Magistrado Ponente:
Dr. JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES
Santafé de Bogotá, D.C., treinta (30) de junio de mil novecientos noventa y ocho (1998)
Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por la parte demandante contra la sentencia de
nueve (9) de noviembre de mil novecientos noventa y tres (1993), proferida por la Sala de Familia del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali, dentro del proceso ordinario seguido por la señora PAULINA GARCES ORTIZ
frente al señor JORGE ANTONIO HERNANDEZ MISAS.
ANTECEDENTES
1.- Mediante demanda que le correspondió conocer al Juzgado Octavo de Familia de Cali,
la demandante formuló las siguientes Pretensiones Principales: 1o.) Que se declare que el demandado, padre
legítimo de Gustavo Hernández Garcés - ya fallecido -, es indigno de herederarlo de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 1025-3o. del C. Civil, puesto que lo abandonó, al igual que a los otros hijos, desde el mes de julio de
1952. 2o.) Que, consecuentemente, se declare que el demandado carece de todo derecho a heredarlo. 3o. Que se
condene al demandado a pagar las costas judiciales.
De modo subsidiario, pidió: 1o.) Que se declare que el demandado ha sido desheredado
por su hijo Gustavo Hernández Garcés, ya fallecido, al tenor de lo dispuesto en el artículo 1266-2a. del C. Civil,
según su declaración de voluntad que consta en carta dirigida a su madre Paulina Garcés Ortiz contentiva de su
último testamento. Subsecuentemente, que se declare que el demandado carece de todo derecho a heredar al
referido hijo.
a. Que Jorge Antonio de Jesús Hernández Misas y Paulina Garcés Ortiz son
cónyuges entre sí, separados de bienes, y que la respectiva sociedad conyugal fue liquidada por medio de la
escritura pública No. 2815 de agosto 31 de 1981, otorgada en la Notaría 10a. de Cali. Que de esa unión nacieron
Jorge, Inés, Edith, Stella, Gustavo y Diego Hernández Garcés.
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demás hijos. Que desde antes de que ello ocurriera, el demandado venía sosteniendo relaciones sexuales
extramatrimoniales con Carmen Elisa Rojas, con quien tuvo tres hijos llamados Jairo, Julián y María del Socorro; y
que cuando visitaba a su esposa legítima lo hacía para sustraer dinero u otros bienes.
d. Que Gustavo Hernández Garcés dejó una declaración de última voluntad que
constituye su testamento, mediante la cual censura el abandono de su padre.
4.- Después de rituado el proceso, el juez de primera instancia dictó sentencia en la que
declaró probada dicha tacha de falsedad y negó todas las pretensiones de la demandante. La parte afectada por
tal providencia, interpuso el recurso de apelación, sin obtener éxito toda vez que el Tribunal confirmó la decisión
impugnada.
1.- En la parte considerativa, el ad quem comienza por decir que la indignidad "es una
pena que se impone al heredero o legatario en quien se advierta la configuración de una causal que la estructura,
hecho que lo priva del derecho hereditario, tal como lo pregona el artículo 1025 del Código Civil".
2.- Después de transcribir dicha norma, el sentenciador asevera que la demanda tiene
como fin primordial, que se declare la indignidad del heredero Jorge Antonio de Jesús Hernández Misas en relación
con el causante, su hijo legítimo, Gustavo Hernández Garcés, con base en la causal 3a. del artículo 1025 del C. Civil,
respecto de la cual se exigen dos "requisitos": a) Cuando siendo demente el causante, el consanguíneo dentro del
sexto grado, inclusive, no lo socorrió, pudiendo; y b) Cuando en estado de destitución, es decir, en el de abandono
y pobreza, no le dio la ayuda requerida.
Dice a continuación, que es del caso analizar cada uno de tales “requisitos” dado que en la
demanda se invoca el abandono de que fuera víctima Gustavo Hernández, desde su niñez, por parte de su padre.
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3.- Situado el fallador en el campo probatorio, señala que, a petición de la
demandante, declararon: Jorge, Stella, Edith y Diego Hernández Garcés; Inés Hernández de Morales, María
Esneda Salinas, Fabiola Mesa de Iglesias, José Ignacio Carvajal Peña, Rodolfo de Jesús Sinisterra, Cilia María Ortiz
Triviño, Judith Ledesma de Almazán, Graciela Morales de Angulo y Mimi del Rosario Mesa de Martínez; y que a
solicitud del demandado, lo hicieron: María del Socorro, Jairo y Julián Hernández Rojas, Luis Carlos García
Betancourth, Jesús Antonio Gaviria Rojas, José Joaquín Pedroza Zea y Hernando Nicholls.
Después de resumir los dichos de los testigos citados, entre los que se destacan las
declaraciones de los hijos legítimos del matrimonio Hernández Garcés, quienes dan cuenta del abandono
imputado al demandado, y la de los hijos extramatrimoniales de éste, quienes vierten una opinión favorable al
comportamiento de su padre, el Tribunal explica, con apoyo en la doctrina, que la causal alegada no se refiere a
aquella falta de socorro que ocasiona el fallecimiento de la persona de cuya sucesión se trata, sino que
"comprende las demás omisiones de socorro graves y que habrían podido cumplirse" y que para ello es
indispensable que el causante hubiese necesitado de ayuda y auxilio porque carecía de medios necesarios de
subsistencia material o moral y que el obligado tuviese los recursos para poder suministrar dicho apoyo. Añade,
que la falta de socorro "debe ser calificada por el juzgador, pero deberá ser de tal magnitud que demerite a la
persona para suceder al causante, tal como sería en el caso de los padres que omiten, total o parcialmente, pero,
en todo caso, considerable o grave, la ayuda para con sus hijos".
Con base en esas premisas, el fallador afirma que "en el debate probatorio no se logró
demostrar la causal enrostrada al demandado en la magnitud, consideración y gravedad señaladas. Antes bien, por
el contrario, se observa el desprendimiento material del señor Jorge Antonio de Jesús Hernández Misas al aceptar
la liquidación de la sociedad conyugal en los términos consignados en la escritura pública No. 2815 de 31 de agosto
de 1981 de la Notaría 10 de Cali. Es de anotar que el bien referenciado fue obtenido durante el matrimonio según
se vislumbra por la fecha de adquisición. Tampoco se desvirtuó lo afirmado por el demandado en el interrogatorio
a que fue sometido en la audiencia de 28 de abril de 1992 en el Juzgado 8 de Familia, acerca del automóvil de
servicio público con el que quedó la señora Paulina cuando ocurrió la separación, cuyo producido lo recibía la
demandante. Ahora bien, la fotografía que aparece a folio 41 del cuaderno principal, que fue puesta de presente a
la señora Paulina Garcés de Hernández, y donde aparecen Gustavo, Jorge, Diego y Felipe el hijo de Diego, según lo
manifestado por la misma señora, es significativa de buenas relaciones entre el padre y los descendientes".
Para prohijar la decisión del a quo que declaró impróspera la pretensión de declaratoria
de indignidad, el sentenciador remata afirmando que "el problema en el asunto que nos ocupa, es en el fondo
eminentemente sentimental entre dos familias una legítima y otra extramatrimonial, la primera no acepta que se
diera la segunda; en tanto que la familia legítima presenta una imagen negativa del padre, la familia
extramatrimonial precisa lo contrario”. Y termina diciendo que: "No cualquier incumplimiento de deberes conlleva
la falta de mérito para recibir la asignación testamentaria, sino únicamente aquellos (sic) que lleguen a configurar
las causales previstas en la ley".
4.- Por último, el Tribunal tampoco le abrió paso a la acción de desheredamiento, porque
se probó la tacha de falsedad propuesta contra el escrito traído como prueba del mismo y porque de todas
maneras dicho documento "no es un asomo de testamento".
LA DEMANDA DE CASACION
CARGO UNICO
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Con apoyo en la causal primera de casación contemplada en el artículo 368 del C. de P.C.,
se acusa la sentencia impugnada de haber infringido el artículo 1025-3o. del C. Civil, como consecuencia de los
errores de hecho manifiestos en la apreciación de las pruebas.
En la sustentación del cargo se dice que las pruebas indicadas se transcribieron de modo
fragmentario, sin su contenido real, "haciendo decir lo que no dicen los testigos e indicando que no dijeron lo que
si dijeron, razón por la que no se dio por acreditados los hechos en que se funda la demanda"; por ende, se dejó
de aplicar el precepto que se cita como infringido.
3o.) Reproduce textos de la declaración de Stella Hernández Garcés (Fl. 4), donde
ésta dice que su padre "se fue de la casa definitivamente el 14 de julio de 1952"; que después nunca volvió a la
casa ni a ayudarnos; tampoco tenía buenas relaciones con Gustavo; y que la foto insertada al expediente "será la
única que tiene de nosotros".
4o.) Cita la declaración de María Esneda Salinas (Fl. 7), vecina de los esposos
Hernández-Garcés, quien asevera que el abandono en cuestión ocurrió desde el año de 1952 y que no les volvió a
dar nada a su esposa ni a sus hijos. Más adelante, trae apartes de la versión de Cilia María Ortiz Triviño (Fl. 26)
vertida en similares términos.
5o) Menciona pasajes de lo narrado por Fabiola Mesa de Iglesias (Fl. 9 vuelto),
donde afirma que conoció a Paulina Garcés por el año de 1959 y cómo ella trabajaba para sacar adelante a sus
hijos; y de la exposición hecha por Mimi del Rosario Mesa (Fl. 36), hermana de la citada Fabiola Mesa, por cuyo
intermedio conoció de la separación de los esposos Hernández- Garcés.
6o.) Transcribe fragmentos de lo manifestado por José Ignacio Carvajal (Fl. 12),
quien asegura que cuando llegó de vecino al barrio, ya el matrimonio Hernández Garcés estaba deshecho y el
señor Jorge no vivía allí; que a doña Paulina le tocaba trabajar mucho y que según se decía, "el señor Hernández
nunca les volvió ayudar, esto no me consta"; en fin, que fue vecino de doña Paulina y sus hijos durante 10 años.
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7o.) Se refiere al dicho de Rodolfo de Jesús Sinisterra Sánchez (Fl. 13 vuelto), quien
manifiesta que trató a doña Paulina desde hace unos 25 atrás, por ello le consta que con su trabajo atendía a la
subsistencia del hogar. No conoce al demandado ni sabe si asistió o no a su familia. Más adelante, la censura
menciona la declaración de Judith Ledesma de Almazán ( Fl. 27, vto.), en cuanto dijo conocer a doña Paulina desde
el año de 1965; añade el impugnante que no interrogó a la declarante Graciela Morales de Angulo (Fl. 28), por
considerar suficientemente calificados los testimonios vertidos por los hijos del demandado. Posteriormente, cita
apartes de la versión rendida por Luis Carlos García Betancur (Fl. 38), para decir que su dicho nada contraprueba
respecto de los hechos de la demanda.
9o.) Señala apartes de la declaración de Diego Hernández Garcés (Fl. 32), quien
narra que sus estudios "los costearon mi madre y mi hermana Edith, y mi tía María en Nemocón" .
10o.) Aduce que el Tribunal dejó de ver los registros civiles de nacimiento de los
tres hijos extramatrimoniales del demandado (C. Principal, fls. 6, 7 y 8), documentos con los cuales se demuestra
que éste abandonó el hogar por otra mujer, dejando en el desamparo a su hijo Gustavo.
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Por todo lo anterior, el recurrente solicita la quiebra del fallo impugnado y que se
decrete la indignidad del demandado para suceder a su hijo Gustavo Hernández Garcés, cuyo proceso de sucesión
cursa en el Juzgado 8o. de Familia de Cali.
SE CONSIDERA:
1.- La indignidad es una sanción de orden civil que se le impone al heredero que
culpablemente ha inferido agravio al causante o a su memoria, por los motivos taxativamente considerados en la
ley. Según el artículo 1031 del C. Civil, debe ser declarada judicialmente para que pueda producir el efecto de
excluir al indigno de la herencia que le ha sido deferida por la ley o por el testamento.
2.- El motivo de indignidad consagrado en el artículo 1025-3 del Código Civil, se configura
en "El consaguíneo dentro del sexto grado inclusive que en el estado de...destitución de la persona de cuya
sucesión se trata, no la socorrió pudiendo", debiéndose entender que dicho estado se asimila al de privación
material o económica, o de pobreza, o de abandono físico o moral, en tanto que, como enseña la jurisprudencia,
el socorro que allí se reclama "no puede entenderse exclusivamente en sentido de prestación material, puesto que
puede ser más interesante la ayuda moral, la preocupación del consanguíneo para evitarle perjuicios de tal índole a
su pariente, dentro del grado señalado" (G.J., LXIV, 648).
3.- Siguiendo ese rumbo, se configura la causal de indignidad comentada respecto de los
padres que pretendan suceder al hijo fallecido, sin parar mientes que en un momento dado de la vida lo privaron
injustificadamente de su protección física, moral o intelectual, mediando así violación de sus deberes de crianza,
alimentación y educación que les impone la ley.
Es decir, los padres pueden ser declarados indignos de heredar a sus hijos, si, pudiendo,
no los socorren en las necesidades primarias cuando se hallan en estado de privación o destitución, dado que son
quienes están obligados legal y moralmente a brindarles el soporte que aliente sus existencias; y, con mayores
veras, deberán sufrir el rigor de la pena civil de la indignidad, si, precisamente por su comportamiento, son quienes
han generado dicho estado al privarlos de apoyo o auxilio, por razón del abandono a que los someten. Es lo que
ocurre al padre o a la madre que, sin mediar causa justificativa de su proceder, abandonan el hogar y dejan a los
hijos menores, sin atender que ellos todavía se hallan bajo su cuidado y que requieren de su constante ayuda,
cortando así de un tajo, por su propia voluntad, las obligaciones que su condición les impone, como si asumirlas o
no fuera algo de su libre albedrío, cuando realmente no lo es.
Es indisputable que el hijo en tales circunstancias, queda privado o destituido de algo que
le pertenece, como es el auxilio o socorro a que tiene derecho por parte de sus padres; amparo que, en buena
medida, no puede ser brindado en integridad por otras personas, dada la naturaleza del vínculo paterno- filial.
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En esas circunstancias, el estado de destitución, privación o abandono -grave de por sí-,
en que se coloca al hijo por causa del padre que se aparta voluntariamente de cumplir los referidos deberes, no
desaparece, ni mengua, por el simple hecho de que la madre u otros parientes los asuman, sea que estos lo hagan
por cumplir, a su vez, una obligación legal propia, o por acatar un deber moral; la falta del padre, aun en ese caso,
habrá existido y será condigna de las sanciones de orden legal que correspondan; no se desvanece, entonces, por
el buen comportamiento y la generosidad de otros, ni, por ende, descaece en esa hipótesis el motivo de la
indignidad para suceder, fincado en el omisivo proceder del heredero frente al de cujus.
De otro lado, la situación comentada no varía por el hecho de que el heredero haya
observado después una conducta diferente, cuando ya por razón del tiempo se ha superado, de algún modo, el
estado de destitución que otrora reclamó su socorro, ni por la circunstancia de que sea remota en el tiempo la
ocurrencia de los hechos agraviantes que constituyen la causal de indignidad de la que se trata. Ni una ni otra
cosa, alcanzan a configurar el perdón de la falta o su decaimiento, puesto que la ley sólo impide la alegación de las
causas de indignidad en el evento de que existan disposiciones testamentarias en favor del indigno, posteriores a
los hechos que las producen - Art. 1030 C. Civil - y únicamente consagra su purga "en diez años de posesión de la
herencia o legado" (Art. 1031 íb.).
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5.- Con el propósito de examinar a fondo el cargo propuesto, importa recordar que el
error de hecho atañe a la contemplación objetiva de la prueba y se produce, en general, cuando no se da por
acreditado un hecho a pesar de existir en el proceso la prueba idónea del mismo, o porque al apreciar la prueba
del hecho, restringe o cercena su alcance real o contenido - error por preterición o cercenamiento -; o cuando se
da por demostrado un hecho , sin estarlo - error de hecho por suposición -. Esos yerros de apreciación deben ser,
claro está, manifiestos y trascendentes.
El ad quem, como se anotara, se limitó a resumir los testimonios, lo que indica que los
apreció objetivamente; después no especificó qué hechos atenuantes o excluyentes de los que configuran la
causal de indignidad alegada halló demostrados, sino que simplemente concluyó, con apoyo en ellos, que el
motivo aducido no fue acreditado en la magnitud, consideración y gravedad requeridas y por consiguiente, ignoró
el abandono del padre, el cual está debidamente demostrado, características todas estas que tocan con el aspecto
fáctico de la cuestión litigiosa.
En ese orden de ideas, atendido el alcance del motivo de indignidad previsto en el artículo
1025-3o. del C. Civil en la forma explicada en la introducción al estudio del cargo, se palpa que el fallador, a pesar
de haber visto la prueba testimonial sobre los hechos fundamentales en que se apoya la declaratoria de indignidad,
erró en la apreciación probatoria, produciendo una conclusión contraevidente, esto es, contraria a la realidad
fáctica denunciada por la prueba, yerro que configuró la causa determinante para proferir el fallo contrario a la ley.
En efecto, varios testigos expusieron, sin ambages y con conocimiento de causa, que el
demandado dejó el hogar por el año de 1952; que lo hizo para hacer vida marital con otra mujer; que en adelante
no le volvió a brindar apoyo material ni moral a sus hijos, incluido al causante Gustavo Hernández Garcés quien, a
la sazón, tenía apenas 9 años de edad; y que fue la madre de este y otros parientes quienes lo socorrieron a falta
del padre, debiendo empezar a trabajar a temprana edad, para lo cual abandonó el país durante un lapso
considerable.
En tal sentido se pronunciaron los demás hijos legítimos del demandado, que para el caso
son testigos excepcionales por el conocimiento directo que tuvieron de la situación, al igual que algunos vecinos
del matrimonio por la referida época: Jorge Hernández Garcés (C. 2, Fl. 1), Stella Hernández Garcés (C. 2, Fl. 4), Inés
Hernández de Morales (C. 2, Fl. 29), Edith Hernández Garcés (C.2, Fl. 31), María Esneda Salina (C. 2, Fl. 7) y Cilia
María Ortiz (C. 2, Fl. 26).
Así, la prueba cuestionada refleja que los hechos narrados por los testigos versan sobre la
falta de socorro grave que echa de menos el sentenciador; denota que dicho abandono tiene venero en el
alejamiento total del padre, por cuya causa, pudiendo hacerlo, dejó de prestarle al causante auxilio material,
moral e intelectual, cuando más lo necesitaba dada su escasa edad; e indica cómo, con su conducta, provocó el
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estado de destitución o privación que se analiza a partir del cual se abstuvo de cumplir con el deber asistencial de
socorro en relación con el de cujus quien, como se vio, tuvo que trabajar desde temprana edad.
6.- De otra parte, a pesar de la generalidad que se observa en el análisis cumplido por el
sentenciador, es dable entender que éste se basó en otros testimonios, principalmente en el de los propios hijos
extramatrimoniales del demandado, para deducir que entre Jorge Antonio Hernández, padre, y Gustavo
Hernández Garcés, su hijo, existieron esporádicas relaciones personales y que estas fueron satisfactorias,
amistosas o afectivas, incluso con destellos de colaboración material y consejos del primero para con el segundo;
restándole por ello, importancia a la falta de socorro a que se aludió antes.
Empero, esa apreciación probatoria también resulta manifiestamente errónea, toda vez
que, como lo señala la censura, sobre tales hechos depusieron, principalmente, los hijos extramatrimoniales del
demandado - testigos María del Socorro (C.2, Fl. 20), Jairo (C. 2, Fl. 22) y Julián Hernández Rojas (C. 2, Fl. 23) -,
quienes nacieron después de que su padre dejara en estado de privación y socorro a su hijo Gustavo; de
consiguiente, por razones obvias, no pueden estar referidos a los cargos que se le imputan al heredero, los que,
como se dijo, arrancan del año de 1952; en consecuencia, sus dichos tocan con situaciones vividas tiempo
después, y, por lo mismo, resultan irrelevantes al caso. De esa manera, el fallador incurrió en error de hecho al dar
por sentado, sin estarlo, que con tales pruebas se neutralizaban las que demuestran la falta constitutiva de
indignidad que se le imputa al demandado. Otro tanto podría decirse de lo que exponen los testigos José Joaquín
Pedroza (C. 2, Fl. 15), Hernando Nicholls (C. 2, Fl. 18) y Jesús Antonio Gaviria (C. 2, Fl. 40).
El fallador supuso, pues, equivocadamente, que había evidencias suficientes para enervar los
efectos de la falta cometida por el heredero; además, con una reprochable carencia de sindéresis, tomó el camino
de la conjetura, para reducir la cuestión litigiosa a un mero enfrentamiento de carácter sentimental entre la familia
legítima y la extramatrimonial, de la cual brota, según estima, la diversa opinión que cada una de ellas tiene del
común padre y, en fin, de manera precipitada y ligera, arriva en el fallo impugnado a conclusiones de índole
probatoria, alejadas de la realidad fáctica demostrada.
7.- De acuerdo con lo anterior, podría decirse que quedaron como soporte del fallo
acusado: a) las demostraciones que apreció el Tribunal para considerar que la conducta del demandado no fue del
todo ajena al cumplimiento de los deberes propios de padre en relación con el causante, por su desprendida
actitud de dejar el producido de un vehículo de servicio público para la subvención de las necesidades de la familia
y de no reclamar nada para sí a propósito de la liquidación de la sociedad conyugal. b) La fotografía, visible a folio
41, de la que el Tribunal infiere las buenas relaciones que existieron entre él y su hijo Gustavo.
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Tales aspectos, empero, no conforman la base esencial de la sentencia impugnada; son
manifestaciones complementarias de la categórica afirmación de que en el proceso no se demostró la causal de
indignidad en la "magnitud, consideración y gravedad" que para su ocurrencia exige la ley, conclusión que, como
se anotó, no corresponde a la realidad que ofrecen las demás demostraciones.
Pero aun de no ser así, de todas maneras se observa que el fallador de segunda instancia
también erró de manera ostensible al deducir de dichas probanzas, una conducta digna del demandado, en
relación con el causante.
8.- Síguese de lo dicho que, no obstante haber visto y considerado las distintas pruebas en
que se basa el fallo acusado, el sentenciador incurrió en error de hecho manifiesto y trascendente, al alterar su
contenido, dándoles un alcance contrario a la realidad. Al respecto tiene dicho la jurisprudencia de la Corte: “El
error de hecho, … sólo puede tener como causa determinante una de estas hipótesis: se da por existente en el
proceso una prueba que en él no existe realmente (suposición); o cuando se omite analizar o considerar la que en
verdad si existe en los autos (preterición); y cuando a la prueba existente y que si se considera, se altera sin
embargo su contenido atribuyéndole a éste una inteligencia contraria por entero a la real. Esta clase de error exige
también como requisitos que sea manifiesto o contraevidente y trascendente. Lo primero implica que la conclusión
sobre la cuestión de hecho a que llegó el juzgador resulte evidentemente contraria a la realidad fáctica
exteriorizada en la prueba, esto es, que se aprecie de bulto y no después de un intrincado análisis. Lo segundo, el
error debe incidir en la decisión final, descartándose, por tanto, el inane o irrelevante” (Casación del 18 de julio de
1996).
Es palmario, entonces, que las pruebas evidencian que el demandado se halla incurso en
el motivo de indignidad previsto en el artículo 1025-3o. del Código Civil; que no existió razón que justificara el no
haber acudido al auxilio de su hijo Gustavo Hernández Garcés, en la corta edad que alcanzaba por el año de 1952;
y que, de allí en adelante, en modo alguno proveyó a satisfacer sus necesidades; y como sin embargo, el ad quem
optó por no acceder a la pretensión de indignidad que en contra del demandado se reclama, quebrantó el indicado
precepto y es por eso que hay lugar a la casación impetrada.
SENTENCIA SUSTITUTIVA
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1o. Que de acuerdo con las pruebas que obran en el proceso, la demandante Paulina
Garcés y el demandado Jorge Antonio Hernández Misas, en la condición de padres del causante, han sido
reconocidos como herederos en la sucesión de su hijo legítimo Gustavo Hernández Garcés, quien falleció el 9 de
julio de 1989. (C. 4, fls. 10 y 26).
2o. Que consecuentemente, ambos se hallan legitimados en la causa por activa y pasiva
respectivamente: la primera para reclamar la exclusión del demandado -como heredero- por causa de indignidad
de éste, y el segundo para impugnar tal pedimento.
4o. Que de acuerdo con lo narrado en los antecedentes, la causa petendi se funda,
cardinalmente, en la imputación hecha al demandado de haber dejado injustificadamente el hogar, en el año de
1952 y, de contera, en estado de destitución o privación a su hijo Gustavo, cuando apenas contaba la edad de 9
años, sin que hubiera acudido a socorrerlo.
5o. Que según lo explicado al despachar el cargo único de casación propuesto por la
demandante, a cuyos razonamientos se remite nuevamente la Corte, dicho abandono y la consecuente falta de
socorro por parte del heredero, en las circunstancias que presenta el caso y de acuerdo con las demostraciones
que obran en el expediente, configuran el motivo de indignidad invocado contra el demandado.
6o. Que, de otro lado, según lo explicado al decidir sobre el recurso de casación, no existe
demostración alguna que tenga la virtualidad suficiente para enervar la pretensión de indignidad. El demandado
no cumplió cabalmente las obligaciones de padre por las que se le imponía socorrer a su hijo, no proveyó
materialmente a su crianza, educación o establecimiento, ni, menos aún, le brindó el apoyo moral o intelectual
que la formación de su hijo requería.
7o. Que como la apertura de la sucesión de Gustavo Hernández Garcés, sucedió el día de
su muerte acaecida el 9 de julio de 1989, no se ha purgado la indignidad de que se acusa al demandado, de
conformidad con lo dispuesto en el artículo 1032 del C.C.
8o. Las razones precedentes, imponen la revocatoria de la sentencia del a quo, quien
estimó, sin acierto, que no se configuraba la invocada causal de indignidad, prevalido de que, en las condiciones en
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que el demandado dejó al causante, no es predicable el estado de destitución. En su lugar, se declarará la
pretensión principal de indignidad solicitada frente al demandado, quedando por lo tanto excluido como heredero
en la sucesión de Gustavo Hernández Garcés, cuyo proceso cursa en el Juzgado 8o. de Familia de la ciudad de Cali.
Se confirmarán, entonces, los numerales 1o., 4o. y 6o. de la parte resolutiva del fallo de
primera instancia, habida consideración de que se demostró, fehacientemente, la tacha de falsedad formulada por
el demandado respecto del documento aportado por el demandante, supuestamente suscrito por el señor
Gustavo Hernández Garcés y fechado el 20 de enero de 1989 (C.P., Fl. 10), que se pretendió hacer valer para la
acción subsidiaria de desheredamiento. Unicamente se adicionarán tales ordenamientos con la orden de
expedición de copias a fin de que se remitan a la competente autoridad para la correspondiente investigación, tal
como lo manda el artículo 291 del C. de P.C.
DECISION
RESUELVE:
2o. Confírmanse los numerales 1o., 4o. y 6o. de la parte resolutiva de la misma sentencia,
sobre la tacha de falsedad que prospera en relación con el documento aportado por la demandante, visible a folio
10 del cuaderno principal, respecto de la cual, además, se ordena dar aviso a la autoridad competente, a quien se
enviará las copias necesarias para la correspondiente investigación penal.
3o. Sin costas en casación. Costas en ambas instancias a cargo de la parte demandada,
reducidas a un 80%
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Cópiese, notifíquese y devuélvase al Tribunal de origen.
Referencia: Expediente No. 4832
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