Anda di halaman 1dari 1

Fábula caimana

© Por Roberto Azcorra Cámara

Después de meditar un largo rato, el cocodrilo se sintió capaz, después de arduas jornadas del
más alto entrenamiento, y lloró. Raro en su especie (él ya conocía eso de las lágrimas de
cocodrilo y le enojaba que en todo el mundo lo relacionaran con la hipocresía. Nada más falso,
decía cuando venía al caso), lanzó un tímido primer quejido, las fauces se abrieron primero,
después se sellaron, las comisuras de su gran bocaza comenzaron a temblequear y de esos ojos
saltones de pupilas verticales, se escurrió una límpida gota, se detuvo un momento como
queriendo conocer hacia dónde iba a ser expulsada, y ya con confianza dejó que rodara por su
rugosa, dura y demandada piel del lagarto hasta caer al pantano. La concurrencia absorta y
excitada por el acontecimiento aplaudió apenas vio a la redonda pequeñez líquida salir de los
lagrimales de tan respetado compañero de los pantanales. Dos cazadores miraban furtivamente
detrás de unos juncos. Ansiaban esa piel de aquel monstruo llorón. Así que rodearon a la
multitud, decidieron que un rifle era la mejor opción. Uno de ellos le susurró que las lágrimas
son demostración de sensibilidad, pero también de un alma blandengue. El otro no creía en nada
más que el dinero que ganaría con toda esa piel. Cuando decidieron atacar al Gran lagarto, un
coletazo mandó el arma tan lejos como el valor de aquellos dos. Las serpientes sisearon
emocionadas, las gaviotas se acomodaron para ver mejor. Las ranas croaron hasta casi
desfallecer, era una griterío de todos los animales reunidos a la orilla del pantano. El amado líder
miró con esos ojos ahora secos al par de cazadores arrinconados. Una gran roca les impedía el
paso para huir de allá. Se acercó cauteloso. Uno de los hombres le suplicó: acabamos de verte
llorar, es extraordinario. Debes tener un alma… no terminó de hablar. El Gran lagarto lo tomó de
una pierna, dio varias vueltas sobre el lodo y en un santiamén desapareció bajo el pantano.
La multitud e incluso el cazador sobreviviente esperaron infructuosamente que saliera el amado
líder a enunciar la moraleja. Después de varias horas esperando, nada ni nadie salió. Todos se
retiraron y el sobreviviente recogió sus pertenencias y se largó del lugar. Fue el primero en decir
en su pueblo que no hay que creer en las lágrimas de los cocodrilos.

Anda mungkin juga menyukai