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LA COMUIÓN BAJO LAS DOS ESPECIES ESATO TOMÁS DE AQUIO

. Desarrollos que, en aquella época, cuando santo Tomás elaboraba sus estudios, no tenían sentido alguno.
Posteriormente, con la evolución experimentada en la vida de la Iglesia, en la pastoral y en la práctica de los
sacramentos, han surgido nuevos problemas y nuevos interrogantes. A pesar de todo, como digo al principio, se
observan en los escritos del santo intuiciones, apenas desarrolladas, que, en el nuevo entorno pastoral y teológico
que vive hoy la Iglesia, permiten avances importantes y respuestas adecuadas en la línea del pensamiento tomista.
Punto de arranque: El texto de santo Tomás (Summa Theol. III, 76, 2)
El tema de la presencia real de Cristo en la eucaristía centró el interés de los teólogos a lo largo de la edad media.
La línea de pensamiento de santo Tomás hay que leerla en ese contexto. Buena parte de las cuestiones que se
dedica al tema de la eucaristía, desde la cuestión 73 hasta la 83 de la tercera parte de la Summa Theologiae (1272-
1273), giran en torno al tema de la presencia real. En este contexto, en la cuestión 76, en la que el santo estudia
el modo como Cristo está presente en la eucaristía, en el artículo 2 de esa misma cuestión, el Angélico se pregunta
si Cristo está, todo él, enteramente presente en cada una de las dos especies; es decir, en el pan y en el vino. En
el cuerpo de este artículo segundo es donde el santo introduce la doctrina que sirve de base a este estudio. Confiesa
de entrada algo que pertenece al cuerpo dogmático de la doctrina católica, es decir, que Cristo, todo entero, está
presente en cada una de las especies sacramentales, es decir, en el pan y el vino consagrados. Pero no del mismo
modo, asegura el santo a continuación. En el pan consagrado el cuerpo de Cristo está presente por virtud del
sacramento (ex vi sacramenti); la sangre, por el contrario, no está presente por virtud del sacramento, sino por
real concomitancia (ex reali concomitantia). Lo mismo hay que decir respecto al vino. En el vino consagrado está
presente la sangre del Señor por virtud del sacramento; pero el cuerpo sólo está presente por real concomitancia.
(cierta cosa contribuye con otra al mismo efecto o en que ambas actúan en el mismo sentido)
Esta misma distinción la aplica santo Tomás en el artículo primero de esta misma cuestión, al preguntarse si en
el sacramento de la eucaristía Cristo, todo él, está presente de manera plena y total. Al responder a esta pregunta
vuelve a reconocer, en comunión con la fe de la Iglesia, que Cristo está enteramente presente en la eucaristía;
pero no del mismo modo. A continuación explica lo que él entiende por la vis sacramenti. En virtud de las palabras
sacramentales (ex vi sacramenti) la presencia del Señor está determinada por la significación directa de esas
palabras: esto es mi cuerpo y esta es mi sangre. En este sentido, por las palabras pronunciadas sobre el pan, la
sustancia del pan se convierte en el cuerpo de Cristo; por las palabras pronunciadas sobre el vino, éste se convierte
en la sangre del Señor. En cambio, el alma de Cristo no está presente en la eucaristía en virtud del sacramento,
por la fuerza de las palabras sacramentales, definidas en el lenguaje escolástico como la «forma» del sacramento,
sino en virtud de la natural concomitancia (naturalis concomitantia) ya que, el Cristo resucitado, hecho presente
en la eucaristía, es un Cristo vivo y glorioso, dotado de un alma hipostáticamente unida a la divinidad.
Lo mismo hay que decir respecto a la presencia de la sangre del Señor en el pan consagrado; y de su cuerpo en el
vino consagrado. No están presentes en virtud de las palabras sacramentales, sino en virtud de la natural
concomitancia, puesto que en un ser vivo, como es el del Señor en la eucaristía, el cuerpo, por exigencias de la
naturaleza, no está separado de la sangre, ni la sangre del cuerpo. Ahí está toda la fuerza, todo el peso argumental,
de la naturalis concomitantia.
Entorno histórico del texto de Santo Tomás
No me parece viable intentar una comprensión adecuada del texto de santo Tomás sin analizarlo en su propio
contexto histórico. La teología eucarística de la edad media ha estado fuertemente polarizada en el tema de la
presencia real. Las agitadas controversias mantenidas en torno a este tema y el impacto producido en la conciencia
del pueblo cristiano por determinados planteamientos doctrinales escasamente ortodoxos, acabaron provocando
un impresionante desarrollo de la piedad eucarística centrada en la adoración y en el reconocimiento de la
presencia del Señor en las especies consagradas.
Conclusión
Hay que poner punto final a este estudio, y lo voy a hacer recogiendo los resultados que han ido apareciendo
dispersos a lo largo del trabajo, resumiéndolos y concretándolos. Como dicen los castizos, lo que ahora importa
es atar cabos.
a. Por encima de la dignidad y la conveniencia del culto de adoración a la presencia real, impulsado ampliamente
en la época medieval y manifestado de múltiples formas como la elevación de la hostia, la exposición y bendición
con el Santísimo, la fiesta del Corpus y, en general, todo el culto eucarístico fuera de la misa, Tomás de Aquino
resalta con fuerza la importancia primordial del banquete, de la comida y de la bebida, como símbolo central de
la eucaristía. En esa línea se debe valorar su insistencia en la ratio alimenti, la perfecta refectio, la manducatio y
el convivium; y el uso frecuente de expresiones como panis et vinum, cibus et potus, esca, dapis, comedere, edere,
sumere, cibum praebere, potare, etc.
b. A lo largo del tratado tomista sobre la eucaristía se percibe una nueva percepción de la presencia del Señor en
el pan y en el vino consagrados. De manera directa, por supuesto, Tomás reconoce y confiesa la presencia del
cuerpo del Señor en el pan y la presencia de la sangre en el vino. Pero, más allá de esta comprensión estrecha y
reducida, el santo Maestro abre el horizonte y apunta hacia una forma de presencia total y plena, hacia un
reconocimiento del ipse Christus, en el que se resume toda la vida de Jesús sacrificada y entregada, todo el misterio
de salvación. Esa es la veritas sacramenti que sirve de base a esta apreciación.
c. Tomás nos ha enseñado a enmarcar el misterio de la eucaristía en el conjunto de la cristología y de la historia
de salvación. Acabo de apuntarlo brevemente. Su tratado de los sacramentos es continuación de su cristología y
su eclesiología. Es altamente significativo. Porque los sacramentos, sobre todo la eucaristía, es la forma nueva de
presencia liberadora, histórica y visible, de la humanidad de Jesús en la Iglesia a través del tiempo. d. Sin
menoscabar la presencia real de Cristo en las especies del pan y del vino, santo Tomás apunta hacia una
consideración más determinante y central del banquete, como elemento aglutinador y totalizante de la comida y
la bebida, del pan y del vino consagrados. Ya lo comentamos al principio al afirmar, siguiendo el pensamiento
del maestro dominico, que la dualidad de especies (pan y vino) termina en la formación de un único sacramento
constituido por la perfecta refectio, el convivium. Además, a través de la comunión con el cuerpo y la sangre del
Señor, entramos en plenitud de comunión con la totalidad del misterio de Cristo, muerto y resucitado.
e. La acción liberadora y trasformadora de la eucaristía afecta a la totalidad del hombre en su plena integridad,
en su doble constitución de cuerpo y espíritu. En él es la totalidad de la naturaleza, del cosmos, la que es elevada
a una nueva condición de vida y de existencia. Ahí se apunta a la meta escatológica de la eucaristía: el hombre
nuevo y la creación nueva.
f. En este estudio no se cuestiona la legitimidad de la comunión bajo una sola especie ni la presencia de Cristo,
todo entero, en cada una de las especies eucarísticas.
Sí expreso mi reserva, en cambio, respecto al recurso a la razón de concomitancia para justificar la presencia
plena de Cristo en cada una de las especies consagradas. Considero de mayor carga teológica y más en
consonancia con el pensamiento de Tomás de Aquino, la visión integradora e interdependiente de los símbolos
eucarísticos tal como lo acabo de exponer algo más arriba.
g. A pesar de todo, en base a las apreciaciones y constataciones vertidas en este trabajo y, a mi juicio, en la línea
del pensamiento tomista sobre este punto, me parece que cae por su peso la apuesta preferente por una plena e
íntegra participación en el banquete eucarístico, comiendo el pan y bebiendo del cáliz. Esa es la forma simbólica
de mediación sacramental más perfecta y prioritaria por la cual la comunidad eclesial entra, de manera más cabal,
en plenitud de comunión con el Cristo que nos invita a compartir con él el paso de este mundo al Padre

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