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SESTO, C; “Historia del capitalismo agrario pampeano.

La vanguardia ganadera bonaerense


(1856- 1900)”

Entre el 70 y el 14 las carnes vacunas tuvieron gran importancia en el proceso de inserción


argentina en el mercado mundial por el gran salto productivo que tuvieron. Los ganaderos y
terratenientes han sido vistos como sector social beneficiado, que capturó muchas ganancias
con mínimas inversiones y bajo nivel de tecnología. La condición en a que estaban de
aprovechar las ventajas naturales residió, según estas visiones, en el hecho de haberse apropiado
de las tierras de mejor calidad y localización tempranamente sin hacer ningún compromiso
productivo. Además se percibe que es una clase homogénea y compacta, sin diferenciación.

Pero esta argumentación está limitada a dos puntos a la luz de una vanguardia ganadera y
terrateniente bonaerense en el proceso de implantación de una genética en carnes de alta
productividad entre el 56 y el 900 que priorizó la adecuación de las carnes vacunas a los
parámetros selectivos internacionales. Esta genética de carnes fue encarada por una vanguardia
que se fue diferenciando del tronco terrateniente originario: Pereyra, Fernández, Luro, Casares,
Duggan, etc. Además, esta implantación de tecnología implicó inversiones de riesgo, puros de
pedigrí e infraestructura armada que permitió constatar el pasaje de ventajas comparativas a
competitivas.

La perspectiva del trabajo de la autora presenta ruptura y diferenciación. Toma como hilo
conductor a la vanguardia introductora de esta tecnología pecuaria y, además, la implantación
de esta tecnología de alta productividad, el refinamiento del vacuno en Buenos Aires entre el 56
y el 900.

1- La perspectiva tradicional: terratenientes rentistas y parasitarios.

Encuentran la clave explicativa de la alta competitividad productiva de estos ganaderos en su


condición de grandes propietarios y se ocupan de explorar la conformación del patrimonio
territorial, mecanismos de acceso, transmisión y reproducción del patrimonio para configurar al
rentista y parasitario.

Puede sostenerse que la acumulación de grandes superficies es detectada por funcionarios y


observadores de la época y desde entonces es presentada como anomalía de la función social del
régimen de tierras publicas.

El núcleo de esta corriente tiene su origen en Jacinto Oddone, 1930, cuyo seguimiento de la
transferencia masiva de tierras fiscales entre el 22 y el 29 tenia objetivos del presente histórico
del autor: reconstruir el origen patrimonial de 50 flias cuyas propiedades abarcaban 40.000 has.
El interés por esas familias, además, tiene que ver con el papel consular que desempeñaban en
la dirigencia conservadora, en la función estatal provincial y nacional y en el mundo social
capitalino donde destacaba a los Anchorena, Alzaga Unzué, Dugga, Luro, Casares.

Abarca el estudio desde el régimen de enfiteusis hasta la Conquista del Desierto (22 al 79).
Hace descripción de marco general que se complementa al adquirir estas concesiones a precios
que respondían a urgencias fiscales más que a variaciones reales del mercado. Esta lógica
extraeconómica incluye la transferencia gratuita de dominios fiscales como premios militares o
de ocupación de frontera, con lo que se evaporó este recurso de las manos del Estado.
Para este trabajo exploró, Oddone, el Gran Libro de la Propiedad Pública donde se registran los
terrenos concedidos por enfiteusis, además de otras fuentes.

La referencia a la constitución de los terratenientes como clase social que entre el 22 y el 79


privilegia como factor de inclusión el temprano acceso al medio de producción: la tierra. La
conformación en cuanta clase social parece eludir a un vasto y homogéneo grupo de grandes
propietarios porque hace una evolución patrimonial de 50 familias. A pesar de esto, el autor
arriesga interpretaciones respecto de esta clase social definida como antagónica de los
arrendatarios, buscando la clave explicativa en la monopolización de las mejores tierras y en la
apropiación de superficies enormes que no trabajaban en forma directa. El arquetipo rentista y
parasitario de esta clase social, ejemplificada en esas 50 familias, deviene del aprovechamiento
y la explotación de los arrendatarios, que pagaban un canon y además debían hacer inversiones
para poner en producción dichos latifundios. Esta puesta en producción aumentaba el valor de la
tierra.

Los efectos multiplicadores convertían este mecanismo rentístico en el ingreso más genuino de
mayor magnitud. Pero exigía un constante agregado de tierras por compras o herencias. Para
eso, según Oddone, se efectuó la transmisión de los títulos originarios durante tres o cuatro
generaciones a través de una red endogámica de matrimonios que existió pero esta rotunda
afirmación no están del todo avaladas. Por el contrario, la información solo muestra la
generalización y legalización del latifundio y un régimen de tenencia signado por la gran
propiedad, que no destruye una propiedad anterior basada en el trabajo personal.

En cualquier caso, la acumulación originaria local es el punto de partida del capitalismo en


nuestro país: con el ingreso al mercado mundial a mediados del XIX cuyo acceso requirió de un
proceso de adecuación a los parámetros de esta demanda altamente selectiva. Entre estos
requisitos, el cambio de raza fue solventado por un sector terrateniente con fuerte poder
económico. A la incidencia de la renta hay que agregar las ganancias genuinamente
empresariales de nuevas combinaciones productivas.

En la década del 80, Jorge Sábato y Harispuru cuestionan la continuidad e identidad del grupo
terrateniente, consignan la diversidad y distribución del patrimonio territorial en Buenos Aires y
muestran un mercado de tierras que operaba con grandes superficies, cuya funcionalidad
favorecía un régimen de tenencia latifundista y no respondía a la previa monopolización de los
predios.

Respecto de la continuidad e identidad del patrimonio territorial cabe dar precisiones


relacionadas con la elite ganadera que implantó el refinamiento vacuno. La versión de la clase
terrateniente rentista y parasitaria favorecida por el crecimiento económico del país entre el 52 y
el 14 con ganancias y beneficios sin ningún esfuerzo o compromiso productivo, es la
caracterización más tradicional que emana de la génesis de los hechos. Aun hoy hay quienes
encuentran en el régimen de tenencia de tierras la traba más importante para un desarrollo
autónomo y la generalización de relaciones sociales de producción capitalistas.

Si se conecta la implantación de una tecnología pecuaria, como el refinamiento del vacuno entre
el 56 y el 900, con la estrategia productiva que llevo a cabo la elite ganadera, se encuentra que
estaba constituida por grandes terratenientes. El 60% pertenece a ese tronco originario.

Sin embargo, entre la vanguardia ganadera y otros miembros de la misma capa social hay
diferencias y torna más pertinente reconocer la existencia de un sector o fracción vinculado a
procesos productivos de alta competitividad. La vanguardia formula una estrategia de largo
plazo asociada a la implantación de esta genética de carnes; sostener esta especialización
productiva implicó la capitalización de excedentes de manera permanente, agregando obras de
irrigación y desagüe que se hicieron en esos años y son aportes de los propietarios, no de
arrendatarios.

2- Una perspectiva estructural: terratenientes- invernadores vinculados a la exportación.

Es un abordaje que está comprometido con debates sobre el frustrado desarrollo económico, del
que se tomó conciencia en esa época y atribuyó la responsabilidad a estos invernadores como
socios del imperialismo británico. Además, hace la oposición entre un sector progresista ovino y
uno retardatario ligado al vacuno criollo.

En relación al comportamiento parasitario de la clase terrateniente de Oddone se remite a las


ventajas naturales de sus grandes unidades productivas que, con una mínima dotación de
recursos, capital y mano de obra, proporcionaban ganancias extraordinarias. La influencia del
imperialismo británico es vista en la imposición de una larga especialización de bienes
primarios (Shorton) y en las restricciones impuestas al mercado interno, en los términos
establecidos en la división internacional del trabajo.

Contribución de M. Ortiz: se interesó en el impacto de la demanda mundial en Argentina y


dividió este proceso en dos grandes periodos: el primero, de acondicionamiento a la tipificación
internacional (entre 52 y 90); y el segundo, de penetración y dominación británica entre 90 y 30.
Esta vía, según el autor, es forzada por criadores de ovinos entre 52 y 90 posicionándolo como
antagonista del terrateniente dedicado al vacuno criollo.

Este antagonismo tiene un correlato político e ideológico: los criadores de ovino, con mayor
componente británico, son progresistas que introducen el cambio tecnológico, derrotan a Rosas
unidos a Urquiza e introducen el liberalismo. En cambio, los criadores de vacuno criollo son
retardatarios, apoyan la dictadura resista y son los grandes terratenientes poseedores de los
mejores campos.

Los rasgos originales del refinamiento vacuno son descritos por Ortiz en contraste con el
proceso de lanares mejorados. El despegue llega con los frigoríficos a partir del 83 pero para el
autor el sector externo es el dinamizador y el refinamiento queda encuadrado como cambio
racial solamente para el mercado externo desligando a la plaza interna de consumo y
reproductores cuyo impulso fue determinante en la temprana genética de carnes y siguió
acompañándola en el resto de la trayectoria.

En cuanto a la demora del mejoramiento vacuno criollo, es atribuida al retardatario sector


interpretándolo como una estrategia de los terratenientes opuestos a cualquier transformación
que atentara contra las ventajas derivadas de monopolizar el comercio saladeril y las tierras más
fértiles de Buenos Aires. A raíz de esto, provocan alza de precios que obliga al criador de ovino
a trasladarse a Santa Fe.

Hay que distinguir las especialidades productivas: cabañeros, criadores e invernadores. Esta
distinción es útil porque niega la afirmación de que los terratenientes no forman parte del
proceso productivo. Los cabañeros eran los mayores propietarios de vacunos criollos y fueron
los que implantaron la tecnología de alta productividad.
En relación con la demanda frigorífica de terminaciones especiales se delinea un nuevo tipo de
invernador, asociado a intereses de capitales extranjeros y sin compromiso productivo en
inversiones o trabajo organizativo internamente. La afirmación es desmentida en el desarrollo
de este trabajo. Se supone que las exigencias de los frigoríficos redundan en intereses de
refractarios terratenientes porque monopolizan las ricas praderas con las que se obtienen
engorde de primera.

Los invernadores quedan desprestigiados porque se nutren de las otras dos ramas aprovechando
las ventajas naturales de sus explotaciones. En cambio, se resalta el merito de los criadores
como artífices del refinamiento, a pesar de estar sujetos a una condición de inferioridad y
explotación, por las deficiencias de sus campos, que los dejan en manos de los invernadores.

Esto responde al arquetipo de terrateniente rentista y parasitario de Oddone y que, además se


concentra en una parte de la provincia: el norte. Sábato establece que esas propiedades se
encontraban dispersas en toda la provincia y, además, la existencia de animales vacunos
mestizos detectados en zonas más alejadas.

Se trata, entonces, de una vanguardia que encaró simultáneamente el refinamiento de lanares y


vacunos, es decir, que no existía un antagonismo entre ellos sino que se potenciaban. Esa
vanguardia abarcaba todas las actividades de manera complementaria y subsidiaria: cabaña, cría
y engorde para abaratar y controlar su propio proceso de refinamiento. Estaban en sus manos el
control de las existencias de puros y mestizos en promedios que rondaba el 50 y 80% en cada
partido.

Esta lectura de terratenientes devenidos invernadores que se apropian e ganancias


extraordinarias fue punto de referencia de prospecciones en la década de 1960 para explicar las
deficiencias del desarrollo económico argentino.

De ahí en más se corporiza en dos personajes diferentes a empresarios y terratenientes, este


ultimo “cuasi feudal”. Solos los arrendatarios eran verdaderos capitalistas que invertís, corrían
riesgos y ponían en producción esas tierras. De acá también se cuestiono la legitimidad de
caracterizar como capitalista al sistema de producción argentino porque la acumulación no venía
del sector manufacturero.

Esta temática invernador- terrateniente es retomada en la década de 1970: visión dependientita y


del bien primario exportable. Meritos de estas aproximaciones: comprensión de la especificidad
de los empresarios rurales en países nuevos entendiendo que la asignación de recursos era la
más optima y conveniente en un país cuyo bien más abundante y barato era la tierra. Se
confirma la plena vigencia del sistema capitalista con especificidades: la fuente de acumulación
de capital venia de la colocación de bienes primarios a escala mundial.

La fuente incidencia del componente rentístico en los ingresos de los terratenientes desde la
óptica dependientita es la clave para entender los problemas de acumulación del sistema
agropecuario y también para conjugar la condición empresarial con una baja composición
orgánica de capital. Supuestamente se quedaban con suculentos excedentes que gastaban
improductivamente sin canalizarlos en la reproducción de la empresa y en favorecer la
acumulación de capital. El único que reconoce a los terratenientes como artífices del cambio
racial es Pucciarelli en 68 pero no logra entender que el refinamiento fue una nueva
combinación productiva y fuente de ganancia empresarial.
3- Una perspectiva renovadora: la dinámica empresarial terrateniente.

En los estudios de las últimas décadas del XX se encuentra la racionalidad empresarial del
arquetipo invernador- terrateniente. Lo lógica centrada en la maximización de la renta en tierras
de diferente calidad y minimización de los riesgos buscaba en la combinación invernada y
agricultura al veloz desplazamiento entre actividades de similar rentabilidad para contrarrestar
crisis cíclicas y variaciones de la demanda mundial además de paliar contingencias climáticas.

4- Una perspectiva diferente: vanguardia ganadera e implantación tecnológica.

Este trabajo se centra en una vanguardia ganadera que ocupó un papel protagónico en la
implantación y adaptación de una genética en carnes de alta productividad con un contexto
constituido por mercados interno y externo.

El prejuicio tiene que ver con la baja tasa de capitalización y los incrementos de productividad
como producto solo de las ventajas “naturales” de las tierras de Buenos Aires.

No existe evidencia de que los vacunos mejorados ni el incremento en la productividad tuvieran


como sustento el agregado de mas tierras: los requerimientos del refinado en materia de
productividad exigieron infraestructura de alta complejidad que obligó a una utilización más
eficiente de las tierras disponibles estabilizando y ampliando la oferta forrajera con nuevas
combinaciones y técnicas de conservación, construyendo cabañas, potreros y proveyendo agua
permanente y de calidad.

La existencia de una vanguardia ganadera es descrita por Halperín por su rol en la apertura al
mercado mundial pero siguen siendo pensados los terratenientes como incapaces de desarrollas
estrategias de largo alcance como las del refinamiento.

Si se quiere llegar al meollo hay que usar el modelo schumpeteriano que asigna un lugar
preferencial a la vanguardia: considera la razón de ser de estos empresarios como portadores del
cambio tecnológico y de la función del liderazgo en la gestión económica; pone en evidencia
una lógica empresarial donde a maximización de las ganancias y el esfuerzo por un mayor
rendimiento productivo son compatibles. Este modelo solo captura al sector ganadero portador
de esta tecnología pecuaria cuando aun no se cuenta con un mercado para los nuevos productos
y en el tiempo que dura la implantación de esta tecnología pecuaria entre 56 y 900 o hasta que
esta combinación productiva entra en la corriente circular.

Hay que definir al refinamiento vacuno como una tecnología de alta competitividad que posee
tres dimensiones asociadas: transformaciones en el sistema productivo, genética de carnes y
actores sociales. Además, destacar que hay pocos ganaderos terratenientes que introducen el
hito tecnológico, modernizan las técnicas productivas y administrativas y comprometen
inversiones: son rasgos del sector terrateniente desconocidos.

Si se opta por categorizarlos como vanguardia a través de este modelo es porque plantea que el
impulso proviene de empresarios que aun no tienen demanda ampliada. Un “circulo de amigos”
se convierte en vanguardia porque introduce un producto nuevo, Shorton, herefod y Aberdeen,
Angus de pedigrí y realiza las transformaciones necesarias cuyo objetivo último es el acceso a
mercados selectivos, el de reproductores en Argentina y el de carnes en Gran Bretaña. Haber
empezado antes les permite monopolizar las ganancias.
Para esto, tuvo que ir en contra de lo establecido en cuanto a temas de inversiones. Además, no
fueron definitorios el stock ganadero ni el patrimonio territorial ni una posición social asociada
a cierta disponibilidad de tierras. Commented [1]: Como justifica esta afirmación?

Reconocemos la importancia de la apropiación diferenciada de tierras y la previa orientación en


vacunos criollos. Esta acumulación previa fue un paso importante que adquirió peso decisivo
cuando se trato de la sustentabilidad a largo plazo de esta tecnología. Los grandes terratenientes
pudieron afrontar mejor los requerimientos económicos.

Lo que aquí interesa es la utilización más apropiada y ventajosa de los medios de producción
existentes: vacunos criollos, personal, instalaciones y tierras. La combinación de puros de
pedigrí importaba el incremento en la productividad de ese ganado, más que el crecimiento
cuantitativo porque, obviamente, había más criollos que refinados en este momento.

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