serie t r aduccion es
[I]. Pierre Zima, Para una sociología del texto literario.
Traducción del francés de Camilo Sarmiento Jaramillo.
2010.
(Aparece en Series Minor, xlvi).
Título original: Mikhail Bakhtine le principe dialogique suivi de ecrits du cercle de Bakhtine
ISBN: 978-958-611-282-6
1. Bajtín, Mijaíl Mijáilovich, 1895-1975 – Crítica e interpretación. 2. Semiótica y literatura.
3. Literatura y sociedad. 4. Teoría literaria. 5. Hermenéutica literaria. 6. Antropología filosófica.
I. Cardona Vallejo, Mateo, tr.
Impresión:
Páginas interiores: Imprenta Nacional
Carátula: Imprenta Patriótica
Encuadernación: Doris Padilla y Helena Rubiano
Hecho en Colombia
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publicaciones del instituto caro y cuervo
serie traducciones
vi
tzvetan todorov
MIJAÍL BAJTÍN:
EL PRINCIPIO
DIALÓGICO
B O G O TÁ
2013
PRÓLOGO DEL TRADUCTOR
liente reivindicación del papel del traductor como agente cultural, y a mis
compañeros de seminario. Al Ministerio de Cultura de Colombia. Y muy
especialmente a mi familia y a mi esposa, por crear cada día las condicio-
nes favorables para el desarrollo de esta labor, que no es tan solitaria como
suele decirse, como consta en esta lista en la que habría aún que incluir a
muchísimas otras personas.
Los defectos que pueda tener esta traducción son de mi exclusiva res-
ponsabilidad. Solo espero que los estudiantes de Literatura, sus lectores, se
beneficien con ella.
Esta situación crea dos tipos de dificultades. Unas son puramente prác-
ticas. Los textos publicados en los años veinte están perdidos hace tiempo,
en particular —pero no solamente— para quienquiera que trabaje fuera
de la Unión Soviética; Medvédev y Volóshinov desaparecen ambos en los
años treinta, y ello contribuye a volver sus libros escasísimos. En cuanto a
los inéditos, especialmente los que nos llegan hoy en día, la cuestión es un
poco diferente: ignoramos de qué corpus se han extraído y en qué consiste
el conjunto de la producción escrita (y oral, aunque transcrita) de Bajtín.
Pero la no publicación (o la publicación retardada, o la publicación
seudónima) influye también desde adentro en la organización de esos
textos. Aunque Bajtín sea un pensador cuyas elecciones fundamenta-
les son sorprendentemente estables, los textos publicados (sobre todo
mientras aún vivía) no permitían en sí mismos comprender el conjunto
de su sistema. En esa obra no destinada a la publicación inmediata, que
no fue escrita con la preocupación por un nuevo lector a quien confron-
tar en cada texto, nada se intenta para articular los diferentes fragmentos
del sistema. Disponer de los dos libros sobre Dostoievski y Rabelais, lo
que era el caso de todos los lectores hasta la muerte de Bajtín, podía
inducir a errores crasos de interpretación puesto que se tomaba por el
todo a dos pequeños fragmentos visibles del iceberg —sin que la mis-
ma ilación entre los dos pudiera volverse inteligible—. En un proyecto
—¡inconcluso!— de prólogo a la selección de 1975, el propio Bajtín
subraya al respecto:
La cohesión de una idea en devenir (en desarrollo). De ahí cierta
inconclusión interna de muchas de mis ideas. Mas no quiero transformar
el defecto en virtud: en mis obras también hay mucha inconclusión
externa, inconclusión no de la idea sino de su expresión, de su exposición.
[…] Mi afición por las variaciones y la pluralidad de términos para designar
el mismo fenómeno. La multiplicidad de perspectivas. El acercamiento a
lo lejano sin indicación de los eslabones intermedios (38, 360)1.
1
Todas las referencias a los escritos de Bajtín deben descifrarse del modo siguien-
te: de los dos guarismos, el primero remite al número del texto citado en la “Lista cro-
nológica de los escritos de Bajtín y de su círculo”, al final de este estudio; el segundo, a
la página en la edición utilizada.
introducción 17
evidentemente retraduje todos los textos citados. Sin ignorar las de-
formaciones que puede aportar incluso un comentario mínimo, pien-
so que mi nombre podría considerarse como uno de los seudónimos
(¿pero se trata tan solo de seudónimos?) utilizados por Bajtín.
Por esta razón, me abstuve (en principio) de dialogar con Bajtín:
es preciso que la primera voz sea escuchada antes de que comience el
diálogo. Tampoco tuve en cuenta aquí las reacciones, bastante numero-
sas en Occidente, que suscitaron las primeras publicaciones: casi todas
ellas se basan en malentendidos (excusables). Asimismo, finalmente,
evité (salvo alguna excepción) cotejar el pensamiento de Bajtín con el
de los autores que lo siguieron, aunque a menudo me pregunté por sus
fuentes: al ser ya la obra de Bajtín bastante diversa, no se ve dónde hu-
biera podido detenerse la asociación de ideas. Es indiscutible que, en
varios puntos, las ideas de Bajtín nos parecen particularmente actuales
por el hecho de que prefiguran, o incluso superan, las afirmaciones de
tal o cual autor apreciado hoy en día. Estas comparaciones, en princi-
pio, quedan implícitas en mi texto: tal vez hayan influido mi lectura de
Bajtín, pero este no es el lugar para discutirlas2.
2
Quisiera agradecer aquí, por la ayuda que me prestaron en la redacción de este
libro, a Ladyslav Matejka, Michael Holquist, Georges Philippenko y varios amigos en
la urss y Bulgaria, así como a Monique Canto.
1
BIOGRAFÍA
Nuestra fuente principal en lo que tiene que ver con los acontecimien-
tos de la vida de Bajtín es una semblanza publicada en la urss al princi-
pio de un volumen de homenajes a Bajtín1. Solo puedo resumirla aquí,
agregando algunos detalles tomados de otras fuentes.
Mijaíl Mijailóvich Bajtín nació en 1895 en Oriol, en una familia
aristocrática empobrecida; su padre era empleado de banco. Su infan-
cia transcurre en Oriol, su adolescencia en Vilna y Odesa. Estudia fi-
lología en la Universidad de Odesa, luego en la de Petersburgo; sale
diplomado de esta última en 1918. Enseña como profesor de primaria
primero en Nével, pequeña ciudad de provincia (1918-1920), luego,
a partir de 1920, en Vítebsk; se casa en 1921. Ya en Nével se establece
un primer círculo de amigos2 que incluye a Valerian Nikolaévich Vo-
lóshinov (1894 o 1895-1936), poeta y musicólogo; Lev Vasiliévich
Pumpianski (1891-1940), filósofo y especialista en literatura; la pia-
nista M. B. Yudina (1899-1970); el poeta B. N. Zubakin (1894-1937),
y el filósofo Matvei Isaevich Kagan (1889-1937). Este último, quien
cumple a la sazón un papel de iniciador, acaba de regresar de Alemania,
donde estudió filosofía en Leipzig, Berlín y Marburgo; fue discípulo
de Hermann Cohen y recibió enseñanzas de Cassirer. Así pues, Kagan
organiza un primer grupo de encuentros informales conocido como el
“seminario kantiano”. Al margen de esta actividad privada, los miem-
bros del círculo participan en debates públicos y dictan conferencias.
1
V. V. Kozhinov, S. Konkin, “Mikhail Mikhailovich Bakhtin, Kratkij ocherk
zhizni i dejatel’nosti”, en Problemy poétiki i istorii literatury, Saransk, 1973, pp. 5-19.
2
Para este periodo de la vida de Bajtín me apoyo en los apuntes de K. Nevel’skaya,
que acompañan su publicación “M. M. Bakhtin i M. I. Kagan”, Pamjat’, 4, 1981.
22 mijaíl bajtín: el principio dialógico
3
Se me informa que un nuevo volumen de inéditos se encuentra en preparación
en la urss, bajo la redacción de V. Kozhinov.
1. biografía 25
nes de los años veinte disimulaban la verdad mientras que las de los se-
tenta la revelaban, y no lo contrario? No hay, por lo menos hasta ahora,
ningún criterio externo para establecer con evidencia que Bajtín haya
escrito esos libros.
Después de todo, Ivanov no afirma que Bajtín los haya redactado
de principio a fin. Habla en una ocasión de “pequeñas interpolaciones y
modificaciones de ciertas partes”, en otra de “modificaciones exigidas en
aquella época” y en una tercera de “texto principal”. ¿Pero hasta dónde
iban esas modificaciones? ¿A partir de qué momento puede conside-
rarse a alguien coautor de un libro, más que su “redactor” (editor)? ¿No
pueden ciertas “interpolaciones” y “modificaciones” cambiar el sentido
del conjunto? ¿Puede decirse que el título carezca de efecto sobre la lec-
tura de un libro? ¿Y no habría que verlo, más bien, como una llave que
determina toda la recepción del lector (no es evidente, por lo demás, en
qué medida “marxismo” o “filosofía del lenguaje” delatan la intención
del texto subsiguiente)? ¿Y si, como lo sugiere la semblanza biográfica
(concretamente, V. V. Kozhinov), los textos simplemente se hubieran
escrito “sobre la base de entrevistas con Mijaíl Mijailóvich, dedicadas a
los problemas de la filosofía y la sicología, de la filología y la estética”?8
Aquí interviene otra cuestión. Los escritos firmados por Medvédev
y Volóshinov, pero que de hecho serían de Bajtín, se parecen bastante,
tanto por su contenido ideológico como por su estilo, a otros escritos
firmados por los mismos pero no reivindicados por los defensores de
la tesis del seudonimato. Por ejemplo, el libro de Volóshinov (Bajtín),
El freudismo, tiene en cuenta a otro estudio de Volóshinov, “Más acá
de lo social”, publicado dos años antes. El estudio de Volóshinov, “La
estructura del enunciado”, atribuido por Ivanov a Bajtín, es el segun-
do de tres artículos publicados bajo el mismo título general: “Estilís-
tica del discurso literario”, y se integra perfectamente a la serie (que se
asemeja a un comienzo de libro); no obstante, nadie ha reivindicado
aún la paternidad de Bajtín para el primer y tercer artículos. El libro de
Medvédev, El método formal en estudios literarios, está precedido por su
8
“Mikhail Mikhailovich Bakhtin…”, loc. cit., p. 6.
28 mijaíl bajtín: el principio dialógico
Con seguridad estas frases no son de Bajtín quien, desde hace ya cinco
años, contempla las estepas de Siberia y Kazajistán. Pero corresponden
perfectamente a la argumentación desarrollada en la parte central del
30 mijaíl bajtín: el principio dialógico
10
“Mikhail Mikhailovich Bakhtin…”, loc. cit., p. 13.
11
Ibíd., p. 14.
12
Ibíd., pp. 14-15.
34 mijaíl bajtín: el principio dialógico
EPISTEMOLOGÍA DE
LAS CIENCIAS HUMANAS
Ciencias naturales y ciencias humanas
Al introducir la noción de cronotopo, complejo espaciotemporal
característico de cada subgénero novelesco, Bajtín hace un curioso co-
mentario terminológico:
Este término —cronotopo— se emplea en biología matemática y
fue introducido y adaptado sobre la base de la teoría de la relatividad [de
Einstein]. Poco nos importa el sentido específico que se le ha dado; lo
introduciremos aquí —en estudios literarios— un poco como metáfora
(un poco, pero no del todo) (23, 234-235).
Este “un poco, pero no del todo” resulta bastante curioso, máxime por
cuanto este tipo de transposición no es excepcional en los escritos de
Bajtín. Así, la revolución producida por Dostoievski en el campo nove-
lesco es comparable a la de Einstein:
Los problemas que se plantean al autor y a su consciencia en la
novela polifónica son mucho más complejos y profundos que los que
se encuentran en la novela homofónica (monológica). La unidad del
mundo de Einstein es más profunda y más compleja que la del mundo de
Newton; es una unidad de orden superior (una unidad cualitativamente
diferente) (31, 324).
servir de base a las ciencias humanas o, como él las llama, “ciencias del
espíritu” (12, 29-30).
Diferencia en el objeto
La diferencia en el objeto es un dato de hecho: el objeto de las cien-
cias humanas es un texto, en el sentido lato de materia significante.
Nos interesamos por la especificidad de las ciencias humanas
dirigidas hacia los pensamientos, los sentidos, los significados, etc.,
que vienen de los demás y que se manifiestan y ofrecen al estudioso
únicamente bajo la apariencia de un texto (30, 282). El texto (escrito y
oral) como dato primario de todas estas disciplinas [lingüística, filología,
estudios literarios] y en general de cualquier ciencia humana y filológica
(incluso el pensamiento teológico-filosófico en su fuente). El texto es esa
realidad inmediata (realidad del pensamiento y de las experiencias), la
única donde pueden constituirse dichas disciplinas y dicho pensamiento.
2. epistemología de las ciencias humanas 41
1
De hecho, esta frase fue extraída del artículo de S. S. Averintsev, “Simvol”, pu-
blicado en el volumen 6 de la Breve enciclopedia literaria soviética, artículo que Bajtín
evoca en estas mismas páginas.
2. epistemología de las ciencias humanas 43
Para los estudios literarios, los formalistas son quienes ilustran los dos
modos del empirismo. Por una parte, efectivamente pecan por empiris-
mo objetivo: quieren reducir la obra a sus estructuras lingüísticas para
reducir a estas a su vez, si ello es posible, al elemento fónico. O bien,
de igual forma, renuncian a cualquier búsqueda de las intenciones ya
que estas no son directamente observables. Bajtín opondrá su propia
actitud a la de los formalistas:
Insistimos sin cesar en el aspecto objetal y semántico, y en el aspecto
expresivo, es decir intencional —puesto que son sendas fuerzas que
estratifican y diferencian la lengua literaria común—, en lugar de atarnos a
las marcas lingüísticas (las coloraciones léxicas, las armónicas semánticas,
etc.) de los lenguajes, de los géneros, de las jergas profesionales y demás,
marcas que son, por así decirlo, sedimentos inanimados del proceso
intencional y signos de una interpretación de las formas lingüísticas
comunes que el trabajo vivo de la intención arroja por el camino. Esas
marcas exteriores, observables e identificables en el plano lingüístico,
no pueden captarse ni aprehenderse en sí mismas sin comprenderlas al
interpretarlas según la intención que las anima (21, 105).
Es necesario subrayar una vez más que por “lenguaje social” entende-
mos no al conjunto de las marcas lingüísticas que determinan la formación
y la diferenciación dialectológicas de una lengua, sino al conjunto concre-
to y vivo de las marcas de dicha diferenciación social, que puede realizarse
igualmente en el marco de una lengua lingüísticamente homogénea y no
definirse más que por desplazamientos semánticos y elecciones léxicas. Lo
que se diferencia al interior de los límites de la lengua, unificada de modo
abstracto, es un horizonte lingüístico concreto. A menudo, dicho horizon-
te verbal no se presta a una definición lingüística rigurosa, pero está pre-
ñado con las posibilidades de una autonomización dialectal posterior: se
trata de un dialecto potencial, del embrión de un dialecto aún no formado
(21, 168).
El empirismo objetivo es pues una de las figuras del formalismo en
estudios literarios. La otra es el empirismo subjetivo, perceptible espe-
cialmente a través de conceptos como los de “automatización”, forma
“sensible” o “palpable”, “desfamiliarización” (ostranenie).
Los fundamentos de su teoría —salir del automatismo, hacer per-
ceptible la construcción, etc.— presuponen precisamente una conscien-
cia subjetiva que “sienta” (10, 200). Afirmar que la obra busca ser “ex-
perimentada” equivale a practicar la peor especie de sicologismo, ya que
aquí el proceso sico-fisiológico se convierte en algo que se basta absolu-
tamente a sí mismo, carente de contenido, es decir de cualquier vínculo
con la realidad objetiva. El automatismo, así como la perceptibilidad, no
representan rasgos objetivos de la obra; no están en la obra misma, en su
estructura. Los formalistas se burlaron de quienes buscan el “alma” y el
“temperamento” en la obra literaria, pero ellos mismos buscan en ella una
capacidad sico-fisiológica de producir excitaciones (10, 202).
En suma, los dos puntos de vista pecan por el mismo defecto: intentan
encontrar el todo en la parte; presentan la estructura de la parte, aislada
por ellos de manera abstracta, como la estructura del todo. En realidad,
lo “artístico” en su totalidad no reside en la cosa, ni en el psiquismo del
creador considerado de forma aislada, ni en el del contemplador: lo
artístico engloba los tres aspectos a la vez. Es una forma particular de la
relación entre creador y contempladores, fijada en la obra artística (7, 248).
Diferencia de método
No sorprenderá ver que a esa radical diferencia en el objeto corres-
ponda una diferencia de método; a tal punto que, por cierto, Bajtín
preferirá hablar de comprensión más que de conocimiento en materia de
ciencias humanas. En ello permanece fiel a la tradición inaugurada por
Dilthey, Rickert, Max Weber. Desde sus escritos de juventud Bajtín,
quien a la sazón combatía la estética y la epistemología de la empatía
(Einfühlung), describe la comprensión como una transposición que
mantiene no confundidas a dos consciencias autónomas.
En su interpretación ingenua y realista, la palabra “comprensión”
induce siempre a error. No se trata en absoluto de un reflejo exacto y
pasivo, de un redoblamiento de la experiencia de otro en mí (semejante
redoblamiento de hecho es imposible), sino de la traducción de la
experiencia a una perspectiva axiológica totalmente diferente, dentro de
nuevas categorías de evaluación y de formación (3, 91).
ción con las ciencias naturales, aunque allí tampoco haya fronteras abso-
lutas, impenetrables (30, 281).
Lingüística y translingüística
El texto es el objeto que todas las ciencias humanas tienen en co-
mún; y sin embargo estas son múltiples, no se dejan reducir a solo una
de ellas. Como la epistemología de las ciencias lo afirma desde hace mu-
cho tiempo, una ciencia se determina no por un objeto real sino por un
objeto de conocimiento, que resulta de la adopción de una perspectiva
diferente respecto a un solo y mismo objeto.
De la indicación del objeto real hay que pasar a una delimitación
nítida de los objetos de la investigación científica. El objeto real es el
hombre social que habla y se expresa con otros medios (30, 292).
50 mijail bajtín: el principio dialógico
Entre todas las perspectivas según las cuales es posible considerar este
único objeto, Bajtín se queda con dos: una es la que corresponde a la
lingüística; la otra tiene que ver con una disciplina que, al principio,
no tiene nombre (a menos que sea la sociología), pero que en sus úl-
timos escritos llamará metalingvistika, término que, para evitar una
posible confusión, traduciré como translingüística. El término de uso
actual que correspondería con mayor fidelidad a lo que Bajtín tiene en
perspectiva probablemente sería el de pragmática, y puede decirse sin
exagerar que Bajtín es el fundador moderno de dicha disciplina.
Lingüística y translingüística representan, pues, dos puntos de vis-
ta diferentes sobre un mismo objeto, el lenguaje. Al comienzo de su
reflexión, Bajtín no ve las cosas de manera tan neutra sino que tiende
más bien a decir particularmente en Marxismo y filosofía del lenguaje
(obra firmada por Volóshinov), que la (futura) translingüística debe
suplantar a la lingüística ya que uno de los objetos de conocimiento
es más real, o más importante, o más legítimo, que el otro. Pero en
otros textos, algunos de los cuales son contemporáneos de este mismo
libro, insiste, por el contrario, en la legitimidad de cada una de las dos
perspectivas.
Al construir la noción de lengua y las de sus elementos —sintácticos,
morfológicos, léxicos y demás—, la lingüística hace abstracción de las
formas de organización de los enunciados concretos y de sus funciones
sociales e ideológicas. […]
Semejante abstracción es perfectamente legítima, necesaria y está
dictada por los objetivos cognitivos y prácticos de la propia lingüística. Sin
ella no es posible construir la noción de lengua como sistema (10, 117).
La lengua como objeto específico de la lingüística, obtenida mediante
la abstracción —perfectamente legítima y necesaria— de determinados
aspectos de la vida concreta del discurso […]; determinados aspectos de la
2. epistemología de las ciencias humanas 51
GRANDES OPCIONES
Lo individual y lo social
Al final de los años veinte aparecen tres libros provenientes del
círculo de Bajtín. Están dedicados respectivamente a la sicología, la
lingüística y los estudios literarios. Los tres están escritos en un estilo
polémico y se alinean con el marxismo. El fundamento de las polémi-
cas, como de los demás escritos de la época, por cierto, es la oposición
entre lo social y lo individual: este segundo término caracteriza a las
escuelas o corrientes de pensamiento criticadas, mientras que el prime-
ro se reivindica como necesario punto de partida de la sicología, de la
lingüística o de los estudios literarios marxistas.
La sicología es el tema del libro de Volóshinov/Bajtín El freudismo
(1927). El autor bosqueja, al comienzo, un cuadro de las tendencias
contemporáneas en sicología, que se dejan agrupar finalmente en una
sicología “subjetiva” y otra “objetiva”: la primera, blanco de la polémi-
ca, está representada particularmente por el sicoanálisis. La crítica al
freudismo se funda en el postulado, evocado en el capítulo anterior,
según el cual el lenguaje es constitutivo del hombre. Sin embargo —y
es la primera afirmación importante de El freudismo—, el lenguaje es
también absolutamente social.
Esta afirmación no es tan obvia. Podría objetarse, en efecto, que
tanto el acto de fonación como el de percepción son puramente indivi-
duales y fisiológicos, y que, por tanto, no presuponen ni mínimamente
lo social. Volóshinov/Bajtín lo admite, pero para añadir que estos dos
actos no son nada sin un tercero, que es la producción y la recepción del
sentido: ese es realmente el acto fundador del lenguaje.
60 mijail bajtín: el principio dialógico
1
Resulta tentador cotejar estas frases, y otras del mismo género que abundan en
los escritos de Bajtín, con esta formulación, de muy diferente estilo, que aparece en E.
Lévinas, influido, por su parte, por la corriente existencialista, de la que se verán las
afinidades con el pensamiento de Bajtín: “La expresión, antes de ser celebración del
ser, es una relación con aquel a quien expreso la expresión y cuya presencia es requerida
para que mi gesto cultural de expresión se produzca” (Humanismo del otro hombre,
1972, p. 46).
3. grandes opciones 61
2
La reflexión sobre la índole social del hombre tiene una larga historia, dentro y
fuera del pensamiento marxista. Resulta imposible e inútil retomar el conjunto de di-
cha reflexión; me conformaré con señalar algunos puntos de referencia. Hegel escribe
62 mijail bajtín: el principio dialógico
en su Propedéutica filosófica (trad. francesa, p. 100): “La consciencia de sí solo es real por
sí misma […] en la medida en que conozca su reflejo en otras consciencias.” Y L. Feuer-
bach (Principios de la filosofía del futuro, 1843): “El individuo no encierra en sí la esen-
cia del ser humano ni como ser moral ni como ser pensante. La esencia del ser humano
solo está contenida en la comunidad, en la unidad del hombre con el hombre […]”
Entre los contemporáneos de Bajtín citemos, por una parte, a algunos filósofos
religiosos. En su Religion der Vernuft aus den Quellen des Judentums (1919), Hermann
Cohen (cuya importancia para Bajtín y sus amigos es reconocida) escribe que “solo el
tú, el descubrimiento del tú, me lleva a una consciencia de mi yo”. Y Martin Buber (cuya
obra Bajtín conoce y aprecia), en 1938: “El individuo es un hecho de la existencia en
la medida en que entra en una relación viva con otros individuos. […] El hecho funda-
mental de la existencia humana es el hombre-con-el-hombre” (El problema del hombre,
París, Aubier, 1962, p. 113).
Es preciso señalar, por otra parte, la proximidad de pensamiento que existe entre
Bajtín y un fundador de la sicología social en los Estados Unidos como G. H. Mead.
Con seguridad, Volóshinov/Bajtín no pudo conocer las tesis de Mead puesto que no
habrían de publicarse sino a lo largo de los años treinta, tras la muerte de su autor;
aunque se refería de manera positiva ya a la nueva sicología del comportamiento. Mead
escribe, por ejemplo, de forma absolutamente paralela (en Mind, Self, and Society, que
cito a partir de la recopilación On Social Psychology, 1977): “La consciencia de sí se
refiere a la capacidad de evocar en nosotros un conjunto de respuestas determinadas
que pertenecen a los demás miembros del mismo grupo” (p. 227). Y en cuanto a la afir-
mación de la índole social del hombre: “cuando nos referimos a la naturaleza humana,
nos referimos a algo esencialmente social. […] Es imposible concebir un sí mismo (self)
que se forme fuera de la experiencia social” (p. 204). “Hay que ser miembro de una
comunidad para ser un sí mismo” (p. 226). “El origen y los fundamentos del sí mismo,
como los del pensamiento, son sociales” (p. 228).
Recordemos finalmente la fórmula lapidaria de Lévi-Strauss: “Quien dice hom-
bre dice lenguaje, y quien dice lenguaje dice sociedad” (Tristes trópicos, París, 10/18,
1965, p. 351).
3. grandes opciones 63
reacciones verbales del paciente, como todos los demás motivos habituales de
la consciencia; unos se distinguen de otros, por decirlo así, no por la índole
de su ser sino tan solo por su contenido, es decir ideológicamente. En este
sentido, el inconsciente de Freud puede definirse como una “consciencia
oficiosa”, a diferencia de la habitual “consciencia oficial” (8, 127-128).
Y es que para Bajtín en “el fondo del hombre” no está el “ello” sino el
otro.
Dos años después de El freudismo aparece Marxismo y filosofía del
lenguaje, firmado igualmente por Volóshinov y dedicado (en su pri-
mera mitad) a una crítica paralela de la lingüística contemporánea.
Aquí, nuevamente las diferentes tendencias al interior de la ciencia
se clasifican en dos grupos; en esta ocasión, sin embargo, ambos son
condenados. Por una parte aparece la lingüística de inspiración clásica
o el “objetivismo abstracto”, ya que así será llamada, que va desde las
gramáticas generales hasta Saussure y Bally: esta lingüística solo quiere
conocer la forma abstracta de la lengua y rechaza el habla como exte-
rior a su objeto, so pretexto de que es individual y por ende infinita-
mente variable. Por otra parte, la lingüística romántica o “subjetivismo
individualista”, de Humboldt a Vossler y Spitzer, que no reconoce ni
valora más que las variaciones individuales y se niega a reconocer esa
ficción, la “lengua”. Estas dos doctrinas, en apariencia tan opuestas,
comparten de hecho un presupuesto decisivo, a saber, que el enuncia-
do es individual. Ahora bien: no ignoramos que Volóshinov/Bajtín
considera lo contrario verdadero.
De modo que el sujeto hablante, tomado por decirlo así desde el
interior, resulta ser íntegramente producto de las interrelaciones sociales.
No solo la expresión exterior sino también la experiencia interior
dependen del territorio social. Por consiguiente, el camino que une
la experiencia interior (“lo expresable”) y su objetivación exterior (“el
enunciado”) está del todo en el territorio social (12, 107).
66 mijail bajtín: el principio dialógico
Forma y contenido
Una segunda dicotomía que aparece sin cesar en los escritos de Bajtín,
sobre todo durante los años veinte pero también hasta el fin de su iti-
nerario, es la de la forma y el contenido. Sin embargo, en este último
caso no valoriza uno de los términos para, en cambio, condenar al otro,
como en la oposición entre lo individual y lo social. Más bien afirma
la necesidad de encontrar un vínculo entre los dos, de considerarlos a
ambos simultáneamente y mantenerlos en perfecto equilibrio. En el
prólogo a los Problemas de la obra de Dostoievski (1929), Bajtín indica
que su objetivo consiste en superar tanto el “ideologismo rígido” como
el “formalismo rígido” y retoma casi la misma frase en el preámbulo al
“discurso en la novela”.
La idea conductora del presente trabajo es la superación, en el estudio
del discurso literario, de la ruptura entre un “formalismo” abstracto y un
“ideologismo” que no lo es menos (21, 72).
crea una interacción social compleja y diferenciada entre las personas que
están en contacto con él (10, 205).
Este libro se queda en el proyecto general. Pero a partir del año siguien-
te Bajtín publica, con su propio nombre, sus primeros estudios dedica-
dos a obras particulares, la de Dostoievski y la de Tolstói (en particular,
el “Prefacio” a Resurrección), que parecen ser efectivamente una puesta
en práctica de los principios formulados anteriormente, ya que analiza
estos textos mediante la determinación de las voces, de los horizontes y,
por ende, de las concepciones del mundo que en ellos se expresan. Sus
escritos de los años treinta, y especialmente los que dedica al cronoto-
po, reforzarán y completarán este enfoque que pretende no desatender
ni la forma ni el contenido.
Por lo tanto sería legítimo otorgar a Bajtín la posición a la que aspira,
que le permitiría, sucediendo a la “tesis” ideologista y a la “antítesis”
formalista, proceder a su síntesis. En este sentido es “posformalista”:
desborda el formalismo pero después de haber asimilado sus enseñanzas.
Sin duda no es casualidad que las grandes obras de crítica producidas
desde entonces, cuya confrontación con la obra de Bajtín podría
considerarse, proceden igualmente de un movimiento de superación
(pero también de absorción) de las escuelas formalistas anteriores: es el
caso de Mímesis, de Auerbach, que pone la “nueva estilística” (ilustrada
por Spitzer, por ejemplo) al servicio de una visión histórica y social; o
de The Rise of the Novel, de Ian Watt3, que se origina en la semántica de
Richards para construir una historia literaria que esté en relación con la
historia de las ideas y de la sociedad. Efectivamente, el simple rechazo o
la pura ignorancia del formalismo jamás han permitido “superarlo” de
ningún modo.
3
The Rise of the Novel: Studies in Defoe, Richardson and Fielding, University of
California Press (2001) (N. del T.).
4
Así pues, el “oyente” es, por ende, ora un ser individual presente, ora
la imagen ideal de un público imaginario (G. H. Mead había acuñado
el término de “otro generalizado” para designar esta última variante).
La socialidad del locutor es igualmente importante, aun cuando
sea menos manifiesta. Después de tomar las consabidas precauciones
80 mijail bajtín: el principio dialógico
Una característica esencial del tema, y por tanto del enunciado, es que
está provisto de valores (en el sentido amplio de la palabra). Por el con-
trario, el significado, y por ende la lengua, son ajenos al mundo axio-
lógico.
4. teoría del enunciado 83
De hecho la entonación, por cierto al igual que los demás aspectos del
enunciado, asume una doble función:
84 mijail bajtín: el principio dialógico
Por su parte, los medios semánticos para expresar una evaluación se di-
viden en dos grupos, según una dicotomía que hoy es más familiar que
en aquella época, pero cuyo origen puede encontrarse en Kruszewski
(y más allá, en la retórica clásica): la que se da entre selección y combi-
nación.
Debemos distinguir dos formas de la expresión de valores [en la
creación poética]: 1) fónica y 2) estructural [tektonicheskuju], cuyas
funciones se dividen en dos grupos: primero, las electivas (selectivas) y,
segundo, las compositivas (dispositivas).
Las funciones electivas de la evaluación social se ponen de manifiesto
en la elección del material léxico (lexicología), en la elección de los
epítetos, las metáforas y los demás tropos (todo el ámbito de la semántica
poética), y finalmente en la elección del tema en sentido estricto (la
elección del “contenido”). De esta manera, casi toda la estilística y una
parte de la temática pertenecen al grupo electivo.
Las funciones compositivas de la evaluación determinan la ubicación
jerárquica de cada elemento verbal en el conjunto de la obra, su nivel,
así como la estructura del conjunto. Aquí aparecen todos los problemas
de sintaxis poética, de composición propiamente dicha y, finalmente, de
género (16, 232).
Segunda síntesis
Pasemos ahora a la segunda síntesis que encontramos en los años
cincuenta en los apuntes publicados tras la muerte de Bajtín bajo los
siguientes títulos: “El problema de los géneros discursivos” y “El pro-
4. teoría del enunciado 87
1
(N. del T.) Los títulos correspondientes, disponibles en lengua castellana son,
respectivamente, El problema de los géneros discursivos (México, Siglo XXI, 1989) y “El
problema del texto en la lingüística, la filología y otras ciencias humanas. Ensayo de
análisis filosófico”, en Estética de la creación verbal (México, Siglo XXI, 1982).
2
(N. del T.) Problemas de la poética de Dostoievski. Originalmente publicada
en 1929, esta obra obtuvo su reconocimiento en Occidente a partir de su reedición en
1963. En México, el FCE. publicó una primera edición en lengua castellana en 1986.
88 mijail bajtín: el principio dialógico
Pero esto solo puede crearse a partir de una cosa dada (la lengua, el
hecho real observado, el sentimiento experimentado, el mismo sujeto
hablante, lo que se encontraba ya en su concepción del mundo, etc.)
(30, 299).
3
Cf. E. Benveniste, Problèmes de linguistique générale ii, París, Gallimard, 1974
(tr. Problemas de lingüística general, t. ii, México, Siglo XXI, 1979), en particular el
capítulo “Semiología de la lengua” (el texto había sido publicado en 1969).
90 mijail bajtín: el principio dialógico
Modelo de la comunicación
Las observaciones precedentes podrían resumirse reconstituyen-
do el modelo de la comunicación según Bajtín, y comparándolo con
el modelo más familiar para el lector de hoy en día, el que Jakobson
presentó en el ensayo titulado “Lingüística y poética”.
Bajtín Jakobson
objeto contexto
locutor enunciado oyente destinador mensaje destinatario
intertexto contacto
lengua código
94 mijail bajtín: el principio dialógico
4
Trad. francesa en R. Jakobson, Ensayos de lingüística general i, París, Minuit,
1963, p. 213.
4. teoría del enunciado 95
Heterología
Si pasamos ahora del modelo del enunciado particular al conjunto
de los enunciados que forman la vida verbal de una comunidad, hay
un hecho que para Bajtín resulta el más sorprendente de todos: es la
existencia de tipos de enunciado, o de discurso, en número bastante ele-
vado pero no obstante limitado. En efecto hay que precaverse contra
dos excesos: no reconocer más que la diversidad de las lenguas e ignorar
la de los enunciados, o imaginar que esta última variedad es individual
y por ende ilimitada. Por cierto, el énfasis no está en la pluralidad sino
en la diferencia (no hace falta concebir una unidad de rango superior de
la que todos los discursos serían variantes; aquí se va contra la idea
de unificación). Para designar esa diversidad irreductible de los tipos
discursivos, Bajtín introduce un neologismo, raznorechie, que traduzco
(literalmente pero con la ayuda de una raíz griega) como heterología,
término que viene a insertarse entre otros dos neologismos paralelos,
raznojazychie, heteroglosia o diversidad de las lenguas, y raznogolosie,
heterofonía o diversidad de las voces (individuales).
4. teoría del enunciado 97
Aquí cabe preguntarse en qué medida Bajtín obedece las reglas de pru-
dencia establecidas por él mismo algunos años atrás, y si no omite al-
gunos eslabones intermedios en la relación entre estructuras sociales
y formas lingüísticas. Por cierto, ¿no podría sostenerse lo contrario,
que el florecimiento de la novela moderna coincide en los siglos xvii
y xviii con el esfuerzo que apuntaba a establecer una lengua nacional
común?
En todo caso, señala Bajtín, las diferentes teorías o filosofías del
lenguaje siempre han nacido en la estela de los movimientos de unifi-
cación; es lo que explica, por otra parte, su impotencia frente a la hete-
rología. Así, por ejemplo, la estilística frente a la novela: una disciplina
“ptolemaica” no sabe dar cuenta de un género “galileano”.
La estilística tradicional desconoce esta especie de combinación de
las lenguas y los estilos en una unidad superior, no sabe aproximar el diá-
logo social particular de las lenguas en la novela. Por ello el análisis esti-
lístico no se enfrenta a la novela tomada como un todo sino únicamente
a tal o cual de sus planos estilísticos subordinados. El especialista pasa al
lado de la particularidad fundamental del género novelesco, transforma
el objeto de estudio y en lugar del estilo novelesco analiza de hecho algo
100 mijail bajtín: el principio dialógico
INTERTEXTUALIDAD
Definición
No hay, y ello es esencial, enunciado sin relación con los demás
enunciados. La teoría general del enunciado no es para Bajtín más
que una especie de inevitable rodeo que ha de permitirle el estudio de
este aspecto. El término que emplea para designar esa relación de cada
enunciado con los demás es dialogismo; pero este término central está,
como cabe esperar, cargado de una pluralidad de sentidos a veces emba-
razosa; un poco como transpuse “metalingüística” a “translingüística”,
emplearé por lo tanto aquí preferiblemente, en el sentido más inclusi-
vo, el término de intertextualidad, introducido por Julia Kristeva en su
presentación de Bajtín, reservando la denominación dialógico(a) para
ciertos casos particulares de intertextualidad tales como el intercambio
de réplicas entre dos interlocutores o la concepción elaborada por Baj-
tín de la personalidad humana. El propio Bajtín, por cierto, nos invita a
semejante diferenciación terminológica, ya que anota:
Esas relaciones [entre el discurso ajeno y el del yo] son análogas
(pero, por supuesto, no idénticas) a las relaciones entre las réplicas de un
diálogo (29, 273).
Por tanto, no solo las palabras siempre han servido ya y llevan consigo
las huellas de sus usos precedentes, sino que las “cosas” también han sido
tocadas, acaso en un estado anterior, por otros discursos con los cuales es
imposible no encontrarse. La única diferencia que se puede establecer a
este respecto no pasa entre los discursos que poseen la dimensión inter-
textual y aquellos que no la poseen, sino entre dos roles, uno fuerte y otro
débil, que la intertextualidad está llamada a ejercer. Así, Bajtín cataloga
todos los tipos de discurso en los que es esencial la relación intertextual:
la conversación cotidiana, el derecho, la religión, las ciencias humanas
(recordemos: su rasgo distintivo radica en que se ocupan de textos, con
los que entran en diálogo), los géneros retóricos como el discurso polí-
tico, etc. Por el contrario, el papel de la intertextualidad es mínimo en
ciencias naturales: el discurso ajeno, en la medida en que esté presente,
normalmente permanece encerrado entre comillas (21, 150-167).
¿Intertextualidad ausente?
Bajtín sabe, pues, perfectamente que la dimensión intertextual es
omnipresente. A pesar de ello, a veces se ve tentado a incluir esta di-
mensión en una oposición simple donde el enunciado “intertextual” se
enfrentaría al que no lo es. El examen de esos intentos y de su (relativo)
fracaso resulta instructivo.
5. intertextualidad 107
1
(N. del T.) Todorov se refiere aquí realmente a (41): Cuestiones de literatura
y estética (título original ruso) o Estética y teoría de la novela (título de la traducción
francesa); cf. “Lista cronológica de los escritos de Bajtín y de su círculo”, en este libro.
108 mijail bajtín: el principio dialógico
El poeta asume su acto de habla, que es desde ese momento una enun-
ciación en primer grado, no representada, sin comillas. El prosista re-
presenta el lenguaje, introduce una distancia entre él y su discurso; su
enunciación es doble (podría verse en esta posición una prefiguración
de las ideas que Käte Hamburger desarrollaría una veintena de años
más tarde en Logik der Dichtung).
O incluso:
Solo encontraremos la clave para comprender la estructura lingüísti-
ca del enunciado literario en los enunciados más simples (18, 75).
Y en un texto contemporáneo:
El artista trabaja la lengua, pero no como lengua; en cuanto lengua
la supera […]. (Hay que dejar de experimentar la palabra como palabra).
[…] Se puede expresar la intención fundamental del artista como un
esfuerzo por superar el material (3, 167).
del autor” (así como a las otras máscaras del autor)? Tal vez cualquier
discurso monofónico y no objetual sea ingenuo e inapropiado para la
creación auténtica. La voz auténticamente creadora nunca puede ser más
que una segunda voz en el discurso. Solo la segunda voz —relación pura—
puede permanecer no objetual hasta el fin, sin proyectar una sombra
metafórica, sustancial. El escritor es aquel que sabe trabajar el lenguaje
estando él mismo por fuera del lenguaje, aquel que posee el don del habla
indirecta (30, 288-289).
La voz auténtica solo puede ser una segunda voz… Pero esta página si-
gue visiblemente un diálogo interior del propio Bajtín: anula la dis-
tribución anterior en prosa y poesía. Incluso la poesía lírica más pura
no evita ya aquí la representación de su lenguaje. La intertextualidad
nunca está ausente; solo pueden estarlo alguna de sus formas.
Tipologías
Ahora trataré de resumir rápidamente las diferentes tipologías que
Bajtín elabora a partir de su análisis de la representación del discurso al
interior del discurso.
Las cosas son relativamente simples en la época de Marxismo y filo-
sofía del lenguaje. Volóshinov/Bajtín solo se preocupa aquí por una de
las formas de representación, el discurso referido, y se limita a describir
la relación que se establece entre discurso citante y discurso citado. Para
hacerlo recurre a una oposición formulada por Wölfflin en su tipología
de los estilos en pintura: son los “conceptos fundamentales” de lineal y
pictórico. He aquí primero las definiciones de Wölfflin:
Ver de manera lineal consiste por ende en buscar el sentido y la be-
lleza de las cosas primeramente en sus contornos —las formas interiores
tienen también contornos—, de suerte que el ojo sea guiado hacia los
límites de los objetos y se le invite a aprehenderlas desde los bordes. Ver
los volúmenes, por el contrario, es desviar la atención de los límites, des-
deñando más o menos los contornos, de modo que los objetos aparezcan
entonces como manchas que constituyen el primer elemento de la impre-
sión. […] Por una parte, líneas de singular nitidez cuya función es dividir;
114 mijail bajtín: el principio dialógico
La diferencia entre los tipos activo y pasivo depende del papel reservado
a la enunciación anterior (o más generalmente, otra).
En la estilización como en la parodia, es decir en las dos clases
precedentes del discurso del tercer tipo [esto es, el difónico], el autor
utiliza el discurso ajeno para expresar sus propias orientaciones. En
la tercera clase [el activo], el discurso ajeno permanece por fuera del
discurso del autor pero este último lo tiene en cuenta y se relaciona con
él. Aquí el discurso ajeno no se reproduce con una nueva interpretación
pero actúa, influye y de alguna manera determina el discurso del autor
—permaneciendo en el exterior— (13, 121, y 32, 261; “interpretación”
reemplaza aquí a “intención”).
Cada una de las grandes categorías así definidas será subdividida nue-
vamente a continuación, e ilustrada con ejemplos tomados de la obra
de Dostoievski.
La articulación de los diferentes problemas que hace surgir la re-
presentación del discurso es finalmente el tema principal del “Discurso
en la novela”, escrito aproximadamente cinco años después del Dostoievski.
En relación con la anterior clasificación, la gran diferencia es que Bajtín
ya no busca unificar en un solo esquema todas las formas de represen-
tación sino que considera tres caras del fenómeno, íntegramente inde-
pendientes una de otra.
Primero, puede variar el lugar donde se va a “encontrar” el discurso
ajeno: será el objeto del que se habla o el destinatario a quien se inter-
pela (tal era un poco la oposición de las formas “activa” y “pasiva” del
cuadro anterior). Sabemos, por una parte, que no existe, según Bajtín,
ningún objeto virgen de cualquier denominación anterior.
En lugar de la plenitud virgen de un objeto inagotable, el prosista
encuentra en dicho objeto una multitud de vías, caminos y senderos
trazados en él por la consciencia social. Al lado de las contradicciones
interiores del objeto en sí, el prosista descubre también la heterología
social a su alrededor, la mezcla babilónica de lenguas que se produce
en torno a cualquier objeto; la dialéctica del objeto se entrelaza con el
diálogo social sostenido alrededor de él. Para el prosista, el objeto es un
concentrado de voces heterológicas, entre las cuales su propia voz también
118 mijail bajtín: el principio dialógico
debe resonar; estas voces crean el fondo necesario para la suya, fuera del
cual sus matices literarios son imperceptibles, no “suenan” (21, 91-92).
3
(N. del T.) El autor se refiere al trabajo de Wayne C. Booth, The Rhetoric of
Fiction, Chicago, The University of Chicago Press, 1961. Hay versión española: La
retórica de la ficción, Barcelona, Bosch, 1974.
5. intertextualidad 119
Entre los dos hay un segundo grado, el más interesante sin duda para
Bajtín, quien se refiere a él con el nombre de “hibridación”: es una ge-
neralización del estilo indirecto libre.
Llamamos construcción híbrida a ese enunciado que pertenece, por
sus rasgos gramaticales (sintácticos) y compositivos, a un locutor, pero en
el cual en realidad se mezclan dos enunciados, dos maneras de hablar, dos
estilos, dos “lenguajes”, dos horizontes semánticos y evaluativos (21, 118).
Esas dos voces, recuerda Bajtín, solo pueden ser sociales y no indivi-
duales.
Bajtín regresa una última vez a estas cuestiones en “El problema
del texto”. No aparece aquí ninguna clasificación sistemática sino más
bien la evocación de varios aspectos del dialogismo susceptibles de va-
riación, como el grado de explicitación, que puede ir del diálogo abierto
a la alusión más discreta; o la evaluación, positiva o negativa, que se
hace del discurso ajeno.
120 mijail bajtín: el principio dialógico
Finalmente puede variar la distancia entre la voz del autor y la voz ajena.
La palabra empleada entre comillas, es decir experimentada y
utilizada como extraña, y la misma palabra (u otra) sin comillas. Las
gradaciones infinitas en los grados de extrañeza (o de apropiación) entre
las palabras, sus diferentes grados de distancia respecto al locutor. Las
palabras se sitúan en diferentes planos, a distancias diferentes, en relación
con el plano de las palabras del autor.
No solamente el discurso indirecto libre sino las diferentes formas
del discurso extraño oculto, semioculto, disperso, etc. (30, 300).
HISTORIA DE
LA LITERATURA
Categorías
Volóshinov/Bajtín formula una primera hipótesis acerca de la his-
toria de la literatura en Marxismo y filosofía del lenguaje. Representa
una simple proyección de la tipología de los estilos que acaba de es-
tablecer (y cuya articulación extrae de Wölfflin, puesto que retoma la
oposición lineal-pictórico). Las variantes de estos dos grandes tipos es-
tilísticos corresponden a periodos históricos bien delimitados.
Resumiendo todo lo que hemos dicho de las tendencias posibles en
la relación dinámica entre discurso ajeno y discurso del autor, podemos
distinguir las épocas siguientes: el dogmatismo autoritario, caracterizado
por un estilo monumental lineal e impersonal en la transmisión del
discurso ajeno (Edad Media); el dogmatismo racionalista, con su estilo
lineal aun más nítido (siglos xvii y xviii); el individualismo realista
y crítico, con su estilo pictórico y su tendencia a la impregnación del
discurso ajeno con las réplicas y comentarios del autor (fin del xviii y
siglo xix); y finalmente el individualismo relativista, con su disolución
del contexto propio del autor (época contemporánea) (12, 121).
La verdadera poética del género solo puede ser una sociología del
género (10, 183).
El género es una entidad tanto sociohistórica como formal. Las transfor-
maciones del género deben ponerse en relación con los cambios sociales.
Todas esas particularidades de la novela […] están condicionadas
por un momento de ruptura en la historia de la humanidad europea:
esa ruptura por la que sale de un estado socialmente cerrado y medio
patriarcal para entrar en las nuevas condiciones que promueven las
relaciones y los lazos internacionales e interlingüísticos (27, 455).
Cuando Bajtín regresa, una década más tarde, a la cuestión del género,
su concepción se ha restringido y precisado. A propósito de los géneros,
ya no es cuestión la orientación hacia el interlocutor sino únicamente
la relación entre el texto y el mundo —del modelo del mundo que pro-
pone el texto—. Al mismo tiempo, esa modelización es analizada en
sus elementos constitutivos que resultan ser dos: el espacio y el tiempo.
El campo de representación se modifica según los géneros y las épocas
de la evolución literaria. Se organiza y se delimita de modo diferente como
espacio y como tiempo. Dicho campo siempre es específico (27, 470).
Para designar esas dos categorías esenciales y siempre unidas, Bajtín in-
troduce un nuevo término, el cronotopo, es decir el conjunto de carac-
terísticas del tiempo y del espacio dentro de cada género literario. Dada
la definición de género, las dos palabras —género y cronotopo— se
vuelven sinónimas.
En literatura, el cronotopo tiene un significado genérico esencial.
Puede decirse categóricamente que el género y los tipos genéricos se
determinan precisamente por el cronotopo (23, 235).
El caso de la novela
Al pasar de estas consideraciones generales hacia el género que
concentra la atención de Bajtín a lo largo de toda su vida, esto es, la
novela, no deja de experimentarse cierto malestar. Ya nos hemos en-
contrado con ella al presentar diferentes tesis de Bajtín: la novela en-
136 mijail bajtín: el principio dialógico
1
Las referencias a Friedrich Schlegel remiten a la Kritische Ausgabe (abreviado KA),
seguido del número del volumen y del de la página o fragmento; o bien a los Literary
Notebooks 1797-1801 (LN), Londres, 1957, seguido del número del fragmento. Las tra-
ducciones francesas, cuando existen y salvo indicación contraria, son las que aparecen en
El absoluto literario, Teoría literaria del romanticismo alemán, ed. por Ph. Lacoue-Labar-
the y J.-L. Nancy, París, Seuil, 1978.
138 mijail bajtín: el principio dialógico
O más brevemente:
La novela es una mezcla de todas las especies poéticas, de la poesía
natural desprovista de artificios y de los géneros mixtos de la poesía de
arte (LN, 55).
Y Schlegel:
Toda la poesía moderna toma su color original de la novela (KA, ii,
Athenaeum 146; trad. fr. p. 117).
A pesar de que afirma que la novela no es realmente un género, Bajtín
busca precisar la oposición entre la novela y los demás “grandes” géne-
ros, y en este punto vuelve a encontrar inevitablemente la problemática
tríada de lo lírico, lo épico y lo dramático.
Ya se han visto las dificultades que encontró Bajtín, incluso en su
perspectiva, para redefinir la oposición novela-poesía (“poesía” equiva-
le en este contexto a “lírica”). Si se tiene en cuenta la distinción entre
dos líneas estilísticas en la historia de la literatura occidental (dialogis-
mo in absentia e in praesentia), se vuelve aun más frágil: ¿no está acaso
toda la poesía lírica emparentada con la primera línea estilística, la que
mantiene la homogeneidad del texto mientras entra en diálogo con una
heterología exterior?
Bajtín dedica la mayor atención a la distinción entre epopeya y
novela en un texto que incluso lleva ese título. A decir verdad, la intro-
ducción de dicho debate puede ya inquietar, ya que, apenas anuncia su
proyecto, Bajtín le niega cualquier especificidad a la epopeya.
Los tres rasgos constitutivos de la epopeya que acabamos de describir
son igualmente propios en mayor o menor medida a los demás géneros
elevados de la Antigüedad clásica y la Edad Media (27, 462).
Pero examinemos las definiciones propuestas de novela y epopeya. Pri-
mero la novela:
Intento alcanzar las particularidades estructurales fundamentales
de este género, el más maleable de todos —particularidades que
determinaron la dirección de sus propios cambios, de su influencia y su
acción sobre el resto de la literatura—.
Encuentro tres particularidades fundamentales que distinguen radi-
calmente a la novela de todos los demás géneros: 1) la tridimensionalidad
estilística de la novela, ligada a la consciencia políglota que se realiza en
ella; 2) la transformación radical de las coordenadas temporales de la ima-
gen literaria en la novela; 3) la nueva zona de construcción de la imagen
140 mijail bajtín: el principio dialógico
2
Jubiläumsausgabe, t. 36, p. 149.
142 mijail bajtín: el principio dialógico
3
Estética. La poesía, trad. francesa, t. 1, París, Aubier, 1965, pp. 128-129.
6. historia de la literatura 143
Subgéneros novelescos
Desconcertante cuando toma por objeto a la novela, el análisis
genérico halla su pertinencia cuando se aplica a los subgéneros nove-
lescos. Bajtín se consagra a ello particularmente durante los años trein-
ta en una serie de investigaciones que pueden dividirse en dos grupos:
las que tratan sobre la representación del discurso y las dedicadas a la
representación del mundo. Estas dos series son aparentemente autóno-
mas y se dispone en fin de cuentas de tres listas de los principales sub-
géneros novelescos.
Para “El discurso en la novela”, la enumeración de los subgéne-
ros surge con ocasión de la discusión sobre las dos líneas estilísticas,
cuyo conflicto caracteriza la historia de la novela europea. Se llega a
la siguiente clasificación: 1) los géneros menores de la Antigüedad,
que conducen al Satiricón y a El asno de oro; 2) las novelas sofísticas;
3) la novela de caballerías; 4) la novela barroca; 5) la novela pastoril;
6) la novela de pruebas (Prüfungsroman); 7) la novela de aprendizaje
(Bildungsroman); 8) la novela (auto)biográfica; 9) la novela negra (Go-
thic); 10) la novela sentimental; 11) los géneros menores medievales:
144 mijail bajtín: el principio dialógico
ANTROPOLOGÍA
FILOSÓFICA
Alteridad y psiquismo
Reservé para el final las ideas de Bajtín que tienen para mí el mayor
mérito y que creo son la clave de la totalidad de su obra. Forman, para
emplear sus propios términos, su “antropología filosófica”. Vuelven con
sorprendente persistencia a lo largo de su itinerario, puesto que se les
encuentra tanto en sus últimos escritos como en un libro publicado
recientemente pero que sería el primero en haber sido redactado (entre
1922 y 1924) y que permite por fin comprender la trayectoria completa
(se trata de una obra de estética teórica y “filosofía moral”, muy abstrac-
to pero detallada, y cuyo último capítulo jamás se escribió, mientras
que el primero se ha perdido). Esas ideas tratan acerca de la alteridad.
Bajtín, pues, tropieza con el problema muy al principio de su acti-
vidad, cuando se propone elaborar una teoría estética coherente y, en
particular, una descripción del acto creador. Para ello se ve obligado a
postular determinada concepción del ser humano en general, en la que
el otro desempeña un papel decisivo. El principio es este: es imposible
concebir el ser por fuera de las relaciones que lo vinculan con el otro.
En la vida hacemos eso a cada paso: nos apreciamos a nosotros
mismos desde el punto de vista de los demás, intentamos comprender los
momentos transgredientes de nuestra propia consciencia y considerarlos a
través del otro […]; en pocas palabras, constante e intensamente vigilamos
y captamos los reflejos de nuestra vida en el plano de consciencia de los
demás hombres (3, 16-17).
No solo la captura externa del cuerpo requiere la mirada del otro; la que
tenemos del propio interior está igualmente ligada de forma indefecti-
ble a la percepción ajena. Lo prueba la manera en que el niño pequeño
descubre su cuerpo, dando a sus partes nombres que toma del lenguaje
“bebé” de su padre o de su madre.
En ese sentido, el cuerpo no es algo autosuficiente, tiene necesidad
del otro, de su reconocimiento y de su actividad formadora (3, 47).
Resulta notable que estas ideas —tan cercanas para nosotros a los co-
nocimientos del sicoanálisis contemporáneo— vuelvan a aparecer ab-
solutamente intactas cuando, cerca de cincuenta años más tarde, Bajtín
regrese a la misma cuestión.
Todo cuanto me toca viene a mi consciencia —empezando por mi
nombre— desde el mundo exterior, pasando por la boca de los demás
(de la madre, etc.) con su entonación, su tonalidad emocional y sus
valores. Inicialmente no adquiero consciencia de mí más que a través
de los demás: de ellos recibo las palabras, las formas, la tonalidad que
forman mi primera imagen de mí mismo. […] Así como el cuerpo se
forma inicialmente en el vientre de la madre (en su cuerpo), del mismo
modo la consciencia humana se despierta envuelta por la consciencia
ajena (38, 342).
Solo puedo morir para los demás. Recíprocamente, para mí solo mue-
ren los demás. Como lo dice Bajtín al pasar, “en todos los cementerios
están solo los otros” (3, 99). Y en 1961 escribe:
El hombre, la vida, el destino tienen un comienzo y un final, un
nacimiento y una muerte; mas no la consciencia, que es infinita por
su propia naturaleza, puesto que no puede revelarse más que desde el
interior, es decir, por la consciencia misma. El comienzo y el fin se sitúan
en un universo objetivo (y objetual) para los demás, pero no para quien
toma consciencia. No es que no se pueda ver la muerte desde el interior,
del mismo modo en que no es posible verse la nuca sin ayuda de un
espejo. La nuca existe objetivamente y los demás pueden verla. Pero no
existe muerte en lo interior, no existe para nadie, ni para el moribundo
ni para los demás; no existe en absoluto (31, 315). La ausencia de muerte
consciente (la muerte para sí) es un hecho tan objetivo como la ausencia
de nacimiento consciente. En ello reside la especificidad de la consciencia
(31, 316)1.
1
Aquí podría recordarse, un poco como se hizo para la sicología social de Bajtín
en general, que él no es el primero ni el único en subrayar el carácter constitutivo
de la relación yo-tú para el ser individual (lo que es una especificación respecto a
su doctrina general acerca de la naturaleza social del hombre). El mismo uso de los
pronombres personales “yo” y “tú” está perfectamente consagrado. La idea aparece
en la filosofía clásica, por lo menos desde finales del siglo xviii. Jacobi escribe en
1785, “El yo es imposible sin el tú”. Fichte, en 1797, “La consciencia del individuo
está necesariamente acompañada por la de otro, la de un “tú”, y solo es posible con esa
condición”. W. von Humboldt, en 1827, “Para su propio pensamiento, el hombre as-
pira a un tú que corresponda al yo”. L. Feuerbach, en 1843, “El verdadero yo es aquel
que está frente a un tú y que es a su vez un tú frente a otro yo”. Pero la afirmación se
vuelve particularmente fuerte en el seno de la filosofía existencialista (en el sentido
amplio de la palabra): así por ejemplo en Martin Buber, de quien tomo todas las citas
anteriores (ver “The History of the Dialogical Principle”, en M. Buber, Between Man
and Man, Nueva york, Macmillan, 1965), y quien a su vez escribe (esta es una entre
varias formulaciones): “Vivir quiere decir ser apostrofado” (La vida en diálogo, París,
7. antropología filosófica 155
2
Trad. fr. Abstraction y Einfühlung, París, Klincksieck, 1978, p. 43.
7. antropología filosófica 157
Y también:
La exotopía se vuelve mórbida y ética (los humillados y los ofendidos
se convierten, como tales, en los personajes de la visión —que ya no es
puramente artística, desde luego—). La posición segura, tranquila,
inconmovible y rica de la exotopía deja de existir (3, 178).
3
Esta oposición de la relación con los demás como con un objeto o como con otro
sujeto, tomada por Bajtín de Viacheslav Ivanov, no deja de tener paralelos filosóficos, ya
sea que acudan a la distinción entre sujeto y objeto o a la de los pronombres personales,
que opone la relación entre yo y eso a la de yo y tú. Fue tal vez W. James quien primero
empleó la fórmula (“El universo ya no es para nosotros un simple eso sino un tú…”, The
Will to Believe, 1897), pero se hizo célebre a partir del libro de M. Buber Yo y tú (1923),
que desarrolla la oposición de las dos relaciones, yo-eso y yo-tú. Buber regresó con
frecuencia a ella en sus escritos posteriores (ver por ejemplo La vida en diálogo, op. cit.
pp. 113-115, 125, 238-241, etc.).
7. antropología filosófica 165
Alteridad e interpretación
No se puede analizar la creación artística por fuera de una teoría de
la alteridad. En otras palabras, no es solo producir sino también com-
prender. Por lo tanto, no hay que sorprenderse de ver a Bajtín, en algu-
nos de sus últimos textos, acudir a la recepción de textos y describirla
en los mismos términos.
Podría decirse que hay tres tipos de interpretación, así como —de
creerle a Blanchot (en La conversación infinita)5— tres tipos de rela-
4
Ello puede explicar una curiosa reacción de Bajtín en una entrevista que data de
los últimos años de su vida: al enterarse de que su libro sobre la poética de Dostoievski
se ha traducido a varios idiomas (¡dos veces al francés!), no se atribuye el mérito sino que
explica el hecho diciendo: se debe a la popularidad actual de Dostoievski (ver 37, 196).
En Occidente tal vez no se tiene la impresión de leer a Bajtín a causa de Dostoievski,
¡sino debido a Bajtín! Pero precisamente, la oposición no está allí donde uno cree, y
la reacción de Bajtín tal vez no esté tan fuera de lugar como parece: él se percibe como
portavoz de Dostoievski.
5
(N. del T.) Maurice Blanchot, La conversación infinita (trad. Isidro Herrera),
Madrid, Arena, 2008.
168 mijail bajtín: el principio dialógico
esencialmente semejante (dos hombres), sino que sea para mí otro hombre.
En ese sentido, su simple simpatía hacia mi vida no equivale a nuestra
fusión en un ser único y no representa una repetición numérica de mi
vida sino un enriquecimiento esencial del acontecimiento. Porque el otro
co-experimenta mi vida de forma nueva, como la vida de otro hombre, que
se valora y se percibe de otro modo y se justifica de modo diferente que su
vida propia. La productividad del acontecimiento no reside en la fusión
de todos en uno sino en la tensión de mi exotopía y de mi no-fusión, en
el uso del privilegio que me da mi posición única por fuera de los demás
hombres (3, 78-79).
Al leer estas líneas parece que Bajtín quisiera imponer a cualquier lec-
tura, a cualquier conocimiento, el estatus de la etnología, esa disciplina
que se define por la exotopía del investigador respecto a su objeto —a
la vez que funda, mejor que los mismos etnólogos, la legitimidad de su
disciplina—. No se trata allí, me parece, de una reformulación del muy
conocido “círculo hermenéutico” donde uno se sitúa por aproximacio-
7. antropología filosófica 171
nes sucesivas al interior del objeto por conocer, sino del mantenimien-
to de la diferencia entre dos textos. Es por esta precisa razón que el sen-
tido de un texto tal como nosotros lo identificamos no es concluyente,
y su interpretación es infinita (el presente fragmento es el último que
Bajtín redactó en 1974).
No existe ni un primero ni un último discurso y el contexto dialógico
no conoce límites (desaparece en un pasado y un futuro ilimitados).
Incluso los sentidos pasados, es decir aquellos que nacieron a lo largo del
diálogo de los siglos pasados, no pueden nunca ser estables (acabados
de una vez por todas, finitos): siempre cambiarán (renovándose) en
el transcurso del desarrollo posterior, por venir, del diálogo. En todo
momento de la evolución del diálogo existen masas inmensas, ilimitadas,
de sentidos olvidados; pero en ciertos momentos posteriores, a medida
que el diálogo avanza, regresarán a la memoria y vivirán con una
forma renovada (en un nuevo contexto). Nada ha muerto totalmente:
cada sentido tendrá su fiesta de renacimiento. El problema de la gran
temporalidad (40, 373).
6
Referencia al cap. xxv de Doctor Faustus.
7. antropología filosófica 173
ESCRITOS
DEL CÍRCULO DE BAJTÍN*
* (N. del T.) Originalmente traducidos del ruso por Georges Philippenko, con la
colaboración de Monique Canto. Acerca de la versión castellana, ver el “Prólogo del
traductor” en este mismo volumen.
Nota
Los cuatro textos que siguen, reunidos aquí por primera vez, se pu-
blicaron en la urss entre 1926 y 1930 con las firmas de V. N. Volóshi-
nov y M. M. Bajtín. Por razones que ya se explicaron, designamos estos
escritos como provenientes del “círculo de Bajtín”.
Se trata de las primeras publicaciones importantes del círculo o de
cualquiera de sus miembros individuales (mas no de sus primeros escri-
tos). Están en consonancia con cuatro libros firmados y publicados en el
mismo lapso por los miembros del círculo: El freudismo de Volóshinov
(1926), El método formal en estudios literarios de Medvédev (1928),
Marxismo y filosofía del lenguaje de Volóshinov (1929) y Problemas de
la obra de Dostoievski de Bajtín (1929). El ambiente general es el mismo
en esos libros y en los estudios que siguen, pero las dimensiones reduci-
das de estos últimos incitan a sus autores a formulaciones programáti-
cas o a síntesis más generales. Estas permiten desarrollar una polémica
particular u ofrecer una ilustración detallada de las tesis de conjunto.
En la evolución de Bajtín, estos escritos corresponden al momento de
su atracción por la sociología y su trabajo sobre lo que llamamos hoy
en día la “pragmática” (el estudio del discurso por oposición al de las
lenguas).
El primer y más antiguo texto, “El discurso en la vida y en la poe-
sía”, es un verdadero manifiesto de la nueva ciencia de los discursos y
de lo que el subtítulo llama “la poética sociológica” (una poética de la
enunciación y no solamente del enunciado). Las tesis contenidas en ese
artículo volverán a encontrarse en los escritos de Bajtín hasta su muer-
te, cincuenta años más tarde.
186 anexos
EL DISCURSO EN LA VIDA
Y EL DISCURSO EN LA POESÍA*
* V. Volóshinov, “Slovo v zhizni i slovo v poezii”, Zvezda, 6, 1926, p. 244-267.
Todas las notas llamadas con asteriscos pertenecen al traductor [del ruso al francés].
Contribución a una poética sociológica
I
En estudios literarios, el método sociológico ha sido utilizado casi
exclusivamente para elaborar conceptualizaciones históricas, mientras
que los problemas planteados por lo que se llama poética histórica —es
decir, el conjunto de los problemas que conciernen a la forma artística
considerada en sus diferentes aspectos (el estilo, etc.)— no han sido
casi abordados con la ayuda de dicho método.
Según una opinión errónea —compartida, no obstante, por ciertos
marxistas—, el método sociológico solo es realmente legítimo cuando
la forma poética artística, enriquecida por el aspecto ideológico —es
decir, por el contenido—, comienza a desarrollarse históricamente en
el marco de la realidad social exterior. En cuanto a la forma considerada
en sí misma, posee su propia naturaleza y se determina según leyes es-
pecíficas que son artísticas y no sociológicas.
Semejante punto de vista es contrario al fundamento mismo del
método marxista, contrario a su monismo y a su historicismo. La con-
secuencia de ello es la ruptura entre forma y contenido, entre teoría e
historia.
Demorémonos por tanto en estas perspectivas erróneas: son muy
significativas respecto al conjunto de la teoría contemporánea del arte.
El desarrollo más claro y consecuente de este punto de vista es el
que recientemente ha propuesto el profesor Sakulin1. Él distingue en
1
Ver P. N. Sakulin, Sociologicheskij metod v literaturovedenii [El método sociológico
en estudios literarios], 1925.
190 anexo 1
por ello que la teoría del arte únicamente puede ser una sociología del
arte4. En consecuencia, no tiene que resolver ningún tipo de proble-
ma “inmanente”.
II
La aplicación correcta y fecunda del análisis sociológico en teoría
del arte, y particularmente en poética, exige renunciar a dos concepcio-
nes erróneas que, al aislar ciertos aspectos del arte, reducen su campo
al extremo.
La primera de ellas puede definirse como la fetichización de la obra
de arte como cosa. Hoy en día, esta concepción domina en teoría del
arte. El investigador limita su campo de investigación exclusivamente a
la obra que analiza, como si todo el ámbito del arte se redujera a ella. El
creador y los receptores de la obra de arte quedan por lo tanto fuera del
campo de investigación.
A la inversa, la segunda concepción limita su estudio a la psique del
autor o del contemplador, y con mucha frecuencia ello lleva a confun-
dirlos. Al seguir semejante concepción, el arte se reduce a las experien-
cias del uno o el otro.
En consecuencia, por un lado, solamente la estructura de la obra,
considerada como cosa, constituye el objeto de investigación, mientras
que por el otro es solo el psiquismo individual del creador o del con-
templador.
La primera concepción pone el material en primer plano de la in-
vestigación estética. La forma, entendida en sentido muy restringido
como forma del material, que lo organiza en tanto cosa individual y
acabada, se convierte así en el objeto principal y casi exclusivo de la
investigación.
4
Solo hacemos la distinción entre teoría e historia del arte por la conveniencia
técnica de la división del trabajo. De hecho no debe haber ninguna ruptura metodoló-
gica entre ellas. Las categorías históricas desde luego se aplican sin excepción a todos los
ámbitos de las ciencias humanas, tanto históricas como teóricas.
194 anexo 1
III
Es evidente que el discurso en la vida no se basta a sí mismo. Surge
de una situación vivida de naturaleza extraverbal y conserva lazos muy
estrechos con ella. Más aun: el discurso se completa inmediatamente
por el elemento mismo de lo vivido y no puede separarase de él sin
perder su sentido.
He aquí cómo evaluamos y caracterizamos habitualmente los
enunciados de la vida cotidiana: “es mentira”, “es verdad”, “esas son pa-
labras mayores”, “no hacía falta decir eso”, etc.
el discurso en la vida y el discurso en poesía 197
IV
Ante todo hay que subrayar que la palabra “bueh”, semánticamente
casi vacía, no puede de ninguna manera predeterminar la entonación
a partir de su contenido: cualquier entonación puede fácil y legítima-
mente impregnar la palabra para que exprese alegría, tristeza, despre-
cio, etc. Todo depende del contexto donde la palabra se dé. En el caso
que nos ocupa, el contexto que determina la entonación —mezcla de
reprobación vehemente con un atisbo de humor— se constituye por la
situación extraverbal antes examinada; no hay contexto verbal inme-
diato. Desde ya puede decirse que incluso cuando el contexto verbal
inmediato está presente y, por otro lado, se muestra plenamente sufi-
ciente respecto a los demás puntos de vista, la entonación nos lleva,
sin embargo, más allá de sus límites: solo puede comprenderse la en-
tonación si se está familiarizado con las evaluaciones sobreentendidas
que pertenecen al grupo social en cuestión, por amplio que este sea. La
entonación se encuentra siempre en el límite entre lo verbal y lo no verbal,
lo dicho y lo no dicho. En la entonación, el discurso entra en contacto
inmediato con la vida. Y es ante todo mediante la entonación como el
locutor entra en contacto con los oyentes: la entonación es social por
excelencia; es particularmente sensible a todas las fluctuaciones de la
atmósfera social que rodea al locutor.
En lo que concierne a nuestro ejemplo, la entonación se arraiga en
el deseo —común a los dos interlocutores— de ver por fin llegar la pri-
mavera y en el disgusto —igualmente común— de ver que el invierno
no termina. Sobre esta comunidad de evaluaciones sobreentendidas se
sustentan la firmeza y la claridad de su tonalidad principal. En una at-
mósfera de simpatía pudo levantar libremente el vuelo y diferenciarse
dentro de los límites de la tonalidad principal. Pero si la certeza de ese
“apoyo del coro” no hubiera sido tan firme, la entonación habría toma-
do otra dirección, se habría enriquecido con otras tonalidades (la del
reto tal vez, o de la decepción), o finalmente se habría replegado en sí
el discurso en la vida y el discurso en poesía 203
a la cual el discurso es más sensible, más ágil y más libre, revela también
con mayor claridad ese origen social.
Ya tenemos, entonces, licencia para decir que cualquier palabra
realmente pronunciada —y no sepultada en un diccionario— es expre-
sión y producto de la interacción social de tres participantes: el locutor
(o autor), el oyente (o lector) y aquel (o aquello) de quien (de lo que)
se habla (o héroe). El discurso es un acontecimiento social, no se bas-
ta a sí mismo como cualquier magnitud abstractamente lingüística,
tampoco puede deducirse de manera sicológica de la consciencia sub-
jetiva del locutor tomada aisladamente. Por ello, el enfoque formal y
lingüístico así como el sicológico yerran el blanco: la esencia concreta,
sociológica del discurso, que determina exclusivamente su veracidad o
falsedad, su bajeza o su grandeza, su utilidad o inutilidad, permanece,
cuando se la aborda de cualquiera de estas dos maneras, incomprensi-
ble e inaccesible.
Desde luego, es esta misma “alma social” del discurso la que lo
vuelve estéticamente significativo —bello o feo—. Ciertamente, las
dos concepciones abstractas —la concepción formal lingüística y la
concepción sicológica— conservan su significado en la medida en que
están sometidas al enfoque sociológico, fundamental y más concreto.
Su colaboración es incluso absolutamente indispensable; pero en sí
mismas, tomada cada una aisladamente, son letra muerta.
El enunciado concreto (y no la abstracción lingüística) nace, vive
y muere en el proceso de la interacción social de los participantes del
enunciado. Su significado y forma se determinan en lo esencial por la
forma y el carácter de dicha interacción. Si se arranca al enunciado de
ese suelo nutricio absolutamente real, se pierde la llave que permite
acceder a la comprensión de su forma y de su sentido, y en las manos
solo queda una envoltura, ya sea la de la abstracción lingüística o la
igualmente abstracta del esquema del pensamiento (la famosa “idea
que anima la obra”, antaño apreciada por los teóricos e historiadores
de la literatura); dos abstracciones, por tanto, a las que nada une en-
tre sí, ya que no existe un terreno concreto donde podría realizarse su
síntesis viva.
el discurso en la vida y el discurso en poesía 207
V
¿En qué se distingue el enunciado verbal artístico —la obra poética
acabada— del enunciado cotidiano?
Desde un principio está claro que aquí el discurso no está y no pue-
de estar, respecto al conjunto de los momentos del contexto extraver-
bal, respecto al conjunto de lo inmediatamente visto y conocido, en
una dependencia tan estrecha como en la vida. La obra poética no pue-
de sustentarse espontáneamente en los objetos y los acontecimientos
del entorno inmediato sin introducir la menor alusión a dichos aconte-
cimientos en la parte verbal del enunciado. Desde ese punto de vista, el
discurso está sometido a exigencias mucho mayores en literatura: parte
importante de lo que en la vida permanecía por fuera de los límites del
enunciado debe hallar a partir de ahora un representante verbal. Desde
el punto de vista objetual y pragmático, no debe haber nada inexpresa-
do en la obra poética.
¿Debería inferirse que en literatura el locutor, el oyente y el héroe
se reúnen por primera vez sin saber nada los unos de los otros, sin tener
horizonte común, que por ende no tienen punto de apoyo ni nada que
sobreentender? Algunos son proclives a pensar que en efecto ocurre así.
De hecho, la obra también está profundamente imbricada en el
contexto vivido inexpresado. Si el oyente y el héroe realmente se re-
unieran por primera vez como seres abstractos, carentes de cualquier
horizonte común, y si tomaran sus palabras de un diccionario, difícil-
mente se podría imaginar que de allí surgiera una obra prosaica y, a
fortiori, una obra poética. La ciencia en cierta medida se acerca a ese
límite: la definición científica contiene efectivamente un mínimo de
sobreentendido; pero podría mostrarse que incluso la ciencia no puede
prescindir de una parte de sobreentendido.
Particularmente importante en literatura es el papel que desem-
peñan las evaluaciones sobreentendidas. Se puede afirmar que la obra
poética es un potente condensador de evaluaciones sociales inexpresadas:
cada palabra está saturada de ellas. Y son precisamente esas evaluaciones
sociales las que organizan las formas artísticas como su expresión directa.
el discurso en la vida y el discurso en poesía 209
6
Nos apartamos aquí de las cuestiones de la técnica de la forma, que abordaremos
un poco más adelante.
7
Es el punto de vista de V. M. Yirmunski.
210 anexo 1
tiempo la forma, sin pasar por el contenido, tampoco debe perder los
vínculos con él pues, de lo contrario, se convierte en experimentación
técnica desprovista de cualquier sentido artístico real.
La definición general de estilo aportada por la poética clásica y
neoclásica y su división fundamental en “estilo elevado” y “estilo bajo”
destacan con mucho acierto la naturaleza activamente evaluativa de la
forma artística. La estructura de la forma es efectivamente jerárquica
y, desde esa óptica, se aproxima a las gradaciones políticas y jurídicas.
Como estas últimas, crea en el seno del contenido artísticamente dis-
puesto un complejo sistema de relaciones jerárquicas recíprocas: cada
uno de los elementos —por ejemplo, el epíteto o la metáfora— exalta al
grado supremo, rebaja o nivela al objeto que determina. La elección de
un héroe o de un acontecimiento determina de antemano el nivel ge-
neral de la forma e igualmente el carácter admisible de tal o cual proce-
dimiento compositivo. Y esa exigencia fundamental de adecuación del
estilo se refiere a la adecuación jerárquicamente evaluativa de la forma y
del contenido que deben corresponderse. La elección del contenido y la
elección de la forma proceden de un solo y mismo acto que instituye
la posición fundamental del creador y por el que se expresa una sola y
misma evaluación social.
VI
Es evidente que el análisis sociológico solo puede partir de la or-
ganización estrictamente verbal, lingüística de la obra; pero no por
ello debe encerrarse en sus límites, como lo hace la poética lingüística.
Efectivamente, la contemplación artística de una obra poética se ini-
cia, a lo largo de la lectura, en el grafema (es decir en la imagen visual
de la palabra escrita o impresa); pero a partir de la siguiente etapa de
la percepción esa imagen visual se disuelve y eclipsa casi íntegramente
detrás de los demás aspectos de la palabra —la articulación, la imagen
sonora, la entonación, el significado—, y estos aspectos nos arrastra-
rán en lo sucesivo incluso más allá de la palabra. Puede decirse enton-
ces que la relación entre el aspecto puramente lingüístico del discurso y la
212 anexo 1
8
Ver W. von Humboldt, Kawi-Werk ii, p. 335, y el manual de japonés: Hoff-
mann, Japan. Sprachlehre, 5, 75.
214 anexo 1
Podemos decir que aquello que, para un japonés, aún es una cues-
tión de gramática, es ya para nosotros una cuestión de estilo. Los compo-
nentes esenciales del estilo de la epopeya heroica, de la tragedia, de la
oda, etc. están determinados precisamente por esa posición jerárquica
del objeto del enunciado respecto al locutor.
No hay que creer que la literatura contemporánea haya desecha-
do la determinación jerárquica recíproca del creador y el héroe: esta
se ha vuelto más compleja, no refleja con la misma nitidez con que,
por ejemplo, el clasicismo mostraba la jerarquía sociopolítica que le era
contemporánea; pero en cuanto al principio mismo de la modificación
del estilo en función de la modificación del valor social del héroe del
enunciado, el principio desde luego conserva toda su fuerza. Porque
el poeta no odia a su enemigo personal, no ama ni “adula” a su amigo
personal a través de la forma, no se alegra ni se aflige por los aconteci-
mientos de su vida privada. Aun cuando el poeta tomara gran parte de
su pathos de los acontecimientos de su destino personal, ha de genera-
lizar y socializar ese pathos, y por ende profundizar el acontecimiento
correspondiente hasta darle significado e importancia sociales.
El segundo aspecto de las relaciones recíprocas entre el héroe y el
creador, que determinan el estilo, es el grado de proximidad que existe
entre ellos. Este aspecto tiene una expresión gramatical inmediata en to-
das las lenguas: el empleo de la primera, la segunda o la tercera persona
y la modificación de la estructura de la oración en función de su sujeto
(“yo”, “tú” o “él”). La forma que adopta un juicio emitido sobre un ter-
cero, la que se utiliza al interpelar a alguien, la que —finalmente— se
emplea para hablar de uno mismo (así como sus diferentes variedades),
todas son ya gramaticalmente distintas. Así pues, la estructura misma
del lenguaje refleja aquí la relación recíproca de los locutores.
En ciertas lenguas, las formas puramente gramaticales son capaces
de expresar de manera más flexible los matices de la relación social recí-
proca que vincula a los locutores y los diferentes grados de su proximi-
dad. Desde ese punto de vista, las formas del plural en ciertas lenguas
son muy interesantes: por ejemplo, las formas denominadas “inclusivas”
y “exclusivas”. Así, cuando el locutor al emplear el “nosotros” tiene en
el discurso en la vida y el discurso en poesía 215
9
Ver Matthews, Aboriginal Languages of Victoria, y W. von Humboldt, ibíd.
216 anexo 1
En efecto, las relaciones recíprocas del héroe con el coro, por una
parte, y la posición general del oyente, por la otra, se prestan en cierta
medida a una interpretación jurídica. Pero, por supuesto, aquí solo se
puede hablar de analogía. Lo que la tragedia, como por cierto cualquier
otra obra literaria, tiene en común con un proceso es esencialmente
—y de hecho únicamente— la presencia de “partes”, es decir de varios
participantes que ocupan posiciones diferentes.
Denominaciones del poeta tan estereotipadas como las de “juez”,
“testigo”, “defensor” o incluso “verdugo” (cf. el lugar común del “azote
de la sátira” —Juvenal, Barbier, Nekrásov, etc.), así como las correspon-
dientes para el héroe y el oyente, revelan en forma de analogía el fun-
damento social mismo de la poesía. En todo caso, el autor, el héroe y el
oyente nunca se funden en una unidad indiferenciada de cualquier tipo
sino que ocupan posiciones autónomas; efectivamente son las “partes”,
pero no de un proceso sino de un acontecimiento artístico dotado de
una estructura social específica cuya “acta” está constituida precisamen-
te por la obra de arte.
No es superfluo subrayar aquí una vez más que el oyente de quien
hablamos es un participante inmanente del acontecimiento artístico y
que determina desde adentro la forma de la obra de arte. Ese oyente —al
igual que el autor y el héroe— es un momento intrínseco necesario de
la obra y no debe confundirse de ningún modo con lo que se denomina
el “público”, que se halla por fuera de la obra y cuyas exigencias artísti-
cas y gusto pueden tenerse en consideración conscientemente. Tal toma
en consideración consciente no puede determinar de manera directa, en
profundidad, la forma artística en el proceso de su creación viva. Más
aun, si esa toma en consideración consciente del público ocupa un lu-
gar siquiera mínimamente importante en la obra del poeta, esta perderá
inevitablemente su pureza artística y se rebajará a un nivel social inferior.
Esa toma en consideración externa significa que el poeta ha perdido
a su oyente inmanente, que se desprendió de la totalidad social que podía
determinar desde el interior, independientemente de cualquier conside-
ración abstracta, sus evaluaciones y la forma artística de sus enunciados
poéticos, forma que no es otra cosa que la expresión de las evaluaciones
el discurso en la vida y el discurso en poesía 219
VII
Los diferentes aspectos que determinan la forma del enunciado
artístico, esto es: 1) el valor jerárquico del héroe o del acontecimiento
que constituye el contenido del enunciado; 2) su grado de proximi-
dad respecto al autor; 3) el oyente y sus relaciones recíprocas con el
el discurso en la vida y el discurso en poesía 221
autor, por un lado, y el héroe, por el otro —todos estos aspectos son los
puntos de aplicación de las fuerzas sociales de la realidad extra-artística
en la poesía. Es precisamente gracias a esta estructura intrínsecamente
social que la creación artística se abre por todos lados a las influencias
sociales de los demás ámbitos de la vida. Las demás esferas ideológicas,
particularmente la estructura sociopolítica y finalmente la economía,
determinan la poesía no solo desde el exterior sino al apoyarse en esos
elementos estructurales intrínsecos. Y a la inversa: la interacción artís-
tica del creador, del oyente y del héroe puede ejercer su influjo sobre los
demás ámbitos de la comunicación social.
Para responder completamente a la pregunta acerca de cuáles son
los héroes típicos de la literatura en determinada época, cuál será la
orientación formal tipo del autor respecto a ellos y cuáles son las rela-
ciones recíprocas del héroe y el autor con el oyente en el seno de la pro-
ducción literaria, es preciso proceder a un análisis amplio y diversifica-
do de las condiciones económicas e ideológicas de la época estudiada.
Pero estas cuestiones históricas concretas rebasan el marco de la
poética teórica, que aún tiene ante sí otra tarea importante qué cum-
plir. Hasta el momento solo hemos abordado los aspectos que deter-
minan la forma en relación con el contenido, es decir como evaluación
social encarnada de dicho contenido; hemos llegado a la conclusión de
que cada uno de los aspectos de la forma es producto de una interacción
social. Pero también hemos indicado que la forma debe comprenderse
igualmente desde otro punto de vista, es decir como forma realizada
mediante un material determinado. Ello abre una larga serie de pregun-
tas ligadas a la técnica de la forma.
Por supuesto, esas cuestiones técnicas solo pueden aislarse por abstrac-
ción de las cuestiones de sociología de la forma: es imposible separar real-
mente el sentido artístico de cualquier procedimiento de su determinación
puramente lingüística (por ejemplo, de la metáfora referida al contenido,
y que expresa una evaluación formal de dicho contenido al rebajar su ob-
jeto o elevarlo en grado superlativo).
El sentido extraverbal de la metáfora (una redistribución de valores)
y su envoltura lingüística (un deslizamiento semántico) solamente son
222 anexo 1
PREFACIO A RESURRECCIÓN *
* M. M. Bajtín, “Predislovie”, en L. N. Tolstói, Polnoe sobranie khudozhestvennykh
proizvedenij, t. 13, Voskresenie, Moscú-Leningrado, 1929, pp. 3-20.
Más de diez años después de concluido Anna Karénina (1877),
Tolstói acometió su última novela, Resurrección (1890). En el curso de
esos diez años tuvo lugar la famosa “crisis” que trastornará la vida per-
sonal, la ideología y la producción literaria de Tolstói. Él renuncia a sus
bienes (en beneficio de su familia), repudia sus convicciones pasadas y
su visión de mundo, abjura de su obra literaria.
Semejante cataclismo en la visión de mundo y en la vida personal
de Tolstói fue sentido muy intensamente por sus contemporáneos,
quienes lo entendieron precisamente como una crisis. Hoy en día la
ciencia ve las cosas de otro modo. Hoy sabemos que los indicios de
aquel vuelco estaban ya presentes en las obras de juventud de Tolstói.
Sabemos que desde los años 1850-1860 se manifestaban claramente
unas tendencias que en la década de 1880 debían encontrar su expre-
sión en la Confesión, los relatos populares, los ensayos filosófico-religio-
sos y el replanteamiento radical de ciertos principios de vida. Sabemos
igualmente que la conmoción no debe entenderse como un aconteci-
miento que solo afectó la vida de Tolstói: efectivamente fue preparada
y estimulada por la evolución de complejos procesos socioeconómicos
e ideológicos que a la sazón se desarrollaban en la sociedad rusa, y que
exigían que el escritor o el artista formados en una época anterior re-
consideraran las orientaciones de sus obras. Fue precisamente en la dé-
cada de 1880 cuando tuvo lugar la reorientación social de la ideología y
la creación literaria de Tolstói. Fue la respuesta requerida por las nuevas
condiciones de la época.
La visión de mundo de Tolstói, su obra literaria e incluso su estilo de
vida se caracterizan, desde sus primeros pasos en la carrera de las letras,
por una actitud de oposición a las corrientes dominantes de la época.
226 anexo 2
*
Alusión a la novela de Turguéniev, Nido de hidalgos.
prefacio a resurrección 227
3
Diario de la condesa, León Tolstói, París, 1930, p. 58.
*
Héroe legendario de las bylini, epopeyas populares rusas.
4
Diario de la condesa, León Tolstói, p. 43.
5
Ibíd., p. 53.
prefacio a resurrección 231
*
Alusión al levantamiento de los decembristas, que estalló el 14 de diciembre de
1825, y cuyo episodio decisivo tuvo lugar en la plaza del Senado, en San Petersburgo.
232 anexo 2
Por lo tanto esta novela no es más que una serie de cuadros que
representan la realidad social bajo una luz violentamente crítica. El hilo
que conecta los cuadros es la actividad exterior e interior de Nejliúdov.
La novela desemboca en las tesis abstractas del autor, apuntaladas en
citas del Evangelio.
La crítica a la realidad social es indiscutiblemente, en particular
para el lector contemporáneo, el elemento más importante y más car-
gado de sentido. La crítica abarca un ámbito muy amplio, más amplio
que en cualquier otra novela de Tolstói: la cárcel de Butirki en Moscú,
las cárceles de tránsito en Rusia y Siberia, el tribunal, el Senado, la
Iglesia y los oficios religiosos, los salones de la alta sociedad, las esferas
burocráticas, la alta y media administración, los abogados liberales,
los hombres de ley de tendencia conservadora o liberal, los funciona-
rios de diferente envergadura, desde el ministro hasta los guardianes
penitenciarios, las mujeres de mundo y de la burguesía, la pequeña
burguesía de las ciudades y, finalmente, los campesinos: todo ello se
integra en la visión crítica de Nejliúdov y del autor. Ciertas catego-
rías sociales —como, por ejemplo, la intelligentsia revolucionaria y
los obreros— aparecen aquí por primera vez en el universo novelesco
de Tolstói.
La crítica a la realidad en Tolstói se dirige (como en su ilustre pre-
cursor del siglo xviii, Rousseau) contra cualquier forma de convención
social como tal, contra todo lo que el hombre ha utilizado para cubrir la
naturaleza. Es por esto que su crítica carece de verdadera historicidad.
La novela se abre sobre un vasto cuadro de la ciudad, la ciudad que
aplasta a la naturaleza y a todo cuanto en el hombre es natural. La edi-
ficación de la ciudad y de la vida urbana se representa como el inten-
to, perpetrado por unos cientos de miles de hombres, de desfigurar la
porción de tierra sobre la cual se apiñan, recubrirla de piedras para que
nada pueda allí crecer, arrancar hasta la última planta, ahumarla con el
carbón y el petróleo, talar los árboles, expulsar a todos los animales
y a todos los pájaros. Y la propia primavera, que ha logrado devolver
la vida a lo que queda de naturaleza, es impotente contra el espesor de la
mentira social, de la convención, que los hombres de las ciudades in-
prefacio a resurrección 235
ventaron por su propia cuenta para ejercer su poder unos contra otros,
para engañarse mutuamente y torturarse.
Este cuadro grandioso y puramente filosófico de la primavera en la
ciudad, de la lucha de la naturaleza contra la podrida cultura urbana, no
le debe nada —por su amplitud, su fuerza lapidaria y la audacia de sus
paradojas— a las mejores páginas de Rousseau. Desde el principio da
el tono de denuncia que ha de seguir y que apunta a todos los inventos
humanos: la cárcel, la justicia, la vida mundana, etc. Como siempre en
Tolstói, el relato pasa inmediatamente del plano más amplio y más ge-
neral al de los detalles más finos, con el registro exacto de los gestos más
mínimos, de los más nimios pensamientos, sensaciones y palabras de
los hombres. El paso brutal y directo de lo general a lo particular es una
de las características del arte de Tolstói. Pero es en Resurrección donde
su empleo es más impactante en la medida en que la generalización allí
es más abstracta, más filosófica, y el detalle más ínfimo y más escueto.
En la novela, la representación de la justicia es objeto de una ela-
boración particularmente meticulosa y profunda. Las páginas que se le
dedican son las más fuertes de toda la obra. Examinémoslas con mayor
detenimiento.
Los pasajes del Evangelio puestos en epígrafe a la primera parte de
la novela revelan la tesis principal de Tolstói: es inadmisible que un hom-
bre pueda juzgar y condenar a otro. Esta tesis es ilustrada por la situación
clave de la novela: Nejliúdov, quien ejerce como jurado —es decir, en
situación de juez— en el proceso a Maslova, en realidad es responsa-
ble de su ruina y perdición. El cuadro del juicio, tal como lo concibió
Tolstói, debe mostrar igualmente que ninguno de los jueces que parti-
cipan en el proceso está realmente capacitado para ejercer la función: el
presidente y sus bíceps, con su buena digestión y sus líos amorosos con
una institutriz; el juez meticuloso de gafas montadas en oro que está
de mal humor porque acaba de discutir con su mujer, lo que se trasluce
en su comportamiento en el tribunal; el valiente juez que sufre de un
catarro estomacal; el procurador, un arribista limitado y pretencioso;
finalmente los jurados, hombres mezquinos y vanidosos, infatuados de
sí mismos, orgullosos de su cháchara estúpida. Nadie puede ser desig-
236 anexo 2
nado para juzgar porque el juicio en sí, cualquiera que sea, solo es un
invento de los hombres, un invento perverso y mentiroso. Mentiroso
igualmente y desprovisto de sentido es el procedimiento mismo del jui-
cio, con todo ese fetichismo de formalidades y de convenciones bajo
las cuales queda irremediablemente sepultada la verdadera naturaleza
del hombre.
He aquí lo que nos dice el ideólogo Tolstói. Pero la representación
del proceso, ese cuadro tan magistralmente ejecutado, nos dice igual-
mente algo más.
¿Qué nos dice entonces? En realidad se trata de un proceso a la
justicia, un juicio motivado y convincente, el proceso a la nobleza en-
carnada en Nejliúdov, a los jueces burócratas, a los jurados pequeño-
burgueses, finalmente a la sociedad de clase y a las formas mentirosas
de “justicia” que esta ha engendrado. El cuadro que Tolstói erige ante
nosotros no es nada más que la condena, a partir de una reflexión so-
cial profunda y convincente, de la justicia de clase en el contexto de la
realidad rusa de la década de 1880. Semejante proceso social se funda y
se justifica. No es un juicio moral referido a un individuo sino un jui-
cio social cuyo objeto son las relaciones basadas en la explotación y sus
mantenedores: explotadores, burócratas, etc. La idea de un proceso tal
se hace más clara y más convincente sobre el fondo de la representación
artística que de él hace Tolstói.
La obra de Tolstói está en su totalidad profundamente marcada por
la pintura del proceso social, pero su ideología abstracta solo conoce el
juicio moral dirigido hacia sí mismo y la no resistencia al mal social. He
ahí una de las más graves contradicciones de Tolstói, contradicción que
nunca logró superar y que se manifiesta a plena luz en el proceso social
a la justicia que acabamos de analizar. La Historia y su dialéctica, esa
negación que en la Historia es solamente relativa y en la que se encuen-
tra ya contenida una afirmación, todo ello es radicalmente extraño al
modo de pensar de Tolstói. Por eso su negación de la justicia como tal
es absoluta y por lo tanto sin salida, no dialéctica, contradictoria.
Su visión y representación artística son más profundas: al rechazar
la justicia de clase, la burocracia, Tolstói defiende el principio de una
prefacio a resurrección 237
8
Resurrección, p. 994.
244 anexo 2
9
Resurrección, p. 1.483.
246 anexo 2
nes, en este mundo donde campea el mal social, no tienen razones para
avergonzarse.
La ideología de Resurrección se dirige a los explotadores. Se ha
constituido a partir de los problemas que planteados a los representan-
tes, sobrecogidos por el arrepentimiento, de una clase en plena deca-
dencia y en plena descomposición: la nobleza. Esos problemas carecen
de toda perspectiva histórica. Los representantes de esa clase no tienen
un punto de apoyo sólido en el mundo exterior, no tienen tarea histó-
rica que cumplir: por eso se concentran exclusivamente en su propia
persona, en su problema interior. Es cierto que la ideología abstracta de
Tolstói incluía elementos esenciales que la acercaban al campesinado,
pero dichos aspectos no se integraron a la novela como principios de
organización interna; la organización permanece centrada en la perso-
na del noble arrepentido que es Nejliúdov.
Por ende, en el fundamento de la novela tenemos la pregunta de
Tolstói-Nejliúdov: “¿Cómo puedo yo, que soy un individuo pertene-
ciente a la clase dominante, liberarme solo de la participación en el mal
social?” La respuesta a esta pregunta es la siguiente: “Deja de participar
interior y exteriormente, y, para ello, obedece a mandamientos estric-
tamente negativos.”
Pléjanov tiene toda la razón cuando caracteriza la ideología de
Tolstói de la siguiente manera:
Incapaz de sustituir en su campo visual los explotadores por los
explotados —en otras palabras de pasar del punto de vista de los primeros al
de los segundos—, Tolstói debía naturalmente orientar sus esfuerzos hacia
el progreso moral de los explotadores exhortándolos a renunciar a sus malas
acciones. Es por ello que su prédica moral revistió un carácter negativo10.
Para terminar, algunas palabras acerca del significado que tiene Re-
surrección para el lector contemporáneo.
Hemos visto que la crítica constituye el elemento dominante de
la novela. Hemos visto también que el principio generador de forma
de esta representación crítica de la realidad residía en el pathos del jui-
cio —de un juicio estéticamente activo e implacable—. El acento de
dicha representación es mucho más enérgico y revolucionario que las
tonalidades del arrepentimiento, del perdón, de la no resistencia que
colorean los conflictos interiores de los personajes y las tesis ideológicas
o abstractas enunciadas en la novela.
Los elementos de crítica social constituyen el interés de la obra.
Los procedimientos artísticos que Tolstói desarrolló en la novela si-
guen siendo, aún hoy, ejemplares e insuperables.
Desde hace algún tiempo, la literatura soviética trabaja con obsti-
nación en la construcción de formas nuevas para la novela ideológica
y social, indudablemente el género más importante y más actual de la
literatura contemporánea. La novela social e ideológica, la novela so-
cialmente tendenciosa es, a fin de cuentas, una forma literaria perfecta-
mente legítima. El rechazo a tener en cuenta esa legitimidad puramente
estética es un prejuicio ingenuo, propio de cierto esteticismo superfi-
cial que hace tiempo debería estar superado. Pero, es preciso admitirlo,
se trata de una de las formas más difíciles y arriesgadas de la novela.
Efectivamente, resulta demasiado tentador elegir el camino del menor
esfuerzo: salir del apuro mediante la ideología (con una buena orien-
tación ideológica), transformar la realidad en una mala ilustración o, a
la inversa, introducir la ideología en forma de indicaciones, de apuntes,
de deducciones abstractas que no se funden orgánicamente con la re-
presentación. Organizar el conjunto del material estético sobre la base
de una tesis ideológica y social nítidamente definida sin por ello dise-
car, matar la realidad concreta, he ahí una tarea bastante ardua.
Tolstói supo realizarla con excepcional maestría. Novela ideológi-
ca ejemplar, hoy en día Resurrección puede revelarse de gran utilidad
para la investigación literaria.
ANEXO 3
7
A este respecto, consideramos plenamente justificado (aunque incompleto) lo
que escribe G. Vinokur:
La articulación correcta de la estructura poética no es, de hecho, más que
la respuesta a la pregunta por el objeto de la poética: la poética puede en efecto
interpretar los diferentes elementos de esa estructura a su manera —no es lo que
en este momento nos ocupa—, pero solo el lingüista parece capaz de enseñarle a
descubrirlos y a verlos (G. Vinokur, Kultura jazyka, Moscú, 1925, p. 167).
8
V. N. Volóshinov, Marksizm i filosofija jazyka, 1929, p. 58 y ss. (trad. Francesa,
M. Bajtín, Marxismo y filosofía del lenguaje, París, Minuit, 1977).
9
Ver el artículo de V. V. Vinogradov, “O zadachakh stilistiki” (Sobre las tareas de
la estilística), en Russkaya rech’, i, 1923, pp. 196-197, y también p. 205 (trad. francesa
parcial en Teoría de la literatura, textos de los formalistas rusos, Seuil, 1965). Encontrare-
mos referencias a Saussure, Sechehaye y otros representantes de la “escuela de Ginebra”
en la mayoría de los trabajos de Vinográdov.
las fronteras entre poética y lingüística 255
10
En Zadachi i metody izuchenija isskustv, Academia, 1914, p. 146.
11
P. Medvédev, Formal’nyj metod v literaturovedenii, Leningrado, 1928, p. 75 y ss.
12
(N. del T.) En castellano en el texto fuente.
13
Con el fin de evitar los malentendidos, debemos subrayar la posición violenta-
mente polémica de Vinográdov en relación con los “formalistas”. Sin embargo, el pathos
subjetivo del que hace gala cuando guarda distancia respecto a ellos, no le da todavía
derecho a afirmar su alejamiento objetivo ni su independencia.
14
P. Medvédev, ob. cit., p. 93.
256 anexo 3
II
Los trabajos de Vinográdov, publicados en diferentes revistas a
partir de 1920, se reagruparon —con la excepción del artículo “Las ta-
reas de la estilística”15, obra dedicada a la Poesía de Anna Ajmátova16 y
algunos otros trabajos— en una selección editada en 1929 y titulada
La evolución del naturalismo ruso (Gógol y Dostoievski)17. En el prefacio
*
La oposición sobreentendida aquí es la de la lingüística histórica y comparada,
tal como la ilustran los neogramáticos, A. Meillet, etc., por una parte, y, por la otra, las
teorías antievolucionistas de N. J. Marr, que Volóshinov por cierto reivindica, y quien
por su parte se reivindica como marxista.
15
En Russkaya rech’, pp. 195-293.
16
Stilisticheskie nabroski. Poezija Anny Akhmatovoj, Leningrado, 1925.
17
Infortunadamente, cuando nuestro artículo se hallaba ya en prensa apareció
el libro de V. V. Vinográdov O Khudozestvennoj proze (giz, 1930). Sin embargo, no
fue necesario hacer correcciones importantes a nuestro trabajo. Efectivamente, en la
medida en que el autor trasladó a su libro el material teórico de su estudio, publicado
las fronteras entre poética y lingüística 257
en 1923, sobre la Vida del protopope Avvakum, con ello en cierta forma canonizó su
perspectiva metodológica anterior, que no contradice en absoluto lo que en este libro
hay de nuevo. Aquí, nuevamente, el antisociologismo permanente de Vinográdov apa-
rece con toda su fuerza.
18
Evoljucija russkogo naturalizma, Academia, 1929, p. 5.
19
Ibíd., pp. 7-88.
20
Ibíd., pp. 206-290.
258 anexo 3
21
“K postroeniju teorii poeticheskógo jazyka”, en Poètika, iii, 1927.
22
Para lo que sigue, ver “O zadachakh stilistiki”, ob. cit., pp. 195-206.
las fronteras entre poética y lingüística 259
23
Ibíd., p. 286.
24
Ibíd., pp. 292-293.
262 anexo 3
III
Hemos intentado exponer de la manera más objetiva posible lo
esencial de las concepciones metodológicas de Vinográdov, citando sus
propios términos en la medida de lo posible. Omitiendo algunas modi-
ficaciones de detalles, dichas concepciones permanecieron intactas a lo
largo de todas sus investigaciones.
En el seno de esa visión científica, lo que sorprende en particular es
la afirmación incondicional y más o menos evidente de la preeminencia
del lingüista sobre el teórico de la literatura. Este último, en resumen,
simplemente no tiene nada que hacer aquí. La totalidad del campo de
investigación de la obra literaria, desde la determinación de sus particu-
laridades propiamente lingüísticas (dialectológicas, gramaticales, etc.)
hasta el examen de su significado histórico-literario, es propiedad del
lingüista. Pero entonces se plantea una pregunta: ¿cómo define ese lin-
güista, quien ha añadido a sus propias funciones las de teórico de la li-
teratura, la realidad fundamental, lo concreto dado de la obra literaria?
Primero que todo, el conjunto de las preguntas ligadas a la defini-
ción de la obra literaria, concebida como objeto específicamente artís-
tico, queda excluido. La obra no tiene más interés que representar un
tipo lingüístico; solo es un residuo de argamasa ya solidificada de lo que
antaño fuera un dialecto vivo. Por supuesto, ha sido objeto de “elabora-
ción estética”, pero el secreto de dicha elaboración reside en la elección
de las palabras y en la organización de estas en series sintácticas. Por eso
el análisis de la obra literaria puede reducirse al análisis de la lengua, de
su “simbólica” y de su “composición”. Como ya había hecho Saussure
en el ámbito de la lingüística, también Vinográdov en el ámbito de la
poética se sitúa en el terreno de la lengua, dándole estatus de norma para
juzgar sobre todas las manifestaciones de la comunicación artística. De
ese modo, el elemento que en el acontecimiento artístico es apenas un
ingrediente indispensable, y que cumple en él la función de intermedia-
rio, de médium donde tiene lugar la comunicación, se convierte al tér-
mino de un proceso de abstracción en un todo que se basta a sí mismo.
Solamente existe “obra de arte” en la medida en que haya interacción
las fronteras entre poética y lingüística 263
25
Para evitar los malentendidos, nos parece necesario subrayar que lo que enten-
demos por “valor” no tiene nada que ver con la concepción idealista de uso corriente a
finales del siglo xix y comienzos del xx en sicología (ver Münsterberg) y en filosofía
(ver Rickert). Obramos con el concepto de valor ideológico, que no aspira a ninguna
universalidad pero sí porta un significado social e incluso, más precisamente, un signi-
ficado de clase.
26
“O zadachakh stilistiki”, ob. cit., p. 196.
264 anexo 3
27
F. de Saussure, Curso de lingüística general, 1922, p. 30.
las fronteras entre poética y lingüística 265
28
Evoljucija russkogo naturalizma, ob. cit., p. 102.
29
Ibíd., p. 206.
266 anexo 3
30
“O zadachakh stilistiki”,ob. cit., p. 197.
31
Ibíd, p. 201.
las fronteras entre poética y lingüística 267
34
Evoljucija russkogo naturalizma, ob. cit., pp. 133-135, 342-348.
35
Para las concepciones histórico-literarias de Vinográdov en relación con su li-
bro Evoljucija russkogo naturalizma, ver los artículos críticos de A. Ceitlin en Russkij
jazyk v soveiskoj shkole, 1929, p. 4, y de N. Berkovski, en Zveta, 1929, p. 4.
36
“O zadachakh stilistiki”, ob. cit., p. 200.
las fronteras entre poética y lingüística 269
*
Skaz: forma de narración estilizada que se presenta como el relato de un narrador
imaginario, diferente del autor.
37
Ibíd., p. 293.
38
Evoljucija russkogo naturalizma, ob. cit., p. 231.
270 anexo 3
IV
Nos parece que el primer defecto metodológico de Vinográdov
reside en la reducción a la gramática de las categorías estéticas. Así, sus
39
Platón, Fedro, 268 d-e.
las fronteras entre poética y lingüística 271
40
F. de Saussure, ob. cit., p. 30.
272 anexo 3
(lingua universalis). Descartes dice más o menos esto: así como un sis-
tema aritmético completo se construye con un número relativamente
poco elevado de signos numerales, es igualmente posible expresar to-
dos los pensamientos que caben en el espíritu humano y también la
estructura de este último por medio de un número limitado de signos
lingüísticos en la medida en que estos están ligados por reglas preci-
sas y universales41. Esa analogía entre el sistema lingüístico y el sistema
matemático se formuló de manera más completa en los borradores de
la Charakteristik de Leibniz, y determinó, en gran medida en Francia,
en la época de la Ilustración, las ideas lingüísticas, aunque se vea, en los
siglos xvii y xviii, una especie de desplazamiento desde una concep-
ción lógica hacia una concepción estética (por ejemplo, en las brillantes
investigaciones estilísticas de Diderot en la Carta sobre los sordos y los
mudos). El lenguaje aparece entonces como una invención consciente
del hombre y el progreso del lenguaje, el camino que ha recorrido des-
de la invención del primer signo lingüístico hasta las combinaciones
verbales complejas o proposiciones, habitualmente se pone en paralelo
con la creciente complejidad de la construcción metódica de las mate-
máticas. Así, en Condillac el lenguaje de las palabras se compara con la
“lengua de los cálculos” y en las Reflexiones filosóficas sobre el origen de
las lenguas de Maupertuis se asiste al triunfo absoluto del racionalis-
mo abstracto: todos los fenómenos de la naturaleza y todos los fenómenos
del lenguaje deben reducirse de este modo a una fórmula matemática. El
ideal de conocimiento accesible al hombre consiste en la contempla-
ción de la necesidad matemática que rige todas las relaciones existentes
en el universo.
Estamos obligados a detenernos aquí. Nos resulta imposible, en el
marco de este artículo, tratar de manera más o menos completa la cues-
tión que acabamos de abordar. Las relaciones entre las concepciones
cartesiana y leibniziana del lenguaje y las perspectivas lingüísticas de la
41
Ver la carta de Descartes a Mersenne del 20 de noviembre de 1629, París, Ga-
llimard, “Pléiade”, p. 911 y ss. Para más precisiones sobre este tema, ver E. Cassirer,
Leibnizsystem in seinen wissenschaftlichen Grundlagen, 1902, y la Filosofía de las formas
simbólicas, París, Minuit, 1972, cap. 1.
274 anexo 3
escuela de Ginebra aguardan aún que sean estudiadas. Pero una cosa es
segura: aquí y allá, el mismo motivo se deja oír según el cual el lenguaje
de los “símbolos” verbales y el lenguaje de los símbolos matemáticos repre-
sentan ambos sistemas cerrados, rigurosamente análogos y en cuyo interior
actúan determinaciones inmanentes y específicas que no tienen nada en
común con las determinaciones de orden ideológico.
La obra poética se sistematiza de la misma manera; es un “siste-
ma cerrado en sí mismo de correlaciones estilísticas cuyo fundamento
funcional consiste en que sirven a la finalidad inmanente que realiza la
constitución de la obra poética”42. Al reemplazar la palabra “estilística”
por “matemática”, tendremos una definición justa y precisa de cualquier
fórmula algebraica, trigonométrica, etc.
La analogía se convierte, por lo tanto, en identidad. Y así como no
se puede analizar una fórmula matemática más que desde un punto de
vista estrictamente matemático, se debe estudiar un monumento artís-
tico verbal únicamente mediante un método rigurosamente lingüístico.
Se abstrae así la obra literaria de la unidad que define la comunicación
social, se la sitúa fuera del campo de la interacción artística y se la fija en
forma de enunciado monológico, cuya objetividad se opone a la vez al crea-
dor y al receptor (es decir al “autor” y al “oyente”) como sistema de elementos
fonéticos, léxicos y sintácticos, sistema inmutable e idéntico a sí mismo.
El método del objetivismo abstracto aplicado a la poética entra,
pues, en posesión de sus derechos43.
Ese error metodológico fundamental, debido a su total desconoci-
miento de las cuestiones que plantea la estética sociológica, jamás pudo
superarlo Vinográdov.
42
Evoljucija russkogo naturalizma, ob. cit., p. 291.
43
En semejante concepción del fenómeno literario no queda ya lugar, natural-
mente, para el “poder transfigurador de la personalidad”, para la “consciencia creadora”,
etc., aunque Vinográdov subraya constantemente su presencia. Por ello, el reproche
que le dirige al profesor I. Mandelstam en su libro Gógol y la escuela naturalista (Gógol’i
natural’ naja shkola, Leningrado, 1925, p. 7: “ni la evolución de las formas estilísticas
de Gógol, ni la unidad orgánica de su estilo como reflejo de una consciencia poética
individual son puestas de relieve”) se vuelve contra él mismo.
las fronteras entre poética y lingüística 275
44
B. Christiansen, Filosofja iskusstva, 1911, p. 50.
45
V. Vinográdov, Etjudy o stile Gógolja, Academia, 1926, p. 8.
276 anexo 3
46
N. J. Marr, Jafeticheskaja teorija, Bakú, 1928, p. 79.
las fronteras entre poética y lingüística 277
V
La definición que dimos del objeto estético en el capítulo anterior,
aunque escueta y un poco rápida, hace aparecer ya la evaluación social
como su momento fundamental y organizador.
278 anexo 3
Por ende, incluso las impresiones biológicas (por ejemplo, el hambre y la sed) no exis-
ten por fuera de su repercusión ideológica (“se expresan en su cerebro”).
52
En 1922 ya tuvimos la ocasión de indicar el carácter inaceptable de una reduc-
ción semejante de la música a la lógica y a la sicología en nuestra crítica al libro de I.
Glébov sobre Chaikovski (Zapiski peredvizhnogo teatra, 1922, núm. 42).
las fronteras entre poética y lingüística 283
puede creer que la palabra exprese más cosas, y que las exprese mejor
que el sonido. Las emociones artísticas del músico se realizan directa-
mente en el material musical, y en él nacieron.
Por lo tanto, el problema del papel del material en el arte solo puede
dilucidarse completamente en conexión con el concepto de expresión
axiológica, así como, por lo demás, el problema del significado ideoló-
gico del material. El cuerpo físico no puede, como tal, convertirse en
material artístico: solamente un cuerpo que pueda servir de conductor
de la comunicación social y de este modo recoger la expresión axioló-
gica que emana el cuerpo humano vivo es capaz de hacerlo. Totalmente
cargado por la evaluación, el material se organiza en el arte como el
médium de cierto acontecimiento social, el acontecimiento que consti-
tuye la interacción artística de los hombres.
Ciertamente es posible abordar la obra poética como si fuera un
puro ejercicio lingüístico, definido conforme a las posibilidades grama-
ticales de una lengua dada. Pero, para el poeta, en realidad la lengua está
íntegramente preñada de entonaciones vivas, está totalmente contami-
nada con evaluaciones, con orientaciones sociales embrionarias; contra
ellas debe luchar en el proceso de creación y entre ellas debe escoger tal
o cual forma lingüística, tal o cual expresión.
Ninguna palabra se da al artista en una especie de virginidad lin-
güística. La palabra ya está fecundada por las situaciones vividas y por
los contextos poéticos donde ha sido encontrada.
A este respecto, la poética histórica debe encarar un problema muy
importante. El poeta no introduce su nueva expresión axiológica en un
material verbal carente de entonación y, por decirlo así, virgen. Todo
ese material está de hecho atravesado por la entonación y la evaluación
social; las nuevas entonaciones se encuentran inevitablemente, al in-
terior del material, con las entonaciones antiguas que están ya en él.
Por eso la creación del poeta, como la de cualquier otro artista, solo es
capaz de proceder a ciertas reevaluaciones, a ciertos cambios de ento-
nación, que serán percibidos por él y por su auditorio sobre el fondo de
antiguas evaluaciones y entonaciones. Y he aquí el problema que todo
ello suscita: ¿cuáles son entonces los límites entre los cuales tiene lugar
284 anexo 3
VI
Ahora debemos pasar a un análisis más detallado de la evaluación
axiológica en las obras poéticas.
La evaluación social determina, cuando de poesía se trata, la sono-
ridad misma de la voz (su entonación), como determina igualmente la
elección del material verbal y el orden según se dispone. En función de
lo anterior, es preciso que distingamos dos formas de expresión axioló-
gica: 1) la forma sonora, y 2) la forma arquitectónica cuyas funciones
se reparten en dos grupos: el de las funciones electivas, por una parte, y
el de las funciones distributivas, por otra53.
53
Consideramos totalmente apropiada nuestra terminología aunque es posible,
desde luego, concebir otra elaboración terminológica de los mismos hechos y fenó-
menos.
las fronteras entre poética y lingüística 285
54
K. Bühler, “Vom Wesen der Syntax”, Idealistische Neuphilologie, Festschrift für
K. Vossler, 1922.
las fronteras entre poética y lingüística 287
siva no es del todo indispensable pero, allí donde aparece, indica con la
mayor nitidez la evaluación social”59.
Pensamos que dicha afirmación no es del todo exacta. Para empe-
zar, toda entonación es expresiva, es decir que constituye la encarnación
de una evaluación social dentro de un material sonoro.
Se derrumba, por consiguiente, la hipótesis según la cual podría
no haber entonación “expresiva”, puesto que no existe en la naturaleza
ningún discurso desprovisto de evaluación. Luego, si se habla de ento-
nación “sintáctica”, ¿por qué no hablar de entonación “gráfica” o “léxi-
ca”? En efecto, ¿no es cierto que la simbolización gráfica del sonido, la
reagrupación de los sonidos en complejos significantes y la combina-
ción de estos últimos en enunciados organizados configuran del mismo
modo las condiciones lingüísticas materiales de cualquier enunciado
leído u oído? Y si está privada de dicho soporte material, la entonación
no puede existir en absoluto, a menos, por supuesto, que considerára-
mos un lenguaje “simple como un mugido”60.
Comprendemos el pensamiento de Medvédev, desde luego. Existe
como un límite inferior de la entonación expresiva más allá del cual co-
mienza otro territorio, el de la gramática y las categorías formales. Pero
el hecho de poner en un mismo plano los conceptos de entonación ex-
presiva y entonación sintáctica constituye un lapsus terminologiae.
Así, el ritmo del poema (al igual que el ritmo del discurso en prosa,
por lo demás) se crea primero por la infinita variedad y la libertad de
la entonación expresiva. Puesta en proposiciones diferentes, una mis-
ma palabra no se verá afectada por la misma entonación expresiva. Es
más: una misma palabra, puesta esta vez en dos proposiciones idénti-
cas pero que pertenezcan a conjuntos verbales diferentes (imaginemos,
por ejemplo, que un mismo verso figura en dos poemas distintos), no
tendrá la misma entonación. Finalmente, una palabra idéntica, puesta
en dos conjuntos verbales idénticos pero que están, uno y otro, en si-
59
Ob. cit., p. 165.
60
La actual tendencia a conferir un significado casi exclusivo a la entonación “sin-
táctica” tiene, sin duda, como principal responsable a E. Sievers, quien indujo a tenta-
ción a buen número de investigadores rusos.
las fronteras entre poética y lingüística 291
LA ESTRUCTURA
DEL ENUNCIADO*
* V. N. Volóshinov, “Stilistika khudozhestvennoj rechi. 2. Konstrukcija vyskazy-
vanija”, Literaturnaja uchëba, 3, 1930, pp. 65-87.
1. Comunicación social e interacción verbal
En el artículo anterior** pusimos de relieve la naturaleza social del
lenguaje. También mostramos cuáles son los factores y fuerzas motrices
que determinan la aparición, luego el desarrollo del lenguaje: se trata de
la organización social del trabajo y de la lucha de clases. Finalmente cons-
tatamos que el discurso humano es un fenómeno bifaz: todo enunciado
exige, para realizarse, la doble presencia de un locutor y de un oyente.
Toda expresión lingüística de una impresión proveniente del mundo
exterior —ya sea inmediata o que haya permanecido largo tiempo en
las profundidades de nuestra consciencia para adquirir una forma ideo-
lógica más sólida y constante—, toda expresión lingüística, pues, siem-
pre está orientada hacia el otro, hacia el oyente, incluso si el otro está fí-
sicamente ausente. Vimos que las expresiones más simples y primitivas
de nuestros deseos, o incluso las más puramente fisiológicas de nuestras
sensaciones, poseen una estructura sociológica bien determinada.
Todo ello nos da la posibilidad de elaborar una definición del len-
guaje que no se retomará, y de pasar a un examen más profundo de
la estructura del enunciado —perteneciente al discurso cotidiano o, lo
veremos en segundo término, a la literatura—.
**
El presente estudio es el segundo de una serie de tres (se prometió una conti-
nuación pero nunca se publicó). El título general es “Estilística del discurso artístico”;
el del primero, “¿Qué es el lenguaje?”, y el tercero, “El discurso y su función social”. La
revista Literaturnaja uchëba, creada y dirigida por Gorki, estaba dirigida a los escritores
noveles. Hemos omitido cierto número de notas consistentes en explicaciones de
palabras difíciles.
298 anexo 4
4. Enunciados
5. Formas gramaticales del lenguaje.
Este esquema nos servirá como hilo conductor en el estudio de esa
unidad concreta que depende del habla y que llamaremos enunciado.
No nos detendremos, desde luego, en las cuestiones relativas al es-
tudio de las formas y los tipos de la vida económica de la sociedad; di-
chas cuestiones tienen que ver con otras disciplinas: las ciencias sociales
y, sobre todo, la economía política.
No nos demoraremos tampoco en el examen de los diferentes ti-
pos de relaciones de comunicación social. Nos bastará indicar cuáles de
ellos son más significativos y frecuentes, exceptuando sin embargo un
solo tipo al que en nuestro trabajo posterior deberemos prestar particu-
lar atención: la comunicación artística.
Al observar la vida social podemos aislar fácilmente, además de la
comunicación artística ya indicada, los siguientes tipos de comunica-
ción social: 1) las relaciones de producción (en las fábricas, en los talle-
res, en los koljoz, etc.); 2) las relaciones de negocios (en las oficinas, en
los organismos públicos, etc.); 3) las relaciones cotidianas (los encuen-
tros y las conversaciones en la calle, en los comedores, en el hogar, etc.),
y finalmente 4) las relaciones ideológicas stricto sensu en la propagan-
da, la escuela, la ciencia, la actividad filosófica en todas sus variedades.
Lo que hemos designado en nuestro artículo anterior con el tér-
mino de situación no es otra cosa que la realización efectiva, en la vida
concreta, de tal o cual formación, de tal o cual variedad del vínculo de
comunicación social.
Pero toda situación vivida supone necesariamente, en la medida
en que produce un enunciado, uno o varios actores-locutores. [...] Lla-
maremos entonces auditorio de [...] la presencia necesaria de quienes
forman parte de una situación dada.
Así, todo enunciado de la vida cotidiana contiene —lo veremos
más adelante— además de su parte verbal expresada, una parte extra-
verbal, inexpresada pero sobreentendida, formada por la situación y el
300 anexo 4
1
V. N. Volóshinov, Marksizm i filosofja jazyka, ob. cit., pp. 115-116. En la traduc-
ción francesa, atribuido a Bajtín: El marxismo y la filosofía del lenguaje, ob. cit.
302 anexo 4
2
Ver el artículo de L. P. Yakubinski (un poco difícil, es cierto, para un novel es-
critor), en la selección Russkaya rech’, I, 192, con el título “O dialogicheskoj rechi”
(“Sobre el discurso dialógico”).
la estructura del enunciado 303
4
(N. del T.) Fragmento ilegible en el original.
5
Tendremos la ocasión de confirmar esta idea un poco más adelante, al analizar
un extracto de Almas muertas de Gógol.
la estructura del enunciado 309
7
N. Gógol, Almas muertas, t. i, canto 3.
316 anexo 4
8
Recordemos que los “modales” constituyen la expresión gestual de la orientación
social del enunciado. Es lo que observamos precisamente en el ejemplo citado.
la estructura del enunciado 317
9
Gógol, ob. cit., t. i, canto 6.
318 anexo 4
*
Omitimos aquí una página del original, dedicada al análisis del ritmo de dos
frases en el discurso de Chíchikov.
ÍNDICE GENERAL
Págs.