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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

Facultad de Humanidades y Artes


Historia de la Filosofía Contemporánea

Trabajo Práctico
Tema: Freud, “Pulsión y destinos de la pulsión”

Pilar Sánchez Ordóñez


S-2876/2
pilar_so54@hotmail.com

2017
Movimiento de ideas en torno a “Pulsión y destinos de la pulsión” de Sigmund Freud.

Este escrito se abre con un explicitación de los supuestos epistemológicos de los que parte
Sigmund Freud a la hora de dar cuenta de los conceptos que constituyen la teoría que es el
psicoanálisis. Para empezar, la ciencia no es la mera descripción y agrupación de fenómenos. En
toda descripción deben estar operando previamente ciertos conceptos con los que cuenta el
científico. En otras palabras, la práctica científica es inescindible de la teoría que posteriormente
desarrolla y a partir de la cual se desarrolla. Para él, los conceptos que constituyen una teoría son
convenciones científicas que sólo luego de numerosas reflexiones, estudios y aplicaciones, logran
cierto rigor conceptual. Por otro lado, este rigor conceptual no debe traducirse en una rigidez
absoluta. La idea de ciencia como verdad inamovible actúa en detrimento de ella, deteniendo su
progreso. Los conceptos, en realidad, deben estar sometidos a perpetua transformación. Tal es el
caso del concepto de “pulsión” en el psicoanálisis.
Para Freud, la distinción entre estímulo y pulsión es fundamental, pues hace a una separación
clave en nuestra forma de percibir la realidad. Por los estímulos, concebimos un mundo exterior,
por las pulsiones, nos enteramos de la existencia de una realidad independiente de él, a la que
llamamos mundo interior. Los estímulos del mundo exterior se agotan en la recepción de una
respuesta muscular, plantean al sistema nervioso la tarea de sustraerse de ellos. Pero no pasa lo
mismo con las pulsiones y, por este motivo, la fisiología no puede dar cuenta del modo en que ellas
actúan. En efecto, esta ciencia nos habla de un sistema nervioso que pretende estar librado de
estímulos. Pero la pulsión se caracteriza por la persistencia, a diferencia del estímulo, que es una
fuerza de choque momentánea. Al introducir el concepto de pulsión, el psicoanálisis aporta una
labor más compleja al sistema nervioso: “Por eso plantean exigencias mucho más elevadas al
sistema nervioso y lo mueven a actividades complejas, encadenadas entre sí, que modifican el
mundo exterior lo suficiente para que satisfaga a la fuente interior de estímulo. Y sobre todo lo
obligan a renunciar a su propósito ideal de mantener alejados los estímulos, puesto que producen un
aflujo continuado e inevitable de estos” (Freud, 1992: p, 116). Hay ciertos conceptos cuyo
significado es conveniente esclarecer para continuar con la comprensión de lo que sea la pulsión.
Estos son: esfuerzo, meta, objeto y fuente de la pulsión.
1) Esfuerzo: el factor motor de la pulsión. La medida de exigencia de trabajo que ella
representa. En este sentido, no existe tal cosa como pulsión pasiva. En lo que hace al esfuerzo, todas
las pulsiones son activas, es más, esta es su esencia.
2) Meta: es la satisfacción que se alcanza cuando se cancela la pulsión. Cada pulsión tiene una
meta, pero ésta puede alcanzarse a través de diversos caminos, que constituirán metas parciales.
3) Objeto: aquello en o por lo cual puede alcanzarse la meta. El objeto no es esencial a la
pulsión si no que puede variar y, de hecho, lo más frecuente es que varíe.
4) Fuente de pulsión: es el origen somático de la pulsión. El estudio de ella escapa a la
psicología. Aquí interesan las metas.

Para Freud hay dos tipos de pulsiones primordiales, esto es, que no son susceptibles de ulterior
descomposición: las pulsiones yoicas o de autoconservación y las pulsiones sexuales. En este punto,
Freud retoma la observación epistemológica que había realizado al comienzo: estos conceptos son
producto de los estudios de casos de las psiconeurosis, y han sido propuestos por Freud en la
medida en que ayudan a comprender los conflictos que presentan estos pacientes. Para él, no hace
falta persistir en el uso de conceptos que han perdido utilidad, y sólo debe aplicárselos en la medida
en que pueden dar cuenta de la realidad. Conceptos como los de pulsión yoica o pulsión sexual son
siempre susceptibles de modificación. En este escrito, Freud se dedica con más detalle al análisis de
la pulsión sexual, debido a que el desarrollo de sus investigaciones llevo a que pudiera aportar ideas
más claras en torno a esta cuestión. Dada la claridad y la especificidad de la explicación freudiana
de lo que sea la pulsión sexual, citamos el fragmento in extenso:

Son numerosas, brotan de múltiples fuentes orgánicas, al comienzo actúan con independencia unas de otras
y sólo después se reúnen en una síntesis más o menos acabada. La meta a que aspira cada una de ellas es el
logro del placer de órgano; sólo tras haber alcanzado una síntesis cumplida entran al servicio de la función
de reproducción, en cuyo carácter se las conoce comúnmente como pulsiones sexuales. En su primera
aparición se apuntalan en las pulsiones de conservación, de las que sólo poco a poco se desasen; también
en el hallazgo de objeto siguen los caminos que les indican las pulsiones yoicas. Una parte de ellas
continúan asociadas toda la vida a estas últimas, a las cuales proveen de componentes libidinosos que
pasan fácilmente inadvertidos durante la función normal y sólo salen a la luz cuando sobreviene la
enfermedad. Se singularizan por el hecho de que en gran medida hacen un papel vicario unas respecto de
las otras y pueden intercambiar con facilidad sus objetos (cambios de vía). (Freud, 1992: p, .

Luego de caracterizar las pulsiones sexuales, Freud da inicio al verdadero núcleo del escrito:
los destinos que las pulsiones sexuales pueden experimentar a lo largo de su desarrollo. Se trata de
las variedades de la defensa contra las pulsiones. Se pueden circunscribir, según Freud, a cuatro: el
trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, la represión, y la sublimación. Aquí,
Freud sólo se dedicará a las dos primeras, represión y sublimación no serán tratadas en este escrito.
Antes de comenzar con el análisis pormenorizado, cabe aclarar que los destinos de pulsión que
consisten en la vuelta sobre el yo propio y en el trastorno de la actividad en pasividad dependen de
la organización narcisista del yo y llevan impreso el sello de esta fase.
El trastorno hacia lo contrario. Este destino de la pulsión consta de dos procesos diversos: la
vuelta de una pulsión de la actividad a la pasividad, y el trastorno en cuanto al contenido. En el
primer caso, hay un cambio en la meta de la pulsión. Se trata de situaciones como las del sadismo y
el masoquismo, en las que el placer en el martirizar se muda placer en ser maritirizado; o en casos
como el placer de ver, que se muda en placer en la exhibición. Con respecto al segundo proceso, se
trata de casos como el paso del amor al odio.
La vuelta hacia la persona propia. En el caso del par sadismo-masoquismo, Freud nos explica
que el masoquismo es un sadismo vuelto al yo. El origen del placer en el masoquismo es un
sadismo en el cual se ha reemplazado un objeto exterior por la persona propia, que ahora debe ser
objeto de un nuevo sujeto exterior. Lo mismo ocurre en el caso del par placer de ver-
exhibicionismo: el placer de ver un objeto externo, su resignación, la vuelta al propio cuerpo y,
finalmente, la búsqueda de un nuevo sujeto al cual mostrarse.
En ambos casos hay un trastorno de la meta activa en una meta pasiva. Sin embargo, hace falta
notar algo: el placer de mirar tiene origen en el propio cuerpo y sólo más tarde, por comparación,
se busca en un cuerpo ajeno. Otra aclaración: la mudanza pulsional no afecta todo el monto de la
moción pulsional. Hay algo de la actividad originaria que persiste. En una determinada etapa del
desarrollo de la pulsión, esta conserva las características de los momentos que la precedieron.
Con respecto al paso del amor al odio, Freud distingue tres oposiciones posibles: amar-odiar,
amar y ser-amado, y, por otra parte, amar y odiar tomados en conjunto contrapuestos a la
indiferencia. Para comprender mejor estas tres díadas, Freud considera fundamental tener en cuenta
las tres polaridades que gobiernan la vida anímica, las oposiciones entre: sujeto (yo)-objeto (mundo
exterior); placer-displacer; activo-pasivo. En este sentido, Freud explica que la primera díada es la
típica del período narcisista, en que el sujeto encuentra satisfacción autoerótica y desdeña el mundo
exterior, ya que los estímulos que provienen de él son sólo fuente de displacer. En la segunda hay
una vuelta total de la actividad a la pasividad que, en realidad, reproduce la polaridad placer-
displacer asociada a la primera. El par de opuestos amor/odio-indiferencia refleja la polaridad yo-
mundo exterior.
Amor y odio como conceptos psicoanalíticos tienen una relación con el uso lingüístico de estos
términos: llamamos amor al sentimiento que experimentamos en relación al objeto de placer, y odio
al que experimentamos al perseguir un objeto que nos causa displacer hasta su destrucción. Amor y
odio no constituyen una oposición simple, tienen orígenes distintos y sólo luego de numerosos
avatares forman la díada que mencionamos más arriba. El amor tiene origen en el narcisismo, en la
capacidad que tiene el yo de ser objeto de sus propias pulsiones. El odio es más antiguo que el
amor: brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone, en el comienzo, al mundo exterior
prodigador de estímulos.
En etapas previas a la organización genital de la vida sexual, el odio y el amor no se oponen.
Tal es el caso del periodo sádico-anal, en el que el placer tiene que ver con el apoderamiento y la
supremacía sobre el objeto. Que luego encontremos ambivalencia entre amor y odio, es fruto de esta
originaria situación, cuyas huellas prevalecen a lo largo de toda nuestra vida sexual.
Para cerrar este escrito, Freud realiza una síntesis de sus planteos de la siguiente manera:
“Podemos destacar, a manera de resumen, que los destinos de pulsión consisten, en lo esencial, en
que las mociones pulsionales son sometidas a las influencias de las tres grandes polaridades que
gobiernan la vida anímica. De estas tres polaridades, la que media entre actividad y pasividad puede
definirse como la biológica; la que media entre yo y mundo exterior, como la real; y, por último, la
de placer-displacer, como la económica”. (Freud, 1992: p. 134)

Bibliografía:
Freud, S. (1992) “Pulsión y destinos de la pulsión” en Sigmund Freud Obras Completas, Tomo
XIV, Amorrortu, Buenos Aires.

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