Un golpe de suerte
Un nuevo viaje
Lucas era un chico que vivía en Nueva York y que solía viajar a
cualquier lugar con su bicicleta.
Recordemos cómo fue ese día tan especial para Lucas, en que por
primera vez había visto una bicicleta en persona.
Érase un día de invierno, casi llegando a vísperas de navidad
cuando Lucas y su familia salen a pasear por el centro comercial
más grande de Nueva York.
Cualquier persona diría que ese iba a ser un día normal como
cualquier otro, pero Lucas sabía que no; él sentía algo especial
aquel día.
Una magia navideña podría decirse que le había llegado al
corazón.
Luego de comer sus cereales favoritos de colores, esos que tanto
le gustaban; Mario, su padre, le pidió que bañase al perro de antes
de emprender viaje.
Lucas, golpeando la mesa y tirando la mitad de sus cereales al
suelo se levanta y mira desesperado para todos lados buscando al
perro.
Luego de salir corriendo al patio trasero encuentra a su amiguito
muy entretenido quitando unas pequeñas hormigas de un
hormiguero.
Cuando se le acerca lo toma del cuello y Beethoven moviendo sus
patitas para todos lados se resiste al maltrato de su amo.
Comienzan una lluvia de gritos y alaridos pero Lucas estaba muy
decidido a bañarlo y sabía que si no lo hacía su viaje al Shopping,
que tanto deseaba, iba a terminar el mismo día que había
empezado.
Beethoven haciendo un último alarido sale todo mojado pero
limpio de la bañera amarilla, que había sido usada por
generaciones de perros en su casa y se sacude tanto que las
pobres hormigas que se encontraban en el hormiguero buscaron
desesperadamente alguna hojita para taparse mientras seguían su
labor obrero.
- ¿Todos tienen sus cinturones puestos? - preguntó Mario
antes de partir viaje hacia el centro comercial ubicado en la
principal avenida de Nueva York.
La temperatura del ambiente rondaba los 85 º Fahrenheit.
Mientras las ventanillas del auto se cerraban para dar paso al
aire acondicionado Beethoven miraba, curioso y confundido,
hacia el exterior.
El camino hacia el Shopping era como el cuerpo de una serpiente
en pleno movimiento. Curvas y contra curvas hicieron un viaje
que esperaban que fuese de treinta minutos se convirtiera en una
odisea de más de una hora. Sin embargo, a pesar del tiempo
transcurrido, el auto se pudo aparcar en una pequeña playa de
estacionamiento que se encontraba a unas cuadras del Shopping.
Luego de caminar tres cuadras bajo el sol asesino, que caía sobre
los cuerpos de todos, pudieron pasar la puerta del Shopping y
entrar nuevamente en un ambiente climatizado.
Lucas comenzó a saltar por todos lados sintiendo una emoción
que hasta el momento parecía inexplicable para él. Era como si
supiese que algo genial iba a pasar hoy en el Shopping.
Los anuncios de descuento que se encontraban por todos lados
en el Shopping hacían temblar de emociones a Carolina, la madre
de Lucas.
Su mirada de águila había puesto foco en un descuento de una
pollera color amarillo y blanco que tanto le gustaba.
Sin importar que estuviese exactamente al otro lado del
Shopping, Carolina, la madre de Lucas, comenzó a caminar a paso
firme sin perder de vista esa prenda tan preciada mientras el
resto de la familia la seguía en fila india como cisnes que siguen a
su madre.
En ese trayecto, Lucas es interceptado por una pequeña niña de
pelo colorado y su madre, que de muy mala manera lo hacen
perder de camino.
Entre la multitud de gente que había esa tarde Lucas se ve por un
momento totalmente perdido. Comienza a mirar hacia un lado y
hacia otro intentando buscar a su madre.
Muy lejos de eso, ve un objeto que le llama poderosamente la
atención. Una bicicleta de un color rojo brillante se a había
adherido directamente a su retina y había golpeado, como un
boxeador profesional, su corazón.
Lo positivo del suceso era que ante él se encontraba la bicicleta
de sus sueños, lo negativo era que él era un pequeño niño perdido
en un Shopping y con ningún centavo en su bolsillo.
Minutos más tarde, luego de pensar cómo encontraría a su
familia en ese gigantesco y tumultuoso Shopping una mirada de
un oficial de seguridad del Shopping lo observa cálidamente.
Luego de acercarse al hombre le cuenta lo sucedido y él no tiene
mejor solución que enviar un comunicado al Shopping
preguntando por el paradero de la familia de Lucas.
La madre de Lucas se acerca a donde se encontraba el oficial y le
pregunta por el niño. El oficial señala con su dedo índice y su
brazo perfectamente extendido y rígido a la sección de bicicletas
del Shopping.
Cuando Carolina levanta su mirada ve a Lucas abrazando a esa
brillante y fascinante bicicleta de veintiocho cambios.
Su rostro se relajó y caminó con confianza hacia donde se
encontraba su hijo.
Lucas al ver a su madre acercándose dijo solo dos palabras en un
tono muy fuerte.
- ¡La quiero!
Carolina bajó la mirada y mirando de reojo el precio le sugirió de
comprarse otra bicicleta pero Lucas se rehusó firmemente.
Carolina sabía que no podía pagar ese dinero y además según el
vendedor era la última en stock.
Se encontraba en un dilema del que nunca antes se había
encontrado.
Herir los sentimientos de su hijo, llegando a vísperas de navidad
o buscar una solución creativa al problema.
Segundos más tarde, un empleado se acerca a ella mientras
limpiaba y le ofrece un papel del cual Carolina no entendía muy
bien.
Al verlo Carolina advirtió que era un pedido de empleo del
negocio solo por este fin de semana.
Su problema estaba resuelto.
Al día siguiente Carolina volvió al Shopping a trabajar para juntar
ese dinero que tanto necesitaba para el regalo de su hijo. Ella
estaba un poco nerviosa porque no sabía bien qué tipo de trabajo
le iban a encomendar; sin embargo, como era muy intuitiva como
su hijo suponía que iba a ser un trabajo sencillo.
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Una gotera comienza a despertar a Lucas de un sueño profundo y
el ruido del switch al encenderse la luz de la habitación lo termina
de despertar. Una enfermera de unos treinta años de edad parada
bajo un cartel de terapia hospitalaria sostiene una bandeja con
tostadas, dulce y un jugo de naranja y lo mira sonriente mientras
camina hacia él. Coloca la bandeja sobre las delgadas piernas de
Lucas, se da media vuelta y se retira.
La bandeja ya vacía y con el vaso de jugo de naranja aún sin
terminar yace en la misma posición mientras Lucas se pregunta
dónde estaba su bicicleta, su perro y aún más importante, su
familia.
Sin encontrar respuestas más que un fuerte dolor de espalda y
moretones en ambas rodillas Lucas cierra sus ojos y vuelve a
dormir.
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- Nunca pensé que esta casa fuera tan misteriosa. Espero que
no haya escuchado Mario lo que me has contado.- dice
Mónica entre risas.
Carolina sale de su dormitorio, espera a Mónica y luego cierra la
puerta con llave.
- ¿Por qué cierras con llave Carolina?.- dice Mónica.
Mónica se queda unos segundos en silencio.
De repente, a lo lejos, un llanto comienza a escucharse. Unas
gotas pesadas caían lentamente.
El rostro de Mónica cambia totalmente, sus ojos dejan de
pestañear mientras su corazón siente cada lágrima una y otra vez.
- ¿Y ese ruido?.- pregunta Mónica intentando entender qué
estaba sucediendo.
- No lo sé, creo que viene del siguiente cuarto.- dice Carolina.
- ¿Y de quién es ese cuarto?.- responde Mónica.
- Es el cuarto de mi hijo, Lucas.- dice Carolina.
- Vayamos a ver qué le sucede, quizás se siente mal.- dice
Mónica.
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El sol comenzaba a caer y Lucas abre sus ojos luego de una larga
siesta echado sobre el cuerpo de Beethoven.
- ¿Qué hacemos Beethoven?. Tengo hambre.- dice Lucas.
Lucas mira a lo lejos, con sus ojos un poco nublados por lagañas,
y ve un grupo de chicos que caminan en dirección hacia él.
- ¿Quienes son Beethoven?. No los distingo de lejos.- dice
Lucas.
Beethoven se levanta bruscamente y comienza a ladrar con
fuerza.
A medida que los chicos se acercan logra distinguir a uno de
ellos.
- ¡Mira Beethoven!. ¡Es una chica!.- dice Lucas sorprendido.
Beethoven se acerca a los chicos ladrando con todas sus fuerzas
mientras los mismos continuaban caminando a paso continuo
hacia Lucas.
De repente, Beethoven deja de ladrar, se acerca a la chica y la
misma lo acaricia mientras mueve la cola.
- ¡Beethoven!, ¿qué hacés?, ¡no me abandones! Un momento …
- dice Lucas sorprendido y confundido al mismo tiempo.
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- Ma.- dice Lucas.
- Sí hijo.- dice Carolina.
- Quiero conocer el mar.- dice Lucas.
- Bueno. Cuando seas grande lo podrás conocer.- dice Carolina
mientras juega un crucigrama en el diario.
Lucas se queda mirando a un costado pensativo.
- ¿Y cuándo seré grande?.- dice Lucas con un poco de
ansiedad.
- Tienes que trabajar, buscarte un empleo y cuando juntes el
suficiente dinero podrás conocer los lugares que desees.-
dice impaciente porque aún no había encontrado la palabra
correcta.
Lucas sale de la cocina mientras Beethoven lo sigue por detrás.
- Beethoven, ¿escuchaste a mamá?
Cuando sea grande voy a poder conocer el mar. Me siento super
ansioso por ser grande.- dice Lucas saltando por la vereda
mientras imaginaba cómo sería sumergirse en la inmensidad del
océano.
Lucas continúa saltando y balanceando sus brazos.
- Creo que el mar y yo vamos a ser muy buenos amigos, lo
puedo presentir. No es para que te pongas celoso igual. Tu
llegaste antes, tú estás primero Beethoven. Además, me
salvaste la vida.- dice Lucas mientras acaricia las orejas de
Beethoven.
- ¡Huaf! … ¡Huaf! … - dice Beethoven.
- Vamos Beethoven, sigamos caminando.
Este es un espléndido día para caminar. ¿A dónde quieres ir?.-
dice Lucas calmado y sonriente.
Beethoven mira a Lucas a los ojos.
- Bueno, busquemos algo para comer si quieres.- dice Lucas.
Beethoven sale corriendo hacia un bote de basura que había a
unos metros.
- ¡No! ¡Beethoven! ¡Esa comida no!.- dice Lucas.
Lucas corre detrás de Beethoven intentando tomar la correa
pero Beethoven corre muy rápido.
- Creo que tendría que hacer un poco de ejercicio más
seguido.- dice Lucas agitado mientras toma sus rodillas con
sus manos.
Beethoven comienza a romper una de las bolsas que se
encontraba en el bote cuando una anciana sale gritando de la casa.
- ¡Lárgate sucio perro!.- dice Isabella.
- ¡Beethoven corramos!.- dice Lucas mientras sale corriendo y
dobla en la esquina de la manzana.
Lucas podía ver en las miradas de las personas que se cruzaba
una sospecha de que algo malo había hecho.
- No los mires Beethoven. No hemos hecho nada malo.- dice
Lucas mientras corre.
Un sonido de un patrullero a unas cuadras hace que Lucas
comience a caminar. Su rostro totalmente colorado y su cuerpo
agitado lo delataban.
- Ven Beethoven. Vamos al parque a tomar un poco de aire.-
dice Lucas.
Lucas encuentra un banco vacío y Beethoven se sienta al lado. Si
Beethoven hubiese tenido ropa de hombre, cualquier persona
hubiese dicho que se trataba de una persona más del barrio por
su forma de sentarse en el banco.
Un vendedor de panchos pasa caminando con su carrito y Lucas
le llama la atención.
El vendedor se acerca y abre la tapa. Un vapor de agua junto con
un delicioso olor a salchichas sale despedido e inunda de
sensaciones el paladar de Lucas.
- Dos panchos, por favor.- dice Lucas mientras coloca su mano
en el bolsillo izquierdo.
- Valla que tienes hambre amiguito. Yo apenas me puedo
comer uno solo.- dice el vendedor sonriente y sorprendido.
- No, es que Beethoven también tiene hambre.- dice Lucas.
- ¿Beethoven? ¿Quién es Beethoven?.- dice el vendedor de
panchos.
- Mi perro. Está justo aquí a mi lado. Está cansado y
hambriento.
El vendedor mira hacia un costado y luego regresa su mirada a
Lucas. Un color extraño se podía percibir en ella. No entendía a
Lucas.
El vendedor toma su dinero y se marcha sin decir ni una sola
palabra.
- Beethoven, creo que no le agradaste mucho a ese hombre.-
dice Lucas riéndose.
Lucas se levanta y comienza a caminar por la vereda de la plaza
mirando hacia el piso. Unas hormigas coloradas marchaban en fila
mientras cargaban cientos de hojitas, ramas y otras cosas más.
- Mira Beethoven. ¿A dónde irán todas estas hormigas?.
parecen estar apuradas.- dice Lucas con mucha curiosidad.
Beethoven sobrepasa a Lucas y comienza a ladrar al grupo de
hormigas con gran fuerza.
- No te asustes Beethoven. Son solo un grupo de hormigas. No
te harán daño.- dice Lucas riéndose inocentemente.
De repente, mientras Lucas caminaba con su cabeza baja un
anciano muy apurado y lo intercepta justo de frente.
Lucas se detiene muy asustado al ver unos zapatos negros muy
bien lustrados y un bastón negro con el mismo brillo. Luego
levanta su mirada lentamente, casi con cautela, como esperando
que lo reten y ve algo que lo asusta aún más.
Un rostro un poco arrugado pero muy limpio daba pie para
comenzar a recorrerlo hasta llegar a una mirada que Lucas nunca
olvidará.
Los ojos cerrados de aquel chico que había conocido en la cancha
parecían abrirse y transmitirle algo en forma de un rostro de
anciano.
- Cuéntame. ¿Por qué las aves vuelan?.- dijo el hombre con
una mirada intensa.
Lucas mantiene su mirada al hombre por unos segundos.
- ¡Ahhh …!.- grita Lucas mientras sale corriendo a toda prisa
por la vereda.
Cuando Lucas mira hacia atrás puede ver que Beethoven se había
quedado con el hombre que parecía tenerlo hipnotizado con
caricias sobre su pelo.
- ¡Beethoven!.- grita Lucas con todas sus fuerzas.
Beethoven sale corriendo hacia el final de la calle. En ese
momento los automóviles al ver la luz verde encendida
comienzan a moverse lentamente, pero Lucas enceguecido por el
miedo cruza la calle y hace que una camioneta se detenga
bruscamente mientras su bocina golpeaba los oídos de las
personas que caminaban por ahí.
- ¡Imbécil!, mira por dónde corres.- dice muy enojado el
hombre de la camioneta.
En su mente solo se encontraba el rostro de ese hombre que le
repetía … Cuéntame, ¿por qué las aves vuelan?
Algunas cuadras más tarde, con Beethoven aún sin poder
alcanzarlo, Lucas comenzó a disminuir su paso poco a poco
mientras esas palabras que le habían hecho sentir miedo ahora lo
estaban haciendo reflexionar.
¿Por qué las aves vuelan?
- ¿Por qué las aves vuelan? … ¿Por qué las aves vuelan?.-
repetía Lucas sin cesar mientras caminaba.
Beethoven, ya cerca, lo sigue por detrás.
- ¿Por qué las aves vuelan Beethoven?. Es muy obvio que es
porque son livianas.- dice Lucas intentando traducir lo que le
había dicho aquel hombre.
Beethoven lo mira a los ojos un poco confundido mientras su
cabeza cae hacia su derecha.
- Sí Beethoven. Mira, si las aves fueran muy pesadas no
podrían planear, ¡se caerían hacia el piso!.- dice Lucas
abriendo sus ojos mientras creía saber a qué se refería ese
hombre.
Beethoven se tira al piso, muerto de calor y un poco cansado.
- ¿Quieres un poco de agua Beethoven?.- dice Lucas mientras
le tira agua de su botella sobre el hocico.
Beethoven mueve sus patas y comienza a rascarse su cabeza con
su pata izquierda.
- Creo que estás mejor.- dice Lucas mientras se ríe a
carcajadas.
Una señora con un bebé en su cochecito pasa caminando a su
lado.
- ¿Le sucede algo al perro?, debe tener pulgas.- dice la mujer
un poco preocupada.
Lucas la mira y entrecierra sus ojos.
- No señora, no tiene pulgas. Mi perro no es pulgoso.- le
responde Lucas haciendo un berrinche.
- Disculpa, no fue mi intención que te enojaras.- dice la señora
apoyando su mano sobre el hombro de Lucas.
- ¿Cuánto tiempo hace que lleva aquí?.- dice Lucas cambiando
de tema.
- Disculpa. No entiendo. ¿A qué te refieres?. - dice la señora
sorprendida.
- ¿Cuánto tiempo hace que lleva aquí molestando a la gente?. -
responde Lucas muy sarcástico.
Una lágrima cae por la mejilla de la señora. Se encontraba sin
saber qué decir. Toma de vuelta el cochecito y se retira
caminando como sin fuerzas.
- ¿Qué crees Beethoven?, ¿se habrá ofendido?. - dice Lucas
temeroso.
Beethoven, sentado sobre sus dos patas, mira a Lucas y luego a la
señora mientras se alejaba caminando.
Lucas se sienta en el piso apoyado sobre la pared de una de las
casas, y agacha la cabeza y tapa sus ojos con sus manos.
- Soy un desastre Beethoven. No me sale nada bien.- dice
Lucas mientras comienza a llorar.
Beethoven lanza un ladrido y se sienta al lado suyo apoyando su
cuerpo contra el de él.
Un hombre que pasaba caminando se detiene unos segundos
mientras observa la situación y se agacha cerca de Lucas. El
hombre extiende su mano hacia el hombro de Lucas.
Inexplicablemente Beethoven no se alteró ni soltó ningún ladrido.
Lucas, mientras levantaba lentamente su cabeza, observa al
hombre y mágicamente aparece una sonrisa en su cara.
- Sí, estoy mejor Gracias.- dice Lucas un poco confundido y
asombrado por la actitud del hombre.
- Como ví que estabas llorando me acerqué. ¿Cómo te
llamas?.- pregunta el hombre.
- Lucas, me llamo Lucas.- responde Lucas con sorpresa.
- Que bonito nombre. ¿Sabes una cosa?. Mi perro también se
llama Lucas.- responde el hombre con un extraño interés.
- Si quiere le puedo contar una historia. Hace mucho años que
Beethoven y yo no conocemos.- dice Lucas.
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- Y esa es la historia de mi perro Beethoven. Así lo conocí y
desde ese momento nunca nos separamos. El me sigue a
donde vaya en las buenas y en las malas.- dice Lucas
sonriente.
El hombre estaba casi por cerrar sus ojos, a punto de dormirse.
El rostro de Lucas se tiñó de una mezcla de sorpresa e
indiferencia.
Lucas se queda unos segundos mirando al horizonte mientras
parecía recordar algo.
- Viste Beethoven. Que bello atardecer … - dice Lucas.
Beethoven y Lucas se queda disfrutando del bello paisaje, se
levanta y comienza a caminar.
- Estoy teniendo un poco de frío Beethoven.- dice Lucas
lanzando un escalofrío.
Beethoven se acerca y lo sigue a su lado.
- Quizás podamos tomar algo caliente.- dice Lucas.
Beethoven y Lucas siguieron caminando por la calle empedrada.
- ¡Cuidado Beethoven!.- dice Lucas.
Un auto con el motor en muy mal estado y echando humo pasa a
toda velocidad. Beethoven se corre hacia la derecha y en ese
movimiento empuja a Lucas sobre la vereda. Lucas cae de costado
pero por suerte su mochila le amortigua el golpe.
- ¿Estás bien muchacho?.- le grita un hombre que caminaba
por el otro lado de la calle.
Beethoven emite un ladrido y luego Lucas asiente con la cabeza
mientras mira al hombre.
- Ayúdame Beethoven. Al menos se me ha pasado el frío.- dice
Lucas con una sonrisa tímida.
Beethoven ladra nuevamente. Parecía que la comunicación entre
ellos era perfecta aún sin hablar el mismo idioma.
- ¿Dónde podemos ir a tomar algo?. ¿Te apetece un café?.-
pregunta Lucas.
- ¡Uff … !.- dice Beethoven antes de salir corriendo a toda prisa
por la vereda.
- ¡Espérame Beethoven!, ¿A dónde vás?.- dice Lucas corriendo
a toda prisa, intentando seguir a Beethoven, mientras su
pequeña mochila se movía de un lado a otro sobre su
espalda.
Lucas dobla la esquina y sigue corriendo hasta que ve a
Beethoven detenerse. Se detiene, se toma de las rodillas mirando
al piso mientras sus pulmones se hinchan y deshinchan a toda
prisa. Luego su cabeza se levanta lentamente, mientras sus ojos,
un poco cerrados por el cansancio, logran ver algo.
Un cartel, con luces de colores que se movían a su alrededor,
mostraban, escrito en el centro, las palabras de “Rock Café”.
Lucas se queda mirando el bello cartel por unos segundos, baja
lentamente su mirada y gira su cabeza para mirar a Beethoven.
Luego lo mira a los ojos como diciéndole: ¿y ahora?, ¿qué
hacemos?.
Un joven mozo que se encontraba dentro del café cruza la puerta
principal con una bandeja con dos botellas de cerveza, entre otras
cosas. Mientras camina gira un cabeza hacia Beethoven, dándose
cuenta que el bonito perro se abalanzaba hacia él a toda
velocidad. Beethoven realiza un salto hacia la bandeja y la misma
sale volando por lo aires, cayendo boca abajo sobre una pareja de
extranjeros que habían venido a conocer el lugar. Digamos que la
bandeja había llegado, pero sin la cerveza. Segundos más tarde,
luego de dar un par de piruetas en el aire, la botella se aproxima a
la mesa de la pareja y cae perfectamente en el centro y se destapa
por el golpe.
El mozo, sentado sobre el suelo, por la caída, se toma de la
cabeza e intenta buscar con la mirada a Lucas, el cual corre a toda
prisa para calmar a Beethoven.
Luego de todo el barullo; la pareja, inexplicablemente alegre,
comienza a aplaudir y agradecer en su idioma. El mozo, aún en el
suelo, se queda unos segundos reflexionando e intentando digerir
lo que estaba sucediendo y se levanta rápidamente. Luego se
sacude la ropa y camina arrogantemente confiado hacia la pareja,
extrae un papel con la cuenta, lo coloca sobre la mesa y hace un
gesto con su mano izquierda. Ese gesto que hacemos cuando salió
algo perfecto. Se da media vuelta y camina hacia adentro silbando
su canción favorita.
Mientras tanto, Lucas seguía intentando tomar la soga de
Beethoven que se movía de un lado a otro. Cuando por fin toma la
correa, el hombre extranjero levanta su mano y lo llama. Lucas,
sorprendido, se acerca llevando a Beethoven y diciéndole que por
favor no arruine otra vez el momento.
A la pareja le había encantado lo que había hecho Beethoven y
quería llevarlo de viaje por el mundo para que haga espectáculos.
En un principio, Lucas creía que el hombre le estaba diciendo
una broma pero cuando le dijo a Lucas que él también podía
acompañarlo sus ojos se llenaron de una inmensa alegría.
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Cinco días habían pasado desde aquella reunión nocturna que
habían tenido esos cuatro hombres, incluyendo Beethoven, por
supuesto.
Lucas ya se estaba poniendo cómodo en su nueva transitoria
casa, que hasta había decorado el cuarto de huéspedes con
dibujos de aviones.
Un día, Abelardo, dueño de la casa, abre la puerta del cuarto y
encuentra a Lucas en un estado de concentración y paz absoluta,
dibujando, con tizas de diferentes colores, unos dibujos de
aviones, que oscilaban entre infantiles y profesionales, al mismo
tiempo.
Abelardo se detuvo y no cerró la puerta para no despertar a
Lucas de su estado de concentración absoluta; por el contrario, se
quedó mirando con una sensación entre fascinación y rabia.
Por un lado, un pequeño extraño, le había pintado las paredes del
cuarto de huéspedes que con tanta paciencia y dedicación había
sabido mantener por todos estos años, y por otro, los dibujos le
daban un toque muy fresco al cuarto.
De repente una pequeña brisa hizo que la puerta comenzara a
moverse y se cerrara bruscamente. El golpe fue tal que hizo que
Lucas se asustara y de un golpe se diera vuelta.
Sin decir ni una palabra, con las tizas de colores en sus manos y
con cara de asustado, Lucas se mantuvo inmóvil, mirando al
anciano. Luego Abelardo, levantando su cabeza, comenzó a
observar cada uno de los dibujos que había hecho Lucas.
Digamos que era como una galaxia de aviones. Algo nunca antes
visto por Abelardo.
Los aviones estaban perfectamente detallados y la manera en
que estaban ubicados unos con otros le daba al anciano la
sensación de que estaban jugando unos con otros, como si se
movieran y bailarán por las paredes.
- ¡Mi hijo!, ¿tú has hecho estos dibujos?.- pregunta Abelardo.
- Si, le pido perdón. No fue mi intención estropear su pared, ya
mismo los borro.- dice Lucas un poco nervioso.
Lucas se acerca a un pequeño balde con agua, se agacha y
extiende su mano para tomar una esponja, que se encontraba
flotando.
- ¡Espera!. No los borres.- dice Abelardo tomándolo de la
mano.
- ¿No quiere que los borre?.- pregunta Lucas sorprendido.
- No, tú me has enseñado algo muy importante.- dice
Abelardo.
- ¿Ah sí?, ¿qué es?.- pregunta Lucas.
- Tú me has enseñado que el arte es mucho más importante
que la belleza. La belleza es apariencia; sin embargo, el arte,
el arte es la expresión viva de los sentimientos.
- La belleza puede cambiar con las épocas, pero el arte, el arte
se mantiene, el arte es atemporal.- dice Abelardo mirando
con asombro nuevamente los dibujos.
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- ¿Dónde se habrá metido Lucas?. No creo que se haya
olvidado de lo que le pedí.- dice Santiago a la chica.
- Si quieres te acompaño a buscarlo.- responde la chica.
Lucas abre la puerta y Beethoven sale corriendo por toda la
habitación.
- ¡Detenelo!, ¡detenelo Lucas!, ¡nos va a destruir toda la
habitación!.- dice Pilar.
Lucas sale corriendo a toda prisa detrás de Beethoven
intentando colocarle la correa.
- ¡Se me escapó!, ¡se me escapó!, ¡perdón!.- grita Lucas.
De repente la chica, con una sola mano, lo toma del cuello.
- ¡Colocale la correa!, ¡tomá!.- dice Lucas a la chica mientras le
lanza la correa por los aires.
La chica toma la correa e intenta colocársela.
- ¡No sé!, ¿cómo se coloca esto?. ¡nunca he colocado una
correa en mi vida!.- dice la chica.
De repente, Beethoven intenta darle un mordisco a la chica pero
Lucas lo toma primero del cuello.
La puerta se cierra y todo se calma.
- ¡Qué locura!.- dice Santiago sudado pero sonriente.
- La verdad no conocíamos esta faceta tan alocada de
Beethoven.- dice Pilar.
- Se comporta así muy de vez en cuando, solo cuando está
muy contento o muy entusiasmado por algo o con alguien.-
dice Lucas un poco agitado.
- Qué bueno, eso quiere decir que está muy entusiasmado con
lo que vamos a hablar, aunque no sabe aún pero lo debe
percibir.- dice Pilar.
- Sí, Beethoven es muy intuitivo.- dice Lucas.
Pilar se sienta en la cama muy relajada mientras mira a su novio.
- Bueno, podrías comenzar a hacerle la prueba, ¿no?. Así te
sacás las dudas.
- Sí, vamos a pesar a Beethoven.- dice Santiago.
- ¿Cuánto crees que pesará?.- pregunta Lucas.
Santiago saca una pequeña balanza de última tecnología.
- Te cuento Lucas. A mi novio le encantan los aparatos
tecnológicos.- dice Pilar.
- Esta balanza está conectada a mi móvil y me permite
obtener el peso exacto de Beethoven.- dice Santiago.
- ¿Y esa otra balanza?, ¿no es más práctica?.- pregunta Lucas.
- No, ¡esta es mejor!. Por eso la compré. Esta es mejor.- dice
Santiago.
Lucas comienza a reírse a carcajadas.
- Coloca tu perro sobre la balanza así lo pesamos.- dice
Santiago.
Lucas coloca a Beethoven sobre la balanza pero se rehúsa.
- No se como hacer. Parece que no quiere que lo pesemos.-
dice Lucas.
- Pensemos alguna solución … - dice la chica.
- Ven, acércate a Beethoven. El siempre te mira, se va a
distraer.- dice Lucas.
La chica se coloca junto a Beethoven y Lucas lo toma por detrás.
- ¡Colócale la balanza!.- dice Pilar.
Lucas lo sostiene fuerte para que no se mueva.
- Listo.- dice Santiago.
- ¿Cuánto?, ¿cuánto marca?.- pregunta Pilar curiosa.
- No se si debería decírtelo.- dice Santiago mientras se ríe.
- Vamos, conozco tu cara cuando me haces una broma. Se que
…- dice Pilar.
Santiago comienza a reírse a carcajadas.
- Pilar de un manotazo le toma el celular.
- Vamos, no te voy a esperar todo el día.- dice Pilar.
Pilar coloca el celular en el centro de la habitación.
- Díganme ustedes. Yo no entiendo nada.- dice Pilar.
- Creo que dice tres kilos.- dice Pilar.
- Treinta kilos.- dice Lucas.
- Ahora tiene un poco más de sentido.- dice Pilar.
Lucas y Pilar miran al chico extranjero como pidiéndole que
continúe la explicación.
- Me siento relajado, creí que Beethoven pesaba mucho más, y
además cortándole el pelo podemos hacer que pese mucho
menos aún.
Te cuento Lucas … dice Santiago.
Treinta minutos habían transcurrido.
- … y cuando Beethoven cae puede lastimarse mucho si no lo
practicamos a la perfección.- dice Santiago.
Lucas estaba un poco sudado luego de la intensa charla pero
sabía que era una excelente oportunidad para que Beethoven
brille y no iba a dejar que pase la oportunidad.
- ¿Y yo puedo estar presente cuando hagan los ensayos?.-
pregunta Lucas un poco preocupado.
- Obviamente. Vos vas a acompañarlo en todos sus ensayos.
Vas a ser su manager.- dice Santiago.
Todos en el cuarto ríen.
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Tres días habían pasado y Lucas estaba listo para ver con sus
propios ojos un show de circo. Digamos que no era un circo
completo, ya que el único animal que utilizaban era Beethoven,
pero sin embargo, por lo que había hablado con Santiago, iba a ser
una hermosa experiencia para sus ojos.
Temprano por la mañana todos cargaron sus elementos,
subieron a un automóvil de color azul verdoso y partieron para el
estudio que Santiago le había contado que iban a ir.
El camino era un poco largo, pero era el único estudio que habían
conseguido. La carretera estaba muy tranquila, y Beethoven,
como de costumbre, sacaba su cabeza por la ventana del auto, y
dejaba su húmeda lengua que baile libremente al compás del
viento.
La temperatura comenzaba a subir con cada minuto que pasaba.
- ¿Me alcanzás la botella de agua que te mostró hoy?.- le dice
Lucas a Pilar.
- La coloqué dentro de tu bolso, ¿dónde lo has dejado?.- dice
Pilar.
- Que mala suerte. Antes de partir coloqué todos los bolsos en
el asiento trasero.- dice Lucas desilusionado.
- Lucas, no te preocupes. Nos quedan solo diez minutos.
Cuando lleguemos podrás tomar toda el agua que quieras.-
responde Santiago.
Lucas se echa hacia atrás y cierra los ojos.
Diez minutos habían pasado y Lucas comienza a sentir una
húmeda y caliente lengua que le acariciaba rápidamente su
mejilla. Abre los ojos y un silencio lo invade. Aún dentro del
automóvil, detenido y casi frío, podía escuchar el sonido del
viento acompañado de algunos pájaros que cantaban muy
contentos. A los lejos, una edificación moderna, con una fachada
limpia, de color blanco y negro lo esperaba a él y a Beethoven.
Luego de unos minutos, mientras Lucas terminaba de abrir sus
ojos y se levantaba, logra ver, saliendo de la única puerta que
había, al muchacho extranjero muy relajado y con una botella de
agua en su mano. Se acerca al automóvil, abre la puerta trasera
izquierda, donde se encontraba Lucas.
- Toma, esta botella tiene agua fresca. Luego buscas la tuya.
Levántate y ven con migo. En unos minutos vamos a
comenzar la práctica.- dice Santiago.
Lucas se acomoda el pelo y le da una palmada a Beethoven para
que se despierte.
- Vamos Beethoven. Para que la función sea todo un éxito
tienes que practicar duro.- dice Lucas.
Beethoven se levanta y sale corriendo por la única puerta abierta
del auto. El problema era entre Beethoven y la puerta se
encontraba Lucas; por lo que Beethoven tuvo que pisar con sus
cuatro patitas toda la ropa de Lucas.
- ¡Beethoven!., ¡me has manchado toda la camisa!,
¡Beethoven!.- grita Lucas enojado.
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Siete días habían pasado desde que Lucas había ido a ver a
Beethoven a su primera práctica. Sentado sobre una roca, Lucas
recuerda con nostalgia los primeros pasos de Beethoven cuando
había sido traído a su casa por primera vez. Su tamaño era casi
tan pequeño como su mano y su pelaje tan suave que podía sentir
cosquillas al acariciarlo. Sus ojos, un poco cerrados, escondían la
inofensiva inocencia de un recién nacido. Cuando su padre lo trajo
por primera vez. Lucas se llenó de alegría, como si hubiera vuelto
a nacer. Sus solitarios días comenzarían poco a poco a cambiar
para siempre. El inicio de una hermosa y profunda amistad había
comenzado.
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Eran las 12.15 y todos estaban sentados sobre la mesa. Era hora
del almuerzo. Los ancianos no paraban de preguntar cómo sería el
show donde actuaría Beethoven. Lucas se encontraba sentado en
una de las esquinas de la mesa que daba a la puerta del pasillo
donde se encontraban los dormitorios de los huéspedes. Su rostro
mostraba que no estaba en la conversación sino pensando en otra
cosa.
- ¿En qué piensas?.- pregunta de hija de los ancianos
apoyando su mano sobre la de Lucas.
- No lo sé. Quizás en el show y en que todo salga bien.-
responde Lucas sorprendido por la actitud de la chica.
Mientras tanto Santiago conversaba efusivamente con los
ancianos.
- Durante las primeras funciones estuvo un poco dudoso pero
fue sólo cuestión de práctica para que dominara el truco. Eso
sí, cuando vean el tipo de truco que logró hacer este
pequeñito se van a quedar con la boca abierta.- cuenta
Santiago.
- Que agradable sorpresa, ustedes me parecen muy
profesionales.- responde Abelardo con un rostro relajado y
contento mientras Isabella rápidamente lo toma del brazo
un poco asustada.
- ¿Y cómo vamos a hacer para ir al show?. Yo quiero ver a
Beethoven también.- pregunta Sol sin quitar su mano de la
de Lucas.
- Disculpa mi hija, pero el muchacho nos ha invitado solo a
nosotros dos.- responde Abelardo dirigiendo su rostro a su
hija.
- No se preocupen. Siempre hay alguna silla de más. Si quieres
puedes ir con Lucas, él va a estar en otro haciendo mucho
más cerca del escenario.- responde Santiago.
- ¡Sí!. ¡Genial!.- responde la chica mientras abraza a Lucas con
una sonrisa en su rostro.
Lucas, sin saber que hacer y sorprendido, solo se deja abrazar.
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“ Beethoven
Fila 1 asiento 25
27 de Febrero ”
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Lucas abre la puerta de la habitación. Una pequeña luz entraba
por las cortinas y un olor a remedio ingresaba por la nariz un
poco congestionada de Lucas.
- Pasá.- dice Lucas a Sol con un gesto de su mano.
Sol entra y cierra la puerta.
- Hoy intenté comunicarme con mis padres pero … - dice Sol.
Lucas le hace un gesto de silencio con su mano izquierda y luego
con su mano derecha le dice que se acerque.
Mientras tanto, Pilar los observa a ambos mientras mantienen
sus manos sobre el brazo izquierdo de su novio.
- Los médicos dijeron que mañana por la mañana ya se puede
ir. Solo tuvo una intoxicación.- dice Pilar.
Lucas mira hacia la izquierda y mantiene su mirada pensativa.
- Bien.- responde Lucas.
- Yo pensé que había sufrido un ataque al corazón. Lo vi muy
pálido ayer.- dice Sol.
- ¿Qué me habías dicho sobre tus padres?.- pregunta Lucas.
- Te estaba diciendo que intenté comunicarme con ellos por
teléfono.- responde Sol.
- No hagas que tus padres se preocupen. Mañana ya va a salir
y le contamos luego.- dice Pilar.
Unos golpecitos en la puerta comienzan a sonar. La puerta se
abre lentamente.
- Permiso. ¿Podrían retirarse un minuto por favor?.- dice una
muchacha joven con una lampazo y un balde lleno de agua.
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- Lucas, Lucas. Ven. Vamos adentro que hace frío.- grita una
niña con un tierno listón azul en su cabeza.
- ¡Un momento!.- responde Lucas pedaleando con fuerza en su
bicicleta.
- ¡Uff! ¡Uff!.- dice Beethoven mirando hacia otro lado de la
calle.
A lo lejos, un muchacho de pelo rubio y un poco desarreglado
aparecía caminando con una sonrisa que iluminó los ojos de Lucas
de inmediato. Lucas, mirándolo, se quedó inmóvil sobre su
bicicleta hasta que el muchachito se acercó lo suficiente. Con un
apretón de manos se saludaron y con una mirada ambos se
sintieron cómodos. Charlaron un rato y luego Lucas le dijo que se
tenía que ir.
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- Hola, hola anciano. Si, soy Lucas. Estoy bien. Solo estoy
demorado. Si, se que son las seis de la mañana. No se
preocupe, en una hora voy a estar de vuelta. ¿Pilar?. si, ella
está aquí, ¿quiere que le pase con ella?.- responde Lucas.
- Bueno joven. No tiene antecedentes. Puede retirarse.- dice el
oficial.
- Disculpe oficial, ¿sabe donde puedo pedir un remis?. No
tengo dinero, sabe.- dice Lucas.
- Pasá por aquí. Te llamaré uno por teléfono.
El oficial ingresa a la sala principal del cuartel de policía. Dos
oficiales se encontraban muy contentos jugando a las cartas.
- Muchachos, muchachos … - dice el oficial a los otros dos.
De repente los oficiales guardan las cartas y uno de ellos
equivocadamente las tira sobre un pequeño gatito que se
encontraba durmiendo bajo la mesa donde estaban jugando los
oficiales.
- Pasá, no tengas miedo. Los oficiales están preparando para
salir a trabajar en una misión altamente peligrosa.- dice el
oficial mientras uno de los otros dos acomoda su postura y
arregla su traje.
- Aquí tienes el teléfono. Puedes llamar para que vengan a
buscarte.- dice el oficial.
Lucas comienza a discar mientras un pequeño gatito sale debajo
de la mesa cubierto de cartas y con dos paquetes de cigarrillos.
- ¡Mire oficial!, ¡qué bonito gato!.- dice Lucas.
El otro oficial intenta patear al gato pero su pierna golpea contra
la mesa.
- Hola, ¿remisería?.- dice Lucas mientras el segundo oficial le
tapa la boca al primero para que no grite de dolor.
- ¿Me podría traer un … ?.- dice Lucas.
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Los días habían comenzado a pasar, y Lucas, sentado sobre la
ventana, contemplaba el paisaje mientras tomaba una taza de
café.
Recordando con serenidad los difíciles momentos que le habían
tocado vivir hace unos días, toma un libro que se encontraba
marcado en una de las páginas del medio. Sentado, sobre una
cama azul de una de las piezas, lo abre y comienza a leerlo.
“ Un genio en una lámpara había salido para cumplir los deseos
de todos los chicos que se encontraban en el castillo. Un gran
mago, de barba larga y blanca, miraba con deseo. Quizás, algún
día, pueda jugar como un niño, con aquellos pequeños.
Mientras revolvía con una cuchara gigantesca una olla, recitaba
unos versos. Un gran sapo vivo salía colgado de la mano mientras
el mago, sin compasión, lo miraba retorcerse e intentar escaparse.
En un movimiento brusco, el mago suelta al sapo y lo tira a la olla
con agua hirviendo. Luego de unos segundos de espera, y al no
escuchar sonido alguno, el mago acerca su rostro para poder ver
lo que estaba sucediendo.
Cauteloso y preocupado, el mago toma su cuchara de madera e
intenta buscar, en el agua, algún resto del animal. Para su
sorpresa, no había nada en el agua. El mago, totalmente
desconcertado, se aleja y comienza a rascarse la cabeza.
¿Cómo podía un sapo desaparecer en tan poco tiempo?
El mago, nervioso, toma el libro de recetas mágicas y lee, al final,
la siguiente frase : “El agua hirviendo hará que quien caiga en ella
tenga la vitalidad y coraje de un niño”.
El mago, contento y ansioso, se acerca a la olla, y sin dudarlo se
tira en ella.
Minutos más tarde, la esposa de Abelardo, al ver la puerta de
aquel oscuro cuarto abierta, se acerca e ingresa.
Comienza a llamar al anciano pero nadie contestaba. Al ver una
olla sumamente gigante, se acerca a ella y ve una nota al lado:
“Estoy jugando con los niños. No me despiertes nunca más.”
La mujer, triste y desconsolada, escucha desde afuera unos gritos
de unos pequeños.
Al acercarse a la ventana se asusta al ver a tres niños jugando
con un pequeño sapo y un cuarto saludándola desde lejos.
La mujer se aleja de la ventana, y decide tapar la olla, cierra el
polvoriento libro de recetas mágicas y sale del cuarto. “
Lucas cierra con sus dos manos el libro y, mientras contempla las
partículas de polvo iluminadas por la luz del sol que entran por la
ventana, escucha el sonido de la puerta al abrirse.
El rostro de Santiago se asoma por la puerta y una mirada
cautelosa e ingenua despierta la curiosidad de Lucas.
- ¿Qué haces aquí?.- dice Lucas dando un salto hacia la puerta.
- ¿Cómo qué hago aquí?. Me fuí con una idea y tengo que
volver con el resultado.- dice Santiago con una suma
confianza.
- Te fuiste con una idea … ¿sabés cuánto tiempo llevas sin
pisar la casa?. Cuatro semanas y dos días.- responde Lucas
casi con espuma saliendo por su boca.
- Cuatro semanas y dos días serían como un mes y dos días,
¿no?.- responde Santiago.
Lucas se acerca rápidamente en un intento de golpearlo pero se
detiene mientras Santiago se cubre el rostro con sus brazos y
sonríe.
Lucas se aleja de Santiago y se deja caer en la cama.
- Hace mucho tiempo que quería hablarte sobre este pero
nunca se había dado el momento. El otro día cuando me
dijiste que tenías unas ideas pero no sabías cómo llevarlas a
cabo algo hizo un click en mí y ahora creo que es tiempo de
contártelo.
Es una larga historia, verás, mi padre me crió, al igual que mi
madre, durante toda mi infancia y parte de la adolescencia. A la
edad de diecisiete años llegué a pesar cincuenta y ocho kilos con
tal solo un metro setenta de altura. La relación entre mis padres
nunca fue de las mejores; y con el pasar de los años todo se fue
poniendo cada vez más gris. A la edad de veintiún años, dos años
después de conocer a Pilar, mis padres se separan. Tres años y
medio más tarde, mi padre fallece y mi madre se queda con una
herencia valuada en no menos de tres mil millones de dólares,
repartidas en acciones de diferentes empresas.
Como era de esperar, mi madre nunca fue una amante del
ahorro, y el dinero le quemaba en sus manos como pan caliente.
Dos años más tarde, un día antes de recibirme en la
universidad, mi madre fallece de un ataque cardíaco en uno de los
casinos más famosos de la ciudad.
Por suerte, Pilar siempre estuvo conmigo para apoyarme en
todo momento.
Durante un mes y una semana sufría ataques de depresión y
tuve cinco episodios de suicidio. La fuerza de Pilar y sus ganas por
vivir hicieron que recuperara lentamente la esperanza y diera un
giro a mi vida.
Luego de conversar una noche con ella, decidimos dejar la
ciudad para comenzar a recorrer el mundo. En el transcurso del
viaje comenzó la idea de hacer shows y espectáculos y así llevar
nuestro arte a todos los rincones del mundo.
¿Y a qué viene todo esto?. Bueno, Pilar y yo siempre vimos
un talento especial en tí, algo que no se puede explicar con
palabras pero sentimos que puedes ayudarnos mucho en nuestro
viaje y en nuestros shows. Además tienes a un perro maravilloso
que con su simpatía y carisma es capaz de atraer a cualquier
persona del público; desde la más simpática hasta la más
antipática.
No solo queremos que nos sigan acompañando en nuestros
viajes sino que te dejamos a tu disposición una suma de más de
mil millones de dólares, para ayudarnos en nuestros espectáculos.
Así que nada, eso era lo que te quería decir y este papel que te
traje aquí es un número que te permitirá sacar cuanto dinero
necesites en el momento en que necesites.
Lucas toma el papel y lo mira sin entender demasiado lo que
estaba sucediendo.
- Creo que no lo merezco.- responde Lucas extendiendo su
mano junto con el papel.
- Si que lo mereces.- responde Santiago cerrando el puño de
Lucas mientras empuja su mano hacia él.
- Bueno, está bien.- responde Lucas exhalando un suave y
profundo respiro.
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- Un helado de limón, por favor.- dice Lucas mientras levanta
su dedo índice.
- ¿Qué tipo de helado va a pedir?.- responde el heladero.
- ¿Cuál pido?.- pregunta Lucas girando su rostro hacia Sol.
- ¡No sé!, ¡el que quieras!.- responde Sol golpeándole
suavemente el rostro a Lucas mientras sonríe de vergüenza.
- ¡Un cucurucho!.- dice Lucas.
- Uy, ¡es muy pequeño!.- responde Sol.
- ¡Un vasito!.- dice Lucas levantando nuevamente su dedo
índice.
- ¿Un vasito?, ¿cómo que un vasito?, ¿pequeñito?.- dice Sol un
poco ofendida.
- ¡Un vasito grande!.- dice Lucas.
- Lucas, no hay vasitos grandes.- dice Sol riéndose.
- Un cucurucho, un vasito y un cuarto de helado. Todos de
limón.- dice el heladero apoyando los helados en el
mostrador.
- ¡Perfecto!.- responde automáticamente Lucas.
Lucas gira su rostro y mira a Sol mientras ella se golpea la frente
con la palma de su mano.
- ¿Te digo una cosa?.- dice Sol a Lucas mientras ambos salen
de la heladería.
- Sí, lo que tú quieras.- responde Lucas.
- Me hace reír mucho.- responde Sol sonriente.
- ¿Y eso es bueno?.- responde Lucas ingenuo.
- ¡Cuidado!.- grita Sol colocando su brazo sobre el pecho de
Lucas antes de que baje de la vereda.
Lucas parpadea asustado mientras los helados que llevaba en sus
manos comienzan a hacerles cosquillas en la piel.
- Perdón. Creo que los helados se están derritiendo.- dice
Lucas un poco preocupado.
- Sí, mejor. ¿Que tal si volvemos?. Está un poco frío aquí
afuera.- dice Sol.
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Sin darse cuenta Lucas se había pasado más de cinco horas en la
casa del señor Ki Wan. La noche ya había caído y un fresco rocío le
hacía poner la piel de gallina. La puerta de la casa se había
cerrado y Beethoven se encontraba junto a esta.
Lucas camina unos pasos hacia la puerta y solo con la luz de la
luna intenta buscar el picaporte. Luego de un par de intentos se
da cuenta que la puerta solo abría desde adentro por lo que
decide golpear con su puño. Beethoven, sentado y recto como una
escultura de piedra, comienza a acompañarlo con ladridos. Al
primer ladrido la puerta se abre y el señor Ki Wan le pregunta por
la chica. Lucas le dice que se había ido a su casa aunque por
dentro era lo que suponía pero no estaba del todo seguro. El
señor Ki Wan acompaña a Lucas hacia el jardín mientras Lucas
toma su bicicleta.
El camino a casa era de solo cuatro cuadras por lo que Lucas
decide ir caminando. De un lado la bicicleta, del otro Beethoven y
sobre él una blanca y gigante Luna que parecía alumbrar todo su
camino.
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