PLAN LECTOR
Viendo perdida la confrontación en donde cayó prisionera la tercera parte de su ejército, Barreiro quiso huir del
terreno para pedir refuerzos a España y conformar un nuevo ejército. Pedro Pascacio se dio cuenta del suceso que
había pasado inadvertido para los demás. El soldadito valiente, armado con una lanza, alcanzó al fornido coronel que
se había escondido en unos barrancos que bordeaban el río. Cuando Barreiro vio que el muchacho le caía encima,
acosándole con terribles lanzadas que chocaban contra su coraza de hierro, sacó una faja repleta de monedas de oro
y la ofreció al muchacho:
–Son para ti si me os dejáis escapar. –El soldadito, sin dejar de amenazarlo con su lanza, lo miró en silencio.
–Aquí tengo más oro. –y sacó del bolso una cantidad mayor. Luego se quitó los valiosos anillos y las cadenas y se las
ofreció.
–¡Está detenido! ¡Si trata de escapar lo mato! –amenazó con voz firme Pedro Pascacio.
–¡No seas estúpido, muchacho! ¡Déjame ir! Con este oro vivirás con tu familia sin tener que trabajar. Bolívar te paga
una miserableza que no te alcanza ni para comprarte unas botas.
Barreiro sacó más oro y joyas de sus bolsillos, pero el soldadito no las aceptó. Bolívar quedó estupefacto al ver al
comandante del ejército Realista capturado por el mozalbete de sus caballos. Abrazó al chico y le dijo:
–Eres el soldado más valiente de mi ejército porque no te dejaste sobornar por el oro de Barreiro, el enemigo más
peligroso de la patria.
El Congreso condecoró al soldadito valiente con La Orden de Boyacá y le asignó una pensión de quince pesos.
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