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Titán es el decimoquinto satélite de Saturno y el segundo más

grande de todo el sistema solar, después de Ganímedes,


satélite de Júpiter. Fue descubierto por el astrónomo holandés
Christiaan Huygens, en 1655. Si se toma en cuenta su tamaño,
Titán bien podría ser un planeta: es más grande que Plutón y
que Mercurio.
En la mitología griega, los titanes fueron los primeros dioses
hijos de Geay Urano. Dominaron el Universo hasta que fueron
derrotados por Zeus, al frente de la siguiente generación de
dioses.

—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado


en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo,
quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy
entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Miguel de Cervantes Saavedra,
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, capítulo VIII.

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1. Animales tienen garras y, de todos modos, el vidrio de las peceras
actúa como una barrera: ellos apenas si tienen conciencia
Desde que padecí el zarpazo de un monstruo de Gila en el de la gente que cruza esa galería. A veces un chico decide
jardín zoológico, me hice fanático del Museo de Ciencias golpear el vidrio, pero enseguida viene un guardia, y el
Naturales. Allí los animales están muertos y no pueden pececito recupera la calma y sigue nadando entre los
hacer daño. Las únicas criaturas con vida son unos peces corales, las anémonas y las estrellas de mar en miniatura.
espectrales, en la galería del acuario; muchos de ellos (el Sé estas cosas porque voy casi todas las tardes al museo;
pez cirujano, las diminutas pacagnellas) son azules y es mi entretenimiento preferido. Mis amigos ya se
amarillos, los colores de Boca Juniors. Una vez le dije a un acostumbraron a oírme hablar sobre la colección de
amigo, fanático xeneize, señalando la pecera: "¡Mirá! ¡Un arácnidos, los paneles con moluscos y la reproducción
pescado como vos!". ¡Casi me mata! sexual de las plantas. Mi héroe es Carolus Linnaeus, un
En realidad, el fútbol no me interesa tanto, pero mis amigos naturalista sueco que vivió en el siglo dieciocho y con su
me apodan "el gallina" porque soy hincha de River Plate. No obra Systema Naturae ideó el sistema de ordenamiento
tiene nada de ofensivo ser pez o ser gallina, lo digo en serio. moderno de los seres vivos. No se crean que yo soy un
Yo amo a los peces, a las gallinas, a los monstruos de Gila y erudito, sólo memorizo los carteles del museo. Aunque si
a todas las lagartijas de la tierra. En serio. hay algo sobre lo que puedo dar cátedra es sobre los tres
Aunque no sigo mucho el campeonato local, me encantan meteoritos que están expuestos en el vestíbulo del museo.
los mundiales. Sufrí bastante durante el mundial de Francia, No es fácil lo mío, no converso mucho con mis amigos, pero
en 1998, más que nada al ver las arrugas en la frente que se estoy acostumbrado. Escucho música, me gusta el rock. Y el
le formaron a papá cuando Holanda nos eliminó, después de más amigo de todos mis amigos es Gabriel, que se apasiona
que Batistuta estrellara un pelotazo en el palo. Yo tenía seis con el sonido de los discos, es detallista y puede detectar
años. Cuatro años más tarde, sufrí de verdad en el mundial cuándo entra el bajo o si el guitarrista mete la pata con una
de Japón-Corea del Sur. Ganamos un partido a Nigeria, nota. Estudia guitarra eléctrica con un profesor particular.
perdimos otro con Inglaterra (¡cómo se enojó papá!) y Para mí, hacer música es un enigma: no tengo oído. Los
empatamos con Suecia. Resultado: no pasamos a octavos músicos me parecen magos; me intriga mucho todo eso. A
de final. Catástrofe. mí me gusta cantar por cantar, pero la gente tiende a
Papá mide las etapas de su vida según los mundiales de burlarse de los desafinados. Como si para cantar, hubiera
fútbol. Dice, por ejemplo: "El primer auto me lo compré en que hacerlo bien.
pleno mundial de México" o "Me casé después del mundial Gabriel me acompañó al museo algunas veces; otras,
de Italia". Yo voy por el mismo camino: esta historia la estoy fuimos juntos a un recital. Yo estaba con él y con Mechi (la
escribiendo antes del mundial de Alemania 2006. grandiosa Mechi) cuando sufrí el incidente en el zoológico.
Volviendo al acuario del museo, los pececitos son Tengo una marca en la mano, hecha por el monstruo de
reflasheros. Inofensivos. No pueden rasguñar porque no Gila; apenas se nota, una cicatriz corta, un poco más pálida

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que el resto de la piel, en donde termina el pulgar. El error
fue mío, por meter la mano dentro de la jaula. Yo no encerré
al monstruo, pero los hombres (y yo soy uno de ellos) lo
alejaron de los otros monstruos y de su ambiente natural:
¡tenía sus razones para estar enojado!
Mi accidente en el zoológico es apenas una anécdota
comparado con las experiencias que viví en el Museo de
Ciencias Naturales. Y todo por culpa de mi atracción por los
meteoritos.
Mejor empiezo a poner orden en la historia, para que se
pueda entender. Si no, se me va a hacer difícil contar lo que
me pasó. Y yo quiero que esto esté bien contado.

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2. Mi familia, las momias egipcias y el desodorante de color para un auto, de River. También de los insectos que
ambientes arruinan cosechas: las chicharritas, las tucuras, el picudo del
algodonero y la mosca de los cuernos. El Mal del Enanismo
Me llamo Valentino Bravard y vivo sobre la avenida Gallardo Rugoso del Maíz puede ser un tema de varias cuadras. Él
en un edificio que está buenísimo, un poco antiguo, con sabe que me encantan los animales y todos esos nombres
habitaciones amplias y mucha luz. Tengo un cuarto para mí misteriosos.
solo, con libros y la computadora que uso, más que nada, Siempre que habla conmigo, papá sentencia: "¡Es muy
para entrar a Internet y estudiar; a veces chateo, pero me necesario distraer la mente!". Para papá, todo lo que no es
aburre, me gusta más jugar al solitario o a la carta blanca. trabajo, es distracción de la mente. A veces, jugamos al
Desde la ventana se ven las araucarias y los jacarandás del ajedrez. En medio de una apertura siciliana, es capaz de
Parque Centenario y parte de la fachada del Museo de exclamar: "¡Qué bueno, Valentino, distraer la mente!". Es
Ciencias Naturales. Cuando el viento agita las ramas de los extraordinario papá.
palos borrachos que crecen en la vereda, hasta puedo ver Mamá es profesora de historia. Va y viene de un colegio a
los pumas, las vicuñas o los lobos marinos esculpidos en los otro, acarreando libros y quejas, porque no le gusta andar de
altorrelieves, bajo los ventanales del primer piso. También aquí para allá. Le gustaría trabajar en un solo colegio y estar
veo, si me lo propongo, las tejas del Instituto Divino Rostro, más tiempo en casa, pero dice que necesitamos el sueldo
cuyas persianas, al menos las que dan a la avenida para pagar la cuota del crédito hipotecario, el mismo que nos
Gallardo, están siempre clausuradas. Según papá, que se permitió comprar un departamento con vista.
siente orgulloso de haber comprado el departamento "B" del Ceno con mamá todas las noches, pero a la mañana me
piso seis, tenemos una de las mejores vistas de la ciudad. despierta Felipa, la empleada doméstica que trabaja en
Papá es ingeniero agrónomo y trabaja en la provincia, casa, y se encarga de que las cosas brillen, de desempolvar
visitando estancias y pueblos; es una especie de "gaucho los libros, de hacer las compras y de planchar las camisas.
sobre cuatro ruedas", como él dice, orgulloso de su Felipa tiene el pelo negro, es muy delgada y le gusta cantar
familiaridad con la gente de tierra adentro. Le gustan los mitad en castellano, mitad en guaraní:
dichos camperos. En verano, suele repetir una frase: "Estoy Por qué eres tan ingrata,jha che rojaijhú ete-í cuñamí che
más acalorado que mono con tricota". En invierno, la cambia yarará.
por otra: "El día está frío como panza de sapo". ¡Qué tendrá que ver una víbora con la ingratitud! Con el
Vuelve a casa los viernes por la tarde, cansado, aunque se tema de que se arrastran por el piso, siempre están de
esfuerza por preguntarme cómo me fue en la escuela, si turno…
tuve algún examen, y así. Los sábados, cuando vamos en el Por la tarde, pasamos horas enteras sin hablarnos con
auto a algún lado, hablamos de cualquier cosa. Es fantástico Felipa. Cada tanto ella canta y me advierte de su presencia.
charlar de cualquier cosa con papá. De música, del mejor A veces me pide algo o me ofrece un caramelo, que siempre
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lleva en sus bolsillos. Le encantan los dulces y a mí también, aplasta. Mamá tiene sus razones para acusarme de
aunque prefiero las manzanas rojas. favorecer a esos insectos crujientes: asegura que por culpa
Después, cuando me voy al museo o a visitar a un amigo, de mi costumbre de dejar abierta la ventana del cuarto,
me da un beso y me toca la nariz. Le encanta apretar mi entran las cucarachas, trepándose por las paredes. También
nariz como si fuera un timbre. Me pide que me porte bien, afirma que, "¡Dios no lo permita!", un día podría entrar una
como si yo todavía fuera chiquito, y sigue con sus tareas. A rata. Que ella se ha cansado de ver una rata alpinista en un
su manera, Felipa tiene un humor amable. Ella es tranquila, colegio viejo donde da clases; los chicos de 8º "A" la llaman
la casa es tranquila. "Petra" y le dan miguitas de pan a escondidas. También hay
Cuando viene mamá, Felipa se va. ratas que caminan por sobre los cables del alumbrado,
Mamá siempre vuelve acelerada de la calle; por diez agrega mamá, espantada.
minutos, es una bola de energía. Grita, señala, arenga, Un día, cuando tenía diez años (ahora tengo catorce),
pregunta, reta y da besos. Todo al mismo tiempo. Es su cometí un crimen terrible: metí tres aerosoles en una bolsa
manera de sacarse de encima los bocinazos del tránsito, la de basura y los arrojé a la vereda. Confesé mi acto para
humedad, el griterío de los alumnos. "No saben si Alejandro salvar a un inocente: la pobre Felipa. Por una semana,
Magno fue un conquistador o una momia egipcia", jura mamá fue implacable: me prohibió ver los documentales de
mamá. "Dios los perdona, porque es su oficio", agrega. animales, justo cuando pasaban una serie sobre castores
Una vez que comprueba que durante su ausencia no ocurrió (yo admiro a los castores, en serio, son geniales para hacer
el Apocalipsis y que en la heladera hay comida, fumiga los diques en los ríos).
cuartos con desodorante de ambientes y se da un baño. Cuento todo esto, porque el verdadero inicio de esta historia
Mamá les tiene terror a los olores. El único olor que acepta se puede describir de este modo: mamá entra a casa; se
es el perfume a desodorante, que yo detesto. Es fanática de queja del portero porque no arregló la luz de la entrada; me
uno que mata al noventa y nueve coma nueve por ciento de da un beso; despide a Felipa después del parte diario; entra
las bacterias, virus y hongos que pueden habitar en una al baño, busca el desodorante y no lo encuentra. Me
casa. pregunta; le digo que no sé; revuelve toda la casa; entra otra
A esa altura del día, cuando está por anochecer, miro un vez a mi cuarto; abre el armario y allí están (en perfecta fila)
programa de animales en el cable. Hay que decir una cosa tres envases de desodorante, uno en uso y dos de reserva.
de mamá: acelerada y todo, suele tener buen humor. Hay No entiendo nada. Mamá se enoja; le juro que no tengo
dos cosas que le hacen perder el buen humor: nada que ver, se lo juro de tal manera que se le pasa el
a) las cucarachas; enojo; le agarra un ataque de humanidad, me pregunta si
b) no encontrar el desodorante de ambientes. me volví alérgico; le aseguro que sólo me disgusta el
De ambas cosas, siempre soy el culpable. No tengo ninguna perfume a flores de frasco, pero que ni los escondo ni los
relación con las cucarachas: sé que son feas, acorazadas y volvería a tirar a la basura. "Entonces habrá sido Felipa."
hacen "cric-cric", como una papa frita, cuando un zapato las

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Lo bueno de mamá fue que se convenció de mi inocencia.
Lo malo fue que Felipa no puso los desodorantes ahí: Felipa
ni toca los desodorantes, porque sabe que los detesto…

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3. La pelota de tenis color naranja —¡Cof, cof!
Bueno, había que terminar con esa locura. Me habían
Digamos que, hasta ahora, no escribí nada extraordinario, pasado algunas cosas extrañas en la vida. Cuando era
quizá lo de las ratas y cucarachas trepadoras. No hablé de chico, los reyes magos me traían juguetes, y el ratón Pérez
Ruperto, mi gato. Soy el encargado de desparasitarlo, me ponía unas monedas en la almohada cada vez que
cuando le toca. Ruperto odia tomar pastillas: siempre vende perdía un diente. Pero eran cosas que pasaban cuando uno
cara su derrota. El recurso que encontré, aconsejado por dormía. Jamás vi en persona a los reyes. Jamás me tosió el
papá, fue molerle la pastilla, mezclarla con dulce de leche y ratón Pérez. Además, mamá no lo hubiera permitido: le
untarle la mezcla en una pata. Ruperto, gato al fin, no tiene habría dado unos comprimidos para el resfrío, antes de
más remedio que lamerse. revolearlo por la ventana.
El día en que comienza esta historia, lo buscaba para su Con la tos, la pelotita comenzó a estirarse. Vi unos bracitos
cura y lo descubrí jugando con una pelotita peluda: de acá de pulpo, algo parecido a una boca, media docena de ojos.
para allá, le pegaba con la pata. Todo eso me miraba y lo que veía no parecía ser de su
Me miró, lo agarré, lo unté con dulce de leche, y empezó a agrado. Levantando uno de sus bracitos-tentáculos, la
lamerse con un gesto rabioso, como diciéndome que había pelotita rugió:
cosas más importantes que hacer. —Permítame presentarme… ¡Pardiez! ¡Cof, cof! No se
Yo no dejaba de mirar la pelotita. No la reconocía; tengo incomode. Me dirijo a usted atentamente… ¡Cof, cof!… a fin
algunas pelotitas de tenis color verde manzana, pero esa era de solicitarle un favor. Tenga a bien escucharme…
una pelotita peluda, de color naranja. La tomé. Entonces Ruperto se subió a la cama y se aferró a lo que le quedaba
escuché: de valentía para mirar el espectáculo desde allí.
—¡Basta, bellacos! Yo me desmayé definitivamente.
¿Quién podría gritar así? La tele estaba apagada. No había
nadie en el cuarto, salvo Ruperto, yo… y la pelotita.
Acto seguido, entró mamá echando desodorante de
ambientes. Se fue. Oí unas toses. Miré la pelotita. Tosía.
Sentí que el cuarto daba vueltas. Ruperto estaba erizado;
era lo que mejor sabía hacer. Pensé que por suerte ya me
iba a despertar, que las pelotitas solo tosen en los sueños.
Reaccioné cuando me llevé un dedo a la boca. Todavía
quedaban rastros del dulce de leche con la pastilla del gato:
el sabor era horrible. Ruperto tenía razón en resistirse.
¡Pobre Ruperto!

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4. Un pedido de ayuda —¿Ya está mejor, vuesa merced? Disculpe las molestias.
Agradezco su atención…
Me despertó mamá... la voz de mamá: Era una voz agradable, que transmitía calma: como la voz
—¡Valentino! ¡Ya está la comida! de Felipa, pero en varón. Aquello parecía una pelotita varón.
Abrí los ojos: estaba en el piso y Ruperto a mi lado. De la No dije nada. Sentía que se me revolvían los pensamientos,
pelotita, ni noticias. que alguien los pasaba por una licuadora y hacía sopa con
Esa fue la cena más desganada de mi vida. No sé lo que ellos, sopa de pensamientos. No iba a abrir más la boca.
comí, ni lo que hablé con mamá. Ella se dio cuenta de que —Mi nombre es Sancho Fragancia Bebé.
algo raro me pasaba, quiso saber si me sentía bien; le ¡Ah, bueno! Aquello era la locura más grande que había oído
contesté que no, que me sentía mal. Tuve la tentación de en mi vida. Que la pelotita peluda me hablara era una cosa,
decirle que había una pelotita parlante en el cuarto. pero que se llamara "Sancho" y que el apellido fuera
—Mami, ¿vos o papá trajeron una especie de pelotita peluda "Fragancia Bebé", era el más allá de la locura absoluta. Ya
que hay en mi cuarto? comenzaba a creer en un castigo divino por abandonar mis
—¿Pelotita peluda? Habrá sido Ruperto, le encanta clases de tenis, con lo cara que había salido la raqueta. Pero
despeluzar las de tenis. Preguntale a él. entonces escuché:
No fui más allá. No le dije que la pelotita estaba viva y —Valentino, por favor. Necesito su ayuda… su ayuda.
hablaba. Se comprenderá por qué. Gracias… Perdón. No tengo dádivas ni mercedes para
Besé a mamá. Me lavé los dientes y dudé un segundo antes ofrecerle, solo mi amistad —me dijo, y agregó—: no soy un
de atravesar la puerta del cuarto. Revisé el armario como al majadero, es menester que usted me preste atención…
descuido; miré abajo de la cama; apagué el velador.
No tenía sueño. Con la cabeza en la almohada, me
entretuve un rato mirando el resplandor de las luces de la
calle en la pared y en el techo. Hasta que al lado de mi
oreja, casi adentro, escuché:
—Prometa no desmayarse y se lo explicaré todo, por favor.
Era una voz muy parecida a la de la pelotita.
—No prenda la luz. Atentamente. Muy agradecido. Mejor así,
hasta que usted se haga a la idea.
Fantástico. La pelota hablaba y, además, me tranquilizaba
para que me hiciera a la idea de que las pelotas hablan.
—¿Quién es usted? —le pregunté a la voz.

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5. El umbral del asombro —¡¿Y su nombre es “Sancho”?! —le pregunté.
—¡No, bellaco! Lo tomé de ese venturoso libro.
“Dádivas ni mercedes para ofrecerle”, me dijo la pelotita, y Atentamente... Mi verdadero nombre no tendría sentido para
me pregunté por qué hablaría así, como antiguo. Al menos, vuestra merced... Entonces, me contó que él buscaba
yo ya estaba en condiciones de preguntarme algo. meteoritos. Que sabía que a mí me atraían los meteoritos y
Ya no tenía miedo de desmayarme. Sancho Fragancia Bebé que por eso yo era la persona más apropiada para ayudarlo.
era amigable, no importaba lo que fuera. El mismo Ruperto —Hay un meteorito que se llama “El Toba”. Usted lo conoce
dormía a mis pies, sin atender a nuestra conversación. muy bien. Está en el museo. Por eso, por el meteorito, yo
Arriba, el cielo estaba lleno de estrellas y las luces del cuarto vine aquí. Yo necesito el meteorito, ya le explicaré -dijo
estaban apagadas. Me sentía espectral, como uno de los Sancho. El Toba era una mole compacta de cuatro mil
pececitos atrapado en el silencioso acuario del Museo de kilogramos: ¡como para cargarlo al hombro!-. Hace mucho
Ciencias Naturales. que estoy aquí, aprendiendo su idioma, escondido y
—Escuche, vengo de Titán —me dijo Sancho—. La luna trasudando, bellaco. Ahora puedo hablar, con licencia y
más grande de Saturno: Titán. facultad —insistió.
¿Qué más podía impresionarme? Nada. El venía de Titán, a Cada año se derrumban millones de estrellas fugaces,
mí me había arañado un monstruo de Gila, quizá todo miríadas de estrellas fugaces, en todo el sistema solar. La
estuviera relacionado. Sólo debía superar “el umbral del Luna se encuentra llena de agujeros hechos por los
asombro”. Así llamaba nuestro profesor de Física a la impactos de los meteoritos. El universo entero está
sensación de los científicos ante un gran descubrimiento. bombardeado por meteoritos. Entonces... ¿por qué razón
Revelar nuevas leyes, nuevos mundos, requiere una mente una criatura extraterrestre venía a reclamarme el meteorito
adaptable a lo misterioso. Bueno, yo no soy un científico. Así que se encontraba en el museo, enfrente de mi casa?
que casi me muero: no lograba trasponer el umbral del Encima, Sancho no se explicaba demasiado. ¿No es tener
asombro. Pero me iba serenando. un poquitito de mala suerte? O como dirían los gauchos de
Lo primero que me explicó la pelotita fue que aprendió mi papá: “¡Qué suerte pala desgracia!”
idioma gracias a los libros que había en mi escritorio, entre
ellos, los dos volúmenes del Quijote. También aprendió
leyendo las cartas que papá les enviaba a los clientes, y que
estaban en la computadora. Ahí entendí por qué hablaba tan
raro. ¡Pobre, qué mezcla! Además, me aclaró que él
escondió los desodorantes en el armario porque le
producían alergia. De ahí sacó el apellido, del desodorante
que tenía fragancia Bebé.

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6. El universo y las abejas vida! Por fin la iba a impresionar con algo que me había
pasado a mí y solamente a mí.
No sé a qué hora me dormí esa noche. Creo que no dormí; Mechi estaba con la cara hinchada. Me contó que la había
que, lejos de tener un sueño reparador, me pasaron otras picado una abeja. No cualquier abeja, una abeja africana
cosas. “asesina”. —Son terribles, son abejas que se escaparon de
Soñé que flotaba en un agujero negro y que el universo un laboratorio en Brasil, ¿sabías?
entero me hablaba como don Quijote. Soñé que deseaba —No, no sabía —dije, fastidioso.
regresar a casa, que volvía a mis clases de tenis y que mi —Sí, quisieron cruzarla con la abeja común en América,
raqueta era una varita mágica que hacía callar al universo porque la abeja africana casi no necesita flores para producir
quijotesco; pero un segundo después, alguien en el sueño miel.
cantaba con voz penosa: “Ahí va, hacia su última aventura, —¡Qué bien! Como el burro del cuento, que se murió justo
el caballero de la triste figura”. cuando estaba aprendiendo a no comer.
Y no sé por qué, pero esos versos eran para mí, así lo sentí —¡No hablés como tu papá!, ¿querés?... Parece que se
en el sueño, en serio. No entendí nada, pero me hablaban a escaparon del laboratorio unas cuantas y, en poco tiempo,
mí. desplazaron a las abejas americanas. Y son capaces de...
Cuando Felipa me despertó para ir a la escuela, la luz de la -—Córtala, Mechi, basta. A mí me pasó algo peor. Además,
mañana, aunque débil y fría, asomaba en el cuarto. Un poco acá no hay abejas africanas.
de luz de sol siempre es re-confortante. —¿Que no hay? ¿No me creés?
Pero apenas me lavé la cara, recordé a la pelotita con —Te voy a creer, cuando vos me creas a mí. A la salida de la
tentáculos y me aceleré. Los lunes, cuando papá está escuela te cuento.
apurado para ir al trabajo, dice: “Me voy más rápido que —¿Qué te pasa? ¿Pero, qué te pasó? Estás...
chisme en pueblo chico”. Yo también estaba apurado para —Estoy apurado por contarte todo, pero no es un chisme ni
contar algo, pero no era un chisme. Era una noticia que solo nada por el estilo. Ya vas a ver... —le contesté, justo cuando
una persona en el mundo me podía creer. terminaba el recreo.
Felipa había preparado el café con leche. Mordí dos o tres
galletitas y las dejé a todas por la mitad. No tenía nada de
hambre. En realidad, tenía hambre, lo que no tenía eran
ganas de comer. Ganas de irme a la escuela, eso tenía. De
contarle todo a Mechi... Mechi, mi amiga del alma... ¡Esto
era la primera gran cosa que había experimentado en mi

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7. Escalofrío De regreso a casa, me detuve en la entrada del museo. Vi
los escalones y la enorme fachada del edificio de un modo
Si hay algo intrigante, Mechi es capaz de escuchar. Así que, diferente, con un escalofrío.
a la salida de la escuela, la tenía a mi disposición. Antes Volví a casa, le di los caramelos a Felipa y fui derecho al
llamé a Felipa para decirle que iba a llegar media hora más armario. En un rincón, al lado de los zapatos, estaba Sancho
tarde. “¿Tenés unas monedas? Pasá por el kiosco y traeme Fragancia Bebé, junto a los tres aerosoles de desodorante
de los blanditos de avellanas”, me encargó, antes de cortar. de ambientes.
—Bueno, contame —me apuró Mechi. —No los soporto. No soporto tal veneno, alcornoque;
—En mi casa hay un extraterrestre —le disparé; ¿para qué doquiera que eso flote no deja cosa sana.
andar con rodeos? Antes de cerrar el armario, tomé los desodorantes y le
—El chiste está bueno —me contestó Mechi—. Ahora, hablá aclaré:
en serio. —No se preocupe. Ni Felipa ni yo los usamos. Pero, si
Nos miramos; la miré; me miró; miré para arriba. Suspiré mamá no los encuentra, estamos fritos.
como para meter en mis pulmones todo el oxígeno del —Por favor, bellaco alcornoque, le ruego su intervención. No
sistema solar. Mechi tiene unos ojitos orientales que me podré sobrevivir a otra fumigación —suplicó Sancho.
gustan demasiado, el pelo castaño, largo y lacio. Además, —Veré qué puedo hacer —le dije.
arruga la nariz cuando se pone impaciente. Le dije que
estaba linda y me contestó:
—¡No digas pavadas!
Exactamente lo mismo que le oí decir a mamá, una vez que
papá la vio con un vestido negro, arreglada para una fiesta.
—Mechi, en serio: es un bicho rarísimo, se parece a una
pelota de tenis.
Le gané por cansancio. Prometió que, después de comer,
vendría a visitarme, así yo le mostraba al “marciano”. Le
advertí que no era de Marte y que, por lo tanto, no era un
marciano. Ella me miró como solo se puede mirar a los que
creen en marcianos. Y yo no creía en marcianos; solo tenía
un bicho de otro planeta en mi cuarto, lo que es algo muy
distinto.

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8. Mechi, la maravillosa negación con la cabeza, se dio vuelta y comenzó a cantar en
voz baja.
Cuando Mechi llegó, luciendo unos pantalones pata de Si no encontraba a Sancho, iba a perder toda mi credibilidad
elefante violetas con flores estampadas y una remera negra, ante los ojos de Mechi. Era encontrar a Sancho o
me alegré, más por verla que por otra cosa. Pero enseguida entregarme, como un condenado, a las garras de un
ella me preguntó: psiquiatra: “¿Así que el joven oye voces? No se preocupe.
—¿Dónde está el marciano? Sucede. Dígame: ¿a usted le gusta el calor o el frío? ¿Lo
Felipa estaba cerca. Le hice un gesto a Mechi para que me dulce o lo salado? ¿Alguna vez usó chaleco? Tengo uno
acompañara al cuarto. Por un momento tuve la sensación de para regalarle...”.
que la pelotita se ocultaría, pero estaba, muy quieta, en la —¡Tiene que aparecer! —dije, hablando como para mí,
oscuridad del armario. —¡Allí está! —le informé triunfal. cuando volví al cuarto.
Sentí la vacilación en Mechi; se agachó, miró, tomó la Mi amiga estaba pálida y seria.
pelotita en sus manos y me dijo: —Ya apareció —dijo Mechi.
—No es más que una pelota de tenis. Frente a ella, sobre mi escritorio, Sancho nos observaba con
Tenía razón. Era apenas una pelota de tenis. Verde. su media docena de ojos. Luego, apuntando con uno de sus
Mechi se permitió una broma: tentáculos a Mechi, comentó:
—Al final era cierto: los marcianos son verdes. —Le ruego, le ruego, Valentino... ¿la doncella es confiable?
—No, no... —contesté apresurado—. Es cierto, pero no es... —Sí, Sancho, es confiable —respondí más tranquilo... ¡y
¡no es esa! libre del psiquiatra!
Comencé a buscar como un poseído debajo de la cama, De inmediato intenté suavizar la llegada de Mechi al umbral
entre los libros, en el baño. Mechi se asustó, pero no del del asombro. No quería que se des-mayara como yo. Para
marciano. Se asustó de mi estado. Me pidió que me mi sorpresa, ella me dijo:
calmara. No la escuché: —¡Qué alivio! No estabas loco... O tu locura es contagiosa.
—¡Felipa! Mechi es maravillosa. Mi amiga...
Felipa pensó que queríamos comer algo y nos ofreció la
merienda. Pasé por alto su ofrecimiento y le pregunté si
había visto una pelotita peluda de color naranja. Arqueó las
cejas, torció ligeramente la cara y me hizo un gesto de

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9. Salvar un mundo cualquiera 24 DE DICIEMBRE DE £604 _________________ ACTUALIDAD
CIENTÍFICA
Le avisé a Felipa que íbamos a estudiar un rato los mitos UIAJE SIN RETORNO
(México DF) La sonda europea Huygens iniciará mañana un
griegos, y le pedí si nos podía preparar la merienda para viaje sin retorno a la luna Titán de Saturno, tras desplazarse
más tarde. Ella me dio dos caramelos guiñándome un ojo. durante siete años por el sistema solar junto con la nave
Me hizo poner colora-do como un tomate. ¡Qué se le estaría Cassini, Informó hoy una fuente oficial.
ocurriendo! Cerré la puerta del cuarto. El día de Navidad ha sido el elegido para que la sonda efectúe
Mechi estaba acariciando a Ruperto, sorprendida, pero la separación de su nave nodriza. Huygens iniciará un descenso
controlando sus emociones. Me asombró su entereza. Yo controlado de 21 días, de tal modo que los científicos confían en
mismo me sentía más preparado ahora que tenía un testigo: que el 14 de enero pueda posarse sobre la superficie de Titán,
una de las más de 30 lunas de Saturno y el único satélite
mi cabeza, entonces, funcionaba bien.
natural con atmósfera en el sistema solar...
A esta altura, solo quedaba encontrar razones que
explicaran la presencia de Sancho, y de eso se tendría que
encargar él. 23 DE ENERO DE 2005 ______________________ACTUALIDAD
Sancho me señaló la computadora: se había tomado el CIENTÍFICA
trabajo de archivar un montón de notas de diarios, que LA SONDA HUyGGNS DESCENDIÓ CON ÉXITO EN TITÁN.
informaban sobre el descenso de una sonda terrestre en (Barcelona) Finalmente, el 14 de enero pasado, la sonda
Huygens se posó sobre la superficie de Titán. Traspasada la
Titán. Me rogó que las leyera.
atmósfera, el descenso llevó 2 horas y 48 minutos y, durante
ese lapso, Huygens registró una multitud de datos con los seis
instrumentos científicos que llevaba a bordo y continuó
29 DE OCTUBRE DE £984 _____________________ transmitiendo otros 72 minutos más tras su aterrizaje, el
ACTUALIDAD CIENTÍFICA primero efectuado por un artefacto terrestre en ese satélite.
¿HABRÁ UIDA EN TITÁN, LA UJNA D£ SATURNO? Un alto funcionario de la misión aseguró que Titán es "un
(Madrid) Las dos principales agencias espaciales mundiales, la mundo fantástico, muy extraño, formado de hielo, alquitrán y
Nasa y la Agencia Espacial Europea, son las responsables de petróleo, que llena las riberas y los lagos. No es aconsejable un
una misión histórica: el envío de un vehículo explorador a un paseo porque los pies se quedarían pegados o se hundirían.
satélite de Saturno. Hasta el momento, solo se había hecho una Tampoco es buena idea ir desabrigado, sin un tubo de oxígeno
cosa parecida en Marte, donde aún hoy permanecen los robots y, por supuesto, está prohibido fumar", afirmó el experto...
estadounidenses Spirít y Opportunity.
Titán es la más misteriosa de las lunas de Saturno. Su
composición química es similar a la que tenía la Tierra antes de
que apareciera cualquier signo de vida, hace unos 3.800 Sancho nos explicó que la irrupción de la sonda Huygens
millones de años... había provocado reacciones químicas complejas en la
atmósfera de Titán y que toda la vida allí estaba amenazada.
Solo tenían una forma de salvarse: conseguir un elemento
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muy escaso en el sistema solar. Un elemento que se yo. Con una sonrisa boba. Estábamos sintiendo lo mismo:
encuentra en algunos meteoritos; más precisamente, en El que a todos, en algún momento, nos tocaba salvar el
Toba, el meteorito más grande de los que se exponen en la mundo. Un mundo cualquiera, aunque no fuera el nuestro.
entrada del Museo de Ciencias Naturales. —¿Cuántos habitantes hay en Titán? —pregunté, aún
El Toba era un trozo metálico de puro hierro. Se lo dije. inundado de alegría.
Sancho me respondió: —Muchos, muchos.
—No es el hierro lo que buscamos. Solicito a usted un -—Pero... según las fotos... ¡no hay nadie! No hay ciudades,
momento de su atención: es lo que ustedes llamarían la nada.
“esencia” o el “alma” de El Toba. Algo que hay allí. Algo más. —¡Voto a tal, corazón de alcornoque! No vivimos ansí, en la
Entonces le hice la pregunta del millón. Qué tenía que ver superficie, que allí todo se marchita, de mi consideración.
yo, o ahora, qué teníamos que ver Mechi y yo con todo este Muy por debajo de la corteza, en las entrañas, hay sendas
asunto, bastante caótico. Sancho se enojó: floridas y casas, con afecto, apreciado bellaco.
—¡Mi mundo se está muriendo! ¡Por su culpa! Atentamente. Entonces, él quiso saber concretamente cuán-tos humanos
Mi muy estimado: con toda corrección, me dirijo a usted... había en el planeta. Puse “población de la Tierra” en un
—¡Sancho, organice mejor las oraciones! —le rogué, ya buscador de Internet y a los pocos segundos tenía los datos
medio harto. en la pantalla. Tuve que explicarle la división del mundo en
—Tiene que ver, porque la epidemia fue producida por su continentes y países.
nave espacial. —Hay dos países que superan los mil millones de
—¿Mi nave espacial? Sancho, en la Tierra viven miles de habitantes, Sancho. Y, luego, hay nueve países que tienen
millones de personas. Yo vivo en un país de cuarenta más de cien millones, ¿lo ve? Estos son los once países
millones. Nunca tuvimos un astronauta y ni soñar con más poblados. Argentina está en el puesto 31: casi cuarenta
construir una nave espacial. No somos de los más... ricos de millones.
este mundo. ¿Entiende? Sancho se quedó pensativo, como masticando la
Sancho, sin embargo, agregó: información. Seguí mirando la tabla. Hay más de 200 países
—Hoy le toca salvar a Titán. Mañana le tocará a otro la en el mundo. Comprobé que la Ciudad del Vaticano es un
venturosa ocasión. Agora le toca a muy señor mío Valentino. país, aunque está dentro de otro país, Italia.
Mañana, otro lo hará. Atentamente, bellaco.
Pero yo seguía sin entender demasiado.
Entonces, los tres pares de ojos emitieron un resplandor
que, de algún modo, me atravesó. De golpe sentí algo POBLACIÓN DE LA TIERRA
extraordinario, una ventana que se abrió en algún lugar China: 1.313.661.696
desconocido y que me mostraba un paisaje nuevo y India: 1.080.264.388
hermoso. Mechi me tomó de la mano y sonreía, igual que Estados Unidos: 300.061.309
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Indonesia: 261.973.879
Brasil: 186.112.794
Pakistán: 162.419.695
Bangladesh: 144.319.263
Rusia: 143.420.209
Nigeria: 128.765.112
Japón: 127.417.244
México: 106.202.364

Me llamó la atención Niue, uno de los últimos de la lista.


Según la tabla, en Niue viven 2.166 personas. Hasta ese
momento, no me había enterado de que Niue existía.
Cuando lo descubrí pensé que sería una isla, un atolón,
algún lugar exótico y bello, perdido en las aguas del
Pacífico. Casi tan extraño como las ciudades subterráneas
de Titán.

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10. Nosotros —Mas esto que voy a decirle, le mando que guarde en
Yo había elegido contarle todo a Mechi no solamente por secreto: la próxima luna llena debemos hacer posada en el
aquellos motivos que suponía Felipa y que me hacían poner museo, a medianoche, mi muy bellaco. Cuando El Toba
colorado. Es verdad que Mechi me gusta. Pero el motivo libere su esencia, nosotros la recogeremos. Ansí terminarán
principal que me impulsó a compartir con ella mi secreto las aventuras, atentamente, y curaremos la epidemia. Sin
es... que Mechi me gusta. Eso ya lo había dicho, cierto. Lo perjuicio desto, lléveme agora mesmo al museo, necesito
que no dije es que Mechi es capaz de pensar con frialdad conocerlo, hermano alcornoque, de mi mayor estima.
aun en las situaciones más comprometidas; es organizada y Y usted, fermosa doncella, venga también.
práctica. Y lo demostró enseguida:
Dicho esto, Sancho se hizo pelota otra vez. Guardó sus
—Sancho, ¿qué espera de nosotros? bracitos-tentáculos, entornó su media docena de ojos y se
La pregunta fue tan directa y contundente que, creo, tomó a cerró. Como una ostra.
Sancho por sorpresa. Faltaban solo dos días para la luna llena, según el
—Vuestra gran bondad, moza fermosa, me ha puesto en la calendario. El sábado.
ocasión de solicitarle su atención; ¡no huyáis, bellaco Mientras tomábamos la merienda, Mechi, con el gesto más
Valentino! y llevadme al museo, que solo no puedo ni debo, serio que le vi en toda mi vida, me dijo:
atentamente. —¿Te diste cuenta de una cosa, Valentino?
“¿Nada más que eso?”, iba a preguntarle, cuan-do la puerta —¿De qué?
del cuarto se abrió. Felipa, contra su costumbre, estuvo poco —Dijo “nosotros”. Sancho dijo “nosotros”. ¿Sabés lo que eso
prudente. Más charlatana que nunca, enseguida fue hacia significa?
Sancho: —Sí —le respondí, tan serio como ella—, que no está solo,
—¡Encontraron la pelota! que hay otros titanes en la ciudad...
Por suerte, Sancho ya se había enrollado y sólo se veía
como una pelota peluda de color naranja. Felipa nos avisó
que ya estaba lista la merienda y se fue canturfeando uno de
sus boleros preferidos.
—¿Nada más que eso, Sancho? —retomé.
—En realidad, mi muy estimado amigo, sí, algo más... Le
ruego, solicito su atención...
Entonces comprendí que cuanto más nervioso se ponía
Sancho, más parecía hablar como una carta comercial.

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fea y horrible lagartija de bellos colores) me pone a la
11. Visita al museo defensiva.
Don Luis, el boletero, vestía, como tantas tardes, una vieja
Después de la merienda, fuimos al museo. En un bolsito camisa de lino arrugada:
llevaba a Sancho. Cruzamos la avenida Gallardo. Eran las —¡Llegó el hombre de la casa! Veo que hoy viene
cinco, el sol comenzaba a caer. Admiré el conjunto de acompañado. ¡Y muy bien acompañado!
árboles del Parque Centenario, detrás y a los costados del Mechi lo saludó, sorprendida por el piropo. Saqué las dos
colosal edificio del museo. En realidad, hacía mucho que no entradas y estábamos por pasar, cuando sucedió lo
los miraba; yo sabía que vivía en un barrio lleno de árboles inesperado:
hermosos, pero nunca los había disfrutado, en serio. La —¡Alto! Valentino, las normas... Tengo que re-visar tu bolso.
ciudad estaba llena de vida, de energía y de calor. Quise —¡No! ¿Por qué? —yo no entendía nada. —Ah... ¡Las
imaginarme el mundo de Sancho. ¿Habría soles artificiales normas! —insistió don Luis.
bajo la superficie? ¿Qué comerían los titanes? Sancho no ¡Ya empezaban las complicaciones! Salió de la boletería.
parecía tener necesidad de alimentarse. Si los castores o los Era un hombre bajo, más bien gordo. Daba la impresión de
monos aprendieran a cocinar, nos taparían la boca, pero no que podría rodar sin problemas. Don Luis revisó el bolso y
tener necesidad de comer debe ser lo máximo de la comentó:
evolución... aunque un poco aburrido. —Perfecto. Todo en orden. Trajiste lo que había que traer...
—¿Estás pensando lo mismo que yo? —me interrumpió —me palmeó la espalda y con una son-risa me indicó que
Mechi. podía entrar.
—No sé. ¿Vos qué pensás? En cuanto nos alejamos, aturdí a Mechi:
—Nada. Una pavada. Un presentimiento... Que vamos a —¡Es la primera vez que me pasa! ¡No sabía que revisaban
viajar —me dijo al oído. los bolsos! ¿Por qué habrá revisado el bolso él y no el
—¡No me pongas más nervioso! —le dije, tragando saliva. guardia de seguridad? ¿Y escuchaste lo que dijo sobre “lo
Ella se quedó callada. Sonreía más embobada que antes. que había que traer”? ¿No es raro?
Enseguida la imité: me sentía como iluminado, tan alegre —Rarísimo, ¿no? ¡Justo vos te asombrás de las rarezas! —
que hubiera abrazado a un monstruo de Gila. Era el “efecto me contestó, divertida.
resplandor” de Sancho. Como para disimular, me acerqué a ver los li-bros que
En cuanto subimos las escaleras, vi en la balaustrada los estaban en la vitrina, enfrente de la boletería. Los títulos
caracoles y la escultura de unas benditas lagartijas. ¿Qué eran interesantes: El mesozoico de América del Sur y sus
podían estar haciendo las lagartijas? Trepándose a un tetrápodos; Introducción a las diatomeas fósiles.
tronco. Siempre trato de entrar sin mirarlas siquiera, es un —¿Sabes que las diatomeas son algas unicelulares? —le
temor que me quedó después del incidente en el zoo. Todo comenté entusiasmado a Mechi.
lo que sea lagartija (el monstruo de Gila no es más que una

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Ella arrugó la nariz, impaciente, y me dijo que prefería las —Mi estimado bellaco: quiero ver el meteorito. ¡Sáqueme
ballenas, que son un poco más... ro-tundas. Después, tiró de del bolso!
mi brazo y me arrastró hasta los meteoritos. Dudé. Sancho estaba loco. ¿Sacarlo?
Miré de reojo a don Luis: estaba muy ocupado atendiendo a —Es solo una pelotita, Valentino. Quiero decir: para los
un contingente de una escuela; era un buen momento para demás. ¡Y lo estás aburriendo con tu sabiduría! —dijo Mechi
cumplir con el plan. Me puse a leer por enésima vez el cartel maliciosa.
de El Toba. Su voz tranquila me devolvió la lucidez. Caminé hasta el
acuario, a un costado, y saqué a Sancho del bolso. Me
Este meteorito fue hallado en 1923 en el “Campo del cielo”, zona temblaba la mano. Volví. Mechi seguía firme junto al
limítrofe entre las provincias del Chaco y Santiago del Estero, meteorito. Demasiado cerca de la boletería. Don Luis me
donde hay gran cantidad de materia caída del espacio. Se guiñó un ojo... ¡Ufff! Disimulé mirando las vigas con los
presume que son fragmentos de otro u otros planetas. La murciélagos esculpidos que hay en el techo. Todo me
composición química es de un 90% de hierro, con un 7% de níquel, parecía irreal.
Sancho estaba inquieto, era un cuerpo frío, pero lleno de
lo que forma una aleación a la que se denomina “hierro
vida. Yo no tenía idea de lo que se proponía hacer.
meteórico” o “sideritas”. El 3% restante contiene cobalto, azufre,
—Toque el meteorito, por favor, Valentino, amigo —me
fósforo, estaño, silicio y carbono. A diferencia de otras sideritas, El imploró.
Toba no presenta ciertas líneas rectas entrecruzadas, a las que se Un grupo de personas pasó por nuestro lado.
llama “Figuras de Widrnanstatten Esta ausencia ha despertado la —¡Mechi, está muy charlatán! ¡Nos van a des-cubrir! —
curiosidad de los expertos... susurré.
Mechi, por toda respuesta, se puso a cantar. Lo hacía para
—No sabía que los meteoritos tenían nombre —me disimular. Rocé el meteorito con la yema de los dedos.
interrumpió Mechi. —¡Bellaco! —rugió Sancho.
—Es una costumbre de algunos museos, lo dice el cartel — —¿Me habla a mí? —pregunté ofendido.
le expliqué, con tono de conocedor y ya no pude parar—. Al —Discúlpeme. Se lo ruego. Valentino, bellaco, déjeme
primer meteorito lo encontraron a principios del siglo XIX; tocarlo a mí, ahora. Es necesario —rogó.
pesaba novecientos kilos. ¿Sabés qué hicieron los —Dámelo —me pidió Mechi.
funcionarios de entonces? Lo partieron y le regalaron Se lo di y ella comenzó a recorrer la superficie del meteorito
seiscientos kilos al cónsul británico para que lo llevara al con Sancho en la palma de su mano. Sancho no protestó
Museo de Historia Natural en Londres. Con el resto, se más. Asomó uno de sus ojos a través del camuflaje peludo y
fabricaron armas. ¿Ves? Lee acá. redondo: su expresión era de absoluta concentración. Dos o
La voz de Sancho me interrumpió, imperativa, desde su tres minutos después, exclamó:
encierro:

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—¡Suficiente, Mechi! ¡Gracias! Atentamente... —¡Pardiez! ¿Usted pensó en explicarle su alfabeto a una
Creo que me puse celoso, pero también sentí alivio: la hormiga, bellaco?
serenidad de mi amiga resolvió todo. No me atreví a salir a —No. Pero yo no soy una hormiga, Sancho. No me compare
la calle tan rápido. Fuimos hasta el primer piso y nos con una hormiga. ¿Acaso no puede hablar conmigo?
sentamos en los bancos de madera, debajo de la enorme —Cuando usted, mi mayor estimado, aprenda a
cabeza de un búfalo y frente a cuatro babuinos comunicarse con una hormiga en su idioma, yo le diré cómo
embalsamados, ubicados en el centro de la sala. llamamos nosotros a Titán. Que aunque de mi voluntad
—Ya está. Podemos irnos. No te preocupes, nos van a dejar quisiera satisfacer a la vuestra pregunta, no podría. —
salir —me dijo, y al ver mi cara de susto agregó—: ¡no seas Luego, muy bajito, y sin altivez, confesó—: Yo aprendí a
miedoso! ¿Qué hiciste de malo? hablar con las hormigas.
Mechi tenía razón. No habíamos hecho nada malo, salvo Los tres pares de ojos de Sancho parecían despedir chispas
entrar al museo con un extraterrestre que quería acariciar un de inteligencia. No sé por qué, pero en ese momento me
meteorito. Supuse que no habría leyes penales en contra de sentí un poco insignificante.
eso.
Cuando salimos a la calle, entre los bocinazos y el ruido de
los motores, la voz de Sancho sonó triunfal desde el bolso:
—¡Confirmado! No tengo palabras, bellaco... Ese meteorito
tiene alma. No tiene líneas entrecruzadas. ¡Titán estará a
salvo! Quedo a su disposición, alcornoque amigo.
—¿Se refiere a las figuras de Widmanstatten?—pregunté,
con conocimiento de causa.
—Llámelo así, si quiere, bellaco. Si esas figuras no están, la
esencia está.
Me dejé llevar por un arranque de curiosidad. Quería saber
un poco más. Por ejemplo, el ver-dadero nombre de Titán;
cómo lo llamaban sus habitantes. Sancho, desde el bolso,
soltó una carcajada. Entonces, apoyé el bolso en la cabina
de un teléfono público para preguntarle dónde estaba la
gracia. Me dio una respuesta que me hizo pensar por mucho
tiempo:

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12. El huracán Mamá —¡¡No, ma!!
¡Que paseo tan corto! Comentó Felipa al vernos entrar. —¿No qué?
No le contesté. Necesitaba seguir hablando con Sancho —¡Mechi es alérgica al desodorante! —mentí.
bastante más. —Ay... ¡Perdón! —dijo mamá, muy compungida.
Apenas entramos al cuarto, se puso a saltar (más bien, a Y de inmediato comenzó a hacerle preguntas a Mechi sobre
rebotar) de alegría. su alergia. Había metido en un lío a mi amiga, pero ella dio
—Sancho, por si acaso... ¿piensa llevarse el meteorito a muestras, una vez más, de lo genial que es. Le inventó que
Titán? —yo estaba tomando conciencia de que íbamos a su sistema inmunológico estaba debilitado por el polen de
hacer algo peligroso. Un robo. los árboles y que se estaba convirtiendo en alérgica a todo
—De ninguna manera, estimado, que ese escrúpulo viene tipo de cosas, y que una “nadita” de desodorante le hacía a
torcido, mentecato amigo. Solo vamos a aspirar. No se su organismo el mismo efecto que la patada de un caballo.
congoje, don alcornoque Valentino. Aspirar el alma. Es Cerró el comentario, diciendo:
menester, ya se lo dije —me tranquilizó. —¡Debo ser una bacteria, ja!
Entonces, llegó mamá. Imposible no darse cuenta de que... Mamá quedó horrorizada, miró el desodorante como si
¡llegó mamá! Hablaba con Felipa en su tono habitual: estuviera a punto de gatillar un revolver; se llevó la mano
acelerada y gritando. libre a la boca y gritó:
—¿Compraste el pollo, Felipa? ¿Te dieron la citación del —¡Ay! ¡Dios mío! ¡Casi te mato! ¡Perdóname, mi amor!
consorcio? ¿Cómo anduvo Valentinito?
A veces me dan ganas de sacarle la venda de los ojos y Antes de irse, Mechi me dijo:
decirle: “ma, el bebé creció: soy yo, ¡hola! Era Valentinito, no —Acordate de que mañana hay fiesta en casa. ¿Venís
soy más”. temprano?
Pronto se calmaría. Mamá era el huracán Mamá los ¡Era el cumpleaños de Mechi! Con todos los
primeros diez minutos; luego, la locura se iba disipando. En acontecimientos, me había olvidado, pero le prometí que sí,
segundos estaría en el cuarto. que iba a ser el primero en llegar.
Sancho alcanzó a decirme, antes de enrollarse:
—¡Sálveme del desodorante!
Enseguida, mamá entró al cuarto. Se alegró al ver a Mechi y
lo demostró:
—¡Nena! ¡Qué linda estás!
Creo que a mamá le preocupaba que yo pasara demasiado
tiempo solo, en mi cuarto, leyendo o jugando con la
computadora. Me encantó el modo en que trató a Mechi.
Pero venía con el desodorante fragancia Bebé en la mano.

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13. La fiesta de cumpleaños ¡Y dale con “bellaco”! Parecía enamorado de esa palabrita.
Le expliqué, lo más poéticamente que pude, de qué se
Fui a una casa de regalos y compré un par de aros para trataba la poesía. “Un cuento que no precisa historia”, le dije.
Mechi. La vendedora me miró con una sonrisa extraña, Seguía sin entender. “Un cuento que sólo necesita música”,
como si los aros fueran para mí. O tal vez le provocó esa insistí.
sonrisa torcida mi pelotita color naranja: había decidido que —¿Y qué es la música? —arremetió Sancho.
ya no debía ir a ningún lado sin Sancho. Temía que algo le —Eh... Un cuento que no necesita palabras —me inspiré.
pasara, que una lluvia antimicrobiana lanzada por mamá —Entonces la poesía es un cuento con palabras que no
acabara con su vida. necesitan historia, solo música; pero la música no necesita
Estaba, también, preocupado por Titán. Pensaba en un de palabras —definió, triunfante.
mundo de pelotitas color naranja que vivían debajo de la —Más o menos... —intenté conciliar—. Lo que importa es la
superficie, lejos del frío helado, al abrigo de los fuegos belleza.
subterráneos. Me imaginé que se agruparían en —¿Todos los poemas son bellos, entonces? —¡Ojalá!
comunidades, que habría padres, hijos, hermanos. Sin duda, —¿Me deja recitarle uno? —agregó el muy caradura. Y
existiría el amor entre ellos, o sentimientos de algún tipo. comenzó—:
Incluso entre los monstruos de Gila deben existir los “¿Conocéis a la rubia y tierna Amira?
sentimientos... Si Sancho había encontrado el modo de ¡Qué belleza, qué flor, qué luz, qué fuego!
viajar a la Tierra (y en un tiempo tan corto), significaba que Su andar se ajusta al ritmo de la lira,
su civilización poseía una tecnología superior a la nuestra. Hay en su voz la suavidad de un ruego”.
La nave Cassini tardó siete años en llegar a Titán y él, Lo que me faltaba: la pelotita recitadora. Una guitarra y
apenas meses, semanas o acaso minutos en hacer el viaje hacíamos un fogón. De pronto, se puso melancólico:
inverso. Sancho no contestaba estas preguntas ni ninguna —“Es aquí donde exhausto peregrino Quisiera alzar mi
otra sobre su mundo. Presumí que eran asuntos solitario albergue, ¡Y arrullado del aura y de las ondas Vivir
confidenciales y no insistí. lejos del mundo, para siempre! ”
Como sea, me la pasaba aferrado a Sancho y estoy seguro Y agregó emocionado:
de que él estaba contento; prefería la palma de mi mano al
oscuro armario. Al anochecer, me sorprendió con algo —Me gusta su armario. Me gustan los poemas. Me quedaría
nuevo. Había encontrado un libro de mamá, con poemas de aquí para siempre, Valentino, amigo.
Guido y Spano. Me preguntó: Sentí que la humanidad se reivindicaba a los ojos de
—Valentino, ¿qué es esto? Sancho. Seríamos hormigas, pero hormigas poetas.
—Son poemas. La casa de Mechi era de dos plantas, tan linda como
—¿Y qué quiere decir eso, bellaco? cualquiera de las del barrio, con un quincho en el jardín, al

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fondo. Allí estaba ella con sus amigas. Al verme llegar, las un pantalón negros. La remera decía en letras amarillas:
chicas interrumpieron la charla. Pero yo había alcanzado a “Nandú va por vos”.
escuchar algo: Gabriel, que había estado en un ensayo de la banda, le dijo:
—¡Está bárbaro! —Tenés rebuena voz, Lobo. ¡Buena enserio!
—¡Nooo! ¡Mirá lo que es eso! Lobo, el muy pedante, ni se inmutó. No pareció importarle el
—¡Ay, es relindo! elogio, aunque sí le importó (¡y cómo!) lo que siguió:
—No está bueno, ¡está espectacular! —Tu forma de cantar es apasionada y con sentimiento, pero
Pronto comprendí que el afortunado destinatario de los ojo con la afinación, ¿eh? —le dijo Gabriel, siempre con
elogios era el chico del momento. Un pedante sin límites, tanta puntería.
encima rubio, alto y de ojos celestes. Le decían “Lobo” y Lobo miró a Gabriel con cara de perro rabioso. Los perros
tenía su propia banda de rock: Nandú. En homenaje a su rabiosos no suelen aceptar la crítica constructiva, y mi amigo
presencia, Mechi y sus amigas descartaron la cumbia y es un especialista en crítica constructiva.
pusieron rock. —Es una pena lo que te voy a decir, Lobo, pero la música
En la mayoría de las fiestas, se pasaba un noventa por suena a petardo —siguió Gabriel, cavándose su propia
ciento de cumbia, un cinco por ciento de rock, un cuatro por tumba.
ciento de lentos y un uno por ciento de cosas inclasificables. —¡Idiota! —Lobo se estaba hartando.
Mechi me dijo una vez, hablando de esto: “Vos sos muy —¡No te ofendas, no es el punto! —le aclaró Gabriel. Y
estadístico”, y arrugó la nariz. agregó—: Tendrías que conseguirte, aunque sea, una sound
Mi tema preferido, esa noche, en esa fiesta, fue You’re blaster que pueda cargar sound fonts... O meter esos midis
beautiful, de James Blunt. Un tema lento a morir, un tema en un multipistas...
que te puede hacer enamorar hasta de una jirafa. —¡Metete los midis en tu multipistas! —aulló Lobo, y empujó
Saludé a Gabriel, mi amigo con alma de sonidista. Gabriel a Gabriel, que cayó encima de unos arbustos. El cantante se
me producía admiración porque a todo le encontraba un lado conformó con lo que hizo y se retiró hacia otro sector del
cómico. No tardó en preguntarme qué llevaba en el bolso de parque, donde no se practicara la “crítica constructiva”.
mano. Mientras mi amigo se levantaba, vi algo que brillaba, casi
—Nada... Una pelotita... fluorescente, entre las ramas: ¡era Sancho! El propio Gabriel
Abrí el bolso para mostrarle a Sancho, pero... ¡no estaba! tomó la pelotita.
Por suerte, nadie me prestó atención... ¿a quién podía —¿Esto es tuyo? —dijo, olvidándose de Lobo.
importarle mi pelotita en una fiesta? Tal vez Gabriel tuvo Agarré a Sancho y, sin pensar en lo que hacía, exploté:
miedo de que me pusiera a hablar de los amonites —¡Que sea la última vez!
fosilizados del jurásico, porque de pronto comenzó a Gabriel me miraba sin comprender: no le encontraba el lado
preguntarle cosas a Lobo. La conversación giraba en torno a cómico al asunto. Algunas personas suelen arengar a sus
Nandú. Lobo estaba vestido de “estrella”, con una remera y perros, a sus gatos, incluso les hablan a las plantas. ¡Pero

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no a una pelota de tenis! Salí del paso como pude. Solo
quería que la fiesta terminara y eso ocurrió a medianoche.
Me fui solo a casa, eran apenas tres cuadras.
En la calle, sombras y niebla.
De pronto un tipo con impermeable y acento extranjero se
cruzó en mi camino:
—¿Egues Valentino? —me espetó.
—¡No! Sí... más o menos... —llegué a decir, bastante
asustado.
—Tengo que hablag con vos.
—¡Yo no! No tengo nada que hablar con un desconocido.
Mis padres están en la esquina —mentí.
—Vos no mientas. Ellos están comiendo en la paguilla Los
chanchitos.
Tenía razón, estaban cenando ahí, en Marechal y Gallardo,
a pocos metros de casa. Me asusté más. El tipo era
inmenso, un pedazo de bestia de casi dos metros y ancho
como una pared. Creo que ocupaba toda la vereda. Era una
pared.
—Soy Jean-Pierre Platini, investigadog de la Agencia
Espacial Eugopea. Necesito hablag con vos un momento —
dijo, mientras, de manera poco amistosa, me pasaba un
brazo por los hombros y comenzaba a arrastrarme hacia el
parque.

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14. El hombre de la Agencia Espacial Europea sospecho tales cosas. Egaguen humanum est... ¡Todos nos
equivocamos alguna vez!
Jean-Pierre Platini olía a pipa, pero tuvo el buen gusto de no Yo estaba muerto de miedo, con Sancho en el bolsillo. Le
encenderla durante la breve charla que compartimos esa pregunté cuál era su trabajo concreto.
medianoche, en uno de los bancos del Parque Centenario, Casi vanidoso, dijo que era un investigador muy hábil y que
muy cerca del edificio con cúpula redonda de la Asociación por eso lo habían mandado a él a esta “sensible misión”.
Argentina “Amigos de la Astronomía”. Allí hay un modesto Que debía llevar un informe completo a sus jefes, para que
observatorio para contemplar la Luna, Marte, o los anillos de nadie dudara de que había estado trabajando y no de
Saturno. Alguna vez, fui con papá para conocer el Mar de la vacaciones en esta lejana capital del sur. Estaba convencido
Tranquilidad, la región donde alunizó la Apolo en 1969. de que su esfuerzo era inútil, de que las máquinas se habían
Aunque a monsieur Platini no le importaba esa clase de vuelto locas. Durante semanas, gracias a sus múltiples
recuerdos. recursos, había investigado el parque, sus al-rededores, los
Era imposible negarme a su pedido de conversar. Podía ser vecinos...
un tipo muy persuasivo. Cada vez que decía la palabra —¿Y por qué me cuenta todo esto a mí? —le pregunté, para
“vos”, sonreía. Un tipo vivo. Como esperaba una ciudad ver si podía zafar.
fulgurante. Los insectos aman las luces urbanas, se lanzan a -—Sentido común —observó.
los focos, vuelan locamente hasta que es demasiado tarde y Me dijo que podía poner las manos en el fuego por mis
mueren. Jean-Pierre Platini carraspeó: vecinos. Ninguno había visto algo extraordinario en los
—¿Vos quiegues sabeg, Valentino, qué hago aquí? ¡Ah!... últimos días: todos seguían sus rutinas, tan normales.
¡Esas computadogasl Trabajo, gimnasio, estudio, llevar a los chicos al colegio,
Comenzó un largo ataque a los programadores y a los preocuparse por las cosas por las que se preocupan los
programas de las computadoras, a los aparatos de hombres y las mujeres en cualquier lugar del mundo.
transmisión y a unas cuantas cosas más. Me dijo que todo Pero, según él, yo era distinto. Ni mejor ni peor: diferente. Si
debía tratarse de un tremendo error (“egog”) humano, era un anzuelo para mi curiosidad, ya estaba atrapado; me
porque no podía ser cierto lo que las máquinas indicaban: mordí la lengua, pero igual se me escapó un:
que aquí, en este país, en esta ciudad, precisamente en este —¿Por qué?
lago artificial frente al cual conversábamos, se encontraba la En pocas palabras, me dio a entender que si él tuviera que
Huygens. hacer una lista de personas del barrio sospechosas de haber
—¿Vos la ves? Porque yo no la veo —me confesó incrédulo, tenido un encuentro con extraterrestres, me pondría a mí en
fastidiado, el desconcertado investigador, antes de largar primer lugar.
una real carcajada francesa. Luego, a pesar de la oscuridad, Entendí lo que Platini me estaba sugiriendo: que yo era un
sentí que se sonrojaba—: No creegás vos jeune, que bicho raro. Eso me decían mis amigos... y siguen siendo mis
amigos. En el fondo, todos somos bichos raros. Me da risa,

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¡cómo si fuera el único! Cuando me dicen “Sos raro, ¿eh?”, —Aunque no como las que yo busco —comparó.
no se refieren a mi cara, no tengo joroba como el jorobado Monsieur Platini me había seguido todos estos días. Era
de Notre Dame, ni la piel de color verde. Se refieren a mis hábil. Su problema era que ya no creía en nada. Sentí que el
gustos, a mi fascinación por los animales (vivos o muertos). francés no me iba a lastimar. Entonces, súbitamente audaz,
Yo les digo que escarben un poco dentro y ¡ya verán qué tomé a Sancho y se lo puse frente a los ojos:
cosa los fascina! La gente se hace rutinas para no salirse del —Me encanta esta pelotita, es la única pelota de tenis color
molde y parecer un bicho corriente. Yo conocí a un tipo así, naranja que vi en mi vida —le dije, con el corazón acelerado.
convencional a morir. Un día, el día más frío del invierno, se —Ah... —contestó Platini con indiferencia total.
desnudó y comenzó a hacer aerobismo alrededor del Y enseguida agregó—: Debo irme. Vos toma esta tarjeta. Si
parque. La policía se lo llevó y él gritaba en el patrullero: me necesitas, vos me llamas.
“¡Necesito completar mi rutina! ¡Tengo que dar otra vuelta!”.
Ni siquiera sabía que estaba desnudo: se había hundido en Monsieur Platini me extendió la tarjeta y luego sacó un
la rutina hasta enloquecer. enorme chocolate de su impermeable. Me lo dio con unas
La cuestión es que, bicho raro o no, al final todos venían a palmadas en el hombro, rogándome que lo aceptara, en
tocar a mi puerta: primero Sancho, ahora Platini. ¡Muy agradecimiento por mi charla. Se puso de pie. Percibí que se
afortunado de mi parte! sentía avergonzado, fuera de lugar, obligado a un trabajo
El francés, cortando el hilo de mis pensamientos, me espetó: que consideraba una pérdida de tiempo.
—Acabemos, Valentino. ¿Estás seguro de no habeg visto Era noviembre y soplaba un viento fresco. Había tantas
una sonda espacial en los últimos días? —¡Jamás en mi flores en el suelo como en la copa de los ár-boles. La
vida! —respondí rápido, asustado de nuevo. primavera había convertido las veredas en espejos: algo
—¿No llevas vos, pog ejemplo, un magciano en el bolsillo? mareado, sin saber si pisaba el cielo o la tierra, también me
Vos tienes la mano allí desde que nos sentamos. puse de pie.
Su instinto era terrible, pero el tipo no creía en lo que decía. Vi cómo el altísimo monsieur Platini se hundía con lentitud
¡Por suerte! ¿Se estaba tomando todo a la chacota... o en las sombras del parque, intentando atrapar alguna flor en
simulaba? Por las dudas, le dije: el aire, el paso lento y dejando tras de sí un olor a vainilla y
—Es solo una pelotita que no quiero perder. Nada más. tabaco; había encendido la pipa. Pensé que extrañaría a su
El hombre de la Agencia Espacial miró las es-trellas y luego familia, en algún pueblito francés, y me dio un poco de
el lago. Cruzó las piernas. Suspiró. lástima.
—Es una bella ciudad la tuya, Valentino. Me fui a casa, pensando mil cosas. Tenía mucho que hablar
Me habló de los jacarandás en flor, de las veredas con mi amigo Sancho Fragancia Bebé.
manchadas de flores violetas. Me habló de los meteoritos
del museo. A él también le fascinaban: al fin y al cabo, eran
como naves espaciales.

27
Mamá puso el grito en el cielo. ¡Cómo iban a pensar eso de
15. Un intruso en casa “Valentinito”! Pero le sembraron la semilla de la duda,
Las sirenas de la policía aullaban. Eran las doce y media de porque cuando los policías se fueron, me preguntó:
la noche. En la puerta del edificio estaban papá y mamá. Los —Nene, ¿vos no habrás...? Quiero decir, nosotros te
policías y yo llegamos al mismo tiempo. queremos mucho... Si tuvieras un problema, sabés que
—No te asustes, Valentino, pero alguien entró a la casa — podés confiar en papá y en mamá, ¿no, mi amor?
me informó papá, con la frente arrugada. Mamá me abrazó, La quería matar, pero pensé que no tenía derecho a
llorando. preocuparlos. Dudé. ¿Qué sería menos preocupante para
—El encargado estaba llegando al edificio y vio las ventanas ellos? ¿Un ladrón o un hijo que quería llamar la atención? Al
de casa iluminadas. Él sabía que habíamos salido. Por las final, me decidí:
dudas, nos avisó al celular. La verdad, pensamos que nos —Mamá, papá, tengo algo que decirles.
habríamos olvidado de apagar la luz de la cocina —agregó Papá, que daba vueltas nervioso, se acercó.
papá. —No sé lo que me pasó. No me animé a decírselo cuando
Cuando volvieron de cenar en Los chanchitos, encontraron estaban los policías. Yo...
todas las habitaciones revueltas y algunos muebles corridos —¿Qué, hijo? ¿Qué? —se desesperó mamá.
de lugar. Los ladrones no robaron nada. Nada en absoluto. —¿Cómo van a pensar que yo revolví todo para llamar la
Igual, los policías hicieron un escándalo espantoso: atención? Es que perdí las llaves de casa, al salir. Y mi
—¡No toquen! ¡Pueden borrar huellas! carpeta... y ahí estaba la dirección de acá, de casa... y no
—¿Y ustedes dónde estaban? sé...
—¿Y el chico? ¿Dónde estaba el chico? Sabía que papá se iba a aliviar con eso. Tenía lógica. Había
Me di cuenta de quién había entrado cuando vi que mi sido el típico caso de “la ocasión hace al ladrón”: llave más
computadora estaba encendida. Sentí frío en todo el cuerpo. datos igual robo.
Jean-Pierre Platini sabía lo que hacía. Ni los policías, ni Para solucionar el asunto, bastaba con un cambio de
papá ni mamá sospecharon nada; para ellos, yo la había cerraduras. “Y listo el pollo”, dijo papá.
dejado encendida, y punto. Pero no, yo la había apagado y Por supuesto, desde entonces tuve que ocultar mis llaves y
monsieur Platini, sin duda, habría encontrado el archivo mi carpeta, que no se me habían perdido. Solo quería darles
grabado por Sancho sobre la misión a Titán. Por eso, en el a papá y a mamá una explicación. Les mentí, sí. Pero...
parque, me habló de la sonda sin preámbulos: sabía que era ¿qué les iba a contar? ¿La verdad? ¿Cómo?
un tema familiar para mí. De inmediato, papá habló con el portero (que andaba
Dos horas más tarde, los policías seguían en casa. Fue muy despierto por ahí, excitadísimo después de tanto uniformado
molesto. Incluso, uno de ellos se permitió decir: alrededor) y le comunicó las no-edades. Después papá dijo:
—¿Están seguros de que el muchacho no hizo esto? A —Bueno, ahora mismo viene el cerrajero y se encarga de
veces, los adolescentes buscan llamar la atención... hacer llaves nuevas.

28
No hablé una palabra con Sancho; imaginé que Platini había
sembrado la casa de micrófonos invisibles. El hombre no
creía en los extraterrestres, pe-ro estaba empeñado en
justificar el sueldo que le pagaba la Agencia Espacial. Yo
jamás lo perdonaría por haber entrado en casa y haberle
dado tal disgusto a papá y, sobre todo, a mamá.

16. La confesión de Sancho


29
usted y la doncella fermosa Mechi salvarán a Titán. Ahora le
Li amé a Mechi temprano. Nos comimos el chocolate que cuento todo. Mis amigos están aquí, dígolo con señorío,
me regaló monsieur Platini; hice un bollo con el papel y lo bellaco.
puse en la bolsa de basura, después de romperlo en —¿Dónde?
muchos pedazos. Le pro-puse ir al parque con Sancho. —Aquí. Allí, debajo de ese monumento.
Mamá y papá nos saludaron sonrientes, a pesar de que, Sancho señaló el promontorio, en el centro del lago: la mujer
pobres, por sus ojeras apenas si habrían dormido. El portero saliendo de la piedra.
me miró con saña. Como si yo fuera un delincuente —Allí está nuestra nave y la sonda de ustedes. Tuvimos que
peligroso. Sin duda, me había culpado por toda la escena sacarla de nuestro mundo, porque su presencia nos hacía
nocturna. ¡Claro, para él yo realmente había perdido las daño. Ya sabe. Ahora, mis compañeros inutilizaron sus
llaves y había puesto en peligro al edificio! aparatos. No más señales. Lo tendríamos que haber hecho
Luego de asegurarme de que nadie nos seguía, nos antes, pero las necesitábamos para orientarnos, para llegar
sentamos en el mismo banco que habíamos ocupado la a la Tierra.
noche anterior con monsieur Platini. Y le conté a Mechi lo —Pero... ¿cómo es que están allí?
que había pasado cuando terminó la fiesta: la charla con el —Están debajo. No en el fondo del lago, más abajo.
investigador y el intruso en casa. Luego, saqué a Sancho de —Sí... pero, ¿cómo?
mi bolso y antes de que pudiera decirle una palabra, habló —Nosotros podemos hacerlo. Es decir, ellos...
él: —Ya está todo resuelto, estimado don alcornoque. — —¿Quiénes son ellos?
¿Qué cosa? —Ellos. Los titanes. Los verdaderos. No puedo decir más. Ni
—Los aparatos transmisores de la sonda están mascando una palabra más.
barro, vuesa merced. Esos majaderos de la Agencia —¿Verdaderos? ¿De qué...?
Espacial ya no recibirán más señales. Con beneplácito se lo —¡Ni una palabra más!
digo, amigo Valentino bellaco. Lo acepté. Comprendí que el juego se complicaba.
¡Fantástico! Había olvidado que cuando estuve con Platini, Entonces, le pregunté a Sancho cómo haríamos para entrar
Sancho también estaba conmigo y escuchó la conversación. y salir del museo por la noche.
Pero yo seguía enojado: —Por la puerta —me contestó. ¡Ah! Fantástico. El portero
—Sancho, quiero que me cuente todo. ¿Quién más está me odiaba. Una pelota de tenis se burlaba de mí—. Es
aquí? Anoche, el investigador entró a casa. ¡Mis padres verdad, estimado amigo. Entraremos por la puerta. Alguien
están como locos! —se me hizo un nudo en la garganta. Me la abrirá para nosotros. Desde adentro —me aclaró.
estaba poniendo muy sensible. Mechi me apretó con fuerza Bien. Lo asimilé... como pude.
la mano. —¿Y qué tendríamos que hacer adentro?
—Entiendo, muy estimado amigo melindroso Valentino. Le —No puedo adelantar nada. Su presencia es... no
pido perdón y buen provecho os haga. Solo crea en mí: podríamos hacer nada sin su presencia. No podríamos

30
salvar Titán sin su presencia. —Y sin esperar mi respuesta,
dijo—: Caballero don Quijote, soy su escudero, de mi mayor
estima. Solicito a usted, don Valentino Quijote; usted no está
loco, que acá no hay encantamientos ni fantasmas. Soy tan
Sancho como usted Quijote; somos otros, sí, pero ahora...
somos ellos.
Me quedé con la boca abierta por el discurso. Pero no me
sonó mal ser un quijote. Después de to-do, no iba a ser por
mucho tiempo, de acuerdo a lo que agregó Sancho:
—Estimado, de sabios será guardarse hoy para mañana.
Pero en lo que respecta a nosotros, solicito su atención: no
tenemos más remedio que aventurarnos todo en un día.
Así estaban las cosas.
Entonces, Mechi me dijo:
—Quiero ir con vos. ¡Y no se te ocurra decirme Dulcinea,
porque no te hablo más! Voy a entrar al museo con vos esta
noche.
—¡¡Nooo!! Ni de casualidad. ¡Ni lo pienses! No sé lo que va
a pasar.
—¿Y si te llevan a Titán? —me susurró al oído, para que
Sancho no escuchara.
No. Eso sí que no. No lo creía posible.
—¡Te lo prohíbo! —me mandé—. Además, ¿cómo saldrías
de tu casa?
—De eso me puedo encargar. ¡Y vos no sos quién para
prohibirme nada, nene! O voy con vos, o les confieso todo a
tus papás: elegí.
Jaque mate de Mechi. Pero me encantó perder.

31
que más lejos haya aterrizado jamás. La misión en conjunto
17. Una obra maestra tiene otro récord: por su presupuesto, de 3.200 millones de
euros, es la más cara de la historia...
A esta altura comprendí que algo en mi cerebro no
funcionaba bien. Había tenido oportunidad de delatar a Bien, la obra maestra ahora era un montón de chatarra,
Sancho, un extraterrestre cuyo nombre verdadero no debajo del lago, en el Parque Centenario.
conocía (y que, dicho sea de paso, ¿qué importancia podía Papá y mamá se estaban recuperando de la noche anterior
tener?). Me impidió hacerlo un increíble sentimiento de y me propusieron ir al cine con ellos. De solo pensar en una
protección hacia él. Sería su modo de protestar, de cosa así, me corrió por la espalda un escalofrío de
enrollarse, o su voz al recitar los poemas de Guido y Spano. aburrimiento. Les dije que no, que tenía que verme con
Sancho era redondo, suave, parecido a un pulpo, Mechi. Mamá no se privó de comentar:
terriblemente inteligente. Yo intuía que él no mentía, a lo —¡Qué nena tan rica! ¡Qué preciosura! ¡Tenés muy buen
sumo, no me contaba todas las cosas. Aunque hasta eso, gusto!
supongo, demostraba un cuidado hacia mí: me iba —¡Es mi amiga, mamá! —dije con fastidio.
preparando de a poco para revelaciones más y más —¡Hijo’e tigre! —se enorgulleció papá.
profundas. Cuando querían, podían ser insoportables. Por suerte, no se
Con delicadeza, me señaló una nota que había copiado del les ocurría tratarme así en público.
sitio de Internet del que se había hecho fanático: Fue un largo sábado. Lo único que hice fue perder el tiempo.
Y toser. Me vino una tos seca, sin catarro, como si quisiera
8 DE NOVIEMBRE DE 2004 ________ACTUALIDAD CIENTÍFICA expulsar... no sé, algo de adentro, un alien. Pero no, mi alien
UNA OBRA MAESTRA estaba en el armario. Con todo lo que me estaba pasando,
(Madrid) Este vehículo explorador constituye una obra maestra tendría bajas las defensas, como dice mamá cuando me
de la ingeniería europea y tal vez sea la sonda más compleja resfrío.
jamás construida. El sofisticado equipo que porta la nave Con Sancho no crucé ni media palabra. Todo al-rededor
permitirá mostrar por primera vez la realidad física del satélite eran paredes que escuchaban. En cuanto mamá me oyó
más intrigante del sistema solar: Titán. Si tiene éxito, enviará
toser, propuso suspender el cine. Le dije, en broma, que si
grandes cantidades de datos sobre la composición de la
atmósfera de esta luna, sus nubes y su superficie. Dependiendo hacía eso me moría. No le gustó el chiste. Me dijo, muy
de las condiciones que encuentre en el aterrizaje (aún no se seria, que con la mue-te no se hacen chistes.
sabe si lo hará en una superficie sólida, líquida o fangosa) y de Apenas si me reprocharon que, por mi culpa, un ladrón les
su resistencia, podrá remitir a la Tierra, durante más de 70 hubiera revuelto la casa. Pensaban que tenía la cabeza en
minutos, datos e imágenes desde el suelo, que se sumarán a las nubes por amor a Mechi. ¡¡Si tan solo hubiera sido
las dos horas y media de datos obtenidos durante el descenso. eso...!!
Cuando Huygens se separe de Cassini y penetre en las nubes
de Titán, se convertirá en el objeto fabricado por el ser humano

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Caminamos a tientas por las salas inmensas, apenas
18. Un mundo de animales muertos iluminadas con luces penumbrosas, que hacían brillar los
huesos (reales o de mampostería) de las decenas de
Era de noche. Tendría que escribir: “Hacía frío y llovía criaturas del museo, de esos monstruos espantosos. Olor a
torrencialmente”. Pero no. Era una hermosa noche formol, a naftalina, a lechuza muerta. Lo bueno de todo esto
estrellada, de luna llena. era que Mechi se aferró un par de veces a mi brazo y su
A la hora señalada, salimos de casa con Mechi y Sancho. En barbilla rozó mi hombro. Yo soy un poco más alto que ella, y
el bolsillo, Sancho se movía. ella es... es hermosa.
Saltamos las rejas, que no eran muy altas, en el sector —¿A dónde nos lleva? —pregunté.
donde se encontraba el ejemplar de palo borracho más —¡Qué pregunta! Vamos a ver El Toba —dijo, muy suelto de
fantástico de la ciudad. El tronco, infla-do como un globo, y cuerpo, don Luis.
la extraña copa lo convertían en un árbol ideal para una Después de cruzar la galería del acuario, con sus peceras
película de ciencia ficción. Al pisar el pasto, no sonó ninguna iluminadas, llegamos al vestíbulo. Sancho vibraba en mi
alarma, ningún perro ladró. Solo dos gatos, en silencio, se bolsillo.
alejaron de nosotros. Nos acercamos a una puerta lateral —No entiendo, don Luis. ¿Qué hace usted aquí? —
ubicada debajo del nivel de la calle, al final de una corta * pregunté.
escalera descendente. Nadie podía vernos. Hubo un ruido —¿De veras que no entendés quién soy yo?
de llaves desde el interior. La puerta de hierro, pesada, El cuerpo de don Luis hizo un giro a medias y despidió
hermética, se abrió. chispas y niebla. Eso creí. Porque en cuan-to completó el
Con Mechi estábamos pegados, como gemelos. Gemelos giro, todo era perfectamente natural en él. Era don Luis, con
del miedo. Pensé en retroceder, largar to-do y volar a casa, su pantalón viejo y su camisa de lino arrugada. Entonces,
a la cama. Pensé, también, que si había llegado hasta allí, volvió a girar y alcancé a ver un rostro diferente, una cara
ya no había forma de volver atrás. angulosa, calva, ojos pequeños rodeados por un resplandor
Don Luis, con una sonrisa más grande que un ropero, nos rojizo. Lanzó una carcajada alucinada.
recibió. En cuanto traté de hablar, me ordenó silencio, Mechi me tiró del brazo, se le estaba haciendo costumbre:
llevándose el índice a la boca. Un gesto muy simple, pero —No te dejes asustar —susurró asustada.
efectivo. —¿Qué hay que hacer? ¿Para qué nos necesitan? - Atiné a
Un nuevo umbral del asombro. ¿Era posible lo que estaba decir.
viendo? ¿Qué hacía allí el boletero, a medianoche? ¿Estaba
aliado con los titanes?
—Vamos, chicos, vamos. No se asusten —murmuró don
Luis.

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19. Viaje a Titán piedra. Sentí que la piedra se quejaba, herida, que deseaba
volver a su lugar, a su sombría cantera.
Los titanes, al fin y al cabo, parecían tener muchos recursos. Monsieur Platini giró lentamente su cabeza y la actividad de
¿Para qué querrían a un par de humanos? Pero, antes de la sala lo fulminó. De pronto, pareció que algo se cortaba en
que pudiera escuchar la respuesta, alguien gritó: él y cayó como una bolsa de papas sobre las baldosas.
—¡Están todos detenidos! ¡Quietos o dispagol Monsieur Exánime.
Platini, con una pistola en la mano, nos apuntaba. Era lo —¡Pronto, atentamente! ¡Valentino, Mechi, de mi mayor
único que faltaba. atención me dirijo a don bellaco y a la fermosa doncella,
vamos, no hay tiempo! —apuró Sancho.
—¿Dónde están? —monsieur Platini parecía muy, muy —¿No hay tiempo para qué?
nervioso—. ¿Dónde están los alienígenas? —Apenas dijo —Ya está la nave, distinguido bellaco. Ya está todo
eso, bajó la cabeza y murmuró—: ¡Mon Dieu! ¿Qué estoy preparado. Debemos llevarnos, le solicito, lo que vinimos a
diciendo? ¿Alienígenas? ¿Estoy loco? buscar, tenga a bien, mis cordiales saludos. Atentamente,
Don Luis (quiero decir: el ser no terrestre que yo pensé que por medio de la presente —Sancho vibraba desesperado en
era don Luis) le respondió: mi bolsillo.
—Señor... no sé quién es usted, ni sé cómo ha logrado —Acabo de tener un mal augurio. Creo que jamás debimos
entrar al museo. En cuanto a alienígenas... ¿Se siente bien, haber venido aquí. ¡Creo que fue un terrible error! —me dijo
señor? Mechi, en un tono sepulcral.
El detective de la Agencia Europea sudaba. La mano que Tomé a Sancho y le dije:
sostenía la pistola sufría convulsiones y tenía los ojos muy —¿Es verdad lo que dice Mechi? ¿Es verdad que nos
abiertos, sin pestañear. equivocamos en confiar?
De pronto, algo crujió. Sancho dijo, con humildad:
A espaldas de Platini, el globo terráqueo de la sala de —Lo siento, bellaco amigo. Lo siento, soy un robot. Fui la
Mineralogía y Geología se movía lentamente sobre su eje. Al carnada. Lo siento. Soy su amigo... Su amigo, bellaco.
fondo, el gigantesco panel que ilustraba el origen del —Es verdad que es un robot. Pero ustedes solo deben
universo comenzó a titilar. Centenares de luces rojas, hacer una cosa: tocar el meteorito. Cuando yo les indique.
amarillas y verdes se encendían y se apagaban, como si las Eso será todo. La energía que duerme en El Toba
estrellas dibujadas fueran reales. Toda la sala había cobrado despertará y la recogeremos —don Luis sonreía, tranquilo.
una extraña vida. Las rocas, miles de muestras de todo el Ya estaba claro quién era él. Pero la revelación de que
planeta, resplandecían en aureolas naranjas y emitían un Sancho era una criatura artificial me entristeció. De golpe me
sonido de líquido hirviendo en su interior. Un cristal de sentí vacío, desconcertado, sin respuestas y, lo peor, sin
amatista del Brasil, turquesa y violeta, parecía sangrar preguntas.
colores. Tenía la forma de un dedo, el dedo de un gigante de

34
Don Luis me arrancó de mis reflexiones: estaba emitiendo un lugar, una cosa de la naturaleza, un algo sin conciencia.
un resplandor que nos envolvía a Mechi y a mí. Entonces, ¿Así sería estar muerto? No lo sé. Yo sé que no estaba
volvió a invadirnos la sensación de ser los salvadores del muerto, porque de la muerte nadie regresa, porque al
planeta y nos sentimos tranquilos y confiados otra vez. momento de escribir estas palabras, respiro, me late el
El Toba estaba allí, tan inerte y oscuro como solo puede corazón, tengo pulso. Y puedo contar... contar el cuento.
estarlo un trozo de hierro. Don Luis sacó un hilo casi Recuerdo una caverna gigantesca, de rocas naranjas y
invisible de su camisa. Me dio una punta, le pidió a Mechi rosadas. Recuerdo que todo fue suave, que fui tratado
que lo sostuviera desde el centro para que no rozara el suavemente. También sé que después perdí noción de las
suelo y él lo tomó desde el otro extremo. Con la otra mano formas que había alrededor.
sostenía un cuenco plateado:
—¿Para qué es eso? —pregunté.
—Para recoger lo que rebase.
—¿Lo que rebase de dónde?
—De todas partes. Es un imán que atrae la energía, el
alma...
En cuanto me lo ordenó, apoyé mi mano sobre el meteorito.
El hilo se erizó, como el pelaje de Ruperto cuando se enoja.
Tuve la sensación de que algo venía, una ola gigante, un
maremoto. Sentí cosquillas en los dedos y, luego, la furia de
la naturaleza. ¿Cómo explicarlo? El viento y todo lo que
pudiera arrastrar un ciclón pasó por mí. Pasó rápido, pasó
como un relámpago. Todavía podía ver a Mechi. De sus ojos
brotaba un líquido amarillo; de sus orejas, de su boca. Todo
en ella resplandecía. Mechi (o algo en ella) parecía
derretirse. Seguramente, yo también.
Don Luis se movía sin cesar, intentando que el líquido se
vertiera en el cuenco.
Y, al final, una bola de algo caliente y oscuro me envolvió.
Me había convertido en agua. No me dolía. Sabía que algo
insólito estaba sucediendo conmigo, sabía que había dejado
atrás una vida, que era mi vida. Pero todo eso era como un
eco remoto y el dolor de haberlo perdido resonaba en mi
corazón, aunque mi corazón también estaba lejos. Me sentía

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Mis ojos solo veían niebla; a veces, manchas de color. Por ojos y comprobé que aquellas sombras que tanto me
momentos descubría un ojo o una boca, pero sueltos, sin impresionaban en torno a Mechi, también estaban en torno a
cuerpo, flotando en el aire. Otras veces, creí entender que mí; tan sutiles, que su presencia no me producía ninguna
ese ojo o esa boca formaban parte de una criatura sensación. No me tocaban o, si lo hacían, yo estaba bajo
monstruosa que yo veía solo como el negativo de una foto; una anestesia total. Extraían de nosotros, como hábiles
que estaba allí, pero que mis ojos eran incapaces de cirujanos, hilachas de luz rosada. Yo también estaba atado a
asimilar. Mis ojos desconocían lo que veían, no estaban la luz, aprisionado o cobijado por una campana que a veces
educados para descifrar el mundo subterráneo de Titán. No era visible, a veces no. Tuve la extraña idea de que nos
sé qué lamento más, si haber estado sin ver o haber estado habíamos convertido en dos pequeños soles, manuables,
tan poco tiempo. Porque, en algún punto de mi portantes; que aquellas sombras no eran más que el esbozo
permanencia, comencé a captar más cosas, como si incompleto de un rompecabezas humanamente imposible de
estuviera en un país que hablara otro idioma y, a fuerza de armar.
escucharlo, descifrara los primeros signos, los más
elementales, los más comunes. Por momentos, sentía que despertaba de un sueño violento,
Durante ese lapso tuve la increíble idea de que una máquina hipnótico, y que estaba en mi casa. Quise recordar las caras
o una bestia se estaba alimentando de mí. Después, supe de mis papás, mi cuarto, las cosas que me gustaban: el
que a Mechi le había pasado lo mismo. No podía distinguirla silencio antes de dormir, el sol del parque. Pero todo estaba
en la bruma de las formas, hasta que comprendí que algo se tan lejos, todo era tan inaccesible, que no podía armar ni un
interponía entre nosotros: un objeto... un mueble. Un día (o recuerdo completo. Una languidez absoluta me mantenía en
quizá no hubo días, quizá todo transcurrió en un único y un estado de latencia casi mortal, donde sólo vagaba por
largo segundo), alguien corrió el mueble y la vi. Era la única paisajes breves, rotos, dispersos, las pocas imágenes que
forma que podía identificar con claridad; lo demás era un mi mente podía recordar.
enjambre confuso de átomos. Solo Mechi era hermosa. Comencé a habituarme a la ronda de sombras. Me ejercité
Dormía. Una especie de insecto la sobrevolaba y cada tanto en fijar mis ojos sobre ellas; a la tercera o cuarta vez, supe
se posaba en sus párpados, en su cuello. Después vi unas que eran tres; a la siguiente, les vi los rostros, pero eran
sombras tan oscuras, que eran como recortes de una noche lisos, sin ojos, sin bocas. Vi algo que no era parecido a
sin luna en la Tierra; sombras sólidas, con peso, con tres ninguna pesadilla, que estaba más allá de la suma de todas
dimensiones. Mechi estaba dentro de una campana rosada, las pesadillas. Que no era máquina ni humano. Bajé los
una burbuja de luz que la envolvía. Cuando las sombras se ojos.
fueron, la campana de luz se desvaneció. El tiempo también pasó, y las sombras dejaron de pasar. No
Y así ocurrió muchas veces. Las sombras pasaban con sus hubo más luces sobre el cuerpo de Mechi. Tampoco hubo
máquinas, con sus herramientas, con todo lo que eran y luces sobre mí. Mis ojos se cerraron. Pude sentir olores
hacían, todo lo que yo no acertaba a distinguir. Desvié mis nuevos, frescos, agradables; de brotes que surgen después

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de la lluvia en el desierto, de perfumes que despiertan, de
hojas quemadas al comienzo del otoño. Olor a bizcochuelo
en el horno; olor a un campo cubierto de flores silvestres, de
esas que crecen solas. Un disparo de aromas me llevó hacia
una puerta blanca, y comencé a descender hasta que todo
lo que se movía dejó de moverse, y el viento del sueño me
dejó sin perfumes.

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20. Regreso a la Tierra —Vinimos a ayudar a los habitantes de Titán a llevarse el
meteorito.
Mechi estaba en el piso, a mi lado. No sé cuál de los dos —¡Tres bien! ¿Y cenagon antes en Los chanchitos? —
reaccionó primero. El museo era un cementerio de silencio. preguntó con ironía.
—¿Cómo estás? ¿Qué pasó? —En realidad, no sé de qué modo se alimentan. Pero
Nos abrazamos un buen rato. Mechi me mojó la cara: estaba querían algo de este meteorito, del más grande. Se llama “El
húmeda o lloraba. Nos sentíamos debilitados, con el cuerpo Toba”. ¿Lo ve?
flojo y los huesos desajustados; como si se hubieran vuelto —Magnífico. Lo veo... lo veo completo.
a unir de apuro o todavía estuvieran reuniéndose, luego de —Sí, es cierto. Lo ve entero porque lo que se llevaron no es
una imposible disgregación. Allí estábamos. Enteros. Mechi visible. Es más, creo que ni siquiera es imaginable...
no había perdido nada de Mechi. Su cara de cansancio me —Muy ciegto. Yo no me lo puedo imaginag, Valen-tino —
hizo olvidar todos mis males. siguió en su tono irónico—. Me paguece que sus padgres los
La redonda mole de El Toba yacía a nuestro lado. No había dejan veg demasiada televisión. —Luego, agregó,
luces en la sala de Mineralogía y Geología. Las altas murmurando para sí mismo—: ¿Pego qué hago yo aquí?
ventanas vidriadas aún guardaban el eco de lo sucedido en ¡Mon Dieu! Esto me pasa pog pegseguig a unos cgríos un
sus cortinas verdes: un viento secreto las agitaba. Desde la sábado a la noche... ¿Qué espegaba encontrag? ¡Qué
remota biblioteca central, desde las protegidas áreas de los stupide!
laboratorios del subsuelo, donde sobre frías mesas La conversación entró en un punto muerto. No había nada
azulejadas yacían fósiles y huevos de especies perdidas, más que decir. Monsieur Platini estaba claramente superado
ninguna señal llegaba, solo el silencio. El globo terráqueo por las circunstancias, aunque intentaba que no se le notara.
estaba tan quieto como siempre. Pero todavía estábamos en el museo y a don Luis no se lo
Una figura oscura se irguió, en la galería de los peces. veía por ninguna parte.
—¿Dónde están los egstrategrestres? —Monsieur Platini Entonces me di cuenta: nadie sabía la verdad, solo nosotros.
tenía los bigotes torcidos y parecía despistado: se apuntaba Vi la Luna, alta, helada, al otro lado de los vidrios, montada
a sí mismo con la pistola. sobre el cielo, encima del Instituto Divino Rostro. Quería
—¡Cuidado! ¡Se va a matar! —le grité. irme. Me puse a buscar, ansioso, algún manojo de llaves por
Platini, con una expresión desaforada, miró el caño de la ahí, hasta que Mechi, con sonrisa triunfal y la mano en el
pistola. Sus gestos, el temblor de las manos, delataban que picaporte, me dijo:
era un hombre perdido, al menos por esa noche. Guardó la —Vamos, que no tiene llave.
pistola en el bolsillo de su gabardina, avergonzado. Pidió El par de búhos de piedra de las ventanas del primer piso
disculpas. Nervioso, nos preguntó qué hacíamos a nos miraba con un dejo de extrañeza.
medianoche en ese lugar. Era una pregunta difícil de Como un perro de caza fracasado, el detective de la Agencia
contestar. Pero decidí probar con la verdad: Espacial nos siguió, cabizbajo.

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—Quería decirle solo una cosa, monsieur. Usted hizo algo
imperdonable: asustó a mis padres —le reproché, sin
derecho a réplica.
Platini puso cara de “yo no fui”, y se perdió nuevamente en
la noche. Fue la última vez que lo vimos.
Mechi me dijo:
—Ahora que el franchute se fue, te pregunto: ¿no te parece
que te olvidaste algo? —y de un bolsillo sacó una cosa
redonda, naranja. ¡Sancho!

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21. El idioma de las hormigas Y Sancho, mi noble escudero Sancho, se quedó sin batería.
Es una forma de decir que se murió, porque los robots no
El mundial de Alemania está por comenzar y cuando alguien tienen pulso propio. No como nosotros. Aquella noche,
lea esto ya se sabrá si Argentina fue eliminada en la primera cuando Mechi lo encontró junto a la base de El Toba, opaco,
ronda, o si llegó a octavos de final (poca cosa), a cuartos de casi sin luz, supo que algo trascendental había ocurrido para
final (una actuación discreta, insuficiente), a semifinales (no la diminuta y peluda pelotita. En cuanto monsieur Platini
está mal...), o si fuimos finalistas (¡pero más lindo es salir desapareció de nuestra vista, nos confesó que era un robot
campeón!). con “voluntad”. Orgulloso, dijo que su misión estaba
Ruperto duerme cada vez más, aunque a cambio se ha cumplida: la esencia de El Toba ya estaba en Titán. Como
vuelto más mimoso; en cuanto llega el otoño los gatos son único reconocimiento por el éxito de la misión, pidió a sus
más mimosos, será por el frío. creadores retirarse en la Tierra. Bah, no sé si le gustaba la
A don Luis recién lo volvimos a ver cuando, con Mechi, nos Tierra entera; pero mi barrio, el Parque Centenario, los palos
atrevimos a entrar al museo otra vez. No fue fácil animarse, borrachos, Ruperto, la “fermosa doncella” Mechi, mi armario,
en serio, pero la intriga por volver a “la escena del crimen” el cuarto, las canciones de Felipa, eso, seguro. Y, sobre
terminó por darnos coraje. todo, las conversaciones. En Titán no se conversa. En Titán
Pudimos comprobar que no recordaba nada de lo que había no existe la amistad tal como se la conoce en la Tierra y a él
pasado con los titanes y el meteorito, en aquella noche de le había encantado aprender “el idioma de las hormigas”.
luna llena. Pero nos esquivaba decorosamente, como si su Nos anticipó que le quedaban unos días antes de ser, para
instinto le dijera que, por su bien, se tenía que mantener siempre, apenas una pelotita color naranja, el color de Titán,
apartado de nosotros. ¡Pobre hombre! de su atmósfera, de sus nubes. Y citó a don Quijote, resuelto
Mechi, claro, es mi mejor amiga. ¡No es poca cosa! Aunque a demostrarme que lo había leído entero:
seguro que ya va a estar pasado de moda, para el
cumpleaños que viene le voy a regalar el disco donde está la —“Presto habré de morir, que es lo más cierto; que al mal
balada de James Blunt, You’re beautiful. La primera estrofa de quien la causa no se sabe milagro es acertar la
es remelosa, pero me parece que a veces es medio medicina…
inevitable ser meloso; no siempre se puede hablar de
vizcachas pampeanas o del calco de un dinosaurio. Me juró que en verdad habíamos estado en Titán, porque
Traducida, dice así: nuestros cuerpos (el mío, el de Mechi) estaban cargados de
esa materia (no visible, no imaginable), de esa alma que
Mi vida es brillante. estaba protegida dentro de la compacta densidad del
Mi amor es puro. meteorito. En las noches de luna llena, como una marea
He visto un ángel. imantada por el plenilunio, el alma borbotea en los invisibles
De eso estoy seguro. intersticios del meteorito, buscando un puente para escapar

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de su cárcel de hierro y ser liberada. Mechi y yo fuimos el color naranja, en un cajón de la mesa de luz. No estamos
puente. Y en Titán, aquellos seres que no fueron más que solos.
sombras para nosotros nos “descargaron”. Yo tampoco estoy solo. Esta noche nos vamos con Mechi a
No me importó entenderlo del todo, lo confieso. En los ver un recital de Nandú. Ahora, Gabriel es el sonidista y
sueños, creo saberlo todo; y al despertar, olvido. O al guitarrista de la banda; al final, Lobo y él aprendieron el
revés... “idioma de las hormigas” y se entienden muy bien, aunque
Durante un tiempo, me costó mucho tomar sopa. Cada vez sean tan distintos.
que veía un plato de sopa, me venían imágenes ajenas y, Con Mechi les escribimos un montón de letras, que Lobo
sin embargo, mías; imágenes que parecían de otra realidad canta sin desafinar demasiado. Ahí va la más “colgada”,
en la cual yo era líquido, era sopa. como dice Mechi.
Por momentos, se me daba por filosofar. Pero abandoné esa
actitud cuando Mechi me preguntó, arrugando la nariz: “Y “El universo tampoco sabe quién es”
ahora, ¿qué?, ¿cuando seas grande vas a ser un gurú, Letra: Mechi y Valentino.
como esos del cerro Uritorco, que están años esperando un Música: Gabriel.
ovni y juntando adeptos para no sé qué?”. Voz: Lobo.
¡Ni loco! Ahora escribo letras de rock. A veces, con Mechi. Músicos: grupo Nandú.
Yo estuve en otro planeta (en el satélite de otro planeta, más (Dedicatoria secreta: para Sancho Fragancia Bebé.)
precisamente). Eso no me hace mejor ni peor que nadie. El universo tampoco sabe quién es,
Un día que no olvidaré, Mechi dijo que nuestros hijos (no me porque no se trata de saber.
animé a preguntarle si se refería realmente a nuestros hijos)
van a ir a ver los juegos olímpicos en la Luna. Con una ¿Y qué? ¿Nos íbamos a hacer los sabios?
gravedad más débil, todos saltarán más alto, especificó. El sentido solo vos lo conocés.
Ayer, mientras terminaba de escribir esto, me encontré con Vos sos el sentido, yo soy el sentido, no te hagas el
un artículo en el diario. El informe aseguraba que los últimos vivo.
datos enviados por la sonda Huygens, en enero de 2005, ¡Viví!
habían sido recientemente interpretados y confirmaban que
son nulas las evidencias de vida en Titán. La abundancia de Eso es para los que dicen que la vida no tiene sentido. ¡El
metano que hizo pensar en la posibilidad de que hubiera sentido de la vida es vivir! Y de ahí para adelante...
vida en el satélite no se debía a ningún cuerpo orgánico, El universo es tu instrumento la canción hacela vos.
sino a otras causas. Está bien, ¿no? Estos últimos versos son el estribillo.
Supongo que monsieur Platini habrá leído con alivio estas Simple, pero contundente. Bueno... ¡a Mechi le gusta! Y a mí
conclusiones. Pero yo tengo a Sancho, mi pelotita de tenis me gusta Mechi. La seguiría hasta Caronte, si fuera

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necesario. ¡No, el barquero del infierno, no!: Caronte, el
satélite de Plutón.

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INDICE

1. Animales 1
2. Mi familia, las momias egipcias y el desodorante de 3
ambientes
3. La pelota de tenis color naranja 6
4. Un pedido de ayuda 8
5. El umbral del asombro 9
6. El universo y las abejas 10
7. Escalofrío 11
8. Mechi, la maravillosa 12
9. Salvar un mundo cualquiera 14
10. Nosotros 17
11. Visita al museo 18
12. El huracán Mamá 21
13. La fiesta de cumpleaños 22
14. El hombre de la Agencia Espacial Europea 25
15. Un intruso en casa 27
16. La confesión de Sancho 29
17. Una obra maestra 31
18. Un mundo de animales muertos 32
19. Viaje a Titán 33
20. Regreso a la Tierra 37
21. El idioma de las hormigas 39

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