza—. Te tomaste un vaso con Kinley antes de la boda y uno durante la
recepción, todo lo demás ha sido agua.
Podrían haberla derribado con un soplido.
—¡Realmente me observaste!
—Lo hago todo el tiempo. Simplemente no te das cuenta. Pero me aseguro de
mantenerte a salvo y fuera de problemas. Voy a seguir haciéndolo. Y no tienes
permitido dimitir —insistió Kellan.
¿No permitido? Miró a Kell, entonces envió una penetrante mirada interrogativa a
Eric. Sólo él no dio ninguna indicación de que la espiaba.
—¿Y qué hay de ti? ¿Quizás has estado manteniendo un registro de con quién
hablo y bailo?
La sonrisa más sexy curvó sus labios hacia arriba.
—No, cariño, eso es cosa de Tate. Yo sólo he estado mirándote el culo. ¿Alguna
vez te he dicho lo mucho que me gusta tu culo? Se ve increíble en ese vestido.
Belle se quedó con la boca abierta y no era capaz de cerrarla, incluso mientras el
calor se disparaba a través de ella. ¿Eric realmente acababa de decir eso? ¿Qué
demonios? Tal vez había bebido mucho más de lo que pensaba y esto era una especie
de bruma alcohólica. Sacudió la cabeza, demasiado confundida y emocional para esta
extraña conversación.
—Cada hombre en la maldita habitación ha estado observando su culo —se quejó
Tate.
—No, no lo hacían —insistió—. Ahora mismo no estáis siendo coherentes. Tal vez
sois vosotros los que habéis bebido demasiado. Vamos a dar por terminada la noche.
Os veré por la mañana.
Se dio la vuelta y corrió directamente hacia el cuerpo enorme de Tate. Él medía
metro noventa y ocho, cada centímetro de puro músculo, y tuvo que esforzarse para
mirarlo.
—¿Piensas que vamos a sentarnos durante el desayuno y tener una reunión de
empresa con el protocolo apropiado cuando la secretaria amenaza con escapar? —
Desafió Tate con una sonrisa mordaz—. ¿Tal vez elaborar un diagrama de flujo?
Parecía más joven que los otros dos, aunque Belle sabía que nació tan sólo unos
meses después de Eric. De alguna manera se las arreglaba para verse a la vez un
machote atractivo y muy sexy con su traje. Durante mucho tiempo, se había
preguntado cómo estaba sin esos trajes a medida.
—Tate... —suspiró—. ¿Puedes dejarme pasar?
A modo de respuesta, él la agarró por los hombros para mantenerla cautiva.
—O podría escribir un manual. Ya sabes lo mucho que me gusta la
documentación. Una de las primeras cosas que me gustaría hacer es prohibir este
vestido en público. Tus pechos se ven preciosos, por cierto. Además también todos
los hombres los estaban mirando y la chica de la barra que juega para el otro equipo.
También sé que me debería cabrear pero me resulta extrañamente caliente.
Belle puso los ojos en blanco. Ni siquiera estaba segura de lo que estaba tratando
de decir.
—No estoy de humor para satisfacer tus fantasías chica-con-chica, Tate. Buenas
noches.
Belle trató de pasar junto a él y dirigirse a los ascensores, pero Eric se puso delante
bloqueándole el camino.
—Todavía no. Lo chica-con-chica no es su mayor fantasía. Esa es llevarte a la
cama, lo que apoyo totalmente si puedo participar. Pero no dejes que escriba un
manual de procedimiento sobre cómo tratar contigo a menos que quieras que te diga
lo que debes llevar. Es increíblemente posesivo. A mí, personalmente, no me importa
cuántos hombres te miran siempre y cuando no te toquen. Esa debería ser la regla
número uno en el manual.
—Y justo debajo de eso, voy a asegurarme de que hay una sección sobre la
disciplina adecuada para ti. —Kellan se rozó contra ella, murmurando en su oído.
Belle se estremeció, totalmente rodeada por ellos, atrapada. Si se movía un
centímetro en cualquier dirección, estaría presionando su cuerpo contra uno de ellos.
Vaya si eso no estaba encendiendo su libido.
—¿A qué estáis jugando, chicos?
Ella deseaba que la pregunta no hubiera salido de manera entrecortada y sensual.
Tenía la intención de transmitir desinterés o al menos tomar las riendas en esta
conversación fuera de control, pero no. En su interior se estaba derritiendo, sus
partes femeninas amenazaban con tomar el relevo y la animaban a dejar que sus jefes
hicieran lo que quisieran. Belle trató de recordarse a sí misma que quería una
relación con ellos, y si dejaba que simplemente la llevaran a la cama, es probable que
sólo fuera por una noche.
Cierto, pero al menos sabría lo que se siente al estar en el medio de toda esa
belleza masculina. Experimentaría durante un corto tiempo lo que significaba ser
suya.
—Hemos terminado de jugar, Belle —prometió Tate solemnemente.
—Habla por ti. —Las palabras de Kellan retumbaron, su aliento caliente contra su
cuello. ¿Qué tan cerca estaba?—. Tengo algunos juegos para ella.
Juegos sucios. Juegos sexys. Ella sabía lo que quería decir, dominarla. De nuevo,
no más de una noche, pero al menos sabría cómo picaba la palma de la mano del
Maestro Kellan en su culo, la forma en que la voz oscura le ordenaría hacer cosas con
las que sólo había fantaseado.
—No entiendo. —Su mente se aceleró. Su sangre zumbaba. Lo deseaba mucho,
pero sabía exactamente lo que significaría una aventura de una noche con ellos.
Estaría devastada si se despertaba en su cama mañana por la mañana y otra vez la
trataban como a una hermana pequeña. Después de eso, no sería capaz de trabajar
con ellos—. Esto se nos ha ido de las manos y ha ido demasiado lejos.
—Va donde debió ir en primer lugar. —Eric la tocó primero, sólo un roce de su
mano en el hombro. Nada abrumador, pero ella se estremeció ante el calor
intermitente que la atravesó—. Directamente a ti con nosotros tres. Tomaremos las
cosas con calma si es necesario, Belle. Pero te deseamos.
¿De verdad? ¿La deseaban? Después de un año de casi ningún indicio de ningún
deseo por su parte, esta revelación la impresionó. A menos que ver al grupo de
invitados a la boda hubiera conseguido también un efecto en ellos… Belle sacudió de
nuevo la cabeza. El alcohol podría no haberle afectado el juicio, pero la excitación que
ellos sonsacaron de ella de seguro lo hizo.
—Siempre lo hemos hecho —dijo Kellan—. Sin embargo, debes saber que voy a
ser un novio pésimo. Me estremezco ante la palabra. No estoy hecho para todo eso
del compromiso, pero ahora te deseo. Voy a ser bueno para ti en la cama.
Debido a que una mujer le dañó. Estaba bastante segura de que era su ex esposa,
pero Belle no había fisgoneado.
—¿Novio? —¿No sólo querían acostarse con ella esta noche?
—Voy a ser un buen novio, pero quiero mucho sexo —dijo Tate—. La persona
promedio lo tiene ciento tres veces al año, lo cual es uno coma noventa y ocho veces
por semana. Eso no es suficiente.
—Pero no tenemos que trabajar en eso esta noche —insistió Eric, mirando a Tate—
. Permítenos llevarte a la cama y mostrarte todo el afecto y el placer que podemos
ofrecerte. Te satisfaremos tan completamente que no querrás irte mañana.
Belle escuchó el discurso, pero no tenía ningún sentido.
—No creo que la pregunta sea si me iré. ¿No es eso lo que soléis hacer a la mañana
siguiente?
Eric parecía aturdido.
—¿Crees que esto para nosotros es sólo un polvo?
¿No lo era?
—No lo sé. Decídmelo.
—Queremos una relación. —La expresión de Tate era tan seria, que sorprendió a
Annabelle—. El promedio de edad en el sexo masculino…
—Nada de números —cortó Kell—. Estuviste de acuerdo.
Tate cerró la boca por un momento, luego, al parecer, decidió que tenía algo más
que decir.
—Esto es más que sexo para mí. Mucho más.
—Exactamente —agregó Eric.
Asombroso. Belle miró expectante a Kell. Si él no pensara que no serviría mucho
como novio, ¿dónde estaría en esta relación?
—Eres una mujer extraordinaria —murmuró—. De ninguna manera podría usarte
y descartarte.
—No entiendo. —La mantuvieron a distancia durante más de un año—. ¿Qué
cambió?
—En cierto modo, todo —dijo Eric—. Sin embargo, en otro, nada en absoluto. No
queremos dejarte ir, Belle. Siempre te hemos deseado, pero ¿qué habrías hecho si
nosotros te lo hubiéramos pedido en tu primer día en la oficina? ¿O el segundo? ¿O
incluso un mes después de que vinieras a trabajar para nosotros?
Belle hizo una mueca. Bueno, al principio estuvo un poco asustada de ellos.
¿Después de la forma en que su último jefe la trató, quién podría culparla? La idea de
trabajar para tres hombres grandes y guapos la había aterrorizado. Después de
ofrecerle el trabajo, pensó en rechazarlo, pero necesitaba desesperadamente el
sueldo. Había estado viviendo de cheque a cheque. Su madre no tenía fondos
adicionales para ayudarla a seguir adelante, y Belle se negó a ser una carga.
—Yo podría haber estado un poco... intimidada al principio.
—¿Un poco? Llevabas cuello cisne en agosto—. La cara de Tate se suavizó—.
Todos sabíamos que tenías miedo de nosotros, así que hicimos todo lo posible para
que te sintieras cómoda. Caímos en un patrón de mantenernos a distancia. Debes
saber que quería ofrecerte mi pene en el momento en que te vi.
—¡Tate! —Le rugió Eric.
Oyó el suspiro de Kellan, pero la honestidad ridícula de Tate rompió la tensión.
Belle se rió ante la imagen mental que pintaban esas palabras y se relajó en él,
apoyándose contra su cuerpo grande buscando amparo. Se imaginó a Tate
envolviendo un lazo rojo en su pene y regalándoselo como la mayoría de los
hombres haría con una docena de rosas. Ella se rió aún más.
Él se inclinó y la rodeó tentativamente con sus gruesos brazos, como si estuviera
aterrado de que fuera a negarse. Tate no estaba mintiendo. La aceleración de los
latidos de su corazón revelaba sus sentimientos. Este hombre grande, magnífico,
increíblemente dotado la deseaba. Cuando la empujó contra su cuerpo, se acurrucó
contra ella en un dulce abrazo, y Belle sintió cada centímetro de lo que el hombre
planeó ofrecerle rozándose contra su estómago.
¡Guau! Eso no era un pene pequeño. Tate estaba construido a lo grande, por todas
partes.
—Te echaría mucho de menos si te fueras, Belle. Entiendo que deseas una carrera
que te haga más feliz, pero por favor no te vayas del todo. —Suspiró como si una
profunda preocupación acabara de asentarse sobre sus hombros.
Belle se aferró a Tate tanto para tranquilizarle a él como a sí misma. A pesar de sus
hechos y porcentajes y en ocasiones la naturaleza ligeramente áspera, tenía un gran
corazón.
—No os quiero dejar. Y tienes razón en que habría huido. Tenía más miedo de mi
anterior jefe de lo que demostré. Ahora hago bromas al respecto, pero era agresivo.
—Nos sentamos esa primera semana que viniste a trabajar para nosotros y
hablamos acerca de tu nerviosismo —admitió Eric—. Todos estábamos interesados
en ti, pero sospechábamos que algo o alguien te había asustado. Además de eso, nos
preocupaba que nuestro estilo de vida sería difícil de explicar. No serías la primera
mujer que no lo entiende.
Belle no podía imaginar que alguien les rechazara.
—No es posible que tengáis problemas para encontrar citas.
Tate sacudió la cabeza.
—Citas, no. Relaciones, absolutamente. La mayoría de las mujeres no quieren
hacer frente a tres hombres. Se podría pensar que es el sexo exigente lo que las
detendría. Pero no. Es a menudo lavar la ropa. De acuerdo con ello, empecé a
lavarme la mía.
—Estás decidido a ser un idiota, ¿verdad? —preguntó Kellan, moviendo la cabeza.
—Él está bien. —Belle tenía que defender a Tate todo el tiempo. No, no era suave,
pero su intención era buena.
Lo de la ropa realmente no se le había ocurrido. Pero el sexo sí. El sexo con estos
tres hombres fue la piedra angular de sus fantasías durante un año. Sin embargo,
cuando trató de imaginar la realidad, la evitaba. ¿Podría incluso seguirles el ritmo?
¿Qué dirían si supieran que era virgen?
—¿Quieres esto? —La boca de Eric descendió a su hombro, donde los tirantes de
su vestido se juntaban con piel caliente. El calor pasó por ella cuando pasó sus labios
sobre su piel—. ¿A nosotros?
Belle les deseaba más que su próximo aliento, pero estaba bastante segura de que
era una mala idea. ¿Cómo podía un romance de oficina entre cuatro personas
funcionar realmente? Kinley mantenía ese tipo de relación, pero ellos no firmaban
sus cheques y todos sus hombres estaban entregados. Enamorados. ¿Kellan sólo tenía
la intención de estar cerca para las cosas de dormitorio? ¿Alguna vez querría algo de
ella más allá de un polvo y alguna orden? ¿Estaba a punto de convertirse en el polvo
favorito de ellos?
Por otra parte, ¿importaba algo de eso cuando todo su cuerpo se sentía encendido
desde el interior hacia fuera con anticipación ¿Cuándo le estaban dando una
oportunidad de oro para tener su primera experiencia con los hombres que amaba?
Nunca se había sentido de esta manera, nunca tuvo la excitación pura corriendo por
sus venas como el vino más dulce. Además, si los rechazaba esta noche, ¿tendría
alguna otra vez esta oportunidad? ¿O se sofocaría esta honestidad sin precedentes si
ellos se ponían las educadas máscaras de negocios, políticamente correctas que
estuvieron usando durante más de un año?
—Quiero esto. —Su voz tembló.
—Entonces ven a nuestra suite. —Kellan se acercó a su lado y le tendió la mano,
sus ojos azules de alguna manera llenos de orgullo y promesas calientes —. Sé que
necesitaste valor. Deja que te recompense.
Del pecho de Belle salió una profunda respiración y sacó el valor necesario para
deslizar sus dedos por el calor masculino de la palma de su mano callosa. Por fin se
tocaban no como colegas, sino como amantes.
Belle apretó su mano. Kellan no era un niño mimado que nunca hizo un trabajo
duro en su vida, y sus manos lo demostraban. Eran manos grandes que podían
brindar refugio y proteger, que podrían ofrecer mucho placer.
Mientras la conducía hacia el ascensor, Tate y Eric los flanqueaban, la paz la
inundó. Esto era lo correcto. Estaba preparada.

* *
Tate inhaló profundamente y se preguntó brevemente si su pene podría verse a
través del pantalón. Por supuesto, esto no ocurriría. La física lo hacía imposible, pero
su miembro palpitaba contra el algodón de su bóxer, insistiendo en que quería entrar
y salir de Belle.
Ella aceptó. Tate entró en el pequeño ascensor, elegantemente decorado y se
volvió para observarla entrar detrás de él. Eric puso una mano, asegurándose de que
la puerta no cerraba sobre ella. Maldición. Debería haber hecho eso. A veces se le
escapaban las sutilezas sociales, pero se comprometió a realizar un estudio de ellas
porque Belle merecía un caballero.
De hecho, ella le hizo querer ser un hombre mejor. Había visto a sus padres
competir entre ellos para publicar más, para sobresalir en sus campos. Los celos casi
palpables entre ambos invadieron su casa como si hubieran cultivado competencia
entre las paredes. Su madre y su padre siempre fueron una especie de rivales, incluso
tomando un pequeño placer en el hecho del fallo del otro. Le entrenaron para
medirse con sus hermanos y sólo estar satisfecho cuando estaba en la parte superior.
Tate no quería competir con Belle. Quería hacerla feliz y juró que haría todo lo
posible para que esto sucediera. Aún así, la duda le molestaba. Quería un futuro con
ella. Pero ¿Y si decía lo que no debía? ¿Y si a Belle no le importaba tanto él como Eric
y Kell? ¿Y si todo lo que quería de él era sexo? No sería la primera vez que una mujer
le asignaba la categoría de idiota torpe rechazándole una vez salió de la cama.
Dios, odiaba sentirse tan vulnerable.
—Oye. —La voz de Belle lo sacó de sus pensamientos mientras las puertas del
ascensor se cerraron, dejándolos a los cuatro solos.
Tate tragó saliva, los nervios le consumían.
—No soy suave, Belle. —No podía darle lo mismo que Eric y Kellan. Tenía una
mejor oportunidad elaborando un argumento para ganarse a la Corte Suprema que
la de ser algo más que una carga en una simple cena. Había aprendido que su
genialidad no le compraba el amor.
Ella levantó la mirada hacia él, acunándole la cara de una manera que le hizo
sentirse adorado.
—No necesito suavidad, nene. ¿Vas a besarme? Estoy nerviosa, pero creo que
estaría mucho más tranquila si me besaras.
Un estremecimiento feliz pasó por su cuerpo. Ella quería que pusiera sus labios
sobre los suyos. Aun así, dudó. ¿Debería tener el primer beso? Compartió mujeres
con sus mejores amigos antes, pero nada con tanta solemnidad, nada que tuviera la
intención de que durara. Pero Belle era la elegida.
Eric asintió hacia él, lo que le hizo sentir cómodo.
Kell se puso detrás de ella con una sonrisa irónica.
—Creo que todos estaríamos un poco menos nerviosos si la besaras, grandote.
Vamos a ver si puedes hacerlo sin que tu pene sobresalga de tus pantalones.
Mierda, ¿todo el mundo podía ver su erección? Por otro lado, si Eric y Kell no
tenían erecciones enormes, Tate se comería su último expediente.
—Voy a tratar —bromeó—. Sin promesas.
Luego volvió su atención a Belle, quien lo miró con, a la vez, una radiante sonrisa
y una súplica silenciosa sobre su delicado rostro. Quería que la besara. Eric y Kell
estaban bien con él reclamando sus labios primero. Si Tate se salía con la suya,
compartirían miles de besos durante su vida juntos. Pero todavía quería que el
primero fuera especial.
Ahuecando sus mejillas en sus manos, bajó la boca hasta el mohín melocotón
oscuro de sus labios, perdiéndose en su suavidad mientras derramaba en ese beso
hasta la última gota de anhelo que sentía. En el momento en que su boca se fusionó
con la de ella, la idoneidad le golpeó el cerebro, le abrasó el cuerpo.
Belle respondió al instante, con él y para él. Ella le besó con todo su ser, dándole
un pequeño gemido suave y apoyándose en Tate como si fuera un salvavidas. Su
auto-conciencia se desvaneció. De repente, no se sentía incómodo tratando de
expresar sus sentimientos porque no tenía que hablar. Simplemente podía mostrarlo
con la boca, las manos y el pene. Sí, no era torpe con ellos.
Tate practicaba el sexo con el mismo vigor que había puesto en sus estudios.
Después de su primera experiencia, sin duda su libido se había disparado. Pero él
mismo se esmeró porque estaba decidido a ser bueno en la cama. Gracias a su
juventud decadente, la confianza sexual ahora no era un problema. Planeaba emplear
la totalidad de ese conocimiento para complacer a Belle, para acariciar su cálida piel
café con leche y penetrar en su dulce coño hasta darle tanto éxtasis que ella nunca
quisiera irse. Todas las mujeres en el pasado que lo utilizaron para el sexo ya no
importaban. Sólo la mujer con la que pensaba pasar el resto de su vida.
Pasó la lengua por ese carnoso labio inferior que amaba. De hecho, su boca
exuberante le provocó más de una fantasía. Una y otra vez, se había imaginado cómo
se vería de rodillas con esos sensuales labios separados y tomando su polla. Incluso
la idea le incitó a instarla a separar los labios y exigir la entrada. Un pico de puro
deseo llenó la verga de Tate. Necesitaba más de ella. Había esperado más de un año
sólo para tocarla. Y maldita sea, si ya tenía recorrido el cuarenta y dos por ciento del
camino de su esperanza de vida, se negaba a permitir que pasara otro momento
antes de reclamarla.
La boca de Belle floreció bajo la suya. Él dio un suspiro de alivio por su completa
bienvenida y le dio un beso profundo, agarrando la parte de atrás de su vestido con
los puños y arrastrándola contra él. A su vez, ella envolvió sus brazos alrededor de
su cintura e inclinó la cabeza hacia atrás, ofreciendo aún más de sus labios. Se
sumergió de nuevo en el dulce calor de su boca. Su lengua de terciopelo acarició la
de él. Su baile durante la recepción fue un poco torpe, pero este momento brillaba
con pura perfección.
Donde había sido cauteloso en la pista de baile, ahora tomó posesión completa.
Ella siguió todos sus movimientos, ajustándose a él como una hoja en el viento. Tate
volvió a recolocar su boca para una penetración óptima, rozando una mano por su
espalda y colocando una palma contra la parte baja de la misma para fusionar sus
caderas.
Su pene se apretó contra su vientre, urgente y caliente. Tate se había preocupado
de que Belle retrocediera, pero en vez de eso, lo mantuvo apretado y le acarició hasta
los hombros, como si memorizara cada uno de sus músculos. Entonces encontró su
cabello. Lo llevaba demasiado corto para que ella hundiera sus dedos en él, pero los
curvó contra su cuero cabelludo, una súplica silenciosa para que Tate se acercara aún
más.
De ninguna manera iba a rechazar eso.
El beso se volvió carnal. Dejó de pensar mientras el calor chisporroteó a través de
su cuerpo y la necesidad se hizo cargo.
Con las bocas aún aplastadas juntas, la levantó contra él. Incluso con zapatos de
tacón, era comparativamente pequeña. La levantó con la facilidad de un hombre que
trabajaba duro siete días a la semana. La empujó contra la pared del ascensor y
apretó el pecho contra el de Belle.
—¿Sabes lo que te quiero hacer?— susurró las palabras contra sus labios mientras
clavaba su pene contra su centro caliente.
—Me hago una buena idea —su voz temblaba.
Mientras miraba a la sinceridad de sus ojos oscuros, Tate no tenía ninguna duda
de que quería esto. Hacia el final de la noche, él le demostraría que su confianza no
estaba fuera de lugar y que nunca la dejaría ir.
—Quiero comer cada pedazo de tu coño mientras sostienes tus hermosas piernas
alrededor de mi cabeza. He soñado con saborearte así tan largo y duro que no voy a
sacar nunca el sabor de tu excitación de mi lengua.
Ella hizo pequeño jadeo de sorpresa, buscando su mirada como si buscara la
verdad.
—¿Q…quieres hacerme eso?
—Más que mi siguiente respiración. —Tenía que hacerle entender lo magnífica
que era. La había visto desconfiando de sí misma a veces. ¿Era atractiva? ¿Era
demasiado curvilínea? Tate no quería que tuviera ninguna duda de que era perfecta.
—Yo también quiero hacerlo. —Eric se cernió al lado de ellos, acercándose,
observando con los ojos color avellana.
Kellan estaba en la puerta, que se abrió con un ding.
—Todos lo deseamos, Belle. Todos te deseamos. Levántala, tipo grande. Me
preocupa que vayas a realizar algún acto de indecencia pública en mitad del pasillo,
si no os reúno en la suite. Control va a ser la palabra de la noche.
Control, ¿eh? Kell estaba demasiado enamorado de la palabra, pero al menos esta
noche tenía razón. Tate sabía que necesitaría cada gramo que poseía para no lanzarla
contra una pared y follarla. Quería darle todo lo que había prometido, todo el placer
que aprendió a prodigar a lo largo de los años.
Eric mantuvo la puerta del ascensor abierta mientras salía Kellan, con la tarjeta-
llave en la mano para abrir la suite y poder llevar a su princesa al castillo.
Tate levantó a Belle en sus brazos, sosteniéndola contra su pecho y llevándola
como a una novia. Amaba el peso de Belle en sus brazos y la forma en que se pegó a
él. A partir de ahora, no tendría que caminar a ningún lugar. Él la llevaría.
Cuando se acercaban al umbral, Tate quiso aclarar una cosa.
—Belle, ¿qué vas a hacer con nosotros esta noche?
Él esperaba que tuviera la respuesta correcta. Si no era así, sería un asco porque no
quería que ella recordara esta noche por cualquier razón, excepto que era su primera
vez juntos. Pero si Belle respondía con “ir a la cama” o “follar”, Tate sabía que iba a
estar obligado a pararlo todo y explicar sus expectativas de su futuro con mayor
claridad, entonces, que fuera lo que Dios quiera.
La serenidad la hizo resplandecer mientras se acomodaba en sus brazos, como si
tenerle llevándola le encantara.
—Hacer el amor.
Esa fue la respuesta por la que había estado muriendo.
—Sí. Vamos a hacer el amor. Verás que esto puede funcionar. Todo caerá en su
lugar, siempre y cuando lo dejemos.
Podrían preocuparse después por su carrera. Le daría todo el ánimo que pudiera,
siempre que ella permaneciera cerca. Incluso podría tratar con el cambio de
residencia si vivía con ellos. Él y Eric habían comprado su casa actual con ella en
mente unos seis meses atrás, pero siempre podían venderla y encontrar otra si eso
hacía feliz a Belle.
Empezó a caminar por el pasillo, luciendo una gran sonrisa. Esta noche, todo
cambiaría. Él y sus amigos harían lo que fuera necesario para borrar el recuerdo de
todos los demás hombres del banco de memoria de Belle. Después de esta noche, ella
no tendría más espacio en su cabeza o su corazón para ningún hombre, excepto ellos.
Kellan mantuvo abiertas las puertas de la suite mientras Tate la llevaba dentro. No
le gustaban las líneas severas en el rostro de Kell. Era evidente que su amigo seguía
preocupado, pero eso también iba a cambiar después de esta noche. Belle y su
naturaleza generosa derretirían la capa de hielo alrededor de su corazón. Y él
también ayudaría lo que pudiera porque ella se merecía la familia que quería.
Funcionaría. Tenía que funcionar porque Tate sabía que iba a romperse si no lo
hacía.
Capítulo 4

Belle sentía como si estuviera flotando en una nube de felicidad. Tate la llevaba
como si no pesara casi nada, y eso estaba muy lejos de la realidad. No la habían
llevado así desde la infancia. Disfrutó del modo en que la mantenía cerca, el abrazo
tan cálido e íntimo. Tal vez otras mujeres a punto de tomar tres amantes corpulentos
estarían preocupadas. Belle no podía negar que estaba un poco nerviosa, pero la
hacían sentir muy segura, también muy desesperada. Tate lanzó una mirada caliente
en su dirección. Se quedó sin aliento. Entonces Eric la miró de arriba abajo, sus ojos
color avellana desnudándola sin una palabra. De alguna manera, esa mirada hizo
sentir desnuda a Belle. Su corazón tamborileaba. Por último, le lanzó una mirada
tímida a Kell. Su expresión tensa le dijo que él planeaba arrasarla de pies a cabeza y
no mostrar absolutamente ninguna piedad. La excitación arañó implacablemente a
través de Annabelle.
—Está bien, amor. Tate ha tenido su turno. Ahora es el mío. —Eric la sacó de los
brazos de Tate y la llevó hacia los suyos.
Con la respiración entrecortada, se acomodó contra su cuerpo fibroso, atraída
como siempre hacia su cabello dorado cortado elegantemente y los brillantes ojos
color avellana, llenos de promesa sexual. Cuando estos cayeron hasta su pecho y
brillaron, Belle miró hacia abajo para encontrar que su corpiño se había desplazado y
sus pechos estaban casi al descubierto.
—Oh, tengo que arreglar eso. —Belle alcanzó uno de sus tirantes.
Las manos de Eric se apretaron sobre ella.
—Ni se te ocurra. En breve te tendremos sin ese vestido, por lo que tu modestia, si
bien es muy dulce, es totalmente innecesaria con nosotros. —Y no deseada por el
sonido de su voz—. Deberías estar mucho más centrada en todas las placenteras
cosas sucias que planeo hacerte. ¿Quieres que te lo cuente todo?
Belle apenas logró dar un cabeceo inestable.
Si en algo se parecía a Tate, las siguientes palabras que salieran de su boca estarían
cerca de prenderle fuego. Ella nunca imaginó que Tate podría hablar así, pero se
sentía como si hubiera vislumbrado una nueva faceta suya, una con una confianza
que no solía mostrar. Asumió el control en el momento en que sus labios tocaron los
de ella —volviéndose sorprendentemente dominante— y Belle no quiso hacer algo
más allá de seguir su ejemplo. Ahora, anhelaba saber lo que Eric tenía en mente.
—Por favor.
Una sonrisa maliciosa curvó sus labios.
—Quiero desnudarte completamente así no tendrás donde esconderte y podré
tomar cada centímetro de tu preciosa piel. Después, voy a tocar y probar cada parte
de ella. Voy a acariciar tus hombros, besarte la nuca, pasar mi lengua por la columna
vertebral, chupar tus pezones y lamer tu clítoris hasta que estés gritando.
Guau. Tate y él habían ido a la misma escuela de seducción. Todo eso sonaba
maravilloso... y un poco abrumador ya que ningún hombre hizo nunca nada de eso
con ella. Sólo la mera sugerencia tuvo la necesidad burbujeando bajo su piel, sus
pezones, apretando su dolorido clítoris.
—¿Por qué no empiezas por besarme? —Ella respondió con un tono sensual
propio. No estaba segura de dónde salió, o la confianza que lo acompañaba. Tal vez
Belle no sólo estaba descubriendo un nuevo lado de ellos, sino que provocaron uno
en ella con su toque.
—Será un placer. —Los labios de Eric encontraron los de ella, incitando
cuidadosamente, una caricia de calor y suavidad que la dejó con ganas de más.
Él parecía rodearla mientras la besaba, sin detenerse o vacilar mientras deslizaba
sus dedos por el pelo y presionaba su cuerpo contra el suyo. Belle abrió la boca por
su ataque y saboreó un indicio de la cerveza que Eric había tomado en la recepción,
junto con un picante, sabor adictivo. Con un pequeño gemido, se abrió a él y se lanzó
al beso, excitada por los ojos de Kell en ella, por Tate avanzando sigilosamente detrás
de ella para acariciarle la nuca con los labios.
Dios, Belle se estaba derritiendo.
Antes incluso de terminar el pensamiento, todos sus jefes trabajaron juntos para
dejarla en el suelo. Eric no perdió el ritmo. La cubrió, afirmándose por encima de
ella. Mientras hundía su lengua profundamente en un beso sedoso, llegó bajo su
falda y pasó una palma cálida por su muslo, hasta la cadera. Le separó las piernas
con un empujón de la suya y sacudió su erección contra ese punto sensible que la
hizo jadear. El calor destelló desde sus labios hasta el corazón.
—Te ves demasiado bonita no te controles, Annabelle —dijo Kellan sobre el
rugido de su corazón.
Estaba mojada de una manera que nunca imaginó. Había leído acerca de la pasión,
sabía lo básico, pero ningún hombre la llevó allí antes, jamás la hizo sentir tan
inquieta, necesitada y lista para rogar.
—De hecho, creo que voy a empezar ahora. Es mi turno —exigió Kellan.
Mientras Eric levantaba la cabeza con un gruñido, Belle se estremeció un poco y
miró al único de sus jefes que no todavía no la había besado. Kellan le impactó como
una bomba sexual explotando a través de su organismo. Tan reacia como estaba de
poner fin a la perfección adictiva del beso de Eric, se estaba muriendo por conocer el
sabor de la boca de Kell y cada deseo sucio que quería saciar en ella.
Eric le apartó el pelo y le dio un último beso en los labios, los ojos seductores.
—No tengas miedo del Dom. Él podría querer algunas cosas que parecen extrañas
al principio, pero te van a dar placer al final.
Kell había mencionado la disciplina. Eso significaba o nalgadas o flagelación o
algo misteriosamente perverso que ella apenas conocía. Arriesgó otra mirada hacia
Kell.
Él era 1,90 de puro pecado, desde su cabello oscuro de corte conservador, hasta
sus elegantes mocasines italianos negros. Cuando se puso en cuclillas a su lado, sus
amplios hombros se aproximaron y su caliente mirada era exigente. Annabelle tragó
saliva. Kellan Kent tenía un cuerpo hecho para el sexo.
Ella se dio cuenta de que se había aflojado la corbata al entrar en la habitación.
Una atractiva sombra de barba aparecía en la fuerte línea de su mandíbula. Los
planos del rostro de Kellan eran angulosos, haciendo su belleza innegable pero
predadora.
—Quítate la ropa, Annabelle. Ahora. Quiero ver cada centímetro tuyo. Te
presentarás ante mí. ¿Lo entiendes? ¿Está escrita esa orden con todo lujo de detalles
en esos libros que lees cuando piensas que nadie está mirando?
Ella sintió que se ruborizaba. ¿Él sabía lo que había en su tableta?
—Eso es privado.
Los ojos de Kellan se dilataron, y se dio cuenta de que acababa de desafiar al Dom.
—Oh, no, no lo es. Esa tableta es propiedad de la compañía, la compraste para ti
con mi tarjeta de crédito, y me excitó mucho descubrir que la utilizabas para leer
literatura erótica y no cualquier erótica.
Ella leía BDSM y ménage. Y a juzgar por la expresión de sus rostros, todos lo
sabían. ¿Podrían adivinar que cuando leyó esos libros, se imaginó a sus jefes como
los héroes y ella la afortunada en el medio?
Con su ayuda, Belle se puso de pie tambaleándose. Los hombres para los que
trabajaba eran obviamente unos cabrones entrometidos, y ella hizo una nota mental
para poner un código de acceso en todo.
—Respóndeme. ¿Entiendes lo que te pido? —ladró Kell.
En ese momento, estaba agradecido por sus libros.
—¿Quieres que me desnude y presente mi cuerpo desnudo para tu placer, señor.
Una mirada de profunda satisfacción cruzó su rostro.
—Eso es exactamente lo que quiero, y vamos a sentarnos a observar como te
quitas cada prenda de ropa.
Ahora todos la miraban. Los tres se pusieron uno al lado del otro. Habiéndose
desecho ya de la chaqueta, Eric se desabrochó los botones de la camisa, pero él fue un
atleta durante toda su vida. Ya sabía cómo iba a ser de magnífico. Tate se había
desnudado hasta la cintura en los últimos minutos y ahora la sorprendió mientras
mostraba el pecho asombrosamente musculoso. Sus pantalones caían bajo en sus
caderas, mostrando el principio de su V. Podría tener un cerebro increíble, pero
obviamente conocía el camino hacia la sala de pesas. Y Kell... una vez le vio
accidentalmente cambiándose de camisa en su oficina, así que sabía lo hermoso que
era. Demonios, esos tres hombres eran prácticamente dioses griegos. Annabelle
siempre se vio demasiado grande: culo grande, pechos grandes, grandes sueños. Su
boca era un poco demasiado descarada, su piel un tono demasiado oscuro. ¿Qué
vieron en ella?
—Deja de pensar, Belle —ordenó Kellan—. Céntrate en las órdenes que debes
obedecer y en los Maestros que debes complacer. —Su voz era baja, el sonido mismo
de la seducción. —No tienes que preocuparte de nada, amor. Pensamos que eres
hermosa.
—Sí —estuvo de acuerdo Tate—. Muéstranos.
—Déjanos ver con lo que hemos estado soñando durante un año. —Eric
finalmente se quitó la camisa, dejando a Belle jadeando ante su forma perfecta:
hombros amplios, pectorales duros, cintura estrecha, abdominales marcados.
No eran estúpidos. Debían ver sus defectos. Sorprendentemente, no parecía que
les preocuparan. Se obligó a dejar sus miedos a un lado. Había dejado que la
dominaran durante demasiado tiempo, y eso no la llevó a ninguna parte. El único
camino al que la llevó su ansiedad era a uno solitario.
Belle se estiró para alcanzar la cremallera de su vestido, tratando de agarrarla
entre sus dedos. Ya que necesitó la ayuda de Kinley para vestirse, no debía
sorprenderla no poder llegar.
Kellan se deslizó detrás de ella.
—Permíteme.
Ella se quedó inmóvil, con la cabeza inclinada mientras se sacudía el pelo largo
por encima del hombro, conteniendo la respiración mientras él arrastraba la
cremallera. El aire frío acarició su espalda. Una ola de calor la quemó cuando Kellan
rozó sus palmas de las manos sobre su piel, separando el vestido, dejando que se
deslizara de su torso y cayera hasta la cintura.
Eric y Tate observaban fijamente. Sus miradas hicieron chisporrotear su piel,
encendieron de nuevo su necesidad. Pero Kell se tomó su tiempo para explorar, sus
dedos trazando su columna vertebral y hacia la parte baja de la espalda.
Se inclinó, su aliento jugando en su piel.
—Eres muy suave.
Un estremecimiento la recorrió. Belle cerró los ojos y se ahogó en la sensación. Se
sentía suave y vulnerable, sí, pero muy fuerte y preparada. Echó la cabeza hacia atrás
hasta su hombro, el aroma masculino de su loción para después del afeitado la
inundó.
Sus dedos flotaban por su espalda para jugar entre los omóplatos, a lo largo de la
curva de su columna vertebral. Gracias a Dios que había pensado en llevar ropa
interior bonita. Por lo general, no prestaba atención o le importaba lo que llevaba
debajo de su ropa, siempre y cuando las prendas interiores estuvieran limpias, pero
el sujetador de encaje blanco que esta noche se había puesto bajo su vestido de cóctel
tenía bordes festoneados y media copa. No es como si fuera a llevarlo puesto durante
mucho tiempo.
Apenas terminó el pensamiento cuando Kellan le desabrochó el sujetador con una
eficacia sorprendente. Belle atrapó las copas contra ella y se cubrió los pechos.
—No —Tate protestó—. Quiero verlos, Belle.
—Él va a ser el fácil de tratar. No tengo ningún problema en decirte que si no dejas
caer las manos, te encontrarás sobre mi rodilla —dijo Kellan.
—Yo pagaría por ver eso, bebé. —Eric se quitó los pantalones y los calcetines, y
luego se puso delante de ella con nada más que el bóxer. Su pene hacía una tienda de
campaña en el algodón.
Belle trató de no jadear, o dejar que la boca prácticamente se hiciera agua ante la
visión.
—Oh, lo verás. Me lo debe por las anteriores mentiras —explicó Kellan —. Pero
depende de ella lo rojo que quiere que esté su culo cuando la llevemos a la cama.
¿Qué va a ser, Annabelle?
Ella dejó caer el sujetador, dejando al descubierto los pechos a sus miradas. Un
dolor sordo estalló profundamente en su coño, una sensación nueva y
completamente erótica que la hizo muy consciente de que era una mujer.
—Todo lo demás —ordenó Kellan mientras cruzaba la lujosa suite y dejó caer con
elegancia su gran cuerpo en una de las sillas, luego volvió a mirarla con expectación.
Un rey en su trono, esperando a que su amante le revelara sus tesoros. La imagen
era tan clara en su cabeza que no podía dejar de cumplir.
Con manos temblorosas, empujó el vestido por las caderas y dejó que se deslizara
hasta el suelo. Sus bragas eran de la misma gasa blanca que había abrazado sus
pechos, mucho más sexys que las que llevaba normalmente. Cuando se miró a sí
misma mientras se vestía, le había gustado la forma en la que la tela pálida hacía
brillar su piel. Ella trató de dejar que ese recuerdo reforzara su confianza para poder
estar delante de ellos en casi nada.
—Todo, Belle.
Casi maldijo a Kell por empujarla a salir de su zona de confort tan rápidamente,
pero no se atrevía a decirlo en voz alta. Además, ya sabía que no le permitiría
esconderse detrás de nada.
Aún así, Belle se mordió su labio inferior y vaciló. Nadie la había visto desnuda en
años. Pero ¿de que tenía que avergonzarse? Podría no ser una reina de belleza o una
estrella de cine, y sí, podría tener demasiadas curvas, pero no era espantosa.
La verdad era que si quería saber lo que significaba tener sus ojos sobre ella, lo que
se sentía al tener a estos tres hombres dándole placer, entonces tenía que lograr ser
valiente.
Inhalando con vigor, Belle colocó los pulgares en el interior de la cintura de las
bragas y las bajó. Cuando se las quitó con un meneo, permaneció frente a ellos
llevando nada más que sus zapatos revienta presupuestos y una sonrisa nerviosa.
Silencio. Absoluto, aterrador silencio. Pues bien, ¿qué había esperado? ¿Aplausos?
Por último, Eric tragó saliva y dio un paso hacia ella.
—Dios, eres más bella de lo que pensaba.
—¡Tan hermosa! —Tate se quitó los zapatos y comenzó a quitarse los pantalones—
. No puedo esperar.
Sólo Kellan se abstuvo de quitarse la ropa. En su lugar, se sentó, mirándola,
diseccionándola.
—Ven a mí, amor.
Annabelle oyó la aprobación en su voz, vio calidez en sus ojos azules, y dio un
suspiro de alivio. Tal vez esto no era solo un polvo después de la boda. Tal vez esto
realmente significaba algo para ellos.
Lanzó una mirada interrogante a Eric y Tate, ambos le hicieron gestos hacia Kell.
Sí, ella no tenía absolutamente ninguna duda acerca de quién estaba al mando. Aun
así, se quedó clavada.
La realidad del momento, la solemnidad, le hacía latir el corazón hasta que rugió
en sus oídos. ¿Simplemente caminar a través de esta suite totalmente desnuda
delante de los hombres que, hasta esta noche, fueron simplemente sus jefes? En su
vacilación, Kellan levantó una ceja. Supuso que la respuesta era sí. Estaba claro que
no iba a dejarla escaquearse o darle la salida fácil. Se las arregló para comunicárselo,
sin una palabra.
Belle se removió. Sería mucho más fácil si sólo saltara sobre ella, pero no. Kellan la
obligó a tomar la decisión de acercarse a él. Su sí implícito, obviamente, no lo haría.
Eric y Tate la observaban con miradas penetrantes, sin parpadear, obviamente, de
acuerdo con su plan.
Hablando de ser rodeada por tiburones.
Kellan se incorporó y dio unas palmaditas en su regazo, no dejándole dudas a
Annabelle de que tenía la intención de azotarla.
—No voy a forzarte a esto. Si lo prefieres, voy a salir y dejarte a ellos. Te follarán
hasta dejarte grogui y te darán placer. Eso podría ser suficiente para ti, pero creo que
necesitas algo más. Creo que anhelas el dominio que estoy ansioso por darte. —Él se
encogió de hombros, pero Belle sintió que le importaba mucho cómo se sentía—. Si
no quieres probar, dímelo ahora.
—Si lo hiciera, estarías decepcionado. —Se le escapó el pensamiento.
—Sí. Eso es perspicaz. —Él asintió con la cabeza—. Creo que el estilo de vida
BDSM funcionaría bien entre nosotros, pero si decides no someterte a mí, no te
trataré de forma diferente de lo que he hecho los últimos catorce meses.
Sólo existía una respuesta en la mente de Belle. Había fantaseado sobre eso un
millón de veces. No podía imaginar hacer el amor sin los tres. Odiaba decepcionar a
Kell. A pesar de todas las palabras bonitas y promesas implícitas de esta noche, el
futuro podría no funcionar para los cuatro, pero no tendrían ninguna posibilidad si
ella no se entregaba ahora.
Tomando otra inhalación fortificante, Annabelle cruzó la habitación con una
sonrisa.
Algo se suavizó en los ojos de Kell.
—Excelente. Estoy orgulloso de tu valor. Vamos a quitarnos de en medio tu
castigo así podremos centrarnos en hacer que te sientas bien por el resto de la noche.
—Él le envió una pequeña sonrisa—. Aunque sospecho que también disfrutarás de
esto. Sobre mi regazo. —La tomó de la mano y la impulsó hacia abajo. —Si tienes que
detenerme esta noche, por cualquier motivo, sólo dilo y lo haré. Más tarde, tendrás
una palabra de seguridad. También tendremos un contrato. Pero esta noche, vamos a
mantenerlo ligero.
Annabelle frunció el ceño. No le gustaba la idea de un contrato con Kellan. Quería
compartir su corazón con él, no un documento legal. Pero no sólo era un Dom,
también era abogado. Ambos lados de él insistirían en que explicara los términos, los
derechos y las condiciones de su relación, incluyendo su final, antes de que apenas
hubiera comenzado. Ella sospechaba que su ex mujer también tuvo mucho que ver
con eso. Kell necesitaría un acuerdo cristalino entre ellos para sentirse seguro. Darse
cuenta de eso la entristeció.
—Permíteme ayudarte a ponerte en posición. —Tate corrió a su lado, su mano
caliente abrasando la parte baja de su espalda. Le miró el trasero—. Dios, Belle, mira
ese culo.
Ella hizo una mueca.
—Trato de no hacerlo.
Mientras Tate pasaba la mano por uno de sus cachetes, sus ojos se entornaron con
deseo.
—Hmm. No voy a ser capaz de conseguir apartarlo de mi cabeza. —Él apretó la
regordeta curva, y luego dio un paso atrás con un suspiro de pesar—. Acaba de una
vez por todas con la disciplina, Kell. Quiero poner mi boca en ella.
El deseo se arremolinó entre sus piernas, haciendo que se sintiera inestable y
agitada. Se llevó la mano al estómago como si eso fuera a calmar las mariposas que
bailaban en su interior. Cuando eso no lo logró, enredó sus dedos con los de Tate
como apoyo y se dejó caer sobre el regazo de Kellan.
Tratar de posarse sobre sus muslos era totalmente complicado. Ella se movió y se
reequilibró, buscando una posición cómoda.
La gran mano de Kellan se ancló en la parte baja de su espalda.
—Para de moverte.
Belle hizo todo lo posible por obedecer, quedándose quieta y respirando a través
de cada latido del corazón, tratando de vaciar su mente de todo excepto de darle lo
que quería. Al menos eso es lo que querían los Doms en los libros que leía.
Cuando se calmó y dejó de retorcerse, Kell la recompensó con una caricia por la
espalda. Otra mano se unió a la suya, ésta en su cadera, deslizándose hasta ahuecar
su culo. Ella sospechaba que pertenecía a Eric. Belle supo que había acertado cuando
una tercera mano se plantó en su piel, la palma en la nuca antes de que largos dedos
se enredaran en su pelo. Definitivamente Tate.
El deseo la atravesó. Todos estaban tocándola a la vez, explorándola juntos. Lo
había deseado y esperado, sin imaginar ni por un momento que fuera a suceder. Pero
allí estaba, a su merced.
En cierto modo esperaba que ellos no tuvieran mucha.
—¿Has visto esto? —la voz de Eric rompió el denso silencio.
—Te estoy diciendo, que es el culo más jugoso que he visto nunca —dijo Tate.
—Lo corroboro —bromeó Eric mientras apretaba uno de sus cachetes—. Esta
visión es toda la prueba que necesito.
—Ah, ¿lo huelen, caballeros? Nuestra dulce secretaria está excitada. —Una gran
cantidad de satisfacción oscureció la voz de Kellan.
—Asistente administrativa. —Belle elevó la voz, su vientre y su aliento se
apretaron.
Belle llevaba esa oficina, maldición. Independientemente del hecho de que estaba
sobre el regazo de su jefe con su culo desnudo al aire, eso no quería decir que no
tuviera orgullo profesional. Su trabajo actual puede que no fuera su sueño, pero lo
hacía bien.
En ese momento, las manos que la acariciaban, excepto la que estaba en la parte
baja de su espalda, se levantaron. Un momento después, oyó un zumbido que no
podía ubicar. Un azote repentino siguió. Entonces un dolor intenso estalló en el
cachete derecho y ardiendo sobre la piel de su culo. Se le escapó el aliento y el
corazón se le aceleró cuando Kellan mantuvo su mano sobre ella.
—En la oficina, te llamaré lo que quieras —su voz se volvió sedosa—. Diablos,
mantienes el lugar en funcionamiento la mayor parte del tiempo. Pero en el
dormitorio, eres nuestra pequeña y dulce secretaria.
Sus palabras la aceleraron. La mujer independiente en ella le dijo que no debía
gustarle lo que murmuró Kell, pero no se podía negar que la puso incluso más
húmeda. Sus emociones estaban desequilibradas, corriendo sin control. Y ahora que
el dolor había pasado, un cosquilleo ardiente estalló justo debajo de su piel. No, una
profunda excitación cálida, traviesa y adictiva.
—Sí.
Otro azote.
—¿Sólo sí? Piensa cuidadosamente.
La sensación cubrió su cerebro, amortiguando sus pensamientos. Belle trató de no
perderse en su contacto, en su deseo de sentir su mano en el culo de nuevo. Tenía
que centrarse. ¿Qué era lo que quería?
—Señor. Sí, señor —soltó tan pronto como se lo imaginó.
—Mucho mejor. —Kell pasó la mano sobre sus cachetes, distribuyendo el calor y
recompensándola, por el momento—. Ahora, vamos a hablar de la mentira. No me
gusta y no la toleraré.
—Apoyo eso —intervino Eric.
—Yo también —agregó Tate.
—¡Ahí lo tienes! No estoy hablando de situaciones sociales. Pero Belle, no somos
meramente tus amigos. No nos puedes venir con una excusa educada. Estamos a
punto de convertirnos en tus amantes. Si nos mientes, espera consecuencias.
Necesitamos saber cómo te sientes, cuando estás herida o triste, asustada o
preocupada. No puedes simplemente ocultar tus emociones con una sonrisa.
—Nos pertenecen —explicó Eric—. Al igual que tu cuerpo nos pertenecerá.
—Así que, por mentirme en el pasillo, te voy a dar un recuento de veinte. Si te
pillo mintiendo de nuevo, te voy a dar más. Siempre nos dirás cómo te sientes. Como
ahora. —La expectativa de Kell flotaba en el aire entre ellos.
Ni siquiera pensó en que estaba retenida o acostada. Las palabras simplemente se
dijeron. La situación era tan íntima que no parecía haber espacio para otra cosa que
la honestidad.
—Caliente, dolorida, un poquito asustada.
—Perfecto. Gracias por tu honestidad. Sabemos que estás nerviosa porque esta es
nuestra primera vez juntos. Nos aseguraremos de que llegues a confiar en nosotros.
—Sí, señor. —Belle tomó aire.
Tres palmadas rápidas la tuvieron gimiendo cuando el dolor golpeó. Las dos
siguientes la hicieron retorcerse cuando el dolor se intensificó. Estaba claro que iba en
serio con esos golpes, pero la picadura impactante se transformó en algo que se
encontró ansiando aún más.
Después de otros cinco, estaban a mitad del castigo. Una neblina de deseo
descendió y se perdió poco a poco a sí misma en el ritmo de la disciplina de Kellan, el
golpe de su mano y su fuerte exhalación, seguido del gemido de Eric, el de Tate, y su
conteo lloriqueante antes de empezar todo de nuevo.
Belle se sacudió, encendida, desesperada por más. Le agarró la pierna, clavó las
uñas en la lana de los pantalones de Kellan. Él inhaló audiblemente, arrastrando su
aroma de nuevo. Ella sintió la línea gruesa de su erección contra su vientre
endurecerse aún más. Disciplinarla realmente le afectaba.
—¿Cómo estás, amor? —preguntó.
Temblorosa, conmocionada, y muy, muy viva.
—Bien, señor.
—Excelente. Sigue contando.
—Rápido. Tan pronto como hayas terminado, definitivamente voy a ofrecerle mi
pene. —Tate sonaba tan completamente sincero que Belle esbozó una sonrisa.
—No tengo ninguna duda —dijo Eric arrastrando las palabras—. Todos lo
haremos.
Kellan los ignoró y aplicó cinco rápidos golpes más en sus cachetes, acentuando el
calor bajo la piel hasta que Belle se sintió impotente y se ahogó en la sensación.
Completamente necesitada.
—¿Puedes tomar más de cinco? —Él no exigió, pero todo en su tono le dijo a Belle
que realmente esperaba que pudiera.
Felizmente.
—Sí señor.
Belle cerró los ojos, queriendo bloquear todo excepto el sonido de su carne
golpeando la de ella, la sensación de su mano frotando el calor en su piel. Belle
contaba cada vez que la palma de su mano tocaba su trasero desnudo. Saboreó cada
golpe, deleitándose con el picor y el ardor que seguía, acomodándose en su coño.
Dios, ¿quién hubiera imaginado que le gustaría eso? Las descripciones de azotes
en los libros siempre la pusieron incómodamente húmeda, pero la realidad... Belle
suspiró de satisfacción, la realidad de este extrañamente agudo placer iba mucho más
allá de lo que su imaginación podría haber concebido. Él la convirtió en una masa
temblorosa y dolorida.
Antes de que se diera cuenta, Kell dio la última palmada y terminó el castigo. Le
acarició el trasero acalorado por última vez, luego la apartó de su regazo. La instó a
acurrucarse contra él por un momento de felicidad mientras la abrazaba. Al
presionar la mejilla en su solapa, se deleitó en la sensación de sus fuertes brazos
alrededor de ella, los latidos de su corazón contra su oído. Incluso disfrutó el calor de
su piel desnuda contra su traje de diseño.
Demasiado pronto, Kellan le tocó con la punta del dedo la barbilla y le levantó la
cara justo debajo de la de él. El esplendor masculino de los labios esculpidos flotaba
justo por encima de su propia boca.
—Lo hiciste muy bien. Ahora que todo ha terminado, dime... ¿me puedes manejar,
Belle? Necesito esto de una manera que los otros dos no. Siempre querré
disciplinarte. Siempre querré atarte y hacer lo que quiera, pero te prometo que lo voy
a hacer bueno para ti. ¿Disfrutaste eso?
—Así es, señor. —Su trasero palpitante era un recuerdo de la intimidad que
compartieron. Pero en lugar de que el dolor la molestara o enojara, las sensaciones se
establecieron bajo su piel y la calmaron de alguna manera que no entendía muy bien.
—Quiero saberlo por mí mismo. —Él dejó caer su mano en la rodilla, separándolas
suavemente—. Necesito sentir exactamente lo que te hice.
Que él necesitara algo de ella emocionó a Belle. Ella voluntariamente separó las
piernas para él. Kellan siempre estaba cerrado en banda, muy a menudo distante,
pero en ese momento, se sentía cerca de él, compartió el tipo de vínculo con Kellan
con el que fantaseó.
Su gran mano se deslizó entre sus piernas, la palma cubrió suavemente su coño
antes de que las puntas de los dedos callosos se movieran en una caricia sedosa por
sus pliegues húmedos. Cuando el hormigueo entró en erupción y su cuerpo estalló
en piel de gallina, Kell llegó hasta su apertura y deslizó dos dedos en el interior con
un bajo gemido masculino.
El aliento se le escapó mientras sus dedos empujaron justo dentro de su
resbaladizo calor, provocándola con una fricción suave, tomándola por sorpresa. En
cuestión de segundos, Belle comenzó a jadear y se arqueó hacia él.
—¿Cómo está de húmeda? —Tate se arrodilló junto a ella y ahuecó su pecho,
rozando su pezón con el pulgar y expandiendo la necesidad.
—Chorreante —respondió Kellan, sonando muy satisfecho—. ¿Quieres correrte,
amor?
—Por supuesto que quiere. Y quiero verla. —Eric hizo un guiño, de pie sobre ellos.
Belle estaba aliviada de que Eric la salvara de la molestia de decir lo obvio. Estaba
segura de que en realidad nunca antes había llegado al clímax. Tuvo pequeños
placeres por su propia mano, pero nada de lo que hizo se sintió ni la mitad de bueno
como lo que Kellan le hacía en este momento.
Entonces sus dedos se deslizaron sobre su clítoris y frotó un círculo lento. Ella lo
miró, sorprendida por el exuberante deseo que rodó a través de su cuerpo.
Kellan se limitó a sonreír.
—Déjanos oírte gritar.
—Estoy de acuerdo. —Tate se cernió sobre ellos, viendo los dedos de Kell con
absortos ojos oscuros.
—Amén, hermano — Eric murmuró, sus ojos color avellana brillantes.
La boca de Kell descendió sobre la de ella antes de que pudiera responder con
nada más que un gemido. Belle abrió automáticamente. Él la besó profundamente y
con fuerza, poseyéndola mientras su lengua se deslizaba a casa al mismo compás que
los dedos. La presión se acumuló rápidamente, pequeños rayos de placer que
sacudieron su organismo, haciendo que se estremeciera en sus brazos.
Ella se tensó, su excitación en aumento. No pasó mucho tiempo antes de que su
piel se sintiera demasiado tensa. Su respiración se entrecortó. Se ahogó en el aroma y
la cercanía de Kellan mientras él la llevó a lo más alto, donde las llamas lamieron su
carne, hasta que la necesidad obligó a Belle a extender más sus piernas. Trató de
romper el beso, tirar la cabeza hacia atrás, pero él se negó a permitirlo, manteniendo
su boca con un beso hambriento tras otro hasta que ella gimió. La desesperación se
elevó directamente junto con las sensaciones. Se sentía vencida, deshecha, del
revés… mientras el placer convergía y la disolvió. Sin importar cuánto luchó para
disfrutar la deliciosa agonía, no pudo contenerse.
Cuando el orgasmo explotó sobre ella, Kell apartó los labios de los suyos. Un grito
largo y gutural comenzó desde su pecho mientras la alegría eufórica se arrastraba
por sus venas y pulsaba por sus terminaciones nerviosas. En la secuela, jadeaba,
completamente aturdida.
Sí, ella tenía razón. En realidad nunca se había corrido hasta ahora. Probablemente
estaban muy orgullosos de sí mismos por ese chillido ensordecedor. No podía negar
que le gustó lo que le dieron.
—Hermosa —murmuró Kell.
Mientras yacía en sus brazos después, Belle se sentía así. Finalmente, entendió por
qué nunca antes realmente llegó al clímax. Lo que Kellan le dio, con el apoyo
silencioso de Eric y Tate, fue más que placer. El sentido de conexión pura no se podía
fingir cuando ella se tocaba. Eso hizo todo lo que compartieron más bello y
significativo. Demostró que les pertenecía. Siempre fue capaz de ser ella misma en
torno a ellos en la oficina, pero saber sin lugar a dudas que eso se extendía a las
situaciones más íntimas... Dios, qué alivio.
—Estoy muy contenta de haber esperado —suspiró hacia él con una sonrisa feliz.
Belle no podía imaginar su primera vez con nadie, excepto ellos tres. Su corazón
estaba muy lleno en ese momento. Los chicos lo harían mucho más significativo que
el simple acto de cuerpos uniéndose. Lo convertirían en un momento que los uniría
más. Algo que recordaría toda su vida.
Kellan se puso rígido.
—¿Esperado?
Su palabra entre dientes fue como el chasquido de un látigo. Belle se obligó a abrir
los ojos. Su ceño intimidatorio aprisionó su pecho y apretó con fuerza.
—Yo no estoy contento —argumentó Tate, deslizando la mano por su cuerpo
hasta que tomó su muslo—. Hemos perdido un año entero.
—No creo que fuera eso lo que quería decir. —Kellan arqueó una ceja marcada en
su dirección —¿Verdad, Annabelle?
Belle se retorció con timidez. La neblina dulce del deseo se disipó, reemplazada
con algo de frío. Eric parecía aturdido mientras miraba fijamente, con la boca abierta.
Tate simplemente parecía desconcertado. Ahora podía no entenderlo, pero una vez
lo hiciera, probablemente no le gustaría la verdad más que a los otros dos.
En ese instante, ella trató de acurrucarse y cubrirse. Su desnudez antes pareció
atractiva, ahora era muy consciente de su vulnerabilidad. ¿Cómo había cambiado
todo con una sola frase? Si realmente se preocupaban por ella y la querían para más
de una noche, su virginidad no les defraudaría. ¿Cómo pudo interpretar tan mal la
situación? ¿O la habían engañado por un pedazo de culo? ¡Dios, se sentía tan
humillada!
Las lágrimas amenazaban. Maldita sea, tenía que salir de aquí.
Mientras trataba de ponerse en pie, las lágrimas nublaron sus ojos. Belle no podía
ver, no acababa de conseguir el equilibrio. Kellan no trató de sujetarla, gracias a Dios,
pero estaba demasiado inestable para estar de pie.
—Ayúdame, por favor —le rogó a Tate.
Sus brazos la rodearon y la puso de pie, en sus brazos. Belle se acurrucó contra él,
protegiendo tanto de su cuerpo de la mirada punzante de Kellan como pudo.
Mierda, ¿dónde estaba su vestido?
La mirada preocupada de Tate buscó la de ella.
—¿Qué pasa? Dime lo que quieres decir. Si hay un problema, vamos a encontrar
una solución lógica.
Kellan se movió a su lado, enderezando su ropa. Su expresión se endureció de
nuevo.
—Te hice una pregunta.
Belle parpadeó, sabiendo que su respuesta solamente decepcionaría a Kell. Miró
hacia Eric. Todavía permanecía inmóvil, en estado de muda sorpresa. Allí no había
ayuda. Sólo los brazos de Tate la mantenían protegida y segura, pero incluso en
contra de la calidez de su cuerpo grande, ella se estremeció. ¿Seguiría siendo su
puerto seguro una vez que uno de los otros le explicara exactamente lo que había
esperado?
No quería correr ese riesgo, era el momento de salir de aquí.
Pero cuando Belle trató de moverse, los brazos de Tate se apretaron a su
alrededor.
—¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando aquí?
—Necesito una respuesta, Belle. —Kellan ignoró a Tate, mirándola fijamente con
rotunda demanda.
Kellan había pedido la honestidad. Bien, la conseguiría. Nunca tuvo la intención
de ocultar la verdad sobre su falta de experiencia sexual. Una vez que la ropa
empezó a salir, supo que tendría que confesar. El discreto momento perfecto
simplemente no había aparecido antes de que ella accidentalmente dejara escapar la
verdad. Por supuesto, Belle esperaba que estuvieran un poco sorprendidos, tal vez
incluso que se burlaran de ello. Belle no había esperado la muda sorpresa de Eric o la
horrible frialdad de Kellan.
—Tienes razón, soy virgen. — ¿Y qué? No había manera de que pudieran perder el
trasfondo en su voz. Hizo todo lo posible por devolver la mirada, pero Belle se sintió
decididamente vulnerable totalmente desnuda.
Los ojos color avellana de Eric se abrieron como platos.
—¿No estabas bromeando?
Tate se echó hacia atrás y la miró boquiabierto.
—¿Eso es lo que esperabas? ¿Tener sexo? ¡Mierda!
La mandíbula de Kellan se apretó.
—Precisamente lo que pensé que querías decir.
Eric se acercó a su lado, moviendo la cabeza y aun viéndose conmocionado.
—¿Cómo diablos eres virgen? Tienes veintiséis años.
—Soy muy consciente de la avanzada edad de mi himen. —Ella se retorció,
evadiendo los brazos de Tate, buscando de nuevo su vestido. Tenía que estar en
algún lugar aquí en el suelo.
La ira comenzó a retumbar a través de ella. Ellos parecían casi traicionados por su
pureza. Vaya con los chicos que consideraban eso un regalo. Tal vez esperaban a
alguien con más experiencia. Tal vez no valía la pena que se acostaran con ella,
porque no sabría qué hacer. Bien. Tan pronto como encontrara su ropa, saldría de
aquí. Ir a su suite fue un gran error.
Kellan le ganó de mano, agarrando su chaqueta y dirigiéndose a la puerta.
—Me voy.
Annabelle se sentía como si la hubiera abofeteado.
—¿Qué? —le preguntó Tate a su amigo, obviamente conmocionado.
Kell no respondió, sólo siguió ordenando sus cosas.
Belle miró alrededor de la habitación, tratando de no ver a Kellan alejarse de ella.
Por último, encontró el vestido y prácticamente corrió hacia él.
—Me voy yo, Kell.
Tate la tomó del brazo y la detuvo.
—Belle, ¿qué haces?
—Me voy. —Ella tiró de su mano y se lanzó a través del cuarto para agarrar el
tejido esmeralda.
Cuando se lanzó hacia el cuarto de baño, su humillación la estranguló. Dios, su
culo estaba al aire. Se sintió miserablemente expuesta, pero no estaba dispuesta a
vestirse delante de ellos y dejar que se quedaran embobados más con la pequeña
virgen tonta. Era mejor salir y guardar para sí misma el mínimo de dignidad. Cerró
la puerta detrás de ella y la bloqueó por si acaso. Apenas un segundo después, les
oyó gritar.
Sin ellos mirando y juzgándola ahora, la mortificación de la tarde oprimió a Belle,
aplastando sus sueños. Se arrodilló y dejó que las lágrimas cayeran.

* *
El estómago de Kellan se revolvió mientras miraba la puerta del baño que Belle
acababa de cerrar. Joder, ¿qué acababa de hacer? Un momento tenía sus manos sobre
ella, acariciándola y haciendo que se corriera. Ella era la mujer más sexy que jamás
había tocado porque él la deseó durante mucho tiempo y su placer fue muy honesto.
Todavía podía sentirla, olerla, tan caliente y húmeda y perfecta. El momento en que
se desnudó para ellos, la necesidad primordial de llevarla a la cama y hundir su polla
dentro de ella le carcomió. Dejaría su cuerpo solo el tiempo suficiente para ver a Eric
y Tate complacerla antes de que comenzaran de nuevo. Pero eso fue una puta
fantasía. Una broma.
Ahora, se encontró con sus dos mejores amigos mirándole fijamente. Y se veían
tremendamente molestos. Podía oír a Belle llorando en silencio en el baño.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Cómo pudiste hacerle eso? —Eric cruzó la habitación,
agarrando sus pantalones con un tirón enojado.
Mirando al techo, Kell suspiró. Debería salir, como había prometido. Abrir la
puerta e irse sería lo más amable que podía hacer debido a la esperanza de que él
pudiera compartir una mujer con sus amigos fue un terrible error. Lo había
arruinado todo, y nunca se lo perdonaría. Ya había aprendido del modo difícil que
un hombre no conseguía segundas oportunidades.
La puerta estaba justo allí. Nadie la custodiaba. Eric todavía tambaleante
poniéndose los pantalones, y Tate de pie en el otro lado de la habitación, pegado a la
puerta del baño, tratando de convencer a Belle.
Nada de esta pesadilla estaría sucediendo si no se hubiera engañado a sí mismo
pensando que podía follarla sin sentir nada o fastidiarlo todo.
Aún así, Kell no se decidía a irse, al menos, le debía una disculpa.
—No puedo.
Eric cruzó la habitación, la cara roja, los dientes apretados.
—¿No puedes qué? —gruñó—. ¿Actuar como un ser humano? ¿Saber lo que
acabas de hacerle?
¿Tomar toda la dulzura floreciente de su sensualidad y aplastarla bajo su zapato?
Sí, sabía que había hecho eso.
—No puedo estar con una maldita virgen, hombre. ¿Qué diablos iba a hacer con
ella?
Dios, eso fue un completo error. Sonaba como la peor clase de gilipollas, incluso a
sus propios oídos. Pero tan pronto como Belle soltó que estaba contenta de haber
esperado, su estómago cayó en picado. Ella se merecía mucho más de lo que él podía
darle: amor, atención, devoción. Se merecía todo eso y más. Había esperado para un
hombre que pudiera amarla, no sólo un hombre que pudiera follarla toda la noche.
Necesitaba un hombre que moviera montañas o parte del mar por ella, luchara
contra los demonios, y llenara su corazón, que hiciera cualquier cosa por ella.
La realidad física le dolía, pero Kell sabía que no era ese hombre; nunca lo sería.
—¿No puedes estar con una virgen? ¿Estás tomándome el pelo? ¿Qué demonios se
supone que significa eso? —Las mejillas de Eric estaban aún más moteadas—. La
trataste como si tuviera alguna terrible enfermedad.
—¿Belle? —Tate llamó a la puerta del baño. —Cariño, respóndeme. Puedo
escuchar el llanto. Háblame. Déjame abrazarte.
Al menos Tate estaba preocupado.
—Sabíais que no iría en serio con ella. Demonios, dijisteis que no tenía por qué ir
en serio cuando me invitasteis a unirme a esta fiesta —señaló Kell.
Le había dicho a Belle que no sería un buen novio y tenía razón. También les dejó
claro a Eric y Tate que no podía comprometerse. Conocían su pasado. Sí, podría
haber manejado mejor su sorpresa acerca de su virginidad. Lamentó hacerle daño.
Pero, ¿cómo podría cualquiera de ellos pensar por un segundo que Annabelle Wright
querría, o debería, aceptar lo poco que podía ofrecer? No esperó todos estos años por
un amante que pudiera darle un orgasmo. No, ella había esperado por las toallas de
encaje y monogramas. Esperó por el amor.
Kellan se estremeció. Él no fue suficiente para la perra de su esposa, ésta se largó
destruyendo por completo su mundo, su familia, y su corazón. Le demostró que no
era suficiente marido para la mujer promedio. Belle era fuera de lo común.
Pero la idea de no sostenerla nunca en sus brazos hizo que algo en su pecho se
rompiera violentamente. Joder. Se estaba muriendo por dentro y no tenía idea de qué
hacer. Kell ansiaba caminar hasta la puerta del baño y patearla para abrirla, exigir
que nunca le dejase fuera de nuevo, pero no tenía ese derecho. Nunca tendría ese
derecho con ella.
No se puede negar que si hubiera soñado con su perfecta sumisa, Annabelle se
ajustaría al perfil. Era educada, cariñosa, inteligente, divertida, leal, descarada...
Demonios, ¿a quién pretendía engañar? Incluso si ella se hubiera acostado con un
centenar de hombres, sería demasiado buena para él. Pero la forma reverente en que
lo dijo: estoy muy contenta de haber esperado, le había destripado. Él habló sin pensar.
Ahora eso le costaría no sólo a la mujer que quería por encima de todas las demás,
sino también a sus dos mejores amigos.
Tate entró como un torbellino, cada músculo de su cuerpo apretado de furia.
—No puedo hacer que salga o hable. Tú la liaste, ve a hablar con ella y discúlpate.
Limpia esta mierda y haz las cosas bien.
Antes, incluso, de que su amigo terminara de hablar, Kell comenzó a sacudir la
cabeza. En el momento en que la viera de nuevo, podría caer de rodillas y pedirle
que le dejara retractarse. Podría ofrecerle todo lo que no pudo entregar porque era
demasiado débil para alejarse. Esto conduciría a un desastre nuclear para el corazón
de Belle. Él no se lo haría. Mejor encontrar ahora la fuerza para alejarse.
¿Cómo demonios se suponía que incluso trabajara con ella? Ya no podría. Y si Eric
y Tate no podían convencer a Belle de nuevo para que regresara a su lado, no
querrían compartir un negocio con él de todos modos. Maldita sea, tenía que irse y
perder otra familia. Esta vez no iba a encontrar un reemplazo. Estaría solo, como se
merecía.
—Lo siento —dijo firmemente—. Pero no puedo hacerlo. ¿Entiendes que si tomas
la virginidad de Belle, eres responsable de ella? Esperó veintiséis años. No va a
contentarse con una maldita sola noche.
—¡Bien! —Tate gritó de nuevo—. No quiero follar y huir. Quiero una esposa, una
familia, un futuro que no incluye ir a un bar y recoger a una chica ansiosa por la
emoción de follar con tres chicos.
—Bien por ti. No puedo ser responsable de Belle. Sólo voy a destruirla.
—Te estás protegiendo a ti mismo —gruñó Eric—. No a ella. Estás demasiado
asustado de abrir tu corazoncito de nuevo.
Tate invadió su espacio.
—¿Le haces daño para protegerte? No tengo ningún respeto por eso.
No era lógico, pero Kell quería poner al hijo de puta de culo.
—Retrocede, Tate. Hazlo ahora.
—No creo que quieras. —Tate seguía acercándose.
Eric se movió entre ellos.
—Basta, los dos. Esto no está ayudando absolutamente nada.
Tal vez no, pero ya que Kell no tenía ni idea de cómo poner una bonita tirita de
color rosa sobre la situación y hacerlo todo mejor, la idea de sacar su ira contra Tate
parecía una maldita buena idea. Sí, probablemente debería admitir la verdad: que
Tate era un hombre mejor y Kell estaba resentido por ello, pero molerle a palos le
haría sentir mucho mejor. Sus tripas se revolvieron por la rabia. El deseo insatisfecho
se mezclaba con una terrible sensación de odio hacia sí mismo que constantemente le
estuvo pesando desde su divorcio.
Excepto esos momentos en que Belle le había mirado con sus grandes ojos oscuros
brillando con confianza. Estuvo muy hermosa cuando se colocó sobre su regazo para
su primera zurra. En ese momento, no pensó en nada más que en ella, en como olía a
jazmín, lo cálida que su carne se había vuelto mientras la disciplinaba, la certeza
innegable que la zurra la hizo humedecerse. Belle había respondido a su contacto con
absoluta honestidad y transparencia, prácticamente ofreciéndole su cuerpo inocente.
Kell odiaba no poder aceptarlo.
—Eres un patético pedazo de mierda, Kent. Lo has arruinado todo. —Tate nunca
se contenía.
Lo cual era bueno porque eso significaba que Kellan tampoco tenía que ahogar sus
palabras.
—No he visto a tu amigo allí de rodillas y dándole las gracias por permanecer
pura para él. Estaba tan sorprendido como yo.
La mandíbula de Eric se tensó, su cara volviéndose fría.
—Por supuesto que estaba sorprendido.
—No te detengas allí. Escúpelo. No eras más feliz sobre esa cosa de su virginidad
que yo, te cagaste. Sin embargo, vas a dejar que tome toda la culpa, ¿verdad?
Era típico. Él siempre tenía que ser el malo de la película. Tomaba los golpes por
todo el equipo, mientras que Tate y Eric se echaban hacia atrás y jugaban a los chicos
buenos que todo el mundo amaba. Podría haber ganado, pero estaba harto de ello.
—Estás muy lejos de la verdad —insistió Eric—. Me alegro de que nunca tendré
que imaginar a Belle dejando que algún estúpido desconocido gruña y sude sobre
ella. Mira, ninguno de nosotros imaginó que Belle sería virgen. Fue una sorpresa,
pero eso sólo significa que sea el momento de reducir la velocidad y hablemos un
poco. Estamos seguros de que no deberíamos explotar todo el asunto. ¿Tienes alguna
idea de lo que le hiciste al retirarte?
—Podría haberlo manejado mejor; lo reconozco. Pero ¿te paraste a pensar que ella
nos engañó un poco? Dime ¿qué virgen está lista para saltar en el saco con tres
hombres? Ella o bien no sabía dónde se estaba metiendo —y si ese es el caso, es una
buena cosa que paráramos— o ella realmente no tenía la intención de estar con todos
nosotros. —Kell no pudo resistir una mirada de soslayo hacia Tate. El hecho de
quedar excluido era candente para su amigo, y si Belle no había planeado aceptar al
tipo grande... bien, mejor que él lo descubriera ahora antes de caer aún más en el
amor.
—Ella me dio un beso. Eso no fue un adiós, gilipollas. —Tate tomó ese momento
para cerrar el puño y echarlo hacia atrás.
Kellan se quedó allí. Tal vez este daño podría desviar la atención de la agonía que
retorcía sus entrañas. El impacto vino, y se sorprendió al ver lo duro que Tate, un
hombre que miraba demasiada televisión de ciencia ficción, podía golpear. La
mandíbula de Kell se llevó la peor parte y el dolor estalló a través de su organismo.
Lo vio todo rojo y eso desencadenó su agresión. Inmediatamente, fue a la ofensiva,
poniendo cada gramo de su rabia turbulenta en los puños. Antes de que realmente
supiera lo que estaba haciendo, tenía a Tate en el suelo, golpeando al hombre que
había sido su amigo durante casi una década. Cuando Eric trató de interponerse
entre ellos, también derribó a Eric con un golpe duro en la barbilla.
—Deteneos. Por favor, parad —la súplica temblorosa de Belle atravesó la bruma
furiosa que llenaba su cabeza.
Los tres se detuvieron, sólo se congelaron como si alguien hubiera golpeado el
botón de apagado para detener todo movimiento. Vagamente, se dio cuenta de que le
dolía el cuerpo. La sangre corría por su labio, pero la vergüenza que de pronto se
apoderó de él fue peor que cualquier malestar físico.
Belle se puso delante de ellos viéndose más despojada de confianza de lo que
nunca la había visto. Con los ojos hinchados y la nariz roja, era evidente que estuvo
llorando. La visión de sus lágrimas le dio una patada en la estómago, atravesándole
de una manera que no pudieron los puños de Tate. Su vestido de cóctel muy
arrugado. Minutos antes, estaba desnuda en sus brazos y prácticamente brilló. Ahora
su luz había desaparecido, sustituida por un profundo dolor estampado en su rostro.
Sus palabras le hicieron eso.
—Por favor, parad —dijo ella, con voz muy cansada—. No puedo soportar el
hecho de que estéis peleando, especialmente por mí. Por favor.
Él se puso de pie porque no podría causarle otro momento de dolor.
—Lo siento, Annabelle.
Dio un paso hacia ella, y Belle se echó hacia atrás, moviendo la cabeza.
—No lo hagas.
Tate se puso de pie, extendiendo la mano hacia ella, pero Eric le detuvo.
—Voy a irme. —Belle miró hacia abajo, se centró en los zapatos que tenía en la
mano.
Dios, ni siquiera podía mirarles. Este hecho, junto con la visión de sus pies
descalzos, le hizo darse cuenta de lo vulnerable que se debía sentir. Él hizo que se
cohibiera, la despojó. No podía mentirse a sí mismo. Eric podía haber estado
sorprendido, pero Kell sabía que si no hubiera abierto la boca, el chico se habría
recuperado. Tate y él no solo habrían salvado la situación, sino atesorado su
inocencia.
Kell debería haberla dejado a los dos hombres que la amarían siempre, pero soltó
lo primero que le vino a la cabeza, sin pensar siquiera en el posible resultado. Estaba
sorprendido y resentido de que nunca sería lo suficientemente bueno para ella. Ni
siquiera se dio cuenta de lo mucho que sus palabras la aplastarían, otra prueba más
de que no la merecía.
—Belle, lo siento mucho. —Por tantas cosas. Que la molestó, sí. Sobre todo lo
sentía porque estaba demasiado dañado para mostrar lo mucho que significaba para
él.
Ella le dio una inclinación de cabeza temblorosa.
—Yo también.
Mientras se dirigía a la puerta, Tate le llamó de nuevo.
—Belle, vamos a hablar de esto.
Ella agarró la manija de la puerta y se giró.
—No puedo esta noche. Nos vemos mañana por la mañana en la reunión.
Y luego se fue, cerrando la puerta silenciosamente detrás de ella con una terrible
irrevocabilidad.
—No podemos dejarla salir así —dijo Tate, empezando a ir tras ella.
Eric se metió entre Tate y la puerta.
—Dale un poco de tiempo, hombre. No creo que vaya a hablar esta noche. Déjale
algo de espacio. Una vez esté menos frágil y nosotros menos enfadados, vamos a
sentarnos todos y resolverlo, pero ahora, sólo vamos a discutir.
—Pero estaba llorando. —A veces Tate era bueno en señalar lo obvio.
—Tenemos que dejar que llore, si eso es lo que quiere.
—No debería tener que hacerlo sola. Debe saber cómo nos sentimos acerca de ella
—argumentó Tate.
—Creo que, en el fondo, lo sabe. Pero si ahora vas detrás de ella, le estarás
mandando un mensaje —explicó Eric—. Ella nos quiere a todos. En contra del
discurso cortés de esta noche del idiota —señaló a Kell— todos la queremos. Si
vamos a hacer esto bien, tenemos que ir tras ella juntos o no ir en absoluto. Y antes de
que podamos hacer eso, tenemos que sentarnos los tres y reconsiderar esto porque
fue una cagada total.
Kellan observó a Eric, totalmente sorprendido de que su viejo amigo no lo
estuviera empujando hacia la puerta o comenzara otra pelea.
—Creo que debería ir a buscar otra habitación. Esta es una conversación para Tate
y tú. Después podemos hablar de cómo romper el negocio. No voy a estar allí para la
reunión de la mañana.
Eric puso los ojos en blanco.
—Dios, eres un dramático hijo de puta. No vamos a hacer eso.
—Todavía te quiero pegar —Tate se levantó y se encaminó al cuarto de baño.
Se oyó la ducha, y Kellan calculó que su lucha había terminado. Volvió su atención
a Eric, deseando que le entendiera.
—No puedo permanecer cerca, hombre. Ella no va a trabajar conmigo otra vez, y
Tate me culpará por el resto de nuestras vidas si Belle se va.
—Llegaremos a una estrategia y no vamos a dejar que te vayas. Elaboraremos un
plan. —Eric sonaba resuelto mientras empezaba a arreglar los muebles que casi
habían destrozado en la pelea—. Estás mintiéndote a ti mismo si crees que ya no la
deseas.
Él debería estar yéndose. No había ninguna razón para quedarse. Selló su destino
en el momento en que le rompió el corazón. Entonces ¿por qué no empacaba y se
largaba del modo en que siempre lo hacía? Porque les debía a sus amigos algo de
honestidad.
—Aun lo hago.
—Muy bien, entonces, estás mintiéndote a ti mismo si crees que no la quieres.
¿Qué sentía por Belle? Kell realmente no estaba seguro. La deseaba mucho, pero
eso iba más allá de su cuerpo, más allá de su hermoso rostro. Por supuesto que le
gustaba. De hecho, le gustaba hablar con ella, le gustaba sentarse en su presencia.
Encontraba una paz extraña cuando estaban en la misma habitación. Ni siquiera
tenían que estar hablando, sólo hacer lo suyo. A menudo tarareaba un poco mientras
trabajaba. Kellan siempre esperaba con interés el momento en que, inevitablemente,
Belle se giraba para preguntarle si quería café, mostrando su lado sumiso, maternal.
A él le había gustado fantasear con que ella podría ponerse de rodillas y preguntar
de qué otra manera le podría agradar.
La idea de no tener esas tardes tranquilas con Belle de nuevo le atravesó el
corazón.
Joder, ¿sabía siquiera qué era el amor? ¿Lo sabría si le mordía en el culo?
—No sé, hombre. Sólo sé que no me puedo casar de nuevo.
Eric lo miraba con una expresión seria.
—Cuando no pensabas en absoluto, estabas preparando para empezar una
relación D/s con ella. Eso te lo tomas en serio. ¿Estabas más que dispuesto a iniciarla
en el Dominio y la sumisión, pero no a enseñarle sobre sexo? Mira, también me
sorprendió. No tengo ni idea de cómo una mujer tan sexy se las arregla para
permanecer virgen, pero no me importa cuántos amantes ha tenido —o no— siempre
que consiga ser uno de ellos. El último de ellos. ¿Puedes soportar la idea de ella
arrodillada para otro Amo?
Las palabras de Eric le hicieron ver rojo de nuevo. Su amigo podría no ser un buen
mentiroso, pero era un puto maestro de la manipulación. Había sabido exactamente
dónde golpear.
—Por supuesto que no, pero acabo de romperla.
—Entonces ayúdanos a recomponerla de nuevo.
Eric lo hacía parecer muy sencillo, pero Kell no veía cómo. Belle nunca se lo
perdonaría. ¿Verdad?
—La veré mañana, pero sólo para disculparme. —Se aseguraría que Belle
entendiera que su virginidad no era el problema, sólo su corazón lleno de cicatrices.
Le juraría que si él fuera la mitad del hombre que debería ser, le daría todo lo que
poseía, compartiría cada día y noche con ella. La amaría.
Pero eso era una quimera estúpida. Por lo tanto, aunque eso le matara, se iría
dejando que ella encontrara el amor que merecía.
Capítulo 5

Belle miró por la mirilla de la puerta de su habitación de hotel, rezando para no


ver a Tate o Eric de pie en el pasillo. Incluso una hora después de haber sido
humillada por completo, aún temblaba un poco. Una ducha la había calmado, pero
no podía dejar de llorar.
Suspiró de alivio cuando vio a una rubia con un perrito en sus brazos, sonriendo
como una loca y saludando a la mirilla.
Era el gran día de Kinley. Belle no podía decidirse a arruinar lo más parecido a
una boda que tendría su amiga. Haciendo una mueca, dio un paso atrás. Tal vez
Kinley podría pensar que no estaba.
Otro golpe.
—¿Belle? Belle, sé que estás ahí. Abre o voy a convencer al gerente de recepción
que creo que estás muerta y tengo que recoger el cuerpo.
Annabelle gruñó y alcanzó el pestillo porque Kinley lo haría. La mujer se
marcharía para volver con el gerente y persuadirlo para abrir la puerta.
Con un suspiro, Belle salvó a su amiga del problema.
La sonrisa de Kinley se desvaneció cuando vio la apariencia de Belle.
—Oh cariño. ¿A quién tengo que matar?
Belle sollozó cuando la puerta se cerró, pero dejó que Kinley la abrazara con
fuerza mientras el cachorro en su brazo utilizó la proximidad para lamerle la mejilla.
Belle estaba a punto de regañar al perro cuando realmente miró a la cosita. Está bien,
no era el perro más atractivo, pero había un pozo de simpatía en sus ojos oscuros que
la hizo llorar de nuevo. El cachorro se la quedó mirando, y luego frotó su cara contra
su mejilla como si supiera que necesitaba consuelo.
Extendiendo la mano, Belle recogió al cachorro en sus brazos. Parecía ser el
pequeño de la camada, posiblemente el más feo de los tres, pero en ese momento, el
perro parecía tan dulce, que no podía dejar de abrazar la cosita inquieta contra la
bata.
—Estoy hablando en serio, Annabelle. —Kinley cerró el pestillo y la siguió a la
habitación—. Quiero saber a quién tengo que asesinar horriblemente. Bueno, quiero
saber a quién tiene que asesinar Law horriblemente. Solía ser de las Fuerzas
Especiales y me dijo que a veces echa de menos matar a hijos de puta, por lo que
tendrías su ayuda.
Annabelle sacudió la cabeza y se sentó en el borde de la cama. Su habitación no
era ni de lejos tan opulenta como la de Eric y Tate, pero era cómoda.
—Nada de asesinatos, Kinley. Estoy bien.
Sólo tenía que ser dura. Bien, eso no había funcionado. Kell no quiso tener nada
que ver con ella. Y al final, Eric no le pareció mucho más entusiasta. Tate había sido
más amable, pero él también la dejaría ir. Estaba bien, o lo estaría una vez que
descubriera la manera de reparar su corazón roto. Eso podía llevar mucho tiempo,
pero se recuperaría. De alguna manera, siempre lo hacía.
Belle rascó al cachorro detrás de las orejas y este de inmediato se acomodó en su
regazo, como si perteneciera allí.
Kinley se sentó a su lado.
—Te vi salir del salón de baile. Esos tres abogados fueron detrás de ti. Yo esperaba
que pasaras la noche con ellos, pero Jessa Lennox te vio huyendo de su suite.
Supongo que no volviste aquí corriendo para encontrar un poco de ropa interior
atractiva, ¿eh?
¿Cómo se explica esto a tu mejor amiga sin que suene patético?
—No. Lo intentamos. No funcionó.
Los ojos de Kinley se entrecerraron.
—¿Qué significa eso?
Dejó que sus dedos se hundieran en la piel rala del cachorro.
—Esto significa que hemos llegado a la conclusión de que una relación sexual
entre nosotros no funcionaría.
La delicada boca en forma de corazón de Kinley se abrió.
—Eso es imposible, cielo. Ningún chico decide que algo no puede funcionar
sexualmente. No si se siente atraído por ti, y los tres definitivamente lo están. Los
chicos por lo general sólo siguen tratando de complacerte para poder convencerte a
su manera de tenerte en ropa interior. O compran un montón de pequeñas píldoras
azules. —Ella se quedó sin aliento—. ¿Estás diciendo que... les costaba?
No de cualquier manera, estado o forma. No, esos no eran hombres que
necesitaran ayuda —químicas o de otro tipo— para ponerse duros. Todos tenían
enormes erecciones... que se desinflaron en el momento en que se enteraron de que
era virgen.
—Kinley, no importa.
Su mejor amiga era como un perro con un hueso.
—Sí. Estás herida. Has estado llorando. ¿Piensas que no puedo notarlo? Quiero
saber lo que pasó.
Kinley podría torcer su brazo hasta que confesara.
—Querían a alguien con más experiencia.
—¿Más experiencia haciendo qué exactamente? El sexo no es una ciencia exacta o
cirugía cerebral.
—Simplemente no les gustó que yo fuera virgen. —Ya está. No podía ser más
malditamente clara.
La cola del cachorro golpeaba su pierna al compás de la mano que le acariciaba la
espalda. Encontró el ritmo calmante, disfrutó de su conexión con la pequeña criatura
peluda. Además de Kinley, no tenía a nadie más.
—Increíble. —Kinley dejó escapar un profundo suspiro—. Dios, cielo. Lo siento
mucho. Es inconcebible para mí que fueran tan capullos, pero son hombres.
Una profunda sensación de cansancio invadió sus venas. No eran cabrones, de
verdad. No eran más que hombres en busca de algo que no tenía.
—Está bien. Fue un error pensar que podría funcionar de todos modos. El
problema ahora es, ¿qué hacer con el hecho de que casi me acosté con mis jefes?
Casi, pero no del todo. Dios, todavía podía sentir el calor de sus cuerpos a medida
que la habían rodeado. El placer de su toque casi fue demasiado para tomar. Había
sido una persona diferente cuando yacía sobre el regazo de Kellan, ofreciéndose a los
tres, a su visión, su sensualidad, su deseo.
Al final, no quisieron lo poco que tenía para ofrecer, por lo que ahora tenía que
averiguar dónde ir y qué hacer a continuación.
Kinley se levantó y paseó por la habitación.
—Simplemente no lo entiendo.
Por supuesto que no. Tenía tres hombres que estaban locos por ella, que no les
importaba nada más excepto que los quería.
—No importa. Sólo... por favor apóyame cuando digo que no puedo trabajar más
allí.
Su amiga se congeló, sus cejas formando una V de confusión.
—Por supuesto que no puedes trabajar más allí. —Sus ojos se estrecharon, y Belle
sabía por experiencia que significaba que su amiga estaba tramando algo malo—. A
menos que tengas la intención de matarles muy hábilmente. Repito, con el apoyo de
Law, te ayudaré totalmente.
Annabelle no podía dejar de reír, y algo muy dentro de ella se alivió. Su mejor
amiga no la abandonaría, no importa qué.
—Voy a estar bien, cariño. Voy a resolverlo todo. ¿No deberías estar con tus
maridos para vuestra gran noche de “bodas”?
—No cuando me necesitas. Ellos recuerdan cómo me ayudaste. —Kinley se
deslizó a través de la habitación y dejó caer un ligero toque en su hombro, su cara
suave con la comprensión—. Belle, eres parte de nuestra familia. Te queremos.
Estúpidas lágrimas. Estaban allí mismo, en el borde de sus ojos de nuevo.
—También os quiero a todos.
Ellos fueron lo suficientemente inteligentes como para amar a Kinley, para
salvarla de un matrimonio potencialmente mortal. Belle había detestado a Greg, el
prometido de Kinley. Dominic, Law, y Riley dieron un paso adelante para proteger a
Kinley. Así que cuando Kellan, Eric, y Tate formaron un escudo alrededor de Belle al
mismo tiempo durante todo el peligro, eso le dio esperanza. Ellos no le permitieron
ver o incluso hablar con su amiga, mientras la amenaza era inminente. Kellan puso
toda su carrera en riesgo para salvar a Kinley, y eso no podía ser porque fuera tan
buen amigo de los hermanos Anders y Dominic Anthony. Así que ¿por qué se había
ido por las ramas?
¡Dios, estaba tan confusa! Sólo sabía una cosa: Cualesquiera que fueran sus
razones, cualesquiera que fueran sus sentimientos, ella no podía hacer frente a los
tres por la mañana. A pesar de sus palabras de despedida, simplemente no podía
sentarse en esa reunión junto a ellos y fingir que nada había cambiado. O regresar a
Chicago y verles trabajar, o citarse, sin contar con ella. Definitivamente no podía
quedarse y verlos pelear de nuevo. Estaban más unidos que hermanos, y había
arruinado eso. No importa cuánto trató de bloquear la visión, cada vez que cerraba
los ojos, podía ver todavía a Kellan a horcajadas sobre Tate, dándole puñetazos en la
cara. Ella lo causó, y la culpa la estaba comiendo viva.
Kinley inhaló profundamente y agitó un dedo hacia ella.
—Vas a quedarte aquí en Dallas conmigo.
Oh, no iba a hacerlo. Ese dedo generalmente solía decir que Kinley hablaba en
serio, pero la única cosa peor que ir de nuevo a Chicago sería quedarse aquí con su
amiga recién casada y convirtiéndose en la patética invitada “no puedo conseguir a
un hombre”. De ninguna manera.
—Voy a Nueva Orleans.
—¿Qué? ¿Por qué harías eso? Faltan meses para Mardi Gras.
Ella resopló.
—Como si estuviera de ánimo para enseñar las tetas a cambio de unos abalorios
No. ¿Recuerdas que te dije hace unas seis semanas que mi abuela murió?
Kinley asintió.
—Sí, lo lamenté mucho, pero no recuerdo que estuvieras muy unida a ella. Era la
madre de tu padre, ¿verdad?
—Correcto. Y apenas la conocía. Incluso cuando mi padre estaba vivo, él no estaba
unido a ella, al menos por lo que recuerdo. Recuerdo a mamá y papá discutiendo
sobre ella una vez. —Fue uno de sus primeros recuerdos. Su madre pensó que su
padre debería perdonar a la mujer en Nueva Orleans. Había dicho algo acerca de su
abuela haciéndolo lo mejor que pudo, pero su padre solo sacudió la cabeza
implacablemente y prometió que no dejaría que esa vida empañara a su pequeña. A
día de hoy, Belle no tenía ni idea de lo que quería decir su padre. Y ahora que tanto él
como su madre se habían ido, ella probablemente nunca lo sabría.
Gracioso. Hacía una eternidad que no había pensado en ese día.
—¿Alguna vez la conociste?
—Sólo una vez cuando vino al funeral de papá. —La pequeña mujer llevaba ropa
bonita y una desgarradoramente triste sonrisa.
Belle entonces era una niña confundida y enojada de que su padre se fuera de
repente para siempre. La abuela que nunca había conocido la abrazó por un breve y
triste momento, intercambió algunas palabras con su nuera, entonces se volvió a ir.
Pero no antes de estar sobre el ataúd de su hijo y susurrar: “Lo siento, mi niño”.
Belle no sabía casi nada acerca de su abuela. La mujer y su pasado eran misterios.
Belle podría utilizar algunos de aquellos para dejar de pensar en sus propios
problemas ahora.
—La recuerdo. Ella era la hermosa anciana con traje de tweed de Chanel. —Sólo
Kinley recordaría lo que alguien había llevado quince años antes.
Belle no tenía idea de lo que la desconocida llevaba puesto, pero sí sabía que la
mujer le había legado algo.
—Me dejó su casa en el Barrio Francés.
La oferta del abogado de su abuela fue muy clara en la información. Cuando ella
habló con el hombre por teléfono, él había asumido que Belle esperaría hasta que el
testamento se autentificara, entonces el hombre se ocuparía de la venta de la casa. Al
parecer, el lugar necesitaba algunas reparaciones antes de saber su verdadero
potencial de mercado, pero le había asegurado que podía encontrar un comprador.
El testamento se había autentificado hacía dos días. Y Belle se dio cuenta de que
no quería un comprador; quería un desafío.
El plan cristalizó en un instante. Necesitaba tiempo para sanar y averiguar a
dónde se dirigía. Necesitaba un lugar para alojarse que estuviera muy lejos de todos
los que conocía. Nueva Orleans sería perfecta.
El perrito en su regazo levantó la vista hacia ella, completa adoración en sus ojos
oscuros. Oh, ella era tan ingenua.
—Kinley, me llevo al perro.
Los ojos de Kinley se abrieron con deleite.
—¿En serio?
Levantó al cachorro y comprobó si se estaba llevando a un niño o a una niña. El
destino, ella suspiró. Él era su hombre ahora, y se retorció con entusiasmo como si
supiera que su pequeña vida perruna estaba cambiando.
—Sí, me lo llevo conmigo. Y sé exactamente cómo llamarlo. Señor. —Él sería el
último hombre a quien otorgaría ese título.
—Oh, cariño, no puedes llamarlo así. Te azotarán el culo.
¿Por quién?
—Nop. Su nombre es ahora Señor —se rió—. Voy a forjar la autoestima de este
cachorro, va a ser un perro alfa.
Señor movió la cola.
—No creo que alguna vez vaya a ser un alfa, pero tiene suerte de tenerte. —
Kinley extendió la mano y agarró la suya—. ¿Cómo puedo ayudar? ¿Qué necesitas?
A veces era bueno tener una mejor amiga que tenía un indulgente marido rico.
—Un coche.
—Oh, estás maquinando. Sabes que me encanta una buena maquinación. —Kinley
se puso de pie de un salto y se lanzó al escritorio—. Tenemos que hacer una lista.
Kinley y sus listas. Había algo relajante en dejar a Kinley tomar el relevo.
Realmente le gustaba planificar. Kinley comenzó a tomar notas y hacer llamadas.
Belle se acomodó, la tristeza de la noche cayó sobre ella. Dejaría notas para sus
jefes acerca de la reunión, y luego otra explicando por qué se iba. Tal vez. O tal vez
no les importaría. Lo más probable es que se sentirían aliviados de no tener que lidiar
con ella otra vez.
Pero Belle temía perderles para siempre.
Capítulo 6

Eric se ajustó la corbata y mantuvo sus ojos en el puesto de la azafata. Miró el


teléfono de nuevo. Ocho y treinta y cinco. Belle llegaba tarde. Ella nunca llegaba
tarde. De hecho, siempre llegaba temprano, por si acaso algo salía mal. Pero él había
entrado en el café hacía unos veinte minutos, esperando una oportunidad para
hablar con Belle a solas. Exploró el lugar, esperando encontrarla esperando en una
mesa rodeada de todas sus notas. En cambio, no había visto ni rastro de ella.
La preocupación le irritó, no es que ella hubiera sido víctima de un crimen. No era
imposible, pero las probabilidades de Belle siendo atacada en su habitación de hotel,
especialmente uno tan agradable y lleno de invitados de la boda, parecía pequeña.
Era demasiado inteligente como para dejar entrar a un extraño en su habitación.
Trabajar con la suposición de que no fue herida dejó a Eric una preocupación
importante: ¿Y si decidía no aparecer? ¿Qué significaría eso?
Él tenía que seguir su rastro.
Buscó la lista de contactos en su teléfono. El número de Belle era fácil de detectar.
Ella era la única de sus cientos de contactos con una foto adjunta en su perfil. Su
corazón dio un raro vuelco mientras miraba su imagen. Estaba sentada en su
escritorio, el sol de la mañana la iluminaba desde atrás, haciendo su resplandor
angelical... pero lucía una pequeña sonrisa diabólica. Esa era su Belle. Dios, esperaba
que siguiera siendo su Belle. La alternativa era demasiado horrible de contemplar.
Su llamada fue directamente al buzón de voz. Maldición. Pensó en colgar, pero
mientras su saludo se reproducía, consideró que tal vez mantener la interacción de
los negocios sobre una base profesional la relajaría. Eso le parecería normal a Belle,
¿verdad? Y con suerte, si él le seguía el juego, se daría cuenta de que ninguno de ellos
podría saltar sobre ella delante de los clientes. Entonces tal vez Belle estaría lo
suficientemente cómoda para unirse a ellos.
—Belle, los hermanos Hughes deberían estar pronto aquí. Te necesitamos para la
reunión. Estamos en la cafetería del hotel. He pillado una mesa en la parte de atrás.
Te veo en pocos minutos. Gracias.
Con el ceño fruncido, tocó el botón para finalizar la llamada.
—¿Ella no está aquí? —Tate frunció el ceño mientras entraba en la sala y la
registraba mientras se sentaba. Su rostro mostraba la falta de sueño, al igual que Eric
sabía que se reflejaba en el suyo.
—Tal vez debería ir a su habitación y hablar con ella. —Kellan sacó una silla, pero
se cernía sobre ella, aparentemente perplejo y con menos confianza de lo que Eric
podía recordar—. Podríamos tener que enfriar los ánimos antes de que se sienta
cómoda trabajando conmigo otra vez.
Eric sacudió la cabeza e hizo un gesto para que se sentaran.
—Si vas a su habitación, Tate y yo deberíamos ir contigo. Todos tenemos que
hablar con ella a la vez y ponernos de acuerdo. Pero Oliver y sus hermanos deberían
estar aquí en cualquier momento. ¡Maldición!
—Tal vez ella aparezca primero. —Tate parecía esperanzado, y luego echó un
vistazo a su teléfono—. A menos que... Belle me envió todas sus notas acerca de los
negocios de los Hughes a las dos de la mañana.
—Bueno, son tus clientes. Belle siempre envía notas acerca de una reunión al que
la dirige. —Eric intentó animarle un poco, y tal vez a sí mismo.
Tate escudriñó su mensaje, el dedo subía por la pantalla de su teléfono. Luego
frunció el ceño.
—Son muy completos, mucho más de lo normal, todo lo que podamos necesitar
para llevar a cabo la reunión.
—No va a venir. —Kell apretó los dientes y se agarró al respaldo de la silla,
parecía a punto de perder el control—. Mierda.
Eric se pasó una mano por la cara, muy preocupado de que Kell estuviera en lo
cierto. Aún así, no veía ninguna razón para refutar a su amigo. Con un escalofrío de
temor difundiéndose a través de su cuerpo, Eric miró por encima del hombro de Kell
mientras este tomaba el teléfono y rápidamente echaba un vistazo en las notas.
—Tengo razón. —Kell se veía muy sombrío—. Sus notas son mucho más de lo que
necesitaremos para esta reunión. Maldita sea, se ha ido.
Tate frunció el ceño.
—Belle no tiene coche, y tiene reservado el mismo vuelo que nosotros. No puede
haber ido muy lejos, ¿verdad?
—Cierto —aseguró Eric ausente. —Tal vez sólo está con Kinley.
Belle pasó una noche difícil. Tal vez necesitaba algún tiempo de chicas. O tal vez
se había quedado dormida. Él no la culparía si ella se presentaba en el último minuto
para evitar cualquier posibilidad de conversación personal, para a continuación,
intentar salir en el minuto en que los clientes lo hicieran para poder estar segura de
que no habría confrontación. No podían permitirlo. Necesitaban tener una charla
muy a fondo con ella, una que terminara con Belle de vuelta en la cama, donde
debería haber estado la noche anterior.
Los tres se habían quedado casi toda la noche discutiendo cómo ocuparse de Belle.
Hicieron avances, aunque él todavía no creía que Kell viera el panorama general. En
este momento, todos ellos tenían que poner su energía en un poco de humillación y
súplica, pero Belle era una mujer razonable. No iba a ser diferente en esta situación.
Eso esperaba.
Kell negó con la cabeza.
—Belle no hace pucheros. Yo no la veo saltándose una reunión para llorar a su
mejor amiga. Lo que sea que va mal es más grave. —Se puso un puño sobre los labios
como si estuviera tratando de mantener otra maldición. —Esto no es bueno.
Eric buscó una manera lógica de refutarlo, pero no pudo encontrar una. Kell tenía
razón. Deseaba volver corriendo a la habitación de Belle y ver si ella estaba allí, si
hablaría con él.
Sin embargo, se acercaba un hombre con un impecable traje azul marino y pelo
rubio muy corto, flanqueado por dos hombres que se parecían mucho a él, menos en
la expresión severa.
—Buenos días.
Oliver Thurston-Hughes había recuperado parte del peso que perdió después de
la muerte de su esposa, pero no se podía confundir la mirada sombría en sus ojos.
Yasmin era una prima de la familia gobernante de Bezakistan, pero también resultó
ser una asesina traidora. Ella vendió a su prima, Alea, como esclava. Cuando la
pobre chica se dio cuenta de que su propia carne y sangre casi arruinaron su vida,
Yasmin había intentado matarla. No le importó que Oliver quedara atrapado en el
fuego cruzado. El incidente convirtió en amargado al, una vez, feliz y despreocupado
aristócrata.
—Gracias por reunirse con nosotros —su hermano Rory, el más joven de los tres,
les dio la bienvenida con el mismo acento británico de clase alta.
El último de los hermanos Hughes se limitó a asentir detrás de unas gafas de
aviador. Ya había susurros atravesando el café sobre Callum Thurston-Hughes. El
hombre tenía el tipo de cara que se prestaba a los carteles y anuncios impresos, e hizo
una muy buena fortuna sonriendo para una cámara. Actualmente, sin embargo,
estaba en una gira de despedida con su equipo de balompié profesional. Si el hombre
pudiera escuchar sus pensamientos, Eric no tenía ninguna duda de que Callum le
pondría los famosos ojos en blanco y le recordaría que el término correcto era fútbol.
Rory se deslizó en su silla con una sonrisa.
—Terminemos con esto. Conocí a una chica anoche en un bar, después de la
recepción. He estado en Estados Unidos durante cuatro días y no he conseguido
todavía ninguna acción.
Sus hermanos se quejaron mientras se sentaban. Después de pedir el café, el grupo
se sumergió inmediatamente en la conversación acerca de sus negocios americanos y
todos los objetivos que esperaban lograr con este viaje. La boda del perro fue una
agradable, aunque dolorosa, ocasión para que Oliver viera a la familia de su difunta
esposa, con quien había mantenido lazos... y tal vez conseguir un poco de cierre.
Eric se perdió en la conversación compleja. Su grupo tenía varios enredos legales
para desentrañar antes de que pudieran comprar más propiedades en los Estados
Unidos y continuar con sus esfuerzos planificados. Eric habló con la confianza de
alguien que conocía bien esta área de la ley, mientras que Kellan ofreció su
experiencia cuando fuera necesario. Tate citó hechos y precedencia específicos,
tomando notas mientras tanto, como hacía a menudo. Todo se debería haber sentido
lo mismo, pero nada lo fue sin la cara sonriente de Belle o su eficiente actitud.
Treinta minutos se convirtieron en una hora, y antes de que Eric se diera cuenta,
estaban pagando la cuenta. Los hermanos Hughes se pusieron de pie y ofrecieron sus
manos.
—Hasta nuestra reunión de seguimiento del próximo mes —asintió Callum.
Y la verdad golpeó a Eric en el intestino. Belle no se había presentado.
Discretamente, comprobó dos veces su teléfono. Nada. Ni una sola vez se saltó una
reunión en todo el tiempo que estuvo con ellos. Ni siquiera se tomó un día de
enfermedad en catorce meses. Ahora ni siquiera había llamado para hacerles saber
que no iba a estar allí. Era muy impropio de ella.
Rory sonrió mientras estrechaba la mano de Eric.
—Dile a Belle que lamentamos que no estuviera.
Eric podría dejar que Kellan tratara con éste. Sí, fueron unos capullos, pero ella era
todavía una parte de su negocio y nunca habían soñado que iba a eludir la
responsabilidad porque estaba de mal humor.
—Estoy seguro de que también siente no haber estado, no se encuentra bien.
Aunque a los clientes no les importaría, sintió la necesidad de cubrirla. O tal vez
eso es lo que él quería creer porque era más fácil que contemplar una posibilidad más
alarmante.
Las cejas de Oliver se levantaron sobre sus agudos ojos azules.
—Parecía estar perfectamente esta mañana.
Así que alguien la había visto hoy. Todavía estaba aquí. Eric dejó escapar un
silencioso suspiro de alivio.
Tate se inclinó.
—¿Dónde está?
Eric intercambió una mirada con Kellan. Ellos tenían que enseñar a Tate cómo
adoptar una cara de póquer medio decente.
—No lo sé. En realidad, no era por la mañana cuando la vimos, más bien a mitad
de la noche —rió Callum—. Fuimos a beber un poco después de la recepción. Eran
las tres de la madrugada cuando volvimos. Me sorprendió que se fuera a una hora
tan extraña.
—¿Fuera? —exigió Tate.
—Supusimos que se iba —dijo Rory, empujando su silla—. Llevaba su equipaje y
un perro muy feo, por cierto.
Eric abrió la boca, dándose cuenta de que no estaba haciendo un buen trabajo en
poner su propia cara de póquer.
—¿Se fue con su maleta a las tres de la madrugada?
—¿Tenía un perro? —Tate se veía muy confundido.
Kell le dio un codazo a Tate.
—¿Dijo algo?
—No mucho, sólo que planeaba iniciar un nuevo negocio. —Oliver se encogió de
hombros—. Estoy triste de que se vaya. Era siempre muy eficiente y muy amable.
Pero parece como si estuviera arreglándoselas bien. Ese Mercedes era una belleza de
coche. Brillante.
Rory suspiró.
—Hay algo terriblemente mal cuando se observa el coche antes que a una mujer
tan bella como Belle. Sinceramente espero, por el bien de todos, que su libido haga
pronto una reaparición.
Callum dio un golpe en la parte posterior de la cabeza de su hermano pequeño.
—Deja de ser un jodido chiflado.
La expresión de Oliver se volvió aún más fría. Eric apenas podía recordar al Oliver
que había conocido, la vida de cada fiesta, el primero con una broma o una sonrisa.
Ahora, el hombre se limitó a asentir hacia él.
—Gracias por el desayuno. Me voy. Caballeros.
Mientras se alejaba, Callum y Rory suspiraron.
—Lo siento. Todavía no es el mismo. Yo esperaba que venir a esta gira americana
conmigo le restablecería el ánimo. Ha pasado más de un año desde la muerte de
Yasmin. —Callum observó cómo se iba su hermano mayor, la preocupación grabada
en su cara famosa.
Eric sabía más sobre la historia que la mayoría. Yasmin No sólo trató de matar a su
marido, sino que había abortado a varios de sus hijos, a la vez que les llamaba
abortos involuntarios y usaba su “dolor” para extorsionar a su apenado marido.
Sí, Oliver nunca podría confiar en una mujer de nuevo.
Rory se inclinó, obviamente, ni una pequeña tragedia le reprimía.
—Hey, cuando contratéis a vuestra próxima secretaria, aseguraos de que es al
menos tan sexy como Belle. Una hermosa muchacha, pero se tomó esa regla de no
salir con los clientes demasiado en serio —negó con la cabeza—. Lo intenté. Más de
una vez. ¡Qué lástima!
Después de un adiós Eric apenas oyó irse a los británicos. Y sintió un hueco
desagradable royendo en la boca del estómago. La ira amenazaba con tomar el
relevo.
—¿Regresó a Chicago sin nosotros? —La mandíbula de Kellan formó una línea
apretada. Era evidente que estaba tan furioso como se sentía Eric.
Tate ya estaba al teléfono, pero colgó rápidamente.
—Se va directamente al buzón de voz.
Los otros dos le miraron. ¿Qué demonios deberían hacer? Dándole a Belle tiempo
para sí misma no habían hecho otra cosa que permitirle huir. La preocupación
comenzó a empujar a un lado la ira y la culpa. ¿Se puso en camino a las tres de la
madrugada? ¿Por su cuenta? No pudo haber dormido nada. No debería conducir por
carreteras solitarias, mientras estaba agotada.
—No sabemos si regresó a Chicago. Eso es un largo viaje en coche para hacer por
su cuenta.
—Bueno, al parecer lleva a un perro con ella. —Los dedos de Tate golpeteaban
contra la mesa de trabajo, un hábito nervioso que Eric reconocía de sus días de
escuela secundaria—. ¿Por qué huiría?
—Porque quiere enseñarnos una lección. —Kellan maldijo y su boca se curvó
hacia abajo, con los ojos suavizándose con pesar—. Debido a que la lastimé anoche.
Maldición. Necesito verla. Incluso si esto no funciona, tengo que disculparme. Ella
debe saber por qué no puedo comprometerme con nadie.
Un pensamiento repentino golpeó a Eric.
—¿Kinley no conduce un Mercedes Benz?
Kellan suspiró claramente de alivio.
—Probablemente ha ido a casa de Kinley. Gracias a Dios. Sólo viven
aproximadamente a treinta minutos de aquí. La encontraremos en menos de una
hora. Vámonos.
Cuando se dieron la vuelta para salir, una rubia conocida entró en la cafetería con
Jessa Lennox y la mujer de los magnates del petróleo, Hannah James. Las damas
sonrieron y rieron, pero en el momento en que Kinley los vio, su cara bonita se
transformó en una máscara de desprecio. Se giró sobre sus talones y dirigió a las
otras mujeres a una sección diferente de la cafetería.
—Bueno, somos persona non grata —dijo Tate con el ceño fruncido—. Creo que no
vamos a ser invitados a la fiesta del bebé. Gracias a Dios.
A Eric no le importaba una mierda eso, sólo que Belle claramente no se había ido
con su mejor amiga. Aun así, Kinley debía saber muy bien a donde fue Belle. Él sintió
que sus ojos se entrecerraron cuando ella se sentó, poniéndose de espaldas a ellos
mientras se inclinaba para susurrar algo. Entonces, también, las otras dos mujeres
fueron levantando sus pequeñas narices hacia ellos. ¡Oh diablos! ¡Mujeres! Nunca las
entendería. Vivía con Tate, y no se pasaban el tiempo de “hermandad” compartiendo
sus sentimientos o lo que fuera. Pero está claro que Belle se alejó de lo que
probablemente fue la noche más humillante de su vida y de inmediato contó la
historia a sus amigas. Perfecto.
Está bien, estaba cabreada, pero eso era mucho mejor que triste. Con el cabreo él
podría trabajar... una vez que se calmara lo suficiente como para tener una
conversación racional.
Eric se puso de pie. Era hora de que se hiciera cargo.
—Creo que tenemos que ir a ver a Dominic y tener una charla con él.
Tate le siguió.
—¿Por qué Dominic? ¿No podemos hablar con Riley? Él y yo hablamos el mismo
idioma.
Pero Kellan parecía seguir su línea de pensamiento.
—Oh, no, vamos a hablar con Dominic porque su sub nos oculta a la nuestra. Sí,
me gusta tu forma de pensar, Cohen. Vamos a tener una buena charla, de Dom a
Dom.
Kellan se adelantó, ahora iba a la cabeza. Esta fue la razón por la que Eric no podía
abandonar. Ellos trabajaban en equipo, y a él le gustaba que fuera así. No podía
renunciar a sus mejores amigos, sus socios.
Y no estaba dispuesto a renunciar a la mujer a la que iban a llamar su esposa.

* *
Belle sostuvo a Señor con un brazo, elevando la vista hacia la casa de estilo
español-colonial de tres pisos. Parecía modesta desde el frente. Paredes de yeso de
color rosado que necesitaban reparación y persianas azules que enmarcaban lo que
parecían ser las ventanas originales. Los niveles superiores tendrían una panorámica
con vistas a la animada y ecléctica calle. Las paredes lindaban con la acera
pavimentada. La casa rebosaba encanto.
Consiguió aparcar en la calle, después cargó con sus maletas a través de la
multitud de turistas que caminaba arriba y abajo por el barrio, incluso en medio de la
fresca mañana otoñal. Cuando se detuvo delante de la casa, se quedó mirando,
dejando asimilar la realidad. Este ahora sería su hogar.
Cada vez más cerca, Belle decidió que le gustaba el ambiente general del lugar. El
aire de la casa se veía un poco triste y descuidado, pero ella lo cambiaría. Puesto que
su mejor amiga sabía cómo planear un escape, Kinley ya había dispuesto un servicio
de mudanza para empacar su apartamento de Chicago. Una vez que llegaran sus
cosas, ella se mudaría, lo arreglaría, y empezaría una nueva vida.
—¿Annabelle Wright? —Un distinguido hombre mayor con un traje a rayas
caminaba por la acera.
Ella asintió con la cabeza, luchando contra un bostezo. Había conducido
directamente por la noche de Dallas a Nueva Orleans. Conducir durante ocho horas
por carreteras principalmente vacías en gran medida sin dormir no fue fácil, pero su
voluntad la mantuvo en marcha.
Después de remitirle las notas a Tate y enviar su carta de renuncia a la oficina a
través de fax, que debía ser supervisado por el becario, cargó el coche de Kinley y
condujo a través de la oscuridad con Señor, tratando de no pensar en el hecho que
todavía podía sentir las manos de sus antiguos jefes en ella. Probablemente siempre,
pero ahora tenía un nuevo futuro en el que centrarse, uno que no les incluía.
—Sí, soy Annabelle Wright. ¿Usted es el abogado de mi abuela?
El hombre parecía estar más o menos en la cincuentena, teniendo en cuenta sus
patillas plateadas, pero por lo demás en buen estado. Él asintió y llevó su maletín por
el camino.
—Soy Malcolm Gates. He estado manejando las cuestiones legales de su abuela
durante los últimos veinte años. Estaba con mi padre antes de eso. Bienvenida a
Nueva Orleans.
Tenía un acento que fluía líricamente. Dijo N'awlans.
Su padre había crecido en la ciudad, pero no le recordaba con un acento tan
espeso. Ella tuvo familia aquí durante años, pero nunca la visitó. De la forma en que
lo había oído, esta ciudad era casi un mundo extraño. Su llegada en coche confirmó el
hecho en algunos aspectos, pero fue una revelación sorprendente en otros. La
encontró hermosa, extraña, y más que un poco misteriosa. Tenía la sensación de que
le iba a gustar la ciudad y pasaría mucho tiempo aprendiendo su ritmo.
Definitivamente podría hacer un nuevo comienzo en Nueva Orleans.
Él hizo la cosa caballerosa y tomó su maleta, entonces, la condujo a través de una
puerta de hierro forjado.
—¿Dónde vamos? ¿La puerta de entrada no es esa azul? —Ella señaló hacia la
entrada a la calle en la parte delantera de la casa, terminada en una puerta con una
raída y vieja mosquitera.
—No, esa era para los criados y conduce a la despensa y a la cocina del
mayordomo. La entrada habría sido más privada y construida antes del aire
acondicionado con el máximo de sombra en mente. Es por aquí —se encaminó hacia
un sorprendente patio de estilo atrio.
Fuentes y ladrillo viejo, una terraza con exuberante follaje por todas partes la
dejaron con la boca abierta. Esto era un oasis increíble en el corazón de la ciudad.
—Si no le importa que lo diga, usted se parece un montón a su abuela. Incluso a su
avanzada edad, seguía siendo una de las mujeres más bellas de Nueva Orleans.
Cuando le daba por ahí, ponía una mesa en la plaza y leía las manos durante toda la
tarde. Creo que los hombres se acercaban a ella porque era muy hermosa.
Belle se echó hacia atrás.
—¿Mi abuela leía las manos?
¿Era esa la “empañada” vida a la que se había opuesto su padre?
Una pequeña sonrisa se dibujó en la comisura de los labios de él mientras la
conducía hacia adelante.
—Era una psíquica, una de las mejores. Nunca pude entender cómo se las
arreglaba viviendo aquí, pero a ella le gustaba. —Cuando salieron a un amplio patio
de losas con una pintoresca mesa y sillas blancas, rodeado por un exuberante edén
de color, él colocó una mano paternal sobre su hombro—. Ya sabe, la casa ha estado
vacía desde hace algún tiempo. Estará sucia. Puedo hacerla limpiar antes de tomar
posesión.
En este momento, sólo quería entrar para poder llorar en privado y dormir. Más
tarde encontraría el helado para ahogar sus penas.
—Yo misma me encargaré de eso. —Más tarde—. Pero gracias.
—Bueno, entonces... tengo buenas noticias para usted. He encontrado un
comprador para la casa. Un millón doscientos mil, no exige reparaciones. Aceptará
la propiedad como está. Creo que estará de acuerdo en que es un muy buen trato.
Belle no sabía exactamente el valor de la vivienda, pero sólo un vistazo a la amplia
casa con sus extensos jardines, la casa de huéspedes adyacente, y la excelente
ubicación del inmueble en la calle Dauphin le dijo que tenía que valer mucho más.
Los metros cuadrados debían ser unos trescientos cincuenta. Es cierto, no sabía
cuanta reparación necesitaba la casa, pero no estaba buscando una venta fácil. Quería
arreglar algo y hacerlo ella misma. Esta antigua vivienda podría ser un escaparate,
una vez que hubiera utilizado su conocimiento y creatividad. Tenía una buena
estructura.
Belle ladeó la cabeza hacia el señor Gates.
—El testamento acaba de ser autentificado. ¿Ha visto siquiera la propiedad este
comprador? ¿Se ha evaluado recientemente? Esto es realmente súbito.
—Entiendo que es mucho para asimilar de una sola vez, sobre todo después de su
pérdida. Sin embargo, este comprador, un juez y un pilar de la comunidad, es muy
impaciente. Ha tenido el ojo puesto en esta casa durante años. Y sí, que la ha visto.
Era un amigo particular de su abuela. Él trató de persuadirla para vender durante
mucho tiempo, y ahora que Marie se ha ido, está ansioso por restaurar la propiedad a
su encanto histórico. Puedo tener ese dinero en su cuenta al final del día, si me envía
su información de identificación bancaria. Ni siquiera tiene que pasar la noche aquí.
Le buscaré una suite en alguna parte esta noche y usted puede volver mañana a su
vida en Chicago.
Ella era diseñadora, no idiota. Echó un vistazo a la propiedad con su elegancia
sureña y se sintió enamorada. No estaba para nada en perfectas condiciones, pero
debajo de esa capa de polvo, pequeñas grietas, y una necesidad de pintura, Belle
sintió algo extraordinario.
—Lo siento, señor Gates. No estoy interesada en vender en este momento,
especialmente antes de revisar los efectos personales de mi abuela. Así que me
gustaría ver el interior ahora. ¿Doy por hecho que tiene una llave? —Le envió una
tensa sonrisa expectante.
El abogado frunció el ceño y sacó una llave de su chaqueta. La condujo alrededor
de otro lado del edificio por la pasarela de ladrillo, más allá del encantador patio,
hasta un par de enormes puertas dobles con una ventana en arco sobre la parte
superior y dos niveles de balcones con vistas a los jardines.
Al ver la casa desde este punto de vista, fue oficial. Belle estaba definitivamente
enamorada.
La puerta crujió cuando el hombre la abrió, y un leve olor a humedad la recibió,
matizado con un persistente toque de perfume. Pero las ventanas se podían abrir, los
ventiladores encenderse. El olor no duraría, pero esta arquitectura sí.
Con la boca abierta ante el precioso recibidor, Belle vagó dentro, bebiendo
visualmente de todo a su alrededor. En un instante, visualizó el lugar completamente
restaurado a su antigua gloria. Mentalmente, se imaginó la entrada con un lujoso
gusto clásico: mármol blanco y exquisitos suelos, paredes grises, arañas de cristal,
junto con un toque de algo brillante, como el color rojo o el pavo real, algo tan audaz
como Nueva Orleans. Pondría cortinas de tela que combinaran para enmarcar las
elegantes ventanas y dejaran entrar la luz. Las alfombras de la zona tendrían que ser
reemplazadas y las maderas barnizadas con una rica pintura oscura, pero las
materias primas estaban allí. Nadie hacía ya hermosos tablones anchos y sólidos
como estos.
Guau.
Sonriendo para sí, Belle se volvió hacia Gates, lista para decirle que no tenía
ninguna intención de irse. Se dio cuenta entonces de que no la había seguido al
interior.
Él permanecía de pie un poco más allá del umbral, el maletín sacudiéndose a su
lado.
—Usted no quiere hacer esto, señorita. Entiendo que usted piensa que la casa vale
más. Tal vez es así, pero debería tomar el dinero fácil y salir de esta casa.
—Gracias por el consejo, pero voy a repararla.
Señor levantó la cabeza, y empezó a ladrar hacia una habitación vacía.
Ella trató de tranquilizarle.
—Silencio ahora.
Malcolm no puso un pie en la casa mientras señalaba a Señor, que se retorcía para
que le bajaran.
—Vea, usted debe escuchar a su perro. Él sabe que este lugar es un problema.
Todos los que viven en el barrio conocen su naturaleza... desafortunada —dijo el
abogado con un pequeño estremecimiento.
—¿Sin embargo, el juez, el pilar de la comunidad, no la conoce? ¿Por qué iba a
querer comprar esta casa si es tan terrible? —Dios, había estado trabajando con
abogados demasiado tiempo.
—Yo le he aconsejado en contra de ella. Él no escucha. —Gates, se veía en algún
lugar entre incómodo y asustado—. Venda ahora, señorita. Con la excepción de su
abuela, a las mujeres les va mal en esta casa.
¿Eso era algún tipo de amenaza velada? En realidad no sonaba así, pero Belle no
podía decidir cuál era el tono en su voz.
—¿Qué significa eso?
Se aclaró la garganta.
—Dos mujeres se colgaron aquí. Jóvenes. El rumor es que la casa está embrujada.
Ahora, si usted lo cree o no...
Lo que estaba más dispuesta a creer era que Gates quería ahuyentarla.
Probablemente haría dinero si la convencía para vender la casa a este juez. ¡Qué mal!
—No me gusta la idea de que viva aquí sola —prosiguió.
Todo el cuerpo de Señor comenzó a retorcerse, por lo que Belle lo dejó ya que
parecía decidido a correr. Inmediatamente encontró un lugar en medio de la
habitación y empezó a ladrar, pero este era un sonido feliz. Su cola se movió, y él
hizo un pequeño baile como si estuviera emocionado de ver a alguien.
Excepto que allí no había nadie en absoluto.
Así que el lugar era precioso... y tenía una energía interesante. Ni siquiera había
visto el resto de la enorme casa, y ella ya podía imaginar que estar aquí sola en la
noche podría ser un poquito espeluznante. ¿Qué más esperaba de una mansión de
Nueva Orleans?
El agotamiento pesaba sobre ella. Fueron un par de días tremendos, pero ella
aceptaría tratar con un supuesto fantasma antes que regresar a Chicago y enfrentarse
a sus antiguos jefes cualquier día de la semana. Decisión tomada, Belle clavó los
talones. No iba a dejar que algunas viejas historias la apartaran de su herencia
legítima. Su abuela había querido que tuviera esta casa. Belle deseaba aprender tanto
sobre la mujer y su indudablemente colorido pasado como pudiera, y vivir en su casa
parecía una buena manera de empezar. Su familia tenía toda una historia secreta que
ella anhelaba descubrir. Además, podría apartar de su mente a Eric, Tate, y Kellan
durante más de treinta segundos.
—Gracias por su preocupación, pero no voy a vender. Puedo manejar cualquier
cosa que esta casa me eche. Así que vamos a quitarnos de en medio los aspectos
legales. ¿Qué necesito firmar relativo a los documentos de legitimación para que la
llave sea mía? Realmente necesito una siesta.
Señor hacía cabriolas alrededor del lugar como fuera suyo. Al menos parecía
haberse calmado. Ladraba de vez en cuando y se sentaba sobre sus patas traseras,
mirando al aire con un pequeño gruñido.
El abogado buscó en su maletín y le extendió los papeles a través de la puerta
abierta. Le entregó una pluma, un momento después. Gates podría ser supersticioso
si quisiera. Si su abuela vivió aquí sola durante todos estos años sin incidentes, Belle
pensó que también estaría bien.
—En mi oficina hay más papeles para que firme. Los terminaré y obtendré todos
los detalles de la propiedad y los informes para usted. Su abuela también le dejó un
poco de dinero en una cuenta. Creo que son más o menos unos treinta de los
grandes. Le voy a enviar todos los detalles en breve.
Gracias a Dios. Treinta mil dólares no sería mucho en comparación con todo el
trabajo que necesitaría la casa, pero podría ser suficiente para acabar con una o dos
habitaciones. Ella empezaría con una oficina que podría usar y convertirla en su
lugar para mostrar.
Este plan espontáneo podría funcionar.
Gates, frunció el ceño y sacudió la cabeza.
—Me gustaría que lo reconsiderase.
Belle se limitó a sonreír y sacudió la cabeza. Con un suspiro, él se fue. La puerta se
cerró, y finalmente se quedó sola. Bueno, esperemos.
—Muy bien, abuela. —Miró alrededor de la sala mientras un sentido de
responsabilidad la envolvió—. Voy a hacer que este lugar brille de nuevo y será mi
casa.
El cansancio inundó a Belle, y bostezó. Había sido una noche muy larga, y todavía
necesitaba revisar la casa y desempaquetar. Había mucho que hacer, justo después
de la siesta.
Se echó sobre un sofá de terciopelo rosa ligeramente polvoriento y apoyó la cabeza
en la parte posterior. No iba a dormir mucho tiempo, sólo el suficiente para
descansar los ojos. Pero mientras se quedaba frita, visiones de Eric, Tate, y Kellan la
perseguían.
Capítulo 7

—Por favor, únete a nosotros, amor.


A Kellan le costó mucho no reírse de la mirada nerviosa en el rostro de Kinley
cuando su marido la condujo al interior de la zona habitable de su suite. Sus ojos se
abrieron brevemente cuando vio a los otros cinco hombres esperando por ella. Eric,
Tate y él se habían unido a los otros cónyuges de Kinley, los hermanos Anders, en el
salón de su suite. Después de una breve reunión con Dominic durante la cual
expusieron el caos al que su mujer había ayudado, Dominic acordó permitir un
interrogatorio educado a su esposa. También juró que después ella sentiría el aguijón
de su mano.
Incluso Butch se sentó con los hombres, mientras que la cabecita de Gigi sobresalía
del bolso Prada de Kinley. En el momento en que puso el bolso en el suelo, el perro
saltó, corriendo a través de la suite para ocultarse detrás de las cortinas, como si Gigi
supiera que se avecinaban problemas.
A Kinley no se le dio esa opción.
—¿Por qué no te sientas? —dijo Kellan a la rubia, haciéndose cargo de la
conversación ahora—. Tenemos algunas preguntas para ti.
Él tuvo que darle crédito. Después de su recelo inicial, se rehizo y se hundió en la
silla que habían dejado para ella en mitad de la habitación. Ella mantuvo la cabeza
alta mientras los miraba por encima, como una reina mirando a sus súbditos. Oh,
Dominic necesitaba mucho golpear ese culo.
—¿Es esto un interrogatorio o puedo tomar una taza de café? No he tomado una
ya que fui apartada del desayuno.
Law Anders se levantó.
—Traeré algo para todos. Me da la sensación de que lo vamos a necesitar. Has sido
una niña mala, cariño. —Él suavizó la afirmación guiñándole el ojo.
—Me encanta cuando causas problemas, corazón. —Riley se inclinó ansiosamente,
como si se estuviera preparando para un espectáculo. Su sonrisa no podía ocultar su
emoción.
No era de extrañar que Kinley estuviera desenfrenada. Kellan trató de no poner
los ojos en blanco.
Dominic frunció el ceño.
—Hey, vosotros dos necesitáis tomar esto en serio. ¿Sabéis lo que hizo?
Los hermanos Anders negaron con la cabeza. Law se dirigió a la cafetera en la
habitación, pero al escuchar el disgusto de Dominic, envió una mirada de soslayo a
Kinley.
Ella se miró las manos, cruzadas sobre el regazo.
—Empieza a hablar de Annabelle —exigió Dominic.
Kinley levantó la cabeza y su sonrisa iluminó la habitación.
—Por supuesto, Amo. Podría hablar de mi mejor amiga durante todo el día. ¿Por
dónde empezar? Entonces, desde el principio. Belle nació en una mañana otoñal...
Dominic gruñó en su dirección.
—Eso no es lo que quería decir. Tú misma te estás cavando un hoyo. Considera
esto tu primera y última advertencia.
Esa fue una más de las que Kellan le habría dado a Kinley. Si iba a ser difícil...
bueno, Kellan había tratado con testigos hostiles antes.
—¿Dónde está Belle ahora?
—No estoy exactamente segura.
—Kinley...— ladró Dominic.
—¿Sí, Amo? Te estoy diciendo la verdad. No sé exactamente dónde está. —Kinley
trató de parecer cooperativa, incluso contrita.
Kellan no se lo creía.
—Pero tienes una muy buena idea, ¿verdad? —dijo Dominic arrastrando las
palabras.
Ella frunció su boca en forma de corazón, obviamente, reticente a responder.
Ante su muda respuesta, él frunció el ceño.
—Eso son diez. Responde a la pregunta, Kinley. Esto es importante.
—¿A ti, Amo?
—A Kellan, Eric, y Tate. Decepcionarlos será decepcionarme. Dile todo lo que
sabes a los amantes de Belle sobre su paradero.
Toda la cara de Kinley se volvió tormentosa y tenaz, sus ojos se entrecerraron.
—Belle nunca ha tenido ningún amante. Es virgen. Estaba esperando que llegaran
los hombres adecuados. —Ella les envió una mirada ácida—. Creo que no los ha
encontrado todavía.
Tate se marchitó como una puta flor de invernadero.
—Sentimos mucho eso, Kinley. Sinceramente, me encantó saber que ella esperó.
Casi desee haber esperado, también, pero entonces nuestra experiencia juntos
probablemente sería horrible para ella, porque un hombre necesita un poco de
tiempo para desarrollar la resistencia. Solté mi carga en tres punto siete segundos la
primera vez.
—¿En serio? —Eric miró a su mejor amigo, poniendo los ojos en blanco.
—Amigo, tú estabas allí. Y tú igual te corriste en su mano. Belle se merece algo
mejor. —Se volvió a Kinley—. Por favor. Queremos disculparnos y pedirle una
segunda oportunidad. Tienes que decirnos dónde fue.
—Él me gusta. Puede vivir —declaró Kinley.
Kellan usaría cualquier cosa que ella le diera para cazar a Belle.
—Excelente, entonces dile dónde encontrarla.
—Realmente no lo sé exactamente. Me sorprendió descubrir que se había ido. —La
sorpresa fingida de la pequeña malcriada se arrastró sobre Kellan.
—Se fue en tu coche —señaló—. Le diste las llaves.
—Las necesitaba.
—¿Pero estás sorprendida de que se fuera?
Kinley se retorció en su asiento.
—No dijo por qué necesitaba las llaves.
Kell envió una furiosa mirada a Dominic, que cruzó los brazos sobre el pecho y la
clavó con una mirada oscura.
—Eso son diez más, amor. Ya llevamos veinte. ¿Quieres que sean treinta? Puedo
arreglar eso.
—Vamos, Kinley. —Riley le envió una mirada que sugería que fuera razonable.
Law observaba como se desarrollaba todo el evento, una sonrisa jugando en sus
labios, como si el pequeño desafío de su esposa le divirtiera.
—¿Le diste las llaves de tu coche sin preguntar a dónde iba? —Kell levantó una
ceja.
—Es mi amiga. Confío en ella, porque tiene un corazón precioso. Me devolverá el
coche cuando ya no lo necesite. Me pregunto sobre ese macho con el que estaba. Ella
lo llamó Señor. —Kinley sacudió la cabeza como si la situación fuera tan, tan triste—.
Supongo que perdisteis. Lo siento.
—¿Qué? —Kell escupió la palabra de forma violenta. ¿Belle había encontrado otro
puto Dom en unas pocas horas? Eso era incomprensible. Imposible. Aunque dado
quienes eran los amigos de Dominic, era posible que un Dom sin ataduras pudiera
haber estado por el hotel la última noche después de la boda. En este punto, lo que
sorprendió más a Kell fue que el tipo no hubiera llegado con dos o tres amigos.
O tal vez es con quien Belle iba a reunirse. El pensamiento dejó frío a Kell. Por otra
parte, Oliver y sus hermanos no mencionaron que Belle estuviera con otro hombre.
Él frunció el ceño. Algo apestaba aquí...
—Ella no saldría con un hombre que acabara de conocer y ciertamente no le
llamaría Señor —dijo Eric, moviendo la cabeza—. Voy a llamarla de nuevo.
—El que se va a Sevilla, pierde su silla —dijo Kinley con una pequeña voz
cantarina.
—Por tu falta de respeto, eso son otros diez. —El pie de Dominic golpeó contra el
suelo mientras la miraba—. Tu culo va a estar de color rojo después de los treinta.
Kinley le ignoró, entonces su bolso comenzó a sonar. Ella puso una mano sobre su
boca, parpadeando como si estuviera completamente sorprendida.
—Oh, Dios mío. El teléfono de Belle debe haber caído en mi bolsa.
Entonces Belle se fue a algún lugar en el coche de Kinley en medio de la noche sin
teléfono. Y posiblemente con otro hombre. La palma de Kellan picaba con fuerza.
—Kinley, tienes que haber visto en qué dirección se marchó Belle —Apuntó
Riley—. Ayuda a los chicos un poco. Parecen sinceramente ansiosos de tenerla de
vuelta.
—Sólo vi que mi amiga estaba llorando y con el corazón roto porque los hombres
que ella anhelaba resultaron ser unos completos idiotas que se negaron a tocarla o a
ponerle un collar. La hicieron sentir inferior, simplemente porque no se había
acostado todavía con un hombre.
—Eso no es lo que pasó —Kellan insistió, tratando de reunir su paciencia—. Y si
ella estaba llorando y con el corazón roto por nuestra culpa, ¿por qué iba a estar con
otro hombre?
—Bueno, por supuesto él iba a consolarla —replicó Kinley.
Kell se sorprendió de que Dominic no pusiera a su esposa sobre su rodilla ahora.
Pero ya que no parecía inclinado a hacerlo, era hora de señalar ciertas verdades a
Kinley y observar con cuidado. Todos los testigos tenían algo que decir. Tan
tranquila como Kinley se estaba comportando, todavía iba a reaccionar a sus
preguntas.
—Le permitiste conducir sin teléfono. ¿Y si su vuelo se cancela?
Nada. Ni una gota de emoción cruzó esos bonitos rasgos.
—Estará bien. Tiene mi coche.
—Iré al aeropuerto ahora mismo y la encontraré —ofreció Tate.
—Siéntate, Tate. —Eric entendía que Tate a veces necesitaba adiestrador. O tal vez
una correa...
Por lo tanto, en base a la respuesta de Kinley, Kell supuso que Belle no había ido al
aeropuerto. Cambió de táctica.
—¿Sabes lo peligrosa que puede ser la autopista en mitad de la noche? Si está
conduciendo cualquier distancia, podría averiarse. Sin teléfono, no tendría ninguna
manera de ponerse en contacto contigo o asistencia en carretera.
Un destello de preocupación cruzó el delicado rostro de Kinley, subrayado por la
forma en que se movió en su asiento antes de negar con la cabeza.
—El coche está en perfectas condiciones.
—Sin embargo, los neumáticos se pinchan, ¿verdad? Belle no sabe cómo cambiar
uno.
—No sabe —agregó Tate con un movimiento de cabeza—. Ella me llamó hace
unos meses cuando a su chatarra se le pinchó uno.
—Es un coche nuevo, por lo que los neumáticos son nuevos, también —defendió
Kinley.
—Eso no ayuda si accidentalmente corre sobre cristales o clavos. Podría estar sola,
tirada en una carretera en este momento, y nunca lo sabrías.
Kinley se movió nerviosa, mirando a una esquina de la habitación, sin mirar a
nadie.
—Y hay un montón de borrachos en la carretera a las tres de la mañana. ¿Y si algo
le pasó? ¿Cuánto tiempo haría falta para que lo supiéramos?
Kinley se mordió el labio, luego suspiró.
—Ella está bien, vale. Ya está donde tiene que estar, por lo que puedes dejar de
preocuparte. Compramos otro teléfono y ya he hablado con ella. No esperes que te
dé el número. No quiere hablar contigo. Y no estaba sola porque tenía a Señor.
Kellan tenía sus dudas acerca de Señor.
—Dime acerca de este tipo. ¿Dónde le conoció?
—Yo los presenté. Todo lo que él quiere es su felicidad. Cuando la besó y ella le
rodeó con sus brazos, les dejé solos. Sabía que estarían muy bien juntos. —Sus ojos se
apartaron y hacia la derecha de nuevo.
Tal vez Kinley no estaba soltando toda la verdad, decidió, pero tampoco estaba
mintiendo totalmente. ¿Había empacado una muñeca hinchable en las bolsas de Belle
como una broma? O tal vez les pusieron nombre a sus vibradores, pero entonces ¿por
qué dijo que se estaban besando y abrazando? Kell no estaba seguro de eso, pero
tenía serias dudas que Belle se hubiera escapado con un tipo que acababa de conocer.
Ella no se guardaría todos estos años sólo para dar su inocencia al primer capullo que
Kinley le presentara.
A menos que estuviera tan herida y enojada que decidió acabar con su himen para
fastidiarles. Eso no sonaba como la Belle que conocía. Pero tampoco había imaginado
que se saltaría la reunión de esta mañana sin una palabra. Estaba definitivamente
herida y tomando decisiones que podían afectar al futuro de todos.
Razón de más para encontrarla.
Pero Kinley no se había quebrado hasta ahora.
Tate se inclinó más cerca de Kinley, toda su cara suplicante.
—Por favor, sólo dinos dónde está. No puedo soportar que ella esté por ahí
sufriendo y pensando que no nos importa.
La cara de Kinley se suavizó de la rabia a la pena.
—Belle me pidió que no. Lo siento, pero no voy a traicionar su confianza. Y Dom
Dom aquí puede pegarme todo el día. —Ella señaló con el pulgar en la dirección de
Dominic—. No hablaré.
Dominic se levantó y le tendió una mano a su esposa.
—Voy a añadir eso también a la lista. Después del nacimiento de este niño, debes
saber que hay un tremendo huracán esperando para golpear tu trasero, amor.
Ella puso su mano en la de su marido.
—Lo acepto. Haré lo que sea para proteger a Belle.
Con un suspiro, Dominic acurrucó a Kinley contra él y se volvió hacia Kellan.
—Lamento lo que ha hecho. Belle y ella son como hermanas. No puedo decir que
no lo entiendo. Yo mismo no rompería la confianza de un hermano. La verdad es que
Belle no es vuestra sumisa ya que no ha aceptado vuestro collar. —Se encogió de
hombros—. Si hay algo que la compañía o yo podamos hacer para ayudaros, lo
arreglaré, pero no voy a esperar que Kinley divida sus lealtades nunca más.
—Te contratamos. —Eric se puso de pie, viéndose muy resuelto.
Kellan negó con la cabeza a su amigo. Tenían un recurso que no habían utilizado
todavía, porque él esperaba que dicho recurso ya no se comportara como un maldito
acosador.
—Retrasa esa petición. Creo que deberíamos hablar con Tate primero. Él sabe
cosas de Belle de una manera que nosotros no.
Tate se sonrojó.
Bingo. Incluso un abogado tenía cosas que decir.
—Vamos a empacar, mientras Tate nos dice todo lo que sabe acerca de nuestra
chica. —Kellan le dio a Tate su mejor mirada de hermano mayor—. Me refiero a todo.
* *
Tate dejó que la puerta de su suite se cerrara detrás de él, preguntándose si se
ganaría unos puñetazos una vez que le dijera a Eric y Kell la verdad. Estaba bastante
seguro de que estaban a punto de hacerle un montón de preguntas que en realidad
no quería responder. Pero no podría apelar a la quinta enmienda.
Eric se volvió hacia él en el momento en que la puerta se cerró.
—Amigo, me dijiste que habías dejado de acosar.
Él puso los ojos en blanco.
—Lo haces sonar como que estoy al acecho fuera de la ventana de su habitación,
tomándole fotos mientras se desnuda.
—Querías hacerlo —señaló Eric.
Por supuesto. Lo quería aún más ahora que la vio desnuda. Sin embargo, incluso
él sabía que existían límites que, una vez cruzados, hacen que una orden de
restricción abofetee la cara de un hombre.
—Pero no lo hice. Así que deja de sermonearme y busquemos a Belle. No me
importa lo que dice Kinley. Ella no debería estar ahí fuera sola. Le podría pasar
cualquier cosa.
Odiaba no saber dónde estaba y si estaba realmente bien.
Kellan se pasó una mano por el pelo, con aspecto cansado, antes de dejarse caer en
el sofá.
—La encontraremos más rápido que Anthony Anders, incluso sin la ayuda de
Kinley, porque has memorizado obsesivamente todo sobre ella. ¿No es así?
La frustración brotó.
—No he estado acosándola. Sólo la seguí hasta su casa para asegurarme de que
estaba a salvo.
—Sí —dijo Eric arrastrando las palabras—. Sigue diciendo esto, amigo. Vamos a
cavar a través de ese tesoro de cultura general en tu cabeza sobre Belle y averiguar
dónde se ha ido.
Ella era todo su mundo, así que sí, la conclusión de Eric era cierta. No veía por qué
eso le convertía en acosador. La había seguido a su casa por la noche porque hubo
una ola de violaciones en su vecindario. Imaginar lo que podría sucederle si él no la
veía a salvo lo enfermó. Se sentiría mejor después de que instalaran un sistema de
seguridad en su casa. O mejor aún, después que ella se mudara a su casa, a su cama.
¿Y qué si comprobaba su página de Facebook con más frecuencia de lo necesario?
Eran amigos. Belle había aceptado su petición, dándole permiso para mirarlo todo en
su cronología.
—Piensa, Tate. Si ella ya llegó a su destino, entonces está a unas diez horas en
coche desde aquí. Es probable que en Texas, Louisiana, Oklahoma tal vez, o incluso
hasta Kansas. ¿Dijo que tenía amigos en cualquiera de esos lugares?
—Ella tiene a Kinley, aunque la mayoría de sus amigos están en Nueva York o
Chicago. —Tate suspiró, tratando de que su cerebro trabajara. Por lo general, él
estaba perfectamente despejado, pero ahora entendía por qué su padre le había
advertido que la emoción era mortal para la lógica. En todo lo que Tate podía pensar
ahora era en el hecho de que Belle estaba sola y molesta, que probablemente lo
odiaba... y que tenía la intención de pasar su vida sin él. Que no había siquiera una
remota posibilidad porque este tipo al que llamaba Señor ya había tomado el lugar
de ellos.
—No creo que Kinley la haya escondido en algún lugar —dijo Eric—. Vi su cara
mientras Kellan le preguntaba. Le prestó el coche a Belle, pero no creo que ayudara a
nuestra chica a llegar a donde quiera que fuera de ninguna otra manera. Están en
contacto, pero si Belle consiguió un nuevo teléfono antes de irse y le dio el número a
Kinley, entonces no creo que se esté quedando con o cerca de Kinley. Belle no querría
perturbar la vida de su amiga de esa manera.
—Ya que Kinley está recién casada, Belle se negaría a ser un obstáculo o una carga
—estuvo de acuerdo Kell.
Tate sacudió la cabeza. Kell podía decir que no estaba interesado en nada a largo
plazo, pero cualquier hombre que hubiera estudiado a una mujer tan estrechamente
estaba definitivamente interesado, incluso si él era un completo idiota dañado y se
comportaba como una nenaza.
Hmm, tal vez no había perdonado por completo a Kellan por lo de anoche.
—Correcto —Tate estuvo de acuerdo—. Ella no tiene un montón de familia. Su
padre murió cuando era pequeña. No tiene hermanos o hermanas. Su madre vive
demasiado lejos. Acaba de perder una abuela, pero Belle no conocía a la mujer. —De
hecho, ella le había traído una copia del testamento de su abuela unas semanas atrás
para revisarlo.
—Así que probablemente no ha ido con la familia. —Eric se paseó cerca de las
ventanas, mirando como si esperara que apareciera en cualquier momento y les
abriera los brazos.
Tate esperaba que lo hiciera, pero él ya sabía que no lo haría. ¿Qué es lo que no
sabía? Dónde demonios se había ido.
—Incluso si la encontramos, ¿qué vamos a decir? —preguntó Tate—. Anoche
hablamos durante horas sobre la mierda entre nosotros, pero ¿qué podríamos decir
para persuadirla para darnos otra oportunidad? Belle puede ser terca.
No podía soportar la idea que les dejara fuera. Él se había esforzado mucho para
llegar detrás de sus paredes, pero Belle, aunque era amable, podía ser tímida y muy
reservada. Después de un año de trabajar con ella y verla más de cerca de lo que
debería admitir, Tate todavía la encontraba un misterio. Belle poseía capas y capas en
las que él nunca podría ahondar. Ese descubrimiento le dejó sin palabras.
Fue su amigo, porque los otros no estaban preparados para ser sus amantes.
Consiguió estar tan cerca de ella como Belle le había permitido. En este momento, no
parecía que la amistad le estuviera ayudando.
—¿No tiene una amiga de la universidad que se trasladó a Oklahoma City?—
preguntó Kellan—. Ella mencionó algo acerca de estar sorprendida de que su amiga
tan urbanita se hubiera enamorado del Medio Oeste.
Sí, pero Belle no iría allí. Estaba herida. No era de las que buscaban un hombro
sobre el que llorar. No, Belle sufría en silencio. Se encerraría en sí misma. Por eso,
querría privacidad. Si se había ido a algún lugar en medio de la noche y abandonó su
puesto de trabajo antes de la reunión, eso significaba que Belle trataba de empezar de
nuevo.
Dios, les dejaba y si no pudiera encontrarla, podría no volver a verla. Con cada
segundo que estaba fuera, se deslizaba más y más lejos. Cuanto más tiempo la
dejaran cocerse en su propia ira, menos posibilidades tendrían de traerla de vuelta.
¿Y ese tipo al que llamaba Señor? Tate tenía que creer que era un poco de
exageración por parte de Kinley. La Belle que conocía no podía recurrir ahora a otra
persona. Ella lloraría. Se cerraría.
—Hey, ¿no tenía una prima que se casó con un chico de Houston? —Eric sacó su
ordenador portátil y comenzó a navegar por el calendario de vacaciones de la
empresa—. Sí, aquí está. Fue a la boda hace seis meses. Tal vez deberíamos contactar
con su prima.
Belle le explicó una vez que en su familia eran pocos y distantes entre sí, por lo
que valoraba profundamente a cada miembro. La muerte de su padre cuando ella
había sido tan joven fue un golpe trágico. Tate recordó el momento en que Belle le
contó sobre aquel terrible invierno vívidamente. El sol brillaba a través de su pelo
negro azulado e iluminó la lágrima en la mejilla que había tratado de contener. Ella
tocó la fotografía que tenía enmarcada de él en su escritorio, mirándola de manera
melancólica. En ese momento, Tate había deseado decirle que Eric, Kell y él serían su
familia. Pero Belle no habría estado dispuesta a escuchar eso más de lo que estuvo
preparada para saber que él quería formar una familia con ella.
Ahora, Tate se paseaba por la habitación, tratando de apartar el pánico que
amenazaba con esparcir su lógica. A Belle le gustaba sentirse cerca de sus amigos y
familiares, pero no les cargaría con sus problemas. Por lo que descartó Nueva York o
Chicago. No podría haber conducido allí en diez horas o menos de todos modos.
Entonces, ¿dónde iría? ¿De cuánto dinero disponía sin un trabajo? Claro, ella tenía
unos pequeños ahorros en su cuenta bancaria, pero nada que durara mucho tiempo
sin un cheque de pago. Necesitaría un techo sobre su cabeza.
Haciendo sonar el cambio en el bolsillo, Tate cruzó al otro lado de la habitación,
dándole vueltas a todas las posibilidades en su cabeza. En algún lugar de Texas,
Oklahoma, Louisiana…
La cabeza de Tate se levantó bruscamente. Eso era. Su abuela fallecida le dejó una
casa en el Barrio Francés. Belle no había conocido a la mujer, pero cuando él revisó el
testamento, ella admitió que deseaba haberlo hecho. Era un techo gratis en una
nueva ciudad. En algún lugar para empezar de nuevo. De acuerdo con los
documentos que había visto, la casa era vieja y necesitaba reparaciones y
actualizaciones. A Belle probablemente le encantaría poner sus manos en la casa.
Podría lanzarse a ese proyecto. Le apartaría la mente del hecho de que su corazón fue
arrancado por tres idiotas que no pudieron ponerse las pilas.
—Está en Nueva Orleans. Dame dos minutos y te diré dónde exactamente. —
Necesitaba su ordenador portátil. Había escaneado los documentos que Belle le dio
porque actuó como su abogado en este asunto.
Kellan se movió detrás de él y miró por encima de su hombro mientras comenzaba
a buscar el archivo.
—¿Por qué piensas eso?
—Porque su abuela le dejó una casa —explicó mientras encontraba el documento
en su disco duro que fue preparado por un tal Malcolm Gates, abogado. En ese
momento, el hombre le advirtió a Belle que llevaría un tiempo para que el testamento
pasara por el sistema de sucesión.
—¿Cómo es que no sabía nada de esto? —Eric miró por encima del otro hombro.
—Necesitaba a alguien para examinar el testamento y los documentos de
transferencia. En el momento en que los recibió, su abuela ya había sido enterrada.
Creo que ella estaba triste porque nunca conocería a la mujer. Al parecer, sólo la vio
una vez. Supongo que su padre tuvo una pelea con su madre y nunca lo arreglaron.
Cuando hablamos de la casa, Belle no sabía qué hacer. Se preguntaba si debía donar
la casa a la ciudad como un sitio histórico porque no tenía el dinero para reformarla.
—Todavía no lo tiene, ¿verdad?
—No, pero si consigue un nuevo trabajo allí o se pone por su cuenta... —Tate se
encogió de hombros—. Ya sabes lo decidida que puede ser cuando se pone.
—Sí. —Kellan bajó la mirada hacia la dirección en la pantalla de Tate y silbó —.
Mierda. Eso es justo en medio del barrio. Es una propiedad de varios millones de
dólares. Repararla haría que valiera la pena unos pocos meses de fideos Ramen y
sándwiches de mortadela.
Tate frunció el ceño. No lo había sabido.
—Nunca vi ninguna documentación sobre la tasación. Si le enviaron algo por el
estilo a Belle, no me lo remitió. Sólo dijo que la casa necesitaba mucho trabajo.
—Ella va a ir allí y meterse de lleno en la restauración de este inmueble, ¿verdad?
—preguntó Eric.
El reto la llamaría.
—Estoy casi seguro de ello.
—¿Cómo podemos estar seguros? —dijo Kellan—. No quiero perder el tiempo en
una búsqueda inútil.
—Si alquilamos un coche y conducimos hasta Nueva Orleans, son
aproximadamente ocho horas —señaló Tate—. Incluso si fuéramos capaces de tomar
el próximo vuelo, teniendo en cuenta el check-in y los períodos de espera, puede que
no sea mucho más corto.
—Tendría que entrar en contacto con el abogado para asegurarme de que el
testamento está validado. Si lo estuviera, alguien tendría que dejarla entrar en la casa,
conseguirle las llaves, y que firme unos papeles para transferir la propiedad.
Eric gimió.
—Por eso le llamó. Increíble. Se compró un teléfono desechable que no
pudiéramos rastrear y va a utilizarlo para todo sus negocios.
—No necesariamente —Kellan sonrió—. ¿Recuerdas que tratamos de enseñar a
Belle a poner los contactos en su teléfono y todavía no podía?
Ella odiaba la tecnología, recordó Tate.
—Sí. Tendría que obtener el número del abogado de un correo electrónico. Puede
haber tirado su teléfono, pero no va a cambiar las cuentas de correo electrónico.
Belle ni siquiera sabría cómo. Gracias a Dios por eso.
—Sin embargo, su dirección de correo está protegida por contraseña —señaló Eric.
Tate sintió que se ruborizaba. Mierda. Sí, esto podría ser algo que no quería
admitir.
—Sabes sus contraseñas, ¿verdad, tú idiota magníficamente perverso? —Kellan le
dio una palmada en la espalda.
Simplemente no había una respuesta ingeniosa para que él accediera a sus correos,
excepto que era su idiota pervertido. Se desplazó a través de sus mensajes y encontró
lo que necesitaba. También leyó que, según el abogado, la casa en la que Belle
probablemente estaba instalada en este momento se encontraba notoriamente
embrujada.
Por suerte para él, Tate no creía en los fantasmas.
—Vamos a hacer las maletas. —Cerró el ordenador portátil. Se dirigían a Nueva
Orleans.
Capítulo 8

—Creo que estás equivocada acerca de ellos, cielo. —La voz de Kinley sonaba a
través del altavoz de su teléfono.
Comprar un nuevo teléfono y cambiar de número había sido idea de Belle porque
sospechó que sus antiguos jefes iban a llamar, al menos para resolver cualquier
asunto relacionado con su negocio. No podía soportar la idea de hablar con ellos en
fríos términos empresariales. Había dejado sus contraseñas de oficina y los estados
de sus tareas más importantes con el becario, del que esperaba recordara toda la
información. Él decía mucho “tío” y con frecuencia olía a hierbas que eran ilegales en
la mayoría de los estados.
Quitó el polvo del magnífico escritorio Reina Ana que había encontrado en lo que
parecía ser la oficina de su abuela. La pesada antigüedad de madera de cerezo se
anclaba en la habitación con sus molduras elaboradas, volutas trabajadas e
incrustaciones de caoba. Después de aspirar las cortinas de seda Dupioni, Belle había
fregado las vidrieras, y ahora la luz del sol entraba a través de ellas. No estaba
completamente segura, pero pensó que podrían ser de auténtico cristal Tiffany. La
enorme araña en el comedor, sin duda lo era. De hecho, todo en la casa, aunque viejo
y polvoriento, era clásico, bien construido, y valía una pequeña fortuna. Su abuela
había tenido un gusto increíble. ¿Quién diría que la quiromancia fuera tan lucrativa?
Ahora la luz suave de la tarde iluminaba toda la habitación, y Belle inspeccionó
todo su trabajo con orgullo. Afortunadamente, ese trabajo duro le había impedido
pensar demasiado en sus antiguos jefes, por lo menos hasta la llamada de Kinley.
—No quiero hablar de ellos —le dijo a su mejor amiga—. Sólo quiero olvidar y
seguir adelante.
—¿De verdad crees que es tan fácil?
No, pero eso no significaba que no fuera a intentarlo.
—Señor lo está haciendo muy bien, creo que le gusta estar aquí. Está durmiendo la
siesta en el asiento de la ventana. —Su pequeño pecho de cachorro subía y bajaba con
cada respiración. Sus patas se movían como si estuviera corriendo en su sueño.
Sueños de cachorro. Belle sonrió débilmente.
Belle no quería pensar en lo que soñaría esta noche. Lo sabía. En el momento en
que cerrara los ojos, estaría de nuevo en sus brazos, sintiendo sus manos acariciando
su cuerpo, sus labios reclamando los de ella, sus dedos en los pezones y en su coño
dolorido.
—No cambies de tema. Estaban verdaderamente preocupados. Y me sometieron a
un severo interrogatorio.
Maldición. Belle no tuvo la intención de meter en problemas a Kinley.
—Lo siento mucho.
—No lo sientas. Fue divertido. Yo rara vez tengo la oportunidad de ser tan
malcriada. Dominic me ató, y juro que estaba suplicándole a él, Law y Riley después
de unos diez minutos de tortura. Por suerte, Law es un osito de peluche.
—¿Quieres decir que se apiadó de ti?
—Sí —ella se rió—. Lloré mucho, y me dio un orgasmo increíble.
Guau, eso era demasiada información personal.
—Me alegro de que te saliera bien.
Kinley se aclaró la garganta como si se diera cuenta de que acababa de soltar
demasiada información.
—¿Entonces Señor se está adaptando?
De repente, éste alzó la cabeza y se retorció, con las orejas erguidas mientras
miraba fijamente por la ventana con un gruñido. Empezó a ladrar a todo pulmoncito.
—Está adaptándose. Pero de vez en cuando, es sencillamente ruidoso. —Ella se
movió, tratando de ver lo que atraía la atención del perro—. Es raro. Ladra cuando
no veo absolutamente nada a lo que ladrar.
Casi podía imaginar el encogimiento de hombros de Kinley.
—Los animales son más sensibles a su entorno que los humanos. Estoy segura de
que va a sentirse cómodo. Belle, realmente me gustaría que me escucharas acerca de
tus hombres.
No son mis hombres.
—Señor va a estar bien con el tiempo, a pesar de que no está exactamente
domesticado todavía —Belle eludió el comentario de Kinley—. Pero supongo que eso
llevará tiempo. ¿Tienes algún buen consejo?
Kinley resopló.
—Deja de tratar de cambiar de tema. Están preocupados por ti. Tate estaba
prácticamente llorando. Es extrañamente sexy, ya sabes. Él tiene esa estremecedora
cosa friki. Es deseo, Belle. Anhelo. Todo por ti.
Belle cerró los ojos, tratando de no imaginar esa expresión en su cara. Estaba
segura de que Tate estaría en su puerta si ella no hubiera desaparecido... a pesar de
que era lo suficientemente inteligente como para seguirle el rastro. Si la deseaba, la
encontraría. Esperaba tener la fuerza para darle la espalda.
—No funcionaría con sólo Tate y yo. —Él también debía saberlo. Y sería cruel
apartarle de sus amigos cuando sabía que su emparejamiento no podía durar—. Me
preocupo por Tate, Kin. Realmente lo hago, pero necesita a Eric y Kellan. Entienden
sus peculiaridades y le perdonan cuando dice algo equivocado. Sin ellos, solo se
retirará en su concha. Y los chicos lo necesitan, porque es lógico y honesto. No puedo
estar en medio de eso. Sería como separar a hermanos.
—Por supuesto que no puedes hacer eso, cariño. —La voz de Kinley era relajante
incluso a ochocientos kilómetros de distancia—. Son un conjunto. Además, necesitas
algo de cada uno de ellos y no serías feliz con sólo uno.
Parecía mal. Muchas mujeres por ahí no podían encontrar un solo hombre, y Belle
estaba insistiendo en tres. Tal vez ella no era la mujer adecuada para cualquiera de
ellos.
—No importa.
—¿Mentirte a ti misma realmente puede ayudar?
Belle suspiró.
—Simplemente no creo que esté destinado a ser.
—Creo que te estás rindiendo muy fácilmente. —Kinley se detuvo—. Kellan
estaba liderando la carga para encontrarte.
Eso conmocionó a Belle.
—Debe sentirse muy culpable.
—O se dio cuenta de que tomó una terrible decisión. —Su largo suspiro sonó
sobre la línea—. Ya sabes, podrías estar esperando Shangri-la1 entre los tres
demasiado rápido. Al principio, Riley luchó contra sus sentimientos por mí. Tenía
cosas que resolver. Hablamos. Discutimos. Él tenía un montón de dudas y se lo
pensó dos veces, pero al final regresó. Tal vez Kellan necesita más tiempo y más
paciencia. Los hombres se toman su tiempo en llegar a conclusiones que las mujeres
saben instintivamente. Ellos luchan contra sus sentimientos, especialmente cuando
tienen equipaje. Kellan tiene toda una barcaza llena por lo que puedo decir.
Ella pensaba lo mismo. Sin embargo, lo que había oído desde el baño en la suite
fue muy claro. No quería responsabilidad. No quería permanencia.
—No creo que sea tan sencillo.

1
Shangri-La: Lugar paradisíaco imaginario donde reina la paz y la armonía. Aparece en la novela de 1933 de James Hilton “Horizontes
Perdidos”
—Nada de lo que vale la pena lo es. Una relación de este tipo no es fácil, y si
esperas que lo sea, estás preparándote para el fracaso. Se necesita una gran cantidad
de trabajo y conversación honesta. Vosotros tres no os comunicáis.
Tal vez Kinley tenía razón, pero, honestamente, ¿qué otra cosa podía decir? No
podía hacer que Kell la quisiera por más de una noche.
De repente, todo el cuerpo de Señor entró en estado de alerta y los ladridos
comenzaron de nuevo. Belle frunció el ceño mientras se movía hacia la ventana.
Desde aquí, tenía una magnífica vista del patio que ahora se balanceaba con el viento
mientras el tiempo se volvía un poco frío. Un bonito gato atigrado naranja y amarillo
brincaba a través de los ladrillos y volvió su felina cara presumida hacia el perro,
parecía profundamente entretenido por la irritación del perro.
Belle levantó a Señor en sus brazos y dejó caer la cortina sobre la ventana,
esperando que el gato estuviera fuera de la vista y de la mente. No estaba
funcionando para ella cuando se trataba de Kell, Tate, y Eric. El cansancio hizo su
aparición.
—Kinley, cariño, he de dejarte. Todavía tengo que arreglar el dormitorio para esta
noche y encontrar algunas croquetas para la pequeña bestia.
Esperaba poder encontrar una tienda cercana. Pronto oscurecería.
—De acuerdo. Te quiero. Prométeme que pensarás en llamarles, al menos para
hacerles saber que estás bien.
Belle se mordió el labio. En cierto modo, oír sus voces sería muy tentador, pero
¿qué lograría eso? Lo que quería no había cambiado.
—Probablemente estén en su vuelo de regreso a Chicago. —Entonces algo se le
ocurrió. Si Kellan encabezaba el esfuerzo para encontrarla, entonces...—. Tomaron su
vuelo, ¿verdad?
—No lo sé. Hicieron la salida del hotel y tomaron un taxi. Ya sabes lo que sé.
—¿Pero si tuvieras que adivinar?
Kinley vaciló.
—No creo que estén renunciando y volviendo a casa.
La respuesta llenó a Belle de temor y de una traicionera emoción.
—Gracias.
El teléfono hizo clic, y estuvo sola otra vez. Belle tenía la sensación de que la noche
sería larga.
Una fuerte explosión atravesó la habitación. Ella se asustó y dejó escapar un
pequeño chillido. Señor corrió a acurrucarse contra su pecho y enterró su cara.
¿Qué fue eso?
Un silencio de muerte siguió. El techo no cedió. Ningún demonio asesino saltó a la
habitación. Nada.
Unos treinta segundos pasaron antes de que Belle dejara escapar un suspiro. Una
risa nerviosa sacudió su pecho. Tendría que acostumbrarse a los sonidos que hacía
esta antigua casa. Tal vez la caldera había empezado a funcionar.
—¡Menudo perro guardián eres! —se cachondeó de Señor.
Cuando se dio la vuelta hacia la mesa, se dio cuenta de que una pieza de moldura
colgaba de la parte inferior, justo debajo del rincón donde metía las rodillas cuando
se sentaba. Belle frunció el ceño. Extraño. No se había dado cuenta de eso cuando
estuvo limpiando el polvo o se sentó allí antes.
Con el ceño fruncido, se arrodilló y trató de encajar la pieza en su lugar. Belle
esperaba que esto no fuera una señal de que la mesa se caía a trozos y que necesitaba
ser reemplazada. Eso sería una verdadera lástima. Las antigüedades de su abuela
eran impresionantes, un tesoro único en su tipo.
Mientras Belle jugueteaba con la moldura, sus dedos encontraron un nicho oculto
que la madera había tapado. Era profundo debajo de la mesa. Dejó a Señor en el
suelo y se arrastró debajo, la alfombra persa era un cojín suave para las rodillas.
Aunque el espacio debajo de la mesa era demasiado oscuro para ver, podía sentir el
compartimento abierto con los dedos. Mientras buscaba cautelosamente dentro del
pequeño espacio, encontró de inmediato dos artículos metidos dentro. Con una
mueca y un tirón enérgico, los sacó y se arrastró hacia atrás.
Dos viejos diarios de bolsillo, uno un poco más descolorido que el otro. Belle
frunció el ceño. Esta era la oficina de su abuela y el escritorio de su abuela. Ella abrió
la portada de uno y vislumbró la escritura a mano. Decididamente femenina.
—Parece que la abuela escribió sus memorias. O escondió algunos secretos—dijo
ella con aire ausente a Señor mientras se sentaba en la alfombra.
Señor se dejó caer sobre su regazo y de inmediato se volvió a dormir. Belle abrió el
otro volumen, el más pequeño de los dos, y lo examinó un poco.
Funció el ceño viendo las páginas amarillentas. Tal vez su abuela estuvo en el lado
demente porque todo lo que había escrito en este diario era una lista de largos
números aleatorios, que se correspondían con palabras aún más al azar, como
“soleado”, “puerta trasera”, “impermeable” y “cancelado”. Nada de eso tenía ni una
pizca de sentido. ¿Qué tenía que ver 10056 00099873 con “rosa” y “difuso”?
Aún más extraño, la segunda mitad del libro estaba escrita por una mano
diferente. Los mismos tipos de códigos extraños, pero seguro que era diferente
caligrafía.
Frunciendo el ceño, lo puso a un lado. Tal vez las extrañas entradas en este libro
tenían algo que ver con los negocios psíquicos de su abuela, aunque Belle no tenía
idea de cómo hacerlo. ¿Tal vez el código protegía el anonimato de sus clientes? El
segundo libro era más grande, y Belle supo lo que era en el momento en que echó
una ojeada a la primera página.
El diario de la abuela.
El corazón de Belle dio un vuelco.
27 de septiembre de 1955. El cumpleaños de su padre.
Oh, mi niño. Cómo te amo.
Las lágrimas acudieron a sus ojos al darse cuenta de que estaba leyendo los
pensamientos sin censura de su abuela, de una extraña relacionada con ella por la
sangre, sobre el nacimiento de su propio padre. Belle hojeó las páginas, su asombro
cada vez mayor. Había querido averiguar quién fue su abuela. Bueno, esto
probablemente sería un buen comienzo. De hecho, después de ojear unas pocas
páginas, parecía que todo el volumen era un libro de cartas escritas de la madre al
hijo.
Su abuela no había sido insensible o indiferente. Lo amó mucho, basado
únicamente en la primera o segunda página. Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué el
distanciamiento?
Belle estaba dispuesta a apostar que las respuestas yacían en este libro. Metió el
que estaba lleno de galimatías de nuevo en su escondite e hizo palanca con la
moldura hasta que sintió una pequeña ranura deslizarse de nuevo en una
aparentemente correspondiente lengüeta. Se bloqueó en su lugar con facilidad, como
si estuviera hecha para ese fin.
Cuando se levantó para dirigirse a la habitación, se preguntó cómo pudo soltarse
de esa manera el listón de madera decorativa. Ahora parecía muy seguro. ¿Y de
dónde vino la fuerte explosión? Ahora que realmente lo pensó, el ruido le pareció
que estaba demasiado cerca para ser la caldera. Tendría que resolver ese misterio
cuando no estuviera agotada por completo.
Señor la siguió desde la habitación con un bostezo soñoliento, y ella se sacudió de
encima sus preguntas. Puesto que nada terrible o trágico había sucedido, ¿qué
importaba ahora? Tenía un poco de lectura que hacer. Pero no hasta que lavara las
sábanas de la cama y se asegurara que las muchas puertas y ventanas de la casa
estaban cerradas.
Al mirar alrededor, una vez más, Belle sacudió la cabeza. Una capa de polvo de
dos centímetros de espesor, el antiguo calentador de agua caliente, el papel pintado
pelado. Ser la dueña de una casa con tanta historia y abandono reciente era un
trabajo duro... pero por lo menos podría apartar su mente de su corazón roto.

* *
Eric finalmente logró conseguir que ese puto becario, contratado por Belle,
descolgara el teléfono justo cuando doblaron por la concurrida calle estrecha, que les
debía llevar al nuevo hogar de Belle.
Su hogar temporal.
—¿Sí? —Warrington Dash III tenía un nombre de clase alta y tres jueces en su
familia, lo que era bueno para él, porque Eric estaba bastante seguro de que el chico
tenía una gran cantidad de marihuana en su organismo. Sin esa influencia familiar,
probablemente estaría tras las rejas.
—Sequoia, hemos estado llamando durante horas. ¿Por qué no has respondido al
maldito teléfono?
El chico tenía veinte años, pero ya había decidido no hacerse llamar Warrington, el
nombre que la familia le puso. En su lugar, eligió el nombre de Sequoia en honor de
los árboles o algo así. Estaba estudiando para convertirse en un abogado
medioambiental, y eso hizo que Eric llorara por el planeta.
—Tío, estaba haciendo yoga. Nada de teléfonos. Bloquea el proceso. Hey, yo
podría haceros entrar en algún momento. A vosotros tres os podría venir bien un
poco de introspección seria.
Tendrían un mejor “proceso” con otro becario.
—Te necesito para manejar las llamadas a la oficina por un tiempo. Ha surgido
algo en este viaje, y vamos a estar fuera unos días más.
Kellan se detuvo en una plaza de aparcamiento e hizo un gesto hacia la calle,
haciéndole saber que no estaban lejos de su dirección. Tate saltó fuera del coche en
un instante.
Eric puso una mano sobre el teléfono.
—Cógelo. Se pondrá a correr por la calle, gritando su nombre como en una
imitación de Un tranvía llamado deseo. —Eric volvió su atención a su llamada en el
minuto en que Kell cerró la puerta del coche—. Así que necesito que vuelvas a la
oficina y cojas el calendario en el escritorio de Belle.
—Tío, Belle y yo ya tuvimos esta conversación. Ya he hecho todas las cosas que
ella me dijo que hiciera, su renuncia es un fastidio total.
—¿Ella hizo qué?
—Sí, llamó hace un par de horas y dijo que no iba a volver. Ah, y también envió
por fax su renuncia. Se supone que debo deciros que encontró un nuevo hogar y esas
cosas. ¿Crees que va a querer el yogur de la nevera? Podría tomarlo esta mañana,
porque el trabajo me da hambre y es la única cosa vegetariana en la oficina. Vosotros
coméis mucha carne. ¿De verdad pensáis que es bueno para vosotros?
Ella renunció y lo hizo diciéndoselo al maldito becario. Ni siquiera tuvo la cortesía
de llamar y presentar su renuncia.
—No le toques el yogur. No importa lo que te dijo, va a volver.
Clavó el dedo en el teléfono para finalizar la llamada, y luego saltó fuera del
coche, con el corazón latiendo en su pecho. La ira hervía en sus venas mezclada con
el pánico frío y el temor que le invadían.
Corrió por la calle, sus zapatos de vestir golpeaban contra el hormigón, en
dirección a los otros dos. Kellan había logrado contener a Tate, y ambos permanecían
delante de una casa de tres pisos ubicada justo enfrente de la calle con una puerta
azul. En la oscuridad, pensó que podría estar conectada a la pequeña casa de la
esquina, pero no podía estar seguro.
—Belle ha renunciado. Llamó a Sequoia y le dijo a ese fumeta hijo de puta que no
iba a volver —dijo Eric rechinando los dientes.
Kellan maldijo.
—Eso no es una buena señal. Realmente esperaba que me echara la bronca,
entonces me hiciera el vacío hasta que yo me arrastrara.
Y este “movimiento” repentino, el hecho de que ella no hubiera sugerido que en
realidad no tenía la intención de volver. Esto no era solo mal humor. Estaban a punto
de iniciar una batalla para traerla de vuelta... pero por primera vez, Eric se preguntó
si la guerra estaba perdida.
Eric se quedó mirando la casa de estuco pálido con su puerta de tela metálica
doblada. Podía parecer un poco vieja, pero una vez que tuviera una mano de pintura
y algunas reparaciones, la casa brillaría y se vería como la mansión que los papeles
de Belle sugerían que había heredado. De hecho, tanto por la ubicación como por la
importancia histórica, estaba contemplando el puro esplendor de Nueva Orleans.
La restauración de la casa sería el proyecto soñado de Belle.
—Mierda. —Tate estaba junto a él, moviendo la cabeza mientras estudiaba el lugar
bajo la luz encendida de la farola de la calle—. Belle nunca va a querer salir de aquí.
Tenemos tres habitaciones que ella dice que es necesario pintar con “personalidad”,
sea lo que eso sea, y una sala de juegos a la que se refiere como la caverna masculina.
Se tapa la nariz cuando entra allí. ¿Piensas que eso significa algo?
—Esto significa que debes recoger tus malditos calcetines —se quejó Eric.
—Yo incluso estaría agradecido por ello —añadió Kell—. Pero ya habéis oído su
diatriba acerca de vuestra cocina. Incluso si esta casa necesita mucho trabajo, va a
estar mucho más interesada en restaurar una encantadora casa histórica en Nueva
Orleans que una residencia a las afueras de Chicago.
—Estamos jodidos. Nuestra única salvación podría ser que ella no pueda vivir
aquí para siempre. Este lugar es demasiado grande para una persona. Miré alrededor
de la puerta principal. Esa casa de huéspedes de detrás está unida, pero no encontré
la entrada principal. Esto no lo es. —Tate señaló a la pequeña puerta azul.
Por lo general, a Eric le gustaba estar al tanto de los problemas que enfrentaba.
Esta vez, toda la conversación sólo lo ponía nervioso.
Kellan estudió lo que podían ver de la casa.
—Los impuestos van a ser brutales. No creo que Belle tenga un montón de dinero
en efectivo, a menos que eso fuera parte de su herencia.
—Su abuela le dejó algo de dinero —dijo Tate—. Pero la cantidad no estaba
especificada en los documentos que vi. Esos eran sobre la casa, pero si su abuela
tenía un montón de dinero, ¿podría estar el lugar en mal estado? Incluso si Belle
gasta todo el dinero de su cuenta bancaria en la casa, no creo que sea suficiente.
—Antes de que podamos preocuparnos por la casa o sus intenciones, tenemos que
recordar que huyó. ¿Ella nos dejará en la puerta, suponiendo que sea esta? —Eric
esperaba que hubiera un hotel cercano, con habitaciones disponibles. Aún a última
hora de la tarde, los turistas caminaban arriba y abajo de la calle. Todos ellos tenían
que dormir en alguna parte. Él y los chicos también lo harían, a pesar de que
esperaba sinceramente que fuera con Belle.
Exploró el exterior de la nueva casa de Belle, evaluando la puerta modesta pero
colorida flanqueada por persianas. La puerta de tela metálica oxidada se agitó un
poco en la brisa. No vio ninguna luz del interior que saliera por las ventanas. ¿Estaba
todavía despierta o se había ido a dormir, feliz de que no tuvo que hablar con ellos
en todo el día?
Se había imaginado un centenar de escenarios en su cabeza, que iban desde Belle
corriendo a sus brazos a aquel en el que ella encontraba a su princesa guerrera
interna y les daba hostias hasta en el carnet de identidad.
Ahora que permanecía de pie fuera de su casa a oscuras, se preocupó realmente.
No estaba seguro cómo demonios iba a manejarlo si ella les decía que se fueran a la
mierda.
—¿Por qué están apagadas las luces? —Kellan se acercó a un pequeño accesorio en
forma de carro colocado en el exterior que debería haber iluminado la zona.
—La casa no ha estado habitada durante meses —explicó Tate—. Belle tendrá
suerte si la luz está conectada.
Aquí de pie frente a la casa, un escalofrío atravesó a Kellan, mucho más frío que la
brisa otoñal que sopló de repente. A sólo un par de metros de distancia, la calle
estaba iluminada, se veía luminosa y elegante, pero aquí, estaba adherida una
profunda tristeza.
Echó un vistazo a la parte posterior de la casa, en busca de cualquier signo de
vida. Oscuridad total. Había un callejón estrecho entre la casa de Belle en un lado y la
cerca de un vecino en el otro. Lo suficiente para que un hombre estuviera esperando.
Belle no vería a nadie arrastrándose a través de su patio. Tampoco nadie de la calle
vería nada.
Si no podían convencerla de volver a Chicago con ellos por la mañana, le
conseguirían algunas luces para iluminar el callejón y el exterior. Y careciera o no de
encanto, se aseguraría de que el perímetro tuviera una valla resistente.
—No me gusta —dijo Tate—. Es muy peligroso. Esto está a sólo dos manzanas del
asesinato de ayer de esa mujer, la que oímos en la radio.
La muerte de Karen Ehlers produjo un gran revuelo de noticias a través de Nueva
Orleans. Lo escucharon todo por la radio, ya que habían conducido hasta la ciudad.
La mujer de cincuenta y nueve años y miembro de la alta sociedad había sido
descubierta en su mansión de Nueva Orleans, estrangulada por intrusos
desconocidos.
Fue una estrella de la ciudad, conocida por su filantropía y el amor a su ciudad
natal. Resultó que también era conocida por otra cosa.
—Belle no es una prostituta. —Le recordó Eric.
—No va a comerciar con su cuerpo para hombres extraños por lo que reducirá
significativamente sus probabilidades de ser estrangulada —agregó Tate—. Es
verdad.
El tipo grande no le había incluido. Eric todavía estaba muy enojado. Y sí, no hizo
el mejor trabajo dejando saber a Belle que iba a atesorar su virginidad. No fue tan
malo como Kell, pero aún así... no debería haber escapado.
—Pero técnicamente, Karen Ehlers no era una puta. Era una madama. —Tate
siempre era tan jodidamente preciso. ¿Hay que llamar a la puerta o algo así, aunque
no esté en la parte delantera? Vosotros me decís constantemente que no puedo
simplemente pasar el rato alrededor de su casa y verme como un acosador
pervertido o la policía me va a detener.
Kellan todavía estaba jugando con el artefacto de iluminación. La luz llegó de
repente. La vieja y polvorienta bombilla bañó la puerta con un resplandor nebuloso,
de color amarillo.
—La bombilla estaba fuera de la toma de corriente. Eso es extraño.
Por lo menos ahora podían ver un poco.
Un extraño golpeteo sonó en algún lugar alrededor de la casa. Los instintos de Eric
se pusieron en alerta máxima. Se lanzó por el lado del edificio y miró hacia el
callejón. La iluminación de la calle no penetraba hasta aquí. De hecho, estaba
siniestramente oscuro. En todo caso, las luces interiores del vecino detrás de él le
cegaron lo suficiente como para hacer que ver algo fuera casi imposible.
Aún así, él podría jurar que vio una forma moviéndose en ese callejón en la
distancia.
Estaba a punto de correr detrás del gilipollas cuando escuchó un grito desde el
interior de la deteriorada casa que hizo que todo su cuerpo se congelara de terror.
Belle.
Tenían que llegar a ella.

* *
Belle se despertó de su sueño, segura de que ya no estaba sola en la casa. Las
manos le temblaban. Su corazón tamborileaba en el pecho. Puro miedo amenazaba
con ahogarla.
¡Muévete! No te quedes aquí.
Tan silenciosamente como pudo, le dio una patada a las mantas para apartarlas y
balanceó sus pies, moviéndose lentamente por lo que los suelos de madera no
hicieron ruido. Belle se estremecía con cada paso, pero se obligó a mantenerse en
movimiento. ¿Cuándo se había vuelto tan fría la habitación? Se rodeó con los brazos
y prácticamente podía ver su aliento, como si el aire a su alrededor estuviera helado.
Encendió el antiguo calentador hacía unas horas. ¿Había dejado de funcionar?
En el poco tiempo en esta casa, Belle rápidamente se dio cuenta de que tenía
problemas con la fontanería, la electricidad, y el suelo. Ahora podía añadir el equipo
de climatización a esa lista larga y costosa. Eso iba antes de que ella abordara la
actualización de la decoración.
Algo golpeó ruidosamente en la planta baja, sorprendiéndola. Ella chilló. Las
manos le temblaban de una manera que no tenía nada que ver con el frío. El miedo le
heló las venas. Alguien estaba en la casa.
¿Dónde demonios había puesto su teléfono móvil? Señor estaba repentinamente
pegado a sus talones, ladrando hacia ella. ¿Acaso pensaba que era el momento de
jugar?
—Calla —dijo en voz baja al recordar que había dejado su teléfono móvil en el
cargador de la planta baja, ya que parecía ser uno de los pocos enchufes eléctricos
que funcionaban. Había decidido encontrar la caja de fusibles en la mañana para ver
si podía activar los interruptores y así conseguir que algunas de las tomas de arriba
estuvieran operativas. Antes de ir a la cama, estaba demasiado cansada para
encargarse del tema.
En el momento en que su cabeza golpeó la almohada, cayó en un sueño profundo,
espeso, donde tuvo pesadillas horribles de mujeres muertas colgando de las vigas del
techo de su casa. Chicas diferentes en diferentes épocas, pero todas colgadas en la
misma habitación de la misma viga. Horripilante. Dejó que la advertencia de Gates
penetrara en su cabeza. Incluso ahora, Belle trató de apartar los vestigios de los
sueños. Le habían parecido muy reales.
El abogado dijo que en esta casa se suicidaron mujeres jóvenes. Su sueño mostraba
claramente un asesinato. Belle realmente deseaba no haber conseguido el don de su
abuela. Esperaba aún más fervientemente no haber soñado con su propia muerte
violenta.
¿Realmente había alguien en su casa o solo estaba asustada? ¿Quién habría
entrado? ¿Ocupas? La casa había estado vacía mucho tiempo y tal vez algunos sin
techo pensaron asentarse. A pesar de lo que había sugerido el señor Gates, no podían
ser fantasmas.
Se acercó a la escalera atravesando la habitación de puntillas, tratando de controlar
su respiración agitada. Hasta llegar a su teléfono, no tenía manera de llamar al 911.
En este momento, ni siquiera tenía un arma para luchar contra un intruso. ¿Qué
demonios iba a hacer? ¿Qué hora era? Deseaba saber si había alguna posibilidad de
que aún hubiera gente fuera, en la calle, para escuchar su llamada de auxilio.
Belle hizo una pausa, tratando de decidir si debería arriesgarse a buscar su
teléfono o simplemente salir de la casa. Entonces se dio cuenta de que todo a su
alrededor se había quedado en silencio. No oyó pasos, per se. No vio sombras o
movimiento, pero cada crujido y gemido de la escalera trajo un nuevo terror. ¿Había
alguien aquí?
Tal vez realmente estaba reaccionando de forma exagerada porque los sueños
provocaron su imaginación. Empezaron tan pronto como cerró los ojos. Una
pesadilla vívida infiltrándose en la siguiente en un terrible montaje.
Sin poder hacer nada, Belle había visto mujeres muy jóvenes siendo arrastradas
por la casa, chillando, suplicando y luchando a cada paso. Cada una fue totalmente
incapaz de detener que una soga se enrollara alrededor de su cuello antes de que una
figura oscura las levantara por encima de la escalera. Por último, el asaltante tensó la
cuerda alrededor de las gargantas de las pobres mujeres y las empujó sobre la
barandilla, dejando que colgaran hasta morir.
Cuando la última fue empujada, su cuello se rompió. Un crujido discordante que
sacudió a Belle despertándola.
Salvo que el ruido no fue un subproducto de su sueño. ¿Lo fue? Había oído otro
sonido muy parecido desde que salió de la cama.
Incluso si el ruido fue real, eso no significaba que alguien hubiera entrado. Las
casas antiguas se movían y gemían. Tenía que acostumbrarse a ese hecho. Su nuevo
apartamento en Chicago no había sido ruidoso hasta que el niño de secundaria que
vivía con su madre soltera por encima de ella empezó a tocar el saxofón.
En la parte superior de la escalera —las mismas escaleras que vio en su sueño—
había un pequeño paragüero. Durante el día se dio cuenta de que su abuela tenía allí
bastones escondidos y sacó lentamente uno de la pequeña cubeta. Al menos ahora
tenía algún tipo de arma.
Señor volvió a ladrar.
—Shh —trató de hacerlo callar, pero si moría porque su cachorro no podía
quedarse tranquilo, iba a matar a Kinley. Solo que ella ya estaría muerta.
Se las arregló para colarse hasta la planta baja, haciendo una mueca con cada
peldaño que bajaba. Sólo pocos pasos de puntillas, y tendría su teléfono en la mano.
Si simplemente estaba oyendo cosas, ¿a quién le importaba? Estaba aterrorizada, y si
la policía se reía de ella, que así fuera. No iba a salir fuera pidiendo ayuda
simplemente porque no estaba totalmente segura de que estuviera a punto de ser
asesinada.
A medida que sus ojos se ajustaron lentamente a la tenue luz que se filtraba en la
casa desde el exterior, se dirigió hacia la pequeña mesa en la cocina donde había
guardado su teléfono. Diez pasos hacia la mesa, entonces podría lanzarse por la
puerta de servicio y pedir ayuda. No importaba que estuviera en pijama, esto era
Nueva Orleans. Seguramente habían visto cosas más frikis que una mujer con un
pijama estampado con copas de Martini y zapatos por todo él, decorado con las
palabras Noche de chicas a través de sus tetas.
Una vez que estuviera en la calle, no estaría sola, esperaba.
Estaba casi al teléfono cuando la luz sobre la puerta de atrás parpadeó, entrando a
través de la gran ventana de la cocina y cegándola por un momento.
Entonces sintió algo, o alguien, rozarla. No alrededor de sus tobillos. Señor no
podía agitar el aire así. No, esto fue hecho por algo terriblemente cerca de su torso.
Belle gritó, el sonido salió de lo profundo de sus entrañas. Entonces hubo otro
estrépito, algo que sonó como a metal desgarrado, y luego un sonido de astillas.
Señor ladraba como un loco, colocando su pequeño cuerpo delante de ella con el
mayor gruñido amenazador que dos kilos perrunos podían lograr.
Actuando por puro instinto, Belle se balanceó, levantando el bastón y tratando
desesperadamente de golpear a todo el que venía detrás de ella.
—Belle, cariño, para —ordenó una familiar voz masculina. De repente, cálidos y
fuertes brazos la rodearon—. Todo está bien. Soy yo.
¿Tate? ¿Cuándo había llegado hasta aquí? ¿Cómo la había encontrado? A Belle no
le importaba. Le rodeó con los brazos, absorbiendo su olor familiar, su consuelo. Su
gran cuerpo era cálido y seguro contra el suyo.
—Vamos a ir a ver el resto de la casa para ver si hay algún signo de un intruso. —
Kellan pasó a su lado, llevando a Eric—. Tate, no apartes los ojos de ella. Si ves algo
fuera de lugar, muélelo a palos.
Después de un momento de hurgar en la pared, la luz inundó la cocina en forma
de L, y Belle pudo ver de nuevo.
Los brazos de Tate se apretaron a su alrededor.
—Cariño, ¿qué pasó? Gritaste, y pudimos oírte desde fuera.
—Creo que alguien podría haber estado en la casa. —Palabras titubeantes. Ahora
que se sabía a salvo, la adrenalina corría por sus venas, dejándola débil con alivio—.
Deberíamos llamar a la policía.
A pesar de que no sabía lo que podían decirle en este momento. ¿Si podía haber
alguna entrada forzada y dónde? Tal vez podrían encontrar huellas dactilares. O tal
vez le dirían que no existía ninguna señal de otra cosa que no fuera su imaginación
hiperactiva.
Kellan entró de nuevo en la habitación.
—Fue simplemente la mosquitera abriéndose y cerrándose con el viento. Se ve
como doblada y el pestillo está roto. La propia puerta estaba cerrada con llave, pero
la mosquitera hizo un montón de ruido. Voy a abrirla para que permanezca segura
por esta noche.
—Todas las ventanas de la planta baja están bloqueadas —dijo Eric un minuto más
tarde—. Lo comprobé. ¿Estás segura de que alguien estaba realmente en la casa?
—Sentí que alguien corría por delante de mí. —Había sido un toque ligero, un
gran revuelo en el aire, entonces nada.
Kellan echó un vistazo a la habitación.
—¿Hiciste una inspección meticulosa de la vivienda cuando llegaste?
¿Por qué estaba usando su voz de abogado con ella? Bellle le había oído usar ese
tono tranquilo con muchos testigos nerviosos.
—Revisé un par de habitaciones, pero se estaba haciendo tarde y estaba
demasiado cansada para mirar por todas partes. Me centré en la oficina y el
dormitorio principal ya que los estoy usando.
—¿Qué es esto? —Eric recogió a Señor, con el ceño fruncido—. ¿Este es uno de los
cachorros de la boda?
Ella agarró a su perro y lo sostuvo cerca, tarareando.
—No le hagas caso.
—Es posible que hayas tenido ocupas, Belle —dijo Kellan—. Este lugar ha estado
abandonado durante meses, ¿verdad?
—Sí. Pensé en eso. —Hizo una mueca. Tate recordaría que había heredado la casa.
Los chicos habían hecho rápidamente su investigación.
—Vamos a mirar en todas las habitaciones antes de ir a la cama, abrir todas las
puertas y cada armario. Mañana por la mañana, mejoraremos la seguridad. Haremos
una lista exhaustiva de todo lo que necesita atención y lo arreglaremos.
Kellan estaba al cargo. A Belle debería molestarle que él pensara que podía entrar
en su casa y tomar el control, pero su voz autoritaria la calmó más que irritó. Sin
embargo, no podía permitir que se quedaran aquí.
—¿Estás bien, Bella? —preguntó Tate, acercándose de nuevo.
¿Lo estaba? Estuvo tan aterrada antes de su llegada… La puerta golpeó de nuevo
y ella saltó. Sí, ese fue el sonido. Dios, ¿qué estaba haciendo? Se apartó de Tate. Había
tenido una pesadilla y se convenció de que estaba oyendo cosas que no existían. La
casa era vieja y necesitaba reparaciones. El agotamiento todavía pesaba sobre ella.
Necesitaba encender la radio y volver a dormir.
Después de averiguar por qué estaban en medio de su cocina a medianoche.
—¿Qué estáis haciendo aquí? Se suponía que ya habríais volado de vuelta a
Chicago.
Eric negó con la cabeza mientras caminaba hacia la puerta delantera.
—Se suponía que tú también estarías en ese vuelo, Belle.
—Cancelé mi reserva, pero no la vuestra.
Ellos la miraron mientras hablaba. Belle deseaba otra vez haber empacado una
bata. Aunque el pijama cubría lo esencial, no llevaba sujetador. Le preocupaba que
sus pezones traicionaran lo contenta que estaba de verlos.
—También habrá que reemplazar la mosquitera y la puerta —dijo Eric, volviendo
a entrar.
—¿Qué? —Mejor que no le hubiera oído bien—. Esa puerta parecía una parte
original de la casa.
—Ahora es madera para encender fuego. —Eric se encogió de hombros.
Tate frunció el ceño con timidez.
—Lo siento. Cuando te oí gritar, no pensé en nada salvo llegar a ti. Siento mucho
lo de la puerta, pero estaba completamente justificado romperla. No sólo fue por lo
de esa madama que vivía a dos manzanas asesinada ayer, sino por el índice general
de asesinatos en Nueva Orleans. Probablemente debería haber hecho una evaluación
rápida de la física de reventar esa vieja tabla de madera. Me duele mucho el hombro.
Y entonces, además, me pegaste con el bastón de la abuela.
—Golpeó esa maldita puerta como un defensa de rugby —añadió Kellan—.
Debemos estar contentos de que no había una pantalla de cristal delante o estaríamos
cosiéndole. Ya sabes, una patada bien colocada podría haber funcionado igual de
bien, hombre. También soy bastante bueno forzando cerraduras.
Si Belle les dejaba, recaerían en una discusión sobre la forma en que deberían
haber irrumpido en su casa.
—Dimití, chicos. ¿No os lo dijo Sequoia?
Los tres hombres ahora la miraron enérgicamente, con ceños fruncidos que iban
desde infelicidad a severidad.
—Le presentaste la dimisión al becario. ¿Te parece una forma adulta de manejar
esta situación? —Kellan había abandonado el tono de abogado y ahora hablaba con
pura voz grado A de Dom.
Ella tenía una manera de resolver ese problema.
—La última vez que te vi, Tate y tú os estabais peleando como un par de escolares,
por lo que no te atrevas a acusarme de ser poco profesional.
Eric se quitó la chaqueta.
—Eso fue sexo, Belle. No hay nada profesional en el sexo.
—Ahí le has dado. Y quiero saber dónde está el tipo —dijo Kell, su voz se volvió
más profunda, más oscura—. ¿Por qué no está tu “amigo” aquí defendiéndote.
—¿De quién estás hablando? —Dejó a Señor en el suelo y resopló hacia los tres
hombres.
—Kinley dijo que te fuiste con alguien al que llamaste Señor —dijo Tate—. Pero
solo estabas siendo educada, ¿verdad? Eres una mujer con muy buenos modales. No
habrías huido con un hombre al que acababas de conocer. Es decir, si esperaste
veintiséis años para tener relaciones sexuales, es probable que no fueras a copular
con un extraño.
—Tate, no estás ayudando a la situación —dijo Kellan.
¡Oh, su mejor amiga era una perra súper impresionante! Kinley les dijo que se
había fugado con Señor sin mencionar que Belle le puso ese nombre a su nuevo
perro. Tuvo que controlar una risita.
Señor correteó alrededor de sus tobillos mientras Belle hizo lo posible para parecer
inocente.
—Por supuesto que soy educada.
Tate hizo una mueca mientras movía su brazo dolorido.
—Simplemente señalé que es muy quisquillosa. ¿No es cierto, Belle? Eso no es algo
malo.
—Te daré un poco de hielo para ponerte. —Se sentía mal por herir a Tate. Ella no
se había contenido exactamente—. Si tengo.
Belle prácticamente corrió a la vieja nevera en la esquina de la cocina cuando la
verdad la golpeó. Sus antiguos jefes y casi amantes estaban aquí. Los tres. No estaba
segura de qué hacer al respecto. Por un lado, había cortado los lazos con ellos.
Ninguna de las razones del por qué, cambió. Excepto... a pesar de que la casa estaba
cerrada, Belle sintió algo que la acariciaba. Seguramente la casa no estaba encantada
de verdad.
Encontró una bolsa de congelador en la despensa polvorienta y metió algunos
cubitos de las bandejas para improvisar una rápida bolsa de hielo mientras meditaba
que hacer. Dejarles que se quedaran... o hacer que se fueran.
Tate estaba en la puerta de la despensa, su rostro una máscara de cansancio.
—No nos eches, cariño.
Bueno, ella nunca había dicho que fueran estúpidos. Fueron lo suficientemente
inteligentes como para enviar al que no podía darle la espalda. Tate siempre tuvo un
punto débil en su corazón. Era torpe y un poco raro y Belle adoraba esa parte de él.
No se parecía a ninguna otra persona.
—Toma, ponte esto en el hombro.
Él tomó la bolsita de su mano.
—No voy a dormir esta noche a menos que sepa que estás a salvo. Por favor, deja
que nos quedemos.
Sus oscuros ojos expresivos y esperanzados buscaron su cara. Maldita sea, el
hombre era atractivo y había algo muy sincero y sexy en la forma en que lo dijo. El
instinto de Tate no era ser educado. Lo más probable es que ofreciera una
presentación en PowerPoint acerca de por qué tenía razón. Estaba sopesando bien su
interacción, siendo cuidadoso con ella. Belle encontró eso muy dulce.
¿Realmente quería quedarse aquí sola esta noche? Señor entró dando saltos en el
estrecho espacio, patinando hasta detenerse a los pies de Tate. Si se fueran, estaría
sola con un cachorro demasiado hiperactivo.
—Podéis pasar la noche. Necesito a alguien para arreglar la puerta.
Él asintió con la cabeza, viéndose muy aliviado.
—Voy a lograr que se haga por la mañana. Kellan dijo que la había asegurado para
la noche, y Eric va a revisar la casa una vez más. Nos aseguraremos de que estás a
salvo.
De todo menos de ellos.
—Gracias.
—Y hablaremos por la mañana. Belle, no puedes simplemente huir de nosotros.
Marcharte sin una palabra no fue justo.
Belle todavía podía sentir lo vulnerable que había estado allí de pie desnuda
mientras ellos debatían los méritos de su virginidad.
—Humillarme no fue justo.
Tate comenzó a pasearse, un hábito familiar, pero uno que hablaba de su
frustración.
—No te humillé. Yo estaba contento con tu... noticia. Un poco sorprendido, pero
feliz. Hubiera sido más suave de haberlo sabido. Nunca antes me he acostado con
una virgen, Belle. Tendría que estudiar cómo hacerlo correctamente. Estoy seguro de
que podría encontrar un libro o dos que explicara cómo hacer que fuera lo más
agradable posible. No quiero hacerte daño. Yo... bueno, tengo un pene grande.
Él iba a matarla. Por lo que Belle preferiría hacer frente a la lógica de Eric o la
autoridad de Kellan que a la brutal honestidad de Tate.
Ella levantó una mano.
—Detente. Entiendo tu reticencia, pero sabes muy bien que ese no era el problema
de Kellan. Vamos a dormir un poco y podremos hacer frente a esto mañana.
—Está bien. —Tate inclinó el hombro bueno contra la puerta, demasiado cerca de
ella para su tranquilidad.
A sus pies, el perrito levantó una pierna.
—Señor, no te hagas pis en el suelo.
Los ojos de Tate se abrieron como platos.
—Ni siquiera estaba pensando en ello.
Entonces, la comprensión pareció encajar. Tate resopló mientras ella sostenía a su
cachorro.
—Ah, hola, Señor. Esa es absolutamente la cosa más mala que he visto en mucho
tiempo, Belle. No puedes ponerle Señor al perro.
Él no podía decirle como llamar a su perrito, no iba a dejarle que le quitara su
pequeña venganza.
—Ya lo hice. Y tengo que empezar a amaestrarle. ¿Puedes caminar fuera conmigo
mientras él hace sus cosas?
Tate sonrió, y el corazón de Belle dio un vuelco no deseado.
—Claro, cariño. Y voy a dejar que Kellan se pregunte un poco más sobre el
misterioso Dom con el que Kinley dijo que te fuiste de Dallas. Se merece estar
inquieto por un tiempo, pero te va a zurrar por darle a esa cosita el nombre de Señor.
¿Es realmente un perro? ¿Has comprobado para asegurarte de que no es una rata con
un poco de piel extra?
No era tan feo.
—Sé amable con mi perro, Tate.
Tate abrió la puerta trasera para ella.
—Sí, señora. Eso que tienes es un animal hermoso.
Al menos uno de ellos estaba escuchando.
Ella dejó a Señor en el suelo, y éste corrió alrededor del patio, en busca de un buen
lugar para hacer sus cosas. Belle se quedó de pie cerca de Tate, sintiéndose más
segura de lo que había estado en horas.
Estaba metida en un gran lío.
Capítulo 9

Belle se despertó con la suave luz que se filtraba a través de las vaporosas cortinas
que cubrían las ventanas. Miró su teléfono. Una de las ventajas de que aparecieran
sus jefes era el conocimiento de Eric sobre las cajas de fusibles. Todas las tomas de
corriente volvían a funcionar, por lo que pudo cargar su teléfono mientras estaba en
su mesita de noche.
Nueve de la mañana. Guau, rara vez dormía hasta tan tarde. Se estiró y empujó a
Señor, que había logrado subirse a la cama con ella. Belle le había metido en su
camita de perro en el suelo, pero él prefirió acurrucarse con ella.
A pesar de tener tres hombres magníficos en esta casa, durmió con el perro. Sí. Su
vida sin duda estaba mejorando.
Basta, Belle. No puedes pensar en acostarte con ellos. Absolutamente no. De ninguna
manera.
Tenía que ser fuerte porque no iba a ser un felpudo, una novedad, o una rompe
amistades.
¿Pero Kell conduciría ochocientos kilómetros para caminar sobre una alfombra
sobre la que ya se había limpiado los pies? ¿Eric habría venido hasta aquí sólo para
fisgonear a la virgen tonta de nuevo? ¿Realmente Tate se pegaría a ellos para declarar
una vez más su amor eterno si pensaba que su relación había terminado? Belle lo
dudaba, pero aun así no podía pretender que la noche del sábado en Dallas no
ocurrió, o que no la destrozó. De hecho, ese evento fue un punto de inflexión. Tenía
que hacer algo más con su vida que el pino sobre ellos. Hoy, empezaría.
Mientras bajaba de la cama, miró alrededor de la habitación, estaba segura que fue
de su abuela. Los techos altos con elaboradas molduras de corona y la chimenea le
daban a la habitación grandeza y elegancia. Todo lo que tenía que hacer era arrancar
el papel pintado de flores amarillas que parecía como si la primavera hubiera
vomitado y la cubierta hortera de mármol verde de la chimenea. Por lo demás, las
líneas de la habitación eran clásicas y limpias. La puerta de la terraza con vistas al
patio la invitaba a salir a tomar el sol de la mañana otoñal. Belle se imaginó tomando
café allí sin escuchar los sonidos de la ciudad o ver a nadie pasar. Sería su propio
refugio privado.
Necesitaba una distracción, una salida creativa, algo para poner en marcha su
nueva carrera que financiaría su vida lejos de sus antiguos jefes, un proyecto que la
ayudaría a enfocarse en algo más que en su corazón roto. Este lugar se ajustaba
perfectamente. Con suficiente dinero y un enorme trabajo, podría hacer algo de lo
que estar orgullosa. Mientras convertía la casa de nuevo en un hogar, podría desvelar
el misterio del pasado que dio forma a sus seres queridos ausentes. Los fragmentos
que leyó del diario de su abuela ya le dieron un atisbo de la vida de la mujer. Las
entradas iniciales que Belle había leído eran totalmente poéticas sobre lo dulce que
era su bebé y lo mucho que le gustaba ser su madre. Pero pronto, empezó a
disculparse con él en repetidas ocasiones en sus escritos.
Su abuela nunca mencionó al padre del niño. El diario comenzó el día del
nacimiento del bebé y carecía de toda mención de un hombre o de su vida romántica.
Belle tuvo que preguntarse lo difícil que sería criar a un niño sola en aquel entonces,
cuando el estigma era mucho mayor. Claramente, su abuela tuvo agallas.
Pero, ¿cómo pudo permitirse esta gran casa una madre soltera? De acuerdo con los
registros que le envió Gates, Marie Wright pagó esta casa en efectivo en 1960. Sin
hipoteca. Incluso entonces, este inmueble habría sido espectacularmente caro. Belle
nunca oyó un susurro sobre que su abuela heredara dinero. ¿Fue la amante de un
hombre que la dejó embarazada y le dio el dinero para esta casa y así aliviar su
conciencia culpable? Belle no sabía mucho sobre la mujer, pero de alguna manera ese
escenario no le parecía bien.
—Tal vez la abuela era en realidad psíquica y tenía recomendaciones de los
muertos sobre acciones —le murmuró a Señor—. Si no, tuvo que haber leído un
montón de manos para comprar esta casa. ¿Qué tal si exploramos hoy y empezamos
a incrementar nuestra lista de tareas pendientes?
Señor movió la cola y salió de la habitación, más probablemente porque necesitaba
correr escaleras abajo y prestar atención a la llamada de la naturaleza que a que la
entendiera.
Mientras se ponía sus suaves zapatillas, Belle casi esperaba que los hombres se
hubieran quedado dormidos o tuvieran una nueva reserva para un vuelo a primera
hora de vuelta a Chicago. No deseaba la próxima confrontación, por lo que cuanto
menos tiempo se quedaran, mejor. Pero al menos les debía el escuchar lo que habían
venido a decir. Esos tres hombres fueron muy buenos con ella durante más de un
año. Una catástrofe personal desastrosa no debía deshacer toda su buena voluntad
profesional. Lo menos que podía hacer era darles la cortesía de una entrevista de
despedida y consejos sobre cómo encontrar un nuevo asistente.
La idea de alguna otra mujer cuidándoles hizo que se le encogiera el corazón y se
sacudiera, pero Belle hizo lo posible por ignorarlo. Había hecho su elección de seguir
adelante y buscar otra felicidad.
Señor iba a toda mecha por las escaleras con patitas ligeras. Ella no era tan ágil,
hacía una mueca por cada crujido que producía con cada paso. En el rellano del
segundo piso, se asomó, preguntándose donde durmieron los chicos la noche
anterior. De acuerdo con la información que había recibido cuando heredó la casa,
tenía otras cuatro habitaciones. Sin duda, todas estarían llenas de polvo y no estaban
preparadas para huéspedes. La culpa la incomodó. Ayer por la noche, tan pronto
como terminó de hablar con Tate y Eric y ellos hubieron restaurado la electricidad, se
dirigió a su habitación y se encerró. Si no, Belle temía que hubiera estado demasiado
tentada para ver si existía alguna esperanza que de alguna manera pudieran
reconciliarse. Pero no. Ella tenía derecho a romper sus sueños de niña y dejar de
desear un felices para siempre.
Salir corriendo, probablemente, la hizo una cobarde, pero Belle estuvo muy
aliviada al verlos. No quiso darles la impresión equivocada o apoyarse en ellos. Los
chicos lo hacían muy fácil. Consolarla después de una pesadilla, asegurar una puerta
mosquitera, arreglar un interruptor, comprobar las ventanas... Belle había tenido una
larga lista de cosas que hacer y ¿ahora? Puf. Ellos las hicieron. Ayer por la noche, una
parte de ella no deseaba nada más que permitirles que asumieran sus problemas,
pero sería injusto depender de ellos ahora, dar a Tate falsas esperanzas, embaucar a
Eric para que le arreglara más cosas, forzar a Kell en la incómoda posición de dejarla
a un lado de nuevo. Su corazón, probablemente no lo podría soportar.
Cuando Belle comenzó a bajar por el segundo tramo de escaleras, el olor a café
flotaba desde la cocina. Maldita sea. Allí fueron sus esperanzas para una mañana
tranquila.
Realmente debería haberse duchado antes de salir de su habitación. Pero todavía
tenía que limpiar los baños y lavar las toallas. No tenía ni idea de si el calentador de
agua funcionaba siquiera. Con un suspiro, Belle se volvió, pensando que una ducha
de agua fría le haría algún bien, cuando la puerta de la cocina se abrió y Kellan
estaba de pie con las manos en las caderas, mirando hacia abajo a Señor.
—Tenemos que tener una charla, perro. Te vi husmear mis zapatos de vestir. Ni
siquiera lo pienses. —Él levantó sus ojos oscuros del perro y la miró. El calor se
encendió allí brevemente. Luego lo soslayó—. Buenos días, Belle.
No te largues ahora. Eric podría no presionarla para hablar inmediatamente. Podía
inventar una razón para convencer a Tate de que tenía que ir arriba. Pero Kellan la
ataría a una silla... o la seguiría al piso de arriba. Dios sabía lo que sucedería a
continuación.
—Buenos días —murmuró—. Estaba a punto de tomar un poco de café antes de
ducharme. Compré algunas cosas de la tienda de la calle, pero todavía no he ido al
supermercado. Voy a salir en unos minutos para buscar algo para desayunar.
Eso llevaría un tiempo. Hoy era lunes, así que tenía que creer que los chicos tenían
previsto volver al trabajo y a Chicago pronto. Sin duda, no dejarían solo a Sequoia en
la oficina por mucho tiempo. Así que si podía sobrevivir un par de horas sin suspirar
demasiado obviamente por ellos, entonces estaría sola otra vez. Ponerse nerviosa por
quedarse sola en la casa vacía sería inquietante, por lo que Belle se prometió que
llamaría hoy para conseguir un buen sistema de seguridad. Y encontraría una buena
botella de vino porque probablemente esta noche a la hora de ir a dormir lloraría.
Kellan negó con la cabeza.
—Eric ya ha estado en la tienda de comestibles. Nos preparó tocino y huevos. Te
están esperando. La comida va a ser un poco sencilla durante un par de días, hasta
que podamos conseguir que funcione correctamente el horno. Deberías entrar allí.
Tate ya tenía un plato. Va a repetir por segunda y tercera vez. Eric afirma que come
como un hobbit. No sé lo que es eso, pero parece que siempre está hambriento.
Kellan no era un fanático de las películas de fantasía. Tate realmente comía algo
así como un hobbit. Estaba constantemente picoteando, pero de alguna manera eso
no afectaba a su cuerpo perfecto.
Belle entró en la cocina y encontró un caos total. La gran mesa estaba cubierta por
papeles y ordenadores. Los cables se deslizaban a través de las tablas como
serpientes entrelazadas unas con otras. En medio de todo el desorden se enfriaban
tazas de café. Alguien había colocado un televisor en el mostrador. En este momento,
el pequeño dispositivo escupía noticias y cotizaciones de bolsa, mientras Tate y Eric
hablaban por sus teléfonos móviles.
—No te atrevas a engañarme con esa cláusula. Ese no es el propósito del párrafo ni
del lenguaje. Te voy a demandar tan severamente, que tus hijos todavía lo estarán
sintiendo al cumplir los dieciocho años. ¿Me entiendes? —Tate era un amor con ella,
pero se enfadaba cuando las personas utilizaban sus palabras contra él. Belle juró que
cuando entraba en modo abogado, a veces le crecían garras y colmillos.
—No. No, no puedo concertar esa cita. Tenemos que arreglar esto. Entiendo que
tenemos la ciencia de nuestro lado, pero ellos tienen a una niña enferma de asma que
sostiene su oso de peluche. ¿Te has fijado en el impacto visual de esto? Nadie va a
escuchar un montón de aburridas actas médicas. Vamos a perder. —Eric se pasó una
mano por la cabeza en un signo evidente de frustración—. Necesitamos una
estrategia diferente muy rápido.
Belle se quedó de pie en su cocina oficialmente sucia. Cada superficie que podía
ver parecía haber sido limpiada, después utilizada como espacio de oficina.
Se giró hacia Kellan.
—¿Qué diablos está pasando aquí?
Él sonrió con sarcasmo.
—Bienvenida a la sucursal de Nueva Orleans de Baxter, Cohen, y Kent. Creo que
está saliendo bien para una nueva empresa, ¿tú no?
Ella jadeó. No podían hablar en serio. De hecho, podría pensar en una docena de
razones por las que era imposible, empezando por el hecho de que no tenían
licencias para practicar derecho en Louisiana. No sólo eso, no podían llevar un
negocio en su cocina. ¿Qué había de su oficina y la vida de regreso a casa?
Eric puso una mano sobre su teléfono.
—Belle, cariño, ¿has sacado las últimas cifras de la EPA sobre el caso Hanover?
Las había puesto sobre la mesa la semana pasada. Por desgracia, su escritorio
estaba en Chicago.
—Esta es mi cocina. No hay cifras más recientes sobre el caso Hanover aquí.
Kellan estiró la mano sobre su tostadora y sacó unos papeles de lo que parecía ser
una maldita máquina de fax.
—Aquí tienes. Hice que Sequoia los enviara por fax. ¡Qué sorpresa! Envió una
nota protestando por el uso de máquinas de fax y dijo que también te la pasara a ti.
Al parecer, no debemos usar copias en papel porque es malo para el medio ambiente.
—Se volvió hacia ella con un suspiro—. Dame una buena razón por la que no le
puedo despedir.
Belle medio oyó a Kell. ¿Qué habían hecho estos hombres locos? En lugar de
utilizar la cabeza y darse cuenta de que no podían ejercer desde su casa, compraron
cada pieza de equipo de oficina conocida por el hombre y la pusieron en su cocina.
Estaba bastante segura de vislumbrar una fotocopiadora en la despensa.
—Teniendo en cuenta sus conexiones, sabes que no puedes. No te olvides que
tenéis una oficina muy bonita en Chicago. Entonces Sequoia no tendría que enviar
nada por fax. También allí hay sillas muy cómodas. Esto no es una buena oficina.
Eric cubrió el teléfono y murmuró,
—Pero estás aquí.
Belle no quería, pero se derritió un poco.
—Mira de hacerlo, pedazo de mierda —gritó Tate en su teléfono, luego se
detuvo—. Por supuesto. Sí, saluda a tu madre de mi parte —otra pausa. —Dudo que
pueda ser el miércoles. Parece que voy a estar aquí por un tiempo e Internet es una
mierda, pero voy a ver qué puedo hacer. Buena suerte en la incursión. —Frunció el
ceño cuando colgó el teléfono. —Lo siento, era Phil de Greene y Asociados. Es un
idiota, pero está en mi clan. Se supone que debemos atacar Jondor el miércoles.
La mayoría de los abogados hacían acuerdos en el campo de golf. No los nuevos
frikis. En vez de eso, organizaban contactos en los juegos de rol en línea.
—Hay algo profundamente mal contigo. —Belle sacudió la cabeza, tratando de no
sonreír.
Eric hizo una mueca, y antes de que pudiera detenerse, el corazón le dio un
vuelco.
—Hey, debes estar contenta de no haber estado cerca en sus días de juegos de rol
en vivo. ¿Crees que los juegos en línea son raros?, prueba con cien frikis vestidos con
ropa medieval, lanzándose bolsitas el uno al otro y llamándolas hechizos.
Tate se sonrojó.
—Intentaba acostarme con una chica. Al menos el juego de rol en vivo era más
divertido que esas películas extranjeras que Belle me hizo ver.
Ella entrecerró los ojos.
—Yo no te hice hacer nada. Apareciste en ese festival y dijiste que eras un gran fan
del cine de Siberia.
Tate se quejó.
—Cariño, ni siquiera los siberianos ven esa mierda. Seriamente. Me dieron ganas
de abrirme una vena y desangrarme. —La sonrisa más sexy calentó su cara,
llevándolo desde el aspecto juvenil al de un pedazo de hombre. Entonces su voz se
convirtió en un rugido íntimo—. Pero también entonces estaba tratando de
acostarme con una chica.
De repente su coño se tensó. Oh, no podían quedarse o ella haría algo que
lamentaría.
—Hoy volvéis a Chicago, ¿verdad?
—Por supuesto que no. —Eric frunció el ceño—. Tenemos que poner el equipo de
aire acondicionado en la lista de cosas a reparar. Parece que no funciona bien. Se te
ve extremadamente fría. —Su mirada permanecía en ella, y Belle no tenía idea de lo
que estaba insinuando—. También he notado partes heladas en la casa.
Belle no estaba preocupada por tener frío ahora, no cuando estaba caliente sólo
por estar cerca de ellos.
—Está en mi lista, ya me ocuparé.
No estaba dispuesta a confesar que su habitación se había vuelto tan fría la noche
anterior que había visto su respiración. Sin duda, eso fue un suceso anormal.
Luchando contra una sonrisa, la mirada de Kellan acarició su pecho antes de
regresar lentamente a su rostro.
—Creo que Eric se está refiriendo a tus pezones, Belle. En este momento están
muy duros. Si no tienes frío, entonces debes haber tenido algunos sueños jugosos.
Ella abrió la boca y cruzó los brazos sobre el pecho.
—El estado de mis pezones no es de tu incumbencia.
—Podría calentarlos para ti —ofreció Tate—. ¿Las manos o la boca? Tú eliges.
Belle no le hizo caso.
—¿Qué se supone que haré con todo esto cuando os vayáis? Pronto volaréis de
vuelta a vuestros puestos de trabajo y responsabilidades, ¿verdad?
—No —contestó Eric—. Como hemos dicho, estás aquí, así que vamos a abrir un
despacho en Nueva Orleans. A menos que estés lista para ir a casa con nosotros.
Ella extendió una mano.
—¿Habláis en serio? ¡No! No podéis hacerlo. Ahora este es mi hogar. El vuestro
está en Chicago. ¿Y habéis olvidado que no estáis autorizados a ejercer en este
estado?
—No estamos tratando casos de aquí. —Eric se encogió de hombros—. Estamos
trabajando a distancia hasta que nuestra secretaria esté lista para volver a la oficina
con nosotros. Si no vas a la oficina, la oficina vendrá a ti. Tuvimos una reunión ayer
por la noche después de irte a la cama y lo resolvimos todo. Eso es parte de nuestros
nuevos protocolos.
Ciertamente no necesitaban tanto su ayuda con la empresa.
—Chicos, renuncié.
—Nosotros no aceptamos tu renuncia —respondió Tate alegremente. Él levantó
una pila de papeles. —De hecho, hice que Sequoia me enviara por fax tu contrato de
trabajo. Es por dos años, por lo que probablemente deberías agarrar una silla y
ponerte a trabajar.
—¿Qué? —Belle pensó, recordando vagamente algo de trabajo garantizado—. Ese
párrafo estaba allí para mi protección, no la vuestra. No me podías despedir por
ningún motivo que no fuera notoria incompetencia durante dos años sin
penalizaciones. Hice que pusierais eso porque vuestros tres últimos secretarios
duraron un total de dos semanas. Siempre encontrabais algo que no os gustaba de
ellos. Si no recuerdo mal, despediste a uno porque te trajo el refresco equivocado.
Eric negó con la cabeza.
—No, cariño, realmente le despedimos a causa de su olor corporal indignante.
Tate tiene una nariz muy sensible, y estoy bastante seguro de que ese tipo pensó que
era alérgico al desodorante.
—Hueles a felicidad —aportó Tate.
Belle casi se rió de su boba sonrisa, entonces recordó que estaban tratando de
jugársela.
—No podéis utilizar ese contrato contra mí.
—Por supuesto que podemos —replicó Tate.
A veces, él actuaba como si tuviera cinco años, pero era un hombre con una
mandíbula cuadrada y pectorales espectacularmente increíbles que podía ver muy
bien a través de su camiseta ajustada. Se volvió a Kellan, que sin duda sería el
razonable.
—Explícale que eso no se puede sostener en la corte. El contrato establece que
vosotros no podéis despedirme, no que yo no pueda irme.
Kellan sirvió una taza de café y se la dio.
—Como su abogado en este asunto, realmente no puedo comentar.
Le costó todo su autocontrol no gritar. Estaban cerrando filas para mostrarle un
frente unido.
—No me puedes retener con dicho contrato —agarró el documento y lo agitó en
su puño.
—Vamos a usar lo que tenemos con el fin de retenerte —respondió Eric con
solemnidad—. Belle, donde vayas, nosotros iremos. Si decides quedarte en Nueva
Orleans, sólo tendremos que presentarnos en el colegio de abogados de Luisiana.
—Soy genial en los exámenes —dijo Tate—. Me gustaría. Incluso podría entrar en
derecho penal ya que los casos son muy interesantes. He estado pendiente del caso
del asesinato de la madama toda la mañana.
De todas las conversaciones que se había imaginado mantener con ellos, esta
posibilidad nunca había pasado por su cabeza. La habían rechazado, así que ¿por qué
habían venido hasta aquí e insistido en quedarse? Dios sabía que no debería ser tan
difícil contratar a otro ayudante competente. Pero Eric y Tate no actuaban como si su
interés fuera puramente profesional. Kell... no estaba segura por donde iba y Belle
tenía demasiado miedo para preguntar.
Belle dejó la taza, se dirigió a través de la casa y luego salió, determinada a
conseguir un poco de aire fresco y averiguar qué demonios estaba pasando.
El patio estaba maravillosamente tranquilo, con la única excepción de los ladridos
de Señor mientras perseguía a un insecto y del suave chorrito de la fuente. Uno de
los hombres lo había dejado salir y activó la tranquila fuente de agua. Su
consideración hacía cosas extrañas a su corazón. Estaban muy concentrados cuando
trabajaban. Estaban involucrados en un caso y rara vez nada penetraba en su cono de
concentración, pero uno de ellos se había detenido para dejar salir a su perro y hacer
su mundo un poco más tranquilo.
¿Qué estaba haciendo aquí fuera? Había tres hombres increíblemente sexys en el
interior de su cocina con diversos grados de interés en ella, y estaba sola, en la luna
¿Habían reaccionado de manera exagerada esa noche en la suite? ¿Y ella? Dios, no
estaba segura de qué pensar, qué hacer. Todo lo que sabía Belle con certeza era que
todavía podía sentir sus manos sobre ella, sus bocas apoderándose de la suya,
reclamándole hasta el alma. Después de llegar la noche anterior, no había soñado con
chicas muertas colgando de las vigas, sino con compartir la cama con ellos.
Obviamente, se había sentido segura con ellos en casa, por lo que su mente vagó
directamente de nuevo a sus brazos.
En sus sueños, la rodeaban. Sus brazos habían sido el capullo más dulce. No sólo
la habían protegido, sino que la abrazaban, le daban placer, la amaban. Belle se había
abierto a todos ellos a su vez, consumiendo el sustento que necesitaba de cada uno: la
bondad de Tate, la fuerza de Eric, el dominio de Kellan. Se había entregado, dejando
sus problemas en favor del afecto de estos hombres.
El problema fue, que en su sueño, ellos habían trabajado de forma conjunta para
completarla en cuerpo y alma. Nadie había lanzado un maldito puñetazo.
—Hey. —Una voz oscura se deslizó sobre su piel, y Belle se volvió.
Kellan estaba en la puerta. Inmediatamente, ella supo por los labios apretados que
tenía algo en la cabeza, no iba a dejarla en paz.
Belle se armó de valor porque parecía que la lucha acababa de encontrarla.

* *
Kellan miró a Annabelle y trató mantener el anhelo alejado de su cara. A primera
hora de la mañana, su piel brillaba con un cálido marrón dorado que siempre le
había fascinado. Su expresión vacilante y sus heridos ojos color chocolate le hicieron
desear intensamente ser un hombre mejor. ¿Por qué no podía haberla conocido antes
de su matrimonio y el desastre resultante de su divorcio? Si la hubiera conocido
cuando era un chico idiota que pensaba que el mundo era justo y quería asegurarse
de mantenerlo así, habría reclamado a Belle y nunca la hubiera soltado. El cínico de
pie ante ella hoy quería más que nada creer en el amor y la fidelidad, hasta que la
muerte nos separe. Pero ahora, no podía olvidar las lecciones de su viaje por el
pasillo con Lila. Cómo habría cambiado su vida si hubiera sido Belle la mujer en su
brazo ese día, hacía tanto tiempo.
—Kellan —se puso una mano sobre su pecho, como si recuperara el aliento—. Me
asustaste.
Oh, probablemente no estaba lo suficientemente asustada de él. Tenía la intención
de hacer que entendiera cuan asustada debía estar, pero primero tenía un caso que
defender.
—Lo siento, sólo quiero hablar contigo.
Esos magníficos labios de Belle se apretaron tercamente.
—No hay mucho que decir. Te explicaste con claridad en Dallas. Mensaje recibido.
Pero ahora que estoy tratando de irme, ¿estás utilizando ese contrato de trabajo para
obligarme a que me quede? No estaba pensado para obligarme a trabajar para ti.
Era sin duda lo suficientemente inteligente como para saber que el contrato era
lanzar un tiro a la desesperada, pero ellos eran muy buenos abogados. De todas
formas, él entendía la forma en que funcionaba el sistema judicial y cuáles eran las
reglas del juego.
—Podría llevar un tiempo convencer a un juez de eso, y el caso tendría que ser
escuchado en Chicago. ¿Necesitas el nombre de un buen abogado?
—No debería necesitar un abogado.
Probablemente no, reconoció Kell. Pero no podía dejar que le preguntara a Tate. El
gran genio estaría de acuerdo en representarla, entonces probablemente
argumentaría contra sí mismo en la corte.
—Estás siendo ridículo, y no entiendo por qué —continuó—. Tú eras el que quería
deshacerse de mí. Así que me fui. ¿Por qué nada de lo que haga te importaría?
—Debido a que están desesperados, Belle. ¿Podrías escucharme? Podríamos evitar
un juicio malo, vergonzoso que estamos seguros de perder.
—Al menos admites que tengo razón. —Cruzó los brazos, frunció el ceño y se
apartó de él, observando a su perro correr alrededor del pequeño patio.
—Es una táctica dilatoria, y lo sabes. Nos has visto trabajar lo suficiente para saber
que a veces esperamos a la oposición el tiempo suficiente para que se replanteen su
posición —suspiró—. Escucha, no pueden alejarse. No lo harán.
—¿Ellos?
Esta era la parte más difícil. Tenía que ser honesto con ella.
—Nosotros. Probablemente debería irme, pero tampoco quiero hacerlo, Belle.
Necesito hablar contigo antes de tomar cualquier decisión sobre la situación. Pero
primero, piensa en lo que Eric y Tate te están ofreciendo.
Se volvió hacia él, con los ojos cautelosos bajo el delicado arco de sus cejas. Incluso
con un pijama de dibujos animados, era tan hermosa que le dolía.
—Ya he tenido una dosis de lo que me están ofreciendo. Creo que debería seguir
esperando.
—No estás siendo justa, Belle. Eres la persona más indulgente que conozco, ¿por
qué les estás castigando por mi postura? Nos tiraste una bomba esa noche.
—No fue una bomba, sólo la pura verdad.
—Tal vez, pero la noticia me golpeó como una tonelada de ladrillos —suspiró,
porque ella estaba siendo cándida—. La pura verdad es decirle a Eric que te gustó la
forma en que te besó o a Tate que te desmayaste al verle sin camisa, o incluso admitir
que disfrutaste de los azotes que te di. ¿Lanzar la virginidad sobre nosotros? Esa era
una bomba nuclear que me explotó en la cara. Admito que no lo manejé bien. No
castigues a Eric y Tate por mi comportamiento.
Belle se sentó en una de las sillas blancas del patio sombreado y se abrazó a sí
misma en la brisa de la mañana. Parecía casi frágil en ese momento, aunque era una
ilusión. Belle era fuerte. Kell no tenía ninguna duda de que ella sobreviviría
fácilmente a su estupidez.
Por mucho que odiara admitirlo, él era el frágil. Sacó una silla a su lado, raspando
con las patas suavemente la losa, a continuación, se dejó caer. Se moría por abrazarla,
pero había perdido ese derecho. Demonios, en primer lugar él nunca lo había tenido,
y ya era hora de hacerle saber por qué.
—Sabes que estuve casado, ¿verdad?
Belle sacudió la cabeza, su largo cabello negro le acariciaba suavemente los
hombros.
—No me tienes que dar explicaciones.
—Tal vez no tengo que hacerlo, pero debo hacerlo. —De lo contrario, nada entre
ellos funcionaría. Belle seguiría esperando más de él porque ella siempre esperaba lo
mejor de los demás. Y él acabaría haciéndole daño porque no era lo suficientemente
fuerte como para alejarse por su propia cuenta—. Belle, estoy tratando de salvar
cualquier tipo de relación entre nosotros porque realmente me preocupo por ti. No
quiero ni pensar en un mundo en el que no te vea, pero tienes que entender por qué
no puedo hacer la cosa de corazones y flores. ¿Me odias tanto que ni siquiera me
escucharás?
De alguna manera no había esperado eso de ella. Él debía saber mejor que nadie
que un solo momento podría cambiar a una persona de por vida. Debeía saber que
una traición podría convertir a un idealista en resentido. Se puso de pie, con el
estómago revuelto porque él fue el que se lo hizo. Maldita sea, iba a tener que
encontrar la fuerza para alejarse de todos ellos porque era tóxico si podía arruinar a
alguien tan dulce como Belle con unas pocas palabras descuidadas. Destruirla
mataría a sus mejores amigos, también.
Él sólo lo jodía todo dondequiera que iba.
—No importa. No te voy a forzar a escucharme. —Cerró los dedos en un puño
para evitar tocarla—. Lo siento.
Belle le tocó, una caricia vacilante de sus dedos sobre el dorso de la mano, tan
suave que casi no la sintió.
—Detente. Crees que te odio, Kellan, y no lo hago.
Cuando miró hacia abajo vio ese rostro precioso que tan bien conocía, el que veía
todos los días mientras trabajaba y con el que soñaba cada noche cuando dormía. Eso
desgarró su corazón.
—No te culparía si lo hicieras.
Ella sacudió la cabeza.
—Sé que estabas casado, puesto que ya no lo estás, supongo que no terminó bien.
Kellan se dejó caer de nuevo en la silla a su lado, tan cerca que sus rodillas casi se
tocaban. La intimidad de su cercanía a la luz de la mañana hizo más fácil confesar su
pasado.
—Fue más que el final. Mucho más. —Se pasó la mano por la parte posterior del
cuello, tratando de aliviar la tensión—. Conocí a Lila en la facultad de derecho.
Fuimos la pareja de oro de nuestra clase.
La más mínima sonrisa tiró de sus labios hacia arriba.
—Puedo ver eso.
A veces, le dolía la cabeza con solo pensar en su ex mujer y sus maquinaciones.
—Mi padre es juez.
—En DC, ¿verdad?
—Sí, es juez de la corte federal, pero antes de eso fue abogado durante años. Kent
y Asociados era una firma puntal. Hicimos millones. Cuando el presidente designó a
mi querido viejo padre, me hice cargo de la empresa. Bueno, Lila y yo lo hicimos. No
habíamos estado casados mucho tiempo. —Él negó con la cabeza, pensando en todas
sus estúpidas esperanzas y sueños tontos en aquel entonces.
Belle metió la mano en la suya. Un hombre más fuerte la habría apartado, pero
maldición, el mundo parecía un lugar mejor cuando ella lo tocaba.
—Obviamente, el divorcio tuvo un profundo efecto en ti, Kell. Debes haberla
amado mucho. —Un pozo de simpatía llenaba su voz.
Hizo una mueca. Esa había sido parte del problema. Tal vez podría haberse
perdonado a sí mismo si hubiera estado cegado por el amor.
—Creo que lo hice, pero ahora estoy bastante seguro de que elegí a Lila porque
ella encajaba, si sabes lo que quiero decir.
—No.
Eso no le sorprendió. Belle no se casaría por cualquier otro motivo que
permanente amor puro.
—Estaba listo para comenzar mi vida y casarme era el siguiente paso. Tenía un
plan, ya sabes.
—No es sorprendente. Siempre tienes un plan.
Era un creador de listas, un hombre que pensaba generalmente sus próximos doce
pasos antes de tomar uno. Él nunca hacía las cosas de forma improvisada como Eric
podía hacer. Nunca había tenido momentos impulsivos como Tate. No, pensaba
todos los pros y contras, y luego tomaba decisiones basadas en su, a veces laboriosa,
evaluación de riesgos.
Amar a Belle era demasiado peligroso. Hacía mucho tiempo que lo había decidido.
—Quería entrar en la política. Probablemente suena estúpido, pero decidí buscar
el cargo cuando era pequeño. Estoy seguro de que tenía algo que ver con complacer a
mis padres. Mi madre era una mujer maravillosa. Desde pequeño, siempre me dijo
que debería ser presidente. Hemos tenido un par de senadores en nuestra familia,
pero mamá pensó que merecía ser el primer Kent en conseguir el cargo más alto de la
nación. Lo planteó así como así, también. Yo estaba convencido de que quería ayudar
a la gente. Tan cursi...
—De ningún modo. Creo que es admirable.
Belle podría ser muy ingenua.
—¿Realmente quería ayudar a la gente? ¿O solo era un cabrón ambicioso que tenía
mucho dinero y siempre quería lo mejor de todo? Ser presidente parecía el mejor
trabajo, por lo que me había hecho a la idea de rodearme de los símbolos apropiados
e ir por ello. Lila era bonita y tan inteligente que dolía. Diablos, era más lista que yo.
Tate era el primero de nuestra clase, pero ella estaba justo detrás de él. Yo la seguía
académicamente, pero Lila respaldaba mis sueños. Así que nos hicimos pareja.
Aproximadamente cuando me gradué, mi madre murió de cáncer. Su último deseo
fue que persiguiera mis sueños. Me había dado a luz y cuando se estaba muriendo,
yo no podía hacer nada más que prometerle que lo haría.
—Kellan, a riesgo de sonar como Tate, es casi imposible estadísticamente llegar a
ser presidente. Tu madre no te ataría con una promesa hecha en el lecho de muerte,
sobre todo si perseguir la meta te iba a hacer sentir muy mal.
Él sacudió la cabeza.
—No conocías a mi madre. Ella hoy estaría decepcionada de mí. Pero en ese
momento, yo estaba decidido a mantener mi promesa. Así que le propuse
matrimonio a Lila, y fuimos a trabajar para la empresa de mi padre. Después de un
año, empezamos a planear mi primera campaña. Senador del estado. Comenzamos la
recaudación de fondos, y por un tiempo éramos realmente un equipo. Pensé que
éramos felices. Yo quería tener hijos, pero ella me desalentó en un primer momento.
Estuvo de acuerdo en que sería una gran publicidad para mí hacer campaña con una
esposa embarazada, pero no estaba preparada.
El pequeño jadeo de Belle lo dijo todo.
—Yo quería niños. Tenerlos no era sólo acerca de la campaña para mí. Por favor
entiende eso. Yo no era un tipo fiestero. Trabajaba ochenta horas a la semana y estaba
casado. Yo quería una familia al volver a casa. Durante meses después de la boda,
Lila se abstuvo incluso de discutir de tratar de concebir. No quería perder su figura
veinteañera. Quería consolidar su carrera. Quería tiempo conmigo. Esto último era
una mentira porque ella siempre estaba trabajando. Pero tenía todas las excusas para
evitar convertirse en madre. Entonces, de repente, estaba lista para tirar a la basura
sus píldoras anticonceptivas. Debería haber sabido que algo estaba pasando, pero
simplemente lo atribuí a que se avino a mi forma de pensar —resopló—. Y yo estaba
un poco por detrás de los números de las encuestas.
Las cejas de Belle se fruncieron.
—¿Qué quieres decir con “pasando”? Ambos estabais ejerciendo juntos en la
misma empresa. ¿No os tropezabais prácticamente uno con el otro todo el tiempo?
Él podía ver donde Belle tendría algunas ideas falsas acerca de sus carreras.
—Sólo has trabajado en una oficina muy pequeña. No sabes lo fácil que es
perderse en una gran empresa corporativa. No trabajábamos en la misma división.
Ambos estábamos dirigiendo grandes secciones del bufete y estábamos empezando a
hacer campaña a nivel local, cada uno con diferentes responsabilidades. Es mucho
trabajo. Hay un montón de distracciones, y un día levanté la vista y me di cuenta de
que ya no pasábamos tiempo juntos. Y no la echaba de menos tanto como debería
haberlo hecho. Un domingo, nos sentamos a hablar y le dije que la sentía como una
extraña para mí y que teníamos que buscar el tiempo para estar juntos. Ella comenzó
a llorar y dijo que realmente quería tener un bebé.
—Algunas personas piensan que tener un bebé va a salvar un matrimonio. Rara
vez lo hace, pero... —Belle sonaba como si estuviera poniendo excusas para el
comportamiento de Lila, porque sabía que iba a venir algo malo—. ¿Tal vez ella no lo
sabía?
—Me gustaría que me hubiera dicho cómo se sentía acerca de nosotros antes de
que comenzara la campaña, pero creo que ella estaba cubriendo los frentes. Resulta,
que había estado teniendo una aventura el último año. Se había quedado
embarazada.
La boca de Belle se abrió. Conmocionada no empezaba a describir su expresión.
—¿Y ella quería pasar el bebé como tuyo?
Kellan dio un encogimiento de hombros resignado. Explicarle todo esto a Belle en
realidad se sentía extraño, porque su estómago no se estaba revolviendo de la forma
en que normalmente lo hacía cuando pensaba en Lila. La culpa y el odio a sí mismo
aún se sentían tóxicos en sus venas, pero la rabia loca fue silenciada por la presencia
tranquilizadora de Belle, por su mano.
—Hubiera sido probablemente fácil de hacer. Yo estaba feliz de tener todo
encajado. Habría sonreído y nunca cuestionado. Me gustaría pensar que habría sido
un buen padre, pero el mío era bastante horrible, así que no tengo idea.
—¿Cuándo descubriste la verdad?
—Tres semanas antes de las elecciónes. Fue entonces cuando un miembro del
personal vino a mí y me mostró la prueba de que mi mujer embarazada estaba
teniendo una aventura. —Otra vez se frotó la parte posterior del cuello —. Con mi
padre.
Ese día estaba todavía vivo en su memoria. Podía ver las fotos de su esposa y su
padre haciendo el amor en la piscina donde había jugado cuando era niño, donde su
madre le había enseñado a nadar. Habían tenido barbacoas y reuniones familiares en
ese patio trasero, llenando el espacio amplio con grandes personalidades. Todos esos
recuerdos se habían quemado por un puñado de fotografías mostrando a su querido
viejo padre follando feliz a su bella esposa.
—Oh mi dios, Kellan. Eso es terrible. —Belle se llevó la mano a la boca y lo miró
con una expresión en algún lugar entre el horror y la piedad.
Una vez, él la habría apartado, pero ahora se dio cuenta de que esto era lo más
cerca que podía permitirse estar emocionalmente con ella. Sexo... Ahora esto era
diferente. Podía tener relaciones sexuales con ella todo el puto día y noche, pero
aceptar su consuelo empujaba sus muy firmes barreras. Permitir su empatía suave
significaba que ella podía colarse detrás de sus paredes, y no podía dejar que
cualquiera pudiera hacer eso de nuevo. Él no podía darle lo que se merecía, y dejarla
que se permitiera la fantasía de que él era un hombre entero acabaría por herirlos a
ambos.
Aún así, se dio un momento, sólo uno, para hundirse en su contra y sentir su dulce
cuidado.
—Mi orgullo estaba destrozado, pero peor que eso, mi campaña había terminado y
no por la razón que parece.
—¿Alguien filtró las imágenes?
Él dejó escapar una risa amarga.
—No, mi padre las compró. Luego me sentó y me dijo que yo era una decepción,
pero que él había sabido por mucho tiempo que lo sería. No había sido lo
suficientemente hombre para mi padre y había probado no ser capaz de cuidar de mi
esposa.
Demonios, hijo, incluso tuve que dejarla embarazada por ti. Tal vez este niño tendrá algo
de agallas.
—Oh, Kellan, él estaba equivocado. —Belle puso un brazo alrededor de él y lo
miró a los ojos como si estuviera deseando que la creyera—. Tienes que saber eso.
A la mierda si no quería envolverse en su calor. Pero todo lo que podía permitirse
era dejar que lo tocara y armarse para que su consuelo no le influyera. Ella realmente
no sabía toda la verdad, y Kellan decidió pasar por alto la parte en la que casi había
matado a su padre aquella noche. Después de que su padre le había incitado y le dijo
lo patético que era, por fin había visto rojo y mostró al viejo que él podría, de hecho,
luchar.
—Ese lunes, Lila pidió el divorcio. La tinta apenas se había secado en la sentencia
cuando se casó con mi padre. Ella dirige Kent y Asociados hasta hoy en día. Papá
sigue siendo juez, y tienen un hijo al que van a enviar a un internado en el momento
en que cumpla cuatro años. Él va a tener lo mejor de todo, con la excepción singular
de cualquier tipo de afecto, porque Lila no es mi madre.
Cuando volvió a mirar hacia atrás en su infancia, su madre había sido su única
cuidadora. A él le enviaron a los mismos internados a los que un día asistiría su
medio hermano porque los Kent siempre tuvieron prestigiosas educaciones, pero al
menos había sido capaz de volver los veranos a casa y tener algunos recuerdos
increíbles con su madre.
—Lo siento por el chico —dijo Belle, con dolor en su voz—. Y tú, Kellan. Fuiste la
parte perjudicada. ¿Por qué tuviste que dejar todo atrás? Podrías haber expuesto la
verdad y arruinarles.
Negó con la cabeza.
—No entiendes cómo funciona la política. Mi padre había estado jugando este
juego mucho, mucho tiempo. Fue nombrado juez por el presidente. Él tiene el poder
y la influencia. Una vez que Lila pidió el divorcio y papá puso un anillo de
compromiso en su dedo, me hizo ver débil. El partido me obligó a apartarme de la
carrera a favor de alguien que podría ganar. Todo el mundo ama a un ganador, ya
sabes. —Esa humillación aún picaba justo por debajo de su piel—. Lo perdí todo,
incluso mi capacidad para ganarme la vida. Nadie quería contratarme, y si hubiera
comenzado mi propia firma, habría estado completamente sin clientes. Estaba
acabado en Washington DC.
—¿Así que viniste a Chicago?
—Sí. —Él dejó escapar un largo suspiro—. Yo no sabía a dónde ir. Eric y Tate
habían sido mis amigos en la escuela de leyes hasta que Lila decidió que no eran el
tipo de amigos que “necesitábamos”. No era como si yo los desechara. Lila sólo hizo
más y más difícil que los viera. Cuando nos graduamos, nos distanciamos. Con el
tiempo, dejé que sus llamadas fueran al buzón de voz porque no estaba seguro de
qué decir. Se mudaron a Chicago, y yo me establecí en DC... y la vida continuó.
Belle aflojó sus brazos alrededor de su cuerpo, pero se mantuvo cerca.
—Ya sabes, siempre he pensado que vosotros tres eráis una mezcla extraña, pero
de alguna manera funcionabais.
—No tienes ni idea. Al principio pensé que eran raros. Entonces deseé tener a
alguien como ellos en mi vida. Son extrañas mitades de un todo, pero a veces creo
que solo estoy vacío en el interior, por lo que sería mejor ser como ellos. Ellos saben
quiénes son y lo que quieren. No se disculpan por ello.
Kell podía oír la envidia en su propia voz.
—Eric me llamó después de oír lo que pasó —siguió Kell—. Todos esos años les
ignoré, pero cuando necesitaba un amigo, él se acercó a mí.
Y cambió su vida para siempre. Kell podría haber ayudado a su firma
económicamente, pero ellos le habían dado algo que nunca había tenido antes:
amistades verdaderas y estables.
—No puedo pagar su lealtad arruinando el único vínculo que quieren
desesperadamente. Belle, por favor, no los culpes por mi incapacidad para ser el
hombre que necesitas.
Las lágrimas brillaban en los ojos de Belle.
—Crees que no volverás a confiar en otra mujer, ¿verdad?
—Conozco mis limitaciones. Las has visto. Estoy herido más allá de cualquier tipo
de reparación. Pero admito totalmente que te deseo. Esto probablemente no es justo
para ti, pero es honesto. Quiero ser tu amante y tu Dom, pero debes entender mis
límites duros ahora. ¿Ves por qué una relación D/s es todo lo que puedo manejar?
—Entiendo por qué crees eso —dijo ella con cuidado—. Pero yo no estaba
pidiendo un anillo.
—Te mereces uno. Demonios, te mereces tres. Yo simplemente no puedo hacerlo.
Si quieres que me vaya, lo haré. Puedo reinventarme de nuevo. Iré al oeste, tal vez a
California.
Odiaba la idea de mudarse, ni siquiera podía imaginar no ver a Belle todos los
días. Este era el motivo por lo que realmente había desalentado durante tanto tiempo
la solicitud de Tate para perseguirla. Había estado tratando de retrasar este momento
inevitable en el que le pedía a Belle aceptarlo estrictamente en su cama y ella lo
rechazaba, cambiando para siempre su relación con ella y con sus amigos.
Para su sorpresa, ella no le abofeteó.
—¿Por qué te irías?
—Porque creo que con el tiempo perdonarás esa horrible noche en la suite, pero
yo no espero que me perdones. Si irme significa que les das una oportunidad,
entonces me iré. Les debo eso.
Ella suspiró y de repente sus brazos estaban llenos de Belle, todo su mundo
estrechándose con la sensación de ella mientras se acomodaba en su regazo y se
envolvía a su alrededor. De repente, su pene saltó firme y tuvo que moverse para no
clavarse contra ella. En vez de eso, la envolvió con fuerza en sus brazos. Solo un
minuto. Él la soltaría en sólo un minuto.
—No voy a decir que no estaba enojada y herida, pero... —suspiró contra él —. No
quiero que te vayas.
Su susurro se deslizó cálido y tentador a través de su piel. Ella volvió su rostro
hacia él, y Dios lo ayude, Kell no pudo detenerse. Belle estaba allí, muy cerca, sus
labios justo sobre los de él. El mundo se escapó, y no importaba nada, excepto la
mujer que tenía cerca.
La besó, sus labios sobre los de ella, tomándolos. La noche en la suite había sido
incendiaria, pero esto era más suave, más íntimo. Tan potente y maravilloso... y
peligroso.
Belle jadeó cuando Kellan reclamó su boca, pero luego se abrió a él. Ella siguió el
ritmo y la profundidad de su beso con facilidad, como si ellos hubieran compartido
un millar de esos besos, danzaron la larga y lenta rutina de Dominación y sumisión
juntos hasta estar en perfecta armonía.
Todo su cuerpo, no sólo su pene, reaccionó a ella tensándose, estremeciéndose,
endureciéndose. Ella hizo que su corazón latiera, que su mente se confundiera.
Incluso la respiración se sentía diferente cuando tenía a Belle en sus brazos. Le hacía
sentir más vivo.
Iba a perderse aquí si no tenía cuidado.
De repente, Kell terminó el beso. Necesitaba mantener la distancia entre ellos
mientras podía.
Cuando sus ojos se encontraron, los de Belle estaban abiertos como platos por el
dolor.
—¿Ni siquiera puedes besarme?
Se moría por la necesidad de tirar de ella para abrazarla de nuevo, pero el dolor
flotaba justo por debajo de la superficie y Kellan no quería que sintiera la agonía que
él había soportado.
—Así no. Esto no es sexo, Belle. Esto es más. Estos son sentimientos, y no puedo
hacerlo. Te deseo mucho, pero no puedo tenerte de ninguna manera, excepto
sexualmente. No puedo compartir algo más que pasión y cuerpos. Por lo que sería
mejor si me fuera. Podrías ser feliz con ellos. Realmente te aman, Belle.
Con un largo suspiro, ella le dejó ir y volvió a su asiento, sus ojos en el cachorro de
nuevo. Éste ahora estaba desafiando con la mirada a un gato atigrado de color
naranja que bailaba en la valla y se burlaba de él.
—No sé si funcionaría, Kellan. Creo que eres más importante para ellos de lo que
piensas. Por lo que puedo decir, estaban a la deriva antes de que fueras a Chicago.
Me preocupa que vayan a la deriva de nuevo si te marchas. Os he observado durante
un año. Vuestra amistad es un delicado equilibrio. Trabajáis como un equipo en
todos los aspectos de vuestras vidas. Realmente creo que va a ser lo mismo en una
relación romántica. Creo que es por eso que han sido tan insistentes acerca de
compartir.
Él no lo había pensado de esa manera. Antes de conocer a Belle, los tres no habían
probado nada más allá de una aventura de una noche porque Kellan se había negado
a probar una relación a largo plazo. Pero antes de que él hubiera venido, Tate y Eric
habían intentado salir con mujeres. Nada había arraigado.
¿Cómo sería si Kell se retiraba de la foto y sus amigos hacían a Belle su mujer?
Tate era demasiado blando alrededor de Belle. Él acabaría por dejar que le pisoteara.
Eric no pensaría en cosas como horarios. Belle terminaría gestionándolo todo y eso
podría convertirse en una carga. Kell reconoció que él y Belle trabajaban bien juntos
haciendo malabares con los detalles en sus vidas diarias en el trabajo. Le gustaba
compartir ese pequeño vínculo con ella. Nunca había tenido un socio, ya fuera
profesionalmente o románticamente como Belle. ¿Podría realmente, dejarla y no estar
destrozado?
A través de la puerta abierta, oyó a Tate y Eric comenzar a discutir sobre algún
caso. La cosa se estaba calentando debido a que sus voces se podían oír por encima
del lloriqueo del feo cachorro. Al parecer, la bola de pelo había perdido el concurso
de miradas con el gato y ahora parecía decidido a demostrar que era más fuerte, más
grande, y más malo. Por su parte, el gato se limitó a mirar a algún lugar más allá del
agitado perro. Él prácticamente podía ver al atigrado poniendo los ojos en blanco.
Kellan entendió en ese momento que él era el árbitro. Lo había sido desde que se
unió a la firma. ¿Quién arbitraría los, a menudo prolongados, “debates” de Eric y
Tate si él se iba? Podrían perder horas de tiempo productivo porque discutían sobre
pequeñas interpretaciones en el lenguaje de un contrato. Demonios, podrían perder
horas discutiendo sobre el último episodio de Juego de Tronos.
—¿Podrías al menos pensar en quedarte por un tiempo? —preguntó Belle,
apoyada de nuevo en él—. No estoy pidiendo nada, excepto un poco de tiempo para
que todos podamos resolver esto. No estoy segura de que pueda funcionar, pero
estoy dispuesta a pensar en ello.
Y eso era todo lo que él realmente podía pedir. Tiempo. Tenía un poco más de
Belle, una cantidad preocupante de alivio le embargó.
—Sí, me quedo. Por ahora.
Dejó que su brazo descendiera de nuevo sobre los hombros de Belle y se prometió
que se levantaría y trataría con sus socios.
En sólo un minuto.
Capítulo 10

Tres días más tarde, Belle sacudió la cabeza ante Malcolm Gates, completamente
frustrada por su petición.
—¿No hizo un inventario de la casa después de la muerte de mi abuela? ¿No
debería su agente de seguros tener uno?
El abogado negó con la cabeza, merodeaba justo en el interior del vestíbulo, pero
se veía profundamente incómodo. Era obvio que preferiría estar en otro sitio.
—No, señorita Wright. La compañía de seguros sólo tenía un inventario muy
básico. Su abuela declaró sus joyas y su colección de antigüedades, pero nada más.
Temo que para que el juez culmine el testamento, necesitaremos un inventario
completo de la casa. Voy a enviar a algunos trabajadores para que lo hagan por
usted.
Vio un camión frenando, en busca de un lugar para estacionar. El electricista.
Definitivamente ella quería verlo. Las luces de la casa se encendían y apagaban en los
momentos más extraños. Pero aparte del hombre que aseguraría que sus luces
funcionaran correctamente, no necesitaba a nadie más andando a trompicones por la
casa.
La reforma de un lugar como este sería un proceso laborioso y delicado. Ella había
recogido todos los muebles hacia el centro de la sala de estar, cubriéndolos con una
lona de plástico para poder pintar las paredes del discreto y elegante color que
merecían. Había seleccionado un cálido gris pálido. Tenía la intención de quitar la
pintura color salvia de los preciosos ribetes de madera original. En su lugar, había
optado por un blanco brillante fresco y limpio. También había comprado tela para
cortinas de color gris oscuro y blanco en un estampado de damasco, así como una
suave tela transparente blanca para debajo de las cortinas, lo que permitiría que la
luz entrara pero mantendría fuera las miradas indiscretas. Una simple alfombra de
felpa negra cubriría la zona, y había encargado lámparas con el mismo toque de color
en sus bases de vidrio soplado a mano. Fueron un pequeño derroche, pero todo lo
elegido coordinaría perfectamente con la actitud de la habitación. Cómoda pero
elegante. Glamour de Nueva Orleans.
Ahora tendría que poner en marcha el proyecto y comenzar su nuevo diseño de
negocio, si tenía a los becarios de Gates rondando por ahí e interponiéndose en su
camino. Dios sabía lo que harían a todo estos suelos de madera originales. Se tenían
que reparar, lijar, retintar, y poner un sellador de calidad. Hasta tener todo eso
hecho, no quería extraños caminando sobre ellos, y mucho menos moviendo los
muebles o adornos. Ella ya tenía tres hombres y un perrito ansioso que no estaba
domesticado corriendo por todo el lugar y provocando el caos. Aún más molesto,
Tate había empezado a trabajar sin camisa, la mitad del tiempo sólo para tentarla.
—Le conseguiré el inventario. —Puede ser que le llevara meses, pero se negaba a
tener a otros manoseando las cosas de su abuela y ralentizando su renovación.
Desde su traslado, Belle se había vuelto muy protectora de la mujer a la que nunca
había conocido. Ella había llegado a la mitad del diario de su abuela, hasta el final de
los años de secundaria de su padre. Su abuela había escrito acerca de cuanto “sus
chicas” lo querían y hablaban con entusiasmo de que él era el rey de su castillo. Así
que al parecer, la abuela había llevado un negocio de videntes en esta casa. Contratar
sólo mujeres fue bastante inteligente. Las mujeres tienden a ser más empáticas y en
sintonía con los que las rodean, por lo que probablemente son mejores psíquicas.
Obviamente también, había dirigido un negocio lucrativo.
A Belle le encantó conseguir atisbos de la infancia de su padre. El niño acerca del
que su abuela escribió había sido un niño feliz. Incluso había encontrado algunas
fotos de su padre metidas en el volumen. En una, estaba vestido con un mono,
luciendo una sonrisa tonta mientras sobreactuaba para la cámara.
A menudo pensaba que su madre no había sonreído mucho desde el día en que
murió su padre. Gran parte de su vida volvió a aquella trágica tarde. Su madre le
había dado comida y un techo sobre su cabeza después de su muerte, pero había sido
un fantasma que revoloteaba por la vida, sin permitir que nadie, ni siquiera su
propia hija, la tocara.
Tal vez si le llevaba a su madre estas fotos de su padre la harían sonreír.
Gates frunció el ceño.
—No creo que entienda la cantidad de trabajo que esto implica. Lo preciso que
debe ser. Esta es una casa grande, y el trabajo es demasiado grande para una
persona. Sería mucho mejor si deja que me ocupe de esto. Voy a tenerlo hecho
rápidamente, pero debemos tener una contabilidad de cada posesión, hasta el último
pedazo de papel.
Eso pareció un poco extremo, pero no era experta en las leyes hereditarias de
Louisiana.
Belle suspiró, completamente irritada.
—Bien. Envíe un par de becarios, pero estaré supervisando todo. Gracias, señor
Gates. Ahora discúlpeme. —Ella asintió con la cabeza hacia el electricista, un tipo
grande que subía por el camino, caja de herramientas en mano—. Hola, Mike. —Le
abrió más la puerta, permitiendo que Gates saliera así el electricista podía entrar—.
Me alegro de verte.
Mike hizo un guiño en su dirección, era un apuesto demonio de ojos azules de
unos treinta años con hombros anchos y sonrisa fácil. Le había dado un presupuesto
el día anterior, y Tate había estado tratando de convencerla desde entonces que Mike
tenía que ser un mujeriego, un asesino en serie o un fugitivo de un manicomio,
cualquier cosa que pensase que la convencería de que contratara a otra persona. Eric
había amenazado con efectuar una verificación de antecedentes del hombre. Ella
suspiró.
—Es bueno verla, señorita Belle. Voy a empezar hoy en el baño. Usted tiene un
montón de viejo cableado eléctrico para actualizar. Tiene mucha suerte que este lugar
no se ha incendiado todavía. No se sorprenda si su seguro de la vivienda no se
renueva hasta que se haya arreglado. Le ha pasado a más de un residente en el
barrio.
Ella hizo una mueca. Naturalmente, los códigos de construcción habían cambiado
mucho desde que la casa fue construida. Su abuela había reformado la casa cuando
tomó posesión de ella, pero entonces el cableado no había estado terriblemente
anticuado. Paneles de yeso y pintura o papel tapiz habían cubierto lo que la gente
ahora consideraba un pecado eléctrico. Con todo, tan baja como había sido la
estimación de Mike, la irritaba. Satisfacer al municipio y cambiar cosas que realmente
no podía ver estaban agotando rápidamente su presupuesto de diseño. Por
desgracia, era una cuestión de seguridad, por lo que se limitó a sonreír.
—Hágame saber si necesita algo.
Mike se encogió de hombros.
—Oh, estoy seguro que voy a ver a uno de sus amigos... antes de que la vea a
usted. Parecen muy interesados en supervisar todo lo que vaya haciendo.
Cuando entró en la casa con una sonrisa, Belle gimió.
Durante tres días, Eric, Tate, y Kell habían sido inalterables. Trabajaron.
Cocinaron. Y trataron de seducirla. Cuando salía a comprar suministros para la
renovación, al menos uno de ellos aparecía. Ella había intentado escabullirse ayer,
pero se encontró a Eric sonriendo al lado de su coche, jurando que necesitaba un
descanso.
A pesar de la discusión acerca del contrato laboral, ninguno de ellos había tratado
de persuadirla para que reanudara su antiguo trabajo. Belle había notado una política
de no preguntes/no digas. Mientras ella no preguntara cuando se iban, ellos no le
dirían que buscara el expediente de un caso y se pusiera a trabajar.
En lugar de ello, tanto él como Tate la habían pillado sola y hecho todo lo posible
para tentarla a besarlos. Habían invadido su espacio con sus grandes cuerpos
masculinos, y se la quedaron mirando fijamente con ojos hambrientos, recordándole
todo lo que casi había tenido. Cuando se había debilitado lo suficiente como para
derretirse contra ellos, cuando podía sentir su sangre zumbando y su sexo
anhelando, entonces los hijos de puta se iban, recordándole que ella sabía dónde
encontrarlos y que le darían la bienvenida en cualquier momento.
Algo tenía que dar, y le preocupaba que fuera ella. Se había pasado tres noches sin
descanso sabiendo que estaban justo al final de un tramo de escaleras. También había
pasado tres noches soñando con chicas muertas colgando de una cuerda y con el
monstruo que las arrastró a la muerte.
Se estremeció, a pesar del calor del día. Era morboso, pero no era capaz de detener
los terribles sueños. Incluso había ido tan lejos como para buscar la historia de la casa
en un sitio web histórico local. Ello dio un indicio del colorido pasado de la casa.
Esos cuentos eran más rumor que nada, pero los informes de la policía sobre el
archivo corroboraron la historia de Gates. Todas las muertes habían sido suicidios,
no asesinatos.
—Me iré ahora, señorita Wright. Gracias por permitir a los becarios que la ayuden
con el inventario. Vamos a conseguir dejar este lío arreglado para que pueda seguir
adelante. Lo más importante es encontrar los papeles de su abuela. Ella me dijo que
tenía un seguro de vida, pero no tengo el nombre de la compañía de seguros o el
número de póliza. Voy a tener que presentarlo en su nombre para que pueda recibir
los fondos. —Gates miró nervioso alrededor de la casa como si pensara que alguien
pudiera saltar y gritar “buuu”. —Belle encontró su comportamiento perturbador.
Una brisa fresca pasó junto a sus piernas. Realmente, más helada que fresca. De
hecho, se sentía como una explosión del Ártico. Gates, obviamente, también la sintió
porque se puso rígido y dio un paso enorme hacia atrás hasta el umbral de la puerta
principal.
—Creo que esa es mi señal para salir. —Los ojos del abogado estaban abiertos
como platos. Tragó con nerviosismo—. Espere en breve a los becarios.
Belle frunció el ceño. El tipo estaba realmente asustado por la casa. Ella se había
dado cuenta de ello la primera vez que fue allí. Esa corriente de aire frío
probablemente no era nada más que el aire acondicionado siendo temperamental. El
experto en aire acondicionado estaría aquí en treinta minutos. Problema resuelto.
Por desgracia, ahora tendría un grupo de abogados novatos desfilando por su
casa. Entonces, ¿qué era uno más, especialmente si se las arreglaba para mantener
estable la temperatura en la casa? Si era necesario, podría cerrar las habitaciones con
madera a la vista y rezar para no tener que gastar más del resto de los fondos legados
por su abuela.
—Si usted piensa que sus becarios pueden encontrar la documentación del seguro
y eso vale un poco de dinero, voy a bailar una giga. —Belle sonrió, haciendo
mentalmente una lista de prioridades de todas las cosas que podría renovar.
Gates, se retiró de la casa hasta que se encontró en el sol de media mañana. Una
vez que había despejado el umbral, se relajó visiblemente y recuperó la compostura.
—Gracias, señorita Wright. Usted sabe, todas estas reparaciones en la casa van a
ser bastante caras. Mi comprador aún está dispuesto a comprarla y pagarle en
efectivo.
Ella sacudió su cabeza. Incluso con el aumento de la deuda, se negó a vender. A
pesar de sus pesadillas, A Belle le encantaba estar aquí. La casa había progresado
rápidamente con ella, y sentía una conexión con el lugar que nunca antes había
tenido. Su padre había crecido aquí, y estar bajo este techo le recordaba lo mucho que
lo había echado de menos.
Belle alzó la vista, y el espectáculo hizo que cada pensamiento triste se disipara.
Tate corría por la acera, su gran cuerpo cubierto de nada más que pantalones de
chándal, zapatillas de deporte y una fina capa de sudor. Todos los músculos en el
cuerpo del hombre hinchados. La definición de sus hombros y pecho casi hizo que se
quedara boquiabierta. Belle esperaba poder acordarse de respirar. Maldita sea,
cuando él no llevaba casi nada, ella necesitaba una de esas corrientes de aire ártico
volando a través de la casa.
Una sonrisa coqueta transformó su cara mientras seguía su camino hasta la casa.
—Hey, cariño. Deberías haber entrenado conmigo. Quemé aproximadamente
setecientas calorías dados la distancia, el tiempo, el esfuerzo, y mi peso relativo —Él
ignoró completamente al abogado que casi bloqueaba la puerta y le dio a ella un
pequeño gruñido sexy—. A pesar de que el sexo oral quema aproximadamente un
centenar de calorías por media hora, y que no tendrías que hacer nada, salvo dejarme
amarte.
Belle abrió la boca y le golpeó el bíceps perfectamente musculoso.
—¡Tate!, calla guarro. Ve a ducharte. Se supone que eres el de la nariz delicada.
—No puedo olerme a mí mismo. —Se abrió paso entre Gates, que retrocedió e
hizo una mueca. A continuación, Tate se inclinó y pasó la nariz a lo largo del cuello
de Belle, respirando contra ella y encendiendo su piel—. Pero tú hueles muy bien. —
Se volvió hacia Gates, de repente centrado y protector. Tate pasó de ser el hombre
sexy al abogado astuto en un abrir y cerrar de ojos—. ¿Qué necesita con mi cliente,
señor Gates?
El hombre mayor frunció el ceño.
—Si esa es la manera de tratar a un cliente, señor, entonces me temo que tenemos
diferentes ideas acerca de la profesionalidad. Y mi asunto aquí está terminado.
Se giró sobre sus talones y se alejó.
—No tiene porqué ser grosero —Le contestó. Tate tendía a corregir a la gente que
no le gustaba. Había dicho que simplemente trataba de hacerlos más agradables,
pero Belle estaba bastante segura de que lo hacía para irritarlos.
Pero eso la hizo pensar... Tal vez debería tratar a Tate un poco como a Señor.
Cuando fuera bueno, ella le lanzaría una galletita. Cuando fuera grosero, podría
rociarle con una botella de agua. Si nada más, le haría soltar una risita.
Tate entró en la casa y cerró la puerta.
—No me gusta. Pone en marcha mi radar de gilipollas.
Belle sentía lo mismo, pero no tenía sentido añadir combustible al fuego de Tate.
Una vez que hubieron terminado todo el papeleo asociado con la herencia de su
abuela, nunca tendría que ver el señor Gates de nuevo.
—Tengo que volver al trabajo.
—Un segundo. —La agarró del codo y tiró de ella tan cerca que el calor de su
cuerpo se envolvió a su alrededor.
Dios, aún sudoroso, olía increíble. A almizcle y virili... Sus partes femeninas
apretadas en un ruego silencioso.
—¿Qué? —jadeó.
—¿Sabías que el sexo es uno de los mejores ejercicios que un hombre puede
conseguir? Podría quemar ciento cuarenta y cuatro calorías durante el coito y eso no
incluye los cientos que habría perdido al comer tu coño.
El calor le pasó de nuevo por el organismo. Su parte débil anhelaba arrojarse
contra Tate y olvidar la prudencia, pero si le daba un centímetro ahora, él se tomaría
un metro.
—No me puedes hablar de esa manera.
—¿De nuevo está hablando de comerte el coño? —preguntó Eric mientras
deambulaban dentro de la cocina.
Mierda, tampoco llevaba camisa. Sus finos pantalones de punto caían bajos en las
estrechas caderas. ¿Qué había sucedido a sus abotonados y siempre perfectamente
vestidos hombres? Ahora caminaban alrededor de su casa como hombres de las
cavernas súper sexys, rascándose sus perfectamente formadas tabletas de chocolate.
—Ninguno de los dos debería estar hablando conmigo sobre cualquier tipo de
sexo. De hecho, no deberíais estar aquí ya que esta no es vuestra oficina. ¿Y por qué
nadie lleva ya ropa? Pensé que llevabais un bufete, no una portada de Playgirl.
Belle esperaba que no pudieran notar cómo había enrojecido ante la vista de todos
sus músculos y piel desnuda. Sus mejillas se pusieron más rojas cuando ellos se las
arreglaron para ponerla en medio. Haciendo un sándwich entre ellos y la encimera
de la cocina, le cortaron su única vía de escape, algo que parecían decididos a hacer
más y más en estos días. Constantemente se encontraba rodeada de magníficos
hombres ávidos de seducirla verbalmente en cada oportunidad que tenían. Incluso
Kellan había desarrollado un problema alarmante con el espacio personal. Belle le
había pedido que se quedara, y él había decidido que eso significaba directamente
junto a ella.
Eric sonrió.
—¿Cuál es el problema? Estoy disfrutando de todo esto de las cosas a distancia.
Podría acostumbrarme a deshacerme de la chaqueta y la corbata. Y cariño, en caso de
que no te hayas dado cuenta, aquí hace mucho más calor que en Chicago. Estoy
demasiado incómodo llevando ropa. ¿Cuándo se supone que llega el tipo del aire
acondicionado? Espero que sea más competente que el idiota de Mike.
Ella suspiró.
—El electricista vino altamente recomendado. Tengo una lista de los contratistas.
Él fue el primero en la lista.
—¿De verdad? ¿Quién te dio la lista? —Tate sonaba irritado.
—El abogado de mi abuela. Parece que le habéis tomado aversión a Mike, pero su
presupuesto es muy razonable y parece saber lo que está haciendo. Así que dejadle
tranquilo. —Cuanto antes tuviera puesto el cableado, más rápido podría calcular la
cantidad de dinero que le quedaba para los adornos. Por ahora, centrarse en preparar
las paredes de la sala para pintarlas la obligaría a mirar algo además de los hermosos
pechos masculinos en exhibición.
Otro golpe sonó en la puerta. Tate frunció el ceño.
—No me gustan todas esas personas que entran y salen. No sabemos quiénes son.
Cariño, nuestra casa en Chicago no necesita esta cantidad de trabajo. Podrías
mudarte directamente. Nosotros nos aseguraremos de que estés totalmente feliz y
cómoda.
Ella trató de pasar entre los dos hombres para dirigirse a la puerta. Pero, rozó los
senos contra el pecho de Tate. Entonces lo sintió. Tenía una enorme erección,
gloriosamente gruesa que presionaba contra sus pantalones de chándal y pinchó su
vientre. La sensación de él, duro y con ganas, la cogió con la guardia baja y dio un
paso atrás, hacia Eric.
Eric rió, mirando hacia abajo a los genitales de Tate.
—Amigo, no tengo ni idea de cómo corres con esa cosa.
Pero también sentía a Eric, que se apoyaba contra su culo. Tampoco era para nada
pequeño o flácido.
—No puedo evitarlo —se defendió Tate—. El hombre adulto promedio consigue
aproximadamente once erecciones diariamente durante las horas de vigilia, pero
cuando estoy cerca de Belle o pienso en ella, o incluso me viene a la memoria algo
que me recuerda a ella, me pongo duro. Probablemente estoy desviando la media. —
Se encogió de hombros—. Sucede que soy un tipo que está realmente loco por una
chica. Demándame.
—No, tendría que demandarme a mí también —admitió Eric.
—Sin duda. —Tate dio una palmada a su amigo en el hombro y se dirigió hacia las
escaleras—. Voy a encargarme de esta cosa, después necesito conferenciar sobre el
caso Harrison.
—¿Cuidar de qué? —Belle apenas parpadeó. Él no podía decir lo que pensaba que
quería decir.
Con un guiño, Tate corrió por las escaleras con más energía de la que un hombre
que ya había pasado una hora corriendo debía tener. Tendría esa resistencia en la
cama. El pensamiento la golpeó de la nada. Esta vez, algo más que sus mejillas se
encendió.
—Va a ir a masturbarse —dijo Eric de manera objetiva.
Alguien llamó a la puerta de nuevo, esta vez con más insistencia.
—Más información de la que necesitaba. —Se escapó por la puerta de la cocina,
tratando de poner distancia entre ellos. La estaban volviendo completamente loca, y
si no se pasaba la siguiente hora con imágenes de Tate dándose placer, sería un
milagro.
—Estamos enfrentándote, porque estás siendo una cosita terca. —Eric la cogió
antes de que se escapara, colocando una palma de la mano en la puerta,
enjaulándola—. Vuelve a casa con nosotros, Belle, a un lugar que podamos compartir
todos. Danos otra oportunidad, cariño. Permítenos mostrarte que esto puede
funcionar.
Estaba tan cerca, su boca demorándose justo sobre de la de ella. Belle casi se
perdió en sus brillantes ojos verdosos. Lo único que tendría que hacer era levantar la
barbilla y ponerse de puntillas unos centímetros para sentir esos labios firmes y
talentosos contra los suyos. Su cuerpo ya se preparaba para él. Se había ablandado y
tuvo que esforzarse para no apoyarse en él. Sus pezones alcanzaron su punto
máximo. Su coño se humedeció palpitante.
Quienquiera que estaba fuera golpeó impacientemente contra la puerta de nuevo,
y el momento se rompió.
Mordiendo una maldición, Eric dio un paso atrás.
—Voy a preparar esa conferencia. Esta tarde, te ayudaremos a pintar.
Ella sacudió la cabeza.
—No tenéis que hacerlo. Comprendo que tenéis trabajo.
—Dije que te ayudaríamos después del almuerzo. Y espero que hoy comas. El
almuerzo es al mediodía. Hasta entonces. —Eric se volvió y se plantó de nuevo en la
mesa de desayuno.
Sacudiendo la cabeza, Belle se abrió paso fuera de la habitación y se apresuró a ir
hacia la puerta, firmando el paquete de entrega inmediata de la nueva ropa de cama
que había pedido.
En cuanto cerró la puerta, se apoyó en ella y cerró los ojos. ¿Qué iba a hacer? Los
chicos no iban a irse. Ya habían dejado ese punto claro como el cristal. Si les tenía
aquí, su negocio podría sufrir con el tiempo.
O podrían hacer exactamente lo que amenazaron con hacer y trasladar toda la
maldita oficina aquí permanentemente. Tate ya había comprado un libro para
aprobar el acceso al Colegio de Abogados en Louisiana.
Belle metió la mano en la caja, tratando de mantenerse ocupada... pero en el fondo
de su mente, no podía dejar de preguntarse cuánto tiempo más podría resistirse a
ellos.
—¡Belle! —Kellan bajó por las escaleras, su perrito en el hueco de su brazo—. Tu
rata se ha cagado en mis zapatos de vestir. ¿Tienes idea de lo caros que eran esos
malditos mocasines?
Lo sabía ya que ella había sido quién los pidió.
—Señor, por favor, deja de hacer eso.
Belle se negaba a castigar demasiado al cachorro. Todavía no estaba
completamente domesticado, y probablemente había olvidado ladrarle para que ella
supiera que tenía que ir.
Alcanzó a su perro, observando mientras la cara de Kellan se ponía roja. Ella se
encogió por dentro, porque se las había arreglado para pasar tres días enteros sin que
el gran malo Dom averiguara su pequeña broma. Pero ahora su juego estaba a punto
de terminar. Belle hizo una mueca.
—¿Qué es lo que crees que tengo que dejar de hacer, Belle? —Remarcó y articuló
cuidadosamente cada palabra.
Belle se revolvió para evitar responderle porque ella y Kellan habían formado una
tregua decente y era reacia a molestarlo.
—Uhm, tienes que dejar de sostener a mi perro de esa manera. Él tiene que tener
su bajo vientre apoyado por completo o se siente inseguro.
Señor demostró que sus palabras eran una mentira mientras hacía todo lo posible
para zafarse de su agarre.
Kell apretó los dientes.
—Annabelle, ¿Has llamado Señor a este bicho?
Ella trató de enviarle una sonrisa brillante.
—Yo quería ayudar a su autoestima, estoy segura de que podría ser un perro alfa.
El cachorro ladró, y Belle le dejó ir. Inmediatamente, comenzó a perseguir su cola.
En algún lugar más allá de la cocina, una puerta se cerró de golpe. Señor se precipitó
detrás de Kellan con un pequeño gemido.
Él sacudió la cabeza.
—Ya le estás cambiando el nombre.
—No —dijo en voz baja mientras se dirigía a la cocina.
—Desde luego que lo harás. Ahora, Annabelle.
—Mi casa. Mi perro. —Ella se dirigió hacia la sala de estar con Señor pegado a sus
talones.
Kellan fue tras ella. El timbre de su teléfono fue lo único que la salvó de más de
este enfrentamiento. Belle salió de la habitación mientras podía... pero estaba
bastante segura de que él iba a pensar pronto en un castigo.

* *
Tate suspiró y dejó que su cuerpo se deslizara cansado en la silla frente a Kellan.
Pintar era un asco. No era tan divertido como el sexo, pero Belle probablemente no
confiaba en que no habría repetición de la debacle de Dallas. Y era evidente que no
estaba preparada.
La pregunta era, ¿alguna vez estaría lista?
En todo lo que Belle parecía interesada era leer ese diario de su abuela y arreglar
esta vieja casa, a pesar de que había tenido un par de minutos prometedores al
principio del día, por lo que Tate tenía grandes esperanzas en la noche. Pero justo
después de la cena, Belle había escapado a la oficina de su abuela y comenzó a
navegar por un viejo álbum de fotos que había encontrado.
La madre de su padre había sido una belleza y se había rodeado de otras mujeres
hermosas. Página tras página mostraba imágenes de la abuela de Belle de pie cerca
de mujeres que parecían pertenecer a la pantalla grande. A él le había encantado la
sonrisa en el rostro de Belle mientras señalaba a su padre durante las diversas etapas
de su infancia y adolescencia.
Una vez más, Tate recordó el día en que habló con él sobre la muerte de su padre.
Ella con voz entrecortada había admitido que su madre se cerró después de su
muerte. A pesar de recibir la atención básica, Belle había estado completamente sola.
Él se vio reflejado. Incluso en una casa junto con su familia, nadie de los que
compartían su carne y sangre se había acercado a él de niño. Se preguntó si esa
herida purulenta causaba cualquier vacilación de Belle para sumergirse en una
relación.
Eric entró en su “oficina”, bostezando.
—Tengo los escritos presentados a tiempo. Voy a tener que volar de vuelta la
próxima semana. No quiero, pero tengo que asistir personalmente a la cita en el
tribunal.
Después de sólo tres días alejados, la tensión en su negocio se hacía evidente.
Podían manejar gran parte de su carga de casos a través del ordenador y el teléfono,
pero Kellan y Eric todavía aparecían en la corte de forma rutinaria. Tate lo evitaba
como la peste. Sobre todo porque había llegado a darse cuenta de que los jueces eran
charlatanes pomposos a los que les gustaba oírse hablar, y verse obligado a escuchar
a otros abogados pontificando le daban ganas de golpear a alguien en la cara.
Prefería contratos y clientes corporativos que tratar casos criminales. Por lo general,
también, terminaba con ganas de golpear a capullos sin escrúpulos. Tate entendía la
ley. La gente era harina de otro costal.
Por el momento, eso incluía a Belle.
—Bueno. ¿Me necesitas para programar el vuelo? —Él era probablemente el único
que recordaba sus contraseñas.
—Sí. Joder, necesitamos una secretaria. —Eric se sentó en la silla de al lado.
Kellan rió.
—Sí, no creo que ninguno de nosotros realmente entendiera hasta ahora cuánto
hacía Belle por nosotros.
—Me gustaría recompensarla adecuadamente si ella me dejara. —De hecho, Tate
la recompensaría toda la noche.
Eric asintió.
—Amén, hermano. ¿Comió algo esta noche?
Preparó un asado muy bueno que había llenado la casa todo el día con sabrosos
olores e hizo que el estómago de Tate gruñera.
—Un poco, pero la encontré dormida en el escritorio de su abuela con su plato
medio lleno —se quejó Kellan—. Voy a trasladar la oficina a otra habitación. Los
cuatro necesitamos sentarnos juntos en las comidas. Todo esto de agarrar una
bandeja cuando tenemos un minuto no está funcionando, chicos. Tenemos que
pensar bien las cosas.
Con el ceño fruncido, Tate casi se opuso. Siempre estaba pensando.
—Lo siento, tuve una conferencia telefónica a las 18:00. No podía salir de ella.
Y él había comido el almuerzo en su ordenador, ya que había recibido un correo
electrónico de emergencia pidiendo aclaraciones sobre un contrato que no habían
firmado algunos clientes. Eric se había visto obligado a salir a buscar un nuevo rúter
cuando el que habían estado utilizando de repente se apagó. Tate lo atribuyó al
electricista ligón.
—Despejad vuestros horarios de mañana a las ocho, al mediodía y a las seis.
Forzaremos a Belle a sentarse con nosotros —aconsejó Kellan.
—Sí, como la gente civilizada en una relación. —Parecía como si la paciencia de
Eric estuviera al límite.
—Ella no va a admitir que estamos en una relación. —Tate seguro que no se sentía
como si estuviera en una, tampoco.
—Realmente pensé que ya se habría dado por vencida —admitió Eric, la
frustración contraía su expresión y tensaba sus hombros. Sus cejas se situaron en una
profunda V. Tate podría no ser capaz de leer a la mayoría de la gente, pero conocía a
su mejor amigo—. No me gusta lo duro que está trabajando.
—Pero a ella le gusta. Parece feliz. —Había notado que sonreía y tarareaba
mientras pintaba. Había una paz en Belle que él nunca antes había visto—. Creo que
tenemos que considerar realmente el hecho de que no va a salir de este lugar.
Estamos jodidos.
Tal vez debería haber dejado ir a Kellan y envuelto a Belle en sus brazos para
siempre. Podría haberla besado y decirle lo que significaba para él y tal vez no se
sentiría como si hubieran perdido su oportunidad con ella. Belle podría responder a
sus coqueteos durante todo el día, pero si no se rendía o se enamoraba, no
importaría.
Y casi tan pronto como terminó el pensamiento, Tate se dio cuenta de que no
podía abandonar a su amigo. Se sentía desleal, incluso por pensarlo.
—Lo siento, chicos. —Kellan se puso de pie—. Esto es culpa mía.
—Alto. No más excusas —Tate insistió—. La pregunta ahora es, ¿qué es lo que
quieres de esto?
Eric asintió.
—Sí, ¿qué es lo que quieres hacer aquí? Creo que deberías quedarte. Belle se puede
manejar, pero hemos pasado días sentados alrededor esperando a que cambie de
opinión. No funciona.
—Necesitamos un plan. —Pensaron que ella se haría rápidamente a la idea, pero
ahora Tate vio que era firme sobre su cambio de carrera. Al igual que hablaba en
serio sobre la mudanza.
—¿Qué pasa si no podemos conseguir que vuelva a casa con nosotros? —preguntó
Eric.
—No sé, pero sé que no me voy a rendir. —Él la amaba. Nunca había sentido por
otra mujer lo que sentía por Belle. Sonreía más con ella. Incluso se gustaba más
cuando la tenía a su alrededor—. Si tengo que mudarme, lo haré. La amo. Tenemos
que ponerla primero a ella a partir de ahora.
Eric levantó una mano.
—Estoy de acuerdo. Ponerla primero a ella es la única forma en que esto funcione,
creo. Si realmente pensara que no podía manejar el tipo de relación que queremos,
me gustaría permitirle elegir a uno de nosotros, pero ella nos necesita. Creo que su
renuencia ahora se trata de su orgullo herido y su falta de experiencia, no tiene
ningún miedo por tener más de un hombre.
—No sé —contestó Kellan—. Vosotros tenéis que mostrarle que podéis hacer su
vida mejor. Esto comienza con ser organizado. Tienes razón en ponerla a ella primero
y darle lo que necesita. Cualquier buen Dom lo hace. Eso significa también
priorizarla por encima del negocio. Mañana la ayudaremos. Los tres. He mirado en
vuestras agendas y casi todo puede esperar.
Tate repasó su agenda de mañana, y luego asintió. Hoy había ayudado con la
pintura, y se había sentido maravillosamente cerca de ella durante esas preciosas
horas. Habían bromeado y charlado como en los viejos tiempos, pero una nueva
conciencia zumbaba entre ellos. Mientras que había trabajado a su lado, estuvo casi
perfectamente contenido. Si pudiera haberla besado cuando terminaron y la hubiera
llevado a la cama, sería el hijo de puta más feliz del planeta. En cambio, cuando se
había arreglado para pasar la noche, Tate la había sentido apartándose. La distancia
entre ellos lo corroía.
Pero eso no era lo único que le preocupaba.
—Quiero investigar a ese abogado de su abuela. He oído algo de su conversación
de hoy y no me gusta. Le dijo que tenía que tener un inventario de la casa antes de
que la corte cerrara la transmisión.
Por supuesto, la ley de sucesión difería ligeramente de un estado a otro, pero si
Marie Wright había dejado todo a su nieta y Belle no tenía ningún pariente
contencioso con el que compartir la finca, Tate no podía pensar en ninguna razón por
la que el estado necesitaría un inventario completo.
—¿Qué? Eso no tiene sentido. —Eric frunció el ceño—. Supongo que eso explica
todos esos becarios con corbata que se movían hoy dentro de la casa.
—Sí. Investiga al abogado —dijo Kellan—. Estos becarios no estaban simplemente
anotando un inventario. Estuvieron hurgando, pinchando y desmontando cosas. Y
hay que tener también en cuenta a nuestro querido amigo, Mike el electricista. Es
demasiado lameculos
Tate también odiaba al hijo de puta. En especial no le gustaba la forma en que el
viejo Mikey sonreía a Belle, como si el gesto fuera un avance. Era un gilipollas
encantador que tenía que apartar los ojos de las chicas de otros chicos. Excepto que
ella no era realmente suya. Mierda, ¿le gustaba el electricista? Probablemente no
citaba estadísticas u ofrecía verbalmente su pene.
—No creo que él sea muy bueno en su trabajo —afirmó Tate—. Se perdió por toda
la casa. Hoy tuve que decirle tres veces dónde ir.
—Me gustaría decirle dónde ir —gruñó Eric—. Sé que hay un montón de
habitaciones en esta casa, pero él parecía más interesado en lo que estaba en el
espacio personal de Belle que en cualquier cableado detrás de las paredes.
—Yo también lo observaba y estoy de acuerdo —dijo Kellan, sentándose de
nuevo—. Por lo tanto, ¿todos estamos de acuerdo?
Bueno, dos de ellos lo estaban. Kellan sólo acababa de decirlo. No estaba
realmente en ello con ellos. Tate sólo tenía que mantener la esperanza de que los
sentimientos de Kell hacia Belle acabaran por arreglarse.
—¿Vas a ayudarnos?
La mandíbula de Kellan estaba tensa.
—No creo que sea una buena idea.
—Así que vas a dejar que la perra del infierno te derrote. —Tate realmente estaba
muy harto de excusas.
—No lo entiendes —Kellan dijo de nuevo, obviamente, tratando de ser paciente
con él.
Y Tate también estaba harto de las actitudes pacientes de la gente mientras
hablaban delante de él. Sí, era socialmente torpe, pero no era un tarado.
—Yo entiendo que si dejas ir a Belle, tu ex y tu padre han vuelto a ganar.
Kellan obligó a su silla a retroceder, el roce fuerte llenando la tranquila habitación.
—Una vez más, no sabes nada acerca de la situación, por lo que sería mejor si te
quedaras fuera de eso. No fuiste criado de la forma en que yo lo fui. No fuiste
arrastrado por la mierda por tu propia familia.
Tate no pudo evitar poner los ojos en blanco.
—Sí, hombre, mi infancia fue una pasada. También la de Eric.
—Tu padre no preñó a tu esposa —dijo Kellan entre dientes.
—Y tu padre no te encerraba en una habitación durante tres días cuando llegabas
a casa con un 9,2 en un examen. —Todo el mundo tenía sus problemas. A veces
Kellan no podía ver más allá de él, y Tate se dio cuenta de que había estado tratando
a su amigo con guantes de seda. Tiempo para quitárselos.
—¿Tu padre hizo eso? —preguntó Kellan, horrorizado.
Tate podía recordar lo humillante que había sido.
—Me dejó con dos botellas de agua y una barra de pan y dijo que era la forma en
que tendría que vivir si no estudiaba más duro. Y tu padre no te dijo que eras un
pelele sin valor, porque te retiraste del fútbol después de que tu segunda conmoción
cerebral condujo a la pérdida de memoria a corto plazo.
Eric levantó una mano.
—Ese fue el idiota de mi padre. Él era un hombre de hombres. Los hombres
jugaban al fútbol. El daño cerebral era sólo una cicatriz de guerra de menor
importancia en su libro. Mira, ninguno de nosotros lo tuvo genial en el departamento
de padres. Mi madre sólo ha sido un buen padre desde que se fue mi padre.
—Y tú no tienes que lidiar con dos hermanos que te llamaron idiota porque te
colaste un rato para ver la televisión en la casa de un vecino. La caja tonta pudre la
inteligencia, según mi madre. Prohibían la televisión, los libros que no eran
académicos, y la mayoría de los deportes. Absolutamente ninguna chica. Demonios,
incluso los amigos eran desanimados. Realmente no tuve uno hasta que conocí a Eric.
—El incómodo día en la secundaria cuando él había sido asignado a meter unas
pocas matemáticas en la cabeza del atleta fue el mayor punto de inflexión en su vida.
—Está bien —admitió Kell—. Así que todos tuvimos algún tipo de padre
gilipollas.
—Pero eso es el pasado —subrayó Tate—. Creo que nuestro futuro está arriba en
la cama sola porque no nos ocupamos bien de ella. Yo no quiero ser ese niño
atrapado en una habitación de nuevo. Salí de ella hace mucho tiempo y no voy a
entrar de nuevo. Cualquiera que sea la celda en la que la perra de tu ex te tenga
encerrado, necesitas abrir la puerta. De lo contrario, estás dejándola que te atrape
dentro.
Los ojos de Eric se abrieron como platos.
—Guau, Tate. Eso es lo más emocionalmente astuto que he oído alguna vez
saliendo de tu boca, tío.
—Puedo aprender. —Puso los ojos en blanco.
Él en realidad había trabajado muy duro para entender por qué la gente que le
importaba hacía las cosas que hacía. Sólo que no siempre tenía razón. En este caso,
sin embargo, atinó.
—Creo que Belle nos necesita a todos, y eso significa que tienes que dejar de
pensar con tu dañado corazón con Trastorno por Estrés Postraumático y dejar que tu
pene se haga cargo, Kell. Tu pene es mucho más inteligente.
—Y ahí se coló —Eric negó con la cabeza—. Obviamente, su inteligencia
emocional viene a trompicones.
Tate no iba a disculparse por ser contundente. Él estaba en lo correcto. Si Kell sólo
siguiera su instinto y se diera cuenta de lo mucho que valoraba a Belle, todos serían
más felices.
—A menos que realmente te enfríes por lo de virgen.
Kellan gruñó en su dirección.
—Por supuesto que no. Pero no creo que pueda cuidar de ella de la manera que se
merece. Lo he explicado. Necesita un marido y una familia.
—Va a tener uno. Dos en realidad —contestó Eric.
Al menos uno de sus amigos lo respaldó. Tate estaba bastante seguro de que si
Kellan lograba dejar de lado su miedo, se iba a encontrar a sí mismo en un lugar feliz.
Pero hasta ahora, seguía arreglándoselas para pensar demasiado la situación y
cagarla continuamente.
—Está bien. Nos ocuparemos de Belle —ofreció Tate—. Puedes aparecer sólo para
el sexo.
Pero no sería solo sexo, lo sabía. Kellan rechazaría con disgusto la idea de que
hacer el amor con Belle sería la terapia, sin embargo lo sería. Para Tate, eso sería
volver a casa. Aún así, Kellan necesitaba mantener las cosas relajadas porque no
había superado el hachazo que su ex y el estúpido de su padre habían dado a su
alma. Tate le daría a Kell una cosa: al menos él nunca había tenido que ver a su padre
desnudo y echando un polvo con su chica. Ahora que pensaba en ello, estaba
bastante seguro de que incluso su madre nunca había visto a su padre desnudo. Tate
supuso que él y sus hermanos habían sido concebidos en alguna placa de Petri
porque la idea de sus padres follando no cuadraba.
Su vida habría sido así, estéril y falta de emoción si se hubieran salido con la suya.
Se habría dedicado a la resolución de problemas intelectuales sin realmente entender
lo que significaba la vida. Que estaba incompleta sin la amistad y el amor. A veces
eso significaba sentarse a ver películas de acción un sábado por la noche. A veces eso
significaba hacer un balance de quién y qué era importante para ti. Un millón de
pequeños detalles y momentos componen una vida. Eric le había enseñado eso. En
cierto modo, Kellan lo hizo, también. Era por lo que no podía simplemente dejar que
el hombre se alejara. Belle era primero, sí, pero sus amigos pasaban a un segundo
lugar muy cercano.
Él quería tenerlo todo.
—Dudo que Belle vaya a estar interesada en ese tipo de relación —contestó Kellan,
aunque era fácil ver que estaba pensando y sufriendo por ello.
—Solo tienes que venir a desayunar con nosotros. —El primer paso para resolver
cualquier problema era desarrollar una hipótesis, y la suya era que Kellan no sería
capaz de resistir si se quedaba alrededor un poco más de tiempo. Si estaba
durmiendo junto a Belle todas las noches, sería incapaz de mantener su distancia por
mucho tiempo.
Mierda. Otro problema le golpeó entre los ojos.
—Esperad, chicos. Somos tres. ¿Dónde duerme el número tres? —Tate se
estremeció un poco—. No puedo abrazarme con Eric. Es sólo que... no.
Había tenido una visión de dormir al lado de Belle, con los brazos envueltos
alrededor de ella. Podía despertar con su dulce aroma y el suave tacto de su piel, a
continuación, rodar sobre ella y deslizarse en su interior antes de que estuvieran
realmente despiertos. Eso sería casi imposible si su mejor amigo estaba entre ellos.
Alguien tenía que escribir un libro de consejos ménage.
Eric se rió en voz alta.
—Creo que vamos a tener que hacer frente a ese problema cuando llegue el
momento, amigo.
Eric podía reírse todo lo que quisiera, pero parecía un verdadero acertijo.
Y entonces un grito agudo, atravesó la casa. El corazón de Tate casi se detuvo. Se
levantó de un salto.
—Belle.
Eric y Kell se levantaron, también. Estaban corriendo por las escaleras antes de
que muriera el sonido, y Tate rezó para poder llegar a ella a tiempo.
Capítulo 11

Belle puso una mano temblorosa sobre su boca, y luego la extendió hacia la mesita
de noche para encender la lámpara y se levantó de la cama. Cuando un brillo dorado
iluminó la habitación, la escaneó, jadeando violentamente. Pero no vio señales de la
persona que habría jurado que acababa de susurrar en su oído.
Después de un agotador día de pintura, eso le recordó que había crecido
desacostumbrada al trabajo físico, la cómoda cama la había atraído. El silencio la
había envuelto, adormeciéndola en algún lugar entre la conciencia y el sueño. Justo
antes de haberse dejado caer en el abismo oscuro del sueño, pensó que había oído el
siseo amenazante de una advertencia.
Sal antes de que él también te atrape.
A continuación, un grito ensordecedor la había sacudido hasta despertarla.
Jadeante, Belle dejó que su nerviosa mirada rebotara alrededor de la habitación.
Nadie visible, pero la idea de un extraño en su habitación le provocó náuseas. El
miedo la estremeció. ¿Alguien había estado aquí antes? La puerta seguía cerrada, así
como su ventana. ¿Cómo podría alguien haber conseguido entrar? ¿Dónde? Parecía
que en algún lugar entre poco probable e imposible. Pero juraría rotundamente que
alguien había permanecido sobre ella en la oscuridad susurrando la advertencia.
¿Tal vez había sido un sueño? Era posible que entre la alerta del señor Gates de
que la casa estaba embrujada y el agotamiento total, su imaginación la hubiera
puesto a cien.
Belle se volvió para mirar hacia la cama. Señor bostezó, observándola con una
mirada ligeramente inquisitiva, sobre todo como preguntando cuando apagaría la
maldita luz de nuevo para que pudieran dormir. Pero el perro no ladraba. Ella dejó
escapar una respiración contenida. Si Señor no estaba ladrando como un desaforado,
entonces estaban solos en la habitación. Demonios, a veces ladraba, incluso cuando
no había nadie allí. Necesitaba calmarse y dejar de permitir que sus sueños
extrañamente vívidos la derrotaran.
Belle decidió no entrar en pánico y olvidarlo, pero cuando empezó a meterse de
nuevo a la cama, se encontró mentalmente repitiendo el sueño. ¿El grito que había
oído fue parte de su pesadilla... o algo real? No podía recordar.
Entonces, mientras se giraba hacia su mesita de noche, diciéndose de apagar la luz
y dormir un poco, una visión inesperada atrapó su atención. Escrito en la pared por
encima del antiguo tocador de su abuela en un pigmento que parecía
desconcertantemente rojo estaban las palabras: escapa mientras puedas.
Belle abrió la boca para gritar de nuevo justo cuando la puerta se abrió de golpe.
Tate corrió, sus ojos salvajes. Claramente, el grito que había oído había sido real.
¿Había sido suyo?
Inmediatamente, se dirigió hacia ella, cubriéndole los hombros con sus manos
grandes mientras la miraba, la preocupación escrita en el rostro.
—¿Qué pasó?
Eric irrumpió justo detrás de él, viéndose casi tan listo para defenderla.
—¿Hay alguien en la casa?
Kellan se detuvo en la puerta, agarrando el bastón de su abuela en una mano y el
teléfono móvil en la otra.
—¿Debo llamar al 911?
Con el corazón golpeando violentamente, ella señaló a la pared opuesta. Al leer el
aviso, una vez más, se acercó tanto como pudo a Tate, aceptando el consuelo y la
protección que su gran cuerpo ofrecía.
Kellan se acercó hecho una furia hacia la pared y examinó la escritura.
—¿Qué demonios?
—Estaba casi dormida. Alguien susurró palabras similares en mi oído. Por lo
menos me pareció oír eso. No lo sé. Tal vez fue un sueño, pero...
Tate envolvió los brazos a su alrededor y la acercó contra él. Eric abrió las puertas
del armario contiguo y del cuarto de baño. Ambos vacíos.
—Quedaos con ella —dijo Kellan a los otros dos. No esperó a que respondieran.
De inmediato marcó su teléfono y empezó a pasear hasta el rellano—. Necesito a la
policía, por favor. Ha habido un intruso en la casa de mi novia.
Mientras ella le oía bajar las escaleras y responder preguntas con respuestas
entrecortadas, Eric se acercó, hablando en un tono destinado a calmar a todo el
mundo.
—Tate, ¿por qué no llevas a Belle abajo y le preparas una taza de té mientras
esperamos a la policía?
Tate asintió, tomando su mano y entrelazando sus dedos. Eric apartó la vista de la
advertencia en la pared antes de que los dos hombres compartieran una larga,
mirada tensa.
—¿Qué es? —preguntó Belle, recogiendo a Señor contra ella con su mano libre.
Algo estaba pasando, y ellos sabían más de lo que le estaban diciendo.
Tate sacudió la cabeza y la instó a la puerta.
—No es nada, cariño. Vamos a dejar que la policía mire esto. Vamos a llevarte
abajo. Estoy seguro de que van a tener preguntas para ti.
Ella clavó los talones.
—No hasta que me digáis lo que está pasando.
Los ojos de Eric se cerraron brevemente, pero cuando los abrió asintió con la
cabeza, como si hubiera llegado a una decisión.
—Estoy bastante seguro de que es sangre, Belle. Sin embargo, su aspecto pardusco
me hace pensar que es seca, así que no creo que la persona que lo hizo todavía esté
aquí. Pero quiero comprobar el resto de la casa. Tenemos que sacarte de esta
habitación y dejar que los policías hagan su trabajo.
¿Sangre? Belle no se había permitido extenderse mucho sobre esa posibilidad, pero
en el fondo, había sospechado lo mismo. Desesperadamente, había esperado que la
idea fuera simplemente una ilusión generada por el miedo. Saber que los chicos
habían llegado a la misma conclusión no la confortaba. Se estremeció y dejó que Tate
la llevara deprisa por las escaleras.
Una hora y una taza de té después, estaba más tranquila ya que la policía se fue
con garantías de que la casa era segura y que empezarían a investigar a todos los que
estuvieron allí ese mismo día.
—¿Realmente no viste esas palabras en la pared antes de ir a la cama? —Kellan se
cernía sobre ella, su tono pura interrogación.
Belle ya había recordado la noche alrededor de una docena de veces con la policía,
pero se aferró firmemente a su paciencia para contestar. Si uno de los chicos se
hubiera despertado gritando, probablemente también estaría asustada.
—No, pero estaba agotada. Literalmente, caí en la cama con la ropa puesta, así que
no tenía ninguna razón para encender la luz. —Por supuesto, si lo hubiera hecho, se
habría dado cuenta del mensaje que alguien había tenido a bien dejarle. Pero por el
lado positivo, ya había estado completamente vestida cuando llegó la policía—. No
lo vi. Y no tengo ni idea de quién podría estar tratando de hacer que me muera de
miedo. No tengo enemigos que yo sepa, sobre todo en esta ciudad. Acabo de llegar.
La policía había hecho un rápido examen forense y determinó que el mensaje
había sido escrito con sangre de cerdo. Dijeron que investigarían el vandalismo y el
posible robo, pero gran parte del departamento estaba sumido en el asesinato de la
madama que había tenido lugar a pocas manzanas de distancia y ahora estaba
ganando la atención nacional de noticias.
—Creo que tendríamos que hacer las maletas y volver a casa hasta que sepamos
quién trata de asustar a Belle y por qué. —Eric se paseaba por la cocina.
Tate asintió.
—Podemos pasar la noche en un hotel y coger un vuelo a casa mañana.
Ella tenía miedo, sí. Aterrorizada de que alguien hubiera entrado en su casa, en su
habitación, con la intención de asustarla. Pero no se iba. Su futuro estaba aquí, y no
parecía que estos hombres entendieran que no podía volver a la relación que habían
tenido antes. Si los seguía de vuelta a Chicago, volvería sólo a ser su secretaria,
teniendo cuidado de sus necesidades profesionales, pero sin satisfacer realmente
cualquiera de las suyas.
—No, esta es mi casa, y no voy a dejar que algún idiota me asuste.
—Belle, alguien entró. No es seguro, sobre todo hasta que sepamos quién es y con
lo que estamos tratando —la voz de Kellan sonó dura como el acero.
—Sabes que no es totalmente cierto. —Ella sacudió la cabeza—. Nadie tenía que
entrar. ¿Has visto la lista de contratistas y personas de reparto que le di a la policía?
Probablemente veinte personas entraron y salieron hoy por aquí, incluyendo el
espeluznante viejo de al lado que me dijo que mi abuela era una bruja y que no debía
seguir sus pasos.
De hecho, habían aparecido dos de sus vecinos, uno era una mujer muy agradable
que escribía novelas como medio de vida y le había llevado magdalenas. El otro
había aporreado una biblia en su rostro. Belle sabía a qué vecino invitaría a las cenas.
—Estaban los becarios de la oficina de abogados —continuó—. No te olvides del
electricista, el fontanero…
Tate frunció el ceño.
—¿Era el tipo con barriga cervecera y melena que me dijo que lo llamara Capitán
Ron?
—Ese es.
—¿Estaba en el ejército o algo? —Eric parecía confundido.
—No, así es sólo como le gusta que le llamen. —Belle suspiró. Se deducía que una
ciudad tan interesante tendría un montón de coloridos personajes. Sólo deseaba que
no todos estuvieran a la vez en su casa.
Tate se limitó a sacudir la cabeza.
—Y pensaba que yo era raro...
—Centraos, chicos —espetó Kellan.
—Me acuerdo de todos los que vinieron, el tipo de UPS, el empleado de
mantenimiento que te dio un presupuesto, incluso del adolescente que entregó
nuestra pizza.
—¿Qué hay de los tres mensajeros que necesitaban vuestras firmas en los
documentos? Había un montón de gente aquí hoy —señaló Belle—. Cualquiera de
ellos podría haber entrado en mi habitación en cualquier momento. La casa estaba
completamente abierta.
Tate golpeteó con los dedos la mesa de la cocina.
—La pregunta es, ¿por qué alguien iba a hacer eso? El vecino raro y el Capitán
Ron por lo que puedo ver ya parecen trastornados de todos modos.
—Que es lo que le dije a la policía —le comentó Belle a Kell.
—¿Cómo se llama el vecino espeluznante? ¿Lo atrapaste? Yo estaba en una
llamada cuando pasó por aquí.
—Era un imbécil difamando a mi abuela, no presté atención a su nombre. —Belle
sonrió forzada.
—Voy a averiguarlo mañana. Sé que la policía dice que va a mirar a todo el
mundo, pero voy a poner un poco de esfuerzo extra en él —prometió Eric.
—O podríamos ir a la puerta de al lado y tener una agradable charla con él. —
Kellan tenía una mirada plácida en su cara que no engañó a Belle ni un minuto. Si
ella lo dejaba, amenazaría al hombre de al lado con todo tipo de violencia. Después
de que los chicos se hubieran ido, ella se quedaría a vivir y lo tendría de vecino. No
podía permitir que Kellan empeorara una mala situación.
—No, vamos a dejar que la policía trate con él. Mañana por la mañana, voy a dejar
saber al señor Gates que no voy a permitir a ningún becario de nuevo en la casa. Voy
a vigilar a cada repartidor. Ya he pedido un nuevo sistema de seguridad. Pero por lo
que sabemos, era una broma —teorizó Belle, aunque sospechaba lo contrario—. No
puedo dejar que alguien me ahuyente.
El recuerdo de aquella voz fantasmal flotó a través de su cerebro de nuevo, pero
Belle la apartó. Ella no iba a “irse”. También se negó a dejar que su activa
imaginación corriera loca. Por supuesto que tenía miedo. Quien haya hecho esto
podría ser un chiflado de las proporciones de Manson. Esperaba que este episodio
fuera simplemente el trabajo de alguien tratando de ponerla nerviosa. Su casa no
estaba embrujada, y ningún fantasma había escrito esa advertencia en su pared.
—Todavía creo que deberíamos ir a casa —dijo Tate tenazmente.
Belle suspiró. Habían hablado de esto.
—Voy a volver a la cama. Mañana tengo un largo día por delante.
Se puso de pie y comenzó a subir las escaleras, cansancio e inquietud a la vez
invadían su organismo. ¿Podría realmente dormir sola en esa habitación esta noche?
—No, no vas, Belle. —Esa voz le dijo al instante que Kellan tenía pensado ponerse
firme y defender su decisión.
Al pie de la escalera, se dio la vuelta.
—¿No puedo ir a dormir? ¿De verdad?
Él se dirigió a su lado, y luego subió la escalera por delante de ella, bloqueando su
camino, brazos cruzados sobre el pecho ancho.
—Hasta que no sepamos a ciencia cierta que es seguro y que nadie podría llegar a
ti, puedes dormir en uno de los dormitorios en el segundo piso, cerca del nuestro o
podemos dormir en el suelo en tu habitación. Tú eliges.
Tate corrió a su lado.
—Estamos preocupados por ti, cariño. Si quien escribió en tu pared con la sangre
de animal regresa, ¿qué harán?
—¿Belle? —Eric se acercó, su expresión a la vez implorante y suave—. Estoy
seguro de que estás pensando que no tenemos el derecho de decir lo que debes hacer,
ya que ya no trabajas para nosotros y que... bueno, que la cagamos en Dallas. Pero
¿cómo favor? Por favor, no nos hagas preocuparnos más por ti de lo que ya lo
estamos. Pensar que podemos haber perdido la oportunidad de estar contigo hace
daño, pero imaginar que podríamos perderte para siempre... —negó con la cabeza—.
No podría seguir, sabiendo que no te había protegido.
Ella dejó escapar un suspiro tembloroso, tratando de no estar conmovida, pero lo
estaba. Sí, la habían hecho sentir mal, pero sus expresiones también le dijeron que lo
decían en serio. Se preocupaban. Al menos Tate y Eric le habían dicho una docena de
veces que querían la oportunidad de corregir sus errores después de la boda de Gigi
y Butch. Kell incluso había desnudado sus cicatrices para ella. Belle realmente amaba
a estos hombres.
Entonces, ¿dónde les dejaba eso a ellos?
Los chicos estaban esperando con paciencia y desgastándola, lo sabía, así
regresaría a Chicago. Eso no iba a pasar, pero mientras tanto, se apretujaban contra
ella medio desnudos y le susurraban sugerencias malvadas. Habría hecho todo lo
posible para seguir resistiéndose a ellos. Pero no podía resistirse a su preocupación.
Ella conocía a Kell lo suficientemente bien como para saber que esta estratagema
prepotente era la única forma en la que se permitiría expresar afecto. La dura
insistencia en su cara le dijo que le importaba tanto como ella había sospechado
cuando amenazó con pegarle por querer ayudar a Kinley hacía unos meses.
Los ojos de Belle se llenaron de lágrimas. ¿Contra qué estaba luchando
exactamente? Los quería. La querían. No esperaba que se quedaran para siempre y
ella no estaba manteniendo intencionadamente su virginidad. ¿Y si los negocios los
llamaban de regreso al norte? Su nueva vida estaba aquí, la de ellos allí. ¿Y si nunca
volvía a verlos? El pensamiento la apuñaló en el corazón. Le dolía y sangraba, pero
se obligó a enfrentarse a la realidad. Volverían a casa y encontrarían a alguien que
fuera correcta para ellos, que pudiera unirlos a todos. Belle sabía que no estaban
realmente enamorados de ella, tal vez lujuria, pero si en efecto Kell le daba su
corazón, ella sería capaz de curarlo. Belle no podía, pero esa mujer estaba por ahí,
esperándoles.
Pero ¿por qué no podía disfrutar de unas cuantas noches con estos hombres antes
de que se fueran y encontraran a la que los completara? Estaba cansada de estar cerca
de ellos y no tocarlos. ¿Era tan malo querer sentir su protección cuando tenía miedo?
¿Anhelar la oportunidad de experimentar su pasión mientras aún podía?
Su mirada les acariciaba. Eran muy inteligentes, guapos, amables, divertidos... La
mujer que acabara con ellos sería incomparablemente afortunada, y saber que no era
ella, atormentaba a Belle. Ella había considerado sus amistades como algunas de las
más importantes de su vida y tenía la esperanza de poder tener una especie de felices
para siempre como Kinley. Pero no. Lo mejor que podía hacer ahora era abrazarlos y
experimentar placer en sus manos. Entonces sabría lo que se sentía al ser sostenida y
amada por ellos, lo que significaba ser su mujer, aunque fuera sólo por una noche o
dos. Una vez que se fueran, ella tendría bellos recuerdos para el resto de su vida.
—¿Qué te parece, Belle? —provocó Eric.
—De acuerdo. Me quedaré en tu habitación. Pero sólo si te quedas conmigo.

* *
Eric se quedó mirándola. ¿Acababa de decir lo que pensaba que había dicho?
—¿Quieres que me quede contigo?
—Sí. Por favor. —Se mordió el labio carnoso, pareciendo de alguna manera
increíblemente sexy aunque pensativa a la vez.
Por supuesto estaba asustada. Él no debió leer nada sexual en su petición.
—Por supuesto. Déjame agarrar algunas almohadas y mantas. Voy a dormir en el
suelo para que puedas descansar más relajada.
Se dio la vuelta para encontrar lo que necesitaba. Mañana, su espalda
probablemente dolería como una perra, pero Belle finalmente estaba tomando
contacto, finalmente se ablandaba hacia ellos. Bueno, al menos a él. Seguro que no le
importaba cual de ellos la protegía.
—Espera. —Ella le tocó el brazo, un susurro de su piel sobre la suya. Entonces se
apartó, pareciendo francamente nerviosa—.Te quiero a mi lado.
Eric se la quedó mirando. ¿Había querido decir eso de la forma en que sonaba,
como si quisiera sexo?
La habitación se había quedado completamente en silencio. De hecho, parecía que
todo el mundo se había detenido. Tate se quedó inmóvil junto a él, y Eric sintió la
tensión saltar a través de su mejor amigo. ¿Qué demonios iba a hacer Tate si Belle no
lo quería?
Eric sabía que a un nivel básico se suponía que debía estar feliz de que ella
pudiera desearle por encima de los otros, pero había dejado de funcionar de esa
manera hacía mucho tiempo. Tal vez nunca lo hizo. Cuando se trataba de Belle, era
posesivo, sí. Había pillado a ese excesivamente musculoso electricista mirando su
culo al principio del día y le había tomado todo lo que tenía no matar al hijo de puta.
Pero Tate y Kellan eran diferentes. Eran sus socios.
Estaba loco por Belle, pero no quería hacer daño a sus amigos. No había salido con
una mujer sin ellos en años. Ni siquiera estaba seguro de que pudiera tener éxito en
una relación con una mujer en solitario.
Tate se desinfló como un globo perdiendo poco a poco el aire. Tragó saliva.
—De acuerdo. Me voy a la cama, entonces. Buenas noches.
Mierda. Su compañero no se recuperaría de este rechazo. Una de las razones por
las que Eric se había colado tanto por Belle fue porque entendía y aceptaba la rareza
como la marca personal de Tate. De hecho, parecía disfrutar de ella. En el pasado,
habían salido juntos con más de una mujer que más tarde había declarado a Eric
“material de novio”, mientras empujaba a un lado a Tate. Si Belle hacía lo mismo, su
mejor amigo podría erigir una fortaleza contra el mundo y todos sus habitantes.
—Tate, para. —Belle se inclinó más cerca, poniendo una mano en su brazo—.
Cuando dije eso, me refiero a todos vosotros. Es sólo que la de Eric es la más grande
de las habitaciones. Yo prefiero estar cerca de vosotros tres. No creo que me vaya a
sentir cómoda en mi habitación hasta limpiarla.
Eric dejó escapar un suspiro de alivio. El globo de Tate de repente se llenó de
nuevo y se hinchó, listo para jugar al protector y amante, si ella le dejaba.
Kell llevaba una sonrisa de satisfacción.
—Buena elección.
Belle estaba cada vez más cerca de ceder, pero también estaba agradecido de que
les dejara cuidarla.
Algo sobre la casa le había puesto nervioso desde el primer momento. No había
dicho nada, pero a menudo se había sentido como si no estuviera solo en una
habitación cuando la lógica le decía lo contrario. A veces, incluso había sentido a
alguien mirando. Gates dijo que el lugar estaba embrujado. Eric no era un creyente...
pero tampoco era un incrédulo. La teoría de Belle fue que el fanático vecino de al
lado había causado el alboroto de esta noche para asustarla hasta que se fuera. Eric
no estaba de acuerdo, aunque no sabía quién era el culpable.
—Vamos arriba —dirigió Tate—. Nos ocuparemos de ti para que puedas dormir
un poco.
Ella pareció vacilar, víctima de un poco de ansiedad que Eric no entendía. Iban a
velar por ella y mantenerla a salvo. ¿No era eso lo que quería?
—No quiero dormir —confesó ella, con voz entrecortada.
Eric sintió como si una piedra le hubiera golpeado el pecho y una llama líquida
llenara su pene. Mierda, eso realmente sonaba como si deseara sexo.
—¡Maldición! —Tate sonrió y levantó a Belle en vilo—. No te arrepentirás, cariño,
vamos a hacer que te sientas muy bien.
—Para un minuto —insistió Eric—. Bájala.
Todos necesitaban reducir la velocidad antes de cometer el mismo error que en
Dallas y saltar a ciegas sin hablar de toda la situación. Habían estado tan felices de
tener a Belle desnuda y aparentemente dispuesta que no habían pensado en las
ramificaciones. Su declaración ahora podría ser tomada en más de un contexto. De
ninguna manera podrían dejar ninguna zona gris o espacio para la interpretación.
—¿Por qué debería hacerlo? —exigió Tate, pero accedió, aunque con reticencia
evidente.
—Belle, ¿qué estás pidiendo exactamente?
Ella inclinó un poco la cabeza, como si no estuviera segura de lo que podría o
debería responder.
—Quiero que todos estéis conmigo.
Eso no fue una respuesta precisa. No podían avanzar hasta saber la verdad.
Los ojos de Kellan se estrecharon. Obviamente, no estaba contento con su
respuesta a este respecto.
—No tienes que dormir sola, Belle. Todos nos prepararemos jergones. Uno de
nosotros va a dormir en la cama contigo, si lo deseas. O nos podemos quedar y
hablar, dejar de pensar en tus temores hasta que estés lista para dormir bien por la
noche.
—Eso suena horrible —se quejó Tate.
Eric vio la táctica de Kellan inmediatamente, y se alegró de que ambos estuvieran
en la misma línea haciendo que Belle indicara explícitamente lo que quería.
—Pero vas a sobrevivir, Tate —prometió Eric, enviándole una mirada que exigía
que subiera a bordo.
Con un largo e infeliz suspiro, su gran compañero la dejó en el suelo.
Si Belle quería ser abrazada o un beso... o más, tendría que pedirlo. Eric no se
aprovecharía de su vulnerabilidad o le daría ninguna razón para despertar mañana y
culparles por lo sucedido.
Eric guió a una extrañamente calmada Belle hacia su habitación en el segundo
piso. Tate les siguió. Kell dijo que iría a buscar juegos de cama extra y se reuniría con
ellos en el dormitorio. Ella seguía sin hablar. O bien Belle había querido decir lo que
había dicho literalmente e iba a ser una noche dura para ellos, o estaba siendo
cobarde. Esperaba que tuvieran algún ibuprofeno en la casa para el inevitable dolor
de espalda que tendría mañana. Nada podría aliviar el dolor en su pene. Dudaba que
consiguiera dormirse rápidamente sabiendo que Belle estaba tan cerca y no podía
tenerla.
Cuando llevó a Belle al dormitorio, Tate también entró, con el ceño fruncido con
toda la felicidad de una nube tormentosa.
Eric puso una mano sobre el pecho de su mejor amigo, deteniéndolo.
—No me mires como si te hubiera quitado tu juguete favorito.
—Lo hiciste y ni siquiera llegué a jugar con él.
A veces era demasiado literal.
—¿Qué ha estado tratando de enseñarnos Kellan?
Tate suspiró. Habían ido a clubes de BDSM con Kell durante años, pero sólo
recientemente se habían puesto serios sobre el acto cuando se dieron cuenta de que
Belle probablemente sería sumisa en el dormitorio. Lo que habían aprendido desde
entonces era mucho más que sobre qué flogger usar. En su lugar, Kellan había
tratado de enseñarles el valor de la comunicación.
—Maldición. ¿Por qué no podemos simplemente follar? —Tate levantó una
mano—. No digas nada. Sé la respuesta. Si ella quiere sexo, tiene que pedirlo.
Kellan entró y dejó caer una brazada de ropa de cama en el suelo, y luego dio una
palmada en la espalda Tate.
—Ah, él aprende.
—Aprende que probablemente va a permanecer caliente y solitario. A veces, el D/s
es horrible. —se quejó Tate—. Los chicos vainilla sólo se dejan caer sobre la mujer
que desean y disfrutan de ella.
—Vas a estar bien —aseguró Eric, luego se volvió a Kellan—. Pero date cuenta de
que mañana tendremos que escucharlo quejarse de su pene durante todo el día.
Kell resopló.
—Probablemente sí, pero no sería la primera vez.
—Va a ser la más ruidosa —prometió Tate—. Belle, cariño... sólo diles lo que
quieres y sácame de mi miseria.
—No la presiones si no está lista —gruñó Kellan—. Voy a dormir delante de la
puerta. Se sentirá mejor así.
—No, no lo harás. —protestó Belle, pareciendo frustrada—. Te quiero con
nosotros, Kellan, durante todo el tiempo que tengamos. Y creo que es embarazoso y
un poco mezquino que vayas a hacerme admitir lo que deseo en voz alta. Sería más
fácil si me lanzaras sobre la cama y me atacaras.
El corazón de Eric dio un vuelco, porque no había manera de confundir esas
palabras. Dio un paso hacia ella y la cercó, su pene poniéndose firme en el momento
en que se dio cuenta de esta noche podría no terminar en un sueño después de todo.
—Belle, te deseo —murmuró Eric—. No voy a mentirte acerca de ello o dar
evasivas. Así que voy a poner todas las cartas sobre la mesa. Quiero todo lo que
tienes para darme. Quiero compartirte con Tate y Kellan. Quiero montarte. Quiero
ser uno de tus Maestros. Si no puedes admitir lo que quieres, entonces sería mejor si
esta noche solo te vigilamos.
Kellan deslizó sus dedos sobre la delicada curva de su mandíbula.
—Realmente esperamos que estés cómoda y preparada. No vamos a repetir
nuestros errores. Hicimos las cosas demasiado deprisa. No hablamos.
—Creo que hablé demasiado —dijo Belle—. Ojalá no hubiera dicho nada en
absoluto.
Eric la obligó a mirarlo a los ojos. Necesitaba entender algunas verdades.
—Debes estar contenta de haberlo hecho. Lo habríamos sabido en el minuto en
que uno de nosotros hubiera estado dentro de ti, y habría habido un infierno que
pagar por mantenernos ese secreto. Podríamos haberte hecho daño Belle.
—He oído que va a doler, de todos modos —argumentó.
Belle estaba pidiendo una zurra. Anteriormente, sólo había probado la disciplina
de Kellan, pero Eric deseaba llevarla también sobre su rodilla.
—Es hora de explicar cómo va a funcionar esto. Después, puedes decidir si deseas
continuar.
Oyó el gemido de Tate, de todas formas el gran hijo de puta ya estaba sin ropa.
Desnudarse en un tiempo récord en torno a Belle parecía ser uno de sus nuevos
talentos.
Belle se volvió, deteniéndose para mirar a Tate y su enorme verga. Eric decidió
que fuera un momento de enseñanza.
—¿Ves lo ansioso que está? Si no nos preparamos correctamente, ese monstruo te
rasgará.
Tate frunció el ceño y palmeó su pene.
—No es un monstruo, eso es una grosería. Y va a ser muy dulce para ti, Belle. Lo
siento. Pensé que íbamos a las cosas buenas. ¿Debo vestirme de nuevo?
Kellan suspiró y se sentó en la pequeña silla al otro lado de la cama.
—No te molestes. Belle, estoy aquí para ayudar. Entiende que no puedo
comprometerme de la misma forma que ellos. Me gustaría ofrecer mis servicios como
Dom para ayudarles a que te introduzcan al estilo de vida. Creo que encontrarás
comodidad y placer en ella. ¿Me permites ayudar?
Belle finalmente apartó la vista de la polla de Tate y se enfrentó a él.
—Sí. Kinley ha hecho que el BDSM suene fabuloso, y esta es la forma en que
sospecho que todos lo vamos a disfrutar más. Por eso quiero experimentar.
A Eric no le gustaba la idea de ser su conejillo de indias, pero lo entendía. La
habían herido y ella aún se aferraba a su orgullo y trataba de asirse a su corazón,
pero él la haría entender que no era necesario. Él quitaría todos los muros y barreras
que Belle levantó porque tenía la intención de que nada se interpusiera de nuevo
entre ellos.
—Dime acerca de las experiencias que has tenido —exigió.
—¿Es necesario? —Belle sacudió la cabeza, obviamente nerviosa.
—Sí —respondió inmediatamente.
Belle suspiró.
—Estoy esforzándome para concentrarme mientras está desnudo.
—Acostúmbrate a él. Está desnudo mucho tiempo. —Eric se sentó junto a Kellan,
deseando que Tate nunca hubiera llegado a estar tan cómodo con su cuerpo.
El tipo grande se encogió de hombros.
—Me ayuda a pensar.
—A mi no me está ayudando —contestó Belle.
—Ven aquí y colócate sobre mi regazo. —Él se palmeó el muslo para subrayar su
orden y recordarle que estaba al mando. Normalmente, ese sería Kell, pero era
evidente que estaba en un segundo plano, ya que no tenía la intención de quedarse
con Belle a largo plazo. Eric pensó que eso era una chorrada, pero tenerlos a los
cuatro juntos y listos para dar el siguiente paso era una gran victoria. No iba a
presionarlos más, todavía.
Kellan esbozó su aprobación.
—¿Vas a azotarme? —Una jadeante anticipación sonó en su voz lo que le calmó
considerablemente. Ella quería y necesitaba esto.
—Voy a hacerte unas preguntas y me vas a responder tan pronto como hagas lo
que te he pedido.
Con una torpeza simpática, ella se puso sobre sus muslos.
Ya que estaban situados tan cerca, su cabeza terminó en el regazo de Kellan. De
inmediato él le acunó la cabeza, apartándole el pelo de la cara.
—Muy bien, amor.
Belle se relajó un poco, pero aún sentía un ligero temblor en su cuerpo.
Eric le pasó una mano por el culo. Tan perfecto... Ese culo era redondo y jugoso. Se
permitió tocarla a través de los delgados pantalones de yoga que llevaba, ahuecando
y moldeando su carne mientras hablaba.
—Dime acerca de tus experiencias sexuales a este punto.
Ella vaciló.
Él le dio unos segundos más antes de golpearla a través de sus pantalones tres
veces en rápida sucesión. Belle se tensó por un momento, luego soltó un suspiro
tembloroso. Esto ya la estaba excitando.
—Dile lo que quiere saber —dijo Kellan, acariciando su cabello—. Retener
información no es una opción.
Tate se arrodilló y besó su frente.
—Belle, realmente lo necesitamos saber.
—Una vez lo haga, ¿vas a contarme todas tus experiencias sexuales?
Eric reprimió una sonrisa. Su boca de listilla iba a meterla en un gran problema. Le
dio tres palmadas más, estas un poco más fuertes. Cuando terminó, tiró de la cintura
de sus pantalones, bajándolos sobre su trasero y exponiéndolo al aire fresco. Le
encantó la forma en que ella se quedó sin aliento y se estremeció cuando tocó su piel
caliente.
—Más tarde voy a responder a cualquier pregunta que quieras, pero esta noche se
trata de ti. Tenemos que saber lo que estás buscando, Belle. A qué respondes. No te
estoy haciendo estas preguntas para avergonzarte. Ya sé que no es educado, pero sí
necesario. Así que empieza a hablar y no te atrevas a ser sarcástica. Dime por qué
esperaste.
Se escondía detrás de su sarcasmo. Se había dado cuenta de eso hace mucho
tiempo. Ella era brillante y peculiar y por lo general le hacía reír, pero este no era el
momento ni el lugar para su agudo ingenio.
Pasó un largo momento, y le preocupaba que pidiera ser soltada. Por último,
suspiró.
—No fue mi intención, solo pasó.
Belle se relajó de nuevo, probablemente debido a que tanto Tate como Kellan la
acariciaban. Kellan le frotó el cuero cabelludo y le masajeó el cuello una y otra vez.
Tate besó su hombro mientras ponía la mano debajo de su camisa y le
descontracturaba los músculos de la espalda. El toque parecía calmarla.
—¿No hubieron novios en secundaria? —Eric no podía negar su curiosidad acerca
de cómo una mujer tan bella como Belle logró mantenerse virgen durante tanto
tiempo.
—Salí un poco, pero mi padre murió cuando yo era joven. Mi madre necesitaba
ayuda en casa, así que a menudo lavaba la ropa y empezaba la cena. También trabajé
a tiempo parcial en la biblioteca e iba a la escuela. Yo estaba en el equipo de debate, y
en la escuela secundaria, me involucré en el decatlón académico. Se llevó la mayor
parte de mi tiempo.
Su corazón se suavizó aún más cuando se imaginó a una Belle adolescente, tan
dulce y estudiosa.
—¿Ibas a competiciones de mates?
Tate sonrió.
—Yo también.
—Eso no me sorprende —rió Belle—. Pero yo era más experta en historia y
literatura. Salí con un chico del equipo, pero sobre todo estudiábamos juntos.
Le dio tres palmadas más, sólo por diversión.
—Sigue hablando. Háblame de la universidad.
—Fue más de lo mismo. Salí, pero no encontré al hombre adecuado. No lo sé. Tal
vez tenía una visión poco realista de lo que debería ser una relación. Yo quería estar
enamorada, pero soy demasiado práctica para caer fácilmente. Siempre he querido
algo que dure.
Eric quería eso también, y supo que lo había encontrado con ella. Sólo tenía que
asegurarse de que Belle lo viera de esa manera.
—Así que no hay una razón particular por la que elegiste no tener relaciones
sexuales.
Ella levantó la cabeza un poco.
—No hay un pasado oscuro que me hiciera evitar las relaciones sexuales, chicos.
Sólo quería que fuera algo especial y no lo encontré.
Kellan la tranquilizó de nuevo y la acarició.
—Bueno. Nos preocupaba que lo hubiera, por lo que todos retrocedimos. Me
complace saber que era simplemente que estabas siendo exigente.
—¿Cómo te sientes, Belle —Era algo que Kellan le había enseñado: siempre
preguntar dónde estaba la sub emocionalmente.
—Me siento dolorida y un poco asustada. Quiero sentirme como la otra noche.
¿No puedo? No pido más.
—Belle, quiero darte más —dijo Tate—. Muchísimo más, cariño.
—Hay más en esto que un orgasmo. —Eric pasó la mano sobre su piel—. Pero sin
duda también lo tendrás. ¿Cómo te sientes ahora, sabiendo eso?
—Mejor —admitió—. Hablar de mi pasado no fue tan difícil como pensaba. Sólo
que no tengo mucha experiencia, por lo que es embarazoso. Es decir, he besado
antes. Me he liado algunas veces.
—¿Dejaste que un hombre tocara tus pechos? —Quería saber todo lo que había
experimentado para que ellos pudieran hacerlo mejor, hacerle olvidar cualquier
toque excepto el suyo.
—No sé si los llamaría hombres. Tuve un par de novios que apretaron mis pechos
en el pasado, pero por lo general duele.
Probablemente habían ido demasiado rápido. Una mujer tenía que estar
estimulada para disfrutar realmente el juego brusco. Una vez que tuvieran a Belle
suficientemente excitada, aceptaría pinzas en los pezones. Sin una preparación
adecuada, probablemente sólo les abofetearía.
—¿Qué hay de tu vagina? ¿Has tenido alguna vez el dedo de un hombre antes de
la otra noche?
—No. Nunca dejo que llegue tan lejos. Realmente no quise que ninguno de esos
chicos me tocara allí. Pensé que iba a ser un poco incómodo y desagradable.
Kellan rió.
—Es sucio y desagradable. También es totalmente sexy. Por eso me lamí los dedos
después. Sabías muy bien. Supongo que eso significa que nunca has dado a nadie
una mamada, ¿eh?
—No —respondió ella—. Nunca antes he querido.
—¿Antes de qué? —Eric esperaba su respuesta a esa pregunta.
Ella vaciló sólo un momento antes de contestar.
—Antes de conoceros, no había pensado en el sexo durante mucho tiempo. No lo
echaba de menos. No me importaba no estar teniéndolo. Desde luego, no pensaba en
los azotes o dejar que alguien me atara. Pero ahora me gusta ser azotada. ¿Eso me
hace rara?
—Te hace perfecta. —Eric le dio otros tres en rápida sucesión, amando la forma en
que se movió y se retorció—. Te hace perfecta, Belle. Y te va a encantar cuando te
atemos.
Él estaba satisfecho de que ella no estuviera negociando sexo por comodidad.
Podía oler su excitación, pero también quería sentirla. Sus piernas estaban atrapadas,
los pantalones mantenían los muslos juntos, pero la forma en que estaba acostada
sobre su regazo colocaba su dulce coño en perfecta exposición. Pasó la mano por la
curva de su culo hasta que llegó al calor suave y resbaladizo de su coño.
Belle se quedó sin aliento, pero Tate y Kellan estaban allí para calmarla con
palabras suaves y caricias. Tate bajó más cerca del suelo para poder besarla. Sus
labios rozaron los suyos mientras Eric comenzó a trabajar su coño, extendiendo la
excitación que encontró allí.
—¿Realmente le gusta ser azotada? —preguntó Kellan, con los ojos en su culo.
Eric sacó su mano y le mostró a su compañero la humedad en sus dedos.
—No puede fingir esto. Está lista, así que creo que esta noche le deberíamos dar
algunas primeras veces.
Él no sólo quería que Belle se tendiera y gozara. Eso no la ataría a ellos. Necesitaba
estar involucrada.
—Levántate, cariño —ordenó Eric—. Quiero verte dar tu primera mamada.
Capítulo 12

Kellan observaba como Belle se bajaba del regazo de Eric e iba a los brazos de Tate
que la estaban esperando. El hombretón le cubrió la espalda con su cuerpo, casi
eclipsándola mientras le rodeaba la cintura con un brazo y se inclinaba para
depositar suaves besos por su cuello. Él extendió una mano por debajo del dobladillo
de su camiseta, deslizando la palma hasta el abdomen, luego la despojó de la prenda,
al parecer decidido a conseguirla tan desnuda como él.
Eric aseguraba que Tate una vez había estado cohibido de su cuerpo, pero para
cuando Kellan se había mudado a Chicago, todo rastro de esa inseguridad había
abandonado el edificio. Lo bueno era que eso hacía sentir a Tate perfectamente
cómodo en los clubes de BDSM. Belle, por otro lado, apoyó las manos sobre el pecho,
ya viéndose un poco insegura.
—No intentes esconderte. Tate va a desnudarte —dijo Eric con voz reconfortante,
pero firme—. Vamos a ver lo que es nuestro.
Belle exhaló y bajó los brazos a los costados de nuevo, visiblemente relajada
cuando Eric tomó el control de la escena. El orgullo y el deseo atravesaron a Kell. No
sólo Eric había mejorado notablemente del niño ansioso que había conocido por
primera vez en la universidad, sino que Belle se entregaba un poco más, su veta
sumisa tan natural y hermosa. No, ellos no le habían pedido mucho todavía. Sus
disparadores emocionales la harían tropezar en determinado momento. Kell no tenía
ninguna duda al respecto.
Ella adujo que había permanecido virgen porque nunca había tenido tiempo para
dedicarse a un romance y no había encontrado nadie lo suficientemente especial. Tal
vez eso fuera en parte cierto, pero él era un hombre de apuestas. Y apostaría que
Belle había sido marcada por la muerte de su padre. Tate le había dicho una vez que
su madre se había ido después de la muerte de su marido. Belle había sido una niña.
Debió haber sido desconcertante y doloroso pasar de ser amada incondicionalmente
a casi quedar huérfana. Sin duda había aprendido a esconderse en su caparazón para
proteger su corazón. Kell se comprometió a asegurarse de que Eric y Tate
presionaran suavemente sus límites y la hicieran abrirse.
Si fuera un hombre mejor, con un pasado diferente, a Kellan le encantaría la
oportunidad de participar. Pero no sería justo para Belle ir más allá y cimentar su
confianza en él cuando no tenía ninguna intención de quedarse. Así que simplemente
secundaría a sus amigos en sus esfuerzos y envidiaría su felicidad, mientras valoraba
el poco tiempo que pasara con ella.
Observaba con ojos codiciosos mientras Tate soltaba el broche de su sujetador
entre los omóplatos. Éste se combó contra el cuerpo femenino, las tiras adheridas a
ella, mientras él tiraba del cordón de sus pantalones de yoga y los bajaba por la
exuberante curva de sus caderas. Una vez que llegaron a los tobillos, Belle se los
acabó de quitar. Eric se levantó, le quitó el sujetador y lo arrojó a un lado, dejándola
gloriosamente desnuda. Kell se preguntó si alguna vez olvidaría la imagen.
El cabello negro como el azabache se curvaba alrededor de sus hombros. Su piel
era del color más hermoso que jamás había visto. El contraste de su tono café con
leche contra la piel bronceada de Tate era espectacular. Pero sus pechos voluptuosos
con sus insolentes pezones color chocolate lucían categóricamente sexys. Las
pequeñas protuberancias se estiraban pidiendo atención, imploraban ser tomados en
su boca y chupados hasta que ella gritara con el placer que ansiaba darle. Su vientre
plano llevaba a un coño oscuro, inflamado y ligeramente cubierto por una franja
recortada de vello que le fascinó.
Con un gemido bajo, Tate la abrazó, pegándose a su espalda y besando su
desnudo y delicado hombro mientras la palma de la mano subía por su abdomen. Un
fuego se disparó a través de la sangre de Kellan mientras observaba a Tate acunarle
los pechos en sus manos grandes. Los deliciosos montículos encajaban en su agarre.
Eric se acercó, apretujándola, y mirándola con demanda en los ojos.
—Vas a besarme, Belle.
Ella lucía jadeante y abrumada. Tan lista y hermosa. Tan perfecta para ellos.
—Sí.
—Vas a darme el control de tu boca mientras Tate te toca donde y como quiera.
Belle cerró los ojos y un estremecimiento le recorrió el cuerpo.
—Sí.
Ante su susurro tembloroso, la satisfacción iluminó los ojos de Eric. Él hundió los
dedos en el cabello femenino y tiró la cabeza hacia atrás. Cuando la había ubicado a
su satisfacción, Belle se estiró hasta encontrarse con su beso, los labios entreabiertos
en silenciosa pero inconfundible invitación.
Eric aprisionó su boca con la suya, tomando sus labios y robándole un beso,
despojándola del control.
Eric se apoderó de la boca de Belle mientras Tate deslizaba la mano por su torso y
entre sus piernas. Mientras le tocaba el clítoris con lentos y rítmicos círculos, ella se
tensó y jadeó en el beso de Eric, poniéndose de puntillas. Kell no sabía si pretendía
acercarse a Eric o evitar que Tate se diera cuenta de lo mojada que estaba, pero no
importaba. Tenía que aprender que ella no tenía el control de ninguno de los dos.
—Apoya los pies en el suelo —le gruñó Kell al oído—. Si Tate quiere sus dedos en
tu coño, ¿no se supone que le dejes?
Ella gimió... pero poco a poco se apoyó sobre los talones de nuevo.
—Un coño tan bonito—murmuró Tate en su oído—. Tan mojado, amor.
Eric comió su boca, luego se echó hacia atrás para mordisquearle el labio inferior
antes de obsequiarla con un lento roce de sus labios y apartarse.
—He deseado esto durante días. A veces te observaba hablar y solo clavaba los
ojos en tu boca, fantaseando con esto —admitió Eric.
Belle parpadeó, un vez más, obviamente nerviosa. Él se echó a reír, y la volvió
hacia Tate, quien la sujetó de los hombros y la acercó.
—Me he masturbado pensando en tu boca, Belle. Es perfectamente simétrica. Tu
lleno labio inferior acunará mi polla y aumentará la sensación. Por lo menos un diez
por ciento.
—Tate... —advirtió Eric.
El grandullón se encogió de hombros.
—Sólo soy honesto.
—A veces demasiado. ¿No preferirías besarla?
Una malvada sonrisa cruzó la cara cuadrada de Tate.
—Por supuesto.
Belle le sonrió. Sus brillantes ojos oscuros diciendo en silencio que, su avidez la
divertía y la hacía quererlo. Cuando Tate se abalanzó y capturó su boca en un beso
voraz, ella gimió y se pegó a él, abriéndose a su necesidad.
Kell casi los podía ver comenzar a sanar los males de aquella noche en Dallas y
empezar a unirse. Apretó los dientes. Joder, quería estar con ellos. En el pasado, él
siempre había creído que usaría a Eric y a Tate como lugar seguro por lo que no
tendría que ser responsable de ninguna mujer. Ahora se dio cuenta de que le gustaba
formar parte de esta extraña familia. No quería un lugar seguro; quería socios. Él
deseaba a esta mujer.
No podía tenerlos, por supuesto. No podía confiar. A decir verdad, ni siquiera
sabía cómo intentarlo. Pero eso no le impedía desear poder vincularse con ellos.
Por un momento, consideró marcharse. Estos tres no lo necesitaban. Irse más
tarde, después de haber probado a Belle, solo lo lastimaría más.
Cuando Tate terminó el beso con un pequeño gruñido, Eric le puso una mano en
su cadera desnuda posesivamente y la giró en su dirección.
—¿Qué piensas, Kell? ¿Quieres enseñarle a chupar una polla?
Casi se le cortó la respiración. Probablemente había tenido un centenar de sumisas
de rodillas delante de él, pero la idea de Belle estando allí amenazaba con
acobardarlo.
Mierda, tenía que salir de aquí ahora mismo. Si fuera un hombre fuerte, les diría a
Tate y Eric que la cuidaran siempre, que no dejaran nunca que nada se interpusiera
entre ellos. Entonces saldría de escena así podría mantener intacta el alma.
Sus pies no se movían. Estaban plantados aquí, junto con su puta polla, a la que no
le importaba que él después estuviera devastado. Su pene solo sabía que ella estaba
aquí y estaba desnuda y que él la deseaba más que a su próximo aliento.
Sólo un par de noches. Eso era todo lo que podría tener.
—Belle, ¿quieres eso? —Las palabras se escaparon de su boca.
—¿Y tú? —Ella se mordía el labio nerviosamente.
¿Dudaba de su atractivo? Después de la forma en que la había tratado en Dallas,
no era de extrañar. El remordimiento lo azotó. Le había echado encima su equipaje.
Por centésima vez, deseó haber manejado esa noche mejor. Dado que había sido un
gilipollas entonces, lo único que podía hacer ahora, era tratar de tranquilizarla.
Kell la acercó y le tomó la cara entre las manos.
—Nunca he querido algo tanto, pero esto depende de ti.
—Entonces sí. Sin embargo, estoy nerviosa. ¿Y si no soy buena en eso?
—Te enseñaremos —Tate le sonrió—. Soy un profesor muy paciente. Pregunta a
Eric. Le enseñé Álgebra II. Aunque esto será mucho más divertido, va a gustarme
calificar tu tarea escolar.
El humor de Tate rompió la tensión en el cuarto por un momento, Kell puso los
ojos en blanco y luego sonrió cariñosamente.
—Nerd loco.
Con un encogimiento de sus grandes hombros, Tate sonrió.
—Ya me conoces…
Kell lo conocía, y su amigo trataría a Belle de la forma en que ella se merecía. Por
ahora, él estaba más que contento de que todos ellos le permitieran esta oportunidad,
este momento.
—Muy bien, entonces. Ven conmigo, Belle. Lo único que necesito es tu promesa de
que me dirás si te sientes incómoda en cualquier momento. —Él le dio una mirada
expectante.
—Lo prometo —murmuró.
—Bien. Quiero que esto sea placentero para ti.
Se recostó en la chaise mientras Eric y Tate la traían hacia adelante. Era un regalo
hermoso, delicioso, y no podía más que estar agradecido de que se la estuvieran
dando, al menos por ahora.
—De rodillas, Annabelle —instruyó Kell—. Abre la cremallera de mis pantalones
y agarra mi polla con la mano. A diferencia de nuestro amigo excesivamente
entusiasta allí, quiero que me desnudes.
Belle cayó de rodillas, con las manos temblando un poco. Algo dentro de él se
suavizó. Kell se había acostumbrado tanto a las subs que realizaban esta tarea,
simplemente porque les gustaba invertir el poder o querían su comezón rascada a
cambio. Esto significaba algo para ella.
Él tomó sus manos entre las suyas.
—¿Tienes miedo?
La idea de que ella pudiera temerle aplastó a Kell. Él no podía aceptar su amor,
pero quería su confianza. Era imperativo que supiera que la cobijaría y protegería.
—Estoy nerviosa. He deseado estar con todos vosotros durante meses. Nunca me
imaginé que me también me desearais.
—¿Por qué no? —frunció el ceño.
Ella se encogió de hombros y en verdad, no podía mirarlo a los ojos.
—Venimos de mundos diferentes, era vuestra secretaria.
—Administradora de oficina —la corrigió él con una pequeña sonrisa.
Sus labios, hinchados por los besos, se curvaron hacia arriba. Kell quería sentirlos.
Antes de que pudiera doblarse hacia ella, Belle dijo algo que lo conmocionó hasta la
médula.
—Sois tres chicos blancos y yo soy…
—¿Hermosa para los hombres que te admiran muchísimo?—le respondió
bruscamente—. Mejor que sea eso lo que querías decir.
—Vamos, Kell. Yo no tengo ningún problema con ello. Sé que la atracción es la
atracción y la mayoría de la gente en estos días siente lo mismo, aunque no todo el
mundo. Algunos de vuestros clientes podrían tener un problema con eso.
—Tú no has visto la forma en que algunos de nuestros clientes te miran, entonces
—dijo negando con la cabeza, porque la mitad de las veces quería arrojarlos fuera de
la oficina—. Todo lo que tienden a ver es que tenemos una asistente deliciosa. Eres
nuestra hermosa Belle. Punto.
—Si alguien tiene problemas con eso, son idiotas de mente estrecha y nosotros no
los queremos como clientes —gruñó Eric—. Te queremos tal y como eres. No me
importaría si fueras de color púrpura.
—¡A mí sí! —Tate los miraba como si se hubieran vuelto locos—. Si Belle fuera
púrpura, podría indicar algún problema respiratorio con amenaza de vida.
Todos se rieron.
—Una manera de expresarse, amigo. —Eric le dio una palmada en la espalda.
—Oh. Entonces, lo que dijeron. Creo que eres hermosa y no te querría de ninguna
otra manera.
Los ojos femeninos se apartaron de ellos.
—¿Estáis seguros?
Kell tiró con fuerza, deslizándola en su regazo y colocando la cabeza en su
hombro.
—¿Por qué no sabes lo magnífica que eres para mí? —le levantó la cabeza—. Eres
la cosa más hermosa que he visto en mi vida. Dios, Belle, me haces desear ser un
hombre mejor. Si no consigues nada de esto, entiende que eres todo lo que jamás
podría desear. Lamento muchísimo haberte hecho sentir mal aquella noche en Dallas.
Se trataba de mí, amor, no de ti.
Los ojos de Belle se llenaron de lágrimas.
—Eso es muy amable.
No, era la verdad. Pero las palabras no le mostrarían cómo se sentía. Abatió su
boca sobre la de ella, deleitándose en la suave sensación de su cuerpo contra el suyo.
Lamió el sexy labio inferior y gruñó, haciéndole saber que quería entrar. Ella abrió la
boca, dándole acceso. Kell se apoderó de ésta y dominó el beso, hundiéndose
profundamente y ahogándose en su sabor, su lengua bailando contra la seda de la de
ella.
Belle se derritió en su contra en el momento en que tomó el control. Era tan
naturalmente sumisa, tan perfecta. Ella respiró en su boca y sus pezones se
endurecieron contra su pecho. Su polla, ya dura, se volvió de piedra.
Una y otra vez, la besó, acariciando su espalda, diciéndole sin palabras lo preciosa
que era. Ella se fundió un poco más en él. Esto era lo que necesitaba, para saber lo
hermosa que era, lo mucho que la deseaba. Ahora que estaba en sus brazos otra vez,
se dio cuenta de que su experiencia sexual, o su falta de ella, no importaba. Se podría
haber follado a mil hombres, o a ninguno, y seguiría siendo Belle. Esa luz inocente
seguiría siendo un faro para imbéciles como él porque era un alma buena y preciosa.
Ninguna cantidad de polvos jamás cambiaría eso.
Él rozó sus labios de nuevo, y la miró profundamente a los ojos. La conexión entre
ellos tironeó de algo en su pecho.
—Belle, ¿puedes perdonarme por el dolor que te causé?
Ella parpadeó y le brindó una sonrisita compasiva.
—Está bien, Kellan. Entiendo. ¿Te quedarás con nosotros todo el tiempo que
puedas?
Dios, él básicamente admitió que iba a usar su cuerpo sin darle su corazón, y ella
todavía quería tocarlo, consolarlo, compartirse con él. Era tan jodidamente egoísta…,
pero no podía marcharse todavía. Más tarde, encontraría la fuerza para hacerlo, pero
no esta noche. En este momento, necesitaba demostrarle lo increíble que era.
—Quiero sentir tu boca sobre mí, Belle. Quiero que tomes esos labios sensuales y
los envuelvas alrededor de mi polla. Lámeme en todas partes. Saborea cada
centímetro de mí. No hay manera incorrecta para que lo hagas. Me gustará todo lo
que me hagas. ¿Estás lista?
—Lo estoy.
—Bien —murmuró—. Hay una cosa que necesito que hagas.
—¿Qué es?
—Dejar de lado tus inhibiciones. No tienen lugar aquí. Con nosotros, puedes
explorar con seguridad porque tienes tres hombres que te desean muchísimo. Juntos,
te ayudaremos a encontrar lo que funciona para ti y lo que no. Así que pon tu boca
sobre mí. Iremos a partir de ahí.
Cuando Belle asintió, vio una alegría en sus ojos que nunca había visto. Quería
agradar y servir, y ahora él le estaba dando una salida a su naturaleza sumisa.
Cuando se deslizó de su regazo y resbaló al suelo, haciendo una reverencia con la
cabeza de manera natural, Kell suspiró. Mierda. Era simplemente perfecta.
Por el rabillo de sus ojos, vio a Tate y Eric, preparando la cama y asegurándose de
que no tuvieran que parar después por condones. Eric se había deshecho también de
su ropa. Kell habría sonreído ante el entusiasmo de sus amigos si no estuviera tan
desesperado por sentir la mano de Belle en su bragueta y su boca alrededor de la
polla.
Las manos femeninas no temblaban cuando le bajó la cremallera y apartó los lados
del pantalón. A pesar de que quería gruñir y exigir que se moviera más rápido, se
obligó a permanecer inmóvil. Su polla estaba tensa contra sus bóxer, pero él no
podría detener su exploración. Había una mirada de asombro en su rostro cuando la
agarró en la mano y la acarició hacia arriba, lo que le hizo estremecerse. Cuando la
acarició hacia abajo, realmente tuvo que concentrarse para no correrse en su mano
como un adolescente. Sería francamente vergonzoso. La había deseado durante
mucho tiempo para que ahora acabara tan pronto.
Sus dedos jugaban sobre la piel sensible de su pene, pequeños roces que sólo
dificultaban su lucha por el control.
—¿Te gusta lo que estoy haciendo? —susurró Belle.
—Me encanta —su voz, un gemido gutural—. Pero no tienes que tratarme como si
me fuera a romper. Agárrame. Apriétame con tu mano.
Tate cayó de rodillas detrás de Belle.
—Sólo quiero tocarte, pero no dejes lo que estás haciendo, cariño. Cuando hayas
terminado con Kellan, voy a poner mi boca en tu coño y a comerte hasta que te corras
sólo para mí.
Belle se estremeció, pero sus pupilas estaban dilatadas. Ninguna duda al respecto.
Hablar sucio le hacía algo. Puede ser que tuvieran que tener cuidado con su cuerpo,
pero ella no iba a salir corriendo porque le mostraran cuán caliente y sucio podría ser
el sexo.
Ella abrió la boca de repente, y puso los ojos en blanco. Kellan sólo podía adivinar
lo que Tate estaba haciéndole, probablemente frotar su clítoris, ponerla aún más
mojada que la zurra.
—Belle, se detendrá si no te encargas de Kellan, y vamos a empezar todo esto otra
vez. —La voz de Eric fue una advertencia firme mientras dejaba caer una mano sobre
la cabeza de Belle y la empujaba más cerca de su polla esperando—. Serás zurrada de
nuevo, pensando menos en el placer y más en el castigo. No habrá orgasmo para ti
hasta que te encargues del Maestro Kellan. ¿Entendido?
Kell amaba la idea de ser su maestro, pero Eric estaba manejándola bien. Le
costaba mucho a Kell no asumir el control, pero estaba decidido a honrar el reclamo
de Eric y Tate sobre ella dado que tenían la intención de quedarse.
Belle agarró su polla de manera ligera, como si tuviera miedo de asustarlo o
hacerle daño.
—¿Eric? —Su compañero sabría qué hacer.
Eric tiró de los cabellos de Belle hasta que ella volvió a levantar la cabeza para
mirarlo.
—¿Tenemos que empezar todo de nuevo? ¿Tal vez saltarnos el orgasmo que Tate
estaba planeando darte para que entiendas que Kellan lo quiere más duro?
—No. —Se veía angustiada porque Eric no estaba satisfecho con ella.
—Responde con un “Sí, señor”.
—Sí, señor —dijo Belle, la respiración entrecortada.
El sonido sólo endureció la polla de Kell con más sangre cargada de acero.
—Bien. Acarícialo más fuerte. No va a romperse.
Se lamió los labios, obviamente, tratando de concentrarse.
—Sí, señor.
Sus pequeñas manos se cerraron con fuerza. La sensación de inmediato hizo subir
un temblor por su pene. Él siseó, y luego dejó escapar un suspiro, luchando por el
control de nuevo.
—Así. Tan jodidamente bueno. Ahora lame la punta de mi polla.
Parpadeando en dirección a él, Belle observaba con ojos oscuros ligeramente
ansiosos mientras se inclinaba y pasaba la lengua por la sensible punta de su pene.
La excitación se abrió camino violentamente a través de su cuerpo. Antes de que
incluso se hubiera recuperado, ella se metió el voluminoso glande en su pequeña
boca. Observarla luchar para abrirla lo suficientemente amplia como para tomarlo
todo a la vez, lo puso a cien.
Finalmente, lo consiguió, y él gimió ante la sensación de la lengua suave acunando
su polla mientras el calor de su boca lo inundaba con chisporroteante necesidad.
Necesitó hacer un esfuerzo tremendo para no agarrar un puñado de sus cabellos y
empujarse profundamente, más allá de sus labios. Ella era nueva en esto y estaba un
poco nerviosa. Kell sabía que tenía que contenerse y hablarle, construir su confianza
para que su primera experiencia la estimulara y la complaciera.
—Chúpame más profundo dentro de tu boca. —Él no iba a durar eternamente.
Diablos, tan en el borde como se sentía ahora, Kell temía que no duraría mucho
tiempo, sobre todo no cuando observó más de su polla desaparecer entre sus labios y
ella lo chupó más profundamente.
—Ah, Dios, Belle. Sí. Ahora acaricia los centímetros que no caben en tu boca y
chupa todo lo que puedas. —Ella hizo exactamente como le indicó, y él se dejó caer
de nuevo en la chaise con un gemido, perdiéndose en el mar de placer ahogándolo—.
Esa es una buena chica. Joder... Ahora utiliza la mano libre para acunar mis pelotas.
Kell estaba satisfecho de que su voz permaneciera firme y no sonara como un
maníaco pervertido listo para gruñir y follar su garganta. Más tarde, lo haría. No
quería usar a Belle ahora, pero ansiaba compartir esa experiencia con ella.
Una y otra vez, ella arrastró su boca hacia arriba, luego la deslizó por su sensible
longitud. La humedad, el calor, y esa maldita succión, lo enloquecía... Toda la
inquietud de Belle parecía haberse evaporado, y comenzó a chuparle la polla en
serio, encontrando su ritmo.
Belle gimió mientras deslizaba los dientes por la punta de su polla muy
suavemente. La pizca de dolor se mezcló con la tierna caricia de su pulgar sobre los
testículos. Oh, demonios, él nunca había sentido a nadie ocuparse de su placer de
esta alucinante y particular manera. Ahora mismo, ella envolvía la mano aún más
apretadamente alrededor de la base de su pene. La fricción de ese toque rivalizaba
con la chupada y el tirón que administraba a la punta sensible. Dios, parecía entender
lo que necesitaba a la perfección. Su lengua rodaba por su pene, arrastrándolo más y
más cerca del borde. Kellan se preguntó cómo diablos alguna vez prescindiría de
esto, de Belle.
La sangre tronaba por su cuerpo. Ella chupó con más fuerza, gimió alrededor de
él, lo lamió de nuevo, y estuvo acabado.
—Belle, voy a correrme. Chúpame. Toma todo lo que yo te doy.
Ella no perdió el ritmo, simplemente asintió con la cabeza mientras lo chupaba
aún con más fuerza. Todo su cuerpo se paralizó mientras el placer se precipitaba por
sus venas, pesado, embriagador, vertiginoso. Increíble. Lo que él y Belle habían
compartido era mucho más que una mamada o un mero orgasmo. Esto había sido...
conexión pura que lo sacudió hasta el alma. Él nunca la había sentido antes.
Probablemente, nunca la sentiría de nuevo.
Mientras se apartaba lentamente, Belle le sonrió.
—Me gustó.
Kell le retiró el cabello de la cara.
—Maldita sea. Amor... a mí me encantó.
Y ella le encantaba más. Lila había hecho mella en su corazón, sí. Pero una vez que
se marchara, ahora mismo le preocupaba que Belle pudiera hacer un agujero en la
maldita cosa que nunca sanaría.

* *
Belle no podía respirar y no le importaba. Se lamió los labios, todavía podía
saborear a Kellan. Esperaba haberle complacido, que el acto compartido significara
mucho más para él que un orgasmo. Ciertamente lo había significado para ella.
En el momento en que había tomado su polla en la mano, había sentido la
intimidad del momento, no sólo porque estaba tocando su parte más viril, sino
porque él confiara en ella para darle satisfacción. Ella había confiado en él para
guiarla suavemente. Ambos habían bajado la guardia para compartir esta
experiencia. A causa de ello, habían estado conectados a un nivel más profundo de lo
que nunca antes estuvieron. Esta noche, vio una faceta de Kellan que estaba segura
que pocos vieron. Ese hecho precioso le había dado confianza... y un poquito de
peligrosa esperanza. Kellan Kent verdaderamente la deseaba. Y ella le importaba.
Había jurado que no iba a quedarse y no tenía intención de compartirla para siempre,
pero...
Belle ahogó su insidiosa expectativa. No debería esperar un para siempre de él.
Era mejor simplemente deleitarse en el tiempo que tuvieran juntos. De ninguna
manera iba a poner freno a esta noche sólo porque no estaba segura de si Kellan
estaría aquí mañana. Había acabado de esperar que el futuro le sucediera. A partir de
ahora, ella agarraba la vida con ambas manos y la vivía.
Belle se quedó sin aliento cuando los dedos de Tate regresaron a su clítoris. No era
como si nunca se hubiera tocado, pero sus grandes dedos se sentían totalmente
diferentes y completamente fascinantes. A su lado, Eric frotó la palma ancha sobre su
trasero en llamas. Todo lo que habían hecho con ella esta tarde había agudizado sus
sentidos. Su piel cosquilleaba, sintiéndose completamente viva. Un dolor agradable
vibraba en su cuerpo.
—Lo hiciste muy bien, cariño. —Eric la besó en la frente—. Definitivamente te
mereces un premio.
Antes de poder responder, él la levantó en sus fuertes brazos, acunándola contra
su calidez. Sin duda, echaba de menos los dedos de Tate en sus partes más sensibles.
Pero Eric reemplazó eso, su abrazo la hacía sentirse femenina, pequeña y apreciada.
Segura.
La llevó a través del cuarto como si no pesara nada. De alguna manera había
imaginado que el sexo sería todo pasión e intensidad, pero le encantaba la adoración
inesperada y el sorprendente sentimiento de unión. Incluso se habían reído. Los tíos
no la habían arrojado sobre la cama para algunos gruñidos y polvos rápidos. Ellos
habían elegido tomarse su tiempo, y lo que ella había experimentado hasta ahora lo
había demostrado mucho mejor que cualquier cosa que su imaginación hubiera
conjurado. Toda la charla embarazosa del principio los había traído a este lugar.
Ahora, Belle ambicionaba experimentar más.
Eric la bajó sobre la cama, y la suave sábana de satén acunó su espalda. Se cernió
sobre ella, tan guapo con los ojos verde-avellana y cabello rubio corto que le hacía
parecer completamente intenso y masculino.
—¿Sabes lo que me hizo verte chupar la polla de Kellan? —Él se acarició su propia
carne tiesa, su mirada sin abandonar la de ella.
Belle no podía apartar los ojos de él. Tenía el cuerpo de un atleta, desde sus
hombros abultados a sus pectorales firmes, bajando a sus impresionantes
abdominales. Ella se mantuvo siguiendo el rastreo visual hacia abajo. Su mirada se
clavó en su polla. Su masculinidad era algo bello, larga y gruesa con una punta
grande con forma redondeada. Tal vez debería estar intimidada por la idea de que
algo tan grande eventualmente se empujara dentro de ella. En lugar de eso, estaba
muy entusiasmada.
Estar desnuda era más fácil cuando ellos también lo estaban. Tate se acercó al
borde de la cama, cada músculo de su cuerpo ondulaba, con movimientos fáciles y
fluidos mientras se movía. Esa enorme erección de él haciendo juego con el resto de
su cuerpo de tamaño considerable. Probablemente debería estar intimidada, pero
tenía el presentimiento de que iba a disfrutar de ésta dentro de poco.
—Abre las piernas para mí. —Dejó caer una rodilla en la cama y avanzó sobre el
colchón en su dirección.
¿Por qué no agarraba sus tobillos y las separaba él mismo? Porque sus hombres no
actuaban así. La querían consciente de sus elecciones y participando en todo. Ella
tenía que ofrecerse antes de que la tomaran. Ellos podrían llamarlo sumisión, pero le
estaban dando el poder de decir sí o no, de decidir por sí misma.
Consciente de sus miradas fijas en ella, Belle trató de ignorar la sacudida de los
nervios en el estómago mientras doblaba las rodillas y separaba los pies. Cuando el
aire frío besó los pliegues húmedos de su sexo, se preguntó exactamente lo que
estaban viendo y pensando. Ansiosa, observó cualquier reacción en el rostro de Tate.
Había visto algunas de las mujeres con las que había salido, y no se parecía en nada a
ellas. Sus inseguridades amenazaron con deshacerla, pero entonces Tate soltó un
áspero gemido de placer. Belle no podía confundir su aprobación dejando escapar un
tembloroso suspiro de alivio.
Te siguieron hasta aquí porque te desean. Recuérdalo. Permanece en el momento.
—No puedo esperar a saborearte, cariño. —Tate se hundió sobre el estómago,
dobló los brazos debajo de sus muslos, con las palmas giradas hacia la parte superior
y la sujetó. Su rostro estaba suspendido sobre su coño. Ella sentía su aliento caliente
en su piel.
El shock y el deseo se encendieron a la vez. Belle se quedó sin aliento. Esta
posición era tan íntima, el espacio que él trataba de invadir increíblemente personal.
—Te has tensado. Relájate —instó Eric, retirándole el cabello de la cara—. Esto
definitivamente te va a gustar. Y si no te gusta, está haciendo algo mal.
—Complácela —se mofó Tate—. A ella le va a encantar. He estudiado esto más de
lo que he craqueado libros para el Colegio de abogados.
Lo que significaba que era un experto en sexo oral.
Tate le mordió el muslo juguetonamente, y Belle no pudo evitar soltar una risita.
Sólo siendo él mismo, había roto la tensión y la había hecho estremecerse a la vez.
—Eso está mejor —elogió Eric—. Déjale que tenga su muestra, entonces tomaré la
mía.
Sin duda, Eric era el que estaba al mando esta noche. Lo que la sorprendió. Había
esperado que Kellan asumiera el mando, como siempre. Pero él había asentido con la
cabeza en dirección a Eric antes, como si diera a su amigo permiso para hacerse
cargo. Eso hizo que el corazón de Belle doliera. Kell probablemente sólo había cedido
el control porque tenía la intención de guardar las distancias. ¿Qué haría falta para
hacerle cambiar de opinión? ¿Cuán peligroso era ese pensamiento?
Ella echó una mirada para encontrarlo despojándose de su ropa. En lugar de
dejarla caer con abandono, Kellan se quitaba cada pieza y luego la doblaba
cuidadosamente. A pesar del momento sublime que habían compartido, pudo ver
que se mantenía distante una vez más.
—La atención en mí, Belle —exigió Tate.
En el momento en que ella regresó bruscamente la mirada hacia él, su rostro se
enterró entre sus muslos. Contuvo la respiración, preguntándose con qué rapidez
Tate desmantelaría su templanza. Luego, cuando su lengua lamió su coño, ella no
estaba pensando en otra cosa que en el fuego estallando a través de su cuerpo.
La sensación de su boca trabajando su pequeño manojo de nervios envió un
escalofrío subiendo por su espalda. Ella se tensó, dejando salir su nombre en un
gemido. Pero Tate ignoró su súplica. Simplemente prodigaba atención a su coño con
suaves y repetidos lametazos. Sus gemidos hambrientos reverberaban bajo la piel
femenina. Él la abrumó. Belle se agitó. No tenía defensas para manejar un ataque tan
focalizado y devastador.
Tate no había exagerado; era muy bueno en esto.
—Eso es, cariño. Estoy encantado de verte disfrutar de su boca adorando tu coño.
Acostúmbrate. Sucederá bastante. —Eric se inclinó y bajó la cabeza a sus pechos.
—Sabe a miel. —Tate gruñó las palabras sobre su carne, luego la separó con su
lengua de nuevo, saboreando cada montículo, cada hendidura—. Es tan jodidamente
dulce…
Belle cerró los ojos y se ahogó en el placer. Habría estado mucho más cohibida si
no hubiera puesto su boca sobre Kellan sólo unos minutos antes. Pero había amado
la cercanía, la correlación directa entre la vorágine de la lengua y su reacción, tenía el
poder de darle placer. Al instante supo que había disfrutado de su toque y ella había
vibrado con su sabor.
Tate estaba haciendo lo mismo con ella. Su gusto la hacía sentirse hermosa y
preciada. Dios, ahora sabía por qué Kinley sonreía todo el tiempo, porqué guiñaba
los ojos a sus maridos. Ellos compartían algo más que placer. Sí, había sabido que
estaban enamorados, pero ahora comprendía la intimidad. Daban y tomaban sus
cuerpos y corazones. Habían creado un vínculo más fuerte que el acero, y pronto
aumentarían la familia. Aunque se emocionaba por su mejor amiga, Belle había
sentido una pizquita de envidia. Eric, Tate, y Kell le estaban dando una pequeña
ración de esa misma alegría.
Una boca se colocó sobre su pecho izquierdo, cerrándose sobre el pezón y dando
un largo tirón. Un chispazo de sensación se abrió camino a toda prisa hasta el clítoris
y la hizo gemir. Tate agudizó la sensación dando golpecitos a su carne con la lengua.
La manipulación del tándem no sólo duplicó su placer, sino que lo multiplicó. Su
sangre se precipitó cuando Eric raspó el pezón con el filo de los dientes. La sensación
fue completamente inesperada y justo al borde del dolor.
Belle gritó y se retorció. El deseo aumentó y clavó sus garras, casi demasiado
abrumador. Sin embargo, no cambiaría nada.
Tate no la dejó desviar su atención de él durante mucho tiempo. Redobló sus
esfuerzos, lamiéndola, metiendo la lengua entre sus pliegues hinchados, deslizando
la punta dentro de ella, más profundamente de lo que había imaginado posible. El
placer se disparó por sus venas. Ella se aferró a las sábanas, la boca abierta con un
gemido silencioso.
Estaba sobre el precipicio, ardiendo y medio enloquecida, dispuesta a todo así
Tate le otorgaría ese placer deslumbrante, pero él sabía exactamente cómo
mantenerla en vilo, manteniendo fuera de su alcance el clímax que tanto ansiaba.
Afirmándose en sus talones, Belle trató de levantar las caderas, encerrarlo,
cualquier cosa para aumentar la presión en su clítoris. Sólo un poco más era todo lo
que necesitaba... Pero Tate la sostuvo sin esfuerzo con sus fuertes brazos,
aprisionándola.
—Quédate donde estás, Belle. Deja a Tate saciarse. Si eres buena, hará que te
corras. Si no... —Eric dejó la advertencia suspendida. Entonces ayudó a su
compañero inmovilizando suavemente su brazo izquierdo a la cama.
Kellan se situó al otro lado de la cama, sujetando su brazo derecho e inclinándose
hacia su pecho. Tan pronto como lo aprisionó, la succión, junto con el resto de la
estimulación, la tuvo gritando.
La tenían deliciosamente atrapada. Ninguna manera de escapar, moverse o
controlar las sensaciones que se amontonaban sobre ella. Belle no podía hacer nada
más que aceptar el placer, sin importar cuánto tiempo o en qué forma decidieran
dárselo.
Si hubiera sentido verdadero pánico o dolor y les pidiera que se detuvieran, lo
harían, pero no quería que la soltaran. Confiaba en ellos. Estos hombres nunca la
lastimarían físicamente. Su corazón era otra historia, pero aun así, sabía que nunca
tendrían la intención de hacerle daño. Kell incluso le había explicado su terrible
pasado, una hazaña que, obviamente, no había encontrado fácil, así no se sentiría
demasiado devastada cuando él se fuera. Buenas intenciones, pero Belle sabía que lo
estaría, con toda certeza.
Había esperado a los hombres adecuados.
Algo romo comenzó a abrirse paso en su dolorido sexo. Un grito escapó de su
garganta mientras bajaba la mirada para ver que Tate había levantado la cabeza.
Ahora sus dedos la sondeaban, estirando suavemente su abertura, preparándola para
lo que se avecinaba. Aunque Belle estaba nerviosa, ya se sentía vacía, ávida de ser
llenada.
—Apresúrate —rogó.
—Paciencia —insistió Eric—. No estás lista. Tate te llevará allí.
Luego la conversación se detuvo mientras deslizaba los dedos más profundamente
y le chupaba el clítoris una vez más. Eric y Kell cada uno, excitaba un pezón con los
dedos, y luego con la boca. Los hombres se movían en perfecta armonía. La sensación
de todos ellos utilizando sus puntos más sensibles a la vez, la tenía conteniendo la
respiración, la euforia bailando justo debajo de su piel.
Tate la chupó con más fuerza, hundiendo más los dedos. Los hormigueos
aumentaron, se extendieron. Su cuerpo se tensó. Se calentó en todas partes. Dios, se
preguntó si alguna vez se recuperaría de la avalancha de este clímax cuando
finalmente la arrollara. La necesidad se reunió y creció, se aceleró, casi eclipsando su
capacidad de respirar.
—Belle —susurró Eric en su oído—, córrete.
Casi al instante, el dolor detrás de su clítoris se agudizó, abriéndose camino
violentamente a través de su cuerpo, haciéndola arquearse y gritar. La caliente
conmoción de algo mucho más allá de increíble la consumió. Ella nunca había
fantaseado que los cielos podrían cantar así, o que algo podría desarmar su cuerpo
por completo.
Jadeando, yacía agotada mientras las sensaciones se aplacaban. Belle ni siquiera
sabía cómo llamarlo. Orgasmo parecía insuficiente, como llamar temblor a un
poderoso terremoto.
Antes de recuperarse, los hombres se pusieron en movimiento. Ella trataba de
recuperar el aliento cuando Tate salió de la cama, y la arrastró a sus brazos.
Afortunadamente, la levantó, dándole su fuerza ya que todo su cuerpo se había
relajado con dulce letargo.
Él le levantó la barbilla para encontrarse en su beso devorando su boca. Belle se
olió y se saboreó en sus labios. Al igual que cuando puso su boca sobre Kell y lamió
su semen, todo parecía íntimo. Una parte de ella se maravilló de que este hombre
pudiera, y lo hiciera, dar un tipo de placer que hacía temblar la tierra y sacudía su
alma.
Tate rompió el beso con una sonrisa y un guiño, luciendo muy satisfecho de sí
mismo. Antes de que pudiera pensar en una respuesta, la volvió hacia los otros dos.
La expresión de Eric era tan dura y hambrienta como la de Kell. El estómago de Belle
se hundió y se retorció con el conocimiento de que, esta noche, querían convertirse en
sus amantes.
Prácticamente saltando sobre la cama, Tate se sentó contra la cabecera, y luego la
atrajo entre sus largas y musculosas piernas, apoyando la cabeza en su muslo. Ella
estaba boca arriba, contemplándolo. Le pasó una mano sobre la mejilla, y ella
suspiró, aferrándose a la calidez de su mirada.
—Eric lo hará bien —prometió Tate—. Estoy tan emocionado de que estés a punto
de convertirte en nuestra.
Belle también lo estaba.
A través de los ojos entornados, observó a Eric a los pies de la cama mientras se
colocaba un preservativo sobre su polla surcada de abultadas venas.
Kellan se inclinó más cerca, rozando sus labios sobre los de ella.
—Gracias por dejarme ser parte de esto, amor.
A pesar de que no le había prometido nada más allá de este momento, Belle se
enterneció. Esta noche no estaría completa sin él.
Ella entrelazó sus dedos con los de él.
—Gracias por estar aquí. Sé que no es fácil para ti.
Tate le rozó la mejilla con los nudillos.
—No puedo esperar. Parece que he esperado toda la vida para esto. ¿Lista?
Belle no contestó. No podría mientras Eric se subía a la cama entre sus piernas
abiertas. Su corazón latía con demasiada fuerza.
—¿Cariño? —Le deslizó una mano por el muslo, por la cadera, acariciándola como
si no pudiera dejar de tocarla—. ¿Dudas?
—Ninguna.
El sentido de conexión con los tres ató a Belle. Ella los deseaba, tenía sentimientos
por ellos. Después de esto, un pequeño pedazo de estos hombres le pertenecería para
siempre. Y sin importar lo que sucediera de ahora en adelante, un pedazo de ella
siempre les pertenecería.
Eric sonrió mientras se acercaba a la V entre sus piernas y cubría su cuerpo,
arrimando su polla a la abertura. Ella gimió. Por fin.
Había deseado este momento desde que puso los ojos en ellos. La rodeaban, sus
cuerpos grandes la calentaban y protegían. Con ellos, se sentía no sólo hermosa, sino
como la única mujer en el mundo.
—Voy a ser lo más gentil que pueda, pero si duele más de lo que puedes resistir,
Belle, tienes que decírmelo. Lo harás, ¿verdad?
Ella lo prometió con su sonrisa. Su voz podía sonar un poco severa, pero la
preocupación ensombrecía sus ojos color avellana.
—Las mujeres han estado perdiendo la virginidad y viviendo para contarlo
durante milenios. Voy a estar bien. —Cuando él abrió la boca para refutar, ella lo
tomó de los hombros—. Pero te lo diré. Prometido.
—Excelente. —Eric no desperdició un segundo antes de interponer una mano
entre ellos y sus cuerpos alineados, y comenzó a empujar en su interior—. Oh, cariño,
estás tan apretada.
—Con delicadeza —advirtió Tate a su amigo.
Eric asintió, centrándose por completo en ella mientras se levantaba sobre los
brazos y observaba a su polla comenzar a desaparecer en su cuerpo. El glande la
estiraba, quemando un poco mientras se dilataba para acomodarlo. Él la penetró
lentamente con un siseo, tensándose y apuntalándose por encima de ella con los
dientes apretados.
—Ya te sientes increíble. —Sonó tenso.
Belle lo encontró entrañable. Algunos tíos sólo se preocupan por echar un polvo.
Pero cada uno de los pensamientos masculinos ahora parecían concentrados en su
comodidad y placer.
Estaba apenas dentro de ella, y ya se sentía terriblemente llena. Cuando empujó
más profundo, el pánico amenazó con invadirla. Ella gimió y apretó la mano de Kell,
pero se negó a decir las palabras que impedirían a Eric abrirse camino
completamente en su interior.
Kellan le devolvió el apretón, haciéndole saber que estaba allí.
—Está bien. Vamos a tomarnos el tiempo para dejar que te acostumbres al sexo.
Sólo va a ser incómodo por unos momentos las primeras veces. Simplemente
recuerda, tu cuerpo fue hecho para esto.
Su cabeza lo sabía, pero ésta no prevalecía ahora. Su cuerpo insistía en que Eric era
demasiado grande, muy grande. Su corazón retumbó, congelándose en un intento de
mantenerlo fuera.
—Shh —susurró Tate, acariciando sus pechos, jugando suavemente con sus
pezones—. Belle, cariño, pronto va a sentirse muy bien. Eres muy hermosa. No
puedo esperar para ser el hombre dentro de ti, amándote. Lo eres todo para mí.
Él significaba un montón para ella, también. Su devoción la emocionaba. Su toque
la relajaba. Belle se obligó a inspirar profundamente y relajarse.
—Observa lo que está haciendo, amor. —Kellan recorrió su cuerpo con la
mirada—. Ver tu unión con Eric, ser testigo de tu primera vez... es increíble. Mira.
Miró hacia abajo, clavando la mirada en el lugar donde la polla de Eric
desaparecía lentamente dentro de su cuerpo. Ella se obligó a no pensar en la
invasión, sino a acercarse a ellos, pertenecerles esta noche.
Separando más las piernas, Belle le dio la bienvenida. Eric se hundió apenas un
poco más. De repente, llamarlo sexo parecía una tontería. Este momento era mucho
más. No sólo estaba invitándolo a entrar en su cuerpo, sino en su alma. Le estaba
dando algo que no podría dar de nuevo. Le estaba diciendo sin palabras lo mucho
que le importaba. Eso hacía que valiera más la pena la incomodidad de un momento.
El rostro masculino era una máscara de concentración cuando volvió a avanzar en
su abertura, pero la barrera dentro de ella lo detuvo. Y sabiendo que le causaría
dolor, parecía reacio a atravesarla. Necesitaba garantías.
Dejó que su mano libre subiera, tocando el rostro viril.
—Estoy bien, Eric. Quiero esto. Os deseo, a todos vosotros. Tómame.
Belle levantó la pelvis, no dispuesta a esperar un momento más para tenerlo
dentro. Eric gimió su nombre y agarró sus caderas, perforando su himen y
hundiéndose en su interior.
Una llamarada de dolor se encendió en su interior, una sensación de desgarro
mientras él se enterraba hasta la empuñadura. Belle gritó cuando él tomó completa
posesión, llenándola por completo y más allá. Ella forcejeó contra él.
—¡Eric!
—Lo sé, cariño —la tranquilizó—. Lamento que doliera. Inspira profundamente.
Eso es todo. Ahora exhala.
Hizo exactamente lo que le ordenó mientras él permanecía completamente
inmóvil. Poco a poco, su cuerpo se ajustó, se estiró para dar cabida a su polla, se
relajó, moldeándose a su alrededor. La mente femenina se calmó.
—¿Estás mejor ahora? —le preguntó después de un largo momento de nada
excepto duras respiraciones llenando el aire.
—Creo. Sí. —O así lo esperaba.
—Gracias a Dios. No puedes saber lo espectacular que se siente estar dentro de ti.
Mientras se mantenía inmóvil, acomodado profundamente dentro de ella, su polla
latía, al mismo ritmo que el corazón femenino. Pero el sexo implicaba mucho más
que él permaneciendo inmóvil con su pene enterrado en ella. Ahora que el dolor
había desaparecido, Belle quería saber lo fabuloso que podía ser él estando en su
interior. Movió las caderas para tentarlo.
—Mierda. Cariño, si no dejas de moverte, me voy a correr. No quiero hacerlo
todavía. Déjame hacerlo bueno para ti.
La sensación de tenerlo hundido en su interior ya inflamaba su deseo. Saber que
estaban unidos, mutaba ese deseo en necesidad.
—Estoy lista. Eric, no me hagas esperar.
Él pareció tomarse una eternidad, agachó la cabeza mientras se esforzaba por
tomar aire en sus pulmones y agarrarse de su autocontrol. Tate continuó con la gentil
adoración a sus pechos, diciéndole durante todo el tiempo, lo hermosa que era, lo
mucho que la deseaban.
Finalmente Eric levantó la cabeza. Una vibrante anticipación la atravesó.
—Voy a hacerte el amor, Belle, suave y dulcemente.
Su sexo se contrajo. El corazón se saltó un latido.
—Por favor.
Oh tan lentamente, él se retiró casi hasta el borde de su coño, arrastrando su polla
por la carne sensible en su interior. Respiró temblorosamente y se deslizó
nuevamente dentro de ella, arrastrándose despacio sobre terminaciones nerviosas
que ahora hormigueaban y diseminaban placer por todo su cuerpo. Eric repitió el
movimiento, dándole más de su peso, arqueando su pelvis contra la de ella y
haciendo una leve torsión. El movimiento hizo presión sobre el clítoris mientras
forzaba su polla más profundamente dentro de ella.
Siguiendo sus instintos, Belle colaboró con él, respondiendo a cada estocada con
otra. Los movimientos estimulaban lugares que los dedos, labios y lenguas no
podían. Eric apenas la había iniciado a la suave sensación de sus embestidas, y ya
estaba remontándose mucho más alto. En lugar de alguien amontonando éxtasis
sobre ella, lo compartía con ella.
Belle le clavó los dedos sobre los hombros y comenzó a depositar besos a lo largo
de su mandíbula. Entre embestidas, medidas y cadenciosas, tomó su boca, el beso
áspero, enfatizado por un largo gemido cuando volvió a instalarse completamente
dentro de ella de nuevo.
—Más. —Belle cerró los ojos cuando una oleada de euforia le calentó la sangre,
anhelando todo lo que tenía para darle.
Eric cogió el ritmo. Todavía se sentía dolorosamente llena, pero ahora disfrutaba
de la sensación. Del contacto, la fricción y la cercanía. Esto era aún más agradable y
profundo de lo que había esperado.
Una y otra vez, la penetró, y ella salió a su encuentro. Colapsaron al unísono. Él
gruñía mientas ella jadeaba. Luego volvió a atacar de manera hambrienta su boca
mientras se empujaba profundamente.
Los dedos de Tate aún estaban metidos entre ellos, retorciendo sus pezones.
Encontró el ritmo para coincidir con las embestidas de Eric. Él le daba un tirón, el
apacible dolorcito yendo directamente a su coño.
—Nunca he visto nada más sexy —gruñó Kellan en su oído—. No puedo esperar
para meterme profundamente en ti y follarte, amor.
—No vas a creer lo bueno que esto es, Kell. Nada jamás se ha sentido tan increíble
—gimió Eric.
—Me muero por estar dentro de ti, Belle. —La voz de Tate casi sonaba como una
súplica mientras le retorcía los pezones, añadiendo más presión y un poco de dolor.
El borde estaba allí. Contuvo el aliento, entonces soltó un lamento de necesidad. El
siguiente toque la haría correrse nuevamente.
Kell mordisqueó su hombro, respirando sobre su piel.
Eric se estrelló dentro de ella, restregándose y encontrando un lugar profundo que
la conmocionó con una estimulante sensación que se arremolinaba y congregaba,
haciéndola contraerse con más y más fuerza. Entonces se liberó en un torrente como
una tormenta gigante. Belle dejó escapar un largo gemido gutural, su cabeza
moviéndose agitadamente mientras el éxtasis la empapaba y ahogaba, hundiéndola
en una ola devoradora.
Eric se puso rígido, su rostro se retorció mientras la embestía una última vez. Todo
su cuerpo se paralizó. Se estremeció, gritó, luego vertió su cuerpo y alma dentro de
ella.
Un electrizante momento más tarde, soltó un suspiro agitado, y cayó sobre su
pecho. Su corazón todavía tronando contra el de ella. Sus cuerpos permanecían
conectados y Belle sospechó que, a partir de este momento, sus corazones siempre lo
estarían.
Una sensación de paz la embargaba ahora. Cada célula de su cuerpo exhaló como
si hubiera estado esperando este sentimiento por ellos toda su vida. Una peligrosa
manera de pensar, pero no tenía ningún sentido mentirse a sí misma.
Finalmente, Eric levantó la cabeza, los labios estirados con una sonrisa satisfecha.
—Eso me liquidó por completo, cariño. Ser tu primero fue muy especial. Nunca lo
olvidaré.
Le dio un beso larguísimo y tan tierno que las lágrimas escocían en los ojos de
Belle. Cuando terminó, se apartó. Un escalofrío golpeó la piel húmeda, pero ella no
permaneció sintiendo frío por mucho tiempo. Tate salió de detrás de ella, se colocó
un condón en tiempo récord y le cubrió el cuerpo con el suyo. Guau, era grande y
pesado, y su polla empujando en ella la estiraría aún más. Pero Belle no entró en
pánico en esta ocasión. Sabía que todos trabajarían juntos para hacer esto fabuloso.
Una sonrisa perversamente dulce iluminó el rostro de Tate.
—Mi turno. He querido ofrecerte mi pene durante mucho tiempo.
Belle sonrió.
—Acepto.
—Gracias a Dios.
Tate cubrió los labios femeninos con los suyos, su lengua se abrió paso dentro de
su boca al mismo tiempo que su polla empezaba a penetrarla. Jadeando ante la dulce
quemazón mientras estiraba su abertura para dar cabida a su diámetro, él se metía
profundo, más profundo, tan profundamente que casi podía jurar estaba a punto de
golpear sus amígdalas. Sin duda, no podía caber otro centímetro. Pudo. Y más.
Cuando inclinó las caderas para frotarse dentro de ella y Belle sintió sus cuerpos
totalmente fusionados, gimió de placer y lo abrazó. Iba a ser una noche increíble.
Capítulo 13

Tate se estiró cuando entró en la cocina, cada músculo del cuerpo felizmente
dolorido. Hoy no necesitaría hacer ejercicios. Anoche había hecho el entrenamiento
de toda una vida follando a Belle.
Follando. Tal vez él realmente no había conocido el significado de la palabra hasta
ella. Estrictamente hablando, decir que había tenido sexo con Belle no era exacto. Él
no sólo había insertado en la ranura A la lengüeta B, sino que había conectado con
ella a un nivel que nunca había experimentado con otra mujer. Follar a Belle significó
más que nunca antes, porque se había abierto y derramado en ella. Había hecho el
amor con ella.
Su única pena era que tuvo que usar un condón. Cuando regresaran a casa, todos
programarían chequeos médicos. Una vez probaran su buena salud, pondrían a Belle
en el método de control de natalidad de su elección y tirarían los condones. Nunca
había follado a una mujer sin protección, pero no quería que nada se interpusiera
entre Belle y él.
Por supuesto, ella podría no querer ningún control de la natalidad en absoluto.
Una visión de Belle, redonda y suave con un bebé en sus brazos, vagó por su
mente. Nunca había pensado mucho en hijos en el pasado, pero ahora que la idea le
pasaba por la mente, le gustaba la idea de crear vida con ella.
—Supongo que debería estar contento de que te pongas pantalones —la voz de
Eric lo sacó de sus pensamientos.
Tate ignoró la sarcástica mirada de su amigo con un bostezo mientras deambulaba
hacia la máquina de café.
—Demasiados desconocidos en esta casa para estar desnudo. No quiero espantar a
algún pobre repartidor, pero sigo pensando que la ropa no es natural. Los seres
humanos se pasearon desnudos durante mucho más tiempo de lo que lo han hecho
cubiertos.
Eric negó con la cabeza, claramente en desacuerdo.
—Después que se calme por aquí, tendremos que acostumbrar a Belle a ti
caminando con tus genitales colgando.
Tate se encogió de hombros, estarían de regreso a Chicago en poco tiempo.
—Creo que deberíamos acostumbrar a Belle a pasearse desnuda. Cuando está a
solas con nosotros, no necesita ropa, tío.
Tate no era el dominante del grupo. Le gustaba una mujer activa, pero no era la
forma en que Eric, y especialmente Kellan, lo necesitaban. Aunque le gustaban
ciertos aspectos del estilo de vida.
El pelo de Eric estaba todavía húmedo por la ducha, pero hoy iba vestido con unos
pantalones y una camisa de vestir.
—No odio esa idea. Tenemos que empezar a pensar en un collar para esa hermosa
muchacha. Pensé que me gustaría ir de compras y recoger algunas cosas. Consideré
pedirle a Sequoia que agarrara algunas cosas de nuestro alijo en casa, pero sólo Dios
sabe las conferencias que daría sobre el plástico que se encuentra en los plugs anales
destruyendo el medio ambiente.
Pero los plugs anales conseguirían el dulce culo de Belle listo para jugar. Con sólo
ese pensamiento, su polla ya no estaba cansada. Estaba tensa contra sus pantalones
deportivos. A diferencia de Eric, no era de vestirse bien para pasar el día delante de
su ordenador, pero elegiría algo aceptable para ese recado.
—Iré contigo. Definitivamente necesitamos prepararla, ¿pero no crees que
deberíamos pensar en un anillo antes que en un collar?
Eric levantó una ceja rojiza.
—¿Eso crees?
Se sirvió una taza de café, esperando que la respuesta que obtuviera coincidiera
con la suya.
—Sí. Quiero casarme con ella. ¿Tú no?
¿Cómo no habían hablado de esto? Él sólo había asumido que ambos querían lo
mismo. Habían hablado hasta por los codos sobre conseguirla en su cama, mudarla a
su casa y tener un futuro con ella. ¿Qué diablos haría si ese futuro no incluía el
matrimonio para Eric?
—Por supuesto que sí —replicó Eric—. Y creo que deberíamos hacerlo con
bastante rapidez porque ella merece saber que los hombres a los que se entregó
quieren casarse con ella. Esperó durante mucho tiempo. Nunca debería dudar que la
amamos.
Amor. Guau. Tate nunca había creído que lo encontraría. Básicamente había sido
programado con que el amor era perjudicial para las ambiciones de uno. Pero no
tenía ninguna duda ahora de que estaba completamente enamorado.
—Esto es acerca de lo que mi mamá y mi papá me advirtieron —admitió Tate—.
No puedo pensar correctamente a su alrededor. Creo que el amor me está
convirtiendo en un personaje de Disney. Maldición. Siempre he pensado que sería
alguien interesante en un episodio de Star Trek, pero deseo romper a cantar, un poco.
Solo un poco.
Eric se lo quedó mirando.
—Te he oído cantar. Por favor, no lo hagas.
Cantar a todo pulmón “Can You Feel The Love Tonight” (Puedes Sentir El Amor
Esta Noche), podría ser divertido, pero probablemente ahuyentaría a Belle.
—Lo reprimiré.
—Seh. —Eric asintió con la cabeza—. Entiérralo, amigo. Bien profundo.
La puerta se abrió, y Belle entró de manera precipitada. Su maldito corazón dio un
vuelco, porque sabía que estaban destinados a estar juntos. Había pasado un buen
número de embarazosas mañana con una mujer que no se ocupaba de él en la cama,
que lo había ignorado por completo, prefiriendo la compañía de Eric después del
sexo. Belle no sería así. A ella no le importaban sus rarezas. Podía ser él mismo a su
alrededor, y eso se sentía totalmente liberador.
Ella parpadeó hacia ellos antes de que su mirada se apartara rápidamente.
Obviamente, se sentía un poco tímida.
—Buenos días, chicos. —Belle le echó otra rápida mirada. Le encantó la forma en
que suspiró. Hacía que todo ese tiempo en el gimnasio valiera la pena—. Tú… um, te
ves bien esta mañana. Quiero decir que te ves bien descansado. ¿Dormiste bien? ¿No
pateé, ronqué o algo por el estilo?
Con una risa, Tate la levantó en sus brazos, disfrutando de su chillido mientras la
acarreaba contra su pecho.
—Anoche dormí mejor que nunca. Eres una almohada-cuerpo perfecta.
Se relajó en sus brazos.
—Estaba muy caliente entre Eric y tú.
Eric sonrió, viéndose más feliz de lo que Tate podía recordar. Tomó la mano de
Belle en la suya y le besó los dedos. Incluso sus manos eran pequeñas y adorables.
—Estamos felices de mantenerte caliente, cariño —murmuró Eric—. Ahora,
tenemos que hablar de esos becarios de la oficina de abogados debido a que no van a
volver hoy a esta casa.
Belle frunció el ceño.
—He estado pensando en ello. Sé que molestan y que yo no los quería aquí
anoche, pero realmente no tengo tiempo para hacer el inventario.
Tate estaba con Eric en este caso.
—Entonces te ayudaré. Puedo tomarme el fin de semana y lograr terminarlo.
—No pasará nada. Dudo que alguno de los becarios escribiera con sangre de cerdo
en la pared de mi dormitorio. ¿Por qué tendrían una queja de mi? No los conozco.
—No conoces a nadie en esta ciudad, pero eso no tiene importancia. Alguien está
dispuesto a molestarte, cuando menos. En el peor de los casos... —se encogió de
hombros—. No correré riesgos. De hecho, vamos a investigar a todos lo que entren
en esta casa, incluyendo a ese electricista gilipollas que clava los ojos en tu culo.
Ella resopló.
—No lo hace.
—Oh, lo hace. —Eric abrió la nevera y sacó los huevos—. Y cuando no estás
mirando, también clava los ojos en tus tetas. La próxima vez que lo haga, voy a
patearle el culo. Dios, espero que tenga antecedentes. Tal vez esté prófugo. Entonces
lo podríamos matar y aducir defensa propia.
Belle parecía horrorizada.
—Habla en broma, cariño. Al menos hasta cierto punto. —Tate se sentó en una de
las sillas de la mesa de la cocina y miró el desorden de equipos informáticos, archivos
legales, y enseres de escritura desparramados por toda la mesa. Ya no podía ver un
solo centímetro de la antigua superficie color cereza. Con el ceño fruncido, hizo una
nota mental para despejar la mesa del comedor y reubicar la oficina en otro lugar
para que todos pudieran sentarse y comer juntos. Kellan tenía razón. Tenían que
comportarse como una familia.
Eso sería mucho más fácil si estuvieran de regreso en casa, en su recientemente
construido paraíso suburbano, en lugar de en este inacabable proyecto de mejoras al
hogar.
—No puedes matar a Mike. Lo necesito. —Belle apoyó la cabeza en su hombro—.
Tengo que conseguir que la electricidad funcione correctamente. ¿Has notado que la
potencia funciona de forma selectiva en determinadas habitaciones? Y algunos
lugares están extrañamente fríos.
—El último problema es la climatización. Las rejillas de ventilación probablemente
estén en malas condiciones de funcionamiento, cariño. —Eric puso una taza de café
frente a ella—. Es un gasto y una molestia para agregar a la lista que no necesitas.
—Sabes —comenzó Tate—, podríamos contratar a alguien para remodelar todo el
lugar, encontrar a alguien capaz de encargarse de todo.
La cabeza de Belle se levantó bruscamente, y él sintió que todo su cuerpo se
tensaba.
—¿Estás diciendo que no soy capaz?
Una voz en su cabeza le dijo que estaba entrando en terreno peligroso. Esa misma
voz siempre le decía que no iba a conseguir a la chica o decir lo correcto. Pero tenía a
Belle ahora, y ella no era como todas las demás perras que lo habían desairado
después del sexo. Ella no esperaba que él dijera lo correcto durante todo el tiempo.
Esa voz estúpida era el producto de la duda en su propia capacidad, y tenía que
largarse.
—Por supuesto que eres capaz. Sé que quieres quedarte aquí, pero necesitamos
regresar a Chicago, cariño.
¿No habían resuelto eso anoche? Sí, ella había dicho, hacía unos días, que quería
quedarse en Nueva Orleans, pero seguramente no se habría acostado con ellos si no
tenía la intención de compartir un futuro. Chicago era el hogar, y estaba ansioso por
regresar. A pesar de que más bien le gustaba que no hiciera frío aquí todavía.
También le gustaba la atmósfera extraña y chispeante y la encantadora arquitectura
de Nueva Orleans. Cuando corría, siempre encontraba algo nuevo que ver. La ciudad
era un camaleón, cambiaba a diario. A Tate le parecía un poco extraña y maravillosa.
El otro día incluso, se había encontrado corriendo por Real Street junto a un grupo de
tipos vestidos de rojo. No sabía qué demonios estaba pasando, pero parecía como si
estuvieran divirtiéndose. Muy pronto él no tendría nada en Chicago, excepto
temperaturas gélidas y otra temporada mediocre de los Bears2, pero el esfuerzo de su
trabajo estaba allí.
Ella se bajó de su regazo, viéndose incrédula. Tate deseó no haber traído a colación
el tema.
Belle tomó un largo sorbo de su café, su cuerpo rígido sugiriendo que luchaba por
paciencia cuando se volvió de nuevo hacia ellos.
—Sé que necesitáis regresar. Me alegro de que os quedarais aquí conmigo por un
tiempo. Me gustó mucho vuestra visita y aprecié la ayuda en la casa.
Tate frunció el ceño, todo su cuerpo poniéndose en alerta porque había oído esa
cadencia plana saliendo de la boca de una mujer antes. Justo antes de romper con él.
Justo antes de que explicara todas las razones por las que no funcionaría entre ellos.
—¿Qué se supone significa eso?
Eric se puso de pie, poniendo una mano sobre su hombro.
—Oye, amigo. Podemos permanecer aquí todo el tiempo que sea necesario.
—¿Todo el tiempo que sea necesario para qué? —Los labios de Belle se apretaron.
—Para nada, cariño. Mientras nos quieras aquí. —Eric parecía decidido a
mantener a todos en calma.
Tate no podía dejarlo pasar. El temor le produjo un dolor en el estómago, y no iba
a desaparecer hasta saber la verdad. Pensaba que todo fue resuelto anoche, pero tal
vez la historia solo se estuviera repitiendo.

2
Equipo de fútbol americano de Chicago.
—Quiero que te expliques, Belle. Merezco la verdad. Nunca te he mentido. Ni una
sola vez. Siempre he sido sincero contigo. ¿Cuáles son tus planes?
—He repetido durante días que voy a trabajar en esta casa y establecer un negocio
de diseño. —Enderezó los hombros—. No estés tan sorprendido. Le dije a Eric en
Dallas que esto es lo que quería. Renuncié, Tate. El hecho de que no la aceptaste no lo
hace menos cierto. No quiero ser una secretaria el resto de mi vida.
Tate trató de eliminar el pánico invadiendo su organismo. Conserva la serenidad. No
lo arruines. Se merecía la carrera que quería. Su deseo y el de él no tenían por qué ser
mutuamente excluyentes.
—Entiendo. Tienes un sueño —reconoció Tate—. Nosotros te ayudaremos a
encontrar un espacio en Chicago. Cariño, tienes que entender que todo lo que hemos
construido está allí. No podemos dejar nuestro sustento para mudarnos aquí.
—No os lo pedí. —Ella apretó los labios en una línea sombría—. Pero no voy a
regresar a Chicago.
—No tenemos que decidir nada de esto ahora mismo —interrumpió Eric.
Tate no le hizo caso.
—¿En serio? ¿Qué hay de anoche?
Hacer el amor con Belle había significado todo para él. Toda su vida se había
preparado para el momento en que unió su cuerpo al de ella y encontró lo que
realmente quería en la vida. Todas las horas sudando en el gimnasio y resistiendo a
las clientas que lo habían querido sólo para el sexo lo había aleccionado. Hasta
anoche, pensó que lo había soportado, porque ese era el precio para conseguir algo.
Ahora sabía que inconscientemente había hecho esas cosas para convertirse en el
hombre para ella. Había encontrado su vocación. Ejercer como abogado era genial,
pero él quería hacer feliz a Annabelle Wright. Él quería ser su marido y construir una
vida extraordinaria con ella y con sus mejores amigos.
¿Cómo era posible que Belle no lo deseara?
Belle se encogió de hombros, apartando la mirada de la de él.
—Me gustó mucho, Tate. Pero no puedes pretender que renuncie a todas mis
esperanzas y sueños porque me ha gustado lo que has hecho en la cama. ¿No puedes
ver que tengo la oportunidad de crear mi sueño aquí?
—¿Y si me ofreciera a cambiar? ¿Si renunciara a la abogacía? —Odiaba lo patético
que sonaba, al igual que aquel niño de cinco años que una vez había sido, rogando
para que su madre lo abrazara, sólo una vez. Como el niño anhelando a que su padre
jugara a la pelota con él.
Belle suspiró, dudó.
—No creo que funcionara.
Por supuesto que no funcionaría. Belle tendría que socializar con los clientes,
querría un amplio círculo de amigos, y él tenía problemas en esas situaciones. Era un
pasivo. Era un nerd sin filtro. Ninguna cantidad de músculo que tuviera iba a
cambiar lo que era. No podía transformarse mágicamente en Eric.
Era bueno para el sexo. Esa había sido una sorpresa. Había sido un erudito sexual,
había aprendido a complacer a una mujer porque estaba dispuesto a hacer casi
cualquier cosa. Amaba comerles el coño, le encantaba los pequeños sonidos que una
mujer hacía, la forma en que se retorcía contra su lengua. Tenía una gran polla y
había aprendido cómo usarla. Cuando estaba en la cama con una mujer, sin duda
alguna, destacaba.
Ellas simplemente no lo querían fuera de la cama.
Al parecer, había sido un ingenuo al pensar que Belle sería diferente.
Tate empujó la silla hacia atrás y se levantó, el estómago pesado y con nudos y
arrastrándose en algún lugar cerca de sus pies. ¿Cómo diablos había pasado de creer
que se iba a casar a la ruptura en menos de diez minutos?
Dio un paso adelante, la compasión en el rostro femenino casi demasiado para
aceptar.
—Tate, no pretendo lastimarte. Es sólo que no creo que funcionara a largo plazo.
De repente se dio cuenta de que lo haría. Prescindiría de su bufete y empezaría de
nuevo aquí. Vendería su casa y la seguiría si eso es lo que ella necesitaba. Podría
implorar, pero no cambiaría el resultado.
Belle simplemente no lo quería.
—Oye, probablemente no lo haría. —No iba a hacer un ridículo más grande.
Ella extendió la mano para tocarlo, pero suspiró de nuevo cuando él se alejó.
—Tate, si te pidiera que te mudaras aquí, a la larga tendrías resentimientos hacia
mí. Sé que funciona para Kinley, pero dudo que Eric quiera renunciar a su bufete por
una mujer con la que pasó una noche. No veo cómo funcionaría, sobre todo porque a
Kellan no le interesa en absoluto.
Ah, así que era a Kellan a quien realmente quería. Sabía que debía ser a uno de sus
dos amigos. Eran elegantes. No la avergonzarían haciendo algo dolorosamente torpe.
Ahora que realmente pensaba en esto, ella nunca habría apostado por su tipo de
relación. Casi ninguna mujer en realidad quería ocuparse de más de un hombre.
Exigían mucho, desagradablemente a veces. Él podría ser el más exigente de todos,
rondándola como un perrito triste o un cachondo perro callejero intentando
encorvarse en su pierna. La mayoría de las mujeres prefieren hombres como Kellan.
Tate levantó una mano.
—Lo que sea. Genial. Voy a darme una ducha. Miraré los vuelos que salen de aquí
esta tarde.
Belle se alarmó.
—Pensé que ibas a quedarte unos días.
—Eso fue cuando pensé que te importaba algo, Belle. Ahora, creo que voy a
dejarte para que puedas vivir a tu antojo.
Eric trató de interponerse entre ellos.
—Tate…
—¿Así que no podemos ser amigos si no te sales con la tuya? —interrumpió Belle.
—¿La mía? ¿Quieres hacerme sonar como un niño con un berrinche porque le han
quitado un juguete? Yo quería casarme contigo, construir una vida juntos. Quería
cuidar de ti y hacerte el centro de nuestro mundo. Pero supongo que sólo querías un
hombre para echar un polvo y nosotros estábamos a mano.
Belle se le quedó mirando boquiabierta.
—¡Eso no es cierto! Nunca dije eso.
—No tienes que hacerlo. Conozco la rutina, cariño. Así que te lo facilitaré. No voy
a repetir que te amo. Es evidente que no quieres oírlo. —Intentando mantener la
compostura, se giró para marcharse.
Ella lo agarró del brazo.
—Tate, detente. ¿Quieres sentarte para que podamos hablar? Me importas. No
estoy tratando de hacerte daño, sólo ser realista en cuanto a este tema. No puedo
dejar que renuncies a todo por mí cuando puede no funcionar. Me odiarías.
Nunca la podría odiar, pero ciertamente podría odiarse a sí mismo. Después de
todo, este lío era su culpa. Él era el verdadero motivo por el que no funcionaría.
—Preferiría no discutir de nuevo esta mierda. —Se soltó bruscamente de su
agarre—. Tengo que tomar una ducha y volver al trabajo. Estaré fuera de tu vista tan
pronto como pueda.
Salió sin decir nada más, dejando que la puerta se cerrara detrás de él.
—¡Tate! —oyó la voz oh-tan-razonable de Eric, pero siguió caminando. Necesitaba
estar lejos de ella, lejos de todos ellos. En su maleta, encontró una camiseta sin
mangas, se calzó las zapatillas, todo su cuerpo entumecido. En poco tiempo, se
dirigió a la puerta.
Kellan entró con una bolsa blanca en sus manos.
—Oye. Nos conseguí buñuelos. Pensé que podíamos sentarnos y averiguar lo que
vamos a hacer con la situación de la casa. Tengo algunas ideas sobre vetar a las
personas que han estado aquí en las últimas veinticuatro horas. Los policías van a ser
inútiles. Tienen un asesinato importante para resolver. No van a desperdiciar
muchas horas de los hombres en lo que equivale a vandalismo.
Por supuesto, Kellan se haría cargo. Normalmente lo hacía. A menudo, Tate
encontraba un alivio profundo y se sentía agradecido por ello. Hoy no. Era sólo otra
forma en la que no estaba a la altura.
—Haz lo que quieras. —Pasó junto a Kellan golpeándole el hombro y cerró la
puerta violentamente. Entonces, Tate hizo lo que siempre hacía cuando el mundo lo
presionaba.
Correr.

* *
—¿Tienes idea de lo que acabas de hacerle? —Después de que la puerta se cerrara
detrás de Tate, Eric se giró bruscamente y clavó la mirada en Belle. Tenía una buena
discusión para ella.
Sí, él tendría que ir detrás de su mejor amigo muy pronto. Tate no querría hablar
sobre este altercado ahora. Necesitaría horas, tal vez días, para procesarlo. Él podría
haber dicho que planeaba tomar una ducha, pero iría a buscar sus zapatillas y a
correr por las calles hasta que no pudiera ver bien. Sólo regresaría cuando hubiera
eliminado hasta la última gota de su frustración.
Por supuesto, también podría correr hasta el aeropuerto y marcharse para
siempre.
Belle negó con la cabeza, viéndose perpleja.
—¿Qué? ¿No debería ser honesta? No estaba tratando de lastimarlo. Maldita sea,
Eric. ¿De verdad esperabas que me despertara esta mañana y renunciara a esta casa?
¿Se supone que una noche me hace creer que esto puede funcionar a largo plazo?
—Pudiste haber mencionado cómo te sentías anoche. —Eric se obligó a tomar una
respiración profunda porque también estaba cabreadísimo.
Por supuesto, él y Tate ya habían escrito el final del cuento de hadas en sus
cabezas sin avisarla a ella, tampoco. Aún así, ¿Belle no había sentido la magia entre
ellos cuando le hicieron el amor? ¿Eso no la había hecho replantearse su estancia en
Nueva Orleans al menos un poco?
Kellan abrió la puerta y entró, viéndose profundamente preocupado.
—¿Qué demonios le pasó a Tate? Salió a correr. La última vez que estuvo tan
molesto, acababa de ver la última película de Star Wars.
—Sin chistes. No ayudas en este momento. —Frustrado, Eric se pasó una mano
por el pelo. Sabía que Kellan no estaba siendo intencionalmente insensible, pero
ahora seguro que no era el momento para bromas.
Kellan lo miró fijamente, luego desvió la mirada hacia su amante distante. Su
rostro perdió toda diversión.
—¿Qué pasó? —entrecerró los ojos—. ¿Qué hiciste, Annabelle?
Ella soltó un bufido de exasperación.
—¿Por qué crees que yo hice algo?
—Debido a que sólo hay una persona en el mundo con el poder para aplastar a
Tate así, y estoy mirándola. —Kellan dejó la bolsa en el suelo y avanzó hacia Belle—.
Dime cómo lo lastimaste esta mañana. Tengo la sospecha, pero espero que me
demuestres que estoy equivocado.
Belle abrió la boca.
—Yo-yo…
Eric les ahorró a todos el tiempo y a ella el esfuerzo.
—Le explicó que no quería nada excepto sexo de nosotros.
Belle probablemente escogería diferentes palabras, pero Eric fue directo al grano.
La distancia que ella había forzado entre ellos lo conmocionó por completo.
Aunque no había pensado que Belle comenzaría a empacar de inmediato para
regresar a casa, segurísimo que no había pensado que iba a decir que una relación
entre ellos no podría funcionar.
Funcionó puñeteramente bien anoche.
—Oh, Dios mío, yo no he dicho eso, en absoluto —replicó ella con lágrimas
brillando en sus ojos—. Tate empezó a hablar sobre mi regreso a Chicago o él
mudándose aquí. Yo sólo... él me atacó por el punto flaco. Traté de explicar por qué
eso no funcionaría, y Tate se largó.
—Tú le dijiste que no estabas interesada en una relación. —Lágrimas o no, Kell se
negaba a dejarla endulzar lo sucedido.
—No, le dije que, necesariamente, no veía un futuro para nosotros.
Kellan negó con la cabeza, una tensa furia atravesó su rostro.
—Bueno, eso es perfecto. Oye, al menos le dijo que se fuera a la mierda antes de la
boda.
Un desgarrador dolor atravesó el rostro de Belle.
—¡Eso no es justo!
Con indiferencia, Kell se volvió hacia él.
—Mira, tío, debería irme. No haré nada excepto empeorar la situación. Lo siento.
Mierda. Por lo pronto, Eric quería renunciar a ambos. Se había preparado para que
Kellan se acobardara o renunciara. Siempre había sabido que meter a su amigo en la
relación después de su amargo divorcio sería difícil. Nunca se había imaginado que
Belle se despertaría después de la mejor noche de su vida y declararía que podían
irse porque esto no le importaba.
Kellan hizo una pausa, agarrando sus hombros y mirándola fijamente a los ojos.
—Piensa en lo que estás haciendo, Annabelle. Hay una razón por la que estás
alejando a los hombres que te aman. Piensa bien y soluciónalo. No termines como yo.
—¿Qué significa eso? Tú mismo dijiste que no creías que pudiera funcionar —
replicó Belle.
—Todavía no lo creo, pero con lo que me ocurrió hace muy poco tiempo puede
que no sea la persona más optimista sobre el amor. —Él se retiró—. Además, no
estamos hablando de mí. Realmente piensa detenidamente en esto antes de terminar
nada. Asegúrate de que no hay ni la más mínima parte de ti haciendo esto por
venganza.
—¿Venganza? —La confusión la hizo abrir los ojos de par en par.
Eric había estado pensando en la misma línea.
—En Dallas, estabas muy cabreada con nosotros. Pensabas que te estábamos
rechazando. Tal vez piensas que es una buena idea devolvernos el rechazo. No
funcionará, Belle. Te arrepentirás.
—No estoy haciendo esto por venganza.
—Entonces lo estás descartando porque tienes miedo —le replicó. Esas eran las
únicas dos razones para que estuviera tan distante.
—Es correcto y ella no lo quiere admitir. —Negando con la cabeza, Kellan se
dirigió a la puerta que conducía al comedor.
—¿Miedo de qué?—cuestionó ella.
—Vamos, Belle. Eres demasiado inteligente para hacerte la estúpida. —Kell abrió
la puerta de un empujón—. Voy a empezar a revisar los antecedentes de todos los
que estuvieron aquí ayer.
Belle abrió la boca para decir algo, pero Kell salió.
Y Eric la cerró.
—No lo hagas. No seas lo suficientemente terca para impedirnos cuidar de ti.
Piensa muy cuidadosamente antes de decir lo que está a punto de salir de tu boca.
Dejando a un lado las últimas doce horas, hemos sido amigos desde hace mucho
tiempo, y estaré profundamente ofendido si eliges tu orgullo sobre tu seguridad.
Antes de que le dijeras a Tate que poco te importaba que se fuera en el próximo
avión, ¿no pensaste en el hecho de que alguien entró en esta casa y trató de
aterrorizarte?
Las lágrimas se derramaban de sus ojos oscuros y caían por sus mejillas.
—Maldita sea, Eric. Me haces sonar cruel y horrible. Yo no dije eso.
—No con esas palabras exactas, pero te aseguro que eso fue lo que él oyó. Y es
probable que estés a punto de decirme que también me largue.
—No, aprecio que investigues a los sospechosos. Si hay cualquier tipo de ayuda
que te pueda dar, avísame. —Sus grandes ojos heridos eran como un puñetazo en el
estómago. Deseó poder retroceder toda la mañana. O haberse quedado en la cama—.
No puedo mantenerte aquí, Eric. Y no puedo mentir a Tate y decirle que estoy
dispuesta a hacer algo que no estoy. Si eso significa que tienes que irte, lo entenderé.
El dolor destrozó su cuerpo.
—¿Ni siquiera estás dispuesta a ver lo que podríamos tener?
—¿Qué crees que podríamos tener? No puedo volver a Chicago. Realmente creo
que necesito estar aquí. Pero no puedo permitir que renunciéis a vuestras carreras
por mudaros porque no puedo prometer una relación que funcione. Tate quería mi
compromiso esta mañana. Nunca hemos tenido una verdadera cita romántica. No
tengo idea de dónde estás parado, y Kell está fuera de toda el asunto de las
relaciones, así que ¿por qué debería estar pensando en la convivencia ya? No sé si
estoy lista. Sería injusto pediros dejar todo atrás en Chicago, cuando puede que no
tengamos un futuro.
Eric suspiró. ¿Esa es la forma en que ella veía la situación? Así que tal vez ellos no
le habían comunicado con exactitud sus necesidades y expectativas. Pero Belle
tampoco había tratado de reunirse con ellos, por lo menos un poco más a mitad de
camino. O estaba desquitándose o estaba aterrorizada. Su dinero estaba en lo último.
—No podemos irnos hasta que sepamos que estás a salvo. Eso no está abierto a
negociación —manifestó Eric de manera inequívoca.
Tate no sería capaz de dejarla vulnerable y sola tampoco. Sí, podría amenazar con
marcharse, pero se quedaría aquí esta noche y todas las noches hasta que estuviera
seguro de que Belle estaba a salvo.
No importaba que ella se negara a amarlos de nuevo.
Más lágrimas se derramaron por sus mejillas, y requirió todo lo que Eric tenía para
no enjugárselas.
—¿Qué hacemos, Eric? No quiero que os vayáis, pero no puedo deciros que estoy
lista para algo más que una relación casual. Tal vez creas que esto es estúpido, pero
no creo que vaya a funcionar sin Kellan. Los tres sois un equipo. Os he observado
durante un año. Sois más felices juntos. Me guardaríais rencor si me interpusiera
entre vosotros.
Se veía tan triste…, Eric no pudo evitar acunar sus mejillas y secarle las lágrimas.
—Pero lastimaste a Tate. Tienes que saber que esta no es la primera vez que una
mujer lo ha echado de la relación.
—¿Qué quieres decir? —frunció el ceño.
—Hemos tenido citas con mujeres que no querían ver a Tate fuera de la
habitación. Una vez que explicábamos que queríamos una relación más formal,
rápidamente nos dejaban saber que Tate podría entrar para el sexo, pero no querían
frecuentarlo socialmente.
Belle se quedó sin aliento.
—Eso es terrible.
El absoluto horror en su voz hizo que Eric respirara un poco más fácilmente.
—Es cierto, y ahora él piensa que eso es lo que estás haciendo. Está convencido de
que prefieres a Kellan a él, pero que estás dispuesta a follar con él, porque es bueno
en la cama. —Ante el ceño sorprendido de Belle, Eric se encogió de hombros—. Es
exactamente lo que nuestra última novia le dijo.
—No quise decir nada por el estilo. No tenía idea de que alguien lo había tratado
de manera tan horrible. Sólo necesito tiempo para averiguar dónde va esto, Eric.
—¿Y por eso deseas que todos volvamos a nuestras esquinas y finjamos que
anoche no sucedió? —Él no estaba seguro de poder hacerlo.
—Sigues suponiendo lo peor. No es nada de eso. No importa el tiempo que
tengáis, quiero pasarlo contigo, Tate, y Kellan. Honestamente, no estaba tratando de
echar a nadie. No puedo daros las seguridades que deseáis en este mismo instante.
Tengo la sensación de que habéis estado elaborando esto durante meses. Yo no, y
todo en mi vida ha cambiado de repente. Tal vez me sentiría diferente si no hubiera
heredado esta casa, pero lo hice y me encanta estar aquí. Estaba lista para un cambio.
No puedo volver a ser simplemente vuestra secretaria. ¿No te das cuenta?
—Durante casi un año, nos hemos estado preparando para que estés con nosotros.
Esperamos hasta que no creyeras que éramos jefes lascivos como tu último
empleador y hasta que realmente consiguieras conocer a Tate. Esperábamos a que
Kell confiara en ti. Pero siempre tuvimos un plan. Puede que no hayamos tenido citas
de la manera tradicional, pero hemos pasado cada segundo libre que tuvimos
contigo.
—Mientras ''teníais citas” con otras mujeres. —Hizo comillas en el aire con los
dedos.
—¿Qué otras mujeres? Nombra una.
—Sé acerca de la delgadísima asistente legal en Johnson y Forbes.
¿Así que quería discutir? Esa era su especialidad…
—Eso terminó alrededor de dos semanas antes de que vinieras a trabajar para
nosotros. ¿Siguiente?
Belle cruzó los brazos sobre el pecho.
—¿Vas a decirme que no fuisteis a ese club? O que no hay mujeres allí.
Al parecer, Belle tenía algunas impresiones muy equivocadas. Estaría más que
feliz de corregirlas.
—No, fuimos porque Kellan estaba patrocinado nuestra formación. Pero eso no es
lo que te está molestando, ¿verdad, Belle? Crees que estábamos fuera pasándolo en
grande, mientras te hacías cargo de la oficina. Me gustaría saber por qué crees que
cualquier mujer es más importante para nosotros que tú. No hemos traído una mujer
a la oficina que no estuviera allí por capacidad profesional. Respondemos a tus
llamadas a cualquier hora del día o de la noche y dejamos cualquier cosa que
estemos haciendo para encargarnos de tus necesidades. Uno de nosotros te lleva a
comer casi todos los días y a cenar al menos una vez a la semana. Hemos pasado un
año cuidando de ti. ¿Qué te hace pensar que estábamos durmiendo con otras
mujeres?
Ella alzó las cejas mientras abría la boca.
—¿Estás tratando de decirme que no habéis tenido relaciones sexuales en un año?
—Te digo que no he hecho el amor con nadie excepto contigo desde el momento
en que puse los ojos en ti. Tate tampoco. Después de su divorcio, Kellan se folló todo
a la vista. Sin embargo, poco después de que vinieras a trabajar para nosotros, eso fue
disminuyendo. No se ha acostado con nadie desde hace fácilmente seis meses. Para
un tipo que solía utilizar un culo diferente cada noche, eso dice mucho. Todos
sabíamos lo que queríamos y estábamos dispuestos a ser pacientes hasta el momento
correcto.
—El momento nunca iba a ser el correcto. —Tate empujó la puerta y se detuvo, sus
ojos sin expresión.
—Pensaba que fuiste a correr. —Eric se quedó mirando a su mejor amigo.
Tate se veía peligroso, con ojos depredadores, cada músculo de su cuerpo como si
estuviera listo para atacar. De repente, Eric estaba preocupado de que Belle fuera la
presa de Tate.
Ella se veía vacilante, pero levantó la barbilla y se acercó a él.
—Tate, deberíamos hablar.
Cuando trató de tocarlo, él se apartó.
—Nada que decir. No vamos a ninguna parte hasta que estemos seguros de que
estás a salvo. Mientras tanto, ¿deseas explorar el sexo? Puedes hacerlo con nosotros.
Fui gentil contigo anoche, pero si esto es sólo un polvo, entonces, vamos a hacerlo a
mi manera, caliente y sucio.
Tate no esperó su respuesta, simplemente la levantó en sus brazos, la apretó
contra el pecho, y se dirigió a las escaleras.
—Oye —llamó Eric, siguiéndolos.
Kellan se reunió con él en el pasillo, y Eric se preguntó si había estado escuchando
en el otro lado de la puerta desde que supuestamente había salido.
—No lo hagas. Puede que tenga razón, y Belle no está exactamente protestando.
Unámonos a ellos y veamos dónde conduce esto.
—No lo sé. Él es emocional. —Cuando Tate estallaba, podría ponerse espectacular.
—En circunstancias normales, me gustaría evitar la escena, pero tal vez esto es lo
que Belle necesita. Está cerrada. Hay que hacerla sentir, obligarla a abrirse, pero
debes romper esos muros o tienes cero posibilidades. —Kellan siguió con la mirada a
Tate y Belle—. Me puedo quedar aquí abajo, si lo prefieres. Pero tú definitivamente
debes ir al piso de arriba.
Él dio una palmada en la espalda de Kellan. Tal vez pudieran romper algunas de
sus paredes, también.
—Venga. Ayúdame a ver si podemos salvar esto.
Subieron las escaleras, el corazón de Eric palpitando.
Capítulo 14

Con los brazos alrededor del cuello de Tate, Belle examinó su cara y su corazón se
aplacó aun cuando se dijo que esto era una malísima idea. Él subió las escaleras de
dos en dos, al parecer su peso no era una carga en absoluto.
—Tate —dijo suavemente—. En realidad, deberíamos hablar. No fue mi intención
lastimarte.
No rompió la zancada, ignorando que ella había hablado. Permaneció mirando
hacia el frente, su rostro fuerte cerrado por completo.
—Dime si deseas o no esto. Esa es la única conversación que necesitamos tener.
Belle se mordió el labio. Ella lo había humillado. No se había dado cuenta de eso
en el momento, pero ahora comprendía que él había malinterpretado todo lo que
había dicho a través de su propio filtro. Sin darse cuenta, había apretado sus botones.
—Ya ni siquiera sé lo que es esto, Tate.
—Sexo. Eso es.
No, no lo era. Podría estar enfadado, pero no podía dejar de preocuparse por ella
en un abrir y cerrar de ojos más de lo que ella podía dejar de preocuparse por él.
Simplemente estaba herido, y ella tendría que ayudarle a entender que no lo estaba
apartando a un lado por Eric o Kell.
Ese descubrimiento la ayudó a encontrar un remanso de calma interior, en el
momento en que abrió de una patada la puerta del dormitorio. El picaporte rebotó
contra la pared, pero él, o no se dio cuenta o no le importó, simplemente entró a
zancadas en la habitación y se dirigió a la cama. Dado su semblante de depredador,
Belle probablemente debería estar tratando de escapar o al menos plantarse, pero
Tate nunca la lastimaría, aunque ella lo hubiera herido profundamente.
Belle colocó la palma de la mano en su nuca y trataba de atrapar su remota y
oscura mirada. Él miró más allá de ella, y eso le dolió. Era demasiado bueno
bloqueándola. Por otra parte, al crecer probablemente había aprendido de los
mejores.
¿Cómo había sido su infancia, criado en un hogar frío, por padres insensibles que
habían valorado sólo su intelecto mientras reprimían su gran corazón? Eric había
sido su primer, y durante años, único amigo. Ellos se equilibraban el uno al otro.
¿Cómo se sentiría si le hubieran dicho constantemente que era la mitad
inadecuada de un todo? Belle hasta cierto punto comprendía cuán horrible debió ser
eso. Kinley siempre había sido mucho más extrovertida, la diversión tenía inclinación
por las burbujeantes personas rubias. Si ella y Kinley hubieran compartido el tipo de
vida que Eric y Tate compartieron, ella habría sido la de afuera mirando hacia
adentro. Había probado lo amargo que eso era a través de los años. Esos recuerdos le
causaron más dolor por Tate.
—Esas mujeres se equivocaron al rechazarte en favor de Eric. Eres maravilloso,
Tate. Por muchas cosas además del sexo.
La acomodó sobre la cama en la que habían hecho el amor anoche. Él podría
llamarlo sexo, pero ambos sabían mejor. Habían hecho el amor. Ella deseaba saber
cómo abrirse, abrazar la experiencia, y confiar en que podría durar.
Cuando Tate la siguió hasta el colchón y la inmovilizó debajo de él, se arrojó a sus
brazos, ofreciendo su aceptación. Incluso cuando estaba enojado con ella, la trataba
con mucho cuidado. Ella miró parpadeando sus ojos oscuros, con la esperanza de
que pudiera ver su bienvenida.
—No importa, Belle. ¿Estás diciendo sí o no? Si dices que sí, entonces debes
disponerte a someterte. Si dices que no, entiende que no te lo preguntaré otra vez. Te
dejaré con Kellan y Eric. De cualquier forma que contestes, me aseguraré de que estés
a salvo. Pero guardaré las distancias.
Belle odiaba los ultimátum, pero lo entendía. Si decía no, Tate pondría un muro
entre ellos. No para castigarla, sino para protegerse. Había hecho un trabajo notable
haciéndola sentirse segura con él, pero ella no había tratado de hacer lo mismo por él.
El remordimiento la aguijoneó.
¿Qué quería, arriesgar su corazón por algo que probablemente no duraría o
abrirse y rendirse a los hombres que amaba durante el tiempo que compartieran?
Eric entró en la habitación. Kellan revoloteaba en la puerta. Todos los ojos estaban
clavados en ella. La anticipación flotaba en el aire.
Estos hombres realmente dejarían en suspenso sus vidas hasta que estuviera a
salvo. Después de eso, volverían a sus hogares y a sus carreras. La dejarían. Si por
algún milagro no lo hicieran, su pequeño cuarteto no funcionaría si Kellan ni siquiera
estaba dispuesto a intentarlo.
Por supuesto, ¿podía esperar realmente una completa seguridad en la relación?
Nadie tenía eso. Particularmente, no podía esperar eso si no estaba lista para
comprometerse. Y no necesitaba un compromiso para tener sexo.
Los pensamientos de Belle corrían. ¿Quería volver a compartir un techo con ellos?
Lo más probable es que sólo tuvieran unos pocos días juntos. Diablos, incluso si le
hubieran prometido toda una vida, eso no siempre funcionaba. Su padre había
jurado amar a su madre para siempre y había muerto. Cuando su madre había dado
a luz, se había comprometido a ser una madre, pero después de la muerte de su
marido, no había cumplido con esa obligación. El desapego de su madre la hirió y
confundió. Ella se había cerrado a todo el mundo después de eso. Con excepción de
Kinley, aún lo hacía.
Pero ahora, estos tres hombres la tentaban. No sólo sexualmente. Podía ser ella
misma con ellos, una rareza para Belle. La tranquilizaban. ¿Por qué no debería
experimentar al máximo lo que compartían mientras estaban aquí? ¿Encontrar el
placer y la alegría? Su piel se calentó ante la sola idea de sentirlo profundamente
dentro de ella otra vez. Su corazón se enterneció ante la idea de estar cerca de ellos.
Aunque no durara, tendría estos días para atesorar en su corazón.
—Sí. —No había nada más que decir.
—¿Entiendes a lo que estás diciendo sí, amor? —Kellan entró en la habitación.
Todo su cuerpo tenso, su anterior calma desaparecida. Delante de ella había un Dom.
Su Dom.
—Sí. Estoy aceptando someterme a vosotros en el dormitorio. —En otro lugar,
insistiría en ser una socia igualitaria durante el tiempo que durara o sería incapaz de
convivir consigo misma.
Eric dejó escapar un gruñido sexy.
—En el dormitorio, en el salón, en el cuarto de baño, en el cuarto que queramos.
No te vamos a tomar siempre en la comodidad de una cama, Belle. Te follaremos en
cada habitación de esta casa. Te tomaremos dondequiera que queramos. Levantaré tu
falda o bajaré tus pantalones, y tomarás mi polla. ¿Lo entiendes?
Sería de ellos para jugar con ella a su antojo, siempre que quisieran. El
pensamiento la excitaba mucho.
—Lo entiendo —murmuró.
—Bueno. Te deseo ahora, Belle. —Tate se sacó la camisa por la cabeza con un tirón
impaciente—. Desnúdate y preséntate a nosotros.
Se incorporó y se desabotonó la blusa con manos temblorosas.
—¿Cómo?
Había leído las descripciones de eso en los romances eróticos, pero estar tan cerca
de los hombres la hacía sentirse demasiado confundida y caliente para recordar los
detalles.
Kellan entró en su espacio personal.
—En primer lugar, mira a tu Dom cuando te haga una pregunta. Nada de
esconderse, hemos dejado que te escabullas durante demasiado tiempo.
Ella se mordió el labio inferior y clavó los ojos en su pecho, encontrando difícil
mirarlo a los ojos.
—No me estoy escondiendo.
Suavemente, tomó su barbilla, se la levantó y la traspasó con la mirada.
—Tienes razón. Mírame, no te apartes, cuando deberías estar conectada. No habrá
más evasivas en el contacto visual. Cuando hablemos, a menos que se te indique lo
contrario, míranos directamente. ¿Lo entiendes?
Ella no se había dado cuenta de que había estado evitando el contacto visual. Pero
de alguna manera, cuando golpearon su interruptor sumiso, esa resistencia de la que
había dependido desde que su madre se había replegado por el dolor tras la muerte
de su padre parecía ausente.
Belle inspiró profundamente y se obligó a asentir con la cabeza, sus miradas
seguían conectadas.
—Sí.
—Sí, Señor —corrigió Eric—. Cuando estamos jugando, nos llamarás cada uno de
nosotros Señor o te castigaremos.
—Sí, Señor. —Podía recordarlo. Sería más difícil hacer contacto visual
permanente. La conexión visual podría ser tan vergonzosa, tan íntima.
Kellan le soltó la barbilla.
—Ahora pregúntaselo a Tate.
Ellos iban a ponérselo difícil. Podía decirlo porque Tate no vino a su rescate de la
forma en que normalmente lo haría, ofreciendo voluntariamente la información. En
lugar de decirle cómo presentarse, simplemente se puso sobre ella con los brazos
cruzados, observando y esperando. Sosteniéndose sobre sus piernas temblorosas,
enredó su mirada con la de él y lo estudió atentamente.
Pequeñas líneas de expresión alrededor de los ojos, junto con algunas otras que se
habían formado en torno a su normalmente gran sonrisa. Ahora, su expresión
parecía sombría, carente de la chispa habitual. Ya echaba de menos al Tate que había
llegado a conocer y amar. Divertido, amable, considerado y vehemente. Dios mío,
quería recuperar a ese hombre. Ella no conocía a éste en absoluto. El hecho de que
había ayudado a crearlo, la mataba.
Belle se acercó para decir algo, cualquier cosa. Lo observó de cerca, oyó la
respiración atascarse ligeramente en el instante en que se acercó.
—¿Cómo me presento, Señor?
Su mandíbula se apretó, formando una línea recta y terca. Ella tenía el repentino
deseo de pasar la mano a través de ésta, rozarla con los dedos. De consolarlo. Se
detuvo. Estaba demasiado enojado y herido para querer su ternura ahora. Tendría
que ser paciente y encontrar otras maneras de probar eso, incluso si ella no podía
comprometerse a un para siempre, él todavía le importaba.
—Quítate la ropa. Arrodíllate y separa bien las piernas. Coloca las manos sobre los
muslos, con las palmas hacia arriba. Recuerda esta posición. Recibirás a tus Doms así
para mostrarnos que estás dispuesta a someterte. —Cada palabra vino en el mismo
staccato monótono que utilizaba a la hora de explicar un artículo de la ley o dirigirle
la palabra a un cliente.
Ella nunca apartó la mirada, concentrándose únicamente en su instrucción y su
mirada oscura. Su contacto visual más profundo la hizo consciente de eso, sin emitir
un sonido, él decía mucho. Las palabras podían mentir, pero sus ojos no. Tate podría
tratar de colocarse una máscara fría, pero el amor que conocía todavía estaba allí. El
corazón de Belle se derritió.
Dado que había sido herido por las mujeres, incluida ella, el sexo parecía la única
forma en que podía conectar con ella y mantener su orgullo. Rendirse a él podría no
reparar todo lo equivocado entre ellos, pero le podría dar su cuerpo, su calor, su
consuelo, y tener esperanzas de que eso le ayudaría a encontrar un lugar mejor.
Belle se quitó la camisa con un encogimiento de hombros y empezó a arrojar la
ropa sobre la cama. En lugar de eso, Kellan le tendió la mano. Sin decir palabra, ella
puso la blusa en la palma de su mano y miró en su dirección por la confirmación.
—Sí, amor. —Él enredó sus miradas y las fusionó—. Esto es lo que queremos y lo
que tú necesitas. Dame todo lo que llevas puesto.
Ella no trató de apartar la mirada.
El orgullo brillaba en los ojos masculinos. El conocimiento de que ella lo complacía
la serenó. La expresión de Eric era un espejo de Kell. Incluso Tate se veía a
regañadientes satisfecho con su progreso.
Hacer contacto visual ayudaba a Belle a entenderlos mucho más claramente.
¿Cómo no lo había sabido? Porque había evitado un montón de conexión y cercanía
durante la mayor parte de su vida. Había dejado que ese trágico otoño cuando tenía
once años la cambiara. Pero todas sus preguntas acerca de los sentimientos de sus
amantes parecían tener respuestas cuando los miraba directamente a los ojos. La
adoración que veía la dejaba sin aliento.
Belle se daba cuenta ahora de que no sólo la observaban porque pensaban que era
bonita, sino porque les importaba y querían hacerla feliz. Ellos podían no saberlo,
pero esos deseos iban en ambos sentidos.
Kinley le había explicado el estilo de vida BDSM. Ella se sometía. Ellos la
apoyaban, protegían y valoraban. Le daban lo que necesitaba. En este momento,
Belle anhelaba ardientemente esto.
—Comienza con el sujetador, Belle. —Eric se acercó más, acariciándola con sólo
una mirada.
Eric era el pegamento que los mantenía a todos juntos. No se había dado cuenta
hasta este instante, pero podía ver que Tate y Kellan eran verdaderos opuestos,
mientras que Eric siempre proveía el terreno neutral. Se doblegaba, atentando contra
sus propios deseos para satisfacer las necesidades del grupo. Siempre pondría a su
familia primero. Belle lo admiraba mucho.
Ella abrió el broche del sujetador, permitiendo que sus pechos se liberaran.
Cuando el aire frío le rozó la piel, respiró profundamente, sintiendo el peso de sus
pechos contra el cuerpo y los pezones endurecidos al máximo bajo sus miradas. Le
hacían muy difícil el no desear algo con los tres, más allá del aquí y ahora. Le hacían
difícil no amarlos.
Se bajó los pantalones por las caderas, junto con su ropa interior, antes de
entregárselo todo a Kellan. Dos días antes, ni se habría imaginado estar tan cómoda
desnuda, pero ahora le gustaba lo natural que se sentía. La admiración en sus rostros
y la satisfacción que parecía les daba su sumisión, la llenaban de una confianza que
nunca había tenido. En este momento, no estaba preocupada de que sus
imperfecciones la hicieran menos atractiva. En su lugar, ella simplemente inspiró
profundamente, se concentró en los latidos de su corazón, en el endurecimiento de
sus pezones, en la tensión de su excitado coño.
Se sentía perfectamente en paz cuando encontró el centro de la habitación y se
arrodilló. En un principio se sintió incómoda, pero separó las rodillas y apoyó las
manos con las palmas hacia arriba. Levantó la mirada hacia ellos para su aprobación.
—Los ojos abajo —dijo Tate con voz dura—. Kellan dijo que nos miraras cuando
estamos hablando, pero cuando estás presentándote, miras hacia abajo hasta que tu
Dom elija darse por enterado y aceptarte.
En el momento en que bajó la mirada, un manto de vulnerabilidad cayó sobre ella.
Las deportivas de Tate aparecieron ante su vista mientras permanecía de pie por
encima de ella. Belle sabía que su mirada vagó por toda ella, pero no tenía ni idea de
lo que estaba pensando. Esa conexión anterior que había tenido con él parecía haber
desaparecido y ella la quería de vuelta.
—Separa más las rodillas para que pueda ver tu coño. —Sin ver la ternura de su
cara, él parecía duro.
No obstante, ella rebuscó su valor y abrió las piernas aún más porque, en el fondo,
sospechaba que complacerlo también la complacería.
—Endereza la columna vertebral —continuó Tate—. Deja caer la cabeza hacia
delante.
Ella hizo lo que le pedía, todo su ser ahora centrado en su voz. Él sonaba más
duro, menos sereno.
No obstante, ella también.
Con cada respiración y cada orden, la abrieron, no sólo a ellos, sino a las partes
más profundas de sí misma que había mantenido cerradas durante tanto tiempo.
Se sentía suspendida al borde de algo sorprendente, que alteraría su vida,
mientras sometía su cuerpo al placer de ellos.
—Eso es todo. —La mano grande de Tate cubrió su cabeza—. Te ves hermosa así.
Incluso cuando estaba enojado con ella, todavía la hacía sentirse especial. Quería
retirar todo lo que le había dicho, pero no lo podía hacer a menos que estuviera
absolutamente segura de poder mantener cualquier promesa que hiciera. En lugar de
eso, Belle juró que tomaría todo el tiempo que compartieran y daría tanto de sí
misma como fuera posible.
—Gracias, Señor.
—Es una simple verdad. —Las zapatillas de deporte salieron de su línea de
visión—. Si vamos a continuar esta relación sexual, tenemos que prepararte. En el
pasado, siempre hemos tomado a una amante juntos. Eso significa que usamos más
que tu boca y coño. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
Tate dijo cada palabra en un tono claramente académico, como si estuviera
discutiendo algún problema intelectual, no explicando que quería tener sexo anal con
ella.
Tal vez había llegado el momento para mostrarle que estaba aprendiendo. Belle
normalmente no maldecía, pero la noche anterior había sido sucia y gloriosa, y la
verdad no tenía nada de malo. No era la misma chica reservada cuya virginidad ellos
habían tomado. Estos hombres la habían cambiado a mejor.
—Quieres follar mi culo, Señor.
Toda la sala se quedó inmóvil, como si ni uno solo de ellos pudiera creer que
hubiera pronunciado esas palabras. Ante la conmoción masculina, Belle tuvo que
contener la risa.
—Eso es correcto —la voz de Tate era un poco más alta que antes. Era agradable
saber que podía llegar a él con unas pocas palabras bien escogidas.
—Belle, lo que Tate está tratando de explicar es que primero te prepararemos
insertando un plug en tu culo que te dilatará para poder tomar una polla allí. —Eric
la rodeó hasta que sus pies aparecieron ante su vista. No llevaba zapatos. ¿Cómo
podrían sus pies desnudos parecer tan masculinos, tan sexys? Ni idea, pero lo
parecían.
Sintió su mano hundirse en su cabello, luego tiró suavemente hasta que lo estaba
mirando.
—Cuando Kellan salió por buñuelos, te compró un conjunto de plugs de
entrenamiento. Sorprendentemente, esta ciudad tiene una gran cantidad de sex shops.
Y tiendas de vudú. A veces no podría encontrar la diferencia.
Belle tendría que esperar que nadie hubiera puesto una maldición sobre su plug
anal.
—Lo entiendo, Señor. Quiero ser capaz de tomaros a todos. Estoy lista.
Eric le alzó la barbilla y la miró a los ojos como si pudiera ver hasta su alma.
—¿Estás lista para tener sexo con todos nosotros, pero no un compromiso?
—No puedo prometer más por ahora, Eric. Has tenido un año para pensar en esto.
Yo he tenido un par de días. Necesito tiempo para averiguarlo.
—Probablemente debería dar un paso atrás hasta que lo hagas, pero no lo haré. En
cambio, voy a mostrarte absolutamente todo lo que te podemos dar. Voy a mostrarte
lo que significa pertenecernos. No podrás alejarnos.
Belle ya se lo temía. No quería encontrarse arrastrada de regreso a Chicago y
renunciando a sus sueños de diseñadora. Ella no podía manejar sus vidas de nuevo y
no tener una propia. Incluso si la ayudaban a encontrar una oficina cerca de la suya
para que pudiera desarrollar su negocio, como sugirió Tate, eso no sería lo que
necesitaba. El destino, su abuela, algo, la había llamado a este lugar. Tenía que
hacerles ver eso. Además, aunque estuviera lista para meterse precipitadamente en la
relación... bueno, Kell todavía no lo estaba. Estos tres hombres no tendrían razón uno
sin el otro. No quería ser el motivo por el cual ya no fueran una unidad.
—No puedo hacerlo —Kellan negó con la cabeza.
No podía qué, ¿ni siquiera acostarse más con ella? Ahora que la había tenido, ¿no
la quería de nuevo?
El pánico la invadió. Estudió el rostro de Kell, deseando que él la mirara. No podía
ver a través de él más allá de la agitación. Él apretaba la mandíbula. Se paseaba,
negando con la cabeza. Su estómago se anudó, y apenas contuvo un sollozo.
Había pensado que tendría más tiempo con él, que podría acumular recuerdos
suyos antes de que la dejara. ¿Cómo había salido todo tan mal tan rápidamente?
—Si quieres irte, allí está la puerta.— La cara de Tate se había puesto más dura, los
ojos francamente de piedra mientras miraba en dirección a Kellan.
Kell puso los ojos en blanco.
—Deja de ser una reina del drama. No estaba hablando acerca de irme. Vamos a
empujar un plug en su culo. ¿No crees que me voy a mantener cerca para eso? Estaba
hablando de toda esa cosa del “Señor”. Me lo estropeó. —La señaló—. Ahora, cuando
la palabra sale de su boca, es como si se estuviera dirigiendo a esa pequeña especie
de rata que eleva su pata y mea en mis zapatos.
Un borbotón de risa brotó de Belle. Trató de refrenarla, pero no pudo. Su reacción
le podía molestar, pero no podía detenerla, sobre todo cuando se veía tan honesto.
Hasta Tate esbozó una sonrisa.
—¿Qué hay de Amo? Excepto que no nos lo hemos ganado.
—Puedo llamaros Amo —interrumpió ella rápidamente.
Se sentía bien, como una admisión formal de la relación sexual. Serían sus Amos...
por ahora.
—Me gusta la forma en que suena. Sobre tus manos y rodillas, cariño. Vamos a la
parte áspera. —Eric se trasladó a la cómoda en la que alguien había apoyado una
bolsa de plástico. Se retiró al baño, y Belle oyó el agua empezar a correr.
¿Parte áspera? Realmente iban a empalar su trasero con un objeto extraño. No
estaba completamente segura de cómo debería sentirse al respecto, pero había visto a
Kinley ruborizarse y tartamudear cuando el tema de la cosa anal se acercaba. Belle no
tenía ningún problema acerca de ser “extraño”. Era simplemente nuevo, pero quería
saber lo que significaba estar en medio de los tres, tenerlos haciéndole el amor por
todas partes. Si tenía que permitir que le pusieran un plug antes de que eso pudiera
ocurrir, lo manejaría.
Belle se inclinó hacia delante, colocando las palmas sobre la alfombra. Se sentía
afelpada contra su piel, entre los dedos.
—Necesita una palabra de seguridad. —Kellan se hundió en la silla frente a ella,
obviamente, preparándose para el espectáculo.
—Belle, escoge una —ordenó Tate—. Que sea algo que no sueles decir durante el
sexo.
—Aguamarina. —Era el color de los ojos de Kell mientras la miraba en este
momento.
Tate asintió, su cara seguía ceñuda. Se había quitado la camisa, pero todavía
conservaba los pantalones. La noche anterior había estado tan ansioso, que había
arrojado su ropa con abandono. Esta mañana, ella sentía distancia entre ellos y lo
odiaba. Su amante ansioso había sido reemplazado por un hombre cauteloso, y deseó
haber tenido más tiempo con el Tate, amante de la diversión, antes de que ellos
hubieran enfrentado la cuestión de para siempre. Anoche, había estado encima de
ella, acariciando su cuerpo como si no pudiera soportar no tocarla. Hoy, apenas
había compartido algún contacto desde que llegó a la habitación.
—Bien. Todo se detiene si dices esa palabra —explicó Tate.
El agua se cerró, y Eric volvió con un trozo de plástico de color rosa en una mano
y un tubo de lubricante en la otra.
—Exactamente. En ese momento, hablamos de lo que te hizo sentir incómoda y
cómo rectificarlo. En la exploración de tu sumisión, deberíamos encontrar tus límites
y empujarlos. Vamos a descubrir lo que funciona para ti sexualmente. Así que si no
te gusta algo o lo encuentras incómodo, lo discutimos a fondo hasta que estés lista.
Por ahora, voy a colocar el plug dentro de ti. Vas a conservarlo allí hasta que lo
saquemos. Lo vas a usar algunas horas cada día hasta que decidamos que estás lista
para manejar una polla.
Ella no diría que no estaba un poquito nerviosa, pero no se acobardó.
—Sí, Amo.
Eric le tendió la mano.
—Chupa la polla de Tate, Belle. Ha tenido demasiada estimulación por un día. Va
a estar de mal humor durante su conferencia telefónica con uno de estos nuevos
clientes acerca de su caso de varios millones de dólares si no libera esa tensión.
Belle dirigió una mirada en dirección a Tate. Sus ojos se iluminaron brevemente
antes de que pareciera recordar que estaba de mal humor. En lugar de eso, acercó
una silla y se dejó caer delante de ella, luego se dispuso a bajarse los pantalones de
chándal.
Eric avanzó lentamente detrás de ella, su mano caliente en la parte baja de la
espalda.
—Separa las piernas un poco, cariño.
Ella hizo lo que le pidió, separando más las rodillas. Al mismo tiempo, Tate
empujó su bóxer hacia abajo y liberó su pene. Era tan hermoso, grande, fuerte y
fornido. No pudo evitar lamerse los labios. Realmente no había conseguido explorar
su cuerpo todavía. Anoche, la había tomado con su boca y conducido a la locura
antes de pasar la mitad de la noche en su interior. Belle esperaba con ansia pagarle la
deuda.
Él se acariciaba a sí mismo, con la mirada fija en ella.
—Chúpame hasta que me corra.
Una gota de fluido ya formaba una perla sobre la punta de su polla. Más que lista
para saborearla, ella comenzó a inclinarse más cerca cuando sintió a Eric separar sus
nalgas.
Sorpresa y más que un poco de vergüenza la hicieron cerrarse instintivamente
para mantenerlo fuera.
Un golpe fuerte chasqueó a través de la habitación, y el dolor llameó a través de su
culo.
—No luches contra mí —gruñó Eric—. Arquea la espalda y empuja hacia abajo.
—¿En serio? —No estaba segura de lo que había esperado—. Pensé que lo
meterías a la fuerza.
Kellan rió.
—¿Meterlo a la fuerza? Amor, eso no va a caer en tu trasero. Eric tendrá que
convencer a ese pequeño agujero para que se abra para él. Él te dilatará y utilizará
sus dedos para distribuir el lubricante. Hará círculos con los dedos y te estirará. Te
estremecerás y jadearás un poco, pero al final lo vas a dejar entrar.
Tal vez no debería, pero la demanda en su conversación la hizo retorcerse.
—¿Pero tienesque mirar?
Su pregunta podría molestarlos, pero Kinley siempre había hecho hincapié en la
comunicación en el BDSM.
—Joder, sí, voy a mirar —dijo Eric, su pesada mano sobre la curva de su cadera—.
Cada parte tuya es preciosa, Belle. Verte tomar nuestro plug será muy sexy. ¿Sabes
cuánto tiempo he soñado con conseguir mi polla allí?
Cuando él hablaba así, su ritmo cardíaco hacía zoom. Su piel se sentía muy tensa.
Tate enredó los dedos en su pelo.
—Préstame atención, Belle. Deja a Eric hacer lo que necesita o te daremos una
buena zurra y todavía vas a tomar el plug.
Puesto así, se inclinó hacia adelante y levantó su culo en el aire, tratando de
relajarse. La vulnerabilidad la inundó, pero cuando tomó su polla en una mano, ella
olió el almizcle de su excitación mezclado con el olor a limpio del jabón que había
usado durante su ducha matutina. Encontró en el olor de Tate un alivio.
Belle le pasó la lengua, usando la parte plana para frotar a lo largo de la V en la
parte posterior de su pene. Ella permaneció allí brevemente, frotando esa pequeña
marca, aprendiendo su profundidad y cómo se sentía. Lamió la punta gruesa,
entonces chupó, disfrutando de la forma en que se removió, y luego trató de
obligarse a permanecer inmóvil.
Detrás de ella, Eric separó sus nalgas. Belle se resistió a su instinto de apartarse.
Algo fresco recubrió su abertura. Lubricante. No tardaría mucho antes de que Eric
la traspasara con ese plug. Combatió contra un estremecimiento. Tenía que prestar
atención a Tate, apartar la mente de la inevitable penetración de Eric.
Belle bañó el glande, lo empapó amorosamente, antes de inclinar la cabeza para
tomar más de él en su boca. Haciendo círculos con la lengua en torno a él mientras
chupaba, se obligó a permanecer quieta, incluso cuando sintió los dedos de Eric girar
alrededor del borde de su orificio trasero.
Se sumergió en el aroma de Tate, en la textura y el sabor mientras los dedos de
Eric exploraban donde nadie la había tocado. En repetidas ocasiones, hizo círculos
con los dedos alrededor de ese punto, sintiendo su carne separarse mientras
empezaba a empujar sus dedos dentro.
A medida que profundizaba la penetración, se convirtió en una extraña presión,
no desagradable. De hecho, pronto la tuvo jadeando ante la onda expansiva de la
sensación. Eso hizo que tragara más de la polla de Tate en su boca.
—Joder, cariño. —Le agarró el cabello, acercándola más, forzando su polla más
profunda—. Chúpame con fuerza, hasta que ya no pueda contenerme otro segundo.
Oh, sí. Eso es lo que quiero.
Y él sabía muy bien. Ella lo lamió un poco más, entonces lo llevó todo el camino
hasta la garganta, obligándose a respirar por la nariz. El ligero aroma de su esencia
salada recubría su pene y atormentaba su lengua. Lo acarició con la lengua con
pasión, tratando de darle toda la devoción que no podía prometer con palabras.
Mientras se zambullía en la experiencia, algo duro presionó contra su culo, y luego
comenzó a penetrarla. Oh Dios, la estaba abriendo con la punta del plug. Belle
contuvo la respiración.
—Ábrete. —Eric presionó la mano en la parte baja de la espalda, obligándola a
arquearse para él—. Exhala y déjame entrar. No sólo vas a estar llena, sino
complacida. No tengas miedo. Consiéntelo.
Ella se concentró en la tarea en sus manos, sosteniendo su trasero aún más alto en
el aire y deslizando la lengua alrededor de la engrosada polla de Tate. Él gimió bajo
mientras tiraba de su pelo.
Entonces, el tapón comenzó a traspasarla, generando una nueva y deslumbrante
presión en su interior. Ella gimió cuando la sensación se deslizó a su vientre
tembloroso, calentándolo, entonces, se instaló en su clítoris. Poco a poco, Eric la folló
con el plug, pequeñas estocadas, cada vez más profundas, que la hicieron gemir
contra la polla en su boca.
—Joder, eso se siente bien —dijo Tate.
—Es tan bonito. —Eric volvió a presionar.
Por el rabillo del ojo, vio a Kellan ponerse en pie y desaparecer detrás de ella.
—Maldita sea, es una bonita vista.
—Ella está tomando el plug bellamente. —Eric hizo otro avance con el dispositivo
de plástico, penetrándola más profundamente. Cuando lo deslizó hacia afuera, ella
apretó para mantenerlo dentro. Cuando lo empujó una vez más, se relajó y dejó que
la protuberancia se deslizara en el lugar.
—Está adentro. Maldita sea, esto es caliente —gimió Eric—. Mantén ese plug en su
lugar o habrá castigo.
Belle apenas tuvo tiempo de inclinar la cabeza antes de que Tate tirara de su pelo
otra vez.
—Más adentro. Llévame hasta tu garganta.
Eric hizo girar la base del aparato empalándola. Ella lo sintió aún más adentro. Eso
encendió terminaciones nerviosas que nunca había sabido que existieran y aceleró al
máximo su excitación en una manera que nunca hubiera imaginado. La cuña de
plástico la mantenía abierta, no le permitía esconderse de Eric y Tate. Tampoco le
daba ningún respiro del constante bombardeo de hormigueos y la deliciosa sensación
de plenitud. La penetración era tan primitiva, que sólo podía imaginarse lo llena que
se sentiría una vez la verdadera carne la llenara.
Frenéticamente, trabajó la polla de Tate repetidas veces, tomándola un poco más
profundo y duro cada vez. Ella quería complacerlo muchísimo, sobre todo después
de su terrible discusión de antes. Estar arrodillada, con el culo lleno, le dio un sentido
completamente nuevo de su cuerpo y del poder sensual que tenía en este momento.
También la hizo profundamente consciente de lo bien que controlaban sus orgasmos.
Ella haría casi cualquier cosa por uno pronto.
Con los dedos metidos en el pelo, Tate la guiaba, sus caderas moviéndose con
estocadas cortas. Finalmente recorrió con sus labios hasta la base de su pene. Él le
llenaba la boca por completo, y Belle contuvo la respiración cuando aguijoneó su
garganta. Su cuerpo se acostumbró al plug, abrazándolo, anhelando más. ¿Cómo
sería cuando uno de ellos reemplazara al plug y otro llenara su coño? Ya se sentía
muy apretada. ¿En verdad sería capaz de follar a dos de ellos a la vez? Belle dudaba
de que pudiera respirar, pensar o moverse, y no le importaba. No podía esperar a
sentirlos profundamente en su interior, conectándola con ellos de una forma
totalmente nueva.
Arrastró su boca hacia arriba todo lo largo del pene de Tate hasta que sólo quedó
la punta acunada por los labios. Con un pequeño suspiro, la azotó con la lengua.
—Oh, guau. Carajo. —Tate dejó escapar una áspera respiración—. Belle... Cariño,
me estás matando. No me puedo contener…
Una pasada más fue todo lo que necesitó. En el momento en que ella lo volvió a
chupar y tragó alrededor de su pene, toda su longitud se puso rígida y pulsó.
Calientes salpicaduras llenaron su boca. Sabía rico y salado cuando lo bebió mientras
él soltaba un gemido largo y fuerte.
En el momento en que Tate se dejó caer de nuevo en la silla en un montón
exhausto, Eric le tendió una mano y la ayudó a ponerse en pie. La llevó a la cama.
—Estás demasiado dolorida para follar esta mañana.
Ella ansiaba sentirlos en su interior. El deseo de fundirse con ellos una vez más
surgió como un hambre insaciable.
—Pero…
—No, no vamos a dejar que nuestra impaciencia te cause más dolor, Belle. Pronto,
cuando estés menos sensible, llenaremos ese precioso coño de nuevo. Ahora, vamos a
probar algo diferente. Recuéstate. No pierdas el plug. No quiero tener que comenzar
tu entrenamiento de nuevo. Estoy hablando en serio sobre follar tu culo, y pronto. —
Eric la tendió en la cama, mirándola por encima de su cuerpo. Kellan de pronto
estaba junto a él, ambos hombres valorándola con sus hambrientas miradas.
—Eres una vista muy hermosa. —Kellan se agachó y agarró un pezón entre el
pulgar y el índice. Lo retorció ligeramente, la sensación zumbando directamente en
su coño.
—Por favor. En serio, no estoy tan dolorida. —Lo estaba, pero seguramente no
sería incómodo durante mucho tiempo. Los deseaba, los necesitaba. Después de toda
la agitación de la mañana, necesitaba estar cerca de ellos, sentir que todavía estaban
con ella.
Eric le pellizcó el otro pezón.
—Dije que no. Mañana será lo suficientemente pronto, pero hay muchísimas otras
maneras de complacer a tus Amos. Tate, ¿pudiste conseguir las pinzas? Creo que es
hora de torturar un poco los pezones. Estas joyas son muy sensibles. Creo que la
tendremos retorciéndose y suplicando en un abrir y cerrar de ojos.
Sus ojos se abrieron de par en par. Ya se sentía como si estuviera suplicando.
Entonces Kellan se tendió a su lado, su boca cerniéndose sobre su pezón. Ella se
quedó sin aliento cuando él pasó la lengua por la pequeña protuberancia, haciendo
que se endureciera.
—Estas son abrazaderas de pinza. —Eric tomó el pequeño objeto metálico que
Tate le entregó. Una cadena unía los dos objetos de plata entre sí—. Kell las compró
para ti, junto con el plug en tu culo. ¿Todavía lo sientes?
—Sí —soltó con una inspiración.
—Tenemos un enorme kit en casa, todo nuevo y esperando por ti, Belle.
Comenzamos a comprar los artículos hace meses. Cada vez que iba de compras para
ti y añadía más golosinas a la pila, me ponía más y más duro imaginando todo lo que
podíamos hacerte.
—¿Por qué me comprarías cosas por el estilo en aquel entonces? No estábamos...
No era así. Sólo trabajaba para ti. —Ella luchaba por concentrarse mientras Kellan le
mordisqueaba los pechos, cada pasada de su boca y dientes disparando excitación a
través de su cuerpo.
—Porque somos optimistas —explicó Eric—. Cada vez que iba al club y me
entrenaba, lo hacía porque creía que iba a ser tu Amo. Incluso antes de conocerte,
sabía que existía una como tú allí fuera. Sabía que iba a encontrar una sumisa que
realmente me perteneciera. Nunca imaginé que ella no pudiera ver la verdad. Así
que escucha, Belle. Tengo la intención de hacer que te des cuenta de que nos
perteneces. Eres nuestra, y ninguna clase de éxito empresarial te hará tan feliz como
nosotros podemos. Aunque es posible que maldigas mi nombre en un minuto antes
de admitir que tengo razón.
Le entregó la primera abrazadera a Kellan, quien la deslizó en su pezón y la soltó.
El dolor estalló a través de ella, clavó los dientes en ella y la hizo jadear.
—Maldición.
Eric levantó una mano cuando Tate se acercó a ella.
—No. No le dijimos que no podía maldecir, y me gusta saber que puedo hacerla
decir todas esas palabras sucias. ¿Duele la abrazadera, cariño?
Dolía y no dolía. El dolor erótico enviaba un dulce y punzante dolor a través de su
coño. Como todo lo que hacían, esa pequeña presión en el pezón la obligaba a estar
consciente. Su piel se sentía muy viva y alerta. Su sangre zumbaba.
—Un poco, pero puedo manejarlo. —Y a medida que pasaban los segundos, le
gustaba más.
En el momento en que las palabras salieron de su boca, Eric se puso de rodillas y
chupó el pezón libre. Sus dientes lo mordieron suavemente, preparándolo
cuidadosamente para soportar el dolor de la segunda abrazadera. La sujetó. Con ojos
extasiados, observó el tramo de cadena de un pezón al otro, la fría plata
serpenteando a través de su tórax. Las abrazaderas mordían. Una sola ponía a
prueba su tolerancia al dolor. Dos a la vez de alguna manera magnificaban la
sensación. Pero el dolor se transformó, pasando de un intenso mordisco en sus
pezones a una presión con los labios que se unía a la plenitud en su culo para enviar
un impactante estremecimiento directamente a su clítoris.
Kellan se agachó y tironeó suavemente de la cadena.
—¿Estás lista para más? A esta pequeña obra de arte le falta mucho para acabar.
Tate le pasó otra abrazadera, ésta una única pinza con una cadena más larga.
Kellan unió cuidadosamente la longitud de plata a la mitad de la cadena entre sus
pechos y la colocó en una línea fría y delgada por su torso. Ella se estremeció,
sintiendo en todas partes, tocándola, excitándola, llenándola.
Observó como Kellan tiraba de la cadena sobre su vientre justo lo suficiente para
hacer que una oleada de placer-dolor surgiera mientras apoyaba la abrazadera en el
extremo final justo encima de su coño.
—¿Dónde va eso? —Ella tenía una sospecha. Lo que la preocupaba y angustiaba a
la vez. No la podría sujetar allí, ¿verdad?
—Tienes otra dulce joya para que adornemos Belle. —Kellan se movió entre sus
piernas—. Mientras trabajo en esto, creo que deberías encargarte de Eric.
Volvió la cabeza para encontrar que Eric se había despojado de su ropa. Estaba de
pie junto a la cama, bellamente desnudo. Se quedó mirando la tabla de músculos
acanalados cubriendo su poderoso torso. Era fácil ver que era un ex atleta que no se
había permitido perder nada de su físico o destreza.
—Tócame, Belle. —Él atrapó su mano, llevándola a su abdomen y empujándola
hacia abajo.
Ella dejó que sus dedos bajaran por su magnífico paquete de seis. El músculo,
acero cubierto de piel caliente y tersa. Le encantaba cómo se sentía, podría pasar días
simplemente tocándolo, pero Kellan tenía razón. Él necesitaba más.
Su polla se endureció, casi llegando al ombligo. Dejó que su mano se deslizara
hacia abajo, rozando contra él. Su pene saltó como electrificado por el tacto.
—Chúpame, Belle. Necesito sentir tu boca en mí.
Kellan se había movido entre sus piernas, pero ella no sintió nada, excepto su calor
cerca de su coño. La espera de más la ponía ansiosa, nerviosa. Miró hacia abajo,
notando que había colocado la abrazadera justo encima del clítoris, pero no hizo
ningún movimiento para sujetarlo. En cambio, se quedó mirando su sexo, apoyado
sobre su estómago y frotando la nariz a lo largo de sus labios vaginales.
—Joder, me encanta la forma en que hueles, Belle. Pero tu sabor es aún mejor. —
Pasó la lengua todo a lo largo de su coño, enviando una llamarada de deseo a través
de ella.
Ella gritó su nombre.
Alguien tiró de la cadena entre sus pechos. Tate. Había avanzado hacia la cama,
deslizándose en el lugar que Kellan había dejado vacante. El dolor estalló, haciendo
volver su atención.
—Kellan está preparando tu clítoris para ser sujetado. Se detendrá si no te
comportas. ¿Preferirías una zurra? ¿Crees que así podrías sujetar el plug adentro?
Creo que sería muy difícil. Y no vas a tener un orgasmo hasta que tus Amos estén
satisfechos con tu progreso. ¿Entendido?
Ella entendió que no había manera de que pudiera mantener ese maldito plug
dentro si era arrojada sobre una de sus rodillas y le zurraban el trasero.
—Sí, Amo.
A pesar de que quería ver lo que Kellan estaba haciendo, apartó la mirada. Los
tres la estaban manteniendo al borde, obligándola a concentrarse en Eric así no sabría
lo qué Kell o Tate se proponían hacer. La estaban obligando a confiar en ellos, a
entregarse.
Eric se agarró la polla con la mano, deslizándose más cerca para que pudiera
lamerla y chuparla con facilidad. Lentamente, acarició su longitud, y ella no pudo
evitar mirar con fascinación en la forma en que sus dedos viajaron sobre la punta y el
pulgar recorrió las venas. Lo quería en su boca.
Inspirando profundamente, Belle se relajó, entregándose a todos ellos y a las
sensaciones causando estragos en su cuerpo. Ella cerró los ojos y se inclinó.
—Eso es, cariño —gimió Eric—. Todo lo que tiene que hacer es obedecer y sentir.
—Eric le puso el pene en la boca—. Relájate y déjame follar tu boca. Ansío tus labios
rodeándome.
Kellan eligió ese momento para lamerla, su lengua pintando su carne con placer.
Chupó su clítoris, excitándolo y aguijonándolo, llevándola más y más cerca del
clímax. Belle trataba de mantener la atención en Eric, chupando y haciendo círculos
con la lengua por todo el pene, ignorando el placer deslumbrante que Kell
acumulaba sobre ella.
De repente, algo duro y metálico cortó en su pequeña protuberancia necesitada. La
abrazadera. Ella se estremeció, mientras eso mordía su carne más tierna. El dolor
ardió y estalló con furia y entonces se hundió en su piel hasta que brincó de
necesidad. Ella se arqueó y se retorció, tratando de respirar a través del dolor.
—Quédate quieta para que pueda mirarte. —Kellan esperaba con impaciencia
mientras Belle gemía y trataba de aquietar su cuerpo—. Muy bonito. —Él tocó el
dolorido lugar con sólo la punta de la lengua—. Estoy de acuerdo en que tu coño está
demasiado dolorido para tomar una polla, pero creo que puedes montar mi lengua
muy bien, amor.
Él cerró la boca sobre ella y la arponeó con la lengua al mismo tiempo que Eric
comenzaba a alimentarla con su polla de nuevo. Ella enroscó la lengua para ajustarse
alrededor de la parte inferior de su pene. Cuando él empezó a retirarse, tiró de él
furiosamente, chupando hasta que sus mejillas se hundieron, tratando de mantenerlo
en el interior. Tate alternativamente tiraba de la cadena entre sus pechos y acariciaba
la piel desnuda que la rodeaba.
Esto era lo que quería. Los tres juntos, tocándola, conectando con ella. Dejó que
todas sus preocupaciones se evaporaran. En este momento, ella era de ellos y ellos
eran de ella. No existía el mañana.
Eric follaba su boca, empujando dentro y fuera, obligándola suavemente a tomarlo
hasta la raíz. Kellan continuaba su tierno asalto en su coño, poseyéndola con su boca
mientras Tate demostraba su continua fascinación por sus pechos. Contuvo la
respiración, en el borde, nunca segura si conseguiría puro placer o ardiente dolor
erótico que sólo parecía llevarla más alto.
Eric gimió encima de ella, sus embestidas perdiendo su ritmo uniforme mientras
su miembro palpitaba en su boca.
—Voy a correrme, cariño. Tu boca es demasiado dulce. Tómame. Toma todo de
mí.
Ella chupó con fuerza cuando él comenzó a recubrir su lengua. Con amor, limpió
la punta y se encargó de las rugosidades del glande lo que le hicieron estremecerme.
Él mantuvo su agarre en el pelo y gruñó, derramándose aún más. Saber que podría
afectarlo tan profundamente hizo que la emoción la atravesara.
Justo cuando ella tragó lo último de su orgasmo, Kellan la recompensó con un
largo beso en el clítoris y ella voló sobre el borde. Su cuerpo se retorció, se sacudió.
El éxtasis mezclado con esa devoradora tortura sensual la atravesó, haciendo crujir
su resistencia y masticando su compostura. Puro placer se precipitó por su cuerpo.
No podía pensar, no podía respirar. Sólo existía ese momento.
Finalmente, cuando las destructivas pulsaciones comenzaron a desvanecerse, se
echó hacia atrás, jadeando, su cuerpo saciado de sensaciones.
—No grites, cariño —dijo Tate.
Mientras Belle se preguntaba lo que quería decir, liberó la primera abrazadera.
La sangre volvió a fluir en su pezón, y ella golpeó la espalda contra la cama con un
alarido. Cuando le chupó el pezón, su grito se convirtió en un chillido. Entonces fue
disminuyendo a un suave lametazo, la lengua aliviando el dolor.
Eric se arrodilló y trabajó en el otro pezón, lamiéndolo con afecto. Las sensaciones
se mezclaban, se enlazaban y crecían exponencialmente. Entonces Kellan soltó la
última abrazadera.
Todo su cuerpo se contrajo. La boca masculina cubrió el clítoris, chupándolo
suavemente. Después de un fuerte repunte de hormigueos y otro fluir rápidamente
de su sangre, Belle se hundió en el edredón con todos sus hombres alrededor,
deseando que esto pudiera durar para siempre.
Capítulo 15

Belle suspiró profundamente mientras secaba el último plato y lo guardaba. La


cena había sido otro acontecimiento incómodo, lleno de conversación artificial donde
todo el mundo evitaba hablar sobre el futuro. En su lugar, habían discutido sobre las
baldosas que había elegido para el baño de abajo y la eliminación del horrendo
empapelado floral color amarillo vómito en el baño principal, pero ella sabía que
habían estado escuchando a medias, más frustrados porque estaba en una posición
inamovible sobre volver a Chicago.
¿Cuánto tiempo podrían mantenerse en este limbo? Ya no comentaban sobre su
trabajo con ella, a pesar de que les había dicho que estaba interesada. De hecho,
estaba empezando a pensar que no hablaban mucho de nada con ella. Ellos
definitivamente no estaban comunicándose.
El sonido de la vieja televisión de su abuela llegó flotando desde la sala de estar.
Ah, las noticias. En este momento de la noche, la emisión era local, la programación
habitual intentaba ser seria mientras introducía extrañas bromas de vez en cuando.
Después de pintar la sala de estar, los hombres habían trasladado su oficina allí. El
espacio era mucho más grande y tenía más superficies de trabajo, por lo que podían
explayarse. Por desgracia, también significaba que no podía entrar y verlos cinco
veces al día. No tenía una excusa lógica, como la tenía en la cocina. Ninguno era lo
suficientemente ingenuo para creer que había entrado en la sala de estar a por un
vaso de agua o un bocadillo para aguantar hasta la cena. El espacio formal estaba en
una esquina de la casa, así que simplemente no podía pasar por ahí. Cuando Belle
reunió el coraje para entrar en su nueva “oficina”, no supo qué decir. Así que había
dejado de ir. Aparte de en las comidas, apenas los veía durante el día. Pero echaba
muchísimo de menos a esos hombres.
Había pasado más de una semana desde que los había descubierto en su puerta.
Se había acostumbrado a encontrarlos por toda la casa, hablando por teléfono delante
de la nevera o acurrucados en su sillón favorito en la sala con un ordenador portátil y
un café. Pero desde que les dijo que no vislumbraba una relación duradera, algo
había cambiado. Ellos se habían relegado a un cuarto alejado de su camino y raras
veces salían de allí a menos que se retiraran a sus dormitorios. Si se armaba de valor
para pedir su ayuda con una tarea, accedían gentilmente, pero ya no la buscaban
para un flirteo matutino o una charla por la tarde. No trataban de hacerla reír o de
robarle un beso de buenas noches. No la arrinconaban u observaban con miradas
hambrientas. Algunos días se preguntaba si en realidad, ya siquiera la miraban.
Después de la jornada de trabajo, los hombres habían caído en patrones. Todos
tenían sus tareas asignadas y las realizaban con la cortesía de buenos compañeros. Le
brindaban una distante cortesía. No les podría echar la culpa de ninguna manera,
excepto por el abismo emocional que parecían estar cavando entre ella y ellos.
Desde el momento en que se despertaba hasta que se iba a la cama, la frustración
de Belle la hacía querer gritar. Y su corazón se sentía muy cerca de romperse.
Al menos hasta bien entrada la noche. Entonces dejaban de ser compañeros
distantes y llegaban a ella como amantes. Cada noche, la seducían, la tocaban,
gimiendo lo bien que se sentía hasta que ya no podía pensar con claridad. La follaban
con sus dedos, bocas y pollas en repetidas ocasiones. Empalaban su culo con plugs
cada vez más grandes y la zurraban. La ataban y obligaban a tomarlos en cualquier
parte que desearan. La consumían por completo mientras le hacían el amor.
Tenían relaciones sexuales, se corrigió mentalmente. Ellos tenían relaciones sexuales
con ella. Nunca más mencionaron el amor. La esposaban y excitaban hasta que la
hacían gritar sus nombres. Aumentaban su colección de juguetes un poco cada día y
los utilizaban con ella de manera implacable. Ellos le enseñaron las complejidades de
una relación D/s, desempeñando el rol de sus Amos cada noche. Y aunque Eric y
Tate seguían durmiendo en su habitación, ya no la abrazaban de la forma en que
solían hacerlo. Sólo se quedaban cerca, y se sentía segura. Tate incluso había
arrastrado una silla cómoda a la habitación y empezó a dormir allí.
Kellan siempre se iba en el momento en que los orgasmos terminaban. Él la hacía
gritar hasta que su garganta se sentía áspera y en carne viva. Entonces se iba a su
dormitorio, y ella no lo volvía a ver hasta que la saludaba con la cabeza cuando se
dirigían a la sala a la mañana siguiente como extraños.
Cuando compartían sus cuerpos y semejante placer, Belle sólo pensaba en cómo la
hacían sentir. Cuando estaban juntos en la cama, ella no pensaba en el futuro. Vivía
el momento. Pero el momento estaba empezando a confinarla. A oprimirla. A
deprimirla.
Con un suspiro cansado, se apartó del fregadero y se sentó en la mesa. La
inquietud se apoderó de ella. No era capaz de acallar las voces en su cabeza. Hacía
días desde que les había dicho a Tate, Eric, y Kellan que no podía volver a Chicago
con ellos. Belle todavía sabía que no podía reanudar su vida anterior, pero ahora
temía el momento en que ellos se marcharan. Porque lo harían. Pronto se darían
cuenta de que no era la mujer para ellos. A pesar de las idiosincrasias de Tate y la
reticencia de Kellan a involucrarse, eran un paquete. Nunca serían felices de ninguna
otra manera. Cuando se dieran cuenta de que no podía satisfacerlos, la dejarían para
siempre.
La vida no era justa, lo aprendió a una edad temprana. Había visto al destino
arrebatar el final feliz de su madre. Después de la muerte de su padre, su madre no
había creído que tuviera algo por qué vivir. Cuando sus hombres hubieran
empacado sus maletas y se hubieran ido a casa, Belle temía sentirse igual.
Señor arañó la puerta de atrás y ella se levantó para dejarlo salir, cerrando la
puerta rápidamente para mantener fuera la humedad de la noche.
Al menos el aire acondicionado parecía estar funcionando. Era un pequeño
milagro. Señor ladró, y Belle vio la silueta de ese maldito gato merodeando en la
oscuridad. El animal parecía deleitarse en enloquecer a su perro.
La puerta de la cocina se abrió y Eric entró sacando una cerveza de la nevera.
—Gracias por lavar los platos.
Su tono era tan amable, que dolía.
—Gracias por cocinar la cena. ¿Sigues trabajando?
Él asintió.
—Sí, mi audiencia quedó aplazada hasta el lunes, pero tengo que estar allí.
Compré mis billetes de avión esta mañana. Sólo me iré por dos días. ¿Estarás bien
aquí?
Ella asintió con la cabeza, pero la idea de no verlo aunque fuera por unos días la
acongojaba y lastimaba.
—Por supuesto. Las cosas deberían calmarse ahora que el aire acondicionado está
arreglado y el cableado eléctrico, finalmente, parece ser capaz de funcionar con
normalidad.
—No voy a estar triste al ver largarse a ese pervertido. —Eric nunca había tomado
afecto a Mike—. ¿Cuál es tu próximo proyecto?
Belle odiaba la distancia entre ellos, él no se acercaba, no extendía la mano para
tomarla en sus brazos, el abismo parecía ensancharse cada día.
—La sala. Voy a lijar el revestimiento de madera y quitar la pintura de las
molduras de corona así las puedo pintar y restaurarlas a un color más adecuado.
Eric asintió de nuevo, pero fue un gesto indolente.
—Estoy seguro de que quedará precioso.
Y luego se fue, una vez más, de regreso a la sala de estar y dejando un terrible
vacío detrás de él.
Algo tenía que pasar. En este momento, deseaba que Eric estuviera de vuelta de
Chicago. ¿Y si llegaba allí y recordaba lo mucho que amaba la ciudad, cuánto menos
complicado era todo en su oficina? ¿De lo mucho que disfrutaba de las comodidades
de su casa? ¿Y si la llamaba en unos pocos días y le deseaba una buena vida? Kell y
Tate se largarían poco tiempo después.
Ante el terrible pensamiento, un sollozo surgió dentro de ella.
Una vez, había pensado que todos estarían mejor si los hombres se marchaban.
Ahora, Belle no estaba completamente segura de sobrevivir a su partida. Se había
acostumbrado mucho a estar con ellos, a tenerlos en su vida cotidiana. No podía
imaginar lo silenciosa que sería la casa sin ellos. Pero sus sentimientos provenían de
más que una preocupación acerca de estar sola. Belle los perdería como perdería el
corazón que ellos desgarrarían de su pecho cuando se marcharan.
Inspiró profundamente y levantó su taza de té. El cansancio amenazaba con
invadir sus huesos. A pesar de que no estaba sola en la noche, el poco sueño que
conseguía no era reparador. Sus sueños todavía acosaban con sogas balanceándose y
mujeres gritando mientras eran arrastradas a la muerte. Todavía oía esos susurros en
la noche que le advertían que se marchara. A menudo, se incorporaba bruscamente
en la cama. Entonces las voces se detenían, sólo para empezar de nuevo cuando ella
se recostaba en la almohada.
El sonido de la televisión flotó desde la sala de estar.
La policía todavía está investigando el asesinato de la oriunda de esta ciudad, Karen Ehlers
de cincuenta y nueve años de edad. Ehlers presuntamente dirigía el burdel más exclusivo en
Nueva Orleans. Fue encontrada estrangulada en su casa hace un poco más de una semana en
medio de rumores de que se estaba preparando para escribir una autobiografía completa que
habría puesto en evidencia a varios de los hombres más poderosos de Nueva Orleans como sus
clientes. La policía no ha arrestado a nadie. En una conferencia de prensa hoy, solicitaron que
cualquier persona con información acerca de la infame lista de clientes de Elhers o del
asesinato contactase con ellos.
Belle se estremeció al entrar en la sala y ver a otra mujer muerta en el centro de la
pantalla. Lo último que necesitaba antes de acostarse era escuchar cuentos de muerte
y violencia. Ya los tenía atravesando su cabeza cada noche.
Belle se desperezó al entrar en la sala y encendió las luces del techo. Éstas
iluminaron la habitación con cálida luz dorada mientras se dirigía a su sillón favorito
en la casa. Era un sillón grande y cómodo orejero en el rincón. La tela era un brocado
que agredía la vista, pero no podía decidirse a cambiarla. Grandes estanterías llenas
de tomos eclécticos lo flanqueaban, y la más bonita lámpara Tiffany decoraba la mesa
auxiliar contigua.
En algún momento, su abuela había comenzado a utilizar este espacio menos
como un espacio para recibir a las visitas y más como un lugar acogedor para
relajarse. Podía imaginarla sentada en el cómodo sillón mientras leía. Belle había
llegado a acurrucarse allí por las noches y leer el diario de su abuela antes de
retirarse.
La mujer que había conocido en el funeral de su padre la fascinaba. El diario hacía
alusión a algunas grandes y ligeramente escandalosas fiestas en sus días. Belle se
había preguntado más de una vez lo que su abuela habría dicho sobre su inusual
relación con Kell, Eric, y Tate. Por extraño que parezca, tenía la sensación de que la
abuela lo habría entendido.
Las luces del techo parpadearon, pestañaron dos veces, y murieron, poniendo la
sala en penumbra de nuevo. Belle suspiró. Tal vez no habían terminado con Mike
después de todo. Extendió la mano y tiró de la cadena de la lámpara Tiffany. Por
suerte, se encendió, dándole un pequeño círculo de luz. Belle se acomodó contra el
respaldo del acogedor sillón, decidiendo que el pequeño remanso de luz era
realmente bonito.
Abrió el diario, pasando las hojas hasta el lugar donde lo había dejado anoche, y
comenzó a leer ávidamente.
Mi querido hijo, he oído que tuviste una niña. Annabelle. Oh, hijo. Estoy muy orgullosa de
que le pusieras el nombre de mi querida Belle. Ella te quería. Envié un regalo, pero no espero
que lo recibas bien. Si me lo devuelves, se lo daré al orfanato. Ellos siempre pueden utilizar el
dinero. Me gustaría poder verla, ver la pizca más pequeña de mí en su hermosa carita. Tú no
vas a permitirlo, pero sé que amo a esa niña como te amo, hijo. Dile que tenga la mejor vida
que pueda. Que encuentre el amor y cuando lo haga, dile que no lo deje ir. Que luche como yo
no lo hice. Dejé que tu padre se fuera con demasiada facilidad. Dile que nunca se arrepentirá
de luchar. Sólo llorará si no lo hace.
¿Te complacería saber que vendí el negocio? Probablemente no. Ya estoy demasiado vieja
para controlar a esas chicas. Estoy muy lejos de mi mejor época. De ahora en adelante, sólo
leeré las cartas en la plaza. Le diré a los turistas los futuros que quieren oír, entonces, tal vez,
sólo tal vez, ellos crearán sus propias profecías cumplidas y harán que sus sueños se hagan
realidad. A veces todo lo que una persona necesita es un poco de fe. Tengo la máxima fe de que
algún día vas a perdonarme. Algún día voy a probarme y a probarte mi adoración. Te amo, mi
niño. Cuida de tu bebé.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Belle. Ella se sorbió la nariz, las palabras
acuosas delante de sus ojos pero grabadas en su corazón. Pasó la página para seguir
leyendo, para averiguar por qué su padre nunca había perdonado a su propia madre.
Pero esa era la última página. Las restantes estaban en blanco, como el entendimiento
en la relación madre-hijo.
¿Por qué su padre había estado tan enojado con la abuela? Belle no podía entender
por qué la había mantenido alejada de una abuela cariñosa. Era muy obvio que la
mujer había adorado a su único hijo. En citas anteriores, había escrito con lágrimas en
los ojos acerca de enviarlo a un internado. Ella había extrañado a su hijo
desesperadamente, pero quería lo mejor para él. ¿Cómo su padre no había visto o
creído en ese amor?
Belle leyó la cita de nuevo, en busca de pistas. Las palabras parecieron salir de la
página y meterse en su mente. Lucha. Luchar por el amor que quería y merecía.
Arriesgar su corazón. Arriesgarse.
Eso la asustaba, ya había visto cómo se veía la vida cuando uno no lo hacía. Su
abuela había terminado sola. Su madre, también. Su padre... ella recordaba sus
ocasionales estados de ánimo introvertidos. ¿Toda su familia se había alejado del
amor y vivido para lamentarlo? ¿Podría romper el ciclo?
Por otra parte, de niña, se había empeñado en hacer que su mamá la volviera a
querer después de la muerte de su padre y había fracasado. Después de eso, había
dejado de intentarlo, negándose a dejarse lastimar de nuevo.
¿Estaba haciendo gala de los mismos patrones de conducta que sus antepasados?
Había escuchado el terrible pasado de Kellan, incluso se identificó con él, pero ¿había
luchado por él? ¿Realmente? ¿Para que ellos se quedaran y la amaran?
No. Los había apartado para proteger su corazón, pero éste ya estaba roto. Y si ella
no cambiaba algo ahora, temía que pronto se lamentaría por el hecho de que no había
hecho absolutamente todo lo posible para conservarlos.
La luz en la habitación volvió a parpadear. Belle levantó la mirada hacia el gran
accesorio que colgaba del techo. Destelló y murió con un pop estallando en al aire.
Se puso de pie. Maldición. Mike había jurado que todo funcionaba. Había
sonreído y tomado su cheque, y ahora Belle quería darle un puñetazo en la cara.
Suponía que lo debería volver a llamar por la mañana.
Con un suspiro, se apoyó en el sillón, deseando que sus otros problemas fueran la
mitad de fáciles de solucionar.
De repente, cada vello en su cuerpo se erizó. El aire pareció electrificarse. La piel
de gallina le cubrió el cuerpo.
Una sombra le llamó la atención, y Belle clavó la mirada en la pared más alejada a
tiempo para ver una masa oscura atravesando la zona. Se tragó un jadeo, abriendo
los ojos de par en par cuando la figura se acercó a la ventana. Toda la habitación
pareció helarse.
No había manera de negar lo que sus ojos estaban viendo. Esa sombra moviéndose
a través de su pared no se movía como una persona. Parecía flotar sobre el suelo. No
tenía piernas.
No era de este mundo.
Una fría amenaza se deslizó sobre su piel. La habitación se quedó repentinamente
sin aire. Sus pulmones dolían. El tiempo se ralentizó hasta detenerse cuando observó
a la masa negra detenerse y volverse. ¿Estaba viniendo en su dirección?
Sintió un toque frío en el hombro, casi como si un dedo helado atravesara su
carne. Oyó un grito. Entonces todo el mundo se volvió negro.
* *
El corazón de Kellan amenazó con detenerse al oír el espeluznante grito que llenó
todo el espacio como si la casa misma estuviera gritando.
Dejó caer la carpeta que había estado estudiando y corrió porque Belle estaba en
problemas.
—¡Belle! —la llamó a gritos, mientras Tate se ponía de pie.
—La sala. —Eric agarró el móvil, mientras todos corrían hacia esa sección de la
casa—. Ella siempre lee allí a esta hora de la noche.
Kellan llegó primero. Se veía tan frágil y delicada, su cuerpo desplomado en el
sillón grande. Se puso de rodillas, buscando el pulso. Rezando por una pulsación.
Dios, ¿qué había pasado?
—¿Kellan? —Sus pestañas se movieron y abrió lentamente los ojos.
—Estoy aquí, amor.
Con un grito, se lanzó contra él, abrazándolo como si fuera un chaleco salvavidas
en medio de un mar embravecido.
—Voy a llamar a 911 —ladró Eric.
—¿Ves algo? ¿A alguien? Voy a hacer una búsqueda. —Tate estaba de pie tenso
mientras la miraba atentamente.
—No lo hagas —dijo ella rápidamente, sorbiéndose la nariz ligeramente mientras
negaba con la cabeza—. No llames a nadie, sólo van a pensar que estoy loca.
—Amor, tenemos que dejar constancia de esto. ¿Quién se encontraba aquí
adentro? —Había estado tan tranquilo en los últimos días, que Kell había casi creído
que quien que había intentado asustarla se había ido. Había tenido la esperanza de
que quienquiera que la quisiera fuera se había dado cuenta de que las tácticas de
miedo no funcionarían. No. Ellos habían estado esperando, conspirando, y yendo en
escalada. Iba a matar con sus propias manos al que la hubiera puesto frenética.
Belle se echó hacia atrás, tratando de ponerse de pie sobre sus piernas
temblorosas.
—Nadie. Me refiero a nadie vivo.
¿Había estado bebiendo?
—¿Qué?
Ella escudriñó la habitación con temor, como si tratara de encontrar algo que ya no
estaba allí.
—Estaba aquí. Una gran sombra... t-tenía la forma de un hombre
mayoritariamente, pero sentí su maldad. Dios, Kellan. La habitación se enfrió tanto.
Lo sentí tocarme y casi me dio un ataque.
El corazón masculino seguía tronándole en el pecho, pero él frunció el ceño.
¿Estaba dando a entender que había visto un fantasma? Se preguntaba acerca de qué
exactamente su abuela había estado escribiendo en ese diario suyo, porque estaba
volviendo loca la imaginación de Belle.
—Estoy seguro de que simplemente te quedaste dormida y tuviste otra pesadilla.
Sus ojos se entrecerraron en una mirada terca.
—No me quedé dormida —frunció el ceño, tragando—. No quería creerlo, pero
pienso que esta casa está embrujada y por más de una criatura.
Seh, ¿qué diablos hacía él con eso?
—Bueno, tal vez deberías hablar con alguien. Estás bajo mucho estrés.
Tate carraspeó y de pronto parecía avergonzado.
—También podría necesitar hablar con alguien.
Belle se volvió, jadeando mientras buscaba la mano de Tate.
—¿Has visto algo?
Kellan miró ceñudamente a Tate. ¿Qué diablos estaba haciendo?
—¿Lo dices en serio?
Tate se sonrojó ligeramente, sus grandes hombros encogiéndose en un gesto
cohibido.
—Tal vez. Mira, algunas cosas extrañas suceden en este lugar.
Eric volvió a meter su móvil en el bolsillo.
—Es una casa histórica, hombre. Nunca has vivido en un lugar tan antiguo como
éste. Siempre hay cosas para arreglar, y la electricidad, evidentemente, todavía no
funciona bien. Hay una explicación lógica.
—Está bien, explica por qué el perro ladra a algo que no está —replicó Tate.
Kellan tuvo que hacer un gran esfuerzo para no poner los ojos en blanco.
—Umm, porque es un perro y no es muy inteligente.
Aparentemente por su propia voluntad, la cabeza de Kell se sacudió ligeramente a
la derecha. Maldición. Iba a tener que revisar eso, parecía haber desarrollado un tic
en el cuello que hacía que lo sacudiera de vez en cuando.
Belle estaba junto a Tate, obviamente, escogiéndolo.
—Señor no es estúpido.
Oh, ella iba a cambiarle el nombre a ese perro así fuera lo último que él hiciera.
—Amor, está persiguiendo a un gato a través del patio. No es exactamente una
beca Rhodes.
Eric cruzó los brazos sobre el pecho.
—Es un poco espeluznante cómo actúa veces. Lo atrapé gruñendo a un armario, el
otro día. Gruñéndole realmente. Estaba en posición de ataque.
—Mucha gente cree que los animales ven cosas que nosotros no podemos —
argumentó Belle—. Que los animales tienen sentidos adicionales o intensificados.
—Y algunas personas piensan que Santa Claus existe. Esto no cambia el hecho de
que no existe. —Su cabeza volvió a sacudirse. Maldición. Tal vez tenía algún
problema neurológico.
—¿Estás bien? —Los ojos de Belle se suavizaron con preocupación.
—Es sólo un tic, amor. A veces los tengo cuando estoy estresado. —Aunque por lo
general era en el párpado izquierdo. Nunca había tenido un movimiento en el cuello
como si alguien le hubiera dado una colleja.
Tate levantó una mano.
—Mira, todo lo que sé es que hay partes espeluznante en esta casa.
Kell lo miraba echando chispas por los ojos. Se suponía que Tate era el lógico.
—¿Qué te dice la ciencia, hombre? Realmente pensé que estarías a mi favor. Fuiste
criado por científicos.
—Sí, umm, lo que la ciencia nos dice ante todo es que no lo sabemos todo. Los
griegos explicaban las tempestades como Zeus cabreándose y lanzando rayos a
diestra y siniestra. ¿Cómo sabemos que la cosa del fantasma no es una forma de
explicar algo que no entendemos todavía? Un buen científico verdaderamente deja
lugar a las posibilidades.
—¿De verdad crees que Belle vio un fantasma? —preguntó Eric, negando con la
cabeza—. Porque parece descabellado.
—A ti, seguro. Pero un iPod se vería como magia para alguien que vivió hace cien
años. Sólo estoy diciendo que hay más cosas en el cielo y la tierra que son,
obviamente, una gran parte de la filosofía de Kellan. El cuarenta y ocho por ciento de
los estadounidenses cree en fantasmas. Y a éste en particular parece gustarle
palmearme el culo —dijo Tate con un suspiro—. Ha pasado más de una vez.
—¿Qué? —Los ojos de Belle se abrieron ampliamente.
—Tío, vamos. —Kell frunció el ceño. ¿Tate estaba tratando de quedar bien con
Belle o había perdido el juicio?
Incluso en la penumbra de la habitación, podía ver la cara de Tate ruborizarse con
una sombra brillante de color rojo.
—Empecé a sentirlo hace un par de días atrás. Un punto frío se desplaza alrededor
de mí. No me siento... solo. Entonces algo me palmea el trasero. No sé de qué otra
forma decirlo. También creo que vi la cortina de la ducha moverse sola hoy. Cariño,
¿entraste a hurtadillas y escribiste bonito culo en el espejo del baño esta mañana?
—No —aseguró Belle. Pero se veía alarmada.
Eric levantó las manos.
—Amigo, trato de no mirar tu culo a pesar de que te paseas meneándolo la mayor
parte del tiempo.
Todos se volvieron a mirar a Kell, y él puso los ojos en blanco.
—¿De verdad crees que haría una broma así? No tengo sentido del humor.
Era un hecho amargo de la vida. Había perdido el sentido del humor cuando
perdió todo lo demás. Aunque la idea de un fantasma pervertido teniendo una
fijación con el trasero de Tate era un poco graciosa.
Eric murmuró algo completamente incoherente.
—¿Qué has dicho? —preguntó Belle.
Eric parecía encontrar sus pies muy interesantes.
—Estoy diciendo que algo sigue palmeando mi trasero, también. Es extraño. Y a
veces me parece escuchar una voz diciendo que soy uno bueno. No sé lo que eso
significa.
Los ojos de Belle se iluminaron y ella corrió a través de la habitación para recoger
el diario de su abuela.
—Eso es lo que mi abuela solía decir de los hombres que le gustaban. —Ella pasó
las páginas—. Mira aquí. Ella dice que su amigo, Harrison, era uno bueno. Uno de
los buenos. Mi abuela está aquí.
—¿Y ella quiere palmear traseros? —preguntó con incredulidad—. Belle, ¿en
serio? —Tal vez debería llamar a un psiquiatra.
—Sé que suena a locura, pero algo está sucediendo en esta casa y voy a
averiguarlo. Necesito un ordenador —miró a Tate—. ¿Me ayudarías a investigar un
poco?
El más leve indicio de una sonrisa iluminó sus labios, el primer atisbo de felicidad
que había visto en Tate durante días.
—Sí, hagámoslo.
Salieron caminando, tomados de la mano. Belle podría haberlo asustado mucho,
pero al menos ella y Tate parecían haber dejado de lado sus problemas. Eso por sí
solo podría hacer que valiera la pena todo el asunto del ataque al corazón. Aunque si
ella se acercara a Tate y Eric de nuevo, ¿donde lo dejaría eso?
—¿Estás bien? —preguntó Eric.
—Estoy bien. Estoy un poco preocupado por ella. Creo que la presión la está
empujando, es la única manera de explicar esta imprevista creencia en fantasmas.
Las cejas de Eric se levantaron.
—No creo que sea repentina. ¿Alguna vez has visto todos los programas que ella
graba? En su mayor parte son programas donde las personas compran casas y luego
las destrozan y así, pero a también le gustan los programas donde las personas
persiguen fantasmas. Pero eso no es de lo que estoy hablando. ¿Qué haces hombre?
—Estoy tratando de encontrar la manera de ayudar a Belle. —¿Cuál era el
problema de Eric?
—Belle está bien. Tú eres el que tiene el problema.
—¿Qué quieres decir?
—Me refiero a que la rendición de Belle es inevitable, no se mantendrá alejada de
nosotros para siempre.
En realidad no había pensado en ello. La verdad era que había sido feliz los
últimos dos días. Bueno, había sido feliz durante la noche cuando la follaban y podía
estar cerca de ella. Se había producido una profunda sensación de pérdida cada vez
que el sexo se terminaba y dejaba el dormitorio, pero no podía hacer mucho al
respecto. Dormir junto a ella parecía aún más íntimo que follarla, por lo que pasar la
noche acurrucado a su lado estaría implicando una promesa que no podía hacer.
Y ahora se daba cuenta del poco tiempo que le quedaba con ella... tal vez con
todos ellos.
—¿Piensas que su creencia de que la casa está embrujada la devolverá a Chicago
con nosotros?
Si ella regresara, Kellan no tenía ninguna duda de que se mudaría directamente a
la casa de Eric y Tate. ¿Qué haría entonces? ¿Presentarse para el sexo? No podía ver
que eso funcionara durante mucho tiempo. Y la noche en que ella finalmente le
cerrara la puerta en la cara dolería mucho.
—Claro que no. No creo que nada vaya a inducir a Belle a salir de esta casa. He
estado pensando... La próxima semana, voy a solicitar mi licencia para ejercer la
abogacía en Louisiana. Me presentaré a la oposición para abogado estatal tan pronto
como sea posible.
Kellan sintió su estómago caer.
—¿En serio? ¿Qué hay de Tate? ¿Se lo has dicho?
—No. Acabo de decidirme hoy.
—Tate no dejará Chicago —señaló Kell.
—Teme al cambio y siempre lo ha hecho. ¿Sabes la ansiedad que sufrió cuando
compré una marca de papel higiénico diferente? Pero sólo hay una cosa a la que teme
más, y es perder a Belle. Ella va a enternecerse y a dejarnos entrar en sus vidas. Una
vez que lo haga, va a ceder. Es inevitable. Ella es la única. Al menos, es la única para
nosotros.
—Oh, Dios mío. —Belle asomó la cabeza por la puerta viéndose más animada de
lo que se había visto en días. Había una luz de excitación en sus ojos—. Vi la sombra
de una persona esta noche. Tate acaba de encontrar toda la información. Es muy
guay. Al parecer, cuando suceden cosas muy malas en un espacio, a veces la energía
permanece mucho tiempo y forma esta entidad paranormal espeluznante que
aparece como una masa negra. A veces puede alimentarse de la energía negativa en
la casa o de los malos humores de las personas en ésta. ¿No es asombroso? También
pedimos un kit para cazar fantasmas por Internet. Estará aquí mañana, mientras
tanto, tengo una grabadora de dictado, voy a ver si puedo capturar algunos EVPs.
—¿Qué? —Kell se preguntó si Belle repentinamente decidió hablar un idioma
extranjero.
—Fenómenos de voces electrónicas. Incluso si el oído humano no puede
detectarlas, las grabadoras han estado capturando sonidos y voces convincentes
durante décadas. —Tate asomó la cabeza, viéndose tan excitado como Belle.
—¿Voces de fantasmas?
—Sí. —Belle asintió con la cabeza—. Eso explicaría tanto por aquí. Quiero decir,
cuando Gates, por primera vez trajo a colación la idea de que la casa podría estar
embrujada, no quise creerlo, pero... realmente tiene sentido.
Eric rió con indulgencia.
—Entonces supongo que estamos entrando en el negocio de la caza de fantasmas,
cariño.
Ella se mordió el labio inferior, viéndose casi arrepentida.
—¿Está mal que esté un poco entusiasmada?
Eric se encogió de hombros.
—Me estoy acostumbrado a tener el culo palmeado. —Su rostro se puso blanco—.
Sí, ahí, pasó de nuevo.
—Creo que este fantasma es inofensivo, cariño. Venga. Tienes que ver lo que
encontramos. —Ella les ofreció una sonrisa brillante y volvió corriendo a la sala de
estar.
Sin lugar a dudas era única. Sólo que él no era lo suficientemente bueno para ella.
¿Cuando debería empacar y marcharse? ¿Esta noche? ¿Mañana? Tal vez Belle le
concedería una última noche.
Eric le puso una mano en el hombro.
—Venga. Vamos a tratar de resolver esto. Con o sin fantasma, creo que una
persona verdadera ha dejado el mensaje en la pared de la habitación de Belle justo
después de que llegáramos. Me sentiría mejor si averiguamos quien la quiere fuera
de aquí. Tal vez deberíamos examinar la casa y ver si podemos averiguar si alguno
de nuestros sospechosos tiene accesorios ocultos en la casa.
—¡Eric, hay una app! —gritó Belle.
Kell la miró, asombrado. La sonrisa de Eric sólo podía ser descrita como alegre.
—Tío, fantasma o no, estoy feliz de verla sonreír.
Se marchó, uniéndose a Tate y Belle.
Por un momento con un silencio mortal, Kellan se quedó mirando el lugar donde
sus amigos y su amor habían estado antes de que lo hubieran dejado atrás.
Se le acababa el tiempo.
Su cuello se volvió a sacudir, esta vez más fuerte que la anterior. Parecía como si
alguien lo hubiera golpeado en la cabeza.
—Maldita sea.
Realmente necesitaba conseguir que se lo revisaran.

* *
Tate se desperezó mientras cerraba el ordenador portátil y echaba un vistazo al
reloj. Eran más de las dos de la mañana, pero había encontrado una enorme cantidad
de información sobre la casa en la que ahora vivía y posiblemente compartía con un
montón de mierda espeluznante y una abuelita fantasma ligeramente inclinada a lo
sexual. ¿Realmente estaba pensando en fantasmas? ¿Y en verdad estaba pensando en
traer a algún psíquico para hacer una limpieza de la casa? Todos los sitios que había
leído habían sugerido que sí, aunque algunos de esos mismos sitios le dijeron
también qué hacer en caso de un ataque de Pie Grande.
¿Dónde iba a encontrar el equivalente psíquico de un Swiffer3?
—Oye, ¿por qué no vienes a la cama? —Belle estaba en la puerta. Ella, Eric y
Kellan habían subido una hora antes, pero él se había quedado atrás, su cerebro
funcionando demasiado rápido como para dormir.

3
Es una marca de un limpiador muy conocido en EEUU.
Ella se veía preciosa de pie allí con el cabello revuelto y una expresión tranquila en
su cara. Claramente, había sido follada una o dos veces, y su pene se endureció, a
pesar de su cansancio. Su polla nunca estaba cansada cerca de Belle.
—Subiré en un instante. Sólo quiero escribir algunas notas para cuando vaya al
archivo de la ciudad mañana. —Había descubierto algunos datos muy interesantes
acerca de la casa, entre ellos varios rumores de que las chicas que se suicidaron en
realidad habían sido asesinadas por su padre. El incidente ocurrió en los años
cincuenta, antes de que la abuela de Belle hubiera comprado el lugar. De hecho,
después de que el padre de las jóvenes muertas falleciera, otras dos personas habían
comprado la casa. Ambos la habían vendido de nuevo dentro del año. La abuela de
Belle había pagado la casa muy por debajo del valor de mercado. Eso explicaba cómo
se las había arreglado para pagarla. Pero Tate estaba seguro de que le faltaba más,
algo que explicara quién quería que Belle se fuera de aquí ahora. Necesitaba
profundizar en los registros de la ciudad para ver si podía encontrar alguna pista.
También necesitaba un poco de espacio. Se había acercado a ella otra vez esta
noche, y no de una manera física. En los últimos días, se las había arreglado para
poner distancia entre ellos. Ella lo deseaba en la cama. Él la deseaba, también. Podía
manejar eso. Podía follarla cada noche y hacer su trabajo en la mañana, sacarla de su
mente hasta que fuera hora de follarla de nuevo.
Cuando estuviera a salvo, se marcharía y se sumergiría en la construcción de la
empresa. Mantendría todas sus relaciones puramente físicas. Eric podría tener citas,
y si la dama se sentía aventurera, Tate podría unirse a ellos para tener relaciones
sexuales. Al menos ese había sido el plan que había estado fraguando durante días.
Al oír su grito esta noche, abrazarla e investigar locuras con ella… sí, eso había
jodido su estrategia perfecta.
Ella se movió detrás de él, acunando sus hombros en sus manos suaves.
—Estoy teniendo dificultades para dormir sin ti. Me he acostumbrado a tener a
alguien a ambos lados de mí.
—Bueno, tal vez puedas conseguir una almohada para el cuerpo. —Odió el hecho
de sonar como un niño malhumorado, pero dolía muy adentro de una manera que
no lo había hecho desde hacía mucho tiempo. Tal vez cuando ella viera cuán infantil
podría ser, lo echaría de una patada a la calle y pondría fin a sus sufrimientos.
Quedarse aquí con ella era como estar en el purgatorio.
Ella le echó los brazos al cuello, depositando un beso en la mejilla.
—Una almohada para el cuerpo no sería tan caliente como tú. Tampoco sería tan
dulce, divertido o perfecto. Ven conmigo arriba. No me gusta la idea de que estés
solo aquí abajo.
Suspiró, incapaz de evitar dejar echar la cabeza hacia atrás hasta que sus mejillas
se rozaron. Cerró los ojos, maldiciéndose. Era adicto a ella. Podía mantenerse
diciéndose que se marcharía, pero cada vez que le ofrecía incluso la más pequeña
degustación suya, él la tomaba codiciosamente con ambas manos.
—No estoy solo —dijo—. Tengo a Señor. Ladra dormido por cierto. Y creo que
está soñando que corre, sus patas se tensan.
Belle se rió y lo soltó, moviéndose alrededor de la mesa para ver a Señor dormido
en el sofá.
—Gracias por dejarlo quedarse aquí dentro.
Él se había acostumbrado al chucho. Otra cosa que echaría de menos cuando
regresara a Chicago. Se estaba acostumbrando a Nueva Orleans, a vivir con ella... a
tener este pedacito de cielo.
—No hay problema.
Belle levantó al cachorro, quien la miró con ojos de sueño antes de darle un
lametazo.
—¿Alguna vez te conté lo que ocurrió el día que mi padre murió?
Él se puso derecho, todo su ser concentrado en ella. Belle rara vez hablaba de su
pasado por lo que él sabía que estaba a punto de decirle algo importante.
—No. Sé que hubo un accidente de coche.
Ella asintió, acariciando a Señor como si encontrara consuelo en la acción.
—Sí. Yo era sólo una niña. Estaba lloviendo esa noche, pero quería ir a la fiesta de
pijamas de mi amiga. Por lo general no me invitaban a cosas como esas. A Kinley la
invitaban, y ella convenció a esa chica para que también me invitara. Creo que su
nombre era Brianna, pero no puedo recordarlo. Que triste ¿no? No puedo recordar su
nombre. Debería recordar todo sobre la noche en que mi padre murió.
—No tienes que hacerlo, cariño. Todo lo que tienes que hacer es recordar que te
amaba. ¿Qué pasó? —Tenía una idea, pero ella necesitaba decirlo.
Sus ojos adquirieron una mirada perdida, como si no estuviera realmente allí con
él, sino perdida en el pasado.
—Mi madre pensaba que la tormenta era demasiado intensa para conducir. Me
dijo que no podía ir, que no me llevaría conduciendo. Mi padre llegó a casa del
trabajo temprano y yo lloré, hice un berrinche y me salí con la mía.
—Cariño, no fue tu culpa. Eras una niña.
Ella se sorbió la nariz un poco.
—Él perdió el control en su camino de regreso a casa. Murió aproximadamente a
las ocho de la tarde de acuerdo con los informes de la policía. Yo estaba jugando con
brillo labial y escuchando música cuando murió y ¿sabes cómo me enteré? Ella vino a
buscarme a la mañana siguiente. Ni siquiera me lo dijo esa noche.
Su corazón se apenó por ella.
—Tal vez estaba tratando de darte una última noche.
—Ojalá. Ella adujo que tuvo un montón de cosas que hacer en relación con el
accidente y el cuerpo de papá. Dijo que pensó que sería mejor decírmelo después de
una buena noche de sueño. —Belle negó con la cabeza—. Eso no fue todo. Ella me
excluyó, Tate. Se rodeó de su pena y no me dejó entrar. Me culpaba.
No podía mantener su distancia cuando ella se veía tan miserable. Se puso de pie
y cruzó el espacio vacío entre ellos.
—Cariño, no fue tu culpa.
Ella se sorbió la nariz, con lágrimas en los ojos.
—Un día era una niña con dos padres que me amaban. Al día siguiente mi madre
me guardaba rencor, y estaba sola. —Le temblaba la voz—. Tate, estoy tan asustada
de que pueda volver a suceder.
La abrazó y suspiró, un extraño alivio llenándolo. Finalmente estaban en el meollo
de la cuestión.
—Crees que si Kellan se marcha, nosotros te guardaremos rencor.
Ella cerró los ojos, dejando descansar la frente contra la de él.
—Sois muy cercanos. Os necesitáis unos a otros.
Belle también temía perder la pequeña familia que habían formado. Ella temía
quedarse sola de nuevo con nadie a quien culpar excepto a sí misma. Tate quería
despotricar contra su propia idiotez. Había estado tan herido por su rechazo, al
parecer como otro que había soportado, que no había pensado en buscar las
verdaderas razones de la negativa de Belle a dejarlos acercarse.
—¿Sabes lo que voy a sentir si Kellan nos deja? Voy a sentir pena por él, Belle. Voy
a compadecerle, porque aquí está la verdad: podríamos tener una familia increíble y
una vida hermosa.
—Pero…
—No, déjame decir esto. Eric y yo hemos estado hablando. Si nos dejaras,
estaríamos juntos durante todo el tiempo que el destino lo permitiera. Si algo le
sucediera a uno de nosotros, nos aferraríamos a cualquiera que quedara porque eso
es lo que se supone que hacen las familias. La mía no lo hizo. La versión de mis
padres del amor y el apoyo era castigarme cuando no actuaba perfectamente. Eric
solamente era valorado deportivamente. Podríamos ser diferentes. No tendríamos
que hacer nada de la forma en que ellos lo hicieron. De hecho, no lo haríamos. Si
estás de acuerdo, vamos a resolver esto. Lo único que sé es que no te odiaré si Kellan
se larga. Tú no lo empujaste por la puerta. Él es un hombre adulto eligiendo dejar
que su pasado lo lastime. Eso no es culpa tuya.
Las lágrimas se derramaban sobre las mejillas femeninas, y Tate supo que estaba
tomando la decisión correcta. Ahora sólo tenía que hacer que Belle entendiera que no
se marcharía. Demasiadas personas habían desaparecido de su vida. Se negó a ser
otro.
Él le levantó la barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos.
—Si me dejas entrar en tu vida, Annabelle, yo nunca te dejaré. Te amo. No me
arrepentiré de nada, excepto de perderte.
Sus ojos se cerraron brevemente.
—Espero que lo digas en serio.
Eso no era exactamente lo que él quería oír. Ella no le había respondido que lo
amaba. No había aceptado casarse con él, pero tampoco había escapado. Estaba aquí
con él. Siempre y cuando estuviera en sus brazos, tenía una oportunidad y se
proponía usarla.
Señor estaba entre ellos, pero no pareció tener interés en ser aplastado. El cachorro
simplemente eligió el momento más importante de su vida para empezar a lamer sus
tobillos.
—Belle, mírame.
Ella abrió los ojos ampliamente antes de reirse.
—Señor, detente.
En lugar de ello, Señor soltó un ladrido feliz, entonces trató de montar su pierna.
Tate suspiró.
—Estoy bastante seguro de que lame su propio trasero, y yo podría morir de
alguna terrible enfermedad venérea de cachorro. ¿Permitiría algún hombre que no te
amara con toda su alma ser molestado así?
—Definitivamente no. ¿Vendrás a la cama conmigo?
Él iría a cualquier parte para estar con ella. Incluso estudiaría para otro examen de
oposición.
—Sí.
La tomó de la mano y la condujo por las escaleras.
Capítulo 16

Kellan frunció el ceño mientras bajaba la mirada hacia la abultada pila de


información que Tate había recopilado en un corto período de tiempo.
—No veo cómo esto cambia algo.
La luz de la tarde se filtraba a través de los cristales de colores haciendo brillar los
suelos que Belle se había jactado de haber lijado y vuelto a lustrar. Otro golpe sonó
en la puerta, y oyó a Eric dar la bienvenida a regañadientes al electricista dentro de la
casa de nuevo.
—¿Dónde está Belle? —preguntó Mike con una abierta sonrisa.
Kell quiso golpearlo hasta que quedara tendido en el suelo.
—Ocupada.
Mike se encogió de hombros.
—Dile que le dejé saludos.
—Tal vez deberíamos probar con alguien nuevo —masculló Tate mientras Mike se
dirigía hacia las escaleras—. No me importa lo viejo y complejo sea el cableado en
esta casa, a estas alturas tendría que haberlo arreglado. Y realmente deberías leer
toda esa información antes de empezar a decirme que estoy equivocado.
Entre los interminables contratistas y la creencia recién descubierta de Tate en lo
paranormal, el día de Kellan se estaba yendo rápidamente al infierno.
—No veo cómo un montón de rumores va a ayudarnos a entender lo que está
pasando en esta casa. No necesito conocer la historia. Necesito saber quién está
tratando de asustar a Belle para que se largue de aquí de inmediato.
Eric se abrió paso en la cocina.
—Eso es un electricista, un fontanero, un carpintero, y una mujer con una cantidad
atroz de algo que llama muestras. Belle está tratando de elegir entre cinco colores que
se ven exactamente iguales para mí, pero al parecer tienen diferentes nombres así
que la decisión es enorme. ¿Quiénes son nuestros sospechosos más probables?
Muchas personas entraban y salían de la casa, cada una de ellas era un sospechoso
en potencia.
—No olvides al jardinero que trajo. Y alguien viene hoy para ver todas las fotos
antiguas. Belle quiere restaurar algunas que encontró en el ático. Propongo la
fotocopiadora.
Las fotos no importaban ahora.
—Proceso de eliminación. ¿Quién estaba aquí el primer día? Mike, Gates, el
capitán Ron…
—¿Quién? —Tate parecía confundido.
—El tío de la melena —dijo Kell—. Barriga grande y montones de arrugas.
—Oh, el fontanero —Tate suspiró—. ¿Quién más estaba aquí el primer día? Los
becarios.
—No han regresado —señaló Eric.
—Y nada más ha sucedido. —Kell cruzó los brazos sobre el pecho—. Cualquiera
de ellos podría haberlo hecho y ninguno parece tener un motivo. Esto no nos está
llevando a ninguna parte.
—Guau —exclamó Tate, mirando una foto enmarcada en sus manos antes de
pasársela.
Kell tomó la gran foto en blanco y negro de la abuela de Belle y un grupo de
mujeres. Todas estaban de pie delante de la casa, sonriendo y luciendo como si
estuvieran listas para una noche en la disco. Había sido tomada en los años setenta a
partir de todas las apariencias. Guau tenía razón. La abuela de Belle claramente había
tenido algunas chicas preciosas. Cada mujer en la foto era impresionante.
—¿Ves? Tal vez no podamos encontrar un motivo, porque ninguna de esas
personas dejó a Belle la advertencia en la pared. —Tate parecía más animado de lo
que había estado en días, asombrando a Kell.
—¿Estás de vuelta con la teoría del fantasma?
—Escúchame atentamente. Unos propietarios antes de que Marie Wright
comprara este lugar, un hombre llamado Fredrick Peterman vivió aquí con sus dos
hijas. Peterman era rico, y el rumor por la ciudad era que estaba involucrado en la
escena local del vudú.
Kellan negó con la cabeza. ¿Cuándo iba a despertarse? Obviamente, estaba
teniendo un sueño muy extraño. ¿El lógico y racional Tate creyendo en fantasmas y
ahora esto?
—¿Vudú? ¿En serio?
Eric se encogió de hombros.
—Oye, no es un juego aquí en esta región, son firmes creyentes.
Y sus amigos no iban a callarse hasta que los escuchara.
—¿Muy bien así que Peterman estaba metido en el vudú antes de morir?
Tate negó con la cabeza, una luz divertida en sus ojos.
—En un momento dado, sí. La información es que se enemistó con la sacerdotisa
vudú local. Según las leyendas locales, la familia Peterman había estado en Nueva
Orleans durante años y hecho su dinero con el correo, pero los tiempos cambiaron y
también su fortuna. Madame Charitte fue a la policía y afirmó que Peterman había
llegado a ella y le había pedido convocar al diablo para hacer un pacto con él para
restaurar su fortuna. Ella se negó a estar complicada en magia oscura. Los policías
afirmaron que era una chiflada y no le hicieron caso. Por supuesto, Peterman era un
donante de toda la vida a sus obras de caridad, si sabes lo que quiero decir.
A Kellan no le gustaba hacia dónde se estaba dirigiendo esto.
—Así que Peterman tenía a la policía comprada. Lo tengo. Pero, ¿realmente crees
que el hombre intentaría convocar al diablo? Eso suena a locura.
—Según Madame Charitte, Peterman le había traído un hechizo detallado para
realizar que implicaba un sacrificio muy desagradable —explicó Tate.
—Tenía dos hijas —recordó Eric—. Ambas supuestamente se ahorcaron.
Kell jadeó.
—Como las chicas en las pesadillas de Belle. —Ella finalmente había confesado
esta mañana que había estado teniendo sueños terribles desde la primera vez que se
había mudado sobre dos chicas ahorcadas hasta la muerte. Pero... —No puedes
pensar ni por un momento que el hombre sacrificó a sus propias hijas al lado oscuro
y se salió con la suya al llamarlo suicidio.
—Esto fue en los años cincuenta. Peterman era considerado un ciudadano
honrado. En la comunidad rica, hubo un torrente de compasión cuando sus dos hijas
se suicidaron. —Tate señaló los titulares—. Muy trágico, ¿verdad? Toda evidencia
sobre el sacrificio ritualista fue encubierto. Aunque, si se las arregló para hacer un
trato con el diablo, el viejo Lucifer no cumplió con su parte. El negocio se fue a pique
en el ínterin de un año, y Peterman se disparó en la biblioteca. Los informes
policiales indican que su cuerpo fue descubierto más o menos donde Belle dijo que
vio la sombra con forma humana.
—Vamos, Tate. No pierdas el hilo por esto. Es una gran historia para una fogata de
campamento, pero totalmente ilógica. Hay algo más en juego aquí. —Se volvió hacia
su otro amigo—. Dame algo real, Eric. ¿Sequoia ha hecho todas las búsquedas que le
pedimos?
Eric se rió entre dientes.
—Sí, pero dice que es un mal karma invadir la privacidad de alguien. Así que aquí
está el resumen. El fontanero está limpio. Capitán Ron tenía un par de multas de
aparcamiento y fue acusado por ebriedad pública hace años, pero eso es todo. El
jardinero tiene una demanda por pisar las preciadas hortensias de alguien. Pero
Mike, nuestro amable vecino mamón, tiene algo más en su historial.
Algo parecido a la alegría iluminó interiormente a Kellan. Realmente odiaba a ese
idiota.
—Por favor, dime que mató a alguien o algo jugoso por el estilo que podamos
utilizar contra él para mantenerlo alejado de Belle.
—Lo siento. Fue declarado culpable de sobornar a un funcionario municipal para
que infringiera la normativa para un cliente rico. Estuvo seis meses encerrado, pero
parece que tuvo un montón de problemas en la cárcel. Mientras estuvo allí, tuvo
múltiples viajes a la enfermería porque el tipo se metía en peleas y las perdía. Aparte
de eso está tristemente limpio. No hay delitos violentos. No creo que lo podamos
enterrar o que Belle lo eche a patadas. Está haciendo todo el trabajo de seguimiento
en virtud del contrato original, por lo que no cuesta dinero extra.
Tate examinó rápidamente la carpeta.
—Parece que el abogado de la abuela tiene algunas amistades desagradables.
Kellan resopló. No conocía a un abogado que no las tuviera.
—Bueno, podemos prohibirle venir a la casa. Creo que tiene una reunión con Belle
esta tarde, pero es sólo para recoger la lista del inventario final, puesto que todos le
echamos una mano para terminarla. He encontrado la documentación del seguro por
lo que debería quedar satisfecho. No tendrá que venir aquí de nuevo. A partir de
ahora, vamos a tener reuniones en su oficina.
Y eso era todo lo que podía hacer. La frustración brotó. ¿Quién demonios había
dejado la nota en la pared ese día? Es cierto que las advertencias parecían haberse
detenido, pero a Kellan no le gustaban las preguntas sin respuesta, tendían a regresar
para morderle el culo.
No le importaba lo tranquila que esta persona se había quedado. La situación
podría ser peligrosa y quién diablos lo había planeado era humano, no una sombra
con forma humana o un fantasma.
—¿Hemos investigado a Helena? —preguntó Eric.
—¿Quién es esa? —espetó Kell.
—La psíquica. —Tate hizo como que si debería saberlo—. Mike, el electricista
pervertido, se la recomendó a Belle. Yo llamaría a otra psíquica si conociera a una,
pero no conozco a otra. Ésta parecía estar bien.
Oh, mierda. ¿Podría ponerse su día más surrealista?
—¿Ahora tenemos una psíquica?
Tate les hizo un gesto con la mano a los dos.
—Sí, es una médium psíquica, tío. Hace limpiezas de casas. Hablé con ella esta
mañana y, por suerte para nosotros, está libre esta tarde.
—Sí, por suerte, tío. Me sorprende que no tenga una agenda completa de
limpiezas de casas. Umm, sé que esos estafadores tienden a hacer espacio en su
agenda para idiotas ingenuos, ¿verdad? Es un poco cómo se ganan la vida.
Tate puso los ojos en blanco.
—No sé si algo de esto es real o no. Sólo sé lo que mis instintos me dicen y he
decidido comenzar a escucharlos. Esto muy probablemente hará que Belle se sienta
mejor de vivir aquí. Helena nos pidió limpiar la casa de tantas personas como sea
posible o eso interfiere con su lectura.
—Lo que sea. ¿Así que realmente no vas a tratar de que Belle regrese a Chicago?
—preguntó Kellan con miedo en sus tripas.
—No, me gusta estar aquí. Me he acostumbrado a los buñuelos —explicó Tate,
estirándose a través de la mesa por una carpeta—. Sé que dije que quería ir a casa,
pero el hogar es donde está Belle.
Él sabía que lo volvía un bastardo enfermo, pero sintió un poco de náuseas ante lo
convencido que parecía Tate. Era un hijo de puta porque debería estar feliz por sus
amigos, pero en lo único que podía pensar era en su propia desesperación. Si Tate y
Eric realmente se mudaban con Belle, ¿dónde lo dejaría eso? ¿Alguna vez estaría
verdaderamente contento de ser su “compañero de habitación”? ¿Iba a ser el tipo
espeluznante que vivía en la casa de ellos y se presentaba para el sexo, sólo para
escabullirse a una cama solitaria después? No, ella lo excluiría rápidamente. A la
postre, Belle era una mujer que tenía relaciones sexuales porque sentía algo por sus
socios. Follar, no sería lo suficientemente bueno para ella por mucho tiempo.
Se obligó a sonreír. No iba a arruinar su felicidad.
—Eso es genial. ¿Has pensado en la empresa? No la puedes manejar desde aquí
para siempre.
La lámpara de la mesa se inclinó como si Tate la hubiera golpeado. Comenzó una
larga caída hacia el suelo antes de que Eric se abalanzara a través del cuarto y lograra
atraparla. Hubo un suspiro colectivo de alivio. Belle tomaba en serio esas malditas
antigüedades.
—Eso estuvo cerca. —Eric logró enderezarla y miró ferozmente a Tate—. Tío, eres
como un toro en una tienda de porcelana. Mira lo que estás haciendo.
Tate se sonrojó tímidamente.
—Lo siento. Está abarrotado. Tenemos que encontrar espacio para una oficina.
Eric colocó la lámpara en el suelo y se puso de pie.
—Sí. En cuanto a tu pregunta, Kellan, tenemos una propuesta para ti.
Su estómago dio otro vuelco y cayó en picado. Había temido que hicieran eso.
—¿Queréis que os compre la totalidad de las acciones?
Eric se agachó y levantó la lámpara de nuevo a su posición original.
—Sí, pero no de repente. Es evidente que no vamos a presionarte por el dinero.
Voy a hacer una lista de abogados con los que creo que trabajarías bien. Seguirás
necesitando socios. A menos que cambies de opinión y decidas quedarte aquí con
nosotros. Vamos, hombre. ¿Caballerosos abogados sureños? Podemos tener nuestro
julepe de menta.
Se pasó una mano por el pelo. No podría hacer esto ahora. Él pensó que tendría
mucho más tiempo.
—Oye, ¿qué diablos es eso? —Eric se quedó mirando fijamente la lámpara.
—Ah, es una lámpara. Tú la enciendes y proporciona luz a la habitación, la
iluminación ayuda al ojo humano a ver cosas —dijo Tate con un gran sarcasmo en la
voz.
Eric le mostró el dedo medio.
—Cabrón. Estoy hablando de esa cosa dentro de la pantalla.
Él cruzó la habitación, saltando ante la oportunidad de hacer otra cosa que
responder a la pregunta que Eric le había formulado.
—¿Hay algo en la lámpara?
Eric señaló en el interior de la pantalla. La desenroscó, la sacó de la lámpara, y se
la entregó a Kellan.
Mirando con atención dentro de la pantalla, vio un pequeño dispositivo redondo.
Mierda, sabía lo que era, un micrófono oculto. Había visto a los investigadores
privados de su padre utilizarlos muchas veces antes cuando trataban de conseguir
basura de los políticos rivales. Se llevó una mano a los labios y obligó a Tate a
asomarse, también.
Tate clavó la mirada por un momento, luego se levantó. Señaló hacia la parte
posterior de la casa. Kellan lo siguió, abriéndose paso por la cocina hasta el porche
trasero. Después de que la puerta estuvo cerrada, Tate y Eric se volvieron hacia él.
—Eso es un puto micrófono, ¿verdad? —preguntó Eric.
—Creo que si. Se parece al tipo con el que mi padre solía escuchar a escondidas a
sus adversarios, o a sus amantes. No le importaba engañar a mi madre, pero exigía
ser el único cliente cuando estaba pagando. —Alguien los estaba escuchando.
Tate alzó una mano.
—Creo que Kellan tiene razón. Esta tecnología tiene como diez o quince años, y
parece que ha estado allí por un tiempo. Apuesto a que ha estado por lo menos un
par de años.
—¿Quién podría estar escuchando a escondidas a la abuela de Belle? —preguntó
Kellan. Se le ocurrieron un par de ideas de inmediato—. Necesitamos enterarnos más
acerca de su vida. ¿Con quién se asoció? ¿Qué negocio vendía? ¿Tenía enemigos? No
pudo haber sido sólo una psíquica. Casas embrujadas o no, no hay manera de que
una psíquica callejera pudiera permitirse este lugar. Ella tenía algo más en juego.
Fuese lo que fuese, alguien estaba lo suficientemente interesado como para ocultar
micrófonos en su casa. Consultemos con nuestros contactos federales. Quiero saber si
había alguna razón para que los federales la investigaran.
Tate resopló un poco.
—Eso explicaría la tecnología barata. Voy a barrer la casa y a averiguar si hay
otros. Sospecho que sí. ¿Qué le decimos a Belle?
Ya estaba suficientemente preocupada y no quería poner más tensión sobre sus
hombros.
—¿Cómo le decimos que creemos que su abuela podría haber estado involucrada
en algo criminal?
—Tal vez no fue criminal —dijo Eric.
Eric estaba siendo ingenuo.
—Algo pasó en esta casa, y sabes muy bien que no se trata de fantasmas. Los
espíritus del más allá no plantaron este dispositivo. Una persona lo hizo, obviamente
un tiempo atrás. Pero alguien quería vigilar a Marie Wright. Si ese micrófono le
pertenece a los federales, entonces ella estaba involucrada en algo desagradable. Si
no les pertenece, entonces es muy probable que todavía estuviera involucrada en
algo desagradable. Las personas completamente inocentes normalmente no tienen
micrófonos en sus casas. No quiero contarle a Belle nada hasta que al menos sepamos
en lo que su abuela estaba involucrada.
—Belle no tiene mucha familia. —Tate volvió a mirar hacia la puerta—. Ha estado
leyendo el diario de su abuela y creo que está empezando a admirar a la mujer. No
me gustaría aplastar eso. Kellan tiene razón. Veré lo que puedo averiguar antes de
que le digamos algo.
—¿Qué vas a decirle cuando camines por la casa buscando micrófonos? —
preguntó Eric.
—Que me compré un kit de caza fantasmas y estoy buscando pruebas —replicó
Tate—. Lo cual es en cierto modo, cierto, busco espías.
La puerta rechinó al abrirse. Los hombres se volvieron para ver a Señor pasar
corriendo cuando Belle lo dejó salir de la casa. Ella sonrió un poco.
—Si necesitáis aire fresco, siempre podéis abrir una ventana.
Esa sensación de inquietud estaba de vuelta. En el momento en que ella entraba en
una habitación, se sentía inquieto, ansioso. Había tanto que quería de ella y no lo
merecía.
—Está lleno de gente allí dentro.
Belle se les unió.
—Bueno, la buena noticia es, que toda la casa está vacía ahora. Mike recibió una
llamada de emergencia. La vendedora de telas se fue. Todos los demás fueron a
almorzar. Deberíamos estar tranquilos durante un par de horas.
Eric suspiró con alivio evidente.
—Gracias a Dios. Tengo una conferencia telefónica en cinco minutos. Pensé que
iba a tener que gritar por encima del ruido de la sierra. —Se dirigió de nuevo a la
casa.
Tate se inclinó y le dio un beso a Belle.
—Tengo recados que hacer, cariño. Estaré de regreso en un par de horas. Estaré
aquí a tiempo para la limpieza.
Ella asintió.
—Está bien, pero la medium dijo que yo necesitaba limpiar la casa. Mientras
menos personas aquí, mejor.
Tate se fue, y se quedó solo con Belle. ¿Cómo podía ser más incómodo hablar con
una mujer que hacer el amor con ella? Odiaba el hecho de que se sentía todo menos
cómodo con Belle. Ella era una de las pocas personas en el mundo con la que podía
relajarse a su alrededor, y ahora en lo único en que podía pensar era en el hecho de
que iba a ser el forastero, el intruso. Tate y Eric estarían aquí con Belle, vivirían con
ella, la amarían. Serían su familia, sus hombres. Él estaría de regreso en Chicago con
nuevos socios. Solo otra vez sin amigos. Sin una mujer. No tendría nada.
—Hola. —Belle se acercó a él, poniendo las manos en su cintura e inclinando la
cara hacia la de él. El sol encendía el color marrón brillante de su piel, haciendo que
cobrase vida. Tan jodidamente preciosa...
—Tenemos toda la casa para nosotros. ¿Qué deberíamos hacer? ¿Tienes alguna
idea?
Él sabía lo que quería hacer. Quería tumbarla y follarla una y otra vez, tantas veces
como pudiera hasta que ella lo vedara en favor de los hombres que le daban su amor
para siempre. Su pene se tensó, pero su corazón cayó en picado.
—Belle, no sé si eso es una buena idea.
Nunca había hecho el amor con ella sin Eric y Tate alrededor. No estaba seguro de
si debería. Ellos sabían lo que querían. Ellos no dudaban en decirle que la amaban,
que la adoraban, y querían pasar el resto de sus vidas con ella. Él era un pobre tipo
que nunca podría darle lo que se merecía.
Belle se puso de puntillas, rozando sus labios contra los de él. Un toque ligero, casi
un susurro, pero hizo que su polla se pusiera dura como una roca al instante.
—Creo que es una idea brillante. La mejor que he tenido en todo el día. A Tate y
Eric no les importará. Tienen cosas que hacer.
Él no quería nada más que arrojarla contra la pared y abrirse paso en el interior de
su cuerpo. Cuando estaba dentro de ella, todo tenía sentido.
Ella tomó su mano, y antes de que tuviera tiempo para protestar, lo arrastró
dentro de la casa. Atravesaron la cocina, hacia el pasillo.
—¡Eric!
¿Qué demonios estaba haciendo? Belle empujó la puerta de la cocina y lo condujo
hacia el pasillo principal.
Eric salió de la sala de estar con su teléfono móvil en la mano.
—¿Sí, cariño?
Ella no iba a preguntarle, ¿verdad?
—¿Tienes algún problema en que lleve arriba a Kellan y haga volar su mente
durante una hora más o menos? Ha sido una mañana estresante. Me vendría bien un
poco de alivio.
¿Qué demonios estaba mal con ella? Él negó con la cabeza.
—Hombre, yo...
Eric sonrió y guiñó un ojo a Belle.
—Ve por ello, cariño. Si puedo finalizar esta llamada en menos de una hora, me
uniré a ti. —Él asintió en la dirección de Kellan—. Encárgate de nuestra chica, tío.
Belle le lanzó un beso mientras empezaba a subir las escaleras. Kellan se encontró
siguiéndola, boquiabierto. ¿Estaban todos locos?
Ella estaba haciendo que sus problemas sonaran más fáciles de lo que realmente
eran. Estaba tomando algo complejo y haciéndolo muy simple, como si todo lo que
tuvieran que hacer era amarse el uno al otro para que esto funcionara. Como si a los
otros tíos no les importaría que ella fuera su chica y todo lo que importaba era
trabajar juntos para hacerla feliz.
El problema era que no era su chica. No se la había ganado. Pertenecía a Eric y
Tate.
Belle agarró el dobladillo de su camiseta mientras entraba en la habitación, la pasó
por su cabeza y la arrojó a un lado. Cada centímetro de piel dejada al descubierto
hizo que su polla se sacudiera.
Comenzó a hacérsele agua la boca cuando se desabrochó el sujetador y los pechos
rebotaron libres. Ella se quitó los pantalones graciosamente. ¿Qué demonios se
suponía que debía hacer? ¿Rechazarla? Puede que no fuera de él, que no le
perteneciera, pero ella quería estar con él. Kellan no le había mentido, no le había
dicho una cosa falsa. ¿Por qué no debería follarla?
Se le ocurrió un centenar de razones por las que no debería salir de la habitación
ahora mismo, pero sólo una de ellas realmente contaba. Tenía muy poco tiempo. No
podía desperdiciar ni un minuto. La deseaba más de lo que deseaba casi cualquier
cosa.
—Desnúdame. —No sabía cuánto tiempo duraría. Ellos no tenían tiempo para
hacer todas las cosas que realmente quería, como atarla y pasar horas torturándola
con el placer. Poner pinzas en esos magníficos pechos sería lo primero en su lista.
Usaría pinzas de diamantes, porque resaltarían el color rico y profundo de su piel.
Una cadena de platino correría entre sus pechos y bajaría a la pinza que le colocaría
en la joya de su clítoris. Eso la mordería, un dolor agradable que la conduciría a la
clase de orgasmo que la haría gritar, retorcerse y pedir clemencia. Cuando ella
llegara a eso, él no tendría piedad. Le encantaría mantenerla en vilo toda la tarde.
Gritando su nombre una y otra vez.
Pero los puñeteros contratistas aparecerían después del almuerzo, y Belle se
enojaría si fuera atrapada desnuda, atada y enjoyada como la princesa BDSM que
era. Tenía una hora con ella, máximo. Codiciosamente quería pasar cada segundo
dentro de ella.
Belle se acercó a él, levantando las manos temblorosas a los botones de la camisa.
Mientras lo desnudaba, clavaba los ojos en él, la mirada inamovible permitiéndole
ver el honesto deseo en sus ojos. Atrás quedó la chica tímida que ocultaba sus
emociones. Él podía verlas desarrollarse, podía sentir la caricia de sus manos sobre
cada centímetro de piel que dejaba al descubierto. Esta no era una niña egoísta
tratando de tomar su placer, sino una mujer brindándose por completo a él. Kellan se
sintió repentinamente humillado por ella.
Él le agarró la mano, una emoción innombrable brotando dentro de él.
—¿Qué estás haciendo, Annabelle?
Un vistazo alrededor confirmó que esto no era un encuentro casual más. Ella ya
había abierto la cama. Podía ver una caja de condones apoyada sobre la mesita de
noche, estaba planeado.
Su invitadora mirada color chocolate nunca vaciló, le había enseñado bien y ella
había aprendido con rapidez.
—Te estoy seduciendo.
—No tienes que hacerlo, sabes que te deseo.
Una pequeña sonrisa curvó sus labios.
—Es más difícil de lo que piensas, todavía estás luchando contra mí.
—¿Has despachado a todo el mundo? —¿Hasta dónde tramaba ir?
—Sí.
Él suspiró, pero soltó la mano femenina. Ella inmediatamente volvió a trabajar
para liberarlo de la camisa. La empujó por sus hombros, y luego se dejó caer de
rodillas, tocando el botón de sus pantalones. Fue la primera vez que rompió el
contacto visual, y él se encontró respirando de alivio. Cuando lo miraba con sus
grandes ojos oscuros, se perdía en ella.
—¿Por qué la gran producción, amor? Lo admito, me preocupa que Eric y Tate
puedan pensar que estoy siendo presumido, pero aparte de eso, aceptaré una sesión
de sexo al mediodía.
A propósito usó palabras informales: sesión de sexo al mediodía, rapidito, un
buen revolcón, follada. Podía lanzar esas palabras durante todo el día, pero en el
fondo sabía adonde esto se dirigía. Estaba haciendo el amor a la única mujer que le
importaba. Bien podría admitirlo... ella era la única mujer que alguna vez amaría.
Belle le bajó la cremallera. Ésta siseó en el silencio, roto sólo por sus respiraciones
irregulares. Él suspiró mientras ella le bajaba los bóxer por las caderas hasta el suelo.
Sabía exactamente cómo hacer que un hombre se sintiera bien. Le concedería eso. En
el transcurso de una semana, había dejado de lado sus inhibiciones y se había
convertido en la amante de sus sueños: generosa, abierta, honesta, apasionada.
¿Cómo iba a dejarla y no romperse en pedazos?
—Eric te dio permiso.
Él sintió que su mandíbula se apretaba mientras su pene saltaba libre.
—Estoy seguro de que a Tate le gustaría tener algo que decir. Es un bastardo
posesivo.
Ella inclinó la cabeza hacia arriba, dándole una sonrisa brillante.
—Lo es, pero está de acuerdo. ¿Quién crees que me puso el plug hoy? Me llevó al
baño y pasó mucho tiempo metiendo este plug en mi culo. Habló de ti y Eric todo el
tiempo, sobre cómo esperaba que finalmente estuviéramos todos juntos. Pero
también sabía lo que yo quería hoy, pensó que lo encontrarías caliente.
¿Caliente? Lo encontraba abrasador. Su pene se puso erecto, se estiró como si
intentara alcanzarla.
—¿Estás usando un plug anal?
Ella lamió su polla como un manjar que quería saborear, lentamente, con ternura,
haciéndolo contener un gemido.
—Tate pensó que podría condimentar el encuentro contigo. Es el plug grande. He
atravesado por todo el set de entrenamiento. Tate dice que éste es el último antes de
que lleguemos al verdadero asunto. Según él, hará que mi coño esté muy apretado.
¿Interesado?
Joder, sí. Mucho antes de que ella hubiera dicho nada de eso. Todo lo que
Annabelle Wright tenía que hacer era mirarlo y él ardía.
Ella se metió la punta de su polla en la boca, y él cerró los ojos. Tenía la terrible
sospecha de que tenía la intención de seducirlo en una especie de para siempre. No
funcionaría, pero no le podía decir que no. Su polla ya estaba amenazando con
estallar. Su corazón... no se quedaba atrás.
—Ven aquí. —Si la dejaba, lo chuparía hasta que se corriera profundamente en su
boca, y realmente quería follarla con ese plug. Ellos habían estado haciéndola pasar a
través del set de entrenamiento, cada plug un poco más grande para prepararla para
el sexo anal que ansiaban darle. Deseó haber estado allí cuando ella había tomado el
plug grande. Habría disfrutado profundamente la forma en que sus ojos debieron
haberse abierto de par en par y su respiración atascado cuando Tate lo había
deslizado en su lugar.
Ella se puso de pie y él se sacó zapatos, pantalones y calzoncillos a patadas.
Normalmente los habría doblado, pero hoy no le importaba un carajo. Ellos no
estaban jugando, estaban robando tiempo, tenía una hora o algo así para tenerla toda
para él solo. Eric trataría de apresurarse con su llamada. Tate podría volver a casa en
cualquier momento. En el momento en que pudieran estar aquí arriba, lo harían. Esto
lo hacía un bastardo egoísta, pero quería todo el tiempo a solas con ella que pudiera
conseguir.
La besó, permitiéndose realmente disfrutar de ella por primera vez. Había estado
viendo los encuentros entre los cuatro como sesiones de enseñanza muy placenteras.
Se había distanciado actuando como el segundo Dom, dejando que Eric tomara el
mando, pero aquí y ahora eran simplemente Kellan y Belle. Un hombre y una mujer
con sólo estos momentos para estar juntos.
En el momento en el que otros se presentaran, tendría que asumir su papel de no
intervención porque ellos la merecían y él no. Tendría que honrar el derecho de los
otros sobre ella.
Su lengua ahondó, rozando y jugando contra la de ella. Sentía sus pezones contra
la piel, bajó las manos y acunó sus pechos. Eran suaves, pero firmes. Encajaban tan
perfectamente en sus manos como si hubiera sido hecha sólo para él. Besó su camino
desde la boca hasta el cuello, enterrando la cara en su hombro, inhalando la dulzura
de su aroma.
Nunca había deseado a ninguna mujer tanto como deseaba a Belle. ¿Y si la hubiera
conocido antes que a Lila? Podría reescribir su historia. ¿Por qué no podía haberla
encontrado antes de unirse a esa esposa y saltar a la piscina para ahogarse? Antes de
que hubiera sido arruinado. Antes de que hubiera sido despedazado por completo.
¿Cómo de diferente sería su vida ahora?
—Te necesito —susurró ella—. Por favor, Kellan. Por favor, fóllame.
La observó mientras se alejaba de él y se sentaba en la cama con la sonrisa de una
sirena. Ella le tendió la mano.
Belle lo podría arruinar en formas que ni siquiera se había imaginado. Si Lila le
había quitado la familia y el orgullo, Belle podría matar su alma. Si quisiera, podría
desgarrarlo en pedazos, y él nunca sería capaz de recuperarse. Se rendiría y moriría
si Belle lo traicionara.
Eso resumía el por qué tenía que marcharse.
Pero no todavía. Joder, no todavía. No se marcharía hasta que tuviera que hacerlo.
Podría tener una degustación más del cielo antes de resignarse a una vida en el
infierno.
Maldijo, odiando estar pensando en otra cosa, excepto el éxtasis que ella le ofrecía
aquí y ahora. Sólo eso importaba. En este momento, no tenía pasado ni futuro. Sólo
un hermoso presente.
Kell sacó un condón de la caja, lo abrió y lo colocó sobre su pene duro. El deseo
latía a través de su cuerpo, y se preguntó cómo sería quitarse el puto pedazo de látex
y correr el riesgo. ¿Cómo bueno se sentiría tomarla profundamente sabiendo que no
había nada entre ellos? Si él la dejara embarazada, no habría ninguna duda con
respecto a él marchándose. Tendría que quedarse. Estaría obligado a permanecer en
su vida. Estarían unidos por un niño que los necesitaría a ambos.
Pero no podía hacerle eso. Merecía saber que cualquier hombre en su vida estaba
allí porque no podía vivir sin ella, no porque la había preñado.
—Por favor, Kellan. Danos unos pocos minutos. No tenemos que pensar en nada,
excepto en este momento. Solo quédate conmigo.
Ella le ofrecía todo lo que él quería. No podía mantenerse alejado. Cayó sobre ella
sin un ápice de su elegancia habitual. Fue brusco y auténtico, y no era capaz de
detenerse. Cuando follaba a una amante, pensaba en la técnica y se obligaba a ser
paciente, pero con Belle no podía. La besó de nuevo, necesitando estar tan cerca de
ella como fuera posible.
La cubrió con su cuerpo, sin sostener nada de su peso. Dios, era pequeña en
comparación a él. Pequeña, bella y muy acogedora, pero lo podía manejar. No era
frágil o delicada. Todo sobre Belle era fuerte. Ella no se contuvo. En su lugar, abrió
los brazos y su cuerpo, permitiéndole entrar. No sólo por placer. Había tenido eso
tantas veces antes. Las mujeres le pedían que las complaciera. Ellas querían ser
satisfechas sexualmente. Pero Belle se ofrecía a encargarse de él. A unirse con él, a
fusionarse con él por ninguna otra razón más que a ella le importaba.
Le tocó los pliegues femeninos, preguntándose si estaba realmente preparada. Él
se estaba moviendo muy rápido. Lo último que quería era hacerle daño de alguna
manera. Sus dedos encontraron los pétalos de su carne y entraron fácilmente,
deslizándose por completo. Su coño estaba suave y húmedo. Listo para su polla.
Él la dilató, incapaz de esperar. Por lo general tenía mucha paciencia, pero ahora
se había esfumado. La necesitaba.
Ella lo rodeó con sus manos hasta encontrar su culo. Hundió las uñas, dándole
una pequeña sacudida de dolor que se convirtió rápidamente en placer. Ella también
lo deseaba. Belle estaba en sintonía con él, caricia por caricia. Eso lo enloqueció
todavía más.
Alineó su polla con su dulce abertura y empezó a hundirse.
Tan apretada... Cuando la penetró de una estocada, Kell cerró los ojos de dichosa
felicidad. El plug se arrastró contra su pene, añadiendo otra capa de sensación. Se
sentiría de la misma manera cuando la compartieran, cuando sus mejores amigos
estuvieran aquí con él, dándole placer a su mujer.
Belle empujó hacia arriba, obligándolo a ir más profundo. Sabía que debería tener
un mayor control, pero esto era diferente. Esto era salvaje y espontáneo, y no quería
cambiarlo. Quería a Belle luchando por su placer, por la fuerte satisfacción que
podrían encontrar uno en brazos del otro.
Le encantaba el hecho de que cada vez parecía diferente con ella. Ellos no tenían
que follar de la misma manera. Podrían explorar, ceder a sus instintos y dejar que sus
emociones les guiaran. No había ningún libro que tuviera que seguir con la forma
correcta de hacer el amor con Belle. Ellos lo escribían con cada unión, cada vez una
nueva expresión de sus sentimientos hacia ella.
—Se siente muy bien. —Belle lo contemplaba, el deseo suavizando su cara.
Él se empujó profundamente, su corazón latiendo aceleradamente en el pecho.
Incluso mientras la penetraba con duras y lentas estocadas ella lo miraba con tal
inocencia y confianza que le quitaba el aliento. Por primera vez, se dio cuenta de que
podía follarla todos los días de su vida y ella seguiría siendo inocente y hermosa para
él. La pureza de Belle estaba en lo profundo del alma. Ella amaba con todo su
corazón, brindándose por dentro y por fuera, por completo.
—Quédate conmigo. —Belle lo mantuvo apretado con fuerza.
Aunque ella le pedía que se quedara con ella en este momento, la pregunta
subyacente lo atravesó. Quedarse con ella, más allá de ahora, más allá de la próxima
semana o mes. Quedarse con ella para siempre. Él quería. Joder, quería ser digno de
ella, ser el hombre que ella necesitaba que fuera.
Kellan le sostuvo la mirada mientras se hundía profundamente y vio sus ojos
llamear. Belle se apretó a su alrededor, susurrando su nombre como una súplica.
Entre el fuerte agarre de su coño y el arrastre del plug, no podría durar mucho
tiempo. Era demasiado bueno. Demasiado correcto. Lo único que faltaba eran sus
compañeros. Él había pensado que tenerla toda para él sería perfecto, pero extrañaba
a sus hermanos, a sus mejores amigos. Belle y él eran sólo una parte del
rompecabezas, no estaba completo sin Eric y Tate.
Y entonces no importaba. Nada importaba excepto ella cuando sus pelotas se
contrajeron y su columna vertebral hormigueó. Empujó profundamente por última
vez, vaciándose con un grito. Ella lo siguió con un gemido. Entonces, se permitió
desplomarse contra de ella, comprometiéndose a conservarla tanto tiempo como
pudiera.

* *
Belle suspiró y hundió los dedos en el cabello de Kellan, disfrutando de la
suavidad. Se sentía como seda oscura. Ella lo aspiró, su limpia fragancia masculina
mezclada con el almizcle de su sexo.
El corazón golpeaba en el pecho y los restos de placer aún atravesaban sus venas.
Le encantaba este momento. Ella amaba el sexo, pero también anhelaba el momento
suave después, cuando estaba rodeada por sus hombres.
Por supuesto, sólo tenía a uno de ellos esta vez, y si por él fuera, sólo lo tendría
por un tiempo breve.
Belle había decidido que el modo de Kellan era una mierda.
Entre la lectura de la última entrada en el diario de su abuela y volver la mirada
atrás en las miserables elecciones de sus padres, se había dado cuenta de que nada
era seguro, excepto que no luchar por el amor conduciría a la pena. Ella había estado
buscando pruebas de que estos tres hombres siempre querrían estar con ella, que
nunca la abandonarían. Había exigido que el universo garantizara su felicidad antes
de estar dispuesta a intentar agarrarla por su propia cuenta.
Era algo arrogante de pedir. Nadie tenía garantías.
Cuando ella había tomado la mano de Tate anoche, finalmente se había dado
cuenta de algo. La vida era una aventura. Era misteriosa y podría ser peligrosa. Y
completamente sin sentido sin ellos a su lado.
Todos ellos.
Su abuela le había dejado mucho más que una casa embrujada. Le había dejado un
legado de palabras, fotos y la conmovedora tristeza de su pena. Marie Wright quiso
contactar con su hijo, pero había tenido miedo durante años. Entonces había sido
demasiado tarde. Claramente, ella pensó que tenía más tiempo, pero el universo
tenía otros planes.
A la vida no le importaba que ella tuviera miedo. La vida seguiría adelante y la
dejaría atrás si no tomaba la decisión de luchar por su felicidad.
Kellan no lo sabía aún, pero no lo dejaría ir sin una buena pelea.
Kellan se apartó con un largo suspiro, llevándose su calor con él. Se incorporó y se
ocupó del condón, lo ató y lo envolvió en un pañuelo de papel antes de tirarlo en el
pequeño bote de basura junto a la mesita de noche. Había algo cauteloso acerca de la
forma en que curvaba la espalda, como si estuviera tratando de protegerse de algo.
De ella.
—¿Vas a marcharte otra vez? —murmuró Belle. Supuso que podría preguntar con
más delicadeza. Pero él le había pedido que fuera honesta. Ya era hora de que él le
devolviera el favor.
Él se dio la vuelta con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué hiciste esto, Belle? ¿Por qué despachaste a todo el mundo para estar
solo conmigo?
—Porque quería. Quiero pasar tiempo a solas con cada uno de vosotros. No tiene
que ser una loca orgía cada vez que hacemos el amor. A veces pueden ser dos de
nosotros. Tate y Eric también lo consiguen. Tú eres el único que no lo hace.
Suspiró, pero se tumbó en la cama, metiéndolos a ambos bajo el cobertor.
—Es una mala idea. Eric podría estar bien por ahora, pero a Tate no le agradará
con el paso del tiempo. Lo enojará. A menos que estés pensando en mantener esto
ocasional.
A Kellan probablemente le encantaría, pero ella por fin había entendido que no
había nada ocasional en esto. No había nada ocasional sobre el amor, sobre todo, no
con la profundidad en que lo sentía. Querían que ella tratara el sexo con reverencia.
Pues bien, para ella, el sexo venía con amor, y sus hombres iban a aprenderlo.
—Tate va a estar muy bien una vez se de cuenta de que va a conseguir lo que
desea. Sobre todo, creo que va a llegar a amar a Nueva Orleans. Todos tenemos
nuestros defectos. Uno de los suyos es el miedo a cambiar de hábitos. Es un hombre
triste y temperamental, un niño la mitad del tiempo, pero lo amo de todos modos.
Eric puede hacerse el mártir a la perfección. No le dirá a nadie lo que necesita. Lo
amo de todos modos, también. Y tú…
—No lo digas.
Ella se puso de lado y lo miró. Esta era exactamente la manera de tener esta
conversación, desnudos y sin nada entre ellos. Necesitaba tocarlo, abrazarlo.
—¿Por qué no? Me enseñaste a ser honesta. Me enseñaste a tomar esto en serio.
Tomo en serio esto, Kellan. Sobre nosotros.
—Pensé que simplemente estabas divirtiéndote. Suponía que no crees que una
relación con los tres podría funcionar a largo plazo. Yo más bien creía que
coincidíamos en esto.
—Todavía no estoy segura de que funcionará, pero ¿cómo lo puedo saber si no lo
intento?
Mirando hacia atrás, vio que la vida no le había enseñado a intentar. Se había
pasado su infancia tratando de complacer a una madre que la había excluido.
Durante un tiempo, después de la muerte de su padre había hecho todo lo posible
para tratar de conseguir la atención de su madre. Entonces había renunciado,
resignándose a la soledad y al dolor. ¿Estaba dispuesta a pasar el resto de su vida
dejando afuera a alguien que la podría querer porque muy dentro de ella seguía
siendo esa niña cuya madre no podía amarla? Tenía que dejar atrás su infancia.
Consolar a la niña abrazando a la mujer en que se había convertido.
Y no todo el mundo la había abandonado. Kinley había permanecido a su lado
hasta hoy. Su abuela la había recordado. Su padre le había dejado una lección de
vida, si elegía verla. ¿Estaría orgulloso de la mujer en que se había convertido o
decepcionado de que se hubiera aislado?
Si ella nunca se abría, tal vez no sentiría dolor, pero tampoco alegría. Belle se
estaba dando cuenta rápidamente que la alegría valía la pena el riesgo.
Así como el amor. Kellan tenía que verlo.
—Hay muchas razones por las que creía que no podía funcionar, pero estaba
equivocada. Pensé que no era la mujer que podía sanarte. —Deseaba que él
entendiera.
Kellan se volvió hacia Belle con el ceño fruncido.
—Amor, no es eso.
—No, no lo es. Soy consciente de eso ahora. No es que yo no pueda sanar el dolor
de tu divorcio. Es que no quieres sanar. Piensas que estás más seguro en tu pequeño
capullo agradable.
Él frunció el ceño y se incorporó de repente.
—¿Capullo? Lo haces sonar como algo agradable, Annabelle. Te lo aseguro, no lo
es.
Un borde duro afiló su tono, haciéndole saber que ella estaba empujando sus
límites. Él había empujado todos los de ella, pero Belle había sabido que,
probablemente reaccionaría mal. Sin embargo, siguió adelante porque esto era
demasiado importante como para resignarse.
—No pienso que sea agradable en absoluto. Creo que es solitario, pero has
conseguido un lugar cómodo. Lo sé porque yo hice lo mismo.
Resopló, sonando profundamente frustrado.
—Annabelle, no te has equivocado al pensar que no podría funcionar. Solo estabas
siendo realista. La mayoría de los matrimonios fracasan, y sólo tienen a dos personas
involucradas. Poner a cuatro personas en una relación, y mucho más que cualquier
tipo de matrimonio, lo hace exponencialmente más complejo.
Ella entendía que estaba tratando de protegerse, pero tenía que hacer que Kell
viera que eso no conduciría a la felicidad.
—¿Eso quiere decir que no deberíamos intentarlo? Se ha vuelto más fácil para ti no
intentar. Sé que eso es la forma en que era para mí. Después de que mi padre murió y
mi madre se perdió en su dolor, decidí que no podía ganar, así que me retiré. De esa
manera no podrían hacerme daño nunca más. Me pareció que era mejor estar
entumecida. No lo es, Kellan.
Se puso de pie y agarró sus bóxer, metiendo las piernas en ellos.
—Nunca he sido nada excepto honesto contigo, Belle. Te dije adónde conduce
esto. Te expliqué lo que podía darte.
La vieja Belle se habría cubierto y ocultado, aceptando que la lucha había
terminado. La nueva Belle definitivamente podría patear el culo de la vieja Belle.
Se arrodilló, dándole lo que esperaba fuera una vista espectacular de su cuerpo.
Estaba satisfecha cuando perdió un poco de su gracia habitual y tropezó mientras
intentaba agarrar sus pantalones.
—Nunca me mentiste, Kellan. Pero creo que te estás mintiendo a ti mismo. Soy la
mujer para ti y lo sabes en lo más profundo de ti. Si te alejas de mí, de esta familia
que podríamos tener, te vas a arrepentir durante el resto de tu vida. ¿Quieres saber
adónde conduce esto para mí? ¿Lo que intento hacer?
Él tiró de sus pantalones, con el rostro encendido, todos sus movimientos un
testimonio de su ira.
—Por favor, dime, Belle. Pareces saber absolutamente todo. Ilústrame.
Ella ignoró el comentario sarcástico. Él no iba a caer fácilmente. Siempre lo había
sabido, pero tampoco se perdía la forma en que su mirada buscaba sus pechos. Y
definitivamente no podía pasar por alto el hecho de que ya estaba duro otra vez.
Tuvo que guardar cuidadosamente su polla.
—A esto es lo que conducirá, Kellan. Me voy a casar con Eric y Tate, y vamos a
vivir aquí. Serás más que bienvenido en mi cama durante el tiempo que mis maridos
lo permitan. Ellos nunca te vedarán por la misma razón por la que yo no lo haré.
Una risa amarga atragantó su garganta cuando recogió la camisa.
—¿Y qué razón es esa? ¿Porque te gusta el juego D/s, y yo soy el único que está
completamente entrenado? ¿Crees que ellos me necesitarán para entrenarlos durante
mucho tiempo? Eric ya es un buen Dom. Tate puede aprender de él.
No entendía nada y eso la hizo ablandarse completamente hacia él.
—No, ellos nunca te vedarán de nuestra cama porque también te quieren.
Eso le hizo detenerse. Él la miró fijamente, obviamente, sin palabras.
Lo bueno es que ella tenía un montón para los dos.
—Te amo, Kellan Kent. Quiero casarme contigo y con tus mejores amigos. Pero si
decides aferrarte a lo que esa mujer terrible te hizo, si la escoges por encima de
nosotros, entonces creo que vas a venir a vernos por un tiempo. Creo que volverás a
Chicago, pero nos visitarás. Nosotros iremos a verte, también, y podría funcionar de
la manera que tú quieres... hasta que tengamos bebés. Y vamos a tenerlos, Kell.
Quiero hijos. Quiero formar una familia loca, pero sé que en el momento en que
tenga ese primer hijo, te irás. Así que voy a tener que elegir entre tú y tener bebés con
los hombres que amo.
—No te estoy pidiendo que elijas. —Las palabras rasparon su garganta.
—Bueno, porque tú perderías, mi amor. Voy a elegir el futuro, incluso si eso
significa ponerte en el pasado. Dolerá muchísimo y te amaré hasta el día en que me
muera. Siempre te extrañaré y siempre voy a desear que quieras ser parte de nuestra
familia tanto como nosotros queremos que seas parte de ella.
Había un brillo sospechoso en los ojos masculinos cuando la miró.
—Eso no es justo, Belle.
—La vida no es justa, Kellan. Y no voy a jugar limpio contigo. Voy a pelear sucio,
porque esta es la pelea de mi vida. Te amo. Voy a decírtelo todos los días, durante
todo el día. Nunca voy a dejar que lo olvides. Y si dejas que esa perra gane, si te
alejas porque no puedes lograr sobreponerte a lo que te hizo... bueno, deberías saber
que todavía estaré aquí amándote. Ninguna mujer en el mundo te amará como yo
jamás. Y tú no amarás a nadie de la forma en que me amas.
Su cabeza se sacudió, al parecer, repentinamente interesado en el suelo.
—Nunca dije que estaba enamorado de ti, Belle.
—No en voz alta. Pero como dije, creo que eres hábil mintiéndote. Regresa a la
cama.
Esas palabras parecieron sacudirlo, y prácticamente corrió a la puerta.
—Tengo que pensar, Belle. No quería tomar esta decisión todavía, pero me
empujaste. Yo... yo no... —se pasó una mano por el pelo—. Voy a irme. No sé cuando
estaré de vuelta.
—Kellan —comenzó ella, abalanzándose más cerca. No estaba segura de poder
soportar ver cómo se alejaba. Necesitaba más tiempo con él.
—No. Has dicho lo que tenías que decir. Ahora necesito tiempo para averiguar
qué demonios voy a hacer porque me has arrinconado. No necesito escuchar otra
palabra en este momento. —Kellan se fue.
Y Belle se quedó sola con los ojos clavados en la puerta. Lógicamente, había sabido
que él podría enojarse y marcharse, pero de alguna manera no había esperado que
sucediera. Tal vez había visto demasiadas películas románticas o creía en demasiados
cuentos de hadas.
La realidad era que pudo haberlo alejado para siempre.
Las lágrimas llenaban sus ojos cuando trepó a la cama. No había tenido intención
de acorralarlo, simplemente hacerle saber que sus planes habían cambiado y que
esperaba que pudiera ser una parte de ellos. De alguna manera no había podido ir a
Eric y Tate hasta que ella hablara con Kellan. Sus decisiones lo afectaban, también. Y
ahora, probablemente lo había arruinado todo.
Se obligó a andar con paso pesado a través del suelo, el miedo y la ansiedad
amarrándola. Estaba cansada, pero decidida. Iba a moverse hacia el futuro y hacerlo
lo mejor posible.
Abrió la puerta del armario para agarrar la bata y se detuvo en seco al ver el
interior.
Una pequeña muñeca se balanceaba de un pequeño lazo corredizo unido al barral.
La muñeca tenía el pelo negro y botones oscuros por ojos. Alguien había cosido un
traje pequeño que se parecía sospechosamente a algo que se había puesto hacía unos
días.
Un escalofrío la recorrió al darse cuenta de que estaba mirando una muñeca vudú
de sí misma colgando, como las chicas Peterman.
Su problema no había terminado todavía.
Capítulo 17

Eric colgó el teléfono y estaba tratando de agarrar sus notas cuando Kellan pasó
precipitadamente. Con el ceño fruncido, Eric se detuvo y se quedó con la mirada fija
por un momento, observando la mueca en la cara enrojecida de Kell.
Maldita sea. Eso no podía ser bueno. Había esperado que Kellan se tomara su
tiempo con Belle. Diablos, casi había esperado tener que separarlos a la fuerza
cuando los contratistas regresaran. Lo habían arreglado para que esta vez los dos
estuvieran a solas y con suerte resolvieran sus asuntos. Entonces ¿por qué Kell se
estaba marchando?
Señor entró al trote y saltó sobre el sofá. Se estaba acostumbrando al chucho. El
cachorro tenía dos niveles de actividad: a todo gas o absolutamente dormido. En
realidad, Señor le recordaba a Tate. Desde su llegada a Nueva Orleans, su amigo
cerebrito estaba de un humor de mierda o ridículamente feliz.
Eric definitivamente prefería ridículamente feliz.
—Oye, ¿qué bicho le ha picado a Kellan? —preguntó Tate mientras entraba
llevando dos bolsas de una tienda de electrónica local—. Traté de hablar con él, y me
dijo que iba a conseguir un trago. Es apenas la una, pensé que iba a pasar la tarde con
Belle.
Algo había salido muy mal para hacer que Kellan saliera corriendo así.
—Quizás deberíamos ir a ver cómo está Belle.
—No hay necesidad, estoy bien. —Belle estaba en la puerta, los labios hacia abajo
y los hombros caídos. Se veía despeinada, delicada, y en carne viva. Se había tirado
encima una bata, pero no había manera de confundir el dolor en sus ojos.
El corazón de Eric cayó en picado. Pensó seriamente en ir detrás de Kellan y
golpearlo hasta hacerlo entrar en razón. Dejarle pasar tiempo a solas con Belle lo
debería haber ablandado y ayudado a cambiar su terca mente. En lugar de eso,
parecía que Kell había logrado romperle el corazón. Eric contuvo una maldición. ¿Se
daría por vencida Belle y diría que había terminado con todos ellos?
Mentalmente, se preparó para la argumentación de su vida. Tenía que hacerle
entender que, independientemente si Kellan quedaba o no, Tate y él podrían formar
una unión irrompible, si ella los dejaba. Tenía la intención de quedarse con ella y
hacerla feliz. De ninguna jodida manera regresaría solo a Chicago.
—Habla conmigo, cariño.
—¿Qué tienes en las bolsas? —preguntó Belle, cambiando de tema.
Eric miró a Tate, que parecía tan tenso como él.
Con un suspiro, Tate apoyó las bolsas en el suelo y habló con cuidado, como si
tratara de no contrariarla.
—Sólo algunas cosas nuevas de informática. Ya sabes cómo me gusta jugar con
todos los juguetes nuevos.
Ella le dio una triste sonrisa.
—Lo sé. Pensé que deberíais saber que encontré uno para mí.
Belle dejó colgar algo de su mano. Una muñeca hecha de tejido simple con unos
pocos de hilos para el cabello oscuro y dos botones cosidos donde deberían estar los
ojos. La muñeca era muy espeluznante. El que la había hecho, obviamente, no creía
en los juguetes de bonitas princesas.
—¿Eso es lo que creo que es? —dijo Tate entre dientes.
Belle la dejó sobre el escritorio, luego se unió a Señor en el sofá que se rascó la
barriga cuando se dio la vuelta.
—Si crees que es una muñeca vudú, entonces estás en lo cierto.
—¿Tu abuela tenía muñecas vudú? —Eric frunció el ceño, creía que ella había sido
una psíquica.
—No. —Belle negó con la cabeza—. Alguien dejó esto colgando en mi armario
para mí. Está incluso usando una réplica de la misma ropa que yo llevaba puesta el
otro día. Pero no lo vi cuando me vestí esta mañana. Créeme, me habría dado cuenta.
Eric se quedó callado, la ansiedad comprimiéndole el pecho. Su miedo anterior
transformado en rabia. Alguien estaba jugando con ellos de nuevo, intentando
espantar a su mujer.
—¿Dices que estaba colgando? ¿Del cuello?
—Sí, de un nudo corredizo. —Belle parecía casi tan pensativa como sonaba—.
Creo que deberíamos llamar a la policía de nuevo.
Eric no veía por qué. No habían hecho nada la primera vez, y en base a las
noticias, todavía estaban sumidos en el asesinato de la madama.
—Vamos a echar otro vistazo a Capitán Ron y Mike porque los dos han estado
trabajando en tu dormitorio y en el cuarto de baño.
—Y yo llevé a la vendedora de telas allá arriba, así ella podía echarle un vistazo —
añadió Belle.
Eric negó con la cabeza.
—No estaba aquí cuando alguien escribió el mensaje en tu pared. Tenemos que
investigar a todas las personas que tuvieron acceso a la casa en ambas ocasiones.
—O podría instalar algunas cámaras ocultas y atrapar al cabrón in fraganti. —Tate
sacó un osito de peluche de una de las bolsas.
—¿Se supone que voy a acurrucarme con eso? —preguntó Belle.
Tate empezó a jugar con el osito, sus dedos movieron un interruptor. Abrió su
portátil y tecleó algo. Menos de un minuto después, giró el equipo y Eric se vio en la
pantalla.
—¿Una pequeña cámara? —preguntó Eric.
Belle miró por encima de su hombro. Cuando se inclinó y mantuvo el equilibrio
con una mano sobre éstos, se sintió aliviado de que hubiera venido a él por apoyo.
—Esto será mucho más útil que la muñeca vudú. ¿Dónde vamos a ponerlo?
Eric sabía exactamente donde lo quería. Se volvió cuando la sintió recular.
—A este idiota parece gustarle el dormitorio principal. Creo que lo pondremos allí
y observaremos quien entra y sale. De esta manera puedes remodelar la casa sin
nosotros teniendo que averiguar el historial de toda la gente o echarlos a patadas.
Podemos monitorear la actividad de todo el mundo en tu habitación a través de
nuestros ordenadores portátiles. Sabremos exactamente cuando ese enfermo
asqueroso entra y lo que hace.
—Dios, espero que sea Mike así puedo patearle el culo —masculló Tate en voz
baja.
—Tened cuidado. Ambos —les envió miradas severas—. Voy a estar de acuerdo
con esta idea, pero sólo si prometéis no hacer nada peligroso.
Algo dentro de él se alivió, un inicio sin duda. Ella no los estaba apartando o
pidiéndoles que se largaran. Lo peor parecía haber terminado. Kellan había sido un
gilipollas, pero Belle no estaba dejando que el otro hombre afectara su relación con él
o Tate. La rodeó con los brazos, abrazándola, adorando el calor y la sensación de ella.
Amaba lo cómoda que se había vuelto con su cuerpo y el hecho de que ya no dudaba
en mostrar afecto.
—Prometédmelo —exigió en voz baja—. No podría manejar la situación si algo le
sucediera a alguno de los dos. No hagáis nada estúpido.
Esa era una promesa fácil de hacer. Eric no tenía ninguna duda de que Tate creía
que iba a ser muy lógico darle una buena paliza al hombre que estaba tratando de
asustar a su chica. Él sentía lo mismo. No había nada estúpido en hacer lo que era
correcto.
—Lo prometo.
Belle ladeó la cabeza y miró a Tate expectante.
—Lo prometo —protestó él.
Eric dio un codazo a su socio.
—Dime qué pasó con Kellan.
Tate los observó con los ojos entrecerrados.
—¿Necesitamos darle un puñetazo, también?
Ella se relajó contra él, apoyando la cabeza en su pecho, buscando apoyo y afecto.
—No. Le dije a Kellan la verdad sobre su futuro como yo lo veo y le expliqué
cómo esto va a funcionar de ahora en adelante. Creo que está sopesando sus
opciones, pero deberíais saber que probablemente se marche. —Ella levantó la
cabeza, su expresión llena de pesar—. Tal vez no lo debería haber presionado.
Arriesgar su corazón sólo para tenerlo pisoteado era exactamente a lo que ella
había tenido miedo durante todo este tiempo. Eric odiaba ver a Belle enfrentando
una de sus peores pesadillas, sobre todo cuando uno de ellos se lo había arrojado a la
cara.
Le acarició el cabello, tratando de calmarla.
—Hablaré con él.
—No lo hagas. Yo sabía que estaba asumiendo un riesgo y que había muchas
posibilidades de que se largara, pero no podía continuar de la manera en que
estábamos. Necesito avanzar. Todos necesitamos decidirlo. La decisión tiene que ser
suya, pero necesitaba saber que voy a hacer todo lo posible para asegurarme de que
mis maridos sean felices, y eso significa que sólo voy a acostarme con él cuando
vosotros dos digáis que estáis de acuerdo.
El corazón de Eric casi se detuvo. ¿Ella había dicho lo que pensaba que había
escuchado?
—¿Belle? —A medida que avanzaba para estar al lado de Eric, Tate clavaba su
mirada de incredulidad en ella—. Acabas de decir maridos.
Ella se echó hacia atrás lo suficiente para encontrar sus miradas.
—Os amo. Estuve aterrorizada durante mucho tiempo, pero he aprendido que no
puedo vivir así. Lo que compartimos no es sólo sexo. Hacemos el amor, y yo quiero
honrar eso. Quiero pasar el resto de mi vida con vosotros. Le dije a Kellan que
también lo amo, pero que voy a seguir adelante con vosotros, incluso si me rechaza.
No era de extrañar que él hubiera huido de la casa como si estuviera en llamas.
Belle había puesto patas arriba el mundo entero de Kellan. Eric no se hacía ilusiones
acerca de los sentimientos de Kellan. La disposición actual lo satisfacía. Kell no
quería comprometerse o incluso pensar en el futuro. Sólo quería velar por ella y
follarla cada noche. Belle había cambiado el juego.
La pérdida de Kellan... pero Eric celebraba su victoria. Esta mujer les pertenecía a
Tate y a él. Ya era hora de que lo reconociera. Solo la conocía desde hacía un año,
pero se sentía como si la hubiera estado esperado toda su vida.
—Le dijiste a Kellan que ibas a casarte con nosotros —dijo las palabras lentamente,
saboreando todas y cada una de éstas.
—Sí. Si aún me quieres. —El temblor en su voz le dijo a Eric que estaba nerviosa.
La acercó de nuevo con su corazón rebosando dicha.
—Oh, voy a tenerte, cariño. Voy a tenerte una y otra y otra vez, durante el resto de
nuestras vidas.
La sintió suspirar en sus brazos y se preguntó cómo podría haber pensado que la
rechazarían. Ella era todo su mundo. La besó con fuerza, después dejó que Tate le
diera un abrazo de oso. El grandote tenía una enorme sonrisa mientras la hacía girar
y, finalmente, plantó su boca sobre la de ella.
Su chica. Al fin. Para siempre.
—Nos vamos a casar —dijo Tate, manteniéndola cerca.
—Vosotros mejor os casáis conmigo —bromeó—. Porque me habéis arruinado
para todos los demás hombres.
No habría otros hombres para Annabelle Wright. Si Kellan era un idiota terco,
entonces, Belle tendría que estar satisfecha con Tate y él. Se juró que haría que valiera
la pena.
Belle se volvió hacia ellos con la sonrisa de una coqueta cuando Tate la dejó en el
suelo.
—Todavía tenemos un poco de tiempo, ya sabéis.
El deseo le oscureció los ojos, y su polla estuvo inmediatamente comprometida.
—¿Cuánto tiempo?
Ella caminó hacia la puerta meneándose y se quedó en la parte inferior de la
escalera, dándoles una sonrisa sensual.
—El suficiente.
Eric la persiguió por las escaleras, riendo con Tate todo el camino.

* *
Tate se quedó mirando a su prometida. Su casi-esposa. Dios, Annabelle Wright iba
a ser su esposa. Mira lo lejos que había llegado. Se había criado en una casa
completamente desprovista de cualquier cosa menos intelecto y responsabilidades, y
de alguna manera había encontrado a la única mujer que podría compensarlo por
todo lo que le había sido negado antes. Casi no lo podía creer, pero la prueba estaba
allí tendida en sus brazos. Los ojos de Belle se cerraron después de que él y Eric la
habían follado. Se acurrucó a su lado y Tate observó su respiración volverse lenta y
regular. Dormía, presionada confiadamente contra él. La luz de la tarde entraba a
raudales, acariciando su piel café con leche, haciendo brillar cada centímetro de ella.
Era tan hermosa. A pesar de que acababa de hacerle el amor, su pene ya estaba
esforzándose por tenerla de nuevo. Nunca daría por sentado que era suya. Todos los
días, tenía la intención de asegurarse de que Belle se sintiera valorada y amada.
La acurrucó más cerca, amando la sensación de sus pezones contra el pecho. Él
quería nada más que deslizarse dentro de ella otra vez. Dejar la cama era lo último
que quería hacer, pero el trabajo llamaba. Si iban a remodelar esta casa grande y vieja
y convertirla en un hogar de nuevo, iba a costar dinero en grandes cantidades.
Al otro lado de Belle, Eric se movió y se encontró con la mirada interrogadora de
Tate.
—¿Vas a configurar la cámara? Sólo nos quedan unos veinte minutos antes de que
los contratistas regresen. No quiero dejar pasar la oportunidad de pescar al que está
detrás de esta mierda.
Los contratistas no tardarían en llegar, y sólo tenían tres horas antes de su cita con
la médium. Él tenía un plan para averiguar quién estaba tratando de espantar a Belle
y estaba ansioso por empezar.
Entonces, podrían concentrarse en terminar la casa, aprobar el Colegio de
abogados de Louisiana, y tomar una larga luna de miel, tal vez permanecer en su
nuevo dormitorio y baño, solo él, Belle, y Eric. Se tomaría el tiempo para explorar su
nueva ciudad y a su nueva esposa. Pasarían mañanas perezosas en la cama,
aprendiendo cada centímetro del cuerpo de infarto de Belle. Por las tardes, podrían
tomarse de la mano y caminar, disfrutando de todo el famoso encanto de Nueva
Orleans. Ahora que estaba aquí con ella e instalado, parecía adecuado recomenzar
una nueva vida.
Primero, tenían que ocuparse del asunto.
—Sí, espero que podamos atrapar al cabrón hoy.
—Yo también —murmuró Belle—. Terminemos con esto porque quiero sentirme a
salvo aquí de nuevo. Me gusta este cuarto.
Todos habían tenido que dormir en uno de los cuartos de huéspedes porque Belle
tenía pesadillas en el dormitorio principal. Con suerte la “limpieza” de la casa
ayudaría a sanarla así podía sentirse lo suficientemente cómoda para volver a
mudarse aquí. Era la más grande de las habitaciones, la única con una cama donde
todos cabían con comodidad. Aunque iban a tener que ampliar el armario.
Mierda. No le gustaba la idea de más trabajo, pero a Belle realmente le gustaba la
ropa y ocuparía la mayor parte del espacio. Su princesa se merecía un espléndido
vestidor.
Tate le dio un beso ligero y salió de la cama, sin molestarse con su propia ropa. No
la necesitaba en esta habitación. Una vez que los contratistas se fueran, tenía la
intención de pasar una buena parte de su tiempo desnudo y mantener a Belle
desnuda también.
Había subido la pequeña cámara cuando persiguieron a Belle por las escaleras. El
osito de peluche parecía completamente inofensivo. Una pequeña cámara en la
pajarita alrededor del cuello atraparía al culpable en la película. Lo puso en la
estantería junto a una foto de Marie Wright y otra mujer. La miró brevemente, pero
luego se volvió para estudiar la distribución de la habitación para poder colocar al
osito con la máxima cobertura visual. Necesitaba capturar una imagen de la cara del
cabrón.
—¿Tienes que apuntar eso hacia la cama? —preguntó Belle, apoyando la cabeza en
el pecho de Eric.
No pudo evitar sonreír.
—Es el mejor lugar. Cualquier persona que entre en la habitación tendrá que pasar
por delante de la cámara. Pero más allá de lo práctico, creo que deberíamos grabar
nuestras relaciones sexuales. Cariño, podría ganar mucho dinero con una cinta de
sexo. Eres muy caliente. Podría llamarlo El nerd consigue a su chica y sería un éxito de
ventas. Piensa en las potenciales descargas. No tendríamos que trabajar en absoluto.
Podríamos simplemente recostarnos y dejar que el dinero entrara a raudales.
—¡No! —Ella le lanzó una almohada. Tate se agachó y la almohada pasó de largo,
tumbando la camarita y la foto junto a ésta—. No voy a hacer una cinta de sexo.
Tendría que trabajar en sus inhibiciones porque algo acerca de ver a Belle en una
cinta encendía sus motores. Pero, todo lo que ella hacía lo calentaba. Ella era eso para
él.
Se agachó y recogió la almohada, arrojándosela de nuevo a su chica. Enderezó la
camarita y se aseguró de que estuviera encendida antes de levantar el marco. Se
alegraba de que no se hubiera roto. Belle amaba esas viejas fotos de su abuela. Ella no
había pasado mucho tiempo con la mujer por lo que Tate más bien pensaba que las
fotos eran su manera de conectarse. Echó un vistazo a la que tenía en sus manos.
Marie Wright estaba sonriendo a la cámara, su brazo alrededor de una mujer más
joven. Las dos usaban vestidos de fiesta y estaban maquilladas como si tuvieran
previsto ir a la ciudad. La rubia a su lado parecía estar a mediados de sus veinte
años. Algo en ella parecía muy familiar.
Conmocionado, Tate se quedó mirando la foto, haciendo memoria. Estaba justo
allí, en la punta de la lengua. Un nombre. Él conocía el nombre de esta mujer. ¿Por
qué conocería a alguien que la abuela de Belle había conocido?
—¿Qué pasa? ¿La rompí? —preguntó Belle.
—No, es sólo que la mujer con tu abuela parece familiar. —¿Dónde la había visto
antes? No podía recordarlo, pero sabía sin duda alguna que había conocido a la
mujer.
Eric salió de la cama y alcanzó sus pantalones.
—Vi otra foto con ella más temprano, la que puse junto a la fotocopiadora. Fue
tomada en los años setenta, supongo. Ni siquiera habías nacido. ¿Cómo conocerías a
una mujer psíquica de Nueva Orleans?
Había algo en la cara. Había visto esos ojos en alguna parte. Eran de un color
extraño, casi turquesa. Era bonita, pero había algo duro en ella que no pudo definir.
Hoy en día estaría a finales de la cincuentena.
El nombre finalmente lo golpeó. Había estado observando la imagen en la
televisión durante semanas. La había visto como una mujer mayor, víctima de un
brutal asesinato y un montón de chismes.
—Mierda. Es la madama. Es Karen Ehlers. —Tantas cosas encajaron en su lugar.
Todas las fotos que Belle habían encontrado de su abuela y el grupo de mujeres
hermosas. Finalmente entendió cómo su abuela se había permitido este lugar. Marie
había sido una madama, luego, cuando decidió retirarse, había vendido el negocio a
Ehlers. Abrió la boca, pero Eric, que obviamente, acababa de hacer la conexión
también, negó con la cabeza, los ojos muy abiertos en señal de advertencia.
Eric y él habían sido amigos tanto tiempo que a veces no tenían que hablar para
comunicarse. Esa mirada en la cara de Eric era una señal de stop. No pasar. No
divulgar el secreto.
Belle nunca había imaginado el pasado de su abuela.
Eric tenía razón. Puede que decirle que su abuela había sido una prostituta no era
lo correcto a estas alturas. Su novia acababa de arraigarse y sentirse cómoda con su
pasado. Estaba bajo mucho estrés y ansiedad acerca de la casa, y ahora se iban a
casar. Más estrés. No necesitaba saber nada excepto que su abuela la había amado.
Cerró la boca, y Eric le dio una palmada de apoyo en el hombro.
—Eso es muy interesante. Supongo que eran vecinas. Apuesto a que tenía un
montón de historias que contar —dijo Eric—. ¿Por qué no te pones unos pantalones,
amigo?
No quería. Eric iba a tener que acostumbrarse a eso porque ahora tenían una chica.
Era perfectamente normal para él estar desnudo alrededor de una chica. Algo por el
estilo. Él a veces luchaba contra las sutilezas sociales.
Belle tomó el marco de sus manos. Su boca se abrió mientras miraba la foto.
—Oh Dios mío. Es ella. Es la mujer de la que están hablando en las noticias.
Tate se encogió de hombros.
—Parece que tu abuela tenía algunas amigas interesantes.
Y un montón de empleadas que se habían especializado en darle mamadas a los
tíos. En lo que a historias familiares, tener una abuela con un historial de prostitución
la hacía única. En realidad no veía problema con ello, pero podría no ser algo que
compartieran con sus hijos.
Volvió a pensar en la foto en el salón de Marie y todas esas mujeres hermosas.
Eran prostitutas. Cuando realmente pensaba en ello, esas mujeres prodigaban gozo.
Prestaban un servicio. Eran casi como embajadoras de buena voluntad.
Los ojos de Belle se agrandaron.
—Oh Dios mío. No sólo eran vecinas o amigas. Esto lo explica todo. Mi padre no
estaba enojado con mi abuela, estaba avergonzado.
—¿Qué quieres decir, Belle? —preguntó Eric benignamente.
Tate pensó que era una buena táctica. Asegurarse de que Belle había llegado a la
misma conclusión que ellos antes de abrir sus bocazas.
Ella los ignoró, negando con la cabeza mientras miraba la fotografía.
—La abuela dijo que vendió el negocio a una de las chicas. Obviamente, esa chica
era Karen Ehlers. Oh, Dios mío. Mi abuela era una madama. Ella nunca lo manifestó
en sus cartas a mi padre. Siempre hablaba de clientes irritantes o de los que fueron
amables con ella. Mi papá creció en un burdel. Un momento. ¿Creéis que ella sólo,
como que, dirigió el lugar? ¿O…?
Belle parecía un poco sorprendida. Tate no quería alterarla.
—Absolutamente —dijeron Eric y él al mismo tiempo.
Belle puso los ojos en blanco.
—Oh por favor. No nací ayer. No envías una solicitud para ser el gerente de un
burdel. Llegas por tus propios esfuerzos, por así decirlo. Ella era una prostituta.
Claramente, una prostituta de clase alta. Guau. Estoy realmente escandalizada. La
abuela era una chica mala, mala.
Belle inclinó la cabeza y sus hombros se sacudieron. Tate se lanzó sobre ella,
seguro de que estaba llorando. Maldita sea, no debería haber dicho nada, debería
haber mantenido la bocaza cerrada. Belle no tenía necesidad de esta verdad acerca de
su abuela. No podía cambiarlo, y el conocimiento no invalidaba el hecho de que
Marie Wright había adorado a su familia.
Ella levantó bruscamente la cabeza. Tate la vio reír, su cuerpo de infarto
moviéndose con fuerza de diversión. Dios, se veía hermosa.
—Mi abuela era una mujer de la vida. Santo cielo.
Tate se relajó un poco.
—Cariño, es obvio que te amaba.
Belle encontró su mirada, los ojos femeninos tiernos.
—Sé que lo hizo. He leído sus diarios. Ella y mi padre estuvieron enemistados
durante años, pero ella también lo amaba. Mucho. Creo que la abuela hizo lo mejor
que pudo. Por lo que sé, era huérfana. Quedó embarazada joven, y mi abuelo no
quería una familia. Así que la dejó sola y embarazada y ella quiso darle la mejor vida
que pudo a su hijo. Y lo hizo. Nunca pasó hambre o se quedó sin hogar. De hecho,
fue a las mejores escuelas. Amé a mi padre, pero él estaba equivocado en excluirla.
Supongo que quería distanciarse de su crianza y vivir una vida respetable.
La atrajo hacia sí.
—Quería hacer lo que fuera más conveniente para ti, amor.
Ella asintió con la cabeza.
—Lo sé. Pero he descubierto que lo que la sociedad demanda y lo que mi corazón
necesita no están en completa sincronía. Finalmente me di cuenta de lo que quiero
ser cuando sea mayor.
—¿Y eso es? —preguntó Eric, acercándose.
—Feliz. Creo que eso podría ser todo lo que importa. Me voy a casar con ambos
porque os amo y me hacéis feliz. Espero que nuestros niños no reaccionen de la
forma en que mi padre hizo con las elecciones de mi abuela, aunque realmente creo
que si hubiera vivido, la habría perdonado en algún momento. —Ella le brindó una
sonrisa radiante—. Eso explica muchas cosas. Tengo que ducharme antes de que los
contratistas regresen y me echen fuera del cuarto de baño. ¿Alguien puede averiguar
dónde está Kellan? No me gusta la idea de él por ahí solo, especialmente si está
bebiendo.
Eric asintió con la cabeza.
—Lo encontraré. Tate puede quedarse aquí y hacer lo de la limpieza contigo. Voy
a tener una larga y agradable charla con nuestro socio.
Belle sonrió y desapareció en el cuarto de baño.
Tate tendió la mano, estrechando la de Eric.
—Voy a configurar la cámara de manera adecuada con un detector de movimiento
y a conectarla a nuestros teléfonos. Tendremos un mensaje de texto cuando el
movimiento comience. La pondré a funcionar después de que Belle esté preparada.
—Perfecto. Voy a buscar a Kell.
—Haz lo que necesites para conseguir que traiga su culo a casa y meter algo de
sentido común en su cerebro.
Si no podía, Tate sabía que Belle siempre extrañaría a Kellan. Mierda, él extrañaría
al bastardo. Faltaría una parte de ellos si Kellan no estaba. Seguirían sin él, pero Tate
pensaba que, al menos, deberían intentar meterle algo de sentido común.
—Lo haré. —Eric suspiró y negó con la cabeza—. Pero por favor, ponte unos
pantalones.
Tate se encogió de hombros, sin prometer nada.
Capítulo 18

Eric se quedó mirando el bar hasta donde había rastreado el móvil de Kellan.
Estaba bastante seguro de que el teléfono estaría pegado a Kellan ya que nunca iba a
ninguna parte sin él. Eso lo hacía fácil de encontrar.
El bar era un pequeño lugar de mala muerte a unas pocas manzanas del barrio
Francés. Parpadeantes luces de neón iluminaban la noche suavemente. No le habría
llevado a Kellan mucho tiempo caminar hasta aquí, pero apostaría a que cada paso
dado había sido un infierno para su amigo. Lo había alejado del lugar y de la mujer
que amaba. Eric tenía que creer eso o su plan no serviría para nada.
Envió un mensaje a Tate, haciéndole saber que había llegado hasta el bar. La
profunda necesidad de Tate de saber siempre donde estaban las personas que amaba
era ligeramente acosadora, pero demostró ser útil en más de una ocasión, así que se
comprometió a dejar de bromear con él al respecto. Tate se tomaba en serio la familia
y su bienestar, y confiaba en que Eric pudiera traer a Kellan a casa.
Dios, Eric esperaba que tuviera razón. De lo contrario, estaba bastante seguro de
que la próxima vez que vieran a Kellan sería cuando les comprara la empresa. Luego
se iría.
Si eso ocurriera, estaba casi seguro de que Kellan pasaría el resto de su vida solo.
Follaría una sumisa de vez en cuando. Podría encontrar algunos socios con los que
tomaría una cerveza alguna que otra vez, pero se retiraría en su duro caparazón y
nunca emergería de nuevo. Eric no quería eso para su amigo.
Se abrió paso a través de las puertas dobles y miró alrededor del lugar. No estaba
mucho mejor en el interior. Desde luego, no era el tipo de lugar que Kellan
normalmente frecuentaba. Un aire de cansancio persistía en el ambiente, desde la
tenue iluminación y las ventanas cerradas hasta la alfombra oscura y manchada. Sus
ojos necesitaron un momento para acostumbrarse a la penumbra, pero finalmente
encontró al hombre que buscaba.
Suspirando, estudió a su amigo de más de diez años. Kellan estaba sentado en la
barra, encorvado sobre la cerveza delante de él como si el peso del mundo lo
empujara hacia abajo. Se veía como la mierda por una vez, una hazaña difícil para un
guapo HDP. Normalmente, daba la apariencia de estar perfectamente planchado,
pero la chaqueta había desaparecido, al igual que su omnipresente corbata, también
llevaba la camisa arrugada. Pero fue la mirada en sus ojos lo que realmente detuvo a
Eric.
Kellan Kent parecía absolutamente perdido. No se había visto tan mal desde
inmediatamente después de su divorcio. Eric respingó.
De alguna manera, tenía que hacer ver a Kell que Belle no lo lastimaría de la
manera en que Lila lo hizo. Algo que dijera tenía que alcanzar al terco. Debería ser
brillante, también. Emocionalmente inteligente. Mierda.
—La cagaste —fue lo que en realidad salió de su boca.
Eso en cuanto a emocionalmente inteligente. Se sentó en el taburete a su lado,
pensando que sería mejor volver a intentarlo. A veces odiaba ser el razonable. No
siempre servía para eso. Solía ser deportista. Los jugadores de fútbol no eran
conocidos por sus deslumbrantes aptitudes para comunicarse.
—Lo sé. No tienes que decírmelo. —Kellan hizo una mueca y reanudó la mirada
taciturna a su cerveza—. ¿Cómo me encontraste?
—Tate utilizó una app para localizar tu teléfono.
—Tiene que tener mi contraseña para eso.
Eric se limitó a mirarlo.
—Estamos hablando de Tate.
—El cabrón debería haber sido espía. —Kellan tomó un trago de su cerveza—.
Recuérdame conseguir un teléfono nuevo. Entonces ninguno de vosotros podrá
encontrarme.
Kell no parecía demasiado borracho. Probablemente había estado consumiendo
poco a poco esa misma cerveza durante toda la tarde. Eric sería más feliz si hubiera
estado emborrachándose como una cuba. Significaría que su amigo estaría dispuesto
a renunciar a parte de su control. Pero eso nunca sucedería.
—No, no lo harás. Odias cambiar de teléfono. Después de todo, creo que odias el
cambio tanto como Tate.
Kellan volvió los ojos cansados hacia él.
—¿Qué carajo se supone significa eso?
—Eso significa que estás apegado a tus hábitos, amigo mío, y va a costarte todo.
No creo que estés realmente listo para cortar todos los lazos conmigo o con Tate. No
estás especialmente preparado para abandonar a Belle. Si lo estuvieras, estarías
mirando Nueva Orleans desde tu espejo retrovisor, no cabizbajo en esta pocilga.
Necesitas pensar en el futuro en lugar de estar sumido en el pasado.
Kellan volvió a inclinar la cerveza y tomó algunos tragos, luego soltó un largo
suspiro de asentimiento.
—Ella me dio un ultimátum. No tomo bien esas cosas.
Eso era una novedad para él.
—¿Lo hizo? Tate y yo oímos una versión diferente. Según Belle, te explicó que nos
vamos a casar y que serías bienvenido a permanecer con nosotros durante todo el
tiempo que desees. Eso no suena como un ultimátum. Suena como una evidente
invitación. Ella te dio lo que buscabas.
—Siempre y cuando vosotros digáis que está bien. Tú y Tate. —No había manera
de que se perdiera la amargura en su voz. Eso le dio esperanzas.
Kellan estaba celoso, y era una buena cosa. Podía trabajar con los celos.
—Entonces, ¿por qué estás molesto, hombre? Nunca te he dejado de lado. Tate no
lo hará, tampoco.
Él resopló un poco.
—Seh, ¿voy a tener que pedir permiso? ¿Se supone que voy a implorar todas las
noches?
Eric suspiró. Kell iba a dramatizar.
—No te he pedido que implores antes. No estaba pensando en empezar. ¿Qué te
está haciendo actuar como un idiota? Belle te dijo que serías bienvenido. Que puedes
entrar y salir cuando quieras. Es lo que querías. ¿No es así? Sin cadenas.
Él no respondió durante un largo minuto. El bar se tranquilizó de un momento a
otro cuando la máquina de discos fue del jazz al blues. El ritmo cayó pesadamente, la
puesta en escena perfecta para la miseria de Kellan.
Con un suspiro, él negó con la cabeza.
—Ya no sé lo que quiero.
Ahora se estaban acercando al verdadero problema. Para una persona tan
controladora como Kell, no entender su mundo era bastante malo. No entender lo
que estaba pasando en su cabeza sería catastrófico.
—No tienes que saberlo en este mismo instante. Sólo tienes que volver a casa y
darle algún tiempo. Eso es lo que Belle te está ofreciendo.
Kellan negó con la cabeza.
—No hay tiempo. No hay manera de que no vayas a casarte con ella enseguida. La
tendrás frente a un juez de paz antes de que pueda cambiar de opinión.
—Ella no va a cambiar de opinión. —Conocía a su Belle. Ahora que se había
comprometido, permanecería fiel hasta el día de su muerte. Lo amaría con cada
respiro y latido de su corazón. Ahora que había aceptado casarse con él, tenía la
profunda convicción de que todo iba a estar bien.
—Aunque vamos a casarnos con ella tan pronto como sea posible, creo que ya
hemos esperado suficiente. Cuando lo hagamos, eso no cambiará nuestra oferta.
Kell no pareció creerle.
—Si tú lo dices. ¿Y qué hay con la empresa? ¿Vas a tirar a la basura todo por lo que
trabajamos en Chicago?
No había sido fácil, pero Eric había hecho las paces con eso. Podría encontrar
trabajo aquí.
—No es como si Louisiana haya cumplido con su cupo de abogados. —E incluso si
convenciera a Kell para quedarse con ellos, no veía una razón para que no pudieran
mantener la sucursal en Chicago funcionando, también—. Sé que nos pide que
desarraiguemos nuestras vidas y carreras, y eso no es fácil. Creo que si la empujamos
ahora, regresaría a Chicago con nosotros. En última instancia, ella no va a elegir este
lugar por encima de sus maridos. Eso es exactamente por lo que voy a mudarme
aquí. Voy a apoyarla y ayudarla a hacer realidad su sueño, pero si prefieres regresar
a Chicago, hazlo. Puedes entrar y salir de su cama a tu antojo. Puedes mantener esa
oficina y visitarnos siempre que lo desees. No voy a detenerte. Mientras Belle te
quiera allí, diré que sí.
Una profunda arruga le surcaba el rostro.
—¿Y qué sucederá cuando empecéis a abultarla con hijos? Ella mencionó que eso
sería un problema.
Eric se inclinó hacia adelante, un poco enojado consigo mismo. Sólo había un
límite que estaba dispuesto a aceptar.
—Perdón. ¿Quisiste preguntar qué sucederá cuando decidamos iniciar una
familia?
Kellan se sonrojó con culpabilidad.
—Lo siento. Realmente no quise ser irrespetuoso. Yo... no he pensado en una
familia en mucho tiempo. La idea de Tate y tú comenzando una con Belle es
desconcertante.
—No puedes esperar que dejemos pasar el tiempo, hombre. No nos estamos
volviendo más jóvenes. —Él tenía diez años más que los que sus padres tenían
cuando lo tuvieron. Ya era hora de que empezara a construir su futuro, y eso
comenzaba con Belle y algunos niños que podría criar, moldear y amar.
Kellan se pasó una mano cansada por el rostro.
—Bueno, no estoy listo para nada de esto. No sé si volveré a estar listo.
Eric tenía una respuesta fácil para eso.
—Nadie lo está nunca. Nadie. ¿Piensas que estoy listo para los niños? Me
aterroriza. ¿Qué vamos a decirles? ¿Cómo vamos a explicarles el hecho de que tienen
una mamá y más de un papá? Vamos a tener que tratar de encajar en las reuniones
de padres y maestros y en las fiestas de barrio. La idea de que podríamos hacer la
vida de nuestros hijos difícil me enferma, pero eso no me impedirá intentarlo. Porque
amo a esa mujer y voy a amar a nuestros hijos. Después de eso, estar listo no tiene
nada que ver con ello. Solo voy a guiarme con el corazón. Pero creo que todo aquel
que haya tenido alguna vez un hijo se preocupa por ser un padre lo suficientemente
bueno.
—Es más complicado que eso —respondió bruscamente Kellan.
—Sólo si lo complicas. Creo que es bastante simple.
—Tú no comprendes lo que me pasó.
La frustración fluyó dentro de Eric.
—Sé exactamente lo que te pasó. Fuiste humillado, fuiste traicionado, pero sobre
todo, te avergonzó. ¿Y adivina qué? No importa. Eso es lo que nunca has entendido.
No cambia lo que eres para mí, para Tate, o para Belle. Crees que hiciste el tonto. Te
equivocas. Creemos que Lila y tu padre son terribles seres humanos a los que no les
importabas un carajo. Nada de eso fue tu culpa. Incluso si lo hubiera sido, no nos
importaría una mierda. Sólo te queremos. Estás dejando que una mujer que no dio
dos mierdas por ti, ni siquiera por un segundo, triunfe sobre tres personas que
siempre te han amado y siempre lo harán. Para ser un Dom, está claro que le estás
dando todo el poder a ella.
Kellan se sonrojó, con la boca apretada en una línea dura.
—No estoy dándole poder. Eso es una simplificación. Se trata de algo más que de
Lila.
—Tienes razón. Esto no es realmente acerca de Lila en absoluto. Esto es acerca de
ti. Puedes alejarte de lo que Lila hizo. Incluso puedes alejarte de tu padre. Crees que
no confías en Belle.
Kellan golpeó una mano contra la barra, el sonido discordante.
—Confío en Belle. No confío en mí.
Finalmente, estaba siendo honesto.
—Te culpas por todo, pero no fue culpa tuya.
—Debería haberlo visto venir. Debería haber visto a través de ella.
—Tienes que perdonarte. Dios, Kellan, ¿realmente crees que esta auto-flagelación
no nos ha afectado al resto? Pareces pensar que eres el único que está afuera, pero
estás equivocado. Eres y siempre has sido parte de esta familia, y te necesitamos.
Crees que tu elección no lastimará a nadie, excepto a ti. Te equivocas. Y Tate y yo te
echaremos de menos. Belle lamentará perderte hasta el día de su muerte. Esto es lo
que realmente no comprendes: nuestros hijos van a echarte de menos porque serías
un padre espectacular.
Kellan cerró los ojos, pero no antes de que Eric viera un brillo de lágrimas allí. Se
las tragó.
—No tengo ni idea de cómo ser padre. El mío era un ejemplo de lo peor.
Sin embargo, era fácil ver que él lo deseaba. Eric se relajó. Esto no era un caso de
Kellan siendo terco. Tenía miedo, pero eso no iba a durar para siempre. La situación
requería un poco de paciencia y ternura. Pero entonces, él habría aprendido de la
manera difícil que la paciencia y la ternura eran dos requisitos para una familia
funcional y feliz.
—Mi padre también era un idiota. Quería vivir a través de mí. Esperaba que
hiciera todas las cosas que él no pudo y no le importaba si me lastimaba en el
proceso. Mi última conmoción me llevó al hospital. Mi padre estaba allí cuando me
desperté, me llamó nenaza y me dijo que regresara mi culo al campo de juego. Me
negué. No quiere hablar más conmigo. No quería un hijo, sólo una estrella del
deporte. Era un modelo de conducta horrible. No me enseñó nada acerca de ser un
buen padre. Pero me mostró exactamente lo que no hay que hacer. Puedo imaginar el
resto porque voy a amar a ese niño como amo a su madre.
Kellan dejó la cerveza.
—No sé qué hacer. Yo... me importa Belle. Realmente me importa. Tate y tú sois
los hermanos que nunca tuve. No quiero perderos a todos, pero no me fío de eso
tampoco. No pude hacer una relación duradera con una persona. ¿Cómo lo haré con
vosotros tres? Si se desmorona, será culpa mía.
Eric no pudo evitar poner los ojos en blanco.
—Esto funcionará porque todos queremos que lo haga. Somos más fuertes de lo
que crees. Sí, todos estamos rotos, pero nos necesitamos el uno al otro. Nos
apuntalamos el uno al otro. Cuando uno de nosotros falla, los otros se hacen cargo.
Belle nos necesita a los tres. Esta familia nos necesita a todos, pero tienes que estar
dispuesto a intentar, tener un poco de fe en ti mismo y en nosotros. Más que nada,
tienes que perdonarte o nunca avanzarás.
—No sé si puedo. ¿Cómo no vi las señales? Mierda, sabía que el matrimonio no
era normal. Sabía que ni siquiera la amaba. Ni siquiera la deseaba. Tal vez esa es la
peor parte; yo quería un matrimonio fácil. Teníamos las mismas metas. Yo quería que
fuera una buena esposa para un político. Quería que fuera una buena madre, pero
esperaba que cualquier niño que tuviésemos fuera criado por niñeras y
probablemente fuera a internados. Yo quería que tuviéramos buen sexo. A cambio,
estaba dispuesto a apoyar sus metas profesionales. Pensé que haríamos un buen
equipo.
Eric no podía imaginar semejante canje frío de lealtades. Siempre había sabido que
quería un matrimonio verdadero, incluso si era complicado y difícil. Antes de que
hubiera comprendido lo que era el amor, había deseado ternura y atención en su
vida.
—Sé que crees que querías eso, pero creo firmemente que lo habrías encontrado
vacío y a la postre te habrías largado de cualquier modo.
—¿Y si de todo lo que soy capaz es esa clase de matrimonio? Esta es la primera vez
en mi vida que he tenido una relación con alguien que quiere algo de mí. No dinero o
poder. No las conexiones o el apellido de mi familia. Belle no quiere un compañero
de equipo. A Belle no le importa que yo pueda encargarme de ella económicamente.
Te aseguro que no pienso que ella vaya a querer el mismo tipo de infancia que tuve
para nuestros hijos.
Eric sufría por su amigo, pero tenía que ser totalmente honesto.
—Ninguno de nosotros quiere eso, hombre. Lo que Belle quiere de ti es simple.
Quiere amor y honestidad. Quiere amarte en respuesta y no aceptará nada menos
que todo. Pero aquí está el asunto: ella te dará todo lo que tiene a cambio. Siempre.
Nunca nos dejará. No nos engañará o apuñalará por la espalda. Nunca se prostituiría
por dinero o fama o cualquier cosa que el resto del mundo pueda darle. Belle te
amará por ti. Lo hará si eres o no lo suficientemente valiente como para intentarlo.
Solo porque te marches, no significa que ella te amará menos.
—Lo de compartir nos podría volver a todos parias —respondió Kellan.
Eric terminó con ese argumento.
—Me importa una mierda lo que piensen los demás. Formaremos una gran
familia. Siempre habrá personas que no entiendan. No voy a vivir mi vida por sus
estándares. Quiero vivir mi vida tan completamente que no tenga remordimientos al
final. Si te vas ahora, ¿crees sinceramente que nunca te arrepentirás?
—¿Y si fracaso? ¿Qué pasa si sólo estoy hecho para el tipo de relación unilateral
que tenían mis padres? —Líneas de preocupación arrugaban la cara de Kellan
mientras hablaba, evidenciando la pesada carga de sus miedos.
—¿Cuántas amistades cercanas tiene tu padre? —Él tenía que hacer ver a Kellan
que no era su padre. Era la única manera de que tuvieran una oportunidad de
superar este problema. Kellan no era su padre más de lo que cualquiera de ellos eran
la suma de sus padres.
Kellan de repente encontró su vaso infinitamente fascinante.
—Ninguna. Mi padre creía en aliados y era leal hasta que ya no los necesitaba.
Entonces se largaba y nunca miraba hacia atrás.
Más bien como Kellan había hecho después de la Facultad de Derecho. Había
encontrado a la mujer que creía sería una pareja perfecta y había dejado a Eric y Tate
en el polvo. Ni siquiera los invitó a su boda. Habían sido los mejores amigos en la
universidad hasta que Kellan había encontrado una nueva vida.
Él había estado solo desde allí en adelante, si Eric no lo hubiera contactado
después del divorcio porque Tate había encontrado el artículo sobre él en la red. Tate
no había llamado porque había asumido que si Kellan los necesitaba, los llamaría.
Eric había sabido mejor, por lo que fue él quien lo contactó. Los dos habían trabajado
juntos para ayudar a Kellan en su momento de necesidad.
La amistad era un delicado equilibrio. Hoy lo demostraba de nuevo.
—¿Es eso lo que estás planeando hacer? ¿Largarte y nunca mirar hacia atrás? —
Eric conocía la respuesta, pero Kellan necesitaba averiguarlo por sí mismo. ¿Entonces
qué?
Después de una larga pausa, Kellan se volvió.
—Puede que no sea capaz de vivir el tipo de vida que Belle necesita, pero no
puedo simplemente marcharme. Cualquier cosa que necesites, todo lo que tienes que
hacer es llamarme. Dejaré todo lo que esté haciendo. Si estoy en cualquier parte,
vendré a ti. Nunca te fallaré. Ya he terminado con eso.
Porque eran familia.
—Ven a casa conmigo. Si todos estamos comprometidos, lo resolveremos. Sólo
dale algo de tiempo.
Kellan finalmente asintió con la cabeza.
—De acuerdo.

* *
Belle abrió la puerta, ansiosa por quitarse de encima la reunión de la noche de una
vez. Los contratistas habían venido y se habían ido, y nada se había resuelto. Nadie
se había cruzado por las cámaras, así que todavía no tenían ninguna prueba. Belle
encontraba el no saber muy frustrante, especialmente cuando lo único que quería
hacer era disfrutar la sensación de bienestar de su nuevo futuro, brillando en el
horizonte.
Por supuesto que el futuro sería más oscuro si no pudiera tener a todos sus
hombres.
Eric se había marchado hacía un rato. Quizás él encontraría a Kellan y lo traería a
casa. Entonces podrían discutirlo todo a fondo. O tal vez haría el amor con el hombre
hasta que él no pudiera caminar. Ella lo podría agotar por completo así no sería
capaz de salir huyendo. Esa sería una manera de mantenerlo cerca.
—¿Annabelle Wright? —La mujer era más joven de lo que le había parecido por
teléfono. De alguna manera, Belle había pensado que sería más como de la edad de
su madre. El rostro que le devolvía la mirada era quizás un año o dos mayor que el
de ella. Iba vestida con un traje y llevaba un maletín. Su cabello rubio estaba recogido
en un prolijo moño.
Con todo, no había pensado como se vería una médium.
—Sí. ¿No le gustaría entrar? —Cuanto más rápido comenzara, más rápido podría
armar la escena para Kellan. La seducción podría ser el mejor camino a seguir. Había
sido honesta con él acerca de lo que quería y Kell lo sabía. Belle vería si con una
enorme cantidad de sexo muy sucio le ayudaba a entender que podía ser su tipo de
mujer. Ahora que sabía exactamente lo que quería, estaba muy ansiosa de empezar a
construir un hogar con sus hombres.
La médium entró y arrugó la nariz con delicadeza.
—Soy Helena Rhodes. Así que ha estado teniendo problemas con la casa.
Realmente no me sorprende. Es un poco infame. El rumor es, que ha habido varios
suicidios aquí, y algunas personas que fueron dueños de la casa después se quejaron
de las perturbaciones y la actividad inexplicable.
Belle estaba bastante segura de que algunos de sus temas eran enteramente
humanos, pero no podía ignorar los sentimientos que tenía en la casa. No había
forma de que la sombra que había pasado a través de ella la noche anterior fuera
humana. Definitivamente había una o dos presencias en la casa. Con suerte entre la
camarita que Tate había instalado para atrapar a quienquiera que estaba tratando de
asustarla y Helena, finalmente podría conseguir un poco de ayuda en el frente
fantasmal.
—Sí, hemos tenido varios incidentes. Hay lugares fríos en toda la casa y puedo oír
susurros en la noche cuando duermo en el dormitorio principal. Siempre se detiene
en el momento en que me levanto de la cama. ¿Tate le explicó lo que pasó anoche?
Helena miró alrededor del vestíbulo, una ceja elegantemente enarcada.
—Fui informada de la visita de una entidad. No me sorprende. Lo puedo sentir
desde aquí. Hay mucha oscuridad en esta casa. ¿Conoce la historia completa de la
casa?
Belle asintió mientras la médium entraba al corredor.
—He investigado un poco. Sé que dos mujeres jóvenes supuestamente se mataron
aquí; dos hermanas.
Helena se volvió con sus ojos ligeramente entrecerrados.
—¿Supuestamente? ¿Cree saber algo diferente?
—Creo que fueron asesinadas por su padre. —Lo había visto una y otra vez en sus
sueños. Incluso había leído las teorías de algún reportero sobre los incidentes. Su
abuela también había escrito sobre la casa estando embrujada en sus diarios. Nunca
había limpiado el lugar porque había intentado comunicarse con las entidades. Su
abuela había creído que todas las mujeres de su familia tenían un poco de poder
psíquico y lo debían al mundo para ayudar a los muertos a avanzar.
Por supuesto, su abuela también había dicho que los fantasmas de esta casa eran
terriblemente tercos.
Belle ansiaba que la médium supiera lo que estaba haciendo.
Señor entró corriendo en la habitación, dando un pequeño ladrido a sus pies.
Helena miró hacia abajo, luego levantó la nariz en el aire.
—Nadie mencionó a un animal.
Belle frunció el ceño. Al parecer, Helena no era una amante de los perros.
—Ha sido realmente muy útil desde que nos mudamos a la nueva casa. Estoy
bastante segura de que sabe cuando las entidades están alrededor. Creo que hay un
par de fantasmas aquí. Uno de ellos es realmente desagradable y le gusta rondar por
la biblioteca. Señor no entra ahí. Se queda parado del lado de afuera de la puerta
gruñendo a veces. A Señor parece gustarle el que se desplaza por los alrededores.
Uno que él sigue a todos lados la mayor parte del día. Al principio me preocupé,
pero es lo suficientemente feliz. Hay un lugar en el piso de arriba que a él no le gusta,
justo en frente del dormitorio principal. Él le ladra de vez en cuando. Pienso que
podría ser el lugar donde las chicas fueron asesinadas. Fueron encontradas colgando
de las escaleras del tercer piso.
—Bueno, es un perro. No creo que debería ser el que decida cuantas entidades y
cómo son. Yo soy la que tiene experiencia —con un suspiro, dejó caer el maletín y
sacó el móvil. Ella movió su mano a través de la pantalla, o bien enviando un
mensaje de texto a alguien o escribiendo un correo electrónico—. Tengo un socio que
viene con el resto de mi equipo. Quería conseguir una percepción del lugar antes de
comenzar. ¿Se ha ido todo el mundo? Me han dicho que está viviendo con varios
hombres.
Belle estaba empezando a pensar que debería manejar esto por sí misma ya que la
médium parecía terriblemente crítica para alguien que hablaba con los muertos.
—Esta noche estamos sólo Tate, Señor y yo. Los otros estarán fuera.
Tate eligió ese momento para salir de la cocina. Sonrió y le rodeó los hombros con
un brazo.
—Oye, ¿eres la que va a liberarnos del fantasma? Porque podríamos usarlo. Acabo
de recibir esa cosa de la explosión de aire frío. Es extraño. Está inusualmente cálido.
No debería necesitar un suéter. Además, estoy bastante seguro de que uno de los
fantasmas sigue palmeándome el culo. Eso me extraña un poco, pero lo entiendo.
Realmente trabajo en estos glúteos.
La médium se los quedó mirando, luciendo un poco irritada.
—Me debería haber dicho que había personas adicionales aquí. Le expliqué que
necesito la casa despejada. Esto funcionará mejor si no hay interrupciones.
Tate parecía completamente imperturbable por la obvia irritación de la mujer. Se
limitó a sonreír.
—Esto está tan despejado como pudimos. Confíe en mí, esto es tranquilo para
nosotros. Por lo general es una casa de locos. Me sorprende que no ahuyentemos a
los fantasmas. Desconecté todos los timbres de nuestros teléfonos, así que no
deberíamos tener mucho ruido.
Helena estaba enviando mensajes de texto de nuevo, sus dedos moviéndose de
una manera casi enojada.
Los pelos de la nuca de Belle comenzaron a erizarse. Algo estaba mal con la
médium. Parecía rígida, y había algo en la forma en que sus ojos se movían alrededor
que volvió a Belle cautelosa. Helena continuaba mirando desde su móvil a la puerta,
como si no pudiera esperar a que su asistente apareciera.
¿Tal vez la casa la estaba abrumando?
—¿Puedo ofrecerle una bebida? ¿Algo mientras esperamos? —Ella tenía que dar a
la mujer el beneficio de la duda. A veces, la casa parecía opresiva para ella, y no era
ni siquiera psíquica.
La mandíbula de Helena se tensó.
—No. Tal vez Tate podría llevar al perro a dar un paseo. Realmente sería mejor si
estuviéramos solas. Tengo la sensación que este espíritu no aprecia la presencia de
varones. Sí. Por favor, saque al perro y denos una hora más o menos.
El agarre de Tate se tensó y bajó la mirada hacia Belle.
—¿Lo dice en serio? Quiero decir, sé que despejaron el lugar en Cazafantasmas
pero eso fue porque estaban preocupados por cruzar las corrientes. No creo que
estemos preocupados por eso aquí. Preferiría quedarme con vosotras.
A veces era difícil mantenerse al día con las referencias de cultura pop de Tate,
pero ahora estuvo a la altura de las circunstancias.
—Me gustaría que se quedara, a veces la casa me asusta —mintió Belle.
Algo le decía que no se separara de Tate. Además, Helena parecía estar
equivocada. El fantasma no había estado molestando a los hombres. Cada instinto le
había dicho que el espíritu malévolo tenía un problema con las mujeres.
—Entonces no voy a ninguna parte. El fantasma tendrá que negociar —dijo Tate.
Se volvió a Helena con un encogimiento de hombros—. Y usted también. Entiendo si
no puede trabajar en esas circunstancias. Podemos encontrar a alguien más.
Helena levantó una mano.
—No. Lo resolveré.
Hubo un golpe ligero en la puerta, y Tate se acercó a ella, con la mano extendida.
—Es mi asistente —explicó rápidamente la médium—. Déjelo entrar. Sólo dígale
que comience, a partir del dormitorio.
—Pero la biblioteca es la peor habitación —comenzó Belle. Algo frío la atravesó de
lado a lado, haciéndola estremecerse. Algo estaba mal. Muy equivocado. Su corazón
empezó a latir aceleradamente y todo estaba centrado alrededor de esa puerta. El
instinto se encendió en su interior—. ¡Tate, no abras esa puerta!
Pero él ya había girado el pomo. Belle vio con horror como la silueta de un hombre
surgió en el umbral.
—Oh mierda. No, tú otra vez. ¿Qué deseas? —protestó Tate.
El abogado de su abuela dio un paso adelante, dirigiendo una pistola al pecho de
Tate.
—Quiero lograr terminar este trabajo de mierda.
Hubo un pequeño sonido metálico.
Tate se volvió hacia ella, con los ojos abiertos de par en par. Señaló hacia la parte
trasera de la casa.
—Corre, Belle.
Había un extraño dardo con forma de cápsula clavado en su pecho. Tate dio un
paso en su dirección antes de que su cara se relajara y sus ojos se pusieran en blanco.
Se desplomó con fuerza, su gran cuerpo deslizándose hasta el suelo.
¿Qué demonios estaba pasando? Belle gritó cuando el hombre apuntó el arma en
su dirección.
Capítulo 19

Una mano tapó su boca, deteniendo a Belle en la mitad de un grito. Algo duro
presionó entre sus omóplatos.
—Cállate o él volverá a golpear a tu novio —siseó en su oído la médium—. Y
tendré que meter una bala en tu columna vertebral. No quiero hacerlo, así que mejor
mantienes la calma.
El mundo parecía haberse detenido mientras se giraba para mirar hacia la forma
inmóvil de Tate. ¿Estaba muerto? ¿Cómo podía haber muerto? La había abrazado, no
hacía ni una hora. Le había prometido una vida juntos y que nunca la abandonaría.
¿Cómo podría haberse acabado? ¿Terminaría como su madre, llorando amargamente
y dejando fuera a los otros sobrevivientes?
Las lágrimas volvían borroso el mundo mientras Belle clavaba los ojos en Tate,
deseando que estuviera vivo. Entonces Gates pasó por encima del cuerpo boca abajo
y entró en la luz.
El abogado de su abuela estaba vestido todo de negro, con aspecto totalmente
descuidado. Todos los rastros del prolijo profesional que había sido antes se habían
ido, siempre había tenido una vibración extraña, pero ahora, con su cruel expresión,
era francamente desagradable.
¿Qué estaba haciendo aquí con un arma?
—Sácalo del medio —se burló Gates con la mirada en Tate—. Necesitamos
escenificar esto correctamente, maldición. Es una complicación que no necesitamos.
—Sus ojos fríos miraban con rabia a la mujer detrás de Belle—. Dijiste que estaría
sola.
Señor caminó encima de Tate, oliéndolo y gimiendo mientras trataba de despertar
a su amo. El cachorro lloriqueó y miró a Belle, como si pudiera solucionar el
problema. Ella deseaba con todo su corazón poder solucionarlo porque Tate seguía
inmóvil. El miedo se disparó a través de sus venas. Tenía que llegar a él, pero la
supuesta psíquica la sujetaba con demasiada fuerza. El cerebro de Belle comenzó a
girar. ¿Qué demonios estaba pasando aquí?
Helena resopló.
—Se suponía que lo estaría. Le dije al hombre que me llamó para concertar la cita
que la casa tenía que estar despejada. Es la forma en que habitualmente trabajo. Es
más fácil estafar a una sola persona que a un grupo entero. Casi siempre hay un
amigo escéptico que se dará cuenta, si lo permites.
¿Así que Helena no era una verdadera psíquica? ¿Por qué la había recomendado
Mike? ¿Y por qué estaba aquí con Gates? ¿El abogado de su abuela había estado
detrás de los intentos de ahuyentarla desde un principio?
—¿Usted? —le preguntó con horror.
—Yo —dijo simplemente.
—¿P-por qué?
Gates, se detuvo en medio del pasillo y revisó el arma.
—Tu abuela tenía información que necesito. He ocultado micrófonos en este lugar
durante años con la esperanza de averiguar donde la mantenía oculta. Con el tiempo,
me di cuenta de que la transfirió con el negocio que vendió. Pero Karen se la entregó
al final. Ella consideraba a la perra su mentora o algo así. De hecho, venía aquí por lo
menos una vez por semana, pero hablaban sobre todo de los viejos tiempos y sus
familias, incluso del puto tiempo. Creo que sabían que alguien estaba escuchando.
Belle se mordió el labio para contener un jadeo. ¿El propio abogado de la abuela la
había estado espiando?
—¿Vas a hacer tu trabajo? —preguntó Gates a Helena en un tono mordaz—. Si no
es así, podría meterte en la cárcel. Sabes que mi cliente puede hacer que eso suceda.
Es un juez muy importante. Le deben favores que puede cobrar de inmediato en
todas partes. Si te vuelves en mi contra, no verás la luz del día durante mucho
tiempo, estafadora.
Belle realmente no sabía de lo que estaban hablando, pero todo sonaba siniestro.
Dos contra uno, y ellos tenían armas. Las probabilidades no se veían bien.
—Como he dicho, voy a hacer el trabajo —replicó Helena, y Belle no creía que
significara la limpieza de la casa de los espíritus—. No tengo ningún interés en ir a la
cárcel. No me queda bien el color naranja. ¿Dónde está tu amigo? ¿Te dije como
debemos armar esto? Estudié sobre los suicidios y la obsesión. Podemos armar esto
para que entren en juego las leyendas sobre este lugar.
¿Eso significaba que alguien tendría que morir ahorcado como esas dos chicas
Peterman? A Belle se le heló la sangre.
Gates asintió con la cabeza.
—Todo lo que necesitamos está en camino. Le dije que aparque lejos de la casa así
nadie recordará su camioneta estando aquí esta noche. Vamos armar todo
correctamente. Pero primero tengo que conseguir esa lista. Sabes lo que podría pasar
si esa maldita cosa aparece. Arruinaría a mi cliente y a muchos de sus muy
poderosos amigos.
—Estoy segura —murmuró la médium—. Dime algo, Gates, ¿también estás en esa
lista?
¿A qué lista continuaban haciendo mención? ¿Era para conseguir esa información
extremadamente importante, el motivo por el que Gates había estado espiando a su
abuela?
Señor ladró de repente, y Belle sintió un escalofrío pasar a través de ella.
La mujer a su espalda se estremeció.
—Joder, no me gusta este lugar. Porque lo sé, si no diría que realmente está
embrujado.
Gates ladró.
—¿También te tragaste la actuación? Cristo, habría pensado que eras demasiado
cínica para creer en cosas que hacen ruidos misteriosos en la noche. Este lugar no
está más embrujado que mi culo.
¿Así que su negativa a poner un pie en la casa antes había sido una actuación?
Belle se sentía como una tonta por haber caído en la trampa.
Helena parecía escéptica.
—Simplemente caminar por aquí me revuelve las tripas. Tenemos que hacer esto
lo más rápido posible. ¿Qué vas a hacer con ese tipo? ¿Está muerto?
La puerta se abrió de nuevo, y todas las preguntas de Belle acerca de quien le
había dejado los mensajes atemorizantes desde su llegada fueron respondidas. Mike,
el electricista, entró, llevando una bolsa pesada. No era de extrañar, él había
recomendado a Helena. Estaban todos juntos en esto.
Mike palideció y apretó los puños cuando vio a Tate tumbado en el pasillo.
—Dijiste que nadie saldría herido.
—Oh, buahhhh. Así que mentí. —Gates puso los ojos en blanco—. Está vivo. Sólo
le di un tranquilizante. Lo traje para el caso de que la señorita Wright se pusiera
difícil, pero ahora tenemos que encontrar la manera de incluirlo en la puesta en
escena. Creo que tengo una manera de hacer que esto funcione. Pásame el arma.
Mike dejó la bolsa y Gates intercambió su pistola tranquilizante por lo que parecía
una semiautomática.
Belle miró en la dirección de Tate y su corazón se disparó. Finalmente, vio lo que
había estado buscando: el pecho de Tate subiendo y bajando ligeramente. Estaba
vivo, al menos por el momento. La esperanza llameó en su interior. Todavía había
una oportunidad de salvarlo. Primero tendría que salir de este lío.
Gates se le acercó.
—Sí, señorita Wright. Su amante se encuentra todavía entre los vivos, pero si
vuelvo a disparar, le aseguro que su situación va a cambiar. Ésta dispara balas. Si le
pego en el pecho ahora, no volverá a levantarse. Usted no quiere eso, ¿verdad?
Belle negó con la cabeza. La muerte de Tate la devastaría.
—Excelente. —Una sonrisa de reptil pasó por el rostro del abogado—. Entonces
cooperará conmigo. Si me dice dónde está la lista, me aseguraré de que esto resulte
fácil y rápido. Termine nuestro negocio y la dejaremos en paz.
La única cosa rápida y fácil sería su asesinato. No había manera de que pudiera
dejarla viva después de todo lo que había oído. Él acababa de cometer un asalto y
amenazado con un asesinato. Ahora tenía la intención de robar en su casa. Había
admitido sembrar dispositivos de escucha en la casa y espiar a su abuela durante
años para su cliente, un juez poderoso y obviamente corrupto. No había ninguna
posibilidad de que la dejara viva. Pero necesitaba su cooperación antes de eliminarla.
Ella necesitaba ganar algo de tiempo para tramar un plan o dar a Eric la
oportunidad de regresar a casa.
—Por supuesto que lo ayudaré. Por favor, solo no lo lastime de nuevo.
No tenía idea de qué droga que le habían suministrado. Él podría tener una mala
reacción a ella. Tan inmóvil como Tate estaba ahora, si es que le dieran otra dosis,
podría sufrir una sobredosis. Lo podría matar. Se veía tan vulnerable, y Belle sabía
que sólo ella se interponía entre Tate y la muerte.
—Deja de parlotear y date prisa. —Helena aflojó su agarre—. Quiero terminar con
esto. Los otros dos hombres están fuera, pero no sé por cuánto tiempo. Tenemos que
irnos antes de que vuelvan. ¿Por qué hay tantos hombres que viven aquí de todos
modos?
Gates dijo con desprecio mirando a Belle.
—Porque es una puta, igual que su querida abuelita. Sabes que su abuela
regenteaba un prostíbulo, ¿verdad? Pero cuando se retiró, se lo vendió a su
protegida.
—¿Karen Ehlers? —La madama infame. Varias cosas cayeron en su lugar, y Belle
tuvo una idea de lo que estaban buscando, pero probablemente lo mejor para ella era
hacerse la tonta.
—Sí, Karen Ehlers. —Gates asintió con la cabeza hacia Mike—. Pon manos a la
obra mientras hablo con nuestra amiga aquí. Sabes qué hacer.
Mike se veía un poco verde en la penumbra del pasillo. Sus manos temblaban
mientras sostenía la mochila y caminaba en dirección a ella.
—Sólo quiero ir a casa, tío.
Gates no daría marcha atrás.
—Si no haces lo que te ordeno, irás a la cárcel. ¿Se te olvidó que tengo a tu oficial
de libertad condicional en la palma de mi mano? Una palabra a él, y vuelves a la
cárcel. Sé cómo era la vida para ti allí. Pasaste mucho tiempo siendo follado,
¿verdad? Tal vez te gustó. ¿Es lo que quieres? ¿Quieres ser la perra de alguien otra
vez?
Mike se paró frente a ella, su rostro se endureció cuando tomó su decisión.
—Lo siento, Annabelle. No quiero hacer esto, pero estoy en libertad condicional.
Él trabaja para personas que me pueden enviar de nuevo a la cárcel. No puedo
volver. Dale lo que quiere. Por favor.
Mike se alejó, sus pasos pesados en la escalera.
Gates se paró delante de su cara.
—Quiero la lista, perra.
El cerebro de Belle recordó su primera noche en la casa. Había encontrado una
extraña lista escrita por dos manos diferentes en el escritorio, junto con el diario de
su abuela, en una especie de escondite. Había tomado el diario, pero había devuelto
la lista, ya que, por el momento, parecía no tener sentido. Era muy probable que
fuera una especie de código escrito por su abuela y Karen Ehlers. ¿Su lista de
clientes? No estaba segura, pero parecía muy probable, teniendo en cuenta cuanto la
quería Gates.
Su abuela y Karen Ehlers necesitarían mantener de alguna manera un registro de
sus transacciones. Tal vez incluso habían comerciado información y placer. De
acuerdo con las noticias, Ehlers había decidido escribir un libro contándolo todo.
¿Para asegurar su retiro? ¿Alguien se había enterado de sus planes y la había
silenciado para siempre?
—¿Qué lista? —No podía dejar que supiera que ella sabía dónde encontrarla.
Hazte la tonta. Cómprate tiempo.
Gates le dio una bofetada. Un fuerte chasquido rasgó el aire antes de que el dolor
floreciera en su mejilla. Belle contuvo un gemido, porque su piel estaba ardiendo, y
no de una manera agradable. La diferencia entre la violencia y lo que sus hombres
compartían con ella era enorme. Ellos se cuidaban de traerla hasta el borde de dolor.
Gates sólo quería torturarla.
—Dame lo que quiero o empeora desde aquí. —Gates la golpeó de nuevo, y ella
no pudo detener el jadeo horrorizado—. Tu abuela comenzó una lista de clientes, y
luego se la vendió a Karen Ehlers con el negocio. Tengo todas las razones para creer
que está en esta casa. La quiero ahora mismo.
Ella acunó su mejilla ardiendo.
—¿Por qué estaría aquí?
—Porque Ehlers me dijo que se la dio a Marie antes de morir. Tu abuela era su
puta mamá. Cuando Karen se preocupó por su seguridad, la ocultó aquí, una especie
de póliza de seguro. Es posible que haya oído que Karen había decidido escribir sus
secretos. Pensó que la lista le aseguraría que nadie viniera detrás de ella, una especie
de destrucción mutua asegurada. Prometió no usar nombres reales, pero todo el
mundo habría descubierto las identidades de sus clientes.
Belle se echó hacia atrás.
—No sé nada al respecto. Solo me reuní con mi abuela una vez, cuando era una
niña. No nos mantuvimos en contacto. Me sorprendió por completo que me
incluyera en su testamento.
Gates frunció el ceño.
—Pero has estado viviendo aquí. Debiste haber visto algo. Encontré un bosquejo
del verdadero manuscrito de esa perra de Ehlers. Había escrito la parte que identifica
a sus clientes y sus preferencias sexuales en código, basado en esa lista. Destruí el
manuscrito y todas las copias electrónicas que he podido encontrar. Tengo que hacer
lo mismo con esa lista de mierda. La élite de Nueva Orleans está en ella, y quedar
expuestos los arruinaría.
Belle no estaba tan segura de eso. Nueva Orleáns no era precisamente conocida
por ser envarada y mojigata, pero Gates, claramente no estaba dispuesto a correr
ningún riesgo.
Y fue entonces cuando se acordó de la cámara.
Si era capaz de activar el detector de movimiento, al menos podría capturar a sus
agresores en el video y serían identificados. El asesinato no quedaría impune. Y
llevándolos arriba los alejaría más de Tate. No tenía idea de cuánto tiempo le tomaría
metabolizar el fármaco, pero no le gustaba esa arma estando tan cerca de su cuerpo
indefenso.
—No he encontrado nada parecido a una lista. —En el momento en que se la
entregara, ambos estaban muertos. No podía imaginarse cómo Eric y Kellan le harían
frente si tuvieran que entrar en esta casa y encontrar su cuerpo, junto con el de Tate.
Serían devastados. Tenía que luchar por cada segundo.
—Bueno, eso es muy malo para ti —gruñó Gates, levantando la otra mano hacia
ella.
Belle levantó las manos para protegerse.
—Pero no he buscado en su dormitorio.
Los ojos de Gates se entrecerraron.
—Has estado durmiendo allí.
Ella negó con su cabeza.
—No. No después de las primeras dos noches. Me mudé a una de las habitaciones
más pequeñas, porque no podía dormir en la principal. Oía voces.
Gates se rió con un sonido desagradable.
—Sí, hice que Mike colocara un dispositivo de audio en el techo sobre la cama. Se
activaba después de que la luz era apagada y nada se movía en la habitación. El
dispositivo susurraría cuando estabas dormida y se apagaría en el momento en que
te movieras. Se suponía hiciera que desearas mudarte.
Inteligente, pero ella trataría de utilizarlo para su ventaja.
—Eso me aterrorizó. No me gustó entrar en esa habitación, pero sé que mi abuela
guardaba un montón de cosas muy personales allí.
Había encontrado fotos y una caja de pequeños recuerdos. El armario era grande,
y Belle ni siquiera había empezado a desocuparlo todavía. Había cajas debajo de la
cama, también. Con un poco de suerte, podría mantenerlos arriba buscando durante
un tiempo muy largo.
Gates asintió con la cabeza hacia Helena.
—Registra la oficina y la biblioteca. La llevaré arriba. No desordenes las cosas.
Nuestra puesta en escena no es un hurto. Lo último que necesito es que los policías
revisen minuciosamente este lugar.
Helena la soltó, obviamente, segura del hecho de que Belle tenía otra arma
apuntando directamente hacia su pecho.
—Pensé que tuviste a tus becarios revisando todo allí la semana pasada.
Así que por eso había insistido en “hacer un inventario” de absolutamente todo en
la casa. Podrían haber revisado los cajones y revuelto los armarios, pero obviamente
se habían perdido el escondrijo de su abuela.
—No podía decirles lo que quería que encontraran. Les dije que me trajeran
cualquier cosa que se pareciera a notas personales porque Marie Wright podría haber
apuntado instrucciones adicionales acerca de la división de sus bienes. Por supuesto,
los idiotas no encontraron nada. Empieza buscando compartimentos ocultos —
instruyó a Helena—. Wright fue puta por un largo tiempo. Regentó un burdel. Sabía
cómo mantener un secreto.
—¿Qué pasa con él? —Helena frunció el ceño mientras miraba hacia el cuerpo de
Tate.
Gates hizo un gesto con la mano de no preocuparse.
—Estará inconsciente durante horas. No te preocupes por él.
Mientras el abogado de su abuela la conducía por las escaleras, Belle rezaba para
que Tate pudiera despertarse.
* *
Kellan caminaba arrastrando los pies por la acera, preguntándose si estaba
haciendo lo correcto. Podría ser mejor si simplemente se marchaba. Belle necesitaba a
un hombre que tuviera un corazón entero para darle, y no estaba seguro de que
siquiera hubiera nacido con uno.
Cobarde de mierda. Eric tiene razón. Te gustan las cosas fáciles. No te gusta tener que
sincerarte. Estás tan jodidamente asustado, que vas a dejar que lo mejor que te ha pasado se
escurra entre tus dedos.
Él podría no haber nacido con un corazón entero, pero su voz interior parecía
totalmente intacta y brutalmente honesta.
Eric se detuvo en la pequeña puerta que separaba el patio de la calle. La luna
había salido, bañando el ladrillo con un brillo plateado. Nunca notaba la luna en
Chicago. De alguna manera parecía más grande en Nueva Orleans. El aire se sentía
más pesado, casi misterioso, pero había una dulzura en él. Y el calor parecía filtrarse
en sus huesos, drogándolo hasta que todo lo que quería era arrojar la ropa y estar
desnudo con Belle. Si se desnudara, más allá de su ropa y de su piel, si él le ofreciera
cada pedazo de sí mismo, ¿sería suficiente? ¿Podría Belle curar ese pedazo esencial
que había estado dañado durante tanto tiempo? Por mucho tiempo había pensado
que una parte de él se había perdido, pero ahora se preguntaba si tal vez lo que
siempre había estado perdido era Belle. ¿Y si esa basura sobre las almas gemelas era
verdad y nunca volvería a sentirse completo sin ella?
Pensar en ella sosteniendo un bebé concebido a partir de su amor le hacía cosas
extrañas. Su tripa se contraía y retorcía, luego se hundía un poco lo que no se sentía
en absoluto como la ansiedad. Se sentía más como anticipación. Esperanza.
Él sería un padre terrible. ¿Verdad? ¿Pero estaba dispuesto a dejar a un niño solo
con Tate, quien lo tendría siendo un tío extraño y hablando como un nerd incluso
antes de que tuviera una oportunidad? Tate vestiría a su hijo con camisetas con
leyendas mordaces y pantalones de chándal que podrían o no estar limpios.
¿Y Eric? Eric trataría de enseñarle al niño a llevarse bien con todo el mundo. La
disposición de Eric a llegar a un acuerdo era una necesidad para hacer que esta
relación funcionase, ¿pero quién ayudaría al niño a aprender a defenderse, a proteger
a su mamá y a sus hermanos? ¿Quién le enseñaría cómo lanzar un golpe decente?
Eric le enseñaría a lanzar una pelota de fútbol, mientras que Tate le daría
instrucciones sobre los puntos más finos de esgrimir un sable de luz.
Puede que no fuera tan innecesario después de todo.
—Estás pensando en algo serio, hombre. ¿Quieres hablar de eso antes de que
entremos? —preguntó Eric.
Sí. Eric le enseñaría al niño cómo expresar sus sentimientos. Lo que era agradable
y todo, pero había veces para un hombre en que se ponía de pie y obraba.
Excepto que no estaba seguro de estar listo.
—No. —Odió la forma en que los ojos de Eric se apretaron ante la decepción—.
Sólo dame un poco de tiempo, ¿de acuerdo? Necesito un día o dos. No proceso
mierda como ésta igual que tú.
—¿Mierda como las emociones? —El tono seco de la voz de Eric le hizo sonreír.
—Sí. Mierda como las emociones. Sólo dame uno o dos días.
Eric suspiró.
—Bien. Tómate tiempo para pensar. Sólo ten en claro que estoy dispuesto a hablar
contigo siempre que lo desees. Sé que probablemente suena tonto, pero realmente se
sentirá mejor si lo sueltas todo. Si te hace sentir más cómodo, voy a encontrar un
gimnasio y podemos entrenar mientras hablamos.
Dar puñetazos y hablar. Eso podría funcionar para él.
—Está bien. —Le haría bien dejar salir un poco de la agresión—. Sólo si puedo
aporrear a Tate, también.
Eric se rió entre dientes.
—Oh, creo que a Tate le encantaría molerte a palos durante un rato.
Eso era lo que los hombres hacían, lo que los hermanos hacían. Era lo que él nunca
había hecho. En el pasado, una pelea significaba un final. Nunca había sido
simplemente una manera de atravesar un conflicto. Cualquier pelea había sido sucia,
baja, y permanente.
Su familia podría ser diferente. Él podría ser diferente, mejor.
—Creo que podría amarla —admitió en voz baja.
La sonrisa de Eric casi iluminó la noche mientras le daba una palmada en el
hombro.
—Por supuesto que sí. Ella es increíblemente adorable, tío. Es lo mejor que nos ha
pasado a cualquiera de nosotros. Es la única. Y la mejor parte es que nos quiere a
todos nosotros, también. Podemos tener todo lo que siempre hemos soñado. Todo lo
que tenemos que hacer es extender la mano y tomarlo.
Un zumbido provino del teléfono de Eric. Con el ceño fruncido, lo sacó del clip del
cinturón y lo miró.
—¿Qué pasa? ¿Belle está llamando? —preguntó Kellan, más que un poco
esperanzado.
A él le gustaba la idea de que ella quisiera saber dónde estaba, lo que estaba
pensando, sintiendo. No estaba acostumbrado a tener a alguien a quien le importara
cuando volviera a casa. Tendría que cambiar si se quedaba. Tendría que llamar y
dejar que su familia supiera dónde estaba todo el tiempo. No era suficiente con que
Tate probablemente pirateara un satélite y lo tuviera dirigido a todos ellos las
veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Kell necesitaba demostrarles
que ellos le importaban llamando.
—No. No es Belle. Es una alarma de la camarita que Tate configuró. La colocamos
en el dormitorio principal, y me está alertando de que algo la activó. —Eric movió un
dedo a través del teléfono—. Extraño. Pensé que habíamos acordado no ir allí. A
estas horas, todos los contratistas deberían haberse ido.
—¿Configurasteis una cámara? ¿En el dormitorio principal? ¿Encontró Tate más
micrófonos ocultos en otras habitaciones?
Una maciza oleada de culpabilidad chocó contra él. Se había largado cuando Belle
todavía estaba en algún tipo de peligro. No podían estar seguros de cuántos de esos
micrófonos habían sido colocados allí. Tate sospechaba que habían sido plantados en
la casa hacía un tiempo, ¿pero quién lo sabía con absoluta certeza? Alguien estaba
tratando de asustar a Belle, y sin importar lo que ella había visto en la biblioteca, no
podía aceptar que un fantasma del más allá hubiera dejado un mensaje en la pared
de la habitación.
Su salida en un momento tan crítico demostraba lo egoísta que podía ser.
Kell tenía una repentina y profunda necesidad de verla. Podría no tener ningún
verdadero derecho para hacerlo, pero quería tenerla en sus brazos. Disculparse.
Miró hacia la casa mientras atravesaban la puerta y entraban en el patio. El
resplandor de una luz iluminó la sala de estar, y una figura esbelta se movió a través
de la sombra, una sombra que era una ilusión. Su Belle no era tan delgada. Era sólida
y sexy como la mierda. Pero, de nuevo, las sombras podrían deformarse.
—Creo que Belle está en la sala de estar. ¿Piensas que Tate está en el piso de
arriba? —preguntó Kellan.
—Tal vez. —Un ceño de preocupación cruzó la cara de Eric—. Se suponía que iban
a estar con la médium, que estaba limpiando la casa. ¿Por qué se separaron? Belle
estaba un poco asustada por todo el asunto. Por eso es que dejé a Tate con ella. No
quiero que esté a solas con alguien que no conocemos.
Kellan caminó más rápido hacia la casa. Algo no estaba bien. No le gustaba.
Cuanto antes viera a Belle, mejor se sentiría. Iba a hablar con ella, tratar de conseguir
que volviera a Chicago. No para siempre, sólo hasta que atraparan al que trataba de
asustarla. ¿No tenía Belle unas pocas cosas para limpiar en su antiguo apartamento o
algo así? Él la traería de vuelta a Nueva Orleans, a su nuevo hogar, cuando todos
estuvieran seguros que no había ningún riesgo. Podrían llamar a los chicos de
Anthony Anders. Seguramente, Dominic, Law y Riley podrían averiguar lo que
estaba pasando.
Se dirigió hacia la puerta, Eric justo detrás de él. Cuando agarró el picaporte, algo
lo detuvo. El aire a su alrededor se volvió frío como el hielo, el aliento visible, a pesar
del hecho de que la húmeda noche de otoño estaba muy por encima de la
congelación.
Algo se movió a través de él que lo hizo estremecerse. Él sintió su columna
vertebral envararse de miedo. Sólo podía enfocar la atención en una cosa: Belle. No
estaba segura de por qué el frío lo volvía tan consciente de ella. Entonces oyó un
susurro en la cabeza.
Salva a Annabelle.
—Belle está en problemas —murmuró en un susurro.
Cuanto más pensaba en ello, esa no había sido Belle en la ventana. La médium
podría estar en la casa, pero ¿por qué no estaba su amor con ella? De pronto se sintió
seguro de que quienquiera que hubiera visto en la sala de estar era peligroso. Esa
mujer amenazó a Belle.
—Abre la puerta sin hacer ruido. —La voz de Eric era baja, tensa—. Permanece
pegado a la pared. El suelo cruje en el medio. Dios, espero estar equivocado, pero me
siento como si ella estuviera en peligro. No puedo explicarlo.
Porque algunas cosas desafiaban la lógica y ésta era una de ellas. También el amor.
La razón le decía que lo negara, pero sus instintos eran demasiados puros,
demasiado fuertes. Él podría terminar quedando en ridículo por interrumpir la
limpieza de la casa, pero se vería como un idiota un centenar de veces para mantener
a Belle a salvo porque nada era más importante que ella.
Esa verdad lo golpeó como un mazo.
Kell giró el pomo de la puerta con el corazón amenazando con salírsele del pecho.
Sin llave. Rezó para que el crujido del viejo metal y la madera no fuera tan fuerte
como sonaba en su cabeza.
Su instinto le alertaba a largarse de nuevo cuando se acordó de que Belle siempre
cerraba la puerta detrás de ella. Había vivido durante demasiados años en grandes
ciudades para acostumbrarse a dejar cualquier puerta al exterior sin llave.
Abrió la puerta de un empujón, la ansiedad agitándose. Tenía que estar en
silencio, tenía que entrar en la casa sin que nadie lo supiera. La sorpresa era su única
arma.
Lo primero que vio le hizo helar la sangre.
Un gran cuerpo en el suelo, encogido e inmóvil.
Tate.
Kell apenas logró contenerse de correr hacia su amigo. El terror le retorció la tripa.
No saber si Tate estaba vivo lo carcomía como si hubiera tragado ácido de batería.
—Mierda. —Eric maldijo quedamente detrás de él antes de dar un paso atrás.
No había duda de que tenía que llamar a la policía, a una ambulancia, a cualquiera
que pudiera ayudarlos. No podía esperar. Todos conocían el procedimiento. Llamar
para pedir ayuda, y luego interceder hasta que llegaran los refuerzos. Kellan haría
precisamente eso, lucharía hasta su último aliento.
Él se acercó de puntillas a Tate y se dejó caer sobre una rodilla, todo su cuerpo
tenso. Dios, ¿qué iba a hacer si su amigo estaba muerto? La idea era surrealista,
inimaginable.
Puso una mano en el cuerpo de Tate. Todavía estaba caliente. Kellan no podía ver
nada de sangre visible, pero había algo que sobresalía de su pecho. Un dardo de
algún tipo.
El pecho de Tate se movía ligeramente en un intento superficial para respirar.
Estaba vivo, pero le habían suministrado algún tipo de tranquilizante. ¿Quién
diablos estaba aquí? ¿Qué narices querían? ¿Dónde estaba Belle?
—¿Está vivo? —susurró Eric con voz temblorosa. Estaba pálido mientras miraba
fijamente a su mejor amigo.
Kellan asintió.
—Sí. ¿Policía?
—En camino —respiró Eric.
—Dirígete a la parte trasera de la casa y mira si puedes averiguar dónde está Belle.
—Kellan metió la mano en el antiguo paragüero junto a la puerta. Sacó un paraguas
de aspecto robusto y esperó saber exactamente qué hacer en esta situación. Su amigo
Dominic Anthony lo sabría. Apostaría a que Dominic nunca sería atrapado sin un
arma. Nunca tendría que defender a su mujer con un puto paraguas.
—Lo haré. Si puedes, busca en el tercer piso. Algo pasó delante de esa cámara —
sugirió Eric y salió por la puerta de nuevo.
El dormitorio principal, por supuesto, la alarma había salido del teléfono de Eric.
Él había explicado todo el plan de la cámara para atrapar a quienquiera que estuviera
entrando a hurtadillas en la habitación y dejando mensajes aterradores a Belle desde
su vuelta a casa.
Alguien había llevado a Belle arriba.
Un millón de pensamientos horribles le pasaban por la cabeza. ¿Por qué? ¿Qué
estaban haciendo con ella? ¿Estaba llorando en silencio por él? ¿Estaba herida, y no
estaba allí para salvarla? ¿Había observado caer a Tate y sabía que sería la próxima?
Abrazó la pared oscura, manteniendo su paso ligero, pero la persona en la
habitación de al lado no tenía tales escrúpulos. Escuchó un chirrido desde el salón
mientras la mujer que había visto desde las sombras salía a la luz, dándole la espalda
para hablar subiendo las escaleras.
—Si está aquí abajo, está oculto, Gates. Maldición. Nos estamos quedando sin
tiempo —gritó subiendo la escalera—. Tenemos que salir de aquí.
Malcolm Gates, el abogado. ¿Qué demonios?
—Sigue buscando, maldición. —La voz del abogado flotó hacia abajo—. Si no
conseguimos esa puñetera lista de clientes, mi carrera está terminada. Si pudiera
matar a esa puta de nuevo, lo haría.
La mujer a escasos pasos de él soltó un resoplido frustrado.
—¿Por qué diablos mataste a Ehlers antes de tener sus notas?
Mierda. Gates había matado a la madama porque ella había planeado hacerlo
público. ¿Y creían que Belle tenía la lista de clientes de la mujer? Kell no estaba
seguro de por qué creerían eso, pero no había forma de que pudiera dejar a Belle
sola.
¿O el abogado ya la había matado?
—Bueno, cuando tenía mis manos alrededor de su garganta, ella juró que la había
traído aquí —gruñó Gates—. Cállate y sigue buscando.
—La nieta de la perra no la ha encontrado —sostuvo la mujer—. Así que puede
que no esté aquí. Tenemos que matarla, a ella y a su novio, luego salir como alma que
lleva el diablo de aquí. Podemos incendiar este lugar unos pocos días después de que
los policías declaren que todo el incidente fue un asesinato-suicidio. Llamarlo
cableado defectuoso o algo así. Podemos hacer que esto suceda. Entonces, si la lista
está aquí, no será encontrada jamás.
Hubo un largo suspiro.
—Mi cliente no va a aceptar eso. El juez quiere la lista en sus manos.
—Entonces inventemos una, y todos estamos libres de responsabilidad. No
piensas muy creativamente para ser abogado. Todo lo que sé es que si nos pillan
aquí, todos vamos a prisión. Necesitamos cortar por lo sano. Ella no sabe dónde está.
—Una oportunidad más —dijo Gates—. Voy a darle un disparo más, literalmente.
¿Tal vez si pongo una pistola en la cabeza de su novio, la hará recordar algo, señorita
Wright? Gira a ese idiota, Helena. Quiero que ella vea su rostro cuando lo destroce.
Estaremos fuera en nada.
La sangre de Kellan se congeló. Oyó a Gates moviéndose en el piso de arriba. Belle
tenía que estar con él buscando la lista de clientes en la antigua habitación de su
abuela. Al menos estaba consciente.
Kellan se pegó a la parte más oscura del vestíbulo sombrío. La cobertura de la
sombra le compraría algo de tiempo.
Los zapatos de Helena resonaban a lo largo de los suelos de madera, y Kellan se
quedó inmóvil. En silencio. Tenía que guardar absoluto silencio, no alertarlos de que
ya no estaban solos. Tenía que salvar a Belle y a Tate. Eran su familia.
Dios, ¿qué habría pasado si no hubiera venido a Nueva Orleans con ellos? ¿Si
hubiera escuchado a su miedo y regresado a Chicago? Eric habría estado aquí.
Habría estado en el suelo con Tate, dejando a Belle sola para valerse por sí misma.
Probablemente todos ellos morirían.
Se había pasado todo su tiempo preguntándose cómo una relación entre los cuatro
podría funcionar, pero ahora veía claramente que funcionaría comoquiera que ellos
quisieran. El universo no daba a todos la misma vida. El amor no era un cortador de
galletas al que tenía que moldearse. Se había pasado todo su tiempo en la tierra
conspirando y planificando su vida, controlándola implacablemente para llegar a
algún grandioso destino, día y noche sin entender que el destino que había elegido
no lo haría feliz. Belle era el destino que había estado buscando inconscientemente.
Su amor y la familia que compartiría con sus amigos era la meta, la razón de su
existencia.
No podía controlarlos, pero con suerte, podría salvarlos.
—Dios, ¿cómo me metí en esta mierda? —La mujer dobló la esquina.
Kellan golpeó, rompiendo el paraguas sobre su cabeza. Se produjo un ruido sordo.
Nada que se registrara en el piso de arriba. Sus ojos y su boca se abrieron
ampliamente, pero ella no emitió un solo sonido. Él la atrapó antes de que cayera al
suelo y la bajó suavemente.
Viviría. Muy probablemente tendría un enorme dolor de cabeza, pero el médico
en la cárcel de NOLA podría ocuparse de eso. Empujó su cuerpo contra la pared. En
las sombras donde estaba escondido, sería difícil de ver.
Kellan escuchó un ladrido, y se dio la vuelta sólo para darse cuenta que Señor
estaba atrapado en la cocina y ladrando detrás de la puerta.
—¡Maldita sea! —gritó Gates desde lo alto de la escalera. Era obvio para Kellan
que estaba perdiendo la paciencia. Eso lo induciría a volverse descuidado, a cometer
errores. Por desgracia, también era probable que lo volviera más violento—. ¡Calla a
ese puto perro, Mike!
¿Mike estaba aquí? ¿Mike había sido el hombre infiltrado, el que hacía todo el
trabajo sucio? Encajaba. No era de extrañar que ni a él, ni a Tate, ni a Eric les hubiera
gustado el gilipollas. Efectivamente, Mike se precipitó por las escaleras y corrió hacia
la cocina.
Señor gruñó.
Kellan se agachó en un rincón oscuro detrás de un reloj de pie cuando la puerta de
la cocina comenzó a abrirse.
Le debería a ese maldito perro un premio. Señor seguía ladrando, haciéndose un
objetivo cuando una gran sombra se movió a través de la puerta abierta. Kellan tuvo
un vistazo de algo metálico bajo la luz de la luna.
Mike no llevaba un paraguas. Parecía que el gilipollas estaba mucho mejor
armado que él.
—Cierra la boca, perro —apuntó el hombretón.
Oh, eso no iba a suceder. Belle lo mataría si permitía que ese hijo de puta asesinara
a su ridículamente feo y valiente chucho. Le gustara o no, Señor era el perro de la
familia y no iba a morir esta noche.
Con tanta fuerza como pudo reunir, Kellan abatió el paraguas sobre la cabeza de
Mike. Se estrelló con un chasquido igual que la última vez.
Desafortunadamente, Mike era un objetivo más duro de derribar.
Con un gruñido, se dio la vuelta rápidamente y sus ojos se entrecerraron cuando
levantó la pistola.
Señor se precipitó hacia adelante y de repente gruñó al tobillo del hombre. Él gritó
cuando los dientes de Señor se hundieron en su carne. La pistola se desprendió de su
mano, cayendo pesadamente al suelo.
Kellan atacó, dándole un puñetazo al hombre con un gruñido silencioso. Trató de
llegar a la pistola, pero Mike lo arrojó hacia atrás con un puñetazo a la cara. Un dolor
al rojo vivo estalló, haciendo que su cabeza girara. Oyó a Señor ladrar, pero cuando
abrió los ojos, todo lo que podía ver era ese gran puño viniendo hacia su cara otra
vez.
—Hijo de puta —maldijo Mike antes de hacer contacto de nuevo—. Voy a matarte.
Entonces oyó el sonido impactante de un arma de fuego disparando. El ruido
atravesó el pequeño espacio. El golpe que pudo haberlo noqueado nunca llegó.
La cara de Mike se quedó en blanco mientras se inclinaba hacia un lado y caía.
—¿Estás bien? —preguntó Eric en voz baja, extendiendo la mano para ayudar a
Kell.
—¡Idiota! —gritó Gates—. Alguien va a llamar a la policía si no mantienes el
volumen bajo. Te dije que callaras al perro, no que le dispararas.
Mierda. Si “Mike” no respondía, Belle estaría en problemas. Bajó la voz y trató de
sonar como un idiota gilipollas.
—Lo siento. El perro ya no es un problema.
Eric había alzado a Señor, que le estaba lamiendo la cara con entusiasmo, pero al
menos guardaba silencio.
Hubo un largo suspiro.
—Mueve el culo hasta aquí. Tengo un lugar más que quiero mirar antes de
terminar. Dile a Helena que lo prepare todo.
La puerta se cerró en el piso de arriba.
Kellan miró a Eric.
—Dame el arma ya has hecho tu parte, voy a ir por nuestra chica. Asegúrate de
que nadie más venga detrás de mí.
Eric asintió con la cabeza, y Kellan empezó a subir las escaleras.
Para salvar a su mujer. Para asegurarse de que su familia estuviera a salvo de
nuevo.
Capítulo 20

Los ojos de Belle se llenaron de lágrimas. Habían hablado de matar a su pequeño


perro. Su pequeño y dulce Señor era sólo un cachorrito. Oyó el disparo... luego no
había oído a Señor volver a ladrar. Trató de no llorar.
Gates había gritado a Mike acerca de terminar, por lo que había disparado a su
perro. Mataría a Tate después, independientemente de si encontraba la lista o no.
Estaban decididos a quitarle todo, incluso la vida. Belle se sentía impotente, y era un
pequeño consuelo saber que Tate no sufriría. Saber que nada más que la muerte les
esperaba a Tate y a ella, la enfureció. Maldita sea, se negaba a irse sin pelear.
Por desgracia, Gates, nunca había apartado el arma de ella. Incluso mientras había
estado gritando a sus compinches, la había vigilado atentamente.
—Mueve el colchón. Quiero ver lo que hay debajo de la cama.
—Vas a matarme de todos modos. —Tal vez fuera el momento de tomar una
posición.
—No, no voy a matarte. Si me das la lista, me marcharé —dijo en lo que Belle
apostaba consideraba un tono suave. Observó que no apuntaba el arma hacia otro
lugar, aunque un pequeño temblor sacudía su brazo. No era un hombre joven.
Probablemente no estaba acostumbrado a sostener objetos pesados durante largos
períodos de tiempo.
—No soy estúpida. Sé que no me dejarás con vida. —Ella escuchó sonidos de
movimiento en la planta baja. Eran apenas perceptibles, pero casi podía oírlos
moviéndose, los suelos de madera crujiendo mientras los dos cómplices de Gates
buscaban en la planta baja. Bueno, Helena estaba buscando, pero Mike parecía estar
preparándose para un inevitable asesinato. ¿Cómo planeaban acabar con ella? ¿Otro
linchamiento diseñado para que pareciera un suicidio?
Belle no podía esperar para averiguarlo. Tenía que hacer un movimiento. No
estaba segura de poder vivir sabiendo que Tate estaba muerto. ¿Cuánto tiempo había
pasado? ¿Dónde estaban Eric y Kellan?
Gates hizo un leve encogimiento de hombros, renunciando a su teatro anterior.
—Bien. Por supuesto que voy a matarte. Si me das la lista, haré que sea rápido. Si
me das problemas, lo prolongaré. No te gustará. Te puedo hacer sentir dolor como
nunca has sentido antes. Te entregaré a Mike. Pareces gustarle. Aunque es posible
que lo disfrutes, dado que te gusta acostarte con una gran cantidad de hombres.
Ella ignoró los insultos. No tenían importancia. Tenía que pensar. Su cerebro
corría a toda velocidad. Le había jodido el plan al tener a Tate en la casa. Había
querido atraparla sola. Había previsto tener que lidiar con un solo cuerpo.
Y con la historia de esta casa, sería fácil. La historia misma sería tan espectacular,
la historia volviéndose a repetir, por lo que la verdad podría ocultarse fácilmente y
nunca saldría a la luz.
—Piensas ahorcarme. —Ella se había preguntado por qué Mike había colocado
una sábana blanca en el suelo delante de la barandilla.
Ahora que lo pensaba, podía imaginar todo el escenario en su cabeza. Harían un
lazo corredizo con la sábana. Blanca inmaculada. Como una nube. Ellos la
ensuciarían con semen y la deslizarían alrededor de su cuello antes de arrojarla sobre
la barandilla y completar el acto.
Belle sintió que un extraño escalofrío la atravesaba, aunque no había nada
verdaderamente siniestro en la sensación. Fuerza. Sintió una fuerza extraña
precipitarse por ella, dándole energía, enderezando su columna vertebral.
De repente, se dio cuenta de que no estaba sola. La casa podría estar embrujada,
pero no todos los fantasmas eran malos. Algunos simplemente querían corregir los
daños causados a ellos, como las chicas Peterman que habían sido ahorcadas por su
propio padre. Podrían enmendar esas terribles injusticias salvando a otra persona, no
permitiendo que sucediera lo que les había sucedido a ellas.
Una desagradable sonrisa iluminó la cara de Gates.
—Todo el mundo sabe que este lugar está embrujado, señorita Wright. Su historia
saldrá en los titulares durante uno o dos días, entonces se desvanecerá en la tradición
de Nueva Orleans. Serás sólo otra muchacha que se suicidó en esta casa. Sólo otro
fantasma.
Pero los fantasmas no estaban de su parte. Él no podía saberlo, no podía saber que
habían estado viniendo a ella cada noche en sus sueños, tratando de decirle que
habían luchado y que también ella debería luchar. Ahora lo entendía. No habían
venido a asustarla. La cosa en la biblioteca, sí. Esa entidad quería hacerle daño, pero
no las chicas de sus sueños. Habían venido a advertirle, para asegurarse de que no
sufriera su mismo destino.
Una profunda paz cayó sobre ella como si por fin estuviera en sincronía con la
casa que había llegado a llamar hogar.
Ella no tenía que morir. Tampoco Tate. Podía luchar y ganar.
Miró brevemente alrededor de la habitación. Estaba en completo desorden. La
había obligado a registrar minuciosamente cada centímetro del lugar en busca de su
“lista” y ahora tenía que andar con cuidado alrededor de los montones de ropa y
recuerdos de su abuela que no tenían absolutamente nada que ver con la lista.
Decidió obedecerle por ahora, ganar un poco más de tiempo, mientras buscaba un
arma. Tenía que haber algo pesado y contundente entre todas estas cosas.
¿Qué ocurriría si Eric entraba primero? ¿Iba a entrar y de inmediato sería
asesinado porque no tenía idea de lo que estaba pasando?
Tenía que evitarlo.
Belle empujó el colchón, fingiendo que era mucho más pesado de lo que parecía.
Hizo un gran espectáculo de esfuerzo para mover la cosa mientras señalaba ciertas
verdades al abogado.
—No va a funcionar. ¿Por qué me ahorcaría?
Acababa de comprometerse en matrimonio. Ella tenía todo por lo que vivir. Y
tenía amigos. De lo que Gates, no se daba cuenta era que si algo le sucedía, Kinley
nunca dejaría de tratar de encontrar la verdad y azuzaría a sus muy buenos-en-sus-
trabajos maridos en el caso. Kinley no creería que ella se matara. Ni por un segundo.
Gates resopló, su mirada completamente burlona.
—Vives con tres hombres. Sólo tu estilo de vida hará que las personas sacudan sus
cabezas. Obviamente, ellos no querrían quedarse con una puta, así que te suicidaste.
Simplemente tenía la intención de matarte, pero si tengo que hacerlo, liquidaré a tu
novio. Aunque más bien prefiero dejarlo vivir, porque va a ser una cabeza de turco
perfecta. Tengo algunos becarios listos para testificar sobre todas las peleas que los
hombres tenían por ti. Mike le va a decir a la policía que te escuchó llorar porque no
podías elegir entre ellos. Tu novio ahí abajo te pudo haber asesinado en un ataque de
rabia. ¿Quieres que viva o no?
Ella no le creyó ni una sola palabra. Los mataría a los dos y sacaría de entre manos
una historia que tuviera sustento. Con funcionarios corruptos de su lado, tenía
motivos para ser presumido, pero no funcionaría porque no entendía la naturaleza
de la relación que compartía con sus hombres. No entendía que nadie que los
conociera a ella o a Tate creería una palabra dicha por Gates.
Belle empujó el colchón nuevo.
—Es muy pesado.
Gates suspiró.
—Esfuérzate más. Se nos está acabando el tiempo.
Sí, definitivamente estaba cansándose. Ella empujó de nuevo, fingiendo una gran
frustración. Finalmente gimió y dio un paso atrás, la mano en la espalda baja.
—No puedo. Es demasiado pesado. Necesito que me ayudes.
Lo necesitaba más cerca. Tenía que cerrar la distancia entre ellos.
Tenía que conseguir esa pistola. Era la única forma en que podía protegerse a sí
misma y a Tate.
Gates la miraba como si tratara de decidir si creerla o no. Era abogado, y al igual
que sus hombres, sería muy hábil juzgando a un testigo.
Belle dejó que sus emociones salieran a la vista. Vulnerable. Kellan una vez le
había dicho que el mejor testigo era un testigo vulnerable. A los jurados le gustaban
los testigos que parecían un poco frágiles. Ellos querían identificarse con la persona
en el estrado. Belle permitió que las lágrimas llenaran sus ojos, dejó que sus hombros
se desplomaran como si estuviera completamente derrotada.
—Apártate. —Él puso los ojos en blanco mientras apuntaba el arma hacia la
esquina de la habitación—. Lo juro, si quieres algo hecho... debería haber quemado
este lugar hace mucho tiempo.
Retrocedió al rincón, entre la pared del fondo y la puerta del baño abierta. Él ya la
había hecho buscar en el baño principal. Pensó en la ventana alta, pero incluso si
pudiera abrirla, era una caída de tres pisos a la que estaba bastante segura de que no
sobreviviría. Aún así, había cosas que podía utilizar como armas en ese cuarto de
baño. Estaba a pocos pasos.
Belle sintió ese escalofrío deslizarse a través de su piel otra vez. Parecía presionar
contra ella como si tratara de decirle algo.
Por el rabillo del ojo, vio uno de los bastones de su abuela apoyado contra la
pared, a pocos pasos de distancia. La abuela los había dejado por todos lados, y Belle
no los había recogido en los pisos superiores. ¿Podría alcanzarlo?
—No intentes nada, perra. Quédate ahí. —Gates, se acercó a la cama con el arma
todavía en la mano—. Mike, mueve tu culo hasta aquí. Necesito ayuda.
Belle oyó crujir las escaleras. Mike estaba subiendo. Tenía sólo un momento o dos
antes de tener una soga alrededor del cuello y ser arrojada sobre la barandilla, ya
fuera antes o después de que la obligaran a ver a Gates matar a Tate.
Su corazón comenzó a latirle con fuerza en el pecho. La adrenalina inundaba su
sistema mientras daba un paso hacia ese bastón. Estaba justo allí. Dos centímetros
más y sería capaz de agarrarlo.
Gates, alzó la vista de repente.
—Te dije que no te movieras.
Belle se detuvo, pensando rápidamente.
—Lo siento, me muevo cuando estoy nerviosa.
Sus ojos se entrecerraron.
—Tal vez ha llegado el momento de dar el día por terminado. Helena tenía razón.
Esto es inútil. Tal vez Ehlers estaba mintiendo y nunca le dio la lista de mierda a tu
abuela. Estúpido coño. —Dio un paso adelante y apuntó el arma en su dirección otra
vez—. Tal vez no necesite un plan tan elaborado. Puedo matarte a ti y al que está
abajo y hacer que parezca como si uno de tus otros amantes no pudo controlar los
celos. Tus extraños hábitos de vida jugarán a mi favor.
Los pasos se acercaban. Su tiempo se terminaba.
Tenía que salir de la línea de fuego de esa arma. Se lanzó hacia la puerta del baño
cuando un estruendo de balazos llenó su mundo.

* *
Kellan subió las escaleras cautelosamente, obligándose a ser metódico y no entrar
disparando. Tenía que hacerlo con calma, con cuidado. No tenía idea de dónde Belle
estaba en esa habitación.
A lo lejos, oyó el aullido de una sirena. Se le acababa el tiempo. En el instante en
que Gates se diera cuenta de que los policías se acercaban, querría atar los cabos
sueltos y levar anclas. Eso probablemente significaba dispararle a Belle en su huida.
Desde el rellano del segundo piso, Kell miró a Eric que estaba parado al pie de la
escalera con un paraguas en la mano. Su amigo asintió con la cabeza, diciéndole en
silencio que no percibía a nadie más en la casa.
Sólo tenían que lidiar con Gates, pero el cabrón tenía un arma y no dudaría en
usarla. Kellan estaba bastante seguro de que la única razón por la que no había
matado a Tate aún era que había elegido al grandote como chivo expiatorio.
Probablemente iba a hacer que pareciera un asesinato/suicidio. Para eso, Belle y Tate
tendrían que morir en el orden correcto. Como abogado, Gates sabía lo que buscarían
los forenses.
Mientras subía el siguiente tramo de escalones, Kellan imaginó cómo lo habría
planeado. Mantendría viva a Belle, en busca de lo que quería encontrar. Entonces, se
aseguraría de que sus huellas dactilares estuvieran en el arma y que encontraran
residuos en sus manos cuando mataran a Tate. La obligaría a escribir una nota de
suicidio y la ahorcaría, al igual que las leyendas de la casa.
O podrían hacer lo contrario, y que Tate “matara” a Belle en un ataque de celos.
Cualquiera de los dos casos era lógico, pero el plan no iba a funcionar.
Estaba en las escaleras al tercer piso cuando Gates comenzó a hablar de nuevo.
— Tal vez no necesite un plan tan elaborado. Puedo matarte a ti y al que está abajo
y hacer que parezca como si uno de tus otros amantes no pudo controlar los celos.
Tus extraños hábitos de vida jugarán en mi favor.
Kellan aceleró el paso porque no le gustaba como sonaba eso. Subió el resto de las
escaleras al trote. Entonces sucedió.
Un chasquido dividió el aire. Un disparo. Fuertísimo. Se le congeló la sangre.
Subió los últimos peldaños a la carrera porque la sorpresa ya no importaba. Tenía
que llegar a ella, tenía que encontrarla y salvarla.
Escuchó a alguien en la escalera detrás de él. Eric, que al parecer se negó a esperar.
Kellan no podía esperar que se quedara ahí cuando alguien estaba disparando un
arma de fuego contra Belle. Al menos tendría algún tipo de respaldo. Si Gates le
disparaba, tal vez Eric podría terminar el trabajo y salvar a su chica.
Se sentía muy bien saber que no estaría solo. Que sin importar lo que sucediera,
alguien se haría cargo de su familia.
Golpeó con el hombro, con todo el peso del cuerpo, la puerta de la habitación y se
lanzó hacia Gates, que nunca vio su rostro.
—¿Mike?
Gracias a Dios el electricista y él eran más o menos del mismo tamaño y tenían el
mismo color. Kellan tenía un solo disparo.
Se volvió, levantó el arma y disparó en un solo movimiento.
Él no era policía. No era un maldito francotirador. Apenas había manejado una
pistola antes y en lugar de golpear el pecho del gilipollas, sólo le dio en el brazo
izquierdo, ni siquiera con el que Gates sostenía el arma.
Gates jadeó, pero levantó el arma y disparó.
Kellan sintió que algo lo apartaba de un empujón. Alguien. Justo cuando la bala
habría golpeado en su pecho, alguien que no podía ver tiró de él, y cayó de lado,
golpeando el suelo con una rodilla, el dolor estalló a lo largo de su pierna.
—¡Kellan! —gritó una voz femenina.
Belle. Se dio la vuelta hacia el sonido de su voz. Se veía aterrorizada y preocupada,
pero estaba viva. Y eso la hacía muy hermosa para él.
Kellan levantó el arma y disparó de nuevo, apuntando a Gates. Podía ver a Eric
moverse a través de la puerta, tratando de acercarse sigilosamente por detrás del
bastardo. Unos pocos segundos más.
Cuando disparó, sintió que algo le golpeó el hombro. Hubo una ráfaga de fuego al
rojo vivo a través de su piel antes de que un extraño entumecimiento se instalara en
sus huesos y la pistola cayera de su mano.
—Mierda. —Gates sangraba pero aún estaba en pie—. Voy a mataros a todos.
Se puso de pie sobre Kellan, apuntando el arma directamente a su corazón. Kellan
tragó, no podía respirar. Se sentía como si tuviera cuarenta y cinco kilos apoyados
encima del pecho.
—Ya llamé a la policía. —Se obligó a pronunciar las palabras. No podía mover la
maldita mano, pero podría comprar a Eric un segundo o dos. Lo único que
importaba era Belle.
Las sirenas estaban más cerca, el sonido bien claro ahora.
Los ojos de Gates se entrecerraron.
—Mierda. ¡Estúpido hijo de puta! Ahora sólo tengo que matarte más rápido.
¡Mike!
—Está muerto. Y Helena desmayada. Estás solo —le advirtió Kellan.
Gates niveló el arma. Entonces, de repente, su cabeza se echó hacia delante, con los
ojos vidriosos.
Eric estaba detrás de él con el paraguas en la mano. Podría haber sido un jugador
de fútbol antes, pero el hombre podía batear como un puto profesional.
Su socio. Su amigo.
Gates cayó a un lado, Eric alejó de una patada las armas de fuego y corrió hacia él.
De repente, Belle también estaba allí, con lágrimas en sus magníficos ojos.
—Oh, Dios, Gates disparó a su pulmón. ¿Qué hacemos?
Kell podía oír el pánico en su voz, pero el mundo parecía estar en retirada. La
oscuridad comenzó en el borde de su visión periférica y empezó a nublarle la vista.
Y fue entonces cuando las vio. Tres mujeres. Estaban de pie detrás de Eric. Una de
ellas era mayor, pero seguía siendo increíblemente hermosa. Llevaba un bonito
vestido blanco y un delicado sombrero de paja en la cabeza. Un día, Belle se vería
como esta mujer cuando la edad la madurara, dándole un aspecto de hermosa
sabiduría. Dos mujeres jóvenes estaban de pie junto a ella. También estaban vestidas
de blanco, a pesar de que parecían estar usando la ropa de una década atrás. Parecían
hermanas.
¿Qué estaban haciendo de pie en esta habitación?
La mujer mayor le sonrió, dando a Kellan una mirada de tal beatífica paz que lo
colmó, calentándolo cuando había estado empezando a sentir frío. Ella bajó la mirada
hacia él.
Gracias.
Extendió ambas manos y las chicas se las tomaron, entrelazando sus dedos.
Hemos terminado aquí, hijo, pero tú no. Resiste. Mi bebé necesita a todos sus hombres. Y le
dices que una limpieza va a funcionar ahora. El demonio que vive aquí ha sido derrotado. Él
ya no puede hacer más daño a estas chicas. Son libres, y yo también. Trae nueva vida a este
lugar, hijo. Es una buena casa de nuevo.
¿Qué carajo? Esa no podía ser la abuela de Belle. Él no creía en fantasmas.
Ella frunció el ceño. Semejante lenguaje. Y es posible que no creas en fantasmas, pero éste
cree en ti. Espera, Kellan Kent. Si deseas un futuro, lucha por tu vida ahora.
Justo antes de perder el conocimiento, podría haber jurado que vio una luz.
Sí, él no iba a entrar en ella. Tenía cosas que hacer aquí como casarse con la mujer
de sus sueños y vivir felices para siempre con ella y sus mejores amigos.
Kellan dejó que la oscuridad lo tomase.
Capítulo 21

Kellan miró con el ceño fruncido a Eric. Los sonidos de la fiesta a su alrededor
llenaban el espacio y hacían que fuera difícil mantener una conversación con alguien
a cinco centímetros de distancia. Cuando Belle daba una fiesta, se lo tomaba muy en
serio. Ahora que los espacios comunes de la casa habían sido pintados y decorados y
los suelos vueltos a pulir, había insistido en planificar una fiesta para todos sus
amigos para mostrar la casa.
Pero sólo después de que él le había asegurado que estaba completamente
recuperado de la herida de bala. Al principio de su recuperación, Belle había
demostrado ser muy exigente cuando se trataba de su rehabilitación.
—¿Estás absolutamente seguro de que no fuiste tú? —preguntó Kellan, buscando
a Belle a través de la habitación llena de gente.
Cuando la encontró, su corazón se detuvo. Se veía luminosa en un vestido de
cóctel blanco como la nieve, el color contrastando con el magnífico café con leche de
su piel. Se deslizaba sobre cada curva y hacía alarde de su, en verdad, jugoso culo.
—Te juro que no te aparté de un empujón —le aseguró Eric—. Apenas había
logrado subir las escaleras cuando sonó ese primer disparo. Yo estaba detrás de
Gates. ¿Cómo te empujaría? Probablemente tu recuerdo de aquella noche es confuso.
¿Seguro que te sientes bien? Puede que hayas hecho demasiado, demasiado rápido.
Además del hecho de que se estaba volviendo cada vez más cierto de que había
sido salvado por un trío de fantasmas de rostros dulces, se sentía positivamente de
buen talante. Bien, su cuerpo estaba en perfectas condiciones. Su cabeza estaba
todavía hecha un desastre, pero iba a ocuparse de ese problema esta noche.
—Estoy bien. Vi a mi médico personal cuando estuve en Chicago. —Sólo había
regresado a Nueva Orleans hacía unas pocas horas. Se había sorprendido al darse
cuenta de lo mucho que había extrañado el lugar. Una semana de vuelta en la ciudad
que había llamado hogar durante los últimos años había demostrado ser
esclarecedor. Pensó que se reacomodaría fácilmente, pero él había anhelado el calor
sofocante de Nueva Orleans, el olor a café fuerte y buñuelos de la mañana. Había
extrañado muchas cosas de la ciudad. Sobre todo había añorado escuchar a Belle reír.
La sonrisa de Eric se volvió tensa, una señal segura de que estaba molesto.
—¿Cómo estaba Chicago?
Su amigo probablemente creía que había pasado su tiempo allí trabajando para
restablecerse. Kellan había pensado un poco en ello. Incluso después de su
experiencia cercana a la muerte, la necesidad de construir muros, de resguardarse
había sido tan fuerte. Se despertó en el hospital con Belle dormida a su lado, mientras
que Tate y Eric se paseaban de un lado a otro. Se habían mantenido unidos a través
de su recuperación, y sin embargo, una parte de él todavía sintió la necesidad de
distanciarse. Había sido tan vapuleado por Lila y su padre que se resistía a meterse
de cabeza en su para siempre.
—Fue agradable. La oficina estaba realmente muy bien. Aunque Sequoia ha
esparcido plantas por todo el lugar —dijo Kellan, tomando una copa del ponche de
ron que Belle había hecho—. Dice que el medio ambiente es más orgánico de esa
manera.
Eric negó con la cabeza.
El jazz de Nueva Orleans sonaba por la sala de estar, pero el sonido más dulce era
la risa de Belle mientras bromeaba con su mejor amiga. Kinley Anthony-Anders dijo
algo más, y Belle echó la cabeza hacia atrás y rió con inconsciente alegría.
Había una parte profunda de él que probablemente siempre querría ocultarse y
protegerse, construir muros que nadie pudiera escalar. Ya no iba a escuchar más a
ese bastardo. ¿Cómo podría hacerlo? Obligado a elegir entre esa voz y la de Belle...
no había competencia. Estaba en su casa y se iba a quedar aquí. Pero era divertido
joder con la cabeza de Eric.
—Tenemos que decidir qué hacer con Sequoia. Aunque sus prácticas se supone
que deben durar otros seis meses. —Había un deje de pregunta en la voz de Eric.
Bueno, si quería saber lo qué Kell pensaba hacer con su futuro, tendría que ser más
franco.
—Sequoia es genial. Es decir, todavía es puñeteramente extraño, pero creo que
puedo manejarlo durante otro par de meses. Lo dejé con suficientes tareas hasta que
pueda regresar.
¿Lo que sería la próxima semana? Ya era hora de empezar a contratar socios que
pudieran poner en marcha la sucursal de Chicago. A veces, Eric y Tate simplemente
no pensaban lo suficientemente en grande. Ellos no tenían que perder a sus clientes.
Simplemente tenían que crecer.
Como él tenía que crecer.
Eric frunció el ceño.
—Bueno, espero que estés aquí el tiempo suficiente para ver caer todas las
acusaciones ahora que hemos entregado la lista de clientes. Ya sabes que Gates está
preso, como Helena. El juez que Gates había estado protegiendo fue arrestado ayer
por la noche. Era un cliente muy asiduo, desde los días de Marie Wright, hasta justo
antes del asesinato de Karen Ehlers. Ellos apenas han arañado la superficie de este
tipo, y ya parece como si los federales fueran a presentar cargos de corrupción en su
contra. Algunos otros nombres están siendo barajados como clientes de Ehlers,
senadores, atletas, funcionarios de la universidad e incluso una o dos estrellas de
rock.
—Sin duda me gustaría ver lo que sucede con el caso —dijo Kell con una amplia
sonrisa.
Tate se acercó, luciendo una gran y maliciosa sonrisa. Maldita sea. Cuando Kell
había comenzado a frecuentar a Eric, había tolerado a Tate porque parecían un
paquete. El gran idiota le había llegado a gustar rápidamente. Ahora no podía
imaginar vivir sin él.
—Hola, ¿cómo estaba Chicago? —La asquerosa sonrisa en la cara de Tate le hacía
saber a Kellan que el grandullón era más consciente de lo que había estado haciendo
en el norte que Eric.
El hijo de puta lo había seguido. En un momento dado, Kell lo habría considerado
como una terrible invasión de su vida privada, pero ahora se sentía como si a alguien
él le importara un carajo.
—No lo sé. Dímelo tú.
Eric suspiró.
—No lo hiciste.
Tate se encogió de hombros.
—Ha estado en el hospital. No debería haber viajado. Tenía que monitorearlo.
Además, no tuve necesidad de monitorear su teléfono para escuchar lo que estaba
haciendo. Sólo necesité hablar con Jeremy de Petty y Asociados.
Sí, nunca iba a ser capaz de escapar de Tate.
—Pensé que sería bueno para dirigir el litigio. Lo ignoraron para asociarse y está
ansioso.
Los ojos de Eric se abrieron de par en par.
—¿Estás tomando nuevos socios?
Tate sonrió.
—Nop. Estamos tomando nuevos socios porque no vamos a estar en Chicago el
tiempo suficiente para mantener la empresa en funcionamiento, pero no queremos
renunciar a los ingresos. ¿Tú sí?
Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Eric.
—Ahora que lo mencionas, Belle tiene gustos muy caros. ¿Sabes cuánto costará la
renovación del dormitorio principal? Necesitamos el dinero sólo para alimentar su
necesidad de poner las cosas bonitas.
Eric lo había vuelto a aceptar. Kell finalmente estaba volviendo a casa. Un peso se
levantó de encima de él y se sintió más ligero que nunca.
Desde el otro lado de la habitación, Belle levantó la mirada y sus ojos brillaron
cuando lo vio. Pudo ver su suspiro de alivio. Ella había pensado que no volvería. No
podía culparla por temer que se alejaría para siempre. Había empezado cien veces.
Pero la idea de nunca volver a abrazarla lo había detenido. Tenía la intención de
demostrarle que era un hombre cambiado. Había cambiado para ella. Por ella.
Después de un rápido abrazo, Belle dejó a Kinley y se acercó a él con una cautela
en sus ojos que lo entristeció. Ella se deslizó en sus brazos, pero no le dio su habitual
abrazo de todo el cuerpo.
Obvio, ella no tenía idea de que había regresado para quedarse.
—Hola, Kellan. Me alegro de que pudieras regresar para la fiesta de compromiso.
—Su sonrisa era preciosa, pero no alcanzaba a sus ojos—. ¿Cómo estaba Chicago?
Todo su cuerpo se había puesto en estado de alerta en el momento en que ella se
acercó. La sangre vibró a través de su cuerpo, precipitándose hacia su pene, porque
había pasado demasiado tiempo desde que había estado dentro de ella.
—Chicago estaba bien, pero DC estaba un poco más interesante.
Todo el mundo se detuvo y los tres se lo quedaron mirando. Era bueno saber que
todavía podía sorprenderlos.
Eric se echó hacia atrás en estado de shock.
—¿Qué diablos hiciste en DC?
—Mierda. ¿Mataste a alguien? —Tate tenía los ojos abiertos de par en par—.
Porque, sin duda, deberías habernos llamado, hombre. Te habríamos ayudado a
enterrar el cuerpo.
Era bueno saber que podía contar con Tate si alguna vez necesitaba asesinar a
alguien.
Kell se rió.
—No maté a nadie. —A pesar de que había sepultado un par de sus demonios—.
Fui a visitar a mi padre.
Belle tenía lágrimas en los ojos mientras lo miraba.
—¿Querías reparar la grieta entre vosotros?
Él no había cambiado mucho.
—Claro que no. Miré al gilipollas a los ojos y le dije lo que pensaba de él. Y luego
le dije que quería ser parte de la familia de nuevo, y no porque estoy desesperado
por quedar bien con papi querido.
Belle llegó hasta él.
—Quieres conocer a tu hermano.
Su hermano. Harrison Kent era una bola de energía que estaba siendo criado por
niñeras y amas de llaves. Sería enviado a un internado en pocos años, pobre. Su
hermano era inocente, y él tenía que saber que siempre tendría un lugar con alguien
a quien le importaría pasase lo que pasase. Kellan intentaba dar a su hermano lo que
él nunca había tenido, alguien que lo entendiera, que lo amara por quien era, no por
lo que podría conseguir o a quien podría aplastar en su ascenso a la cima.
—Sí. No sé cuánto contacto papá y Lila me dejarán tener, pero aceptaré lo que
pueda conseguir.
Finalmente había entendido algo. No tenía que ser perfecto para las personas que
amaba. Sólo tenía que estar allí. Con ellos. A través de todo.
—Estoy muy contenta —dijo Belle. Lo besó en la mejilla—. Kellan, estoy realmente
feliz por ti.
—¿Cuánto tiempo durará esta fiesta? —Estaba ansioso por llegar a la parte buena.
—Está llegando a su fin —explicó Belle—. Kinley se cansa. El embarazo es duro
con ella, pero está tan feliz que no creo que le importe.
Tate se inclinó y la besó.
—Haré que el servicio de catering comience a recoger.
Eric sacudió la mano.
—Es bueno tenerte de vuelta. Voy a empezar a mover poco a poco a las personas
hacia la salida. Tenemos mucho de que hablar.
Cierto.
Y Belle tenía que responder a una pregunta antes de pasarse la noche sirviendo a
sus Amos.
A los tres.

* *
Belle trató de calmar sus temblorosos nervios mientras dejaba entrar a Señor. La
casa estaba en silencio, los invitados y los del servicio de catering se habían ido. El
lugar estaba de nuevo en orden para el día siguiente. Ella iba a empezar a reunirse
con clientes mañana y los primeros probablemente resultarían ser bastante fáciles, ya
que Eric y Tate querían que decorara sus nuevas oficinas aquí en Nueva Orleáns.
Echaría de menos tenerlos con ella todo el día, pero no extrañaría los montones de
papeles y ordenadores bajo los pies y sobre las superficies antiguas de su abuela.
Todos iban a empezar de nuevo.
¿Cuánto tiempo se quedaría Kellan con ellos?
Ella acarició la cabeza de su perrito y lo instaló en la pequeña cama que mantenían
en la cocina. Lo habría dejado dormir en su habitación, pero Eric casi había matado a
la pequeña cosa rodando encima de él, porque Señor no se quedaría fuera de la cama.
A pesar del hecho de que su nueva cama era lo suficientemente grande para cuatro,
Señor siempre trataba de dormir bien pegado a alguien.
¿Iba Kellan a aceptar su oferta? ¿Iba a visitarla para tener sexo, y luego volver a su
vida en Chicago? Eso le había parecido bien semanas atrás cuando hizo la oferta,
pero ahora no estaba segura de poder entregarse a él toda la noche, y luego ver que
se largaba a la mañana siguiente.
Después de descubrir que ninguno de los hombres estaba en la sala de estar o en
la biblioteca, comenzó a subir las escaleras. Los había visto hablar juntos al terminar
la fiesta. Habían tenido las cabezas juntas, y su aire de complicidad le había dado que
pensar. ¿Qué estaban tramando? Ellos habían dado toda la apariencia de estar
conspirando y planificando juntos. ¿Habían estado decidiendo cómo decirle que
tendría dos maridos, no tres?
Belle se detuvo justo antes de la tercera planta. Cuando cerraba los ojos, aún podía
ver a Kellan tendido en el suelo del dormitorio, herido. Sangrando. Esa noche, había
estado muy asustada de que fuera a morirse. Había presionado las manos sobre su
cuerpo, como si tratara de meter su fuerza vital en él. Se negó a dejarlo irse entonces.
No estaba segura de poder hacerlo ahora.
No importa lo que le dijera esta noche, no podía renunciar a él. Él tenía una
segunda oportunidad. Ella también y tenía la intención de pelear más duro que
nunca.
La resolución se instaló sobre ella como una manta caliente. Kell estaba
progresando. Había ido a Washington DC y se enfrentó a su padre. Había llegado a
iniciar una relación con su hermano. Esas dos cosas habían sido inconcebibles unas
semanas antes. Pero ahora, Kellan estaba aceptando su pasado de una manera como
nunca antes. Ella tenía que creer que había reaccionado a tiempo. Lo agotaría, le
daría tanto amor que finalmente no sería capaz de decirle que no.
Abrió la puerta, lista para ponerse algo sexy y luchar por su renuente hombre
mientras seducía a los otros dos.
Pero Kellan estaba de pie en el centro de la habitación, luciendo absolutamente
perfecto en su traje y corbata. Eric y Tate le flanqueaban. Alguien había transformado
el lugar.
Belle miró a su alrededor completamente asombrada.
—¿Cómo hicisteis esto?
Mirara donde mirara, la habitación parecía suave y romántica. Al menos un
centenar de velas la iluminaban con diáfano esplendor. Y docenas de ramilletes de
sus flores favoritas, lirios de agua, yacían por toda la habitación.
—¿No te has dado cuenta todavía? —preguntó Kellan con voz tensa con un poco
de anónima emoción—. Este lugar es mágico.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Pensé que estaba embrujado.
—Ya no es así —dijo Eric con una sonrisa suave—. No desde que encontramos una
verdadera médium para limpiar el lugar.
Tate frunció el ceño.
—Sé que debería haber investigado a Helena... Mierda.
Belle se rió. Estos hombres eran los mágicos, tan diferentes y, sin embargo se
complementaban entre sí. No podría vivir sin alguno de ellos. Ella ansiaba no tener
que hacerlo.
Su corazón casi se detuvo cuando Kellan cayó sobre una rodilla.
—Belle, sé que ya has respondido a esta pregunta para los otros dos, ¿pero te
quieres casar conmigo? ¿Quieres ser mi esposa, mi dulce sumisa, y mi socia en la
vida?
El pasmo la derrotó. Su corazón se detuvo. Nunca se había imaginado que esta
noche oiría esas palabras. Las lágrimas brotaban y caían por sus mejillas.
Se mordió el labio.
—Bueno, los otros dos en realidad no me preguntaron.
Una bella sonrisa iluminaba la cara de Tate mientras se dejaba caer sobre una
rodilla, también.
—Belle, ¿quieres casarte conmigo? ¿Quieres ser mi esposa, mi mejor amiga, la
persona que me baje a la tierra y me muestre que la vida se vive mejor a través del
corazón?
Él realmente tenía habilidad con las palabras cuando quería.
Eric dio un paso adelante con una caja de terciopelo en la mano, aunque parecía
demasiado grande para un anillo. Levantó la tapa y los diamantes brillaron a la luz
de las velas.
—Belle, ¿dirás que sí? Somos una oferta en paquete.
Se quedó sin aliento ante la preciosa gargantilla de diamantes y los tres anillos
entrelazados. Un anillo de bodas y un collar. La prueba de que ella les pertenecía y
viceversa.
—Sí, sí y sí. Un millón de veces sí. —Les dio una sonrisa lacrimógena, la alegría
estallando a través de ella. Luego se volvió a Kellan y lo miró a los ojos—. Has vuelto
por mí.
Él cerró la distancia entre ellos y la agarró por los hombros.
—Tú eres mi hogar, Belle. Siempre voy a volver por ti. Siempre te elegiré.
Belle no creía que pudiera ser más feliz. Se abrió a él cuando se abalanzó y sus
labios tomaron los de ella en un beso que prometía elegir su futuro por encima de su
pasado.
Cuando ella se hundió en él, la volvió a besar, esta vez deslizó la lengua contra la
de ella y profundizó el contacto. Deslizó las manos por su cuerpo, bajando la
cremallera del vestido. Una corriente eléctrica de excitación inundó su cuerpo. El aire
frío golpeó su piel, pero nada podría reducir el chisporroteo de calor de sus dedos
sobre la piel desnuda. Su cuerpo estaba impregnado con ello. Kellan trazó la línea de
su columna recientemente desnudada, arrastrando el vestido con el movimiento.
Sintió que alguien se movía detrás de ella, otro cuerpo contra el suyo.
—Te veías muy hermosa esta noche, cariño —dijo Tate—. Ese vestido era precioso
en tu cuerpo, aunque todo lo que usas es increíble. Pero en lo que más me gustas es
con nada más que esta piel deslumbrante. A veces me quedo mirándote y me
pregunto cómo has llegado a ser tan deliciosa.
Él desabrochó el sujetador y lo dejó caer al suelo. Inmediatamente, tomó sus
pechos y pasó el pulgar por sus pezones. Estos se endurecieron de puro placer, y no
pudo evitar un suspiro.
Cuando dejó caer la cabeza hacia atrás, Kellan comenzó a besar su cuello. Sus
labios acariciaron su piel, dejando un rastro de excitación. Tate le volvió la cabeza
suavemente, tirando de sus labios a los suyos. Cuando cubrió su boca, él gimió. Su
lengua se hundió en el interior mientras jugueteaba con sus pezones, tirando de ellos
con los dedos, manteniendo las sensaciones por debajo de dolor. Todo su cuerpo
cobró vida.
Estaba de pie delante de ellos con nada más que un minúsculo tanga y tacones de
Prada, la respiración entrecortada por la emoción y el corazón lleno de amor.
Eric se movió a su lado. Deslizó la mano entre ella y Tate, acunando su trasero.
—Me encanta este culo. Hora de perder estos, cariño. No los necesitarás, no por
mucho tiempo.
Ella se sacó la ropa interior y los tacones al mismo tiempo. Perdió varios
centímetros de altura, pero eso sólo la hacía sentirse más delicada rodeada por sus
hombres. Dio un giro completo, un bellísimo tórax o anchos hombros llenaron su
visión. Ella amaba las diferencias entre todos sus hombres. Tate era muy grande por
todas partes, mientras que Eric tenía una magra capacidad atlética. Cada nervio en el
cuerpo musculoso de Kellan gritaba dominación. Cualquiera de estos hombres
podría hacerla pedazos si así lo deseara. En cambio, completaban su vida y le
ofrecían la libertad de descubrir a la mujer y a la sumisa que vivía debajo de su piel.
La aceptaban con todos sus defectos, lo que volvía mucho más fácil aceptarse.
Cuando estaba desnuda con ellos, ya no pensaba en sus defectos, sino en el placer
que encontraban en su cuerpo. Era un regalo que podía darles, uno que ellos
atesoraban.
—Os amo. —Ella respiró las palabras como si fueran el oxígeno que necesitaba
para vivir.
Porque necesitaba a estos hombres.
—Te amamos, también, Belle. —Kellan tenía el collar en su mano—. Sabes que nos
encantas completamente desnuda, pero queremos que lleves puesto este collar y el
anillo que te hicimos. Queremos que siempre sepas que nos perteneces.
Ella tembló cuando le colocó el collar alrededor de su garganta. Extendió la mano
para tocarlo y alcanzó a verse fugazmente en el espejo encima de la cómoda. Se
sentía hermosa y la mujer reflejada hacia ella se veía así. Cuan lejos había llegado a
partir de esa joven que no podía encontrar su lugar en el mundo. Esa chica no había
pensado que era bonita, no podía imaginar que realmente se merecía esta loca
relación con estos tres hombres maravillosos. La mujer que le devolvía la mirada
ahora prácticamente brillaba, de amor, confianza y felicidad.
Había encontrado su lugar en el mundo, y era entre ellos.
Tate deslizó su sección del anillo en su dedo, luego Kellan deslizó el suyo en su
lugar.
Eric estaba de pie frente a ella, la última pieza del anillo en su mano. Él le sonrió,
el amor brillando en sus ojos.
—Eres todo para mí, cariño. Gracias por unirnos.
Le deslizó el último círculo brillante en el dedo. De alguna manera, las tres piezas
encajaban perfectamente. Las piezas individuales eran bonitas, pero juntas creaban
algo nuevo y completamente único. Cada una era más fuerte unida de lo que lo eran
separadas, más bien como sus hombres.
—Esto es hermoso. Estoy casi sin palabras. ¿Cuándo lo hicisteis?
Tate se sonrojó.
—Yo podría haber pensado en esto... oh, un mes o dos después de que viniste a
trabajar para nosotros. Podría haber hablado con los demás sobre ello de cuando en
cuando durante las últimas semanas. Eric podría haber encontrado un joyero aquí
para hacerlo. Kell podría haber recogido el hermoso collar en Chicago. Ya sabes, sólo
podríamos.
Belle se rió y se puso de puntillas para besarlos suavemente, uno tras otro.
—Vosotros tres sois todo mi mundo.
Y siempre lo serían. Sin importar lo que ocurriera.
—Entonces deberías prepararte para servir a tus Amos, amor —la voz de Kellan
había cambiado de amante suave a hambriento Dom en un instante, y todo el cuerpo
de Belle se contrajo.
Esto era lo que había extrañado cuando Kellan estaba ausente. Eric la zurró y jugó
con ella. Tate hizo pinitos. Pero sólo Kellan podía realmente dominarla en lo
profundo del alma.
Se dejó caer de rodillas porque no podía pensar en ninguna otra manera en que
preferiría celebrar su compromiso que sirviendo a los hombres que amaba. Era algo
fácil de hacer, ya que ellos la servían muy bien a cambio. Se encargaban de ella,
atendían sus necesidades y su placer, la mantenían a salvo.
Inclinó la cabeza con sumisión y separó bien las rodillas. Ya no se sentía extraño
estar en esta posición. Antes, se había sentido vulnerable con su cuerpo en
exhibición. Ahora se encontraba con su poder femenino aquí. Con su belleza. Estar
de rodillas para ellos le permitía centrarse en su cuerpo, en la forma en que se sentía,
se movía y amaba. Podría centrarse en el placer y el solaz que ella tomaba y daba.
Cuando estaba en esta posición, estaba a salvo.
—¿Tienes alguna idea de lo hermosa que eres para mí? —preguntó Kellan.
Ella podía ver sus zapatos de vestir perfectamente lustrados. Estaban junto a los
mocasines de Eric y las zapatillas de deporte de Tate. Dejó que su cabello cayera
hacia delante y cubriera su sonrisa. Tate usaría zapatillas de deporte con un
esmoquin. Ella tendría que asegurarse de elegir su calzado para la boda. No iba a
permitir que llevara zapatillas en su gran día.
—Sé lo hermosa que me haces sentir. —Cuando estaba con sus hombres,
realmente se sentía como la mujer más sexy del mundo.
Ellos dieron un paso atrás, y podía oírlos desvestirse. Ansiaba levantar los ojos
para ver sus magníficos cuerpos a medida que se desnudaban, pero les había
prometido obediencia aquí en el dormitorio. Habían sacrificado tanto para estar con
ella, para compartirla, para enseñarle que podían durar. No necesitaba los ojos para
verlos. En lugar de eso, esperó pacientemente, permitiendo que los recuerdos
llenaran su mente. Cada centímetro de sus cuerpos estaba estampado en su cerebro,
en su corazón.
—Levanta la vista, amor —ordenó Kellan—. Es hora de conseguir que tus
hombres estén duros y listos para follar.
Ella levantó la mirada. Ellos no necesitaban ninguna ayuda para estar listos para
follar. Tres pollas muy erectas le devolvieron la mirada, apuntando en su dirección.
Sin embargo no discutiría. Era su sumisa y no podía esperar para doblegarse a su
voluntad.
Kellan estaba de pie en el medio, sus fuertes piernas abiertas mientras se
acariciaba el pene desde la base hasta la punta.
—Chúpame, Belle. Quiero estar tan excitado que no pueda ver bien cuando
finalmente folle tu culo.
La anticipación vibró a través de su cuerpo. Finalmente los tendría a todos. Habían
estado juntos en la cama antes, por turnos, pero esa no era la forma en que ellos lo
querían. No era así como ella lo quería tampoco. Desde que los había conocido, había
soñado con la noche en que por fin hiciera el amor con todos ellos a la vez, uno en su
boca, otro en su coño y el otro en su culo. Sería llenada por ellos. Encajarían como el
anillo en su dedo, acurrucados y acoplados Completos.
Se inclinó hacia delante y lamió la punta de la polla de Kellan, disfrutando de su
sabor salado. La lengua femenina recorrió el glande, lamiendo como si saboreara una
piruleta dulce que no podía chupar lo suficientemente profundo. Eso no estaba muy
lejos de la verdad. Le encantaba su sabor.
Belle se lo llevó a la boca y lo chupó, suavemente al principio, luego con un ritmo
más fuerte mientras comenzaba a abrirse paso por el tronco. Una y otra vez, lo chupó
con largas pasadas, dejando la lengua jugar contra su piel suave.
Las manos de Kellan encontraron su pelo y tironearon suavemente así tomaría
más. Ella quería tomar todo de él, chuparlo hasta que no pudiera soportar otro
segundo de su tortura y llenara su boca.
—Momento de cambiar, amor. No soy el único que te necesita esta noche.
Y entonces él se fue, y Eric tomó su lugar. Se paró, alto y orgulloso delante de ella
con la polla en la mano.
—Chúpame, también, cariño.
Belle lamió la cara inferior del pene de Eric, frotando y lavándolo con cariño.
Ávidamente, tomó hasta la mitad en el primer intento. Él la recompensó con un
profundo gemido, enredando sus manos en su pelo y tirando suavemente. El
pequeño dolor encendió su cuero cabelludo, haciéndola temblar, incluso mientras
volvía a chupar su polla profundamente. Encontraron un ritmo sensual. Él se retiraba
y ella chupaba, cada movimiento de sus expresivas manos sosteniendo su cara o
tirando de su cuero cabelludo, enviaba señales a su coño, haciendo que se relajara,
que se humedeciera, preparándose para lo que estaba por venir.
Le llenó la boca, su pene se hinchó en el interior.
—Te sientes tan bien... Nadie más que tú ha hecho que me sienta tan increíble. —
Eric bombeó sus caderas, pidiéndole que tomara más—. No te detengas. No te
detengas nunca.
No tenía ninguna intención de eso, pero cuando levantó la vista, se dio cuenta de
que Tate se había trasladado al lado de Eric y observaba como el pene de su mejor
amigo entraba y salía de su boca. Su mano estaba en su propia polla, masturbándose
mientras la bebía con su mirada. Estaba muy cachondo, y toda esa masculina
desesperación era por ella. Le envió una sonrisa insinuante, disfrutando de jugar a
ser su zorra.
—Sabes que amo cuando te pones descarada, amor —gruñó Tate mientras su
pulgar trabajaba en la punta de su polla, recogiendo la pequeña gota de humedad y
usándola para aliviar sus caricias—. Pero no te olvides de mí. Necesito tu atención,
también.
—Ahora recuerdo la parte mala de compartir a mi esposa —gimió Eric como
dolorido, pero hablaba con una sonrisa en el rostro—. Acércate y podemos
compartirla al mismo tiempo. Creo que Belle nos puede manejar a ambos. Es una
grandiosa mujer.
Cuando la excitación la atravesó, sintió que alguien se movía detrás de ella. Una
gran mano tocó su espalda.
—Continúa chupando a Eric y a Tate mientras te preparo, amor. No vaciles o
detendremos todo el proceso y conseguirás una buena y larga zurra —dijo Kellan,
deslizando la mano hacia su trasero—. Tú no quieres tener que empezar de nuevo,
¿verdad?
—No, Amo. No, no quiero.
Mientras que adoraba la idea de una buena y prolongada zurra, eso tendría que
esperar. Los necesitaba demasiado. Ansiaba estar finalmente con todos ellos juntos.
Si el destino lo quería, tendría tiempo de sobra para comportarse mal y ganarse su
“castigo”, pero esta noche era todo acerca de la unión por la que todos ellos habían
esperado tanto tiempo.
Eric y Tate se acercaron, sus caderas casi rozándose. La posición le permitía
tocarlos a los dos. Belle los examinó, todavía incapaz de creer que estos magníficos
hombres fueran todo suyos.
No apartó los ojos de ellos mientras se acercaba y tomaba firmemente el pene de
Tate en la mano. Este le llenó la palma de la mano, y apenas podía cerrar los dedos
en torno a él. Con una caricia firme a su polla, ella se inclinó y volvió a tomar a Eric
en la boca. Multitareas. Alguien le había dicho que era una brillante persona
multitarea, a pesar de que, en ese momento, pensó que habían estado hablando de
sus habilidades de secretaria. Le venía muy bien para satisfacer sexualmente a tres
magníficos hombres.
Ella chupaba a Eric mientras acariciaba a Tate. Después de cinco lentas y
agonizantes pasadas sobre el pene de Eric, se volvió ligeramente y tomó la polla de
Tate en su boca, lamiendo, chupando y amándolo. Se movió de uno a otro, lavando a
uno con el afecto de su beso mientras acariciaba con la palma de la mano a otro,
disfrutando de la fuerza de la polla en la mano y del sabor en la boca.
Pareció tan extraño que una vez hubiera tenido un poco de dudas sobre este acto,
cierta vacilación. Le habían enseñado a no tener miedo, a no contenerse. No había
ninguna vergüenza en hacer el amor, no cuando la emoción y la promesa fluían entre
ellos. Esto era simplemente otra manera de demostrar que le importaba. Su sumisión
era su regalo para ellos, una señal de su amor, una demostración de que confiaba en
ellos con su corazón, su cuerpo y su placer. Ella les daba todo lo que tenía, hasta su
alma. Ellos la recompensaban con gemidos agradecidos y toques tiernos.
Los dedos de Kellan se trasladaron a la hendidura de su trasero, separando sus
nalgas y haciéndola estremecerse.
—No te muevas, amor. Quédate quieta. Has tomado el plug antes, pero aún
necesitas ser cuidadosamente preparada. No quiero hacerte daño. Me puedes detener
en cualquier momento, pero quiero que mantengas las caderas lo más quietas
posible.
No quería detenerlo, no había estado ni cerca de pensar en su palabra de
seguridad. La orden de quedarse quieta era una cuestión diferente. Era muy difícil
porque ya podía sentir el lubricante que él había estado calentando contra de su piel
tocándola.
Deslizó el lubricante a lo largo de su piel, haciéndola temblar ligeramente y
despertando terminaciones nerviosas que todavía la asombraban. Mientras trataba
de concentrarse en su tarea, sintió un dedo fuerte presionar contra su entrada trasera.
Kell la masajeaba, haciendo círculos en el borde de su culo antes de hundirlo
brevemente sólo para iniciar el proceso de nuevo. No pudo evitar apretar. Él la
corrigió con una dura palmada.
—Ni te atrevas intentar a no dejarme entrar. —Kellan la volvió a zurrar.
No se molestó en mencionar que se trataba de una especie de respuesta
involuntaria. ¿Por qué molestarse? A ella le gustaba demasiado la zurra. Enviaba
chispas deslizándose sobre su piel y oleadas de sensaciones le bajaban por la espalda.
Kellan exploró entre sus nalgas otra vez, el dedo metiéndose a fondo una vez más.
Ella se concentró en relajarse y dejarlo entrar.
El calor y una aguda presión la excitaron. La sensación comenzaba donde su dedo
la masajeaba, pero rápidamente se desparramaba, enviando espirales de excitación a
lo largo de todo su cuerpo.
Tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en la tarea en cuestión. Sin importar
lo que Kellan le estaba haciendo, tenía que recordar que sus maridos también tenían
necesidades.
Belle pasó la lengua a lo largo de la parte inferior del pene de Eric antes de dejarlo
ir y chupar el glande de Tate dentro de su boca. Cuando lo soltó, podía ver la forma
en que sus pelotas se habían tensado, la tonalidad púrpura rabiosa de su pene. Los
ojos de Tate parecían somnolientos por la excitación mientras la miraba fijamente.
Con un agarre urgente, Eric encontró su pelo y la guió nuevamente a lamerlo. Ella
pasó la lengua a lo largo de la parte inferior, lamiendo hasta que besó sus pelotas.
—Joder, eso se siente bien —dijo Eric con un jadeo.
Durante todo el tiempo Kellan la exploraba. Era paciente, tomándose su tiempo y
permitiéndole acostumbrarse a la sensación. Parecía comprender cuando estaba lista
para avanzar.
Belle se quedó tan quieta como pudo, pero se puso aún más difícil cuando la
sensación se volvió bruscamente placentera. El instinto estaba allí para presionar
hacia atrás contra él, pero lo resistió.
Él exploró más y más profundamente con el dedo hasta que finalmente sintió que
se abría paso dentro de ella, la tensión dando paso a la plenitud. Ella casi suspiró
ante la exquisita sensación.
Kellan continuó trabajando el lubricante alrededor de su piel. Ese fuerte dedo la
masajeaba, dejándola resbaladiza y lista para algo más grande. Se estaba abriendo
para él, preparándose para que la follara de una manera en que nunca había sido
follada antes.
—¿Puede manejarlo? —oyó a Tate gemir la pregunta.
Kellan añadió un segundo dedo, dilatándola con suavidad.
—Está apretada, pero lo puede soportar.
Ella mejor que fuera capaz de hacerlo. Había usado plugs anales durante unas
horas casi todos los días preparándose para sus hombres. Había sido un pequeño
ritual íntimo que curiosamente disfrutó, pero no quería un plug esta noche. Eran de
plástico y fríos. Irreales. Necesitaba el calor, la piel y su amor.
—Eso es, amor. Te gusta esto. Mi polla va a gustarte aún más. Sabía que te
encantaría. —Las palabras de Kellan vibraron a lo largo de su piel—. ¿Sabes lo llena
que vas a estar, Belle? Cuando los tres estemos profundamente dentro de ti,
finalmente sabrás lo que significa ser nuestra mujer. Estarás rodeada y serás follada y
muy amada. No vas a creer lo llena que estarás con nuestras pollas.
—Pero primero, quiero una probada. —Tate se apartó.
Como si esto fuera algo que habían ensayado, Eric dio un paso atrás con Tate, y
Kellan retiró los dedos de su trasero, dejándole una sensación de soledad, vacío y
anhelo.
—Voy a limpiarme y a prepararme —dijo Kellan, guiñándole el ojo—. Vosotros
dos hacedla gritar un par de veces porque dudo que alguno de nosotros vaya a durar
mucho tiempo una vez que estemos dentro de ella. No me gustaría ser acusado de no
satisfacer a nuestra mujer.
Eso no era posible, pero antes de poder expresar su opinión, Tate la levantó en sus
brazos. La acunó contra su pecho antes de colocarla en la cama. A ella le encantaba
cuando la llevaba. Se sentía pequeña, delicada y apreciada. La suavidad del edredón
acunó su espalda. Su piel estaba viva y zumbando. Hasta el aire la acariciaba.
Tate se paró al final de la cama, su mirada por todo su cuerpo. Lucía una sonrisa
depredadora.
—Estoy hambriento, cariño.
El cuerpo femenino se tensó con anticipación.
—Siempre estás hambriento, Tate.
—Ciertamente —replicó Tate—. Siempre muero de hambre por ti. Ahora separa
las piernas para mí.
Eric se unió a él, cerniéndose sobre ella como sexo andante.
—Ábrelas de par en par, amor. Queremos mirar nuestro coño. Tienes el coño más
bonito de todo el mundo. Quiero mirarlo todo el tiempo.
Belle separó sus piernas. Eric no estaba bromeando. Realmente quería mirar su
sexo todo el tiempo. Era otra perversión sexual que de alguna manera ellos hicieron
que amara y le encantara. En los momentos más extraños, Eric le ordenaba abrir las
piernas sólo para poder mirarla. A veces eso es todo lo que hacía. Sólo miraba,
suspiraba satisfecho, y se marchaba con la promesa de volver más tarde. Ella lo
miraba negando con la cabeza, pero durante varias horas, se sentía como si estuviera
brillando.
Pero a veces la miraba por unos momentos. Luego se encontraba con las piernas
abiertas sobre su escritorio, gritando de placer. A Belle definitivamente le gustaban
esos momentos.
—Tú podrás estar satisfecho con mirar, pero yo voy a devorar mi postre. Los del
servicio de catering no me alimentaron con nada que realmente me apeteciera. —
Tate se arrodilló delante de ella—. Por supuesto, nada es más dulce que esto.
Belle suspiró porque ella estaba a punto de experimentar algo dulce. Tate podría
comer su coño durante horas. Él le había dicho que era un verdadero conocedor de
una sola cosa: ella.
Eric subió a la cama y apoyó la palma en su pecho, su mano grande lo cubrió con
facilidad.
—No escuches ni una palabra de lo que dice. Lo vi comer cinco mini éclairs y dos
tartas. Le gusta quejarse.
La respiración de Tate le calentó la carne femenina.
—No, sólo me gusta comer mucho. Soy un tipo grande. Necesito mis dulces. Y
tengo la intención de comer hasta llenarme de esto porque es la porción más dulce
que he tenido.
Le quitó el aliento con la primera lengüetada. El puro placer la hizo encoger los
dedos de los pies. Tate lamió su coño con caricias cortas y excitantes antes de
acomodarse para chuparle el clítoris de manera vertiginosa.
Eric jugó con sus pezones, chupando y mordisqueándolos juguetonamente. Los
rodeó con su boca. Todo su cuerpo se encendió, esperando por el éxtasis que sólo
ellos podían brindarle. El pasado se alejó, y todo lo que quedaba era un futuro
brillante con sus hombres.
Belle aferró las sábanas mientras se obligaba a permanecer quieta bajo sus
atenciones. La torturaron, llevándola hasta el borde una y otra vez hasta que pensó
que podría volverse loca. Su piel se humedeció. Su respiración se hizo menos
profunda.
—Por favor —suplicó.
—Por favor, ¿qué? —Eric levantó la cabeza, mirándola con los ojos oscuros—.
Kellan no es el único que te da órdenes. Él pudo haber sido el que colocó el collar
alrededor de tu cuello, pero nos perteneces a todos, así que nos llamarás por nuestro
título o no conseguirás lo que quieres.
—Por favor, Amo.— En el dormitorio, ella estaba contenta de someterse a todos
sus deseos.
Tate levantó la cabeza bruscamente. Su excitación brillaba en los sensuales labios
masculinos. Se los lamió, obviamente disfrutando del sabor.
—Me gusta escuchar eso. Ya que ella rogó con tanta dulzura, apruebo que le
demos lo que necesita.
—Entonces hazlo mejor, tío. Hazla gritar. Yo te ayudaré. —Eric deslizó la mano
por su torso hasta que encontró el clítoris y colocó el pulgar justo encima de la
pequeña protuberancia.
—Siempre me respaldas. —Tate bajó la cabeza de nuevo.
Belle gritó cuando la atravesó con la lengua. Él comenzó a follar profundamente
su coño con largas pasadas de su lengua mientras que Eric apretaba y retorcía su
clítoris. Él variaba la presión, excitándola y torturándola mientras Tate la follaba
profundamente. No pudo evitar gemir y retorcerse mientras la sujetaban. Sus agarres
eran una dulce restricción de la que no quería escapar. Eric lamió su pezón y
finalmente se acomodó para chupar. Largos tirones en sus tiernos pezones la hicieron
poner los ojos en blanco.
Se movían en perfecta sincronía. No pasó mucho tiempo antes de que tuvieran a
Belle debatiéndose y gritando, la supernova de un orgasmo estallando a través de su
cuerpo.
Se arqueó sobre la cama, con el cuerpo pesado por el placer mientras regresaba
flotando a la Tierra. Eric la besaba perezosamente, abrazándola más cerca, sus
lenguas jugueteando dulcemente una contra la otra. Tate subió a la cama por el otro
lado, volviéndola hacia él cuando Eric retrocedió. Podía saborearse en su lengua.
—Te ves como una mujer satisfecha. —Kellan estaba de pie al final de la cama. Él
la miraba con ojos calientes.
—Soy una mujer feliz —respondió ella.
—Y vas a hacernos hombres muy felices. Nos completas, Belle. Te amamos.
Mostrémosle cuánto. —Él asintió con la cabeza hacia sus socios—. Tate, folla su coño.
Eric vuelve a probar su boca. Voy a abrirme paso en ese dulce culo virgen.
Se encontró siendo girada suavemente, como si fuera una preciosa muñeca que
quisieran compartir. Debajo de ella, Tate se puso rápidamente un condón y empujó
su polla antes de que ella se hubiera acomodado.
Su excitación volvió con esa única y larga estocada, a pesar del orgasmo que
acababa de experimentar. Casi inmediatamente, ella latía alrededor de su pene.
Nunca se acostumbraría a la forma en que sentía cuando la penetraban. Cerró los
ojos, dejando que la sensación la embargara. Las manos de Tate la acariciaron,
calmándola incluso mientras la sujetaba con su polla.
—Dios, te sientes bien. —Las caderas de Tate subieron como si pudiera abrirse
paso más profundamente dentro de su cuerpo.
—Ella va a sentirse aún mejor cuando haya terminado. ¿Crees que está apretada
ahora?, espera hasta que esté dentro. —Kellan puso una mano entre los omóplatos,
guiándola suavemente hacia abajo—. Recuéstate contra Tate, amor.
Eric tomó su lugar, arrodillándose cerca, dirigiendo su pene hacia ella y
atormentando sus labios con este.
—Vamos, cariño. Tómame. No puedo esperar para sentir tu boca sobre mí otra
vez.
Ella lamió la punta mientras Tate la mantenía inmóvil. Kellan se ubicó detrás de
ella una vez más. Una chispa subió por su espalda cuando separó sus nalgas y goteó
más lubricante.
La polla de Eric la invadió, llenando su boca mientras sentía algo mucho más
grande que un dedo en el borde de su culo. No pudo evitar gemir cuando Kellan
presionó contra su abertura. Su pene era mucho más grande que los plugs que había
tomado y sabía que lo sentiría aún más agudamente porque Tate ocupaba todo el
espacio en su coño. Incluso la idea de tener a ambos dentro de ella la hizo gemir.
—Joder, amor. Esto se siente muy bien. —Eric se empujó aún más en su boca,
obviamente, amando las vibraciones derivadas de los sonidos que hacía.
—Quédate quieta, cariño. Déjame entrar. No luches contra esto. Pertenezco aquí.
Este cuerpo es nuestro. —Kellan presionaba hacia delante con pequeños empujes,
ganando terreno cada vez. Cada movimiento de su cuerpo era una mezcla de placer,
dolor y anticipación de algo por venir.
Tate sujetó sus caderas, acariciándola y calmándola.
—Eres muy hermosa, Belle. Relájate. Esta es la forma en que estábamos hechos
para estar juntos.
La besó en el hombro, dándole pequeños mordiscos de amor que antagonizaban
con la presión en el culo.
Se concentró en darle placer a Eric, haciendo girar la lengua una y otra vez
alrededor de su pene. Lamió el glande y la parte inferior con amor, derramando su
devoción en cada lengüetazo.
Durante todo el tiempo, Tate la mantuvo inmóvil mientras Kellan empujaba
suavemente, abriéndola más cada vez que avanzaba a paso de tortuga, hasta que
finalmente lo sintió profundamente dentro.
Belle jadeó y contuvo la respiración. Nunca había estado tan llena. Kellan y Tate
estaban en el interior de su cuerpo, ocupando todo el espacio, empalándola con sus
pollas y manteniéndola inmóvil para su placer. Dios, ¿había algo más perfecto? No lo
creía.
Atrapados entre dos de ellos, se ahogaba en el placer mientras Eric deslizaba su
polla en su boca, guiándola suavemente con los dedos enredados en el pelo. Sus tres
hombres estaban dentro de ella, y era una intimidad diferente a todo lo que había
conocido jamás.
—Estás tan puñeteramente apretada, amor... —Kellan pareció masticar las
palabras en su pecho antes de pronunciarlas.
Ella gimió, y él la acarició, manteniéndose inmóvil, permitiéndole acostumbrarse a
la sensación de una polla invadiendo su culo. Estaba muy estirada, y por un
momento dudó poder soportarlo otro segundo más.
Entonces, Kellan se movió ligeramente, arrastrando su pene hacia atrás,
empapándola de placer. Nervios que apenas había imaginado y nunca sentido tan
vivos entraron en éxtasis por todo su cuerpo.
—¿Estás bien? —preguntó Kellan con voz gutural por la excitación.
Ella no quería perder a Eric, así que sólo soltó un murmullo de satisfacción.
—Creo que está bien, tío. Y realmente mejor que te muevas si deseas que todos
nos corramos juntos, porque no sé cuánto tiempo voy a durar. Ella se siente
demasiado bien. —Eric aumentó el agarre sobre su cara mientras empujaba su polla
más allá de sus labios, obligándola a tomar más de él.
Tate empujó mientras sostenía sus caderas contra él. Su clítoris golpeó contra la
pelvis, aumentando el placer y el fuego en su interior.
—Entonces deberíamos mostrar a nuestra mujer exactamente lo que podemos
hacer por ella. —Kellan arrastró su pene casi todo el camino hacia afuera,
deteniéndose justo en el apretado anillo de músculos, entonces se empujó sin piedad.
Y los tres se dejaron ir, marcando un ritmo que le quitó el aliento. Ellos se movían
en perfecta armonía. Tate empujaba hacia adentro, mientras Kellan se retiraba. El
pene de Kellan se zambullía mientras Tate se restregaba, golpeando su clítoris
perfectamente. Eric percibió su ritmo, y su pene se tensó en su boca. El almizcle que
se elevaba de su piel llenaba las fosas nasales de Belle.
Ella no combatió las sensaciones. Se entregó por completo, sometiendo su cuerpo
y su corazón a sus hombres. Montó la ola que crearon para ella, permitiendo que su
cuerpo fluyera entre ellos mientras el placer aumentaba y aumentaba.
Eric gimió en algo cercano a la agonía, y ella saboreó la sal de su esencia en su
lengua. Se hundió de nuevo, su pene eyaculando y llenándola. Lo tragó y lamió su
pene, asegurándose que no sólo sintiera el placer, sino su amor también.
Las estocadas de Tate concordaban con las de Kellan cuando cogieron ritmo. Cada
uno entraba y salía suavemente de su cuerpo. Tate metió una mano entre sus
cuerpos, golpeó su clítoris y la envió volando sobre el borde, una vez más,
arrancando un grito de su cuerpo.
—Sí. Eso es. Amor, joder. Oh, Belle, córrete por todo mi pene —gritó Tate,
tensándose y arqueando la espalda para enterrarse aún más profundamente dentro
de ella.
Todo el cuerpo de Belle convulsionó de placer mientras el orgasmo casi la
arrancaba de su cuerpo y la arrojaba en una tormenta de placer. Oyó a Kellan gritar
su nombre, y entonces él perdió su ritmo perfecto, follándola con fuerza una y otra
vez, marcándola como suya. Se puso rígido detrás de ella, empujando su polla
profundamente hasta que pudo sentir sus pelotas frotarse contra ella. Una cálida
satisfacción la inundó. El calor y el placer se convirtieron en su mundo mientras
Kellan compartía el momento de liberación y devoción femenina hacia ellos para
siempre.
Cayeron juntos en un montón saciado en la cama. Belle suspiró cuando se
encontró entre una maraña feliz de brazos y piernas. La luz de las velas volvía todo
el mundo tierno y dulce. El momento había sido, ni más ni menos, perfecto.
Kellan se instaló a su lado, con la cabeza de Belle sobre su pecho.
—Te extrañé cada minuto que estuve lejos.
Ella le acarició la mejilla.
—Te extrañé, también. No te marches de nuevo. No por mucho tiempo.
—Oye, lárgate. Creo que debería ser el que duerma al lado de Belle. —Eric se
quedó mirando a Tate.
Tate simplemente pasó un brazo alrededor de su cintura y se acurrucó. Ni siquiera
abrió los ojos.
—Tú dormitas, tú te lo pierdes, tío.
—Vamos. Echaré un pulso contigo por ello —ofreció Eric—. Oye, pasearé a Señor
por el resto de la semana. Vamos, tío.
Tate y Eric discutieron como niños grandes sobre quién tenía que dormir al lado
de su esposa durante la noche.
Kellan se rió.
—Sabes que serán un problema.
Belle se limitó a sonreír. Sí, sus hombres eran problemas, pero se había dado
cuenta de que no podía vivir sin ellos.
Cerró los ojos, enviando unas silenciosas gracias a su abuela por legarle un hogar
que ella y sus hombres podrían compartir y con el tiempo criar a los hijos nacidos de
su amor. Se durmió, sus sueños tranquilos porque su casa, al igual que su vida,
estaba completamente en paz una vez más.

Fin

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