Doña Felipa de Barros, hija del general J.M. Gallardo, guerrero de la independencia que
falIeció en 1864, decía a sus hijos cuando conversaban de danzas antiguas: "La he visto
bailar entre otras danzas nacionales en la casa del coronel Morán". según ella, en algunas de
sus figuras, tenía mudanzas parecidas al Minué Federal, aunque se bailaba con pañuelos y en
algunas de su secuencias era lentamente zapateado. Algunos antiguos vecinos de la Cañada
del Moyano, hoy Villa del Junín, también recuerdan haberlo visto bailar en el campamento de
Los Barriales, cuando las tropas del coronel Moyano ocuparon esa zona. Lo mismo asegura
doña T. de OIivares, quien manifiesta que lo de bailar encadenado, entre ocho parejas, en la
casa de don Francisco Moyano, vecino de tradicional arraigo en Junín.
Afirma Alberto Rodríguez que Don Jacinto Arce Quinteros, nacido en Mendoza en 1861, le dio
a versión y los detalles coreográficos que había aprendido a bailar en Guaymallén, viendo a
su tío materno don Gregorio Quinteros, que fue un conocido músico y cantor de Mendoza, en
su juventud. "Como la chistosa media caña, el picaresco caramba, o la plebeya resbalosa del
repertorio de danzas nacionales argentinas, el gauchito fue una danza cultivada por la clase
popular hasta mediados del siglo XIX." "El baile se compone como la cueca o el gato de dos
pies, viendo en todas sus figuras, repetición del primero". .
Julio Fernández Peláez, historiador mendocino, expresa: "Es desconsolador confesar que los
poetas de Mendoza hasta 1850, no contaron ninguna de las glorias del Paso de los Andes.
"Pero el pueblo sí contaba sencillamente la tradición patria en sus expresiones folklóricas. "De
la forma simple de los poetas intuitivos hay más cuartetas y décimas que conservaban en sus
memorias o en hojas amarillentas y borrosas. "Todo lo que nos pidió! generoso lo dimos! los
aperos, los cabalIos! las campanas y los hijos"./! Pero todo es poca cosa! por lo que en
cambio él nos da! la gloria de ser Mendoza! fragua de la libertad" .
Como era costumbre, las fogatas atraían a los guitarristas y cantores que acompañaban con
sus tonadas esperanzadas, los últimos pasos de las tropas que iban a enfrentarse con gloria.
"Adiós prenda idolatrada! vaya dejar de existir! me es forzoso el partir! para mi eterna
morada./! De mi vida infortunada! al mundo dejo un ejemplo./! Sólo al dejarte contemplo! con
el dolor más amargo! y te dejo como encargo! no me olvides con el tiempo".
Esta tonada -afirma Alberto Rodríguez- fue dictada por Don Javier Molino, nacido en 1852. Se
domicilió en Godoy Cruz en la década del '30. Vivió en Chile y en San Juan. Rodríguez en su
cancionero cuyano le reconoce el mérito: "Contribuyó ampliamente a mi obra recopilatoria y
gracias a su memoria prodigiosa, se han salvado del olvido letras, músicas y danzas de gran
valor folklórico", y continúa: "Me aseguró que su padre le contó que se cantaban en los
fogones del Plumeri110"
"Quién pudiera echar atrás/ los años que han pasado/ estrechar su bien amado/ y no olvidarlo
jamás.! Pero el tiempo es tan fugaz,! en la vida transitoria/ que apenas deja una historial de
lágrimas siempre llena,! cuyo epílogo es la penal y el prólogo la memoria"
Este tipo de tonadas líricas y amatorias, que le cantaban al amor y a la mujer, fueron muy
populares a principios del siglo XIX y tienen la influencia de la literatura de la época. También
eran populares las tonadas satíricas, las épicas y las narrativas. Estos mismos datos
coinciden con los de don Ernesto Quinteros, también mendocino.
La región de Cuyo tiene un pasado que registra la historia escrita. La veracidad de estos
hechos descansa en la autenticidad de los documentos que los certifican. Sin documentos
escritos pareciera que no hay historia, pero Cuyo tiene otra historia que no está registrada en
textos bibliográficos. Está grabada en el alma misma del pueblo; pues desaparecen con él, si
Según Alberto Rodríguez 1 , precursor de la investigación musical de la tradición cuyana, gran
parte del folklore de Mendoza y de la región de Cuyo se halla íntimamente vinculada a las
campañas del Ejército de los Andes. Su labor de rastreo se remonta hacia el año 1920, y la
realizó aproximadamente hasta el año 1936. Recopiló alrededor de mil melodías entre danzas
y canciones. Muchas de ellas están consignadas en su libro Cancionero Cuyano, publicado en
1938 y prologado por el musicólogo Carlos Vega.
Del Manual del Folklore Cuyano, podemos transcribir lo siguiente: "Desde los primeros días de
1817 (nos dice Damián Hudson) el campamento El Plumerillo se había hecho más que antes
un punto de paseo bastante distinguido de la sociedad mendocina. Damas y caballeros
concurrían en carruajes, comúnmente a la caída de las hermosas tardes del estío, en lucidas
cabalgatas, siendo galantemente recibidos y obsequiados por los jefes y oficiales de su
amistad".
Allí, dice Comado Céspedes, se conocieron y contrajeron enlace algunos destacados oficiales
con damas patricias: Juan Lavalle con doña Dolores Correa, Manuel Olazábal con Laureana
Ferrari, el capitán Perdriel, con Cesárea Correa, entre otros.
Tampoco faltó el conjunto de guitarristas que alentaba con sus punteos o rasgueos de
marchas militares, o melodías y ritmos regionales. De allí nació El Gauchito, danza épica por
excelencia.
La primera banda del Ejército de los Andes nació gracias al patriotismo de un mendocino: don
Rafael Vargas. Era rico y descendiente de una familia acaudala
da. En su hacienda, contaba con una famosa banda de música, integrada por doce negros
libertas de sus antiguos dominios. Estos habían sido elegidos entre muchos por sus aptitudes
musicales. El terrateniente los envió a Buenos Aires para que se formaran como músicos.
Cuando adquirieron la preparación necesaria, regresaron a Mendoza, uniformados y con
instrumentos nuevos. Desde entonces, la banda de los negros se hizo indispensable en las
fiestas sociales y celebraciones religiosas.
Don Rafael hizo vestir a sus músicos con Ias mejores galas y con ellos tomó la Calle de la
Cañada que llevaba directamente al campamento.
Doña Felipa de Barros, hija del general J.M. Gallardo, guerrero de la independencia que
falIeció en 1864, decía a sus hijos cuando conversaban de danzas antiguas: "La he visto
bailar entre otras danzas nacionales en la casa del coronel Morán". según ella, en algunas de
sus figuras, tenía mudanzas parecidas al Minué Federal, aunque se bailaba con pañuelos y en
algunas de su secuencias era lentamente zapateado. Algunos antiguos vecinos de la Cañada
del Moyano, hoy Villa del Junín, también recuerdan haberlo visto bailar en el campamento de
Los Barriales, cuando las tropas del coronel Moyano ocuparon esa zona. Lo mismo asegura
doña T. de OIivares, quien manifiesta que lo de bailar encadenado, entre ocho parejas, en la
casa de don Francisco Moyano, vecino de tradicional arraigo en Junín.
Afirma Alberto Rodríguez que Don Jacinto Arce Quinteros, nacido en Mendoza en 1861, le dio
a versión y los detalles coreográficos que había aprendido a bailar en Guaymallén, viendo a
su tío materno don Gregorio Quinteros, que fue un conocido músico y cantor de Mendoza, en
su juventud. "Como la chistosa media caña, el picaresco caramba, o la plebeya resbalosa del
repertorio de danzas nacionales argentinas, el gauchito fue una danza cultivada por la clase
popular hasta mediados del siglo XIX." "El baile se compone como la cueca o el gato de dos
pies, viendo en todas sus figuras, repetición del primero". .
Julio Fernández Peláez, historiador mendocino, expresa: "Es desconsolador confesar que los
poetas de Mendoza hasta 1850, no contaron ninguna de las glorias del Paso de los Andes.
"Pero el pueblo sí contaba sencillamente la tradición patria en sus expresiones folklóricas. "De
la forma simple de los poetas intuitivos hay más cuartetas y décimas que conservaban en sus
memorias o en hojas amarillentas y borrosas. "Todo lo que nos pidió! generoso lo dimos! los
aperos, los cabalIos! las campanas y los hijos"./! Pero todo es poca cosa! por lo que en
cambio él nos da! la gloria de ser Mendoza! fragua de la libertad" .
Como era costumbre, las fogatas atraían a los guitarristas y cantores que acompañaban con
sus tonadas esperanzadas, los últimos pasos de las tropas que iban a enfrentarse con gloria.
"Adiós prenda idolatrada! vaya dejar de existir! me es forzoso el partir! para mi eterna
morada./! De mi vida infortunada! al mundo dejo un ejemplo./! Sólo al dejarte contemplo! con
el dolor más amargo! y te dejo como encargo! no me olvides con el tiempo".
Esta tonada -afirma Alberto Rodríguez- fue dictada por Don Javier Molino, nacido en 1852. Se
domicilió en Godoy Cruz en la década del '30. Vivió en Chile y en San Juan. Rodríguez en su
cancionero cuyano le reconoce el mérito: "Contribuyó ampliamente a mi obra recopilatoria y
gracias a su memoria prodigiosa, se han salvado del olvido letras, músicas y danzas de gran
valor folklórico", y continúa: "Me aseguró que su padre le contó que se cantaban en los
fogones del Plumeri110"
"Quién pudiera echar atrás/ los años que han pasado/ estrechar su bien amado/ y no olvidarlo
jamás.! Pero el tiempo es tan fugaz,! en la vida transitoria/ que apenas deja una historial de
lágrimas siempre llena,! cuyo epílogo es la penal y el prólogo la memoria"
Este tipo de tonadas líricas y amatorias, que le cantaban al amor y a la mujer, fueron muy
populares a principios del siglo XIX y tienen la influencia de la literatura de la época. También
eran populares las tonadas satíricas, las épicas y las narrativas. Estos mismos datos
coinciden con los de don Ernesto Quinteros, también mendocino.
La región de Cuyo tiene un pasado que registra la historia escrita. La veracidad de estos
hechos descansa en la autenticidad de los documentos que los certifican. Sin documentos
escritos pareciera que no hay historia, pero Cuyo tiene otra historia que no está registrada en
textos bibliográficos. Está grabada en el alma misma del pueblo; pues desaparecen con él no
hay quien se ocupe de investigar, recoger y conservar todo lo que a ella se refiere. Esta es la
otra historia del Ejército de los Andes.
Bibliografía y fuentes: