DERECHO PROCESAL
Conceptos básicos.
Es el conjunto de normas que regulan la actividad jurisdiccional del estado para
la aplicación de las leyes de fondo y su estudio comprende la organización del
Poder Judicial, la determinación de la competencia de los funcionarios que la
integran y la actuación del juez y las partes en la substanciación del proceso1.
Instancia Única.
Varias instancias.
Juez único.
Tribunales Colegiados.
Acción3.
La acción surge como una necesaria consecuencia de la prohibición que tienen
las personas de la autodefensa de sus derechos, Art. 15 de la Constitución:
“Nadie podrá hacerse justicia por sí mismo ni reclamar sus derechos con
violencia, pero se garantiza la legítima defensa”. En compensación de la
prohibición impuesta al individuo de hacerse justicia por sí mismo, le está
reconocida la facultad de dirigirse al Estado para obtener justicia contra el
obligado.
Etimológicamente significa: obrar, actuar.
3
Hernán Casco Pagano, CPC Comentado, Pág. 204.
Tiene varios significados: acción como sinónimo de derecho, acción como
sinónimo de pretensión, acción como sinónimo de provocar la actividad
jurisdiccional, acción como sinónimo de vía procesal mediante la cual se debate
un asunto sometido a la jurisdicción y acción como sinónimo de demanda.
La acción es el derecho abstracto de obrar; poder jurídico que tiene todo sujeto de
derecho, consistente en la facultad de acudir ante los órganos de la jurisdicción,
exponiendo sus pretensiones y formulando la petición de un derecho.
Jurisdicción.
Dice ALSINA que el Estado no se limita a establecer el derecho, sino que
garantiza su cumplimiento, este es el contenido de la función jurisdiccional.
El Art. 5 del COJ define la jurisdicción cuando expresa: “La jurisdicción consiste
en la potestad de conocer y decidir en juicio y de hacer ejecutar lo juzgado”.
La jurisdicción judicial es la facultad conferida a los jueces para administrar
justicia en las controversias con relevancia jurídica.
Proceso
El vocablo proceso deriva del latín "processus" que significa avance progreso,
recorrido a seguir hacia un fin propuesto o determinado. Marchar hacia un fin
determinado, no de una sola vez sino a través de sucesivos momentos4.
El proceso es el conjunto de relaciones jurídicas entre las partes, los agentes de la
jurisdicción y los auxiliares de ésta, regulado por la ley y dirigido a la solución de
un conflicto susceptible de ser dirimido por una decisión pasada en autoridad de
cosa juzgada5.
4
Pablo Villalba Bernie, Presentación de clase, Unidad 1.
5
Hernán Casco Pagano, CPC Comentado, Pág. 22.
6
Fundamentos DPC, Eduardo Couture, Págs. 3,4.
7
Manuel Osorio, Diccionario de Ciencias Jurídicas, políticas y sociales, Pág. 544.
Breve historia del Proceso Civil8.
1. Período de ordo iudiciorum privatorum (desde los orígenes hasta el siglo III
de nuestra era), es menester diferenciar además dos épocas: la de las legis
actiones (hasta la mitad del siglo II A.C.), y la del procedimiento formulario.
Característica común a ambas épocas es la división del procedimiento en dos
etapas:
a) in iure: esta etapa tiene lugar ante un magistrado que ejerce los poderes
inherentes a la jurisdicción, pero carece de facultades decisorias, y
b) in iudicio: ante un juez privado, que es designado por las partes de común
acuerdo y a quien incumbe la facultad de resolver la controversia, aunque
carece del imperium necesario para hacer cumplir su decisión.
1.1. Las legis actiones: eran fórmulas orales solemnes y gestos simbólicos
que deben pronunciarse y cumplirse con estricta sujeción a los términos
utilizados por la ley.
En la legis actiones la instancia in iure se cierra con la litis contestatio,
que es el acto mediante el cual, a través del trueque de las fórmulas
orales quedan determinados, en presencia de testigos (de ahí el nombre),
los límites y el estado de la cuestión litigiosa que ha de someterse al
iudex. En sus dos etapas el procedimiento es exclusivamente oral.
1.2. Formulario: el excesivo formalismo de las legis actiones y el riesgo que
representaba el hecho de que los testigos presenciales de la litis
contestatio no estuviesen en condiciones de referir fielmente al juez lo
ocurrido ante el magistrado, determinan la promulgación de la ley que
autoriza el uso de una instrucción escrita (fórmula) librada por el
magistrado al iudex a los fines de la ulterior tramitación y decisión de la
causa, aunque dejando al ciudadano opción entre este sistema y el de
las legis actiones. Augusto, suprime definitivamente el sistema de las
antiguas acciones y consagra la vigencia exclusiva del procedimiento
formulario, época de oro del derecho romano.
La fórmula constituye una instrucción escrita mediante la cual el
magistrado designa al juez y fija los elementos que deben ser tenidos en
cuenta por éste al dictar sentencia, esto es: el derecho invocado por el
8
Lino Palacio, Manual de DPC, Págs. 23‐30.
actor, el objeto litigioso y las defensas del demandado. Contiene, por lo
tanto, el "programa procesal".
2. Período de la extraordinaria cognitio (desde el siglo III hasta el final).
Durante la vigencia de este sistema la demanda se presenta por escrito, el
demandado es oficialmente citado a comparecer y debe contestar a la
demanda también por escrito.
La litis contestatio subsiste nominalmente, pues pierde el sentido contractual
que tenía en los sistemas precedentes.
El impulso de parte se sustituye por el impulso oficial, la prueba adquiere
mayor formalismo y sufren un pronunciado debilitamiento los principios de
oralidad y publicidad.
La sentencia, que se extiende por escrito, es impugnable mediante la apelattio
y por recursos extraordinarios.
EL PROCESO GERMÁNICO
En los pueblos germanos el proceso se halla configurado como una lucha entre
partes y tiene lugar ante las asambleas populares, en las cuales reside el poder
jurisdiccional, limitándose la función del juez a dirigir formalmente el debate y a
proclamar la sentencia dictada a propuesta de una comisión de miembros peritos
en derecho, en los primeros tiempos, y de jueces permanentes especiales.
El proceso se desarrolla, a grandes rasgos, de la siguiente manera:
a) Primer caso: citado el demandado por el propio demandante y constituido el
tribunal, se interpone la demanda mediante la utilización de palabras
exactamente prescriptas e invocación a la divinidad, debiendo el
demandado contestarla, sea allanándose o negándola en su totalidad.
b) Segundo caso, la asamblea dicta la denominada sentencia probatoria,
mediante la cual se coloca al demandado en la alternativa de justificarse,
probando la sinrazón de la demanda, o de satisfacer la pretensión del actor.
De allí que la prueba, en tanto comporta un ofrecimiento formulado al
adversario para demostrarle que carece de razón, reviste dos caracteres
fundamentales, a saber:
1) se dirige al adversario, y no al tribunal;
2) configura un beneficio, no una carga, que corresponde ordinariamente
al sujeto atacado, o sea al demandado.
Las pruebas, que no tienen por objeto formar la convicción judicial sino
provocar el juicio de la divinidad, se reducen, esencialmente, al juramento
de purificación prestado por lo común con conjuradores, que son miembros
de la misma tribu que declaran sobre la credibilidad que merece el
demandado, y a los juicios de Dios (pruebas de fuego o hierro candente,
agua fría, ordalías aleatorias y duelo), consistentes en diversas experiencias
en cuyo resultado se cree descubrir la intervención divina.
La sentencia es acordada en forma pública es susceptible de ejecución
privada, mediante apoderamiento particular de bienes o prenda
extrajudicial.
EL PROCESO COMÚN
A raíz de la invasión de los bárbaros penetra en Italia el derecho germánico, que
desplaza al derecho romano de la época imperial.
A partir del siglo XI comienza un resurgimiento del proceso romano, que obedece,
a la subsistencia del derecho romano en importantes regiones de la península, al
reflorecimiento del estudio de las fuentes romanas, a las exigencias del tráfico
mercantil y a la extensión cada vez mayor de la jurisdicción de la Iglesia, que se
valía de un procedimiento judicial esencialmente modelado sobre el tipo romano.
No se retorna al proceso romano puro u originario, sino que comienza a
desenvolverse un tipo especial de proceso —denominado proceso común,
romano-canónico— que es el resultado de la infiltración de elementos germánicos
en el proceso romano.
El proceso común, llamado así porque regía en cuanto no lo derogasen leyes
especiales escritas, se halla dominado por el principio de la división del
procedimiento en diversas etapas, destinado al cumplimiento de un acto procesal.
A la demanda del actor, que debe formularse por escrito, el demandado puede
oponer defensas previas, que son examinadas antes de la discusión del fondo del
asunto, e invocar después las restantes excepciones posibles en oportunidad de
contestar la demanda.
Con posterioridad a la litis contestatio se presta el juramento de malicia, que
persigue el doble objeto de certificar la buena fe del litigante y de fijarlos términos
del litigio.
A continuación se practicaba la confesión mediante absolución de posiciones, el
diligenciamiento de la prueba.
Recibidas las pruebas, y luego de plantear las partes sus alegaciones, el juez cita
a aquéllas para sentencia, que es dictada en forma pública y oral, procediendo
contra ella la apelattio en caso de considerársela injusta y la querella nulliuitis en
el supuesto de objetársela por razones formales, sin perjuicio de los recursos
extraordinarios.
Debe destacarse finalmente que este proceso, en virtud de la costumbre de
documentar todas las actuaciones en él producidas, termina por convertirse en
un proceso exclusivamente escrito.
La excesiva lentitud que fue adquiriendo el proceso común determina la
introducción, en 1.306, de un tipo de proceso sumario, en el cual rigen los
principios de concentración y oralidad y se amplían los poderes de dirección del
juez. Junto a él surgen otros procesos especiales, que constituyen el origen de los
actuales procesos de ejecución.
Características fundamentales.
El proceso civil tiene las siguientes características:
- Público: por un lado porque el Estado interviene en el mismo a través de
su órgano público (juez). Y por otro lado, en contraposición a los procesos
secretos, se permite el acceso a las partes o terceros a los actos de
procedimiento.
- Instrumental: sirve como medio de aplicación del derecho sustantivo
(derecho civil).
- Dispositivo:
- Escrito: el medio que se utiliza para tramitar el proceso. Teniendo en
cuenta este principio, el Juez o tribunal conoce las pretensiones de las
partes a través de escritos.
- Pluralidad de instancias: pues no termina con el con la sentencia de
primera instancia, admite la interposición de recursos y por tanto, su
revisión ante un tribunal superior.
- Es formal: pues los actos procesales que se realicen requieren de la
observancia de las formas procesales en caso de que estén previstas.
IMPULSO PROCESAL
Impulso procesal: Se entiende por tal a toda actividad de la partes o del juez
tendiente a hacer avanzar el proceso a fin de que se vayan cumpliendo las
diferentes etapas que lo integran para poder llegar a la resolución final.
No basta con plantear la demanda, sino que ése es el punto de inicio de
una serie de cargas técnicas a través de las cuales ambas partes -movidas
por sus propios intereses deberán llevar adelante determinados actos
regulados por los Códigos rituales para evitar que la litis se estanque y
muera por caducidad. Por su parte el juez deberá esperar esta actividad de
las partes para tomar decisiones, no pudiendo adoptar medidas de impulso
en forma oficiosa. Aquí aparece el vínculo entre el principio dispositivo, la
preclusión y su máxima expresión: la cosa juzgada.
DOBLE INSTANCIA
En nuestra estructura jurisdiccional rige el Principio de la doble instancia, según
el cual toda cuestión litigiosa puede ser examinada sucesivamente por dos
órganos jurisdiccionales distintos y, eventualmente, tres. Sólo de manera
excepcional una resolución judicial no es susceptible de doble examen.
INSTRUMENTALIDAD
El principio de legalidad de las formas excluye la posibilidad de que las partes
convengan libremente los requisitos de lugar, tiempo y forma a que han de
hallarse sujetos los actos procesales, requiriendo, por lo tanto, que aquéllas se
atengan a los requisitos que determina la ley. Este principio, sin embargo, está
limitado por la existencia de las llamadas normas procesales optativas, que
acuerdan a las partes la facultad de regular aspectos parciales del proceso.
Frente a esta concepción encontramos una postura intermedia entre la reseñada
y la libertad de formas, esta es la FLEXIBILIDAD DE FORMAS. Según ésta el
Juez, como director del proceso tiene atribuciones suficientes para adaptar las
formas procesales a las exigencias de cada pleito.
CONTRADICCIÓN
También llamado de bilateralidad o de controversia, deriva de la cláusula
constitucional que asegura la inviolabilidad de la defensa en juicio de la persona
y de los derechos (art. 18, Const. Nac.), aunque, como advierte MILLAR, es
inseparable de toda administración de justicia organizada.
En términos generales, implica la prohibición de que los jueces dicten alguna
resolución o dispongan la ejecución de alguna diligencia procesal sin que,
previamente, hayan tenido oportunidad de ser oídos quienes pudieran verse
directamente afectados por tales actos.
La vigencia del principio de contradicción requiere, fundamentalmente, que las
leyes procesales acuerden, a quienes se encuentren en las situaciones
mencionadas, una suficiente y razonable oportunidad de ser oídos y de producir
pruebas. No exige la efectividad del ejercicio de tales derechos. De allí, por
ejemplo, que las leyes procesales estructuren el llamado proceso contumacial o
en rebeldía, el cual puede desenvolverse válidamente, y en su integridad, sin la
intervención del demandado que es debidamente citado al proceso y se abstiene
voluntariamente de comparecer a él, o bien proseguir con prescindencia de la
participación de cualquiera de las partes que lo abandona después de haber
comparecido.
En el caso de la medidas cautelares –decretadas inaudita parte- y los procesos de
ejecución, que excluyen la posibilidad de que en ellos se deduzcan defensas o
excepciones concernientes a la existencia o legitimidad de la relación jurídica
sustancial, o fundadas en hechos anteriores a la creación del título ejecutivo
(judicial o extrajudicial) que le sirve de fundamento, en ninguno de esos casos
media una derogación del principio que nos ocupa, sino, simplemente, una
postergación o aplazamiento momentáneo de su vigencia estricta.
Como regla, el principio que examinamos sólo resulta aplicable en los procesos
contenciosos, pues las sentencias con que éstos culminan son las únicas
susceptibles de pasar en autoridad de cosa juzgada
Se vinculan con éste principio la regla de IGUALDAD ENTRE LAS PARTES y el
PRINCIPIO DE ADQUISICIÓN.
INMEDIACIÓN
En sentido estricto, y sólo con referencia a los procesos dominados por el signo de
la oralidad, llámase principio de inmediación a aquel que exige el contacto directo
y personal del órgano judicial con las partes y con todo el material del proceso,
excluyendo cualquier medio indirecto de conocimiento (escritos, informes de
terceros, etc.).
De conformidad con la idea precedentemente expuesta, la inmediación significa
que tanto las alegaciones de las partes como la recepción de la prueba deben
producirse en forma directa ante el órgano judicial.
El mecanismo de los procesos escritos atenúa, aunque no excluye, la importancia
de la inmediación, pues si bien en aquéllos no resulta indispensable la identidad
entre el juez que recibió la prueba y aquel que debe decidir la causa, y, por lo
demás, el sistema de la doble instancia limita la apreciación probatoria de los
jueces superiores a las constancias escritas, la delegación de la actividad
recepticia en los auxiliares del órgano judicial.
CONCENTRACIÓN
A la abreviación del proceso apunta, en primer lugar, el llamado principio de
concentración, propende a reunir toda la actividad procesal en la menor cantidad
posible de actos, y a evitar, por consiguiente, la dispersión de dicha actividad.
PUBLICIDAD
El principio de publicidad requiere que los actos procesales puedan ser
presenciados o conocidos incluso por quienes no participan en el proceso como
partes, funcionarios o auxiliares. Reconoce fundamento en la conveniencia de
acordar a la opinión pública un medio de fiscalizar la conducta de magistrados,
litigantes y auxiliares judiciales.
La determinación de las causales de excepción al principio de publicidad queda
librada en cada caso al prudente arbitrio de los jueces, contra cuyas resoluciones
en tal sentido no cabe recurso alguno, salvo que mediante ellas se excluya la
comparecencia de alguna de las partes, o de sus letrados o apoderados. Con
relación a la consulta de expedientes judiciales, el principio de publicidad se halla
sujeto a diversas restricciones.
9
Lino Palacios, Manual DPC, Pág. 74.
6. De conocimiento, de ejecución o cautelares, por el objeto de debate, el
primero es aquel que tiene como objeto desenvolver el juicio, propiamente
dicho, donde la actividad del juez opera sobre el conflicto de intereses,
esperando de él una decisión que ponga fin al estado de incertidumbre que
tiene las partes en litigio, mientras que el proceso de ejecución todos ellos
tienen la finalidad de cobro inmediato de una suma de dinero previamente
obligada por documento. A veces el ejecutivo tiene etapa previa de
conocimiento, cuando el título no es hábil no suficiente para robustecer su
fuerza compulsoria y es necesario dotarlo de este atributo en pasos
preliminares. En otras, ese conocimiento deriva del mismo juicio ordinario
cuya sentencia no es acatada y debe procederse a ello por la vía expedita de
la ejecución. Los cautelares tienden a proteger el resultado eventual de la
pretensión y prosperan en la medida de que quien lo pida goce de
verosimilitud en su derecho y del peligro que ocasionaría demorar la
medida precautoria. Su característica principal es que carecen de
autonomía, pues su finalidad se reduce a asegurar el resultado práctico de
la sentencia que debe recaer en otro proceso.
10
Osvaldo Alfredo Gozaini, DPC, Tomo 1, Pág. 263.
En el procedimiento extraordinario ya no se daba el acuerdo entre partes. La
parte actora se limitaba a narrar sus pretensiones y el demandado a darles
respuestas frente al magistrado; a partir de ese momento esta teoría comenzó a
carecer de argumentación.
Esta teoría es inaplicable al proceso moderno ya que:
- el juez no actúa como consecuencia de un previo acuerdo de las partes,
sino en ejercicio de un poder inherente a la soberanía.
- No es indispensable el consentimiento de ambas partes, el proceso igual
puede desenvolverse contra la voluntad en incluso en ausencia del
demandado.
11
Hernán Casco Pagano, CPC Comentado, Pág. 1403.
MODERNOS LINEAMIENTOS DEL PROCESO CIVIL CONTEMPORÁNEO.
La evolución constante del derecho y en especial del ámbito procesal, convertida
en ciencia desde inicios del siglo XX, hace que los juristas del mundo actual se
vean abocados en la búsqueda de la implementación de un proceso civil más
eficaz, práctico, humanizado, otorgando respuestas efectivas al hombre y a la
sociedad.
Cada sociedad ha conformado su propio sistema, determinado por las
confluencias de ideas, proyectos sociales, intereses económicos y políticos
enmarcados en una secuencia histórica de tiempo y espacio, creando
ordenamientos jurídicos que abonen la solución de las contiendas ocasionadas
por la necesaria convivencia con los otros seres humanos, las comunidades van
regulando las normas de conducta haciendo posible la coexistencia y la vida en
común, pues la generación de conflictos es una circunstancia normal en el
relacionamiento intersubjetiva.
Arribamos de esta manera a la situación actual del proceso, en una prolongación
de los sucesos ya ocurridos en la mayoría de los países latinoamericanos, donde
se han legislado juzgamientos civiles deficientes caracterizados por la
predominancia de lo escritural por sobre la oralidad, condicionando la duración
de las controversias en el tiempo, propendiendo a la dispersión de los actos
procesales, sin que los principios básicos de concentración e inmediación
pudiesen cumplirse efectivamente.
Ante esta situación, surge la concepción que el sistema debe ir buscando un
diseño capaz de adecuarse a los cambios externos, para así internamente desde
dentro del ámbito de litigación dar respuestas efectivas a la sociedad.
Como alternativa de este complejo panorama, afloran las noveles ideas, basado
en tendencias modernas (no son tan nuevas).
INCIDENCIA DE LO SUPRANACIONAL
A partir de la aceptación de los derechos humanos a nivel constitucional y su
perspectivación a lo supranacional, motivan un análisis de la incidencia de estos
en la coyuntura del proceso civil en pos de la asimilación de los principios básicos
que lo rigen. Las normas del marco procesal civil precisan ajustarse tanto
normativa como doctrinariamente a las tendencias pregonadas por la óptica
transnacional, teniendo el Estado la obligación de adecuar su legislación a los
Tratados Internacionales del cual son signatarios.
El problema central, radica en la praxis casi nula presentada en tribunales de
aceptar y aplicar los preceptos del orden internacional a la casuística
manifestada en los distintos juicios. A lo que agregamos, el desconocimiento por
parte de jueces y abogados de las normativas supralegales, parte integrante del
Derecho Positivo vigente, al haberse adherido a las convenciones y acuerdos
sobre Derechos Humanos, con las incidencias que desde lo transnacional se
imponen a los ordenamientos jurídicos de los países miembros.
Es notoria la falta de conciencia de los operadores del sistema, sobre la existencia
de los derechos supranacionales, que tienen directivas concretas e inciden en el
ámbito interno. En especial, lo que refiere a la aplicabilidad del Pacto de San José
de Costa Rica (Convención Americana de Derechos Humanos), que otorga
competencia a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, analizando las pautas que surgen de
estos órganos jurisdiccionales.
Tornase una necesidad que el esquema de juzgamiento se adecúe a los derechos
fundamentales provenientes desde lo transnacional, porque en definitiva es parte
del derecho positivo, inculcando a seguir los lineamientos dictados desde fuera,
para que en el orden interno la protección de los derechos humanos no sea solo
una mera declamación poética sin efectividad pragmática.
Lo procesal desde la visión internacional, no es más que la operatividad de
modelos judiciarios que insten por una justicia para todos y en forma igualitaria,
pero no solo en el contexto interno de cada país, sino en el globalizado a nivel
mundial o si se quiere a nivel continental.
En este entorno viene a producirse una interacción entre el derecho internacional
y el derecho interno, siendo lógico que aquel derecho genérico termine influyendo
en las normas jurídicas específicas, para que dentro de esa dinámica se
enriquezca el método procesal de cada país, con el fin último de hacer justicia, a
la que solo se llega otorgando la máxima protección al ser humano.
Los procesalistas latinoamericanos han tomado como un desafio de la época, dar
respuestas a los problemas planteados, en un entorno cada vez más
interdependiente, pues las cuestiones exceden el marco de lo nacional para
proyectarse a lo transnacional.
Esa internacionalización de los derechos procesales, ha traslucido en la creación
de tribunales internacionales procurando custodiar la aplicación de los principios
de derechos humanos en la praxis, de otra manera solo se tratarían de simples
aspiraciones o expresiones de deseos, que nunca se materializarían.
También tiene la virtualidad de influir en forma directa en el ámbito procesal,
obligando a las legislaciones la adaptación de su normativa, aceptando las
instituciones pregonadas desde lo supranacional.
Cada vez más notamos la implementación de figuras modeladas en los nuevos
paradigmas recepcionados por el orden interno, entre las que tenemos: la
desformalización del proceso; la legitimación cada vez más amplia para litigar;
derecho de acción ante jueces independientes; garantías del debido proceso; la
búsqueda de la verdad; la facultades oficiosas del órgano jurisdiccional, tanto en
la dirección del proceso, como en la iniciativa oficiosa de prueba; la protección de
los intereses difusos; el acceso irrestricto a la justicia; la tutela jurídica efectiva;
la predominancia del valor justicia por sobre la seguridad jurídica; etc.
EL CONSTITUCIONALISMO
El surgimiento con fuerza de la protección de los Derechos Humanos y en
especial la necesidad de la defensa de los derechos fundamentales, trajo como
consecuencia que la justicia constitucional cobre vigor dándole un nuevo sentido
a su incidencia en lo procesal. Se marcan hitos claros y orientaciones obligatorias
que ya no pueden ser abandonadas por quienes profundizan el proceso civil,
descubriendo estar sumergidos en la constitucionalización del ordenamiento
jurídico. Es una corriente llamada "Neoconstitucionalismo ", "constitucionalismo
contemporáneo", o a veces también "constitucionalismo" a secas6, vocablos que
pasaron a constituirse en expresiones de uso cada vez más difundidas.
Cuando al Neoconstitucionalismo referimos, y al solo efecto descriptivo, se hace
imprescindible referir a Guastini, quien por constitucionalización entiende al
proceso de transformación de un ordenamiento jurídico al término del cual el
sistema en cuestión resulta totalmente impregnado por las normas
constitucionales.
Se denomina "constitucionalización", al proceso y resultado de la transformación
del Derecho causado por la Constitución. Así García Figueroa le asigna
características especiales para su consolidación como ser: la necesidad de una
constitución rígida, un sistema que cuente con una forma de control
constitucional; la fuerza vinculante de la Constitución, es decir que los juristas
acepten la normatividad de la Constitución, considerándola como una verdadera
norma jurídica y no como una simple declaración programática; la sobre
interpretación de la constitución que dé respuestas a toda controversia; la
aplicación directa de la norma constitucional; la interpretación de las leyes
conforme a la constitución; y por último, la influencia de la Constitución en las
relaciones políticas.
Un orden legal constitucionalizado se caracteriza por una Constitución
extremadamente invasora, entrometida, persuasiva e invadente, capaz de
condicionar tanto a la legislación, a la jurisprudencia, al estilo doctrinal, e
inclusive, a la acción de los actores políticos, como a las relaciones sociales.
Componen los elementos caracterizantes del neoconstitucionalismo; en primer
lugar, el carácter normativo o fuerza vinculante de la norma constitucional,
obligando a que la realidad se ajuste a ella; en segundo término, la constitución
se convierte en la superioridad jerárquica en el sistema de fuentes, ello indica que
condiciona la validez de todos los demás componentes del orden jurídico,
representando un criterio de interés prioritario; en tercer lugar, la aplicación
directa, revelando que su eficacia no requiere de interposición para desplegar su
fuerza vinculante, resultando de utilización inexcusable; en cuarto lugar, es una
garantía judicial, otorgando competencia a los jueces ordinarios para que
resuelvan los litigios a la vista del ordenamiento jurídico; en quinto lugar, su
campo normativo tiene como destinatarios a los ciudadanos en sus relaciones
con el poder y también con las modulaciones que nacen de la propia
Constitución, en sus relaciones con el Derecho privado; en sexto término, la
rigidez constitucional, incluso llega a la consagración de cláusulas de
intangibilidad, que evitan se comprometa su idea de superioridad y supremacía,
estando por encima de la legislación ordinaria, no pudiendo ser derogada ,
modificada o abrogada por ésta.
Estampa la concepción del neoconstitucionalismo una idea totalizante del marco
normativo constitucional por sobre las leyes de inferior rango, las que
necesariamente deberán contener los principios, directrices y derechos
propulsados por la norma superior, estando imperativamente prohibido, salirse
del ámbito constitucional. Estas ideas escapan de lo sugestivo para incorporarse
al campo de lo imperativo, vedándose la perspectiva de legislarse sin tener
presente las condicionales impuestas por la constitucionalización, es decir, el
ordenamiento debe estar impregnado por las normas de rango constitucional.
Saneamiento.
Es tendencia del derecho procesal moderno, llegar a un saneamiento temprano de
la contienda de manera concluyente, para que las etapas ulteriores refieran
únicamente al mérito central de la causa sin detenerse en cuestiones accesorias.
Esta fase de saneamiento procesal, también llamada de expurgación,
subsanación o inmaculación, deriva de los principios de economía procesal,
inmediación y concentración del proceso . El saneamiento procesal, se encuadra
dentro de uno de los principios de procedimiento, que tienen una incidencia
directa en el modo e tramitación marcando pautas de comportamiento a todos
aquellos que intervienen en la litis.
Mediante la providencia saneadora se logra la finalidad de liberar
prematuramente el juzgamiento de toda carencia o defecto que ulteriormente
impidiere el dictado de una sentencia válida sobre el fondo central de la disputa.
Es inconcebible que en muchas ocasiones el juez tropiece impedido de dictar la
sentencia al final de un largo proceso por la existencia de vicios que hacen
imposible la dilucidación de la controversia, ocasionando inadmisibles demoras
para la efectiva protección de los derechos de las personas, lo que genera también
un indudable desprestigio del servicio de justicia.
Persigue eliminar de la litis concentradamente, todos los obstáculos que pudieran
entorpecer, suspender o interrumpir el debate sobre la fundabilidad de la
pretensión. En apretada síntesis, el saneamiento del proceso es el debate, la
prueba y la resolución de todas las cuestiones de forma y aún aquellas de fondo
que impiden resolver el mérito central de la causa.
Se divisa ubicada al comienzo de la audiencia, o en un momento especial antes
de la recepción a prueba en los procesos escritos , resolviendo sobre la forma en
que se ha estructurado el procedimiento, principalmente en cuanto a los
términos deducidos en la demanda, la contestación y en las iniciativas
expresadas por las partes al plantear el objeto de la litis; lo esencial de esta
facultad otorgada al juez es la de ordenar el debate a los efectos acierte concluir
con el dictado de una resolución de fondo.
Tiene como fin zanjar situaciones como: demanda defectuosa, competencia del
tribunal, capacidad y legitimación de las partes, defectos formales de actos
procesales, legitimidad del proceso (inexistencia de cosa juzgada, transacción o
litis pendencia), o cualquier otra cuestión que pueda entorpecer la válida
tramitación del juzgamiento. Todas estas circunstancias serán resueltas en un
solo momento procesal, consintiendo el planteamiento de recursos en contra de
la resolución pero con efecto diferido al dictado de la sentencia, evitando que el
procedimiento se paralice.
La función saneadora no se encuentra destinado a las partes, sino reservada con
exclusividad al juez. Tiene dos objetivos precisos: el primero de ellos depurar el
método de vicios que inciden en el conflicto; y segundo, asegurar que el objeto del
proceso converja precisado, e itiendo que ciertos escollos insalvables a resolver,
ya se hayan ocasionado con antelación, facilitando la corrección de los
presupuestos o defectos evidentes que tengan los actos esenciales de la disputa.
De esta manera evita las alegaciones innecesarias, limitando las cuestiones a
ventilarse en el debate central del proceso.
El saneamiento temprano favorece la moralización del proceso, impidiendo el
éxito de técnicas dilatorias, que de otro modo, solamente serían detectadas luego
de transcurrido un tiempo valiosísimo y solucionada al momento del dictado de la
sentencia. Las utilidades que se obtienen del instituto surgen con claridad, atento
a la eficacia que adquiere, autorizando plasmar una técnica que de forma
concentrada estructure un mecanismo de viabilidad fáctica para que el litigio no
se paralice, ni quede suspendido o interrumpido indefinidamente en el tiempo
mientras se resuelvan cuestiones accesorias, ajenas al objeto principal de la
controversia.
Desformalización.
Pretendemos caracterizarlo como un principio por la trascendencia que tiene el
matiz de informalidad denominado por algunos "informalismo" y por otros
"desformalización". Si bien es cierto, los sujetos del proceso no pueden separarse
del orden y las formalidades establecidas por las normas, salvo en las situaciones
en que la ley les autorice, salta a la vista que el conflicto judicial debe respeto
mayúsculo a las reglas sugeridas por el sistema y al orden en que se
desencadenan los actos, mediante ellas se salvaguarda la observancia de los
otros principios regulados en el proceso.
Sin embargo, también es cierto que desde el ámbito doctrinario se hace una
apuesta por la informalización de los actos procesales, pues las formas solo son
estipuladas para una finalidad trascendente y a estas obedecen; si las formas no
tienen la repercusión indicada el formalismo es un sin sentido.
Veamos entonces la situación presentada: por un lado, el proceso es un conjunto
de actos sometidos a ciertas ritualidades con dogmáticas reglas, que garantizan
una recta administración de justicia, dando seguridad jurídica y perspectiva de
un debate racional, desde este punto de vista, las formas procesales son
absolutamente ineludibles e inevitables, siendo necesarias, en cuanto cumplan
un fin, representando una garantía procesal. Por el otro, no se circunscribe a
defender un formalismo primitivo, que exagere las fórmulas al extremo de ser
reglas residuales carentes de sentido lógico y práctico, ante lo cual son estas
estructuras las que deben ser eliminadas, teniendo que suprimirlas al no
contener un justificativo válido para su existencia sobre todo cuando sustentan
un “excesivo ritual manifiesto”.
Lo ideal seria colocarse en un justo medio entre lo formal y lo informal,
comprendiendo que las formas son imprescindibles, pero sin sacramentalizarlas
al punto de ser el acto en sí mismo un conjunto de figuras que no logran objetivo
positivo alguno; como ocurre con la prueba confesoria viabilizada tipo absolución
de posiciones, en el actual proceso civil.
Vázquez Sotelo, esgrime: "(...) que las formas del proceso no son un fin en sí
mismas, ya que si el proceso se concibe como un instrumento de un orden
jurídico justo (expresado en el derecho material) las formas tienen que ser
consideradas a su vez como meros instrumentos - "instrumentos del
instrumento" que podría decir Calamadrei - y han de servir solo para que el
proceso se desarrolle en condiciones de seguridad que permitan alcanzar una
solución confiable".
En síntesis, cabe resaltar en que si bien el proceso civil no puede deducirse en
términos rigurosamente formales con un menoscabo a la verdad jurídica, ello no
exime a los jueces de la aplicación estricta de las normas que lo rigen, ni tampoco
de cumplimentar los actos procesales cuya finalidad consiste en el resguardo del
debido proceso'' y la defensa en juicio. Serán flexibles para aceptar una
proyección de informalidad, atento que lo importante es la funcionalidad el acto,
que permita superar el sentido de lo instrumental, advertido del dinamismo que
irradia la realidad actual, donde la necesidad de reparación es más importante
que el formalismo.
De modo que se acepta al formalismo, pero solo al necesario, no al exagerado e
inútil sin aportes efectivo justificando a la formalidad misma, sino a la impuesta
con el señero objetivo de cumplir la norma. Las formalidad es serán
recepcionadas con un objetivo de servicio al proceso, de incumplir este
presupuesto no tienen razón de ser.
Oralidad.
Uno de los primordiales aspectos que deben aplicarse es la aceptación del
principio de la oralidad como base del sistema. El escrituralismo debe superarse,
construyendo un esquema de litigación donde pueda sostenerse un diálogo
civilizado, que se logra eficazmente solo dentro de un proceso oral, lo que en
definitiva no es más que asegurar una justicia transparente, de cara al pueblo.
Conjuntamente con la oralidad surge la efectiva apreciación de la inmediación y
la concentración. Este principio de la oralidad solo se puede cumplimentar dentro
de la diagramación de un proceso por audiencias. Sin implicar se tenga que
abandonar por completo las bondades de la escritura, sobre todo en la etapa de
la proposición de la litis por la seguridad que aporta el soporte escriturario.
Dependiendo de la predominancia de lo oral a lo escrito, se vislumbran la
trascendencia de uno u otros principios. Si decimos el proceso tendrá
predominancia oral, es evidente estamos asimilando y potenciando otros
principios que son su consecuencia, como lo son el de publicidad, inmediación y
concentración.
Cuando apuntarnos a la oralidad, en un sentido puro, se hace relación a aquello
que es expresado verbalmente, o más precisamente a un sistema gobernado
totalmente por la palabra hablada sin injerencia de la escritura. Ahora bien, este
tipo de modelo procesal (el proceso oral puro) es casi desconocido, por los
inconvenientes que presenta con respecto a la seguridad jurídica documental.
Quizás el único totalmente oral de la actualidad sea el denominado Proceso del
Tribunal de Aguas de Valencia, España.
Es de advertir, que al decir proceso es oral no estarnos señalando se desenvuelva
totalmente en la oralidad, sino perfila que lo verbal tendrá preeminencia por
sobre lo escritura!, el centro de la escena de litigación pasa a ser la audiencia
donde se debate la litis en forma oral, independientemente que su registración
sea o no escrita.
Esta forma de hacer justicia de cara al pueblo y en forma transparente genera
que los operadores del servicio y los usuarios del sistema confíen en el sistema
procesal de solución de conflictos, por cuanto el modelo actual no ha dado
respuestas satisfactorias a las necesidades de la sociedad. Efectivamente, el
procedimiento escrito prolonga en demasía el curso del pleito; permite el abuso de
los recursos; las incidencias dilatorias interminables que sólo sirvieron para crear
confusiones, retardos injustificados y hacer aparecer aquello que era accesorio,
como si fuera lo esencial del juicio.
No más montañas de papel que separen al juez de las partes, tomos y tomos de
expedientes judiciales o "dossier" que se interponen entre quien tiene que
sentenciar y la realidad.
La justicia de rostro humano, tiene cabida solo dentro de un proceso verbal y
público 9 solo dentro de un esquema oralizado se tendrán mayores perspectivas
de llegar a la tan ansiada verdad, debido a que el papel lo soporta todo.
Ya enseñaba el maestro Chiovenda ''La experiencia sacada de la historia nos
permite agregar, sin titubeos, que el proceso oral es, con mucho, el mejor de los
dos y el que mejor conviene a la naturaleza y a las exigencias de la vida moderna,
ya que sin comprometer en nada, antes bien, garantizando el acierto intrínseco
de la decisión, proporciona ésta con mayor economía, sencillez y celeridad". La
discusión oral supone un debate oral que garantiza una justicia intrínsecamente
mejor, haciendo al juez partícipe del pleito y favoreciendo que surja en el espíritu
del abogado una actitud más sagaz, más rápida, más penetrante, que asegura
mejor la veracidad y la sinceridad de los resultados del objeto del juicio. Agregaba
el citado maestro italiano: "Y si la verdad de los hechos debe resultar de un
contradictorio, sea de partes, testigos o peritos, la confrontación pierde toda
eficacia en el escrito que la reproduce".
Si bien es cierto que con solo adoptar un proceso oral no se tendrá una mejor
justicia (que busque la verdad real), es indudable que este constituye uno de los
condimentos esenciales para comenzar a caminar por un proceso más seguro y
efectivo, que responda a las necesidades sociales.
Hablar de oralidad es significar principalmente contacto personal inmediato del
juez con las partes'1, pero a su vez pretender una oralidad absoluta es
impracticable.
El esquema consiste en brindar un predominio de lo verbal en la etapa de
discusión o debate de la ca s , para que en el omento de iniciación las partes
planteen sus requenm1entos en forma escrita ya sea en la demanda y en su
contestación, atento a que esta fase escritura! por razones obvias de garantía es
insustituible, de seriedad, de precisión y de responsabilidad.
Discernimos sin duda alguna, que al referir a la oralidad no se está renunciando
a la escritura24 por consiguiente ciertos actos de partes serán realizados en
forma escrita, acarreando que el fenómeno verbal se aplique con exclusividad en
el momento del debate en audiencia, en donde de renunciarse a esta sí se estaría
sacrificando al principio reemplazándolo por la escrituralidad, porque el tiempo
preciso donde surge la oralidad, es en el momento de la formación de la relación
procesal de discusión y prueba de los hechos deducidos en juicio. En la audiencia
es la ocasión en que debe prevalecer lo oral.
En síntesis, la oralidad trae las siguientes ventajas:
a) Propicia la inmediación. No más separación y distanciamiento entre el juez
y los litigantes, los intervinientes en el proceso separados por expedientes
judiciales solo propicia el ocultamiento de la verdad.
b) Permite la prestación del servicio de justicia en forma transparente.
(Control Popular)
c) Admite la efectiva aplicación del principio de concentración.
d) Reconoce una amplia preponderancia en la búsqueda de la verdad.
Proscribe el tipo procesal secreto.
Eventualidad.
Gozaíni define al principio de eventualidad sosteniendo: "consiste en pedir de las
partes que todos los actos de postulación, ataque y defensa , se articulen
oportunamente, de acuerdo con las etapas preclusivas del proceso; de modo tal
que cada uno de los planteas deducidos en el curso de un litigio deban
presentarse ad eventum que supone dejar abierta una posibilidad o alternativa si
la petición principal fracasa".
Visto de esta manera el principio de eventualidad está estrechamente ligado a los
principios de preclusión procesal y de concentración, sin embargo no se lo debe
confundir con este último. El principio de eventualidad aplicase a las
formulaciones o deducciones, afirmaciones, ataque y defensa que las partes
podrán ejercer en un momento procesal determinado; sin embargo, al aludir a
concentración, significa la acumulación de varios actos procesales en una
actuación procesal, no acumulación de formulaciones o pretensiones.
Ejemplo de eventualidad, se daría con el demandado que en el momento de
contestar la demanda deberá acumular todas sus pretensiones contra el actor,
concentrando ad-eventum su actuación. En tal sentido, esbozará cada uno de los
argumentos de defensa, opondrá la totalidad de las excepciones, expresando en
un momento único de la litis el conjunto de sus medios de ataque y defensa.
Distinta es la situación desplegada con el principio de concentración, mediante
este se logra que los actos procesales sean realizados en un mismo momento
procesal.
Véscovi nos dice, que "el principio de eventualidad es una derivación del principio
de preclusión, en tanto importa la necesidad de aprovechar cada ocasión procesal
íntegramente, empleando en su acumulación eventual todos los medios de ataque
y de defensa de que se disponga para que surjan efectos ad-eventum, es decir,
por si alguno de ellos no los produce. Se parte de la base de que el medio (ataque
o defensa) no deducido al mismo tiempo que otro u otros, ha sido renunciado por
quien pudo hacerlo valer".
No obstante, el principio de eventualidad debe funcionar estrechamente ligado a
los principios de buena fe, lealtad y probidad, asentado en que las partes utilicen
al proceso como un medio de obtener una solución al conflicto, dentro de un
marco de legitimidad, presentándose una relación con la conducta de las partes
asumidas en la litis, lo que denota su clara vinculación con la moralidad y con
reglas éticas de comportamiento.
Debido proceso.
Un proceso civil de contenido modernista, con una visión futurista no puede
dejar de lado al debido proceso, que con la aparición de los derechos humanos
fomentó una notable evolución conceptual ampliando sus límites.
La idea del debido proceso, tuvo su nacimiento en el constitucionalismo
americano, en la 5ª Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de
América, al establecer los derechos de todo ciudadano a tener un proceso
judicial; también en la 14ª Enmienda, figura como una restricción de parte del
estado para resolver sobre el destino de los hombres sin el debido proceso.
La terminología fue muy poco conocida en las legislaciones latinoamericanas, a
punto de ser incorporada recién en la segunda mitad del siglo XX.
Se entiende como debido proceso, a aquel derecho que tiene la persona a ser oída
con las debidas garantías y dentro del plazo razonable por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley en
la sustanciación de cualquier acción civil, penal, laboral o cualquier otra,
conceptualización devenida del Art. 8 de la Convención Americana de Derechos
Humanos.
A partir de esta perspectiva, viene impulsada desde lo supranacional como
derecho de defensa procesal, garantía que debe estar presente en toda clase de
procesos. Así, el derecho al debido proceso busca confirmar la legalidad y
correcta aplicación de las leyes, dentro de un marco de respeto a la dignidad
humana, imponiendo al orden interno la necesidad de ajustarse a las normas
dictadas desde lo internacional.
También desde el neoconstitucionalismo, supone nuevas variables para entender
lo que es debido, que no solo pasa por un mínimo de derechos, sino por una
construcción específica que comienza con el mismísimo acceso a la justicia a la
entrada al proceso, y continúa a través de toda la instancia, culminando con el
derecho a una sentencia suficientemente motivada, que pueda ser ejecutada y
cumplida tal cual los jueces han ordenado.
En el presente, el debido proceso comprende el derecho a la justicia, navegando
más allá de la simple perspectiva de habilitar la posibilidad de otorgar al
requirente un procedimiento para el trámite de su causa, sino garantizándole el
cumplimiento de lo resuelto, donde la repercusión de la reparación es más
importante que el formalismo.
El sentido de una tutela judicial efectiva, cobra un máximo compromiso no
versando solo en una consagración de derechos mediante el procedimiento, sino
en alcanzar el resultado objetivo de lo dispuesto por el Juez.
En la línea argumental expuesta, Gozaíni describe las condicionales del perfil
moderno del debido proceso, aglutinándolos en los siguientes aspectos.
a) El derecho a ser oído, que implica el acceso a la justicia sin restricciones
personales ni económicas.
b) El derecho al proceso, que proyecte un esquema válido y seguro por el que
se establezca un procedimiento a seguir propugnando garantías de alegación,
prueba y defensa de los derechos; en un esquema de seguridad personal y
jurídica; por medio de un abogado idóneo y confiable; amparando la publicidad
del proceso.
c) El derecho al plazo razonable, que garantice ser oído en tiempo prudencial
en cada momento procesal que así lo requiera, como también el tránsito por las
distintas etapas procesales, en un tiempo razonable, sin demoras injustificadas.
d) El derecho al Juez natural, impone la necesidad que este juez a más ser el
natural, sea competente, independiente e imparcial, garantizando el dictado de
una sentencia justa, fundada y razonable, dando resoluciones apropiadas al
objeto de la pretensión.
e) El derecho a la utilidad de la sentencia, que ligue la posibilidad de estar en
presencia de un fallo justo y efectivo que pueda ser cumplido dentro de un plazo
razonable.
Legitimación amplia.
Los derechos humanos pregonan la protección de los derechos colectivos
propugnando la custodia de los intereses difusos, mediante la consagración de
las acciones populares, argumentación que encierra el relegamiento de los
intereses individuales para dar lugar a la denominada Tercera Generación de
Derechos.
Deviene el nombre de difuso, derivada del aspecto de la indeterminación o
propagación subjetiva del motivo a defender, convirtiéndolo en un derecho de la
sociedad toda.
A su vez estos intereses difusos y derechos colectivos, tienen protección de rango
constitucional, instituido en el Art. 38 de la Constitución Nacional, no es otra
cosa que proteger la vida misma de las personas.
Explicita, Pérez Luño, "(. ..) la experiencia de la últimas décadas ha mostrado que
es necesario reconocer a la generalidad de los ciudadanos la legitimación para
defenderse de aquellas agresiones a bienes colectivos o intereses difusos, que por
su propia naturaleza, no pueden tutelarse bajo la óptica tradicional de la lesión
individualizada. De ahí que se tienda a postular la admisión de formas de acción
popular como medio idóneo para superar la concepción individualista del
proceso, permitiendo la iniciativa de cualquier interesado -individual o colectivo-
en la puesta en marcha de los instrumentos de protección de los nuevos
derechos. Aclarando que la flexibilidad en la legitimación procesal activa exige
también, por la peculiaridad que entraña la defensa de estos derechos, una
ampliación de la legitimación pasiva, permitiendo superar las trabas formales que
con anterioridad habían dejado impunes conductas atentatorias o lesivas contra
los derechos humanos de tercera generación.
Desde el punto de vista de la legitimación para obrar, es aceptado que todos y
cada uno de los afectados por los daños colectivos, tienen derecho a reclamar
individual o colectivamente la protección de sus derechos en especial cuando se
relaciona con daños ambientales, imponiéndose en la actualidad la tesis que al
producirse la constitucionalización del derecho al acceso a la justicia, conllevó la
aceptación del acceso irrestricto a la jurisdicción, estando obligado el Estado a
poner las condiciones de viabilidad para la efectiva protección de estos intereses.
Esto es establecer la competencia de los órganos competentes del lugar donde se
ha violado el derecho colectivo para que el o los afectados tengan protección
efectiva.
Es deber del aparato gubernamental, organizar y crear las estructuras necesarias
para la garantía de los derechos, y cuando ya se tuviesen esas estructuras
reconocer a los ciudadanos que habiten los lugares de afectación, la utilización
sin obstáculo alguno de las vías procesales siendo oídos por los jueces naturales
y competentes del lugar; que en definitiva, son las garantías mínimas que el
estado debe brindar a sus habitantes, de otra manera no tendría razón de ser su
propia existencia.
La protección de los intereses difusos y de los intereses colectivos, no surgen
legislados en el orden procesal civil, a pesar de la expresa consagración
constitucional, denotándose una deficiencia de carácter normativo, situación que
no debe ser un impedimento para la tutela.
Plazo razonable.
La noción de plazo razonable, gira en tomo a la idea de un proceso rápido,
sencillo y eficaz, que debe terminar en un tiempo limitado. Podríamos decir, una
de las grandes luchas del procesalismo se centra en lograr un sistema efectivo de
solución de conflictos que culmine en el menor tiempo posible, ante ello el plazo
razonable adquiere una intima vinculación con la necesidad de reducir la
cantidad de actos procesales que se realizan en cada proceso. Celeridad y
concentración se unen para dar respuesta al plazo razonable.
La conjetura no tiene el sesgo de fijar un tope máximo de tiempo en el cual tenga
que resolverse el conflicto, como muchos lo han entendido, sino en la concreción
de un juicio justo, simple, imparcial, que evite las dilaciones indebidas, actuando
como una resistencia en contra de las trabas de carácter dilatorio. Un proceso
orientado hacia un plazo razonable, en suma, es un debido proceso que promulga
reglas claras y simples de juego, no dificultando el tránsito por sus diversas
etapas.
El proceso en sí mismo no tiene tiempos, porque no es una carrera contra el
tiempo que asuma una línea de meta preestablecida, sino que se vincula con un
andar por las diversas etapas hasta el resultado final. Dentro de este contexto
corresponde entender al plazo razonable, indicando que deben evitarse las
dilaciones indebidas, las demoras propias de los sistemas procesales,
interpretando con flexibilidad los criterios procesales caracterizados por ser
rígidos.
El Juez no puede eternizar el proceso, sino debe llevarlo por sus distintas etapas
de la manera más eficaz posible, concretizándose la visión en la idea que "la
máxima duración del proceso no puede ir en contra del actor que tiene razón".
La concepción de un proceso culminado dentro de un plazo razonable, viene
propuesto desde el sistema interamericano de derechos humano s, al proclamar
la Convención en el Art. 8.1. "Toda persona tiene derecho a ser oída con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable", apuntalado también por el
Art. 25 del mismo cuerpo: "Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y
rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales".
Analizando ambas normativas, se concluye en la obligación ineludible por parte
del Estado, de conceder un recurso efectivo contra actos violatorios de la
Convención, estos recursos para que sean útiles y de manejo efectivo estarán
consagrados en los sistemas procesales, de todas las materias y fueros.
Cuando auguramos un proceso "rápido", surcamos la visón de un sistema sin
dilaciones indebidas que otorgue las garantías suficientes a las partes,
dispensando seguridad jurídica para el litigio; si decimos proceso "sencillo",
responde a la idea de la simplicidad del trámite judicial, de manera que pueda ser
comprendido por todos los interesados en la protección jurisdiccional; y cuando
apuntamos, proceso "eficaz", el mismo se mide con resultados al ser un concepto
vinculado al pragmatismo procesal. Estos tres tipos adjetivos, deben ser
analizados para comprender al plazo razonable.