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-I Parte-
CARTAGO - ANTECEDENTES DIRECTOS DE LA AGRESIÓN ROMANA
- EL DESEMBARCO ROMANO - CARTAGO SE PREPARA PARA LA
GUERRA - PRIMEROS COMBATES.

Pag: 2 - 9

-II Parte-
ASEDIO DE CARTAGO - PRIMER ASALTO - DIFICULTADES SIN FIN -
LA GUERRA EN EL INTERIOR - EL JOVEN ESCIPIÓN SALVA AL
EJÉRCITO - MUERTE DE MASINISSA.

Pag: 9 - 18

-III Parte-
ESCIPIÓN AL FRENTE DEL EJÉRCITO EXPEDICIONARIO -
REORGANIZACIÓN Y REACTIVACIÓN DEL ASEDIO - CON ESCIPIÓN
A LA CABEZA LOS ROMANOS ENTRAN EN MEGARA - REACCIÓN
PÚNICA - SEGUNDA FASE DEL ASEDIO - LA BATALLA NAVAL - LA
LUCHA POR EL MUELLE EXTERIOR, DERROTA DE ESCIPIÓN -
DESARTICULACIÓN DEL DOMINIO CARTAGINÉS EN EL INTERIOR -
DEL PAÍS - CONQUISTA DEL PUERTO DE COTON - ASALTO A BIRSA
- ATAQUE AL TEMPLO DE ESHMUN - DESTRUCCIÓN FINAL DE LA
METRÓPOLI PÚNICA.
Pag: 19 - 40
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

I PARTE:
CARTAGO - ANTECEDENTES DIRECTOS DE LA AGRESIÓN ROMANA - EL
DESEMBARCO ROMANO - CARTAGO SE PREPARA PARA LA GUERRA - PRI-
MEROS COMBATES.

CARTAGO

En este trabajo trataremos de exponer de la manera sustentado ahora tanto en la notable productivi-
más didáctica posible todos los datos conocidos acer- dad de su suelo agrícola, como a la continuada
ca de la guerra que los romanos desataron desleal- capitalización de los recursos políticos y econó-
mente contra la metrópoli púnica. Guerra sobre la micos de su hinterland.
que ni siquiera los propios cronistas e historiadores Por desgracia para los cartagineses, Roma sí
romanos y griegos pudieron ocultar su estaba inmersa en una insa-
Ni el más osado
rechazo y horror, y que concluyo con ciable espiral expansionista.

una de las ciudades más legendarias


de los políticos
el asalto, conquista, y destrucción de No hacia falta escarbar
demasiado para que los polí-
del Mundo Antiguo: Cartago. cartaginéses ticos más demagogos a la

Al término de la II Guerra Púnica,


habría estado par que imperialistas de la
urbe encontrasen en el sub-
Cartago entró en una etapa en la inclinado nunca consciente romano la mane-
que asumió, por activa y por pasi-
va, su dependencia de Roma. Las
a plantar cara a ra de activar el recelo que a
todo lo púnico subsistía en
veleidades militaristas, comunes a los romanos él.
toda gran nación de la antigüedad,
se dejaron a un lado y sorprendentemente su
política siguió una doble senda que, en teoría, Los detonantes directos de este conflicto son
sólo podría reportarles beneficios. Por un lado difíciles de definir. Aunque probablemente no
su sumisión a la otrora gran rival, Roma, era existen.
absolutamente sincera y sin doblez alguna. Por Podríamos decir que a Cartago le había llegado
otro lado, se fomentó el desarrollo del comercio su hora; su fugaz desarrollo y la legendaria
riqueza de su metrópoli y su territorio, habían
desatado tanto el temor como la desenfrenada
codicia de alguna de las facciones más influyen-
tes de Roma. Llegado el momento, ni el peso de
familias tan relevantes como la de los escipiones
pudieron evitar que la República se inclinase
por la guerra abierta contra un enemigo que no
era tal, o al menos, sí hizo todo lo que estaba en
su mano para que así se le considerase.

ANTECEDENTES DIRECTOS
DE LA AGRESIÓN ROMANA

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Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

habría estado inclinado nunca a plantar cara a


Tiempo atrás, en Cartago, la constante y ago- los romanos, pero Masinissa debía ser detenido,
biante presión del rey númida Masinissa sobre y con razón. De hecho la estabilidad política de
las fronteras púnicas -amenaza que venia pro- Cartago ya se había resentido, y sin duda tam-
longándose ya por el espacio de 50 largos años- bién la económica lo sería pronto a tenor de las
, terminó por socavar la estabilidad política de la ambiciones que sobre el suelo cartaginés tenía el
urbe africana. Un golpe de estado puso al frente insaciable rey africano.
de los designios de la República a un líder aleja- La facción que se apoderó del gobierno de
do de la política oficial de no hacer ningún Cartago se dispuso a armar un ejército y a
movimiento sin el permiso expreso de Roma. expulsar al númida de las tierras de las que
Ni el más osado de los políticos cartagineses injustificadamente se había apropiado.

MASINISSA
Al termino de la II Guerra Púnica, dejaba Roma en África una potencia lo suficientemente solvente como
para poder mantener a los cartagineses siempre en vilo. Es el comienzo del protagonismo de Numidia en
la historia. Si hasta entonces habían permanecido las diferentes tribus de esta nación divididas y enfren-
tadas, ahora, unidas bajo Masinissa, disfrutaran de un prolongado periodo de cierta cohesión y desarro-
llo.
Las ansias expansionistas de este singular rey, en su mayor parte dirigidas hacia occidente, o lo que es lo
mismo; hacia territorio púnico, le llevaron a arrebatar a sus odiados vecinos una buena parte de su terri-
torio en una larga e infatigable política de agresión controlada. Este expansionismo, que si bien no era
alentado por Roma, sí que contaba, al principio, con su anuencia. Hay que señalar que según el tratado
que puso fin a la II Guerra Púnica, Cartago no podía hacer la guerra sin permiso romano.
Así las cosas, los cartagineses sólo podían aspirar a que desde Roma o bien se detuviese el avance del
númida o que se les autorizase a ellos mismos poner coto a su ambición.
Las relaciones con Numidia se convertirán en el principal problema político del estado cartaginés. En la
metrópoli púnica convivirán partidos o facciones que se inclinaran en mayor o menor medida bien por el
acercamiento o bien por el enfrentamiento con Masinissa.
Esta vez, año 151 a.C., Masinissa trató de ocupar una de las regiones más ricas de esa parte de África. Las
llamadas Grandes Llanuras; era algo que ya no se estaba dispuesto a ceder sin respuesta.
Como no podía ser de otra manera, al final, después de décadas de sumisión, de cesión a los ímpetus del
númida, estallo en Cartago
una rebelión popular insti-
gada tanto por una buena de
la opinión pública como por
algunas de las facciones más
beligerantes del senado.
La corriente capitaneada
por Asdrúbal, se hizo con el
poder en Cartago. Muchos
senadores y miembros de la
facción pronúmida debieron
abandonar la metrópoli y
refugiarse junto a Masinissa.
La guerra estaba servida.

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Catón; Delenda est Cartago
Parece ser que el tema cartaginés suscito serias dispu-
tas en el senado de Roma. La causa púnica, si puede deno-
minarse así, era defendida principalmente por los esci-
piones, liderados aquel entonces por Escipión Nasica.
Frente a ellos parece que la mayoría dirigida por el des-
piadado Catón.
Finalmente, y pese a que Nasica no pudo evitar la guerra,
sí que pudo arrancar alguna concesión del senado; se des-
truiría Cartago, pero al menos la población no seria esclavi-
zada y se les permitiría construir en el interior, alejados de
la costa, una nueva metrópoli, una ciudad que, vuelta hacia el con-
tinente, no representara ya una amenaza para los intereses comercia-
les o estratégicos de la Urbs.
La campaña resultó terminar, para los cartagi- fin y al cabo no deseaban combatir, se rendirían
neses, en un autentico desastre, pues su ejército directamente, ¿para qué organizar ninguna
fue prácticamente aniquilado por las fuerzas de defensa seria?.
Masinissa.

Derrotado, Asdrúbal ya no regreso a Cartago, EL DESEMBARCO ROMANO


refugiándose con sus leales en el interior del
país. La ciudad volvió de nuevo a manos de los
Dentro del mundo púnico
políticos más contemporizado- Útica, respondió a
africano, existían varias
res que trataron rápidamente
metrópolis autónomas que se
de restañar las heridas abiertas. la amenaza roma-
alineaban con Cartago tanto
Demasiado tarde. Esta demos-
tración de fuerza, independien-
na desentendién- por afinidad como por interés
común. Ahora, la otra gran
temente del desastroso final dose totalmente de
ciudad africana, Útica, res-
que había tenido, fue utilizada
por los romanos para justificar sus antiguos alia-
pondió a la amenaza romana
desentendiéndose totalmente
su intervención en África. dos separándose de sus antiguos aliados y,
La decisión estaba tomada y no entonces de separándose de Cartago, puso
para sorpresa de todos su
se daría marcha atrás. Cartago puerto, su ciudad y su ejercito
al servicio de la logística romana. No tardaron
La agresividad romana sorprendió a propios y
otras ciudades del ámbito púnico en imitar su
extraños. En Cartago no se lo esperaban por
resolución, y así, probablemente en este
varias razones; por un lado habían sido dura-
momento, ciudades como Hadrumetum, Leptis,
mente castigados por Masinissa en la guerra
Tapsus, o Acholla se pasaron a los romanos.
precedente, es decir, la habían perdido, no eran
Este golpe venido de parte de sus veci-
ya una amenaza directa ni siquiera para los
nos y aliados dejo la ciudad
númidas. Asdrúbal, el líder que había encabeza-
sumida en el estupor. Los
do la respuesta cartaginesa, había sido puesto
cartagineses, que habían
tras el fracaso rápidamente fuera de la ley. Por
sopesado la idea de
otro lado, cualquier conflicto de esta envergadu-
hacer prácticamente
ra no podía desatarse sin un casus belli de cierta
lo mismo con el fin
entidad, y ellos sabían que lo sucedido con
de demostrar
Masinissa no lo era, de hecho los romanos habí-
inequívocamente su
an eludido involucrarse en el conflicto, para
actitud pacifica, des-
desesperación por cierto del rey númida.
cubrieron ahora que
Para cuando los romanos amenazaron inopina-
se les habían ade-
damente con desembarcar en África, la ciudad
lantado y dejado,
no pudo articular una respuesta política acorde
quizás, en evidencia.
con el peligro que representaba la iniciativa. Al

La diosa Tanit. Moneda púnica 4


Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

¿PERFIDIA PÚNICA?
Útica. La segunda ciudad más
importante del ámbito púnico,
mantuvo siempre relaciones
ambivalentes con la metrópoli.
Desgraciadamente no podemos
sino teorizar acerca del tipo de
organización política que englo-
baba a todas las antiguas ciuda-
des púnicas de África bajo la
supremacía de Cartago. Las
grandes ciudades de este ámbito,
como Hippo Rhegius, Útica, o
Acholla disponían de unas pre-
rrogativas políticas que al menos
les permitía configurarse como
entes políticos autónomos, aun-
que fuertemente ligados al poder
central. En momentos de crisis,
esta ligazón se ponía a prueba dando como resultado, como en esta ocasión, el que
algunas de ellas pudiesen alinearse con el enemigo, otras sencillamente quedarse al
margen del conflicto, y las más, con la metrópoli púnica.
Los cartagineses, que veían ahora como los metrópoli africana.
romanos desembarcaban seguidamente en la
ciudad vecina, no tardaron en enviar a presencia Los romanos desembarcaron un gigantesco ejér-
de los cónsules una nutrida embajada. Había cito de maniobra que acamparon en los alrede-
que llegar a un acuerdo incruento a cualquier dores de Útica. Los de la ciudad les entregaron
precio, pues la eventualidad de una guerra no el control de su ciudadela, muestra inequivoca
pasaba por la cabeza de ningún político púnico. de su sumisión. Desde Cartago se envió de
Por desgracia para los cartagineses, desconocían inmediato una nutrida delegación de senadores
que el senado romano había sido concluyente para tratar de saber las intenciones de los recién
con los cónsules; la expedición debía concluir, llegados y negociar en consecuencia.
sin ninguna excusa, con la destrucción de la Los cartagineses, empeñados en hacer todo lo
que estuviese en su mano para no llegar a la
lucha, hicieron todas las concesiones que, una a
una, les fueron reclamadas. Y tanto es así que
llegaron incluso a entregar a los romanos todas
sus armas; la sorprendente cifra de 200.000
Para algunos especia- panoplias de soldado (armadura y armas) y
listas, una represen- unas 2.000 piezas de artillería; desde pesadas
tación del dios púnico catapultas a pequeños escorpiones, ademas de
Melkart.
toda la flota de guerra. La ciudad, decidida a no
combatir, y confiando en la buena fe de los
romanos ante una inequívoca respuesta pacifica
a sus amenazas, se desarmó por completo. Una
vez llegados a este punto, los cónsules ya no
esperaron más y les ordenaron, como última
condición para llegar a un acuerdo amistoso,

5
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

Ejército cartaginés.
A diferencia de las otras guerras en las que CARTAGO SE PREPARA
habían participado, y en las que los merce-
narios habían supuesto la columna verte- PARA LA GUERRA
bral de los ejércitos púnicos, esta vez lo
serian sus propios ciudadanos. No es difícil La ciudad, pese a encontrarse ahora desarmada,
intuir, sin embargo, que muchos serian los contaba con numerosas bazas a su favor:
auxiliares libios –africanos- como los númi- Primero estaba protegida por unas soberbias
das o los getulos que, combatiendo por dine- murallas, sin igual en el Mundo Antiguo y que
ro, militarian junto a los cartagineses, sólo serán superadas por las de la también enor-
sobre todo en las fuerzas establecidas en el me Constantinopla. Una muralla que en su lado
exterior. Pero sin duda todo el peso de los continental -pues la ciudad estaba construida
combates cayeron en las milicias ciudada- sobre una península- era doble y precedida en
nas más o menos entrenadas que comba- primera línea por una empalizada de madera
tiendo por una causa que consideraban frente a la cual había dispuesto un foso de agua.
justa consiguieron mantener a raya, las El perímetro de la muralla exterior delimitaba
más de las veces, a los siempre temibles una área que albergaba tanto la propia ciudad
legionarios romanos. como un extenso territorio de cultivo; Megara,
del que llegado el caso los cartagineses podrían,
en cierta medida, proveerse. El núcleo propia-
mente habitado, la ciudad en sí, se encontraba a
su vez rodeada de una nueva muralla y, por
último, existía una especie de Acrópolis, tam-
bién amurallada, que servirá, como veremos,
como ultimo reducto para los defensores. La
población podría oscilar entre las 300.000 y
500.000 almas, y aunque hay que tener en cuen-
ta que muchos de sus habitantes huyeron de la
metrópoli al hacerse público el estallido de las
hostilidades, otros muchos, del campo, corrie-
que abandonasen la ciudad, estableciéndose en ron a refugiarse en la capital.
el interior; a una distancia prudencial de la
costa, y dejasen atrás tanto su forma de vida
como a la esplendida metrópoli que les había Los cónsules habían otorgado a los cartagineses
dado cobijo durante largos siglos. un cierto impasse para que tomasen la última y
fatídica decisión de abandonar su ciudad, pues
Pocas veces se ha dado en la historia una mues- ni siquiera a los romanos se les escapaba lo terri-
tra de cinismo, abuso y traición como la que lle- ble de sus peticiones y deseaban dar a sus habi-
varon adelante los dos cónsules romanos de tantes tiempo para decidirse y comenzar la eva-
aquellos días en la negociación política con los cuación.
representantes del senado de Cartago. Estos pocos días de tregua que los romanos
La petición de que abandonasen la ciudad otorgaron a sus enemigos fueron al final decisi-
sumió a los cartagineses en el estupor, que cedió vos. Los cartagineses se volcaron rápidamente
pronto paso a la rabia y la ira. Los romanos, que en una frenética preparación para la batalla.
habían abusado hasta lo indecible de su buena Techumbres de templos y casas fueron desmon-
fe, empujaron ahora la ciudad a la guerra. La tadas para aprovechar la madera, las fraguas no
población se puso a una manos a la obra. Roma daban abasto fundiendo el bronce de las esta-
iba a luchar ahora contra un pueblo en armas, tuas y las defensas navales y terrestres eran
una lucha como pocas se habían dado y en la rápidamente reforzadas. Los esclavos eran libe-
que como veremos sufrirán los agresores gran- rados y enrolados, las mujeres entregaban su
des penalidades y peligros hasta lograr acabar cabello para la fabricación de cordajes al tiempo
con la resistencia de esta antigua e indómita que todos trabajaban, día y noche, en turnos
civilización.

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Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

Templo de Eshmun
Templo de Melkart? Ciudadela de Cartago
Tofet de Cartago

COTON
puerto comercial
Sede del
“almirantazgo” BIRSA
barriada más populo-
sa de la urbe
PUERTO MILITAR

CARTAGO
Malecón exterior
puerto auxiliar

rigurosamente establecidos, para la elaboración La dirección de la República fue entregada


de todo tipo de armas de guerra. Todo en un ahora a la facción púnica más nacionalista, si
tiempo récord, y en un secretismo tal que los por ello queremos resaltar a esos personajes que
romanos no tuvieron ni la menor idea de lo que siempre habían luchado por mantener una cier-
se estaba tramando en Cartago. ta línea de actuación más alejada del seguidísi-
mo, más racional, que hacia Roma habían hecho
Es cierto que ya nunca conseguirán armar a hasta entonces la mayor parte de los dirigentes
todos los hombres en edad de combatir, pero del estado. Muchos de los más señalados con-
durante esas tres o cuatro jornadas que los temporizadores fueron ahora asesinados en
romanos tardaron en ponerse en movimiento, estos primeros y exaltados momentos de rabia.
los cartagineses pudieron rearmarse al ritmo de La defensa de la metrópoli púnica recayó ahora
100 nuevos escudos, 300 espadas y 1.000 lanzas, en Asdrúbal el Númida, quien, para no perder
al día. Sin contar con las piezas de artillería en la costumbre, no se llevaba nada bien con el otro
las que también invirtieron grandes esfuerzos, Asdrúbal, recordemos que era el que dirigía la
llegando a fabricar unos 1.000 dardos diarios resistencia en el interior del territorio. Entre
para las ballistas que, también al mismo tiempo, ambos surgiría una profunda rivalidad
se construían. que como veremos más adelante ter-
minara bañada en sangre.
Los cartagineses tenían también un
buen ejército de campaña. Asdrúbal,
recientemente derrotado por PRIMEROS COMBA-
Masinissa y cuya cabeza había sido
puesta a precio en Cartago, había TES
reunido tras de sí en la ciudad de El ejército romano alineaba unos
Neferis a un ejército de 20.000 hom- 80.000 hombres. Contaban en
bres. Todos ellos bien armados y bue- teoría con la alianza de
nos combatientes. Este general, una Masinissa, pero recientemente
vez que la guerra se hizo inevitable, habían surgido una serie de
fue rápidamente perdonado y llama- malentendidos que habían lleva-
do por el senado de Cartago en do a que, entre númidas y roma-
ayuda de la metrópoli. Asdrúbal nos, se enfriasen totalmente las
asumió en ese momento la defensa relaciones. Massinisa, que acaba-
del territorio continental en donde ba de vencer en una guerra a los
existían un buen número de ciuda- cartagineses, no había sido apo-
des y aldeas todavía leales de donde yado por Roma. Si esto ya le
proveerse él y la propia Cartago. molesto profundamente, no lo
fue menos el sentirse ninguneado

Estela púnica; Tofet de Cartago.


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Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

al no ser advertido de los planes de invasión llado, concretamente el que quedaba a la laguna
romanos. Se encontró para su sorpresa con que y que le parecía más vulnerable al asalto.
estos desembarcaban inopinadamente en África Manlio intento en su ataque cegar el foso y, tras
sin el menor preaviso. Los cónsules le ignora- derruir la empalizada que lo defendía, lanzarse
ron, Masinissa hizo lo propio. Si no le pedían sobre las murallas en un rápido ataque directo.
expresamente su intervención no movería ni un Tanto Censorino como Manlio fueron sorpren-
dedo por los italianos. Los romanos perdieron didos por la resistencia de los cartagineses, los
así la posibilidad de contar con un aliado vital dos tuvieron que ver con estupor como los
para la guerra. defensores se hacían fuertes en sus posiciones y
En realidad, desde Roma, las insaciables ambi- rechazaban con fuerza sus asaltos. Pensaban los
ciones del númida habían despertado tiempo cónsules poco menos que para tomar la ciudad
atrás algunos recelos y fue esto lo que condujo al sólo había que acercarse a ella y cogerla, ahora
senado a dejar de lado al africano. Masinissa ya retrocedían confundidos después de sufrir con-
no colaboraría mas con los romanos hasta su siderables perdidas. Tras la dura lección y ya
muerte, y los romanos lo lamentarían muy con más tino, se dispusieron a comenzar un ase-
pronto. dio en toda regla.

Llegado el dia, las legiones marcharon sobre


Cartago. Los cónsules se hallaban confiados en
tomar una ciudad que pese a sus magnificas
defensas no albergaba en teoría sino a hombres
completamente desarmados.
Manlio condujo a sus legiones en un ataque
frontal contra la triple línea fortificada mientras
Censorino atacaba, tanto desde el mar como por
tierra, uno de los ángulos del perímetro amura-

Primeros nubarrones
Lentamente, casi imperceptiblemente a nuestros ojos, la sociedad romana ha cambiado. Cincuenta años
atrás, el senado de Roma, y por extensión los patricios, habían causado el asombro y admiración de sus
contemporaneos que veían emerger de los rescoldos de la II Guerra Púnica a una nación sobria, dura
como el hierro y cohesionada como ninguna.
Tras esta imponente fachada, y ya a mediados del siglo II a.C. un obsevador como Polibio anota con
desazón como se han introducido nuevas y poco edificantes costumbres en la hasta entonces ejemplar
República. Los jovenes patricios romanos no parecen ser ya lo que eran hace sólo un par de generacio-
nes. La riqueza proporcionada por largos decenios de conquistas militares ha provocado una buena parte
de ésta se entregue a la molicie más desenfrenada. Al tiempo, y paralelamente, el campesinado romano,
verdadero nervio del estado, se ve sometido a una crisis sin precedentes gracias, por un lado, a la poco
meditada política de permitir la llegada a Italia de productos agricolas importados a bajo precio, y por otro, a
la imperiosa necesidad de mantener en filas a decenas de miles de hombres, campesinos, más tiempo del
que estos pueden soportar, rompiendo asi su vinculación directa con el agro. Otro factor no menos relevante, y que incide también
en la crisis, es el creciente y continuado numero de bajas humanas que se van acumulando en las sucesivas guerras que se lle-
van adelante.
Pocos son los que se dan cuenta del riesgo que corre la sociedad. Son pocos los que, desde el propio estado, son conscientes del
del cancer que corroe la estabilidad de la República. Esta ignorancia, generalmente interesada, socavará finalmente, y a corto
plazo, el orden establecido.

Cartago caerá, tras una durísima lucha, en el año 146 a.C. Pero pronto se sucederan las derrotas a manos de Viriato, los celtíbe-
ros, o los númidas, por hablar de los mas relevantes. En el 133 a.C., y por primera vez en siglos, las disputas políticas en la Urbs,
(directamente relacionadas con el problema de la crisis en que se ve sumido el campesinado italiano), llegaran al borde de la gue-
rra civil. A partir de este momento todo cambiara. Pocos años mas tarde, en el 110 a.C. los cimbrios y teutones aplastan a las
legiones romanas. Es el fin de una época, el de la vieja República, y el comienzo del largo y penoso camino hacia el Imperio.

8
II PARTE:
ASEDIO DE CARTAGO - PRIMER ASALTO - DIFICULTADES SIN FIN - LA GUE-
RRA EN EL INTERIOR - EL JOVEN ESCIPIÓN SALVA AL EJÉRCITO - MUERTE
DE MASINISSA.

ASEDIO DE CARTAGO
Tras concluir sus nuevos atrincheramientos -el
usual campamento legionario-, Censorino

L
os romanos, que habían divido en dos sus
envió un contingente soldados al otro lado de la
ejércitos, se repartieron las tareas. El mar
laguna en busca de madera para construir una
seria para Censorino, quien instalo su cam-
maquinaria de asedio de la que sorprendente-
pamento en la misma lengua de tierra que unía
mente se hallaban desprovistos. Para desgracia
la ciudad con el continente, bajo sus mismas
de los romanos la expedición acabo en desastre;
murallas. Este trataría de forzar las defensas del
la caballería cartaginesa de Himilcón Fameas,
enemigo en ese mismo sector, mientras el otro
oficial cartaginés que pronto se iba a hacer temi-
de los cónsules, Manlio, se atrincheraría en el
ble a los romanos, golpeo con fuerza al destaca-
istmo, protegiendo así el flanco continental ante
mento enviado por el cónsul. Cerca de 500 hom-
la amenaza que representaba el ejército de
bres fueron muertos y el resto empujados preci-
Asdrúbal, al tiempo que trataría también él a su
pitadamente a los barcos. Pese al descalabro, se
vez de perforar las poderosas defensas frontales
había hecho Censorino con la madera suficiente
contra las que ya había probado fortuna ante-
como para fabricar algunas escalas, además de
riormente.

9
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

algo de maquinaria de asedio, por lo que se dio ellos, de acercarlos del campamento a la muralla
por satisfecho con lo obtenido. por un terreno tan poco propicio como aquel.

Tanto Censorino como Manlio volvieron a Censorino entrego a dos tribunos el mando de
intentar el asalto y de nuevo fueron rechazados; los dos grupos de asalto; uno a cargo de solda-
Manlio tan sólo pudo hacerse con algunos tra- dos provenientes de la flota, y el otro a cargo de
mos de la empalizada de madera levantada las fuerzas del ejército de tierra. Se entablo
frente a las murallas antes que entonces una competición para
darse por vencido. Censorino, Dos monumen- ver cual de los dos grupos con-
también rechazado, persevero tales arietes seguía primero arrimar la
sin embargo por el ángulo de la
muralla que parecía a todas construidos por maquina contra el muro. Y no
fallo Censorino en sus previsio-
luces más vulnerable. los romanos nes, pues la acción fue llevada
El cónsul había observado que
el punto en donde la triple fueron arrastra- adelante con ardor y acierto.
Durante todo el día las maqui-
muralla exterior tocaba con la dos hasta el nas machacaron sin descanso
laguna, su continuación por la
fachada marítima dejaba bas-
muro. los lienzos de la muralla hasta
que parte de la misma se des-
tante que desear. Ordeno entonces Censorino plomo. Los cartagineses poco pudieron hacer, y
rellenar con tierra el lado de la laguna que baña- solo una vez que los asaltantes se retiraron con
ba la muralla marítima en el punto en que esta la llegada de la noche, trataron de reparar los
se unía a la continental: Días de trabajo para destrozos.
cegar una amplia zona de la laguna, lo suficien- El daño sin embargo había sido de tal entidad
te como para permitir un fuerte asalto terrestre que los defensores se dieron cuenta que pese a
contra un sector de las defensas que en absoluto todos sus esfuerzos resultaba del todo imposible
se encontraba preparado para un ataque de concluir las reparaciones antes de que los roma-
estas características. Terminada la preparación nos reemprendiesen el ataque al amanecer.
del terreno, dos monumentales arietes fueron Sopesaron sus alternativas y optaron finalmente
dispuestos para ser arrastrados hasta la muralla. por la de hacer una salida en masa para, ya que
Seis mil hombres se encargaban de cada uno de el muro no podría ser reparado, destruir al
Cuadro:
Ariete. Era tal la confianza de los romanos en sus fuerzas,
que no había entrado en sus cálculos el hecho de que quizás
Cartago se resistiría con fuerza a su ataque. Ni tren de asedio
ni una logística medianamente competente fueron prepara-
das para la invasión. En su descargo quizás podríamos seña-
lar que el ejército romano fue movilizado con demasiada
rapidez como para haber tenido tiempo de planificar adecua-
damente una campaña de la envergadura de ésta. Bien es
cierto que de nuevo nos encontraríamos aquí con la desmesu-
rada confianza de hicieron gala los romanos, que no conside-
raron siquiera con necesitar de la ayuda de uno de sus más
leales y valiosos aliados; Masinissa.

Siguiendo la tradición, al menos la comunicada por Vitrubio, el ariete fue "inventado" -traído a occidente- por los cartagineses. Fue
durante el sitio de Gades -Cádiz- en algún momento entre los siglos XI y VII a.C. Habiendo conquistado una fortaleza local, trataron de
echarla abajo, derruirla. No disponían de ningún instrumental de hierro adecuado, por lo que no podían llevar adelante la tarea, así que
alguien sugirió hacerse con un buen tronco con el que, todos a una, golpear repetidamente el lienzo de la muralla. Finalmente el muro,
mediante esta estratagema, se desmorono. Este suceso vino a inspirar a un tal Pefrasmenos, herrero fenicio y que a la sazón se encon-
traba con el ejército cartaginés -púnico- que sitiaba la ciudad. Este discurrió la manera de aumentar la efectividad del ingenio colgando
el tronco que debía servir de ariete en un soporte que permitía fácilmente su balanceo y que, utilizado con destreza, terminó por echar
abajo el muro de la propia Gades y con ello lograr la conquista de la población.
Más tarde fue un griego quien ideo la manera de hacerlo móvil, con el desarrollo de la plataforma con ruedas protegida por una techum-
bre que mantenía a los soldados que lo utilizaban a cubierto. Posteriormente se extiende su utilización con la introducción e impulso del
mismo en los ejércitos de Filipo II de Macedonia, en donde sus ingenieros se las apañan para crear innumerables variantes y mejoras
de la maquina.

10
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

menos la maquinaria que los romanos utilizarí- jabalinas. Los soldados cartagineses mejor
an para el ataque. La incursión nocturna cartagi- armados formaron lo más parecido a una línea
nesa fue rechazada, pero el objetivo pudo cum- de batalla y, tras ellos, el grueso de la milicia
plirse, pues gran parte de la artillería y supone- ciudadana armados los más con piedras y palos.
mos que los arietes fue pasto de las llamas, y la Los romanos, que consiguieron ocupar ahora el
que no, inutilizada. tramo de la muralla atacado, observaron con
A la mañana siguiente Censorino, frustrado, desprecio el aspecto poco marcial de sus contra-
dejo de lado la poca artillería que quedaba en rios, el ataque no se hizo esperar, lanzando el
pie y ordeno un ataque frontal contra el tramo cónsul a sus fuerzas hacia adelante a través de la
de muralla dañado por el ataque del día ante- brecha en la muralla.
rior. Los cartagineses, viendo la imposibilidad
de defenderse con éxito ante el que podemos PRIMER ASALTO
suponer que impetuoso asalto, retrocedieron un
poco hacia el interior y se prepararon a concien-
Este es el momento en que hace acto de presen-
cia para dar batalla en cuanto las primeras uni-
cia en nuestra historia Escipión, un joven tribu-
dades asaltantes atravesasen las brechas.
no que servia probablemente en el cuerpo de
Al otro lado de las murallas, intramuros, se
caballería de la IV legión. Escipión, que partici-
extendían una serie de terrenos de labor, abier-
paba a pie en el ataque, situado sobre la mura-
tos, en donde algunas casas o haciendas servirí-
lla, advirtió de la poco favorable posición en la
an ahora a los defensores como puntos fuertes,
que sus compatriotas se iban a colocar avanzan-
todas las partes altas de las edificaciones fueron
do sin orden contra los cartagineses. Retuvo
cubiertas de arqueros e infantería armada de
entonces a sus propios hombres disponiéndolos

11
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

a lo largo de del muro en espera de lo que el enemigas, ataco la ciudad de Egimuro, de la que
creyó pronto ocurriría. Tal y como había previs- fue rechazado. No mucho después dio por ter-
to, los romanos fueron atacados en masa por minada la campaña y salio de África. De acuer-
unos cartagineses que partían de una mucho do con su colega, se dirigió a Roma a presidir los
más favorable posición, de esta forma, atrapa- comicios.
dos en un pequeño espacio abierto, los atacantes Vencido, Manlio esperaría ya inactivo la llegada
fueron duramente rechazados. La retirada del relevo.
romana pronto se torno en descontrolada huida
y sólo gracias a la posición ocupada por el joven Enardecidos por sus recientes éxitos, los cartagi-
Escipión, que desde la muralla amenazaba con neses planearon un golpe mortal sobre el cam-
cerrar filas sobre los perseguidores cartagineses, pamento romano, más cuando habían sin duda
pudieron los romanos volver sobre sus pasos y observado lo renuentes al combate que eran
regresar a sus posiciones de partida. La muralla ahora las tropas de un cónsul que no deseaba ya
fue entonces evacuada y el día dado por sino terminar su mandato e irse. De nuevo escu-
perdido. dándose en la noche, táctica que emplearían con
Tras la victoria, los cartagineses pudieron recu- profusión, la guarnición hizo una salida contra
perar el control de la muralla y, ya sin trabas, el campamento romano. El asalto fue rápido y
volcarse en su reconstrucción. contundente, portaban los asaltantes unas plan-
chas de madera construidas
la resistencia inexpreso para ser colocadas
sobre el foso, y así, antes de que
D I F I C U L T A D E S del enemigo los romanos pudiesen darse
SIN FIN cuenta de lo que sucedía, com-
había desborda- batían ya sobre la misma empa-
lizada.
Censorino, preocupado ahora
en mudar de campamento, do cualquier
El caos se apodero del campa-
pues los efectos insanos de la
laguna comenzaban a hacerse previsión mento romano y de nuevo, y
providencialmente, fue
notar (un buen numero de
Escipión quien saco a sus compañeros del ato-
hombres había caído ya enfermo), opto por
lladero. Este hizo salir a sus jinetes por las puer-
embarcar a su ejército y dirigirse a mar abierto.
tas no atacadas, y una vez fuera, les ordeno evo-
Buscaría una nueva ubicación junto al mar, a
lucionar junto a la masa de cartagineses. Poco
salvo del pernicioso influjo de las aguas estanca-
podía hacer el joven romano con su despistada
das. Pero una sorpresa le esperaba, los cartagi-
y poco numerosa caballería, pero opto por tratar
neses, adivinando por sus preparativos que pre-
amedrentar y confundir a los atacantes. A su
tendía evacuar la posición, prepararon un ata-
favor jugaba también la oscuridad, que si bien
que por sorpresa sobre su flota. Cuando la
había servido a los asaltantes para realizar su
escuadra romana se ponía torpemente en movi-
avance con éxito, ahora le serviría a él para
miento, sin duda sobrecargada, los cartagineses
hacer creer a sus enemigos que una numerosa
acercaron hasta cerca de la formación, fuera de
caballería romana se encontraba a punto de caer
su ángulo de vista, una serie de brulotes a los
sobre ellos por todos los lados. Y no erró el
que, una vez descubiertos, prendieron fuego y
romano, pues los cartagineses, al creer su flanco
dirigieron contra la escuadra romana . El daño
y su propia retaguardia amenazadas, cedieron
fue inmenso, y se dice, exageradamente, que
en su empuje y optaron finalmente por regresar
casi perece la totalidad de la flota. Lo cierto es
a las murallas.
que Censorino tuvo ya suficiente, así que, tras
Sin exponerse más de lo debido, Escipión había
construir su nuevo campamento en el lugar
conseguido -contra todo pronóstico- salvar la
donde tenía previsto, embarco en los restos de la
situación.
flota y se alejo de Cartago. Se dedico ahora a
hostigar algunos de los territorios costeros que
No volverá Manlio a ser sorprendido.
todavía se alineaban con la capital. Después de
Inmediatamente abandono su apatía y se dispu-
merodear sin mucho provecho por las costas

12
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

so amurallar con piedra su asentamiento, lo


extendió así mismo hacia el mar en donde tam-
bién levanto un puerto fortificado para proteger La flota púnica
las vías de suministro.
Acosados por los corsarios enemigos y por su
propia impericia -sin duda la resistencia del
enemigo había desbordado cualquier previsión-
la flota no podía proveerles de todos los sumi-
nistros necesarios, por lo que ahora se veían
obligados a improvisar, destacando más fuer-
zas de las deseadas al forrajeo. Es el comienzo
de una larga lucha en el continente, confronta-
dos a una respuesta cartaginesa en forma de Cuadro.
guerrilla que como veremos pondrá de nuevo a La flota de guerra cartaginesa era por aquellos días
los romanos al borde de la derrota. prácticamente inexistente. Los cartagineses, de
necesitarlo, requerirían de un considerable esfuer-
Poco después de terminar las obras de las nue- zo para botar o adaptar sus navíos para la guerra, y
vas defensas del campamento, tuvieron que aun así se encontrarían siempre en inferioridad de
sufrir los romanos un nuevo y peligroso ataque condiciones ante una escuadra romana perfecta-
nocturno cartaginés. El asalto se dirigió esta vez mente pertrechada para el combate. Los romanos lo
contra el puerto fortificado, señal inequívoca de sabían, por ello se confiaron y dirigieron su flota
que los suministros se convertían en la principal con total libertad.
baza estratégica en esta etapa de la campaña. Para desazón de los romanos, el flujo de las corrien-
Los cartagineses fueron rechazados, pero con tes en la zona sumada a la complicada orografía de
dificultades. Luego, Manlio, tratando de buscar la costa hacía que fuese virtualmente imposible pro-
una salida al problema representado por la falta ceder a un bloqueo cercano del puerto de Cartago.
de abastecimientos, se vio obligado a empren- Hecho este que fue hasta el último momento apro-
der una ofensiva terrestre, hacia el hinterland vechado por los navíos púnicos más rápidos, y los
púnico cercano a la capital. comerciantes más osados, que bien por patriotismo
o por la perspectiva de una generosa recompensa,
conseguían infiltrarse entre el inevitablemente laxo
bloqueo ejercido por la escuadra romana.
Durante toda la guerra recibieron así los habitantes
LA GUERRA EN EL INTERIOR de Cartago, hasta en los peores momentos, todo tipo
de vituallas y auxilios, ayuda que condicionó y
En el continente los cartagineses disponían de mucho la heroica resistencia de que hicieron gala
dos bazas bien diferenciadas. Una era el ejército los cartagineses, por más que Asdrúbal, en cuanto
de Asdrúbal. Un general que, pese a su poco las cosas se pusieron realmente dificiles, desviase
marcial aspecto, demostró ser un competente todas esas contadas ayudas a alimentar a la guarni-
estratego cuyo principal cometido seria por el ción, dejando de lado a la numerosa y sufrida pobla-
momento el de hacer llegar a la ciudad sitiada, cion civil.
por mar, toda clase de suministros, que si bien
no surtían de todo lo necesario a la metrópoli, sí ciudad sitiada.
al menos la ayudaban a salir adelante. La otra
baza en cuestión era la guerrilla de caballería Probablemente el romano no quería sino espe-
comandada por Himilcón Fameas, oficial que rar la llegada del relevo, ya había tenido bastan-
golpeaba repetidamente, y siempre con éxito, a te, pero la amenaza representada por la fuerte
los forrajeadores romanos. La efectividad de presión cartaginesa sobre sus vías de suministro
estas dos fuerzas cartaginesas combinadas pro- le empujaron a tratar de responder a la agresión
vocaron que el mando romano decidiese, más buscando tan sólo asegurar su propia posición.
tarde que pronto, dirigir primero todos sus El cónsul tomo entonces el mando de algunas
esfuerzos a la aniquilación de todos estos recur- legiones y marcho en dirección a Neferis, base
sos antes que volcarse de nuevo en el ataque a la del ejército púnico de Asdrúbal.

13
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

El cartaginés no rechazo el reto, pues formo su dos sufrieron por igual, pero Asdrúbal contaba
ejército sobre una colina aunque protegido por con un as en la manga. Dándose por vencido
el cauce de un río. Normalmente un ataque en decidió dar la orden de repliegue retrocediendo
esas condiciones, en terreno tan adverso, podía ordenadamente sobre la colina y, protegido por
ser considerado una temeridad, pero pese a las sus trincheras, espero pacientemente a que el
reiteradas advertencias de Escipión, el cónsul romano, atrapado entonces entre las inatacables
decidió pasar al asalto sin detenerse siquiera a fortificaciones cartaginesas de la colina -por
construir un campamento tras de si. El joven tri- delante- y el río -a sus espaldas-, tuviese que dar
buno trato de hacer entender al cónsul la necesi- la obligada orden de repliegue.
dad de disponer de esta posición en la retaguar-
dia, aunque sin éxito, siendo objeto entonces de
las burlas y criticas de los otros oficiales, que EL JOVEN ESCIPIÓN SALVA
menospreciaban la prudencia de que hacia gala
al tratarla como mera mojigatería en un oficial AL EJÉRCITO
sobre el la mayor parte de sus compañeros qui-
zás sentían celos tanto de sus recientes hazañas El río disponía de pocos y distanciados vados y
como su indudable ascendencia sobre la tropa. como era de esperar Manlio tuvo que romper la
Lo que Escipión temía se hizo pronto realidad. formación para proceder a la retirada. Era el
Asdrúbal, advirtiendo el ímpetu romano, ofre- momento que había esperado el cartaginés para
ció a Manlio la ocasión que éste esperaba y bajó lanzar un demoledor ataque sobre los romanos.
de sus fortificaciones para tentar al cónsul a que Ni que decir tiene que de la retirada ordenada
atravesase el cauce del río y le atacase. Manlio pronto se paso a la huída, los romanos sufrieron
cruzo entonces y avanzo frontalmente contra los tal descalabro que hasta tres tribunos cayeron
cartagineses. El combate fue duro y ambos ban- en la refriega. En ese instante, Escipión, de

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Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

nuevo al frente de sus descansados jinetes y cohortes que, atenazadas en el río, habían opta-
consciente de lo que se jugaba, lanzo un contraa- do por replegarse sobre un altozano, fueran
taque tanto con sus 300 hombres a caballo como sitiadas ahora por el ejército de Asdrúbal.
por todos los otros auxiliares que pudo reunir Manlio, que tras el descalabro solo pensaba en
en la posición en la que se encontraba. Había regresar a sus campamentos ante Cartago,
que ganar tiempo para que las tropas se retira- rechazaba cualquier operación para rescatar a
sen hasta el campamento, y el unas cohortes que tenían que
joven tribuno, que posiblemente
había atravesado el río por
Para Catón, de darse ya por perdidas. Se
afirmaba que no se podía
algún vado más alejado del cen- todo aquel ejer- poner en peligro al resto del
tro de los combates, con sus ejército por tan solo esos cen-
repetidas cargas contra el flanco cito, sólo el tenares de hombres. No fue
de los cartagineses les obligo a
que cediesen lo suficiente como joven tribuno Escipión de esa idea, de
forma que echando mano de
para permitir a los ahora a las
desorganizadas columnas
Escipión obraba cuantos jinetes pudo encon-
trar regreso en busca de los
romanas, terminar de la mejor
manera posible el cruce de los
con sentido sitiados y, tras varias peripe-
cias, consiguió salvarlos y
vados. común. traerles junto a su general.
Quiso la suerte que cuatro Fue este el hecho el que,

L
a caballería de Himilcón Fameas, calificada como letal por sus contrarios, estaba formada por tropas escogi-
das que montaban pequeños, rápidos y resistentes corceles. Mucho mejores y más preparados para las
penalidades de la guerra que los que traían de Italia los romanos. La actuación de estos cartagineses supu-
so muchos, y muy serios, quebraderos de cabeza para los romanos, que veían como una y otra vez sus forrajeadores
eran atacados impunemente por esta suerte de guerrilla. Bien es cierto que la incompetencia de que hacían gala los
oficiales romanos era manifiesta. No sólo se ganaban el odio de la población local sometiéndola a todo tipo
de vejaciones y abusos criminales, sino que la propia dirección de las operaciones puntuales dedicadas
a la requisa de todo lo que pudiera servir de alimento para el ejército era llevada adelante con la
mayor de las desidias. El contraste lo marcaba Escipión; sólo cuando éste dirigía las maniobras de
aprovisionamiento romano los guerrilleros desaparecían del panorama. Y fácil era para los carta-
gineses de Fameas advertir que día era el que le tocaba al joven tribuno encargarse de esas
tareas -pues se hacía por turnos rotatorios-. Escipión movía a sus tropas en perfecta forma-
ción y, cuando escogía el campo que debía ser segado y cosechado, delimitaba un área
férreamente vigilada tanto por su caballería como por otros destacamentos armados;
ningún hombre podía salir de esta so pena se sufrir el castigo más severo por indisci-
plina. Además, en su trato con la población civil, evitaba cualquier tipo de incidente o
abuso por parte de sus subordinados, controlando férreamente el comportamiento de
la soldadesca.
Poco a poco, el romano se fue ganando el respeto entre sus contrarios y la admira
ción entre sus compatriotas por estas y otras acciones . Su sobrio y acertado modo
de conducir las operaciones le llevarán, poco más adelante, a ponerse al frente de la
totalidad del ejército expedicionario..
Tribuno romano. Armies of the Carthaginian Wars 256-146 bc, Osprey M.
15
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

finalmente, dio a Escipión la fama y el prestigio ron las ideas. Lo habían intentado todo y todo
que poco después le impulsaría a ser nombrado había salido mal. Cartago no podía ser tomada
comandante en jefe del ejército de África. sin eliminar primero la resistencia en el interior,
pero las legiones romanas se veían impotentes
Los ecos de lo que sucedía ante Cartago no tar- ante el dominio del campo ostentado por la
daron en llegar a Roma y hacer decir a Catón, caballería de Himilcón Fameas, y la amenaza
recordemos que el más influyente político de la siempre latente de Asdrúbal, quien tampoco
urbe, que de todo aquel ejército, sólo el joven tribu- estaba dispuesto a ponerles a los romanos las
no obraba con sentido común. cosas fáciles y se mantenía atrincherado en su
No terminaron aquí no obstante las desdichas base de operaciones ante Neferis, al tiempo que

de los expedicionarios, pues Himilcón Fameas mantenía alta la moral de los sitiados al enviar
persiguió a la columna de fugitivos en retirada todos los suministros que podía a Cartago.
causándoles gran un daño añadido. Además, y
para mayor humillación, la propia guarnición MUERTE DE MASINISSA
de Cartago, informados de lo sucedido, trataron
también de colaborar en la debacle haciendo
Esta serie inopinada de fracasos llevo finalmen-
una salida en el momento que Manlio entra-
te al senado a tragarse su orgullo y llamar en
ba ya en sus fortificaciones. Gran núme-
calidad de aliado a Masinissa, el único que
ro de los porteadores que cerraban la
podía ayudar ahora al ejército romano a encon-
columna fueron muertos o capturados
trar una salida al impasse en el que su propia
antes que todos los romanos se
incompetencia les había situado.
pusieran por fin a salvo en el cam-
Eran los últimos días del anciano rey númida.
pamento.
Escipión, llamado a la corte del viejo zorro, fue
encargado por Masinissa de repartir, tras su
Llegados a este punto, al ejército
muerte, el imperio entre sus hijos. Pocos días
expedicionario romano se le acaba-
después fallecía. Había disfrutado de 92 largos
Portaestandarte cartaginés
16
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

años de vida, 56 de ellos como rey. Escipión cumplió ahora con su com-
promiso repartiendo los diferentes cargos del reino entre los herede-
ros del difunto. Aprovechando al mismo tiempo para maniobrar, y
asegurarse el concurso del ejército númida para la campaña contra
Cartago. Fue Gulussa, uno de los hijos de Masinissa, a quien había
nombrado Escipión como jefe del ejército del reino, el que se
encargaría ahora de perseguir las partidas de jinetes con las que
el cartaginés Himilcón Fameas acosaba a los forrajeadores roma-
nos.

Manlio, entretanto, se volcó en la organización -con apoyo


del númida- de una nueva campaña contra Asdrúbal. La
humillación precedente debía ser borrada, además conti-
nuaba siendo indispensable acabar con la amenaza que
representaban sus fuerzas antes de atacar de nuevo la
capital púnica. La tarea no se presentaba a priori nada
fácil , desalojar al cartaginés de sus fuertes posiciones
era un trabajo realmente enrevesado.
El cónsul se vio entonces casi en la misma posición que
la ocasión anterior; sin poder obligar a su contrario a
presentar batalla fuera de sus fortificaciones y sin
atreverse a retroceder por no presentar a su enemigo
la misma oportunidad de volver a golpearle.
Un suceso vino entonces a cambiar de repente el
curso de los acontecimientos; Himilcón Fameas,
cansado, o quizás como solía ocurrir, enemistado
con sus compañeros de mando, se paso a los roma-
nos -gracias a la intermediación de Escipión- con
más de dos mil de sus propios jinetes. Manlio y

Sepulcro de una dama cartaginesa


todo el ejército con él se alegraron sobremanera de
la llegada de su temido enemigo. Ahora el cónsul,
aprovechando este golpe de moral, dio orden de reti-
rarse y regresar a la costa pensando que sus enemigos
no tendrían el animo necesario para perseguirlos
como, de hecho, así fue.

Una vez en el campamento, se anuncio la llegada del relevo de


Manlio: El cónsul Calpurnio Pison -que comandaría las fuer-
zas de tierra-, y su legado Lucio Mancino -para las navales-.
Escipión partió por aquellos días para Roma abandonando
África, prometiendo, no obstante, regresar.

El mando de Pison en África fue casi infructuoso. Dejo de


lado Cartago y continuó con la tarea de aniquilar toda
resistencia púnica en el hinterland de Cartago. Se hizo con
Neápolis, pero fue rechazado de Aspis y ante Hipagreta
desperdicio el resto del verano. Esta ciudad era la posi-
ción utilizada por los corsarios cartagineses para rea-
lizar salidas contra los convoyes de aprovisionamien-
to romanos. El cónsul, determinado a ocupar el enclave, per-
dió demasiado tiempo ante ella antes de darse por vencido. Y no sólo
no consiguió el éxito sino que sufrió serios reveses a manos tanto de su guarnición como de los con-

17
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

traataques provenientes de la propia Cartago, con la propia Numidia, tratando de hacer ver a
liberada ahora de la presion ejercida por la todos de la amenaza que supondría para todos
mayor parte de la escuadra romana. los africanos el asentamiento de los romanos en
Por aquellos días los númidas, ya muerto África.
Masinissa, no se llevaban todo lo bien que era Que sepamos, en Mauritania consiguieron alia-
de esperar con los romanos. Si bien Gulussa dos que, podemos deducir, fueron repelidos
militaba con estos, sus hermanos demoraban por los númidas leales a Roma en sus fronteras
con diferentes excusas toda ayuda al cónsul, y occidentales.
además, uno de los nobles numidas, Bitia, con
800 de sus jinetes, se paso a los cartagineses. En estos días, y para no perder la costumbre,
comenzaron las disensiones del lado cartaginés.
Era el momento que Cartago había estado espe- Asdrúbal, el comandante del ejército continen-
rando. Los continuos reveses de los romanos tal, acuso de traición al otro Asdrúbal, apodado
permitieron al senado cartaginés convencer a el numida (era nieto de Masinissa por parte de
los más timoratos, o temerosos, de sus compa- madre y cartaginés por parte de padre), coman-
triotas en el continente a alentar la resistencia dante de la guarnición de Cartago. No sabemos
contra el invasor. También, aprovechando esta bien lo ocurrido pero la querella termino con la
racha continuda de éxitos, enviaron embajado- condena y asesinato del caudillo de la ciudad,
res a Macedonia; eran los tiempos de la rebelión que fue asesinado, apaleado, en el mismo sena-
del Pseudofilipo, al que prometieron oro y barcos. do. Asdrúbal se hacia así con el control de todas
También se entablo negociaciones con las tribus las fuerzas políticas y militares de la metrópoli
libres de Mauritania y Getulia, y por supuesto africana.

III PARTE:
ESCIPIÓN AL FRENTE DEL EJÉRCITO EXPEDICIONARIO -
REORGANIZACIÓN Y REACTIVACIÓN DEL ASEDIO - CON ESCIPIÓN A LA
CABEZA LOS ROMANOS ENTRAN EN MEGARA - REACCIÓN PÚNICA -
SEGUNDA FASE DEL ASEDIO - LA BATALLA NAVAL - LA LUCHA POR EL
MUELLE EXTERIOR, DERROTA DE ESCIPIÓN - DESARTICULACIÓN DEL
DOMINIO CARTAGINÉS EN EL INTERIOR - DEL PAÍS - CONQUISTA DEL
PUERTO DE COTON - ASALTO A BIRSA - ATAQUE AL TEMPLO DE ESHMUN
- DESTRUCCIÓN FINAL DE LA METRÓPOLI PÚNICA.

ESCIPIÓN AL FRENTE DEL sonaje como por las propia leyenda de sus ges-
tas.
EJÉRCITO EXPEDICIONARIO Ya como cónsul, pasó a movilizar a su cliente-
la así como a varios de los diferentes aliados de
En Roma, enterados del fracaso de Pisón, se los romanos. Se trataba de aunar todos los
impulsó, pese a ser abiertamente ilegal, la elec- recursos posibles para una campaña que no
ción del joven Escipión como cónsul, y con sólo se prolongaba mucho más de lo previsto,
ello, la dirección de las operaciones contra sino que había llegado a una situación tal que
Cartago. El nombramiento era reclamado incluso la esperada victoria se veía comprome-
desde el ejército y desde el pueblo, incitados tida.
todos tanto por los senadores proclives al per-
18
Reunidos y dispuestos todos los refuerzos se
dirigió a Sicilia, escala casi obligada antes de
poner pie en África.
Ante Cartago, nuevos e inesperados hechos
vinieron a cambiar un tanto el rumbo de los
acontecimientos. Mientras Pisón combatía en el
interior del país, Mancino, a cargo de la escua-
dra, pudo observar en una zona de acantilados
un tramo de la muralla que parecía estar un
tanto descuidada confiados como estaban los
cartagineses en que su sóla ubicación la hacía
prácticamente inaccesible. Mancino desembar-
có en el lugar y ascendió por los riscos hasta la
meseta. Tras llegar a su altura, atacó el muro
con rapidez adosando al mismo todas las esca-
leras y escalas que pudo traer. La poca guarni-
ción del lugar se reagrupó e hizo una salida que
terminó en un auténtico descalabro. Los cartagi-
neses fueron ahora perseguidos hasta la mura-
lla y, aprovechando que los que ahora huían
habían perdido toda cohesión, los romanos con-
siguieron hacerse con las puertas de aquel sec-
tor de las fortificaciones. Mancino situó ahora
todos sus hombres, unos 4.000, en la posición,
pero ninguna fuerza romana de cobertura le
seguía por lo que se apresuró a enviar al senado
de Útica y al propio Pisón una petición urgen-
te de refuerzos y suministros.
Los cartagineses, llegada la noticia a Birsa de la

Puerto de Cartago. Visto desde la


colina de Birsa.

súbita irrupción romana, resolvieron llamar a


su general Asdrúbal -que probablemente se
encontraba por aquel entonces en Neferis-.
Entre tanto, y tras reunir todos los soldados
posibles, marcharon con celeridad contra el sec-
tor amenazado.

19
En un momento trascendental como éste la reembarcar con éxito en los barcos que acercó
casualidad quiso que al mismo tiempo que lle- Escipión hasta la orilla.
gaba a Útica el propio Escipión desde Sicilia,
Asdrúbal hiciese su entrada en Cartago. El
romano, informado de lo sucedido en Megara, REORGANIZACIÓN Y
armó precipitadamente a los milicianos púnicos
de Útica y los unió a su séquito de aliados. REACTIVACIÓN DEL ASE-
También envió a por Pisón, pero lo cierto es que DIO
sólo pudo echar mano en primera instancia de
los que había traído personalmente de Italia y
de la milicia aliada local, al parecer tropas insu- De vuelta a Útica, Escipión procedió de inme-
ficientes para la tarea que tenían en ciernes. diato a tomar el mando oficial del ejército, nom-
Embarcó y marchó todavía de madrugada en brando para la flota a uno de sus oficiales de
ayuda del ahora sitiado Mancino. confianza: Atilio Serrano. Escipión marchó
El temerario romano se encontraba en una difí- ahora hacia Cartago, cerca de la cual acampó.
cil situación, a primeras horas de la mañana un Ante el cónsul formaban unas legiones desmo-
fuerte contraataque cartaginés le había puesto ralizadas y con una disciplina relajada, victimas
contra las cuerdas, tan sólo 500 de sus hombres de la incompetencia de un general tan poco
disponían ya de armas, los res- capacitado como había
tantes, que quizás eran mari- a primeras horas sido Pisón. Era tal era la
nos o infantería ligera, habían indisciplina, se señala, que
agotado sus municiones, se de la mañana un se incurría incluso al asesi-
encontraban heridos, o bien nato en las querellas oca-
habían caído en la lucha. Lo fuerte contraataque sionadas por las disputas
cierto es que tuvo que formar, de botín entre los legiona-
con los pocos cientos de hom- cartaginés había rios. Además, y como suele
bres armados de que disponía, ocurrir en estas ocasiones,
una pantalla entre éstos -los puesto a Mancino un numeroso grupo de
heridos o desarmados- y los individuos; criminales y
atacantes. contra las cuerdas desaprensivos, se había
El empuje de los cartagineses unido al ejército tan sólo
comenzó a hacer mella en esta última línea de por la expectativa del saqueo. Las legiones esta-
resistencia romana. Por lo que, despues de un ban necesitadas de un buen repaso que Escipión
fuerte combate, los romanos comenzaron a no se demoró en llevar a cabo. La purga fue lle-
ceder terreno. Los atacantes amenazaban no vada adelante con firmeza: todos los no comba-
sólo con expulsarlos fuera de la muralla sino con tientes fueron expulsados del campamento y
despeñarlos por los altos y amenazantes acanti- con ellos ingentes cantidades de material; un
lados situados a sus espaldas. inmenso botín acumulado entre las tiendas
Fue en este momento cuando Escipión hizo acto durante los meses precedentes, todo ello incom-
de presencia. Poco podía hacer el joven cónsul, patible con la disciplina castrense que el general
pero jugó con el efecto sorpresa haciendo creer a deseaba restaurar en el ejército, además de ser
los cartagineses que en su escuadra venían un lastre tanto para los soldados como para el
muchos más romanos de los que podría parecer. desarrollo de las operaciones en si.
Para ello ordenó a sus hombres que se agolpa- Mientras tanto, Asdrúbal situó al grueso de la
sen en los bordes de las cubiertas simulando lle- guarnición extramuros, construyendo un cam-
nar hasta los topes las diferentes embarcaciones pamento fortificado entre el ejército romano y
y, al mismo tiempo, a la flota, hacer todo el las propias murallas de Cartago. Deseaba sin
ruido posible. Consiguió lo que pretendía; los duda entorpecer cualquier intento de asalto
cartagineses, aturdidos por la súbita aparición amenazando de esta manera los flancos de cual-
de los refuerzos romanos, retrocedieron quier contingente que fuese enviado contra la
momentáneamente, Mancino pudo disponer ciudad.
así del tiempo suficiente como para escapar y

20
Reorganizadas las legiones; purgadas sus filas y
restablecida la disciplina, resolvió Escipión lan-
zar un ataque nocturno, masivo, contra dos sec-
tores de las murallas en la parte que dan a
Megara, murallas simples apoyadas en un terre-
no, queremos pensar, que impracticable para las
maquinas de guerra, y bien alejados de las posi-
ciones que en la llanura ocupaban las fuerzas
del general cartaginés.

Auxiliados por hachas, palancas y escalas se


atacó súbitamente por dos puntos a la vez
separados únicamente por unos cientos
de metros. En realidad, sólo uno de estos
dos destacamentos, la fuerza coman-
dada por el propio Escipión, era la
destinada a tratar de expugnar en
serio las defensas enemigas, mien-
tras la otra servía sólo de distrac-
ción.
Sorprendió sin duda a la guarni-
ción, pero pudo ésta mantenerse
en sus posiciones y rechazar en
primera instancia el ataque roma-
no. Ocurrió entonces que unos veli-
tes tomaron, por orden de
Escipión, una torre; una edifica-
ción particular que se encontraba
casi pegada a la muralla y que era
además de la misma altura que
ésta. Desde ella, y haciendo uso de
sus proyectiles, los romanos lim-
piaron de enemigos la muralla,
después, colocando unas plan-
chas de madera entre la torre y el
muro a modo de pasarela, logra-
ron pasar a lo alto de la fortifica-
ción. De esta forma, en una pequeña acción
local unas decenas de soldados de la infantería
ligera consiguieron poner pie firme en la
muralla. Es seguramente en ese mismo
momento de desconcierto para los cartagineses
cuando Escipión ataca a la carrera una de las
puertas cercanas del perímetro amurallado. Le
acompañan exactamente 30 hombres, y uno de
ellos es su amigo y consejero Polibio de
Megalópolis. Oficial cartaginés.

21
Armies of the Carthaginian Wars 256-146 bc
cuó inmediatamente el cam-
pamento exterior y se replegó
sobre Birsa. Escipión, contento
LEGIONARIO ROMANO -TRIARI-

con haberse abierto paso, esperó la


llegada del nuevo día ante la imposi-
Osprey Militaria

bilidad de continuar su avance en un


terreno como el que se abría ante él; unos
extensos e intrincados huertos plagados de
canales y delimitados por muros de piedra en
donde podían ser emboscados y rechazados con
facilidad dada la poca visibilidad que existía a
esas horas de la noche.

REACCIÓN PÚNICA
A la mañana siguiente, en Birsa, ya se habían
reunido todas las tropas cartaginesas posi-
bles, muchas de ellas se habían replegado
de las fortificaciones existentes en
Megara ante la idea de que ese espa-
cio había caído ya en manos de los
romanos. No era el caso ni mucho
menos. En la ciudad el descon-
cierto y el temor habían hecho
presa en la población, los
enfrentamientos internos
se enconaron, por un
lado los partidarios
de la rendición,
por otros los de la
resistencia.
A s d r ú b a l ,
tomando las riendas con firmeza, resolvió situar
CON ESCIPIÓN A LA CABE- en lo alto de las murallas interiores, a la vista de
ZA LOS ROMANOS ENTRAN los atacantes, a cuantos romanos prisioneros
tenia en sus manos, hombres a los que, ante el
EN MEGARA propio Escipión y sus soldados, torturó de la
Los asaltantes romanos se protegen ahora bajo manera más atroz para luego ser asesinados.
el arco de piedra que delimita el portón y que Con este comportamiento el cartaginés esperaba
los pone así mismo fuera del alcance de los dis- empujar a los romanos a la lucha sin cuartel.
paros de los defensores. En esa posición se dedi-
can a destrozar con las hachas la puerta, al tiem- Asdrúbal no dejaba así salida alguna tanto a
po que, encima de ellos, sobre el muro, atacan romanos como a sus propios conciudadanos,
también los velites que han pasado al mismo entre los que hizo, además, una sangrienta
desde el torreón cercano. Finalmente el portón purga, eliminando a los elementos mas contem-
es deshecho y abierto. Escipión y su escolta pri- porizadores del senado, tomando seguidamente
mero y posteriormente toda una legión escogida el control absoluto de las operaciones y, en defi-
entraron ahora por ella y se fortificaron dando nitiva, de Cartago y la guerra. La batalla segui-
cara a la población. ría y por mucho tiempo, pues no habrá hasta el
Los cartagineses, derrotados y confusos retroce- fin ningún tipo de acuerdo o rendición.
dieron pensando que la muralla se había perdi-
do y que los romanos estaban ya dentro de la
ciudad. Asdrúbal, informado del suceso, eva-

22
Asdrúbal, el líder de la resistencia.
Tachado de populista por los vencedores, e incluso ridiculizado por Polibio -que lo conoció- era de hecho un aris-
tócrata con suficiente carisma y personalidad como para subertir el orden en su República y hacerse hasta dos
veces con el poder en la misma.
Protagonista de la guerra desatada contra los númidas, fue derrotado en batalla frente a Masinissa debiendo mar-
char entonces directamente al exilio, aunque no se separó de sus tropas y continuó reforzándolas en previsión
de lo que, quizás, veía venir. Cartago volvió a manos de las facciones más comprometidas con la paz, actitud
que como sabemos les costó a todos muy cara. Tras la flagrante traición romana, la ciudad se vio envuelta de
nuevo en una serie de graves disturbios. Buena parte de los que habían impulsado la cesión a las demandas de
los consules, fueron entonces asesinados o huyeron. Tampoco se libraron de la venganza los ciudadanos roma-
nos que por aquel entonces se encontraban en la propia Cartago. En estado de efervescencia los nuevos diri-
gentes de la metrópoli llamaron en su ayuda a Asdrúbal, que era a la sazón era el único que contaba con una
fuerza armada en todo el territorio púnico.

Pese a encabezar así la defensa del suelo cartaginés, no pudo hacerse con la direccion de la propia guarnición
de Cartago, que cayó en las manos de otro relevante personaje, nada menos que un nieto de Masinissa al que
se conocía como Asdrúbal el Númida.
Una vez iniciada la guerra, nuestro Asdrúbal, enfrentado al comandante de la defensa de Cartago, logró barrer-
lo de su camino tras propiciar un golpe dentro de la propia capital. Eliminado el númida y los que con él se aline-
aban, Asdrúbal se hizo por fin con la dirección conjunta de todas las fuerzas cartaginesas.
Fue un autentico líder que comandará ya hasta el final la resistencia ante el invasor. Mantuvo la lucha en pie en
los peores momentos, como cuando tras la perdida de Megara un buen numero de cartagineses quería dar la
guerra ya por perdida dando alas a los derrotistas. Entonces Asdrúbal, decidido a no rendir la ciudad incondicio-
nalmente -como reclamaban los romanos,- de nuevo realizó una severa purga entre las filas senatoriales, unida
a la tortura ejecución de los prisioneros romanos sobre las murallas -frente al propio Escipión-, con el objetivo de
cerrar definitivamente toda posibilidad de acuerdo hasta el mismo final.

Una de las protagonistas de la batalla es sin duda la esposa del cartaginés. Tras la derrota de las fuerzas púni-
cas en el continente, trató de llegar a un acuerdo con los romanos. Asdrúbal, tambien inclinado a ello tras los últi-
mos duros y dificiles meses de asedio, intentó obtener para todos los supervivientes ciertas garantías, es decir,
salvarlos de la usual condena a la esclavitud. Escipión reclamaba, como no podía ser de otra manera, la rendi-
ción incondicional, al margen de que a este, con su familia y un cierto numero de personas que podría elegir,
pudiesen optar a vivir en libertad. Asdrúbal se decidió, contra el parecer de su esposa, a rechazar la oferta.
Noblemente no abandonó a sus conciudadanos ante el implacable enemigo.

Tras la batalla en Coton y Birsa, con la batalla ya irremisiblemente perdida, consiguió aun para las pocas dece-
nas de miles de supervivientes la rendición, a esas alturas hasta la esclavitud era un destino deseable. No con-
siguió del romano el perdón para los centenares de desertores romanos que a lo largo de estos años de lucha
se habían pasado a los cartagineses. Con una mezcla de temor y respeto, Asdrúbal consideró que no podía
abandonarlos, así, junto su esposa e hijos, se replegó hasta el templo de Eshmun en donde luchó en compañía
de los desertores hasta el último momento.
Al final, dio la partida por perdida y escapó del templo entregándose a los romanos. Quízas a esas alturas temía
más a los propios desertores, auténticos desesperados que no tenían nada que perder, que a los propios roma-
nos. Dejó atrás a su esposa, evidentemente no debían llevarse demasiado bien, lo cierto es que ella le espetó
su traición y se inmoló junto con sus hijos en el fuego.

Asdrúbal fue conducido a Italia, alli vivió algunos años más en un cómodo encierro hasta su muerte.

23
A
Ataque nocturno de Escipión.
-Según las fuentes ayudado por
la información suministrada por
algunos desertores-.
La muralla es expugnada. Los
cartagineses se repliegan.

C
Escipión levanta una muralla
de piedra con altas y numero-
sas torres de defensa, protegi-
do todo por un foso y una
barrera de estacas en punta. El
aislamiento de la ciudad por tie-
rra es ya un hecho.

Guarnición de Cartago:
Aproximádamente 40-50.000
hombres.

B
Asdrúbal evacúa el campa-
mento exterior y todas las guar-
niciones de Megara. Repliegue
general sobre Birsa y Coton

D
Pese a todo, continúan las
E esporádicas llegadas de sumi-
Asdrúbal trata de llegar a un nistros para los sitiados vía
acuerdo con Escipión. A cambio marítima.
del perdón -con la libertad para
todos los sitiados- entregaran la
ciudad. Escipión no acepta.
24
SEGUNDA FASE DEL ASEDIO ban a la ciudad la mayor parte de los suminis-
tros, el fantasma del hambre terminó por hacer
su aparición en la metrópoli.
Tras la ocupación de Megara, Escipión resolvió Sólo el jefe de la caballería, el númida Bitia, que
bloquear totalmente las comunicaciones de permanecía con sus fuerzas en el exterior, podía
Cartago con el exterior. No cabe duda que desde ahora socorrer a la ciudad sitiada. Y lo hizo,
fuera seguían llegando a la ciudad todo tipo de pero en la medida de sus posibilidades, pues,
apoyos, suministros, tanto por tierra como por por desgracia para los cartagineses, eran pocos
mar, y aunque evidentemente de una manera los barcos que éste podía remitir a los sitiados,
puntual, sí que con la suficiente importancia aprovechando los momentos en que la flota
como para que el cónsul romano decidiese romana debía moverse de sus posiciones en una
poner coto a las mismas. Así, para terminar de costa tan expuesta y peligrosa como era la que
una vez con las infiltraciones desde el continen- daba a esa parte de África.
te, se dispuso a llevar adelante una titánica obra -Durante toda la guerra estuvieron llegando
de fortificación, un gigantesco campamento también barcos a Cartago, pero por el gran
delimitado por empalizadas y fosos en forma numero de habitantes que esta albergaba era
cuadrangular que cerraría por todos los lados, virtualmente imposible que no quedasen
por tierra y por la orilla, el paso por el istmo muchos de ellos expuestos al hambre. Más
hasta Cartago. cuando el propio Asdrúbal, como era habitual
El lado más importante de esta construcción, el en estos casos, había reservado la mayor parte
que daba a la ciudad, se hizo enteramente en de los suministros para alimentar una guarni-
piedra, una muralla con sus correspondientes ción de cerca de 30.000 hombres seleccionados
almenas y torreones, todo ello protegido ade- que había dispuesto para la lucha.-
más por un foso y una línea de afiladas estacas. Escipión, empeñado en estrangular toda comu-
Escipión, como base de observación, situó sobre nicación de Cartago con el exterior, y ahora pen-
la más alta de las torres de la muralla otra de sando en el mar, decidió terminar de una vez
madera que se elevaba sobre ésta unos cuatro con estos envíos y para ello no se le ocurrió otra
pisos más, de esta forma podía observar con cosa mejor que cegar la misma entrada al puer-
comodidad lo que sucedía en el interior de la to comercial. Una empresa de gran dificultad a
ciudad sitiada. Sin la ayuda, ahora bloqueada, la que los cartagineses, desde las murallas, no
del exterior, pues era por tierra por donde llega- concedían ningún crédito y por la que se mofa-
ban, aunque no por ello no trata-
ban de entorpecer. Sin embargo,
tras ver la resolución que los
romanos ponían en la obra, de la
que no cejaban día y noche,
comenzaron a temer por ellos y
tomaron una inteligente y resuel-
ta contramedida: abrir a su vez
un nuevo paso desde el puerto
militar hacia el exterior. Y así lo
hicieron. Mientras Escipión

Desde Taenia, los romanos comenzaron la construcción de un dique en dirección


a la boca del puerto de Cartago. Los trabajos avanzarían más rapido de lo que
todos podían preveer gracias a la abundante mano de obra que permitió trabajar
a los romanos día y noche sin descanso.

Los cartagineses, recuperados de su estupor, trataron de detener


el avance de la obra. Nuevos y dramáticos combates se sucedie-
ron durante su construcción, pero los romanos se salieron final-
mente con la suya: Cartago había sido bloqueada.

25
Proa, con espolón,
de un navío roma-
no del siglo I a.C.

seguía confiado en terminar su dique, los carta- Toda la madera que pudieron aprovechar de
gineses trabajaron con igual celeridad en abrir aquí o allá, de este templo o aquel edificio fue
un paso entre el puerto militar y la fachada enviada al puerto militar. Toda la pericia de los
marítima, una colosal obra realizada contra reloj artesanos de la metrópoli, de los trabajadores
en la que todos, hasta las mujeres, trabajaron del astillero, fue empleada para levantar en el
rotando en turnos día y noche, y todo ello a más breve plazo posible lo más parecido a una
escondidas de los romanos, que no podían sos- flota de guerra. Treinta, cuarenta, cincuenta
pechar que sus titánicos esfuerzos de cegar la navíos.. Una heterogénea escuadra compuesta
embocadura al principal puerto de la ciudad los más de barcos ligeros, fue construida y man-
iban a quedar aparentemente en nada gracias al tenida en los diques secos en espera del momen-
ingenio de los sitiados. to preciso en que fueran a ser utilizados.

Qué podían temer de los cartagineses, pensaban


los romanos; si preparaban una escuadra en el
LA BATALLA NAVAL puerto militar por dónde saldría? Teniendo
como tenían la entrada prácticamente bloquea-

El plan de Asdrúbal no sólo era el de abrir una


nueva salida al mar, sino aprovechar el momen-
to para lanzar sobre los romanos un fuerte ata-
que naval, ataque para el que también había
dado la orden de preparar todos los barcos de
guerra disponibles más otros muchos que se
construyeron, o montaron, en el magnífico
puerto militar de la metrópoli. Era tal la resolu-
ción y el secreto con que se llevaba esto adelan-
te, que todos los ciudadanos, salvo los miles de
hombres que trabajaban en los diferentes pro-
yectos dentro del área fortificada del puerto da todo intento de utilizar sus medios navales
militar, fueron mantenidos en la ignorancia de estaría abocado al desastre.
lo que se preparaba. Llegó el día en que los cartagineses terminaron
Los romanos, que conocían lo que sucedía den- sus obras y se dispusieron a poner en marcha
tro de los muros gracias principalmente a deser- sus planes. En un momento un tramo del lienzo
tores y prisioneros, sólo acertaron a saber que de la muralla marítima se vino abajo y, para sor-
tras los muros del arsenal se oía mucho ruido, presa de los romanos, de repente, y después de
señal inequívoca de que se llevaban adelante que un pequeño ejército de trabajadores retirara
algunos trabajos, aunque de naturaleza desco- los escombros, una flota de cincuenta barcos de
nocida. guerra y otros muchos de pequeño tamaño se

26
Cartago en nuestros días

Todavía hoy son visibles las


consecuencias de la obra rea-
lizada en aquellos fatídicos
días. Los restos del puerto
militar estan comunicados con
el mar mediante el canal abier-
to entonces.

Del puerto civil queda solo una


reducida laguna, triste recur-
do de lo que antaño fue uno de
los polos comerciales del
mundo antiguo.

deslizaron por la abertura muy bien armados y estas ocasiones, no aprovecharon, tanto la sor-
preparados para la batalla. Escipión, totalmente presa obtenida, como la innegable ventaja de su
sorprendido, no pudo articular ninguna medida movimiento. Desconfiando de su propio éxito
adecuada de defensa pues su escuadra se encon- dejaron pasar la oportunidad que su propia
traba totalmente dispersa, desorganizada. Con astucia les había brindado y así, cuando a juicio
el puerto de Coton prácticamente bloqueado, la de los propios romanos podrían haber acabado
posibilidad de encontrarse en mar abierto con con toda su escuadra, optaron por regresar tran-
una escuadra púnica no pasaba por la cabeza ni quilamente y por donde habían venido, al puer-
del más precavido de los oficiales romanos. to militar.
Por suerte para Escipión, los cartagineses se Evidentemente Escipión no volvería a ser sor-
limitaron esta vez a desplegar sus barcos y a prendido. Inmediatamente preparó la flota para
evolucionar frente a ellos, alardeando de su el combate que sin duda se daría en breve. A los
fuerza y de lo sucedido. Como suele ocurrir en dos días sí que por fin los cartagineses salieron

Muralla levantada
precipitadamente
Flota cartagin

para defender los


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accesos al malecón Nueva salida al mar


exterior.La flota carta- desde el puerto mili-
tar.
esa

50 barcos mayo-
res y otros muchos
menores

erior
ext
ón
lec
Ma

27
con intención de combatir. Estos ponían en este les era tan difícil retroceder dada su poca
lance todas sus esperanzas, de resultar victorio- maniobrabilidad que si bien causaban grandes
sos, Escipión sin duda debería levantar el ase- estragos en sus ataques a los barcos amarrados,
dio y retroceder so pena de quedar él mismo ais- no lo recibían menos al retroceder de manera
lado e incomunicado en África. La batalla era tan lenta y pesada como lo hacían. Fueron cinco
pues decisiva y ambos bandos iban a luchar con barcos fenicios de Sidón -que combatían como
denuedo y determinación. aliados de Escipión- los que dieron con la mane-
ra de atacar a los cartagineses y poder retirarse
Las flota romana estaba formada por navíos sin tener que hacer complicadas y expuestas
más grandes y pesados que los que poseían los maniobras. Anclaron sus barcos más allá del
cartagineses, éstos, por ello, evolucionaron apo- puerto y, largando cabo, embistieron entonces a
yándose en su mayor maniobrabilidad, despla- los enemigos a golpe de remo, y a la hora de
zándose rápidamente alrededor de los buques retirarse lo hicieron cobrando el cabo. Los roma-
enemigos golpeando remos o lo que venía a ser nos pronto los imitaron y de esta forma los car-
el timón en la antigüedad, la gobernalla, con el tagineses que resistían en el malecón fueron
fin de inmovilizar sus presas antes de atacarlas duramente golpeados, hasta la llegada de la
en masa, inflingiendo, en definitiva, más daño noche, que puso fin al combate. Podemos dedu-
del que recibían. Se luchó de esta manera duran- cir que la escuadra cartaginesa quedo entonces
te toda la mañana a la vista de la ciudad y de inutilizada, anulada como fuerza de combate,
gran parte de la población que observaba expec- pues nunca más se hablara ya de ella.
tante desde las murallas -a la par que animaba a
los suyos- el desarrollo de los acontecimientos.
Llegados al mediodía los cartagineses decidie-
ron retirarse del combate y posponer su desen-
lace hasta el día siguiente. Ahora cometieron
éstos el yerro de replegarse sobre la entrada del
puerto desordenadamente. Pronto se formó un
gran atasco de barcos en su embocadura que
obligó a los púnicos a cambiar sus planes. Los
barcos más grandes fueron desviados ahora
para atracar en el gran malecón exterior. Así, ya
que no podían entrar en la ciudad, serían ama-
rrados al embarcadero y protegidos por las
defensas y la guarnición que se encontraba en
esta posición. Los romanos contraatacaron, pero

28
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

LA LUCHA POR EL MUELLE claro que Escipión no iba a ceder hasta conse-
guir plenamente lo que se había propuesto. Sin
EXTERIOR, DERROTA DE embargo, Asdrúbal no estaba dispuesto a ceder
ESCIPIÓN. sin lucha una posición vital como era aquella,
por lo que decidió hacer una salida, un contraa-
taque, pero éste no podía realizarse frontalmen-
Escipión había puesto ahora el ojo en el malecón
te, pues no habían practicado aberturas, puer-
exterior en donde había transcurrido el comba-
tas, en la improvisada construcción defensiva
te. ¿Por qué no?, pensaba, ocuparlo y utilizarlo
en donde se combatía. La operación debía reali-
como base desde donde lanzar un ataque terres-
zarse de otra manera: De noche, y mediante la
tre con arietes y demás contra el, más expuesto,
estratagema que ya habían practicado antes con
lado marítimo de las fortificaciones?. Los carta-
éxito, un grupo formado por cientos de comba-
gineses, preveyendo cualquier contingencia,
tientes, unos armados y otros portando tan sólo
habían levantado, ya al iniciarse la guerra, una
antorchas apagadas y puñales -pero todos ellos
improvisada muralla en el centro del mismo
desnudos para facilitar su movilidad- a través
para defenderse de cualquier eventualidad de
de la nueva salida construida para el puerto se
manos de sus enemigos. Escipión, resuelto
deslizaron lenta y silenciosamente -los unos
ahora a apoderarse de la posición, atacó y se
nadando y los otros a pie moviéndose por los
apodero sin mayores dificultades de la primera
rompeolas de la muralla- hacia las posiciones
línea del malecón. Ahora, transportando allí sus
romanas en el malecón. Cuando llegaron sin ser
maquinas de guerra, comenzó a golpear repeti-
detectados hasta las posiciones enemigas, al
damente las murallas que, como habíamos
tiempo que se lanzaban al ataque, prendieron
dicho, habían levantado los cartagineses en
de repente sus antorchas y se hicieron visibles.
aquel lugar para proteger el emplazamiento.
De nuevo sorprendieron plenamente a los
Con el apoyo principalmente de arietes y pese a
romanos, aunque en un primer momento la
la férrea defensa enemiga, la muralla comenzó a
guarnición causo muchas bajas entre los atacan-
ceder, y en poco tiempo parte de la misma
tes gracias a que estos luchaban sin protecciones
comenzó a derrumbarse.
y ligeramente armados. Sin embargo, y pese a
ello, el arrojo y determinación de los cartagine-
La situación era ciertamente difícil. La fuerte
ses fue tal que consiguieron imponerse a sus
concentración de hombres y maquinaria que los
enemigos, expulsarlos de la posición, y prender
romanos habían apostado en el malecón dejaba
fuego a la maquinaria de sitio que allí habían

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Muralla de
defensa del
malecón

29
-Edículo funerario cartagines
(lilibaeum, Sicilia)
ridad, el temor se apoderó de tal modo de la
tropa que comenzaron a abandonar a la carrera
unas fortificaciones que se creían ya tomadas
por los cartagineses. El propio Escipión tuvo
que salir con su guardia a caballo para recorrer
sus atrincheramientos y empujar a golpe de
espada de vuelta a sus posiciones a los que
huían. Fue una noche tremebunda y que podría
haber acabado, según dicen, en el desastre más
absoluto si los cartagineses hubiesen aprovecha-
do para lanzar un ataque general. Lo cierto es
que, logrado su objetivo, el contingente que se
había hecho con el malecón retrocedió victorio-
so por donde había venido y entró de nuevo en
la ciudad. Al día siguiente, y ya sin ser molesta-
dos -los romanos se habían retirado del lugar-,
los cartagineses reconstruyeron todo el tramo
de muralla del malecón que amenazaba ruina,
reforzándolo además con nuevas e improvisa-
das torres.

A estas alturas, un hambre atroz, unida a las epidemias Escipión no cejó en su empeño. Poco tiempo
usuales en este tipo de circunstancias, segaba la vida después volvió al ataque y se apodero de nuevo
diaria de innumerables habitantes de la metrópoli. Polibio
de la primera línea del malecón. Las posiciones
afirma con desdén que, debido a la cerrazón de Asdrúbal,
cartaginesas, reforzadas tras su última victoria,
que continuaba la lucha sin cuartel, la inanición conducía
a muchos a la práctica del canibalismo. Lo cierto es que fueron repetidamente golpeadas con arietes al
la otrora feliz y prospera comunidad púnica se había con- tiempo que se lanzaban artefactos incendiarios
vertido en una legión de espectros tan debilitados por los contra las torres de madera que los defensores
infortunios que pronto no tendrán siquiera fuerzas ya ni habían levantado sobre la muralla. Finalmente,
para defenderse. los cartagineses perdieron su cohesión y rom-
pieron filas. Comenzó ahora una desbandada
dispuesto. El fiero ataque nocturno, acompaña- que les llevó a dirigirse a la carrera de vuelta a
do sin duda por el griterío de los cartagineses las murallas del propio Coton mientras eran
desde las murallas, desconcertó de tal modo a perseguidos por los romanos más osados, aun-
los romanos que, no pudiendo detener el empu- que, según se describe, el suelo de piedra estaba
je de los fanáticos atacantes, se propagó el páni- terriblemente resbaladizo por la sangre derra-
co no sólo a ésa, sino a todas las posiciones mada por las innumerables victimas del comba-
romanas alrededor de la ciudad sitiada. En el te, lo que hacia muy difícil para los atacantes
propio campamento de Escipión, en plena oscu- moverse con soltura por la posi-
ción. De esta forma, firmemente
asentado por fin en el malecón,
y dando ya cara a la ciudad,
construyó en él una fortificación
de ladrillo igual de alta que la
muralla del puerto, y lo suficien-
temente fuerte como para
ponerse a salvo de cualquier
eventualidad. A partir de ese
momento, situando 4.000
arqueros en la posición, comen-
zó a combatir a distancia contra

Foto: Amarres romanos. igual de extraordinarios, como minimo, debian ser los de la rica Cartago.
30
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

los resueltos defensores. Se abrió ahora un largo bien acosando a los forrajeadores romanos que
impás en el que tanto unos como otros daban y inevitablemente tenían que proveerse de las
recibían daños. El asedio continuó durante lar- regiones vecinas o de las pocas ciudades aliadas.
gas semanas que pronto se convirtieron en
meses. La batalla no podía solucionarse en uno, DESARTICULACIÓN DEL
cinco o diez combates, era una dura prueba de
desgaste en la que llegado un momento dado el DOMINIO CARTAGINÉS EN
cartaginés acabaría por derrumbarse, Escipión EL INTERIOR DEL PAÍS
era consciente de ello, pero sin embargo el tiem-
po también corría para él, sus hombres y la pro-
pia Roma, hastiados de tan largo y sangriento Tras la marcha de Asdrúbal a Cartago, un tal
conflicto. Diómedes se hacía cargo de Neferis, enclave
que, recordemos, los cartagineses habían hecho
Escipión había fracasado en su último empeño su principal base de operaciones en el continen-
de expugnar las defensas de Cartago, a lo sumo te. Escipión en persona se encargaría esta vez de
había ganado importantes posiciones, pero sólo marchar contra ella. El cónsul dividió entonces
eso, un paso más aunque a un coste terrible. su ejército; uno mantendría el cerco a la ciudad
Ahora se volvió, como quizás debió haber hecho y el otro se dirigiría contra los cartagineses del
al principio, contra las fuerzas cartaginesas esta- interior. El romano avanzó contra la posición de
blecidas en el interior del territorio y que sin su enemigo por dos puntos. La primera colum-
duda continuaban obstaculizando sus planes. na, bajo su mando, iría a través de la laguna, y la
Bitias y los suyos todavía se enseñoreaban de segunda, bajo Lelio, costearía la misma hasta
gran parte del interior del país, desde donde encontrarse al otro lado con las fuerzas de
maniobraban a favor de los sitiados, bien tratan- Escipión.
do de hacer llegar a la ciudad suministros, o Los cartagineses prefirieron no ofrecer batalla a

Asedio y caída de Neferis, 147/146 a.C.

31
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

sus adversarios, encerrándose confiados en las de soldados e innumerables civiles, ciudadanos


poderosas fortificaciones de campaña en donde, estos que probablemente habían encontrado
junto a Neferis, habían instalado su ejército. Los cobijo en el gran campamento cartaginés. La
romanos se dispusieron así a asediar al mismo matanza fue terrible, según Apiano, la inverosi-
tiempo las dos principales posiciones cartagine- ble cifra de 70.000 personas. Lo cierto es que
sas en el territorio: Por un lado Cartago, por todo el poder cartaginés en el continente fue
otro, y a través de Lelio, el campamento fortifi- prácticamente destruido. Neferis, abandonada
cado de Diómedes ante Neferis. Escipión siguió ahora a su suerte, cayo a los veintidós días de
de cerca las dos operaciones, yendo de una a difícil asedio, pues resultó ser éste un invierno
otra supervisando las maniobras de cerco de cerrado y frío como pocos, cosa que pesó mucho
ambas posiciones. en el desarrollo de las operaciones.

Poco pudieron aguantar sin duda las improvisa- Tras la caída de la ciudad y la destrucción del
das defensas púnicas ante Neferis. El continua- ejército cartaginés de maniobra, el poder púnico
en el continente se derrumbó. Poco a poco las
restantes posesiones cartaginesas en el territorio
se entregaron o fueron tomadas por la fuerza.
Ahora sí que Cartago podía darse como irremi-
siblemente condenada.

CONQUISTA DEL PUERTO


DE COTON
Volcado ya en la lucha ante la capital, Escipión
do ataque de las maquinas romanas terminaron esperó a la primavera, año 146 a.C., para lanzar
por echar abajo una buena parte del lienzo de la la última ofensiva. Llegado un día determinado
muralla que defendía el perímetro del campa- se asaltó al mismo tiempo la muralla de Birsa y
mento cartaginés. Escipión, que había acudido la del puerto comercial. Entre tanto, Lelio
para estar presente en la jornada decisiva, lanzo(recordemos que segundo de Escipión) espera-
al combate a 3.000 legionarios seleccionados. ba preparado para lanzarse a la menor ocasión
Atacarían la brecha por oleadas, en un asalto sobre el otro lado del puerto. El romano trataba
continuado en el que las cohortes de élite se tur-
de agotar y desfondar la capacidad de respues-
narían sin pausa en los combates. ta de su enemigo atacando desde todos los flan-
El romano esperaba en realidad atraer sobre si cos, y no se equivoco. Parece ser que tras las lar-
toda la atención de los defensores mientras gas y agotadoras últimas semanas de lucha,
enviaba, justo al otro lado del perímetro de las Asdrúbal ya no se encontraba en condiciones de
defensas cartaginesas, a un contingente de 1.000 defender todo el perímetro amurallado de la
hombres para realizar un ataque sorpresa sobre ciudad. Podemos fácilmente suponer que a su
las empalizadas que había en aquel sector. De propia debilidad -causada tanto por el hambre
esta forma, mientras los legionarios eran recha- como por las bajas- unida a la lenta pero incan-
zados en sus sucesivos asaltos a la muralla en sable labor de zapa de la muralla portuaria -tra-
ruinas, el ataque sobre la retaguardia de la posi-
bajo que llevaban adelante los romanos con
ción púnica fue llevado adelante -gracias a la ferrea determinación, sometiendo a la obra a un
sorpresa- con un rotundo éxito. castigo continuo mediante el uso de catapultas y
arietes- impulsaron al líder cartaginés a dar por
Al ver su empalizada tomada, los cartagineses, perdida la muralla exterior, la del puerto.
que no se dieron cuenta de que los atacantes
eran tan sólo un puñado de hombres, se dieron Asdrúbal sabía que la batalla estaba ya pérdida,
a la fuga más lamentable a través de las puertas pero vendería cara su vida. Ahora debía reorga-
no ocupadas por el enemigo. En el exterior espe- nizar la defensa y eso implicaba abandonar todo
raban las fuerzas del númida Gulussa, que die- el sector del puerto de Coton, sin duda el más
ron caza inmisericordemente a decenas de miles expuesto y dañado por los ataques enemigos. La

32
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

peligrosa maniobra de repliegue se llevó ade- Escipión, que ante el repliegue púnico había
lante en dos fases; en la primera, la población irrumpido ya en el puerto civil, sorteando sin
retrocedió sobre los barrios altos y la ciudadela duda los incendios y destrozos ocasionados por
de Birsa. Luego, le llegó el turno a las tropas. los cartagineses, se reunió con Lelio decidiendo
Asdrúbal, tanto para cubrir su retirada como entonces detener el avance en el mismo foro. Era
para inutilizar cualquier cosa que pudiese ser- ya el atardecer y se considero mejor hacer un
vir a sus contrarios, prendió fuego durante la alto en aquel lugar abierto y fácilmente defendi-
noche a los muelles y a todo el área portuaria. ble antes de lanzarse a la batalla por el control
del los barrios altos.
Es precisamente en este contexto cuando desde Hizo venir ahora el general, a la primera línea
la fachada marítima los hombres de Lelio se de combate, a una unidad de 4.000 hombres de
apoderaron por sorpresa de un sector de la refresco, pero buena parte de estos soldados,
muralla; dos oficiales, un tal Fannio y un joven- marchando por el puerto civil, se desviaron
cisimo Tiberio Graco encabezaron el asalto inopinadamente de su camino para lanzarse
teniendo luego el honor de ser considerados los sobre el templo de Melkart, en él, más de 1.000
primeros romanos en poner pie en lo alto de la talentos de oro fueron recogidos arrancándolo
muralla. Enardecidos y dando terribles gritos de de estatuas y ofrendas. Después del metódico
guerra, ya en posesión del muro, los romanos saqueo los legionarios marcharon dócilmente a
amenazaron ahora con lanzarse sobre el interior donde habían sido llamados. Esta muestra de
del semiabandonado puerto de Coton. Los car- indisciplina será, en principio, soslayada por el
tagineses, abatidos y terriblemente debilitados cónsul, que esperara hasta al fin de las operacio-
por las penalidades del largo asedio, no acerta- nes para castigar con severidad a todos los
ron a rechazar el decidido avance de los roma- implicados.
nos. Estos, utilizando planchas de madera o
A la mañana siguiente los romanos cru-
zaron el espacio abierto del foro, al otro
lado comenzaban las grandes barriadas
de casas que comunicaban con la colina
de Birsa.

Desde la plaza tres calles conducían


hacia su objetivo, las mismas se encon-
traban encajonadas entre moles de
viviendas de hasta seis pisos de altura,
posiciones en donde los cartagineses de
toda clase y edad se hicieron ahora fuer-
tes al tiempo que calles y bajos fueron
fortificados con parapetos y profundos
fosos. Se tendría que desalojar una por
una todas y cada una de las edificaciones
a medida que se tuviese que avanzar
hasta la cumbre de la colina, hasta el
templo de Eshmun, la meta final.
Cartago: restos de parte de uno de los astilleros del puerto
militar.

todo lo que pudiera servir a modo de pasarela,


cruzaron de la muralla exterior a la interior -la
que separaba el puerto militar del civil, y a su
vez este del resto de la ciudad.
La plaza del mercado -el foro-, fue ahora tam-
bién ocupado.

33
Conquista de Coton y el puerto militar
La población abandona la
2
8 Los refuerzos solicitados por
barriada portuaria y se retira a
Birsa. Birsa es fortificada. En las 1
Escipión (4.000 h.) se desvían calles se levantan barrica-
hacia el templo de Melkart. El das y se cavan fosos. Cada
lugar es saqueado brutalmen- casa es un fortín,
te.

3 El Foro. Aquí detiene


7
El puerto arde. Asdrúbal no
quiere dejar nada a los roma- Escipión su avance. El ata-
nos y, al tiempo, proteger su que a Birsa deberá esperar
repliegue sobre Birsa. todavía unas horas.

La muralla portuaria se 6
encuentra tan cerca de la del
puerto militar que los roma-
nos pasan al mismo mediante
el uso de unas improvisadas
pasarelas.
Lelio fuerza por sorpresa las
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defensas púnicas de la zona


del puerto militar. Bastión que
quizás no deseaban abando-
nar y que deben hacerlo
ahora perseguidos por los
romanos.
5
4 Cuando los cartagineses renuncian por fin a
la defensa de Coton, Escipión entra a la carrera
en la ciudad.
Dibujo: José Antonio Germán 34
ASALTO A BIRSA
El siguiente capítulo de la batalla se convirtió en
una despiadada guerra callejera. Los romanos
avanzaban a sangre y fuego. Se combatía en las
calles, sótanos, en los tejados, la lucha era real-
mente difícil en un contexto como aquel.
Grandes y densas manzanas de edificaciones
impedían a los romanos emplear toda su fuerza
de choque, viéndose así obligados a abrirse
paso combatiendo en desventaja contra una
muchedumbre de defensores que les esperaba
parapetados y atrincherados en casas y calles.
Era tal la singularidad del combate que los
legionarios trataban, cuando podían, de pasar
de edificio a edificio a través de las ventanas,
apoyando en ellas recios tablones a modo de
pasarelas. La estrechez de las callejuelas de la
mayor parte de la barriada permitía a los asal-
tantes eludir de esta forma las fortificados acce-
sos a las casas en donde a buen seguro les espe-
raban todo tipo de desagradables sorpresas. En
el lento avance era tal el caos y el desconcierto
que los romanos no se atrevían a prender fuego
a las edificaciones al desconfiar que bien en su
interior o bien en los tejados no luchasen sus
propios hombres.
Las bajas fueron innumerables por ambos ban-
dos en una la lucha sin cuartel.

Durante unos días los romanos trataron de


abrirse paso hacia Birsa debiendo combatir a los
defensores de esta manera, pero fueron tales los
daños recibidos y la dificultad de la empresa
que Escipión se vió obligado a cambiar de tácti-
ca. Retiro a todas las tropas de la batalla y varió
radicalmente el sistema de combate; ahora se
procedería a destruir e incendiar los bloques de
edificios, luego, y sobre sus ruinas, actuarían
grupos de zapadores protegidos por legionarios

35
Escipión ordenó el avance Tras cuatro largos días de combate, Escipión
simultaneo por las tres largas y se da por vencido. Su táctica de incendiar las
empinadas calles que comuni- edificaciones en donde se encuentre mayor
caban la cima de la colina con resistencia, se ve fustrada debido a la confu-
el foro. sion del tipo de lucha que se impone. Un des-
ordenado combate en donde en un mismo edi-
ficio los dos bandos pueden llegar a controlar
diferentes plantas debido a que los asaltantes
atacan también desde los áticos y atravesando
de ventana a ventana las casas gracias a la
estrechez de alguna de las calles. Los roma-
nos no pueden saber, en esta confusión, que
edificaciones estan ocupadas por los cartagi-
neses y cuales por sus tropas.

luego configuraba una auten-


tica y dantesca escena; los
hombres destinados a nivelar
las ruinas para facilitar el
avance de los legionarios,
Foro principal de la ciudad. armados de azadas y picos,
Lugar desde donde parte el golpeaban y acababan inmise-
asalto final romano. ricordemente con la vida de
centenares de hombres, solda-
con el propósito de nivelar el terreno para facili- dos y civiles, que habían caído
tar el avance hasta el siguiente grupo de casas. junto con sus edificios y se encontraban, mori-
Se trataría de eludir así la lucha en el interior de bundos, con la horrenda escena de ser remata-
las edificaciones demoliéndolas directamente dos por los zapadores romanos para servir ellos
sin más contemplaciones. Esta nueva táctica y los escombros que les rodeaban como relleno
condujo a que miles de cartagineses, soldados y de los fosos que se encontraban abiertos en las
civiles, muriesen abrasados o sepultados por calles. Con la expectativa de poner fin pronto a
por los edificios que meticulosamente iban sien- la batalla, todos, soldados y oficiales romanos,
do abatidos y derruidos por los golpes de arie- combatían enardecidos con un frenesí provoca-
tes y proyectiles incendiarios. Lo que seguía do por la certeza de que el fin de sus penalida-
des se encontraba ya muy cerca, a tan solo unos

36
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

centenares de metros. Durante seis días y seis el último rincón del otrora extenso imperio car-
noches los romanos avanzaron así, casa por taginés. Había llegado el fin, agotados y abati-
casa, metro a metro, a través de las barriadas dos por innumerables penalidades se rindieron
más densamente edificadas de la metrópoli. incondicionalmente, sólo querían vivir y así se
Escipión, a fin de no agotar a los soldados, esta- lo comunicaron a Escipión. Quedaron fuera de
bleció turnos de relevo para que el avance no se la entrega los desertores romanos, que en núme-
detuviese y los hombres, al tiempo, no se abatie- ro de 900 no podían esperar ninguna clemencia
sen por la dimensiones del drama en el que se de su general. Asdrúbal, decidido en principio a
veían envueltos, pues tal era la matanza y la seguir con aquellos hombres que habían lucha-
lucha sin cuartel que hasta para aquellos tiem- do con fiereza bajo sus ordenes, no quiso aban-
pos se considero que los tropas necesitaban un donarlos en estas sus horas postreras, a ello se
descanso ante tanta calamidad a la vista. Él, comprometió ante los mismos en una, sin duda,
entretanto, construyo y situó su puesto de emotiva escena. Tras la salida de los civiles y
mando sobre una elevada plataforma para con- defensores de Birsa, los desertores, junto con
trolar desde allí el meticuloso avance de sus Asdrúbal y su familia, corrieron a refugiarse en
fuerzas entre las ruinas de aquella inmensa el gran templo de Eshmun, que, sobre la ciuda-
barriada. Un control y una supervisión que dela construida en la colina, dominaba toda la
llevo adelante con todo detalle, y a diferencia de inmensa urbe. Allí, en este postrero y dramáti-
sus hombres, sin descanso alguno, impelido co escenario, se continúo la lucha, sufriendo los
como estaba a poner fin de una vez a la batalla. romanos grandes daños al tratar de asaltar una
Al séptimo día de lucha en las calles Asdrúbal posición tan fuerte como aquella.
se dio por vencido. Ofreció a Escipión la rendi- El templo de Eshmun, construido sobre una
ción, ya era suficiente, sus fuerzas estaban total- gran elevación artificial, sólo disponía como
acceso al mismo de una larga escalinata proce-
sional de sesenta escalones, camino del que una
Foto: La empinada subida hacia Birsa en la actualidad. y otra vez fueron rechazados los asaltantes por
unos fanáticos defensores que hacían uso de
todo tipo de armas arrojadizas -de hecho cual-
quier cosa que se pudiese lanzar sobre los roma-
nos a buen seguro lo volcaban sobre ellos;
pedruscos, ofrendas, etc. Todo en una lluvia
ininterrumpida tal que retraso hasta el último
momento la conquista de este enclave-.

ASALTO AL TEMPLO DE
ESHMUN
Asdrúbal decidió por fin, en este caos final,
abandonar a su suerte, y sin que estos lo aperci-
biesen, tanto a los desertores como a su esposa,
sin duda a estas alturas una fanática partidaria
de la defensa a ultranza.
Su huida, al presentarse ante las primeras líneas
romanas, fue advertida por los defensores del
enclave que luchaban desde la techumbre del
templo, estos hicieron entonces a sus compatrio-
tas señales para que cesara el combate. Entre los
romanos y los desertores se hizo entonces el
silencio, y desde su elevada posición, los tráns-
mente deshechas. Entre 25 y 50.000 personas se fugas aprovecharon para vituperar al cartagi-
hacinaban entre la ciudadela y las últimas edifi- nés, que les había traicionado y abandonado en
caciones de la ciudad, eran los últimos metros, este último combate. Asdrúbal, frente a

37
Asedio y caída de Cartago. Por Satrapa1

Foto: Cimientos de construcciones púnicas en la ladera DESTRUCCIÓN FINAL DE LA


de la colina de Birsa.
METRÓPOLI PÚNICA
Por orden de Roma todas las ciudades que se
habían alineado con Cartago durante esta gue-
rra fueron destruidas, repartiéndose sus territo-
rios entre las poblaciones que se habían pasado
a los romanos, tales como Útica -que recibió así
toda la región entre Hippo Rhegius y Cartago-.
La capital fue entregada al saqueo, los soldados
recibieron dos días para hacerse con todo lo de
valor que pudiesen encontrar, luego la totalidad
de la ciudad fue incendiada, la metrópoli ardió
durante dieciséis largos días hasta quedar com-
pletamente consumida entre las llamas.

Escipión, y a la vista de todos, desertores y


legionarios, se arrodillo ante el cónsul. Allí fue Durante el desmantelamiento de la ciudad, todos los
insultado por su propia esposa que todavía per- trofeos, lease esculturas o cualquier otro tipo de obra
manecía en el templo y que acudiría también a de arte, arrebatada a los griegos de Sicilia durante las
la techumbre, advertido sin duda de lo ocurrido guerras de antaño, fueron ahora devueltas a las ciu-
por los desertores, y quien en realidad, pese a lo dades que lo reclamaron.
que se cuenta usualmente, no le llamaba cobar- Los prisioneros, posiblemente desconfiando plena-
de por rendirse ante los romanos, sino que le mente de ellos, fueron o bien encarcelados hasta su
echaba en cara el no haberlo hecho antes, cuan- muerte, o conducidos a los destinos en donde los tra-
do ella lo propuso. bajos eran más penosos y en donde a buen seguro
encontrarian pronto su fin. Sólo unos cuantos privi-
Al final, agotados y deshechos por el hambre, legiados, entre ellos el propio Asdrúbal, tuvieron la
las heridas y la falta de sueño, los desertores oportunidad de acabar sus días con más sosiego, con-
supervivientes retrocedieron a la carrera hacia finados en regimen de semilibertad aunque dentro de
el interior de templo, unos se hicieron fuertes en la propia Italia.
lo que venia a ser la capilla mientras la mayoría Los desertores romanos que pudieron ser capturados,
subía al tejado en donde sin duda el espectácu- fueron llevados a Roma en donde fueron pasto de las
lo de una ciudad en llamas que se abría ante fieras en el circo.
ellos debía ser aterrador. Los desertores toma-
ron su última y postrera decisión. No caerían Escipión, contemplando el dantesco espectácu-
vivos en manos de sus compatriotas, por lo que lo de la ciudad en llamas, realmente sintió tanto
prendieron fuego con decisión a la techumbre la muerte de la misma como la de sus valientes
del templo y se inmolaron entre las llamas. habitantes. Cogiendo la mano de su amigo
Con el suicidio de los últimos defensores ceso, Polibio, le confeso que, al igual que Cartago, o
por fin, la larga lucha. Cartago había dejado de antes Nínive o Troya, también Roma encontra-
existir. ría algún día su destrucción a manos de sus ene-
migos.
by Satrapa1

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Notas.

Entre las diferentes versiones encontradas, he preferido inclinarme por la de Apiano, utilizando a Zonaras-
Dion Casio sólo como auxiliar, aunque colocando siempre a Polibio como el referente. Los otros autores, desde
Frontino a Amiano Marcelino, permiten únicamente tocar pequeños detalles arguméntales que, aunque
importantes, no suponen ninguna fuerte contradicción con el principal hilo de la narración.

Como anécdota, podríamos comentar el alivio de Polibio cuando, durante la llamada Guerra de
Corinto (que enfrento a Roma contra la patria de nuestro autor y que fue casi simultanea a la de
Cartago) este agradeció a los dioses el haber sucumbido tan rápida y fácilmente ante las legiones.
Si no hubiésemos caído tan pronto, llego a decir, habriamos estado completamente perdidos. El
comentario hacia referencia a que de haber resistido la primera acometida romana, sin duda les
hubiesen caído encima las legiones venidas de África.

Durante un tiempo, la opinión pública helena discutió sobre si Roma había abusado de la buena fe
de los cartagineses con la única intención de destruirlos. Finalmente, y pese a los esfuerzos de gen-
tes tan proromanas como Polibio, esa fue la impronta que el conflicto dejo en la reputación de Urbs.

De los cartagineses nada más se supo.

La colina de Birsa esta hoy irreconocible. Los romanos, cuando recolonizaron el lugar, cortaron lite-
ralmente la cumbre para poder disponer de una extensa superficie llana sobre la que construir. Los
restos del famoso templo de Eshmun fueron así totalmente excavados y destruidos, sin que haya
quedado nada para la posteridad.

Reservados todos los derechos. Queda prohibida la reproducción


y/o almacenamiento por cualquier método, existente o por existir, de
la totalidad o cualquier parte de la obra, sin autorización escrita del
autor.

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