José Ma Mardones
1S 'tr
Síntomas de un retomo
La religión en el pensamiento actual
Introducción................................................................................... 9
P rimera Parte
C inco filósofos piensan la religión
Vattimo, T rias . D errida, L évinas y Habermas
1. Gianni Vattimo: El retorno
de la religión kenótica en la modernidad ta rd ía ..................17
1. Las dimensiones personales y culturales de un retorno. . 1S
2. El doble retorno de la religión, según G. Vattimo . . . . 20
3. Encamación y secularización................................................ 26
4. La filosofía y el retorno de la religión...................................30
5. La «Kehre» religiosa de G. Vattimo......................................31
2. Eugenio Trías: Hay que pensar la religión,
porque hay que pensar la ra z ó n ..........................................35
1. El contexto sociocultural de crisis general............................36
2. La razón moderna.....................................................................38
3. El ser del limite........................................................................ 45
4. El acontecimiento sim bólico................................................ 46
5. Lo sagrado y lo santo..............................................................48
6. ¿Desde dónde habla E. Trías?.................................................52
3. Jacques Derrida:
la insoslayable presencia de la r e lig ió n ...............................53
1. ¿Qué es la religión?................................................................. 54
2. Dos nombres de la religión....................................................59
3. Razón y re lig ió n .....................................................................62
4. Religión, filosofía y deconstrucción......................................63
5. El retorno socio-cultural de la religión.................................. 66
6. Un modo abstracto de vérselas con la religión.....................67
6 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
4. Emmanuel Levinas:
Dios aparece en el rostro del o t r o ..................................
1. La idea del Infinito...........................................................
2. La relación con los elementos naturales........................
3. El rostro del o tro ..............................................................
4. Dios en el rostro del o tro ................................................
5. La religión universal de una tradición............................
6. Los recelos que despierta Levinas...................................
7. Algunas consideraciones comparativas sobre la religión
5 Jürgen Habermas
y el potencial semántico de la religión............................
1. El «misticismo ateo» de J. Habermas............................
2. La insustituibilidad de la religión:
sus funciones de consuelo................................................
3. La religión en la teoría de la acción comunicativa . . .
4. Todavía la religión,
o las dificultades de heredar a la religión.....................
5. Coexistencia en vez de sustitución...................................
6. A modo de balance...........................................................
S egunda P arte
LOS ACENTOS DE UN RETORNO
117
119
123
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139
142
I
Introducción
i
La filosofía está volviendo a interesarse por la religión. Se
habla de un retomo que es como una re-vuelta: tiene el
acento de lo reiterativo y, quizá, de la irrupción del huésped
inesperado. Adopta la forma púdica, escondida, de quien
vuelve a casa tras un largo peregrinaje u oscura exclusión.
Quizá el pensamiento nunca dejó de abordar de una u
otra forma las grandes cuestiones que trató la religión. Pero
la impresión generalizada es que con la secularización
moderna aconteció un eclipse del interés de lo religioso en
el pensamiento. La denominada crítica ilustrada y los gran
dilocuentes debates -cercanos a nuestros días- sobre la
muerte de Dios y del hombre, más que purificar y lustrar la
religión, pareció que terminaban con ella. Siempre hubo
pensadores cuyo núcleo de reflexión coincidía con lo esen
cial de la problemática religiosa; pero la modernidad pare
ció disimular, si no ocultar, la pertinencia y relevancia de
las cuestiones religiosas.
Hoy, cuando comenzamos a hablar de una época post
secularizada, se habla también de una vuelta o retorno de la
religión en la filosofía. Retorno de lo religioso en la refle
xión filosófica; vuelta del interés por la religión y sus pro
blemas; retomo y torsión de las preguntas y cuestiones que
inquietan al ser humano y que denominamos «religiosas».
Al final descubrimos -juegos del lenguaje- que quien retor
na realmente no es la religión, que nunca se marchó, sino
que vuelve el interés de la filosofía por ella.
10 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
3. Encarnación y secularización
Vattimo quiere mostrar la armonía existente entre, por un
lado, el sentido del nihilismo de Nietzsche y Heidegger
como proceso de la modernidad y, por otro, un hecho tan
central en el cristianismo como la encamación o abaja
miento de Dios para mostrarse al nivel humano. Nuestro
autor encuentra una analogía o afinidad entre la ontología
débil y la encamación. ¿Una tesis oportunista o la lectura
de la relación filosofía-cristianismo?
30. Creer que se cree, 29s. Vattimo no oculta que su «cristianismo» le puede
hacer ver lo que no es tan evidente: «Muy probablemente me he cons
truido esta filosofía, prefiriendo a estos autores (Nietzsche y Heideager)
precisamente porque partía de aquella herencia cristiana que ahora creo
encontrar de nuevo, pero que, en realidad, no he abandonado nunca ver
daderamente». ibid., 30.
31. Ibid., 30s.
32. «La huella de la huella», 127.
GIANNI VATTIMO 29
La conclusión o enlace de estos pasos es la siguiente:
existe una afinidad, armonía o analogía entre la ontología
débil, la deriva hacia una ética de la no violencia y la encar
nación kenótica. Al fondo late una lectura de la modernidad
que refuerza la tesis weberiana del origen cristiano del espí
ritu capitalista, por otra más general: «todos los rasgos prin
cipales de la civilización occidental se estructuran en refe
rencia a la Escritura hebraico-cristiana»".
3.2. La secularización
Vattimo propone denominar secularización333435justamente a
este rasgo constitutivo de la modernidad que destruye las
estructuras fuertes y sostiene una ontología débil. En su
inclinación hacia connotaciones religiosas, sugiere la he
rencia cristiana presente en el pensamiento débil o. mejor,
las raíces cristianas de una civilización que se presenta ya
como laica y postcristiana".
La denominación secularización recoge, a su juicio, la
significación positiva no sólo de un pensamiento que ya no
puede jugar a metafísicas fuertes, sino a una racionalidad
«histórico-narrativo-interpretativa». Es decir, una racionali
dad que «afirma su propia validez no exhibiendo funda
mentos, sino contando e interpretando de cierta manera los
asuntos de la cultura que los interlocutores tienen en común
y, por tanto, la historia de la modernidad»36. Desde el punto
de vista religioso, la secularización supone la purificación
de la fe cristiana de afirmaciones fuertes e imposibles de
Dios, y también la liquidación del sujeto «cristiano-bur
gués» que ha creado este mundo moderno de la voluntad de
poder. Es decir, hay una intención sociocultural y política,
además de crítico-religiosa, purificadora, en el trabajo in
terpretador de Vattimo: quiere desligar a la fe cristiana de la
bárbara organización total de la sociedad (Adorno) como
33. Ibid., 44.
34. ¡bid.. 41. Vattimo es consciente del carácter escandaloso y provocativo
del término que propone, ibid., 58.
35. Ibid.. 44s.
36. Cfr. Id.. «Hermenéutica, democracia y emancipación». 59.
30 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
4. El acontecimiento simbólico
Dado que Trías fija su atención en el ser del límite, y
concretamente en la cita fronteriza en la que el hombre se
en-cuentra con lo sagrado, lo que le interesa del símbolo es
su carácter de unidad escindida, que se realiza como sím
bolo en el momento de ser «lanzadas» conjuntamente las
dos partes (= «syn-ballein»), propiciándose la deseada arti
culación. Por esta razón, E. Trías pone el énfasis en este
acto de conjunción simbólica que él llama acontecimiento
simbólico3'.
30. Pensar la religión, 160.
31. La edad del espíritu, 28: Pensar la religión, 152; «Pensar la religión. El
símbolo y lo sagrado», 143.
EUGENIO TRÍAS 47
El acontecimiento simbólico es un proceso complejo,
donde poseemos una pane (la simbolizante) que remite a la
otra parte, no disponible, para encontrar sentido (lo simbo
lizado). Lo difícil es reunir las dos partes separadas. Esta
situación de escisión hace que la búsqueda de la unión
tenga mucho de escenario de exilio. La pregunta «á la
Kant» por las condiciones de posibilidad de este aconteci
miento simbólico conduce a Trías a un análisis de siete «ca
tegorías» o requisitos que hagan posible el acontecimiento.
Sintetizando32 en forma de «tabla categorial» el proceso o
encaje uniñcador de las dos partes, simbolizante y simboli
zado, obtenemos el siguiente resultado:
a) CONDICIONES PARA QUE PUEDA CONSTITUIRSE
LA PARTE SIMBOLIZANTE!
1) Que esa parte posea un sustrato material. Es la ma
triz simbólica que tiene la significación de lo materno y
matricial.
2) Que el sustrato material haya sido ordenado y dis
puesto en un ámbito de exposición que debe llamarse cos
mos, mundo.
3) Que ese cosmos pueda establecerse como el escena
rio que hace posible un encuentro entre cierta presencia
sagrada que sale de la ocultación y cierto testigo humano
que puede atestiguarla.
4) Que ese encuentro, o relación presencial pueda con
sumarse a través de la comunicación o logos (de palabra o
por escrito).
b) CATEGORÍAS RELATIVAS A LO SIMBOLIZADO
EN EL SÍMBOLO
Estas cuatro primeras condiciones determinan la parte
simbolizante y manifiesta. Pero ya hemos dicho que és
te remite a la parte simbolizada, la cual no es disponible.
Sigo la síntesis que el mismo Trías efectúa en: «Pensar al religión. El
símbolo y lo sagrado», 151-152. La edad del espíritu, 29s. En el fondo,
estamos vertiendo el esqueleto estructurador de La edad del espíritu.
48 SINTOMAS DE UN RETORNO
I
50 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
iwwm
Al volver sobre la reflexión de E. Trías, nos admira el her-t
moso panorama descrito, donde todo encaja, aunque sea en |
el deseo de la superación de las tres polaridades de la expe- ¡f
rienda religiosa y de la conjunción ilustrada y simbólica en
la «edad del espíritu». Queda bien descrita la ocultación de
lo sagrado y simbólico en la modernidad y la necesidad de
su recuperación para la salud social y racional de la misma
modernidad. No es menos claro su énfasis schellingiano en
la prioridad de la mitología y la revelación sobre la refle
xión y la filosofía. La vuelta o retomo de la religión en la
filosofía propicia una reflexión sobre la estrechez de la
razón moderna, sobre su olvido de la dimensión simbólica
y sobre su opresión injustificada de un fenómeno humano
tan radical como el religioso.
Tenemos la sensación, con todo, de que no se sabe bien
desde qué experiencia religiosa se habla. Parecería que es,
por tradición y situación, la cristiana; pero se desea, con
vencidos de la fragmentaria expresión del misterio en toda
religión, una superación de todas las experiencias históricas
concretas en pro de una «religión del espíritu». Ésta es, más
que una religión, una proyección de la superación de todas
las polaridades y tensiones. El acontecimiento simbólico
realizado. ¿Se puede —nos preguntamos, siguiendo sus
ideas de la manifestación de lo sagrado—tener experiencia
de lo sagrado si no es dentro de una determinada tradición?
¿Nos hallamos ante una experiencia especulativa de la reli
gión o ante una gnosis filosófico-religiosa? Lo que retoma
o tiene que volver ¿es esta religión «completa» del lógos
simbólico? ¿Dónde tendrá lugar esta realización de la «reli
gión del espíritu»? ¿Lo iniciarán primeros espíritus ilustra
dos y simbólicos como E. Trías y se globalizará posterior
mente, bajo la presión siempre del ser del límite, a todo el
planeta, o bastará con que actúe sobre nosotros como el
anhelo y límite, como el «motor vital» de nuestro existir?
Volveremos sobre estas cuestiones en la segunda parte o
confrontación con nuestros autores.
3
Jacques Derrida:
La insoslayable presencia de la religión
3. Razón y religión
Entenderemos también ahora mejor cómo para Derrida no
hay contraposición entre razón y religión. No sólo se trata
de una vinculación histórica, que no se rompe ni con la
Ilustración. Porque, como bien dice Derrida, la incompati
bilidad entre la Razón y la Religión, entre la Crítica o la
Ciencia y la Religión, es propia de cierta tradición de las
Luces: «una solamente de las múltiples Luces de los tres
últimos siglos» (no de la Aufklärung, cuya fuerza crítica
27. Ibid., 98; Id ., Como no hablar. 51s.
28. J. D errida , Como no hablar. 56-57.
29. Ibid., 36. Derrida dirá que en este sentido originario, protocatólico,
Voltaire v Heideager pertenecen a esta tradición; cfr. nota 9.
30. Ibid.. 36.'
JACQUES DERRIDA 63
está profundamente enraizada en la Reforma); esa luz de las
Luces, la que atraviesa como un rayo, uno solo, una cierta
vigilancia crítica y antirreligiosa, anti-judeo-cristiano-is-
lámica, una cierta filiación «Voltaire-Feuerbach-Marx-
Nietzsche-Freud (incluso) Heidegger)»3132. En general, «la
razón critica y tecnocientífica, lejos de oponerse a la reli
gión, la porta, la soporta y la supone».
Para Derriba, dado el «performativo de promesa» que
presupone el acto de la crítica, la razón está vinculada a la
religión. «Religión y razón se desarrollan juntas a partir de
este recurso común: el compromiso testimonial de todo per
formativo, que incita a responder tanto ante el otro como de
la performatividad performante de la tecnociencia»33.
Nuestro autor no ignora que, antes y hoy, la religión ha
tenido siempre problemas con la razón. Por ejemplo, el fun-
damentalismo o los neointegrismos actuales representan el
lado reactivo, oscuro, fanático e incluso asesino de la reli
gión. Pero en este momento no habría que olvidar la pues
ta en cuestión, el desvelamiento crítico que ese fundamen-
talismo -el islámico, por ejemplo- efectúa de «la democra
cia actual, en sus límites, en su concepto y en su poder efec
tivos, con el mercado y con la razón teletecnocientífica que
en él domina»33. Se alcanza así la situación paradójica de
que «la religión se alía con la teletecnociencia, contra la
que reacciona con todas sus fuerzas». Y en el momento en
que ejercita la intolerancia y la irracionalidad, conserva un
ápice de lucidez y de ejercicio de denuncia crítica.
29. Ibid.. 75. Un requerimiento que me viene de lo invisible que «me viene
no se de dónde, ni de cuándo, ni porqué». Cfr. E. Levinas Fuera del
sujeto, Caparros. Madrid 1997.
30. 199106.
31. Se sienta aquí una diferencia entre este reconocimiento, o momento ori
ginario, o saber ético originario, y cualquier otro «segundo momento»,
siempre posterior, en el que. tras reconocemos como personas, argu
mentamos («ética del discurso», J. Habermas y K.O. Apel). Cfr. E.
D lssel, «La ética de la liberación ante la ética del discurso»' Jseeoría
13 (1996) 135-151 (136s).
32. E. Levinas, Ética e Infinito, 81. Habría que precisar con J. D errida que
estamos ante la esencia de la relación ética. No se trata tanto de leves o
reglas morales cuanto de una Ética de la Ética: ibid.. 85.
EMMANUEL LEVINAS 79
Tercero, la relación auténtica, la experiencia irreducti-
, v última de la relación, aparece en la significación mo-
' J j ei cara-a-cara. Dicho de otra manera, la revelación del
[ostro del Otro consiste en ordenarme que me haga respon
sable de él hasta la redención. Lo humano realmente co
mienza para Levinas cuando soy capaz de cargar con esta
responsabilidad del otro, cuando logro des-interesarme del
ít’án por preservar el propio ser y depongo la soberanía por
parte del yo y empiezo a ser-para-el-otro. ¿Hasta donde
alcanza esta responsabilidad respecto ai otro?
Levinas es consciente de la desmesura de esta respon-
sibilidad que nos adviene en la interrogación del rostro del
otro. Soy responsable de todo y de todos. Una universalidad
Je la responsabilidad que no se agota en mi círculo de pró
ximos ni en el mal causado directamente por mí. Las mise
rias v las desgracias del Otro me persiguen sin descanso.
Me siento interpelado, emplazado a responder de todas las
miserias y de las miserias de todos". «Soy yo quien sopor
ta al otro, quien es responsable de él. Así, se ve que en el
sujeto humano, al mismo tiempo que una sujeción total, se
manifiesta mi primogenitura. Mi responsabilidad es in
transferible, nadie podría reemplazarme. De hecho, se trata
Je decir la identidad misma del yo humano a partir de la
responsabilidad, es decir, a partir de esa posición o de esa
Jeposición del yo soberano en la conciencia de sí, deposi
ción que precisamente, es su responsabilidad para con el
otro. La responsabilidad es lo que, de manera exclusiva, me
incumbe y humanamente no puedo rechazar. Esa carga es
una suprema dignidad del único. Yo no soy intercambiable,
soy yo en la sola medida en que soy responsable. Yo puedo
sustituir a todos, pero nadie puede sustituirme a mí. Tal es
mi identidad inalienable de sujeto. En este sentido preciso
es en el que Dostoievski dice: “Todos somos responsables3
33. E. Levinas, Ético e infinito, SO. En Fuero del sujeto. Caparros, Madrid
1997, 17. dirá: «Rostro: desnudez humana que puede adoptar una apa
riencia, pero siempre a punto de despojarse de las mentiras y de las for
mas; debilidad, petición, ya mendicidad, pero también una extraña auto
ridad. desarmada pero imperativa, que me interpela a mí responsable de
esta miseria».
80 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
2. La insustituibilidad de la religión:
sus funciones de consuelo
Las cuestiones de sentido han sido y siguen siendo el cam
po privilegiado de la religión. La religión ha sido conside
rada como el «donador de sentido por excelencia». Este
carácter universal de la religión, que la enfrenta con la
muerte y el sufrimiento en cualquiera de sus formas, ha
encontrado en la modernidad sus sustitutos eficaces en las
ciencias, las ideologías y aun las diversas filosofías que ofi
cian como sabidurías. Ahora bien, Habermas es consciente
de que hay una función muy vinculada a la religión y que
no parece encontrar reemplazo: se trata no sólo de dar
explicaciones de las contingencias, sino de ofrecer consue
lo para hacerlas más soportables. Esta función de consuelo
es la que queda reservada a la religión. En esta sociedad
hipercompleja aparece la angustia de lo no controlado, y el
miedo al riesgo se agarra a las mismas entrañas de los dina
mismos centrales de la sociedad, de tal manera que la socie
dad misma, las construcciones humanas, aparecen como
inmanejables y como una fuente de peligros. Esta no dis
ponibilidad o descubrimiento de la finitud en esta moderni
dad tardía «ha engendrado una masa de nuevas contingen
cias, sin que haya aumentado en igual manera la capacidad
de dominarlas»14. Y si nos volvemos de cara al individuo y
sus angustias, «es impensable una teoría que cancele, inter
pretándolas, las facticidades de la soledad y la culpa, la
enfermedad y la muerte; las contingencias que dependen de
la complexión corporal y moral del individuo, y son insu-
primibles, sólo admiten elevarse a la conciencia como con
tingencias: tenemos que vivir con ellas, por principio, sin
esperanza»15. Antes ya había escrito Habermas: «Pues la fi
losofía, aun después de haber asumido los impulsos utópi
cos de la tradición judeocristiana, se ha mostrado incapaz
de obviar (¿o de dominar?) por medio del consuelo y la
esperanza el sinsentido fáctico de la contingencia de la
muerte, del sufrimiento individual y de la pérdida privada
14. Id.. Problemas de legitimación en el capitalismo tardío, 144.
15. ¡bid.A 45.
JÜRGEN HABERMAS 99
je la felicidad y, en general, la negatividad de los ries
gos que acechan a la existencia individual, con el mis
mo buen suceso con que lo hizo la esperanza religiosa en la
salvación»16.
Nos encontramos ya con un límite que no asume, ni
puede pretender asumir, el pensamiento crítico. Es decir,
para Habermas, en el ámbito del consuelo personal y en
relación a una forma cuasi política de praxis, la religión es
insustituible. Incluso en alguna entrevista Habermas17ha re
conocido un papel positivo, no sólo de integración social,
sino de «potencial de posibilidades de aprendizaje y de
experiencias explosivas» en el «capital cultural» del que
forma parte la religión.
En suma, de esta serie de breves pero claras interven
ciones habermasianas dos cosas quedan bien claras: la filo
sofía crítica tiene que proseguir las tareas reconciliadoras y
liberadoras de la religión; pero debe hacerlo desde la racio
nalidad, es decir, con la modestia y la claridad de quien no
puede ofrecer esperanzas que no es capaz de cumplir. El
pensamiento crítico no puede ofrecer consuelo ante las mi
serias personales ni esperanzas de realización de la recqn-
ciliación y redención de este mundo desigual e injusto. Ésa
es precisamente la oferta y la función de la religión. ¿No
estamos ya ante un potencial significativo que no puede
asumir la filosofía crítica?
4. Todavía la religión,
o las dificultades de heredar a la religión
\<x hemos indicado que el primer Habermas era ya cons
ciente de que la filosofía crítica, declarada entonces here
dera de las ideas fundamentales de la religión, especial
mente la redención y la reconciliación, lo tenía que hacer
sin talsas pretensiones de dar consuelo u ofrecer esperanzas
ilusorias. Tras el esfuerzo por construir una teoría de la
modernidad que dé cuenta de sus principales mecanismos
sin encerrarse en un carril funcionalista que evite toda posi
bilidad a los planteamientos humanistas o liberadores, Ha-
bermas, vuelve a insistir en la necesidad de ser modestos.
La religión, en esta sociedad moderna descentrada, ha
perdido ya su central idad cosmovisional. Ya no funciona
como imagen del mundo2*. Ya no es posible ofrecer visio
nes totalizadoras y unitarias con la pretensión de que sean
aceptadas por todos. Estamos en una época pluralista y
post-metafísica. Incluso la metafísica negativa es excesiva2223.
Pero si el pensamiento filosófico no puede hacer tales afir
maciones sobre la realidad, ¿puede hacerlo la religión?
22. J. Habermas, Pensamiento postmetafisico,62.
23 Ibid., 1S6 De esta manera se distancia de la Primera Generación frank-
fiirtiana, de los Adorno y Horkheimer, para quienes todavía se podían
efectuar afirmaciones del tipo: «el todo es lo no verdadero», «todo es
contingente», «no existe en absoluto consuelo alguno», etc.
JÜRGEN HABERMAS 107
JL
110 SINTOMAS DE UN RETORNO
6. A modo de balance
Habermas tiene una visión de la religión ligada a la teoría
de la sociedad. De ahí que su visión sea bastante unilateral
y privilegie las funciones sociales de la religión40. Pero es
interesante acompañar a Habermas en su intento de heredar
los motivos fundamentales de la religión y pasarlos racio
nalmente al mundo del pensamiento crítico. La reflexión
sobre el origen socio-evolutivo de la fuerza normativa uni
versal actuante en la búsqueda de la justicia y la solidaridad
sociales, le conduce a considerarse heredero del potencial
semántico de la religión. Pero cuando va observando aque
llas dimensiones de lo humano que el pensamiento discur
sivo no es capaz de expresar y que, sin embargo, son impor
tantes para que no naufrague eso mismo humano, recupera
las funciones todavía realizables por la religión. Es una
visión predominantemente funcionalista, pero que termina
por hacer un sitio a la religión en la misma tarea crítico-
ilustrada que reivindica el pensamiento crítico.
Quizá lo más interesante de este esbozo de teoría de la
religión pueda venir todavía del hecho de aceptar el guante
que le vienen lanzando desde la teología41. Pero, incluso en
40. Pura una visión crítica y matizada de la religión en Habermas, cfr. J.M.
Mardones, El discurso religioso de la modernidad. Habermas y la reli
gión, cit.; J.A. Zamora, Religiäo após o sen final: Adorno versus
Habermas. cit.; E. Arens, «Kommunikative Rationalität und Religión»,
en t'E. Arens, O. John, P. Roltländer [eds.]). Erinnerung, Befreiung.
Solidarität: Benjamin, Marcuse, Habermas und die politische
Theologie. Patmos. Düsseldorf 1991, 145-200; G. Amengual, «¿La reli
gión comunicativa releva a la religión?», en Presencia elusiva, PPC.
Madrid 1996, 85-123.
41. La bibliografía se va engrosando cada día en este diálogo. Citamos los
más representativos: D.S. Browning, F. Schüssler Fiorenza.
Habermas, Modernity and Public Theology, cit., resultado del encuentro
de Habermas con teólogos germanos y norteamericanos en Chicago en
octubre de 1988; E. Arens (edrí Habermas und Religion, Patmos.
Düsseldorf 1989, contiene fundamentalmente los principales trabajos de
la obra estadounidense y algunos otros propios; E. Arens (ed.)
Kommmunitaves Handeln und christlicher Glaube. Theologie im
Gespräch mit J. Habermas, Patmos, Düsseldorf 1997, recoge el encuen
tro de teólogos alemanes con Habermas en mayo de 1995; H. Pel-
KERT. Wissenschaftstheorie-Handlungstheorie-Fundamentales Theo-
JURGEN HABERMAS 113
sí misma, es ya sintomática de un pensamiento que no ha
prestado mucha atención a la religión y que, cuando se de
tiene, advierte una serie de potencialidades que le llevan a
no poder excluirla, sino a la coexistencia, aunque sea a
regañadientes.
'
l.
1
S egu n d a P arte
Los A cen to s de u n R eto r n o
I
¿QUÉ CLASE DE RACIONALIDAD ACCEDE A LA RELIGIÓN? I 23
6. Conclusiones
Esta primera consideración sintomática de nuestros autores
nos deja unas cuantas señales claras. En todos ellos adver
timos una actitud crítica y distanciada respecto a la estere
otipadamente denominada «razón ilustrada» y su dialéctica
excluyeme. Desde las reservas críticas de Habermas hasta
13. Cfr. M. FraijÓ, «Racionalidad de las convicciones religiosas», en (J.
Gómez CalTarena [eü.]) Religión, Trotta, Madrid 1993. 165.
136 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
|. El clima de Nietzsche
Vista desde el proceso de racionalización, la modernidad
Jesemboca en el nihilismo. Esto quiere decir que alcanza
mos la conciencia de la debilidad de la razón, la cual, en
contra de lo que esperaban muchos espíritus, no puede fun
dar la objetividad, ni el sentido de la vida, ni la historia,
como tampoco puede asentar una sociedad justa y humana.
V esta conciencia marca una época: es un acontecimiento,
diríamos con Heidegger. Es la época histórica y cultural de
la «muerte de Dios». Nietzsche ha pasado a ser el repre
sentante de este clima cultural, que señala—mucho más que
Hegel y Marx, que todavía se mueven en una atmósfera o
clima cristiano con una idea finalista y una tonalidad proté-
tica- la despedida de un modo de concebir la vida y la his
toria-. Pero sería demasiado poco entender nuestro proble
ma actual como un mero problema social y cultural. El pro-23
2. Cfr. A. T orres Q ueiruga. El problema de Dios en la modernidad. Verbo
Divino. Estella 1998. 41s.
3. Un avizorador de la cultura como es G. S teiner i Pasión intacta, Siruela.
Madrid 1997,47) da mucha importancia al tiempo entre 1870 y la mitad
de 1890. cuando poetas como Mallarmé y Rimbaud sitúan el problema
de la naturaleza del lenguaje en medio del debate de las ciencias huma
nas, filosóficas y aplicadas. El propio Steiner (Presencias reales ¿Hay
algo en lo que decimos?, Destino, Barcelona 1992, 118) señala la época
entre 1870 y 1930, en la cual «la ruptura de la alianza entre la palabra y
el mundo es una de las pocas revoluciones del espíritu verdaderamente
srenuinas en la historia de Occidente y define la propia modernidad».
140 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
2. Cambio de clima
Son múltiples y variados los talantes de nuestros autores y
sus respectivos tratamientos del tema de Dios o del Abso
luto. incluso, como vamos a ver ejemplarmente, se pueden
utilizar términos iguales para designar un método de trata
miento diferente. Pero, en el conjunto, destaca un cambio
de clima que ya no es el nietzscheano «Dios ha muerto»; o
quizá debamos declarar la muerte de un determinado
«Dios» para poder hablar de Dios.
2.7. La kénosis
Hay un término que refleja muy bien el cambio de clima
que se está fraguando en el pensamiento actual sobre Dios
y que tiene el sabor teológico, cristológico. de los vocablos
técnicos. Se trata de la palabra griega «kénosis», que apa
rece en Flp 2,7, en el himno cristológico -pre-paulino. se
gún los especialistas-, que puede ser traducida por «abaja
miento», «vaciamiento», «anonadamiento», «anihilación».
y que expresa la auto-humillación de Dios encamándose en
un ser humano que, además, termina ejecutado en la cruz.
Tenemos dos lecturas filosóficas de este topos teológi
co. Una, la de Habermas, en el contexto más bien creacio-
nal que cristológico de la «contracción de Dios». Otra, la de
G. Vattimo, más directa y explícitamente cristológica.
Habermas usa repetidamente el tema místico-teológico
de la contracción de Dios: Dios se retira hacia sí mismo
para dejar sitio a la creación. Dicho de otra manera, la pri-
¿D E QUÉ MODO HABLAMOS DE DIOS? 143
inera manifestación de Dios es la autohumillación, la auto-
limitación para que la creatura pueda ser. Esta retirada de
Dios supone la ocultación de Dios en la creación. Esta es la
condición de posibilidad de la libertad y la autonomía
humanas: si Dios fuera explícito y evidente en la historia,
careceríamos de libertad y responsabilidad. De ahí la dia
léctica permanente en que vive el ser humano: ansia un
Dios que actúe en la historia: lo cual es imposible, si es que
quiere afirmar y mantener su autonomía. Dicho afirmativa
mente en la jerga filosófica habermasiana: Dios no puede
ser histórico si el ser humano es libre y autónomo. Para que
el mundo sea responsabilidad en las manos humanas. Dios
se tiene que auto-exiliar.
Habermas da un paso más y trata de mostrar que esta
auto-negación de Dios y auto-exilio del mundo nos está
diciendo en conceptos religiosos que el mundo está entre
gado a sí mismo y al hombre. Es decir, estamos ante «un
materialismo secreto» que recorre la teología de la contrac
ción de Dios. Como él mismo dirá, usando expresiones de
G. Scholem, «Dios quiere aparecer como no-Dios». Todas
las realidades pretendidamente religiosas pueden ser expre
sadas secularmente. Estamos ante un misticismo ateo. Toda
la realidad es sagrada y totalmente profana: depende desde
dónde se la mire. Vale decir que toda la realidad es un signo
de la trascendencia y, también, que nada hay que no sea
profundamente intramundano. Habermas se queda con la
lectura materialista. ¿Qué queda, de la retirada de Dios, de
lo sagrado?
Algunos enlazarán inmediatamente el tema tan querido
de la huella, la nostalgia, el anhelo o el extrañamiento, el
echar de menos esa presencia. Habermas se queda con el
rastro de la incondicionalidad de lo humano. Un titilar del
Absoluto en lo humano. Una «trascendencia hacia dentro»
que se puede rastrear en las presuposiciones idealizantes de
la acción comunicativa y la satisfacción de las pretensiones
de validez de nuestras afirmaciones4. La religión prosigue
A Cfr. J. Habermas, Pensamiento postmetafísico. Tauros, Madrid 1990.
185. donde nuestro autor acepta que late aquí «un residuo de metafísica
144 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
13. G. Steiner, Pasión intacta, 65s; Id., Presencias reales ¿Hay algo en lo
que decimos?. Destino, Barcelona 1992, 14.
14. G. Steiner, Pasión intacta, 118, dirá que «la cuestión de Dios es la de
su ausencia, sea cual fuere lo que esto significa».
¿DE QUÉ MODO HABLAMOS DE DIOS? 151
3. La trascendencia
a través de ia responsabilidad por el otro
Va hemos visto el giro que imprime Levinas a la cuestión
de Dios: el acceso al mismo no tiene lugar por el camino
del pensar, sino por la relación, por el vínculo de no indife
rencia de unos hombres para con los otros, que también se
llama «amor»15. El rastro de Dios se detecta en el rostro
implorante y obligante del otro. No hay modo de captar ni
hablar directamente de Dios. Nuestro habla es indirec
ta, oblicua, siempre mediada. El problema, como estamos
viendo, es de discernimiento acerca de las mediaciones más
adecuadas. Para Levinas está claro que el camino de acce
so a Dios es el de la ética. Es el mejor tránsito para evitar
quedar preso de las mediaciones: no caer en la tentación
permanente de hacer de Dios un objeto integrable dentro de
la totalidad de nuestra comprensión. Levinas quiere preser
var la absoluta trascendencia de Dios. El otro nos descentra
radicalmente de nosotros mismos y nos lleva hacia la escu
cha («ob-audire»), la atención a lo de fuera de mí. Se crean
así las condiciones para que Dios pueda ser Dios: para que
aparezca como lo Otro latente en el otro, trascendencia ra
dical, que me responsabiliza de ese rostro interpelante. Es
tamos ante el acto de trascendimiento absoluto del sujeto.
Dios es, así, el Rostro en el rostro desnudo y desarma
do; el Otro en el otro que me interpela y emplaza desde su
situación; la Voz de ese otro desde el clamor de su hambre
y necesidad; «lo invisible que me requiere»16. Es, en suma,
la razón de ser y de obedecer a la interpelación y la obliga
ción, a la responsabilidad que me constituye en rehén del
otro y me abre radicalmente a la escucha y el reconoci
miento incondicional de la obligación de responder.
15. Cfr. G. A meng ual , Presencia elusiva. PPC. Madrid 1996, 154. que seña
la muy bien este peligro. Por otra parte. G. S teiner . Pasión Intacta,
119s, se pregunta si no vivimos un tiempo de pantomima, de la distrac
ción, que carece de la gravedad para plantearse las cuestiones serias.
Hay momentos de bastante pesimismo, como cuando dice: «pronto no
podrán permitirse ni la figura de un Dios ausente».
15. E. L e v in a s . Fuera del sujeto. Caparros, Madrid 1997, 117.
152 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
4. Conclusiones
Las reflexiones sobre el modo de hablar de Dios de nues
tros autores nos han ido llevando a valorar unos cuantos
modos actuales, sintomáticos, de este habla en el tiempo del
pensamiento denominado postmetafísico o del fin de la
metafísica.
1. No se ha terminado de hablar de Dios. Reiniciamos más
bien un camino que quiere ser el de la inmanencia y evi
tar las cosificaciones del hablar sobre Dios. Hablar de
Dios, 0no es siempre reiniciar un intento por evitar caer
en las trampas de la posesión de lo Indisponible?
21. E. L evinas, Dios que viene a la idea, 108.
22. Cfr. E. Levinas, Fuera del sujeto, 107.
154 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
2. El modo simbólico
Nuestra atmósfera cultural está tan imbuida de la racionali
dad que sigue el modelo de la cientificidad, que normal
mente arroja fuera de la razón todo aquello que no se puede
pensar en el horizonte de comprensión del objeto controla
ble empíricamente y expresable lógicamente. ¿Cuál es el
lugar de «cosas» no sensibles que no es posible presentar y
délas que sólo podemos referirnos a su sentido? ¿Qué hace
mos con aquellos referentes que no podemos definir de una
manera clara y concreta (conceptos) y que, sin embargo,
son importantes, al parecer, para la vida de los individuos y
la colectividad, como el amor, la felicidad, la belleza, el
sentido y casi todos los referidos al ámbito de lo sagrado y
la transcendencia?
La respuesta que hoy se encuentra en muchos pensado
res —y que hemos visto latir en el clima intelectual de los
autores presentados- es que hay que acudir a un lenguaje
no conceptual, sino simbólico.
2. Desfundamentación y narratividad
Nadie mejor que E. Levinas para insistir en la necesidad de
escapar a las trampas de la objetivación de la trascendencia.
Siempre está presente la amenaza de reducir al Absoluto a
algo pensado, presente o inmanente. De ahí que Levinas
insista en que hay que caminar fuera de la vía de la ontolo
gia por el de la santidad: asegurar la referencia al deseo
182 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
4. Razón y fe
Tomado mínimamente en serio el pensamiento religioso, la
experiencia religiosa de Dios, lo que viene a decir impeni
tentemente es que no todo se cierra con la racionalidad
rigurosa del modelo científico. Frente a esta rigurosidad tan
atada a lo lógico-empírico, y tan estrecha e incapaz de decir
nada de «lo que nos concierne últimamente», se alza lo
razonable de la razón que mira a la vida, a su sentido y sig
nificado. Una razón más aproximativa, pero más rica en
evocación y significado. La primera estrecha la realidad
hasta dejarnos en su superficie; la otra nos remite a profun
didades desconocidas y abismáticas. ¿Quién tiene la clave?
Hay que alejarse de las oposiciones excluyentes. Ya hemos
repetido suficientemente el reconocimiento de la riqueza
purificadora de la razón analítica y de la ilustración crítica
para la religión; pero con ésta nos abrimos a un concepto de
razón amplio que haga más justicia al ser humano y a la
realidad. Especialmente, como ha tratado de mostrar con
agudeza la tradición fenomenológica, explicar y aclarar al
go presupone el sentido de ese algo. Sólo se puede aclarar
y explicar lo que es significativo. La referencia significati
va al mundo en tomo es anterior al lenguaje predicativo: se
encuentra ya en el gesto, la acción, la percepción. No en
186 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
5. Síntomas de un cambio
Lo que hemos venido refiriendo es un cambio de sensibili
dad: el paso de un rechazo de la religión en el pensamiento
moderno a un nuevo y creciente interés; el giro desde el
proclamado desinterés de la problemática religiosa dentro
de la filosofía, a una atmósfera climática que la coloca en
las zonas más cálidas e interesantes del pensamiento. Pen
sar la religión se ha vuelto necesario e imprescindible si se
quieren abordar las cuestiones más importantes de la razón
y del hombre, de la cultura y del mismo pensamiento. La
razón y sus límites; la razón y sus diversas dimensiones; las
formas expresivas del límite; el modo de habérselas el ser
humano con el sentido, lo indecible, lo no expresable, lo
intuitivo; la relación entre pensamiento y actitudes, etc., son
cuestiones todas que se sitúan en los confines de lo religio
so. No abordarlas es proceder según algún extraño tabú ina-
188 SÍNTOMAS DE UN RETORNO
3. Conclusión
No hemos probado nada. Somos conscientes de ello.
Hemos indicado un camino con muchas suturas por recoser
con cuidado. Pero nos hemos esforzado por mostrar algu
nas razonables placibilidades de nuestra creencia, concre
tamente cristiana. No es un trabajo baludí: estamos conde
nados a hacerlo. En razón de nuestra razón y en razón de
nuestra fe, que no quiere negar la Inteligencia, el Logos.
que habita la realidad y nos impele a reconocerla y darle
culto con el esfuerzo de nuestra racionabilidad.
La tradición occidental, a la que no es ajena en absolu
to el mismo cristianismo, tampoco nos permite abandonar
una tarea que no sólo redundará en bien del individuo y de
una sana creencia, sino en bien de la misma religión. Lna
religión que abandona la preocupación racional es una reli
gión peligrosa, como estamos viendo hoy mismo en el des
varío de múltiples ofertas «espirituales» de cariz funda-
mentalista o en la nebulosa místico-esotérica. Una fe pre
sentable en público, es decir, en el ágora de la sociedad
actual, no puede dejar de lado la racionalidad de su le. Soy
consciente también de que estas tendencias religiosas nos
enseñan algo elemental: en la religión cuenta más la «expe
riencia» que la razón y las teologías. Lo más valioso es la
fe. Pero la calidad de la experiencia religiosa tiene que ser
vigilada por la razón. Contra la razón no se puede auténti
camente creer. De ahí que, desde la razón y con la razón,
dialoguemos con los que creen y no creen como nosotros.
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