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Anuario de Sexología © Anuario de Sexología A.E.P.S.


2005 • Nº 9 • pp. 7-37 ISSN:1137–0963

EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA:


UNA LECTURA SEXOLÓGICA
María José Rodríguez Martínez *

La relación del feminismo con el sexo no ha sido nunca fácil, lo que se traduce en una
escasa producción teórica sobre la materia. El presente trabajo supone una aproximación
al pensamiento feminista anti-censura (o pro-sexo) a partir de dos de sus obras, publi-
cadas en los años ochenta en Estados Unidos. El objetivo es conocer más a fondo el pen-
samiento feminista sobre el sexo y traducir al lenguaje sexológico parte de sus hallazgos.
El último capítulo incorpora un análisis crítico de las lecturas y propone una serie de apor-
taciones al corpus sexológico a raíz de las mismas.
Palabras clave: Feminismo Pro-Sexo, Feminismo Anti-Censura, Sexualidad, Sexo, Género,
Caracteres Sexuales Terciarios, Erótica.

"PRO-SEX" OR ANTI-CENSORSHIP FEMINISM: A SEXOLOGICAL READING


The relationship between feminism and sex has never been easy, which has been trans-
lated into limited theoretical production about the subject. The present article is an
approach to the feminist anti-censorship (pro-Sex) thought, starting from two works
published in the eighties in the United States. The objective is to know in depth the femi-
nist thinking about sex, and translate to the sexological language part of its finds. In
the last chapter is included a critical analysis of the works, and some possible contri-
butions to the sexological corpus as a result of them.
Keywords: Pro-Sex Feminism, Anti-Censorship Feminism, Sexuality, Sex, Gender, Tertiary
Sexual Characters, Erotica

“Don’t scream penis at me but help to change the


world so no woman feels shame or fear because
she likes to fuck”
“No me gritéis “pene” a la cara, sino ayudadme
a cambiar el mundo de manera que ninguna
mujer sienta vergüenza o miedo porque le gusta
follar”

INTRODUCCIÓN a la corriente mayoritaria dentro del movimien-


La producción teórica feminista en torno y to, se esforzaron por promover el debate sobre
fundamentalmente “a favor” del sexo1 es extra- el sexo. No es fácil encontrar una denominación
ordinariamente escasa. Basta con llevar a cabo definitiva para ellas. Aunque se agrupan habi-
una búsqueda sobre la materia entre las líneas tualmente bajo el epígrafe de “feministas pro-
feministas para corroborar que una ausencia tan sexo”, determinadas autoras (Osborne, 1993)
abrumadora no puede obedecer a la casualidad. consideran más apropiado denominarlas “femi-
Intentar comprender el porqué de tal silencio nistas anti-censura”, ya que muchas de ellas for-
ha sido el móvil de esta investigación. maron parte de la auto-proclamada Feminist
El presente trabajo supone una aproxima- Anti-Censorship Task Force (FACT). A fin de
ción a las autoras feministas que, oponiéndose encuadrar la presente investigación en un mar-

* Filóloga. Sexóloga. Correo electrónico: para_mariajo@yahoo.es


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co cronológico y teórico bien delimitado, las confinar la lujuria masculina al ámbito del
páginas que siguen se centran en dos de las matrimonio, a salvo de la influencia y los efec-
obras que ilustran más claramente dicha corrien- tos –nocivos para la salud de ambos cónyuges–
te, publicadas ambas a principios de los ochen- del acceso carnal a las prostitutas. Por otro, se
ta en Estados Unidos. La primera, Powers of aprecia un interés en disminuir las desventa-
Desire: The Politics of Sexuality. Nueva York. jas derivadas de la ausencia de un control efi-
Monthly Review Press, 1983, editada por Ann caz de la natalidad. Las dos campañas de ins-
Snitow, Christine Stansell y Sharon Thompson, piración feminista que se emprenden en las
sin traducción hoy en día al castellano, recoge últimas décadas de siglo –los movimientos por
una amplia selección de artículos de diversas la pureza social y la campaña de la maternidad
autoras. La segunda, para la que he utilizado la voluntaria– van encaminadas a dar respuesta a
traducción española Placer y Peligro: Explo- tales inquietudes.
rando la sexualidad femenina. Madrid. Revolu- Amparándose en los términos de la defen-
ción, 1989, corresponde a una compilación de sa de la pureza social, con su imagen abstrac-
textos a cargo de Carole S. Vance que se editó ta de la mujer como víctima de la impenitente
originalmente bajo el título de Pleasure and lascivia masculina, las políticas sexuales pro-
Danger: Exploring Female Sexuality. Boston. teccionistas se vieron potenciadas. Un refuer-
Routledge & Kegan Paul, 19842. zo que –lejos de las perspectiva iniciales– lo
El texto siguiente se encuentra estructura- que acarreó fue un mayor control de las muje-
do en tres capítulos. El primero es una aproxi- res y los homosexuales.
mación histórica a la interrelación de sexo y femi- El objetivo primordial de la defensa de la
nismo desde finales del s. XIX hasta la década maternidad voluntaria consistía en otorgar a las
de los ochenta del s. XX, a fin de que se entien- mujeres el derecho a negarse a practicar el coi-
da mejor la herencia de la que parten las femi- to con el marido, so pretexto de elegir el
nistas anti-censura (o pro-sexo). El segundo capí- momento en que deseaban quedar embaraza-
tulo pretende desgranar de forma descriptiva la das. Si bien dicha intención pretendía socavar
aportación ideológica de las diferentes autoras el derecho absoluto del marido sobre el cuer-
a lo largo de las dos obras anteriormente cita- po de la mujer, la argumentación que ofrecían
das. En el tercer y último capítulo se ofrece un resultaba ciertamente conservadora, pues con-
análisis crítico de las lecturas y una serie de posi- frontaba un deseo masculino insaciable e incon-
bles aportaciones al corpus sexológico a raíz de tenible con una erótica femenina difusa y espi-
las mismas. ritual. Además, se oponían al empleo de los
Dado que el análisis más pormenorizado medios anticonceptivos, solamente aptos según
sobre la confrontación del feminismo anti-cen- su criterio para su empleo por parte de las pros-
sura con la corriente feminista antipornográfi- titutas, ya que en el caso de ser utilizados por
ca ya ha sido llevado a cabo por distintas auto- las mujeres casadas el efecto más probable sería
ras (Osborne, 1993; Gerhard, 2001), he preferido permitir que los hombres forzaran a sus espo-
ahondar en otros aspectos menos conocidos de sas a tener aún más relaciones no deseadas.
su pensamiento. La herencia de la cultura victoriana ayudó a
articular una serie de dudas acerca de las posi-
FEMINISMO Y SEXO: bles ventajas que las mujeres podían obtener de
EL DEVENIR DE UN DESENCUENTRO la promiscuidad. Una vez que las relaciones
La encorsetada herencia del s. XIX extramaritales no fueran penalizadas, y que los
La discusión que las mujeres emprenden vicios venéreos se distanciasen de la procrea-
en el siglo XIX en torno a distintos avatares de ción, ¿mantendrían los hombres sus obligacio-
los “genitalia” resulta de índole práctica y con- nes para con las mujeres? ¿Qué poder podría
servadora. Por un lado, surge la necesidad de ofrecerles una revolución sexual a las mujeres,
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en un mundo en el que su poder era tan limi- biano con la fundación de la Mattachine Society
tado? Son preguntas sobre las que las mujeres (1950) y de las Daughters of Bilitis (1955) res-
seguirán volviendo muchos años más tarde. pectivamente. Aires soviéticos infundían carác-
Al margen del conservadurismo decimonó- ter burgués y consumista a cualquier conato de
nico, fueron pocas las mujeres que, como expansión erótica. Sólo con la generación de la
Victoria Woodhull, partidaria del amor libre, o Nueva Izquierda, y gracias a la difusión de
Elizabeth Cady Stanton, reivindicadora del deseo medios anticonceptivos más asequibles, pudo
femenino, se atrevieron a alzar la voz y la espe- fructificar la denominada revolución sexual de
ranza por una expresión erótica autónoma en los años sesenta. Una revolución en cuyo seno
un clima social que negaba a las mujeres toda las mujeres advirtieron las relaciones de poder
posibilidad de ganarse la vida al margen del existentes entre los dos sexos, y que se conver-
matrimonio y la prostitución. tirá en el germen del movimiento de liberación
de las mujeres.
Inicios del s. XX: conatos de rebelión
El movimiento por el control de la natalidad El feminismo que siguió a la revolución
de 1914-1917, encabezado por Margaret Sanger sexual de los sesenta
y Emma Goldman, tuvo lugar al amparo del De Friedan a Beauvoir
socialismo y los movimientos obreros, intere- La revolución sexual de los sesenta fue
sados por aliviar la miseria que rodeaba a los interpretada como un fraude por parte de las
embarazos no deseados. No duró mucho, sin feministas, que reclamaron el derecho a la auto-
embargo, pues resultó desintegrado bajo la pre- determinación en materia amatoria, recelosas
sión de conflictos de carácter interno (el socia- de que el nuevo frenesí orgásmico les oprimiera
lismo oficial siempre lo consideró “una pérdida tanto como la anterior represión. Betty Friedan,
de tiempo y de energía”), y la crudeza de la una de las principales teóricas de la década, lle-
represión política. gó a cuestionar en La mística de la Feminidad
Hubo que esperar hasta los años veinte para (1963) si “no estarían poniendo estas mujeres
que los bohemios del Greenwich Village en casadas en su insaciable búsqueda sexual las acti-
Nueva York abrieran con ímpetu nuevas vías de vas energías que la mística de la feminidad les
intercambio erótico y amatorio. Partiendo del prohíbe destinar a más elevados propósitos”
derecho al placer en el encuentro al margen de (Friedan, 1963; 1974: 341). Perceptiblemente
la reproducción, hombres y mujeres hicieron incómoda con el deseo y cuanto le ronda, el
auténticos esfuerzos de trazar combinaciones conservadurismo de Friedan al respecto tuvo
de deseo e intimidad. A pesar de las posibili- fuertes repercusiones sobre el pensamiento
dades limitadas que les brindaba su época, feminista de la época.
aquellos pioneros y pioneras exploraron nue- De hecho, la influencia teórica determi-
vas sendas para disminuir el abismo entre los nante tuvo que proceder del otro lado del
sexos antes de agonizar lentamente ante la Atlántico. El Segundo Sexo, de Simone de
imposibilidad de materializar sus ideales. Ni los Beauvoir (1949), ejerció una influencia consi-
hombres estaban preparados para asimilar la derable sobre las feministas que se resistían a
libertad de sus mujeres en el desempeño de la renunciar a una vida sexual más plena. Frente
erótica, ni ellas capacitadas para resolver la ten- a la homofobia de Friedan y su profundo dis-
sión que les originaba ser económica y emo- gusto con la liberación sexual, que infundía
cionalmente dependientes. desconfianza frente a todo lo sexual en las filas
Entre 1930 y 1960 la izquierda oficial ignoró del feminismo liberal, Beauvoir aterrizó como
ampliamente, si no repudió, cualquier asocia- un soplo de aire fresco ayudando a las muje-
ción con intentos de rebelión sexual, como los res a alzar la voz por un deseo propio. La prin-
llevados a cabo por los movimientos gay y les- cipal batalla política de finales de los sesenta,
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la lucha en contra de las leyes que restringían que el orgasmo clitoriano tiene para el placer
el aborto, surgió de esta actitud afirmativa, del femenino y las relaciones heterosexuales. La
convencimiento de que las mujeres tenían el escasa relevancia de la penetración para la
derecho a practicar coitos con penetración sin obtención del orgasmo conduce a la asevera-
soportar las molestas consecuencias de emba- ción de que los hombres son prescindibles para
razos no deseados. El aborto se convirtió en la consecución de un goce que puede obte-
asunto de gran importancia para millones de nerse –a menudo mejor, advierten– sin ellos.
mujeres, su dimensión pasó de ser privada a Las feministas radicales daban por válido que
ser pública, y a la larga el esfuerzo reivindica- si las mujeres no encontraban satisfactorias las
tivo ocasionó las primera victorias políticas. relaciones heterosexuales era porque no esti-
mulaban adecuadamente la sensibilidad clito-
El feminismo radical riana de las mujeres.
A la luz de aquella positiva actitud inicial con La nueva fe en las potencialidades del clítoris
respecto al sexo se desarrolla el feminismo radi- origina una ola de independencia femenina. El
cal entre 1967 y 1975 aproximadamente. El ini- orgasmo al alcance de la mano se convierte
cio de este movimiento, que presentaría una para las mujeres en el símbolo de la autodeter-
rica heterogeneidad teórica y práctica, está mar- minación erótica; una autodeterminación que
cado por el surgimiento de numerosos grupos contiene la promesa de la igualdad completa
de mujeres –los famosos “grupos de autocon- con los hombres (Gerhard, 2001). La libertad
ciencia”– que comienzan a tratar temas carac- sexual se considera así un requisito para la libe-
terísticos del debate feminista radical. Anti- ración de la mujer: ambas debían realizarse a la
cipando las disensiones feministas –a favor o en par para que las mujeres no fueran ciudadanas
contra del sexo– que se agudizarían en los de segunda clase.
ochenta, el feminismo radical presenta una cla- En el auge de esta serie de discusiones en
ra divergencia teórica entre las partidarias del torno a la heterosexualidad y las técnicas sexua-
sexo y las que reniegan de él. les, y revestido el clítoris (y sus en potencia
orgasmos múltiples) de una significación autó-
1. El clítoris como bandera noma y feminista, se atrevieron a hacer afirma-
Las feministas, en su mayoría inicialmente ciones como la de Dana Densmore: “Un orgas-
heterosexuales que reclaman el derecho a una mo para una mujer no es un desahogo en el
mayor libertad en su expresión sexual, atribuían mismo sentido en que lo es para un hombre,
el apego de la mujer a la moral tradicional a su puesto que tenemos la capacidad para tener un
socialización, que fomenta la alienación erótica sinnúmero de ellos, manteniéndonos excitadas
y la culpabilidad. Convencidas de que la inhibi- todo el tiempo, y limitadas sólo por el cansan-
ción sexual está relacionada con la falta de anti- cio. El desahogo que sentimos, por tanto, es psi-
conceptivos seguros, accesibles y eficaces, son cológico. Sin negar que el sexo es placentero,
firmes partidarias de la libertad reproductiva. yo sugiero que lo que en realidad buscamos es
Mérito de las radicales fue el desarrollo de un cercanía, fusión, una especie de olvido del yo
activismo espectacular y de la puesta en fun- [...]”3. La expresión erótica femenina se imbuía
cionamiento de empresas varias a favor de la de los nuevos valores de la autodeterminación,
liberación de las mujeres. la autonomía y la igualdad, rompiendo tajante-
El punto de partida para un nuevo replan- mente con la imagen de las mujeres como pasi-
teamiento del clítoris y el orgasmo lo da la publi- vas, ingenuas y maternales.
cación en 1969 del artículo de Anne Koedt, “El Pronto se hizo sentir una de las desventajas
mito del orgasmo vaginal”. Basándose en la difu- del culto al orgasmo clitoriano. Una vez desban-
sión de los descubrimientos de Masters & cada la vagina como fuente lícita de placer, no
Johnson, Koedt insiste en las consecuencias quedaban muchas razones para desear el coito
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con los hombres. Lo que comenzó siendo una te y al de su compañero, y eso implica cierta
posibilidad se había convertido en ley: “Cier- medida de control y colaboración consciente.
tamente, era muy difícil para una feminista admi- Parte de la batalla se habrá ganado si pueden
tir que encontraba la penetración placentera u cambiar su actitud ante el sexo, y si oprimen y
orgásmica; más tarde, en pleno auge de la ideo- estimulan el pene en vez de recibirlo” (Greer,
logía feminista lesbiana, se volvería práctica- 1972: 43).
mente imposible explicar teórica, anatómica o Se trata de un enfoque más participativo para
socialmente porqué una mujer iba a desear irse la vagina, cuya facultad de envolver y estimular
a la cama con un hombre”. (Snitow, Stansell y activamente la verga es ahora considerada como
Thompson, 1983: 28) una evidencia, así como la calidad del orgasmo
Lejos de manifestarse en contra de la revo- que puede obtenerse gracias a la penetración.
lución sexual, las feministas radicales llegan a Nos hallamos ante un eterno dilema entre uno
acusar a los hombres de haberla saboteado acep- y otro sentir orgásmico femenino; un dilema
tando y secundando la doble moral, e impi- que tarde o temprano tendrá que evolucionar
diendo así la liberación simultánea y veraz de de la discriminación a la multiplicidad.
hombres y mujeres. Dando un paso más allá, Finalmente, la defensa a ultranza de la vagi-
Karen Lindsey, en un artículo de 1971, “Thoughts na termina convirtiendo al clítoris en el acusa-
on Promiscuity”, advertía: “A menos que com- do, al ser asociada su respuesta a la obtención
prendamos, con mucha exactitud, qué es lo que de un placer mecánico semejante al del varón,
provoca el fracaso de nuestra experimentación a una ética de la ejecución que limita la apertu-
sexual, estamos, de hecho, en peligro de volver ra de posibilidades alternativas, corporalmente
al rechazo del sexo sin amor, con toda la auto- más globales.
rrenuncia, complacencia, culpabilidad e insin-
ceridad que acompaña a ese rechazo”4. Una pos- 3. Menos placer y más guerra.
tura acorde con la crítica al amor romántico de Kate Millet y Shulamith Firestone
las feministas radicales. Junto a la postura originalmente favorable
aunque reivindicativa con respecto al sexo, se
2. “Rehabilitar” la vagina desarrolla otra, más preocupada en seguir la línea
No todas las voces dentro del feminismo cla- de la opresión sexual de la mujer tanto en el
maban por el clítoris. En 1972, la publicación de matrimonio como a través de la prostitución, la
El eunuco femenino, de Germaine Greer, sirve pornografía, la falta de libertad para abortar, la
de rotundo manifiesto a favor de una vagina que desigualdad de derechos reales y la violencia
ha quedado aislada ideológicamente dentro del sexual. Dos de las principales teóricas del movi-
movimiento. Greer advierte cómo el énfasis miento surgen de hecho de grupos combativos,
depositado en el clítoris para “recuperarlo” des- creados con el fin de promover el cambio de las
pués de la infravaloración de los freudianos ha estructuras de dominación sexual. Política
impedido deshacer viejos tópicos que aún se Sexual (1969), de Kate Millet y La dialéctica de
ciernen en torno a la vagina, como la idea de la la sexualidad (1973), de Shulamith Firestone,
absoluta pasividad de ésta, o incluso su incon- ofrecieron una base teórica que en todo momen-
gruencia. Después de insistir en la necesidad de to se halló estrechamente ligada a la práctica.
reforzar la musculatura pélvica para reforzar la El feminismo radical hizo hincapié en la diná-
calidad del orgasmo y recordar que existen expe- mica social existente entre los sexos, más con-
rimentos, como los de Kegel, que ofrecen pau- cretamente en la opresión de las mujeres por
tas adecuadas, Greer reformula con valentía un parte de los hombres. No es en ningún momen-
papel más activo en el coito para las mujeres: to un feminismo esencialista, ya que considera
“En todo caso las mujeres tendrán que aceptar que las categorías denunciadas son una cons-
parte de la responsabilidad, en cuanto a su delei- trucción social de dominación generadas por
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los varones, y que como tal construcción podrá chos de las mujeres a ser sexuales. Hay que tener
ser eliminada para dar lugar a la liberación de presente que las lesbianas partían de un clima
las mujeres. Si los varones actúan como ene- social adverso. No sólo por la represión homo-
migos, por tanto, no es por ninguna clase de fóbica de los años cincuenta, sino por el clima
esencia natural, sino por el rol que escenifican. anti-sexual imperante en las filas del feminismo
Identificando al patriarcado como una for- liberal, su primer aliado político. De hecho, el
ma de dominación sexual, el sexo, sostiene lesbianismo era contemplado en su origen como
Millet, “es una categoría social impregnada de una amenaza por gran parte de las feministas
política” (Millet, 1969, ed. 1995: 68). Las femi- liberales, ya que podía transmitir la impresión
nistas radicales consideran que son oprimidas de que las mujeres podían igualar en materia de
por la sola razón de ser mujeres, y sostienen que deseo a los hombres. A fin de vencer estas reser-
el patriarcado se asienta en la violencia sexual vas y la acusación de identificarse con los hom-
que ejerce sobre ellas. bres, en una primera etapa las lesbianas man-
De esta afirmación a la declaración de que tuvieron su erótica a buen recaudo en el seno
“todo lo sexual es reaccionario”, que articula Ti- del movimiento.
Grace Atkinson, sólo faltaba un paso. Parece La primera expresión evidente de política
lógico que en las reuniones de los “grupos de lesbiana se desencadenó a modo de denuncia
autoconciencia” no estuviera permitida la pre- de la homofobia existente en el seno de NOW,
sencia del hombre para discutir acerca de la organización en manos de las feministas libera-
opresión sin el opresor; pero para muchas muje- les. “La Mujer Identificada con la Mujer” (“The
res su ausencia era una manera de excluir tam- Woman-Identified Woman”), manifiesto pre-
bién el sexo, considerado una fuente de pro- sentado en 1970 por un grupo de feministas
blemas entre hombres y mujeres. No obstante, radicales que se autodenominaban “Lavender
es de resaltar que en los primeros grupos no se Menace” (“La Amenaza Lavanda”) definía al les-
hablaba de la violencia extrema y de la coerción bianismo como la esencia del feminismo. Al con-
sexual, sino más bien de la opresión psicológi- siderar que la fuente del lesbianismo era políti-
ca y moral que las mujeres experimentaban por ca y no erótica, permitieron a muchas de
parte de los hombres. aquellas feministas poco dispuestas a encajar la
La polémica dentro del movimiento estaba manifestación de su deseo el identificarse con
servida: grandes abismos se tienden entre las ellas. Suprimiendo precisamente aquello que
feministas que apuestan a favor o en contra del las estigmatizaba, su orientación sexual, es
sexo. Las agónicas disensiones internas termi- decir, su asociación a la mera idea (tan denos-
nan por precipitar, a partir de mediados de los tada) de “sexo”, las lesbianas habían dejado de
años setenta, el desmantelamiento de los dis- reforzar simbólicamente la opresión sexual
tintos grupos de activistas radicales, cediendo masculina. El precio que habrían de pagar resul-
paso así a un nuevo enfoque, menos político tó ser la deserotización del lesbianismo, su
y más psicológico del feminismo: el feminis- redefinición al margen del deseo, que ahora se
mo cultural. veían obligadas a disfrazar de afán de herman-
dad. El lesbianismo políticamente correcto ya
El Feminismo Cultural no sería sino un grado más de intensidad en un
1. El ascenso meteórico de las lesbianas: feminismo profundamente sentido, que hacía
el salto de la oclusión y el silencio de su ira contra los hombres y de la amistad
a la norma y el poder entre las mujeres el nuevo nexo de unión entre
Suele pasarse por alto el hecho de que las todas ellas.
primeras reivindicaciones formuladas por los La estrategia era brillante y obtuvo un éxito
grupos de lesbianas procedían inicialmente de y una trascendencia inmediatos en el seno del
la insistencia del feminismo radical en los dere- movimiento. Aquellos primeros grupos cuya
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noción de hermandad implicaba soporte polí- piedades naturales que conforman una esencia
tico y emocional, e indiferencia a las tentacio- femenina. La intención es analizar desde un pun-
nes de la carne, fueron gradualmente incor- to de vista femenino tales aspectos de una cul-
porando la teoría y la práctica feminista lesbiana. tura que ahora se considera propia. De dicha
Progresivamente, el lesbianismo político se fue cultura o “contracultura” se espera que pueda
extendiendo por las filas feministas, incluso entre reemplazar a la cultura dominante, liberando de
aquellas que anteriormente habían ignorado o esta manera a las mujeres. El futuro, por tanto,
rechazado la elección lesbiana. Por supuesto, será femenino o no será.
no faltaron las lesbianas que expresaran su des- Partiendo del hecho de que hombres y muje-
confianza hacia las nuevas “confesas”. Muchas res somos diferentes, las feministas culturales
de ellas no creían que lo que a ellas les había no dudan en mostrarse partidarias de mantener
generado tanto sufrimiento pudiera ser simple- dichas diferencias, independientemente de su
mente adoptado voluntariamente y por razones origen. El menosprecio por el cuerpo femeni-
políticas. Presas del miedo al engaño, tendían no de las radicales se sustituye por la exaltación
un abismo entre las lesbianas auténticas y las de la biología femenina y su vínculo con el orden
lesbianas políticas. natural. Una psicología más apta para la mater-
Las feministas heterosexuales tardaron en nidad (Chodorow, 1978) y una ética basada en
darse cuenta de las repercusiones que la políti- el cuidado, la presdisposición para ayudar a los
ca homoerasta iba a tener sobre ellas. Si el hecho demás y la no violencia (Gilligan, 1982) son algu-
de continuar acostándose con hombres nunca nos de los planteamientos que se conjugan con
había sido completamente respaldado como el feminismo ecologista y pacifista de Mary Daly.
acción feminista “correcta”, ahora esa misma cir- La naturaleza femenina así descrita roza los
cunstancia ponía en tela de juicio su aceptación viejos mandatos del patriarcado: una naturale-
por parte de las hermanas del movimiento. za tierna, pasiva, igualitaria, protectora, mater-
Como advierte Echols, “a las feministas hetero- nal y cooperadora. Maximizar la feminidad se
sexuales todavía se las hace sentir que son após- convierte en el nuevo reto, el retorno a los valo-
tatas del movimiento debido a su proximidad a res femeninos en sinónimo de erradicación de
la masculinidad contaminadora” (Vance, comp., todas las opresiones. Que las condiciones mate-
1989: 92). La consigna indicada: Follar con los riales de las mujeres en la sociedad sean adver-
hombres debilita, hacer el amor con las muje- sas es un aspecto que resulta pasado por alto.
res libera. Había llegado el momento de refor-
mar el deseo por el bien del movimiento. 3. Dos sexualidades confrontadas
En consonancia con su esquema de valores,
2. Masculino y femenino las feministas culturales parten de una anate-
El feminismo cultural, denominado por pri- mización de la sexualidad masculina y de una
mera vez así en 1975 para diferenciarlo de los idealización de la femenina. A ellos se les des-
precedentes, incorpora una perspectiva de aná- cribe como más compulsivos e irresponsables,
lisis de las características específicas de la iden- orientados hacia lo genital. A ellas, más pasivas,
tidad femenina. El determinismo biológico ya difusas y orientadas hacia lo interpersonal. Los
no debe ser rescatado de los roles asignados, ya hombres ansían el poder y el orgasmo, la eróti-
que las feministas culturales van a resaltar el ca femenina sin embargo es más espiritual y el
valor de lo intrínsecamente femenino. De este deseo menos importante en sus vidas. En pala-
modo, la “naturaleza” pasa de ser considerada bras de Adrianne Rich, lo que las mujeres expe-
un lugar de opresión a ser una posible fuente rimentan es “una energía que no está limitada
de liberación (Osborne, 1994). La especificidad a una sola parte del cuerpo, ni siquiera sólo al
de lo femenino no es vista tanto como una cons- cuerpo”. Algo que les permite optar más fácil-
trucción social, sino como un conjunto de pro- mente por la abstinencia, e incluso llegar a suge-
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rir que la represión sexual puede ser una solu- de “experiencia profundamente femenina”, que
ción satisfactoria para la violencia contra las nada tiene que ver con los excesos de la subcul-
mujeres. Desde luego más que la libertad tura gay y su afinidad a la pornografía, el sado-
sexual, que llegan a tachar de fuerza reaccio- masoquismo, el sexo entre generaciones o el sexo
naria reafirmante del orden social que adorme- en público. Paradójicamente, se niegan a reco-
ciéndonos nos conduce a la apatía política. nocerse como grupo erótico marginal, ya que
Ante los efectos de la revolución sexual, las teóricamente tales grupos de eróticas margina-
feministas culturales proponen que tiñamos de les fomentan las consecuencias perniciosas de la
femenino la cultura, rescatando los valores a los permisividad. Que algunas lesbianas comiencen
que hemos intentado renunciar y limitando drás- a probar el SM –o sadomasoquismo–, los roles
ticamente los tipos aceptables de experiencia butch-femme y la bisexualidad, sólo les lleva a
sexual. Cediendo a la indignación moral ante las concluir que aún existen entre ellas rastros de
consecuencias de una revolución que sólo ha una heterosexualidad ideológica que sirve de
ocasionado ausencia de compromiso masculi- base a tales desviaciones. Acaso para defender
no, pornografía y una mayor violencia contra las mejor su situación, las feministas culturales les-
mujeres, todos los intentos irán dirigidos a fre- bianas contribuyen a fomentar una rígida nor-
nar su expansión controlando tanto el deseo mativa sexual heterofóbica, desde la que acusan
masculino como el femenino. El miedo subya- a las mujeres heterosexuales de impedir el avan-
cente a la violencia sexual por parte de los hom- ce del movimiento no enfrentándose claramen-
bres ha conseguido impulsar a las mujeres a bus- te al opresor. Transformar todos los aspectos de
car seguridad antes que a seguir corriendo la propia vida es crucial para reflejar sin ambi-
riesgos ante la incontrolada lujuria masculina. güedades una fidedigna actitud política.

4. Contra la violencia del sexo masculino 5. Las corrientes que conducen


Un tema que sigue preocupando es el de la al movimiento antipornografía
violencia del sexo masculino. La erótica mascu- Con la fin de la Guerra de Vietnam y el decli-
lina, intrínsecamente violenta, es acusada de ne del radicalismo que tiene lugar hacia finales
conducir al asesinato, y el coito interpretado de la década de los 70, la Nueva Derecha
como un mero eufemismo de la violación. Las comienza a ejercer un impacto directo en las
mujeres, unas pobres víctimas de la rapacidad políticas feministas sobre el sexo. Una ofensiva
masculina, tienen pocas posibilidades de negar- anti-sexual centrada en detener cualquier avan-
se a mantener algún género de relaciones con ce legislativo en materia de aborto se cobra los
los hombres. Partiendo de tales postulados, qué primeros éxitos políticos. El retroceso causa des-
otra explicación podría darse a la heterosexua- concierto y disensión entre las filas feministas.
lidad si no es que las mujeres se ven obligadas Unas, en la línea de Friedan, de inmediato reha-
a elegir y que el patriarcado se encarga de impo- cen su aprecio a los tabúes sexuales y vuelven
ner, controlar, organizar, divulgar y mantener a considerar todo aquello que atañe al sexo un
por la fuerza, tal y como defiende Adrienne Rich obstáculo para los fines del movimiento. Por el
en su ensayo “Heterosexualidad obligatoria y contrario otras, más afines a Linda Gordon y su
existencia lesbiana” (1980). Ya que la relación defensa del derecho al aborto en Woman’s
coital no puede ser consensuada porque la Body, Woman’s Right (1976), confirman el aná-
dominación se basa en ella, sólo existirá deseo lisis de que las cuestiones sexuales y reproduc-
real cuando desaparezca el patriarcado. La hete- tivas no son en absoluto marginales ni triviales,
rosexualidad no puede ni ser elegida ni resul- sino centrales para la liberación de la mujer. La
tar placentera. Nueva Derecha consigue así sembrar la discor-
Las feministas culturales lesbianas ofrecen la dia en torno al sexo entre las diferentes faccio-
vía de escape perfecta con su lesbianismo a modo nes feministas, que se enfrentan a ambigüeda-
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EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA: UNA LECTURA SEXOLÓGICA 15

des que llevan arrastrando largo tiempo sin Una creencia que básicamente ha servido para
encontrar una solución que convenza a todas cortar las alas a la liberación de las mujeres en
las partes por igual. materia sexual, al considerar que aún no ha lle-
Las profundas diferencias feministas en tor- gado el tiempo que les ofrezca la seguridad de
no a la cuestión sexual encuentran un frente de expresar y vivir su deseo en libertad.
lucha común curiosamente en un tema que les
granjea el apoyo de la derecha: la lucha en con- EL FEMINISMO “PRO-SEXO”:
tra de la pornografía. Alejándose de los postu- UNA APROXIMACIÓN A TRAVES DE
lados a favor de la liberación sexual de las radi- SU PRODUCCIÓN TEÓRICA
cales, “en el análisis del feminismo cultural, el El clima de terror que fue invadiendo pro-
peligro sexual define de tal manera la vida de gresivamente al movimiento, distanciando entre
las mujeres que excluye toda consideración del sí las facciones que venían a agruparse a favor o
placer” (Vance, comp., 1989: 95). Y este peligro en contra del sexo dio lugar, a comienzos de los
cristaliza en el núcleo de la opresión que pade- años 80, a lo que se denomina las Guerras del
cen, su utilización como material pornográfico. Sexo (The Sex Wars). Una de sus primeras mani-
La afirmación de que “la pornografía es la teo- festaciones tuvo lugar en 1980, cuando dirigen-
ría y la violación es la práctica”, esgrimida por tes de NOW, a cuyo seno habían ido a refugiarse
Andrea Dworkin y Catharine A. MacKinnon, con- las feministas culturales en su repudia del femi-
tribuye a desatar una fiebre antipornográfica que nismo radical, declara la condena de la porno-
las lleva a coincidir en sus planteamientos con grafía y el sadomasoquismo. Algunas librerías cen-
organizaciones de derechas que desarrollan polí- suran la obra de Pat Califia, feminista lesbiana
ticas sexuales reaccionarias. sadomasoquista que postula que la exploración
La derecha por su parte adopta la retórica sexual conducirá a la liberación.
feminista antiporno para buscar chivos expia- Pero sin duda el episodio más famoso de
torios, amparándose en la moral conservadora esta guerra tiene lugar durante la celebración
que recrea este feminismo. Es el caso surgido en 1982 de la conferencia “La académica y la
en la Corte Suprema de Canadá, cuya aplicación feminista” (“The Scholar and the Feminist”) en
de la definición de obscenidad de MacKinnon el Barnard College. Mujeres miembros de gru-
origina un ataque a gran escala a librerías y publi- pos antipornografía se dedican a boicotear la
caciones del colectivo homosexual. Por norma conferencia, a la que acusan de promover valo-
general, el discurso antipornográfico termina res patriarcales antitéticos a los principios bási-
finalmente conduciendo a elevar el precio que cos del feminismo, calificando de desviadas
se debe pagar por cualquier tipo de deleite car- sexuales a sus invitadas y quejándose al Barnard
nal no sólo en forma de vergüenza, dolor y cas- College de haber invitado a participar a defen-
tigo, sino a través de la represión política y el soras de la sexualidad “antifeminista”.
boicot económico. Asimismo, perjudica a las La conferencia había sido ideada para iniciar
mujeres que trabajan en la industria del sexo, un diálogo feminista sobre el sexo, en un inten-
ya que contribuye a fomentar un aumento de la to de equilibrar la balanza entre el placer y el
violencia sexual. peligro a través de la participación intelectual y
Rubin advierte de qué manera, empeñán- política por parte de la corriente pro-sexo en un
dose en no querer ver que la pornografía no es debate en el que hasta entonces no habían
sino un síntoma más de la opresión, y no el ger- dominado. Un Diario que contenía tanto el
men de la opresión misma, “la propaganda anti- material escrito como las ilustraciones que for-
porno a menudo lleva implícito el mensaje de marían parte de las conferencias desató una fuer-
que el sexismo se origina dentro de la industria te controversia y fue incautado; las imágenes
del sexo comercial y que de allí se propaga al gráficas parecían estar en el centro de la polé-
resto de la sociedad” (Vance, comp., 1989: 173). mica. Partidarias del movimiento antipornográ-
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16 MARÍA JOSÉ RODRÍGUEZ MARTÍNEZ

fico distribuyeron planfletos difamatorios, el nito del sexo, rechaza normas o preceptos en
ambiente de la conferencia se enrareció y la ins- este ámbito y fomenta y exige el respeto hacia la
tigación de pánico al sexo resultó tan efectiva variedad y la disidencia sexuales.
que desde ese momento en adelante se recru- En esta segunda corriente se centra el obje-
deció la censura ideológica sobre las feministas tivo del trabajo, en un intento por analizar más
no aliadas con la corriente sexofóbica. La movi- detalladamente el discurso que defendían aque-
lización de temores sexuales irracionales vino a llas feministas que no se dejaron arredrar por
constituir en suma una gran victoria y una mane- la fuerte presión sexofóbica del movimiento y
ra de perpetuar el poder y el control del deba- de la época.
te feminista sobre el sexo por parte de las femi-
nistas antiporno. Placer y peligro: explorando la
A modo de reacción contra este incómodo sexualidad femenina. Carole S. Vance
clima de fondo, feministas provenientes en su (compiladora)
mayoría del feminismo radical, en parte del libe- La edición española de 1989 a la que se ciñe
ral y algo menos del socialista, formaron en 1984 el presente trabajo compila una selección de
la Feminist Anti-Censoship Task Force (FACT), artículos que forman parte de la obra inicial,
Organización Feminista contra la Censura, defen- titulada Pleasure and Danger, editada por
diendo la libertad no restringida de expresión Carole S. Vance en 1984, en la que se recogían
y el derecho de las mujeres a desarrollarse como varios de los trabajos presentados en la
seres sexuales, incluyendo la participación en Conferencia Barnard.
la pornografía y su consumo. En consonancia Dos de los artículos de esta obra ofrecen una
con las ideas defendidas en numerosas publi- aproximación histórica a la tensión entre peli-
caciones (entre ellas los dos volúmenes que nos gro y placer. En “La búsqueda del éxtasis en el
ocupan), se convierten en las principales opo- campo de batalla: peligro y placer en el pensa-
sitoras ideológicas al conservadurismo propug- miento sexual feminista norteamericano del
nado por el tándem MacKinnon-Dworkin. siglo XIX”, Ellen Carol DuBois y Linda Gordon
El presente trabajo no pretende avanzar más se sitúan en el siglo XIX para investigar las posi-
allá de este momento histórico, y toma como ciones feministas ante la prostitución, así como
punto de partida la tensión entre dos ramas del a las pioneras partidarias del amor libre de sus
pensamiento feminista. La primera es la que últimas décadas. Ambas autoras insisten en pri-
entronca con ciertos planteamientos del purita- mer lugar en la necesidad de reconocer que las
nismo decimonónico, e incide en el peligro sexual dos tradiciones, a favor o en contra del “sexo”,
y en la búsqueda de protección de las mujeres. forman parte del feminismo. Lo que no impide,
Su acentuación de la opresión que los varones a su juicio, que ninguna de ellas responda a los
ejercen a través del sexo conduce a la infravalo- requerimientos actuales del movimiento, al ser
ración del placer en el encuentro con ellos y a la ambas “profundamente heterosexistas en sus
deserotización de las mujeres, única salida posi- postulados sobre el sexo” (Vance, comp.: 1989:
ble ante una expresión sexual masculina en esen- 52). Incluso van más allá, al tildar de moralistas
cia violenta y depredatoria. La segunda tenden- ambas corrientes, ya que tanto una como otra
cia del feminismo opta sin embargo por el placer, caían en la condena de aquellos comporta-
y apuesta por el deseo de las mujeres, por su mientos sexuales que no se adecuaban a sus
derecho a explorar y reivindicar un margen de modelos. La descripción del período histórico
acción erótica más activa y diversa, consideran- investigado culmina con una serie de adver-
do que la denuncia de la violencia sexual no tie- tencias en torno a los errores cometidos por el
ne por qué impedir la reivindicación del deseo feminismo, aunque también con el justo reco-
femenino. A fin de preservar la libertad necesa- nocimiento de muchos de los avances obteni-
ria para explorar sus límites en el universo infi- dos por el mismo.
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EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA: UNA LECTURA SEXOLÓGICA 17

El segundo de los artículos que ofrecen una garles a renunciar al deseo, a las fantasías, a la
aproximación histórica a la cuestión es el de pasión carnal insobornable. El feminismo que
Alice Echols, “El ello domado: la política sexual da voz a la moralidad y a la virtud es un camino
feminista entre 1968-83”. En él se hace un reco- errado para esta mujer, que reclama el derecho
rrido desde las posiciones del feminismo radi- de todas las mujeres a explorar unos límites que
cal a las del feminismo cultural, esbozando una siempre les han sido negados.
visión crítica de este último. Echols comienza He seleccionado para su comentario más
señalando de qué manera la política sexual lle- pormenorizado los artículos de las dos autoras
vada a cabo por las feministas culturales es la que más repercusiones han tenido en la teoría
antítesis de la primera política sexual del femi- feminista sobre el sexo: Carole S. Vance y Gayle
nismo radical. Su análisis pone de relieve la pro- Rubin.
funda brecha ideológica que se abre entre dos
visiones que se escinden en su consideración Carole S. Vance. “El placer y el peligro:
del concepto “feminidad” –como una cons- Hacia una política de la sexualidad”
trucción social negativa a combatir o como una La antropóloga y epidemióloga Carole S.
identificación propia positiva a defender– y por Vance es acaso la figura más conocida y repre-
lo tanto en su posicionamiento ante el mismo. sentativa del feminismo pro-sexo o anti-censu-
Tras censurar el tradicionalismo de las feminis- ra. Profesora y Directora de Programas de diver-
tas culturales, la autora termina reivindicando sas universidades estadounidenses y europeas,
la visión feminista radical de la sexualidad, “que durante las últimas décadas ha seguido investi-
aunaba la liberación sexual y la liberación de las gando en torno al sexo y cuenta con abundan-
mujeres. La lucha por el placer es legítima y no tes méritos y publicaciones sobre la materia.
tiene por qué implicar una insensibilidad hacia El artículo presentado en el contexto de la
el peligro sexual” (Vance, comp., 1989: 110). conferencia analiza en primer lugar las diversas
Partidaria de un análisis crítico de la sexualidad posiciones en la polémica sobre el sexo y las
que reconozca sus complejidades y ambigüe- mujeres. El punto de partida de la autora es
dades, en lugar de enclaustrarse en la renuncia que, si bien centrarse sólo en el placer y la gra-
y la represión, Echols apuesta por favorecer las tificación supone dejar de lado la estructura
condiciones que proporcionen autonomía, pla- patriarcal en la que actúan las mujeres, insistir
cer y seguridad sexuales a las mujeres. sólo en la violencia y la opresión sexuales man-
El último de los artículos publicados, “El tiene al margen la experiencia de las mujeres,
deseo del futuro: la esperanza radical en la ignora sus elecciones y fomenta el terror y el
pasión y el placer”, de Amber Hollibaug, es un desamparo sexual. Consciente de esta ambi-
alegato a favor de una erótica femenina más aser- güedad que enfrenta a las mujeres, Vance opta
tiva, libre y variada, que haga estallar la escisión por utilizarla como fuente para investigar las
entre la aspiración de ser “decente” y la de vivir divergentes rutas de la erótica femenina, y su
hasta el fin los propios delirios eróticos. intersección con diversos condicionantes socia-
Hollibaug resume muy bien la rabia que expe- les y psicológicos. Partidaria siempre de la rei-
rimentan las mujeres en una cultura “que no las vindicación a través de la palabra, insiste en la
deja ser sexuales”, que constriñe constante- necesidad de que las mujeres compartan y con-
mente el espacio en el que pueden sentirse trasten, en un clima de respeto, el devenir de
seguras para follar. Reconoce de qué manera sus biografías sexuales.
el feminismo se ha dejado vencer y enclaustrar Lejos de secundar el egoísmo del placer esgri-
en un espacio cada vez más pequeño por el mie- mido por aquellas que hacen primar el hecho
do, y contempla la urgencia de inspirar en el de que existan mujeres en peligro, Vance advier-
movimiento el ansia por buscar más caminos te que esta persecución implacable del placer
que liberen a las mujeres del peligro sin obli- contribuye a convertirlo “en el gran secreto cul-
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pable entre las feministas”. (Vance, comp., 1989: duce a prejuicios y generalizaciones. Alienta en
19). Su ocultación y la persecución de sus fuen- consecuencia el desarrollo de una investigación
tes no hará el mundo más seguro para las muje- feminista en torno al sexo que venza el temor a
res, sino que las privará de fuerza y energía. la exploración de unas diferencias que siempre
Aquellas que, desde el movimiento antiporno- han resultado dolorosas para las mujeres, y que
grafía, pretenden acallar todo discurso sobre el han provocado que muchas se refugien en dife-
placer alegando que más vale dejar tales discu- renciaciones que atienden antes a factores de
siones para un momento más seguro, so pre- clase, raza o religión, dada la especial incomo-
texto de contribuir con el silencio y el miedo a didad que generan las cuestiones sexuales.
la protección de las mujeres, sólo conseguirán Sería importante contar con testimonios indi-
evitar y entorpecer un diálogo sobre el sexo que viduales, biografías sexuales femeninas que ayu-
para las mujeres resulta crucial. Contemplarse a den a desmontar el sistema de jerarquía sexual,
sí mismas como víctimas sólo potencia la debi- que sitúa a la heterosexualidad, el matrimonio
lidad y la incapacidad de defenderse. y la procreación en la cúspide (Rubin). Dicho
Con respecto al deseo femenino, Vance for- sistema funciona con fluidez si se mantiene invi-
mula una denuncia acerca de la falta de con- sible la falta de conformidad sexual. Resistirse
senso e investigación en torno a la naturaleza por vergüenza, temor o culpabilidad a admitir
del mismo, así como a las repercusiones que su las propias desviaciones con respecto al siste-
represión social ha acarreado para las mujeres ma de jerarquía sexual supone caer en una silen-
a lo largo de los siglos. El padecimiento de la ciada no-conformidad que no participa en la
violencia genital masculina no debería condu- desactivación del mismo.
cir a la vivencia del deseo femenino por parte Para concluir, Vance advierte del peligro que
de las propias mujeres como algo peligroso, entraña establecer normas, hablar de una sexua-
como si el hecho de seguir sus dictados fuera lidad “políticamente correcta” en nombre de
la causa del peligro, y no las condiciones adver- una ética feminista, y finaliza insistiendo en que
sas en las que este deseo se desarrolla. Una de ninguna manera la lucha contra la opresión
visión radical del deseo exigiría por tanto inves- sexual debe suponer la represión del deseo
tigar la naturaleza de su relación con las cons- femenino. El feminismo debe favorecer una polí-
trucciones sociales. tica que apoye el placer como afirmación vital
Vance se adscribe sin titubeos a las teorías de y fuente de poder, un derecho fundamental del
la construcción social de la sexualidad. En la línea ser humano. Las mujeres necesitan vencer su
del feminismo radical, considera que “las identi- ignorancia en la materia, ser sujetos, actores y
dades personales profundamente sentidas como agentes eróticos, convencerse de que su lento
la masculinidad/feminidad, la heterosexuali- pero inexorable avance en el terreno sexual pro-
dad/homosexualidad, no son privadas ni pro- porcionará nuevas claves para el futuro. En lugar
ducto exclusivo de la biología, sino que se crean de permanecer paralizado en el peligro, el femi-
por intersección de fuerzas políticas, sociales y nismo debe avanzar hacia el placer, la acción y
económicas que varían con el tiempo” (Vance, la autodefinición, aumentando el placer y la ale-
comp., 1989: 22). Una aproximación a esta serie gría de las mujeres, más allá de todas sus con-
de “vectores de opresión” (Rubin) sería de espe- tradicciones, ambivalencias y complejidades
cial interés para la investigación de las interfe-
rencias entre sexualidad y género, no sólo a tra- Gayle Rubin. “Reflexionando sobre el
vés de las grandes formaciones sociales que sexo: Notas para una teoría radical de
organizan la sexualidad, sino de la manera en que la sexualidad” 5
estas fuerzas actúan desde vida privada. Gayle Rubin es una antropóloga feminista
La autora critica la escasa investigación exis- cuyos artículos académicos han tenido gran
tente en torno a cuestiones sexuales, lo que con- repercusión. Fundadora de Samois, la primera
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organización SM lesbiana en el mundo, resulta nistas lesbianos e insiste en acentuar las simili-
una pensadora controvertida, por lo que M. tudes de éstas con los gays y otros subgrupos
Oliván y C. Garaizábal no dudan en la Intro- sexuales. Rubin admite que las relaciones entre
ducción a Placer y Peligro en considerar su artí- sexo y feminismo son complejas: “Debido a que
culo el más polémico de la edición. Este artícu- la sexualidad es un nexo de las relaciones entre
lo, que de alguna manera se ha convertido en los géneros, una parte importante de la opresión
polo de referencia para este debate, sucede en de las mujeres está contenida en y mediada por
el tiempo a otro, “El tráfico de mujeres: notas la sexualidad” (Vance, comp., 1989: 171). Pero
sobre la economía política del sexo”6, el cual ejer- advierte que, si bien el feminismo elaboró herra-
ció una gran influencia teórica en el feminismo mientas conceptuales para afrontar las jerarquí-
a raíz de su elaboración de los conceptos as basadas en el género, no ha sido capaz de
“sexo/género”. La teoría sexo/género de Rubin detectar aquellas que funcionan en la organiza-
partía de una consideración estrictamente ana- ción de la sexualidad, cuyas relaciones de poder
tómica del concepto “sexo”, mera circunstancia no puede ver ni valorar.
biológica que contraponía al de “género”, con- Y es que para Rubin, al igual que el género,
cebido como una construcción social o cultural. la sexualidad es política. Está organizada a tra-
En el artículo que nos ocupa, “Reflexionan- vés de sistemas de poder que recompensan y
do sobre el sexo”, Rubin revisa su anterior teo- fortalecen a algunos individuos y actividades,
ría, que critica por no haber distinguido en ella mientras castigan y ocultan a otros. La sociedad
“entre deseo sexual y género, tratando a ambos occidental moderna establece un sistema jerár-
como modalidades del mismo proceso social quico de valor sexual, en cuya cúspide se hallan
subyacente” (Vance, comp., 1989: 183). Critica solamente los heterosexuales reproductores
ahora la estrategia de identificar sexo y géne- casados. Los individuos cuya conducta figura en
ro como términos relativamente intercambia- lo alto de esta jerarquía se ven recompensados,
bles (MacKinnon,1982), y propone una políti- pero a medida que se desciende en la escala,
ca de la sexualidad independiente de una que va estratificando el resto de las conductas
política del género. sexuales hasta situar en la base las más indesea-
Para la autora, es necesario cuestionar que bles, los individuos comienzan a recibir sancio-
la sexualidad se derive del género, y a tal fin nes y censuras varias.
propone poner en tela de juicio la fusión Este sistema jerárquico supone la prescrip-
semántica entre sexo y género en inglés, ya que ción de prácticas sexuales “buenas” y “malas”.
son ámbitos que en su opinión no resultan La “frontera” que separa a unas de otras viene
intercambiables. La mezcla semántica origina- a trazarse en “la mayor parte de los discursos
da de “sex” como “sexo femenino o masculi- sobre sexo, ya sean religiosos, psiquiátricos,
no” y “to have sex”, en referencia a la relación populares o políticos” (Vance, comp., 1989: 141).
coital, “refleja el supuesto cultural de que la La discusiones en torno al sexo provienen de la
sexualidad es reducible al contacto sexual y intención de establecer dónde trazar la línea
que es una función de las relaciones entre divisoria, y determinar a qué otras actividades
mujeres y hombres. La fusión cultural de géne- se les podrían permitir cruzar la frontera de la
ro con sexualidad ha dado paso a la idea de aceptabilidad. Lógicamente, la frontera no es
que una teoría de la sexualidad puede derivarse inamovible, y se halla en función de la fuerza de
directamente de una teoría del género”. las diversas minorías eróticas de ejercer algún
(Vance, comp., 1989: 183) tipo de presión para ser aceptadas.
En contraste con lo afirmado en su primera El problema, según Rubin, es que “es difícil
obra, El tráfico de mujeres, la autora considera desarrollar una ética sexual pluralista sin un
imprescindible analizar separadamente género y concepto de variedad sexual benigna” (Vance,
sexualidad. Se distancia así de los postulados femi- comp., 1989: 142). Y sin embargo, en materia
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sexual es complicado asumir que hay muchas Rubin– es un vector de opresión” (Vance, comp.,
formas posibles de “hacerlo bien”, e incluso los 1989: 159). Constituye un sistema de opresión
pensadores más avanzados en otros terrenos que atraviesa otros modos de desigualdad social,
resultan vergonzosamente conservadores en sin que pueda ser comprensible en términos de
éste. La investigación sexual empírica –men- clase, raza, grupo étnico o género. Los privile-
ciona a Kinsey y a Havelock Ellis entre otros– giados de diversa índole –por clase, raza, etc.–
es el único campo que en opinión de Rubin es percibirán los efectos disminuidos de su estra-
capaz de manejar un concepto positivo de la tificación, pero no escaparán a la opresión, por
variedad sexual. leve que ésta sea.
La autora lamenta el desconocimiento que Las conclusiones finales de Rubin son con-
de la Sexología y la moderna investigación sexual tundentes: es preciso elaborar una teoría y una
presentan la mayor parte de los escritos políti- política autónomas y específicas de la sexuali-
cos sobre sexualidad. Aunque tanto la Sexología dad. Ya es hora de reconocer las dimensiones
como la investigación sexual no sean inmunes políticas de la vida erótica.
al sistema de valores imperante, Rubin conside-
ra que suponen un buen fundamento empírico Powers of desire: the politics of
que posibilita tratar la variedad sexual como algo sexuality. Ann Snitow, Christine Stansell
que existe, no como algo a exterminar. y Sharon Thompson (eds.)7
En cuanto a las leyes sobre el sexo, Rubin Los artículos seleccionados por Snitow,
afirma que son el instrumento más preciado de Stansell y Thompson obedecen a la inquietud
la estratificación sexual y la persecución por pre- de participar, aun desde distintos posiciona-
ferencias eróticas. La legislación sobre el sexo mientos feministas, en el debate contemporá-
tiende a ser muy severa aunque, curiosamente, neo sobre el sexo. Además de una amplia intro-
algunas de sus conductas más detestadas, como ducción a cargo de las editoras, a lo largo de seis
el fetichismo o el sadomasoquismo, se encuen- secciones sucesivas se va acumulando una apor-
tren menos reguladas que otras, como la homo- tación teórica de muy diversa índole. Discursos
sexualidad o la sodomía. Y es que las conduc- bien teóricos, bien literarios, que comparten la
tas sexuales se convierten en competencia de misma perspectiva inicial: aportar desde el pen-
ley cuando llegan a ser motivo de preocupación samiento feminista nuevos puntos de vista al
social o de agitación política. universo del sexo.
En esta línea, Rubin critica el endurecimiento La obra parte de la necesidad de elaborar
de las leyes que pretenden proteger a los meno- una política sexual que contrarreste a la de la
res, una manera de asegurar la transmisión de Nueva Derecha. Escrita a comienzos de los 80,
los valores sexuales conservadores, y considera ante el avance imparable de las políticas sexua-
las leyes sexuales llevadas a tal extremo pura y les represivas, las autoras se preguntan cómo
simplemente apartheid sexual. Hay que tener integrar mejor el sexo en el proyecto de la libe-
en cuenta que gran parte de la legislación esta- ración humana. En el afán de crear una teoría
dounidense sobre sexo no distingue entre con- política feminista sobre el sexo, indagan en ante-
ductas voluntarias y coercitivas, lo cual supone riores intentos de conjugarlo con la libertad;
por ejemplo que los actos de sodomía puedan parte de estos hallazgos son los artículos reco-
ser perseguidos incluso si se llevan a cabo bajo gidos en este volumen. Conviene advertir que
mutuo acuerdo. muchos de ellos ya habían aparecido anterior-
El estigma de la disidencia erótica amenaza mente en diversas publicaciones.
tanto en la familia como en el transcurso de la La Introducción, a cargo de las tres editoras,
vida cotidiana. La no conformidad sexual actúa realiza en primer lugar un estudio crítico de la
de inmediato reduciendo el poder, generando azarosa relación del socialismo con el sexo:
inseguridad y estigmatizando. “El sexo –afirma Charles Fourier, los Owenitas, Victoria Wood-
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EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA: UNA LECTURA SEXOLÓGICA 21

hull, Engels, la comunidad Oneida, los partida- mujeres para la autonomía y el poder”. (Snitow
rios del amor libre –y entre ellos Emma Gold- et al., 1983: 41-42)
man–, Edward Carpenter, el círculo bohemio La primera sección de la obra, titulada “The
de Greenwich Village, Margaret Sanger, la Capitalist Paradox: Expanding and Contracting
Nueva Izquierda. Idéntico recorrido se sigue Pleasures”, recoge una serie de artículos que
para el binomio Sexo/Feminismo, cuyo desa- analizan las circunstancias históricas y sociales
rrollo histórico y crítico se traza desde las cam- que facilitan o reprimen la expresión sexual.
pañas por la pureza social y la maternidad Allan Bérubé describe el clima político y social
voluntaria del siglo XIX a la controversia sus- que rodeó a la Segunda Guerra Mundial, pri-
citada en el Barnard College en 1982 entre las mero a favor y después en contra de la homo-
diferentes facciones feministas. sexualidad. John D’Emilio investiga la intersec-
“¿Qué contribuciones han hecho las discu- ción entre capitalismo y homosexualidad, desde
siones y debates feministas a nuestra com- la segunda mitad del siglo XIX hasta los años 80
prensión del sexo?”(Snitow et al., 1983: 39), se del XX, y se inscribe en la línea que promulga
preguntan. En primer lugar, insistir en que su la institución de nuevas estructuras políticas y
estudio no puede ser afrontado sin tener en sociales basadas en la igualdad y la justicia antes
cuenta la aportación de las experiencias de las que en la explotación y la opresión.
mujeres. Aportación que reconocen especial- Especialmente llamativa resulta la descrip-
mente problemática para las feministas, cuyos ción del clima social atrevido, relajado y obs-
enfoques con frecuencia han pecado de dog- ceno en el que Kathy Peiss sitúa a las “Charity
matismo. Haciendo autocrítica, reconocen que Girls”, chicas trabajadoras de las grandes ciu-
el pensamiento feminista en torno al sexo ha dades con escasos ingresos que, entre 1880-
venido oscilando de un extremo a otro, deján- 1920, se caracterizaron por ofrecer algún géne-
dose arrastrar por cada nueva idea que flotaba ro de intimidad erótica a los hombres a cambio
en el viento sin acumular cada nueva posibili- de sus invitaciones a diferentes distracciones
dad como una ganancia. Convirtiendo, asimis- (cine, teatro, salas de baile, etc.). Resalta la
mo, metáforas en realidades: violación por rela- mayor facilidad de expresión erótica en len-
ciones coitales con los hombres, amistad por guaje y comportamientos de estas mujeres,
relaciones eróticas con las mujeres, vulnerabi- cuyo espacio de interacción heterosexual se
lidad por victimismo. amplió en consonancia con las circunstancias
Las autoras enumeran una larga serie de inte- económicas y sociales.
rrogantes de especial relevancia para las muje- Las revoluciones sexuales se estudian en la
res: fantasías, deseos, influencias raciales, étni- segunda sección de la obra. Barbara Epstein, en
cas o de clase, heterosexualidad... Sus preguntas “Family, Sexual Morality, and Popular Move-
reflejan la inquietud de poner en duda parte de ments”, lleva a cabo el análisis de dos períodos
las ideas que nos circundan, y de indagar en la en los que la vida familiar y la moral sexual han
búsqueda de respuestas que añadan nuevas sido foco de movimientos populares: de 1890 a
dimensiones a la experiencia sexual de las muje- 1920, y de 1960 en adelante. Del primer perío-
res. Dimensiones que –insisten– han de venir a do, coincidiendo con el cambio de siglo, desta-
resaltar lo que las mujeres tienen en común con ca la crisis que para la vida familiar supuso la
el resto de las mujeres, por encima de todas las necesidad de controlar la natalidad. El reto fun-
polarizaciones que las dividen. La eterna dico- damental en aquella época era la necesidad de
tomía entre el placer y el peligro que resuelven aplicar dicho control sin separar la heterose-
así: “Hemos elegido el sexo. (...) Y esto no impli- xualidad de la familia (favorecer relaciones extra-
ca que la violencia sexual haya dejado de limi- conyugales gracias al uso de los anticoncepti-
tar y determinar nuestras posibilidades. Pero sí vos), ni minar la autoridad del hombre dentro
afirma, al mismo tiempo, el potencial de las de la familia (y la seguridad de la mujer en su
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seno). Por el contrario, las tensiones familiares fue en todo momento concertada en términos
de las últimas décadas del siglo XX, fundamen- masculinos. La “nueva mujer” que había resul-
talmente a raíz de la mayor independencia social tado de la movilización femenina durante la
y económica femenina, giran en torno a la cues- Primera Guerra Mundial amenazaba una políti-
tión de la igualdad de hombres y mujeres en la ca interesada en el fomento de la maternidad,
familia. En un mundo en el que las mujeres se e interesada por estabilizar el clima social que
resisten cada vez más a su papel subordinado en siguió a la guerra. La intención era hacer más
el ámbito familiar, lo que se cuestiona ya no es atractivo el matrimonio a las mujeres poten-
la forma en que se articulará la familia hetero- ciando unas relaciones sexuales más gratifican-
sexual, sino si la heterosexualidad y la familia, tal tes. Siempre, por supuesto, que su derecho al
y como las conocemos, continuarán siendo las placer no supusiera la libertad de apartarse del
instituciones dominantes. matrimonio y la maternidad.
“Feminism, Men, and Modern Love: Green- El derecho al orgasmo era, dentro de este
wich Village, 1900-1925”, por Ellen Kay Trim- esquema, un medio para estabilizar y armoni-
berger, gira en torno a la revolución que supu- zar el matrimonio heterosexual. A tal fin, se les
so la búsqueda de nuevas vías de relaciones otorgó a los hombres un “mapa” del cuerpo
sexuales en el seno de la comunidad bohemia femenino, una serie de pautas a seguir, y la res-
del Greenwich Village en Nueva York. Partiendo ponsabilidad del placer genital de sus compa-
de un afán por establecer relaciones que conju- ñeras. La erotización partía de nociones deci-
garan la intimidad afectiva y el intercambio eró- monónicas: la erótica femenina era durmiente,
tico, hombres y mujeres que buscaban encon- pasiva, emocional, más difusa, oculta y menos
trarse al margen de los esquemas tradicionales centrada en lo genital. Su excitación más lenta
acumularon una escalada de fracasos en sus rela- y compleja; su orgasmo más delicado.
ciones. Fracasos también en sus ideales, que Ya que a la mujer le resultaba difícil llegar al
finalmente condujeron a la vuelta al conserva- orgasmo durante la penetración, el hombre
durismo a partir de 1920. ¿Dónde estuvo el debía considerar las peculiaridades femeninas,
error? Básicamente, advierte Trimberger, en la como la imprescindible estimulación del clíto-
incapacidad de aplicar en sus vidas personales ris y la necesidad de los preliminares. Por
los principios de libertad e igualdad sexual de supuesto, la meta del orgasmo masculino
los que partían. Infidelidades, celos, incom- mediante la penetración no se cuestionaba.
prensiones, permanentes contradicciones, infe- Los Reformadores Sexuales sabían que para
licidad en suma por parte de aquellos hombres las mujeres era relativamente fácil obtener un
y mujeres que pretendieron adelantarse a su orgasmo (incluso orgasmos múltiples) median-
época. Ante la ausencia de un respaldo social te la masturbación y en las relaciones lésbicas.
que les permitiera encontrar soluciones satis- De hecho, algunos autores advertían a los mari-
factorias, aquel clima liberal y permisivo se trun- dos que, si insistían en despertar demasiado el
có. Pendientes quedan algunos interrogantes, deseo de sus esposas, llegaría el momento en
entre ellos la problemática conjugación de deseo que serían incapaces de “responder” ante el mis-
y autonomía, ya no sólo masculina, sino tam- mo. Y, si llegaba el caso, no dudaban en medicar
bién femenina. a la esposa para disminuir su obsesión libidinosa.
Especialmente interesante desde un punto Asimismo advertían que, si bien la experi-
de vista sexológico es el último de los artículos mentación de la pareja con otra mujer –en un
de la sección, “The New Woman and the Ratio- trío– era recomendable, se corría el riesgo de que
nalization of Sexuality in Weimar Germany”. la esposa se dejase llevar por tales inclinaciones.
Atina Grossmann ofrece un análisis feminista Algunas mujeres de la época –pocas– adver-
crítico de la Reforma Sexual de Weimar, que se tían de la manipulación que la ciencia estaba lle-
presenta como una revolución sexual, pero que vando a cabo sobre su deseo. Para ellas, la fri-
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gidez era considerada una manera de protestar desplazar las energías emocionales y eróticas de
contra el rol femenino, una protesta contra la las mujeres a los hombres. Unas energías que
subordinación general femenina. Su tratamien- ella articula en el concepto de “continuum lés-
to, por tanto, requería una revolución social en bico” y “existencia lesbiana”.
la relación entre los sexos. El “continuum lésbico” abarcaría todas las
Una de las mujeres que advirtieron de las relaciones que las mujeres establecen entre sí;
consecuencias de la “revolución sexual” para el desde la más liviana simpatía o amistad, pasan-
sexo femenino fue Rühle-Gerstel. Si las mujeres do por los lazos pasionales hasta llegar al esta-
no se prestaban al coito, serían tomadas por blecimiento de relaciones eróticas. Consistiría
retrógadas y timoratas; si se abandonaban a él, por tanto en el conjunto de lazos que unen a
serían estigmatizadas por putas y peligrosas. Una todas las mujeres que intentan reforzar los vín-
circunstancia que a principios del siglo XXI aún culos de diversa índole que las unen, al margen
sigue resultando desagradablemente familiar. de un sistema que las fuerza a mantener rela-
La sección tercera de la obra, cuyo eje gira ciones heterosexuales para sobrevivir econó-
en torno a la institución de la heterosexualidad, micamente y poder criar a sus hijos, así como
es un conglomerado de artículos teóricos y lite- para permanecer respetables.
rarios entre los que merece la pena destacar por La “existencia lesbiana” equivaldría a recha-
su trascendencia el de la poetisa norteamerica- zar la heterosexualidad obligatoria, repeliendo
na Adrienne Rich, “Compulsory Heterosexuality el ataque directo o indirecto del derecho mas-
and Lesbian Existence”, publicado original- culino de acceso a la mujer, y contradiciendo
mente en 1980 en la revista feminista Signs, y un orden social que dicta que las mujeres están
posteriormente traducido al castellano bajo el hechas para los hombres. Es por tanto un acto
título “Heterosexualidad obligatoria y existen- de resistencia.
cia lesbiana”(1986)8. No identificar al resto de las mujeres como
Adrienne Rich es una figura representativa posibles compañeras, amantes o aliadas, entra-
del feminismo lesbiano, para el que la publica- ña una pérdida del poder de las mujeres y, en
ción de su artículo supone un antes y un des- consecuencia, un impedimento a la hora de libe-
pués. Su crítica de la heterosexualidad obliga- rarse a sí mismas y a las otras. En conclusión,
toria se basa en la imposibilidad de elegir existe un contenido político feminista en el acto
libremente otras opciones, tales como el les- de elegir como amante a una mujer.
bianismo, sin recibir el oprobio social. La hete- El que tanto la existencia lesbiana como la
rosexualidad se plantea así como socialmente homosexualidad masculina sean objeto de estig-
determinada y culturalmente reproducida, de ma no significa que ambos puedan situarse en
manera que las mujeres internalicen los valo- el mismo plano, ya que ello supondría ocultar
res masculinos y los reproduzcan. A través de la realidad lesbiana una vez más. A pesar de la
mensajes que consiguen convencer a las muje- causa que los ha unido, la falta de privilegios
res de que el matrimonio y la orientación del económicos y culturales de las lesbianas hace
deseo erótico hacia los hombres son inevita- imposible su equiparación con los varones
bles, la sociedad consigue que las mujeres asu- homosexuales, quienes por otra parte participan
man un destino que a menudo resulta insatis- en una serie de conductas eróticas que quedan
factorio y opresivo. muy lejos de la experiencia lesbiana, que se defi-
Una de las vías de reforzamiento de la hete- ne como profundamente femenina, con sus pro-
rosexualidad obligatoria es la invisibilidad de la pias opresiones, significados y potencialidades.
posibilidad lesbiana; algo que incluso puede El resto de los artículos presentados en este
suceder en la investigación y la teoría feminis- capítulo representan una mezcla heterogénea
ta. El feminismo –denuncia Rich– no ha reco- que incluye temas tan diversos como la ideali-
nocido las fuerzas sociales que nos fuerzan a zación de la heterosexualidad por las obreras
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rusas a comienzos del siglo XX, los abusos car- antes. La adopción de una postura erótica acti-
nales reiterados de las mujeres negras en tiem- va o dominante en la pantalla por parte de la
pos de esclavitud o el ideal de romance ali- mujer, de hecho, suele conllevar la pérdida de
mentado en el despliegue de fantasía que sus características femeninas tradicionales. No
suscitan las novelas románticas de Arlequín. el físico atractivo, sino la humanidad, la inocencia
La sección cuarta de la obra, “Domination, o el carácter maternal. En su lugar, suele des-
Submission and the Unconscious”, contiene cribirse como una mujer fría, decidida, ambi-
entre otros el artículo de E. Ann Kaplan titula- ciosa, manipuladora, dominante, en posesión
do “Is the Gaze Male?”. Partiendo de este inte- de las características típicamente masculinas.
rrogante, si el deseo es o no masculino, y siem- Un fenómeno que nos debe mover a reflexión
pre desde una perspectiva psicoanalítica, la y a preguntarnos si es posible desarrollar una
autora analiza el factor deseo en diferentes pelí- posición dominante específicamente femenina
culas, revelando las enormes dificultades que que difiera de la masculina.
tienen las mujeres para establecerse como El deseo, defiende Kaplan, no es necesaria-
espectadoras activas. Las mujeres en la pantalla mente masculino, pero ser dueño del deseo y
son proyecciones del hombre: idealizadas, ero- activarlo, dado nuestro lenguaje y las estructu-
tizadas, denigradas por una mirada ante la que ras de nuestro inconsciente, es hallarse en la
la mujer no siempre sabe cómo situarse, cómo posición masculina. En efecto, el deseo feme-
devolver la mirada. nino sigue sin ser representado ni expresado,
Kaplan describe los esfuerzos de directoras quedando fuera de significados e ideologías.
y críticas de cine feministas a la hora de imagi- En el fondo, a juicio de la autora, se adivi-
nar un deseo femenino y masculino, de avanzar nan estrategias masculinas para contener el
en una dualidad entre los sexos cuya mutua con- temor al poder del sexo femenino. Un temor
templación sea menos excluyente y dolorosa que debería ser desactivado, en conclusión: “Si
para las mujeres. unas diferencias sexuales rígidamente definidas
La autora reconoce que el inconveniente no han sido construidas alrededor del miedo al
es en sí la erotización y objetualización de las otro, necesitamos idear maneras de trascender
mujeres, ya que estos procesos son en sí cons- una polaridad que sólo nos ha traído dolor a
tituyentes del deseo. El problema surge cuan- todos”. (Snitow et al., 1983: 325)
do el deseo masculino conlleva el poder de la De entre los restantes artículos de esta sec-
acción y de la posesión que se niega al deseo ción –varios de ellos son textos literarios–, qui-
femenino. Las mujeres reciben y devuelven el siera destacar asimismo el de Jacquelyn Dowd
deseo, pero no pueden actuar sobre él. May, “The Mind That Burns in Each Body”, que
Finalmente, Kaplan reflexiona en torno a la expone hasta que punto la violación supone un
naturaleza del deseo: ¿es necesariamente mas- acto de control por parte de los hombres blan-
culino?, ¿podrían desarrollarse estructuras para cos a las mujeres negras, constituyendo un efi-
facilitar que las mujeres sean dueñas de su caz instrumento de subordinación.
deseo?, ¿querrían las mujeres hallarse en pose- Entre los centros de ayuda a mujeres viola-
sión del deseo, si fuera posible? ¿pueden ser das, menciona la iniciativa llevada a cabo por el
sujetos de deseo? Rape Crisis Center, de Washington, D.C., que
Kaplan reconoce que las mujeres experi- ha evolucionado de ser un centro de autoayu-
mentan placer ante las películas o los relatos da para mujeres blancas violadas a convertirse
eróticos en los que son observadas y se pregunta en una organización interracial con un progra-
por qué, de qué manera nos hemos construido ma polifacético de servicios, defensa legal y edu-
psicológica y culturalmente para instalarnos sim- cación a la comunidad. Se han organizado gru-
bólicamente en el lugar del objeto, recipientes pos de toma de conciencia para violadores
del deseo, siempre antes deseadas que dese- convictos, y se ofrece una intensiva campaña
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educacional financiada por la escuela pública y Sexual de una importante universidad de los
dirigida tanto a niñas como a niños desde la Estados Unidos. Dicho centro, de gran reputa-
escuela elemental hasta la superior. El fin per- ción en materia de investigación sexológica, ha
seguido, convencer a la población negra de que sido un modelo para el desarrollo de otros cen-
la violación tiene efectos negativos no sólo en tros de investigación sexológica.
las mujeres blancas, sino también en las rela- Después de observar las actividades del pro-
ciones sociales de la comunidad negra. grama, Vance advierte de qué manera tanto las
El programa diseñado pretende alterar la imágenes como los temas tratados contribuían
perspectiva cultural de ambos sexos, que con- a reforzar los tópicos habituales: la heterose-
vierte a los hombres en violadores potenciales xualidad como norma, la complicidad y la pasi-
y a las mujeres en víctimas potenciales. El movi- vidad femenina ante la iniciativa masculina, la
miento anti-violación quiere ir por tanto mucho penetración vaginal como meta, la genitalidad
más allá de estigmatizar a los violadores y adoc- masculina frente a la idealización de las rela-
trinar a las mujeres a depender de la protección ciones femeninas, etc.
ajena. Algo que supone transformar el com- A lo largo de la jornada, se animaba a los par-
portamiento y las actitudes masculinas, así como ticipantes a celebrar quienes son, a asumir su
mejorar las relaciones entre ambos sexos den- sexualidad tal y como la viven. Una circunstan-
tro de la comunidad. cia que Vance considera debería enfocarse como
La sección quinta, “On Sexual Openness”, “quién nos vemos obligados a ser”. Una toma
versa en torno a la apertura de nuevos caminos de conciencia mal encaminada conduciría a la
en materia sexual. El primero de sus artículos, ofuscación y a la confusión, si se parte de la
“Gender Systems, Ideology, and Sex Research”, superficialidad de una perspectiva nada crítica.
es un análisis crítico de Carole S. Vance acerca Prosiguiendo con su argumentación, la auto-
de la investigación sexológica. Repasémoslo ra apunta que, aunque las investigaciones en
atentamente porque como sexólogos nos ata- sexología se basan en modelos teóricos y con-
ñe: “El sello de la sexología liberal moderna es ceptuales, los investigadores y terapeutas man-
el ansia de negar los tabúes sexuales sin explo- tienen que no parten de asunciones implícitas,
rar sus raíces sociales y psicológicas. Al ignorar limitándose a investigar los hechos. Algo que
los diferentes poderes e ideas introducidos en ella pone en cuestión, cuando con tanta fre-
el escenario de la experiencia sexual por hom- cuencia se ignoran la trascendencia para la inves-
bres y mujeres, gays, lesbianas, heterosexuales tigación sexológica de las relaciones de poder
y miembros de diferentes grupos culturales y subyacentes entre los sexos.
étnicos, los sexólogos se hallan meramente con- El comportamiento sexual se contempla por
denados a proyectar los tabúes sobre nuevos tanto como un suceso aislado y privado, sin
objetos”.(Snitow et al., 1983: 371) relación con la distribución de recursos y de
Vance acusa a la investigación sexológica de poder. Una incapacidad o reticencia a la hora
partir de suposiciones iniciales en gran medida de conectar la casuística sexual con las estruc-
implícitas, concernientes al orden social y a la turas sociales que la favorecen y que además se
relación de hombres y mujeres, así como de los ve agravada por la escasa atención puesta en
individuos con respecto a la sociedad. Una serie los procedimientos metodológicos. Ya que no
de suposiciones o asunciones que no siempre siempre la investigación sexológica atiende a
han resultado validadas previamente, ni sus sig- las difíciles cuestiones sobre adecuación e inter-
nificados ocultos investigados en profundidad. pretación de datos, y a la elección de estrate-
En este ensayo, la autora examina las asun- gias de investigación.
ciones e ideologías implícitas en el “Programa La cantidad creciente de investigación sexo-
sobre Sexualidad Humana” llevado a cabo en lógica requiere a juicio de Vance un replantea-
julio de 1977 en el Centro de Investigación miento y un análisis crítico de sus fundamen-
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tos ideológicos. Un análisis crítico que resulta and the Politics of Prostitution in Nineteenth-
necesario no sólo para aportar mayor credibi- Century Britain”. Judith R. Walkowitz, a partir
lidad a la investigación científica, sino para de la guerra suscitada entre el “vicio” masculi-
avanzar en la dirección de una mayor autono- no y la “virtud” femenina de la época victoria-
mía y capacidad de elección en nuestra expe- na, nos muestra de qué manera las mejores
riencia sexual. intenciones feministas pueden ocasionar pési-
Del resto de los artículos de la sección sólo mos resultados. Esto fue efectivamente lo que
uno no es literario: el presentado por las dos ocurrió en la lucha contra la prostitución de
lesbianas Amber Hollibaugh y Cherríe Moraga, finales del siglo XIX, que finalmente permitió
titulado “What We’re Rollin Around in Bed With: al Estado y a las fuerzas antifeministas hacerse
Sexual Silences in Feminism”. Una crítica feroz con el control del movimiento y establecer
al papel jugado por el feminismo en el control duras leyes represivas que terminaron perjudi-
de toda fantasía erótica que reprodujera algún cando a las mujeres. Un aprendizaje que per-
género de poder, y a la opresión que padecie- mite concluir de qué manera los términos de
ron las lesbianas que se resistían a dejar su deseo un discurso sexual pueden evolucionar en una
postrado en el armario cuando salieron de él. perspectiva no prevista que subvierta sus inten-
Para muchas feministas, el deseo sólo se enfo- ciones originales.
caba atendiendo a la oposición opresor/opri- La autora advierte de la necesidad de no dise-
mida, sin más posicionamiento para la mujer ñar estrategias que lleven a las feministas a caer
que el de la víctima. en las manos de la Nueva Derecha, que siempre
Las autoras analizan el complejo papel de las aprovecha el reclamo de protección como una
“auténticas” lesbianas, cuando se confrontaron forma de controlar y reprimir a las mujeres.
con feministas ante las que no podían expresar “The New Feminism of Yin and Yang”, por
ningún deseo “crudo” por otra mujer. También Alice Echols, se remonta al análisis del feminis-
reconocen que a muchas les sirvió para evitar mo cultural y de sus postulados sobre el deseo.
enfrentarse a muchos de los demonios y heri- Describe de qué manera se fueron transfor-
das que la orientación sexual les provocaba, per- mando las tesis originales del feminismo radi-
mitiéndolas mantenerse a salvo en un lugar don- cal, que consideraban que el problema se cen-
de no tenían que seguir afrontando el profundo traba en el rol atribuido a los hombres, no en
dolor de su deseo. los hombres mismos; desmantelar su superio-
El hecho de que el lesbianismo fuera acep- ridad les beneficiaría en cierto modo, aunque
tado como concepto político o intelectual lle- se resistieran a la consiguiente pérdida de poder
gó a despertar la ira de algunas lesbianas, enfu- y privilegios. Los varones, desde esta perspec-
recidas por no poder manifestar su deseo: tiva, sólo eran el enemigo en cuanto se identi-
“Cuanto más me acercaba a lo que siento por ficaran con tal rol.
las mujeres, a lo que me hace desear y ser dese- Por el contrario, el feminismo cultural par-
ada, tanto más me sentía fuera de la comunidad te de la asunción de una serie de rasgos bioló-
feminista (....)” (Snitow et al., 1983: 403). gicos inmutables de la masculinidad, una esen-
El feminismo no quiso entrar en el debate cia compulsiva y violenta del deseo masculino,
sobre el deseo, denuncian las autoras. Y con ello que convierte al varón de forma inmediata en
no hicieron más que convertirse en un férreo un predador sexual para las mujeres. A la sata-
reducto de conservadurismo. nización de los hombres contribuyó sin duda el
La sección sexta, “Current Controversies”, ascenso de las lesbianas políticas dentro del
es la última de la obra. Diferentes controversias movimiento, cuya presión ideológica sobre las
de la actualidad se dan cita en ella: el debate mujeres heterosexuales terminó dejando aco-
sobre la prostitución, la pornografía, el aborto... rraladas a aquellas que follando con los hom-
“Male Vice and Female Virtue: Feminism bres, no hacían más que debilitar al movi-
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miento. Atrás quedaron las viejas reivindicacio- Definir la pornografía como el enemigo supo-
nes de las radicales a favor del aborto y el con- ne avergonzarnos de nuestras sensaciones eró-
trol de la natalidad como medios de llegar a la ticas y aumentar aún más la vergüenza, la cul-
libertad sexual a través de la libre reproducción. pabilidad y la hipocresía sexual femenina. El
La subyugación femenina ya no se concebía propósito de las leyes contra la obscenidad es
como represión de la sexualidad y el deseo y siempre ha sido reforzar los tabúes culturales
femeninos, ya que en sí toda visión de la mujer en materia sexual y suprimir el feminismo y las
implicada en estos ámbitos era reaccionaria. Para diversas formas de disidencia sexual.
las culturales, la libertad sexual y el feminismo “My Mother Liked to Fuck”, es el retrato que
se hallaban en mutua oposición. Joan Nestle hace de una madre “a la que le gus-
Alice Echols describe de qué manera la lucha taba follar”. Un relato biográfico fresco y valien-
culminó con la fundación del movimiento anti- te de una aventurera libidinosa que defiende
pornografía (Women Against Pornography toda su vida ante la sociedad el derecho de una
–WAP–). La expresión del deseo masculino se mujer al placer orgásmico y a la búsqueda acti-
concebía como impetuosa, irresponsable y va de hombres que alegraran su cama. De ella
potencialmente letal. Algo que convertía cual- dice su hija: “Era una mujer trabajadora a la que
quier relación coital con ellos –dada su obse- le gustaba follar, que creía que tenía el derecho
sión con la penetración– en una violación. Por a tener un pene dentro de ella si lo deseaba y
el contrario, la expresión erótica femenina era que buscaba insistentemente el amor, pero sabía
definida como sensual, amorosa, tierna, íntima, que eso era mucho más difícil de encontrar”.
difusa, silenciosa. Más espiritual y menos cen- (Snitow et al., 1983: 470). Una feminista que no
tral en sus vidas, hasta el punto de que cierta habla de su placer sexual –defiende Nestle para
abstinencia se asumiría sin complicaciones. concluir– tiene poco que ofrecer a las mujeres
Ante tal desigual reparto entre los sexos, la aquí y ahora.
permisividad sexual no podía más que provo- Ellen Willis es asimismo la autora del texto
car violaciones, incesto y pornografía, al gene- siguiente, “Abortion: Is a Woman a Person?”
ralizar la idea de que todas las mujeres son putas La autora argumenta que, aunque la retóri-
y no merecedoras de respeto. ca de la campaña anti-aborto de la Nueva
Para concluir, la autora denuncia cómo la Derecha es sobre el asesinato de fetos, su inten-
consideración tradicional de la mujer al margen ción es controlar la sexualidad de las mujeres y
del deseo y, en general, de todo interés sexual limitar la posibilidad de las mismas de escapar
acarreó finalmente consecuencias políticas nega- a la crianza forzosa.
tivas para la práctica feminista futura. Al con- La autora defiende que la única vía para
fundir respeto con igualdad y suponer que la reducir drásticamente el número de abortos es
represión sexual es una solución satisfactoria al inventar anticonceptivos más sanos y asequi-
problema de la violencia contra las mujeres, no bles, y asegurar el acceso universal a todos los
hizo sino reforzar los términos represivos de la métodos de control de la natalidad. También
Nueva Derecha. advierte la necesidad de eliminar la culpa y la
“Feminism, Moralism and Pornography”, ignorancia sexual, así como las condiciones
de Ellen Willis, se aproxima desde un enfoque sociales y económicas que hacen de la mater-
feminista radical a la polémica antipornografía. nidad una trampa.
Parte de una aceptación de la pornografía: “La El último artículo de la sección y de toda la
fantasía, después de todo, es más flexible que obra es el titulado por Deirdre English “The Fear
la realidad, y las mujeres han aprendido, como That Feminism Will Free Men First”. El miedo
una forma de supervivencia, a ser diestras en la a que el feminismo libere antes a los hombres
adaptación de las fantasías masculinas a sus pro- se remite a las desavenencias de las feministas
pios propósitos” (Snitow et al., 1983: 463) americanas sobre las consecuencias de la libe-
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ración sexual. El grueso del feminismo criticó de, ayudan a configurar nuestro concepto de la
los avances de una liberación que dejó intactas erótica y la amatoria femeninas. Repasemos a
otras formas económicas y sociales de poder, continuación algunas de las reflexiones que pue-
beneficiando de este modo claramente a los den extraerse de sus aportaciones.
hombres que obtenían nuevas ventajas, como
el derecho a abandonar a mujeres embarazadas La confusión entre
o económicamente dependientes. heterosexualidad y andrerastia
Si bien es cierto que hubo avances también Uno de los grandes errores del feminismo
para las mujeres, sobre todo en materia de fue confundir la heterosexualidad, en cuanto se
libertad reproductiva, las diferencias socioe- refería al establecimiento de una relación de
conómicas de hombres y mujeres no se vieron pareja con el hombre, con la “andrerastia” o sea,
tan alteradas, siendo el matrimonio aún el el deseo erótico de los hombres9. La relación
mejor método de estabilidad económica en un heterosexual puede o no elegirse, y sin duda su
mercado laboral que discrimina a las mujeres. elección suele venir determinada o incluso for-
La escasa independencia económica de las zada por circunstancias culturales y sociales. La
mujeres y la mayor libertad en la conducta andrerastia, sin embargo, no se escoge ni pue-
sexual de los hombres al margen del matri- de ser jamás una imposición, ya que afecta a la
monio les aporta mayores beneficios a éstos. estructura –íntimamente percibida– del deseo.
Una circunstancia que anima a muchas muje- Barajando estos conceptos, puede suceder que
res a plantearse si no es mejor retornar a las una mujer andrerasta elija no entrar en el mar-
antiguas relaciones en las que su soporte eco- co de una relación heterosexual; y que, por el
nómico y el compromiso emocional y genital contrario, una mujer ginerasta (que desea eró-
masculino estaba garantizado. ticamente a las mujeres) puede hallarse “atra-
Para que una “revolución sexual” beneficia- pada” en una.
se a las mujeres, habría de atenderse a factores La constante referencia a la imposición de
que suelen ignorarse, de índole social y sobre la heterosexualidad carece de sentido desde esta
todo económica. perspectiva: no hay que confundir la imposición
de una norma cultural –el establecimiento de
REFLEXIONES SOBRE LA ERÓTICA pareja heterosexual– con la imposición de un
Y LA AMATORIA A PARTIR deseo –la andrerastia en este caso.
DEL FEMINISMO PRO-SEXO La andrerastia no se elige ni se impone; se
El feminismo, en sus múltiples vertientes, siente; independientemente de que optemos o
no ha mantenido nunca una relación cordial con no por el matrimonio o la pareja heterosexual.
los ámbitos de la erótica y la amatoria. La esca- Una mujer andrerasta se sentirá impulsada a
sez de reflexiones sobre cualquier cuestión que buscar el encuentro con el hombre deseado.
roce “lo sexual” es un mal endémico dentro del Otra cosa es que ese hombre responda a su
pensamiento feminista. Los intentos del femi- deseo desde una ginerastia no forzosa ni sus-
nismo pro-sexo por promover el diálogo sobre ceptible de ser forzada. Sólo la erección propi-
el tema pronto pasaron a la historia y cedieron ciada en un clima sin desconfianza ni temor, sin
el dominio del debate al ala más conservadora rutas prescriptivas, puede encajar en un para-
en materia sexual, que se ha adueñado en las digma de sexos complementarios.
últimas décadas del movimiento. Desde el presupuesto de la andrerastia, tan-
Las dos obras presentadas, excepcionales to el clítoris como la vagina son riqueza y
precisamente por girar en torno a una proble- ganancia susceptible de ser compartida con el
mática incómoda para el feminismo, aportan a hombre deseado. Cuando las feministas rene-
mi entender un conjunto de datos, reflexiones gaban del mito del orgasmo vaginal, ignoraban
y análisis que hoy en día, veinte años más tar- que el clítoris pasa por el encuentro con el
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EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA: UNA LECTURA SEXOLÓGICA 29

hombre. Mas esto será así sólo si no lo aisla- la depresión, la autonegación, la resignación y
mos en el “locus genitalis” y lo ampliamos al la autodevaluación que a menudo se cosecha
paradigma de los sexos, tal y como lo propug- en las relaciones heterosexuales.
na Efigenio Amezúa10. El dilema que dentro del feminismo se ori-
ginó en torno al lesbianismo pone de manifies-
La paradoja lesbiana to por otra parte una serie de incongruencias
Conviene prestar una particular atención al sobre las que conviene incidir: ¿Hasta tal pun-
caso de las lesbianas. Las lesbianas escapan en to el deseo es tan antitético a la identidad feme-
su erótica a las relaciones de poder que se esta- nina que las lesbianas tuvieron que deseroti-
blecen con los varones, que relegan la expre- zarse para ser identificadas como mujeres? No
sión erótica femenina a un segundo plano –el en vano, esta deserotización simbólica tiene
primero le corresponde usualmente al varón–. lugar en un escrito curiosamente titulado “The
Es inevitable reflexionar sobre el hecho de que Woman-Identified Woman” (“La mujer identi-
los principales testimonios en vehemente defen- ficada mujer”), escrito por lesbianas que no que-
sa del deseo sean obra de lesbianas. Y obvia- rían seguir siendo identificadas con los hom-
mente no me refiero a las lesbianas que rene- bres (en gran medida a causa de su deseo). El
garon de su orientación politizándola en pro del manifiesto tenía su razón de ser: en los prime-
movimiento, sino a aquellas “disidentes” que ros momentos del movimiento, las feministas
reaccionaron en contra de la censura, tanto la se horrorizaron al temer ser objetos sexuales
social como la ejercida desde las filas del pro- ¡también! de las lesbianas. No quedaba más alter-
pio movimiento. nativa que “identificarse con las mujeres”,
¿Por qué motivo el conflicto de su deseo comenzando por callar y camuflar el deseo .
con la norma social no conduce a las vías muer-
tas en que cayeron las feministas heterosexua- Por qué no el encuentro con el hombre
les? ¿Por qué la mayor revolución en la erótica ¿Por qué fracasó el discurso denominado
dentro del feminismo ha tenido casi siempre “sobre el placer”? ¿Llegaron las feministas pro-
como protagonistas a las lesbianas? ¿Son más sexo a ser conscientes de que el placer también
conscientes de la realidad de su deseo tan sólo requería del encuentro con los hombres?
porque encuentran una mayor represión social Una revisión a las páginas escritas por femi-
para expresarlo? nistas pro-sexo deja una constancia desoladora:
Lo cierto es que los encuentros y desen- los hombres se hallan ausentes como referentes
cuentros eróticos y amatorios con los hombres eróticos. Algo que no deja de ser paradójico si
llevan aparejados una serie de riesgos para la damos por supuesto que la mayor parte de las
autoestima femenina –en forma de desprecio relaciones mantenidas por las mujeres son hete-
posterior, desdén o humillación– al que las les- rosexuales. ¿Cómo puede articularse un discurso
bianas escapan, y éste es un factor que no sue- sobre el “placer” excluyendo una característica
le tenerse en cuenta, pero que muy probable- esencial del mismo (que su obtención pasa a
mente entrañe algún tipo de beneficio para ellas, menudo por el varón)?
a la par que limita y condiciona la erótica feme- En el siguiente párrafo de Carole S. Vance,
nina andrerasta. Cuando Adrienne Rich defien- la referencia al hombre debe darse por implíci-
de las “ventajas” del lesbianismo, e induce a las ta: “Lo cierto es que la complejidad de nuestra
mujeres a descubrir una erótica femenina que experiencia contiene elementos de placer y de
derive del gozo de compartir el plano físico, psí- opresión, de humillación y felicidad. Más que
quico y emocional, sugiere a las mujeres que considerar que esta ambigüedad es producto
ésa es la vía para reducir la impotencia femeni- de la confusión o de una percepción equivoca-
na. Una impotencia que ella, como muchas otras da, deberíamos utilizarla como fuente para exa-
feministas, considera fruto de la desesperación, minar cómo viven las mujeres el deseo, la fan-
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tasía y la actividad sexual. Necesitamos clasifi- habría de encaminarse el encuentro en el deseo


car individual y conjuntamente cuáles son los sin que supusiera una aceptación de las impo-
elementos de nuestro placer y de nuestro des- siciones masculinas?
placer.” (Vance, comp., 1989: 17) Cabe plantearse si es un freno para la evo-
Cierto que alzan la voz para afirmar que no lución en la erótica un deseo que impulsa a bus-
todo es peligro, y que no se trata de una falsa car a los hombres, cuando éstos con frecuen-
conciencia (como les acusan las feministas cul- cia no ofrecen espacios para el cambio ni
turales), sino de la percepción legítima de una cambian a su vez. Así lo consideró el feminis-
ambivalencia, pero lo cierto es que no acaba de mo político lesbiano, que terminó convirtien-
cuajar esa visión del placer, de la felicidad, del do el deseo en ideología. El dilema en torno a
deseo o de las fantasías con respecto al encuen- la maleabilidad del deseo femenino probable-
tro carnal con el hombre. Como si el gran secre- mente aún no esté resuelto.
to culpable entre las feministas, ese denomina-
do “placer sexual”, fuera un obstáculo demasiado La incomodidad frente al deseo
poderoso para ser vencido incluso para quienes El deseo se reconoce como algo peligroso
lo defienden. para la mujer. Un impulso que choca con el con-
Acaso, sí, el derecho a disfrutar de sus cuer- trol interiorizado de ciertos instintos. Una pasión
pos, una nueva expresión de autonomía, pero que no acaba de cuadrar con la supuesta natu-
¿el derecho a disfrutar de sus cuerpos con los raleza femenina, y que llevada a su extremo pro-
hombres? Ésa es una cuestión sobre la que las voca temor, culpabilidad, incomodidad, des-
feministas pro-sexo evitan pronunciarse. No se concierto, cuando no peligro. Sobre todo –se
termina de ver dónde puede encajar ese “res- insiste– el peligro de desatar el ataque masculi-
peto que una vida presta a otra” que reclaman, no. Un peligro del que todas las feministas son
esa tolerancia precisa para aceptar la diversidad conscientes, aunque reaccionen de distintas
y la curiosidad, cuando se abre tan poco espa- maneras ante él. Unas, considerando que es pre-
cio para una concepción más positiva y gozosa ciso constreñir el deseo erótico femenino al
del hombre. En todo momento, su mención matrimonio tradicional, no manifestándolo
sigue siendo la del enemigo, y el placer llega a jamás libre ni espontáneamente, ni en público
considerarse una toma de poder frente a ellos, ni en privado. Otras, defendiendo el derecho
un espacio que es preciso arrebatarles. Espinosa femenino a la generosa vivencia y a la libre expre-
contradicción, si tenemos en cuenta que el gozo sión del deseo, resistiéndose así a su represión.
anhelado se va a compartir con ellos. El feminismo pro-sexo, afín a esta última pos-
Indudablemente, era incómodo aceptar que tura, lleva a cabo diversas reflexiones en torno
se requería a los hombres para negociar las con- al deseo y su naturaleza. Se cuestiona seriamente
diciones del placer, asumir que la autonomía la adscripción del deseo erótico al sexo mascu-
del goce es limitada si no deriva en complici- lino sin dejar por ello de advertir los inconve-
dad. Las lesbianas pro-sexo lo tuvieron más fácil, nientes que para las mujeres supone su adop-
al negociar tales condiciones con otras mujeres. ción y reconocimiento. Carole S. Vance
Pero aceptar que el placer femenino y el ser reflexiona al respecto: “Si se codifica el deseo
mujer pasan por el encuentro con el hombre sexual como masculino las mujeres empezarán
cuando él es el objeto del deseo supone una a preguntarse si alguna vez son de verdad seres
búsqueda de entendimiento que rara vez ha sexuales. (...) ¿Las mujeres pueden ser agentes
estado presente en el feminismo. sexuales? ¿Podemos actuar en nuestro propio
Teniendo en cuenta que un discurso sobre interés? (...) ¿Nos sentimos profundamente incó-
el placer –especifiquemos en este caso: del pla- modas cuando nos salimos de los límites de la
cer que se obtiene en el encuentro con los hom- feminidad tradicional (la pasividad, la indefen-
bres– sin los hombres no tiene futuro, ¿cómo sión, el papel de víctima)? ¿Tenemos miedo a
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EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA: UNA LECTURA SEXOLÓGICA 31

dejar de ser mujeres si actuamos de acuerdo De los análisis feministas se deriva la cons-
con nuestra pasión sexual más profunda?” tatación de que una revolución sexual está con-
(Vance, comp., 1989: 19) denada a fracasar si no conlleva una profunda
Alguna reflexión avanza con honestidad más transformación en la esfera de los caracteres
allá de este refugio improvisado para el deseo sexuales terciarios (el “género”), que conduzca
que supone la obsesión con el peligro masculi- a una apreciación más justa y equitativa del valor
no, y admite que el deseo, en sí, aterra. Así lo de los mismos11. Asimismo, la necesaria evolu-
expresan Amber Hollibaugh y Cherríe Moraga ción de los sexos hacia su complementariedad
cuando describen de qué manera las lesbianas no será completa mientras no prospere una
huyeron de él en dirección a un feminismo que imprescindible revolución en la erótica. Y ésta
las mantenía a salvo de sí mismas, de sus viejos no saldrá victoriosa si la moral social sigue impo-
demonios y heridas en torno a la sexualidad: niendo clichés dispares a hombres y mujeres.
“Yo sé, para mis adentros, que cada vez que deci- Los hombres no han llegado, hoy por hoy,
día tocar a otra mujer, hacer el amor con ella, a perder el miedo a que las mujeres revolucio-
me arriesgaba a abrir aquel lugar secreto, escon- nen la erótica. En realidad, es éste un ámbito
dido, vulnerable...” (Snitow et al., 1983: 403) que se resiste a avanzar a la par que otros ámbi-
Y, por supuesto, no faltan los testimonios tos en que los sexos han evolucionado en las
valientes como el de Amber Hollibaugh, una últimas décadas.
lesbiana dispuesta a no seguir sacrificando sus A fin de indagar en el estancamiento de una
deseos eróticos a expensas de sus creencias polí- erótica que en nuestra cultura sigue atribuyen-
ticas: “Debemos vivir con el peligro de nuestros do el dominio y la explicitación del deseo al
deseos reales, darles crédito y airearlos. (...) Cada sexo masculino, es fundamental investigar, muy
historia de deseo que hemos rehusado recono- especialmente en el caso de las mujeres, las inte-
cer nos ha retrasado un escalón en el intento de rrelaciones existentes entre los diferentes cam-
descubrir y reclamar nuestra propia identidad pos del Hecho Sexual Humano. Averiguar de
sexual. (...) Quiero dejar ir, empujar mis deseos qué manera interviene el proceso de sexuación
a una experiencia de mi cuerpo que me despierte, –por ejemplo, con la ausencia o presencia de
me satisfaga y no me deje con la amargura y la poder económico y social de las mujeres– en la
rabia de que otra mujer más temía demasiado su favorable o desfavorable vivencia y expresión de
propia pasión como para ver hasta dónde podí- su sexualidad, su erótica y su amatoria. Resulta
amos haber llegado.” (Vance, comp.: 201-202) muy probable que una mujer no pueda evolu-
cionar en dichos ámbitos si su proceso de sexua-
Qué pasó con las revoluciones sexuales ción no se ve beneficiado por cierto poder aña-
El feminismo siguió muy de cerca el fraca- dido –económico, social, simbólico, moral,
so de las revoluciones sexuales, tratando de cultural, religioso, etc.–, dada la situación des-
explicarse por qué habían resultado tan insa- ventajosa de la que parte.
tisfactorias para la mayoría de las mujeres, y ¿Qué equiparación de los sexos es posible
advirtiendo que habitualmente venían a “libe- en el ámbito de la erótica si una mujer que
rar” a las mujeres en términos que ellas mis- expresa libremente su deseo continúa expo-
mas no determinaban. Incluso con la mejor de niéndose a las habladurías y al oprobio social,
las voluntades, la célebre Reforma Sexual de la siendo perseguida y estigmatizada? Para ser indi-
República de Weimar no pudo evitar generali- viduos de pleno derecho, no coaccionadas por
zar una serie de postulados que reproducían la doble moral, las mujeres deberían poder esco-
viejos cánones represivos y desventajosos para ger el tipo de mujer que son, no padecer peli-
la mujer, como el que otorgaba a los hombres gro alguno al expansionar el universo de su eró-
la responsabilidad y la iniciativa en materia eró- tica. Algo que –insistimos– en primer lugar sólo
tica y amatoria. es posible con un clima social que garantice el
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control de las funciones reproductoras por par- cos imperantes salen a relucir. La mujer sólo
te de la mujer y que, en segundo lugar, requie- puede entregarse a las delicias carnales a partir
re de una profunda transformación de la rela- de una abnegación absoluta, que supone el con-
ción entre los sexos. trol constante de la pasión erótica hacia un
Las revoluciones sexuales fracasaron por- héroe que la despreciará si traiciona esta espe-
que la sociedad no llegó a asimilar una completa ra pasiva, ansiosa y calculada.
revolución en la expresión erótica de las muje- Los problemas en el deseo femenino difícil-
res, en gran medida porque las mujeres se halla- mente se solucionarán por entero sin tener en
ban condicionadas por estructuras económicas cuenta la difícil realidad social que subyace a la
y sociales que privilegiaban a los varones e impe- expresión del mismo por parte de las mujeres.
dían la disolución de la “doble moral”. Una realidad que a menudo encubre un con-
flicto entre la sexuación femenina y la vivencia
La revolución erótica, imposible sin una de su erótica. Una mujer “decente”, sexuada de
toma de conciencia masculina acuerdo con la moral vigente durante siglos, no
Los hombres han manifestado su temor a debía experimentar ningún género de placer;
una revolución erótica incontrolada de las mucho menos de deseo. Virgen (santa, madre)
mujeres, una circunstancia que se hace espe- o puta, ésta es la dialéctica, siempre adjetiva:
cialmente patente en la política sexual de la así se tilda a una buena o a una mala mujer.
República de Weimar. Las mujeres deben ser Algo muy distinto a lo que sucede con el hom-
deseantes... hasta cierto punto. Una auténtica bre, cuyos problemas en el “cumplimiento”
revolución en la erótica femenina atentaría con- eréctil atentan directamente contra su esencia
tra la imagen de la masculinidad. Los hombres masculina: ser o no ser bastante hombre, siem-
han de llevar las riendas en el encuentro para pre una dialéctica sustantiva. No cabe conside-
ser hombres. La mujer que se muestra suelta rar que una mujer sea más o menos mujer, por-
en su deseo es profundamente temida por el que su sexo en definitiva jamás se cuestiona: los
hombre, quien teme no estar a la altura, y prác- caracteres sexuales primarios por sí solos son
ticamente siempre es presentada como un ser suficientes para las mujeres.
pérfido que ocasiona la desgracia del varón y en Nos hallamos ante una paradoja de difícil
consecuencia la suya propia. No es extraño, dado solución. La más frecuente queja masculina gira
el clima social adverso al deseo femenino, que en torno a la falta de deseo de sus parejas. Una
éste se preste al silencio y al encubrimiento, y circunstancia que corresponde estrechamente
desarrolle vías alternativas para su expresión12. a la idea de la mujer como un ser eróticamente
Detrás del combate antipornográfico se pasivo y emocional. Paralelamente, los más hon-
encuentra el concepto algo “ñoño” de la eróti- dos temores masculinos giran en torno a la con-
ca femenina, que impide considerar propio de figuración de la mujer eróticamente agresiva,
señoras la expresión y vivencia de un deseo cru- una peligrosa seductora que puede arrastrarles
do, violento e incontrolable. Aquellas mujeres por el camino del desenfreno erótico y amato-
que se atreven a reivindicarlo son condenadas rio. Las mujeres son forzadas a vivir escindidas
doblemente, por parte de la sociedad y por par- entre estos dos extremos que se contradicen el
te del feminismo. Por el contrario, aquellas que uno al otro sin beneficiarlas en nada.
esgrimen un deseo más “etéreo” e inofensivo Resulta fundamental que las mujeres se nie-
consiguen un arma para hacer sentirse mal a guen a ser correas de transmisión de ciertos
los hombres o ser más valoradas por ellos, así tópicos, que se arriesguen a alzar la voz y a dar
como el privilegio de ser consideradas “respe- ejemplo, saliendo de la colaboración silenciosa
tables” socialmente. con el mantenimiento de ciertos prejuicios. Pero
Cuando Ann Barr Snitow investiga las nove- sin duda también es precisa una buena dosis de
las románticas y su mística, muchos de los tópi- autocrítica masculina y una sincera voluntad de
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EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA: UNA LECTURA SEXOLÓGICA 33

encuentro por parte del sexo masculino. Sin una mia femenina termina deduciendo que el orgas-
participación honesta y valiente de hombres mo de la mujer tiene que ser un desahogo ¡psi-
predispuestos al cambio no hay encuentro futu- cológico!, ya que orgasmos puede tener cuan-
ro entre los sexos. Y todos debemos ser cons- tos desee.
cientes de ello. Si se insiste en la opresión que supone el
deseo –tildado de violento, incontenible y depre-
Las consecuencias de la indefinición dador– masculino, se cae forzosamente en la
del deseo femenino infravaloración del placer en el encuentro con
Una de las razones por las que resulta fun- el hombre y en la deserotización de la mujer.
damental reivindicar la libre vivencia y expresión Un masculino impositivo requiere un femenino
del deseo femenino es la necesidad de des- maniatado eróticamente. Ya que un femenino
montar el prejuicio que subyace a la con- libre y conscientemente erotizado haría difícil
sideración del coito como violación. Las femi- concebir el coito –incluso el penetrativo– como
nistas antipornografía no hubieran podido algo forzoso, pues la participación voluntaria y
articular su teoría contra la naturaleza depre- gozosa de la mujer en él en igualdad de condi-
dadora masculina de no haber partido de la ciones interrumpiría la dinámica domina-
creencia decimonónica en la ausencia de deseo ción/sumisión.
femenino. El coito como violación planteado Es preciso tener mucho cuidado con los dis-
por las feministas culturales sólo se entiende cursos que se establecen en torno al deseo feme-
desde la no existencia del deseo en la mujer. nino. Muchos de los discursos que despojan de
Del “seremos buenas (nos deserotizaremos) poder a la mujer tienen que ver con el control
para que no nos violen” se salta al “no tienen del deseo femenino, y entrañan una visión que
derecho a violarnos porque somos buenas”. La oculta la realidad del mismo: es el caso de las
negación, la ocultación y la devaluación de la feministas antipornografía. El feminismo pro-
erótica femenina conducen a la satanización de sexo identificó perfectamente las vías por las
la erótica y la amatoria masculina, a su estigma- que el terror al sexo y la alianza con la derecha
tización y persecución. Se intenta hacer a toda conducen a una represión aún mayor.
la sociedad responsable de la represión del Especialmente para las mujeres, buscar el apo-
deseo masculino y cómplice de la ausencia del yo de la derecha supone renunciar al control
deseo femenino. sobre el propio cuerpo. Y el derecho a dispo-
Las feministas afines a la sexofobia no hablan ner de la información necesaria, de acceder a
de deseo cuando hablan de sexualidad. No se medios anticonceptivos seguros, económicos y
suele concebir a la mujer como deseante o geni- eficaces, a abortar en caso necesario, entraña tal
talmente activa y viva. Tan sólo como víctima de relevancia para las biografías femeninas que pue-
lujurias ajenas. Este conjunto de creencias fir- de afirmarse que no será posible la equipara-
memente arraigado surge precisamente a con- ción y complementación de los sexos mientras
secuencia de la indefinición del deseo femeni- se cierna sobre ellas la amenaza de sustracción
no que, hoy por hoy, persiste. de tales derechos.
Si la mujer carece de deseo o resulta “pena- Hay que extremar las precauciones a la hora
lizada” –de múltiples maneras, desde las más de generalizar cánones en la erótica femenina
evidentes hasta las más sutiles– en caso de mani- sin atender al contexto cultural en que se desa-
festarlo, ha de ser por fuerza el hombre el suje- rrollan, y tener en cuenta las diferentes expre-
to agente del deseo. Dada la frecuencia con que siones culturales de la misma. Investigaciones
se minimiza el deseo y la trascendencia del pla- en el campo de la antropología demuestran que
cer orgásmico femenino, no es extraño que los la iniciativa y la expresividad erótica no tiene por
discursos conduzcan a conclusiones chocantes qué ser patrimonio de los varones. Es el caso de
como la de Densmore, quien de la multiorgas- sociedades como la melanesia de los kaulong
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de Nueva Bretaña, donde el hombre teme el en este terreno suponía desafiar muchos de los
contacto carnal con la mujer, donde son ellas privilegios masculinos, y enfrentarse a una serie
las que se muestran agresivas con los hombres de límites –económicos, sociales, culturales, mora-
que eligen como parejas y donde en conjunto les, etc.– que no les facilitarían la tarea.
los papeles activo y pasivo del hombre y la mujer Es preciso reconocerles grandes hallazgos.
occidentales se invierten en el encuentro eróti- Alertaron sobre los riesgos de una alianza con la
co. (Moore, 1991:31-34). Derecha en busca de protección, pues nunca supo-
Las desiguales distribuciones de caracteres nía a la larga sino la quiebra de libertades para
sexuales terciarios que presentan en la erótica todas. Y defendieron a ultranza la vía del placer
distintas culturas puede ayudarnos a relativizar para las mujeres, aún sabiendo que el rastro del
las propuestas de nuestra propia cultura, a valo- peligro continuaría presente en sus biografías.
rar más las aportaciones individuales que cues- Aunque también dejaron algunos vacíos
tionan la norma como posibles alternativas. En importantes sin cubrir. La incapacidad de dejar
cualquier caso, atender a la diversidad en la momentáneamente a un lado el concepto de
expresión de los caracteres sexuales terciarios hombre como “enemigo” u “opresor” les impi-
a lo largo de diversas culturas y sociedades supo- dió, a mi juicio, avanzar como habría sido desea-
ne siempre un refuerzo para la teoría de la inter- ble en una profunda reflexión sobre las relacio-
sexualidad humana. nes heterosexuales; no sólo sobre sus sombras,
sino también sobre sus luces. Se echa en falta
Sobre rutas y discursos: una reflexión más encaminada al encuentro con
algunas tareas pendientes los hombres y a los placeres derivados de ese
A lo largo del presente trabajo se ha tratado encuentro. En la reflexión en torno al placer, el
de demostrar que no todo el feminismo ha desa- feminismo ha analizado mucho más a fondo lo
rrollado teorías con tintes sexófobos. A decir que les niega el placer a las mujeres que aque-
verdad, en la lucha por la libertad sexual y repro- llo que se lo otorga. Ha sido un discurso en el
ductiva de las mujeres ha sido un sector femi- que las feministas lesbianas han acallado las
nista, enraizado en el feminismo radical, el que voces de las feministas heterosexuales, quienes
ha desempeñado un papel crucial del que todas se han visto atrapadas en un conflicto político
nos hemos beneficiado. dentro del movimiento.
Gran parte del discurso de las feministas pro- En el ámbito de la erótica, especialmente
sexo sobre el placer y el peligro sigue, a comien- reacio al cambio, al avance social y –por qué no
zos del siglo XXI, dolorosamente vigente. En decirlo– al diálogo sincero entre los sexos, las
materia de erótica y amatoria, fundamental- expectativas al uso para ambos sexos precisan
mente, la condición femenina supone siempre un profundo replanteamiento de los supuestos
un agravante. Las feministas pro-sexo supieron que las mantienen. Cuajados de prejuicios, han
identificar muchas de las trabas que se tendían derivado en esquemas que adolecen de estre-
socialmente en estos campos para la definitiva chez de miras, conservadurismo y hondas con-
equiparación de mujeres y hombres en libertad, tradicciones. La búsqueda de nuevos rumbos
derechos, dignidad, autonomía, etc. para una erótica que ha de servir de puente
El proceso de búsqueda de un mayor espacio entre los sexos es hoy por hoy una tarea pen-
erótico para sí mismas nunca fue fácil; carecían diente e imprescindible para todos.
de referencias, de indicaciones o seguridades en
un nuevo camino que estaba por hacer. No obs- UNA VISIÓN PERSONAL DEL LEGADO
tante, eran conscientes de que en ciertos ámbi- QUE EL FEMINISMO “PRO-SEXO” HA
tos no pretendían –ni podrían– imitar al hombre, DEJADO A LA SEXOLOGÍA
sino hacerse un hueco en un territorio domina- ¿Qué sabe la Sexología del feminismo pro-
do tradicionalmente por él. Una mayor expansión sexo? ¿Qué sabe el público en general? Más bien
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EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA: UNA LECTURA SEXOLÓGICA 35

poco. Las feministas anti-censura se quedaron De hecho, los hombres, esos hombres que
aisladas dentro de su propio movimiento. Ni las buscaban en nuevos territorios inexplora-
obtuvieron el grueso de su respaldo, ni el de la dos, no siempre se atrevieron a adentrarse con
sociedad, y mucho menos el de nosotros los ellas en lo desconocido. Desconcertados en una
sexólogos. Y es que sin duda eran incómodas. E época de cambios vertiginosos, habían de asi-
insistían en moverse en aguas pantanosas en las milar los avances femeninos en distintos terre-
que en ocasiones se hundían sin saber evitarlo. nos, entre los cuales, probablemente, el más
Elaborar un nuevo discurso sobre el deseo dificultoso era la erótica.
de las mujeres no era sencillo. ¿Cómo defender Los bohemios varones de Greenwich Village
en suma el derecho de las mujeres a expandir fueron sin duda los pioneros en este viaje con-
los horizontes de su erótica, especialmente cuan- junto de los sexos, los primeros en celebrar un
do ello suponía abandonarse a los brazos de nuevo modelo de pareja en la que ella no que-
unos hombres a quienes se sabía en –injusta– dase relegada como antaño. Incluso insistían en
posición privilegiada? ¿De qué manera sortear las espantar las dudas de aquellas mujeres ante su
contradicciones internas que a las feministas recién conquistada igualdad: “Conseguí –dice
andrerastas les conducía un discurso a favor del uno de ellos– después de un rato, convencerla
placer? A menudo debieron de ignorar adrede de que no era una cuestión de status, de que
que el placer pasaba por el hombre, silenciar- simplemente nos limitábamos a hacer cosas dife-
lo, para aliviar el desgarro de su alma y de su rentes”. (Snitow et al., 1983: 138)
pensamiento. Pero los obstáculos eran insalvables, y aque-
Desde luego sabían a dónde querían llegar, llas mujeres –artistas, intelectuales, brillantes
pero da la impresión de que no terminaban de creadoras– que reclamaban espacio para sí mis-
saber muy bien cómo, con qué cuerpos, a tra- mas, también para su erótica, pronto se dieron
vés de qué manos, siguiendo qué caminos. Les cuenta de que las revoluciones sexuales les
movía un impulso osado y honesto, pero les iban pasado literalmente por encima... Eran
arrastraba a los infiernos una furia de siglos abra- mujeres que con toda su fuerza a veces se rom-
sando su dignidad y su garganta. Buscaban nue- pían, porque el amor, como decía Emma
vas formas de llegar antes que los hombres a Goldman en la apoteosis del amor libre, “es
sus vaginas, a sus clítoris amados recién redes- cualquier cosa menos libre”.
cubiertos. Y no siempre podían. Conocer los entresijos de un Nueva York
Se daban cuenta del error de las mujeres que años veinte, cuajado de hombres y mujeres
abrazaban el traicionero consuelo en el peligro idealistas que se clavan constantemente sus
de la Derecha, que caían en el absolutismo de espinas al abrazarse, deja un sabor agridulce
la antipornografía. Y reclamaban para su lucha en la memoria, y la mano extendida tratando
a favor del placer el auxilio de una política sexual agarrar un hermoso sueño antes de que se des-
más contundente y comprometida por parte de vanezca.
la Izquierda, una ayuda que nunca cuajó. Al A menudo, estas mujeres se amaban y desea-
defender su derecho a ser sexuales, y eróticas ban entre ellas. No deja de ser sintomático que
y amantes –aunque no lo supieran– se queda- los testimonios más refrescantes, más atrevidos,
ron solas. Arrinconadas porque el deseo por el más rebeldes, más crudos acerca del deseo pro-
que apostaban parecía no existir, no tener nom- vengan de lesbianas. De las lesbianas que no se
bre, ni expresión, ni representación posible en dejaron acallar la piel por ideologías políticas,
un mundo donde el deseo masculino era el úni- que buscaron nuevas rutas para ser ellas mis-
co reconocido. Donde siempre era una trampa mas. A las que probablemente el no tener que
querer ir más allá de la decencia, a un lugar al relegar su deseo al del hombre les otorgaba una
que sus propios compañeros aún no eran capa- libertad interior de la que carecían las mujeres
ces de seguirlas. que los amaban.
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Las feministas anti-censura fueron persegui- de las mujeres como telón de fondo, se negaron
das y discriminadas por oponerse a las ideas a seguir la corriente que estigmatizaba el sexo y
imperantes en una época y en un país que nave- cuanto lo rodeaba, y lucharon por buscar nuevos
gaba en dirección opuesta. Enfrentadas a sus espacios para él, más allá del placer y del peligro.
propias compañeras de movimiento, las femi- Por esto, y a pesar de todas las inevitables
nistas antipornografía, lideraron la crítica hacia divergencias, los sexólogos tenemos en común
sus posturas conservadoras. y estamos en deuda con ellas más de lo que
Aún dentro de un discurso feminista más jamás hemos reconocido. Tal vez ha llegado la
amplio que tenía la reivindicación de los derechos hora de hacerlo.

Notas al texto
1 El empleo del término “sexo” en el presente trabajo requiere forzosamente una explicación inicial, ya que
a menudo difiere de su uso común en el marco de la Sexología sustantiva. A lo largo de la redacción del
texto hice constantes intentos de “traducir” al lenguaje sexológico el discurso teórico feminista. Intentos
no siempre fructíferos, ya que parte del mensaje original, que yo intentaba comunicar para su conoci-
miento general, se transformaba o incluso desaparecía si no me mantenía “fiel” a los conceptos maneja-
dos por las autoras feministas. A fin de favorecer la transparencia del discurso presentado, y aun siendo
consciente de la confusión y la polisemia que derivan del uso indiscriminado de “sexo” y en general de
todo el ámbito de lo “sexual”, resolví finalmente reproducir su empleo tal y como aparece en las obras
estudiadas en los capítulos que a ellas se refieren y siempre que la mención de su discurso así lo hiciera
necesario. En el primer capítulo menciono en cursiva –para resaltar su indisolubilidad- algunos concep-
tos que siempre aparecen estrechamente ligados: libertad sexual, opresión sexual, revolución sexual, etc.
2 Existe una segunda edición más reciente de la obra en lengua inglesa: Pleasure and Danger. Exploring
Female Sexuality, London, Pandora, 1992.
3 La cita de Densmore está extraída de un artículo de Jane Gerhard, De vuelta a “El mito del orgasmo vagi-
nal: el orgasmo femenino en el pensamiento sexual estadounidense y el feminismo de la segunda ola”, de
libre consulta en internet.
4 Karen Lindsey, “Thoughts on Promiscuity”, The Second Wave, vol. 1, nº 3, 1971, p. 3; cita extraída de Carole
Vance, comp., Placer y Peligro, Madrid, Revolución, 1989, p. 93
5 Traducción del original “Thinking Sex: Notes for a radical Theory of the Politics of Sexuality”
6 “The Traffic in Women: Notes on the Political Economy of Sex”. Toward an Anthropology of Women. Rayne
Reiter. New York: Monthly Review; 157-210. Se publica en 1986 en castellano como: Rubin, Gayle: El trá-
fico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo. Nueva Antropología, 30.
7 Sin traducción al castellano.
8 Publicado originalmente en castellano en Rich, Adrianne, Sangre, pan y poesía, Barcelona. Icaria, 1986.
9 Para la definición de andrerastia y ginerastia véase Landa (2000).
10 Léase al respecto la trilogía de E. Amezúa (1999-2000-2001).
11 En esta dirección apunta Silberio Sáez (2003) cuando apuesta por “cambiar las jerarquías para valorar las
diferencias” (p. 85), y cuando insiste en la necesidad de huir de las miserias y promulgar los “valores a
cultivar” en ambos sexos (él lo ejemplifica con acierto en su enfoque de la agresividad como carácter ter-
ciario masculino, p. 114-129).
12 Esto es lo que S. Sáez (2003) denomina “demanda erótica implícita” (p. 102). Sólo que su articulación da
por hecho que las mujeres han contado ya con la oportunidad de tomar la iniciativa y hacer explícito su
deseo, y de alguna manera (no queda muy claro cuál) han derivado hacia un hastío que les ha hecho aban-
donar este modelo “masculino” de demanda y expresión erótica, retornando de esta manera a un supues-
to “nuevo” modelo “femenino” que renuncia a la expresión explícita y evidente. Modelo gracias al cual las
mujeres resolverían “voluntariamente” dejar la toma de iniciativa, la variedad de parejas, la demanda clara
y abierta y/o la exhibición de conquistas para los hombres...
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EL FEMINISMO “PRO-SEXO” O ANTI-CENSURA: UNA LECTURA SEXOLÓGICA 37

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