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Documento de posicionamiento de Tarcila Rivera Zea, experta integrante del Foro Permanente para los Asuntos Indígenas de las Naciones Unidas. Ante la III Conferencia Regional de Población y Desarrollo de la CEPAL.
Judul Asli
Posicionamiento de Tarcila Rivera Zea ante la III Conferencia Regional de Población y Desarrollo
Documento de posicionamiento de Tarcila Rivera Zea, experta integrante del Foro Permanente para los Asuntos Indígenas de las Naciones Unidas. Ante la III Conferencia Regional de Población y Desarrollo de la CEPAL.
Documento de posicionamiento de Tarcila Rivera Zea, experta integrante del Foro Permanente para los Asuntos Indígenas de las Naciones Unidas. Ante la III Conferencia Regional de Población y Desarrollo de la CEPAL.
TERCERA REUNIÓN DE LA CONFERENCIA REGIONAL SOBRE POBLACIÓN Y
DESARROLLO DE LA COMISIÓN ECONÓMICA PARA AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE
(CEPAL) Lima, Perú, de 7 a 9 de agosto de 2018
Tarcila Rivera Zea
Integrante experta del Foro Permanente de las Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas Vicepresidenta de CHIRAPAQ Centro de Culturas Indígenas del Perú
En América Latina y el Caribe, los pueblos indígenas, y particularmente las mujeres,
niñez y juventud de nuestros pueblos, seguimos sufriendo las peores formas de exclusión, desigualdad y violencias en nuestros territorios ancestrales y en las ciudades. En el contexto de vulneración de nuestros derechos, reconocemos el potencial del Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo para generar y fortalecer el compromiso de los Estados con tomar medidas integrales encaminadas a revertir esta situación. Además, dada la atención prioritaria a las personas y los grupos que enfrentan mayores barreras para participar plenamente en el desarrollo de sus sociedades, la implementación de este ambicioso acuerdo contribuirá directamente al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, que se basan en la promesa de “no dejar a nadie atrás”. En el marco de la Tercera Reunión de la Conferencia Regional sobre Población y Desarrollo que se realiza en Lima, saludamos los avances realizados por los Estados y el apoyo del sistema de las Naciones Unidas para promover el ejercicio de los derechos colectivos e individuales de los pueblos indígenas en materia de población y desarrollo. Sin embargo, consideramos necesario poner de relieve que, debido a barreras relativas a la capacidad institucional, presupuestos específicos, disponibilidad de datos desagregados y voluntad política, los avances reportados en los informes nacionales siguen siendo incipientes e insuficientes y se refieren, en varias ocasiones, a medidas puntuales. Por tanto, consideramos necesario defender y promover la efectiva y correcta implementación del Consenso para traducir los compromisos asumidos y los procesos iniciados en políticas de Estado que produzcan resultados concretos, continuos y multiplicadores. A continuación, destacamos algunos desafíos y recomendaciones relativos a la implementación del Consenso y el seguimiento de los avances logrados: 1. Si bien el capítulo H del Consenso incluye siete medidas específicas para los pueblos indígenas, de acuerdo con la Guía operacional “es preciso visualizar la situación de estos pueblos de manera transversal e integral en todas las medidas establecidas en el Consenso” (LC/L.4061(CRPD.2/3)/Rev.1). Generalmente, los informes nacionales se destacan por la ausencia de información sobre pueblos indígenas relativa a la implementación de las medidas prioritarias de los demás capítulos. En el mismo sentido, salvo algunas menciones puntuales, las alrededor de 25 millones de mujeres indígenas de la región estamos invisibles en los informes y son todavía más escasas las referencias a las medidas adoptadas para responder a la situación particular de la niñez y la juventud indígena o las personas mayores indígenas. En el futuro, esperamos que los Estados adopten medidas e informen, por ejemplo, sobre la existencia de mecanismos de participación efectiva de adolescentes y jóvenes indígenas en el debate público y la toma de decisiones (MP 8), programas que enfrenten las violencias contra las personas mayores indígenas en la esfera pública (MP 23) y estrategias integrales para erradicar la vulneración de los derechos humanos de las mujeres indígenas migrantes (MP 68). 2. Dado que todos los países de la región representan una gran heterogeneidad sociocultural y lingüística, para garantizar que las medidas del Consenso sean efectivas y apropiadas para los pueblos indígenas, se requiere que todas las medidas sean implementadas con pertinencia cultural respetando nuestro derecho a la libre determinación. La mejor manera para identificar las acciones culturalmente pertinentes -por ejemplo, respecto a servicios de salud sexual y salud reproductiva amigables (MP 12)- es promover una participación plena y representativa de los pueblos indígenas, incluyendo las mujeres, niñez y juventud, en el diseño, la implementación, el monitoreo y la revisión de las medidas adoptadas en el marco del Consenso. Para ello, es urgente brindar oportunidades a las organizaciones indígenas para construir y fortalecer sus capacidades para la incidencia y participación política, incluyendo el uso de instrumentos internacionales de derechos y el diseño de políticas públicas. En este sentido, el acceso a la información, la construcción de capacidades y el empoderamiento en derechos son fundamentales para la correcta aplicación del derecho al consentimiento libre, previo e informado. 3. Los informes nacionales evidencian una creciente institucionalidad dentro de los Estados para responder a la situación de los pueblos indígenas, y en algunos casos particulares, a la situación específica de las mujeres indígenas. Sin embargo, no se cuenta con suficiente información sobre los resultados alcanzados por estas instituciones, programas, grupos de trabajo y mesas de consulta. Por tanto, es indispensable involucrar a las organizaciones indígenas en la evaluación de estos mecanismos y garantizar que la participación sea siempre representativa, inclusiva y deliberativa, y no meramente simbólica para legitimar decisiones tomadas. Así mismo, como es sabido, los mecanismos sin presupuesto específico no existen más allá del plano discursivo, en las resoluciones y los organigramas del Estado. 4. Uno de los principales desafíos para los Estados es contar con datos suficientes y confiables que permitan conocer las características de los múltiples grupos que conforman sus sociedades, y de esta manera, responder efectivamente a sus realidades con políticas y programas pertinentes. En este sentido, es indispensable acelerar los esfuerzos para producir datos e indicadores desagregados por autoidentificación étnica, edad, sexo, género, discapacidad y condición migratoria que incluyan las medidas prioritarias. Así mismo, se debe garantizar la participación de las y los actores en el diseño y contextualización de indicadores y en la recolección e interpretación de los datos para asegurar que los datos e indicadores realmente reflejen la complejidad de nuestras sociedades, permitiendo entender la situación de actores diversas como, por ejemplo, mujeres indígenas desplazadas en zonas marginales de las ciudades. Cabe resaltar que, si bien la disponibilidad de datos es clave para avanzar en la implementación del Consenso de una manera más efectiva y acertada, la construcción de datos es un proceso progresivo y no se necesitan siempre estadísticas completas para iniciar la adopción de medidas. 5. Por último, expresamos nuestra preocupación por que América Latina y el Caribe sigue siendo la región más peligrosa para las defensoras y los defensores de los derechos humanos, particularmente para las defensoras y los defensores indígenas de los derechos territoriales y de la Madre Tierra, en el contexto de la expansión de las industrias extractivas y la agroindustria. No podemos hablar de avances en materia de población y desarrollo, si las personas que defienden las condiciones mínimas y los derechos fundamentales para la supervivencia y el bienestar de nuestros pueblos y el planeta sufren criminalización, amenazas, hostigamiento e, incluso, violencia sexual y asesinatos. Por tanto, es urgente que los Estados adopten políticas y programas integrales para la protección de las defensoras y los defensores. Para terminar, reconociendo la importancia de la voluntad política para traducir compromisos en acciones, invitamos a los Estados a acelerar los esfuerzos para implementar el Consenso de Montevideo, recogiendo las recomendaciones presentadas, y escuchando las propuestas de todas y todos los actores de nuestras sociedades que enfrentan mayores barreras para hacer escuchar sus voces. Intercambiando propuestas y buenas prácticas, podemos convertir este acuerdo regional en un referente para las demás regiones del mundo.