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CUADERNOS DE FORMACIÓN

PARA LAS CÁTEDRAS DE INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DEL


HOMBRE, HUMANIDADES I, ANTROPOLOGÍA E INTRODUCCIÓN
AL ESTUDIO DE LO HUMANO

Cuaderno 2

LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS


Autores: Agustín Moreno Molina y Leonardo Marius

Contenido

1. Origen de las universidades Católicas


2. Las universidades católica en los documentos eclesiásticos
3. San Ignacio y la educación
4. Las universidades de inspiración ignaciana en América Latina (AUSJAL)
5. La UCAB.
6. Retos y aportes de las universidades católicas

1. ORIGEN DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS

Si desde los inicios, la relación de la universidad con el catolicismo fue


connatural; en la medida en que la religión dejó de ser una referencia pública obligante
en la sociedad, apareció otro tipo de instituciones bajo el control de los nuevos Estados
nacionales. El curso de esa evolución se dio con arreglo a una serie de eventos
históricos, tales como la corriente humanística con su nueva visión del mundo centrada
en el hombre, los descubrimientos geográficos, el racionalismo cartesiano y el impulso
del nuevo método científico de la observación y experimentación, cuyo colofón serán
los avances de la física, la astronomía y de las ciencias naturales. Pero al mismo tiempo
la presencia hegemónica del Estado afectó a las universidades en su organización
democrático-corporativa y a la libertad académica1 El uso del latín quedó restringido a
las facultades de teología, que ya no tendrán el otrora papel preponderante. La noción
de universalidad de fronteras y nacionalidades, preponderante de la Edad Media,
desapareció para dar paso a los particularismos regionales y a las lenguas vernáculas.
Aquella perspectiva integradora de la fe y la razón que proporcionaba la teológica como
saber universal, quedó sustituida por un saber que comenzó a expresarse en dominios
parciales según las nuevas confesiones religiosas luego de la Reforma protestante y de
la Contrarreforma católica2.

1
Ver: ROGIER, L. J. La “Ilustración” y la Revolución, en ROGIER, L. J. – DE BERTIER DE
SAUVIGNY, G – HAJJAR, J. Nueva Historia de la Iglesia, tomo IV, Ediciones Cristiandad, Madrid
1984, pp. 133-134.
2
Ver: DELUMEAU, Jean: La reforma, Editorial Labor, Barcelona 1973, pp. 269-279.
2

Respuesta de la Iglesia

La Iglesia entonces, reaccionó y creó escuelas superiores teológicas y filosóficas


para ejercer influencia en las ya existentes y contrarrestar la presencia de las
universidades protestantes, pero en un clima en que ya la doctrina e investigación
científica, van a estar condicionadas por la perspectiva apologética (defensa de la fe
católica) contra las correspondientes instituciones heterodoxas (protestantes)3.

El Estado dirige la educación

Después de la Revolución Francesa las universidades estatales ejercieron el


dominio sobre las de la Iglesia en materia de organización académica, métodos de
enseñanzas y doctrinas4. Muchas facultades de teología fueron eliminadas en Francia e
Italia, y las que sobrevivieron quedaron dominadas por los organismos del Estado. La
libertad eclesiástica de enseñar quedó limitada y la influencia de las ciencias “profanas”
o naturales se hizo más notoria y fuerte. Esto obligó a la Iglesia a fundar sus propios
centros para el estudio de la filosofía y de la teología en los países latinos donde la
enseñanza era claramente secularizada, o en los anglosajones, configurados por
confesiones religiosas distintas del catolicismo. De modo que junto al sistema estatal o
protestante se dio nueva vida a unas cuantas universidades católicas como la de Lovaina
(1834-1835); el Instituto Católico de Francia (1875) y la de Friburgo en Suiza5.
Después de la Primera Guerra Mundial, nacieron otras en Dublín (1918), Milán (1920)
y Nimega (1923). Se buscaba con ello estar a la altura de las nuevas exigencias de la
modernidad y, a la vez, fortalecer la unidad de la fe y de la ciencia, por la inclusión de la
teología como fundamento y corona de la misma.

El caso de España e Hispanoamérica

En España la historia tuvo rasgos distintos: el Estado permaneció católico y las


universidades no perdieron sus lazos seculares con la Iglesia, de modo que las erigidas
en la América hispánica después de la Reforma protestante (siglo XVI) siguieron la
impronta de la Metrópoli con la respectiva aprobación de la Sede Apostólica. En
algunos casos se fundaron seminarios tridentinos, y por el requerimiento de los obispos
a las necesidades locales, dichos instituciones fueron elevadas a la categoría de
universidades como sucedió en Caracas y Mérida, en épocas relativamente tardías
respecto a otros centros educativos superiores del continente6.

3
Con la Constitución "Immensa" de 1588, el Papa Sixto V erigió la "Congregación pro universitate studii
romani" para supervisar los estudios en la Universidad de Roma y en otras importantes universidades de
esa época, incluidas las de Bolonia, París y Salamanca.
4
En el caso de Francia, el régimen napoleónico creó un nuevo tipo de Iglesia estatal, reducida a su
mínima expresión mediante la supresión de las órdenes religiosas y de todas las obras extraparroquiales; y
la sumisión del clero mediante la dependencia material y los controles administrativos. Ver: DE
BERTIER DE SAUVIGNY, G. La restauración, en: Nueva Historia de la Iglesia, tomo IV, pp. 265-266.
5
Son significativas a este respecto, las reflexiones del cardenal John Henry Newman (1801-1890) sobre
las universidades católicas, con motivo de la fundación de la de Dublín (Irlanda) en 1854. Newman
defendía la autonomía de la universidad y la educación libre, lo que le trajo no pocos desencuentros con
los obispos irlandeses. Ver: ROMBOLD, Günter: John Henry Newman, en: CORETH, E. – NEIDL, W.
M. – PFLIGERSDORFFER, G. Filosofía cristiana en el pensamiento católica de los siglos XIX y XX,
tomo 1, pp. 677-678.
6
Sobre el tema: RODRIGUEZ, Agueda María: La Universidad en la América Hispánica. Colección
Mapfre VII/6, Madrid 1992.
3

La situación cambió con el advenimiento de las nuevas repúblicas


hispanoamericanas luego de las guerras de independencia. La universidad colonial fue
sustituida, según el modelo napoleónico, por una institución sometida a la tutela y guía
del Estado, y despojada de su carácter “pontificio” al perder la vinculación directa con
la Iglesia católica romana7. Los líderes de las nuevas repúblicas fueron extremadamente
celosos frente al poder “tradicional” de la Iglesia, a la que sometieron con la ley de
Patronato, que les facultó para atribuirse en exclusiva el derecho de dirigir la educación
en todos sus niveles.

La Educación católica universitaria es obra del siglo XX

La presencia de la “educación católica” universitaria en “América Latina”, es


obra del siglo XX. La primera universidad en reabrir sus puertas fue la Universidad
Javeriana de Bogotá, en 1930, como legítima heredera de aquella fundada en el siglo
XVII. En la década de los 40 nacen la Pontificia Universidad Católica de Río de
Janeiro, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y la Iberoamericana de México.
En los 50 nace la Universidad Católica de Pernambuco (Brasil), la Católica Andrés
Bello en Caracas y la Católica de Córdoba (Argentina) . A inicios de los 60 se fundan,
junto a la Universidad de Pacífico en Lima varias universidades de Inspiración Cristiana
en Centroamérica. A finales de los 80 nacen las extensiones de la Iberoamericana en
México, y tenemos que esperar la década de los 90 para ver inaugurada la Universidad
Católica de Montevideo y la Alberto Hurtado en Chile. En Venezuela luego de la
creación de la UCAB en 1953, la Católica del Táchira nace en 1980 y en la década de
los noventa e inicio del siglo XXI se fundan la Universidad Cecilio Acosta en
Maracaibo, la Santa Rosa de Lima y la Monte Ávila, ambas en Caracas.

El caso de España es particularmente curioso por su similitud con el venezolano.


Desde el siglo XIX o consecuencia de las prevenciones contra lo católico tanto en el
ambiente universitario como en el administrativo y político, abundan las prevenciones
contra la Universidad católica. La mentalidad predominante en España, en la visión de
la educación, ha sido estatista y oficialista. Desde las guarderías hasta la Universidad, la
enseñanza tenía que ser pública. Escuela pública, laica y gratuita con lo cual el
concepto y la imagen de la Universidad católica han tenido mucha dificultad para
abrirse camino. Sin embargo, al amparo de la legislación franquista pudieron aparecer lo
que se llamaba universidades eclesiásticas, pero ha sido necesario esperar hasta hace
muy pocos años para que pudieran desarrollarse, como en Venezuela universidades no
estatales, y entre ellas algunas universidades laicas privadas y católicas.

Actividades complementarias
1. ¿Cuál es la diferencia esencial entre las universidades católicas respecto al resto de universidades?
2. Haga una breve reseña de las universidades católicas existentes en Venezuela.

7
Sobre el tema: Los estatutos republicanos de la Universidad Central de Venezuela 1827. Edición
(facsímil) del Rectorado de la Universidad Central del Venezuela en el Bicentenario del Natalicio del
Libertador, Caracas 1983.
4

2. LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS EN LOS DOCUMENTOS ECLESIÁSTICOS

Hay quienes sostienen que la Universidad, como es una institución al servicio


del saber y de la ciencia, y un servicio honesto a la investigación y difusión de la verdad
tiene que ser laica libre de todo condicionante religioso, de modo que cual cualquier
confesionalidad es incompatible con una vida universitaria auténtica. No es extraño
encontrar gente que piensa, hasta en las mismas universidades católicas, que la religión
debe restringirse al terreno de la vida privada y que lo católico es sinónimo de
dogmatismo incompatible con el progreso y la libertad. Sin embargo esos prejuicios no
tienen asidero ni en la historia, ni en una visión objetiva de la actuación de la religión
en los distintos ámbitos de la sociedad. Basta con observar, por ejemplo, la cultura
japonesa, china o del Medio Oriente para detectar las innumerables muestras de que la
religión no es un asunto privado. En la “descristianizada Europa” como suele decirse sin
mayor sentido crítico, aún están vivos muchos valores de raigambre cristiana y en
Hispanoamérica la presencia del cristianismo permea todas las manifestaciones de la
cultura.

Los primeros escritos

La preocupación por establecer criterios de identificación de las universidades


dirigidas por la Iglesia fue, en el seno de la misma institución, un hecho relativamente
reciente. León XII creó en 1824 la "Congregatio studiorum" para las escuelas del Estado
Pontificio, que desde 1870 comenzaron a ejercer autoridad en las Universidades
Católicas. El 24 de mayo de 1931 el papa Pío XI promulga la Constitución Apostólica
Deus scientiarum Dominus8, (“Dios es el señor de las ciencias”) donde se establece por
primera vez una normativa de la enseñanza universitaria, fundamentada en la misión
docente recibida de su fundador Jesucristo, cuya finalidad es contribuir al incremento
de la cultura superior y a la preparación más plena de la persona humana, con la
enseñanza e investigación de las disciplinas eclesiásticas y de las otras emparentadas
con ellas.

El Concilio Vaticano II

Durante esa reunión de obispos del todo el mundo convocada en Roma por el
papa Juan XXIII y finalizada por su sucesor Pablo VI (1962-1965) uno de los múltiples
temas estudiados fue la formación científica profesional de los clérigos. A tal efecto
formuló algunos criterios para las escuelas superiores eclesiásticas y universidades
católicas recogidos en algunas secciones del Decreto sobre la formación de los
sacerdotes (Optatan totius9), en la declaración sobre la educación cristiana (Gravissimus
educationis10) y en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et
spes)11. Esos escritos confirman repetidamente en forma explícita o tácita el principio
fundamental de la universidad como unión de enseñanza e investigación y la
preocupación por el cultivo de las ciencias eclesiásticas12.

8
AAS 23 (1931) 241-262.
9
Concilio Vaticano II. Constituciones, Decretos, Declaraciones. Prólogo de Casimiro Morcillo González,
Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) Madrid 1965, N° 18.
10
En los números 10 y 12.
11
N° 62.
12
Algunos de los principios asentados en esos documentos se encuentran en el trasfondo del capítulo II
del Libro III (cánones del 807 al 821) del Código de Derecho Canónico vigente.
5

El Magisterio latinoamericano

Los obispos del Continente a través de las Conferencias Generales realizadas en


las últimas décadas del siglo XX hicieron referencia al tema universitario. El
Documento de Medellín, que contiene las conclusiones de la Segunda Conferencia
llevada a cabo en la ciudad de Medellín en 1968, recuerda que las universidades
católicas deben ser ante todo Universidades, es decir, órganos superiores, consagrados a
la investigación y a la enseñanza, donde la búsqueda de la verdad sea un trabajo común
entre profesores y alumnos, en la creación de la cultura en sus diversas manifestaciones.
Para lograr este fin deben instituir el diálogo de las disciplinas humanas entre sí, por una
parte, con el saber teológico por otra, en íntima comunión con las exigencias más
profundas del hombre y de la sociedad, respetando el método propio de cada
disciplina13.
El Documento de Puebla, resultante de la Tercera Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano, reunido en esa ciudad de México en enero de 1979,
dedica un apartado a examinar la grave situación de las universidades de la región. A las
católicas les exhorta a ser vanguardia del mensaje cristiano y responder a la Iglesia y a
la sociedad con un servicio destacado. En el cumplimiento de ese compromiso deberán
vivir en un continuo autoanálisis y flexibilizar su estructura operacional para responder
al reto de su región o nación, mediante el ofrecimiento de carreras cortas especializadas,
educación continuada para adultos, extensión universitaria con ofertas de oportunidades
y servicios para grupos marginados y pobres14.
En la cuarta Conferencia, reunida en Santo Domingo en vísperas de la
celebración del quinto centenario de la evangelización del Continente (1492-1992) los
obispos plantean que el gran desafío de la universidad católica o de inspiración cristiana
es realizar un proyecto cristiano de persona humana en diálogo vivo, continuo y
progresivo con el Humanismo y con la cultura técnica, de manera que sepa enseñar la
auténtica Sabiduría cristiana en la que el modelo del “hombre trabajador” aunada con el
del “hombre sabio” culmine en Jesucristo. Sólo así, desde esa perspectiva se podrán
apuntar soluciones a los complejos problemas no resueltos de la cultura emergente tales
como la dignidad de la persona humana, los derechos inviolables de la vida, la libertad
religiosa, la familia, la solidaridad en sus distintos niveles, el compromiso propio de una
sociedad democrática y la problemática socio-económica, por nombrar algunos15.
En la última Conferencia General de Episcopado latinoamericano realizada en
mayo de 2007 en Aparecida (Brasil), también se discutió el tema de las universidades,
incluyendo por primera vez los demás centros superiores de educación católica. Se
retomaron las líneas básicas planteadas en los documentos anteriores, sobre la identidad
de la universidad, el dialogo fe –cultura, la búsqueda de la verdad y la pastoral
universitaria. El núm. 71 del Documento de Aparecida, dice que es esencial que la
Universidad Católica sea, a la vez, verdadera y realmente ambas cosas: Universidad y
Católica…La índole católica es un elemento constitutivo de la Universidad en cuanto
institución y no una mera decisión de los individuos que dirigen la universidad en un
tiempo concreto. “Por eso, la labor pastoral en las Universidades Católicas ha de ser
objeto de particular atención en orden a fomentar el compromiso apostólico de los

13
Número 21, en: Conferencia Episcopal Venezolana, Documentos de la Iglesia sobre pastoral
universitaria, Departamento de Juventud y Pastoral Universitaria, Cuaderno 1, Caracas 2008, pp. 55-56.
14
Números 1051,1059, 1062, en Conferencia Episcopal Venezolana, Op. cit., pp.57-60.
15
Documento de Santo Domingo, Núm. 268, en: Conferencia Episcopal Venezolana, Op. cit., p.60.
6

estudiantes para que ellos mismo lleguen a ser los evangelizadores del mundo
universitario”16.

Actividades complementarias
1. Menciones tres ideas respecto a las universidades católicas, comunes en los documentos antes
reseñados.
2. Investigue en los documentos del Concilio Plenario Venezolano qué se dice con relación a las
universidades católicas.

La Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae

En este documento cuyo título en español es “Desde el corazón de la Iglesia”17,


escrito por el papa Juan Pablo II y publicada el 15 de agosto de 1990, por vez primera
se aborda con detenimiento el tema de la identidad y misión de las universidades
católicas.

Definición

El primer punto del primer capítulo, está dedicado a la identidad de la


universidad católica. Juan Pablo II expone una definición de la naturaleza misma de esta
institución. “Es una comunidad académica, que, de modo riguroso y crítico, contribuye
a la tutela y desarrollo de la dignidad humana y de la herencia cultural mediante la
investigación, la enseñanza y los diversos servicios ofrecidos a las comunidades locales,
nacionales e internacionales”. Ella goza de aquella autonomía institucional que es
necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad
académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las
exigencias de la verdad y del bien común” (N° 12).

Medios de que se sirve la Universidad para alcanzar su fin

Y a continuación aparecen los tres medios de los que se sirve la universidad para
alcanzar su fin: la investigación (creatividad del saber, búsqueda y descubrimiento de la
verdad), la educación (irradiación del saber, comunicación de la verdad), y el servicio
(el saber no por el saber mismo sino para el bien de la humanidad, por ende de la
sociedad donde ésta está inmersa). Cabe destacar en este punto que el Papa comienza su
reflexión hablando de la universidad en general aplicable a toda universidad, y que
aparentemente no tiene un matiz religioso. Esto evidencia, que desde el principio del
documento el Papa quiere resaltar que la misma identidad de toda universidad, está en
su raíz, en la misma identidad de la universidad católica, por ello, llama a esta Carta
Encíclica “Desde el corazón de la Iglesia”, mostrando así que no hay contradicción en
su origen y fundamento, entre una universidad laica o religiosa. Ambas, han nacido del
corazón de la Iglesia. Y así como sucede con lo específico respecto a lo genérico, lo

16
Documento de Aparecida, Núm. 71, en: Conferencia Episcopal Venezolana, Op. cit., p. 63.
17
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/documents/
7

católico en la universidad, supone y exige una genuina actuación de lo universitario en


cuanto tal. La Constitución Apostólica dice que la Universidad Católica comparte con
todas las demás universidades el gaudium de veritate - el gozo de la búsqueda y
comunicación de la verdad -. Pero desde la experiencia cristiana, desde la adhesión a
Jesucristo camino, verdad y vida, y la fidelidad al Espíritu de la verdad, como identificó
Jesús al enviado del Padre y del Hijo, no atan ni restringen la búsqueda de la verdad,
que ha de caracterizar a la católica, así como a todas las demás universidades18.

Características esenciales de las universidades católicas

A continuación, se comienza a exponer en la mencionada Constitución los aspectos


particulares de la universidad católica. Su finalidad primordial es la de garantizar de
forma institucional una presencia cristiana en el mundo universitario frente a los
grandes problemas de la sociedad y de la cultura. Por esto, ella debe poseer, en cuanto
católica, las características esenciales siguientes:
“1) Una inspiración cristiana, no sólo tendencialmente de cada miembro sino también
de la comunidad universitaria como tal.
2) Una reflexión continua a la luz de la fe católica, sobre el creciente tesoro del saber
humano, al que ofrece una contribución con las propias investigaciones.
3) La fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado en el magisterio
eclesiástico.
4) El esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios y de la familia humana en su
itinerario hacia aquel objetivo trascendente que da sentido a la vida” (N° 13).
Estas cuatro características o notas esenciales de una universidad católica,
evidencian su similitud y particularidad frente a otras universidades, ya que la
investigación, la educación y el servicio a la comunidad son comunes a todas.
De modo que la Universidad Católica – continua el Documento – es un lugar
donde los estudiosos examinan a fondo la realidad con los métodos propios de cada
disciplina académica, contribuyendo así al enriquecimiento del saber humano.

Lo específico de la investigación

Esta abarca necesariamente cuatro aspectos: el primero es la integración del


saber, como un proceso perfectible y al mismo tiempo difícil dado el incremento de ese
saber en nuestro tiempo, y la creciente especialización del conocimiento en el seno de
cada disciplina académica. No obstante, la comunidad universitaria deber ser una
unidad viva de organismos dedicados a la investigación de la verdad. “Guiados por las
aportaciones específicas de la filosofía y de la teología, los estudiantes universitarios se
esforzarán constantemente en determinar el lugar correspondiente y el sentido de cada
una de las diversas disciplinas en el marco de una visión de la persona humana y del
mundo iluminado por el Evangelio y, consiguientemente por la fe en Cristo-Logos,
como centro de la creación y de la historia” (N° 17) .
El segundo aspecto es el compromiso de construir el diálogo entre fe y razón,
“de modo que se pueda ver más profundamente cómo fe y razón se encuentran en la
única verdad. Aunque conservando cada disciplina académica su propia identidad y sus
propios métodos, este diálogo pone en evidencia que la investigación metódica en todos
los campos del saber, si se realiza de una forma auténticamente científica y conforme a

18
PÉREZ, MORALES, Ramón Ovidio, “Del Corazón de la Iglesia”, en: Universidad Católica, esencia
y trascendencia. Ediciones Astro Data, Universidad Cecilio Acosta, Maracaibo, 1998, pp 59.
8

las leyes morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas
y las de la fe tienen su origen en el mismo Dios” (N° 17).
Dado que la finalidad del saber es el servicio a la persona humana, el tercer
aspecto de la investigación es la exigencia de la preocupación ética, es decir, la
consideración de las implicaciones morales, inherentes tanto a los métodos como a sus
descubrimientos (N° 18).
Y finalmente la perspectiva teológica en la búsqueda de una síntesis del saber en
el diálogo entre fe y razón. Aquí la teología se ofrece como ciencia auxiliar a “las otras
disciplinas en su búsqueda de significado, no sólo ayudándoles a examinar de qué modo
sus descubrimientos influyen sobre las personas y la sociedad, sino dándoles también
una perspectiva y orientación que no están contenidas en sus metodologías” (N° 19.
Aunado a esto, nos encontramos con algo muy propio de la universidad católica
en términos científicos; con la presencia de la que fue llamada la madre de todas las
ciencias, la teología. Dentro de la universidad está llamada a cumplir varias funciones
vitales, como colaborar con las otras ciencias desde la interdisciplinariedad, en el hacer
síntesis del saber, en el identificar el significado y los criterios de la misma búsqueda
del saber y en el clarificar desde la relación fe y ciencia de la misión de las mismas
disciplinas frente a la sociedad.

Una comunidad católica


Otro aspecto fundamental, tan anhelado y a la vez escaso en nuestros días, es
que la universidad católica, está llamada a ser - desde el origen de su misma identidad –
una comunidad realmente católica. No significa que todos en la universidad católica
deban ser católicos, porque la misma naturaleza de la universidad el mismo significado
de la católico conducen al referente plural y universal; pero sí claramente, nos habla de
la necesidad de que esta identidad pueda permear todos los rincones de la comunidad
universitaria, destacando desde cada ámbito y sujetos que hacen vida en la universidad,
su vocación y misión, de ser testigos y educadores de una auténtica vida cristiana. En
fin, es un llamado que hace la Iglesia, desde las autoridades, profesores, personal
administrativo, obrero y estudiantes, a vivir realmente como una comunidad cristiana.
Se puede resumir diciendo que la universidad católica, siendo al mismo tiempo
universidad y católica, debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que
representan diversos campos del saber humano, y una institución académica, en la que
el catolicismo está presente de manera vital.

Misión fundamental

Tras haber reflexionado acerca de la identidad y los objetivos que dan forma a la
universidad católica, en el N° 30 la Constitución expresa que la misión fundamental de
toda universidad consiste en “la constante búsqueda de la verdad mediante la
investigación, la conservación y la comunicación del saber para el bien de la sociedad.
Y la universidad católica participa en esta misión aportando sus características
específicas y su finalidad. La misión de servicio se da en cuatro ámbitos: En el servicio
a la Iglesia y a la Sociedad, por medio de la Pastoral Universitaria, en el Diálogo
Cultural y desde la Evangelización.
El servicio al bien de la sociedad es descrito en los números 31 al 37. “La
universidad católica, como cualquier otra universidad, está inmersa en la sociedad
humana. Para llevar a cabo su servicio a la Iglesia está llamada – siempre en el ámbito
de su competencia – a ser instrumento cada vez más eficaz de progreso cultural tanto
9

para las personas como para la sociedad” (N° 32). De hecho, la Universidad Católica
siente la responsabilidad de contribuir concretamente al progreso de la sociedad en la
que opera. En este servicio a la sociedad “el interlocutor privilegiado será naturalmente
el mundo académico, cultural y científico de la región en la que trabaja la Universidad
Católica” (N°37).

Pastoral universitaria

El numero 38 menciona que “es aquella actividad de la Universidad que ofrece


a los miembros de la Comunidad la ocasión de coordinar el estudio académico y las
actividades para-académicas con los principios religiosos y morales, integrando de esta
manera la vida con la fe. Dicha pastoral concretiza la misión de la Iglesia en la
Universidad y forma parte integrante de su actividad y de su estructura. Una comunidad
universitaria preocupada por promover el carácter católico de la institución, debe ser
consciente de esta dimensión pastoral y sensible al modo en que ella puede influir sobre
todas sus actividades”.
Es de destacar en este punto, la gran importancia y no siempre considerada, que
tiene esta concreción de la vida cristiana en la Universidad Católica. Se dan casos
donde se presenta dicha pastoral de forma tímida. Acaso la dificultad de fondo para
hacer de la pastoral universitaria un espacio de acompañamiento, de reflexión adulta,
experiencial y académica, tenga su raíz en la mentalidad moderna que ha desmembrado
la ciencia de la vida de fe.
A pesar de ello, la pastoral universitaria no deja de ser esa expresión concreta,
personal y comunitaria para vivir intensamente la relación entre la academia y la fe
cristiana como pertenencia eclesial, y por ende, entre la universidad y la sociedad
cuando adquiere dimensiones culturales dicha iniciativa universitaria. Así lo afirma el
documento que estamos comentado: “Como natural expresión de su identidad católica,
la comunidad universitaria debe saber encarnar la fe en sus actividades diarias, con
momentos significativos para la reflexión y la oración” (N°39).

El diálogo cultural

Después de describir los alcances y exigencias de la pastoral universitaria, el


documento se refiere a la misión de servicio a través del diálogo cultural. Reafirma que,
por su misma naturaleza, “la Universidad promueve la cultura mediante su actividad
investigadora, la transmite mediante la enseñanza y favorece las actividades culturales
con los propios servicios educativos” (N° 43).
De esta misión surgen distintos campos de acción:
El primero es el diálogo entre el Evangelio y la Cultura. Este diálogo exige un
profundo conocimiento de la cultura moderna, que deberá ser investigada con estudios
apropiados.
El segundo es el diálogo entre el pensamiento cristiano y las ciencias modernas.
Esta tarea, de acuerdo al documento, exige personas especialmente competentes en cada
una de las disciplinas, dotadas de una adecuada formación teológica, capaces de afrontar
las cuestiones epistemológicas a nivel de relaciones entre fe y razón. “Dicho diálogo
atañe tanto a las ciencias naturales como a las humanas, las cuales presentan nuevos y
complejos problemas filosóficos y éticos” (N° 46).
Finalmente, el documento recuerda que todas las actividades fundamentales de
una universidad católica deberán vincularse y armonizarse con la misión evangelizadora
10

de la Iglesia, que siempre debe poseer la atención hacia cada persona y el proceso
personal que vive.
Son muchos, como hemos visto, los retos y desafíos que el Santo Padre Juan
Pablo II esboza en esta Constitución Apostólica. Es así como las universidades católicas
en medio de este mundo postmoderno, están llamadas a dar testimonio de la unidad
original entre la ciencia y la fe, y materializar esta opción en la estructura académica de
la misma universidad y en la vida de cada profesor y estudiante universitario como una
comunidad que es provocada por la pertenencia a Cristo y a su Iglesia, a servir a la
sociedad como testigo de una verdad hecha cultura y propuesta clara para todo hombre
y mujer de toda época.

El Magisterio reciente

La reflexión sobre las universidades católicas continuó después de la publicación


de la Ex Corde Ecclesiae dada la importancia decisiva que tienen para la Iglesia estos
centros de enseñanza donde se juegan cuestiones vitales; profundas transformaciones
culturales y nuevos desafíos de católicos o no católicos. En este sentido, los obispos del
mundo entero en sus visitas periódicas a la Santa Sede dan a conocer al papa los
resultados de las reflexiones sobre estos temas en sus diócesis y conferencias
episcopales respectivas. Es así que la Congregación para la Educación Católica, junto al
Consejo Pontificio para los laicos y el Consejo Pontificio de la Cultura publicó el 22 de
mayo de 1994 un documento programático titulado “Presencia de la Iglesia en la
Universidad y en la Cultura Universitaria”19. Evidentemente este espacio no permite ni
siquiera resumir el texto, pero si vale la pena resaltar algunos de sus ideas medulares.
En primer lugar, que la presencia de la Iglesia en la Universidad no es en modo alguno
una tarea ajena a la misión de anunciar la fe, pues la síntesis entre cultura y fe –según la
expresión del mismo papa Juan Pablo II – no es sólo una exigencia de la cultura sino
también de la fe, puesto que una fe que no se hace cultura es porque no ha sido recibida,
aceptada y fielmente vivida. Entre las variadas formas de llevar a la práctica ese
compromiso, uno será apoyar a los católicos comprometidos en la vida universitaria,
tales como profesores, estudiantes, investigadores, empleados y obreros o colaboradores
en el anuncio del Evangelio a todos los que en el interior de la Universidad aún no lo
conocen y están dispuestos a recibirlo libremente.

Actividades complementarias
1. De los aspectos mencionados anteriormente cuál considera usted el más prioritario.
2. Describa, al menos tres signos claros que evidencien su esencia católica de la UCAB, de acuerdo a las
características mencionadas en la Ex corde ecclesiae.

3. SAN IGNACIO DE LOYOLA Y LAS UNIVERSIDADES

La Compañía de Jesús y la educación

En ese marco general en el que están delineadas las universidades que llevan el
calificativo “católicas”20 o que sin tenerlo expresamente siguen las directrices emanadas

19
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/cultr/documents/rc_pc_cultr_doc_22051994_pr
esence_sp.html [Consultado el 19 de noviembre de 2010]
20
Con arreglo al canon 808 del Código de Derecho Canónico vigente, ninguna universidad, aunque sea
11

de la Santa Sede, se insertan algunas instituciones denominadas de “inspiración


ignaciana”.
Casi desde sus inicios los jesuitas se ocuparon de la enseñanza universitaria, la
investigación y las publicaciones científicas21. En tal sentido dice el padre Peter- Hans
Kolvenbach, Prepósito General de la Compañía de Jesús hasta su renuncia en 2008, que
la originalidad de los jesuitas al crear sus propias universidades en el siglo XVI, fue
proponer un nuevo modelo de educación superior, en respuesta a las necesidades de la
nueva cultura y la nueva sociedad que se estaba gestando; y sus universidades surgieron
como una crítica frente al modelo de universidad cerrada en sí misma, heredera de las
escuelas catedralicias incapaz de encontrar respuesta a los nuevos tiempos22.
Esta impronta hay que entenderla desde la misma experiencia del fundador de la
Compañía, Ignacio de Loyola (1491-1556). A los treinta y tres años inició los estudios,
primero en la universidad de Alcalá de Henares cerca de Madrid, luego en Salamanca,
para culminarlos con el grado de Maestro en Artes (1535) en París. Durante su tiempo
de estudiante reunió a su alrededor un grupo de condiscípulos con las mismas
inquietudes de ganar almas, a quienes había predicado sus Ejercicios23, entre los que se
encontraban el saboyano Pedro Fabro, y los españoles Diego Laínez y Alfonso
Salmerón destinados a desempeñar importante papel en el Concilio de Trento y
Francisco Javier, el gran misionero del siglo XVI.
Concluidos los estudios, el grupo se trasladó a Italia con la esperanza de
marcharse a Jerusalén. Como las circunstancias no hicieron posible el viaje, Ignacio se
ofreció con los suyos al servicio del papa. Durante estos años, inmediatamente
anteriores a 1540, y gracias al ejemplo de los padres teatinos y a otras órdenes de
clérigos regulares, fue madurando poco a poco en su mente la decisión de fundar un
instituto religioso libre de la observancia de tipo monástico y consagrado enteramente al
apostolado. Ignacio llegó a esta conclusión tras haber superado un doble tipo de
dificultades: el temor de sus compañeros de que los votos religiosos constituyesen un
obstáculo para el apostolado y la perplejidad de la Curia ante las profundas novedades
que comportaba su proyecto y que parecía ser una ruptura con las formas tradicionales
de la vida religiosa.
En 1540 Paulo III aprobó la Compañía de Jesús mediante la bula Regimini
militantis Ecclesiae. En 1543 ingresó a la Orden el primer alemán, Pedro Canisio y en
1548 el duque de Gandía, Francisco de Borja, bisnieto de Alejandro VI y amigo
personal de Carlos V. Mientras los primeros jesuitas desarrollaban fructuosamente su
ministerio desde Italia a Alemania y a la India, el fundador no se movió de Roma y
desde su celda junto a Santa María della Strada siguió dirigiendo a los suyos con
minucioso control a través de una abundante correspondencia y empleando el resto de
su tiempo en la lenta y fatigosa redacción de las Constituciones de su Orden. A su

de hecho católica, puede usar ese título de “universidad católica” sin el consentimiento de la competente
autoridad eclesiástica. Ver: Código de Derecho Canónico, Edición bilingüe comentada. Biblioteca de
Autores Cristianos, Madrid 1983, p. 417.
21
Congregación General 34 de la Compañía de Jesús, 17, 1.
22
Temas para reflexionar, N° 16. Alocución a la Reunión Internacional de la Educación Superior de la
Compañía de Jesús, Roma 27 de mayo de 2001.
23
Se trata de los Ejercicios Espirituales, un librito en el que Ignacio enseñaba la manera de examinar la
conciencia y recibir los sacramentos. La obra, escrita antes de que su autor se iniciara en los estudios
universitarios; según lo expone GARCÍA - VILLOSLADA, (uno de sus biógrafos más autorizados),
ofrece su experiencia espiritual y propone al mismo tiempo “una serie de meditaciones y contemplaciones
sobre verdades eternas y misterios de la vida de Cristo, entreveradas con algunas otras de invención
propia y eslabonadas todas con tal arte y maestría, que hacen pensar en una particular inspiración del
cielo, dada la rudeza e incultura del autor”. En: GARCÍA – VILLOSLADA, Ricardo: San Ignacio de
Loyola. Nueva Biografía, p. 229.
12

muerte, en 1556 contaba la Compañía de Jesús con mil miembros repartidos en Europa,
y algunos en la India y el Japón. Con la fundación del Colegio Romano24 y del Colegio
Germánico pasaban de treinta los colegios en distintos lugares de Europa, Asia y en la
América hispánica25.
No obstante, como actividad, la dedicación a los colegios no fue el primer
apostolado de la Compañía de Jesús, ni estuvo al principio en la mente de San Ignacio.
En aquel tiempo no se veía, como ahora, la importancia de la enseñanza primaria y
hasta se la consideraba un desgaste inútil de fuerzas. Para algunos maestros de París, los
sacerdotes debían ocuparse de enseñar nada más que teología. No resultaba novedoso
que los religiosos enseñaran filosofía y teología en las universidades; pero sí fue una
idea original de los jesuitas fundar Colegios para la enseñanza de los niños y
adolescentes como auténtico apostolado. De hecho, Ignacio se sintió siempre
personalmente maestro y educador26.

Finalidad de la educación superior de los jesuitas

EL padre Kolvenbach, en su mensaje con motivo de la Reunión Internacional


sobre Educación Superior de la Compañía27, explicó que la razón por la cual los jesuitas
incursionaron en el terreno de la educación superior, no había que buscarla directamente
en la persona de San Ignacio, sino en la disponibilidad apostólica para asumir cualquier
ministerio que exigiera la misión. Habrá que esperar hasta finales del siglo XVI, para
que el jesuita español Diego de Ledesma28, después de una prolija encuesta, presentara
cuatro razones que justificaban la dedicación de la Orden en la educación superior. El
padre Kolvenbach las contrasta con las publicadas por un College norteamericano en
1998.
El primer motivo de Ledesma es “facilitar a los estudiantes los medios que
necesitan para desenvolverse en la vida”. Cuatro siglos más tarde, se expresa de la
siguiente manera: “la educación jesuita es eminentemente práctica y pretende
proporcionar a los estudiantes el conocimiento y las destrezas necesarias para sobresalir
en cualquier terreno que escojan”. Con otras palabras, la excelencia académica.
La segunda razón que propone Ledesma es el “contribuir al recto gobierno de los
asuntos públicos”. Esta breve frase se convierte en 1998 en lo siguiente: “la educación
jesuita no es meramente práctica, sino que dice relación con la cuestión de los valores,
educando hombres y mujeres para que lleguen a ser buenos ciudadanos y buenos
dirigentes, preocupados por el bien común y capaces de poner su educación al servicio
de la fe y la promoción de la justicia”.

24
Fue fundado en 1551 como central de la formación de la nueva generación de la Orden con el nombre
de Colegio Romano. El continuo aumento del número de estudiantes obligó a cambiar de sede en 1584,
la cual fue inaugurada por el papa Gregorio XIII, de quien tomó el nombre de “Universidad Gregoriana”.
Entre los futuros papas que pasaron por sus aulas están: Pío IX, León XIII, Benedicto XIV, Pío XI, Pío
XII, Pablo VI y Juan Pablo I. Ver: WOODDROW, Alain: Los jesuitas. Historia de un dramático
conflicto. Editorial Planeta Venezolana, Caracas 1987, p. 37.
25
El éxito indiscutible de la enseñanza de los jesuitas hay que atribuirlo a su sistema de estudio contenido
en la Ratio et institutio studiorum, documento concluido por fin en 1599, tras muchos años de
deliberaciones. Es obra fundamentalmente del padre Acquaviva, el quinto General de la Orden. Ver:
TÜCHLE, Hermann: Reforma y Contrarreforma, en: Nueva Historia de la Iglesia, tomo III, p. 208.
26
BERTRAN-QUERA, Miguel: La pedagogía de los jesuitas en la Ratio Studiorum, p. 7.
27
La Universidad de la Compañía de Jesús. Roma, 27 de mayo de 2001, Mimeo.
28
Eminente pedagogo en la Universidad de Lovaina, muerto en 1575. Por largos años había sido profesor
en el Colegio Romano y uno de los que más influyó en la preparación remota de la Ratio studiorum. Ver:
GARCIA – VILLOSLADA, Ricardo: Loyola y Erasmo, p. 268.
13

Con un lenguaje barroco, Ledesma formula la tercera dimensión de la educación


superior de la Compañía: “dar ornato, esplendor y perfección a la naturaleza racional del
ser humano”. De manera más sobria pero en la misma línea, el College americano
declara: “la educación jesuita enaltece las enormes potencialidades y los logros del
intelecto humano, y afirma su confianza en la razón, no como opuesta a la fe sino como
su complemento necesario”.
Por último, Ledesma subraya que toda la educación superior se encamina hacia
Dios, como “baluarte de la religión que conduce al hombre con más facilidad y
seguridad al cumplimiento de su último fin”. Con un lenguaje un poco más inclusivo y
una actitud más dialogal, la versión moderna de esta declaración sostiene: “la educación
jesuita enfoca claramente todo su quehacer en la perspectiva cristiana de la persona
humana como criatura de Dios, y cuyo último destino está más allá de lo humano”29.
En pocas palabras, se trata de una educación práctica, de cara a la vida; que
prepara ciudadanos responsables y participativos en la sociedad, formados
intelectualmente con una racionalidad en diálogo con las otras realidades del ser
humano, y con una visión trascendente en Dios como horizonte último de la existencia.

Actividades complementarias
1. Luego de haber leído la semblanza biográfica de San Ignacio de Loyola, ¿qué le ha llamado más la
atención como enseñanza para los educadores?
2. Explique si los motivos que tuvieron los jesuitas del siglo XVI tienen vigencia respecto a la realidad
venezolana

4. LAS UNIVERSIDADES DE INSPIRACIÓN IGNACIANA EN AMÉRICA LATINA


(AUSJAL)

América Latina

El aporte educativo de la Compañía en el continente americano no es de ahora.


En el período hispánico diversas instituciones de la Iglesia, y entre ellas los jesuitas
crearon centros educativos superiores que contribuyeron a la configuración ulterior de
nuestras repúblicas30.
En la actualidad existe una treintena de universidades e institutos superiores
confiados a la Compañía de Jesús, repartidos en México , República Dominicana ,
Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Brasil,
Uruguay, Paraguay y Argentina. en ellas se encuentran cerca de 250 mil estudiantes,
más de 300 jesuitas y más de 25 mil profesores, investigadores , personal directivo y
administrativo.
Independientemente de las particularidades de cada institución, las condiciones
socioeconómicas de los países donde se encuentran son prácticamente similares.
América Latina, sin entrar en simplismos y generalizaciones apresuradas, está sufriendo
las consecuencias de políticas económicas y sociales erradas que no han hecho otra cosa
sino producir sociedades profundamente frustradas y deficitarias en las que se acentúa la
pobreza, en desmedro de la sana convivencia y de la justicia social31. Según las teorías
del desarrollo tan en boga durante las décadas del cincuenta y sesenta, se veía a la
29
La Universidad de la Compañía de Jesús, N° 11 y 12.
30
Desafíos de América Latina y Propuesta Educativa, AUSJAL- UCAB, Caracas 2000, p. 29.
31
Ibídem, p. 11.
14

educación superior como el camino más expedito para modificar las estructuras
ocupacionales y responder a la demanda de personal calificado por parte de la empresa
privada y del Estado en América Latina. En realidad, el financiamiento prácticamente
íntegro de las universidades del continente fue asumido por el sector público, lo cual
permitió durante varias décadas el acceso de las clases medias y bajas a la educación
superior. Ese formidable esfuerzo de inversión, sin embargo, no dio los resultados
deseados32. Si bien es cierto que de 270 mil estudiantes en la década de los 50, se pasó a
8 millones en 1994 y el número de instituciones aumentó en el mismo período, de 75 a
más de 5 mil, 33 ese incremento cuantitativo no se correspondió con el aumento de la
calidad de la educación, sino por el contrario, con el deterioro y el estancamiento de
ésta. A ello se añade que en los últimos años América Latina llegó a ser la única región
del mundo que invirtió menos como promedio por alumno matriculado en la educación
superior;34 y en el año 2000 existían en el continente 220 millones de pobres, 20
millones más que la década anterior35.
De modo que para las universidades de inspiración ignaciana es un reto
responder a los innumerables problemas humanos y socioeconómicos del Continente,
aunando y coordinando esfuerzos.

¿Qué es AUSJAL?

En una reunión de rectores con el General de los jesuitas el 10 de noviembre de


1985 se fundó AUSJAL36, un organismo de carácter internacional y voluntario que
congrega a todas las universidades y facultades confiadas a la Compañía de Jesús en
América Latina. Cada uno de esos centros de educación superior es jurídicamente
independiente, pero con la ventaja de contar con una centenaria tradición educativa
común, y una misma raíz cristiana.

Objetivos y líneas de acción

Los objetivos y líneas de acción de AUSJAL, son los siguientes:

1) La formación integral de los estudiantes con énfasis en los valores y el


compromiso social por la vida, en sociedades marcadas por la pobreza y la exclusión.
2) La formación continua de docentes, investigadores y personal administrativo
para su participación en los ideales de la universidad y en compromiso institucional, de
acuerdo a su fundacional inspiración cristiana e ignaciana;
3) La centralidad de la persona humana en los procesos de enseñanza –
aprendizaje y en la investigación;
4) La alta calidad científica y agudo sentido de la aplicación de los estudios a fin
de lograr incrementar las capacidades organizativas y de productividad social en la
actividad pública y privada37.

32
Desafíos de América Latina... p. 20.
33
TÜNNERMANN, Carlos: La declaración mundial sobre la educación superior en el siglo XXI: Una
lectura desde el América Latina y el Caribe, en Educación Superior y Sociedad, Vol. 10, N°1 (1999): 13-
14.
34
Ibídem, p. 15.
35
Ver: MORENO MOLINA, Agustín: “Consideraciones críticas sobre las universidades venezolanas
financiadas con fondos públicos”, en: ITER Revista de Teología, 27 (2002): 143-144.
36
Asociación de Universidades Confiadas a la Compañía de Jesús en América Latina.
37
Ver: http://www.ausjal.org
15

Esas líneas de acción surgieron como producto de diversas reuniones entre 1990
y 1995, en las que se fue elaborando un ideario básico común a todas las Universidades
vinculadas a la Compañía, que dio como resultado el documento Desafíos de América
Latina y Propuesta Educativa38, el cual responde a la preocupación por redefinir el
papel de esas universidades en el contexto social de la región.
Dicho documento, en su primera parte, formula algunos señalamientos respecto
a la realidad del continente y retrata sus grandes males estructurales: la pobreza, que se
refleja en el retroceso vivido en las últimas décadas; la deuda externa, cuyo monto no
permite una capacidad de pago razonable y justo; las condiciones políticas, de
regímenes democráticos en muchos casos decadentes bajo el influjo del clientelismo y
la corrupción; y una economía que no integra debidamente las políticas sociales39.
Precisamente, “en este nuevo contexto las sociedades latinoamericanas necesitan
repensar muchas cosas que eran lugares comunes y parecían obvias. Para pasar de la
actual pobreza, injusticia y frustración pública a sociedades más justas y de más calidad
de vida no basta la denuncia tradicional, ni las promesas populistas de los partidos, ni
las ilusiones de nuevos y globales sistemas sociales idealizados o la nueva prédica
ideologizante del mercado, es necesario un incremento radical de la capacidad
humana productiva y organizativa de nuestras sociedades orientada y animada
por nuevos valores de solidaridad que permitan mejores posibilidades de
producción de bienestar interno y de negociación realista a nivel internacional.”40.
La clave fundamental para alcanzar esos objetivos es la formación humana a
todos los niveles y “la generación de amplios movimientos sociales con nuevos
enfoques sobre el Estado y la vida pública y sobre el hecho productivo”.
No es suficiente la denuncia de nuestros problemas y es un error contentarnos
con echar la culpa a las grandes potencias o a las empresas transnacionales, aunque
exista razón para ello. “Es fundamentalmente responsabilidad de nuestros países la
recuperación del Estado, del sentido de lo público, de la eficacia y de la honestidad de
sus servicios que con tanta urgencia necesitamos.”41
El reto, entonces, está en no ver la educación como un medio de acceso a una
riqueza existente, sino como formación para producir la riqueza que no existe. “Riqueza
que no es oro ni plata, sino vida ciudadana con convivencia de calidad y con bienes y
servicios que necesitamos.”42 Porque si bien es cierto que la inversión extranjera es
“absolutamente necesaria” en nuestros países; si se quiere combatir la pobreza, los
recursos naturales y la fuerza de trabajo no son suficientes, sino la acumulación
tecnológica basada en la intensidad del conocimiento. “Un país no se desarrolla porque
tenga muchos recursos naturales y mano de obra barata, sino por el talento humano
expresado en ciencia, tecnología y organización. El elemento fundamental es la
capacidad del talento humano para producir valor agregado”.43

38
Según el padre Jorge Hoyos, S.J., Secretario Ejecutivo de AUSJAL, se dieron tres asambleas de
rectores, en Quito, Caracas y Georgetown para la elaboración del documento, pero el “trabajo de fondo lo
realizó con paciencia y sabiduría el Padre Ugalde”, rector de la Universidad Católica Andrés Bello. La
primera edición en Venezuela es de la Universidad Católica Andrés Bello 1995. Para este trabajo estamos
citando conforme a segunda la edición, del año 2000. Ver: “Desafíos de América Latina....”, p. 1.
39
Ibídem, pp. 11 y ss.
40
Ibídem, p. 15 (En negrillas el original).
41
Ibídem, p. 16.
42
Idem.
43
Ibídem, p. 17.
16

Misión de AUSJAL

Fortalecer la articulación en red de sus asociados con el fin de impulsar la


formación integral de los estudiantes, la formación continua de los académicos y
colaboradores, en la inspiración cristiana e identidad ignaciana, la investigación que incida
en políticas públicas, en los temas que le son propios como universidades jesuitas, y la
colaboración con otras redes o sectores de la Compañía de Jesús. Todo esto como
realización de la labor de las universidades al servicio de la fe, la promoción de la justicia y
el cuidado del ambiente.

Visión

El objetivo de AUSJAL en los próximos años, es constituirse en la Red:

1. Más significativa para sus miembros en los temas clave para su identidad y misión
apostólica en América Latina y el Caribe.

2. De referencia internacional por sus aportes académicos e incidencia en políticas


públicas, en los temas que le son propios.

3. Con una organización dinámica que fomenta la cooperación entre sus miembros, de
forma que los objetivos de cada uno converjan y potencien los de toda la Asociación y
viceversa.

Actividades complementarias

1. Luego de la lectura anterior destaque los aspectos más importantes de AUSJAL en el contexto de la
realidad sociopolítica de América Latina.

2. Investigue qué oportunidades en el orden de la formación integral ofrece AUSJAL para el estudiante
ucabista.

5. LA UNIVERSIDAD CATÓLICA ANDRÉS BELLO

En el mes de octubre de 1953 se inauguró la que nació con el nombre de


“Universidad Católica de Venezuela”. Feliz realización de una importante obra
educacional de la Iglesia venezolana y una muestra del liderazgo poco a poco alcanzado
en la sociedad.
La iniciativa había brotado el 20 de octubre de 1951 durante la Conferencia
Episcopal celebrada en Mérida. En la Pastoral con motivo de esa reunión los Obispos
escribieron lo siguiente: “Ahora hemos decidido poner la corona a todos esos esfuerzos,
y para ello hemos decretado la creación de una Universidad Católica. En tal forma, los
alumnos que iniciaron y prosiguieron su formación en nuestros Colegios, podrán
completarla en un centro de Alta Cultura, informado por los principios de la fe cristiana.
Pero no sólo en favor de esos alumnos habrá de funcionar este Instituto: sus puertas
estarán siempre abiertas para todos los jóvenes que a ella se acerquen”.44

44
Conferencia Episcopal Venezolana, Cartas, Instrucciones y Mensajes, Tomo 1-A, Introducción, y
compilación por Baltazar Porras Cardozo, Universidad Católica Andrés Bello – Centro Venezolano de
Historia Eclesiástica, Caracas 1978, p. 233.
17

La tarea de llevar a cabo la obra fue confiada a la Compañía de Jesús, dada su


amplia experiencia en el campo de la educación superior en otras partes del mundo. En
los distintos sectores del país, la idea fue acogida favorablemente, aunque en el seno
del Gobierno la mayoría se inclinaba por no autorizar a los jesuitas a tener una
universidad “confesional”; un prejuicio que la historia posterior se encargó de refutar.
Durante dos años se celebraron reuniones con las autoridades educacionales;
algunas se tenían en la Nunciatura Apostólica a donde acudía el Ministro de Educación
y el padre jesuita Carlos Guillermo Plaza, encargado de llevar adelante el proyecto
debido a sus altas credenciales académicas; y otros encuentros se efectuaban en el
Ministerio de Educación o el Palacio Presidencial, pero sin resultados apreciables. Una
feliz coincidencia vino a facilitar más las conversaciones, como fue el nombramiento
del nuevo Ministro de Educación, quien como buen católico y amigo de los jesuitas,
respaldó decididamente el proyecto. Este nuevo funcionario - el Dr. José Loreto
Arismendi - puso todo su empeño en asegurar su la existencia de la nueva institución
educativa en las circunstancias legales más propicias.45 De inmediato, a través de
múltiples conversaciones, quedaron establecidos los puntos fundamentales en un
Estatuto para las Universidades Privadas.46 Con la creación, pocos días antes de la
Universidad Santa María, la educación superior privada, en el lapso de los próximos
cinco años, pasó a tener el 20 % de total de estudiantes del país.47
En su discurso inaugural, el primer rector (Carlos G. Plaza, s. j.) expresó que la
Universidad Católica de Venezuela señalaba una nueva era en los anales de la
Educación: “...significa que a la iniciativa privada -esa fecunda fuente del progreso
nacional- se le abre un nuevo cauce por donde corra y se despliegue; significa que a la
Iglesia Católica se le reconoce en su derecho de enseñar, no sólo en las primeras etapas
de la educación, sino también donde culmina la formación del ser humano; significa que
Venezuela aprecia y estimula la educación católica, ya que ha sido unánime la
expectativa, franca y entusiasta la actitud de los venezolanos, al difundirse la buena
nueva de la fundación de la Universidad Católica de Venezuela”.48
El propio ministro de Educación, al consignar en la Memoria del departamento
la apertura de las dos universidades privadas escribió lo siguiente: “Esta ampliación del
campo de actividad de la enseñanza privada, que constituye el reconocimiento por parte
del Estado a la magnífica llevada a cabo en el país, por la iniciativa particular en el ramo
de la instrucción, permite desahogar las Universidades Nacionales, en virtud del
creciente número de estudiantes y establecerá una saludable competencia que
redundará, a no dudarlo, en la mejor preparación de los profesionales liberales”49.
El padre Carlos Guillermo Plaza, instó al gobierno a autorizar el cambio de
nombre, que fue adoptado un año después, el 7 de julio de 1954 como Universidad
Católica Andrés Bello Después del padre Plaza, ocuparon el cargo rectoral los
sacerdotes jesuitas Pedro Pablo Barnola (1955-1959), Carlos Reyna (1959-1969) y Pío
Bello (1969-1972), y el ingeniero Guido Arnal (1972-1990). Desde 1990 hasta el 2010
el padre Luis Ugalde s.j. Actualmente el rector es el padre Francisco José Virtuoso, s.j.
En sus inicios, la UCAB estuvo ubicada en la esquina de Jesuitas en el centro
de Caracas. En 1965 fue mudada a Montalbán, donde a través de los años ha ido

45
Noticias de la Viceprovincia de Venezuela. Enero de 1954.
46
Un documentado estudio sobre el origen de la universidad: YEPEZ CASTILLO, Áureo: La
Universidad Católica Andrés Bello en el marco Histórico-Educativo de los jesuitas en Venezuela. UCAB,
Caracas 1994.
47
STAMBOULI, Andrés: La crisis y caída de la dictadura de Pérez Jiménez, en Politeia 7 (1978): 132.
48
Ibid., p. 450.
49
En: FERNANANDEZ HERES, Rafael: Memoria de cien años. Tomo V, pp. 813.
18

ampliando sus instalaciones, al mismo tiempo que su presencia en otras regiones del
país. Efectivamente, su primera extensión fue en San Cristóbal, hoy Universidad
Católica del Táchira; luego la extensión de Los Teques, y los núcleos de Coro y
Guayana.

El Estatuto Orgánico de la UCAB

Este documento, de necesaria lectura para todo ucabista, plantea la naturaleza y


fines de la UCAB en concordancia con la vigente Ley de Universidades. Dice que la
Universidad Católica Andrés Bello es una institución sin fines de lucro, una comunidad
de intereses espirituales cuyos fines y objetivos son los de reunir a “autoridades,
profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores
trascendentes del hombre”50.

Lo que la hace distinta de otra institución similar51

a. Contribuir a la formación integral de la juventud universitaria, en su aspecto


personal y comunitario, dentro de la concepción cristiana de la vida.
b. Esforzarse por acelerar el proceso de desarrollo nacional, creando conciencia de
su problemática y promoviendo la voluntad de desarrollo. Por lo mismo
concederá especial importancia a la promoción de los recursos humanos y
particularmente a la juventud, a fin de lograr la promoción de todo el hombre y
de todos los hombres.
c. Trabajar por la integración de América Latina y por salvaguardar y enriquecer su
común patrimonio histórico-cultural; por la mutua comprensión y acercamiento
de los pueblos de nuestro continente; por la implantación de la justicia social;
por separación de los prejuicios y contraste que dividen y separan las naciones, y
por es establecimiento de la paz fundada en hondo humanismo ecuménico.
d. Irradiar su acción, especialmente en los sectores más marginados de la
comunidad nacional.
e. Promover el diálogo de las Ciencias entre sí y de estas con la Filosofía y la
Teología, a fin de lograr un saber superior, universal y comprensivo, que llene
de sentido el quehacer universitario.

Actividades complementarias
1.¿Cúal fue el aporte de la Iglesia católica a la sociedad venezolana con la creación de la UCAB?
2.A partir del Estatuto Orgánico, según su opinión ¿Cuáles de las directrices en el recuadro tienen mayor
vigencia para la sociedad venezolana actual?

50
Artículo 6.
51
Artículo 5.
19

6. RETOS DE LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS

La ética profesional

Los puestos de trabajo necesitan profesionales bien formados técnicamente,


provistos de actitudes para la toma de decisiones, e iniciativa para abordar situaciones
novedosas e inesperadas, como exige la competitiva realidad del mercado laboral. Pero
ese profesional tendrá que estar provisto, al mismo tiempo, de otras herramientas
específicas que le permitan ejercer su profesión cabalmente. El ingeniero que supervisa
una obra, el médico que atiende al pacientes de un hospital, el abogado que tiene entre
manos el destino del acusado, y el administrador que procede con pulcritud necesitan
referentes valorativos o criterios morales que orienten su actividad profesional hacia el
bien. Ordinariamente, los errores de omisión, la indolencia en el cumplimiento del
trabajo, la injusticia y la irresponsabilidad traen consecuencias negativas, que resultan
fatales para los más débiles de la sociedad. Al mismo tiempo hay que señalar lo
siguiente: no siempre el error es atribuible a la falta de pericia técnica o a la deficiente
formación académica. La excelente preparación intelectual y la destreza resultan
igualmente indeseables si no están acompañadas de honestidad y rectitud, de
responsabilidad y respeto, de solidaridad y tolerancia. La universidad está llamada a
insistir en la ética, y en la riqueza de los valores del Evangelio, no como realidades
añadidas u opcionales sino como propuesta de vida más plena y comprometida en el
trabajo por un mundo mejor.

No perder el objetivo

La universidad se enfrente a dos grandes desafíos casi desbordantes: un sistema


económico que ha generado grandes niveles de dependencia, tanto desde el punto de
vista de la creación de necesidades profundamente materialistas, hasta la constitución de
centros de poder desde los cuales se pretende intervenir en la vida universitaria para
orientar las investigaciones u otras actividades alejándolas de su legítimos objetivos. La
concepción cristiana de la utilización de los bienes y su importancia dentro de una
visión integral y equilibrada de la persona, le sale al paso y se confronta con estas
desviaciones que atentan a la dignidad de cada ser humano al crear estructuras muy
desiguales, altos niveles de hedonismo y consumismo, entre otras desviaciones. En este
sentido el General de la Compañía de Jesús, padre Adolfo Nicolás, s.j. alerta sobre ese
peligro: “… la universidad, de ser concebida como lugar de búsqueda del conocimiento
camina hacia una universidad casi exclusivamente profesionalizante. El conocimiento
ha dejado de ser un fin en sí mismo y se ha convertido en una mercancía susceptible de
ser vendida y comprada. Esto provoca la consiguiente desvalorización de las disciplinas
que tienen poco que ofrecer al mundo comercial. Además, el conocimiento actual se
caracteriza por ser transdisciplinar, cambiante y socialmente adaptado a las necesidades
y prioridades de la industria y del mercado”52.
El otro desafío es contra la hegemonía del Estado que pretende copar todos los
espacios e imponer un modelo socioeconómico excluyente de la libertad de
pensamiento, un auténtico contrasentido si entendemos que tarea primordial del
quehacer universitario es la búsqueda de la verdad.

52
“Lección Inaugural del curso académico 2011-2012 de la Universidad de Deusto, 9 de septiembre de
2011.
20

La centralidad de la persona

Esta visión que prioriza a la persona por encima de cualquier otro interés, sea
económico o político, conlleva grandes cambios en la estructura de la universidad. Por
un lado, la hace más flexible, porque la misma universidad se configura pensando en
cada persona que debe formar, la desburocratiza en su estructura, la sensibiliza frente a
las necesidades de su entorno – y entonces la vuelca a considerar nuevos aportes al
desarrollo de las personas y así volcarse en un verdadero servicio a las comunidades-, la
conduce a ofrecer desde la investigación y la enseñanza, una formación integral y de
excelencia, entre tantas otras. En fin, aunque no es un aporte que sólo está presente en la
experiencia cristiana, ella lo posee como parte fundamental de su identidad, y desde el
diálogo con la academia, perfectamente puede traducirse en un aporte concreto que
desemboca en muchos otros.

La calidad de la enseñanza

En términos generales, la calidad de una institución universitaria radica en la


capacidad para lograr el mayor desarrollo intelectual, afectivo, personal y social de
estudiantes y profesores, en un ambiente de productividad científica, y con mecanismos
claros para evaluar los distintos desempeños. Estas consideraciones se insertan en la
responsabilidad social de la Universidad, puesto que el desarrollo científico tiene mucho
que ver con la productividad, puesta de manifiesto en la creación de bienes y servicios
para el mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad.

La integración entre fe y ciencia

En marco del respeto y de la libertad de conciencia, la universidad tiene la


obligación de crear un ambiente para el crecimiento de la experiencia religiosa a través
de actividades pastorales, cursos de formación, retiros espirituales, etc., mediante los
cuales cada universitario pueda desarrollar sus convicciones de fe.

La solidaridad social

De nada sirve todo lo anterior sin un compromiso ético con los sectores más
necesitados de la sociedad, en la defensa de la vida, de la justicia y de la equidad. Dice
la “Ex Corde Ecclesiae” que el espíritu cristiano de servicio a los demás en la
promoción social debe ser compartido por los profesores y fomentado entre los
estudiantes53.

La globalización

Este fenómeno de la globalización está representando un desafío enorme a la


universidad actual, especialmente en dos aspectos de una misma cara: la utilización del
internet como medio virtual formativo - que en varias ocasiones tiende a presentarse
como alternativo a la universidad concreta y física -, y como acceso al universo de
conocimientos que ponen en crisis lo transmitido en formas convencionales–
especialmente a los contenidos que el docente normalmente exponía y que ahora son
confrontados -. Este fenómeno, así como ha abierto nuevas alternativas virtuales de

53
Conferencia Episcopal Venezolana, Documentos de la Iglesia sobre pastoral universitaria, p. 23.
21

formación dentro de las mismas universidades, ha puesto también en crisis la


actualización y el juicio ético de estos medios frente a lo tradicional. En esto, también la
propuesta cristiana tiene una palabra orientativa, especialmente desde lo ético,
reclamando el uso adecuado y también los límites de los medios que a veces pretenden
ser fines, y colocarlos en su justa medida desde una visión centrada en la persona, su
dignidad y rol en la sociedad, como transmisora de conocimiento y vínculo fundamental
para la realización personal.

Actividades
Además de esos retos, ¿Cuáles otros propone usted a la luz de los documentos eclesiásticos antes
mencionados?

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