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Biocombustibles: Sus implicaciones energéticas, ambientales y sociales
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Ebook299 pages9 hours

Biocombustibles: Sus implicaciones energéticas, ambientales y sociales

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About this ebook

Hoy en día, el uso de los biocombustibles es tema de debate entre los científicos del mundo, toda vez que no hay un consenso sobre sus implicaciones ambientales y sociales. En esta obra, el autor ofrece un panorama pormenorizado sobre la cuestión, en un intento por precisar cuál es la realidad de los biocombustibles, respecto a su viabilidad como alternativa energética aceptable desde el punto de vista de su sostenibilidad. Confrontando versiones favorables y adversas, el autor brinda los elementos necesarios para profundizar en un tema de la más apremiante actualidad.
LanguageEspañol
Release dateNov 14, 2016
ISBN9786071644589
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    Book preview

    Biocombustibles - Joaquín Pérez Pariente

    BIOCOMBUSTIBLES

    La Ciencia
    para Todos

    En 1984 el Fondo de Cultura Económica concibió el proyecto editorial La Ciencia desde México con el propósito de divulgar el conocimiento científico en español a través de libros breves, con carácter introductorio y un lenguaje claro, accesible y ameno; el objetivo era despertar el interés en la ciencia en un público amplio y, en especial, entre los jóvenes.

    Los primeros títulos aparecieron en 1986 y, si en un principio la colección se conformó por obras que daban a conocer los trabajos de investigación de los científicos radicados en México, diez años más tarde la convocatoria se amplió a todos los países hispanoamericanos y cambió su nombre por el de La Ciencia para Todos.

    Con el desarrollo de la colección, el Fondo de Cultura Económica estableció dos certámenes: el concurso de lectoescritura Leamos La Ciencia para Todos, que busca promover la lectura de la colección y el surgimiento de vocaciones entre los estudiantes de educación media, y el Premio Internacional de Divulgación de la Ciencia Ruy Pérez Tamayo, cuyo propósito es incentivar la producción de textos de científicos, periodistas, divulgadores y escritores en general cuyos títulos puedan incorporarse al catálogo de la colección.

    Hoy, La Ciencia para Todos y los dos concursos bienales se mantienen y aun buscan crecer, renovarse y actualizarse, con un objetivo aún más ambicioso: hacer de la ciencia parte fundamental de la cultura general de los pueblos hispanoamericanos.

    Comité de selección de obras

    Dr. Antonio Alonso

    Dr. Francisco Bolívar Zapata

    Dr. Javier Bracho

    Dr. Juan Luis Cifuentes

    Dra. Rosalinda Contreras

    Dra. Julieta Fierro

    Dr. Jorge Flores Valdés

    Dr. Juan Ramón de la Fuente

    Dr. Leopoldo García-Colín Scherer (†)

    Dr. Adolfo Guzmán Arenas

    Dr. Gonzalo Halffter

    Dr. Jaime Martuscelli

    Dra. Isaura Meza

    Dr. José Luis Morán López

    Dr. Héctor Nava Jaimes

    Dr. Manuel Peimbert

    Dr. José Antonio de la Peña

    Dr. Ruy Pérez Tamayo

    Dr. Julio Rubio Oca

    Dr. José Sarukhán

    Dr. Guillermo Soberón

    Dr. Elías Trabulse

    Joaquín Pérez Pariente


    BIOCOMBUSTIBLES

    Sus implicaciones energéticas,
    ambientales y sociales

    La Ciencia para Todos / 240

    Primera edición 2016

    Primera edición electrónica, 2016

    La Ciencia para Todos es proyecto y propiedad del Fondo de Cultura Económica, al que pertenecen también sus derechos. Se publica con los auspicios de la Secretaría de Educación Pública y del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

    Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

    D. R. © 2016, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-4458-9 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    ÍNDICE

    Prólogo

    I. Factores que condicionan el desarrollo de fuentes de energía alternativas

    Una breve introducción histórica

    El escenario energético mundial

    Reservas y consumo de energía fósil. Perspectivas de agotamiento del petróleo

    El escenario ambiental. Emisiones de gases de efecto invernadero

    El escenario legislativo

    II. Combustibles sintéticos obtenidos a partir de fuentes distintas del petróleo y de la biomasa

    El refinamiento del petróleo

    Transformación del carbón y el gas natural en combustibles líquidos. El proceso Fischer-Tropsch

    Los inconvenientes del proceso de transformación del carbón en hidrocarburos líquidos

    Obtención de gasolina a partir de metanol

    ¿Una vía no contaminante para la obtención de gasolina a partir del metanol?

    III. Qué son y cómo se obtienen los biocombustibles

    Biocombustibles gaseosos

    Biocombustibles líquidos

    IV. Sostenibilidad de los biocombustibles. Balances de emisiones de gases de efecto invernadero y de energía

    Los agrocombustibles en la Unión Europea

    Producción de etanol a partir de residuos agroforestales

    Análisis del ciclo de vida de los biocarburantes. Balance de emisiones de gases de efecto invernadero

    Balance de energía del proceso de producción de los biocombustibles

    Competencia entre agrocombustibles y alimentos por el uso de la tierra fértil

    Las microalgas como fuente de biodísel y el problema del fósforo. Una falsa solución a la pugna por la tierra

    Las verdaderas causas de las políticas de estímulo a la producción de biocombustibles. Algunos casos de estudio

    Agrocombustibles y procesos de acaparamiento de tierras

    Conclusiones

    Anexo. Unidades

    Glosario

    Bibliografía

    A mi familia, y a todos aquellos que no quieren

    cambiar un árbol por un paraguas

    PRÓLOGO

    Nuestra civilización se ha edificado, desde hace aproximadamente un siglo y medio, sobre la disponibilidad de fuentes de petróleo abundantes y fáciles de extraer. Pero esos cimientos ya no son tan sólidos como se pensaba, porque nuestra demanda de petróleo a escala planetaria es tan grande que las nuevas reservas que se descubren no son capaces de satisfacerla. En ese escenario, el petróleo escaseará cada vez más, lo que sin duda causará un continuo aumento de su precio. A esa amenaza real para la supervivencia de la civilización, tal como la conocemos ahora, se le ha añadido más recientemente otra no menos preocupante: la combustión del petróleo junto con la de las otras dos fuentes de energía fósil —el carbón y el gas natural—, da lugar a la emisión hacia la atmósfera de ingentes cantidades de gases de efecto invernadero, a los que se atribuye el aumento de la temperatura media del planeta que está teniendo lugar desde mediados del siglo XIX aproximadamente. Este fenómeno de calentamiento global tendrá consecuencias sobre las condiciones climáticas, que afectarán necesariamente el desarrollo de nuestra civilización, que dispone cada vez de menos tiempo para adaptarse de manera razonable a esos cambios bruscos.

    La convergencia en el tiempo de esos dos fenómenos: escasez de petróleo y cambio climático, es la causa principal por la que se necesita desarrollar combustibles alternativos para el transporte que no sólo no dependan del petróleo, sino tampoco del carbón ni del gas natural. Una de las opciones, que se están poniendo en práctica desde hace ya algunos años en diversos países, es la utilización de combustibles obtenidos de la biomasa, denominados biocombustibles, con el objetivo de sustituir con ellos, de manera progresiva, los combustibles obtenidos de fuentes fósiles y, muy en particular, los carburantes líquidos. En la práctica, esos dos biocombustibles son el etanol, obtenido de cultivos como el maíz o la caña de azúcar —que se utiliza en lugar de la gasolina—, y el denominado biodísel, obtenido a partir de aceites vegetales que provienen de cultivos como la soya, la colza o la palma aceitera, que es un sustituto del dísel. Ambos biocombustibles provienen, por lo tanto, de cultivos específicos que se destinan a su producción, y por esa razón es preferible denominarlos agrocombustibles.

    Los biocombustibles se han introducido en la vida cotidiana de muchos países occidentales, y también de los que están en vías de desarrollo, porque ya se utilizan en los automóviles y en otros medios de transporte colectivo, sustituyendo parcial o, en algunos casos, totalmente a los carburantes tradicionales derivados del petróleo.

    El argumento más extendido a favor del uso de los agrocombustibles, desde el punto de vista ambiental, es que su consumo no produce emisiones de dióxido de carbono, porque la cantidad de éste, que se emite durante su combustión, es la misma que la de la planta de la que se obtiene fija durante su crecimiento. Es decir, se llega a un balance cero de emisiones. Sin embargo, son cada vez más numerosas las voces que cuestionan esta visión simplista en el asunto de las emisiones y señalan, además, que al fin y al cabo los agrocombustibles requieren ingentes cantidades de productos vegetales que también son alimentos, compitiendo por lo tanto con la disponibilidad de éstos, en un mundo en el que buena parte de la población apenas consigue alimentarse de manera satisfactoria, cuando no pasa hambre.

    ¿Cuál es la realidad de los biocombustibles respecto de su viabilidad como alternativa energética aceptable desde el punto de vista de su sostenibilidad, es decir, que no comprometan la seguridad alimentaria y que no perjudiquen el medio ambiente? Este ensayo se propone ofrecer un conjunto de materiales cuyo análisis conduce a encontrar una respuesta a esa pregunta. Su objetivo es examinar la realidad práctica de los biocombustibles aquí y ahora, su contribución real para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, su potencial real para constituirse en una fuente verdaderamente alternativa a los combustibles derivados del petróleo y su impacto real en la competencia con la producción de alimentos.

    El análisis de todos esos aspectos sólo puede realizarse teniendo en cuenta el proceso completo de la producción de los agrocombustibles; es decir, desde que se inicia el cultivo de las plantas de las que se obtiene la materia prima con la que se fabrica el biocombustible, hasta que éste está listo para ser utilizado en un vehículo. A pesar de que parece razonable y hasta necesario que el estudio del impacto energético, ambiental y social de los biocombustibles parta de esa premisa de análisis global del proceso, son escasos los estudios que así lo hacen, reducidos casi todos a los ambientes académicos y sólo disponibles en publicaciones especializadas. Este ensayo nace con la intención de ofrecer una visión de conjunto del problema, que sea asequible para un lector medio no especializado, interesado sin embargo en adquirir los conocimientos necesarios que le permitan formarse una opinión sobre un asunto de tanta trascendencia como es la propuesta de quemar alimentos —porque de eso se trata al fin y al cabo— en los motores de millones de vehículos que circulan o que se pretende a toda costa que circulen por nuestras carreteras.

    El ensayo está estructurado en cuatro capítulos. En el primero, tras una breve introducción histórica, se presentan los escenarios energético, ambiental y legislativo sobre los que se asientan las propuestas de uso de los biocombustibles. En el segundo se analizan las distintas alternativas que existen para obtener carburantes sintéticos de fuentes distintas del petróleo y de la biomasa. El tercer capítulo describe la naturaleza y las propiedades de los biocombustibles y los procesos mediante los que se obtienen. Esos tres capítulos sirven de base para el cuarto, en el que se tratan con detalle los impactos energéticos y ambientales que condicionan la sostenibilidad de los biocombustibles, tomando como punto de partida del análisis los supuestos beneficios que se les atribuyen. No todos los aspectos han sido tratados con igual profundidad, y varios de ellos se podrían haber expuesto de manera más extensa, pero el objetivo de este libro no es tanto acumular información como analizar la que existe para extraer las correspondientes consecuencias. Aunque el estudio está centrado en aspectos científicos y técnicos, no por ello se han obviado las graves consecuencias sociales que sufren numerosos países en vías de desarrollo como resultado de las políticas de estímulo al uso de los biocombustibles implementadas en los países desarrollados.

    I. Factores que condicionan el desarrollo

    de fuentes de energía alternativas

    UNA BREVE INTRODUCCIÓN HISTÓRICA

    La evolución de la especie humana ha estado asociada desde sus orígenes al empleo de recursos energéticos provenientes de su entorno natural, es decir, de la biósfera.¹ De ello es ejemplo el uso de la energía humana o la de los animales para la realización de múltiples labores, o el de la madera como combustible. En el primer caso, una parte de la energía química contenida en los alimentos se utiliza en el metabolismo de seres humanos y animales, lo que hace posible que nos sostengamos sobre nuestras extremidades, que nos desplacemos o que realicemos distintas labores que conllevan un trabajo mecánico. En el segundo, la energía química contenida en la madera se transforma en calor y luz durante su combustión, pero el origen último de esa energía se encuentra en la radiación solar que desencadenó el proceso de fotosíntesis durante la vida del árbol del que se obtuvo esa madera. Por lo tanto, desde una perspectiva energética, todos los seres vivos, incluidos los seres humanos, somos hijos del Sol, la principal fuente de energía externa al planeta que alimenta la biósfera, que se complementa con la energía proveniente del interior de la Tierra.

    Los seres humanos han aprovechado desde hace milenios esos procesos de conversión de un tipo de energía en otro para sus propias necesidades, y esas transformaciones han caracterizado de manera indeleble a las diferentes civilizaciones que han existido en nuestro planeta; es más, la evolución de las sociedades humanas ha estado estrechamente ligada a cambios en la naturaleza de las fuentes de energía dominantes en cada periodo de esa evolución. Pensemos en las sociedades clásicas, en las que la principal fuente de energía mecánica provenía de los animales y los esclavos. Admiramos el fruto de la creatividad humana en los restos legados por antiguas civilizaciones ya extinguidas, pero no olvidemos que la construcción de cada pirámide que se yergue en los desiertos de Egipto o en las selvas de Centroamérica ha requerido una enorme cantidad de energía humana, mano de obra esclava en su mayoría. Los avances tecnológicos que permitieron el aprovechamiento de una fuente de energía primaria como el viento, con la invención y la mejora del velamen, hicieron posibles los viajes marítimos a largas distancias, impensables si la única manera de propulsar un barco hubiera sido mediante remos, es decir, utilizando la energía humana. Ello permitió aumentar enormemente el tamaño y la carga útil de los buques, la columna vertebral de los grandes imperios marítimos que han existido.

    Además de servir como medio de propulsión de los barcos, el viento también se ha aprovechado como fuente de energía primaria, transformándose en energía mecánica en los molinos, igual que la energía de las corrientes de agua de los ríos ha servido para impulsar diversos artefactos que transforman la energía cinética y potencial del agua en energía mecánica. Pero esas fuentes de energía, con toda la potencia que son capaces de desarrollar, tienen una gran limitación, y es que escapan por completo al control del ser humano. Podemos desarrollar ingeniosos sistemas para incrementar el aprovechamiento de la fuerza del viento cuando éste existe, pero no podemos provocar que el viento sople. La única energía mecánica independiente de factores ambientales de la que hasta hace aproximadamente tres siglos hemos podido disponer es la nuestra propia o la de los animales, pero ambas tienen obvias limitaciones, como se acaba de exponer.

    Sin embargo, tenemos a nuestro alcance una fuente particular de energía química, una energía que podemos transportar de un lugar a otro en cantidades sólo limitadas por nuestra capacidad de recolección y transporte, que podemos utilizar y transformar a voluntad en energía térmica y luminosa mediante su combustión, y que, a escala de la civilización humana, es independiente de factores ambientales: se trata de la madera. El uso de la madera y el carbón vegetal derivado de ella hizo posible el nacimiento de la cerámica, de la metalurgia y, en una medida considerable, también de las grandes construcciones basadas en materiales pétreos.

    Además de la madera, se han utilizado también otros productos capaces de arder a temperaturas suficientemente elevadas, es decir, de transformar su energía química en calorífica o lumínica, como el sebo, la cera de abejas o los aceites vegetales, mucho más limitados en cuanto a cantidad disponible, y, por esa razón, usados casi exclusivamente para iluminación.

    Ese conjunto de materias tiene un origen biológico, es producto de la actividad de seres vivos, y por ese motivo se integra a lo que se denomina biomasa, entendiendo por tal el conjunto formado por toda la materia de naturaleza biológica que existe en la biósfera de nuestro planeta, ya sea vegetal o animal, incluidos los microorganismos.

    Se ha utilizado antes la expresión energía primaria, y conviene definirla con claridad para comprender mejor lo que sigue. Se denomina energía primaria a toda fuente de energía que existe en la naturaleza antes de transformarse en otra. El petróleo, el carbón, el gas natural son fuentes energéticas primarias, igual que la energía nuclear, la proporcionada por el viento o la energía solar. No obstante, con el fin de cuantificar adecuadamente las distintas fuentes de energía y poder comparar unas con otras, en algunos casos se considera energía primaria a aquella que proviene de la primera transformación de una fuente energética natural. Es fácil comprender la razón de lo anterior con un ejemplo, como el de los generadores de energía eléctrica movidos por el viento, los aerogeneradores que utilizan la energía eólica. Es muy sencillo determinar la energía eléctrica producida por un aerogenerador en el transcurso de un determinado periodo, pongamos por caso un año, pero ¿cómo mediríamos la energía asociada al viento que ha soplado en el entorno del aerogenerador en el transcurso de ese año, de la cual sólo una parte es aprovechada por el sistema para producir electricidad? Algo similar ocurre en el caso de la energía fotovoltaica (aunque en este caso se podría determinar con bastante fiabilidad la energía solar total que incide sobre una superficie determinada del suelo en el transcurso de un año) o en las centrales hidroeléctricas, en los que se considera como energía primaria, para efectos de balances de energía, la energía eléctrica que producen.

    La primera gran revolución tecnológica en el campo de la energía consistió precisamente en el descubrimiento de la manera de convertir la energía química en energía mecánica, y el dispositivo capaz de lograrlo fue la máquina de vapor, inventada en el siglo XVIII.² Esencialmente, se trata de un sistema de transformación de energía térmica de origen químico, producida por la combustión de madera, por ejemplo, en energía mecánica, el primer sistema que haya existido nunca capaz de realizar esa transformación. Por primera vez en la historia, la humanidad dispuso de un sistema de producción de energía mecánica independiente de la tracción animal o humana, o de factores ambientales, y en eso radica la enorme trascendencia de esta invención. La máquina de vapor es capaz de producir una gran cantidad de energía mecánica, pero necesita para ello consumir grandes cantidades de energía primaria. Por este motivo, el empleo eficaz de ese sistema llevó consigo, simultáneamente, el uso de una fuente de energía primaria con mayor energía por unidad de masa y de volumen que la madera: el carbón de origen fósil. Así, la invención de la máquina de vapor trajo consigo una enorme demanda de ese nuevo tipo de fuente de energía primaria, escasamente utilizado hasta entonces. Pero no sólo fue este factor técnico el que favoreció el uso del carbón en lugar de la madera para alimentar las máquinas de vapor. En efecto, las enormes cantidades de madera que había que quemar en las calderas de las otrora poco eficientes máquinas de vapor produjo una verdadera escasez de ese combustible en muchas regiones europeas, causando una marcada deforestación, que se añadía a la que se venía produciendo desde hacía siglos debido a la expansión de la agricultura, de la ganadería y de la población. En realidad, la acelerada deforestación que se produjo en los países europeos a partir del siglo XVIII tendría su equivalente hoy en día en la que tiene lugar en numerosos países en vías de desarrollo, que intentan satisfacer la creciente demanda de alimentos de su población reconvirtiendo regiones arboladas en terrenos de cultivo o pasto, un proceso agravado por el uso masivo de madera como combustible.

    La máquina de vapor tiene otra característica importante, que la diferenciaba de todo lo que había existido hasta entonces en cuanto a medios para producir energía mecánica: produce mucha mayor densidad de energía, no sólo en términos de energía producida por unidad de tiempo —es decir, de potencia— sino también en lo que se refiere a energía producida por dispositivo o por unidad de peso o volumen del dispositivo. Es decir, una única máquina de vapor es capaz de realizar el mismo trabajo que varias decenas o cientos de animales de tiro, pero requiere un espacio mucho menor. Esa característica, su alta densidad de energía, permitió realizar tareas que antes sólo se podían abordar con gran dificultad o eran imposibles empleando tracción animal. Esta circunstancia revolucionó los métodos de transporte y condujo al nacimiento, en el siglo XIX, de uno totalmente nuevo: el ferrocarril, además de transformar de manera radical el transporte marítimo y fluvial al independizarlo de la existencia de viento. Ello favoreció la construcción de buques de un tonelaje muy superior al conocido hasta entonces e hizo posible la navegación en condiciones meteorológicas desfavorables para los barcos impulsados por velas.

    La implementación masiva de la máquina de vapor en numerosos procesos industriales constituyó el factor esencial de lo que se conoce como Revolución industrial, que se inició en el siglo XVIII pero que se desarrolló con toda su fuerza a lo largo del siglo XIX. El otro aspecto relevante en la historia de la tecnología energética introducido durante ese último siglo fue el descubrimiento y la aplicación industrial de sistemas de transformación de la energía mecánica en energía eléctrica. La energía eléctrica puede considerarse

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