Más allá de que la obra en cuestión apunta a los nombres propios, podemos hacer extensivo este
procedimiento a la breve exposición que ofreceremos a los alumnos. Se trata de que les quede
mínimamente en claro que una cosa es la técnica de a) transliterar, es decir, sustituir cada letra
griega por su equivalente en el alfabeto latino –con las convenciones del caso: por ejemplo, el
espíritu áspero por h; ch o kh para x; u o y para u , etc.-; y otro es el procedimiento de b),
transcripción que consiste, en definitiva, en volcar el lexema griego en el flujo de nuestra lengua, es
decir, en su morfología y prosodia (aunque quizá no sea el momento de internarse en el complejo
tema de la acentuación del término en cuestión que supone el pasaje previo por el latín3).
Entonces, podemos pensar en estos ejemplos básicos –o en algún otro que deseen agregar ustedes-:
O, por último, en el curioso caso de estas dos palabras compuestas, que desde su fijación en la
transcripción resultan homónimas, pero que en realidad poseen componentes básicos bien
diferenciados desde el punto de vista etimológico, como reflejan claramente los significantes
griegos y su correspondiente transliteración:
1
Manuel Fernández Galiano, La transcripción castellana de los nombres propios griegos, Madrid, Sociedad
Española de estudios clásicos 1969.
2
Se refiere al orden de los procedimientos de reproducción de nombres griegos que fueron enunciados en el
parágrafo primero de la obra: dejar la palabra en griego, transliterarla, transcribirla y traducirla.
3
De hecho decimos Sócrates y no * Sokrátes, como transcribiríamos si siguiéramos directamente el original
griego (Swkra/thj). El problema, de todas formas, se revela fundamentalmente en los nombres propios, de
cuya ejemplificación podemos prescindir en esta elemental introducción.
4
Para el derivado de e)s
/ xatoj el diccionario de la RAE (1998) nos dice “conjunto de creencias y doctrinas
referentes a la vida de ultratumba”; para el segundo ejemplo (de skw/r, skato/j), “tratado de cosas
excrementicias”.