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Reporte de lectura de Razón y valores en la Era científico-tecnológica,

capítulo 7, por Nicholas Rescher

Diego Magaña Ballesteros


Filosofía, 6to semestre
Filosofía social de la ciencia

7. SOBRE LOS LÍMITES ÉTICOS DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA


7.1. Posiciones acerca del control de la investigación científica.
El problema estrictamente ético de la labor científica debe ser, a fin de ser captado
en toda su complejidad, desglosado en tres líneas generales:
a) Panregulación. Si partimos del hecho de que «saber es poder», y
prescribimos la tesis de que toda clase de poder debe estar siempre
regulado, entonces tenemos que el conocimiento científico que, de suyo,
constituye una clase de conocimiento realmente sensible, debe someterse a
un sistema normativo externo que regule la actividad científica en miras a
que ella no actúe fuera de la ética.
b) Dejar hacer. Habrá que poner en revisión esa opinión tan ampliamente
difundida que nos dice que el conocimiento no puede ser regulado ni
supervisado puesto que constituye un bien en su totalidad y someterlo a
regímenes externos resultaría en un deterioro del mismo ejercicio científico.
c) Centrismo u opción moderada. La tesis media entre afirmar que la ciencia no
debería someterse a ninguna forma de regulación externa de su actividad y
la que dice que ella debe estar sujeta a los mandatos de un poder o sistema
particular reza que la ciencia debe ser considerada como un bien entre
tantos, producto de una actividad humana entre tantas, que debe ser
regulada con el fin de asegurarse que su actuar no abandone los límites de
la racionalidad y que obre siempre en la búsqueda del bien común.
7.2. Los límites éticos están en relación con diferentes aspectos del
conocimiento.
Hay tres formas en que se relacionan las prohibiciones éticas respecto del
conocimiento.
a) Los conjuntos organizados de datos. El primer tipo de prohibición alude a las
fuentes a partir de las cuales se pretende obtener conocimiento, y se plantea
como inaceptable cualquier fuente que obtenga sus resultados actuando
fuera de las normas éticas establecidas.
b) Los temas de investigación. El segundo tipo de prohibición establece que no
se debe permitir el ejercicio de la ciencia cuando se elija como su objeto de
estudio algún fenómeno o ente que amenace los principios racionales de la
moral universal del bien común, como lo puede ser el desarrollo de armas.
c) Los métodos o procedimientos de investigación. Por último, aún si el tema de
estudio no constituye como tal una amenaza para el ideal del bien común, la
ciencia no podrá operar cuando los medios que utilice para la consecución
de determinado fin constituyan alguna clase de mal o violenten por sí mismos
el ideal mencionado.
7.3. ¿Puede el conocimiento, como tal, ser éticamente inapropiado?
Si pensamos que existen modos no éticos de obtener conocimiento y fines dañinos
que se pueden perseguir en nombre del conocimiento, resulta igualmente pertinente
pensar en la posibilidad de que exista algún tipo de conocimiento cuya posesión
resulte un acto no ético, esto es, que la pura tenencia de cierto conocimiento o cierta
información pueda considerarse en sí misma como un acto malo.
Desde luego puede existir cierto tipo de conocimiento al cual se pueda dar
un mal uso, como la información personal, que puede ser usada con fines
meramente administrativos o pueda utilizarse para perjudicar a alguien. Razón por
la cual podemos pensar que la posesión del conocimiento no constituye a priori una
falta moral, sino que ésta puede venir en cuanto decidimos hacer mal uso de cierto
conocimiento o de cierta información.
7.4. El conocimiento es sólo un bien entre otros.
El problema de la maldad o de la bondad intrínseca de la ciencia es improcedente
en cuanto la consideramos como un acto humano, un acto humano entre muchos
otros, para lo cual tres puntos resultan importante:
a) La investigación es una actividad humana. Por lo que su carácter moral no
es algo que deba decidirse a priori, sino mediante la adecuación práctica de
su ejercicio a los estándares morales establecidos racionalmente según la
lógica del bien común.
b) La apuesta en favor del conocimiento merece ser reconocida. Pues el
conocimiento científico es la clave primaria desde la cual es posible pensar
al ser humano en términos de evolución. Asimismo es necesario dar cuenta
de que este conocimiento nos presenta opciones sumamente destacables
como respuesta a la mayor parte de las problemáticas que enfrentamos hoy
en día como especie y como individuos.
c) Vivimos en un mundo gris. Razón por la cual la inclinación positiva o
negativas de los actos, de las teorías o de las intenciones debe ser registrada
desde estándares universales establecidos mediante acuerdos racionales
entre los hombres.
7.5. Coda: marco de reflexión y relevancia del conocimiento.
A manera de conclusión podemos resaltar una vez más el valor del conocimiento y
del conocimiento científico, pues si bien se ha establecido que la ciencia comporta
un bien entre muchos, este bien ocupa un lugar especial en tanto que es condición
de posibilidad de muchos otros bienes posibles, por lo que sin afirmar su absoluta
superioridad, debe reconocerse el singular papel que juega en nuestra
conformación como homo sapiens.
Resulta de suma importancia mencionar, por otro lado, que la idea de una
«prohibición del conocimiento», sin más, es sumamente problemática y puede llegar
a asociarse casi de forma automática con regímenes totalitaristas y partidarios de
la censura intelectual, por lo que resulta de vital importancia asegurarnos de que las
restricciones éticas que se propongan estén siempre guiadas y sustentadas según
la actividad racional y de la búsqueda del ideal ético del bien común

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