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Una novela criminal

Ascención Rivas | 06/04/2018

La novela sin ficción surgió en los años sesenta del pasado siglo XX como salida
regeneradora a un realismo que había tocado techo con los narradores del XIX y los
renovadores del XX, Joyce, Faulkner y Kafka entre ellos. Truman Capote, su adalid, escribió
una obra maestra del género partiendo de la metodología investigadora del periodismo a
la que añadió sus conocimientos en técnica novelesca. El texto cuenta el cuádruple
asesinato cometido sobre la familia Clutter en Holcomb, Kansas, y tiene el significativo título
de A sangre fría. Con él, el autor no solo quería evidenciar la falta de motivación de un
crimen perpetrado por dos convictos en libertad condicional, sino además patentizar que
la sociedad, condenándolos a la pena de muerte, actuaba sobre ellos con la misma sangre
fría.

Capote es, por lo tanto, el origen, y en él beben todos los que recurren a la no ficción,
aunque los antecedentes, al menos en el ámbito hispánico, hay que buscarlos en las
crónicas que Galdós escribió para el diario argentino La Prensa a finales del siglo XIX. En
ellas, entre otros sucesos de actualidad, recreaba el célebre crimen de la calle Fuencarral,
suceso que cambió la forma de hacer periodismo. Jorge Volpi (Ciudad de México, 1968),
una de las voces más sonoras del panorama literario mexicano, también ha recurrido a la
non fiction novel para componer Una novela criminal.

En ella cuenta la historia de Florence Cassez, una ciudadana francesa que fue condenada a
60 años de cárcel por su supuesta participación en varios secuestros junto a Israel Vallarta,
su pareja de entonces. Los hechos sucedieron en Mexico en diciembre de 2005. El caso fue
muy polémico y desató un delicado conflicto diplomático en el que intervinieron tanto los
presidentes Nicolás Sarkozy y Felipe Calderón como sus sucesores François Hollande y
Enrique Peña Nieto. La lectura de la novela evidencia la ingente acumulación de anomalías,
irregularidades y despropósitos que rodearon los hechos, el primero que a las pocas
semanas de la captura de los supuestos delincuentes se supo que la retransmisión que hizo
del acontecimiento la televisión mexicana había sido un montaje para la ocasión, tal como
habían pedido los medios comprometidos.

En la novela, Volpi hace un enorme esfuerzo en pro de la documentación, tal como exige el
género, y recoge todo tipo de pruebas: informaciones, cartas, textos del sumario, notas de
los implicados, entre ellos de la protagonista. Incluso se refiere a personas concretas y
constata distancias acudiendo a Google Maps. O menciona reportajes reales como La duda
razonable de Daniel Ruiz y obras accesibles como A la sombra de mi vida, escrita por Cassez,
ya en libertad, o El teatro del engaño de la periodista belga Emmanuelle Steeles que, como
señala el escritor en los “Agradecimientos”, “fue el detonante que me animó a emprender
esta investigación” (p. 483).

Una novela criminal es un thriller trepidante que refleja con valentía la corrupción que
invade México, tanto en el ámbito político como en el judicial y en el periodístico, y muestra
con objetividad la complejidad de los hechos. Asimismo, abunda en interesantes elementos
metanarrativos en los que el autor muestra su cocina, como cuando se refiere a dos
posibilidades expositivas: “Habría dos maneras de narrar el siguiente capítulo […]. Si
escribiera una novela tradicional […]. Pero, como me he propuesto escribir una novela
documental o una novela sin ficción […]” (p. 61).

No obstante, el error radica en que los materiales, al menos una parte de ellos, no se
recrean literariamente, seleccionándolos o dándoles forma, y que esto, aunque se deba a
una elección consciente del autor, a veces lastra la obra. De ahí que el libro resulte
demasiado prolijo y que el contenido sea reiterativo. En ocasiones, aparecen largos
discursos de políticos o de implicados que, si bien reman a favor de la imparcialidad por su
valor documental, acaban resultando tediosos por repetitivos. Porque la novela, aunque
trate de reflejar la vida, es ficción, lo que implica selección y orden. Además, el estilo de
algunos capítulos está marcado por el uso de determinadas fórmulas anafóricas que
colisionan con el carácter periodístico del texto y lo sobrecargan de forma indebida.

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