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Resumen de lectura del libro Factor Padre

Por: Rubén Ricardo Montes Flores

En la actualidad hemos dejado a un lado la relevancia de un padre y le hemos dado


mayor importancia a la organización emocional que mamá le otorga a su hijo, sin embargo,
existe esta verdad que ya no se puede seguir evitando, y está es que “los padres importan”.
Cada padre tiene su propia predisposición hacía un estilo en particular desde el cual se
relacionará con su hijo y con la vida, y este estilo es “omnipresente, consistente y continuo”.
Muchas personas viven en automático, generando relaciones no tan positivas y recibiendo de
ellas una retroalimentación no tan adecuada, solo para conducir su vida hacía el “fracaso” el
cual es más bien una insatisfacción constante con su vida. El meollo de esto es la poca
relevancia que le han dado a ese factor padre que llevan consigo mismos, repitiendo solo los
patrones aprendidos, repitiendo su factor padre instaurado en su infancia desde el estilo que
papá manejo. Brindar la debida atención a nuestro factor padre, puede ser de gran ayuda,
estaríamos dando la oportunidad de romper con tal situación cíclica, respondiendo a las
situaciones con las que nos hundimos de una forma diferente desde una resignificación a
aquellas cosas que decimos nos hunden. De tal forma, podríamos promover un positivo
desarrollo de la vida y profesión y satisfacción laboral.

Nuestro factor padre puede representar nuestra mayor debilidad o nuestra mayor
fortaleza, así como nuestro nivel de satisfacción laboral. Opera en todas las personas sin
importar edad o género y de manera consciente o inconsciente. Nuestro factor padre guía
nuestra elección de carrera, nuestro trabajo y el tipo de relaciones que establecemos en él.
Puede ser la clave de nuestro éxito o bien de nuestro fracaso. Nuestro factor padre, resumido
en unas cuantas palabras es el estilo particular de paternidad de nuestro padre. La forma en
que este factor padre se desenvuelve en nuestros trabajos puede ser de una forma mucho más
sutil de lo que se podría esperar y es por ello por lo que podría ser difícil darnos cuenta de la
manera en que quizá estamos saboteándonos en nuestro trabajo. Sin embargo, si logramos
aceptar y reconocer cual es nuestro factor padre ya habremos empezado por aportarle a la
futura forma de vida laboral y personal que deseamos llevar.

El impacto del factor padre trasciende muchas barreras, inclusive las físicas, es decir,
algunas personas creen que por el hecho de que hubo algún tipo de distanciamiento entre ellos
y sus padres, no fueron entonces afectados, sin embargo, esto es solo querer eliminar su
impacto, el cual no será posible porque este factor se lleva en la mente y en el corazón.
Dado que en los miles de años de historia que hay detrás de nosotros, el hombre ha sido
mayormente asociado al trabajo, hoy en día nuestros padres son quienes principalmente han
influido en nuestra elección de carrera y en nuestras vidas laborales. En las familias de corte
tradicionalista, las hijas enfrentan sus vidas profesionales con espadas de doble filo, pues por
un lado tienen el papel y la ética del trabajo del padre, mientras que por el otro lado tienen el
enfoque y punto de vista de sus madres sobre la mujer trabajadora.
Hoy en día los estereotipos están rompiéndose y cambiando para formar quizá algunos nuevos;
si en la creación de estos se considera el efecto de la ética de sus padres, se podría extraer una
buena cantidad de sabiduría de ello.

La sociedad de hoy en día podría decirse que carece de papá, es una sociedad que lucha
porque papá este presente emocionalmente, satisfaciendo necesidades emocionales y
psicológicas que se presentan de manera natural en sus hijos. Los hijos tienen la necesidad de
ambos padres y no solo de sus madres. La presencia emocional de papá aporta en gran medida
al desarrollo de sus hijos, justo igual que la presencia de mamá. Inferimos con lo anterior que la
ausencia traería efectos negativos, pero no solo de esa forma podría haber tales efectos; una
relación conflictiva, llena de ira o tensión también conlleva sus efectos negativos. Los efectos
negativos de tales cuestiones pueden vislumbrarse en campos como la ética profesional, la
ambición y la relación con figuras de autoridad y tales efectos pueden perdurar hasta que
pongan atención a su factor padre. Por negativo que parezca la ausencia o la ira de un padre, si
el factor padre se ponga en evidencia y se atienda, las cosas pueden entonces cambiar y
avanzar al siguiente nivel. Entender el legado de tu padre en términos de relaciones, trabajo y
finanzas, puede ser un poderoso recurso y un trampolín para tu vida profesional.
Muchos hijos cuando se dan cuenta de quien fue su papá y se vuelven conscientes de ciertas
aportaciones que su padre tuvo de manera negativa, se vuelcan hacía el opuesto de sus padres,
sintiendo ira y resentimiento, expresando meramente una reacción al trauma familiar; sin
embargo, dado que en el fondo hay emociones destructivas, pudiéramos inferir que quizá no
haya mucha satisfacción en ello, la retroalimentación que les llegue, será dada desde este
sentimiento con el que ellos se mueven en sus vidas. Volvieron su rechazo total a la figura de
sus padres como la principal motivación en sus vidas.

Si logramos entender cómo funcionan los elementos que integran el factor padre,
podremos volver esta herramienta a nuestro favor, si lo ignoramos, difícilmente podremos
lograr el éxito que buscamos. Los elementos que integran este factor son; el tipo de apego (lazo
emocional con papá), el libro de reglas de tu papá (una especie de manual con indicaciones
para vivir y responder ante las circunstancias), el estilo paternal y por último, el entendimiento
de este estilo determinado de tu padre. Estos cuatro elementos pueden ser nuestro trampolín
o bien, el desentendimiento de este, nuestra más grande debacle.

Alrededor de la crianza los padres suelen vivir en muchas ocasiones de manera


ignorante, basando su parentalidad alrededor de mitos o creencias sin argumentos, la verdad
es que el seguimiento de esas líneas de parte de nuestros padres, promovieron que ahora en el
presente subestimemos, desestimemos o minimicemos cosas que hayamos vivido a su lado o
sin él, ignorando valioso material que hay en el pasado y centrando meramente nuestra
atención en el aquí y ahora, la consecuencia natural de esta actitud es perder una gran
potencial de acción. Si por el contrario nos volvemos conscientes de tales acontecimientos, nos
proveeremos de una gran ayuda.

Ya se mencionó que uno de los elementos del factor padre es el apego. Este concepto
explica el modo en que nos relacionamos con nuestro padre cuando éramos niños y siempre
hay un tipo de apego, inclusive aún y cuando no había papá. De la manera en que nos
relacionamos con él, es la manera en que nos relacionaremos con el mundo, genéticamente
estamos hechos para vivir en relación y también es necesario entender que una de las medidas
de salud emocional y mental es la capacidad de formar y mantener relaciones en todas las
facetas de nuestra vida. De acuerdo con Bowlby (psiquiatra inglés) nuestro primer apego
paternal (padre-hijo) tiene el poder de crear expectativas sobre todas nuestras relaciones
subsecuentes. Entender la naturaleza de este proceso de apego nos da con frecuencia una
intuición sorprendente sobre nuestras conductas y elecciones en el trabajo, de hecho, existe
una relación directa entre nuestro éxito y frustración y nuestra relación padre-hijo.
En cuanto a los tipos de apego, podemos clasificar cuatro diferentes: intermitente, evasivo,
deprimido o seguro. Cada estilo tiene sus propias características y enfoque que afectan nuestra
infancia y edad adulta.

El estilo intermitente, como su nombre lo describe, habla de un padre que en ocasiones


aporta y satisface las necesidades emocionales de su hijo, mientras que en otras no. Desde esta
dinámica, el hijo aprenderá a experimentar al mundo tal cual como su papá lo fue, es decir, con
un sentimiento de inseguridad que en ocasiones lo puede abordar. Tal sentimiento fue
infundado en las ocasiones en que papá desde su disponibilidad, amor y/o congruencia afectiva
correspondiente al estado afectivo del hijo, lograba contenerlo, así como en las experiencias en
donde papá no lograba hacer sentir a su hijo seguro. Como consecuencia de este estilo, el hijo
de un padre intermitente puede ser reportado hoy en día como alguien inconsistente, además
de ser una persona que no comparte el crédito de las ideas que funcionen en el trabajo.
El estilo evasivo pareciera ser un papá mayormente retraído, las muestras de afecto
tanto verbales o físicas se encuentran ausentes, y como resultado de esto, los hijos de este
padre se acostumbran al aislamiento emocional, dejando para ellos mismos sus pensamientos y
sentimientos sin compartirlos, de aquí que también puedan tener dificultades para establecer
conexiones emocionales con los demás. Cuando adultos, su capacidad para manejar problemas
con los otros es corta pues suelen evadir las relaciones.

El estilo deprimido, dado que su energía por mantener tal condición era poca, los hijos
asumían que sus padres se sentían mal a consecuencia de su comportamiento, en otras
palabras, los hijos vivían con un sentimiento de culpa, sintiéndose poco valorados. De grandes,
estos hijos, sostienen dudas de su propio valor, reflejado en pensamientos que desvalorizantes
en donde hay creencias que no son apreciados o de que lo que hacen no tiene importancia.
Estos adultos también pueden sentir vergüenza, ese sentimiento de no ser lo “suficientemente
bueno”. El estilo depresivo en el apego paternal tiende a producir depresión personal en un hijo
o hija.

El estilo seguro, hace referencia a un padre que es capaz de leer las necesidades
emocionales de su hijo, y en consecuencia hacer sentir una confianza y una seguridad de ser
protegido. Los niños con apego seguro aprenden que son importantes en el mundo debido a la
constante atención, preocupación y gestos de amor que les extiende su padre. De grandes,
estos niños tienen la capacidad de conectarse emocionalmente, de tomar riesgos, de tener
empatía y fomentar una sensación de pertenencia, además de que logran mantener la calma en
medio del caos.

Ya vimos la dinámica bajo la cual viven padres e hijos dependiendo de su estilo de apego
y sus debilidades, por lo que, desde ahí, podemos entender cuáles serían los cambios sobre los
que se tendría que trabajar, todos y cada uno de los hijos que crecieron con carencias debido a
que papá tuvo un tipo de apego no seguro, puede cambiar su vida, la cuestión es aportarte
poco a poco a esas carencias. Al trabajar en lograr apegos seguros, recuerda que todos en tu
vida profesional (y en tu vida personal, para ese caso) tienen la misma necesidad de los cinco
grandes elementos de una relación: confianza, sentido de pertenencia, interés, seguridad y
amor.
Vamos entendiendo que esto se trata de hacer consciente aquellas conexiones
emocionales y mentales que tuvimos con nuestros padres y que habíamos relegado al
inconsciente, minimizando o negando la relevancia de ellas. La intención de hacerlas
conscientes no es para despotricar y culpar a nuestro padre de nuestro estado actual, sino para
tornarlas en fortalezas y lograr las promociones que deseamos en nuestra vida profesional, las
cuales no se han dado debido a que no hemos desarrollado habilidades emocionales y
cognitivas que nos permitan ver bajo la superficie de un problema o situación. Al desarrollar
estas habilidades también generamos intuición sobre nuestro comportamiento,
posibilitándonos a nosotros mismos para el cambio del pasado en el presente.

Ahora que vamos encontrando una relación entre nuestro presente laboral y nuestra
vida pasada con nuestro padre, sería también razonable cuestionarnos sobre cuales son de
manera específica los problemas que enfrentamos en nuestro trabajo a consecuencia de
nuestro factor padre, cuestión que se satisface al responderla con siete diferentes
comportamientos; la vergüenza, dudar de uno mismo, falta de enfoque, falta de motivación,
falta de responsabilidad personal, inmadurez emocional y miedo al fracaso. Estos siete
comportamientos son autodestructivos o nocivos para nuestro éxito profesional, pero hay que
tener en mente que ninguno es absoluto.

Además de tomar en cuenta los estilos de apego y las conductas problemas que
tenemos en nuestro trabajo, también necesitamos tomar en consideración los estilos de
paternidad bajos los que fuimos criados. Aquí, podemos encontrar que hay padres
superexigentes, los cuales están mayormente enfocados en el logro y en la apariencia, en otras
palabras, mantienen expectativas altas y muy detalladas de cómo deben de ser sus hijos,
mismos, que no recibirán el reconocimiento de su padre si estos no son sobresalientes en los
rubros que papá ya ha establecido. Como consecuencia de tal exigencia, estos hijos viven en la
vergüenza y sienten que nunca son lo suficientemente buenos, sus padres, han puesto poca o
nula aceptación a sus sentimientos y pensamientos, por lo que la necesidad de aceptación y
aprobación de estos hijos es latente. Como reacción a este estilo, estos hijos también tienden a
tomar dos caminos, uno es vivir “bajo la sombra del padre”, siempre buscando su aprobación
desde un patrón de superexigencia con ellos mismos, el otro es de total rechazo o
desaprobación a tal estilo, saboteando así su vida profesional. Para ponerle remedio a esta
cuestión, alguien que este viviendo bajo esta condición necesita enfrentar la vergüenza y
validarse a si mismo.
Otro estilo es el padre “bomba de tiempo”. Un padre con tales características tiende a
mantener el control exterior, sobre todo de sus hijos a través de la instauración del miedo y
para ello puede abusar de sus hijos de diferentes formas, es decir, puede ser un padre
amedrantador. Los hijos de este padre suelen vivir evitando que el padre se enoje y se sienten
inseguros dado que no saben cuándo papá sacara sus reacciones explosivas. Estos hijos se han
vuelto buenos lectores de los estados de ánimos de los demás, sin embargo, con el tiempo y
tras vivir de esta forma de manera constante, puede que se vuelvan igual que sus padres, o
bien, viven evitando los conflictos emocionales. La carga de ansiedad que se crean la
manifiestan en diferentes tipos de pensamiento como la minimización o descalificación de ellos
mismos y/o con pensamientos catastróficos.

También existe el estilo pasivo, cuya descripción sería más como un padre que se
mantiene distante, es más un espectador de los acontecimientos familiares y que como
consecuencia se acarrea una incapacidad en los hijos para comunicarse y tener relaciones
significativas, en otras palabras, suscitan un bloqueo emocional. El padre pasivo solía seguir el
acuerdo implícito de que él se iba a encargar del trabajo mientras que su esposa de la casa,
característica principal de los baby boomers. Los hijos de los padres pasivos también llevan
consigo dos de los más grandes obstáculos laborales; la falta de motivación y el miedo al
fracaso como consecuencia de las negligencias cometidas por el padre, como consecuencia del
poco involucramiento que papá dio y promovió en sus hijos. Por estas razones, es necesario
que los hijos de este estilo busquen constantemente involucrarse en las situaciones afectivas
dentro del trabajo y que luchen por sus deseos y sueños, cambiando así los pensamientos que
puedan tener de sí mismos que fomenten el miedo al fracaso.

El último de los estilos paternales “negativos”, es el padre ausente. Este padre puede
tener una ausencia literal o figurada, al caso, los efectos son los mismos. Este tipo de papá en
contraste con el pasivo ha tomado la decisión de dejar sus responsabilidades paternales, lo que
otorga hacía la familia y su hijo la sensación de rechazo y abandono, lo que consecuentemente
condicionara a sus hijos en la edad adulta a lidiar con el enojo y la ira a consecuencia de una
perdida no resuelta, ósea, viven un duelo que después de atravesar miedo y el dolor, se
estancan en la ira. De adultos, los hijos de padres asuntes pueden recurrir al autoempleo, como
una forma de evitar el rechazo o abandono de una figura de autoridad. Es importante para
estas personas sanar su ira, expresándola de forma asertiva y dándole lugar a la comprensión y
al amor.
El estilo Mentor-Comprensivo (M-C), es el estilo que brinda desde un inicio una
plataforma de un desarrollo más sano en sus hijos. Este estilo de paternidad es el que cubre la
necesidades emocionales, psicológicas y fisiológicas, lo que denota un involucramiento en estas
áreas, así como también una constancia, que le permite a los hijos generar una confianza y una
seguridad que los motive a emprender sus sueños y sus metas. Este estilo de paternidad no es
perfecto y puede tener sus fallos o errores en su proceso, sin embargo, retoma los aspectos
positivos y esto favorece a sus hijos pues brinda la sensación de que a pesar de que hay
problemas, las cosas pueden estar bien eventualmente. Estos papás saben tomar lectura de los
sentimientos y pensamientos de sus hijos, adecuándose a estos y otorgando un sentimiento de
aceptación y amor. Los hijos de estos padres saben tomar y asumen riesgos en sus vidas, detrás
de ellos hay un respaldo emocional de confianza. En este tipo de padres se puede encontrar la
ausencia de ira, cuestión aprendida en la relación con su propio padre y que lo habilita para ver
a sus hijos a través de una perspectiva clara y objetiva. El padre M-C comunica en sus palabras y
acciones la libertad a sus hijos para crear sus propias vidas contando con la red de seguridad de
su apoyo y amor. Se dan permiso para tener diferencias en su relación. El acuerdo para estar en
desacuerdo.

Entendemos con lo anterior que es necesario mezclar nuestro factor padre con el del M-
C en el caso de que el nuestro no sea este último y para partir de allí, es necesario entender que
como parte de nuestra adultez, es nuestra responsabilidad lograr si es lo que queremos, sin
buscar que nuestro padre repare lo que haya hecho. Empezar con esta reparación puede no ser
sencillo, además de que necesitamos reconocer quien fue nuestro padre, como fue nuestra
relación con él y quien quiero ser en mi vida en cada uno de los diferentes círculos donde me
muevo.

Para avanzar un escalón más en el entendimiento de que quienes somos a partir de


nuestro factor padre, podemos buscar y revisar las reglas (implícitas o explicitas) bajo las cuales
nuestro padre se rigió y nos rigió también (poniendo atención mayormente a las reglas que
aplicaban en la elección de carrera, trabajo y desarrollo profesional). Saber cuáles son nuestras
reglas y cómo funcionan es necesario para que ocurran los cambios en nuestro factor padre
interiorizado. Estas reglas que pueden ser implícitas o explicitas se han dado de manera natural
en la relación con nuestros padres y nos han traído beneficios emocionales y psicológicos en la
casa, en la escuela y en el trabajo, entre los cuales podemos encontrar los limites naturales de
la vida, así como la preparación para el funcionamiento del mundo adulto, ya que este opera
bajo reglas. La clave de revisar las reglas que hemos estado manejando, está en definir cuales
siguen siendo vigentes para nuestras vidas y cambiar aquellas que ya no nos traen beneficios.
Las reglas implícitas tienden a estar fuera de tu conciencia, son muy personales y representan
los lineamientos internos para relacionarnos con nuestros compañeros y clientes.
La mayoría de las reglas implícitas son buenas, productivas e importantes de mantener en tu
vida. El problema generalmente no está en cambiar una regla, sino más bien en la conexión
emocional que tiene con tu padre. Muchas de las reglas de tu infancia, tanto implícitas como
explícitas, son fáciles de cambiar cuando las observas como algo que ya no es útil en tu vida.
Otra razón de porque cambiar las reglas que no nos ayudan más, es por el hecho de que
muchas de nuestras conductas son inconscientes, como cuando atendemos nuevos clientes o
como cuando vamos manejando y se nos atraviesa alguien; en esos momentos, de no cambiar
nuestras reglas que guían nuestro comportamiento después de realizar las lecturas ambientales
que serán regularmente interpretaciones erróneas, nuestro inconsciente retoma las viejas
reglas de papá con las que atendía tales situaciones, y como sabemos ahora, esas reglas ya
pueden estar caducas. Corregir las reglas nos puede generar salir nuestra área de seguridad
(inconsciente), lo que se verá reflejado en cambios fisiológicos, psicológicos y emocionales, sin
embargo, esto es positivo, los ajustes se están realizando y las reglas se están reescribiendo,
ahora de manera consciente y mayormente productivas para nosotros. Para realizar este
cambio de reglas, es de gran ayuda contar con algo tangible en donde podamos escribir las que
realmente deseamos cambiar y empezar por definir las nuevas. Tener este libro de manera
concreta, nos puede aportar cierta confianza y seguridad, en el sentido de que podemos ir
viendo por igual nuestro propios avances, sin embargo, necesitamos tener en mente que este
proceso requiere de paciencia, las reglas que queramos cambiar pueden ser muchas y es válido,
sin embargo, para no abrumarnos, estos cambios podrían realizarse de manera paulatina, al
final de cuentas, quizá tampoco sea necesario cambiar todas o demasiadas reglas, retomando
el hecho de que cualquier factor padre aporta algo positivo al hijo.

Anteriormente hemos mencionado que cada estilo de paternidad conlleva sus ventajas,
mismas que ahora se mencionarán y que se toman del carácter que forman o propician en sus
hijos desde sus debilidades, el meollo de esto, es identificar cual ha sido nuestro estilo paterno
para entonces obtener tal ventaja.

Los hijos de padres superexigentes enfrentan como principal problema la vergüenza y el


miedo al fracaso, por ende, su intención debería ser desarrollar una intuición para dejarse guiar
por lo que han de hacer (recordemos que la vergüenza paraliza) y un mayor entendimiento de
los contextos. Sus fortalezas radican en el valor de comprometerse con una carrera o trabajo,
en el valor que le otorgan al trabajo duro y en su actitud persistente.
Los hijos de padres “bomba de tiempo”, cuentan con las fortalezas en las relaciones
interpersonales, entienden el lugar de trabajo y saben cuáles son las necesidades mentales y
emocionales de un empleado, evitan el uso de insultos y la agresión como formas de resolver
los conflictos, además de que desarrollan cierta empatía por las personas que sufren de cierto
abuso por una figura de autoridad. Recordemos que estas habilidades fueron aprendidas al vivir
constantemente en alerta de las explosiones de su padre, por lo que de ahí que su debilidad
puede ser la evasión, sin embargo, su contraparte puede ser la confianza en ellos mismos.

Por el lado de los hijos de padres pasivos, encontramos que su principal problema
puede ser la falta de motivación y la duda en ellos mismos, sin embargo, sus ventajas o puntos
a favor son el entendimiento por una vida laboral estable, asi como la importancia de las
relaciones significativas, sostienen un enfoque mental equilibrado que les permite no
precipitarse o ponerse nerviosos bajo situaciones tensas. Cuentan de igual forma con la
capacidad de ser líderes naturales e integran en esta actitud su compromiso, visión y metas.
Son muy confiables y fieles a los compañeros como consecuencia de su entendimiento de las
relaciones significativas y son sinceros y honestos para resolver problemas y conflictos de
personal. Los hijos de padres pasivos necesitan incorporar valentía y fuerza de carácter en su
factor padre para contrarrestar el peso de la balanza que esta mayormente cargado del lado de
la falta de motivación y la duda en ellos mismos.

Los hijos de padre ausente cargan con la ira como su principal obstáculo, ellos necesitan
incorporar una mayor comprensión y estabilidad en sus vidas. Sus fortalezas son la capacidad
para decir “no” en el trabajo, la fidelidad, la intuición que tienen para resolver conflictos o
problemas, conocen el valor de no expresar de manera exaltada la ira, denotando así su
habilidad para comprender las situaciones, actitud que genera la sensación de brindar apoyo y
protección a los otros.

Destacamos las fortalezas de los diferentes estilos con la intención de ir cambiando


nuestra vida, en otras palabras, con la intención de volvernos más responsables de nosotros
mismos y de no buscar un culpable de nuestra debacle en donde quizá estemos en este
momento. De no volvernos responsables de nuestra vida y de nuestro destino, estaremos
viviendo en el pánico y la incertidumbre de no tener un rumbo a donde ir, o bien, de no ir hacía
donde nosotros queremos ir. Si realmente queremos tomar control de nuestra vida, habría que
integrar en nuestra vida el concepto del perdón, pues se necesita perdonar la deuda emocional
y mental que nuestro padre tiene con nosotros pero que quizá nunca pueda pagar. El acto de
perdonar no solo libera a nuestros padres, sino mas bien, nos liberamos nosotros de esa irá o
dolor emocional que cargamos y que no nos deja movernos hacía donde queremos llegar. El
perdón es una verdad universal ampliamente reconocida como un evento que transforma la
vida.
La transformación de nuestras debilidades o carencias psicológicas-emocionales en
nuestras fortalezas conforma nuestro factor padre transformado. Este proceso no es sencillo y
las respuestas conllevan enfocarnos en las cualidades positivas y en el cambio de algunas
conductas, en la reparación de algunos pensamientos y en la creación de la consciencia de
nuestros propios obstáculos. Complementando lo anterior, podemos tomar ventaja de
elementos como la flexibilidad, el perdón y la comprensión, de la capacidad de comunicarnos
claros y directos sin el uso de la ira, de las conexiones que hagamos de manera empática con
los demás, de la comprensión de que todo mundo tiene un factor padre y que este viene con un
libro de reglas del cual se pueden abstraer las fortalezas y debilidades profesionales al conocer
el libro de reglas de cada persona y al saber cómo opera, del saber que cualquier persona
responde mejor a un modelo M-C y que mediante este se puede lograr un equilibrio entre la ira
y la pasividad (elementos presentes en los cuatro estilo de paternidad “negativos”), del no
buscar la aprobación en los demás, de la comprensión de que todos nos relacionamos
dependiendo de nuestro factor padre, pero sobre todo, de la consciencia que tenemos sobre la
necesidad de tres elementos en la vida: apoyo, empatía y aprobación. Todas las herramientas
anteriores aplican para cualquier hijo que haya sido criado bajo cualquier estilo, sin importar su
edad y/o género.

Comenzar a cambiar está en ti, no en el exterior. Como ya se dijo anteriormente, ahora


somos responsables de nuestras vidas, un ciento por ciento, ya no hay a quien culpar, a menos
de que continúes sin elegir cambiar, entonces, tu padre seguirá siendo el “culpable”. Ya
conoces los obstáculos a los cuales te enfrentas en el trabajo y también tus debilidades, estás
prácticamente listo para empezar cambiar, aunque, los siguientes pasos también son
fundamentales para el éxito.

1. Comprométete a cambiar.
2. Mejora tu consciencia de ti mismo.
3. Identifica tus disparadores.
4. No permitas que tus errores o reveses en el trabajo descarrilen tu compromiso de
cambiar.
5. Sé consciente de las viejas costumbres familiares del factor padre.
6. Pon a funcionar un sistema de apoyo.
7. Determina cómo se ve el éxito y establece tus metas para alcanzarlo.

En el camino hacía el éxito se necesita de un camino, por ende, es importante que lo visualices,
que reconozcas como se vería tu éxito profesional, de tal forma, sabrás por dónde ir. Recuerda
que este camino puede no ser fácil aún y cuando tengas todas las herramientas, siempre
necesitaras un elemento más, y esta es la persistencia, sin esta, podrías perecer en el camino y
abandonar tus sueños, guiando tu vida hacía una depresión o amargura por no lograr lo que
quieres. Toma control de tu vida, vuélvete responsable y se persistente.

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