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Relámpago de Lágrimas

Sus pasatiempos consistían en lo extraño, retorcido y perturbado...

De nueva cuenta, él está ahí, afuera de lo que solía ser una fábrica de galletas.
Él practica lo que parece ser un truco de magia. ¿Será un mago? ¿Un ilusionista? No
lo sé, pero me da bastante curiosidad preguntárselo, aunque no tengo el valor
suficiente para hacerlo. Detrás del gran árbol, le observo, curioso por aquel acto
mágico que intenta llevar acabo. Nunca me ha gustado las cosas relacionadas con la
fantasía y la magia no es la excepción. Sé perfectamente que sólo son ilusiones
ópticas que juegan con tu mente y tus sentidos, pero lo que intenta realizar éste
tipo luce más realista. Con su cabello corto castaño claro y su piel pálida,
bastante común, pero lo que más llamo mi atención fue la enorme sonrisa en su
rostro incluso aun cuando fallaba una y otra vez el mismo truco, seguía mantenido
esa hermosa sonrisa. Pero quizás lo más peculiar de él eran sus ojos cerrados. Sí.
Sus ojos siempre se mantenían cerrados, pero a pesar de eso, no parecia afectarle
en lo más mínimo. No tenía idea alguna de cuál era su nombre, pero solía verlo en
la escuela en una que otra ocasión. Aún portaba el uniforme escolar, su uniforme
tenía el escudo de la escuela en color rojo, lo que significaba que iba en el mismo
grado que yo, sin embargo, jamás lo había visto en el aula anteriormente, lo que
significaba que él estaba en otro grupo.
Me recargo un poco más en el tallo del árbol para así poder dejarme caer en el,
algo húmedo, pasto. Vuelvo mi mirada hacia él, al parecer ya se ha rendido por hoy.
Se sienta en lo que solía ser la entrada de la fábrica y se dispone a comer, saca
de su bolsillo un paquete de galletas. Un ligero aire sopla, moviendo las hojas de
los árboles y de paso sacude su sedoso cabello. Levanta su mirada al cielo y da un
largo suspiro. Me pregunto ¿estará molesto o decepcionado por no poder realizar su
truco?
La curiosidad me está matando, así que tomo una larga bocanada de aire y me levanto
de mi sitio. Camino lento pero seguro, dirigiéndome hacia él, pienso las palabras
que utilizaré al hablarle, finalmente decido por algo simple y sencillo.
-Hola, ¿cuál es tu nombre?- saludo y pregunto sin más, estoy nervioso. Levanta su
rostro, me mira y responde.
-¿Me viste?- Al parecer, en algún momento notó mi presencia, ¿estará molesto?
Porque su mirada no expresa nada...
-Ah, sí. Lo hice ¿te molesta?-
-Sí. Mis cosas no son de incumbencia ajena, además, este no es lugar para un
estudiante.-
-Qué frío eres, eh- Lo digo de manera sarcástica.
-¿Sabes? Estás equivocado si piensas que es la primera vez que me llaman <<frío>>-
Se guarda las galletas en el bolsillo para levantarse y tomarme de la barbilla.
Presiona, a la vez, mis pómulos con fuerza mientras que aprovecha para apretar mi
muñeca izquierda.
-¡Auch! ¡¿Qué mierda intentas hacer?!- Intento safarme de su agarre mientras hago
el esfuerzo por patearlo en la entrepierna.
-Qué lindo...- Acerca su rostro hacia el mío, de manera que nuestras narices se
rozan.
-¡Alejate de...!- Posa sus labios sobre los míos, los separa lentamente y vuelve
hacerlo pero con más intensidad, intentando deslizar su lengua en mi boca. -
¡¡Ngh...!!- Sigo en mi intento por safarme de su agarre. Mientras tanto bloqueo con
mis dientes mi entrada bucal.
-Ahh...- Se separa de mí mientras me suelta las mejillas y la mano.
-¡¿Pero que mierda has hecho?!- Le grito, mientras intento soltarle un puñetazo en
la boca. Estoy furioso. Éste pendejo acaba de robarme mi primer beso...
-¡Oh, por favor!- Detiene mi mano, la jala para atrás y hace que quede recargado en
su pecho.- No seas tan arrogante ¿quieres? ¡Míralo por el lado amable! Acabo de
hacerte el favor de quitarle la virginidad a tus labios.- Jala con más fuerza mi
brazo mientras que con su mano libre levanta mi cara para que quede a su altura.
-¡¡Vete a la mierda!!- con mi mano libre aprovecho y aprieto su entrepierna.
Mierda, es vergonzoso pero pienso que así podré librarme de él.
-Ah, pero que picardía. ¿Tantas ganas tienes de que te dé a por culo?- Suelta mi
brazo y cuello al mismo tiempo. A la par,que yo suelto su entrepierna. En cuanto me
suelta me da la vuelta y me pega a su pecho.
-¡Déjame ir ya!- Grito mientras le escupo en la cara. Agradezco y maldigo a la vez
que esta calle sea poco transitada.
-Te dejo ir, pero con una condición.- Dice mientras comienza a recorrer con su mano
mi muslo y trasero.
-¿Qué mierda quieres? No pienso tener sexo contigo por si acas... ¡¿eh?!- Grito en
su cara al sentir como me aprieta entre sus dos brazos a modo de abrazo.
-Nada de eso estúpidito...- Dice mientras sé queda callado en un modo pensativo.
-Entonces que demonios qui-
-Quiero que seas mi amigo.- Suelta sin mas. Al parecer se ha avergonzado por eso y
no por lo que me ha hecho antes. Que sinvergüenza...
-¡¿Qué?! ¡¿Eres estúpido?! Nunca sería amigo de alguien cómo tú.
-...-
-...-
-... Entonces, nunca te dejaré ir. Te convertirás en mi esclavo si no quieres
serlo.- Dice con un tono sombrío mientras hace el intento por cargarme.
-¡¿Qué?! ¡No! ¡Jódete! ¡Suéltame ya!- Comienzo a patalear mientras alejo mi torso
del suyo.
-¡Ya te dije! ¡Sé mi amigo y te dejaré ir!- Dice mientras me estruja con fuerza y
empieza a faltarme el aire.
-¡Carajo! Está bien ¡Seré tu puto amigo, pero déjame ya!- Es obvio que no lo seré,
le dejaré plantado y por supuesto, no volveré a transitar esa calle.
Me suelta para dejarme caer de espaldas. Afortunadamente, no golpee mi cabeza en el
duro concreto.
-Intenta escapar de esta y date por muerto, Yanase.- Se pone en cuclillas sobre mis
piernas y se acerca de nueva cuenta a mi cara y dice: -Mañana a la hora de receso
en la azotea de la escuela. Ni se te ocurra dejarme plantado, ¿entendido?- Se está
acercando demasiado a mi cara.
-Sí...- Asiento. Se levanta de donde estaba y comienza a caminar hacia la estación
de trenes. Da una vuelta hacia mí y se despide con la mano.
-¡Atrévete a dejarme plantado y las pagarás caro!- Dice. Le ignoro ya que sé ha
dado la vuelta por completo y ha empezado a caminar más rápido hacia la estación.
Me levanto e intento sacudir mi ropa. Duele. Me duele al intentarlo. No creo que me
haya roto un hueso, quizás y sólo me duele por la fuerza ejercida en el hace un
momento. Saco mi celular y lo primero que puedo notar es que tengo 6 llamadas
perdidas de mi madre. Quizás ése pendejo no me mate, pero mi madre sí.
Me doy la vuelta siguiendo la misma dirección por la cuál llegue aquí. Vivo cerca
de aquí, por lo cual no hay necesidad de que tome el tren.
Camino entre las calles. Finalmente llego a mi casa. Abro lentamente la puerta,
retiro mis zapatos en el genkan, y exclamo:
-¡Estoy en casa!-
-¡Bienvenido! Llegas más tarde de lo usual ¿sucedió algo?- Pregunta mi madre desde
la cocina. Vaya, no está furiosa como esperaba.
-No, sólo me di una vuelta por el parque.-Mentí. No es como si fuese la primera vez
que lo hago, pero aún así me siento mal. Avanzo hacia las escaleras y espero por la
respuesta de mi madre para poder retirarme a mi habitación.
-Ah. Vale, pero ten cuidado. No llegues más tarde la próxima vez, por favor.- Como
siempre, está sobreprotegiéndome. Lo aprecio, pero llega a ser muy molesto.
- Sí, sí. No te preocupes tanto, me voy a mi habitación. -
-¡Te avisaré cuando la cena este lista!-
-¡Sí señora!- Abandono el primer piso y me dirijo hasta mi habitación, tiro mi
mochila cerca de la puerta, camino cerca de la orilla de mi cama para tirarme en
ella. Aspiro el olor de la colcha, está limpia y huele a lavanda. Este olor me
encanta. Es uno de mis favoritos. No es tan dulce, pero tampoco muy simple.
Comienzo a divagar sobre lo que acaba de suceder. Y comienzo a pensar las
posibilidades de que me hará si lo dejo plantado como dijo. Aprieto con fuerza mi
almohada y hundo mi rostro en ella. Depués de un buen rato acostado, opto por darme
una ducha, por lo cual me dispongo a entrar al baño para poder desvestirme en aquel
lugar.
Abro la canilla del agua fría y me dispongo a entrar así. El agua fría se siente
bien en mi piel caliente, por lo cual suspiro de placer. Me encanta hacer esto.
Cierro la canilla y tomo algo de champú y comienzo a masajear mi cabeza. Cierro mis
ojos para así evitar que aquella sustancia perfecta para la limpieza, pero dañina
para mis ojos entre fácilmente a ellos. Tomo mi jabón y comienzo a frotarlo por
todo mi cuerpo. Finalizado esto, vuelvo a abrir la canilla del agua fría y me
deslizo en aquel chorro de agua. Cierro con fuerza la llave y espero un poco ahí.
Tomo una toalla, la enredo en mi cintura y salgo del baño. Entro a mi habitación y
me dispongo a ponerme el pijama. Miro al reloj que está en la mesita de noche. Son
las 8:30pm. ¿Ya habrá llegado mi padre? Suele llegar de la oficina a las 8 pm, aún
así ya se ha pasado por poco su hora. Así que lo más probable es que esté en la
cocina.
Con mi pijama un tanto infantil ya puesto, bajo las escaleras. Para encontrarme con
mi madre sentada en la sala viendo un programa de chismes en la televisión. Me
acerco lentamente hacia ella y susurro en su oído:
-¿Ya está la cena?-
-¡Yuu! Maldición, ¡me has dado un buen susto!- Mi madre me voltea a ver un tanto
molesta.- Pero sí. La cena ya está lista hace un rato. ¿Quieres cenar?-
-Lo siento.- Me disculpo con ella, no pensé que se enojaría tanto.- Sí, quiero
cenar. Por favor. Aunque prefiero ir a buscar mis utensilios yo mismo.- Le sonrio,
estoy seguro de que aunque insista ella esperará a que llegue mi padre.
-Ah, vale. Yo esperaré a tu padre. Anda, ve y come.- Vuelve a su sitio mientras yo
me dirijo hacia la cocina a servirme lo que sería mi cena.
Terminada mi cena, subo las escaleras y noto que hay alguien en la ducha. Lo más
probable es que sea mi madre, lo dejo pasar y me dirijo a mi habitación.
Levanto mi mochila y doy una ojeada a la libreta donde apunto mis deberes. No hay
nada. Con esto hecho me dispongo a dormir. Miro otra vez el reloj de la mesilla de
noche. Las 9:45 p.m. Suspiro. Levanto mis cobijas y me deslizo entre ellas.
Pasada una media hora escucho a mi padre subir las escaleras y abrir la puerta del
baño. Puedo suponer lo que harán, pero no quiero pensar en ello. Me da asco pensar
en eso. Me levanto de la cama y busco mis auriculares. Los conecto a mi celular y
los coloco en mis orejas. Abro el reproductor de música y me dispongo a oír el
álbum que baje recientemente de una banda británica que ha hecho alboroto en su
país de origen. Sus canciones tienen un ritmo bastante pesado y movido. No es algo
que exactamente escucharía para conciliar el sueño. Pero es bastante buena. Me
recuesto en la cama y comienzo a buscar alguna con un ritmo lento. Miro de nueva
cuenta la hora. Son las 11 p.m. vaya, que rápido se ha pasado el tiempo. Retiro los
auriculares y apago el reproductor. Me está ganando el sueño. Sin más reproche,
cierro mis ojos con la esperanza de poder dormir al fin.

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