Hacia 1960, la creencia de que el arte expresaba la vida entera del artista había muerto.
Los nuevos objetivos de la sociedad eran la tecnología, los medios de comunicación y el
paisaje urbano, este último caracterizado por la publicidad, el diseño y el consumo.
El arte Óptico, una pintura basada en los efectos ópticos y que dependía de la mente
y del ojo del espectador, se sustentó en el principio de que la obra se completaba al ser mirada.
Esta teoría se fundaba en la función perceptiva del ojo y en la psicología de la percepción.
El arte óptico alcanzo su apogeo entre 1965 y 1968, y se extendió por Europa y
América.
Las obras ópticas llevan al espectador a una participación activa, ya que permiten
varias lecturas, a diferencia de la obra de arte tradicional, que autorizaba una sola
interpretación.
Por otra parte, esta tendencia se caracteriza por la repetición de pequeños elementos,
líneas, cuadrados y puntos para formar un solo sistema.