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Los niños corretean por toda la casa, y ya han escogido los que serán
sus cuartos en el segundo piso, mientras que los esposos Muñoz
inspeccionan la cocina, el comedor y la sala antes de subir al cuarto
principal para ver el que será su nuevo nidito de amor.
Sus padres le dan permiso de quedarse con el cuadro, pero le piden que
lo cuelgue en su cuarto, para no tener que verlo. Esto calma un poco el
ánimo de Alberto, que los empieza a molestar por miedosos y toda la
familia termina bromeando. Caída la noche, todos están exhaustos por el
largo viaje y la ardua tarea de limpiar la casa. Entre risas y risas pasan
una cena alegrísima e inolvidable. El futuro ahora si parece muy
alentador para todos, incluso para Alberto.
Qué harías si se te aparece este payaso mientras caminas solo por la noche en el parque?
Don Amilcar llama por teléfono a la casa para anunciar la triste noticia a
su hijo mayor, indicandole que regresará más tarde. El pobre Alberto no
puede creer lo que sucede con su familia y corre a su cuarto para
lamentar la perdida de su hermano. No se percata que el monstruoso
payaso ahora levanta 2 dedos. Se tira en su cama y llora hasta quedarse
dormido, olvidando que dejó a la pequeña Marcela sola en la tina.
Esta es la leyenda de una hermosa jóven maya que prefirió morir antes
que casarse con un cruel y desalmado príncipe guerrero.
Mira también:
La Llorona
La Siguanaba
El Cadejo
El Sombrerón
La Siguamonta
Entre ellos, había un príncipe guerrero muy cruel llamado Batsú, que
lideraba un poderoso ejército y había ganado más de 100 batallas. Batsú
era temido y respetado en toda la tribu, y había acumulado grandes
riquezas a través del pillaje de las tribus vecinas. En el corazón de la
mayoría de las doncellas vivía la esperanza de ser la elegida por Batsú el
día que se casara.
Un buen día, Batsú decidió buscar esposa y escogió a Jilgue. Los padres
de Jilgue, temerosos por su vida, aceptaron casarla con el despiadado
príncipe. Pero ella se enteró de las intenciones de Batsú y huyó para
esconderse en el bosque.
El fuego se hacía cada vez más fuerte. De pronto vieron como Jilgue
caía al suelo inconsciente. Mientras las llamas consumían su cuerpo, un
pajarillo color ceniza, con el pico y las patas rojas, comenzó a cantar
sobre la cabeza de Batsú.
No era el canto de un pájaro, era la voz de Jilgue, que siguió y atormentó
a Batsú hasta el día de su muerte. Se dice que desde entonces nunca
más nació en Guatemala una mujer indígena tan bella como Jilgue, cuya
voz se sigue escuchando en el canto de los jilgueros que hoy pueblan los
bosques de nuestras tierras.
Leyenda de La Tatuana
Publicado el 13 Nov, 2017 - 21:35:30 - Ultima actualización: 14 Nov, 2017 -
21:13:47
Manuelita nació entre 1745 y 1750. Era una joven hermosa como
ninguna otra. De niña, había sido vendida como esclava a un hombre
que conocía las artes del esoterismo maya. La niña era muy hábil e
inteligente, y pronto se ganó el cariño de su amo. Más que una esclava,
Manuelita se convirtió en su alumna, y aprendió de él numerosos
hechizos, encantamientos y curaciones. Con el paso de los años,
Manuelita se convirtió en una bellísima mujer. El viejo brujo, en su lecho
de muerte, le dijo que era el momento de dejarla partir, no sin antes
tatuarle un pequeño velero en el brazo. Éste, le dijo, le permitiría escapar
de cualquier peligro o cautiverio en el que se encontrara. Así pues,
Manuelita partió en busca de su destino.
Se dice que llegó al Reino de Guatemala en un barco que no atracó en
ninguno de sus puertos y en ninguna de sus playas. Apareció así nomás
un día en la Ciudad de Santiago de los Caballeros (Antigua Guatemala).
Era una mujer blanca de grandes ojos negros, cabello ondulado más
negro que la noche y una figura alta y voluptuosa. El escote de su
ajustado vestido dejaba ver montes y mil maravillas. Hermosa.
Exuberantemente hermosa. Endiabladamente deseable. En Guatemala
jamás se había visto una mujer como ella, que despertaba los instintos
carnales más salvajes de jóvenes y maduros. Paseó con arrogancia su
belleza en la plaza central frente a marqueses, condes y plebeyos.
Todos, sin excepción, la colmaron de piropos y galanterías. A su paso,
dejaba un llanto encolerizado de celos entre las esposas y amantes de la
vieja Capital.
La Tatuana era odiada por las señoras de la ciudad, pues se dice que no
hubo hombre que se resistiera a pasar por ahí una nochecita. Sin
embargo, las acusaciones caían siempre en oídos sordos. Las
autoridades de la ciudad de Santiago eran clientes frecuentes del palacio
de la Tatuana, y la protegían pues no podían arriesgarse a ver sus
buenos nombres relacionados con tan pecaminosas actividades.
Pero la suerte de la Tatuana estaba por dar un giro. Corría la noche del
aniversario de su llegada a la ciudad, y la Tatuana daba una gran fiesta
en su mansión. Unos fuertes golpes se escucharon en la puerta principal.
La Tatuana no esperaba más invitados esa noche, por lo que decidió
ignorarlos y siguió danzando, disfrutando de su fiesta. Los golpes
insistieron. Cuando finalmente abrió, se encontró frente a una docena de
hombres armados que aguardaban por ella en el pórtico.
El inquisidor le indicó a la Tatuana que por ley tenía derecho a una última
gracia. Sus carnosos y deliciosos labios respondieron que únicamente
quería un pedazo de carbón o tiza, para pasar sus últimas horas pintando
y dejar una huella de su paso por la vida. El inquisidor aceptó la solicitud
y ordenó que se le llevara un trozo de carbón después de la cena.
Pero algo igual o más increíble estaba por ocurrir. Al día siguiente, el
inquisidor investigaba lo sucedido. Eran aproximadamente las 15h00
cuando interrogaba al guardia. El inquisidor estaba convencido que éste
había sido seducido por los encantos de la condenada y la había dejado
escapar. De pronto, un fuerte terremoto sacudió la ciudad colonial
ocasionando destrucción y muerte. Bajo un enorme bloque de piedra,
yacía aplastado el cuerpo del inquisidor.
Cuando el contador del tiempo marcaba el inicio del siglo XIX, la Nueva
Guatemala de la Asunción, fundada en 1776, ya era un centro de
comercio bullicioso. Frente a la Plaza Central, se levantaba la nueva
Catedral Metropolitana a medio terminar y a un costado, el Palacio Real.
Cerca del Cerrito del Carmen, apareció un día una misteriosa señora de
unos 60 o 65 años caminando elegantemente, vestida totalmente de
negro. Era alta, delgada, de tez blanca y ojos muy negros. Su cabello,
entre plateado y negro, estaba recogido en dos trenzas. La misteriosa
dama se instaló en una pequeña casa de madera en el Callejón del
Brillante. De ella solo se supo que venía de muy lejos y que su nombre
era Manuela. Doña Manuela, de apellido Tatuana.
Para los vecinos del Callejón del Brillante, las actividades de la mujer
permanecían en secreto. Pero en el resto de la ciudad, corría el rumor de
un pequeño cuarto donde se vendían amarres de amor, enfrascamientos
y otros trabajitos de hechicería que eran sumamente efectivos. La
Tatuana era muy cautelosa al escoger a sus clientes. Corría ya el año de
1809, y aunque en España la inquisición había sido suprimida por
Napoleón tras la invasión francesa, en las colonias de América el brazo
inquisidor permanecía firme y voraz, ávido por enviar a la hoguera a
cualquier sospechoso de brujería para demostrar su poder.
Una tarde de diciembre, la Tatuana fue a buscar provisiones a la muy
bien surtida tienda del barrio, donde además de alimentos conseguía
velas aromáticas y votivas, muy necesarias para algunos de sus
conjuros. Encontró muy triste a doña Chayo, la tendera, que barría el
local de mala gana. Las dos mujeres habían conversado muchas veces
con anterioridad, pero doña Manuela no le había contado la verdad
acerca de sus actividades.
–Ay, pues siendo así… figúrese que el muy desgraciado de Lupe tiene
otra mujer. Está como embrujado. No regresa a la casa durante días, y
cuando se aparece, me trata mal. ¡Mire que ya no sé qué hacer!
Pero el idilio duró pocas semanas. Una noche, antes de cerrar, llegó
doña Manuela para pedir de vuelta el cuerito para un trabajo urgente que
debía realizar. Doña Chayo imploró y suplicó entre lágrimas, pero la
insistencia de doña Manuela pudo más.
Esa misma noche, mientras doña Chayo dormía, su marido tomó un
rimero de ropa, lo lanzó por el balcón, saltó a la calle y se escapó para no
volver nunca más.
Se dice que a finales del siglo XIX y principios del Siglo XX, en las
bartolinas del Palacio de Gobierno se podía ver en las noches de luna
llena la silueta que dejó el barco por donde escapó la Tatuana salpicada
por los 3 proyectiles incrustados en la pared. Esto lo pudieron ver con
sus propios ojos hasta que el terremoto de 1917 derribó el edificio.
¿Lo sabías?
Decían nuestros antepasados que había unas mujeres que a las once de
la noche se daban tres volantines para atrás y luego tres para adelante;
que estas mujeres tenían un guacal blanco y que a la última voltereta
vomitaban el alma en el guacal. Ya sin alma, tomaban figura de monos o
micos y se dedicaban a hacer diabluras. Otra versión relata que para
transformarse, las mujeres van a un árbol de chilamate, toman una de
sus flores que brota justo a media noche y recitan un antiguo conjuro de
un brujo maya.
La creencia popular dice que las monas son mujeres despechadas que
se transforman para ir en busca de los hombres que las abandonaron. Y
así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, se trepan a
los árboles y techos de las casas, brincando de un lugar a otro y
haciendo gran escándalo en los techos de lámina, tirando frutas y piedras
a la gente que se asoma o camina en las calles. Se cuenta que también
en algunos casos arañan a la gente con sus garras y se meten a las
casas donde roban comida de las alacenas o animales pequeños de los
corrales.
Origen de la leyenda:
Esta es una leyenda que se originó en tiempo de los mayas, hace más
de medio milenio, y que se mezcló con algunas creencias aportadas por
los españoles tras la conquista. Habla acerca de unas brujas que tienen
el poder de transformarse en seres muy similares a monos mediante un
ritual sagrado.
Los religiosos proponen que este tiempo sea utilizado para la oración y reflexión,
a fin de revisar sus acciones y los cambios que debe tener para acercarse más a
Dios y cumplir con sus mandamientos.
Procesión de Jesús Nazareno de La Merced – Antigua en Viernes Santo – foto por
Maynor Marino Mijango
Durante la Semana Santa, el católico cumple con diversos actos, como
procesiones, escenificación del drama de la muerte y pasión de Cristo, sobre calles
ornamentadas con alfombras, cargadores vestidos de cucuruchos y cortejos se
desplazan al ritmo de marchas fúnebres.
El jueves, viernes y sábados Santos para los guatemaltecos son días de asueto con
pago de sueldo obligatorios para todos los trabajadores guatemaltecos, según el
Artículo 127 del Código de Trabajo.
Las Posadas
Son celebraciones populares con las que se rememora la andanza de San José con
la Virgen María próxima a dar a luz al niño Jesús. Fue iniciada por el Hermano
Pedro en Santiago de Guatemala, a imitación de lo que hacía fray José de Moreira
durante la víspera de Navidad, dentro del convento en las celdas del noviciado.
Huelga de Dolores
Son actividades diversas que culminan con el desfile bufo que realizan los
estudiantes de la Universidad de San Carlos, el Viernes de Dolores de cada año.
Algunos estudiantes tuvieron que marchar a otros países a concluir sus estudios.
El año siguiente, Ubico cambió el calendario académico y trasladó el período de
vacaciones a los meses de marzo y abril; ello, con el objeto de evitar la celebración
de la huelga, la cual pudo salir a la calle hasta en 1945, después de transcurridos
los 14 años que duró la dictadura ubiquista. El reinicio de su celebración fue un
logro de los estudiantes Francisco (Chico) Luna Ruiz, el Loco Alvarado, Jesús
Guerra Morales y Chichicúa López Urzúa.
El Palo Volador
Es una danza mesoamericana, que se realiza en demanda de lluvia y fertilidad de
los suelos. Antes de cortar el árbol, del cual proviene el eje o palo en torno al cual
giran los danzantes, se realizan ciertos rituales preparatorios, consistentes en
abstinencia sexual, ayuno y libaciones.
En la parte superior del palo se coloca una armazón giratoria, de cuyas esquinas
se desprenden cuatro cuerdas que sirven para atar, de los pies a los bailarines,
quienes se lanzan al vacío y van descendiendo, dando vueltas alrededor del palo,
engalanados con plumas y máscaras que representan aves, chalchigüis, monedas
y cascabeles con ayacastles sonoros como chinchines o maracas.
El jefe de la danza, llamado el mico, es el primero en subir al palo o mástil para
dirigir, desde arriba, el ritual, con toda suerte de monerías. Luego lo hacen los
bailarines, quienes, después de atarse la cuerda a la cintura, se dejan caer con los
brazos extendidos y las piernas enlazadas a la cuerda, en un descenso circular en
el que las vueltas se van ensanchando.
Vestidos con el traje ceremonial que incluye sombrero con plumas de colores,
pañuelos coloridos y cintas rojas, uno a uno esperan su turno para ingresar a la
pista, la cual es controlada por miembros de una cofradía.
Los jinetes deben prepararse física y espiritualmente, pero además, con suficientes
recursos económicos, pues quienes se atreven a montar uno de los 300 caballos
que son llevados de las comunidades asentadas en los Cuchumatanes, deben pagar
ya sea por todo el día Q1 mil 800, por una hora Q400 o de Q25 a Q50 por una
vuelta, además de sufragar el pago de la marimba para la noche previa al evento.
Herrera refirió que de la calidad del caballo depende el precio que se debe pagar,
aunque hay algunos montadores que durante años pagan todo el día y eligen el
mismo animal, con el que llegan a desarrollar una amistad al unirse durante la
carrera.
Elvis López, contratista de animales, explicó que los caballos han sido cuidados
por dos meses antes de participar en esta actividad, pues durante la carrera sufren
desgaste físico que requiere preparación, porque la mayor dificultad es que los
jinetes montan ebrios.
La Carrera de Cintas, Todos Santos Cuchumatán – foto por Fernando Calmo
Barriletes Gigantes
Según la cosmogonía de los indígenas kaqchiqueles los barriletes representan un
lazo de comunicación entre los muertos (los santos) y los vivos.
La tradición oral cuenta, que ese día las almas de los antepasados son liberadas por
veinticuatro horas en donde los espíritus tienen la libertad de volver a sus hogares,
a sus seres cercanos, a lo que vivieron y a sus descendientes.
Los vivos deben de estar preparados y es por ello que adornan con flores, ya que,
si los espíritus no encuentran buena recibida por parte de sus familias, éstos pueden
causar daños a las cosechas, enfermedades o atentar contra los vivos.
Por ésta razón, es que los pobladores al darse cuenta que espíritus malignos
invadían el camposanto y las viviendas donde vivieron y convivieron, decidieron
en una manifestación abstracta elevar lienzos de papel, que al chocar con el viento
indicarían a los espíritus el camino al cielo y se alejaría la molestia.
Por lo que los lugareños dedicaron largo tiempo a elaborar los objetos que
derivaron en barriletes o cometas.
Tradición ancestral
Dada la relevancia que tiene ésta hermosa tradición ancestral, que data de los años
de 1900-1910, el Ministro de Cultura y Deportes declara ésta festividad el 30 de
octubre de 1998, como Patrimonio Cultural de Guatemala. El 15 de diciembre de
2005 también recibe por parte del Presidente de la República Oscar Berger el
Galardón de la Orden Nacional del Patrimonio Cultural.
El tamaño de los barriletes varía desde los pequeños de un metro de diámetro hasta
los más grandes que sobrepasan los 16 metros de diámetro, todos son elaborados
con papel de china y su armazón es de caña de bambú o de tallos de castilla, la cual
es una planta similar al trigo; el pegamento que se usa es natural elaborado con
harina de yuca mezclada con trozos de cáscara de limón y agua. Los cables para
las pitas son de maguey. Las colas del barrilete son de tela tejida.
Cada año es dedicado a un tema distinto, bien puede ser un tema político, religioso
o cultural.
La trama culmina con la muerte del capataz por el toro más bravo.
Esta tradición se puede apreciar en muchos lugares del país y es celebrada por
diferentes culturas guatemaltecas.
1. Kak ik
Un platillo propio de la región q'eqchi', este caldo es uno de los favoritos por su
carne de "chunto" (chompipe), diferentes verduras, especies y chile, bastante
chile. Arroz para acompañar, "pochitos" (tamalitos de manteca) y cacao o pinol
para beber. Una delicia.
2. Enchiladas
Tostadas con carne picada, queso, un toque de huevo, salsa, queso y remolacha
para ese color característico. Un reto comerla sin quebrar la tostada, pero con un
sabor maravilloso para el intento.
3. Fiambre
Una mezcla de embutidos y verduras, caldillo de pollo, quesos y más que
requiere de semanas de preparación y mucho trabajo. Aún así, es un plato
tradicional de la celebración en el Día de Todos los Santos, una mezcla de
sabores excepcional.
El espacio escénico
Partes de un escenario
El espacio escénico
Las actividades y movimientos del actor en ese lugar significan las del
personaje en el lugar sugerido por la escena.
Decorado
Las funciones prácticas del decorado son válidas en tanto el actor tiene la
posibilidad de realizar acciones con ellas: abrir puertas, subir escaleras,
etc. Sin embargo, el actor no realiza esas acciones con un verdadero fin
práctico, sino para mostrar que el personaje que representa las realiza.
Así, el decorado varía su significado en relación al personaje.
Accesorios