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Doctrina del día: la mayoría de edad y la

responsabilidad alimentaria de los


padres
Publicado el 24 octubre, 2012 por Thomson Reuters Por Alejandra Mesiano en la
Revista Derecho de Familia y de las Personas 2012 (marzo), 01/03/2012, 44

Abstract: “La característica fundamental que tiene el proceso de alimentos con la


sanción de la Ley 26.579, que involucra a las personas mayores de 18 años y hasta los
21 se ve plasmada principalmente en la legitimación activa del reclamo, la percepción y
administración de la cuota alimentaria, con la particularidad de que su extensión será
dada en el marco de una situación mixta entre la obligación alimentaria derivada de la
patria potestad y aquella surgida del parentesco, y su innecesidad de probar la
inexistencia de medios para alimentarse por parte del “hijo actor”.”

La sanción de la ley 26.579 (Adla, LXX-A, 132) dispuso la reducción de la mayoría de


edad de 21 años a la de 18 años cumplidos. Consecuentemente a partir de dicha edad se
extingue la patria potestad y se adquiere en nuestro sistema la plena capacidad civil.

Ha habido una evolución en las últimas décadas en lo referente a la capacidad de los


derechos de los niños, niñas y adolescentes y esta ley viene a formar parte de la
recepción de normas internacionales en lo relativo a los intereses que los involucran, en
correlato con lo dispuesto en la Convención de los Derechos del Niño.

La reforma ha dispuesto la modificación de los artículos 126, 127 y 128 del Código
Civil en cuanto a que las personas son menores de edad hasta los 18 años.

El aspecto más importante desde el punto de vista procesal es el relativo a la


legitimación de quien fuere menor con el Código Civil hasta el 30 de Diciembre del año
2.009 y es mayor a partir del 31 de diciembre del mismo año.

La ley 26.579 produjo modificaciones al Código Civil en materia de familia, y uno de


los mayores debates es la modificación al régimen de alimentos imperante en nuestro
sistema.

Esta reducción de la mayoría de edad no implica cercenar el derecho alimentario,


manteniéndose éste hasta los 21 años, siguiendo en este aspecto el proyecto de Ley que
fuera presentado por El Senador Rubén Giustanini.

Si bien la ley modifica la mayoría de edad reduciéndola a los 18 años, sostiene la


permanencia de la obligación alimentaria en cabeza de los padres o responsables de los
niños o adolescentes hasta los 21 años.

Así el artículo 3 de la mencionada ley dispone que: “La obligación de los padres de
prestar alimentos a sus hijos, con el alcance establecido en el artículo 267, se extiende
hasta la edad de veintiún años, salvo que el hijo mayor de edad o el padre, en su caso,
acrediten que cuenta con recursos suficientes para proveérselos por sí mismo”,
incorporando un segundo párrafo al artículo 265 del Código Civil.

Esto lleva a deducir que: el hijo mayor de 18 años y menor de 21 no requiere acreditar
los requisitos establecidos en el artículo 370, es decir que le faltan los medios para
alimentarse y que no es posible adquirirlos con su trabajo, ya que se trata de alimentos
debidos a los hijos derivados justamente de su responsabilidad del ejercicio de la patria
potestad, y no por parentesco, y que por una disposición legal se extiende hasta los 21
años. Es decir que el menor no debe acreditar la necesidad.

Asimismo, y de la misma norma surge el efecto contrario que dispone que es el padre a
quien se le reclaman los alimentos quien debe probar que el hijo cuenta con los medios
o recursos necesarios para proveérselos por si mismos.

Son los padres que tienen la obligación alimentaria quienes deben probar, para eximirse
de ella, que sus hijos cuentan con los recursos suficientes, pero no el hijo, que es quien
recibe los alimentos, ya que si considera que puede mantenerse por sí mismo no
reclamará alimentos, y además no será él quien judicialmente se ocupe de demostrar que
no los necesita.

Debe partirse de la idea de que la permanencia del deber alimentario de los padres hasta
los 21 años se fija para mantener el amparo asistencial, y si bien la capacidad jurídica de
los mayores de 18 años es plena, la ley mantiene la protección alimentaria hasta los 21
años por una cuestión de antever a una realidad social, que pone en evidencia que los
jóvenes en esta edad todavía estudian, no están preparados y tienen dificultades para
entrar en el mercado laboral.

Esto concuerda con el pensamiento del Doctor Solari, que considera que la naturaleza
del deber alimentario de los progenitores no deriva del parentesco ni de la patria
potestad, sino del vínculo filial. Aclara que ante la falta de disposiciones precisas, y
dada la variedad de situaciones que pueden presentarse en el cumplimiento de la
prestación, habrá que aplicar por analogía las disposiciones contenidas en la obligación
alimentaria derivada de la patria potestad.

Funda la analogía en 1. el texto señala “con el alcance establecido en el artículo 267″, lo


que significa asimilarlo a la obligación alimentaria derivada de la patria potestad; 2. la
obligación alimentaria entre los 18 y los 21 años se halla ubicada en el título de la patria
potestad pues la disposición se incorpora al artículo 265 del Código Civil.

Afirma este autor que las normas de la patria potestad servirán de auxilio para resolver
cuestiones derivadas del cumplimiento y de la ejecución de la obligación.

Es decir, que llegado el hijo a la mayoría de edad, cesa sobre él el instituto de la patria
potestad, pero la norma hace una excepción respecto de la obligación alimentaria de los
padres, la cual subsiste hasta los 21 años.

Ahora, si bien a simple vista pareciera que la norma no trae mayores inconvenientes ya
que la misma prevé la continuación de la obligación alimentaria por parte de los
progenitores hasta los 21 años; el tema más cuestionado que se suscita es saber quien es
a partir de entonces el sujeto legitimado para poder reclamar los alimentos.
Pero con la nueva legislación, en el supuesto de que la acción deba iniciarse, no cabe
duda que debe ser interpuesta por el hijo, mientras que antes de la reforma el sujeto
activo solo era el progenitor que detentaba la tenencia y/o aquella persona que detentaba
la guarda. El mayor de 18 años, ya que cesa la representación del progenitor, debe
hacerlo por derecho propio, no encontrándose el progenitor habilitado para hacerlo,
cesando su representación en forma automática.

Pero, en la mayoría de los casos, los reclamos de alimentos tienen lugar ante situaciones
de separación o divorcio, en las cuales el progenitor, generalmente la madre, durante la
minoría del hijo demanda los alimentos en su representación.

Ahora bien, al entrar en vigencia esta reforma nos encontramos con una multiplicidad
de juicios en vigencia, en distintas etapas y con distintas causas de fuentes de la
obligación, como ser por ejemplo, alimentos provisorios, alimentos establecidos por
convenio, alimentos fijados por decisión judicial, alimentos cuyo monto se ha apelado,
etc. Estos alimentos fueron iniciados por el progenitor conviviente en representación del
hijo menor. Entonces, ¿Qué sucede ahora con estos juicios cuando el hijo alcanza la
edad de 18 años? Y ¿Quién tiene la administración de la cuota alimentaria fijadas con
anterioridad a la mayoría de edad que abonaba el progenitor no alimentante?

En el momento actual tiene primacía la opinión de que defiende la idea de que es el hijo
desde que adquiere la mayoría de edad, que está facultado para solicitar los alimentos,
así también como para continuar con el proceso; y ya no el progenitor conviviente quien
a esa altura dejó de ser el “representante legal” de su hijo, y por lo tanto no debiera
continuar interviniendo en el juicio de alimentos defendiendo un derecho que titulariza
y debería ejercer el hijo.

Parte de la doctrina sostiene que desde el momento en que se cumplen los 18 años de
edad y cesa la representación legal de los padres, conforme lo dispuesto por el artículo
57 inc. 2 y 306 inc. 3 del Código Civil, se impone la necesidad de la citación al hijo ya
mayor de edad en los procesos pendientes de alimentos que se tramitan a su favor, a fin
de que éste tome intervención por sí o por apoderado en el plazo que se señale, bajo
apercibimiento de rebeldía, hipótesis ésta que no se encuentra expresamente dispuesta
en los Códigos de fondo y de forma. Sino que se utiliza por analogía lo dispuesto en los
arts. 15 y 16 del Cód. Civil, y también el art. 53 inc. 3 del Cód. Procesal.

En cuanto a la procedencia de la rebeldía del hijo debidamente citado que no


comparece, lo diga o no la resolución judicial que lo convoca, se sostiene que quien
asumió el rol de la parte actora y no comparece, abandona el proceso, y ello aparejará la
caducidad de la instancia del juicio de alimentos.

Ahora bien, si el proceso continua y se otorga la cuota de alimentos correspondiente al


hijo ¿Quién administra y dispone de esa cuota alimentaria?

Siguiendo a la corriente, con la que manifiesto mi conformidad de que la interpretación


de la Ley 26.579 solo otorga legitimación al hijo para promover o para seguir las
acciones en la franja de edad entre los 18 y los 21 años, se considera que es el hijo quien
debe administrar y disponer de los alimentos que reciba del progenitor no conviviente
que paga la cuota alimentaria, ya que según el ordenamiento jurídico le otorga plena
capacidad jurídica.
A pesar de las críticas que pueda recoger el hecho de que el hijo sea quien reciba y
administre la cuota alimentaria que fuera estipulada durante su minoría de edad, es a él
quien corresponde hacerlo ya que la mayoría de edad le ha otorgado precisamente la
capacidad jurídica requerida.

Entre los problemas más comunes que suscitan grandes inconvenientes entre el hijo
ahora mayor de 18 años y su progenitor conviviente es que, la capacidad que deriva de
la mayoría de edad, no puede perjudicar a alguno de los progenitores vulnerando el
principio igualitario en el ejercicio de la responsabilidad parental, tutelado en los
Tratados de Derechos Humanos y con jerarquía constitucional en nuestro derecho.

Si es el padre, por ejemplo, quien pasa la cuota alimentaria al hijo que vive con su
madre, y éste en el goce de su autonomía dispone de esa cuota a su libre albedrío puede
dejarla en dificultades para poder afrontar las necesidades propias del hijo, con lo cual
se desnaturaliza el fin de la propia cuota que es asegurarle su sustento.

Es una situación difícil que algunos progenitores no pueden resolver lo que genera
conflicto entre ellos y sus hijos, y que no encuentran solución legal al amparo del
progenitor conviviente.

El mayor inconveniente puede darse que el hijo llegado a los 18 años de edad es el
único que tiene el derecho de percibir y administrar las cuotas alimentarias convenidas o
fijadas por el juez, cuando convive con el otro progenitor lo convierte a éste en una
persona que carecerá de recursos para poder afrontar las necesidades del hijo que
convive en el hogar.

Es el progenitor, generalmente la madre, quien deberá solicitarle a ese hijo mayor la


suma de dinero en cada caso, para poder cubrir los rubros que conforman sus alimentos,
y si por el contrario el hijo destina ese dinero a otros fines (recordando que es él quien
los percibe), aquel no podrá hacer frente a sus necesidades o de sus otros hermanos que
viven en el hogar.

Si el progenitor que convive con el hijo utilizaba la cuota alimentaria para las propias
erogaciones del hogar, es lógico y resulta atinado que si vive con ella aporte a los gastos
comunes.

El Doctor Di Lella destaca la difícil situación materna y sostiene que “Sentirá que
cobrarle al hijo por vivir con ella es durísimo, pero tampoco parece razonable que el
dinero que pasa el padre para todas aquellas obligaciones quede en manos del hijo
graciosamente, con un destino distinto para lo cual la ley lo previó y el padre lo
suministró, y con el grave riesgo de que quien lo recibe y lo destine a lo que quiera no lo
ocupe en las obligaciones previstas”.

Asimismo, se plantea la cuestión de que en un grupo familiar puede haber hijos de


distintas edades que conviven con la madre. Si llegado a la mayoría de edad uno de los
dos hijos comienza a cobrar y a administrar una parte matemática que le corresponde
según el número de hijos y deja de aportar para cubrir tales erogaciones, estaría
afectando los derechos humanos de los demás hijos.
Además la cuota no se plantea en fórmula matemática y no puede dividirse en porciones
iguales para todos los hijos, ya que la misma resulta de un conjunto de cosas en la que
se dispone para cubrir las necesidades totales del grupo familiar.

Sucede que en la mayoría de los casos, los hijos llegados a la edad de 18 años
entregarán la cuota alimentaria a su progenitor (generalmente su madre) para que sea
éste quien realice las erogaciones necesarias del hogar, reservándose lo necesario para
sus gastos personales; pero la ley no prevé norma alguna situaciones conflictivas
originadas en las posibles acciones de irresponsabilidad del hijo, que puede tener a su
antojo la distribución del dinero o no quiera reclamar los alimentos a su progenitor no
conviviente por la sencilla razón de la relación que pueda tener con él, acción que
perjudica al progenitor con quien vive y se ha hecho cargo de su manutención.

Pero el principio igualitario en la responsabilidad alimentaria de los padres respecto de


la satisfacción de la cuota alimentaria permite pensar que el progenitor conviviente,
tiene derecho a recibir parte de esa cuota a los fines de solventar los gastos que genera
la convivencia del hijo.

Esto concuerda con las normas de Derecho internacional. Así el artículo 18 de la


Convención sobre los Derechos del Niño, dispone que “incumbirá a los padres la
responsabilidad primordial de la crianza y desarrollo del niño”. Así también el artículo
271 del Código Civil “En caso de divorcio vincular, separación personal, separación de
hecho o nulidad del matrimonio, incumbe siempre a ambos padres el deber de alimentos
a sus hijos y educarlos, no obstante que la tenencia sea ejercida por uno de ellos”. Y el
artículo 7 de la ley 26.061 (Adla, LXV-E, 4635) dispone que “…el padre y la madre
tienen responsabilidades y obligaciones comunes e iguales en lo que respecta al
cuidado, desarrollo y educación integral de sus hijos”.

Otro tema de mucha importancia y que abre otro interrogante no resuelto por la ley en
torno a la obligación alimentaria, son los alimentos que han sido reclamados por el
progenitor a favor del hijo durante su minoría de edad, y que fueron devengados pero no
percibidos.

El problema se plantea en saber determinar quien es el titular del crédito, si lo es el hijo


o el progenitor no conviviente.

Como bien se sabe, el derecho alimentario es un derecho inherente a la persona, y como


tal el ejercicio de la acción para su reclamo solo corresponde al titular del derecho,
aunque como en el caso de los alimentos se trata de un menor de edad, sujeto a las
normas de la patria potestad, su derecho será ejercido por medio de su representante
legal.

Pero, ante un crédito por alimentos atrasados, no estamos en presencia de “alimentos


propiamente dichos”, sino que hay un crédito que se generó a favor del progenitor
conviviente que ha aportado siempre a la manutención de su hijo, y que ha reclamado al
otro progenitor ante su omisiva, pudiéndole reclamar entonces como una deuda de
valor, sin importar si ahora el hijo es mayor o menor de edad, ya que será éste quien
tenga la legitimación para efectuar el reclamo.
Aún cuando se aprecian posiciones controvertidas, la mayor parte de la doctrina y la
jurisprudencia sostiene que las cuotas impagas las cobre el progenitor conviviente,
quien es el titular del crédito y se encuentra legitimado para actuar; como las
necesidades alimentarias son impostergables si las afrontó el progenitor conviviente
(generalmente la madre), las cuotas devengadas y no percibidas constituyen un crédito
que éste puede reclamar, ya que es el reembolso de lo que ha afrontado con su propio
peculio para cubrir las necesidades del menor.

Prolongación de la obligación alimentaria en el caso de continuación de los estudios o la


preparación profesional: El proyecto del Senado en su versión original, presentada por
el Senador Giustiniani, establecía en su artículo 3 que la obligación alimentaria hacia los
hijos se prolongaría hasta los 25 años en el caso de la prosecución de estudios o
preparación profesional que les impida proveerse de los medios necesarios para
sostenerse independientemente. La ley sancionada vigente no contempla esta
posibilidad, la cual debería ser tenida en cuenta en caso de reforma de la misma.

Como explica la Doctora Grossman, mientras la familia se mantiene unida, la práctica


social indica que normalmente los estudios del hijo y su formación profesional son
decididos siempre teniendo en cuenta sus deseos y habilidades en concordancia con las
posibilidades de los progenitores. De este modo en una familia unida si los hijos quieren
proseguir una carrera universitaria y los padres cuentan con los recursos para poder
afrontar el gasto, no se producen conflictos.

El problema se plantea si media separación entre los padres y el progenitor no


conviviente interrumpe en su cuota alimentaria al alcanzar la mayoría de edad.

Se ha sostenido que esta situación condena irremediablemente a quien ha iniciado sus


estudios universitarios durante la minoridad a abandonar los mismos por imposibilidad
de solventarlos con recursos propios, salvo que quien convive con el hijo, asuma en
exclusividad todos los gastos que irroguen la finalización de sus estudios lo cual crea
una inequidad que es inaceptable.

Es sabido que la interrupción de los alimentos cuando los hijos llegan a la mayoría de
edad lo sufre el padre con quien convive el hijo; por lo general las madres, cabezas de
familia a cargo de los hijos, tratarán de que ellos terminen sus estudios incluso a costa
de su sobrecarga laboral, que afecta su salud y su bienestar, situación que afecta su salud
y su bienestar, y cuya situación crea una desigualdad que vulnera los derechos
reconocidos en los tratados internacionales, como la Convención de Eliminación de toda
Discriminación contra la Mujer, ya que solo queda en cabeza de la madre el aporte para
la formación del hijo, y cuando ella no tiene recursos, se frustra al joven que aspira a
una educación superior.

El criterio que extiende la obligación alimentaria en estos casos es seguido en


numerosos países.

Así en Francia la cesación de la obligación alimentaria se produce cuando el hijo


alcanza la edad de 18 años, su mayoría de edad, sin embargo la ley 2002-303 del
4/3/2002, que modifica el Código civil, dispone que “cada uno de los padres debe
contribuir al mantenimiento y la educación de los hijos en proporción a sus recursos, los
del otro, a las necesidades del hijo…y que esa obligación no cesa de pleno derecho por
la mayoría de edad (art. 371-2)”.

En Italia, aunque por la mayoría de edad a los 18 años cesa el ejercicio de la patria
potestad, la obligación de mantenimiento puede prorrogarse hasta que el hijo logre
independizarse ya sea través de una profesión o de otra actividad. Es decir que la
obligación no finaliza automáticamente al momento en el que el hijo alcanza la mayoría
de edad, y puede perdurar según las circunstancias que deben valorarse en cada caso,
hasta que el hijo haya alcanzado la propia economía e independencia económica.

En América Latina, son muchos los países que han adoptado este criterio, pero poniendo
un tope de edad, como lo hace el Código de Familia de Panamá (art. 377); El Código de
Familia de El Salvador (art. 211); El Código de Familia de Costa Rica (art. 173); El
Código de Familia de Honduras (art. 217); La Ley de Alimentos de Nicaragua (art. 8);
El Código Civil de Perú (arts. 424 y 473); Código de la Niñez y De La Adolescencia de
Ecuador (art. 128).

Todas estas legislaciones señaladas extienden los alimentos para la continuación de la


comunidad educativa, aprendizaje de un arte u oficio, sino los ha finalizado por causa
que no le sea imputable.

Conclusión

El derecho de alimentos constituye sin dudas un derecho inalienable, el cual se


encuentra plenamente consagrado en nuestro sistema jurídico a través de la legislación
interna y por sobre todo en el marco de la normativa de las Convenciones y Tratados
Internacionales del cual formamos parte.

La característica fundamental que tiene el proceso de alimentos con la sanción de la Ley


26.579, que involucra a las personas mayores de 18 años y hasta los 21 se ve plasmada
principalmente en la legitimación activa del reclamo, la percepción y administración de
la cuota alimentaria, con la particularidad de que su extensión será dada en el marco de
una situación mixta entre la obligación alimentaria derivada de la patria potestad y
aquella surgida del parentesco, y su innecesidad de probar la inexistencia de medios
para alimentarse por parte del “hijo actor”.

No obstante semejante protección, este derecho encierra en la práctica diversas


dificultades a la hora de dilucidar las cuestiones emergentes del derecho de familia.

Es por ello, que a los fines de lograr una asistencia rápida y eficaz a favor del
accionante, se debe dar un efectivo cumplimiento de las normas, para que ellos no vean
lesionados sus derechos y obtengan el pago de la cuota alimentaria que necesitan como
sustento de vida.

De lo contrario resultaría frustrado ese derecho y se darían consecuencias que en


muchas situaciones son irreparables.
El Estado, a través de su mecanismo judicial debe colocar todas las herramientas
posibles para que ese derecho ante los casos concretos sea realizable y ejecutable, de
modo tal que los obligados al pago de la misma, contemplen las posibles sanciones ante
un cumplimiento de tal envergadura.

En muchas oportunidades, “los alimentos”, provenientes de una cuota alimentaría


constituyen el único sustento de la persona a quien le corresponde, por lo que de la
factibilidad para lograrse dependerá en muchas veces la calidad de ese sujeto.

Deben imponerse las medidas necesarias para que a través de un sistema justo y eficaz
pueda satisfacerse el derecho alimentaria de aquellas personas que legítimamente lo
peticionan.

Bibliografía

La mayoría de edad y la responsabilidad de los padres-Cecilia P. Grossman- Revista de


derecho de Familia n° 47-Nov/Dic. 2.010.

Reflexión sobre la mayoría de edad a los 18 años-Néstor E. Solari-Revista de Derecho


de Familia y de Las Personas, La Ley, Buenos Aires 2010, año 2, n° 1.

- See more at: http://thomsonreuterslatam.com/articulos-de-


opinion/24/10/2012/doctrina-del-dia-la-mayoria-de-edad-y-la-responsabilidad-
alimentaria-de-los-padres#sthash.XzCUPCkR.dpuf

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