El estado en el mediterraneo antiguo (Francisco Pina Polo) (Zaragoza) (2011): Esto último es lo
que subrayaba Crawford (1984, 31) al comienzo de su síntesis sobre la historia republicana, cuando
hablaba de la esencia del sistema republicano como“el mando colectivo de una aristocracia en
teoría, y hasta diversos grados en la práctica, dependiente de la voluntad de una asamblea
popular”.El Arpinate es, de nuevo, el principal teórico romano republicano sobre la cuestión. Para
Cicerón la existencia de tiranos es absolutamente rechazable (Sobre los deberes, 3.32; Sobre la
república, 2.48), pues cons-tituyen una amenaza letal para el gobierno republicano. (Según
argumenta Ciceron la existencia de los tiranos acaba con la estructura misma de la Republica ya
que se enfoca en la búsqueda exacerbada del poder subordinando a las facciones de la
Republica, todo bajo el interés particular) Con el tirano no cabe ninguna negociación y la tiranía es
una de las situaciones que justificaría la violencia legítima. Un elemento fundamental de la
teorización ciceroniana es que in-cluye en la tiranía, y en la estrategia correspondiente frente a
ella, no ya sólo al tirano constituido como tal, sino también al sospechoso de aspirar al regnum y,
en última instancia, al líder reformador con ascendiente entre la plebe y que no se ajusta a los
parámetros convencionales de la acción política hegemonizada por la oligarquía senatorial. El
abanico es, por tanto, muy amplio y muy marcado políticamente, con perfiles represivos
preventivos muy inquietantes51. El tirano, o el presunto tirano, o el aspirante a tirano, es
otro de esos individuos que habrían perdido automáticamente, en función de su actuación contra
la res publica, todos sus derechos y garantías ciuda-danas. No tiene ningún derecho a la justicia y
su único destino es ser eliminado. En su reflexión, el tiranicidio resulta un deber cívico frente a los
enemigos de la res publica, que todo ciudadano, incluso como pri-vatus, debe plantearse52. Se
sirve para ello de la tradición según la cual Espurio Melio fue eliminado por Servilio Ahala como
simple privatus, base de la legitimación posterior de la intervención de Escipión Nasica contra
Tiberio Graco53. En el fondo, éste es otro tema en el que Cicerón muestra un absoluto desprecio
por la plebe, pues todos los personajes considerados tiranos o aspirantes a la tiranía y por tanto,
como no pertenecientes siquiera al género humano54, gozaban de una evidente popularidad y de
notables apoyos entre la plebe, como muestran las reacciones a su favor que en-contramos en los
autores antiguos, ya se trate de los Graco, Saturnino o Clodio. Así, la pretendida base ética de
su reflexión es solamente una teorización a posteriori dictada por sus prejuicios y sus posiciones
polí-ticas. La supuesta ley natural que reivindica en sus reflexiones políticas no es tal, sino
solamente aquella que se adapta al sistema político que él reivindica, la res publica aristocrática
hegemonizada por el senado. La teoría del tiranicidio es la que parece prevalecer durante la
dictadu-ra de César55. Tras los Idus de marzo del 44, se suceden los comentarios positivos sobre el
episodio56. En todo caso, Cicerón se muestra crítico con el hecho de no haber eliminado también a
Antonio57. El siguiente capítulo en esta evolución es su oposición a Marco Antonio, caracteri-zado
como tirano en las Filípicas. P.p 62-63-64.
…En efecto, con el término res publica la semejanza entre el latín y algunas lenguas modernas
puede estarnos jugando una mala pasada. Como todos sabemos, el término res publica es
compatible con diversas formas de gobierno: monarquía, aristocracia o democracia. Las tres son
otras tantas formae rei publicae21. Cuando Augusto habla de res publica restituta (o cualquiera
otra variante distinta), no necesariamente quiere referirse a un retorno al régimen político anterior
a las guerras civiles. Más bien lo que quiere decir es que se ha restaurado el orden político. Por
decirlo en términos ciceronianos, ha vuelto a establecerse una res publica, porque de nuevo la
romana se asienta sobre la justicia, pues durante las guerras civiles había desaparecido, había
dejado de existir.(las guerras civiles desintegran a la Republica ya que eliminan de manera
radical la estructura misma del derecho, y estas se dan a causa de la falta de consenso
institucional e igualdad entre los ciudadanos de la Republica) De este modo, Augusto puede
presentarse como el fundador del optimus status rei publicae en un edicto recogido por Suetonio,
sobre el que volveremos en seguida, sin que eso implique en modo alguno un retorno al pasado, ni
siquiera en apariencia. Augusto ha reconstruida una res publica devastada por la guerra civil,
dándole una forma nueva. Augusto quiso, por lo tanto, restaurar el ius, no la república. Así lo
proclama el famoso aureus del año 28 a.C. con la siguiente leyenda en el reverso: leges et iura
p(opulo) R(omano) restituit22. Lo que hizo Augusto en el año 28 fue acabar con la situación de
ilegalidad, de pura arbitrariedad, que se había iniciado con el triunvirato y se había prolongado
hasta varios años después de la derrota de Marco Antonio en Accio23. Por eso, este mismo año 28
es el primero en el que pudo prestar el juramento ancestral de no haber hecho como cónsul nada
contrario a las leyes (Dion Casio la afirmación de que “el príncipe habla de una restauración de la
república”. () Se trata naturalmente, de una falsa restauración, en opinión de Syme (quien
aduce luego el testimonio de Suetonio en este sentido), pero el error está en que nunca hubo
siquiera tal pretensión por parte del príncipe. Cfr. Judge (1974). 21 Muy interesantes son la
reflexiones de Brunt (1982) quien, sin embargo, ve la res publicacomo incompatible con la
monarquía y considera que el planteamiento de Cicerón fuerza el significado de la palabra
para hacerla coincidir con el griego politeía. No pue-do estar de acuerdo con él en este punto, sin
embargo: Livio no tenía reparo en hablar de res publica durante la monarquía (1.28.7; 1.30.2;
1.35.6; incluso con Tarquinio el Soberbio: 1.49.7). Con Tácito, claro, res publica puede designar a la
antigua república, en oposición al principado, como en el célebre pasaje de los Annales (1,3):
iuniores post Actiacam uictoriam, etiam senes plerique inter bella ciuium nati: quotus quisque
reliquus qui rem publicam uidisset? 22 Millar (2000).23 En contra, Eder (2005, 24), para quien
la leyenda del aureus “meant the laws of the old Republic”.
Tercera Parte: Mundo Romano 38553.1.1). También en ese mismo año 28 pudo por fin llevarse a
término el censo de los ciudadanos (no se había logrado hacerlo desde el año 70 a.C.), lo cual tuvo
una enorme fuerza simbólica, porque el censo es lo que constituye el populus, tanto en su sentido
jurídico como religioso. Es muy tentador evocar en este punto la definición ciceroniana de po-pulus
(Sobre la república, 1.39) que se asienta en el consensus iuris y su insistencia en que si éste falta no
hay verdadera res publica. Restablecer el consenso del derecho, restablecer el ius, suponía
restaurar la res publica (guerra civil) , pero esto no implicaba un retorno de la vieja república.
Sabemos por Suetonio que Augusto pensó seriamente en dos ocasiones en restaurar la república:
inmediatamente después de la victoria de Accio y más tarde, en el transcurso de una grave
enfermedad, que debió de ser la del 23 a.C. En ninguna de las dos llegó a hacerlo. En vez de eso,
procedió a establecer un régimen nuevo en el que él tuviera toda la responsabilidad sobre la
futuro de la res publica, tal y como él mismo lo proclamó en un edicto cuyo tenor literal nos ha
conservado su biógrafo:“ojalá tenga yo el privilegio de mantener sano y salvo en su sede al Es-tado
(res publica) y recibir el fruto que pido por ello: que sea conocido como el autor de la constitución
más perfecta y que me lleve conmigo, al morir, la esperanza de que permanecerán en su sitio
los cimientos del Estado (res publica) que habré echado” (Suetonio, Vida de Augusto, 28.2;
traducción de V. Picón). El edicto tiene mucha importancia, porque la cita es literal, o preten-de
serlo al menos, y en él vemos al emperador empleando el lenguaje de la ciuilis scientia, de la teoría
política. Por desgracia, Suetonio no fecha este edicto importantísimo. La insistencia en la “sede” de
la res publicaevoca la devastadora campaña desatada contra Marco Antonio, en el 32 y el 31 a.C.,
cuando se le reprochaba la intención de trasladar esa sede a Alejandría. Sin embargo, la confianza
que muestra en la reconstrucción de la res publica sobre una nueva base parece más propia del
Augusto triunfante después de Accio que comunica a los ciudadanos, mediante un edicto, cuáles
son sus intenciones en el momento en que acumula en sus manos todo el poder de Roma:
reconstruir la res publica desde los cimientos, con un régimen nuevo y perfecto (optimus status rei
publicae) creado enteramente por él (auctor). Por eso me inclino a fechar el edicto cuando
Augusto ha regresado ya a Italia, en los momentos previos a su triple triunfo del año 29 a.C.
: P.p 384, 385, 386.
se equivocan quienes sólo ven en CICERÓNa un filósofo antiguo, cuyas preocu-paciones filosóficas,
jurídicas o políticas se hallan muy lejos de las nuestras. Éseno es el CICERÓNde este artículo,
donde, a partir sobre todo de sus dos gran-des diálogos políticos, abordamos tres problemas que,
más de dos mil años des-pués de la muerte del republicano romano, siguen siendo cuestiones
esencialespara la filosofía política. Me refiero al problema de la retórica o a la separación
entrefilosofía y política; a la constitución mixta que, como es sabido, se encuentra en el ori-gen de
la moderna división de poderes; y a la ley natural o a la cuestión de la justicia,que, a su vez, plantea
el problema de si es posible un republicanismo de corte cosmo-polita, capaz de favorecer la unión
entre las repúblicas o Estados. P.P 368 (en el ensayo de Antonio Rivera “republicanismo de
Ciceron” se destacan tres problemáticas “la retórica o a la separación entre filosofía y política; a
la constitución mixta que, como es sabido, se encuentra en el ori-gen de la moderna división de
poderes; y a la ley natural o a la cuestión de la justicia, que, a su vez, plantea el problema de si es
posible un republicanismo de corte cosmopolita, capaz de favorecer la unión entre las repúblicas o
Estados”. )
El buen ciudadano no es, sin embargo, para CICERÓNun héroe, un mártir que, sinninguna
contraprestación, se lanza en defensa de la patria. El mismo republicano MAQUIAVELOdirá
siglos más tarde, en el capítulo XII de Il Principe,que las buenasarmas, la defensa de la patria por
los propios ciudadanos y no por mercenarios, dependede buenas leyes republicanas, esto es, de la
concesión de la libertad política a todo elpueblo. La respublica,la patria, nos exige en muchas
ocasiones abandonar el jardín,hacer frente a la tempestad política y «procurar común sosiego a
los demás a costa demis propios riegos» (DR,I, 7). Ahora bien, esta obligación la asumimos
porque sinella careceríamos de libertad y calma para el ocio.(aquí es cuando la retórica cumple su
función elemental de educar en torno a las buenas costumbres que correspondan al servicio de
la Republica, opacando el ocio. A parte de esto, contribuye a la creación de buenas leyes que se
rijan por el bien común y la seguridad de la Republica) De modo similar a la relación queentre
hombres y dioses se da en el diálogo De natura deorum,CICERÓNestablece ahoraentre patria y
ciudadano una especie de relación contractual, en la que el ciudadanose sacrifica porque la
sociedad política ofrece lo necesario para que desarrolle sus vir-tudes, fundamentalmente sociales
o políticas, y alcance la felicidad. Para explicar estarelación, el autor romano llega a utilizar la
metáfora de la relación entre deudor y acre-edor pignoraticio en el siguiente fragmento: «no nos
engendró ni educó la patria conla condición de que no pudiera esperar de nosotros unos, diríamos,
alimentos, y nosprocurara ella a nuestro ocio un refugio seguro [...], sino que se tomó ella en
garan-tía, para su propio interés, gran parte y lo mejor de nuestro valor, ingenio y pruden-cia, y
nos dejó para nuestro particular provecho tan sólo lo que le pudiera sobrar aella» (DR,I, 8).
Otras excusas alegadas por quienes se apartan de la vida pública, yque CICERÓNrechaza
contundentemente, consisten en decir que sólo se dedican «a lapolítica personas que no valen
para nada» (DR,I, 9), o que los sabios toman parte enlos asuntos públicos únicamente en
situaciones apremiantes, excepcionales o tempes-tuosas. Mas, tratándose de un saber práctico, la
réplica de CICERÓNa esta última excusano puede ser más certera: «el sabio no debe en modo
alguno descuidar esa ciencia delos asuntos civiles, por la razón de que debe prepararse en todo
aquello que no sabesi alguna vez tendrá necesidad de ejercitar» (DR,I, 11). Los mejores hombres,
comolos Siete Sabiosgriegos, son expertos en la política, y demuestran que «no hay nadaen lo
que la capacidad humana se acerque más a lo divino que la constitución denuevas ciudades
y la conservación de las ya constituidas» (DR,I, 12). En esta mate-ria, concluye CICERÓN, lo mejor
es combinar la experiencia y la sabiduría: «tener auto-ridad, no sólo por la práctica, sino también
por la dedicación al estudio y enseñanza»(DR,I, 13). P.P 373
Para poder perdurar, el pueblo y la república se rigen por un gobierno que debeestar siempre al
servicio de la primera causa por la cual se instituye la sociedad polí-tica: el bien común.(Para que
la Republica perdure se debe regir en todos los casos al servicio de la sociedad política. Cicerón
en su primer libro de Republica define la sociedad política como “el conjunto de una multitud
asociada por un mismo derecho que sirve a todos por igual” P.P 376 la cual tiene como objetivo
el bien comun) ,El tipo de república depende de la forma del gobierno (DR,I,47), cuyas
modalidades sencillas son las habituales, monarquía, aristocracia y demo-cracia. «Cualquiera de
estas tres formas —leemos en el diálogo—, si sirve para man-tener aquel vínculo que empezó a
unir en sociedad pública a los hombres, no es per-fecta ciertamente, ni ninguna de ellas, en mi
opinión, es la mejor, pero sí es tolerable»(DR,I, 42). Según CICERÓNo, más bien, según su personaje
Escipión, los reyes quedirigen bien al pueblo se caracterizan por su amor paternal, los nobles
por su pru-dencia o por el gobierno de la virtud, y los pueblos por la defensa de la libertad o dela
completa igualdad de derechos (DR,I, 55). Más adelante, en el tercer libro,Escipión se corrige
parcialmente y añade que, allí donde se impone la tiranía, el dominio de una facción o el de la
multitud, ni siquiera puede hablarse con propiedad dela existencia de una comunidad de derecho
o respublica32.Teniendo en cuenta la inestabilidad de estos regímenes, lo mejor «será aquella
formacombinada y moderada que se compone de los tres tipos de república», por
cuanto«conviene que haya en la república algo superior y regio, algo impartido y atribuido ala
autoridad (auctoritas) de los jefes, y otras cosas reservadas al arbitrio y voluntad dela
muchedumbre» (DR,I, 69). Las dos virtudes fundamentales de esta constituciónmixta son la
igualdad moderada, la compatible con el reconocimiento de dignidades yque, por tanto, no
degenera en libertinaje, y, en segundo lugar, la estabilidad. El régi-men mixto necesita de una
cierta igualdad de derechos y deberes para que sea posibleformar una república de hombres
libres. Asimismo, mientras las tres formas puras semudan constantemente en otras nuevas, la
constitución moderada por la combinaciónde la potestad consular, la autoridad senatorial y la
libertad del pueblo se caracterizapor su estabilidad (DR,II, 57). Bajo una constitución mixta son
muy raros los defectosgraves de los gobernantes, y por ello no sólo no hay lugar para caídas
precipitadas, sinoque incluso se puede retrasar indefinidamente el movimiento cíclico de
degeneración. P.P 377-378. (según Cicerón “los reyes que dirigen bien al pueblo se caracterizan
por su amor paternal (Monarquía), los nobles por su prudencia o por el gobierno de la virtud
(Aristocracia), y los pueblos por la defensa de la libertad o de la completa igualdad de derechos
(Democracia)” P.P 377-378, en el tercer libro de la Republica de Cicerón, este destaca que estas
formas de gobierno tienen cierta tendencia a corromperse, aquí añade la tiranía y la oligarquía
donde el dominio de una facción o de la multitud se ve enfocado hacia bienes particulares y no
atendiendo los de la Republica, en ese sentido no se podría hablar de la existencia de una
“comunidad de derecho” o Republica. Con respecto a lo anterior Cicerón recomienda formular
una constitución mixta que tome lo mejor de cada forma de Republica “Teniendo en cuenta la
inestabilidad de estos regímenes, lo mejor «será aquella forma combinada y moderada que se
compone de los tres tipos de república», por cuanto «conviene que haya en la república algo
superior y regio, algo impartido y atribuido a la autoridad (auctoritas) de los jefes, y otras cosas
reservadas al arbitrio y voluntad dela muchedumbre” P.p 377-378.
Entre los principales antecedentes con los cuales contaba el republicano romanopara elaborar su
teoría de la constitutio permixtacabe citar a los griegos PLATÓN, ARIS-TÓTELESy POLIBIO. Del
primero tiene en cuenta la descripción que se hace en LasLeyes de la constitución espartana.
De ARISTÓTELESla oposición entre gobierno mixtoy estado popular, así como la defensa de una
versión de constitución mixta en la queel poder de la magistratura popular está muy limitado.
Quizá la influencia más evi-dente sea la de POLIBIO. Especial relevancia adquiere el libro VI
de sus Historias,donde el griego comenta que la república romana, basada en el gobierno del
senado,de los cónsules y del tribuno de la plebe, había llegado a tal grado de perfección queni
siquiera los romanos sabrían decir si su régimen era aristocrático, monárquico
odemocrático35. A juicio de POLIBIO, la perfección de las constituciones mixtas romanay
lacedemonia permitía evitar la anakyklosis,esto es, la repetición cíclica de las diver-sas formas de
gobierno. La decadencia de Roma dependía de que uno de los tres ór-ganos constitucionales
aumentara desmesuradamente su poder y desapareciera elequilibrio que existía entre los
diversos poderes. (Tomando el caso de Roma, su decadencia dependía del aumento
desmesurado de los tres órganos constitucionales y “desapareciera el equilibrio entre los
diversos poderes” P.p 379) POLIBIOsostenía, no obstante, la irre-mediable y platónica corrupción
kata physinde las constituciones sencillas. La cons-titución mixta se limitaba a ralentizar esta
decadencia. CICERÓNnos proporciona, sinembargo, una teoría cíclica menos rígida, dado que, en
su opinión, no siempre se sigueel mismo orden en la sucesión de los regímenes defectuosos, y,
además, hay mayoresposibilidades de mantener con medidas correctivas el equilibrio y la
estabilidad de laforma constitucional mixta. No es de extrañar así estas palabras de Escipión:
«unaciudad debe constituirse de manera que resulte eterna», ya que «la muerte no es natu-ral
para una república como lo es para un hombre, para el cual, la muerte, no sólo esnecesaria, sino
muchas veces deseable» (DR,III, 34). P.P 379.
17
Para el filósofo romano, los hombres son seres sociales por naturaleza, están des-tinados a la
convivencia, porque tienen en común la recta razón. Sin ella ni podría mos compartir una
misma idea de justicia o de bien, ni podríamos lograr el consensusiurissobre el cual se construye
la ciudad. Y es que, aun siendo los hombres «des-iguales en saber, poseen la misma
aptitud para aprender» (DL,I, p. 179). Sólo lasmalas costumbres debilitan o apagan la luz
natural de los seres humanos. CICERÓN,adelantándose en muchos siglos a los análisis de un
iusnaturalista moderno como THO-MASIUS, sabe que las diferencias de opinión entre los
individuos, las auténticas causasde los desacuerdos y discordias, no tienen tanto que ver con el
entendimiento, el cuales por naturaleza común a todos, cuanto con la debilidad de nuestra
voluntad45. Elfilósofo insiste en que, gracias a la aptitud natural o común para conocer la ley natu-
ral, «el género humano constituye una sola sociedad o comunidad» (DL,I, p. 180).El
republicanismo normativo de CICERÓN, basado en el consenso sobre el ius,des-emboca de
esta manera en el cosmopolitismo. Es decir, logra una original síntesis entrela teoría republicana y
la teoría estoica de un EPICTETO, para quien el cosmos era unaúnica ciudad inspirada por la
divinidad y cada hombre un ciudadano del mundo acausa de su parentesco con Dios.Desde un
punto de vista republicano, lo importante de esta síntesis radica en quela capacidad de todos para
conocer la justicia y la ley natural hace posible que la socie-dad política sea buena en sí misma y
que uno de los fines prioritarios del hombre seaalcanzar la virtud cívica. Para CICERÓN, el Derecho
(ius), la justicia y la virtud cívicason fines incondicionales y se apetecen por sus méritos intrínsecos
(DL,I, p. 186). Nopueden ser medios para conseguir bienes más elevados. Por ello, el
ciudadano vir-tuoso obra de acuerdo con el principio del deber, y «no con vistas al resultado»
(DL,I, p. 187) (Lo importante radica en la capacidad de los ciudadanos en conocer la justicia y la
ley natural que posibilita la sociedad política definida desde Cicerón, como fin de alcanzar la
virtud cívica “Para CICERÓN, el Derecho (ius), la justicia y la virtud cívicason fines incondicionales
y se apetecen por sus méritos intrínsecos” P.p 383-384). Si se buscaran estos fines más allá de su
valor propio, más allá del objetivodel consensus iuriso de la construcción de una
respublicaduradera, ya no se podríahablar realmente de justicia o de virtud46. En tal caso
habríamos de admitir que nosomos seres políticos por naturaleza, que no apetecemos estas
virtudes en sí mismas,y que sólo la indigencia humana nos lleva a fundar las ciudades.
(Garcia en su ensayo del republicanismo y Republica concluye en que la naturaleza política del
hombre pasa “por la defensa de la ley natural y por la capacidad del hombre para aprehenderla
con su recta razón, esto es, con un sentido común—y, por ello, político— a todos los hombres. La
amistad, la sociedad humana, la igual-dad y la justicia no pueden dejar de ser fines
incondicionales” P.P 384) El reconocimiento de la naturaleza política del hombre pasa por la
defensa de la ley natural y por la capa-cidad del hombre para aprehenderla con su recta razón, esto
es, con un sentido común—y, por ello, político— a todos los hombres. La amistad, la sociedad
humana, la igual-dad y la justicia no pueden dejar de ser fines incondicionales (DL,I, p. 187) para
unateoría republicana.Sin justicia ni ley natural, el republicanismo ciceroniano perdería su
más sólidofundamento, y entonces, la política, en cuanto ámbito de lo probable o verosímil, esta-
ría más cerca de la falsedad que de la verdad. P.P 383-384
La lógica de reconstrucción histórica de Livio establece que, con el correr del tiempo y junto con la
expansión territorial entre los reinados de Tulo y Anco, debió aumentar también la población
integrada, y en mayor proporción la del sector representado por los pequeños campesinos
vinculados a una frágil economía de subsistencia (1.33.8). P.P 269
Si bien hasta aquí resulta relativamente claro que para Livio, ciertas prácticas colectivas estaban en
alguna medida destinadas a mantener cohesionada y ocupada a la población (es razonable
suponer que ello tendría que ver, en parte, con los más o menos prolongados intersticios de la
estacionalidad de la economía agraria), con el relato de la instauración de la República comienza a
otorgarle una preeminencia casi absoluta a la guerra. Es en este sentido que tanto la guerra como
la propia organización militar se convierten en elementos claves para comprender tanto el carácter
como la modalidad de las demandas políticas y económicas planteadas por los plebeyos en los
momentos iniciales del período republicano. Es a partir de entonces cuando tendrá lugar lo que
será la lógica en muchos de los episodios bélicos de este período: los líderes de la aristocracia
esgrimen la amenaza externa justo cuando se desencadenan los problemas internos, con lo cual la
guerra sería empleada como un dispositivo para contenerlos (Liv. 2.23-24). P.P 269-270.
Livio afirmaba que para el transcurso del año que correspondió al consulado de Publio Servilio y
Apio Claudio (c. 495), “la ciudad se encontraba enfrentada consigo misma”. Los reclamos tenían
que ver con las deudas y el nexum, y los plebeyos aprovecharon la ocasión para “protestar con
indignación de luchar en el exterior por la libertad y el imperio, y estar en el interior convertidos en
esclavos y oprimidos por sus conciudadanos” Livio (2.23.2).(Consenso 272) Los aristócratas
debaten entre imponer la fuerza o inclinarse por la modalidad propia de la vida comunitaria, es
decir, la negociación. Ambas posturas están representadas en el relato de Livio, más de una vez,
por la dualidad consular. En este caso, Servilio es negociador y Apio un autoritario prepotente10. El
senado deberá resolver apoyar una u otra propuesta; a veces reconoce su íntima convicción
colectiva de preferir actuar por la fuerza, pero en definitiva termina inclinándose sabiamente por el
camino de la negociación. Mientras tanto se anuncia la amenaza de los volscos (Liv. 2.24.1) y los
plebeyos aprovechan la oportunidad para declarar que “los patricios hiciesen el servicio militar,
que los patricios empuñasen las armas, para que los peligros de la guerra correspondiesen a
quienes sacaban provecho de ella” (2.24.2). P.P 272.
A continuación comenta Livio que “la amenaza exterior, el más fuerte vínculo de entendimiento,
mantenía unidos los ánimos a pesar de las reticencias y la animosidad mutua” (2.39.7). Y un poco
más adelante, después del episodio de Coriolano (c. 490-488)11, insiste sobre lo mismo cuando las
tensiones entre el senado y la plebe volvieron a agravarse debido a que los senadores habían
logrado imponer como cónsul a Cesón Fabio, resistido por los plebeyos, puesto que representaba a
una familia patricia repudiada por sus tendencias conservadoras marcadamente anti-plebeyas
(Livio 2.42.3)12: P.P 274
Es de destacar que, en ocasiones, la dictadura parece haber sido utilizada como una herramienta
en manos de los patricios para contener los reclamos de igualdad y las revueltas democratizadoras
de los pobres y oprimidos. Se trata, por cierto, de la modalidad seditionis sedandae causa, es decir,
aquella dirigida a ahogar rebeliones internas. Si bien no parece haber existido un uso frecuente de
la institución dictatorial para el mantenimiento del dominio de la clase patricia sobre los plebeyos,
lo cierto es que, más de una vez, la dictadura fue proclamada como un arma de opresión en la
lucha de clases que enfrentó a ricos y pobres durante la República romana31. P.P 418
Asimismo, la posición de superioridad del dictador era evidenciada por la circunstancia de que se
le concedían veinticuatro lictores, el doble de los que se otorgaban a los cónsules, cuerpo de
guardia que lo escoltaba a través de las calles de Roma portando sus armas, con el añadido,
ciertamente relevante, de que los cónsules estaban prohibidos de aparecer ante el dictador
acompañados por sus propios lictores33. P.P 418-419.
Fueron las dictaduras de Sila y Julio César las que, en el siglo I a.C., marcaron una diferencia
cualitativa con la tradición propiamente republicana. En efecto, Sila y César asumieron el título de
dictadores, pero no respetaron las restricciones habituales de la institución, en particular, su
finalidad de conservación del orden constitucional, el cual modificaron, y la limitación temporal,
que fue largamente excedida, llegando, en el caso de César, al extremo de ser proclamada una
dictadura «perpetua»38. No puede extrañar, entonces, que Carl Schmitt sostuviera, respecto de
ambos gobernantes, que «de la antigua dictadura solo tomaron el nombre»39. P.P 419-420.
Por lo demás, la participación en el nombramiento del dictador por parte de otros órganos
políticos, como el Senado y la Asamblea Curiata, lo mismo que el funcionamiento de las restantes
magistraturas ordinarias durante esta etapa tardía de la República, devinieron en irreales y
caricaturescos, afirmándose la transición hacia el régimen autocrático e imperial40. En las
elocuentes palabras de Clinton Rossiter, el nuevo fenómeno político en Roma consistía en que «el
gobierno constitucional había pasado a la historia; por lo tanto, también el dictador
constitucional», lo que equivale a decir que «el gobierno de emergencia de naturaleza legal había
sido reemplazado por el gobierno de emergencia en defensa del absolutismo»41. Es de notar,
como un curioso dato histórico, que esta modalidad dictatorial de cuño inconstitucional y carente
de límites externos e internos fue abolida sobre la base de una moción de Antonio, a la muerte de
Julio César42. Como es de suponer, la relajación del carácter ético y político de los romanos, que
tan relevante era para evitar el desbordamiento de los límites que debían constreñir al dictador43,
parece haber sido un elemento de primer orden en la decadencia de la institución dictatorial y aun
en la debacle final de la misma República. En tal sentido, Barbara Levick señala que la tensión entre
la ambitio y el principio de igualdad, existente en el centro mismo de la Constitución republicana,
terminó por resolverse a favor de la primera, quedando finalmente desplazados los valores de la
Roma temprana —la moderación y las limitaciones impuestas a los poderes, su temporalidad, el rol
orientador del Senado, etcétera— en la República tardía44. P.P 420.
“Es de destacar que, en ocasiones, la dictadura parece haber sido utilizada como una
herramienta en manos de los patricios para contener los reclamos de igualdad y las revueltas
democratizadoras de los pobres y oprimidos. Se trata, por cierto, de la modalidad seditionis
sedandae causa, es decir, aquella dirigida a ahogar rebeliones internas… lo cierto es que, más de
una vez, la dictadura fue proclamada como un arma de opresión en la lucha de clases que
enfrentó a ricos y pobres durante la República romana”. [CITATION Abr14 \p 418 \l 9226 ]
“Fueron las dictaduras de Sila y Julio César las que, en el siglo I a.C., marcaron una diferencia
cualitativa con la tradición propiamente republicana. En efecto, Sila y César asumieron el título
de dictadores, pero no respetaron las restricciones habituales de la institución, en particular, su
finalidad de conservación del orden constitucional, el cual modificaron, y la limitación temporal,
que fue largamente excedida, llegando, en el caso de César, al extremo de ser proclamada una
dictadura «perpetua»38. No puede extrañar, entonces, que Carl Schmitt sostuviera, respecto de
ambos gobernantes, que «de la antigua dictadura solo tomaron el nombre” [ CITATION Abr14 \l
9226 ]
“Como es de suponer, la relajación del carácter ético y político de los romanos, que tan relevante
era para evitar el desbordamiento de los límites que debían constreñir al dictador43, parece
haber sido un elemento de primer orden en la decadencia de la institución dictatorial y aun en la
debacle final de la misma República”. [CITATION Abr14 \p 420 \l 9226 ]
Virtus Romana bajo la dinastía Julio-Claudia: la visión de Tácito en sus Annales (Catalina
Balmaceda) (Chile) (2011) :Salustio, en su Conjuradón de la Catilinay la Guerra de Yugurta, mostró
el declinar de la virtus y predijo que si los romanos continuaban comportémdose con saemtia,
superbia y ambitio, esto traeria el fin y la desintegración de Roma. P.P 364
El mantenerse firme frente a las tdbulaciones, la resistencia implacable y el valor para servir a la
res publica habían sido las caractedsticas propias de un romano republicano. P.P 367.
Cicerón vivía en una democracia, o si se prefiereel análisis polibiano, vivía en un régimen mixto con
fuertes tendencias democráticas, que eran, precisamente, las que hacían necesa-rios a los
oradores. De modo semejante a lo que ocurrió en Atenas,donde democra-cia y sofística
eraninseparables, en Romala oratoria cobra importancia en la medida en que las decisiones
cruciales se adoptan cada vez más mediante el debate público. P.P 131
Y esa ley natural, ¿cuál es? Cicerón la hace equivalente a la razón de modo que se
identifica con la filosofía y nos hace regresarasí al primer punto de este trabajo. Hasta donde
podemos saber, él nunca aludió al “rey filósofo”, pero es ésta una expresión que cuadra bien en un
seguidor de la academia platónica. Esverdad que era más realista que todo eso y aceptaba que en
política las cosas no se adaptaban siempre al ideal. Por esa razón, prefería la constitución
mixta a la monárquica, porque era a su entender más estable y menos expuesta a los riesgos
detoda monarquía, esto es, que el monarca en cuestión tuvieramuy poco o nada de rey-
filósofo. Así pues, hay que darle una cierta voz al pueblo, pero los destinos de la república deben
estar en manos de una reducida minoría de senadores con extensos conocimientos de
filosofía.6Su doctrina ha de ser la guía a la que se sometan todas las partes de la comunidad
política. Por esta razón precisamente pensaba el Arpinate que la retórica era más valiosa que la
filosofía, porque la primera podía conseguir que las buenas doctrinas se hicieran realidad y no
se quedaran sólo en el papel. La retórica –traduzcamos al lenguaje contemporáneo una vez
más: la política–sirve para hacer mejores a los hombres. P.P 136.
Podemos ver, eso sí,que el diálogo arranca utilizandola metáfora de los dos soles que han sido
oficialmente notificados al se-nado para la debidaexpiación. Los dos soles simbolizan la herida
abierta en Roma, donde no hay un senado y un pueblo, sino dos, enfrentados e
irreconciliables.(Consenso, 137) El diálogo, escrito en esos años decisivos, hacia el 53-52 a.C.,
pretende sanar la herida por el procedimiento de crear un espacio público, dotar de contenido y
de respeto a lo público en un momento en que éste apenas existía.Por eso define la
república como una propiedad del pueblo (res publica –res populi:Sobre la república,I 39)y por eso
insiste en que cuando una parte se apropia de lo que es de todos, la república desaparece(137).
Cicerón emplea varias veces este argumento en contra de las propuestas o conquistas delos
populares, como el reparto gratuito de trigo a la plebe de Roma, establecido por ley en el año 58
a.C. El gasto que esto suponía equivalía a la quinta parte, más o menos, de los ingresos del
erario de Roma.Lo que era propiedad de todos, el erario, se ponía al servicio de una parte: la
plebe urbana.Sucede algo simi-lar con los grandes edificios que por sí mismos simbolizaban el
imperio. Cicerón los quiere también públicos, pese a que en sus mismos nombres llevan la
marca de la propiedad privada: la basílica Emilia o Porcia, la misma curia Cornelia hasta llegar
al forum Iulii, el foro de César. Y la gloria, la gloria que exalta al individuo y lo hace grande, esa
gloria no debe crecer hasta el punto de hacer peligrar la república. Con la tradición y el linaje
sucedía algo parecido. Algunos oligarcas se apropiaban de sus ilustres antepasados, pero
Cicerón, en tanto que ciudadano romano, reclama también sus derechos de herenciay convierte,
por ejemplo, a un Escipión Emiliano en prota-gonista de sudiálogo(van der Blom 2010: 101). Estos
grandes generales que funda-ron el imperio no pertenecen sólo a sus descendientes.De este
modo, quiere cons-truir una memoria optimate, una galería de retratos de ilustres antepasados a
quienes convierte en la columna vertebral de la república.En Cicerón, lo que se antepone a todo,
el primer deber del buenciudadano, es la defensa de la república optimate, la única posible,
porque él ha expulsado a los popularesde la comunidad política y ha sometido la ley aprobada en
comicios a lasbridas del senado y la ley natural.
La raíz del problema, hoy como entonces, consiste en la correcta definición de la comunidad
política, una definición que armonice los intereses de cada individuo con los del conjunto
de los ciudadanos. P.P 137.
Tomando el caso de Roma, su decadencia dependía del aumento desmesurado de los tres órganos
constitucionales y “desapareciera el equilibrio entre los diversos poderes” (Garcia, 2006, pág. 379)
Según argumenta Ciceron la existencia de los tiranos acaba con la estructura misma de la Republica
ya que se enfoca en la búsqueda exacerbada del poder subordinando a las facciones de la
Republica, todo bajo el interés particular.
“la defensa de la patria por los propios ciudadanos y no por mercenarios, depende de buenas leyes
republicanas, esto es, de la concesión de la libertad política a todo el pueblo… esta obligación la
asumimos porque sin ella careceríamos de libertad y calma para el ocio” (Garcia, 2006, pág. 373).
Aquí es cuando la retórica cumple su función elemental de educar en torno a las buenas
costumbres que correspondan al servicio de la Republica, opacando el ocio. A parte de esto,
contribuye a la creación de buenas leyes que se rijan por el bien común y la seguridad de la
Republica. Cicerón destaca que lo mejor es combinar la experiencia y la sabiduría para la
dedicación del estudio y la enseñanza “Tan elevado papel desempeña la retórica que la fundación
de la república según cieron depende de ella… Ciceron fue un orador, gracias a la magia de su
discurso, a la elocuencia de su verbo, quien logró unir a los hombres pri-mitivos, los cuales se
hallaban dispersos hasta ese momento, y agruparlos en torno a ciudades regidas por leyes. ”
(Garcia, 2006, pág. 374). Es de destacar que “La persuasión no sería posible si todos los ciudadanos
no fueran capaces de juzgar correctamente qué discursos o explicaciones tienen como objeto el
bien común” (Garcia, 2006, pág. 373). Además, exige que todos los ciudadanos tengan la
capacidad de conocer lo justo y lo injusto para determinar que discursos están ligados al bien
común y la capacidad del juicio. Este último es necesario en la medida que los ciudadanos sepan la
verosimilitud del discurso y si un determinado discurso actúa en pro del bienestar de la Republica.
Cabe destacar la temática de la dictadura, esta consistía en la preservación del orden republicano y
constitucional, por lo tanto, estaba sometida a limites generales y específicos. No obstante, en
Roma se apreciaron distintos eventos históricos de dictadores que no cumplían esta función y
aceleraron el declive de la republica romana:
“Es de destacar que, en ocasiones, la dictadura parece haber sido utilizada como una herramienta
en manos de los patricios para contener los reclamos de igualdad y las revueltas democratizadoras
de los pobres y oprimidos. Se trata, por cierto, de la modalidad seditionis sedandae causa, es decir,
aquella dirigida a ahogar rebeliones internas… lo cierto es que, más de una vez, la dictadura fue
proclamada como un arma de opresión en la lucha de clases que enfrentó a ricos y pobres durante
la República romana”(Vallejos, 2014, pág. 418)
“Fueron las dictaduras de Sila y Julio César las que, en el siglo I a.C., marcaron una diferencia
cualitativa con la tradición propiamente republicana. En efecto, Sila y César asumieron el título de
dictadores, pero no respetaron las restricciones habituales de la institución, en particular, su
finalidad de conservación del orden constitucional, el cual modificaron, y la limitación temporal,
que fue largamente excedida, llegando, en el caso de César, al extremo de ser proclamada una
dictadura «perpetua»38. No puede extrañar, entonces, que Carl Schmitt sostuviera, respecto de
ambos gobernantes, que «de la antigua dictadura solo tomaron el nombre” (Vallejos, 2014)
“Como es de suponer, la relajación del carácter ético y político de los romanos, que tan relevante
era para evitar el desbordamiento de los límites que debían constreñir al dictador43, parece haber
sido un elemento de primer orden en la decadencia de la institución dictatorial y aun en la debacle
final de la misma República”. (Vallejos, 2014, pág. 420)
“Los dos soles simbolizan la herida abierta en Roma, donde no hay un senado y un pueblo, sino
dos, enfrentados e irreconciliables” (Quiroga, 2013, pág. 137)
Por eso Ciceron define la república como una propiedad del pueblo (res publica –res populi:Sobre
la república,I y por eso insiste en que cuando una parte se apropia de lo que es de todos, la
república desaparece” (Quiroga, 2013, pág. 137)
“Es muy tentador evocar en este punto la definición ciceroniana de po-pulus que se asienta en el
consensus iuris y su insistencia en que si éste falta no hay verdadera res publica. Restablecer el
consenso del derecho, restablecer el ius, suponía restaurar la res publica” (Polo, 2011, pág. 385)
Para que la Republica perdure se debe regir en todos los casos al servicio de la sociedad política.
Cicerón en su primer libro de Republica define la sociedad política como “el conjunto de una
multitud asociada por un mismo derecho que sirve a todos por igual” (Garcia, 2006, pág. 376) la
cual tiene como objetivo el bien común. En este sentido, un elemento vital para hablar de
Republica es de la igualdad, pero está encaminada en la correcta distribución de derechos y
deberes. Sin este elemento no habría algo así como la libertad en una República “el otro
elemento fundamental para poder hablar de respublica es la igualdad. Ciertamente, no se trata
de una igualdad de fortunas ni de inte-ligencias, sino de derechos y deberes” (Garcia, 2006, pág.
376).
Según Cicerón “los reyes que dirigen bien al pueblo se caracterizan por su amor paternal
(Monarquía), los nobles por su prudencia o por el gobierno de la virtud (Aristocracia), y los
pueblos por la defensa de la libertad o de la completa igualdad de derechos (Democracia)” (Garcia,
2006, págs. 377-378) en el tercer libro de la Republica de Cicerón, este destaca que estas formas
de gobierno tienen cierta tendencia a corromperse, aquí añade la tiranía y la oligarquía donde el
dominio de una facción o de la multitud se ve enfocado hacia bienes particulares y no atendiendo
los de la Republica, en ese sentido no se podría hablar de la existencia de una “comunidad de
derecho” o Republica. Con respecto a lo anterior Cicerón recomienda formular una constitución
mixta que tome lo mejor de cada forma de Republica “Teniendo en cuenta la inestabilidad de estos
regímenes, lo mejor «será aquella forma combinada y moderada que se compone de los tres
tipos de república», por cuanto «conviene que haya en la república algo superior y regio, algo
impartido y atribuido a la autoridad (auctoritas) de los jefes, y otras cosas reservadas al arbitrio y
voluntad dela muchedumbre” (Garcia, 2006, págs. 377-378). Enseguida menciona las dos virtudes
fundamentales de la constitución mixta: la igualdad moderada (la compatible con el
reconocimiento de dignidades y que, por tanto, no degenera en libertinaje P.p 378 ) y, la
estabilidad. Esta constitución mixta necesita “de una cierta igualdad de derechos y deberes para
que sea posible formar una república de hombres libres. Así mismo, mientras las tres formas puras
se mudan constantemente en otras nuevas, la constitución moderada por la combinación de la
potestad consular, la autoridad senatorial y la libertad del pueblo se caracteriza por su estabilidad.
P.p 378)
Lo importante radica en la capacidad de los ciudadanos en conocer la justicia y la ley natural que
posibilita la sociedad política definida desde Cicerón, como fin de alcanzar la virtud cívica “Para
CICERÓN, el Derecho (ius), la justicia y la virtud cívicason fines incondicionales y se apetecen por
sus méritos intrínsecos” (Garcia, 2006, págs. 383-384). Garcia en su ensayo del republicanismo y
Republica concluye en que la naturaleza política del hombre pasa “por la defensa de la ley natural y
por la capacidad del hombre para aprehenderla con su recta razón, esto es, con un sentido común
—y, por ello, político— a todos los hombres. La amistad, la sociedad humana, la igual-dad y la
justicia no pueden dejar de ser fines incondicionales” (Garcia, 2006, pág. 384)
“Livio afirmaba que para el transcurso del año que correspondió al consulado de Publio Servilio y
Apio Claudio (c. 495), “la ciudad se encontraba enfrentada consigo misma”. Los reclamos tenían
que ver con las deudas y el nexum, y los plebeyos aprovecharon la ocasión para “protestar con
indignación de luchar en el exterior por la libertad y el imperio, y estar en el interior convertidos en
esclavos y oprimidos por sus conciudadanos” (Lamboglia, 2008, pág. 272)
“Por decirlo en términos ciceronianos, ha vuelto a establecerse una res publica, porque de nuevo
la romana se asienta sobre la justicia, pues durante las guerras civiles había desaparecido, había
dejado de existir” (Polo, 2011, pág. 384). las guerras civiles desintegran a la Republica ya que
eliminan de manera radical la estructura misma del derecho, y estas se dan a causa de la falta de
consenso institucional, igualdad y pluralidad entre los ciudadanos de la Republica, al haber una
disputa entre distintas facciones queriendo obtener un determinado fin. A continuación citare dos
partes de artículos que contratan la premisa previamente mencionada:
“Comenta que en algún momento el rey Numa prefirió sustituir la actividad militar por la religiosa
(que por otra parte se ocuparía de organizar de manera pormenorizada), pero finalmente se
percató de que, en realidad, debía lograrse una especie de equilibrio entre la guerra, el derecho y
la piedad religiosa, sobre todo cuando ésta deviene en una especie de obsesión colectiva”
(Lamboglia, 2008, pág. 268)