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Actas del VI Congreso Internacional CELEHIS de Literatura / Acosta, Ricardo ... [et
al.] ; compilado por Virginia P. Forace; María Pía Pasetti. - 1a ed . - Mar del Plata:
Universidad Nacional de Mar del Plata, 2018.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-544-817-9

1. Estudios Literarios. 2. Actas de Congresos. I. Acosta, Ricardo, II. Forace, Virginia


P., comp. III. Pasetti, María Pía, comp.
CDD 807

Fecha de catalogación: 21/03/2018


Entre Visillos y el tráfico de mujeres: construcciones de
género y Nación en la España franquista

Sofía Beatriz Lamarca


UBA

En la novela Entre Visillos, de Carmen Martin Gaite (1957) los personajes

femeninos en tanto mujeres, son objeto de un intercambio o tráfico del cual resulta la

construcción de un tipo de nación, con su sistema económico, su ideología y sus esferas

de poder. Cabe aclarar que lo que se configura es un microcosmos provinciano. No se

descarta un estereotipo totalizante nacional, pero en la provincia el modelo se refuerza,

se profundiza. La novela, a partir de su tensión entre los adentros y los afueras, produce

el mismo movimiento con la provincia y la moderna ciudad.

Ahora bien, ya en este punto es necesario desarmar nuestra propuesta para

preguntarnos a qué nos referimos cuando hablamos de mujeres. Para intentar delimitar

el concepto “mujer” partimos de El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir cuyas

definiciones han marcado toda la segunda ola del feminismo y han sido fundamentales a

la hora de pensar el género. Allí, la conclusión es que “mujer no se nace, se llega a

serlo” sosteniendo que ser mujer no es una condición inherente de algunos tipos

biológicos sino más bien, una asignación y construcción cultural asignada a

determinados cuerpos. Sin embargo, desde fin de siglo a esta parte, la teoría de género

ha sido abonada con nuevos aportes. Este trabajo también tiene en cuenta las

producciones de las teóricas Gayle Rubin (1975), Teresa de Lauretis, y Judith Butler.

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A su vez, la idea de intercambio de mujeres parte del trabajo de Gayle Rubin

(1975) en su texto “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo” que

intenta, a partir de la lectura de autores clásicos como Marx, Engels, Lévi Strauss y

Freud, tomar sus propuestas e ideas tradicionales al servicio de un pensamiento

feminista. En profundidad, lo que el texto afirma es que los distintos sistemas

económicos y políticos fundan su base en relaciones de parentesco, y así de intercambio

de mujeres. Rubin entiende este intercambio como:

Una forma abreviada para expresar que las relaciones sociales de un sistema de
parentesco especifican que los hombres tienen ciertos derechos sobre sus parientes
mujeres, y que las mujeres no tienen los mismos derechos sobre sí mismas ni
sobre sus parientes hombres. (56)

Así, es posible leer los movimientos que tienen lugar en la novela a la luz de este

concepto, dando cuenta de este intercambio o tráfico de mujeres y los modos en que

produce alteraciones o reproducciones de sistemas de poder fundamentales en la nación

en la que se sustenta. Para situar nuestra propuesta en el contexto histórico político que

plantea la novela, serán fundamentales textos como Usos amorosos de la posguerra de

Carmen Martin Gaite (1987) que nos aporta una visión de los modos de habitar el

mundo y las relaciones de las mujeres en ese momento histórico; así como también

Mujer, Falange y franquismo de María Teresa Gallego Méndez (1983) que funciona

como una radiografía de época aportando elementos críticos sobre las posiciones

femeninas dentro de los movimientos políticos y sociales.

Natalia y la mirada entre los visillos: el diagnóstico del tráfico

El personaje de Natalia se pone en foco desde el paratexto de la novela, que

estando dedicado a los personajes femeninos, también nos proporciona un interesante

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punto de partida y habilita la lectura propuesta en este trabajo. Natalia funciona como

diagnóstico del tráfico que, proponemos, tiene lugar en la novela. Posicionada desde la

periferia, su mirada entre los visillos reconoce y revela los movimientos que componen

a los personajes femeninos como mujeres y las insertan en una comercialización. Este

reconocimiento es inclusivo, pues el personaje puede verse a sí mismo dentro del tráfico

y detectar sus efectos. No es posible afirmar que Natalia se halla por fuera y en rebeldía

con el mismo, sino que no comprende su funcionamiento y este entendimiento aparece

como un proceso a lo largo de la novela que se ve registrado a partir de un elemento

fundamental para su desarrollo como personaje: la escritura. Natalia diagnostica cuando

escribe, también escribe para diagnosticar.

El diario que se incluye a través capítulos autónomos que explican y reflexionan

sobre su vida y los movimientos de un microcosmos provinciano, también otorgan la

posibilidad de una primera persona que narra una transición. Mientras la novela avanza,

Natalia descubre cómo funcionan las instituciones en las que están insertas las mujeres

y se piensa a sí misma dentro de ellas. El diario recorre el matrimonio, la soledad y su

formación. Es en esta instancia donde las reflexiones, pero también los deseos, las

dudas y los miedos, se ponen en escena mientras que en el diálogo abierto mucho de eso

queda dicho entre líneas o camuflado entre el lenguaje esperable de una mujer.1 Así, “la

joven habla con su cuaderno como hablara en otros tiempos con sus muñecas: es un

amigo, un confidente, se lo interpela como si fuese una persona” (Beauvoir 2016: 281).

1
De todos modos, la fluidez de los diálogos permite vislumbrar algunos deseos ocultos o
pensamientos políticamente incorrectos, como por ejemplos algunos relacionados a la
maternidad. Por ejemplo, en el capítulo primero, a partir de una conversación entre Julia y
Mercedes se deja ver el miedo, y hasta el rechazo a la maternidad. “Eso de los partos qué
horrible, ¿verdad? –dijo aprisa– Menos mal que ahora se muere menos gente” (14). Aquí, el
miedo expresado en voz alta y en primera persona, debe ser dicho “aprisa” tomando la
precaución que nadie escuche ese deseo, rechazo o temor políticamente incorrecto, que una
dama no debe expresar; pues la maternidad era una necesidad hasta gubernamental ya que
“Naturalmente, se esperaba de las mujeres su colaboración con los planes del Estado para
levantar la tasa de natalidad” (Gallego Méndez 1983: 123) y era imprudente intentar disentir.
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Lo escrito aparece, entonces, acompañando su transición de niña a joven y por tanto,

funciona como una radiografía de tránsitos, movimientos e imposiciones a los que se ve

expuesta tanto ella como el resto de las mujeres que la rodean. Así, a partir de “Cuando

estamos solos siempre me dice de tú, pero hoy me llamó de usted y señorita” (91) hay

un reconocimiento de la potestad que tienen los otros, en primera instancia los varones,

de volverla mujer. El diario no sólo da cuenta de la percepción subjetiva y sensible de

este personaje, sino que funciona como un modo de dar cuenta de la transición o

aprendizaje del mismo. Al final de la novela, la capacidad de la protagonista para

diagnosticar el modo en que funciona la sociedad que habita se optimiza. Consigue

hablar de sus deseos y así, descubre cómo está siendo construida.

Me he dado cuenta de una cosa: de que en casa para pasar inadvertida es mejor
hacer ruido y hablar y meterse en lo que hablan todos que estar callada sin
molestar a nadie. Siempre que me acuerdo canto por los pasillos y tengo cara de
buen humor, y he empezado a mirar figurines y a dar opiniones sobre los trajes de
las hermanas. (…) También he dicho que quiero unos zapatos nuevos [El
subrayado es nuestro] (111)

En la cita anterior hay, al menos, tres puntos importantes. En principio, el “me

he dado cuenta” reafirma su función como diagnóstico, que registra sus resultados

cuando los escribe. Con la “cara de buen humor” refiere a un mandato de la sociedad

patriarcal en general, y la sociedad nacional en particular. Según Carmen Martín Gaite,

en Usos amorosos de la posguerra (1987) “Las prédicas sobre la sonrisa femenina

como panacea son incontables en las publicaciones de la época y tiene una clara

vinculación con la ideología de la mujer fuerte y animosa propugnada por la Sección

Femenina del Falange” (26). El buen humor femenino es una imposición nacional. Por

último, surge la vestimenta como algo que debe ser simulado. Si el interés por los

“trajes” y los “zapatos” no era genuino, había que aparentarlo para pasar desaperciba y

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ser una joven normal. Así, Natalia comprende que la vestimenta la transforma y la

construye.

Los diarios no aportan la única instancia de escritura que tiene a Natalia como

protagonista. El episodio del baile en el Aeropuerto, que aparece como el escenario

perfecto para explicar los funcionamientos y los movimientos del intercambio, también

aporta otro momento en donde la palabra escrita sirve como un espacio sino de rebeldía,

de liberación. Necesita dejar una nota para poder liberarse de ese espacio de circulación

de los cuerpos. A partir de la cita “Lápiz no tenía. Llaves, cartas, fotos, una barra de

labios. Con la barra se escribía muy gordo, pero servía igual” (37) observamos como

toma un instrumento típicamente femenino, elemento metonímico de la mujer, para

volverlo útil y afín a sus intereses y: escribir. No sólo es importante el instrumento a

partir del cual escribe, sino también el espacio que encuentra para hacerlo. Al dejar la

nota sobre la invitación al baile, también vuelve funcional a sus intereses un

instrumento que la posicionaba en el intercambio.

El tráfico de mujeres: los espacios y los discursos de la comercialización

Si estamos de acuerdo con Rubin acerca de la existencia de “un aparato social

sistemático que emplea mujeres como materia prima y modela mujeres domesticadas

como producto” (37) entonces nos estamos refiriendo a un sistema de producción y por

tanto una comercialización a la que tenemos que prestarle atención. Por eso mismo, nos

proponemos pensar en los espacios, pero así también los discursos en donde se

despliega esa comercialización.

En la novela, los bailes tienen el propósito de que aquellas mujeres en edad de

casarse puedan conocer a aquellos hombres que puedan ser sus futuros maridos. El

primer escenario que se nos presenta es el del baile en el casino. Allí, en el capítulo tres,
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podemos ver “No las sacó nadie a bailar” (34) cuya oración conforma un párrafo, y en

relación con la narración del resto del baile, produce un efecto de crónica. Que nadie

haya querido bailar con ellas se nos presenta como un “objetivo no-cumplido” si se lo

piensa a través de las expectativas puestas allí. Sus cuerpos no han circulado del modo

que esperaban. Objetivo no-cumplido.

Los espacios planteados en la novela son todos aquellos en donde hubiera

hombres que miraran y mujeres para hacerse ver. En el capítulo cinco, en el marco de

una corrida de toros, hay un esfuerzo por introducir a Natalia en el tráfico del que son

objeto los personajes femeninos, específicamente, en la búsqueda de la mirada del

hombre. “Gertru se paró a esperar a Natalia que se había quedado rezagada. –Ven, no te

quedes atrás” (34) En esta cita, podemos observar una resistencia a la resistencia. No

hay posibilidad de quedarse atrás, ni de rechazar las oportunidades de hacer funcionar el

tráfico.

De más está decir que estos encuentros, los bailes, las corridas de todo, no eran

el espacio para encontrar el amor. Funcionan como el lugar donde se halla marido y

esposa. Las mujeres eran educadas para desear un tipo de hombre, es decir, guiaban su

búsqueda por un deseo normado, que más tenía que ver con las esferas de lo económico

y lo social que con un deseo libidinal que las atrajera a un varón. El imaginario de

marido está claro y aparece como un “manual de instrucciones” de aquello a lo que hay

que esperar. En los personajes, esto aparece a conciencia. “(…) ellas se acaparaban a

todos los chicos solteros. Andaban a la caza, y con un descaro. – Andan cómo andamos

todas– dijo Isabel riéndose” (60) Aquí, las relaciones como batalla bélica, como lucha

por la supervivencia están legitimadas.

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Parentesco y comercio: construcción de esferas de poder

Según Rubin (1975), “Los sistemas de parentesco no sólo intercambian mujeres.

Intercambian acceso sexual, situación genealógica, nombres de linaje y antepasados,

derechos y personas en sistemas concretos de relaciones sociales” (56) De este modo,

las relaciones de matrimonio que se dan y se buscan en Entre Visillos son relaciones que

construyen poder a través del comercio. El matrimonio funciona en muchas ocasiones

como modo de reproducción de un sistema económico, como ascenso o descenso social.

El parentesco también aparece disputando modelos – levemente– alternativos de

Nación. Si dentro de la Nación se tensiona entre lo provinciano y la modernidad de la

ciudad; la relación conflictiva entre los personajes de Julia, su padre y su futuro marido

no sólo conforman un caso de la mujer como objeto del tráfico, sino también cómo la

contienda por obtener al personaje femenino es, en parte, una por la transición entre un

provincialismo tradicional hacia la gran ciudad de Madrid, la moderna. Sin embargo,

este tráfico se sigue dando en el marco de instituciones nacionales y católicas. En el

capítulo siete, en la interacción entre Miguel y Julia, el personaje femenino se encuentra

tensionada entre dos hombres-instituciones, por un lado, la Iglesia a partir de un cura

que la confiesa y la aconseja, y por otro, el potencial matrimonio a través de Miguel

quien se exaspera con las costumbres y busca hacerla alcanzar la modernidad. Ambos la

desplazan de su lugar de sujeto para posicionarla en un lugar de objeto. Y en ese

desplazamiento, ella no gana nada. “Si el objeto de la transacción son mujeres, entonces

son los hombres quienes las dan y las toman, los que se vinculan y la mujer es el

conductor de una relación antes que participen en ella” (Rubin 1975: 53) Tanto entre su

padre y su marido, como entre el matrimonio y la religión, su función es la de

trasladarse de un poder a otro de una manera pasiva.

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En la relación entre Gertru y su potencial marido, también aparece la cuestión

del poder y su reproducción. Lo militar aparece como un ascenso político motivo de

envidia, y sobre todo, como un valor muy importante dentro de una Nación que

aprovecha y enaltece los recursos bélicos. En este sentido, el casamiento no sólo

reproduce un modo del poder, sino que es la potencial reproducción de futuros soldados.

En ese intercambio, lo que ella pierde es la posibilidad de la carrera, dejada de lado por

una vida cómoda y plagada de modernidad marcada por ese prestigio, habilitado por una

nacionalidad que privilegia lo militar. El mundo íntimo y provinciano aparece relegado.

Conclusión

La novela reflexiona sobre el lugar de la mujer en la España franquista en

general y en la intimidad de la provincia en particular. Propone una mirada acerca de los

roles, las posiciones, los mandatos, las incomodidades y las soledades. El papel de la

mujer es, fundamentalmente, el de ser intercambiadas entre hombres e instituciones con

el propósito de generar relaciones de parentesco y por tanto, de poder. Este intercambio

tiene reglas y conflictos, como todo sistema de mercado. Mucho ha escrito la crítica

sobre la literatura y todas las formas del arte en la España de la posguerra, y sus modos

de representación. Sin embargo, y como a lo largo de todo nuestro análisis, seguimos a

Rubin (1975): “los análisis económicos y políticos no están completos si no consideran

a las mujeres, el matrimonio y la sexualidad” (91) y creemos necesario pensar los textos

de época desde la perspectiva del sistema sexo/género y sus implicancias. De este

modo, nuestra exposición se propuso pensar los planteos de la novela en tanto el tráfico

y la comercialización de mujeres en relación con las instituciones y sistemas

tradicionales. A este trabajo le quedará pendiente, por ejemplo, la exploración de la

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soltería y la soledad en relación con los modelos estereotipados y la heterosexualidad

obligatoria como un modo de poder.

Referencias bibliográficas

Butler, J. (2002). Cuerpos que importan. Buenos Aires: Paidós.


Butler, J. (2007). El género en disputa. Buenos Aires: Paidós.
De Beauvoir, S. (2016). El segundo sexo. Buenos Aires: DeBolsillo.
De Lauretis, T. (1989). La tecnología del género”, en: Diferencias, Cuadernos inacabados,
Madrid. Pp. 33-70.
Gallego Mendez, M. T (1983). Mujer, Falange y Franquismo. Madrid: Taurus Ediciones.
Martin Gaite, C (1992). Entre Visillos. Barcelona: Destino.
Martin Gaite, C. (1987). Usos amorosos de la posguerra. Barcelona: Anagrama.
Rubin, G. (1975). El tráfico de mujeres: notas sobre la “economía política del sexo”. En El
género: la construcción cultural de la diferencia sexual. México: Universidad Nacional
Autónoma de México.

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