Hoberman
Susan M. Socolow
compiladoras
Ciudades y sociedad
en Latinoamérica
colonial
Louisa S. Hoberman y Susan M. Socolow
compiladoras
Ciudades y sociedad en Latinoamérica colonial
CIUDADES Y SOCIEDAD
EN LATINOAMÉRICA COLONIAL
Traducción de:
O f e l ia C a s t il l o
CIUDADES Y SOCIEDAD
EN LATINOAMÉRICA
COLONIAL
F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m ic a
M é x ic o - A r g e n t in a - B r a s il - C o l o m b ia - C h il k - E s p a ñ a
E s t a d o s U n id o s d e A m é r ic a - P e r ü - V e n e z u e l a
Prim era edición en inglés, 1986
Prim era edición en español, 1993
Título original:
Cities and society in colonial L atín Am erica
D .R . © 19 92, F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i c a d e A r g e n t i n a , S A .
Suipacha 61 7; 1008 B uenos A i r e s
ISBN: 950-557-158-5
Im p r e s o en A r g e n t in a
S usan M . S o co lo w
7
8 SUSAN M. SOCOLOW
Décadas
1740- 1760-
1580 1B2Ü 1750 1770 1780 1790 1800 1810 1820
Mesoamérwa y d Caribe
Ciudad de México 3 000a 100 000 112462 130 602 137 000 168 846 179 830
Puebla
Guada] ajara
Guanajuato
Duran go
Oaxaca
Iic6n
La Habana 60a 1 200a 36 000 51000
Aftiérica portuguesa
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
S u san E. R a m ír e z
In t r o d u c c ió n
29
30 SUSAN E. RAMÍREZ
S u r g im ie n t o d e l a é l it e t e r r a t e n ie n t e :
L O S T E R R A T E N IE N T E S EN SU E D A D DE O R O
2 Susan E. Ramírez, Provincial patriarchs: land tena re and the economics o f power
in colonial Perú, Albuquerque, University of New México Press, 1985, Apéndice lll.
44 SUSAN E. RAMÍREZ
Stuart B. Schwartz, “Cities of cm pire: México and Bahia in the sixteenth cen-
lury", Journal o f Inter-american Studie,s 10, 1969, págs. 635-636, y Sovereignty and
*<xiety in colonial Drazil, Berkeley, University o f California Press, 1973, pág. 116.
1 H éctor Llanos Vargas, “Surgim iento, perm anencia y transform aciones de la
élite criolla de Popayán (siglos xvi-xix)", H istoria y espacio. Revista de estudios his
ton cos regionales 1:3, 1979, págs. 82-85.
1. GRANDES TERRATENIENTES 45
La é l i t e t e r r a t e n ie n t e d e l p e r ío d o c o lo n ia l t a r d ío
corona daba con una mano y quitaba con la otra: el deseo de incre
mentar el flujo de ganancias hacia España hizo que los Borbones
elevaran las tasas generales sobre las ventas y los impuestos al
ron, el pulque y el azúcar. Pero aun fue peor el decreto de consoli
dación, promulgado a fines de 1804 en Nueva España, que equiva
lía a restablecer todas las hipotecas impuestas a las propiedades.
Los fondos debían ser cobrados en dinero efectivo y enviados a
España. En el reino de Chile el decreto fue considerado tan explosi
vo que el cabildo de Santiago nunca lo promulgó. En Perú, en cam
bio, su impacto en el período colonial no fue muy significativo.
Las reformas políticas borbónicas recortaron la defensa polí
tica de los grandes terratenientes. Los intentos por revitalizar al
ineficaz cabildo llevaron a que algunos cargos hereditarios fue
ran expropiados por la corona; en otras áreas, se agregaron al
cuerpo nuevos cargos. En algunos lugares, como la ciudad de
México, los miembros salientes elegían a los nuevos, y lo hacían
entre sus familiares y otras personas con quienes estaban unidos
a través de vínculos de compadrazgo o simplemente económicos.
En consecuencia, el cabildo llegó a ser una “fracción de primos”.
Sin embargo, en otras regiones los nuevos miembros no repre
sentaban necesariamente los intereses de los viejos hacendados,
lo cual socavaba su poder. Los intentos de centralizar el poder
reemplazando al corregidor por un intendente (gobernador pro
vincial) limitaron aun más el poder informal ejercido por la élite
establecida. El intendente, un burócrata de carrera con un sala
rio mayor y muchas veces a cargo de una región también mayor
que su predecesor, se mostró menos sensible a las necesidades y
reclamos de los hacendados.
En combinaciones diversas, estas circunstancias hicieron del
siglo xviii una época de gran agitación social. En Saña, el descuido
de los negocios, los gastos improductivos y una serie de inundacio
nes y otros desastres naturales, durante un período de deterioro de
las condiciones económicas, inició un ciclo de endeudamiento y
quiebras que arruinó las haciendas y puso fin al legendario grupo
de hacendados de la región. Los terratenientes no tuvieron ni la
visión ni los recursos para recuperarse y reconstruir sus dañadas
propiedades. Asimismo, la declinación de los precios produjo una
compresión de la relación costos-precios, que dificultó cada vez más
que los grandes terratenientes —especialmente los productores de
azúcar, que se habían endeudado para reconstruir sus propiedades
56 SUSAN E. RAMÍREZ
C o n c l u s io n e s
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
C ath er in e L ugar
In t r o d u c c i ó n
67
68 CATHERINE LUGAR
1 Jamos Lockhart y Enrique Otto. (comps.), Letters andpeople of the Spanish Indies:
the sixteenth century, Cambridge, Cambridge University Press, 1976, págs. 30-31.
2. COMERCIANTES 73
yendo a un hijo que era también plantador y a una hija que se casó
con otro comerciante de Madeira. Además, habia donado a la casa
de caridad de la ciudad, la santa casa da misericordia, un legado
para proporcionar dotes a niñas huérfanas y para atender a los
enfermos indigentes en el hospital de la institución. El comercio le
permitió ganar un lugar para sus herederos en la élite local al
ingresar en el círculo terrateniente, sin lo cual habría seguido sien
do un simple representante de intereses comerciales.
La crisis del siglo xvn afectó también al Brasil, alterando gra
dualm ente el carácter de su econom ía. Este país, así como los
puertos com erciales africanos y asiáticos del im perio com ercial
portugués, bajo la autoridad nominal de España hasta la Restau
ración en 1640, sufrió intervenciones y usurpaciones territoriales
por parte de sus competidores holandeses, ingleses y franceses. El
Lejano Oriente no fue totalmente abandonado, pero los esfuerzos
por recuperar el control de la costa azucarera del nordeste brasile
ño. ocupada por los holandeses entre las décadas del 1630 y 1654,
consolidaron los intereses portugueses respecto de sus colonias
atlánticas, hacia las que habían sido anteriormente indiferentes, y
com prom etieron sus fortunas im periales en la explotación más
efectiva de m ercancías brasileñas y esclavos africanos. Para la
recuperación portuguesa fue fundam ental la organización de la
Compañía Brasil en 1649, con capital comercial en su mayor parte
de nuevos cristianos. Esta compañía se encargó de abastecer a las
colonias con alimentos básicos (aceite, vino, bacalao salado, hari-
•naj a precios fijos, y de enviar flotas de barcos mercantes a Portu
gal, cargados con azúcar, tabaco, algodón y cueros. En pago por
estos servicios, la com pañía recibía el tráfico de esclavos y el
monopolio del palo brasil, junto con muchos privilegios por su con
dición de contratista de la corona en la colonia. Esta centraliza
ción del comercio fue una medida oportuna, porque el azúcar del
Caribe había em pezado a desalojar al producto brasileño de los
m ercados europeos, y se vio adem ás acompañada por renovados
esfuerzos por descubrir yacimientos valiosos en el interior del Bra
sil. Aun que la depresión amenazó al comercio atlántico en el último
cuarto del siglo xvil, prevaleció sin embargo una cierta estabilidad.
El clima comercial fue lo suficientem ente prom isorio como para
que 1os aliados de Portugal procurasen el derecho de establecer
representantes comerciales en los puertos brasileños. En Bahía, el
tráfico del tabaco ocupó el vacío dejado por la declinación del azú
84 CATHERINE LUGAR
E l d e s a r r o l l o d e l s i g l o xviii
O r g a n iz a c ió n f a m il ia r , v id a d o m é s tic a y n e g o c io s
resto. Hasta una quinta parte de los bienes podía ser destinada a
subsidios especiales, donaciones para obras de caridad y gastos de
exequias. Con frecuencia los comerciantes sin hijos eran los filán
tropos más destacados de la época. Cuando se tenía una familia
grande era necesario tomar recaudos para evitar la total disolu
ción de las propiedades.
Los hijos de los comerciantes tenían dos alternativas: seguir
en el comercio o abandonarlo. Por lo menos uno de los hijos de los
comerciantes continuaba con las actividades paternas, pero gracias
a la fortuna familiar, los otros podían abandonarlas para hacer
carrera en el ejército, la iglesia o la función publica, dejando el
futuro de los negocios en manos de sus yernos. Los hijos de criollos
que preferían continuar con la actividad de sus padres lo hacían en
circunstancias más parecidas a aqu ellas en que la generación
anterior había em pezado. Eran enviados a temprana edad como
aprendices y empleados de otros parientes o colegas, en diferentes
ramas del comercio, así como sus padres lo habían hecho antes,
aunque ahora con la seguridad que les daba la posición de sus pro
genitores.
El papel de las mujeres para asegurar la continuidad de la
empresa familiar eran sorprendentemente importante. La mayoría
de las hijas de comerciantes se casaban, ya que a fines del siglo
xviii la vida en el convento era una opción menos atractiva que
antes. Además, las viudas de comerciantes estaban más dispuestas
a volver a casarse que otras mujeres de su mismo grupo de edad.
Las casas comerciales de base familiar dependían de los contactos
personales, gozaban de una credibilidad efímera y su clientela solía
desaparecer en forma inadvertida. Los matrimonios concertados,
en los que las mujeres tenían muy poco que opinar, garantizaban la
extensión de los negocios y crearon algunos de los más notables
clanes com erciales que florecieron en el siglo xvni. Las mujeres
eran m ás bien instrum entos claves que agentes activas en los
negocios y la organización social del período. El derecho de las viu
das a realizar transacciones com erciales constituía una acción
excepcional y limitada, presumiblemente llevada a cabo bajo estre
cha supervisión de familiares.
En el caso del com erciante próspero que no se casaba o no
dejaba herederos directos, las estrategias fam iliares incluían un
mecanismo eficaz para la herencia del negocio: las relaciones tío-
sobrino. Estos casos no eran los más comunes, pero constituían sin
94 CATHERINE LUGAR
R elig ió n y fil a n t r o p ía
O b l ig a c io n e s m iu t a r k s y c ívic as
s Rae Flory y David Grant Sm ith, “Bahian merchants and planters in thc
sevc-nU'entb and oarly oigbleeníb centurios”, Hispanic American Histórica! Review
58, 1978, págs. 590-591. Véase también la obra de Lugar citada.
2. COMERCIANTES 101
L E C T U R A S C O M P L E M E N T A R IA S
M ark A, B urkholder
In t r o d u c c i ó n
105
106 MARKA. BURKHOLDER
L a F U N D A C I O N DE U N A BU R OC R AC IA IMPER IAL
M éx ico (y G u a d a l a ja ra ) M éx ico
G u a te m a la A m é r ic a C e n tr a l
C a ra c a s V e n e z u e la
B o g o tá C o lo m b ia
P a n a m á (h a s ta la extin ción en 1 7 5 1 ) Panam á
Q u ito E cuador
L im a (y C u zco ) P erú
C h a rc a s (C h u q u is a c a ) Bol i vi a
S a n tia g o C h ile
B u e n o s A ir e s A r g e n t in a
O r g a n iza c ió n bu ro cr ática
M ad u r a c ió n
OC E AN O
A TLÁN TIC O
P R IN C IP A L E S C I U D A D E S D E M É X IC O C O L O N IA L ,
AMÉRICA CENTRAL Y EL CARIBE
Fig. 1. M ap a de la ciudad de M éxico. 175 1 . A rchivo G eneral de Indias, M ap a
y P lanos, M éxico, 178 (en lo sucesivo citado como agí, my p).
Fig. 2. M ap a de Río de Janeiro después de 1818. Á lb u m cartográfico do R io de
J a n eiro >se cu ¡o s x v il e x ¡x ). L vgia da Fon seca F ernán des de C u n h a
'com p .). Rio de Janeiro, M in isterio da Educa^áo e C u ltu ra, 197 8 .
3. Ciudad A lta y Ciudad B aja, B a h ía, com ienzos del siglo x v iii. Archivo
H istórico da C á m a r a M u n icip a l. B a h ía (en lo sucesivo citado com o
AHO.M , Bahía).
Fig. 4 . C asa construida por un comerciante r ic o . B ahía, fíiglo xvni. a í i o i , Bahía.
J lf
, C>pínY/.nn
..-i .4*lf ,nn-
* <f,.¡-..¡.i-// -ü.;
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H * ¡- a- l i e la » # r l : a
J f / í r¡r* i'
I ' 1■.«,u%,H? * ■ ■.
c /j, » « ífr , ■!'.
M. í#,
i !:i*,trw As y
V f c : / ' iW ,‘
i Al*^
Fig. 7. Ciudad de Saña, comienzos del siglo XVII. Felipe Guarnan Poma de Av
ala, N u ev o crónica y buen gobiern o, París, Universidad de París, 1936.
Fig. 8. Damas y caballeros asisten a la procesión, ciudad de México, siglo xviii .
Detalle, La Plaza Mayor de la ciudad de México, Anónimo, Museo N a
cional de Historia (en lo sucesivo citado como Plaza Mayor).
Fig. 11. ¡Arriba) Cámara de Comercio, Bahía, 1818. a i i c m . Bahía.
Fig. 9. (Página arriba) Vista de Bahía a comienzos del siglo xix. a iicm , Bahía.
Fig. 10. (Página abajo) Casa con patio construida por un comerciante rico,
Bahía, siglo xvm. a iic m . Bahía.
Fig. 12. Altos funcionarios en su carruaje y espectadores representantes de di
versos grupos sociales, ciudad de México, siglo xvill, Detalle, Plaza
Mayor.
Fig. 13. Francisco de Pauls Sanz, superintendente del Virreinato del Río de la
Plata, c. 1785. Pintura, Museo Histórico Nacional, Buenos Aires.
Fig. 14. El obispo Qujroga y un franciscano. Florian Baucke, S. J., Iconografía
colonial rioplatense, 1 7 4 9 -1 7 6 7 , Buenos Aires, 1935.
-** T i
Fig. 23. Mujeres indígenas vendiendo frutas y verduras en sus puestos; hom
bres vendiendo pescado. Ciudad de México, siglo xvm. DetaLle, Plaza
Mavor.
Fig. 21. Aguatero, mujeres vendiendo comida y hombres vendiendo ropa, ciudad
de México, siglo xyiii. Detalle, Plaza Mayor.
Fig. 22. Ladrones mal vestidos y armados intentan huir mientras caballeros
acomodados los persiguen, ciudad de México, siglo xvm . D etalle,
Plaza Mayor.
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lü m JÉL
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■ ’a ü ■ ñ
Fig. 24. Provecto para el edificio del Concejo Municipal, incluyendo plano del
piso superior Luján. Río de la Plata, 1788. a g í , M y P. Buenos Aires, 288.
3. BURÓCRATAS 113
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124 MARK A. BURKHOLDER
Buenos
Aires 3 3
Caracas — — — _ — 4 — 4 —
Chile 5 - 5 2 2 9 4 19 6
Charcas 7 1 6 2 — 3 — 16 3
Cuzco — — — — 1 -— 1 —
Guadalajara — — 5 2 2 1 — 6 2
Guatemala — — 2 — — 3 — 5 —
Lima 51 3 73 27 25 10 1 134 31
Manila — — — — — — — — —
México 6 — 26 11 8 5 — 37 11
Panamá 7 — 6 4 2 — ■— 13 4
Quito 3 — 3 3 3 1 - 7 3
Bogotá 7 1 4 1 1 11 3 22 5
Santo
Domingo 4 8 1 10 1 22 2
Desconocido 3 — 1 — — 2 •- 6 —
93 5 139 53 43 63 9 295 67
(5%) (38%) (14%) (23%)
Hijos nativos. Designados er. un tribunal de su lugar de origen por nombramiento ini
cial. Los hombres que se trasladaron a su tribuna? de lugar de origen con una segunda
o subsiguiente designación no son contados como hijos nativos en este cuadro.
** Hijos nativos que compraron una primera designación para Audiencia.
da iba desde la instrucción mínima para cargos en los que era nece
sario saber leer y escribir hasta los títulos universitarios y los docto
rados de algunos ministros de audiencia. Las exigencias académicas
para matricularse en una universidad eran: conocimientos profun
dos de latín y por lo menos un curso de retórica. Como la memoriza
ción era un requisito fundam ental para llegar a graduarse de
bachiller, había jóvenes que por poseer esa facultad en alto grado lle
gaban a graduarse mucho antes de los 20 años. No es sorprendente
entonces que la carrera burocrática se iniciara tempranamente.
El establecimiento de los colegios secundarios más famosos en
capitales regionales significó que los estudiantes fueran atraídos
desde áreas menos pobladas hacía los principales centros urbanos.
El famoso colegio jesuita de San Martín de Lima, por ejemplo, atraía
estudiantes desde casi 20 localidades diferentes, en 1618. Estaban
representadas Chile, Panamá, Chuquisaca, Quito, Paita, Saña, Are
quipa, Cartagena y varias regiones de España, mientras que un
contingente numeroso de estudiantes procedía de la misma Lima.
Una de las consecuencias de este hecho fue que los estudiantes
adquirían las actitudes y los puntos de vista propios de la ciudad
capital mucho antes de llegar a ser burócratas. Indudablemente, la
mayoría de los estudiantes salían de las casas de estudio converti
dos en individuos urbanos, con intereses y expectativas basados en
los placeres y oportunidades de la capital.
Si bien algunas ciudades, como Buenos Aires, carecían de uni
versidades, hacia el final del período colonial ya se habían fundado
25 en América. Aunque la mayoría de estas universidades no tenían
las cinco facultades principales (filosofía, teología, leyes, derecho
canónigo y medicina), en conjunto proporcionaban a miles de hom
bres jóvenes un acceso a la educación superior, títulos y las consi
guientes oportunidades laborales. No menos de 150 000 jóvenes
recibieron títulos universitarios durante el período colonial.
Los cargos burocráticos proporcionaban un ingreso, seguridad
y, al menos en el caso de los más elevados, prestigio. Los salarios
eran muy diversos. Con excepción de la remuneración de los virre
yes, que disfrutaban de sumas principescas que llegaban hasta
60 500 pesos, las diferencias salariales eran importantes. Durante
la mayor parte del período colonial, los ministros de audiencia fue
ron los burócratas mejor pagos, con salarios que alcanzaron hasta
5 000 pesos en Lima. Los auditores jefes de los tribunales de cuen
tas en Lima recibían 3 645 pesos en 1 774. Los funcionarios del
3. BURÓCRATAS 131
tesoro ganaban algo menos, 3 240 pesos, y otros auditores solo lle
gaban a 2 000. No obstante, la gran m ayoría de los empleados
ganaba menos de 1 000 pesos por año, suma que estaba apenas por
encima del salario de un capitán del ejército regular.
La corona fijaba algunas variaciones en los salarios en función
del lugar de trabajo del burócrata. Según el auditor jefe de las Indias
en 1772, Tomás Ortiz de Landazuri, Lima era el destino más codicia
do para un ministro de audiencia. No solo era el tribunal de mayor
rango en América, sino que la corte disponía de un salario generoso,
oportunidades de compensaciones extraordinarias, un “clima agra
dable” y gran disponibilidad de bienes de consumo y alimentos. La
ciudad de México, por el contrario, tenía salarios más bajos, menores
comisiones, mayores gastos y una carga laboral mas pesada.
Vale la pena destacar el valor de un salario (norm alm ente
pagado con cierta regularidad). Producir el salario de 5 000 pesos
de los ministros de audiencia de Lima, después del ajuste salarial
de 1776, habría requerido una propiedad que rindiese una renta
aproxim ada de 100 000 pesos. Pocas personas disponían de ese
capital de inversión; excepto las hipotecas libradas por los cuerpos
religiosos, prácticamente no había inversiones que ofrecieran una
seguridad com parable a la de un salario gubernam ental. Aun
cuando la remuneración fuese la única característica atractiva del
empleo, era indudable que los altos funcionarios eran considerados
como candidatos matrimoniales convenientes.
Para los em pleados de rango inferior, los salarios eran muy
modestos. LTn funcionario que ganaba 500 pesos por año en la ciudad
de México se veía en apuros para llegar a fui de mes. El alojamiento,
la alimentación, un sirviente (al que solo se le pagaba 5 pesos por
mes), velas, zapatos y botas, ropas y los servicios de un barbero, con
sumían integramente ese salario. Debido a los gastos adicionales que
implicaba tener una familia, muchos funcionarios no se casaban.
No se dispone de cifras generales de los burócratas que se
casaban. La mayoría de los virreyes lo hacían, aunque algunos ya
eran viudos al asumir el cargo. Los datos de los censos del período
colonial tardío para la ciudad de México revelan que aproximada
mente un tercio de los burócratas permanecían solteros. Al parecer,
entre los funcionarios era más común el matrimonio entre los 30 y
los 40 años de edad, debido a los modestos salarios que percibían.
Entre las ventajas de ocupar una posición burocrática de alto
rango estaba, para los solteros, la posibilidad de casarse con una
132 MARK A. BURKHOLDER
mujer que aportara una rica dote. Por ejemplo, cuando Bravo de
Saravía se casó con Juan Jiménez de Montalvo, un oidor de Lima,
ella aportó una dote de 24 000 pesos. Más o menos al mismo tiempo,
Agueda de los Ríos i Lisperguer se desposó con Blas Torres Altami-
rano, y llevó al matrimonio una dote de 50 000 pesos. Al menos Ja
mitad de los ministros de audiencia nombrados desde 1687 hasta
1808 eran casados, muchos con mujeres nacidas en el Nuevo Mundo.
Los beneficios que el servicio real podía proporcionar estaban direc
tamente relacionados con el rango que se tenía en la jerarquía buro
crática. Así, un ministro de audiencia se encontraba en mejores
condiciones para enriquecerse que un funcionario de menor nivel.
La amplia gama de salarios que recibían los empleados guber
namentales hacía que vivieran en diferentes zonas de una ciudad
capital. Sus residencias abarcaban una especie de abanico, con el
centro en la plaza mayor. En la ciudad de México, por ejemplo, la
catedral y el palacio virreinal quedaban frente mismo a la plaza. Al
igual que en Lima, el virrey, que vivía con esplendor en un palacio
por el que no pagaba renta, era el mejor ejemplo de proximidad con
su lugar de trabajo y centralidad dentro del marco urbano. Había
también un pequeño número de funcionarios que residían en los
edificios donde trabajaban; pero pagaban renta. El superintenden
te de la aduana en México, por ejemplo, pagaba 830 pesos anuales
por un pequeño departamento en el edificio mismo de la Aduana, a
comienzos del siglo XIX.
Una vivienda situada cerca del centro de una ciudad era consi
derada de buen nivel, y los funcionarios de m ayor rango solían
vivir a corta distancia de sus oficinas. Algunos oidores de Lima se
instalaban, por ejemplo, en la cuadra próxima a las oficinas. Otros
se alejaban, pero nunca más de seis cuadras, del palacio real donde
trabajaban. En 16'13, el correo mayor, varios regadores del concejo
municipal y el administrador del impuesto a las ventas vivían a
solo dos cuadras. Las pautas habitacionales de la ciudad de Méxi
co, y probablemente las de otros lugares, brindaban alojamientos
bien integrados para un amplio espectro de grupos económicos y
sociales. M ientras los funcionarios m ejor pagados solían tener
viviendas privadas, muchos residían en departamentos y edificios
de renta distribuidos por toda la ciudad.
Los sueldos percibidos por los em pleados gubernam entales
hacían de ellos importantes compradores de servicios locales y de
una amplia gama de artículos de consumo. Los funcionarios mejor
3. BURÓCRATAS 133
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Los historiadores prestaron más atención a las instituciones guber
namentales y administrativas que a los burócratas como individuos
o como grupo. C. H. Haring, The spanish empire in America, Nueva
York, Oxford University Press, 1947, presenta la discusión clásica
de gobierno y administración, en todos los niveles. John Leddy Phe-
lan, “Authority and flexibility in the spanish imperial bureaucracy”,
Administrative Science Quarterly 5:1, 1960, págs. 47-65, explica en
términos generales cómo funcionaba realmente el sistema. Ernesto
Scháfer, El consejo real y suprem o de las In d ia s , 2 vols., Sevilla,
Escuela de Estudios H ispanoam ericanos, 1935-1947, proporciona
un rico material que incluye listas de los consejeros de Indias, virre
yes, capitanes generales, presidentes y ministros de audiencia has
ta el año 1700. La influencia de los consejeros con experiencia
americana está tratada en Mark A. Burkholder, “The Council of the
Indies in the late eighteenth century: a new perspective”, Híspanle
American Historical Review 56:3, 1976, págs. 404-423.
J. H. Parry, The sale o f p ublic office in the Spanish Iridies
under the H ahsburgs, Berkeley, U niversity of California Press,
1953, es una interesante discusión breve sobre el tema. Sus conclu
siones acerca del impacto de las ventas sobre la corrupción fueron
cuestionadas por John Leddy Phelan, The kingdom o f Quito in the
seventeenth century, Madison, Wis., University of Wisconsin Press,
1967. Francisco Tomás y Valiente, La venta de oficios en Indias
138 MARK A. BURKHOLDER
Pa u l G anster
In t r o d u c c ió n
141
142 PAUL GANSTER
L O S RKLIG IO SO S URBANOS
Los religiosos que vivían en las ciudades eran de diverso origen re
gional y social, y desempeñaban diversos papeles dentro de la igle
sia. Al mismo tiempo, eran diferentes de los otros individuos, y
disfrutaban de una identidad corporativa. El mundo español y ca
tólico estaba dividido en dos grupos de población: los clérigos y los
laicos. Como el estado clerical era considerado un ordenamiento di
vino. la distinción entre los hombres comunes y los de sotana era
de origen también divino y, por lo tanto, incuestionable. De allí en*
tonces que sea comprensible el considerable prestigio de que goza
ban todos los religiosos de la América española colonial.
La transición del orden mundano al divino estaba reglamenta
da por requisitos legales y prácticas universalmente aceptadas. Pa
ra los sacerdotes seglares, la tonsura marcaba el ingreso a la orden
clerical, en calidad de novicio, por un periodo de prueba. La tonsu
ra era una ceremonia sagrada en la que se cortaba el cabello del
aspirante de modo de dejar un círculo calvo en la parte superior de
la cabeza. Para el clero regular, el ingreso estaba marcado por la
incorporación a una comunidad religiosa dentro de la que se debía
vivir según las reglas de la orden y en obediencia a un superior.
En el momento en que un hombre ingresaba a la rama secular o
regular de la iglesia, se le exigía que vistiera las ropas adecuadas a
su nueva condición. Para los seglares, un hábito negro, largo hasta
los talones; para los regulares, más o menos lo mismo, pero con va
riaciones de color y detalles según las prácticas de las diversas órde
nes. Las autoridades civiles y eclesiásticas daban gran importancia a
esta exigencia, y durante todo el período colonial hicieron enormes
esfuerzos para que se cumpliera. La brecha entre el clero y los legos
era enorme, y los signos exteriores de esta diferencia eran considera
dos de extrema importancia. El Concilio de Trento declaró: “aunque
el hábito no hace al monje, es necesario que los eclesiásticos lleven
vestimenta adecuada a su estado, a fin de que manifiesten la hones
tidad interior de sus costumbres a través de la decencia exterior de
sus ropas”.2 Y era precisamente esta vestimenta especial la que ha
cia tan notorios a los religiosos entre las muchedumbres urbanas y
L as okdenrs sacras
del imperio, o ya a fines del periodo colonial, cuando hubo una rela
jación de las exigencias. Ocasionalmente un hombre de origen ile
gitimo recibía una dispensa eclesiástica y era ordenado. Pero por lo
común todas las exigencias eran escrupulosamente respetadas, so
bre todo en las ciudades importantes.
Para ser aceptado como sacerdote era necesario adquirir deter
minado nivel de educación, y en la práctica existió una tendencia
hacia los niveles educacionales cada vez más altos para los hom
bres que eran ordenados, lo cual se mantuvo durante todo el perío
do colonial. En Nueva España, los niveles educacionales de los
clérigos mejoraron desde fines del siglo xvi en adelante. El 23% de
los 95 sacerdotes de la arquidiócesis de México en 1569 tenía títu
los universitarios, principalmente grado de bachiller. Seis años des
pués, el número de sacerdotes de parroquia había aumentado a 115,
y el porcentaje de hombres con título universitario había crecido a
29%. Durante el mismo período, en la diócesis aledaña de Puebla se
observó una tendencia similar. Hacia el siglo xviii, la mayoría de los
hombres ordenados en Lima y México se habían graduado en algún
colegio y tenían título universitario. Algunos párrocos de estas dió
cesis solo habían obtenido el título de bachiller (el primero que otor
gaban las u n iv e rsid a d e s) o de lice n cia d o (grado p osterior al
anterior); pero la gran mayoría eran doctores en teología o en dere
cho civil y canónigo. En la aislada provincia de Yucatán, en la se
gunda mitad del siglo xvin, el nivel académico de los sacerdotes era
mucho más modesto. Un estudio de un grupo de 288 sacerdotes re
veló que 234 afirmaban haber estudiado filosofía, teología o artes,
pero solo 44 declararon haber obtenido un título de bachiller. Por lo
tanto, apenas una pequeña proporción de los sacerdotes de Yuca
tán tenía título de bachiller, y los que eran licenciados o doctores
eran escasísimos y residían habitualm ente en Mérida, la ciudad
m ás importante de la península.
Gran parte del período colonial responde a un modelo clara
mente definido. Los sacerdotes con mayor nivel educacional estaban
concentrados en las áreas urbanas, particularmente en las ciudades
más importantes de los virreinatos, como Lima y México. En las
ciudades de provincias y en las zonas rurales, el clero tenía un nivel
menor de educación formal. Esto es absolutamente lógico, porque
las ciudades importantes eran lugares más deseables para vivir y
trabajar. Así, la competencia por los puestos era más intensa y los
candidatos más calificados tenían, desde luego, mayores posibilida
152 PAUL GANSTER
O r íg e n es r eg io n al es del clero
O k ig k n s o c i a l \w. lo s r e lig io s o s
En la cima estaban los hom bres cuyos fam iliares inm ediatos tenían
títulos de nobleza; hacia abajo, se encontraban los hijos de antiguas
familias aristocráticas, m iem bros de las órdenes nobles y m ilitares,
burócratas de alto rango com o ju eces de audiencia o funcionarios
del tesoro, fun cionarios m unicipales (alcaldes y regidores), prom i
nentes com erciantes m ayoristas, m ineros, hacendados, m ilitares y
algunos profesionales. No hay evidencias de que alguno de estos clé
rigos proviniese de los niveles m ás bajos de los grupos urbanos m e
dios, como pequeños com erciantes, granjeros o mercaderes.
E] esta b lish m e n t criollo p rod u jo m iem b ros de ca p ítu lo que
eran socialm en te aptos para ocu p ar tales cargos de im portan cia
en la iglesia. L os m iem bros de capítu lo estaban presen tes en to
das las gran d es celeb ra cion es p ú b licas en las ciu dad es, ju n to con
los d irigen tes del gob iern o civil y otros im p orta n tes cu erpos cor
porativos, y con h om b res que eran recon ocid os sim p lem en te co
mo líderes socia les: los n ob les y los ca b alleros (m iem b ros de las
órdenes m ilitares). F u n era les, corrid as de toros en a lgu n a de las
plazas, fu n cion es tea tra les, recep ción de un nuevo virrey, d e sfi
les m ilitares, celeb ra ción del n acim ien to de un h ered ero al trono,
dedicación de una nueva iglesia: estos eran los even tos públicos
a que los m iem b ros de ca p ítu lo asistían , ju n to con sus pares so-
ci al es. Y m uch os de ellos estab an a costu m b ra d os a este tipo de
acon tecim ien tos d esd e la in fancia.
En gran m edida, los curas párrocos urbanos eran cortados por
la m ism a tijera que sus colegas de capítulo criollos, al m enos en las
principales ciu dades del im perio español. Las parroquias urbanas
eran beneficios m uy codiciados, tanto por su localización en las ciu
dades com o por el hecho de que constituían una vía hacia la con
quista de p osicion es más elevadas. La com peten cia por lograrlas
era intensa. M uch os de los sacerdotes que estaban estancados en
las parroquias rurales, sin em bargo, tenían un origen más modesto.
Pertenecían a fam ilias de pequeños com erciantes, profesionales de
bajo nivel, granjeros, funcionarios sin rango o artesanos prestigio
sos que habían podido educar a sus hijos pero nada más. Tam bién el
nivel educacional de estos hom bres era menor, y la m ovilidad labo
ral, restringida.
Los anteced en tes sociales de los clérigos seculares eran muy
sim ilares en las diócesis provinciales y en los centros urbanos, si
bien la estructura social provincial era una versión más lim itada
de la de las principales ciudades del im perio. En las ciudades pro
162 PAUL GANSTER
Pa u t a s de la c ar r er a ec le siá st ic a
aun mas. Un sacerdote hábil podía ingen iárselas para pasar varios
m eses viajando y un m es o dos aten dien do asuntos personales u r
gentes. D espués conseguía una licencia por cierta enferm edad cró
nica, que se prolongaba unos cu an tos m eses, y ello no obstaba para
que un concurso público para una cátedra en la universidad lo d e
m orase m ás tiem po. En con secu en cia, era frecuente que un sacer
dote rural pasara la m itad o m ás de su tiem po en la ciudad. Los
obispos y sus funcionarios luchaban con stantem ente contra este es
tado de cosas, pero aparentem ente sin éxito. Las fuerzas que arras
traban a los religiosos a las ciu da d es eran dem asiado p oderosas
para ser contenidas m ediante reglam en taciones y decretos.
Si bien el rum bo m ás com ún de la ca rrera eclesiástica era p a
sar de una p arroq u ia rural a una u rban a y después a un capítulo
de ca ted ra l, las varian tes estaban rela cion a d as directam en te con
la extracción social de) in d ivid u o en cuestión. Por lo general, el j o
ven p roceden te de una fam ilia colon ial im portan te obten ía su p ri
m era p a rroq u ia m uy p ron to, era rá p id a m en te prom ovido a una
parroquia u rb an a , ingresaba en el capítu lo con m enos edad y m ás
je ra rq u ía , y ascen día en los ra n gos de la catedral m ucho antes
que sus p ares de origen social m ás m odesto. O casion alm ente, un
religioso p asab a en form a d irecta de un pu esto urbano m en or al
capítu lo, sin exp erien cia p arroq u ia l a lgu n a: pero se trataba siem
pre de h ijos de fa m ilia s ex trem a d a m en te poderosas. O tros, que
disponían de recu rsos su ficien tes, viajaban a E spaña para hacer
carrera en la corte; 2 0 %■ de los m exican os colon iales se a seg u ra
ban sus n om b ra m ien tos en la corte, m ien tras que esa cifra d e s
cen d ía a la m itad en L im a. E ste era un lujo posible solo para
unos pocos clérigos. La vía m ás frecu en te para el clérigo de co n d i
ción m od esta pero cóm oda era el a prend iza je en la parroquia ru
ral y la len ta prom oción h asta llega r a la ciudad.
Entre las num erosas a ltern ativas posibles para el clero secu
lar, las m ás deseables eran el puesto de sacerdote de una parroquia
urbana o un cargo en un capítulo de catedral, es decir, una p reben
da. Es eviden te que solo un p equ eñ o porcentaje de los m iem bros
del clero secular que se ordenaban obtenía estas designaciones; po
siblem ente solo entre 5 y 10%. Dado que el porcentaje de clérigos
que tenían un beneficio o un puesto de capítulo era tan pequeño, es
natural preguntarse qué hacían los dem ás para ganarse la vida.
La m ayoría de las parroquias urbanas em pleaban a varios sa
cerdotes asistentes para adm inistrar los sacram entos a los feligre-
166 PAUL GANSTER
sos; el salario era pagado por el sacerdote que tenia el beneficio. Es
tos cargos, conocidos como tenientes de cura, constituían una valiosa
experiencia para un hombre que se iniciaba en la carrera eclesiásti
ca. Con frecuencia el puesto era una ayudantía por m uchos años,
m ientras que otras actividades com plem entaban los ingresos. El car-
go de teniente reportaba un ingreso m oderado y cierto prestigio en
los grandes centros urbanos; pero en las ciudades m enores, le alcan
zaba al clérigo para m antenerse en un nivel apenas por encim a de la
subsistencia. Otro cargo desem peñado por clérigos en las iglesias de
parroquia tjra el de sacristán, que era la persona que se ocupaba de
la atención del edificio. Este puesto tam bién proporcionaba un buen
pasar en las ciudades grandes, pero en las m enores era m odesto.
A sim ism o, había otras oportunidades de em pleo para clérigos
en las diversas ramas de la burocracia eclesiástica, particularm ente
en los centros urbanos que eran asiento del obispo o del arzobispo.
El sistem a tribunalicio de la iglesia en cada diócesis em pleaba un
n ú m ero con sid era b le de clé rig o s , a lg u n o s de tiem p o com p le to y
otros de m edio tiempo. Los principales tribunales — el ju zga do de
testam entos (corte de testam entaría), las capellanías y obras pías
(cortes de capellanías y fun dacion es de caridad) y el vicariato— te
nían m uchos ju eces, notarios, porteros, m ayordom os, m ensajeros y
otros funcionarios. Con frecuencia los ju eces eran m iem bros de ca p í
tulo, a veces eran curas párrocos y en ocasiones eran solo sacerdotes
con título y práctica en derecho civil y canónigo. La Inquisición te
nía una gam a sim ilar de cargos para clérigos, aunque tam bién em
pleaba a un elevado porcentaje de legos. Lo m ism o sucedía con el
ju zgado de la cruzada, organización encargada de la publicación y
venta de las bulas de la cruzada en cada diócesis del im perio e sp a
ñol en A m érica. Las cortes, tanto eclesiásticas com o civiles, prop or
cionaban gran cantidad de em pleos de m edio tiem po para clérigos
que adem ás fuesen abogados, y a quienes se les encom endaban ta
reas que iban desde gestionar dispensas m atrim oniales en las cor
tes hasta defender a clientes en ju icios civiles y crim inales.
Los ca p ítu los de ca ted ra l con taban con cierto n ú m ero de reli
giosos, a dem á s de los ca n ón ig os. C om o los ca p ítu los ten ían a su
cargo la im p ortan te ta rea de reco le cta r los d iezm os sobre la b ase
de los cu a les se con stru ían los ed ificios ecle siá stico s y de los que
el gobiern o civil d ep en d ía p a rcia lm e n te , ellos em p lea ba n a co n
tadores, tesoreros y re ca u d a d ore s. A lg u n a s d iócesis m an ten ían
su p rop ia estru ctu ra o rg a n iza tiv a p a ra r e c o le c ta r lo s d ie zm o s;
4. RELIGIOSOS 167
E s t il o s ü e v id a
Los estilos de vida de los religiosos urbanos eran tan diversos como
sus actividades económ icas. A lgunos vivían suntuosam ente, como los
nobles y los com erciantes ricos. Eran propietarios de m ansiones ur
banas (casas principales) ricam ente am uebladas y dotadas de capilla
4. RELIGIOSOS 171
catedrales tenían un ritual religioso diario que con cen tra ba las
en ergías de sus m iem bros. D ebe desta ca rse que en las ciu dades
colon ia les la m ayoría de las cerem on ias religiosas p ú b licas eran
tam bién eventos sociales. Ellas daban oportunidad de altern ar con
todos los grupos sociales, y los individu os con preten sion es socia
les solían h a cer gala de su estatu s exh ibien do rop as co stosa s y
ocupando los m ejores lu gares, cerca del virrey, el arzobispo y otros
person ajes im portantes. En estos a con tecim ien tos se entablaban
am istades, se ponían en eviden cia nuevas relaciones y se ve n tila
ban antiguas enem istades. En las actividades religiosas los cléri
gos desem peñ aban el papel principal, pero tam bién se hacían ver
en otras ocasiones, tan to colectiva com o in d ividu alm en te. Desde
luego, los clérigos regu lares estaban m ás lim itados en cu an to a la
clase de diversiones en las que podían participar.
A m enudo los religiosos participaban en los paseos nocturnos de
los residentes urbanos, que se reunían en las plazas públicas o transi
taban a lo largo de calles arboladas, por ejemplo la alam eda de Lima,
p»ra ver y hacerse ver, para charlar e intercam biar chism es. Asistían
a 1 teatro, a las corridas de toros y a las polém icas en las universida
des. Visitaban amigos por la m añana, para com partir una taza de
chocolate, o por la tarde, para com entar las novedades del día. Asis-
tíar, a excursiones y paseos cam pestres. Y tam bién com partían las
debilidades de los hom bres com unes, bebiendo, jugando y alternando
con mujeres de dudosa reputación.
Los religiosos, tanto los seculares com o los regulares, estaban
separados del resto de la gente, en las ciudades coloniales, por su es
tatus eclesiástico de m andato divino. Pero, al mismo tiem po, la igle
sia no fue im puesta a una población reacia, sino que form aba parte
del tejido social. Los religiosos vinculados a las órdenes estaban de
algún modo limitados en sus actividades por sus votos, pero los secu*
lares participaban plenam ente de la agitación de la vida urbana.
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
origins and career p attem s o f the upper levéis of the secular clergy
in eightoent.h-cent.ury Perú and M éxico'', Proceedings of the Ameri
can Histórica! A ssociation, Ann A rb or, U n iv e r s ity M icro film s.
1978; “C ristóbal Béquer, Wayvvard P reben d”, en: G ary N ash y D a
vid S w eet icom p s.), St.ruggle and survical in Colonial America,
Berkeley, U niversity of California Press, 1981 y “La fam ilia Góm ez
de C ervantes: sociedad y fam ilia en M éxico colon ial”, Historia M e
xicana 1 2 2 , 1981, págs. 197-232, John E dw ard K icza, “ B usiness
and Society in Late C olonial M éxico C ity” , tesis de doctorado , UC LA ,
1979, incluye m aterial muy útil sobre el alcance de las actividades
com erciales de los clérigos seglares a fines de la época colonial en
la ciudad de M éxico. Tam bién se puede con su ltar inform ación acce
soria sobre el papel de los clérigos en las élites fam iliares en John
Mark Tutino, “C reóle M éxico: spanish elites, h acien das and indian
towns, 1750-1810” , tesis de doctorado, U niversity o f Texas, 1976.
A sim ism o, es convenien te consultar para este período el trabajo de
Susan M igden Socolow, The merchants of Buenos Aires, 1778-1810:
family and commerce, C am bridge, C am b rid ge U n iversity Press,
1978, N. M. Farriss, Crown and clergy in colonial México, 1759-
1821: the crisis of ecclesiastical privilege, L on d res, T h e A th lon e
Press, 1968, trata los tardíos esfuerzos de la corona en la era colo
nial por establecer un m ayor control sobre el clero secular. El tra
bajo de M ichael Joseph Fallón, “The secu lar clergy in the Diocese
o f Yucatán, 1750-1800” , tesis de doctorado, C atholic U niversity o f
A m erica, 1979, es un m inucioso estudio de los seglares en la p enín
sula de Y ucatán. M a rta E sp ejo-P on ce H un t, “ C o lo n ia l Y ucatán:
town and región in the seventeenth cen tu ry”, tesis de doctorado,
u c l a , 1974, ofrece un interesante m aterial sobre la iglesia y la so
ciedad. C onsúltese tam bién Peter M arzahl, Town in the empire: go-
vernment, politics and society in seventeenth-century Popayán,
Austin, Tex., U niversity of Texas Press, 1978. Jorge Juan y A ntonio
de U lloa, Noticias secretas de Arnérica, B u enos A ires, E dicion es
M ar O céano, 1953, presenta un inform e crítico y bien docum entado
sobre los clérigos seglares y regulares en Q uito y Perú en la p rim e
ra m itad del siglo xviii. Una versión inglesa, abreviada, de esta últi
ma obra es la de John J. TePaske (com p.), Discourse and political
reflections on the kingdoms of Perú , N orm an, O kla., U niversity o f
Oklahom a Press, 1978.
5. RELIGIOSAS
A su n c ió n L avr in
IN T R O D U C C I O N
175
176 ASUNCIÓN LAVRIN
colonias durante los siglos xvi y xvu, y ello explica el florecim iento
de la vida conventual para h om bres y para m ujeres y la fuerte es
piritu alidad característica de la época.
P ara las m ujeres la vida religiosa significaba el en clau stra-
m iento, un com pleto retiro físico del m undo. Esto era lo opuesto a
los objetivos de la m ayoría de las órdenes m asculinas, que se m ovi
lizaban en procura de conquistas espirituales. Sin em bargo, el en
cierro no aislaba a estas m ujeres de su m undo ni de su tiem po; por
el contrario, las ayudaba a definirse m ejor como grupo, quizás un
grupo de presencia esqu iva, pero con un carácter fuerte y distinto
dentro de la sociedad colonial. El nexo con la com un idad circu n
dante se establecía a través de los benefactores que sostenían los
con ventos; de las vinculacion es sociales de las m onjas; de sus rela
ciones con las autoridades eclesiásticas; de los intereses econ óm i
cos de los conventos com o instituciones, y de la función intelectual
que desem peñaban en las ciudades coloniales.
F u n d a c ió n y patronazgo
tenc-T una buena situación económ ica, ponían sus ojos en los c o n
ventos com o lugares deseables para refu giarse o retirarse de un
m undo en el que no podían com petir con éxito. La im portancia do
los m atrim on ios “ig u a les” a um entó a m edida que las diferencias
entre ricos y pobres, blancos y no blancos, se acentuaban. Retirarse
a un convento se convertía, entonces, en una buena alternativa pa
ra doncellas “nobles pero p obres” , que no podían casarse bien o que
habían quedado en la condición de h u érfan as sin recursos. Rara
vez hay observaciones explícitas acerca de las alternativas sociales,
y las pocas alusiones directas a la vida conventual com o una alter
nativa al m atrim onio solo se encuentran en docum entos del siglo
xvni. El gobernador de B uenos A ires, por ejem plo, en una petición
que apoyaba la fundación del convento de Santa C atalina de Sena,
m encionaba los exorbitantes costos del m atrim onio para los “ ciu da
danos h on estos”. En toda la A m érica Latina colonial se hicieron
siem pre com entarios am bigu os acerca de la situación de desp rotec
ción de m ujeres “de ca lid ad ” que no debían caer por debajo de sus
condición social.
La educación de niñas com o uno de los fines de la fundación
de conventos se m encionaba con m en or frecuen cia que lo que sería
de esperar, con siderando el hech o de que m uchas niñas eran colo
cadas en conventos con ese propósito específico. Solo cuando se es
tablecieron los. con ventos de La E n señan za, en el siglo xvni, la
educación se convirtió en p reocu p a ción dom inante de algu n os fu n
dadores y patrocinadores.
Pero los conventos no se fundaban exclusivam ente para satisfa
cer las necesidades espirituales, educacionales o socioeconóm icas de
las m ujeres que a ellos ingresaban. Respondían también a percepcio
nes individuales y urbanas de prosperidad, y a la idea de que eran
un reflejo de la gloria de Dios. Indudablem ente, existía una relación
entre la riqueza privada, el bienestar de la zona o de la ciudad en su
conjunto, la localización geográfica de los conventos ya existentes, y
el tam año de la población de estas instituciones. A m edida que las
ciudades crecían, y aum entaba el núm ero potencial de patronos ricos,
se argum entaba que había suficientes vecinos como para m antener
determ inado número de conventos a través de donaciones directas o
de la caridad diaria, menos visible pero igualmente importante. La ri
queza de la zona en productos m ineros o agrícolas era un elemento
clave en la m ayoría de las peticiones, ya que era necesario presentar
pruebas de las posibilidades que tenía la región de m antener una o
180 ASUNCIÓN LAVRIN
por las funcion es sociales que cum plían com o por los objetivos reli
giosos que perseguían. Los patrocinadores lograban un gran prestigio
social al sostener un convento, y este era un incentivo importante, en
una sociedad en la que se daba m ucha im portancia a la posición so
cial. Los patrocinadores obtenían de los conventos ciertos privilegios,
entre ellos, que se dijeran misas por sus almas y las de sus familias,
se los enterrara en el cem enterio del convento y se les reconociera el
derecho de que alguna de sus parientas pudiera ingresar sin dote.
Por otra parte, en m u chas fu n d a cion es de conventos estaba
presente un elem ento de orgullo cívico, dado que m uchos p atroci
n adores querían m ejorar y en gran d ecer las ciudades o localidades
en que residían con la presencia de un convento. La mayoría de los
conventos fundados en Nueva España en el siglo xvm estaban situa
dos fuera de la ciudad de M éxico, a veces en poblaciones relativam en
te pequeñas. Por ejemplo, M anual Tom ás de la Canal, un caballero
de C alatrava que h abía hecho fortuna en los negocios, patrocinó la
fundación de un convento capuchino en su ciudad de San M iguel el
Grande. M urió en 1749, antes de obtener la aprobación real. C u a
tro años después, una de sus h ijas procedió a fundarlo y, una vez
tem inados los trabajos, profesó en él.
La ca n tida d de dinero n ecesa ria para fu n d a r un con vento o
m antenerlo era con siderable. El capitán D iego del C astillo donó
80 000 pesos en 1686 para m antener el convento de Santa Isabel
en la ciudad de M éxico. En la m ism a década, el capitán Esteban M o
lina M osquera y su esposa M anuela de la Barrera donaron 400 0 0 0
pesos a ias carm elitas de Santa Teresa la Antigua en la misma ciu
dad. Su única hija, monja en ese convento, gastó el resto de la fortu
na fam iliar en fundar otro convento, el de Santa Teresa la N ueva, 15
años m ás tarde. Otras familias se dedicaron a la construcción o res
tauración de conventos, gastando significativas sumas de dinero en
beneficio de la religión y la posición social. Entre 1613 y 1628, dos ra
mas de la fam ilia Tejeda, en la ciudad de Córdoba, fundaron dos con
ventos: Santa Catalina y las Carm elitas de San José. Doña Leonor de
Tejeda, hija de ur.o de los prim eros colonizadores, donó todos sus b ie
nes para fundar Santa Catalina. Juan de Tejeda entregó sus casas y
12 esclavos. A lo largo del tiempo, dos de sus hijas, su viuda y tres
nietas profesaron en el convento. El obispo Fernando Arias y Ugarte
fundó Santa C lara en Santa Fe de Bogotá en 1625, para su herm ana
y sus sobrinas. No existen evidencias de que se ejerciera coacción so
bre estas mujeres. Los conventos patrocinados por algunas familias
182 ASUNCIÓN LAVRIN
L o c a l iz a c ió n y v id a c o n v e n t u a l
D entro de las ciu dad es los con ventos solían estar situ ados lo más
cerca posible de la p laza central, en buen os terren os de la zona es
5. RELIGIOSAS 185
CR EG IM IEN TO NUMERICO
Er. M E D IO SO CI AL
gTan inclinación a hacerse monjas, y pocas de fam ilia con título nobi
liario tomaban el velo. Debe señalarse, sin em bargo, que en la A m é
rica española los títulos de nobleza com enzaron a aum entar solo a
partir de la segunda m itad del siglo x v íi, cuando la población de los
conventos disminuía. Adem ás, los votos de castidad y la renuncia a
las posesiones terrenales implícita en la profesión, si bien no se respe
taban estrictamente, impedían la transm isión de la riqueza dentro de
las redes fam iliares de las élites. Aun cuando las m onjas no renuncia
ran a su parte de la herencia, la usaban para beneficiar al convento y
no a su familia. Por lo tanto, las m ujeres de fam ilia noble no eran es
tim uladas a tom ar los hábitos. Pese a ello, algunas lo hacían. La hija
menor del marqués de San Miguel de A guayo, M aría Ignacia A zlor y
Echevers, profesó en la Orden de M aría y fue la fundadora del con
vento de La Enseñanza en la ciudad de M éxico. La m arquesa de Sel-
vanevada, viuda, se retiró a la vida conventual y fundó el convento
carm elita de Querétaro.
El siguiente escalón descendente en el orden social, el de los
m iem bros de la burocracia, los com erciantes ricos y los terratenien
tes, proporcionó un im portante núm ero de m onjas durante el período
colonial. En el siglo XVI, los conceptos de jerarqu ía social no estaban
com pletam ente cristalizados. A lgunas descendientes em pobrecidas
de conquistadores y colonizadores accedieron a los conventos a ca u
sa de sus dificultades económ icas, si bien se las consideraba m iem
bros de la élite social. Ciertos conventos, fundados en ese siglo para
brindar refugio a m ujeres blancas pobres, llegaron rápidam ente a
ser asociados con las “m ejores” fam ilias. Los conventos de Santa C a
talina y de Santa Clara en Quito, por ejemplo, se hicieron muy popu
lares entre los m iem bros de los estratos m ás elevados de la sociedad.
Santa Catalina fue fundado por la sobrina de Juan M artínez Siliceo,
arzobispo de Toledo, la diócesis más rica de España. Inm ediatam ente
atrajo a parientes de burócratas y conquistadores, e incluso a una
descendiente de C ristóbal Colón.
D urante todo el período colonial, las hijas de m iem bros de las
órdenes m ilitares, capitanes, concejales y gobernadores, se destacan
en los registros de las profesiones en conventos. Pero la m ayoría de
las m ujeres enum eradas en estos registros aparecen sim plem ente
com o hijas de cierto don o de cierta doña. Debido a que estos apela
tivos perdieron gran parte de su significado social con el tiem po, es
difícil establecer el nivel social de la fam ilia. No obstante, uno de los
pocos estudios de los antecedentes socioeconóm icos de m onjas con
5. RELIGIOSAS 193
votos, las del convento de Santa Clara en Q uerétaro, indica que solo
10% de ellas era de fam ilia pobre. La com binación de selectividad
social y étnica, el prestigio vinculado a las relaciones de la fam ilia
con la iglesia y el creciente poder económ ico de los conventos d es
pués de la segunda m itad del siglo xvii les dio a estas instituciones
un nivel social que beneficiaba a sus m iem bros.
A poyo e c o n ó m ic o
L a v id a r e lig io s a
Por cierto, no solo los intereses econ óm icos vin cu laban a las m onjas
con el m undo, tam bién' lo hacían sus asuntos religiosos. Pese a la
habitual sum isión de las m onjas a sus superiores, con secu en cia de
su voto de obediencia, en ocasiones estallaban con fron tacion es en
tre las m onjas y sus prelados, creando situ acion es de tensión y dis
gusto no solo dentro de) convento sino tam bién de la ciudad misma.
Uno de los conflictos m ás prolongados en tre un prelado y su rebaño
tuvo lugar en el con v en to cap u ch in o de B uenos A ires, donde un
grupo de m on jas se rebeló contra su obispo, alegando que este p er
m itía el ingreso al con vento, com o m onjas, a m ujeres m estizas. El
obispo se vio obligado a su spen der las eleccion es y dejar de adm itir
novicias durante 17 años, para evitar la continuación de los desór
denes internos, que habían trascendido los m uros de la institución.
El disenso em pezó en 1768 y solo d espu és de la m uerte del líder re
belde, en 1787, el convento volvió a la norm alidad. Ni el obispo,
M anuel A nton io de la Torre, ni su su cesor pudieron, durante este
lapso, poner orden en la casa religiosa.
La conocida rivalidad entre la iglesia secular y la regular, es
pecialm ente en el siglo xvii, involucró tanto a los con ventos com o a
m iem bros del cabildo y la audiencia. A dvertidas de la lucha por el
poder entre los fra iles y el clero, algunas m onjas trataron de resol
ver los p roblem as internos de sus institu cion es apelando a m iem
bros de los partidos opositores, lo que d esen cad en aba verdaderas
guerras de intereses en su localidad. Tam poco dejaron de com pro
m eterse los parien tes de las religiosas, otras institu cion es y hasta
el gobierno real. Por lo general, m ientras los m iem bros de la iglesia
regular y seglar disputaban por el control de los con ven tos, las nor
m as se relajaban en estos. En lugar de la tranquila devoción que,
se suponía, debía im perar en estas casas de retiro, entre sus muros
se desarrollaban en fren tam ien tos que, a vivad os por la p a rticip a
5. RELIGIOSAS 199
La d im e n s ió n cultural
Otra dim ensión im portan te del papel desem peñado por las m onjas
y los conventos en el contexto urbano de la A m érica españ ola es su
influencia sobre la cultura colonial. Entre los m uros de los con v en
tos se gestaron im portan tes corrien tes cu ltu rales, sosten id as por
los únicos grupos de m ujeres educadas que había en las ciudades
coloniales. E spaña h abía dedicado cierta atención a la educación de
las m ujeres durante los últim os años del siglo xv y com ien zos del
xvi, pero en la época en que em pezaron a desarrollarse los centros
urbanos del N uevo M undo, d icha tendencia se estaba debilitando
5. RELIGIOSAS 201
algo criticadas por sus superiores, logró llevar una vida cuidadosa
mente equilibrada entre el m undo exterior y el de los claustros.
Sin em bargo, el desafio de la teología llevó a sor Juana por un
cam ino que culm inaría en la crisis final de su vida. M olesta por una
interpretación am pulosa y pedante de los sacrificios de Cristo hecha
por el jesuita y teólogo portugués A ntonio Vieira, sor Juana acom etió
la tarea de refutar tales argum entos con los suyos, que m ás tarde
fueron considerados poco ortodoxos para las pautas establecidas por
la iglesia. Su refutación fue publicada por el obispo de Puebla, M a
nuel Fernández de Santa Cruz, bajo el título de Carta atenagórica.
Sí bien se ha afirm ado que el obispo era un adm irador de sor Juana
y que deseaba engrandecer su im agen com o escritora religiosa, en
una carta posterior dirigida a ella el obispo, con un seudónim o reli
gioso, le reprochó no dedicar m ás tiem po a los escritos religiosos y a
los deberes de su estado. La respuesta de sor Juana al obispo Fer
nández de Santa Cruz, Respuesta a sor Filotea de la Cruz, es un tour
de forcé en la literatura de la A m érica española. Es, asim ism o, un
m agnífico ensayo autobiográfico en el que sor Juana explica sus im
pulsos m ás íntim os y defiende el derecho de las m ujeres a h acer uso
de su capacidad intelectual, cuestionando así m uchas de las restric
ciones de la iglesia a las actividades fem eninas.
La Respuesta... fu e el canto del cisne de sor Juana. En 1691
sufrió una crisis religiosa tan difícil de explicar com o su in greso al
convento. Se deshizo de la m ayoría de sus libros, llam ó a su con fe
sor jesu ita de m uchos años, A n ton io N úñez, y dedicó sus ú ltim os
años a una vida de plegaria y penitencia. M u rió en 1695, durante
una epidem ia que asoló a la ciu dad de M éxico. La am plitud de sus
in tereses, la ca lid ad de su p rod u cción lite ra ria y el d e sa fío que
planteó a la sociedad del siglo XVtt h icieron de esta m onja una figu
ra singular y m em orable.
O t h a s in s t it u c io n e s par a m u j e r e s
El poderoso ejem plo dado por los conventos com o instituciones esp e
cia lm en te a d ecu a d as p ara sa tisfa cer las n ecesid a d es de algu n as
m ujeres, im pu lsó el establecim iento de otros tipos de organizaciones
para la protección de las m u jeres, basadas en principios sim ilares a
los de los con ventos. E stas in stitu cion es requ erían tam bién vivir
dentro de un en torno físico cerrado y dedicarse a prácticas religio
5. RELIGIOSAS 205
CONCLUSION
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
C hrlston A r c h e r
In t r o d u c c ió n
215
216 CHRISTON ARCHER
L O S M IL IT AR ES A N T E S DE LA ERA DE i A S RKFORNÍAS
L a s m il ic ia s u r b a n a s
E l e je r c it o regular
L a s m il ic ia s p r o v in c ia l e s
aquel hombre que más rechaza a los soldados exige ayuda cuando
se ve rodeado por ladrones”.4
En Nueva España más que en cualquier otra provincia, los
cabildos adquirieron un poder considerable sobre el proceso de
selección para las comisiones de milicia. Si bien los candidatos ofi
ciales tenían que ser aprobados por el comando del ejército y la
corona, las condiciones económicas hacían que, en general, solo los
residentes más ricos solicitaran el comando de regimientos y las
altas graduaciones. Los futuros comandantes de milicia tenían que
donar grandes sumas de dinero para comprar uniformes, armas y
hasta, en caso necesario, caballos para sus unidades. Como se Ies
negaba la oportunidad de ocupar cargos en otras jurisdicciones, los
criollos ricos, ya fuesen mineros, comerciantes o terratenientes,
comprendieron las derivaciones sociales que para ellos tenía el
hecho de mantener comisiones de milicia. Para los patricios urba
nos era una manera de conseguir un reconocimiento inmediato y
aumentar su estatus. En muchas ciudades, competían en sus ofre
cimientos de donaciones para obtener el comando de un batallón o
un regimiento y el rango de coronel o teniente coronel. A cambio de
su dinero recibían encargos reales, atractivos uniformes y todos los
privilegios del fuero militar.
Esto no quiere decir que los sectores de élite concordaran com
pletamente en que una mayor presencia militar era un hecho posi
tivo para sus ciudades, o estuvieran de acuerdo sobre la manera de
otorgar la nueva fuente de patronazgo. Como sería de esperar, los
miembros de los cabildos se beneficiaban primero a sí mismos y
después a sus parientes y amigos, antes de darles a otros la oportu
nidad de una comisión. En Guayaquil, por ejemplo, la gran mayo
ría de los oficiales de milicia estaban directamente relacionados
con hombres que eran o habían sido miembros del cabildo. Había
una íntima vinculación entre los gobernantes urbanos y las perso
nas que tenían las comisiones de milicia. En muchas otras ciuda
des, sin embargo, los magnates urbanos no estaban convencidos de
que los beneficios para un segmento de las élites justificasen el cos
to que significaban para otros sectores. Se quejaban de que la juris
dicción militar amenazaba a las autoridades legales existentes al
4 “Nueva idea para formar Cuerpos Provinciales en el Reino.. ", ¡mr Manuel
Antonio d e Mora, 25 d e mayo de 1784, a c \ : k ;, vol. 14.
236 CHRISTON ARCHER
to. Aunque los miembros del cabildo donaron 100 pesos cada uno, las
suscripciones voluntarias no se completaron. En vez de producir un
fondo de 170 000 pesos, solo se recaudaron 11 496 pesos. Los oficia
les y los políticos se sintieron muy confundidos cuando el rey escribió
para agradecer a la ciudad capital por su lealtad y devoción a la cau
sa imperial española. El virrey Branciforte decidió hacer que el teso
ro real sustentase al regimiento movilizado, a fin de no presionar
más al cabildo y a la opinión pública. La corona aceptó la responsabi
lidad y al mismo tiempo reafirmó los derechos del cabildo de la ciu
dad de México a proponer candidatos para las comisiones de milicia.
La confusión sobre el papel de los cabildos en la selección de ofi
ciales y en el mantenimiento de las milicias siguió sin resolverse. En
Nueva España, el virrey Branciforte invirtió la política de Revillagi-
gedo para aprovechar el deseo de reconocimiento de los criollos. En
vez de cuestionar los derechos de los cabildos, Branciforte los estimu
ló a reclutar nuevas unidades. Ofreció comisiones de milicia y el fuero
militar a cambio de donaciones para armar y equipar a los nuevos
batallones y regimientos. Mientras algunas ciudades como Oaxaca
seguían resistiéndose a la intromisión de la jurisdicción militar, otras
se las arreglaron para utilizar patrullas de milicia policial y obtener
ventaja de la presencia del ejército. El enfoque de Branciforte recono
cía a las élites urbanas así como la capacidad de los cabildos para
generar apoyo para las milicias.
Los cabildos de otras provincias de la América española no ejer
cían los mismos poderes de nombramiento dentro de la estructura de
la milicia. Los oficiales del ejército regular que eran trasladados a
Nueva España expresaban sorpresa y desagrado al enterarse de que
había civiles que tenían injerencia en los asuntos militares. Félix
Calleja, la nueva estrella del ejército mexicano, sostuvo en numerosas
ocasiones que los grupos de comerciantes que hacían política degra
darían el honor militar. A pesar de este punto de vista, la corona y
muchos otros administradores de rango de Nueva España reconocían
los vínculos fundamentales entre los cabildos y las milicias.
>u decisión de donar 100 pesos por mes cuando la milicia estuviese
en actividad y su ofrecimiento de uniformar y equipar a seis solda
dos, el cabildo lo había pasado por alto. Acusó al gobierno munici
pal de seleccionar hombres sin “condiciones ni experiencia” y de
obrar maliciosamente al preferir a aquellos que disfrutaban de
vinculaciones especiales. Otros escribían cartas confidenciales al
virrey, condenando a los revoltosos del cabildo que fomentaban “el
mortal rencor y las hostilidades”, o pertenecían a facciones que tra
bajaban en su propio beneficio. Las cartas anónimas eran aun más
críticas, y hacían ataques personales tanto a los concejales como a
los individuos seleccionados para las comisiones. En un caso, un
remitente anónimo atacó al cabildo de León, cerca de Guanajuato,
por haber propuesto a Manuel García Parra, que se ganaba la vida
vendiendo mescal y estaba casado con una mulata muy conocida
por sus “tendencias indecorosas”.
Evidentemente, ia posesión de un grado militar permitía a los
caballeros urbanos darse aires de importancia y, en ocasiones, hacer
gala de sus fueros ante condestables y magistrados, si eran sorpren
didos jugando o asistiendo a alguna riña de gallos. Aunque los hom
bres verdaderamente ricos obtenían escasos beneficios económicos
por hacerse cargo de puestos de comando en las milicias, los privile
gios adicionales, el estatus y el reconocimiento dentro de sus ciudades
y provincias eran razones más que suficientes para que aceptaran
esos cargos. Los capitanes y tenientes eran con frecuencia comercian
tes, tenderos y propietarios de recursos bastante modestos, que dese
aban obtener mayor prestigio y mejor posición social. En Oaxaca, el
intendente, Antonio de Mora y Peysal, se quejaba de que muchos de
los oficiales de la milicia vestían sus uniformes y lucían sus insig
nias incluso cuando estaban fuera de servicio. A algunos se los
podía ver uniformados en sus negocios, los días de semana, vigilan
do las transacciones comerciales. En ciertas unidades, los oficiales
de milicia luchaban entre ellos por excluir a colegas que no eran
considerados socialmente aceptables. La más leve duda sobre la
limpieza de sangre (pureza de sangre) de la esposa de un oficial era
causa suficiente para suscitar murmuraciones y pequeños ataques
destinados a obligar a la víctima a abandonar la milicia. Hasta el
rumor mas ridículo e injustificado corría por las ciudades provincia
les generando tensiones y disgustos.
Para los residentes urbanos, las ventajas del servicio militar
no eran en absoluto evidentes. A diferencia de los soldados de! regi
246 CHRISTON ARCHER
que les pidieron para fumar. El mismo día, en Paseo Nuevof donde
Manuel Fletes estaba cambiando los caños de la fuente, los soldados
del regimiento de Zamora se enfurecieron porque no quiso obedecer
sus instrucciones acerca de cómo hacer su trabajo, y le propinaron
una golpiza con sus sables. Más tarde, en el Paseo de la Viga, los
mismos sujetos arrancaron tablones de las cercas y los usaron para
golpear a los transeúntes y para interrumpir el tránsito.
CONCÍXKSiüNKS
Ly m a n J o h n so n
L O S A N T E C E D E N T E S EU R O PEO S
255
‘256 LYMAN JOHNSON
El p e r i o d o dk l a c o n q u i s t a
1 James Lockhail, The raen o f Cajamarca: a soci-al and bingraphical sludy o f the
first conquerors o f Perú, Austin, Tex,, University of Texas Press, 1972, págs. 373-374.
260 LYMANJOHNSON
G rk m io s y c o f r a d ía s
que ese sistema, con todo su rigor y su elevado costo, siguiera siendo
una característica fundamental de la vida de los artesanos.
La perduración de estas dos características de la tradición
artesanal —aprendizaje y sistema de exámenes— ejemplifica muy
bien las importantes diferencias sociales existentes entre la manu
factura artesanal y la industrial. A diferencia de los obreros indus
triales modernos, los artesanos coloniales vivían y trabajaban en
un mundo donde el prestigio y el estatus eran, principalmente,
resultado del reconocimiento de la capacidad y no de los ingresos.
Los artesanos de cada oficio conocían a fondo las técnicas y las
habilidades de sus pares. De hecho, casi todos ellos podían identifi
car fácilmente al fabricante de un producto. Esto no significa que
los artesanos coloniales fueran indiferentes al éxito material y la
riqueza. La historia de la clase artesana está llena de ejemplos de
individuos inteligentes y hábiles que llegaron a hacerse bastante
ricos. No obstante, la competencia en el oficio seguía siendo la
medida central del valor de un hombre dentro del más significativo
grupo de referencia social, el oficio mismo. Por lo tanto, los artesa
nos se esforzaron mucho por alcanzar las pautas tradicionales de
calidad desarrolladas en Europa, pese a la ausencia, en muchos
casos, de reglamentaciones legales.
El mercado colonial de pequeña escala, fruto principalmente
de la gran desigualdad de los ingresos, reforzaba estas tenden
cias de base cultural. Sobre todo en el siglo xvi, los artesanos urba
nos de América Latina atendían las necesidades de un pequeño
número de europeos y de una población también pequeña, pero en
aumento, de indios europeizados, mestizos y negros. Aunque el
tamaño del mercado colonial aumentó sustancialmente durante el
período colonial, los artesanos manufactureros de la región no tení
an prácticamente acceso a los mercados masivos, que son un requi
sito previo indispensable para la especialización de tareas y para
las economías de escala vinculadas al sistema fabril. La producción
en pequeña escala para mercados básicamente no elásticos era un
medio económico ideal para el desarrollo y el mantenimiento de la
producción artesanal, ya que el maestro que trabajaba con herra-
mientas manuales podía virtualmente realizar solo todo el proceso
de la producción. Aunque los maestros solían tomar aprendices y
contratar oficiales, el maestro artesano veía en su talento, y no en
su capital, habilidad organizativa o dotes empresariales, su princi
pal recurso y su mayor crédito.
7. ARTESANOS 265
R l Q U K Z A Y POSICIO N S O C IA L
L a c u e s t i ó n h a c ia l
cales que rodeaban esta cuenca y en regiones con una población indí
gena menor y menos urbanizada, como América del Sur y Brasil, las
economías urbanas coloniales llegaron a depender del trabajo de los
esclavos negros. Los esclavos africanos, sus descendientes nacidos en
América y la población mestiza de ascendencia africana (los mula
tos) estaban específicamente excluidos de las protecciones legales
contra la discriminación concedidas a los indios. En consecuencia,
prácticamente todas las reglamentaciones de gremios redactadas en
la América Latina colonial contenían cláusulas discriminatorias que
marginaban completamente a los negros de la participación en el ofi
cio, o bien los reducían al desempeño de actividades de menor nivel.
Aun en aquellos gremios en que los negros eran admitidos libremen
te, los artesanos negros estaban sujetos a una amplia gama de exi
gencias hum illantes que los segregaban de las reuniones, los
colocaban al final de las procesiones y desfiles y hasta los excluían de
las cofradías. Estas formas de discriminación estaban muy arraiga
das en las actitudes raciales más comunes de la población europea
de la América Latina colonial, y eran sostenidas por ventajas econó
micas concT-etas que derivaban de la restricción impuesta a la com
petencia negra en el mercado.
Además de las ventajas económicas vinculadas a la eliminación
de la posible competencia de los artesanos negros y la fijación de
precios elevados para sus propios productos, los artesanos blancos
trataban también de lograr beneficios menos tangibles, como una
elevación de su posición social, manteniendo un claro vínculo racial
y cultural entre ellos y los grupos exclusivamente europeos que con
trolaban la sociedad colonial política y económicamente. Los artesa
nos blancos inmigrantes percibían correctamente que la integración
racial irrestricta de sus organizaciones sociales y económicas lleva
ría a una generalizada disminución del estatus social de todos los
artesanos, ya que la élite de la sociedad daría por sentado que un
trabajo que podía ser realizado por razas presuntamente inferiores
era también indigno de consideración. En las prósperas ciudades de
la América Latina de los siglos xvi y xvn i donde la jerarquía social
era fundamentalmente un resultado de la conquista y del trafico de
esclavos, las categorías raciales se convirtieron en mecanismos de
asignación de estatus social. Los artesanos europeos, muchos de los
cuales eran bastante pobres, defendían a los gremios y cofradías
segregados, considerando que esta era la mejor manera de proteger
su propio estatus como participantes plenos de la vida urbana.
270 LYMAN JOHNSON
2 Froderick Bowser, The nfricnn slavr in colonial Ppru: 1524-1 fíñO, Stanford,
Stanford University Press, 1974, págs. 127, 129-130.
272 LYMANJOHNSON
A ktksan o s esclavos
B r a s il
L a s m u .jk k k s k n l o s o k i c i o s a r t k s a n a l i c s
L O S C A M B IO S SO C IA L E S Y E C O N Ó M IC O S EN EL SIG L O XVIII
una de l as c i u d a d e s e c o n ó m i c a m e n t e m á s e x p a n s i v a s del p e r í o d o
col oni al tardío, los j o r n a l e s de los a l b a ñ i l e s y de los c a r p i nt e r o s no
m a n t u v i e r o n el n i ve l del a u m e n t o de los costos de la c o m i d a y el
a l o j a mi e n t o . E n cons e cuenci a, ios ar t e s a no s , i ncl ui dos los of i ci al es
de m e d i a n a edad, v i v í a n en h a b i t a c i o n e s mo d e s t a s , má s pa r e ci d a s a
b a r rac as , o en v i v i e n d a s p r o v i s o r i a s d o n d e t a mb i é n t r a ba j a b a n . Los
sal ar i os r e l a t i v a m e n t e baj os y las condi c i one s de i n e s t a b i l i d a d en el
t r a ba j o af ect ar on, p o r o t r a pa r t e , l as p a u t a s m a t r i m o n i a l e s y f a m i
l i ar es t r ad i c i o n al e s . M u c h o s a r t e s a n o s p o s t e r g a b a n el c a s a m i e n t o
h a s t a cerca de los 30 años de e da d, y al g unos s i m p l e m e n t e p e r m a
necían solteros. O t r a r e s p u e s t a g e n e r a l i z a d a a l a es cas e z de o p o r t u
n i d a d e s de p r o g r e s o f ue la m i g r a c i ó n . D u r a n t e el p e r í od o col onial
m u c h o s a r t e s a n o s , t a n t o c a s a d o s c o m o s o l t e r o s , se t r a s l a d a b a n
c o n s t a n t e m e n t e de u n a c i udad a otr a, en busca de pos i b i l i da d es y
c o ndi ci ones de t r ab a j o m á s f av o r a b l e s . E v i d e n t e m e n t e , la m o v i l i d a d
g e o g r á f i c a de ia m a n o de o br a a r t e s a n a socavó los v í nc ul os de cl ase
t r ad i c i o n al e s — t a n t o pe r s o n a l e s c o mo i ns t i t u c i o n a l e s — y reduj o las
e x p e r i e n c i a s c o m p a r t i d a s y l a c o nc i e nci a c o m u n i t a r i a q ue er an los
pi l a r e s de l a t r adi c i ón co r p o r a t i v a.
En el siglo x v i i i , la d e b i l i d a d g e n e r a l i z a d a del sector a r t e s a n a l
en H i s p a n o a m é r i c a pr ovoco u n a serie de ref or mas. En muc hos casos,
est as i ni c i a t i v a s e r a n p r o p i c i a d a s po r f unc i onar i o s de l a corona, si
bi en no f a l t a r o n c o n c e j a l e s m u n i c i p a l e s q u e las p r e s e n t a r a n . L a s
r e f o r m a s t e n í an en g e n e r a l un sesgo c o n s e r v a d o r y t r a t a b a n de v o l
v e r a f o r t a l e c e r los g r e m i o s de ar t e s anos. En B u e n o s A i r e s , capi t al
v i r r e i n a l d e s d e 1776, el v i r r e y V é r t i z o r d e n ó en 1780 q u e t odos los
bf icios se o r g a n i z a r a n en g r e m i o s . E n r e s pues t a, l os z a p a t e r o s y los
p l a t e r o s se o r g a n i z a r o n y e l e v a r o n sus r e g l a m e n t a c i o n e s a l a a p r o
baci ón real. T a m b i é n hubo e s f u e r z o s s i mi l ar es en t odas las coloni as
de l a A m é r i c a e s p a ñ o l a . E n 1773, p o r e j e m p l o , J o s é de G á l v e z ,
d u r a n t e su f a mo s a v i s i t a de i nspecci ón a N u e v a E s p a ñ a , or denó que
los p a n a d e r o s de l a c i udad de M é x i c o o r g a n i z a r a n su g r e mi o, a fin de
c o m b a t i r el f r a u d e y m e j o r a r l a c a l i d a d del pan. L a s i n i c i a t i v a s
me r e c i e r on el a poyo de g r up o s l ocales que t r a t a b a n de f av o r e c e r el
d e s a r r o l l o económi co. U n o de los e j e m p l o s m a s a mb i c i o s o s de este
t i po f ue el i nt e nt o de r e f o r m a r y r e o r g a n i z a r los g r e m i o s del di stri to
de G u a t e m a l a , i nt r o d uc i e n do n u e v a s técni cas y n u e v a s i ndustri as.
Si n e mb a r g o , casi todos es t o s e s f ue r z o s p o r re vi t al izar los g r e
mi os de la A m é r i c a e s p a ñ o l a f r a c a s a r o n. L a s r i v a l i d a d e s r aci ales y
ét ni cas de nt r o de l a clase a r t e s a n a ha c í a n p r á c t i c a m e n t e i mpos i bl e
282 LYMAN JOHNSON
E p íl o g o
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
W i s c o n s m Pr e s s , 1968, a n a l i z a el t e ma . V é a s e t a m b i é n L y m a n L.
Johnson, “T h e arti san s of Buen os A ir e s d u r i n g the vice royalty,
1776-1810” , t e si s de do c t o r ad o , U n i v e r s i d a d de C o n n e c t i c u t , 1974.
S o b r e g r u p o s e s p e c í f i c o s de a r t e s a n o s , v é a s e L y m a n L. J o h n s o n ,
" T h e s i l v e r s m i t h s o f B u e n o s A i r e s : a case s t u d y in t he f a i l u r e o f
c o r p o r a t e social o r g a n i z a t i o n ” , J o u r n a l o f L a tín A m e ric a n Studies
8:2, 1976, págs. 181-213; y L y m a n L. Jo hn s o n , “ T h e e n t r e p r e n e u -
ri al r e o r g a n i z a r o n o f an a r t i s a n t r a de: t he b a k e r s o f B u e n o s A i r e s ,
1 7 7 0 - 1820,:, Am erica!i 32:2, 1980, págs. 139-160.
U n a de l as m e j o r e s e x p o s i c i o n e s sobre los a r t e s a n o s n e g r o s se
e n c u e n t r a en F r e d e r i c k Bo ws e r , T he A fric a n slave in c o lo n ia l Perú,
1684-1750, S t a n f o r d , S t a n f o r d U n i v e r s i t y P r ess, 1974. V é a s e t a m
bi én L y m a n L. J o h n s o n , ' T h e i m p a c t o f r a c i a l d i s c r i m i n a t i o n on
b l a c k a r t i s an s in col oni al B u e n o s A i r e s ” , S o c ia l H istory 6:3, o c t u
bre, págs. 301-316. El m e j o r e s t u d i o g e n e r a l sobre r a c i s m o y d i s c r i
m i n a c i ó n es L e s l i e B. Ro u t , Jr., T he A fric a n experience in S p a n ish
A m e r i c a , C a m b r i d g e , C a m b r i d g e U n i v e r s i t y Pr e s s , 1976.
E n t r e los t r a b a j o s en e s p añ o l f i g u r a M a n u e l C a r r e r a S t a m p a ,
L o s g rem ios mexicanos, M é x i c o , I ns t i t u t o N a c i o n a l d e A n t r o p o l o g í a
e Hi s t o r i a , 1954. El m i s m o a u t o r publ i có t a m b i é n “ L a m e s a d i r e c t i
va del no bi l í si mo g r e m i o de la p l a t e r í a de la c i u d a d d e M é x i c o ” , I n s
t i t u t o N a c i o n a l de A n t r o p o l o g í a e H i s t o r i a , A n a l e s , 3, 1947-1948,
pág. 163. V é a s e t a m b i é n R i c h a r d K o n e t z k e , “ L a s o r d e n a n z a s de
g r e m i o s como d o c u m e n t o s p a r a la h i s t o r i a social de H i s p a n o - A m é r i
ca d u r a n t e la é poc a c o l o ni a l ” , R ev ista In te rn a cio n a l de S o cio log ía 5:
18, 1947, págs. 430-431; y R a ú l C a r r a n c o y Truj i l l o, L a s ordenanzas
de g rem ios de N u e v a E s p a ñ a , M é x i c o , Crisol, 1932. E n t r e l a b i b l i o
g r a f í a m á s r e c i e n t e est án E m i l i o H a r t h - T e r r é y A l b e r t o M á r q u e z -
A b a n t ó , “ P e r s p e c t i v a social y e c o n ó m i c a del a r t e s a n o v i r r e i n a l en
L i m a ” , Revista del A r c h i v o N a c i o n a l del P erú 31, 1967, págs. 357-
359; y H é c t o r H u m b e r t o S a m a y o a G u e v a r a , “ L a r e o r g a n i z a c i ó n g r e -
m ial g u a t e m al s e n se e n la s e g u n d a m itad del siglo xvm ”,
A n tro p o lo g ía e historia de G u a te m a la 12:1, 1960, págs. 64-67. V é a s e
t a m b i é n J ul i o J i m é n e z R u e d a , “ El c e r t a m e n d e los p l a t e r o s en 1618
y las copl as s a t í r i c as q ue de él se d e r i v a r o n ” , B o le tín del A r c h i v o
General de la N a c ió n , M é x i c o , 16:3, 1945, págs. 345-384.
A l g u n o s a u t o r e s p u b l i c a r o n l a s r e g l a m e n t a c i o n e s de los g r e
mios. Lo s s i gui e nt e s ar t í cul os de H é c t o r H u m b e r t o S a m a y o a G u e v a
r a son un a exposi ci ón g e n e r a l del t e m a : “ El g r e m i o de p l at e r o s de la
c i udad de G u a t e m a l a y sus o r d e n a n z a s ( 1524- 1821) ” , A n tr o p o lo g ía e
7. ARTESANOS 285
Introducción
287
288 MARY KARASCH
r e n d a de l a A m é r i c a es pa ñ ol a , d o n d e l a e s c l a v i t u d de los i n d í g e n a s
fue a bo l i da en el si gl o xvi. en el B r a s i l la es c l a v i z a c i ó n de los n a t i
vos a u m e n t a b a , a u n q u e r e i t e r a d a m e n t e e r a p u e s t a f uer a de l a ley
p o r la co r o na po r t u g u e s a . A s i , en ese paí s la c a t e g o r í a de e s c l a v o
a b a r c a b a t oda la g a m a del col or de la piel, i nc l ui d a s las p e r s o n a s
de piel cl ara, qu e p odí an " pa s a r ' ' po r bl ancas. A pa r t i r del sigl o \v¡
la c o m p r a de la l i b e r t a d y la m a n u m i s i ó n t r a n s f o r m a r o n a u n a p a r
te de la pobl aci ón e s c l a v a en un g r u p o é t n i c a y r a c i a l m e n t e d i f e
r e n t e de la g e n t e de col or p er o l ibre.
El o r i e e n r a c i a l de los q u e se d e d i c a b a n a t a r e a s i n f e r i o r e s
v a r i a b a s e gún la r e g i ón en qu e v i v í a n . En las col oni as e s p a ñ o l a s
a b ar c a ba toda la g a m a de color, d es de indios has t a mesti zos y e s p a
ñol e s pe ni ns ul ar es : y desde af r i ca no s recién l legados hasta mul a t o s
o me s t i z o s hijos de i ndios y a f r i c a n o s ( l l a m a d o s zambos, sambas o
coyotes). En g e n e r a l , las clases b a j as u r b an a s del i nt eri or de N u e v a
E s p a ñ a y P e r ú e s t a b a n i n t e g r a d a s p o r i n d í g e n a s o mes t i zos . Los
ne g r o s y m u l a t o s que v i v í an en las ci udades mi ne r a s o t r a b aj a b an
c omo s i r v i e nt e s en g r a n d e s c i u da de s interiores, como Méxi co, er an
m i n o r í a . L a s c i u d a d e s s i t u a d a s en la cos t a o c e r c a de el la, c o mo
Ye r a cr uz , Por i obe l o , Caracas. C a r t a g e n a , G u a y a q u i l , L i ma , V a l p a r a
íso, B u e n o s A i r e s y M o n t e v i d e o t e m a n m a y o r n u me r o do n e g r o s y
m u l a t o s en las clases bajas. En el Brasi l, sin emba r g o , las ci udade s
c o s t e r a s de San Lui s, Reci f e, B a h í a y Rio de J a n e i r o t e n í a n u n a
a b r u m a d o r a m a y o r í a de ne gr os y pardos (mulatos/; en cuant o a las
c i uda de s m i n e r a s de Our o P r e t o y V i l a Bo a de Goi ás, t a m b i é n c o n t a
ban con gran n u m e r o de ne gr os y pardos. Sol o en la región a m a z ó n i
ca, en San P a b l o y el Sur, los i n d í g e n a s y los caboclos o mamelucos
¡en por t ug ués , mest i zos) , j u n t o con los cafi/zos (en portugués, z a m
bos) s u p e r a b a n en n ú m e r o a los n e g r o s y mul a t o s en las ocupaci ones
inf eri ores. En estos l uga r e s los c o l o ni z ad o r e s no er an lo s u f i ci en t e
m e n t e p r ó s pe r o s c o mo p a r a c o m p r a r mucho s escl avos afri canos. A
c o m i e n z o s del sigl o xix, la p o b l a c i ó n r a c i a l m e n t e m i x t a del Br a s i l
h a b í a e m i g r a d o ha c i a l as p r i nc i p a l e s c i uda des puer tos y t r a b a j a b a
en d i v e r s a s ocupaci ones i nf eri ores, j u n t o a i n m i g r a n t e s r ecientes de
P o r t u g a l , l as A z o r e s y Ma d e i r a . P e r s o n a s de todos los colores y de la
má s d i v e r s a condici ón social y l egal t r a b a j a b a n j unt a s y se casaban.
L a e x i s t e nc i a de d e t e r m i n a d a m a n o de obra, c o mp u e s t a por i n d í g e
nas, ne g r o s o me s t i z o s , libres, l i b e r t o s o escl avos, d e p e n d í a po r lo
g e n e r a l de la composi ci ón d e m o g r á f i c a de l a pobl ación y de la e x p e
r i e n c i a h i st ór i ca de la ciudad.
290 MARY KARASCH
L o s t i pos de t r a b a j o q u e r e a l i z a b a n l as c l a s e s b a j a s u r b a n a s
er an t a m b i é n h et er og é neo s . E n g e n e r a l , p o d e m o s a g r u p a r sus oc u
paci ones en seis categor í as: pr o v e e d or e s , t r anspor t i s t as , el a bo r a d o -
res de al i me nt os , ve nd ed o r e s, s i r v i e n t e s y t r a b a j ad o r e s muni c i p al e s .
E v i d e n t e m e n t e , estas p e r s o n a s d e s e m p e ñ a b a n mu c h a s o t r as a c t i v i
d ades , c al i f i c ad a s y no c a l i f i c a d a s , p e r o l a a n t e r i o r c a t e g o r i z a c i ó n
g e n e r a l m u e s t r a la s o r p r e n d e n t e v a r i e d a d de esas t ar eas, q ue eran
f u n d a m e n t a l e s p a r a l a c o m p l e j a o r g ani z ac i ó n econó mi ca de las ci u
d a d e s coloniales. Si bien e x i s t e c o r r es p ond e nci a oficial q u e r e g i s t r a
las que j as por el c r eci ent e n ú m e r o de pe r s o na s de baj a condi ci ón, y
por l a “ a m e n a z a ” que si gni f i c a ban p a r a el orden público, est os i n d i v i
duos no eran ni v a g a b u n d o s ni parás i t o s sociales, sino a c t i v os c o n t r i
b u y e n t e s a l a e c o n o mí a de l as c i udade s coloniales.
L a s ci f ras r e l a t i v a s y la i m p o r t a n c i a de cada c at eg o r í a de t r a b a
j a d o r e s p a r a la e c o no mí a es i mp o s i bl e de d e t e r m i n a r p a r a el Brasi l
colonial, y a que los f unc i ona r i o s casi nunca r e g i s t r a b a n c e nsos con
f i abl es y, a d e má s , o mi t í a n a n o t a r la ocupación. L o s dat os e x i s t e n t e s
p a r a f i nes del siglo xvm i ndi can, s i mp l e m e n t e , l as pr o p o r c i o n e s r e l a
t i v a s e n t r e libres y e s c l a vo s y e n t r e bl ancos, p ar do s y ne g r o s . L o s
p r i me r o s censos son aun m á s sospechosos. A f i n e s del si gl o x v m y
pri nci pi os del x j x , la única e s t i ma c i ó n posi bl e es que las dos t e r c e r a s
o i as tres c uar tas part es de la pobl aci ón b r a s i l e ñ a ur b a n a de l a costa
e r an g e n t e de color, m u c h o s d e s c e n d i e n t e s de a f r i c a n o s , es decir,
n e g r o s y pardos. M á s al ia de es t a g e n e r a l i z a c i ó n, los h i s t o r i a d o r e s
d e b e n acudi r a otras f ue n t e s p a r a i n f o r m a r s e sobre las c a r a c t e r í s t i
cas r aci al es y ocupaci onal es de d e t e r m i n a d a c i udad o puebl o; r e g i s
t r o s j u d i c i a l e s y n o t a r i a l e s . El c u a d r o 1 r e s u m e los d a t o s d e l os
censos de fi nes del siglo x v m y comi e n z o s del XIX p a r a c i e r t a s c i u d a
des brasi l eñas, m i e n t r a s que el cuadro 2 p r op o r c i ona un e j e m p l o del
tipo de datos sobre ocupaci ón, es t a d o civil, r az a y sexo q u e pue de n
recogerse de l as f u e n t e s de a rchi vo. P e r o en la m a y o r p a r t e de estas
f ue nt e s , l as ci fras p a r a las oc upa ci o ne s bajas, por sexo y r a z a , son
confusas. A d e m á s , las c a t e g o r í a s r aci al es no son usadas c o n s i s t e n t e
m e n t e de un censo a otro. E n g e n e r a l , es posi bl e sacar concl usi ones
ba s á n do s e m á s en la b i b l i o g r a f í a que en l as f ue nt e s est adí st i cas.
M i e n t r a s m á s v a r i a d a s e r a n las f u n c i o n e s de l a c i u d a d c o l o
ni al , m á s d i v e r s a s e r an las t a r e a s de los t r a b a j ad o r e s . E n l os si gl o s
xvi y xvii t o d a la g a m a de c a t e g o r í a s a q u í e x p u e s t a se d a b a e n l as
p r i n c i p a l e s c i u d a d e s h i s p a n o a m e r i c a n a s , con sus g r a n d e s p o b l a c i o
ne s y sus m ú l t i p l e s f u n c i o n e s a d m i n i s t r a t i v a s , c o m e r c i a l e s y reli-
8. PROVEEDORES 291
C U A D R O 1. La p o b la c ió n de loa ciu d a d e s
y p u eb los b ra sileñ os de fin e s de la c o lo n ia , p o r raza
S<>Tas: a In clu ye negros, in dios y personas de ascen den cia m ixta . ^ F a m ilia s . ‘■Incluye h ab ita n tes
r u m ies, suburbanos o am bos, así com o los núcleos urbanos.
Fi'KNTKs: Relém : V icen te S alles, O nc^ ro no P a ra sob o rcgi/ue da e.scrat'idáo, Fu n dadlo G etú lio
Vargas, Rio de Janeiro, 1971, págs. 69-71; San Luis; Duurit A ld en , Late-C olon ia l Mru/il, 1750-
1807...” ; Les lie H erth ell (c o m p .), T h e Cam bridge. h ia tory o f L a tín A m e ric a , 6 vols., 1985-, 1:1 (en
p ren sa); itecife : C a d io l P e rru c i, "A C id a d e do R e d fe ( 1889-! 930 O C r escim en to U rban o, O
C om ercio e A In du stria", en val. 1, A n a i* d o V!/ S im p ó s ito N a c io n a l dos P ro fe s o r e s U n iv e r s ita
rios de H is t o r ia , com p. por E u ríp ides S im óos d e P a u la , San Pa blo, 1974, núm. 22, pág. 585;
H abía; S tu a rt I!. S ch w a rtz, Sovi'.rtiignty a n d scxw ty in c o lo n ia l l i r a z i l , U n iv e rs ity o f C a lifo rn ia
Press, B erkeley, 1973, pág. 242; A . J. R u ssell-W ood, The. black m an in slacury and freed om in
c o lo n ia l lira z il, St. M a r t in ’s Press, N u e v a York, 1982, págs. 48-49, núm . 58, pág. 217; l ’ a tricia
A u rderh eide, "U p rig h t C iliz o n s in C rim in a l Records: In v e s tig a tio n s in C a ch oeira and ( I ere moa-
Ihi, Bra/.il, 1 780-1836’’ , T h e A m e.ticas 38:2, o ctu b re 1981, pág. 177; E sp irito Santo: Caín Prado,
Júnior, T h e c o lo n ia I b a ck g rou n d o f m odc.ni íir n z il, trad. S u z e tte M a ced o, U n iv e rs ity o f C a lifo r
nia Profcs B erkeley, 1969, pág. 4.1; Río de J a n e iro : M a n a Yedda L in h a iv s y M u ría B á rba ra Levy,
"A spectos d a h istórica d em og rá fica e social d o R io d e J a n e iro t 1808-1889 f , en L'histoire. q u a n tita -
t u e du liir.s il de ISOO á 1930, P arís, (Centre N a tio n a l d e la R ech erch e id e n t ifiq u e , 1973, págs.
129-LIO; Ja m es P. K iorn a n , "T h e m an u m ission o f cla ves in colon ial Hni/il: Paraly, 1789-1822”,
tesis de doctorado, U n iv ersid a d de N u ev a York, 1976, págs, 2'!-24; O u m Prcto: Donald Ram os,
'V ila rica: p ro file o í a colon ial B ra zilia n urhan c e n íe r ” , T in : A nutrí caí* 110:4, abril de 1979, págs.
497-498; B arbacen a, M in a s (¡e r a is : Johann K. Pohl, Vtagem a<> in te r io r do lir a s il, trad. T eodom
C a b ra !, 2 vols.. Río d e J a n eiro , In stitu to N a cio n a l do L ivra, 1931, y A u gu sto de S a in l-H ila ire ,
V iaf’cm p e lo d is trito dos D ia m a n tes n lito r a l do U r a s il, trad. L eon am de A/eredo Pena, San Pablo,
C om p an h ia F d ite ra N acio n al, 1941; G oiás: L u iz A n to n io de S ilv a e Souza, O d e jia ib ri m en tó da
C a p ita n ía de Goyaz (Gove.rno, Popitla<;ao e. Coisas Ata is N o ta r e is ) (1 849 ), reedición, G oian a, U ní-
v ersid a d e Federa l de G oiás, 1968, pág. 51; Lu is P a lu zin , (ro iá s 1772-1822, G oiana, O riente, 1976,
pág. 104; S an Pablo: M a n a L u isa M a rc ilio , L a v i He de S a o P a u lo : p e u p lc m e n t ct p o p u la d o ».
1750-1850, Ru án, U n iv e rs id a d de Ruán, 1968, pág. 151; Etú: F.ni de M osqu ita, "A spectos de urna
V ila P a u lista em 1813” , en /\ C id a d e e a H is to ria , 1:351-55; tlha d e S an ta C a ta lin a : l,a w ren ce
Ja m es N ie lsen , “ F s c m v id á o em S an ta C a ta rin a ” , tra b a jo in édito, U n iv ersid a d Federal de S an ta
C a ta rin a , c. 1977-1978; R u dy Rauss, “ Rio G ra n d e do Sul in the portu gu ese em p íre: the form a ti ve
years, 1777-1808”, T h e A m e r ic a s 39:4, abril d e 1983, pág. 522: y C olon ia : D au ril A ld en , •‘T h e
popu lation oí B ra zil in the la te eigh teen th cen tu ry: a p relim in a ry stu d y” , T h e H isp a n ic A m e rica n
llis / o ric a ! fia .ie w 43:2, m a y o de 1963, págs. 187-199.
292 MARY KARASCH
C U A D R O 1. La p o b la c io n de lax n u d a des
y pueblos b ra sileñ os de fin es de la co lo n ia , p o r raza (c o n tin u a c ió n i
PROVKKDOUKS
C>J-'¡í •]< is h u ía n o s :
('o n s l ruetnr
de lió les 1 1 1
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C aí pi niel » H 1 4a 1 2 1 o
J o rn a le ro 7 ;; 4 1 4
C a p a ta z (d o
cu a d rilla de obreros > 2 2 2
K u n cion a n o del
concejo m unicipíil 2 2 1 2
Constructor-
do cusas 1 1
L a va n d era 2 2 2 2 54 ( 46.2' í i
C on cu binas a 3 3 2
P in to r 1 1 1
C o stu rera 2 2 2 2
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CÍ2,5'¿ i (H0,7''í ¡ (6 ,8 % »
T R A N SP O R T IST A S
dad hizo que las casas empezaran a construirse cada vez más lejos
de las fuentes centrales, aum entando así la distancia que los
esclavos tenían que recorrer, a menos que se dispusiera de fuentes
alternativas. Debido a la variable calidad del agua, en Salvador
los ciudadanos acomodados mandaban a sus esclavos a puntos
mas distantes en busca de agua más pura.
Otra tarea pesada era el acarreo y eliminación de los residuos
domésticos, es decir, de la basura. En la época colonial se usaban
como basurales plazas, grandes baldíos, pasajes y hasta calles.
Mandados por sus dueños, los esclavos partían todas las mañanas
para tirar la basura y los animales muertos. Algunos dueños de
casa, para ahorrarse los gastos de sepelio, llegaban a abandonar en
las calles, por la noche, los cuerpos de los esclavos que morían. En
consecuencia, multitud de perros, cerdos, ratas e insectos se dispu
taban con los cuervos los desperdicios, y esa situación contribuía a
generar epidemias en las ciudades. En Bahía, por ejemplo, uno de
los problemas más serios que afectaban la salud pública era la
manera en que los esclavos de la ciudad alta abandonaban los des
perdicios en lo alto de las escalinatas que conducían a la ciudad
baja. Los esclavos recibían orden de llevar la basura hasta las pla
yas aledañas al puerto, pero caminaban solo hasta lo alto de las
escalinatas que conducían a la zona indicada, y allí arrojaban la
basura. Cuando llovía, la basura de la ciudad alta corría hacia la
ciudad baja, poniendo en peligro la salud de la población. En la
mayoría de las ciudades costeras, las playas de los centros urbanos
también eran insalubres, porque los esclavos las usaban como
basurales. La desagradable tarea de llevar todos los días la basura
a las playas o a los sitios acostumbrados, en plazas y calles, se
asignaba por lo general al único esclavo de la familia, o a las perso
nas de condición más baja, como las mujeres ancianas o los africa
nos recién llegados. Los desperdicios de edificios públicos, prisiones
y hospitales eran transportados por delincuentes encadenados.
Del análisis de los altos índices de personas que transporta
ban objetos sobre la cabeza o llevaban personas, se infiere que los
esclavos africanos e indígenas del Brasil colonial hacían tareas de
bestias de carga. Por otra parte, también había esclavos que traba
jaban junto con los animales en el acarreo de personas y objetos.
Dentro de las ciudades, un grupo de élite, compuesto por personas
que vestían elegantes libreas (cocheros, lacayos y palafreneros),
conducía los caballos o muías que tiraban de los carruajes, montaba
304 MARY KARASCH
B oteros
s u s m i e m b r o s d e s n u d o s y t a t u a d o s so n u n e s p e c t á c u l o e x t r a o r d i n a
r i o p a r a l o s p u r o p e n s ; a c a d a g o l p e de r e m o se i n c o r p o r a n y d e á p u ó »
se e c h a n h a c i a a t r á s e n s u s a s i e n t o s , e i n v a r i a b l e m e n t e a c o m p a ñ a n
su t r a b a j o con a l g u n a c a n c i ó n f o l k l ó r i c a n a t i v a .
P r o d u c t o r e s de a l im e n t o s
D e s p u é s de l a i m p o r t a c i ó n , l as m a t e r i a s p r i m a s o los a n i m a l e s
en p i e e r a n c o l o c a d o s en d e p o s i t o s o c o r r a l e s d e l as c i u d a d e s .
308 MARY KARASCH
O t r o s g r u p o s , s o b r e t o d o d e m u j e r e s , se d e d i c a b a n e n t o n c e s a)
p r o c e s a m i e n t o d e l os m a t e r i a l e s . En las r e g i o n e s t r o p i c a l e s de la
A m e r i c a L a t i n a c o l o n i a ! , l as i n d í g e n a s y los e s c l a v o s c o n v e r t í a n
la m a n d i o c a en f a n n h a , y en las t i e r r a s a l t a s e l a b o r a b a n h a r i n a
de m a í z . L u e g o e s t a s h a r i n a s se v e n d í a n en las c i u d a d e s a o t r a s
p e r s o n a s q u e h a c í a n p a n, un pan del cual l os p o b r e s c o n s u m í a n
m á s c a n t i d a d qu e del p a n de t r i g o. En g r a n p a r t e de la A m e r i c a
L a t i n a c o l o n i a l , l as m u j e r e s e l a b o r a b a n p a n d e m a n d i o c a , maíz, o
t r i g o , o t o r t i l l a s en N u e v a E s p a ' i a , y lo h a c í a n en sus p r o p i o s
h o r n o s : p e r o en los g r a n d e s c e n t r o s u r b a n o s c o m o L i m a y R í o los
p a n a d e r o s e r a n e s c l av o s . En L i m a , en el s i g l o x v m , los s e ñ o r e s
qu e q u e r í a n c o r r e g i r a sus e s c l a v o s p o r d e s o b e d i e n c i a los e n v i a
ban a los p a n a d e r o s p a r a q u e les a p l i c a r a n c a s t i g o s q u e e n t o n c e s
se c o n s i d e r a b a n m a s s e v e r o s q u e los de l as g a l e r a s . Asi , los e s c l a
vos c a s t i g a d o s t r a b a j a b a n a m a s a n d o el pan j u n t o con los esc l a vo s
de los p a n a d e r o s . En el s i g l o XI X los p a n a d e r o s de R í o e r a n e s c l a
vos. y l as p a n a d e r í a s e m p l e a b a n e n t r e 4 y 18 de e s t o s t r a b a j a d o
res, q u e p r o d u c í a n el d e l i c a d o pan f r a n c é s y l a p a s t e l e r í a . En
B a h í a y en Ü u r o P r e t o h a b í a p a n a d e r a s , al i g u a l q u e en S a n t i a
go y P o t o s í , y casi t o d a s e r a n i n d i a s o n e g r a s . L o s e s c l a v o s t a m
bién p r o c e s a b a n el c a c a o y p r o d u c í a n u n e x c e l e n t e c h o c o l a t e
p a r a l as t o r t a s y d u l c e s de ¡a ci uda d. En la é p o c a de l a c ol o n i a,
en el n o r t e de A m é r i c a d e l S u r y en B r a s i l los c h o c o l a t e r o s e r an
e s c l a v o s n e g r o s . En l as r e g i o n e s d o n d e a b u n d a b a el c acao, c o m o
en A m é r i c a C e n t r a ) , el c h o c o l a t e f o r m a b a p a r t e de la d i e t a de los
p o b r e s , a m e n u d o c o mo b e b i da .
Lo s e s c l a v o s t a m b i é n d e s t i l a b a n b e b i d a s a l c o h ó l i c a s y las v e n
dí an. E n las z o n a s t r o p i ca l e s , los e s c l a v o s de l a s p l a n t a c i o n e s de
c aña de a z ú c a r s i m p l e m e n t e c o r t ab a n t r ozos , l es s ac a b a n el j u g o y
los v e n d í a n . O t r o s p r o c e s a b a n la c a ñ a d e a z ú c a r p a r a o b t e n e r
d i v e r s a s c a l i d a d e s de ron. E n el B r a s i l , l a m á s b a r a t a de e s t a s
be bi das, c o n o c i da c o mo ag uárd ente o cachaba, se e m b o t e l l a b a i l e
g a l m e n t e y se v e n d í a a los p o b r e s de l as c i uda d e s . L a s t a b e r n a s y
las vemlas ( p u e s t o s en el m e r c a d o ) de los v e c i n d a r i o s p o b r e s t a m
bién v e n d í a n cachaba o la c a m b i a b a n p o r m e r c a d e r í a r o b a d a . En
el Ri o de J a n e i r o del si gl o xix, el t r á f i c o i l e g a l d e las b e b i d a s a l c o
h ó l i c a s e s t a b a v i n c u l a d o con c i e r t o s t i p o s de robo. E n l a r e g i ón
a n d i n a se f a b r i c a b a y v e n d í a una b e b i d a a l c o h ó l i c a d e s t i l a d a del
m a í z , l a c h i c h a , v l as i r m j p r e s i n d i a s l a p r e p a r a b a n al m i s m o
t i e mp o que d es a rr o l l a b a n ot ras t ar ea s d omé st ic as: h i l ar y c uidar
8. PROVEEDORES 309
L a carn e c r u d a r e s u lt a v e r d a d e r a m e n t e r e p u ls i v a a la vista cu an d o
se c o n t e m p l a a e s t o s h o m b r e s , con l a s a n g r e chorreando por sus
c u e r p o s y m e z c l á n d o s e con l a h u m e a n t e t r a n s p i r a c i ó n q u e l o s c u b r e
d e b i d o a su c o r p u l e n c i a , el sol i n t e n s o y el e j e r c i c i o v i o l e n t o . ' 1
En u n a z o n a a p a r t a d a de l a s c i u d a d e s , o t r o g r u p o de e s c l a v o s
t r a b a j a b a en el p r o c e s a m i e n t o d el cerdo. T a m b i é n t r a n s p o r t a b a n
e n o r m e s r e s e s s o b r e l a c a b e z a y los h o m b r o s , h a s t a l os p u e s t o s
de v e n t a de c e r d o en Rio. E n M i n a s , el f a e n a m i e n t o y p o s t e r i o r
t r a s l a d o a O u r o P r e t o e r a t a n r i e s g o s o p a r a l a s a l ud q u e en es a
c i uda d so p r o h i b i ó l a v e n t a de c a r n e f r e s c a de cerdo. L o s m a t a d e
ros de R i o t a m b i é n e m p l e a b a n m u j e r e s q u e t r a b a j a b a n c o mo t r i
per as, en c o n d i c i o n e s q u e no solo p o n í a n en p e l i g r o su s al ud, sino
l a de los c o n s u m i d o r e s , p o r q u e e s t a s m u j e r e s v a c i a b a n los i n t e s t i
nos y p r e p a r a b a n con el los e m b u t i d o s en l a m i s m a suc i a p l a y a de
Rí o, d o n d e se a m o n t o n a b a la c a r n e en m a l e s t a d o y p u l u l a b a n l as
moscas.
En el B r a s i l col oni al e x i s t í a otro g r u p o de e s c l a v o s qu e t r a b a j a
ba en las f a c t o r í a s p r o c e s a d o r a s de c a r n e y a c e i t e de b a l l e n a . En
B a b i a , cerca de la f o r t a l e z a de San L o r e n z o , h a b í a un g r a n a s e n t a
m i e n t o de p e r s o n a s que t r a b a j a b a n en la p l a n t a p r o c e s a d o r a d o n d e
se e l a b o r a b a n el a c e i t e de b a l l e n a y los p r o d u c t o s d e r i v a d o s . En
Río, las p l a n t a s e s t a b a n s i t u a d a s en la R ú a da M i s e r i c o r d i a y del
ot ro l ado de la b a h í a, en P r a i a G r a n d e , hoy Nit.eroi. O t r a s f á br i c as
i m p o r t a n t e s e s t a b a n en el sur, en S a n t a C a t a r i n a .
Vi O N D K D O K I v S
l i n a v e z i m p o r t a d a s las m e r c a d e r í a s y p r o c e s a d o s los a l i m e n t o s
p a r a la c i u d a d , los p r o d u c t o s f i n a l e s e r a n d i s t r i b u i d o s y c o m e r
c i a l i z a d o s p o r d i v e r s o s g r u p o s soci al es. A u n q u e los p o r t u g u e s e s y
españoles do m in a ba n las r e d e s de i m p o r t a c i ó n - e x p o r t a c i ó n y el
t r a f i c o i n t e r r e g i o n a l , t a m b i é n los a f r i c a n o s , i n d í g e n a s y m u l a t o s
e r a n i m p o r t a n t e s en la “ o t r a e c o n o m í a ” de las c i u d a d e s , inclu id o
el m e r c a d o n e g r o de p r o d u c t o s de c o n t r a b a n d o . M i e n t r a s los por-
t u g u e s e s y l os e s p a ñ o l e s p e r m a n e c í a n s e n t a d o s en sus t i e n d a s a
l a e s p e r a de c l i e n t e s , o a t e n d í a n sus d e p ó s i t o s , l a g e n t e de c ol or
t r a b a j a b a en l a s c a l l e s . L a s c l a s e s b a j as , e s p e c i a l m e n t e l as m u j e
r es a f r i c a n a s en l a s c i u d a d e s p o r t u a r i a s y l as i n d í g e n a s en las
t i e r r a s alt as de N u e v a E s p a ñ a y P e r ú , eran i m p o r t a n t e s en el
c o m e r c i o c a l l e j e r o y en l os m e r c a d o s de l as p l a z a s .
E r a n los pobres, y los q u e t e n í a n m e n o s ca pi t a l — por lo g e n e
ral e s c l a v o s y l i b e r t o s — q u i e n e s se d e d i c a b a n a l a v e n t a de p u e r t a
en p u e r t a p o r l as ca l l e s de l a c i u d a d ( v é a s e f i g u r a 20). Lo s v e n d e
dor es a m b u l a n t e s t r a b a j a b a n la j o r n a d a c o m p l e t a o m e d i a jor nada,
s e g ú n los casos. L o s e s c l a v o s , q u e t e n í a n q u e t r a b a j a r p a r a sus
d ueños, sol í an d e d i c a r su t i e m p o l i b r e de los d o m i n g o s y f er i ad o s o
las u l t i ma s h o r a s de la t a r d e a la v e n t a de las c o m i d a s que p r e p a
r a b an o de los o bj e t os q u e f a b r i ca b a n , c o m p r a b a n o robaban. A los
que les i ba bi en t r a b a j a n d o m e d i a j o r n a d a se les p e r m i t í a a v e c e s
ac c e d e r a un t r a b a j o c o mp l e t o , m i e n t r a s q u e ot r os t r a b a j a b a n p a r a
dueños que tenían algo que v e n d e r y querían a p r o v e c h a r l as
g a n a n c i a s de sus e s c l av o s . O t r o s s i m p l e m e n t e se d e s e m p e ñ a b a n
co mo m o z o s de c u e r d a de v e n d e d o r e s a m b u l a n t e s i béricos que r ec o
r rí an l as call es o f r e c i e n d o en las c a sa s p l a t e r í a y t ej i dos de seda.
A c o mi e n z o s del si gl o x¡ x en c i ud a d e s p u e r t o s co mo C a r t a g e n a ,
L a H a b a n a , R í o y B a h í a , la m a y o r í a de los v e n d e d o r e s a m b u l a n t e s
e ran af r i ca no s y v o c e a b a n sus m e r c a d e r í a s con p r e g o n e s r í t mi c os y
c ant ados. V e n d í a n de todo, h a s t a servi cios. A l g u n o s pr oduct os eran
l l e v a d o s sobre l a c a b e z a , e n canastos, b a n d e j a s de m a d e r a o pot es
de c e r á mi c a . L o q u e o f r e c í an e r a v a r i a d o en e x t r e m o : ropas, libros,
cac e r o l as de cobre, u t e n s i l i o s de coci na, c a na s t as , a l f o mb r a s , v el as,
f i l tr os de amor, e s t a t u a s de sant os, h i e r b a s y f l ores, pá j a r o s y a n i
ma l e s , o t r os e s cl avos , y j o y as .
A v e c e s los e s c l a v o s se e s p e c i a l i z a b a n en a l g ú n rubro, po r q u e
e r an e m p l e a d o s de l a p e r s o n a q ue lo e l a b o r a b a o f abr i caba, per o
t a m b i é n e r a c o m ú n q ue v e n d i e r a n a r t í c u l o s d i v e r s o s . En B a h í a ,
las m u j e r e s n e g r a s se e s p e c i a l i z a b a n en l a c o m p r a de a r t í cu l o s de
contrabando, tejidos comprados il e g a l m e n t e a barcos extranjeros
o e s c l a v o s r e c i é n l l e g a d o s del A f r i c a O c c i d e n t a l . D e s p u é s , los v e n
dí an en l a ci udad.
U n a de l as a c t i v i d a d e s de v e n t a a m b u l a n t e m á s i m p o r t a n t e en
l a A m é r i c a L a t i n a col oni al e r a l a v e n t a de c o m i d a s y productos a l i
m e n t i c i o s . Si b i e n los v e n d e d o r e s i b é r i c o s s o l í a n c o m p e t i r en el
ne g oc i o con los c ri ol l os y los af r i ca no s, al p a r e c e r d e j a b a n la v e n t a
312 MARY KARASCH
Aparentemente, m u c h a s m u j e r e s l i b e r t a s e r a n p r o p i e t a r i a s de
pue s t o s de m e r c a d o , y sus é xi t o s e c o n ó m i c o s l es h a b r í a n p e r m i t i
do c o m p r a r su l i b e r t a d y l l e g a r a ser d u e ñ a s de t i e n d a s propi as.
O t r o c o m e r c i o c a l l e j e r o en el q u e t o m a b a n p a r t e m u j e r e s e s c l a
vas y l i b e r t a s , e r a l a pr ost i t uci ón. C o m o en A m e r i c a L a t i n a h a b í a
m u c h a s p o b l a c i o n e s de f r o n t e r a d o n d e los h o m b r e s e r a n mu c h o s
mas q u e l as mu j e r e s , l a d e m a n d a de p r o s t i t u t a s l l e v a b a a la e x p l o
tación de m u c h a c h a s y mu c h a c h o s es cl avos . L a s q ue se v e í a n o b l i
g a d a s a e j e r c e r la p r o st i t uc i ón de bi do a n e c e s i d a d e s e c o n ó mi ca s o a
las e x i g e n c i a s de d u e ñ o s a mb i c i o s o s e r a n g e n e r a l m e n t e m u j e r e s
negras; y en las f r o n t e r a s , mu j e r e s i ndi as. Sin e m b a r g o , en el P e r ú
del si gl o xvi y en B a h í a en el x vni . l as m u j e r e s b l a n c a s t a m b i é n
v i v í a n de l a p r o s t i t u c i ó n , y V i l h e n a c o n d e n o el g r a n n ú m e r o de
mu j e r e s en si t uac i ó n d e s h o n r o s a y d e s g r a c i a d a. * ’ En la é poc a c o l o
ni al t a m b i é n e r a f r e c u e n t e qu e los d u e ñ o s de e s c l a v o s , aun de
f a m i l i a s r e s p e t a b l e s , as í c o mo t a m b i é n los d u e ñ o s de b u r d e i e s y
los q ue v i v í a n de las m u je res, c o m p r a r a n e s c l a v a s p a r a su casa y
después las obligaran a sal i r por la n o c h e en busc a de di ne r o , es
deci r, a o g a n h o . E s t a s m u j e r e s n e g r a s t e n í a n q u e p r o s t i t u i r s e
¡jara d e v o l v e r l as s u m a s de d i n e r o e x i g i d a s por sus due ño s. En
muc has c i uda des c o lo n ia le s las p r o s t it u t a s e s c la v a s sost ení an f a m i
lias " r e s p e t a b l e s ” , y l a p r o s t i t uc i ó n p a r e c e h a b e r si do un aspect o
común y a c e p t a d o de la escl avi t ud. Con el d i n e r o g a n a d o en este
t r a f i c o m u c h a s e s c l a v a s c o m p r a b a n su l i b e r t a d ; en c u a n t o a las
lib e rta s, no so p u e d e s a b e r e x a c t a m e n t e en que pu n t o obt ení an su
l i bertad. L a s f u e n t e s de la época g u a r d a n si l enci o sobre la p r o s t i t u
ción m a s c u l i n a , p e r o d e b í 1 h a b e r sido b a s t a n t e c o mú n , sobre todo
en c i u d a d e s en q ue las m u j e r e s e s c a s e a b a n : y sin d u d a e s t a b a bien
e s t a b l e c i d a en las c i u d a d e s p ue r t o s de c o m i e n z o s del si gl o xix.
O t r a c a t e g o r í a de v e n d e d o r e s a m b u l a n t e s e r a n los b a r b e r o s
que v e n d í a n s u s er vi c i o en las pl azas. L l e v a b a n c o nsi g o su equi po
de t r a b a j o y p r a c t i c a b a n al aire l íbre cur ac i on e s , c o mo l a apl icaci ón
de s a n g u i j u e l a s p a r a h a c e r sang r í a s . T a m b i é n c o r t a b a n el cabell o a
h o m b r e s y m u j e r e s , aun en est i lo a f r i c a n o , y a f e i t a b a n a los h o m
bres. En la é p o c a de ta col oni a los b a r b e r o s se d e s e m p e ñ a b a n como
c i r u j a n o s en las ci ud a de s : e x t r a í a n d i en t e s , c ur a b a n f r a c t ur a s de
h ues o s y ha s t a , en caso n ec e sa r i o , a m p u t a b a n b r a z o s o pi ernas.
lj V i l h e n a , f íe c o p i/ a c a o , pág. 140
314 MARY KARASCH
E s t o s i n d i v i d u o s e r a n los c i r uj a n o s qu e a c o m p a ñ a b a n a los b a r c o s
n e g r e r o s p a r a c u i d a r de los e s c l a v o s e n f e r m o s d u r a n t e el v i a j e a
A m é r i c a de s de A f r i c a . D e b i d o a l a e s c a s e z d e p e r s o n a s e n t r e n a d a s
en estas a c t i v i d a d e s , se l es p e r m i t í a a a l g u n o s esc l a vo s y l i b e r t o s
t r a b a j a r c o m o b a r b e r o s - c i r u j a n o s , p o r e j e m p l o en R i o ; p e r o los
e s c l a v o s solo c o r t a b a n el c a b e l l o y a p l i c a b a n s a n g u i j ue l a s . E n t r e
1741 y 1749, l os 38 b a r b e r o s q u e v i v í a n en la c i u d ad de B a h í a e r a n
de or i g en a f r i c a n o : 17 e s c l a v o s y 21 n e g r o s o m u l a t o s libres. U n a
s e g u n d a m u e s t r a t o m a d a e n t r e 1810 y 1822 r e v e l a que de 33 b a r
beros, 20 e r a n e s c l av o s y 13 p e r s o n a s de c ol or. 7 Si n e m b a r g o , en
Q u i t o los que p r a c t i c a b a n s a n g r í a s eran i ndi os ladi nos.
C u a n d o a un a p e r s o n a le i b a bi e n en la v e n t a cal l ej er a, d e j a b a
es a a c t i v i d a d y e s t a b l e c í a en un l u g a r fij o su p r o p i a q u ita n d a ( v e r
du l e r í a ) , venda ( a l m a c é n o d e s p e n s a ) , t a b e r n a o toja ( t i e nd a o n e g o
cio). Los tratantes e s p año l e s i t i n e r a n t e s o los mascates ( v e n d e d o r e s
a m b u l a n t e s ) p o r t u g u e s e s , al i g u a l q u e los l i b e r t o s a f r i c a n o s q u e
ha b í a n v i aj ado de puebl o en p u e b l o en su j u v e n t u d c omo v e n d e d o
r es a m b u l a n t e s pobres, se e s t a b l e c í a n en l as c i u da de s en calidad
de d u e ñ o s de c o m e r c i o s m i n o r i s t a s c u a n d o l o g r a b a n r e u n i r el c a p i
tal n e c e s a r i o . L o s i n m i g r a n t e s e s p a ñ o l e s r e c i é n l l e g a d o s s o l í a n
a b r i r una p u lp e r ía ( a l m a c é n y t a b e r n a ) . En C a ra c a s , los que
c o m e r c i a b a n en c e r á m i c a s , v i n o s , h e r r a m i e n t a s y q u e s o s , e r a n
h o m b r e s sol t eros, o r i u n do s d e C a t a l u ñ a o l as i slas C a n a r i a s . L o s
d u e ñ o s de t i e n d a s m i n o r i s t a s e r a n i n m i g r a n t e s p o r t u g u e s e s y
e s pa ño l e s , y m u c h o s b l an c o s e m p o b r e c i d o s , sobre t odo i n m i g r a n t e s
r e c i e n t e s , se e m p l e a b a n con e l l o s c o m o v e n d e d o r e s de m o s t r a d o r o
caj eros. En P a r a t y en el si gl o x v i n y en R í o en el x¡ x, casi t o d o s l os
e m p l e a d o s de t i e n d a e r a n p o r t u g u e s e s , y sol o u n a m in o r ía e r a n
p a r d o s . En el si gl o x v n , el co nc ej o m u n i c i p a l de S a n t i a g o p r e t e n
d í a m a n t e n e r el m i s m o o r d en r a c i a l , o t o r g a n d o l i c e n c i a s p a r a p u l
p e r í a s a los e s p a ñ o l e s , q u e e m p l e a r í a n a su v e z a h o m b r e s bl ancos ;
pe ro, en r e a l i d a d , de 12 l i ce nc i a s co nc edi da s , ocho c o r r e s p o n d i e r o n
a mu j e r e s , e n t r e el l as u n a n e g r a y u na i ndi a. P e r o y a en el si g l o
x v n i , en la p r o v i n c i a de Ch i l e , l a s l i c e n c i a s p a r a a b r i r p u l p e r í a s se
d a b a n r e g u l a r m e n t e a v i u d a s h i s p á n i c a s de cl ase alta.
T a m b i é n en M i n a s la m a y o r í a de los pues t o s en m e r c a d o s er a n
d i r i g i d o s p o r mu j e r e s , e scl avas, l i br e s y de d i v e r s a extr acci ón raci al .
es cl avos , y o p e r a b a n a b i e r t a m e n t e con a n i m a l e s y e s c l a v o s r o b a
dos, o los t r a n s p o r t a b a n de f o r m a s ub r e p t i c i a a l as p l a n t a c i o n e s de]
i nterior. En los r e g i s t r o s pol i c i al e s de R í o t e m a n f a m a de ser i n t e r
m e d i a r i o s de m e r c a d e r í a s r obadas, per o, al par ecer, t a m b i é n a c t u a
ban f u e r t e m e n t e en el t r á f i co l e g a l de a n i m a l e s y esclav os e n t r e las
c i ud a d e s c o s t e r a s y l as p l a n t a c i o n e s del i nteri or, a c o mi e n z o s del
s i gl o xix. En la c i u d a d de Río, a l g u n o s de los g i t a n o s mas p r ó spe r o s
e ran i m p o r t a n t e s m a y o r i s t a s en el neg oc i o de los e sc l av os r e c i e n
t es. L o s c o n c e n t r a b a n en sus g r a n d e s c a s a s en el m e r c a d o de
V al o ng o, a n t e s de v e n d e r l o s a p r o p i e t a r i o s u r b a n o s o r ur al es.
SmviKNTES
les mejoras ele las ciudades coloniales t uvo lugar a fines del siglo xvm,
cuando el \irrey en Rio dv Janeiro. e) conde de Rezende.. inauguro la
iluminación de* la ciudad con lámparas de aceite de ballena. A partir
de entonces, la ciudad de Rio, que había sido oscura y temible, se con
v i r t i ó en un lugar seguro para las gentes de las clases altas que se
aventuraban a salir de noche para concurrir a bailes o al teatro, y
también para el ciudadano común que frecuentaba las tabernas. Los
esclavos emprendedores que querían ganar algún dinero después de
sus t areas cot idianas pudieron entonces instalar pequeños puestos de
'.■nniida bajo tas lamparas. Pero lo más importante fue que las lampa
ras de aceite de ballena dieron empleo a una multitud de taroieros
negros, que se ocupaban de mantenerlas encendidas, reemplazando
el combustible t o d o s los días. Al parecer, basta 1821 estas personas
eran sobre todo esclavos alquilados; después, las lamparas fueron
atendidas por africanos libres. Por lo tanto, durante mas de 50 años
las ciudades de Rio de Janeiro y otras se mantuvieron iluminadas con
lamparas de aceite de ballena atendidas por faroleros esclavos, hasta
que empezó a usarse el gas, hacia 1850.
También se utilizaban esclavos como bomberos. En la época
colonial, en que ¡os i n c e n d i o s eran comunes, los dueños de esclavos
mandaban a sus hombres con barriles de agua, transportados en
carros, a combatir los incendios. Comandaban, literalmente, "briga
das de baldes'7. Otros esclavos eran contratados para buscar perros
perdidos o capturar animales rabiosos, y para limpiar las calles.
Ademas de trabajar para el gobierno, los esclavos realizaban
tareas para iglesias, conventos, monasterios y hermandades, en lo
que hoy serían los cargos más bajos en hospitales públicos y organi
zaciones de caridad, o bien como sirvientes personales de monjas y
frailes. Algunos señores, que querían beneficiar a determinada her
mandad. como la santa casa da misericordia de Bahía y Rio, dona
ban uno o mas esclavos para que trabajaran para la santa casa, en
el hospital, la casa de niños expósitos, las casas de retiro y otras
dependencias de la institución. Además, las personas pudientes que
tenían hijas monjas les mandaban esclavos para que las sirvieran
en el convento. Con frecuencia los esclavos donados se desempeña
ban como barberos-cirujanos o personal de mantenimiento, y las
mujeres actuaban como enfermeras. En Río los esclavos donados
parecen haber sido destinados más a estas ocupaciones en ía santa
casa da misericordia que en Bahía, donde las enfermeras eran blan
cas analfabetas, debido a las barreras raciales que excluían a las
322 MAKY KARASCH
CO N 'n .U S IO N K S
LECTURAS COMPLEMENTARLAS
G a b r ie l H a s l i p - V ie u a
I N T R O D U C C IO N
E l s ig l o x x v i
1Jorge J u a n y A n t o n i o de U i l o a , A v a y a g e to S o u t h A m e r i c a , trad. J o h n
A d a m s , N u e v a York, All'refl A. Knopf. 1964, págs. 32-33. In s t ru c c ió n del Virrey
M arq u es de C roix que deja a su sucesor A n t o n i o M a n a B u c a r e h , México, Edit orial
Jus, 1960, pág. 84.
- A. J. R. Russell-Wood, F id aígos and ph il a n ti hropists: the santa casa do m is e n -
cordia o f Bahia, 1550 1755, Berkelev. Uni ver si ty of California Press, 1968, pág. 282.
331
GABRIEL HASLIP-VIERA
T a m a ñ o y c o . mi k x s í c í o n d k l a c l a s k u a -ja u r b a n a
Persona?
arrestadas., 1976 ']7rJ- 2Yi- GC." X - 489
L i t e m o s del
H o s p i c i o de
Pobres, 1811 5hri 11'} <Y, N = 353
Pobl aci ón de la
ciudad de Méxi co,
1790-1804 5(Ki 24' f \9ri T7r N = 104 760*
R e g i s t r o s de H o s p i c i o de
a r r e s t o s , 179 6 P o b r e s , 1811
O
470
o
o
Tota! 100',í
f ; A r c h i v o J u d ic i a l del T r ib u n a l S u p e r i o r de J u s t i n a , M é x i c o , L i b r o de R e o s,
A lc a ld e o r d in a r io más a n tig u o, 1795-179*5, fo ls. 4 6 - 1 2 8 A r c h i v o G e n e r a l de la
N a c i ó n , M é x ic o , P a d r o n e s , vol. 72, fol.s. 38v-58.
a //■' v nieilh)
C o m c rviu n les 2 0
A g en tes y c o n e d o i e.- 4 1
( 'a jeros ;; 0
Vc.'uch'dori-s í;
10
Ha íb eros ■1 2
Kscrilwis :¡
<)trns 10 l
1ota) .'!< ¡ 2 'r i ;’> 8' ■
P autas de r k h id k n c ía y c o n o ic io n k s uk v id a
5 F r a n c i s c o de A j o f r i n , D i a r i o d e v ia je qu e p o r o r d e n de la s a g r a d a c o n g r e g a
r í a n de p r o p a g a n d a f i d e h Í 2o n In A m é r i c a s e p t e n t r i o n a l en el s i g l o x v i n , 2 vols.,
M a d r i d , A r c h i v o D o c u m e n t a l E s p a ñ o l , 1958, 1:81.
342 GABRIEL HASLIP-VIERA
li S e g ü n T i m o t h y E. A n n a , cu la c i u d a d de M é x i c o a fin es d e la ép o c a co lon ia !
e r a p o si bl e l l e v a r “u n a v id a d e r e n t e " con ' u n i n g r e s o d e 30U pesos por años". V é a s e
A n n a , T h e f a l l o f r o y a ! g o v e m m e n t in M f x i c n C i t y , L i n c o l n , N e h . , U n i v e r s i t y o f
N e b r a s k a P r e s s , 1.978, págs. 16 y 231.
9. LA CLASE BAJA 345
A p r o x i m a d a m e n t e m e d io kil o ( N . T) .
7 E n r i q u e F1or'*«conn. P r e c i o s (¡el m a í z v c r i s i s a g r í c o l a s en M é x i c o , 1708-
ÍH 1 0 . M é x i c o , E l C o l e g i o de M é x ic o . 1969, p á g * . 145; 174-177, 219-2 22 y si g u ien te s.
346 GABRIEL HASLIP-VIERA
las casas de los ricos, recibían las sobras de sus patrones. Pero, por
lo general, los pobres compraban maíz de menor calidad, pan duro y
otras sobras que se vendían en las calles y plazas de la ciudad. Los
ven d ed ores am bulantes, muchos de ellos sirvien tes, ven dían las
sobras que les habían dado o que habían comprado en panaderías,
ca rnicerías y o t r o s establecim ientos. Estos alim entos eran por lo
general incomibles, pero los pobres se veían forzados a recogerlos de
la basura o a comprarlos, por falta de otra a ltern a tiva mejor. Para
los indios, mestizos y m uíalos residentes en la ciudad de México, y
para un número considerable de españoles y criollos pobres, la dieta
básica consistía en maíz, pan, chiles (condimentos con pim ienta) y
porotos, junto con algún trozo ocasiona! de carne roja o de aves. Al
parecer, todas las personas consumían pan en M éx ico en el siglo
XV] 11, independientem ente de su clase o de su clasificación étnica.
Von H u m boldt aseguraba que el m aíz y el pan se consumían por
partes iguales, que el consumo general de pan era alto, y que la can
tidad por persona era similar a la de las grandes ciudades europeas.
El agua llegaba a la ciudad de México por dos acueductos que se
originaban a cierta distancia hacia el Oeste. Después, era redistri
buida a través de un sistema de 28 fuentes públicas y 505 privadas,
que los ricos explotaban para sus hogares y sus empresas. El agua
no era enteramente pura, pero era potable. Los que vivían en el cen
tro de la ciudad la obtenían con facilidad, pero los habitantes de los
barrios pobres y aledaños sufrían, porque las fuentes públicas esta
ban situadas a considerable distancia, en el centro de la ciudad. Se
sabía que a solo 1,20 m de profundidad había otra fuente de agua,
pero no era potable. Por lo tanto, muchas fa m ilia s que vivían en
barrios alejados tenían que comprar el agua a los aguateros, que la
cobraban a un precio elevado, especialmente durante las épocas de
escasez. Los pobres de México consumían, además de agua, grandes
cantidades de vino, aguardiente y otros licores. L a bebida alcohólica
favorita era el pulque, jugo de la planta de maguey, fermentado. Los
cronistas de la época afirman que los pobres consumían cantidades
excesivas de bebidas alcohólicas. A lexander von Humboldt aseguraba
que en Ja ciudad de México se consumían anualmente 44 000 000 de
botellas de pulque. Si el consumo de pulque era en realidad tan alto
como afirmaban los observadores, es probable que ello se debiera en
parte al hecho de que esta bebida tenia un verdadero valor nutritivo.
En general, el alto costo de la comida obligaba a muchos pobres
urbanos a prescindir de las otras necesidades básicas de la vida. Si
9. LA CLASE BAJA 347
8 ( ' o n d e de R e v i l l a g i g e d o , I n f o r m e sohi-e la s m is i o n e s e i n ^ t r u c n ó n r e s e r v a d a
ai M a r t j i i e s de B r a n e i f o r t e , M é x i c o , E d i t o r i a l Jus, pá^'s. KÍ7-1H9.
9. LA CLASE BAJA 349
D e l it o s , d is t u r b io s sg ím a l e s y r e b e l ió n :
L A R E S P U E S T A DE L A C L A S E BAJA
los in digen tes, poco despues de! esta b lec im ien to de las prim eras
poblaciones. En M éxico se abrieron siete h ospitales entre 1521 y
1590. H ernán Cortés financio la instalación de uno de ellos, el H os
pital de la Concepción, para los enfermos indigentes, poco después
de la Conquista. Las otras ciudades de la A m erica española y por
t u g u e s a t a m b ié n h ic ie ro n g a l a de u na g e n e r o s i d a d c a r i t a t i v a
durante el siglo XVI. En Bahía, Sos prim eros hospitales se in stala
ron poco después de la fundación de la ciudad en 1549, pero tanto
las casas de salud como los asilos pasaron a ser adm in istrados por
una h e r m a n d a d l a i c a l l a m a d a ¿unía casa da m is e r ic o r d ia , institu
ción única en !a A m e r ic a portuguesa.
Deb<- recordarse que los pobres eran un factor im portante en la
vida religiosa de las personas acomodadas, tanto en el imperio espa
ñol como en el portugués. En consecuencia, la significación social de
la caridad privada no puede subestimarse. Según la doctrina católi
ca tradicional, todos los cristianos estaban obligados a h acer cari
dad en forma proporcional a sus medios; en prim er lugar, como un
tribu to a la im p orta n cia esp iritu a l de los pobres, y en segundo,
como un instrumento necesario para el Ioíjto de la salvación eterna.
De este modo, se obtenían ventajas espirituales, ya que la caridad
disminuía las penas impuestas como castigo a los pecados. Según
explicaba un manual religioso, “el hom bre que es piadoso y c a rita ti
vo con los pobres de (Visto, aunque sea culpable de muchos peca
dos, se asemeja a un santo porque, según San Pedro, la caridad per
dona multitud de pecados’*. lü
A d e m a s de las m edidas tom adas para a liv ia r la situación de
los pobres, el siglo xvi asistió también al establecimiento de cortes
de ju sticia , o ficin as de control del c u m p lim ie n t o de las leyes, y
otras fuerzas de seguridad, que se hicieron necesarias para m a n te
ner el orden público en los centros urbanos de la A m érica L a tin a
colonial. La tran qu ilidad publica era preserva da p o r u ñ a com bina
ción de grupos que incluía al ejército, la iglesia, el poder ju dicial y
la policía. El ejercito estaba dividido en dos sectores: una compañía
de soldados que guardaban el palacio virrein al, y una m ilicia ciu
dadana compuesta por unidades de voluntarios, que representaban
,g W i í l i a m J. C a l l a b a n , “T h e p r o b l e m o f « m l m e m e n t . an aspect o í po or r e l i e f
in e i g h L e e i U h c e n t u r y íSpain", H í s p a m e A m e r i c a n H i s t ó r i c a } R e v i e u ' 51:1, l e b r e r o de
lt>71, pág. 3.
9. LA C ÍASE BAJA 355
11 A rch ivo ( k ’jic ra i de la NT<tcion, M éxico, R am o de Bandos, val. 10, mím. 18.
358 GABRIEL HASLIP-VIERA
C O N C L U S IO N K S
12 H ip ólito Villarroc-1, México por dentro y fuera bajo el gobierno de los virreyes,
o sea enfermedades políticas que padece la capital de esta Nuet'n España en casi
todos los cuerpos de que se compone y remedios que se le deben aplicar para su cura
ción si se quiere que wcr útil al rey y a! público. M éxico, Im p ren ta del C. Alejan d ro
Valdés, 1831, pag.s. i l u - l l i .
360 GABRIEL M ASLÍP-VIERA
social. Las personas que trabajaban en las casas de pobres, los orfa
natos. los tribunales de justicia, los organismos de vigilancia del
cumplimiento de las leyes y otras instituciones de control social no
estaban demasiado ansiosas por reducir el nivel de la criminalidad
y los desórdenes sociales, o bien por que eran gente corrupta, o
bien porque un saneamiento a fondo pondría en peligro sus emple
os. En consecuencia, se estableció una suerte de equilibrio entre
orden social y desorden social. Las élites urbanas habrían podido, tal
vez. reducir el nivel de delincuencia e intranquilidad social, pero no
estaban demasiado dispuestas a hacerlo, porque ciertos sectores de
las clases altas se beneficiaban de diferentes maneras con la situa
ción existente. Es evidente, por ejemplo, que había una relación
entre la persistencia de ciertos delitos y las necesidades de mano de
obra de los empresarios y el gobierno. En la ciudad de México hubo
un notable aumento del número de personas arrestadas por vagan
cia y alcoholismo en la vía publica durante la segunda mitad del
siglo XVlil, porque se ne ce si tabnn obreros para los proyectos de obras
publicas o soldados para aumentar las filas del ejército. La difusión
del robo y la corrupción entre los funcionarios coloniales fue otro
importante factor en la relativa tolerancia hacia ciertos delitos.
Periódicamente se arrestaba y se acusaba de delitos a condesta
bles, abogados, guardiacarceles y administradores de diversas ins
tituciones. Estos delitos incluían los de extorsión, robo, asaltos a
viviendas, contrabando, venta de bebidas alcohólicas prohibidas y
hasta sustracción de alimentos destinados a los internos y prisio
neros de cárceles e instituciones de caridad de la ciudad.
En este aspecto y en otros, la ciudad de México era comparable
a los otros centros urbanos de la América Latina colonial. La mayo
ría de las ciudades eran similares en cuanto a su configuración social
y política. Todas ellas poseían una rígida estructura social, desigual
y basada en la jerarquía racial y económica. A todas les afectaban los
problemas vinculados a una clase baja numerosa y empobrecida. Los
problemas característicos de este grupo eran la alimentación insufi
ciente y la mala salud, así como las deplorables condiciones de vida y
de trabajo, además del desempleo, la vagancia y la delincuencia. Las
diferencias que distinguían a un centro urbano de otro eran de gra
do y se debían al tamaño, la función, la demografía o la geografía.
Por ejemplo, en Buenos Aires, Cartagena, La Habana, L im a y
Bahía, los esclavos negros y mulatos y los libertos formaban una
porción mayor de la ciase baja que en México, Quito y Cuzco.
9. L A CLASE BAJA 361
L o u i s a S. H o h k k m a n
365
366 LO U ISA S. HOBEKMAN
Conquista, es decir la mayor parte del periodo colonial. Una vez que
!os españoles y los portugueses se instalaron en America, algunos
historiadores asi lo aseveraron, la raza se convirtió en un factor
determinante del estatus menos importante que otros, como por
ejemplo la ocupación. Más marcadamente a fines del siglo xvni. las
bases para la estratificación social cambiaron bajo el impacto de la
comercialización de la agricultura y la ganadería, el auge de ¡a mine
ría. la mayor libertad de comercio y las reformas políticas de los Bor
bolles. K1 pretendido cambio se reflejó en las pautas matrimoniales:
se formaban mas parejas entre personas de distinto grupo racial que
lo que anteriormente se había supuesto, tendencia esta que indicaba
¡a decreciente importancia de la variable racial. Del mismo modo, la
correlación entre raza y tipo de trabajo se hizo mas débil. Se encon
traban personas de diferentes razas en una amplia gama de ocupa
ciones. Así, según esta interpretación, si la sociedad colonial tardía
se dividía en las cinco categorías ocupacionales de la élite, los profe
sionales ¡incluidos los tenderos), los artesanos de alto nivel, los arte
sanos de bajo nivel y los sirvientes/peones, la élite estaba aun
dominada por personas clasificadas como blancas, esto es, por penin
sulares nacidos en E s p a ñ a y por criollos nacidos en America. No obs
tante, los criollos, contrariam en te a lo que pudiera esperarse
teniendo en cuenta la preponderancia de blancos en las ocupaciones
de alto estatus en el período de la Conquista, se encontraban tam
bién en las categorías de artesanos y sirvientes/peones.1 Para un
grupo que desdeñaba el trabajo manual, el porcentaje de criollos en
la categoría de los artesanos era sorprendentemente elevado. En la
ciudad de México a mediados del siglo xvin era del 419Í. En Oaxaca
a fines del siglo x y i i l era de 72CÍ.. En Buenos Aires a comienzos del
siglo xix era considerablemente menor, pero aun así significativo: el
21' ( de la población masculina blanca eran artesanos.2
O t r o s h i s t o r i a d o r e s t o m a n un e j e m p l o d i f e r e n t e . C o n c u e r d a »
en q u e l a r a z a no c o n s t i t u í a en m o d o a l g u n o el ú n i c o f act or d e t e r
,5 S v l v i a A rr or n , ím m u j e r m e x i c a n a an te vi d i v o r c i o e cl e s iá s t i c o , Í8 00 -Í8 ñ 7 ,
M é x i c o , S e p S e L e n U s , pág. 28.
CONCLUSION 381
" D i.T i U i S S\) d' n' l \ á l í K : S . “ B e V i n j d t.he u c c i l pi»t iul 'u il h 1 l ' a l ' d i y . 1 ¡u u :>eh ol a and
391
IX DI CE T E M A T IC O
c o m e r c ia n te s de] consu lado. 75: 110, 133: gremio?, 67. 95; ocupa
g r e m io s de arte san os, 255: o r g a c io n e s p l e b e y a s , 289; r a n g o de
n iz a c ió n de la ig l e s i a . 144-140: arte sanos. 256; t e r ra t e n ie n te s v,
t e r r a t e n i e n t e . ' y 37. 44; tr a za d o 34; trabajad ores de factorías. 341;
de la ciudad, 9; v irr e in a t o s , 107 t r a b a j a d o r e s m u n ic ip a l e s . 320-
g r e m io s . 255. 259-263; con su lados, 324. Vease tan>hii.n ocupaciones
75, 88; g i ta n o s . 315; g ru p o s no m an u m is ión . 274, 3 ! 7
a g re m ia d o s , 263; refo rm a s, m a t r i m o n i o ; a r te s a n o s , 277; b u r ó
278-282 c r a ta s , 131, 135: c o m e rc ia n te s ,
82, 90; t e r ra t e n ie n te s , 37, 47, 48
^ic v C’ri d r. d o ■- £) 11 2.5 5 militare;-: a r í c a n o s y. 280; asisten
h o s p it a le s , 354. V é a s e t a m b i é n cia - o c a i y 354-359; burócratas y,
sal u d 125, 130: com erciantes y, 98; como
Iglesia católica, ia: caridad, 95, 353: t'!V:pl*‘o público, 324; fuero militar,
c l e r o , 141. 146; c o f r a d í a s , 95, 45. 2 1 0 ; t e r r a t e n i e n t e s y, 45.
261; d e lito y, 351; m onja s, 176, lYnse t a m b i é n fuerz as ar madas
187; o rg a n iza ció n , 144-147; m in e ría , 74
p a tr o n a zg o , 144; r aza, 150, 154, m ona sterio s. \’<•,/>.<■ con ventos
159; r e f o r m a s , 15 5, 176, 200; m u n ic ip a lid a d e s: com ercian tes y
T e r c e r a s O r d e n e s , 95; t e r r a t e concejos municipales, 81, 99; con
nie nte s y, 46, 48, 169, 197. V é a cejales. 111: la burocra cia im p e
se t a m b i é n r e li g io s o s v conventos ria l y, 110; m ilicia urbana,
in d io s : com o a r t e s a n o s , 260. 276; 235-240: patr on azgo de conventos
como d e s e m p le a d o s , 332; en los por, 182; repaso de las cuestiones
c o n v e n to s , 189; en los g re m io s , urbano-rurales, 386-388: te r r a t e
261; y el comercio, 87: y la i g l e n i e n t e s en l o s m u j e r e s : com o
sia. 153, 189; y los t e r r a t e n i e n artesanas, 276: como productoras
tes, 38 de alim ento s. 307; como p r o v e e
in m ig ra n te s , 74, 331-336 d o r a s , 297; com o v e n d e d o ra s ,
Inquisición: perío do de la, 78; t e r r a 288, 311; en instituciones d if eren
te n ie n te s an te ia, 36 tes de los conventos, 204-207; en
la prostitución, 3.12: familia, 36,
ley: consulados com erciales, 75, 88, 46-50, 82, 89-94, 131, 135, 158.
222; m anum is ión , 274, 317; polí 171, 277; ordenes religiosas para,
t i c a s de a s i s t e n c i a e c o n ó m i c a , 1.76 concejos m unicipales, 29-30;
356; posición lega l de los p le b e t r a b a j a d o r e s m u n i c i p a le s , 320-
y o s , 288; t e r r a t e n i e n t e s com o 324; tr a z a d o de las ciudades, 9,
ab ogados. 4ti; tr ib u n ale s para la « 4 , 184, 347, 382-385
burocra cia i m p e r ia l, 110
lite r a tu r a : 202-207 n e g o c i o s : a r t e s a n o s en, 2 7 8-2 8 2 ;
c e n t r a l i z a c i ó n del c o m e rc io 87,
m an o de obra: d e s e m p le a d o s , 331- 88; com ercian te , 67; consulados,
357; e m p le o s g u b e r n a m e n t a l e s . 75; g r e m i o s y c o f r a d í a s , 2 55,
394 INDICE TEMATICO
Introducción
S u s a ti M S o c o l u i i : ............................................................ ................................ 7
1. G ran d e s te r r a t e n ie n t e s
S u s r m E. R a m í r e z ........................................................................................... 29
2. C o m e r c ia n te s
C a t h e r i n c L a g a r ............................................................................................... 67
3. Burócratas
M a r k A. B u r k h o l d e r ...................................................................................... 105
4. Religiosos
P a u l G a n s t e r ..................................................................................................... 141
5. Religio sas
A s u n c i ó n L a v r i n ............................................................................................... 175
6. M ilita r e s
C h r i x t o n A r c h e r ................................................................................................ 215
7. A rte sanos
Lytnan J o h n s o n ....................................................................................................................................................... 2 b •:>
9. L a clase baja
G a b r i e l H a s l i p - V i e r a ....................................................................................... 331
Concl usi ón
L o u i s a S. H ( ¡ b e r m a a ....................................................................................... 365
397
Louisa S. Hoberman y Susan M. Socolow
compiladoras
Ciudades y sociedad en Latinoamérica colonial
Ciudades y sociedad
en Latinoamérica
colonial
. CÍVDAí