productores venden productos en un mercado, pero los productos no son idénticos (productos
heterogéneos), sino que se diferencian entre sí por la marca, la calidad o la ubicación.
En la competencia monopolística, una firma toma los precios de sus rivales como dato y pasa
por alto el impacto de sus propios precios en los precios de otras empresas.
Sin embargo en casos en que la racionalidad del consumidores baja (marcas), la competencia
monopolística puede convertirse en monopolio natural, incluso con la ausencia total de
intervención del gobierno.
En los dos casos anteriores, el potencial comportamiento como "monopolios" de las empresas
se minora según aumentan la cantidad de productores, de tal manera que la posibilidad de
actuar sobre los precios se redure de forma significativa según se pase de 3-5 alternativas
(donde estaríamos muy cerca de un oligopolio) a 15-20, como por ejemplo el mercado de la
moda, donde la marca es crucial, pero existen numerosas alternativas disponibles. Los coches
de gama media, o los relojes serían otros ejemplos donde las marcan no podrían fijar
arbitrariamente los precios.