Había un festival de comida en la ciudad vecina, por lo que el enorme mago peliverde de Sabertooth

había decidido ir a ver de qué se trataba. Un hombre de su tamaño y masa corporal necesita
bastante alimento, por eso era indispensable conocer de esta nueva cocina venida de tierras
situadas en un lejano continente occidental del que casi nada se conocía en Fiore. Tuvo que ir solo
porque el resto de sus compañeros estarían ocupados ese día, uno bastante pintoresco, pero del
que no todos podían disfutar.

Cuando Orga llegó a aquella feria culinaria vio a un montón de gente y puestos acomodados en
hileras que parecían no tener fin. Se metió por uno de los pasillos. Grandes parrillas y planchas
metálicas, trompos gigantes de carne, fuego por doquier, grandes jarras con bebidas de colores, y
música que él nunca había oído antes, pero que incitaba a la alegría. Sí, aquella exposición era
sumamente animada. El mago del rayo negro, sin embargo, se mantuvo sereno mientras caminaba
y viraba la cabeza en todas direcciones. ¿Por dónde empezar? Era la duda que rondaba su mente a
la par de su andar. Entonces, de repente oyó una especie de gritos, y una multitud frente a uno de
los puestos. Cuando se asomó, abriéndose paso con facilidad gracias a su altura entre la gente
amontonada, vio que un hombre rubio…con orejas estaba riñendo contra uno de los expositores.
Aquel local era uno que ofrecía los famosos “tacos”, y tal parece que había un problema de actitud
por parte de aquel joven.

—¿Qué es lo que sucede?—Alzó la voz el mago de espinosa cabellera verde, acercándose al núcleo
del conflicto.

El aterrado dueño simplemente contestó mientras temblaba de miedo “este hombre dice que
envenené su comida sólo porque él mismo abusó de la salsa. Yo le advertí que era demasiado
picante, pero él dijo que estaba acostumbrado a las cosas ardientes”.

—Hey, creo… que tú eras uno de esos demonios.