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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ACATLÁN

NOMBRE: ENRIQUE PÉREZ MORALES

MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA: ENTRE LA AUTONOMÍA Y LA INDEPENDENCIA

TEMÁTICA: HISTORIA NACIONAL

CORREO ELECTRÓNICO: kyb1985@hotmail.com

1
Resumen*

La historiografía tradicional mexicana ha interpretado y explicado el movimiento de Miguel Hidalgo como el


acto por el cual se dio inicio la gesta por la Independencia de nuestro país, es decir, que Hidalgo siempre
tuvo en mente la idea independentista tal como en nuestro presente lo entendemos. El “grito” ocurrido en
Dolores fue el inicio de la gesta por la libertad y oposición al régimen español y por él se levantó el pueblo
para alcanzar “la independencia nacional”.
El presente trabajo, lejos de determinar “lo que realmente pasó” e hizo este personaje de la
historia nacional, propone una interpretación diferente (alejada de cualquier pretensión patriótica o
nacionalista) de las ideas políticas de Hidalgo (cuál era su idea de soberanía, de nación, a quién se refería
cuando decía “Americanos”, etc.) y lo que perseguía con su movimiento. Así, daremos respuesta a la
siguiente pregunta: ¿El cura Hidalgo pretendía la independencia de la nación o sólo la autonomía de la
misma? Podemos decir apresuradamente que el movimiento del cura Hidalgo, más que el inicio de la
Independencia, se nos aparece como un movimiento que la antecedió y que fue la base para que
posteriormente surgieran hombres con ideas independentistas propiamente dichas.
Para comprender sus ideas, procederemos a analizar su discurso contenido en documentos de
primera mano (proclamas, bandos y otros escritos) hallados en el Archivo General de la Nación (ramo
Operaciones de Guerra) y en la Colección de documentos para la historia de la guerra de Independencia
de México, de 1808 a 1821 de Eusebio Hernández y Dávalos. Además, para evitar anacronismos
generalmente cometidos en la historiografía nacional, reintegraremos el hecho a su contexto original.

*Para el mejor entendimiento de los objetivos y métodos del presente trabajo véase la Introducción.

2
Introducción
Las interpretaciones de hechos del pasado, lo que conocemos como interpretaciones históricas, tienen el
objetivo de satisfacer necesidades explicativas diferentes, que responden a fines e ideologías distintas. Al
ser una de estas interpretaciones ampliamente aceptada por el hombre, llega a formar parte de su
imaginario colectivo del pasado, hasta el punto de creer que eso “fue lo que pasó en verdad.”
Sin embargo, la teoría de la historia contemporánea nos ha enseñado que las interpretaciones
históricas no son por si mismas verdaderas, sino más bien, más o menos verosímiles (¿cómo explicarnos,
entonces, el hecho de que hay un sólo pasado y muchas historias sobre él?).
Así, la tradición historiográfica mexicana ha interpretado el movimiento del cura Miguel Hidalgo, el
llamado “padre de la patria”, desde diferentes perspectivas, en su mayoría con una ideología que podemos
calificar de “nacionalista” o “patriótica.” Nos dice que este hecho es el inicio de la Independencia de
México; señala, además, que desde un principio Hidalgo tenía las claras intenciones de independizar
México. Nos enseña que “el Grito de Dolores” fue un emotivo discurso que dio inicio a dicho movimiento en
el cual el pueblo mexicano levantó su voz a favor de la libertad.
Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el texto del famoso grito. Este ha sido alterado con
posterioridad con adiciones como "Viva la América española" (un reclamo posterior), "Mueran los
gachupines" (una expresión de rivalidad que sólo aparecería más tarde por parte de Miguel Hidalgo) o
"Viva México". Este último forma parte del grito de independencia que en la actualidad profiere el
presidente nuestro país en ocasión de las festividades conmemorativas de la Independencia. Por tanto,
nos damos cuenta que interpretaciones anacrónicas e ideológicas, rodean ese hecho histórico
matizidándolo en muchos aspectos hasta el punto de mitificarlo.
Así, en el presente trabajo, lejos de determinar “qué fue lo que pasó en realidad”, pretendemos dar
una interpretación diferente de las ideas políticas de Hidalgo y su movimiento de 1810, que sea verosímil y
que esté fuera de toda ideología nacionalista. Para este fin, daremos respuestas a preguntas como ¿Qué
pretendía con su movimiento: independencia o autonomía? ¿Qué o a quiénes ataca y defiende? ¿Cuál es
su idea de soberanía? ¿A quién se refiere cuando en sus discursos habla de “Americanos”? ¿Cuál es su
idea de nación? etc. Sabemos que estos conceptos están íntimamente relacionados y forman un todo
único dentro del imaginario ideológico de Hidalgo; sin embargo, se tratarán por separado ya que creemos
que es mejor el método a seguir para la buena compresión de las ideas. Esto se realizará reintegrando el
hecho histórico a su contexto original, con lo cual podremos superar posibles anacronismos. Además,
procederemos, a analizar tres documentos escritos por Hidalgo.1
Cronológicamente, el primero correspondería a un bando fechado el día 29 de noviembre de 1810 en
Guadalajara, en el cual, el cura Hidalgo abole la esclavitud, suspende el tributo cobrado a los indios y

1
Estamos consientes de que el material utilizado, aunque son fuentes primarias, no son suficientes para dar una conclusión muy
satisfactoria o contundente. Sabemos que el aspecto material, la relación con el documento, es parte del trabajo del historiador y
desde luego hay que hacerla bien, pero lo principal en este trabajo son lo que Edmundo O´Gorman llama los “espirituales” es
decir, el bagaje del historiador, lo que constituye su subjetividad, en fin, la relación entre sujeto y tema, para lo cual los materiales
son la parte instrumental.
3
castas, y deroga varios estancos.2 Este documento fue hecho después de que el ejército insurgente fuera
derrotado por Calleja en Aculco obligándolos a retirarse al Bajío, marcando el principio del fin del
movimiento militar de Hidalgo, pero el principio de su movimiento político culminado en Guadalajara.
El segundo se trata de un manifiesto fechado en Valladolid (hoy Morelia) el día 15 de diciembre de
1810 en donde Hidalgo contesta a los cargos que le hizo la Inquisición por herejía.3 Este documento es
una copia del original que el señor José María de Ansorena realizó por órdenes del cura para que se
publicara en los pueblos de su jurisdicción. Es por eso que pareciera que las fechas no concuerdan, sobre
todo en el lugar de expedición, pues Hidalgo se encontraba todavía en Guadalajara.
El tercero es una proclama fechada el 26 de marzo de 1811 que no aclara el lugar de su expedición,
pero que por la misma fecha podemos suponer que fue hecha mientras Hidalgo era trasladado a
Chihuahua para llevar a cabo su juicio después de ser aprehendido en Norias del Baján. En dicha
proclama Hidalgo se defiende de las acusaciones de ser seguidor de Napoleón que en su contra se
hicieron y justifica sus acciones y la del movimiento que encabezó.4
Este tercer documento es el que más nos ilustra sobre el pensamiento político del primer líder
insurgente. Al final de él, Hidalgo termina diciendo: “Viva la religión católica”, “Viva Fernando séptimo”,
“Viva la patria”, “Viva y reine por siempre en este continente americano, nuestra sagrada patria, la
Santísima Virgen de Guadalupe”, “Muera el mal gobierno.”5 Palabras muy sugerentes que nos enseñan el
eslogan, por decirlo así, que Hidalgo manejó durante toda su campaña insurgente y que nos servirá como
punto de partida para comenzar este trabajo.

Entre la autonomía y la independencia


“Viva la religión católica”, “Viva Fernando séptimo”, “Viva la patria”, “Viva y reine por siempre en este
continente americano, nuestra sagrada patria, la Santísima Virgen de Guadalupe”, “Muera el mal
gobierno.” En esta declaración de Hidalgo vemos de inmediato dos aspectos fundamentales en su lucha:
una religiosa y otra política.
En su proclama del 26 de marzo de 1811, dirigida a los “Americanos” el cura dice:

“[…] unámonos a sostener una causa a nuestro parecer justa y santa como lo es mantener ilesa nuestra Santa
Religión, la obediencia a nuestro Romano Pontífice y a nuestro Rey y señor natural a quien hemos jurado
obedecer, respetar su nombre y leyes […]”6

2
El mismo bando fue copiado por Ignacio López Rayón quien lo dio a conocer el día 6 de diciembre del mismo año, por lo cual
esta fecha es tomada como la verdadera en la que se abolió la esclavitud. Cfr. “Bando del Sr. Hidalgo aboliendo la esclavitud;
deroga leyes relativas a tributos; impone alcabala a los efectos nacionales y extranjeros; prohíbe el uso del papel sellado, y
extingue el estanco del tabaco, pólvora, colores y otros” en Eusebio Hernández y Dávalos, Colección de documentos para la
historia de la guerra de Independencia de México, de 1808 a 1821, Tomo II, Doc. no. 145, pp. 243-244.
3
Este documento puede ser consultado tanto en AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, ff. 154-157, como en Eusebio
Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo II, doc. no. 164, pp. 301- 303.
4
AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, ff. 158-159.
5
Ibid. f. 159.
6
Ibidem.
4
Defender a la religión católica y al rey Fernando séptimo así como atacar al “mal gobierno”. Con esto
surgen de inmediato dos cuestiones contradictorias. La primera, ¿porqué defender a la religión católica si
los españoles son los menos interesados en destruirla? Y la segunda, ¿porqué defender al rey si la
revuelta de Hidalgo es justamente deshacerse del yugo de los españoles y su “mal gobierno”? Una mirada
rápida a los hechos acontecidos desde 1789 hasta 1808 puede darnos una pista para poder superar
aquellas dos contradicciones.
En la Nueva España se empezó a dar una alarma religiosa tras recibir las primeras noticias de la
Revolución Francesa (1789). Cuando en 1790 declaró Francia la constitución civil y la campaña de
descristianización, el gobierno español comenzó a dar a conocer cosas muy severas a sus vasallos sobre
las vejaciones que sufrían la iglesia y la aristocracia en Francia. El odio y el miedo a los franceses
comenzaron a alentarse particularmente por la manera en que estas noticias fueron trasmitidas.7 Se
comenzó, entonces, a hablar en España y en la Nueva España de la destrucción de la religión católica por
parte de los revolucionarios franceses.
La invasión de España por parte de las fuerzas de Napoleón agitó mucho más los ánimos. Desde que
en marzo de 1808 el mariscal Murat marchó sobre Madrid, en la Nueva España se habían sucedido las
noticias de la llegada de José Bonaparte en julio de 1808 y la de Napoleón en noviembre, la toma de los
Estados Pontificios por éste y el encarcelamiento del papa Pío VII, quien lo había excomulgado. En el
primer semestre de 1809 se había conocido la disolución tanto de los Consejos españoles como de las
órdenes religiosas monacales y mendicantes. Ambas medidas dictadas por el nuevo rey de España José
Bonaparte.8
Al respecto, en una nota del manifiesto del 15 de diciembre de 1810, Hidalgo declara:

[sic] “Entre las resmas de proclamas que nos an benido de la península desde la irrupción de los franceses,
nose bera una quarta de papel que contenga, ni aun indique excomunión alguna del prelado de aquellas
provincias contra los que ablan o abrasan la causa de Napoleón, sin que nadie dude que sus Exercitos y
constitución venian a destruir la cristianada en España.”9

Vemos así, que la guerra santa, la parte religiosa de la revuelta proclamada por Hidalgo, no es en
contra de los españoles, sino en contra de los revolucionarios de Francia que han invadido España. Es la
defensa de su fe y costumbres en contra de los “inuquos franceses” como los llama. Sin embrago, el cura
no duda en afirmar que parte de la culpa por la devastación que sufre la religión católica la tienen los
propios españoles:

7
Marta Terán, “La Virgen de Guadalupe contra Napoleón Bonaparte. La defensa de la religión en el obispado de Michoacán entre
1793 y 1814”, en Castro, Felipe y Pilar Martínez López-Cano (coords.), Estudios de historia Novohispana, México, UNAM-IIH,
vol. 19, 1999, p. 98.
8
Ibid, p. 102.
9
AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, f. 155.
5
[sic] “A estos si que los podemos acusar de impios e irreligiosos, [dígalo] Mexico, Puebla, y Valladolid, y aun el
mismo Guanajuato, [donde] el lujo y la moda a lo frances arranco de las paredes de sus sa[cortado]; lo mismo
huvieran echo en los templos si hubieran podido, las [cortado] ymagenes de Dios, de Maria Santisima y sus
santos, colocando en su lugar, por moda de buen gusto, estatuas obsenas para tener la inicua indecencia de
ver, en lugar de modelos piadosos, insentativos de la laciva. Observese en que traje se presentaban, ya en los
templos ya en los oficios, ya enrizados, ya pelones con pechos postizos los afeminados [y] en lugar de rezar,
cortejando a las prostitutas aun en la presencia Real de nuestro Dios, con escandalo de los pobrecitos en quien
[toman por] mentira la verdadera piedad y Religión.”10

Naturalmente, en esta guerra santa la imagen de la Virgen de Guadalupe, como protectora y


defensora de la Nueva España así como símbolo de la fe católica americana, fue invocada por el
insurgente:

[sic] “[…] nuestra universal patrona, la siempre Virgen Maria de Guadalupe, nos ha de sobstener y ayudar en
este gran proyepto, dara esfuerzo a los debiles, esperanza a los timidos y valor a los pusilánimes, disipara de
las cabezas de muchos los angustiados pensamientos que le atormentan el Alma considerando la arduidad de
la empresa, y facilitara su [realización].”11

Pero la irrupción francesa en España no sólo puso en peligro la religión católica, sino también la
estabilidad política de la nación. Napoleón destronó al rey Carlos IV y junto con su hijo Fernando VII fueron
conducidos a la ciudad de Bayona, Francia, en condición de custodios para vivir en exilio involuntario.
Mientras tanto, como ya habíamos hecho mención, Napoleón impuso como rey de España a su hermano
José. La revuelta de los españoles no se hizo esperar y pronto se comenzaron a formar juntas (el conocido
movimiento juntero) para decidir cual sería el destino político de España.
Cuando estas noticias llegaron a la Nueva España, el pánico cundió en toda la sociedad. La
problemática en la que se centró todo el debate fue sobre la actitud que la Nueva España tomaría ante los
sucesos en la Península. Rápidamente se formaron dos grupos con opiniones distintas: la Real Audiencia,
el alto clero, el Consulado de la ciudad de México y las autoridades de mayor jerarquía (todos españoles)
por un lado, se manifestaban a favor de que todo siguiera igual. Su pensamiento se basaba en la idea de
Jean Bodin del derecho divino de los reyes, la cual justifica el poder absoluto real exigiendo callada
obediencia. Por otro lado se encontraba el Ayuntamiento de México (representando a la aristocracia criolla,
así como a los de clase media). Esta pensaba que a falta del legítimo rey, era necesario, en tanto se
reestableciera la situación en la metrópoli, nombrar autoridades que gobernaran en nombre de Fernando
VII, presididas por el virrey en turno, José de Iturrigaray, y una Junta Nacional similar a la que se había
establecido en España.12
10
Proclama de 26 de marzo de 1811 dirigida a los Americanos, ibid, f. 159.
11
Ibidem.
12
Miguel Ángel Gallo, Historia de México. Del México Antiguo a la República restaurada, México, ediciones Quinto Sol, 2000,
pp. 224-225.
6
Esta propuesta significaba que la soberanía, al faltar el rey, recaía en los ciudadanos, rechazando el
derecho divino bodinista.13 Con esto, los criollos reclamaban más participación en la vida política de la
Nueva España, así como autonomía frente a las autoridades de la metrópoli. Esto alarmó al partido
español quienes, al ver que el virrey Iturrigaray daba su apoyo al Ayuntamiento y convocaba una Junta
General, decidieron actuar para impedir que se alterara el status quo de la Nueva España.
Así, Gabriel de Yermo, un comerciante acaudalado, miembro del consulado de México, con apoyo de
la Real Audiencia, capitaneó a un grupo de españoles quienes encarcelaron al virrey Iturrigaray y a las
cabezas del partido criollo.
El Golpe de Estado de Yermo tuvo para los criollos un resultado evidente: revelar detrás del orden
establecido la personalidad del ofensor. Todas las trabas aparecen súbitamente como la máscara que
ocultaba la voluntad de dominio del español. Desde la prisión de Iturrigaray, el lenguaje que emplea el
criollo cambia; el ofendido señala con el dedo a los responsables de sus agravios: los funcionarios y
comerciantes de la clase europea.14 Hidalgo menciona en su manifiesto del 15 de diciembre de 1810:
“Abrid los ojos, Americanos, no os dexéis seducir de nuestros enemigos: ellos no son católicos sino por
política: su Dios es el dinero, y las cominaciones sólo tiene por objeto la opresión”.15
De ahora en adelante, el europeo es visto como el único responsable de las desgracias no sólo de
América, sino también de la península española. Los rumores de que los españoles pueden entregar el
reino a los franceses son suficientes para que surjan movimientos revolucionarios como el del cura de
Dolores:

[sic] “Protestamos delante del Mundo entero, que nunca hubieramos desenvainado la Espada contra unos
hombres cuia sobervia, y despotismo hemos sufrido con la mayor paciencia por espacio de casi trescientos
años, despues de haver sido victimas de su codicia, insultados, provocados por una serie continuada de
desprecios y ultrajes, y degradados a la especie de inseptos reptiles, sino nos constase y estuviéramos
intimamnte persuadidos de que la nacion iba a perecer miserablemente y nosotros a sus viles Esclavos de
nuestros enemigos mortales perdiendo para siempre nuestra Santa Religión, nuestro Rey, nuestra Patria, y
nuestra libertad, nuestras costumbres, y quanto tenemos mas sagrado y mas precioso custodiar […] Esta
legitima libertad no pudo entrar en paralelo con la irrespetable que se apropiaron los Europeos, quando
cometieron el atentado de apoderarse de la persona del Excelentísimo Señor Iturrigaray y trastornar el gobierno
a su antojo sin conocimiento nuestro […] Para la felicidad del Reyno, es necesario quitar del mando, y el poder
de las manos de los Europeos: este es todo el objeto de nuestra empresa, para la que estamos autorizados por
la voz comun de la nacion, y por los sentimientos de todos los Criollos.”16

13
Vid infra, nota 19.
14
Luis Villoro, El proceso ideológico de la revolución de Independencia, México, UNAM, 1977, p. 56.
15
AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, f. 155.
16
Manifiesto del Sr. Hidalgo, expresando cuál es el motivo de la insurrección concluyendo en nueve artículos, en Eusebio
Hernández y Dávalos, op. cit., Tomo I, doc. no. 51, p. 119.
7
El movimiento de Hidalgo no es contra de la metrópoli, ni del rey, ni de sus instituciones, es en contra
de los mismos españoles. Ellos que con su “sórdida avaricia y despotismo” corrompen al gobierno y a sus
leyes, corrompen las buenas costumbres, corrompen a la nación y a la patria, están en contra de toda la
“felicidad de América y de los Americanos” y es por eso que hay que terminar con su “mal gobierno”. El
único vínculo entre la Vieja y la Nueva España es el soberano, y cada reino debe gobernarse como si éste
no fuera común, sino propio de cada país.17
Con esto creemos que ya hemos superado las dos contradicciones que nos surgieron al principio. Sin
embargo, para terminar con este apartado, queda aun una pregunta más, muy importante, a la cual hay
que darle respuesta: ¿El movimiento de Miguel Hidalgo que comenzó la madrugada del 16 de septiembre
de 1810 tenía como objetivo independizar a la Nueva España de España, o sólo otorgarle más autonomía
respecto a ésta última?
Miguel Hidalgo lo manifiesta claramente: el sólo quiere sacar a los europeos de la dirección del
gobierno para que los americanos sean los únicos que puedan gobernarse a sí mismos, tanto política
como económicamente. Citemos de nuevo a Hidalgo:

[sic] “Amados compatriotas Americanos, hijos de esta America: El sonoro clarin de la libertad politica ha sonado
en nuestros oidos, no lo confundais con el ruido que el de la libertad moral, que pretendian haber escuchado los
inicuos franceses, creyendo que se podrían hacer todo aquello que se opone a Dios, y al projimo. […] La
libertad politica de que os hablamos, es aquella que consiste en que cada individuo sea el unico dueño del
trabajo de sus manos […] la misma que hace que sus bienes esten seguros de las rapazes manos de los
despotas que hasta haora nos han oprimido […] ¿Cuál es la Agricultura sin el penoso afan de pagar las
insoportables rentas que de mucho labor se os han exhijido?” […]18

Por un lado, al manifestar su rechazo a la “libertad moral” de los franceses argumentando que van en
contra de todo lo que se opone a Dios, Hidalgo rechaza el movimiento revolucionario de 1789. Este
movimiento, no lo olvidemos, fue encabezado por la clase alta y media burguesa que depuso al rey de
Francia e impuso —esto es lo importante— una nueva forma de gobierno. Interpretando las palabras de
Hidalgo, podemos decir que él está a favor de la idea tomista del derecho divino real. 19 No pone en duda
esa doctrina (es por eso que también se explica por qué Hidalgo, si bien pelea contra los españoles,
defiende al rey Fernando VII).
Inferimos, al igual, que cree que es contra la religión imponer una nueva forma de gobierno. En sus
palabras, dentro de las acciones de su movimiento “los templos han sido venerados, las vírgenes
respetadas, los gobiernos reformados, no causando más novedad que la extracción de europeos”.20 Ese es
17
Luis Villoro, op. cit., p. 42.
18
AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, f. 158.
19
La doctrina tomista del derecho divino real dice que Dios ha entregado la soberanía al pueblo, pero éste, como no puede
gobernarse sólo, se la entrega al rey quien gobierna en su nombre. Parece que las ideas de Hidalgo y los autonomistas están
dirigidas hacia esta doctrina, pues al no haber rey es natural que la soberanía regrese al pueblo quien la mantendrá mientras se
nombre a otro soberano.
20
Ibid, f. 159.
8
el afán de Hidalgo, reformar el gobierno que está en manos del “déspota español” para que ahora pase a
manos de los “Americanos”, no imponer uno nuevo (clara idea de autonomía y no de independencia):

[sic] “Establezcamos un congreso que se componga de representantes de todas las Ciudades, Villas y Lugares
de este Reyno, que teniendo por objeto principal mantener nuestra Santa Religión, dicte leyes suaves,
benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada Pueblo: ellos entonces gobernarán con la dulzura de
padres, nos tratarán como a sus hermanos, desterrarán la pobreza, moderando la devastación del Reyno, y la
extraccion de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, harémos uso libre de las riquísimas
producciones de nuestros feraces países, y a la vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las
delicias que el Soberano Autor de la naturaleza ha derramado sobre este vasto continente.”21

Por otro lado, su idea de “libertad política”, relacionándolo también con la cita de arriba, es bastante
clara y evidente. Lo que busca es una libertad económica que sea favorable a los “Americanos”. No es de
nadie ajeno saber que Hidalgo era un criollo de clase media que tenía varios intereses económicos en la
región de Dolores. Lucas Alamán, quien declara haberlo conocido, dice que el curato de Dolores le
generaba a Hidalgo una renta anual de ocho o nueve mil pesos (una suma muy considerable en su tiempo)
lo cual aprovechó para invertir en plantíos de uvas y moreras para la cría de gusanos de seda. Dice,
además, que Hidalgo mandó construir fábricas para producir loza y ladrillos, así como pilas para curtir
pieles y establecimientos para diversas artes.22
Al igual que Hidalgo, los criollos de clase media y alta encontraban sus negocios muy poco rentables,
o hasta arruinados, debido a las leyes restrictivas generadas por los europeos, entre ellas los famosos
estancos impuestos por el visitador José de Gálvez entre 1764 y 1772 y la muy odiada Consolidación de
Vales Reales de 1804-1805. Estas leyes también acrecentaron en mayor medida el odio de los criollos
hacia los españoles peninsulares y su “mal gobierno”.
Es así que, junto a los objetivos políticos y religiosos, los intereses económicos fueron otro objetivo
más de su movimiento. El día 29 de noviembre de 1810, desde la ciudad de Guadalajara, Hidalgo da a
conocer su famoso bando en el que, junto a la abolición de la esclavitud, también deroga algunos estancos
como el de la pólvora, tabaco, tintes y vino. Afirma que “uno de sus principales objetos fue extinguir tantas
gabelas con que no podían adelantar en fortuna” actuando “generoso siempre el nuevo gobierno, sin
perder de vista tan altos fines que anuncian la prosperidad de los americanos”.23
A pesar de esto, las intenciones de Hidalgo no son cambiar la estructura económica que había regido
a la Nueva España, es decir, no propone un nuevo sistema económico, sólo reformar el que siempre ha

21
Manifiesto del Sr. Hidalgo contestando los cargos que le hizo la Inquisición, en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., vol. II,
doc. 164, p. 303.
22
Lucas Alamán, “Los hombres de la Independencia” en Ernesto de la Torre Villar, Lecturas históricas mexicanas, vol. II,
México, UNAM, 1998, p. 114.
23
Bando del Sr. Hidalgo aboliendo la esclavitud; deroga leyes relativas a tributos; impone alcabala a los efectos nacionales y
extranjeros; prohíbe el uso del papel sellado, y extingue el estanco del tabaco, pólvora, colores y otros” en Eusebio Hernández y
Dávalos, op. cit., Tomo II, doc. no. 145, pp. 243.
9
estado para que ahora sea el americano quien goce de los beneficios que antes tenían los “opresores
europeos”.
Podemos concluir, que su objetivo no es hacer independiente a la Nueva España, es otorgarle poder
de autonomía, de autogestión frente a los españoles. Hidalgo no quiere cambiar las Instituciones políticas y
económicas, de hecho no las ataca por si mismas, quiere reformarlas pues en manos de la dirección de los
gachupines fueron corrompidas.
Se podría aquí hacer una reclamación: ¿Cómo es, entonces, que Hidalgo no quiere la Independencia
si el mismo habla de ella? En efecto, Hidalgo habla de Independencia. Cuando es aprehendido, en su
causa o juicio, es interrogado acerca de por qué decidió emprender la Independencia de Nueva España; él
contesta que “estaba persuadido de que la Independencia sería ventajosa al reino” por que estaba
“indefensa y espuesta a caer en poder de una potencia extranjera, especialmente de los franceses”.24
Pero, volvemos a insistir, no es una Independencia para formar una patria nueva, como tiempo
después formuló Morelos. No, es una Independencia entendida como la libertad del americano para
organizar, manejar y dirigir los bienes reales sin la intervención de ningún extranjero. Esta confusión,
creemos, se debe a que tradicionalmente se ha relacionado las revoluciones en Francia y en Estados
Unidos como factores directos para el estallido del movimiento de Hidalgo; que el cura estuvo muy
influenciado por las ideas Ilustradas francesas. Pero, como ya vimos, Hidalgo tenía muy poca estima por
ellos y sus ideas; más bien las ideas de Hidalgo vienen de una tradición más acorde a su contexto y
educación como el tomismo, sin embargo, esto no quiere decir que él no haya tenido influencia de ellos o
del pensamiento moderno del siglo XVIII.
Las ideas de Hidalgo anteriormente abordadas, están íntimamente ligadas a la concepción de
soberanía, de nación y de americanos; tanto, que sin una explicación de éstas no se podrá entender
completamente sus dichas ideas y ni las nuestras. Es por eso que en el siguiente apartado abordaremos
estos temas para lograr, así, una interpretación diferente a la tradicional y lograr, también, el objetivo
principal del presente trabajo.

La idea de “Americanos”, de soberanía y de Nación


Preguntémonos primero ¿A quién se refería Hidalgo cuando hablaba de “Americanos”? Existen tres
indicios en los documentos analizados que nos pueden dar una pista para dar respuesta a la pregunta
anterior. El primer indicio es de corte evidente. Usa el término “Americanos” para referirse al grupo social
con el que siente más identificación: los criollos: “Amados compatriotas religiosos, hijos de esta América” y
más adelante agrega “Aliento pues criollos honrados, aliento” y luego dice “Buen ánimo criollos
cristianísimos, alentaos…” y finaliza afirmando “Aquel que os dijere que somos emisarios de Napoleón
temen mucho el que sea verdad lo contrario […] por que nosotros los criollos jamás hemos faltado ni
somos capaces de tener conexión con ese tirano emperador”.25
24
Declaración del cura Hidalgo, en ochenta y nueve fojas,— Cuaderno núm. 13, en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., vol. I,
doc. 2, preg. 30, p. 18.
25
AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, f. 158-159.
10
El segundo indicio lo clasificamos como de corte retórico. Si bien habla de “Americanos”, nunca
utiliza, en algunos de sus escritos, la palabra “criollo” o “criollos” para referirse a ellos. Sin embrago,
podemos deducir a quién se refiere. En su bando aboliendo la esclavitud, dice: “Que siendo contra los
clamores de la naturaleza, el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud […] en cuya
consecuencia, deberán los amos, sean americanos o europeos darles libertad” y luego afirma: “Que
ninguno de los individuos de las castas de la antigua legislación deje de pagar el tributo que se les exigía”
y finalmente dice: “Del mismo modo serán abolidas las demás exacciones de bienes, y cajas de comunidad
y toda clase de pensiones que se exijan a los indios”26
Con esto vemos que Hidalgo hace una clara diferenciación entre americanos, castas e indios. Se
puede objetar aquí que el cura obviamente se refiere con americanos a todos los nacidos en América
incluyendo castas e indios, pero haciendo uso del primer indicio que llamamos de corte evidente, la visión
cambia. Hidalgo, entonces no tiene una idea de igualdad respecto a los estamentos —igualdad que sólo
llegará cuando Morelos la proponga— y el término de “americanos” lo usa para referirse a los criollos.
Esta tesis también es reafirmada cuando en su interrogatorio se le pregunta sobre si el fin de usar la
imagen de la Virgen de Guadalupe fue sólo para atraer a la “pleve”, sobre todo a los indios, él responde:
“que la ocurrencia de tomar en Atotonilco la imagen de Guadalupe, la aprovechó para atraerse a las
gentes”.27 Así, Hidalgo sabía que necesitaba el apoyo de los indios y castas para el éxito de su movimiento,
aunque los objetivos principales no eran beneficiarlos.
El tercer indicio es de corte interpretativo. Una de las frases que pueden pasar como un sentido real
de conciencia nacional (nuestra actual conciencia nacional) y “mexicanismo” en Hidalgo es esta: “Desde el
feliz momento en que la valerosa nación americana tomó las armas para sacudir el pesado yugo que por
espacio de cerca de tres siglos la tenían oprimida…”28
Los trescientos años de dominio a los que hace referencia Hidalgo, dan la pauta para afirmar que en
realidad tenía la idea de liberar a la nación (interpretada en la mayoría de los casos como la mexicana)
conquistada por España. Sin embargo, nuestra interpretación es diferente. Los trescientos años de dominio
no se refieren al dominio español sobre los indígenas, o tiempo después las castas. Se refiere a los
trescientos años de dominio que sobre los criollos han tenido los peninsulares. La argumentación se
remonta hasta los antepasados de los criollos, los conquistadores. Los derechos del rey sobre América
provienen del pacto que hicieron con él los conquistadores, de quienes descienden directamente los
criollos. Gracias a ellos, América quedó incorporada a la corona de Castilla, en pie de igualdad con
cualquiera de los reinos españoles, con la misma independencia de que gozan éstos; 29 no olvidemos que
Hidalgo se refiere a la Nueva España como Reino de España y no como Colonia de España.

26
Bando del Sr. Hidalgo aboliendo la esclavitud; deroga leyes relativas a tributos; impone alcabala a los efectos nacionales y
extranjeros; prohíbe el uso del papel sellado, y extingue el estanco del tabaco, pólvora, colores y otros” en Eusebio Hernández y
Dávalos, op. cit., vol. II, doc. 145, pp. 243. Las cursivas son nuestras.
27
Declaración del cura Hidalgo, en ochenta y nueve fojas,— Cuaderno núm. 13, en Ibid, vol. I, doc. 2, preg. 12, p. 13.
28
Bando del Sr. Hidalgo aboliendo la esclavitud… en Ibid, vol. II, doc. 145, pp. 243.
29
Luis Villoro, op. cit., p. 40.
11
Así, Nueva España no depende de la península, depende sólo del rey de España; sin embargo, los
“gachupines” han roto ese sagrado pacto de los conquistadores y el rey, gobernando aquellos las tierras
que no tienen derecho a gobernar, tratando a los criollos, los verdaderos dueños, como sus esclavos. El
yugo de trescientos años que sobre América han impuesto los europeos se refiere al momento en que
estos rompieron ese pacto sagrado. Con esto, la Nación América y los americanos a los que hace
referencia Hidalgo son, de nuevo, los criollos.
Entonces, el movimiento de Hidalgo es un movimiento exclusivo del criollismo, no es de corte
popular, pero sabe que necesita de la “plebe” para engrosar sus filas y para que peleen por su causa. Es
por eso que dicta leyes a su favor, de hecho, en Guadalajara hace ejecutar a los europeos prisioneros para
“satisfacer” a los indios, no teniendo más motivo que “el de una condescendencia criminal con los deseos
del ejército compuestos de los Indios y de la canalla gente”.30
Sabiendo ahora a quién dirige Hidalgo su mensaje, pasemos a esclarecer cuál es su idea de
soberanía y Nación. Esta parte ya no será de mucha dificultad pues a lo largo del todo éste trabajo se nos
da ya una idea clara sobre estos aspectos.
Hemos dicho, utilizando las ideas tomistas combinadas con las ideas modernas de su tiempo que
tanto los autonomistas de 1808 como Hidalgo compartían, que a falta del rey el pueblo recobraba su
potestad de soberanía otorgada por Dios. La soberanía es, pues, la simple libertad de gerencia, la libertad
que una nación tiene para autolegislarse, autogobernarse y autoadministrarse sin necesidad de tutelas
ajenas (salvo el rey claro está). La soberanía de América recae en el pueblo, pero no en el pueblo
entendido como la “plebe”, sino en las personas notables quienes constituyen los organismos políticos;
para Hidalgo son los criollos, quienes, a su vez, depositarán la soberanía en un congreso. Reproduzcamos
una cita anterior:

[sic] “Establezcamos un congreso que se componga de representantes de todas las Ciudades, Villas y Lugares
de este Reyno, que teniendo por objeto principal mantener nuestra Santa Religión, dicte leyes suaves,
benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada Pueblo: ellos entonces gobernarán con la dulzura de
padres, nos tratarán como a sus hermanos, desterrarán la pobreza, moderando la devastación del Reyno, y la
extraccion de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, harémos uso libre de las riquísimas
producciones de nuestros feraces países, y a la vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las
delicias que el Soberano Autor de la naturaleza ha derramado sobre este vasto continente.”31

Resumiendo, el “pueblo” del que habla Hidalgo, es el que se supone representado en el congreso
que pretendía instalar y que, en verdad, está formado por los “hombres honrados”, de cierta educación y
posición social, de cada villa y ciudad de la Nueva España; es en realidad la clase media criolla la que ve

30
Declaración del cura Hidalgo, en ochenta y nueve fojas,— Cuaderno núm. 13, en Eusebio Hernández y Dávalos, op. cit., vol. I,
doc. 2, preg. 17, p. 15.
31
Manifiesto del Sr. Hidalgo contestando los cargos que le hizo la Inquisición, en Ibid, vol. II, doc. 164, p. 303.
12
abierta una oportunidad de participar activamente en la vida política de la Nación.32 Otra vez recalcamos,
estas ideas tiene poco que ver con las teorías que inspiraron la Revolución Francesa o Norteamericana.
De todo lo anterior, se puede deducir que la Nación de Hidalgo es el territorio (América o Nueva
España), sus instituciones de gobierno (incluyendo al rey), y la sociedad organizada en estamentos,
encabezados por los “Americanos” o criollos. Es también un vínculo cultural representado por la religión
católica. Es pues, una Nación ya constituida desde siempre, salvo que la única diferencia es que la
soberanía debe recaer en los criollos a falta del rey.

Consideraciones finales
El movimiento encabezado por el cura de Dolores, Miguel Hidalgo y Costilla, se nos revela como un
acontecimiento determinado por intereses ideológicos de índole tanto religiosa, como política y económica,
producto de un contexto concreto.
Hemos visto que Hidalgo, lejos de querer independizar a la Nueva España de la metrópoli, pugnaba
por una libertad para los criollos, una libertad que los dejara organizar, manejar y dirigir los bienes reales
sin la intervención de ningún extranjero. También, es una lucha santa que tiene por objeto defender la
religión católica y las costumbres de un pueblo tradicionalista.
Este movimiento ha sido denominado por la tradición historiográfica mexicana como “El inicio de la
Independencia de México”. Sin embargo, en esta otra interpretación, el movimiento del cura Hidalgo, más
que el inicio de la Independencia, se nos aparece como un movimiento que la antecedió y que fue la base
para que posteriormente surgieran hombres con ideas independentistas propiamente dichas.
Esta interpretación es, para nosotros, la que satisface nuestras necesidades explicativas por el
momento. Pero, además, nos reafirma nuestro pensamiento sobre que las interpretaciones de índole
histórica no son verdaderas por si mismas, sino más o menos inteligibles y verosímiles. Al fin y al cabo,
tiempo después, nos surgirán más curiosidades y tendremos que volver a reinterpretar y rescribir nuestra
historia, siempre en miras de nuestras propias necesidades; siendo, así, una infinita serie de
interpretaciones de interpretaciones.

Archivo

AGNM, Operaciones de guerra, vol. 936, exp. s/n, ff. 154-159.

Bibliografía

32
Luis Villoro, op. cit., p. 48.
13
Castro, Felipe y Martínez López-Cano, Pilar (coords.), Estudios de historia Novohispana, México,
UNAM-IIH, vol. 19, 1999.
De la Torre Villar, Ernesto, Lecturas históricas mexicanas, vol. II, México, UNAM, 1998.
Gallo, Miguel Ángel, Historia de México. Del México Antiguo a la República restaurada, México,
ediciones Quinto Sol, 2000.
Hernández y Dávalos, Eusebio, Colección de documentos para la historia de la guerra de
Independencia de México, de 1808 a 1821, México, UNAM, 1955, Tomo I y Tomo II.
Villoro, Luis, El proceso ideológico de la revolución de Independencia, México, UNAM, 1977.

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